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-Única versión sincera y real del primer pecado
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-Teoría de Darwin: evolución
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El tema “Pecado de Origen” comprende:

a) Episodios y dictados extraídos de la Obra magna
.         «El Evangelio como me ha sido revelado»
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b) Dictados extraídos de los «Cuadernos de 1943/50»
c) Dictados extraídos de las «Lecciones sobre la Epístola de San Pablo a los Romanos»
d) Dictado extraído del «Libro de Azarías»
e) Apéndice: Breve exposición del Pecado de Origen (al final)

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a) Episodios y dictados extraídos de la Obra magna
«El Evangelio como me ha sido revelado»
(«El Hombre-Dios»)
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1-17-82 (1-24-89).- La desobediencia de Eva (1). Pecado original
* “¿Cuál es el sentido oculto que se encierra en la frase «para que domine»? Es éste: para que el hombre domine todo: sus tres estratos: el inferior, animal; el intermedio, moral; y el superior, espiritual. Y ¿cuál es (el sentido oculto) en ése del «Árbol de la ciencia del Bien y del Mal»? Ese metafórico árbol demuestra esta verdad. Dios había dicho al Hombre y a la Mujer: «…Os doy todo; y únicamente me reservo este misterio de la formación del hombre»”.- ■ Dice Jesús: “¿No se lee en el Génesis que Dios hizo al hombre con dominio sobre todo lo que había en la Tierra, o sea, sobre todo excepto sobre Dios y sobre sus ángeles ministros? (2). ¿No se lee que hizo a la Mujer para que fuese compañera del Hombre en el disfrute y dominio de todos los vivientes? ¿No se lee que de todo podían comer menos del árbol de la ciencia del Bien y del Mal? (3). ¿Por qué? ¿Cuál es el sentido oculto que se encierra en la frase «para que domine»?; ¿cuál, en ese del «árbol de la ciencia del Bien y del Mal»? ¿Nunca os preguntáis vosotros, que tantas cosas inútiles os preguntáis, ni sabéis preguntar jamás a vuestra alma sobre las verdades celestiales? ■ Vuestra alma, si estuviese viva, os las diría. Porque esa alma cuando está en Gracia, es como una flor entre las manos de vuestro ángel; esa alma que, cuando está en Gracia, es como una flor besada por el sol y regada por el rocío, besada y regada por el Espíritu Santo, que le da calor y la ilumina con sus luces. ¡Cuántas verdades no os diría vuestra alma si supierais conversar con ella, si la amaseis como a la que os hace semejantes a Dios, que es Espíritu, como espíritu es vuestra alma! ¡Qué amiga tan grande tendríais en vuestra alma si la amaseis en lugar de odiarla hasta matarla! ¡Qué grande y sublime amiga sería con la que pudierais hablar de cosas del Cielo, vosotros que tenéis tanta avidez de hablar y os destruís los unos a los otros con amistades que, aun no siendo indignas (algunas veces lo son), sí son casi siempre inútiles, y no son más que un cúmulo vano o nocivo de palabras, y solo palabras, que huelen a humano! ¿No dije Yo: «El que me ama guardará mi Palabra, mi Padre le amará, vendremos a él y haremos morada en él»? (4). El alma en Gracia posee el amor y, poseyendo el amor, posee a Dios, es decir, al Padre que la conserva, al Hijo que la instruye y el Espíritu que la ilumina. Posee, por tanto, el Conocimiento, la Ciencia, y la Sabiduría. Posee la Luz. Por esto, pensad qué conversaciones más sublimes podría intercambiar con vosotros vuestra alma; serían las mismas que llenaron los silencios de las cárceles, los silencios de las celdas, los silencios de los eremitorios y de las habitaciones de los enfermos santos; las mismas que confortaron a los encarcelados en la espera de su martirio, a los enclaustrados que habían elegido el claustro en pos de la Verdad, a los eremitas que anhelaban conocer anticipadamente a Dios, a los enfermos para que soportaran sus dolores, o mejor dicho, amaran su cruz. ■ Si supierais preguntar a vuestra alma, ella os diría que el significado verdadero, exacto, vasto cuanto la creación, de la palabra «domine», es éste: «Para que el hombre domine todo: sus tres estratos: el inferior, animal; el intermedio, moral; y el superior, espiritual. Y oriente los tres hacia un único fin: poseer a Dios». Poseerlo mereciéndolo con este férreo dominio que mantiene sujetas todas las fuerzas del su propio «yo» haciéndolas esclavas de esta única finalidad: merecer poseer a Dios. ■ Vuestra alma os diría que Dios había prohibido el conocimiento del Bien y del Mal, porque el Bien lo había entregado a sus criaturas gratuitamente, y el Mal no quería que lo conocierais, porque es un fruto dulce al paladar, pero que, una vez que penetra con su jugo en la sangre, produce una fiebre que mata y una sed tan ardiente que, cuanto más se bebe de su jugo traidor, más sed de él se siente. ■ Objetaréis vosotros: «¿Pues por qué lo ha puesto?» ¿Por qué?  El Mal es una fuerza que ha nacido por sí sola, como nacen ciertos males monstruosos en el más sano de los cuerpos. Lucifer era un ángel, el más hermoso de los ángeles. Espíritu perfecto, inferior únicamente a Dios. Pues bien, con todo, en su ser luminoso nació un vapor de soberbia, y Lucifer no lo dispersó, sino que, por el contrario, lo fomentó y lo condensó dándole vida en su interior. Y de esta incubación nació el Mal. Esto ocurrió antes de que existiese el hombre. Dios arrojó fuera del Paraíso a este maldito Incubador del Mal, a este que ensució el Paraíso. Mas él ha seguido siendo y es el eterno Incubador del Mal y, al no poder seguir ensuciando el Paraíso, ha ensuciado la Tierra. ■ Ese metafórico árbol (5) demuestra esta verdad. Dios había dicho al Hombre y a la Mujer: «Conoced todas las leyes y misterios de la creación. Pero no pretendáis usurparme el derecho de ser el Creador del hombre. Para propagar la estirpe humana bastará el amor mío que circulará por vosotros, y, sin libídine sensual, sólo por latido de caridad, dará vida a los nuevos hombres como Adán de la estirpe. Todo os lo doy; sólo me reservo este misterio de la formación del hombre». ■ Satanás se propuso arrebatar al Hombre esta virginidad intelectual y así, con su lengua viperina, halagó y acarició miembros y ojos de Eva suscitando en ella sensaciones y sutilezas no experimentadas anteriormente porque no estaban intoxicados por la Malicia. Y ella «vio» y, viendo, quiso probar. La carne habíase despertado. ¡Oh, si hubiera llamado a Dios! Decirle: «Padre, me encuentro enferma. La serpiente me ha acariciado y ha penetrado la turbación en mí». El Padre la habría purificado y curado con su aliento, ya que lo mismo que le había infundido la vida, podía infundirle nuevamente la inocencia, quitándole el recuerdo del tóxico serpentino y, aún más, infundiendo en ella repugnancia hacia la Serpiente, como sucede con aquellos que, habiendo estado aquejados de un mal, una vez curados del mismo, les queda repugnancia instintiva hacia él. Pero Eva no acude al Padre. Eva torna a la Serpiente. Aquella sensación le resulta dulce. «Viendo que el fruto del árbol era bueno de comer, hermoso a la vista y de agradable aspecto, lo cogió y comió de él» (6). Y ella «comprendió». Bajó entonces la malicia a roerle las entrañas. Vio con nuevos ojos y oyó con nuevos oídos los instintos y la voz de las bestias; y los deseó con ansia loca”.
* “Por eso sobre la mujer pesa una mayor condena. Por ella el hombre perdió el dominio sobre sus tres reinos”.- Jesús: “Fue la primera en pecar. Condujo a su compañero a pecar. Por eso sobre la mujer pesa una mayor condena. Por Eva el hombre llegó a rebelarse contra Dios y por ella conoció la lujuria y la muerte. Por ella perdió el dominio sobre sus tres reinos: el del espíritu, porque permitió que el espíritu desobedeciera a Dios; el de lo moral, porque permitió que las pasiones se adueñasen de él; el de la carne, porque le rebajó a las leyes instintivas de las bestias. «La serpiente me engañó», dijo Eva «La mujer me presentó el fruto, y comí de él» dijo Adán (7). Y el triple, desenfrenado apetito, desde entonces, tiene entre sus garras los tres reinos del hombre”.
* La liberadora del hombre caído: la Gracia.-Jesús: “Únicamente la Gracia puede desatar las ligaduras de este monstruo despiadado; y, si la Gracia vive, si está vivísima, si la voluntad del hijo fiel la mantiene cada vez más viva, llega incluso a estrangular al monstruo. ■ Ya no habrá nada que temer: ni a los tiranos internos: o sea, la carne y las pasiones; ni a los tiranos externos: o sea, el mundo y los que en el mundo tiene poder, ni a las persecuciones ni a la muerte. Es como dice el Apóstol Pablo (8): «No temo a ninguna de estas cosas, y ya no considero mía mi vida, con tal de cumplir mi misión y llevar a cabo el ministerio encargado por el Señor Jesús para dar testimonio del Evangelio de la Gracia de Dios»”. (Escrito el 5 de Marzo de 1944).
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1  Nota  : Para comprender el pensamiento de la Escritora  sobre el Pecado Original Cfr. Apéndice al final de este tema. 2  Nota  : Cfr.  Gén.  1,26  y 28.   3  Nota  : Cfr.  Gén. 2,16-17 3,1-3.   4  Nota  : Cfr.  Ju. 14,23.    5  Nota  : El árbol del bien y del mal,  verdadero árbol por naturaleza y estructura era también un árbol simbólico o metafórico.   6  Nota  : Cfr.  Gén.  3,6.   7  Nota  : Cfr.  Gén.  3,12-13.   8  Nota  : Cfr. Hech. 20,24.
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1-17-85  (1-25-92).- Obediencia de María, la nueva Eva, en todas las formas.
* La Maternidad de María responde a la maternidad de Eva. Ésta, fruto de la canción de la mentira: «¿Por qué os hizo macho y hembra para tener que vivir de este modo?».-Dice la Virgen: “Cuando comprendí la misión a que Dios me destinaba, me llené de gozo. Mi corazón se abrió como un lirio en capullo y vertió la sangre que habría de ser terreno para la Semilla del Señor.
.    ● Gozo de ser madre.
Desde mis primeros años me había consagrado a Dios porque la Luz del Altísimo me había iluminado acerca de la causa del mal del mundo; y yo quise, por lo que de mí dependía, borrar de mí la huella de Satanás. No sabía que no tenía mancha. No podía pensarlo. El solo hecho de pensarlo habría sido presunción y soberbia, porque, habiendo nacido de padre y madre  como los demás, no me era lícito pensar que justamente yo era la Elegida para ser la Sin Mancha. El Espíritu de Dios me había instruido del dolor del Padre cuando Eva pecó, cuando aceptó degradarse —siendo ella una criatura de Gracia— a un nivel de criatura inferior. Tenía yo intención de consolar ese dolor, poniendo de nuevo mi carne en situación de pureza angélica, conservándome pura en mis pensamientos, deseos y contactos humanos. Sólo para Él reservaba el latido de mi amor; solo para Él la razón de mi ser. No había en mí sed carnal, pero sí sentía el sacrificio de no ser madre. ■ La maternidad, exenta de lo que ahora la humilla, le había sido concedida por el Padre Creador también a Eva. ¡Una maternidad dulce y pura sin el peso del sentido! Yo la experimenté. ¡Cuán grande la pérdida de Eva, renunciando a esta riqueza! Mayor que  la pérdida de la inmortalidad. No, no creáis que es una exageración. Mi Jesús, y yo con Él conocimos lo que significa el debilitamiento próximo a la muerte. Yo, el dulce languidecer de quien, cansado, se duerme; Él, ese debilitamiento atroz de quien muere en el suplicio. A nosotros, pues, también nos vino la muerte. Sin embargo, la maternidad que me dejó intocable a mí, la nueva Eva, la conocí para que pudiese decir al mundo cuán dulce hubiera sido la suerte de la mujer, llamada a ser madre sin ningún sufrimiento. Y el deseo de esta pura maternidad, siendo, como es, la gloria de la mujer, podía estar, y estaba, en la Virgen toda de Dios. Añadid a esta consideración el honor en que era tenida en Israel la mujer que llegaba a ser madre, y comprenderéis mejor el sacrificio a que me comprometía al privarme de ella. Ahora a su sierva Aquel que es todo Bueno le concedía este don, sin privarme del candor de que yo me había revestido para ser flor en su trono. Por ello exultaba, con el doble gozo de ser madre de un Hombre y de ser Madre de Dios.
.   ● Gozo de ser aquella a través de la cual: se restablecía la paz entre el Cielo y la Tierra.
¡Oh qué gozo el haber deseado esta paz por amor a Dios y al prójimo, y de saber que por medio de mí, pobre esclava del Poderoso, Él venía al mundo! Decir: «Hombres, no lloréis más. Traigo conmigo el secreto que os hará felices.  No os lo puedo decir porque el secreto está encerrado en mi corazón, de la misma forma que el Hijo está encerrado en mi seno inviolado. Ya os lo traigo entre vosotros, ya cada día que pasa está más cercano el momento en que le veréis y sabréis su santo Nombre».
.   ● Gozo de haber hecho feliz a Dios: gozo del creyente que ve feliz a su Dios.
¡Oh… haber arrancado del corazón de Dios la amargura de la desobediencia de Eva! ¡de la soberbia de Eva, de su incredulidad! ■ Mi Jesús os ha explicado con qué clase de culpa se manchó la primera pareja. Yo anulé esa Culpa, recorriendo en sentido inverso, volviendo a subir, las etapas por las que bajó Eva. El principio de la Culpa estuvo en la desobediencia: «No comáis y no toquéis ese árbol», había dicho Dios. El hombre y la mujer, el rey de la creación, que podían comer y tocar todo fuera de aquel fruto, porque Dios quería que no fuesen inferiores a los ángeles, no obedecieron la orden dada. El árbol: el medio para probar la obediencia de los hijos. ¿Qué es la obediencia a la orden de Dios? Es un bien, porque Dios no ordena sino el bien. ¿Qué es la desobediencia? Es un mal, porque pone al corazón en disposición rebelde de la que puede aprovecharse Satanás. Eva fue al árbol. La curiosidad la arrastra, la imprudencia la empuja a no considerar la orden de Dios, puesto que ella es fuerte y pura, reina del Edén, en donde todas las cosas le obedecen, donde ninguna podrá causarle mal. Su presunción la llevó a la ruina. Y la presunción es el fermento de la soberbia. En el árbol encuentra al Seductor, el cual, a su inexperiencia, a su tan hermosa e inocente inexperiencia, a esa inexperiencia que no supo tutelar, le canta la canción de la mentira: «¿Piensas que hay aquí algo de mal? No. Porque Dios quiere teneros como esclavos de su poder. ¿Creéis  que sois reyes?  No tenéis ni siquiera la libertad de las fieras. Ellas tienen concedido el amarse con un amor verdadero, vosotros no. A las fieras se les ha concedido el ser creadoras como Dios. Ellas engendrarán hijos y verán crecer feliz su familia, a vosotros no.  A vosotros se os ha sido negado esta alegría. ¿En razón de qué, pues, se os hizo macho y hembra, para tener que vivir de este modo? Sois dioses. ¡No sabéis qué alegría supone ser dos en una sola carne, que crea una tercera, de muchas otras terceras! No creáis en las promesas de Dios acerca del gozo de una descendencia viendo a vuestros hijos procreando nuevas familias, dejando por ellas padre y madre. Os ha dado una apariencia engañosa de la vida. La verdadera vida consiste en conocer las leyes de la vida. Entonces seréis semejantes a dioses y podréis decir a Dios: ‘Somos tus iguales’». ■ Y la seducción continuó porque no había voluntad de rechazarla, sino, más bien, de continuarla, y de conocer aquello que no le pertenecía al hombre. He aquí, pues, que el árbol prohibido vino a ser, para la raza, realmente mortal, porque de sus ramas pendía el fruto del amargo saber que venía de Satanás. Y la mujer se convierte en hembra, y, con el fermento del conocimiento satánico en el corazón, fue a corromper a Adán. Humillada así la carne, corrompida la parte moral, degradado el espíritu, Adán y Eva conocieron el dolor y la muerte: del espíritu privado de la Gracia, y de la carne privada de la inmortalidad. Y la herida de Eva engendró el sufrimiento y la muerte, que no terminará sino hasta cuando muera la última pareja sobre la tierra.
.    ●  Obediencia en la nueva Eva.
 Yo recorrí en sentido inverso el camino de los dos pecadores. Obedecí. Obedecí en todas las formas: Dios me pidió que fuera virgen. Obedecí. Habiendo amado la virginidad, que me hacía pura como la primera mujer antes de conocer a Satanás, Dios me pidió que fuese esposa. Obedecí, llevando al matrimonio a la pureza que tuvo, a ese grado de pureza que Dios tenía en su pensamiento cuando creó a los dos Primeros seres humanos. Convencida de mi destino de soledad en el matrimonio y de desprecio del prójimo por mi esterilidad santa, ahora Dios me pedía ser Madre. Obedecí. Creí que era posible, y que esa palabra venía de Dios, porque al oírla, la paz se derramaba dentro de mí. No pensé: «me lo merecía». No me dije a mí misma: «Ahora el mundo se admirará porque soy semejante a Dios dando ser a la carne que tendrá Dios». No. Me aniquilé en mi humildad. ■ El gozo brotó de mi corazón como un tallo de rosa en flor. Pero enseguida se adornó de espinas punzantes y se encontró envuelta en la maraña del dolor, como esas ramas envueltas en campanillas de enredadera. El dolor del dolor de mi esposo: ésta era la angustia que ahogaba mi gozo. El dolor del dolor de mi Hijo: éstas eran las espinas de mi gozo. Eva buscó el placer, el triunfo, la libertad; yo acepté el dolor, el aniquilamiento, la esclavitud. Renuncié a mi vida tranquila, a la estimación de mi esposo, a mi propia libertad. No me reservé nada. Me convertí en la esclava de Dios en la carne, en la parte moral, en el espíritu. Me confié a Él, no solo en lo que se refiere a la concepción virginal, sino también en lo que se refiere a la defensa de mi honor, en lo que podía ser el consuelo de mi esposo, en lo que se refiere al medio con que conducirle a él también a la sublimación del matrimonio, de modo que ambos pudiésemos devolver al hombre y a la mujer la dignidad perdida. Abracé la voluntad del Señor por mí, por mi esposo, por mi Hijo. Dije: «sí» por los tres, segura como estaba de que Dios no faltaría a su promesa de socorrerme en mi dolor de esposa que se ve juzgada culpable, en mi dolor de madre que sabe que engendra para entregar a su Hijo al dolor. ■ Dije: «Sí». Sí y basta. Ese «sí» anuló el «no» de Eva al mandato de Dios. «Sí, Señor, como Tú quieras. Conoceré lo que Tú quieras. Viviré como Tú quieras. Estaré gozosa si Tú quieres. Sufriré por lo que Tú quieras. Sí, siempre sí, Señor mío, desde el momento en que tu rayo me hizo Madre hasta el momento en que me llamaste a Ti. Sí, siempre sí. Todas las voces de la carne, todas las pasiones de lo moral, bajo el peso de este mío perpetuo. Y encima, como encima de un pedestal de diamante, mi espíritu, al cual le faltan las alas para volar a Ti, pero que es dueño de todo el yo, domado y siervo tuyo, siervo en el gozo, siervo en el dolor. ¡Sonríe, oh Dios mío! ¡Alégrate! La Culpa ha sido vencida, desaparecida, destruida; yace bajo mi calcañal, ha sido lavada en mi llanto, destruida por mi obediencia. De mi seno nacerá el nuevo Árbol que producirá el Fruto que conocerá todo el Mal por haberlo padecido en Sí y producirá todo el Bien. A Éste sí podrán acercarse los hombres, y seré feliz al ver que le aceptan, aunque no piensen que ha nacido de mí. Con tal de que el hombre se salve y Dios sea amado, hágase de su esclava lo mismo que se hace de la base de terreno en que un árbol crece: un escalón para subir».
.     ●  Destino de las esclavas de Dios: señalar la Cruz, el nuevo árbol.
 María, hay que saber ser siempre escalón para que los demás suban a Dios. Si nos pisan, no importa, con tal de que logren ir a la Cruz. Es el nuevo árbol que posee el fruto del conocimiento del Bien y del Mal, porque le dice al hombre lo que está mal y lo que está bien, para que sepa elegir y vivir; y sabe, al mismo tiempo, hacer de sí elixir para curar a los que se han intoxicado con el mal que quisieron gustar. Nuestro corazón bajo los pies de los hombres, con tal de que el número de los redimidos crezca y que la Sangre de mi Jesús no sea derramada sin fruto. Éste es el destino de las esclavas de Dios. Mas luego mereceremos recibir en nuestro seno la Hostia santa, y, a los pies de la Cruz, embebida en su Sangre y en nuestro llanto, decir: «He aquí, oh Padre, la Hostia inmaculada que te ofrecemos para salud del mundo. Míranos, oh Padre, fundidas con Ella, y por sus méritos infinitos danos tu bendición». Y Yo te doy una caricia. Descansa, hija. El Señor está contigo”. (Escrito el 8 de Marzo de 1944).
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1-17-89 (1-26-96).- Breve explicación de Jesús sobre el Pecado Original (1).
* “Si os instruyo sobre un punto que hasta ahora no había sido explicado, aceptad este regalo y sacad el fruto, y no lo condenéis. No hagáis como los judíos de mi tiempo, cuando viví, que cerraron su corazón a mis instrucciones y no pudiendo comprender los misterios y las verdades sobrenaturales, me llamaron obseso y blasfemo”.-Dice Jesús: “Las palabras de mi Madre bastarían para quitar toda clase de duda, incluso a los más atrapados por las fórmulas.

¡Y, en verdad, hay muchos! Quieren, al tratarse de las cosas divinas, pensar con su medida humana y quisieran también que Dios así pensase. Pero qué hermoso es pensar que Dios reflexiona de una manera completamente sobrehumana, diferente a como el hombre lo hace. Y sería una cosa bella que os esforzaseis en reflexionar no según el modo humano sino según el espíritu y que siguieseis a Dios. No quedarse enclavados donde vuestro pensamiento se quedó. También esto es soberbia, porque presupone la perfección en la inteligencia humana. Pues nada perfecto existe fuera del Pensamiento divino el cual, puede, si quiere y cree que sea útil hacerlo, descender y convertirse en Palabra en la mente y en los labios de una criatura suya que el mundo desprecia porque a sus ojos es ignorante, debilucha, tenaz, pueril. A la Sabiduría gusta —para desorientar la soberbia de la inteligencia— derramarse sobre estos deshechos del mundo, que no tienen doctrina propia, ni aun una cultura adquirida, sino viven solo en el amor y en la pureza, grandes por su voluntad de servir a Dios haciéndole conocer y amar después de haber merecido conocerle y amarle con todas sus fuerzas. ● Ved ¡oh hombres! En Fátima, en Lourdes, en Guadalupe, en Caravaggio, en la Salette ha habido verdaderas apariciones y santas;  los videntes, los que fueron llamados para ver, han sido pobres criaturas por su edad, por su cultura, eran de los más humildes seres de la tierra. A estos desconocidos, a estos «nada» se revela la Gracia y los hace sus heraldos. ¿Qué deben hacer entonces los hombres? Inclinarse como el publicano y decir: «Señor, yo era demasiado pecador para merecer conocerte. Sé bendito por tu bondad que me consuela a través de estas criaturas y me proporcionan un guía, un maestro, una salvación». Y no decir: «¡Supersticiones! ¡Herejías! ¡No es posible!». ¿Cómo que no es posible? ¿No es posible que un ignorante llegue a ser docto en la ciencia de Dios? ● ¿Y por qué no es posible? ¿No acaso resucité a muertos, curé a dementes, epilépticos, mudos, hice que los ciegos viesen, los sordos oyesen, entendiesen los retrasados mentales? ¿Qué cosa hay imposible para Dios?  Y antes de que Dios, el Mesías, Hijo de Dios estuviese entre vosotros, ¿no obró acaso el milagro por medio de sus siervos que obraban en su Nombre? ● ¿No se convirtieron en fecundas las entrañas de Sarai la esposa de Abraham para que fuese Sara y en su vejez diese a luz a Isaac destinado para ser el que volviese a hacer el pacto? (2) ● ¿No se cambiaron en sangre las aguas del Nilo y se llenaron de animales inmundos por orden de Moisés? Y por su palabra, ¿no acaso murieron de peste los animales y úlceras destrozaron las carnes de los hombres, y sus trigales fueron devastados por el granizo terrible, sus árboles los dejaron sin follaje las langostas, y por tres días no hubo luz, y los primogénitos fueron muertos, y se abrió el mar para que pasase Israel, se endulzaron las aguas que eran amargas, y vino abundancia de codornices y maná, y brotó agua de la roca árida? (3)  ¿No acaso Josué detuvo el sol en su carrera? (4) ● ¿Y el joven David no echó por tierra al gigante (5),  y Elías multiplicó la harina y el aceite y resucitó al hijo de la viuda de Sarepta? (6) ● ¿No acaso a su mandato bajó la lluvia sobre la tierra árida y fuego del Cielo sobre el holocausto? (7) ¿Y el Nuevo Testamento no es acaso un bosque florido de milagros? ¿Quién es el Señor del milagro? ¿Qué cosa, pues, es imposible para Dios? ¿Quién como Dios? Doblegad la frente y adorad. ■ Y, si debido a que los tiempos ya empiezan a madurar para la gran cosecha, y todo debe conocerse antes de que el hombre cese de existir, todo: las profecías dichas después de Cristo, las proferidas antes de Él, y el simbolismo bíblico que tiene principio desde las primeras palabras del Génesis —y si os instruyo sobre un punto que hasta ahora no había sido explicado— aceptad este regalo y sacad el fruto, y no lo condenéis. No hagáis como los judíos de mi tiempo, cuando viví, que cerraron su corazón a mis instrucciones y no pudiendo comprender los misterios y las verdades sobrenaturales, me llamaron obseso y blasfemo. (1-26-96: «El Hombre-Dios»)

Simbolismo del árbol y simbolismo del fruto.- Había dicho: «metafórico árbol»; ahora diré: «simbólico árbol». Quizás así comprenderéis mejor (8). Su simbolismo es claro: de cómo los dos hijos de Dios se comportasen respecto del árbol, se deduciría la medida de su tendencia al Bien y al Mal. Como agua regia que sirve para probar el oro, cual balanza del orfebre que pesa los quilates del oro, ese árbol, que vino a ser una «misión» a causa del mandato divino respecto a él, dio la medida de la pureza del metal de Adán y de Eva. ■ Me parece oír ya vuestra objeción: «¿No fue acaso excesiva la condena e infantil el medio que se empleó para condenarlos?». No lo fue. Una desobediencia actualmente en vosotros, que sois sus herederos, es menos grave que en ellos. A vosotros, os redimí, pero el veneno de Satanás, como ciertas enfermedades que no desaparecen nunca totalmente, está siempre pronto a aparecer en vosotros. Ellos, los dos primeros padres, poseían la Gracia sin haber estado privados nunca de ella. Por tanto, eran más fuertes, estaban más respaldados por esa Gracia, que generaba inocencia y amor. Infinito era el don que Dios les había otorgado; mucha más grave, por tanto, su caída, pues poseían ese don. ■También el fruto ofrecido, y comido, era simbólico. Era el fruto de una experiencia voluntariamente llevada a cabo por instigación satánica contra el mandato de Dios. Yo no les había prohibido a los hombres el amor. Quería únicamente que se amasen sin malicia; de la misma manera que Yo los amaba con mi Santidad, así ellos habrían de amarse en santidad de afectos, de afectos libres de toda mancha de lujuria. ■ No se debe olvidar que la Gracia es luz, y que quien la posee conoce lo que es útil y bueno conocerse. La Llena de Gracia conoció todo porque la Sabiduría la instruía (la Sabiduría que es Gracia), y se dejó guiar santamente. Eva, pues, conocía lo que era bueno conocer; no más de eso. Porque es inútil conocer lo que no es bueno. No tuvo fe en la palabra de Dios, y no fue fiel a su promesa de obediencia. Creyó a Satanás, quebrantó su promesa, quiso conocer lo no bueno, lo amó sin remordimiento, transformó su amor, que se le había dado y que era tan santo, en una cosa corrompida, a una cosa que no valía nada. Ángel caído, se arrastró por el fango y paja, mientras que podía haber corrido dichosa entre las flores del Paraíso Terrenal y ver florecer a su alrededor su prole, de la misma forma que un árbol se cubre de flores sin doblegar su copa y meterla en el pantano”.
* “No seáis como los niños necios que señalo en el Evangelio; aceptad sin malicia, sin ironía y con fe la Luz”.- ■ Jesús:No seáis como los niños necios que señalo en el Evangelio (9), los cuales oyeron cantar y se taparon las orejas, oyeron sonar y no bailaron, oyeron llorar y prefirieron reírse. No seáis tacaños, ni obstinados. Aceptad, aceptad sin malicia y testarudez, sin ironía ni incredulidad, la Luz. ■ Para que entendáis cuánto debéis sentiros agradecidos a Aquel que murió para levantaros y orientaros de nuevo al Cielo y para vencer la concupiscencia de Satanás, he querido hablaros, en este tiempo de preparación a la Pascua, de este primer eslabón de la cadena con que el Verbo del Padre, el Cordero divino, fue llevado a la muerte. Quise hablaros de ello porque ahora el noventa por ciento de vosotros está, como Eva, envenenado por el hálito y la palabra de Lucifer, y no vivís para amaros, sino para saciaros de los sentidos y no vivís para amaros sino para ensuciaros de sensualidad, no vivís para el Cielo sino para el fango; ya no sois criaturas dotadas de alma y razón sino perros sin alma y sin inteligencia. Habéis matado el alma, pervertido la razón. En verdad os digo que las bestias, en sus amores, son más honestas que vosotros”. (Escrito el 8 de Marzo de 1944).
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1  Nota  : En este capítulo, como en los dos anteriores, la Escritora trata el Pecado Original, pero tan solo en algunos aspectos. Para comprender su pensamiento sobre el Pecado Original Cfr. Apéndice al final de este tema.    2  Nota  : Cfr. Gén. 17,15-21.   3  Nota  : Cfr.  Éx. 17,1-7.   4  Nota  : Cfr. Jos. 10,12-14.   5  Nota  : Cfr. 1 Sam. 17.   6  Nota  : Cfr. 1 Rey. 17, 8-24.   7  Nota  : Cfr. 1 Rey. 18,38.   8  Nota  : “El árbol del Bien y del Mal, un verdadero árbol por naturaleza y estructura, era también un árbol simbólico”.   9  Nota  : Cfr. Lc. 7,31-32.
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1-29-147 (1-48-158).- Redención de la mujer llevada a cabo por María.
* La comenzó con su Maternidad divina. Pero no era suficiente. Porque el pecado de Eva era un árbol de 4 ramas. Y las cuatro tenían que cortarse. ■ Dice la Virgen: “Yo, María, redimí a la mujer con mi Maternidad divina. Pero no fue sino el principio de la redención de la mujer. Al haberme negado a casarme por el voto de virginidad, había rechazado cualquier satisfacción de concupiscencia y así merecí la gracia de Dios. Pero no era suficiente. Porque el pecado de Eva era un árbol de cuatro ramas: soberbia, avaricia, glotonería, lujuria. Y las cuatro tenían que cortarse antes de hacerle estéril en sus raíces.
.   ● Vencí a la soberbia: humillándome hasta el fondo. Me humillé delante de todos. No me refiero a mi humildad para con Dios, que toda criatura debe tributarle. Su Verbo la tuvo. También yo, mujer, tenía que tenerla. ¿Pero has pensado qué humillación debí sufrir de parte de los hombres y sin defenderme en modo alguno? Incluso José, que era un hombre justo, me había acusado en su corazón. Los demás, que no eran justos, habían pecado de murmuración sobre mi estado, y el rumor de sus palabras, cual ola amarga, había venido a romperse contra mi persona humana. Y fue el principio de las innumerables humillaciones que mi vida de Madre de Jesús y del linaje humano me proporcionaron. Humillaciones de pobreza, humillaciones de perseguida, humillaciones por los reproches de los parientes y amigos que, ignorando la verdad, tomaban como débil mi modo de ser madre para con mi Jesús que se había convertido en un jovenzuelo, humillaciones en los tres años de su ministerio, humillaciones crueles en la hora del Calvario, humillaciones hasta reconocer que no tenía con qué comprar un lugar para sepultar a mi Hijo, ni aromas para envolver su cuerpo.
● Vencí la avaricia de los primeros padres: renunciando a mi Hijo anticipadamente. Una madre jamás renuncia a su hijo, a no ser que se vea forzada a ello. Ya sea la patria, o el amor de una esposa, o el mismo Dios quienes piden el hijo a su corazón, ella se opondrá a tal separación. Es natural. El hijo crece en el seno, y jamás se corta completamente el lazo que une su persona con la nuestra. Aun cuando se corta el ombligo, siempre queda un nervio que parte del corazón de la madre (un nervio espiritual más vivo y más sensible que un nervio físico) y se injerta en el corazón del hijo, y que siente como si le estiraran hasta el límite de lo soportable, si el amor de Dios o de una criatura, o las exigencias de la patria alejan al hijo de la madre; y que se rompe, hiriendo el corazón, si la muerte arranca a un hijo a su madre. Desde el momento que tuve mi Hijo renuncié a Él. Lo di a Dios. Lo di a vosotros. Yo me despojé del fruto de mi vientre para reparar el fruto que Eva robó a Dios.
.   ● Vencí la glotonería, tanto del saber como del gozar: aceptando saber solo lo que Dios quería que yo supiese, sin preguntarme a mí misma, sin preguntarle a Él, más de cuanto se me dijera. Creí sin hacer preguntas. Vencí la gula del gozar porque me negué a cualquier experiencia de los sentidos. Mi carne la puse bajo las plantas de mis pies. Puse la carne, instrumento de Satanás, y con ella al mismo Satanás, bajo mi calcañar para hacerme así un escalón para acercarme al Cielo. El Cielo: mi meta. Donde está Dios. Era mi única hambre, hambre que no es gula, sino necesidad bendecida por Dios, por este Dios que quiere que sintamos apetito de Él.
.   ● Vencí la lujuria, que es la gula llevada hasta la voracidad; pues cualquier vicio que no se refrena, conduce a otro peor. La gula de Eva, que era algo ya reprobable, la llevó a la lujuria. No le bastó haberse proporcionado a sí misma una satisfacción. Quiso llevar su crimen a una intensidad refinada; así conoció y enseñó a su compañero la lujuria. Yo invertí los términos y en vez de descender, subí siempre. En lugar de hacer bajar, siempre he llamado a lo alto, y de mi compañero, que era un hombre justo, hice un ángel.  En ese momento en que tenía a Dios y con Él sus infinitas riquezas, me apresuré a despojarme de todas ellas, diciéndole: «Mira: se cumpla en Él y en mí tu voluntad». ■ Casto es el que tiene moderación no sólo en su cuerpo, sino también en sus afectos y pensamientos. Debía yo ser Casta para borrar la mancha de la carne, del corazón, de la mente. Me mantuve comedida sin decir ni siquiera de mi Hijo  —únicamente mío en la tierra como único de Dios en el Cielo— «Esto es mío y para mí lo quiero»”.
* La finalizó al pie de la Cruz y anulado en Ella hasta el último vestigio de Eva, la última raíz de aquel árbol de 4 ramas obtuvo para la mujer esa paz perdida por Eva.Virgen: “Y a pesar de todo, no era suficiente para que la mujer pudiera poseer la paz que Eva había perdido. Esa paz perdida por Eva os la obtuve al pie la Cruz, cuando vi morir a Aquél que tú has visto nacer. Y, cuando sentí desgarrarse mis entrañas al grito de mi Hijo que moría, quedé vacía de toda feminidad de connotación humana: ya no carne, sino ángel. María, la Virgen desposada con el Espíritu Santo, murió en ese momento. Quedó la Madre de la Gracia, la que os generó la Gracia desde sus tormentos y os la dio. La hembra, a la que había vuelto yo a consagrar mujer en la noche de Navidad, a los pies de la Cruz conquistó los medios para venir a ser criatura del Cielo. Esto lo hice por vosotras, absteniéndome de toda satisfacción aun la más santa. De vosotras, reducidas por Eva a hembras no superiores a las compañeras de los animales, he hecho —basta con que lo queráis— las santas de Dios. Por vosotras subí, y, como a José, os elevé. La roca del Calvario es mi Monte de los Olivos. De allí tomé ese impulso para llevar al Cielo, santificada de nuevo, el alma de la mujer, junto con mi cuerpo, glorificado por haber llevado al Verbo de Dios y anulado en mí hasta el último vestigio de Eva, la última raíz de aquel árbol de las cuatro ramas venenosas, aquel árbol que tenía hincada su raíz en el sentido y que había arrastrado a la caída al linaje humano, y que hasta el fin de los siglos y hasta la última mujer os morderá las entrañas. ■ Os llamo desde allí, donde ahora resplandezco envuelta en el rayo del Amor, os llamo y os señalo la medicina para venceros a vosotras mismas: la Gracia de mi Señor y la Sangre de mi Hijo”. (Escrito el 6 de Junio de 1944).
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1-45-250 (1-4-274).- Juan, el Presantificado, no tenía necesidad de ningún signo.
“Su alma, presantificada desde el del vientre de su madre, poseía esa vista de inteligencia sobrenatural que todos los hombres habrían tenido sin el Pecado de Adán. Si el hombre hubiera permanecido en gracia, en inocencia, en fidelidad a su Creador, habría visto a Dios a través de las apariencias externas”.- ■ Dice Jesús: “Juan, no tenía necesidad del signo para sí mismo. Su alma, presantificada desde el del vientre de su madre (1), poseía esa vista de inteligencia sobrenatural que todos los hombres habrían tenido sin el Pecado de Adán. Si el hombre hubiera permanecido en gracia, en inocencia, en fidelidad a su Creador, habría visto a Dios a través de las apariencias externas. En el Génesis se lee que el Señor Dios hablaba familiarmente con el hombre inocente y que éste no temblaba de miedo ante aquella voz y no se equivocaba al discernirla. Tal era la suerte del hombre: ver y entender a Dios, justamente como un hijo conoce a su padre. Después vino la Culpa, y el hombre ya no se ha atrevido a mirar a Dios, ya no ha sabido ni ver ni comprender a Dios. Y cada día lo sabe menos. Pero mi primo Juan había quedado limpio de la Culpa cuando la Llena de Gracia se había inclinado amorosamente para abrazar a Isabel que antes había sido estéril pero luego fecunda. El pequeñín saltó de júbilo en su seno, al sentir que de su alma caía la escama de la Culpa, como costra que cae de una herida que sana. ■ El Espíritu Santo, que había hecho a María la Madre del Salvador, empezó su obra de salvación, por medio de María, Copón vivo de la Salvación Encarnada, en este niño que había de nacer destinado a unirse a Mí, no tan sólo por la sangre, sino por la misión que hizo de nosotros como los labios que forman la palabra. Juan era «los labios» y Yo «la Palabra». Él, el Precursor en el anuncio del Evangelio y en la suerte del martirio; Yo, quien perfeccionaba, con mi perfección divina, el Evangelio comenzado por Juan y el martirio por la defensa de la Ley de Dios. ■ Juan no tenía necesidad de ningún signo. Pero fue necesario debido a la cerrazón de los demás. ¿En qué habría fundado Juan su afirmación, sino sobre una prueba innegable que pudiesen haber percibido los ojos y los oídos tardos de la gente? ■ Tampoco Yo no tenía necesidad de Bautismo. Pero la sabiduría del Señor había decretado que ése era el momento y el modo del encuentro. E induciendo a Juan a salir de su cueva del desierto y a Mí a salir de mi casa, nos juntó en esa hora para abrir sobre Mí los Cielos y descender Él mismo, Paloma Divina, sobre Aquel que habría de bautizar a los  hombres con la misma Paloma, y el anuncio, más potente que el angélico en Belén, porque provenía de mi Padre: «He aquí mi Hijo muy amado en quien me he complacido». Y esto fue para que los hombres no tuviesen excusas o dudas en seguirme o en no seguirme” (Escrito el 4  de Febrero de 1944).
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1  Nota  : Cfr. Lc.  1,15 y 41.
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(<Jesús con sus apóstoles ha llegado a Jerusalén para la celebración de la Pascua. Se hospeda, como de costumbre, en el Campo de los Galileos, en el Getsemaní. La adopción de Yabés  —Marziam [1]— suscita el tema de la maternidad que, según Jesús, es de 2ª potencia. Jesús enumera así los amores:  El amor a Dios sería de 1ª potencia, el amor paterno y materno, de 2ª potencia; y el amor de los esposos, de 3ª potencia. Iscariote cree que Jesús ha olvidado el amor al prójimo>)
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3-196-236 (3-57-333).- Adán y Eva, hermanos y esposos, al amarse se miraban con sus ojos inocentes como dos gemelos en una cuna.
* “Antes de la Culpa todo estaba regulado y basado en el amor. El amor como es ahora, el actual generador de los hijos, entonces no existía. La malicia no existía y, por tanto, porque va con ella tampoco el hambre carnal. El hombre amaba a la mujer, y la mujer al hombre; naturalmente, pero no según la naturaleza como vosotros la entendéis, sino según la naturaleza de hijos de Dios, o sea, sobrenaturalmente”.- ■ Iscariote pregunta: “Y ¿el amor del prójimo? ¿No te has equivocado? ¿O es que te has olvidado de él?”. Los otros le miran estupefactos… e irritados por la observación que ha hecho. Jesús tranquilamente responde: “No, Judas. Pero mira. A Dios se le debe amar porque es Dios, por tanto, no hay necesidad de explicar para persuadir de este amor. Él es El que es, o sea, el Todo;  el hombre  (la nada, que se hace participante del Todo por el alma infundida por el Eterno —sin ella el hombre sería uno de tantos animales que viven en la tierra o en el agua o en el aire—) debe adorarle por deber y para merecer sobrevivir en el Todo, es decir, para merecer venir a ser parte del Pueblo santo de Dios en el Cielo, ciudadano de la Jerusalén que no conocerá profanación ni destrucción por los siglos de los siglos. El amor del hombre, especialmente el de la mujer, a sus hijos, tiene indicación de mandato en las palabras que Dios dijo a Adán y Eva, después de que los bendijo, al ver que era «bueno» lo que había hecho, en un lejano sexto día, el primer sexto día de la creación. Le dijo: «Creced y multiplicaos y llenad la tierra». ■ Comprendo tu tácita objeción y te respondo de este modo: Antes de la Culpa todo estaba regulado y basado en el amor; este multiplicarse de los hijos habría sido amor, santo, puro, poderoso, perfecto. Fue el primer mandamiento de Dios al hombre: «creced y multiplicaos». «Amad, por lo tanto, después de Mí, a vuestros hijos». El amor como es ahora, el actual generador de los hijos, entonces no existía. La malicia no existía y, por tanto —porque va con ella— tampoco existía la abominable hambre carnal. El hombre amaba a la mujer, y la mujer al hombre; naturalmente, pero no naturalmente según la naturaleza como nosotros la entendemos —o, mejor, como vosotros, hombres, la entendéis—, sino según la naturaleza de hijos de Dios, o sea, sobrenaturalmente. Dulces fueron los primeros días de amor entre los dos, que eran hermanos —porque habían nacido de un Padre común y único— y, sin embargo, eran esposos; de esos dos que amándose se miraban con sus inocentes ojos como dos gemelos en su cuna. El hombre sentía el amor de padre hacia su compañera «hueso de sus huesos y carne de su carne» (como un hijo lo es para su padre). La mujer conocía la alegría de ser hija —por tanto, protegida por un amor muy elevado—, porque sentía tener en sí algo de aquel gallardo hombre que la amaba, con  inocencia y angélico ardor,  en los hermosos jardines del Edén. ■ Después, en el orden de los mandamientos dados por Dios con una sonrisa a sus queridos hijos, viene aquel que el mismo Adán, dotado por la Gracia de una inteligencia sólo inferior a la de Dios, hablando de su compañera —y, en ella, de todas las mujeres—, decreta (el decreto del pensamiento de Dios que se reflejaba en el terso espejo del alma de Adán y que florecía en forma de pensamiento y de palabra): «El hombre dejará a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne». De no haber existido los tres pilares de estos amores que he mencionado, ¿habría podido, acaso, existir amor al prójimo? No, no hubiera podido existir. El amor a Dios hace a Dios amigo y enseña el amor; quien no ama a Dios, que es bueno, no puede ciertamente amar al prójimo que, en su gran parte, es defectuoso. Si no hubiesen existido amor conyugal y la paternidad en el mundo, no habría podido existir el prójimo, porque el prójimo está hecho de los hijos nacidos de los hombres. ¿Está claro?”. Iscariote: “Sí, Maestro. No había reflexionado”. ■ Jesús: “De hecho, es difícil remontarse hasta las fuentes. El hombre por desgracia durante siglos y milenios ha estado sumido en el fango y las fuentes están en las cimas, muy alto. Además la primera de las fuentes viene de una inmensa altura: Dios… No obstante, Yo os tomo de la mano y os conduzco a las fuentes; sé dónde están…”.
* Amores de la segunda serie: amor de 4ª, 5ª y 6ª potencia. No hay otros amores. Los otros son apetitos o hambres. ■ Zelote y el hombre de Endor (2) preguntan al mismo tiempo: “¿Y los otros amores?”. Jesús: “El primero de la segunda serie es el del prójimo. En realidad es el cuarto en potencia. Luego viene el amor a la ciencia. Después, el amor al trabajo”. Preguntan: “¿Y basta?”. Jesús: “Basta”. Iscariote exclama: “Pero ¡hay muchos otros amores!”. Jesús: “No. Hay otras hambres o apetitos, pero no amores; son: «desamores»; niegan a Dios y niegan al hombre; no pueden ser, por lo tanto, amores, porque son negaciones, y la negación es odio”.  (Escrito el 21 de Junio de 1945).
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1  Nota  : Cfr. Personajes de la Obra magna: Marziam o Yabés.  2  Nota  : Cfr.  Personajes  de la Obra magna: Juan de Endor.

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(<La comitiva de Jesús con apóstoles, discípulos y discípulas se encuentra hospedada en la posada de la ciudad de Ramot. Han llegado allí en su peregrinaje a través de las ciudades de la Transjordania, agregados a una rica caravana de un mercader llamado Alejandro Misace. Entre las mujeres discípulas está Síntica [1], una joven griega, que conoce la religión de su patria por haberla practicado; conoce también a sus poetas y filósofos>)
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4-286-384 (5-150-961).- Recuerdo de las almas. El mito de Prometeo y el de Deucalión.
* Síntica afirma que “en vuestra Historia de los Principios hay narraciones que no se diferencian mucho de las nuestras como en el mito de Prometeo y el de Deucalión.- ■ En estos momentos, una noche de Octubre, reunidos todos en una vasta habitación de la posada, los peregrinos esperan a irse a dormir. En un ángulo, aislado, está el mercader, afanado en sus cuentas. En el ángulo opuesto, Jesús con todos los suyos. No hay más huéspedes. De los establos llegan rebuznos, relinchos y balidos, lo cual hace suponer que en la posada hay otras personas. Pero quizá ya están en la cama. Marziam se ha quedado dormido en los brazos de la Virgen, olvidándose de golpe de que era «un hombre formado». Hay momentos que Pedro cede al sueño; no es el único, también las mujeres ancianas, que comienzan a bostezar, se han quedado medio dormidas y ahora callan. Están bien despiertos Jesús, María, las hermanas de Lázaro, Síntica, Simón Zelote, Juan y Judas. ■ Síntica está hurgando en el saco de Juan de Endor, como buscando algo. Pero luego prefiere juntarse con los demás y escuchar a Judas de Alfeo, que está hablando de las consecuencias del destierro de Babilonia (2) y que concluye con estas palabras: “…y tal vez ese hombre es todavía una consecuencia de aquello. Cada exilio es una destrucción…”. Síntica involuntariamente asiente con la cabeza, pero no dice nada. Judas termina: “De todas formas, es extraño que con tanta facilidad uno se pueda despojar de lo que es un tesoro secular para ser después totalmente distinto, especialmente en estas cosas de religión, y de una religión como es la nuestra…”. Jesús le responde: “No debes sorprenderte, si consideras que en el seno de Israel está Samaria” (3). ■ Un momento de silencio… los ojos oscuros de Síntica miran fijamente el perfil sereno de Jesús. Le mira intensamente, pero no dice nada. Jesús siente esa mirada y se vuelve a mirarla y le dice: “¿No has encontrado nada de lo que querías?”. Síntica: “No, señor. He llegado al punto de no poder ya conciliar el pasado con el presente, las ideas de antes con las de ahora. Y me parece que casi cometo una traición, porque las ideas de antes me ayudaron a conseguir las de ahora. Decía bien tu apóstol en lo que dice… Pero la mía es una destrucción feliz”. Jesús: “¿Qué se te ha destruido?”. SínticaToda la fe en el Olimpo pagano, Señor. Estoy un poco confusa porque al leer  vuestros libros sagrados —me los dio Juan de Endor, y los leo porque sin conocimiento no hay posesión— he encontrado que también en vuestra historia… de los principios, lo llamaré así, hay narraciones que no se diferencian mucho de las nuestras. Pues bien, quisiera saber…”. Jesús: “Ya te lo dije: pregunta lo que quieras, que te responderé”. Síntica: “¿Todo es error en nuestra religión de los dioses?”. Jesús: “Sí, mujer. Solo hay un Dios, que no es engendrado por otros, que no está sujeto a pasiones y necesidades humanas, un Dios único, Eterno, Perfecto, Creador”. Síntica: “Lo creo. Pero quiero poder responder —no de una manera que no acepta discusión, sino argumentando para convencer— a las preguntas que otros paganos me pudiesen hacer. Yo, con el favor de este Dios bienhechor y paternal, me he dado por mí misma respuestas no bien hilvanadas, pero suficientes para tranquilizar mi espíritu. Pero ya en mí existía la voluntad de llegar a la Verdad. Otros no la tendrán como yo, pero en todos debería existir el deseo de la búsqueda. No quiero quedarme parada y no hacer nada con las almas. Lo que he recibido, quiero darlo, y para darlo debo saber. Concédemelo que yo sepa y te serviré con todo amor. ■ Hoy, por el camino, mientras contemplaba las montañas, y ciertas características de ellas me trajeron a la memoria las montañas de Grecia y las leyendas patrias, por asociación de ideas recordé el mito de Prometeo, el de Deucalión… (4). También vosotros tenéis algo semejante: cuando Lucifer fue arrojado (5), cuando se infunde la vida en el barro, y cuando hubo diluvio (6). Son contactos leves que evocan… Ahora dime: ¿cómo pudimos conocer estas cosas si no existió ningún contacto entre nosotros y vosotros, y vosotros las poseíais antes que nosotros, y nosotros las recibimos, pero no hay rastro de cómo obtuvimos tales noticias? Actualmente en muchas cosas todavía nos seguimos ignorando. ¿Cómo puede explicarse que, hace milenios, ya tuvimos leyendas que recuerdan vuestras verdades?”. Jesús: “Mujer, tú no deberías preguntarme esto, porque has leído libros que por sí solos pueden responder a tu pregunta. Hoy, por asociación de ideas, del recuerdo de los montes que te vieron nacer has pasado al recuerdo de los mitos que oíste de pequeña y te has puesto a compararlos. ¿No es verdad? ¿Y, por qué?”. Síntica: “Porque mi pensamiento se despertó y se acordó”. Jesús: “Muy bien. Pues las almas de tus antepasados más antiguos, que dieron una religión a tu tierra, también recordaron. Confusamente, hasta donde puede una persona imperfecta, que está separada de la religión revelada. Pero se acordaron. Hay en el mundo muchas religiones. Ahora bien, si tuviésemos aquí, en un cuadro claro, todas las características de ellas, veríamos que hay como un hilo de oro perdido entre abundante fango, un hilo que tiene nudos; y, contenidos en estos nudos, pequeños fragmentos de la Verdad verdadera”.
Es este recuerdo de la Luz, vista antes de la vida, lo que remueve en las almas verdades que contienen trozos de la Verdad revelada. ■ Síntica pregunta: “¿Pero no venimos todos de un solo tronco? Tú lo has dicho. Entonces, ¿por qué aquellos antiguos de entre los antiguos, que descendían del tronco originario, no supieron conservar consigo la Verdad? ¿No es una injusticia haberlos privado de ella?”. Jesús: “Has leído el Génesis, ¿no es verdad? ¿Qué has encontrado en él? En sus comienzos, un pecado complejo, un pecado que abraza los tres estados del hombre: materia, pensamiento y espíritu (7). Luego un fratricidio. Después un doble homicidio como contrapeso a la obra de Enoc de mantener la luz en los corazones. Después corrupción, uniéndose en matrimonios, por sed carnal,  tan sólo por los sentidos, los hijos de Dios con las hijas de la sangre (8). Y, a pesar de la purificación del Diluvio y la reconstrucción de la raza a partir de una buena semilla, no de piedras como se dice en vuestros mitos  —de la misma forma que la primera arcilla modelada por Dios, a imagen suya y con forma de hombre, no se había animado debido a un robo de fuego vital por parte del hombre, sino por infusión de Fuego Vital por parte de Dios—, a pesar de ello, volvió a aparecer el fermento soberbio, una ofensa a Dios: «Tocaremos el cielo» y también la maldición divina: «Que sean dispersos y que no se comprendan mutuamente» (9)… Y el único tronco, como agua que al chocar contra la piedra se disgrega dividiéndose en diversos riachuelos, se dividió, y la raza se disgregó dividiéndose en razas. El linaje humano, puesto en fuga por su pecado y el castigo divino, se dispersó y no se volvió a reunir, llevando consigo la confusión que la soberbia había creado. ■ Pero las almas recuerdan, siempre queda algo en ellas; y las más virtuosas y sabias entrevén una luz, aunque sea muy débil, en las tinieblas de los mitos: la luz de la Verdad. Es este recuerdo de la Luz, vista antes de la vida (10), lo que remueve en las almas verdades que contienen trozos de la Verdad revelada. ¿Me has comprendido?”. Síntica: “En parte. Voy a reflexionar en ello. La noche es amiga de quien piensa y dentro de sí se recoge”. Jesús: “Entonces vayamos a recogernos cada uno en sí mismo. Vamos, amigos. Paz a vosotras, mujeres, paz a vosotros discípulos míos. Paz a ti, Alejandro Misace”. El mercader, inclinándose, responde: “Adiós, Señor. Dios esté contigo”.  (Escrito el 25 de Septiembre de 1945).
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1  Nota  : Cfr.  Personajes de la  Obra magna:  Síntica.  2  Nota  : El destierro  de los israelitas a Babilonia, que predijeron Jeremías y Ezequiel, lo ejecutó Nabucodonosor, rey de Babilonia. Ciro, rey de Persia, lo terminó. El destierro duró desde el año 598 hasta el 528. Hubo varias deportaciones, además del asedio y destrucciones de Jerusalén y del Templo.  Cfr. 2 Re. 23,31-25,30; 2 Par. 36; 1 y 2 Esdr.; Is. 40-55; Jer. 25,1-13; 34,1-7; 37,1-40,6; 42,1-43,7; 52; Ez. 1-24.  3  Nota  :  Samaritanos.  Los motivos  y origen del cisma de los samaritanos, sobre la enemistad, sobre la actitud que Jesús tomó con respecto a los samaritanos, Cfr. Deut. 12,2-12; Jos. 9,30-35; 1 Rey. 12-13; 2 Rey. 17; 18,9-12; 1 Esdr.3-6; 2 Esdr. 4; Ecles. 50,27-28; Zac. 11,4-14; Mt. 10,1-6; Lc. 10,51-56; 11,29-37; 17,1-42;  Ju.4,1-42; 8, 44-53; Hech. 8,4-25.   4  Nota  : “Prometeo”:  Personaje de la mitología  griega,  uno de los titanes, iniciador de la 1ª civilización. Robó del cielo el fuego, y lo transmitió a los hombres. Zeus, para castigarle, le encadenó en una cima del Cáucaso, donde un águila le mordía el hígado, que volvía a crecer sin cesar. Heracles le liberó. El mito de Prometeo inspiró numerosas obras pictóricas y literarias. “Deucalión”: Personaje mitológico griego, hijo de Prometeo y esposo de Pirra. Deucalión y Pirra, únicos supervivientes de un diluvio provocado por Zeus, repoblaron el mundo arrojando piedras que se transformaron en hombres y mujeres.   5  Nota  :  Cfr. Is.  14,10-15.    6 Nota :  Diluvio.- Cfr.  Gén. 6,5-9;  17; Sab. 14,6; Baruc 3,26-28.    7  Nota  :  Cfr.  Gén. 3.   8  Nota  : Cfr.  Gén.  6,1-12.   9  Nota  : Cfr.  Gén.  11, 1-9.   10  Nota  :  “Antes de la vida”,  o sea, en el momento sin tiempo en que el alma es creada por Dios.
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(<Una tarde en la casa de Nazaret, se encuentran la Virgen, Síntica, Juan de Endor y los apóstoles con Jesús. Juan de Endor, a pesar de ser un pedagogo, sostiene que él es un ignorante>)
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5-307-57 (5-173-1083).- La tendencia al pecado a pesar de la Redención.
* Ciencia y Sabiduría.- ■ Síntica le dice: “La ciencia humana es ignorante todavía, Juan. Lo insuficiente no era el pedagogo, sino lo que le habían dado para serlo. ¡Qué pobre es la ciencia humana! Me parece como si estuviese mutilada. Eso me hace recordar una deidad que Grecia honraba. ¡Se requería verdaderamente la materialidad pagana para poder creer que, por estar privada de alas, la Victoria fuera para siempre propiedad de los griegos! Pero no solo las alas a la Victoria; la libertad incluso nos han quitado… Hubiera sido mejor, en nuestra creencia, que hubiese tenido alas. Habríamos podido concebirla capaz de volar para arrebatar rayos del cielo y con ellos asaetear a los enemigos. Pero, así, sin alas, no daba esperanza alguna sino desaliento y mensaje de tristeza. No la podía mirar sin apenarme… La veía doliente, descorazonada por su mutilación. Un símbolo de dolor y no de alegría… Y lo fue. Pero es que el hombre hace con la Ciencia lo mismo que con la Victoria. Le amputa las alas que bañarían en lo sobrenatural el saber y darían una clave para descubrir muchos secretos de todo lo concebible y de todo lo creado. Han creído, y creen, que, mutilándole las alas, la pueden tener cautiva… Lo único que han hecho de ella, es reducirla a minusválida, o sea,  a que sea algo incapaz de sí misma… La Ciencia con las alas sería la Sabiduría. Así, en ese estado, es solamente comprensión parcial”. ■ Jesús: “¿Y  mi Madre os dio respuesta ese día?”. Síntica: “Con toda claridad y con palabra santísima, adecuada para el oído de un niño y de un adulto que podía haber escuchado sin avergonzarse en modo alguno”. Jesús: “¿Sobre qué versaba?”. Síntica: “Sobre el Pecado Original, Maestro. He escrito la explicación que me dio tu Madre para acordarme siempre de ella”, y Juan de Endor por su parte añade: “También yo hice lo mismo. Creo que será una cosa sobre la que muchos pregunten, si es que algún día llego a ir entre los gentiles. No pienso ir allá porque…”. Jesús: “¿Por qué Juan?”. Juan de Endor: “Porque no estaré vivo”. Jesús: “¿Pero irías de buena gana?”. Juan de Endor: “Mejor que otros israelitas, porque no tengo prejuicios. Y además porque… Sí, también porque di mal ejemplo entre los gentiles: en Cintium y Anatolia. Me gustaría practicar el bien donde hice el mal. El bien consistiría en llevar tu palabra, en darte a conocer… Pero sería un gran honor… No me lo merezco”.
* “La Culpa de Origen se borrará en los que creen en Mí. Pero su espíritu conservará una tendencia al pecado. Por este motivo es necesario vigilar y cuidar el propio espíritu, siempre dispuesto para vigorizarse en la virtud. La Gracia, restituida por la Redención, se conserva e incluso aumenta porque queda asociada a las virtudes que el hombre conquista. ¡Santidad y Gracia! ¡Son las alas seguras para volar a Dios!”.- ■ Jesús le mira con su sonrisa habitual, pero no dice nada al respecto. Pregunta: “¿Y no tenéis otras cosas que preguntar?”. Síntica: “Yo tengo una. Me ha surgido la otra noche, cuando hablabas del ocio con el niño. He tratado de responderme, pero sin ningún resultado. Esperaba que llegase el sábado para hacértela, cuando nadie trabaja y nuestra alma, en tus manos, es levantada hasta Dios”. Jesús: “Hazla ahora, mientras llega la hora de irnos a descansar”. Síntica: “Pues bien, Maestro. Tú dijiste que, si uno se vuelve tibio en el trabajo espiritual, se debilita y se predispone a las enfermedades del espíritu. ¿O no es así?”. Jesús: “Así es, mujer”. Síntica: “Pues bien, esto me parece que contradice a cuanto he oído de Ti y de tu Madre acerca de la Culpa Original, sobre sus efectos en nosotros, sobre la liberación que nos traes. Me habéis enseñado que con la Redención la Culpa Original será anulada. Creo que no me equivoco al afirmar que será anulada no para todos, sino solamente para aquellos que crean en Ti”. Jesús: “Es verdad”. Síntica: “Dejo a un lado a los otros, y tomo en consideración a uno de estos salvados. Le contemplo después de los efectos de la Redención. Su alma ya no tiene más la Culpa Original. Vuelve a poseer la Gracia como la tenían los primeros padres. ¿Esto no le dará un vigor que le haga incapaz de sufrir cualquier enfermedad? Me responderás: «El hombre comete también pecados personales». Bien, de acuerdo. Pero pienso que también éstos desaparecerán con tu Redención. No te pregunto cómo. Pero supongo que, como testimonio de que ella se ha producido verdaderamente —y no sé cómo sucederá, si bien cuanto se refiere a Ti en el Libro Sagrado me hace temblar (1), y espero que sea sufrimiento simbólico, limitado a lo moral, aunque el dolor moral no es una ilusión sino un espasmo quizás mucho más doloroso que el físico—, dejarás, digo, unos medios, unos símbolos. Todas las religiones los tienen, y algunas veces se les da el nombre de «misterios»… El bautismo actual, vigente en Israel, es uno de ellos ¿no es verdad?”. Jesús: “Así es. Y habrá, con nombre distinto del que tú le das, en mi religión también signos de esta Redención, que serán aplicados a las almas para purificarlas, fortificarlas, iluminarlas, sostenerlas, alimentarlas y absolverlas”. Síntica: “¿Y entonces? Si son absueltas también de los pecados personales, siempre estarán en Gracia. ¿Cómo es que, entonces, serán débiles y propensas a enfermedades espirituales?”. ■ Jesús: “Te voy a poner un ejemplo. Tomemos a un niño que acaba de nacer de padres completamente sanos, y que está sano y fuerte. No existe en él ninguna tara física ni hereditaria. Esqueleto y órganos perfectos. Goza de sangre sana. Tiene, pues, todos los requisitos para que crezca fuerte y sano, dándose, además, el caso de que su madre tiene leche abundante y sustanciosa. Mas he aquí que en los albores de su vida se manifiesta en él una gravísima enfermedad, cuya causa se desconoce: una enfermedad auténticamente mortal. A duras penas se salva, gracias a Dios, que le mantiene la vida que estaba a punto de marcharse de ese cuerpecito. Pues bien, ¿crees que, después, ese niño tendrá el mismo vigor que si no hubiera sufrido esa enfermedad? No. Habrá siempre en él un estado de debilidad, que, aunque no se manifieste claramente, estará ahí y le predispondrá a las enfermedades más fácilmente que si no hubiera estado enfermo. Algún órgano ya jamás quedará perfecto como antes. Su sangre será menos fuerte y pura que antes. Razones todas éstas por las que contraerá enfermedades, las cuales, a su vez, cada vez que le ataquen, le dejarán más propenso a enfermarse de nuevo. ■ Lo mismo sucede en el campo espiritual. La Culpa de Origen se borrará en los que creen en Mí. Pero su espíritu conservará una tendencia hacia el pecado que no habría tenido sin la Culpa Original. Por este motivo es menester vigilar y cuidar el propio espíritu, como hace la solícita madre con su hijito debilitado por una enfermedad infantil. Por esta razón, es menester no estar ocioso, sino ser siempre diligentes para vigorizarse en la virtud. Si uno cae en la indolencia o en la tibieza, más fácilmente será seducido por Satanás. Y cada pecado grave, siendo semejante a una grave recaída, predispondrá cada vez más a la enfermedad y muerte del espíritu. Por el contrario, la Gracia, restituida por la Redención, si va acompañada de la ayuda de una voluntad fuerte e incansable, se conserva. No solo se conserva, sino que aumenta, porque queda asociada a las virtudes que el hombre conquista. ¡Santidad y Gracia! ¡Son las alas seguras para volar a Dios! ¿Has entendido?”. ■ Síntica: “Sí, Señor mío. Tú, o sea, la Beatísima Trinidad, proporcionáis al hombre el Medio, que es la base. El hombre, con su cuidado, no lo debe destruir. Lo entiendo. Todo pecado grave es destrucción de la Gracia, o sea, de la salud del espíritu. Es claro que los signos que dejarás nos devolverán, sí, la salud; pero el pecador obstinado, que no lucha por no pecar, será cada vez más débil, aunque todas las veces sea perdonado. Es necesario, pues, vigilar para no perecer. Gracias, Señor… Marziam se ha despertado. Ya es tarde…”. Jesús: “Sí. Roguemos juntos y luego a descansar”. Jesús se pone de pie. Todos le imitan, y hasta el niño que está semidormido. El “Padre nuestro” resuena fuerte y armonioso en la pequeña habitación. (Escrito el 19 de Octubre de 1945).
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1  Nota  : Cfr.  Is.50,4-9;  52,13-53,12
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(<Durante el banquete en casa del Anciano Elquías [Lc. 11,37-52], Jesús arremete contra los fariseos quienes solo se ocupan de las formas exteriores>)
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6-414-338 (7-103-652).- El juicio sobre la acción de Adán será llamado “Pecado Original”.
* Dios ha juzgado que esa marca debe estar en todos los nacidos de mujer, menos en Aquel que, no por obra de hombre, sino por obra del Espíritu Santo, fue hecho, y en la Preservada y en el Presantificado, vírgenes para siempre. ■ Le interrumpe, poniéndose también de pie, en oposición, un doctor de la Ley: “Maestro, al hablar así nos ofendes. Y no te conviene, porque nosotros debemos juzgarte”. Jesús: “No. No vosotros. Vosotros no podéis juzgarme. Vosotros sois los juzgados, no los jueces. Quien juzga es Dios. Podéis hablar, mover vuestros labios, pero ni siquiera la voz más potente es capaz de llegar al Cielo, ni de recorrer la Tierra. Después de un poco de espacio, se pierde en el silencio… Después de un poco de tiempo, se pierde en el olvido. Pero el juicio de Dios es voz que permanece y no sujeto a olvidos. Siglos y siglos han pasado desde que Dios juzgó a Lucifer y juzgó a Adán. Y la voz de ese juicio no se apaga, las consecuencias de ese juicio permanecen. Y si ahora he venido para traer de nuevo la Gracia a los hombres, mediante el Sacrificio perfecto, el juicio sobre la acción de Adán permanece igual, y será llamado siempre «Pecado original». Los hombres serán redimidos, lavados con una purificación que supera todas las demás, pero nacerán con esa marca, porque Dios ha juzgado que esa marca debe estar en todos los nacidos de mujer, menos en Aquel que, no por obra de hombre, sino por obra del Espíritu Santo, fue hecho, y en la Preservada y en el Presantificado, vírgenes eternamente: la Primera para poder ser la Virgen Deípara; el segundo para poder ser el precursor del Inocente, naciendo ya limpio por un disfrute anticipado de los méritos infinitos del Salvador Redentor”. (Escrito el 10 de Abril de 1946).
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(<Jesús ha pasado por las tierras de Emmaús de la Montaña, de Beterón, y se dirige hacia Gabaón>)
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8-515-109 (9-212-539).- Por qué Él, inocente de todo pecado, debe sufrir tanto.- En el principio del dolor hay una desobediencia. El Amor no satisfecho y ofendido exige reparación y ofrecimiento.
* Razones del dolor salvífico de Jesús.
.    ●  Diversos puntos de vista son expresados por los apóstoles.- ■ Jesús no dispone de mucho tiempo para estar con sus pensamientos. Juan y su primo Santiago, después Pedro y Simón Zelote, le alcanzan y atraen su atención hacia el panorama que se ve desde lo alto del monte. Y, quizás con intención de distraerle, porque está visiblemente triste, evocan hechos acontecidos en esos lugares que se muestran a sus ojos… Sí, son cosas, todas ellas, que tienen intención de alegrar… pero que contienen, para todos o para Él solo, un hilo de tristeza y un recuerdo de dolor. ■ Caen en la cuenta los mismos apóstoles y murmuran: “Verdaderamente que en todas las cosas de la Tierra se encuentra el dolor. Es un lugar de expiación…”. Pero, justamente, Andrés, que se ha unido al grupo con Santiago de Zebedeo, observa: “Es ley justa para nosotros los pecadores, pero para Él ¿por qué tanto dolor?”. Surge una discusión amigable, y sigue así también cuando, atraídos por las palabras de los primeros, que hablan en tono alto, se unen al grupo todos los otros. Menos Judas Iscariote que está ocupadísimo con algunas personas modestas —a las cuales está enseñando—, imitando al Maestro en la voz, en el gesto, en las ideas. Pero es una imitación teatral, pomposa, falta del calor del convencimiento. Y los que le escuchan se lo dicen, incluso sin rodeos, lo que pone nervioso a Judas, que les echa en cara el ser obtusos y el que no comprendan nada por eso. Y Judas declara que los deja porque «no es justo arrojar perlas de la sabiduría a los cerdos». Pero se detiene, porque esta gente sencilla, mortificada, le ruega que sea indulgente, confesándose «inferiores a él, como un animal es inferior a un hombre». ■ Jesús está distraído de lo que dicen en torno a Él los once, para escuchar lo que dice Judas; y, ciertamente, no le agrada lo que oye… Suspira y se queda callado hasta que Bartolomé directamente le llama la atención señalándole los diversos puntos de vista de por qué Él, que es inocente de todo pecado, debe sufrir. Dice: “Yo sostengo que esto sucede porque el hombre odia a quien es bueno. Hablo del hombre culpable, o sea, de la mayoría. Y esta mayoría comprende que, comparada con quien está libre de pecado, resaltan aún más su culpabilidad y sus vicios, y por rabia se venga haciendo sufrir al bueno”. Judas Tadeo dice: “Yo, sin embargo, sostengo que sufres por el contraste entre tu perfección y nuestra miseria. Aunque ninguno te despreciase en ningún modo, igualmente sufrirías, porque tu perfección debe sentir una dolorosa repulsa de los pecados de los hombres”. Mateo dice: “Yo, por el contrario, sostengo que Tú, no careciendo de humanidad, sufres por el esfuerzo de deber dominar con tu parte sobrenatural los impulsos de tu humanidad contra tus enemigos”. Andrés dice: “Yo, que sin duda me equivoco por ser un ignorante, afirmo que sufres porque tu amor es rechazado. No sufres porque no puedas castigar como tu lado humano puede desear, sino que sufres por no poder hacer el bien como querrías”. Zelote dice: “Bueno. Yo aseguro que sufres porque debes padecer todo el dolor para redimir todo el dolor. No predominando en Ti una u otra naturaleza, sino estando igualmente estas dos naturalezas tuyas en Ti, fundidas, con un perfecto equilibrio, para formar la Víctima perfecta (tan sobrenatural, que puede ser válida para aplacar la ofensa hecha a la Divinidad; tan humana, que puede representar a la Humanidad y llevarla de nuevo al estado inmaculado del primer Adán, para anular el pasado y engendrar una nueva Humanidad; volver a crear una humanidad nueva, conforme al pensamiento de Dios, o sea, una humanidad en que esté realmente la imagen y semejanza de Dios y el destino del hombre: la posesión, el poder aspirar a la posesión de Dios, en su Reino),  debes sufrir sobrenaturalmente, y sufres, por todo lo que ves hacer y por lo que te rodea —podría decir— con perpetua ofensa a Dios, y debes sufrir humanamente, y sufres, para arrancar las inclinaciones perversas de nuestra carne que envenenó Satanás. Con el sufrimiento completo de tus dos naturalezas perfectas borrarás completamente la Ofensa hecha a Dios, la culpa del hombre”. ■ Los otros callan. Jesús pregunta: “¿Y vosotros no decís nada? ¿Cuál es según vosotros la mejor opinión?”. Unos dicen que ésta, otros aquélla. Santiago de Alfeo y Juan no dicen nada. Jesús, para hacerlos hablar, les dice: “¿Y vosotros dos? ¿No os gustó ninguna?”. Santiago de Alfeo dice: “Sí. En cada una de ellos encontramos algo de verdad. Mejor dicho, mucho de verdad. Pero nos parece que todavía falta que se diga la verdad completa”. Jesús: “¿Y no podéis encontrarla?”. Santiago de Alfeo: “Tal vez Juan y yo la hemos encontrado. Pero nos parece casi una blasfemia el decirla, porque… Somos buenos israelitas y tememos tanto a Dios que no nos atrevemos a pronunciar su Nombre. Y el pensar que, si el hombre del pueblo elegido, el hombre hijo de Dios, no se atreve a pronunciar casi el Nombre bendito y crea nombres sustitutivos para nombrar a su Dios, el que pueda Satanás atreverse a hacer daño a Dios, nos parece un pensamiento blasfemo. Y, con todo, vemos que el dolor siempre es activo en Ti porque Tú eres Dios y Satanás te odia. Te odia como ningún otro. Te topas con el odio, hermano mío, porque eres Dios”. Juan dice: “Sí, te topas con el odio porque eres el Amor. No son los fariseos, ni los rabinos, ni esto o aquello, los que te causan dolor. Sino que es el Odio el que se apodera de los hombres y los lanza contra Ti,  ciegos de odio, porque con tu amor le arrancas muchas presas al Odio”.
.    ●  A las muchas definiciones, en las que hay algo de verdad, falta la razón principal: en el principio del dolor hay una desobediencia. Satanás fue expulsado del Cielo por haberse rebelado contra Dios: por no obedecer. Satanás fue el que echó a perder el corazón del hombre. Por ser muy envidioso: no pudo soportar que el hombre fuese destinado el Cielo del que él fue expulsado. Es lógico que para restablecer el orden debe haber una obediencia perfecta. Obedecer es difícil, sobre todo si se trata de una materia tan grave. Lo difícil causa dolor a aquel que lo lleva a cabo.- ■ Jesús, insistiendo, dice: “A las muchas definiciones les falta todavía una cosa. Buscad la razón verdadera por la que soy…”. Pero nadie encuentra algo más que añadir. Piensan y piensan. Se rinden diciendo: “No encontramos nada más…”. Jesús: “Es muy sencillo. Está ante los ojos. Resuena en las palabras de nuestros Libros, en las figuras de nuestras narraciones… ¡Ea, buscad! En todo lo que habéis dicho hay algo de verdad, pero falta la razón principal. Buscadla no en el momento actual, sino en el pasado, más allá de los profetas, más allá de los patriarcas, más allá de la creación del Universo…”. Los apóstoles piensan, pero… no encuentran. Jesús sonríe. Luego dice: “Si os acordareis de mis palabras, encontraríais la razón. Pero no podéis hacerlo por ahora. Eso sí, un día la recordaréis. Escuchad. Atravesemos la corriente de los siglos, hasta más allá de los límites del tiempo. Vosotros sabéis quién fue el que echó a perder el corazón del hombre. Fue Satanás, la Serpiente, el Adversario, el Enemigo, el Odio. Llamadlo como queráis. Pero, ¿por qué le echó a perder? Por ser muy envidioso (1); no pudo soportar que el hombre fuese destinado al Cielo del que había sido él expulsado. ¿Por qué fue expulsado? Por haberse rebelado contra Dios. Esto lo sabéis. ¿En qué se rebeló? No obedeciendo. ■ En el principio del dolor hay una desobediencia. ¿No es pues lógico que, lo que restablezca el orden, que es siempre alegría, sea una obediencia perfecta? Obedecer es difícil, sobre todo si se trata de una materia grave. Lo difícil causa dolor a aquel que lo lleva a cabo. Pensad, pues, si Yo, a quien el Amor solicitó si quería devolver la alegría a los hijos de Dios, no tendré que sufrir infinitamente para cumplir la obediencia al Pensamiento de Dios. Yo, debo, pues, sufrir, para vencer, para borrar no uno o mil pecados, sino el propio Pecado por excelencia que, en el espíritu angélico de Lucifer o en el que animaba a Adán, fue y será siempre, hasta el último hombre, pecado de desobediencia a Dios. ■ Vosotros debéis obedecer limitadamente a eso poco —os parece mucho, pero es muy poco— requerido por Dios, que, en su justicia, os pide solamente aquello que podéis dar. Vosotros, de lo que Dios quiere, conocéis solamente lo que podéis cumplir. Pero Yo conozco todo su Pensamiento, respecto de los grandes y pequeños acontecimientos. Yo no tengo puestos límites en el conocimiento ni en la ejecución. El Sacrificador amoroso, el Abraham divino (2), no perdona a su Víctima e Hijo suyo. Es el Amor no satisfecho y ofendido el que exige reparación y ofrecimiento. Y, aunque viviese millares de años, nada sería, si no consumara el Hombre hasta la última fibra; de la misma forma que nada habría sido, si ab eterno no hubiese dicho Yo «sí» a mi Padre, disponiéndome a obedecer como Dios Hijo y como Hombre, en el momento que mi Padre considerara oportuno”.
* “Si la caridad es la virtud en que uno encuentra al Dios Uno y Trino, la obediencia es la virtud en que soy hallado”.- ■ Jesús: “La obediencia es dolor y es gloria. La obediencia, como el espíritu, jamás muere. En verdad os digo que los verdaderos obedientes serán dioses, pero después de una lucha continua contra sí mismo, contra el mundo, contra Satanás. La obediencia es luz: cuanto más se es obediente, más luminoso se es y más se ve. La obediencia es paciencia: y, cuanto más se es obediente, más se soportan las cosas y a las personas. La obediencia es humildad: y, cuanto más obediente se es, más humilde se es para con nuestro prójimo. La obediencia es caridad, porque es un acto de amor: y, cuanto más obediente se es, más numerosos y perfectos son los actos. La obediencia es heroísmo. Y el héroe del espíritu es el santo, el ciudadano de los Cielos, el hombre divinizado. ■ Si la caridad es la virtud en que uno encuentra al Dios Uno y Trino, la obediencia es la virtud en que soy hallado Yo, vuestro Maestro. Haced que el mundo os reconozca como mis discípulos por una obediencia absoluta a todo lo santo”. (Escrito el 18 de Octubre de 1946).
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1  Nota  : Cfr.  Sab.  2,23-24.   2  Nota  : Gén. 22.
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9-603-457 (10-5-345).- “Hasta ese momento (de la Culpa) las cosas de la Creación no tenían para el hombre ni espinas, ni veneno, ni dureza”.
* “No reflexionáis en lo que me habéis costado, y en las torturas que os dieron la salvación. Y he aquí que Yo, el Hombre, tuve que sufrir no solo de mano de las personas sino también por las cosas, recibir sufrimiento de las cosas”.- ■ Dice Jesús: “Conoces ya todos los dolores que precedieron a mi Pasión. Ahora te daré a conocer los dolores concretos de la Pasión. Los que más llaman vuestra atención, aun cuando, a decir verdad, muy poco meditáis en ellos. No reflexionáis en lo que me habéis costado, y en las torturas que os dieron la salvación. Vosotros que os quejáis de una picadura, de un golpe contra un saliente, de un dolor de cabeza, no pensáis que era Yo por entero una llaga, que esas llagas estaban envenenadas por muchas cosas, que las cosas mismas eran empleadas como tormento de su Creador porque torturaban al ya torturado Dios-Hijo sin respeto a Aquel que, siendo Padre de la Creación, las había formado. Pero las cosas no tenían culpa alguna. El culpable era solo el hombre; culpable desde el día en que dio oídos a Satanás, allá en el Paraíso terrenal. ■ Hasta ese momento, las cosas de la Creación no tenían para el hombre ni espinas, ni veneno, ni dureza. Dios había constituido rey a este hombre hecho a su imagen y semejanza, y llevado de su amor paternal no había querido que las cosas le hiciesen daño. Satanás introdujo la insidia. Primero en el corazón del hombre; luego esta insidia parió para el hombre, con el castigo del pecado, los cardos y las espinas. ■ Y he aquí que Yo, el Hombre, tuve que sufrir no solo de mano de las personas sino también por las cosas, recibir sufrimiento de las cosas. Las personas me insultaron y atormentaron; las cosas fueron el arma usada. La mano que Dios había hecho al hombre para distinguirle de los animales, esa mano que Dios enseñó al hombre a usar, esa mano a la que Dios había hecho el instrumento de la mente, esta parte vuestra que es tan perfecta y que hubiera debido ofrecer solamente caricias al Hijo de Dios —de quien había recibido solo caricias y salud si estaba enferma— se rebeló contra el Hijo de Dios y le dio bofetones y puñetazos, y se armó de azote y se transformó en tenaza para arrancar el pelo y la barba, o se armó de martillo para hincar clavos. Los pies del hombre, que hubieran debido solo correr diligentes para ir a adorar al Hijo de Dios, se movieron veloces para ir a capturarme y arrastrarme por las calles hasta mis verdugos, a empujones y tirones; fueron veloces para darme patadas de un modo que no es lícito usar con un mulo terco. La boca del hombre, que hubiera debido usar la palabra, esa palabra que es la cualidad otorgada al hombre y a ningún animal creado, para alabar y bendecir al Hijo de Dios, se llenó de blasfemias y mentiras y arrojó éstas, junto con su baba, contra mi persona. La mente del hombre, signo de su origen celestial, se fatigó en inventar tormentos de un refinado rigor. ■ El hombre empleó todo su ser para torturar al Hijo de Dios. No dudó en llamar a la Tierra, con sus formas, como ayuda en la tortura. Hizo de las piedras proyectiles para herirme; de las ramas de los árboles, palos para golpearme; del trenzado cáñamo, sogas para arrastrarme serrándome las carnes; de las espinas, una corona para mi cabeza; del hierro, un exasperante azote; de la caña, mi cetro de tortura; de las piedras flojas del camino, obstáculo para el pie vacilante de Aquel que subía, muriendo, para morir crucificado. ■ A las cosas de la tierra se unieron las del cielo. El frío del alba hirió mi cuerpo agotado, ya desde el huerto, el aire que golpeaba mis heridas, el sol que aumentaba la quemazón y la fiebre y traía moscas y polvo, y cegaba los ojos con su resplandor. Y a las cosas del cielo se unieron las fibras concedidas al hombre para cubrir su desnudez: el cuero se convirtió en azote, la lana que es suave y dulce se adhirió a mis heridas, de modo que cualquier movimiento me producía un nuevo dolor. Todo, todo sirvió para atormentar al Hijo de Dios. Lo que fue creado por Él, en los momentos en que se convirtió en Hostia de Dios, se convirtió en su enemigo. ■ Tu Jesús, María, no encontró ningún consuelo. Todas las cosas se volvieron contra Mí como serpientes venenosas. En esto deberíais pensar cuando sufrís; y, comparando vuestras imperfecciones con mi perfección y mi dolor con el vuestro, reconocer que el Padre os ama como no me amó a Mí en aquella hora; y amarle, por tanto, con todo vuestro ser, como Yo le amé a pesar de su severidad”. (Escrito el 16 de Febrero de 1944).
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10-606-42 (11-26-544).- Jesús-María antítesis de Adán-Eva.- Judas Iscariote es el nuevo Caín.
* Pareja Jesús-María debe anular todo lo que hizo la pareja Adán-Eva.-Dice Jesús: “La pareja Jesús-María es la antítesis de la pareja Adán-Eva (1). La primera está destinada a anular todo lo que hicieron Adán y Eva, y poner de nuevo a la Humanidad en el punto en que estaba cuando fue creado: rico en gracia y en todos los dones que el Creador le dio. La Humanidad ha experimentado una regeneración total (2) por obra de la pareja Jesús-María, quienes, así, han venido a ser los nuevos fundadores de la Humanidad. Todo el tiempo pasado ha sido borrado. El tiempo y la historia del hombre empiezan a partir de este momento en que la nueva Eva, por una inversión de términos en la creación (3), saca de su seno inmaculado, por obra del Señor Dios, al nuevo Adán. Pero para anular las obras de los Primeros, causa de mortal enfermedad, de perpetua mutilación, de empobrecimiento, aun más, de pobreza espiritual —porque después del pecado Adán y Eva se vieron despojados de todo lo que el Padre Santo les había donado, riqueza infinita—, estos Segundos tuvieron que obrar en todo y por todo, de modo opuesto a como obraron los dos Primeros. Por tanto, llevar la obediencia hasta la perfección que se aniquila y se inmola en la carne, en el sentimiento, en el pensamiento, en la voluntad, para aceptar todo lo que Dios quiere. Por tanto, llevar la pureza a una castidad absoluta, por la cual la carne… ¿qué significó la carne para Nosotros dos, puros?: velo de agua sobre el espíritu triunfante, caricia de viento sobre el espíritu que era rey, cristal que aísla al espíritu-señor y no lo corrompe, impulso que eleva y no peso que oprime; esto fue la carne para Nosotros: menos pesada y susceptible de ser sentida que un vestido de lino, sustancia leve interpuesta entre el mundo y el esplendor del «yo» sobrehumano, medio para poner por obra aquello que Dios quería; nada más. ■ ¿Poseímos el amor? Cierto que sí. Poseímos el «perfecto amor». No es, hombres, amor el hambre de los sentidos que os empuja a saciaros de la carne. Esto es lujuria, no otra cosa. Y tanto es verdad que al amaros de este modo —pensáis que es amor— no sabéis compadeceros, ayudaros, perdonaros. ¿Qué es, entonces, vuestro amor? Es odio. Es únicamente delirio paranoico que os empuja a preferir el sabor de alimentos pútridos antes que el sano, fortalecedor alimento de sentimientos nobles. Nosotros tuvimos el «perfecto amor». Nosotros, los castos perfectos. Este amor abrazaba a Dios en el Cielo y, unido con Él, como lo están las ramas al tronco que las nutre, se extendía y bajaba a la Tierra y sobre sus habitantes en forma de reposo, de refugio, de alimento, de consuelo. Ninguno es excluido de este amor. Ni nuestros semejantes ni los seres inferiores ni la naturaleza vegetal ni las aguas ni los astros; ni siquiera los malos estaban excluidos de este amor. Porque éstos seguían siendo, aunque miembros muertos, miembros del gran cuerpo de lo Creado, y por esto, en ellos veíamos la santa imagen del Creador —aunque fuera, a causa de su maldad, una imagen ensuciada y deformada— que los había formado a su imagen y semejanza. Nosotros amamos: alegrándonos con los buenos; llorando sobre los no-buenos; orando —amor práctico que se expresa impetrando y obteniendo protección para aquel a quien amamos— orando por los buenos para que fuesen cada vez mejores y así pudieran acercarse cada vez más a la perfección del Bueno que nos ama desde el Cielo; orando por los que vacilaban entre la bondad y la maldad, para que se fortaleciesen y pudiesen perseverar en el santo camino; orando por los malvados para que la Bondad hablase a su espíritu, incluso aterrorizándolos con un rayo de su poder, pero convirtiéndolos al Señor, su Dios. Nosotros amamos así, como ningún otro amó. Llevamos el amor a la cumbre de la perfección para llenar con nuestro océano de amor el abismo excavado por el desamor de los Primeros, que se amaron a sí mismos más que a Dios, queriendo conseguir más de lo que les era lícito: ser superiores a Dios. ■ Por esto, Nosotros tuvimos que unir a la obediencia, a la pureza, a la caridad, al desapego de todas las riquezas de la tierra (carne, poder, dinero: el trinomio de Satanás opuesto al trinomio de Dios, o sea, fe, esperanza, caridad) y oponer al odio, a la lujuria, a la ira, a la soberbia (las 4 pasiones perversas, antítesis de las 4 virtudes santas: fortaleza, templanza, justicia, prudencia) tuvimos que unir y oponer una constante práctica de todo lo que se oponía al modo de actuar de la pareja Adán-Eva. Y si mucho nos resultó —por nuestra buena voluntad sin límites— incluso fácil, solo el Eterno sabe cuán heroico nos resultó esta práctica en ciertos momentos y en ciertos casos.
.  ●  ¡No, Satanás no puede alzarse de debajo del calcañar de mi Virgen Madre!.-Aquí solo quiero hablar de uno de los momentos. Y de mi Madre, no mío; de la nueva Eva que ya había rechazado desde sus más tiernos años las lisonjas usadas por Satanás para seducirla a morder el fruto, y probar aquel sabor que había desquiciado a la compañera de Adán; la nueva Eva, que no se había limitado a rechazar a Satanás, sino que le había vencido aplastándole con su voluntad de obediencia, de amor, de castidad tan grandes que, él, el Maldito, quedó aplastado y subyugado. ¡No, Satanás no puede alzarse de debajo del calcañar de mi Virgen Madre! Suelta baba, echa espuma, ruge y blasfema. Pero su baba cae al suelo, su aullido no toca a esa atmósfera que rodea a mi Santa, que no percibe el hedor ni las risas burlonas diabólicas, que no ve —ni siquiera puede ver— la baba asquerosa de la Serpiente eterna, porque las armonías celestiales y los celestiales aromas danzan en torno de Ella enamorados en torno a su bella y santa persona, y porque sus ojos, más puros que el lirio y más enamorados que los de una tórtola, miran solo a su eterno Señor de quien es Hija, Madre y Esposa.
.   ●  Eva maldice a Caín; la 2ª Eva ama y perdona al 2º Caín.- ■ Cuando Caín mató a Abel (4), la boca de su madre profirió las maldiciones que su espíritu, separado de Dios, le inspiraba contra su prójimo más cercano: contra el hijo de sus entrañas profanadas por Satanás y embrutecidas por el deseo desenfrenado. Y esa maldición fue la mancha en el reino de lo moral humano, de la misma forma que el crimen de Caín fue la mancha en el reino de lo animal humano, arrastrado de sus instintos bestiales. Sangre sobre la Tierra, derramada por mano fraterna. La primera sangre, que atrae —como imán milenario— toda sangre que, extraída de las venas del hombre, la mano del hombre derrama. Maldición contra la Tierra, proferida por boca humana. Como si la Tierra no estuviera ya suficientemente maldecida por causa del hombre rebelde contra su Dios y hubiese necesitado saborear los cardos y las espinas y la dureza de los terrones del campo, de las sequías, de las granizadas, de las heladas, de los calores; esa Tierra que había sido creada perfecta, y a la que ayudaban todos los elementos para que fuese una morada cómoda y bella para el hombre, su rey. ■ María debe anular a Eva. María ve al segundo Caín: a Judas. María sabe que es el Caín de su Jesús, del segundo Abel. Sabe que la Sangre de este segundo Abel ha sido vendida por ese Caín y ya está siendo derramada. Pero no maldice. Ama y perdona. Ama y llama. ■ ¡Oh, Maternidad de María, mártir! ¡Maternidad tan sublime, como esa maternidad tuya virginal y divina! Esta última ha sido don de Dios, pero la primera, Madre santa, Corredentora (5), ha sido un don tuyo para ti, porque tú, solo tú supiste, en aquella hora, con el corazón quebrantado por los azotes que me habían desgarrado mi cuerpo, decir a Judas esas palabras; tú, solamente tú supiste en aquella hora, mientras sentías ya la cruz partirte el corazón, amar y perdonar. María: la nueva Eva. ■ Ella os enseña la nueva religión que lleva al amor hasta el punto de perdonar a quien mata a un hijo. No seáis como Judas que cierra su corazón ante esta Maestra de Gracia y se desespera diciendo: «Él no me puede perdonar», poniendo en duda las palabras de la Madre de la Verdad, y, por lo tanto, mis palabras, que había Yo repetido siempre: que Yo había venido para salvar, y no para condenar (6). Para perdonar a aquel que, arrepentido, viniera a Mí. ■ María, la nueva Eva, recibió de Dios un nuevo hijo (7) «en lugar de Abel matado por Caín». Pero no lo tuvo a través de una hora de alegría animal que adormece el dolor bajo el influjo de los vapores de la sensualidad y el cansancio del contentamiento. Lo tuvo en una hora de dolor total, al pie de un patíbulo, entre los estertores de su Hijo moribundo, entre los improperios de una gentuza deicida y en medio de una desolación inmerecida y total, porque Dios ya tampoco la consolaba. ■ La vida nueva empieza para la Humanidad y para cada uno de los seres humanos en María. Vuestra escuela está en sus virtudes y en su modo de vivir. Y en su dolor —que tuvo todas las facetas, incluso la del perdón del asesino de su Hijo— está vuestra salvación”.

* Dice Jesús: “Un día te hablaré de nuevo de Caín y de los primeros padres. Hay mucho que decir y meditar a este respecto”. (Escrito el 2 de Abril de 1944).
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1 Nota :  “La pareja Jesús-María devolverá al linaje humano al punto en que fue creado”. A este respecto y para la primera parte del presente cap. cfr. Gén. 1-3; Rom. 5,12-21; 1 Cor. 15,21-24. 45; además, entre los grandes santos padres del siglo. II: S. Justino, “Diálogo contra Trifón el judío” y  S. Irineo, “Contra las herejías”.  Nota : “La Humanidad se ha encontrado con una regeneración total”. La expresión “regeneración total” es muy exacta: de hecho el Padre que, por medio de su Hijo (Ju. 1,3), creó todo, por su mismo medio, al haberse hecho Hombre, con Amor Infinito, esto es, por virtud del Espíritu Santo todo ha vuelto a crear y crea, ha renovado todo. Por esto la Liturgia, sobre todo en el tiempo pascual, canta a su renovación llevada por el Padre, mediante su Cristo, por la fuerza del Espíritu Paráclito. El renacimiento, esto es, la renovación, no será perfecto y completo sino en el día de la resurrección de los cuerpos. Entonces, la expresión litúrgica:… “¡Oh  feliz culpa!, que mereció tener a tal y tan gran Redentor”. 3  Nota  :  “La Nueva Eva, por una inversión de términos en la creación, forma de su seno inmaculado al nuevo Adán…”. En el sentido que entre tanto que Eva fue divinamente extraída del cuerpo de Adán (Cfr. Gén. 2,21-24), la nueva Eva no salió del nuevo Adán-Jesús sino Él de Ella, por virtud de una concepción y nacimiento milagrosos.   4  Nota  :  Cfr. Gén.  4,1-16.   5  Nota  : “Corredentora”. En el sentido de que Ella es la Madre del Redentor, su Compañera en la obra de la Redención.  6  Nota  :  “Yo había venido para salvar  y no para condenar”.  Para este consolador tema:
a) Ju. 3,16-21: “Sí, tanto amó al mundo que le dio su Hijo Único, para que todo el que crea en Él no se pierda, sino que tenga la vida eterna. Dios no mandó a su Hijo a este mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo. El que cree en Él no se pierde; pero el que no cree ya se ha condenado por no creerle al Hijo Único de Dios. La Luz vino al mundo, y los hombres prefirieron las tinieblas a la Luz, porque sus obras eran malas: ahí está la condenación. El que obra mal odia la luz y no viene a la luz, no sea que su maldad sea descubierta y condenada. Pero el que camina en la verdad busca la luz para que se vea claramente que sus obras son hechas según Dios.
b) Ju. 12,37-50. “Después de tantas señales milagrosas que Jesús había hecho delante de ellos, los judíos no creyeron en Él. Tenía que cumplirse lo escrito por Isaías: «Señor, ¿quién ha dado crédito a nuestras palabras? ¿A quién has revelado lo que harás para salvar?».  Así es que no se pudieron convencer. Isaías dice en otro lugar: «Se cegaron sus ojos y se endureció su corazón, para no ver ni comprender; no quieren convertirse a Mí, ni que Yo los sane»… ■ Jesús clamó con voz fuerte: «El que cree en Mí en realidad no cree en Mí, sino en Aquel que me ha enviado. El que me ve, ve al que me envía. Yo soy la Luz y he venido al mundo para que quien crea en Mi no permanezca en tinieblas. Al que escucha mi Palabra pero no la obedece, no seré Yo quien le condene, porque Yo no he venido a condenar al mundo, sino a salvarlo. El que me desprecia  y no hace caso de mi palabra, tiene quien le juzgue y condene: será mi propia Palabra; ella le juzgará en el último día. Porque Yo no hablo por mi propia cuenta: el Padre que me envió me encargó lo que debo decir y cómo decirlo. Por mi parte, Yo sé que su mensaje es vida eterna. Por eso tengo que hablar y lo enseño tal como me dijo mi Padre»”.    7  Nota  : Cfr. Gén. 4,25-26.
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10-606-45 (11-26-547).- Los Primeros Padres, después de la caída en el pecado, y su descendencia: Caín-Abel-Set.- La verdadera evolución del hombre es la del espíritu.
* Eva deseó conocer y se hizo creadora pero no logró ser dueña del árbol de la Vida.- ■ Dice Jesús: “Se lee en el Génesis: «Entonces Adán, siendo su mujer la madre de todos los vivientes, puso a su mujer el nombre de Eva» (1). ¡Oh, sí! La mujer había nacido de la «Varona» que Dios había formado para que fuera compañera de Adán, sacándola de la costilla del hombre. Había nacido con su destino doloroso porque había querido nacer (2). Porque había querido conocer aquello que Dios le había ocultado, reservándose la alegría envidiable de darle el gozo de una posteridad sin la humillación de los sentidos. La compañera de Adán quiso conocer el bien que se oculta en el mal y, sobre todo, el mal que se oculta en el bien, en el bien aparente. Seducida por Lucifer, deseó ardientemente conocer cosas que solo Dios podía conocer sin peligro, y se hizo creadora (3). Pero usando indignamente esta fuerza de bien, la había corrompido transformándola en acto malo, pues que era la desobediencia a Dios y malicia y avidez de la carne. Ya era ella la «madre». ■ ¡Todos los seres lloraron amargamente la inocencia profanada de su reina! ¡Y llanto desolado de la reina ante esa profanación suya, cuya realidad y cuya imposible anulación comprende! Si los cataclismos y las tinieblas acompañaron la muerte del Inocente, también tinieblas y fuerte tempestad acompañaron a la muerte de la Inocencia y de la Gracia en los corazones de los Primeros Padres. Había nacido el Dolor sobre la Tierra. Y la Providencia de Dios no quiso que fuese eterno; de forma que os da, después de años de dolor, la alegría de salir del dolor para entrar en la alegría, si sabéis vivir con corazón recto. ■ ¡Qué desdicha para el hombre si se hubiera convertido humanamente en dueño de la vida, y hubiera vivido con el recuerdo de sus crímenes y con el continuo aumento de éstos, pues que vivir sin pecar os es más imposible que vivir sin respirar, oh criaturas que habíais sido creadas para conocer la Luz y que, por el contrario, fuisteis envenenados por la Tiniebla, haciéndoos sus víctimas! ¡La Tiniebla! La Tiniebla os insidia continuamente. Os envuelve, y despierta de nuevo aquello que el Sacramento había borrado; y, dado que no le oponéis la voluntad de ser de Dios, logra envenenaros de nuevo con el veneno que el Bautismo había hecho inocuo. Dios Padre alejó al hombre —de cuya desobediencia los signos eran manifiestos—, del lugar de las delicias paradisíacas, para que no pecase otra vez, y más veces, alzando su mano de ladrón hacia el árbol de la Vida (4). ■ El Padre ya no se podía fiar de sus hijos, ni sentirse seguro en su Paraíso terrestre. Satanás había entrado ya una vez, para poner trampas a sus criaturas predilectas; y, si había logrado inducirlas al pecado cuando eran inocentes, con mayor razón habría podido repetirlo ahora que ya no lo eran. El hombre había querido ser dueño de todo, y se opuso a que Dios fuera el dueño del tesoro de ser el único Generador. Que se marchara, pues, este rey abatido y despojado de sus dones; que se fuera con su riqueza, adquirida con violencia, y que se la llevara consigo a su destierro, para que le recordara siempre su pecado. La criatura paradisíaca había venido a ser criatura terrestre. Y habrían de pasar siglos de dolor para que el Único que podía extender su mano hacia el fruto de la Vida viniera y recogiera ese fruto para toda la Humanidad; lo recogiera con sus manos atravesadas y se lo diera a los hombres para que volviesen a ser coherederos del Cielo y volvieran a poseer la Vida que no muere jamás”.
* Caín-Abel, instrumentos del arrepentimiento de Eva.-Jesús: “Dice también el Génesis: «Adán después conoció a su mujer Eva» (5). Habían querido conocer los secretos del bien y del mal. Justo era que conociesen ahora también el dolor de tener que reproducirse a sí mismos en la carne, con la ayuda directa de Dios solo para aquello que el hombre no puede crear, o sea, para el espíritu, chispa que parte de Dios, soplo que Dios infunde, señal que lleva el sello del Creador eterno. Y Eva dio a luz a Caín. Eva estaba cargada de su pecado. ■ Llamo aquí vuestra atención sobre un hecho que escapa casi a todos. Eva estaba cargada de su pecado. Y el dolor todavía no había sido sufrido en medida suficiente para disminuir su pecado. Como un organismo drogado, ella había transmitido a su hijo todo aquello que en ella pululaba. Y Caín, primer hijo de Eva, había nacido con un carácter duro, envidioso, iracundo, lujurioso, perverso, muy poco diferente de las bestias en lo relativo al instinto, mucho más animalesco que las bestias en lo relativo a lo sobrenatural, porque en su yo feroz negaba la reverencia debida a Dios, a quien le miraba como a un enemigo, considerando que le era lícito no rendirle culto sincero. Satanás le azuzaba a burlarse de Dios. Y quien se burla de Dios no respeta a nadie en el mundo. Por esto, los que están en contacto con los que se burlan del Eterno conocen la amargura del llanto porque no pueden esperar un amor respetuoso en su prole, ni una seguridad del amor fiel en el consorte, ni una certeza de amistad leal en el amigo. Lágrimas y lágrimas corrieron por la cara de Eva por la dureza de su hijo, arrojando así en su corazón el germen del arrepentimiento; lágrimas y más lágrimas que le obtuvieron que su culpa disminuyese, porque Dios, ante el dolor de quien se arrepiente, perdona. ■ Y el segundo hijo de Eva alcanzó el alma lavada en el llanto de su madre. Él fue dulce, respetuoso para con sus padres, entregado a su Señor, cuya omnipotencia veía descender radiante desde Cielo. Abel fue la alegría de la mujer caída. Pero el camino del dolor de Eva debía ser largo y penoso, proporcional a su camino en la experiencia pecaminosa: en éste, encontraba estremecimiento de lujuria; en aquél, estremecimiento de aflicción; en éste, besos; en aquél sangre; de éste, un hijo; de aquél, la muerte de un hijo, la de su predilecto (predilecto por su bondad). Abel llegó a ser el instrumento de purificación para la culpable. Pero ¡qué purificación tan dolorosa, que llenó con sus desgarradores gritos la Tierra espantada por el fratricidio, y que mezcló las lágrimas de una madre con la sangre de un hijo, mientras huía perseguido por sus remordimientos aquel que, enemistado con Dios y con su hermano, al que Dios amaba,  la había derramado!”.
.   ● “Dijo el Señor a Caín: «¿Por qué andas irritado?» ¿Por qué, si faltas contra Mí, te irritas porque no te miro con ojos benignos? ¡Cuántos caínes hay sobre la Tierra! La justicia no conoce dos vías. Dios dijo: «¿No es verdad que si haces el bien, recibirás el bien y que si haces el mal el pecado se presentará inmediatamente ante tu puerta?». Dios añadió: «Pero tendrás debajo de ti el deseo del pecado y debes dominarlo»”.-Jesús: “Dijo el Señor a Caín: «¿Por qué andas irritado?». ¿Por qué, si faltas contra Mí, te irritas porque no te miro con ojos benignos? ¡Cuántos caínes hay sobre la Tierra! Me dan un culto de desprecio, un culto hipócrita; o no me tributan ningún culto, y quieren que los mire con amor y los colme de felicidad. Dios es vuestro rey, no vuestro siervo. Dios es vuestro Padre. Y un padre jamás es un esclavo, si se juzga según justicia. Dios es justo. Vosotros no lo sois pero Él sí lo es. Y no puede menos de castigaros, puesto que os burláis de Él, aun cuando os da, a manos llenas, sus favores con la condición de que le améis un poco. La justicia no conoce dos vías. Una sola es su vía. Esto hacéis, esto recibís. Si sois buenos, recibís el bien; si malos, recibís el mal. Y —creedlo— siempre es mucho más el bien que recibís, respecto al mal que deberíais recibir por vuestra manera de vivir, en rebelión contra la ley divina. Dios dijo: «¿No es verdad que si haces el bien, recibirás el bien y que si haces el mal el pecado se presentará inmediatamente ante tu puerta?» (6). En efecto, el bien lleva a una constante elevación espiritual y capacita cada vez más para cumplir un bien cada vez mayor, hasta alcanzar la perfección y hacerse santos; por el contrario, basta ceder al mal para degradarse y alejarse de la perfección, y conocer la servidumbre del pecado que entra en el corazón y hace bajar a éste, por grados, a una sucesiva y cada vez mayor culpabilidad. ■ Dios añadió: «Pero tendrás debajo de ti el deseo del pecado, y debes dominarlo» (7). Sí, Dios no nos hizo esclavos del pecado, las pasiones están debajo de vosotros, no encima de vosotros. Dios os ha dado inteligencia y fuerza para dominaros. Incluso a los primeros hombres, castigados por el rigor de Dios, les dejó Dios inteligencia y la fuerza moral. Y, desde que el Redentor ha consumado por vosotros el Sacrificio, tenéis, como ayuda de la inteligencia y fuerza, los ríos de la Gracia, y podéis, y debéis, dominar el deseo del mal. Debéis hacerlo, con vuestra voluntad fortalecida por la Gracia. ■ Por esto los ángeles de mi nacimiento cantaron a la tierra: «Paz a los hombres de buena voluntad». Yo venía para traeros de nuevo la Gracia a los hombres. Y mediante la unión de la Gracia con vuestra buena voluntad, vendría la Paz a los hombres. La Paz: gloria del Cielo de Dios”.
.   ● El pecado y desesperación (Caín, Judas); el pecado y arrepentimiento (Eva).-Jesús: “Y Caín dijo a su hermano: «Vamos afuera» (8). Palabras mentirosas cuyo veneno se ocultaba bajo una sonrisa traidora. La delincuencia siempre practica la mentira, para con sus víctimas y para con el mundo al que trata de engañar; y quisiera engañar incluso a Dios. Pero Dios lee los corazones. «Vamos afuera». Siglos después Judas dijo: «Salve, Maestro», y le besó. Los dos Caínes escondieron su delito bajo una apariencia inofensiva y desahogaron su envidia, su ira, su abusiva violencia y todos sus malvados instintos, descargando todo ello sobre la víctima, porque no se habían dominado a sí mismos; antes bien, habían hecho esclavo su espíritu del propio yo corrompido. Eva asciende por el camino de la expiación, Caín desciende por el camino del Infierno, y en éste le hunde la desesperación que de él se apodera; y con la desesperación, último golpe mortal dado a su espíritu ya débil por el crimen, viene el miedo físico, vil, del castigo humano. El que ya no puede acordarse del Cielo, ese hombre de alma muerta, animal es que se estremece por su vida corporal. La muerte, ante la que los justos sonríen porque los lleva a poseer a Dios, es terror para los que saben que morir para ellos significa pasar para siempre del infierno que llevan en su corazón al Infierno de Satanás. Y, como alucinados, ven por todas partes venganzas ya prontas para descargarse contra ellos. ■ Pero sabed  —hablo a los justos— sabed que si el remordimiento y la oscuridad de un corazón culpable crean y fomentan las alucinaciones del pecador, a nadie le es lícito erigirse como juez de su hermano, y mucho menos erigirse como justiciero. Uno solo es el Juez: Dios. Y si la justicia humana ha creado sus propios tribunales, toca a éstos administrar la justicia, y ¡ay de los que profanen ese nombre de la justicia y juzguen movidos por estímulo pasional propio o por presión de poderes humanos! ¡Maldición para aquel que se haga justiciero privado de un semejante suyo! Pero ¡maldición aún mayor para el que, movido por frío cálculo humano, envía a su semejante a la muerte o a la cárcel sin haber razón! Porque si el que mata al que mató recibirá un castigo siete veces mayor, como dijo el Señor que sucedería al que matara a Caín (9), el que injustamente condene, movido por servidumbre hacia Satanás enmascarado de Autoridad humana, recibirá setenta veces siete el rigor de Dios. Esto deberíais tener presente sobre todo en esta hora, vosotros que os matáis mutuamente para hacer de los caídos la base de vuestro triunfo, y no sabéis que lo que hacéis es excavar bajo vuestros pies la trampa en que os hundiréis maldecidos por Dios y por los hombres; porque Yo he dicho: «No matarás». ■ Eva sube por el camino de la expiación. El arrepentimiento crece según va saboreando las pruebas de su pecado. Quiso conocer el bien y el mal. Y el recuerdo del bien perdido es para ella como el recuerdo del sol para uno que, al improviso, hubiera quedado cegado. El mal está ante ella al contemplar los restos de su hijo asesinado; y a su alrededor, por el vacío creado por el hijo fratricida y fugitivo” (10).
* Enós, el primer sacerdote, hijo de Set.- ¿Evolución?.- Sacerdotes anónimos.-Jesús: “Y nace Set, y de éste Enós, el primer sacerdote (11). ■ Os hincháis vuestra inteligencia con los humos de vuestra ciencia y habláis de evolución como de un signo de vuestra formación espontánea. El hombre-animal, evolucionando, se hará superhombre: esto decís. Sí, así es, pero a mi modo, en mi campo, no en el vuestro; no pasando de la condición de cuadrumanos a la de hombres, sino de la de hombres a la de espíritus: cuanto más crezca el espíritu, tanto más evolucionaréis. Vosotros, que habláis de glándulas y os llenáis la boca hablando de hipófisis o  pineal y ponéis en ella la sede de la vida —tomada ésta no en el tiempo en que la vivís, sino en los tiempos que han precedido y seguirán a vuestra vida actual—, sabed que la verdadera glándula vuestra, la que os hace herederos eternos de la Vida, es vuestro espíritu. Cuanto más esté éste desarrollado, más poseeréis las luces divinas y más evolucionaréis de hombres a dioses, a dioses inmortales, y obtendréis de este modo —sin contravenir al deseo de Dios, a su prohibición con respecto al árbol de la Vida— la posesión de esta Vida, justamente en la manera en que Dios quiere que la poseáis, porque Él para vosotros la creó eterna y refulgente, abrazo beatífico con esa eternidad que os absorbe en Sí y os comunica sus propiedades. ■ Cuanto más se desarrolla el espíritu más conoceréis a Dios. Conocer a Dios significa: amarle y servirle y, por tanto, ser capaz de invocarle para sí y para los demás: ser sacerdotes que desde la Tierra ruega por sus hermanos. Pues el consagrado es sacerdote pero también lo es el creyente convencido, amoroso, fiel. Lo es sobre todo el alma víctima que se inmola a sí misma por impulsos de la caridad. Dios no mira lo que uno tiene puesto encima sino el corazón. En verdad os digo que a mis ojos aparecen muchos tonsurados que no tienen nada de sacerdotes sino la tonsura y muchos laicos en quienes la caridad, que vive en ellos y que les consume, es el óleo de la ordenación que los hace mis sacerdotes, que el mundo no conoce pero a quienes Yo bendigo”. (Escrito el 5 de Abril de 1944).
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1  Nota  : Cfr.  Gén. 3,20.  2  Nota  :  había querido nacer, porque la varona (la mujer sacada del hombre) pasó a ser Eva (la madre de todos  los vivientes) como consecuencia del pecado que había querido cometer.   3 Nota :Eva, seducida por Lucifer deseó conocer aquello que solo Dios podía conocer sin peligro, y se hizo creadora”. En toda esta segunda parte del capítulo hay que tener presente lo dicho sobre el pecado original en los diferentes libros de esta Obra. Según esta Obra, la culpa original invadió lo tres reinos del hombre: el espiritual, el psíquico y el físico. Empezó por la soberbia (Gén. 3,5), siguió con la desobediencia (Cfr. Rom. 5,12-21) terminó con la intemperancia (Gén. 2,25-3,7). Esta Obra, según costumbre, avanza mucho más, y precisa al objeto de cada uno de estos tres pecados. Pecaron de soberbia, deseando ser semejantes a Dios (Cfr. Gén.3,5), no en el sentido de lo que ya eran (Cfr. Gén. 1,26-27), sino en el de que no lo eran todavía. Desearon ser semejantes a Dios en cuanto Creador, en la procreación. Los animales ya lo eran, con mayor razón lo debía ser el hombre, rey de la creación, a sugerencia de Satanás. Pecaron de desobediencia, porque sin esperar la enseñanza y el momento que Dios había determinado, mas dando oído a las insinuaciones de Satanás, gustaron del placer de la gula (Cfr. Gén. 3,4-6) y de la concupiscencia (Cfr. Gén. 3,4-13). Pecaron de intemperancia, porque de hecho probaron el fruto de la planta y el fruto del sentido. ■ La acción de María anuló la acción de Eva: fue humilde, obediente y observante de la temperancia, en grado sumo. Dio oídos a Dios y no al demonio. Escuchó al ángel de la luz y no al de las tinieblas. El Arcángel que Dios envió, le habló de pro-creación, al hablarle del Fruto (Cfr. Mt. 1,18-26 y sobre todo Lc. 1,26-38); de igual modo que, según esta Obra, el demonio habló a Eva (también) de procreación, hablándole del fruto. María aprendió por medio del enviado de Dios la manera y el momento en que serviría al Señor; mediante una manifestación sensible Eva aprendió del demonio el modo y momento para rebelarse contra el Señor. María engendró, pues, el suave Fruto de la salvación; entre tanto que Eva el amargo de la ruina (Cfr. bien: S. Irineo, “Contra herejías”, lib. III, cp. 22, n. 4). Esta Obra sigue fiel y completamente la divina revelación. Añade explicaciones profundas que no están en algunos elementos del Génesis (Gén. 2,25; 3,7 y el lugar citado de S. Irineo) ya poniendo en relieve el paralelismo patrístico Eva-Maria, hasta hacerlo completo y armónico en todas sus partes. Cfr. nota 1 del episodio anterior 10-606-42.   4  Nota  : Cfr. Gén.  3,24;  Ap. 22,10-21.   5  Nota  : Cfr.  Gén.  4,1.   6  Nota  : Cfr.  Gén.  4,7.  7  Nota  :  Cfr.  Gén. 4,7.   8  Nota  : Cfr.  Gén.  4,8.  9  Nota  :  Cfr. Gén. 4,15.  10 Nota : Conversión de Adán y Eva.- La Biblia no refiere cuándo y cómo se convirtieron Adán y Eva. No obstante,  fue una realidad, lo que también se desprende de la venerabilísima Liturgia Jerosolimitana, llamada del Apóstol Santiago. En su hermosísima completa Anáfora eucarística, pone a Adán y a Eva al principio de la lista de los santos y de los que agradaron a Dios. Dice de este modo: “En primer lugar recordamos la memoria de nuestro padre Adán, y de nuestra madre Eva, la de la santa Madre de Dios, María, la de los profetas y apóstoles… de todos aquellos que ruegan en nosotros, junto con todos los que desde Adán hasta hoy te han agradado”. Todo esto admite la presente Obra de María Valtorta. Pero según su costumbre, profundiza más, y señala cuándo y cómo sucedió la conversión de los primeros padres. La señala una vez más en armonía con el Depósito de la Revelación, de una manera perfectamente clara y verosímil. Los primeros padres se convirtieron y arrepintieron gradualmente: “al ir saboreando lo amargo del pecado”. Lo duro del trabajo, los dolores del parto. Abel asesinado, sangrando, convertido en gusanos, los huesos secos, convertidos en ceniza, en polvo… Dios no había querido burlarse, ¡sus palabras se realizaban! (Gén. 3,16-19). ■ El que ha puesto las notas en esta Obra recuerda a una mujer desconsolada, que caminaba de un lado a otro de la habitación en que yacía su joven hijo muerto, lleno de heridas, y gritaba dolorosamente, repasando en voz alta su propia vida, arrepintiéndose del pasado, y haciendo propósitos para lo futuro.  11  Nota  : Primer sacerdote: Gén. 4,25-26.
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.                            b) Dictados extraídos de los «Cuadernos de 1943/1950»

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43-361.- Desaparecido el amor (única necesidad del hombre al ser creado) del hombre para con Dios, desapareció el amor de la Tierra para con el hombre: nace el dolor, que lo santificó Jesús.
* “El amor estaba destinado a ser la respiración del espíritu del hombre y la sangre del mismo. Después vino la Culpa. ¿No pensáis qué tamaña ruina causó la Culpa del hombre? En el hombre, la obra más perfecta de la creación.” ■ Dice Jesús: “Dios había puesto para el hombre al crearle una única necesidad tan sólo: la del amor. Amor de hijos hacia su Padre, amor de súbditos para su Rey, amor de creados para su Creador Dios. Y si el ácido de la Culpa no hubiese corroído las raíces del amor, éste habría crecido potente entre vosotros sin exigencia de fatiga alguna. Qué digo fatiga, constituiría gozo para vosotros, una necesidad que produce alivio cuando se realiza como es en vosotros el respirar.  Y efectivamente, el amor estaba destinado a que fuera la respiración del espíritu del hombre y la sangre del mismo. Después vino la Culpa. ¡Oh, la ruina de la Culpa! ■ Vosotros que os horrorizáis por las ruinas de vuestros palacios, de vuestros templos, de vuestros puentes, de vuestras ciudades, y maldecís de los explosivos que destruyen, pulverizan y dañan todo, ¿no pensáis qué tamaña ruina causó la Culpa del hombre? En el  hombre, lo obra más perfecta de la creación, pues fue hecho por la Inteligencia eterna que, lo diré así, os fundió, metal sin escorias, dándoos su misma forma, consiguiendo modelaros a su imagen y semejanza, tan bellos y puros que se llenó de júbilo el ojo de Dios al contemplar su obra y la Tierra cantó con voz altísima por la gloria de ser el planeta que, en los orígenes del universo, alcanzaba a ser el inmenso palacio del rey-hombre, hijo de Dios”.
La Culpa desbarató, en las raíces del hombre, aquel conjunto perfecto. Y, desaparecido el amor del hombre para con Dios, desapareció el amor de la Tierra para con el hombre. Desencadenóse sobre la Tierra la ferocidad entre los seres inferiores, entre éstos y el hombre y ¡horror de los horrores!, entre los mismos hombres. Y he aquí cómo entonces, de la semilla de la Culpa nació una planta: una planta de amargo fruto y punzantes ramas: el dolor”.- Jesús: “La Culpa, más nefasta que la dinamita, trastornó al hombre en sus raíces. ¿Y sabes  dónde se encontraban éstas? En el pensamiento de Dios que hiciera al hombre. La Culpa desbarató, en las raíces del hombre, aquel conjunto perfecto de carne y espíritu; de carne, no diferente, en los movimientos del sentido, del espíritu del que no era contraria sino más pesada tan solo y en modo alguno enemiga; de espíritu, no prisionero y prisionero subyugado en la cárcel de la carne sino, de espíritu jubiloso dentro de la dócil carne que le guiaba a Dios, era atraído a Dios al modo de un imán divino mediante las relaciones de amor entre el Creador: el Todo, y el espíritu: la parte. La Culpa desbarató aquél armonioso entorno que puso Dios en derredor de su hijo para que fuese rey y rey feliz. ■ Desaparecido el amor del hombre para con Dios, desapareció el amor de la Tierra para con el hombre. Desencadenóse sobre la Tierra la ferocidad entre los seres inferiores, entre éstos y el hombre y ¡horror de los horrores!, entre los mismos hombres. Aquella sangre se caldeó por el odio y se derramó contaminando el altar de la Tierra sobre la que Dios pusiera a sus primeros hombres para que, amándose, le amaran y enseñasen el amor a sus descendientes:  único rito que Dios quería de vosotros. ■ Y he aquí cómo entonces, de la semilla de la Culpa nació una planta: una planta de amargo fruto y punzantes ramas: el dolor. Primeramente el dolor sufrido del modo que el hombre lo podía sufrir conforme a su embrionaria espiritualidad contaminada: un dolor animal hecho de los primeros dolores de la mujer; y de las primeras heridas hechas a la carne fraterna, un dolor feroz de aullidos y maldiciones, germen siempre de nuevas venganzas. Más tarde, al refinarse en su ferocidad, aunque no en su esencia, también evolucionó el dolor haciéndose más complicado”.
* “Dos son las necesidades el hombre: el amor que impide cometer el mal y el dolor (santificado por Jesús que, al fundirlo con su dolor infinito, dio méritos al dolor) que lo repara. Esta es la ciencia que se ha de aprender: saber amar y saber sufrir”.- Jesús:Vine Yo a santificar el dolor sufriéndolo por vosotros y fundiendo vuestros dolores relativos con el Mío infinito, dando así mérito al dolor. Y vine a confirmar con mi Vida y con mi Muerte la admonición hecha repetidas veces por los profetas de que no es la circuncisión material lo que Dios exige para perdonar y bendecir a sus hijos cada vez más y más culpables, sino la circuncisión de los corazones, de vuestros sentimientos, de vuestros estímulos que el germen del primer pecado convierte siempre en estímulos de carne y de sangre o de la más refinada de las lujurias: la de la mente. Ahí es, hijos, donde debéis trabajar a hierro y a fuego para marcar en vuestra alma el signo que salva: el de Dios. Ahí es, pero no con el hierro y el fuego de vuestras feroces leyes y de vuestras guerras malditas. Ahí es: en el lugar donde se elaboran las leyes y las guerras del hombre; porque es inútil decir lo contrario. Si vivieseis circuncidados espiritualmente, viviendo en el signo del Señor, para retirar cuanto es portador de toda clase de impurezas, no seríais lo que sois: insensatos, por no decir fieras. Y adviértelo, fieras e insensatos en poco difieren ya que en ambos no aparece la razón, o sea, aquello que Dios puso en el hombre para hacerle rey de todos los seres de la Tierra. ■ Dos son las necesidades del hombre: el amor y el dolor. El amor que os impide cometer el mal y el dolor que lo repara. Esta es la ciencia que se ha de aprender: saber amar y saber sufrir. Mas vosotros ni sabéis amar ni sabéis sufrir. Sabéis, sí, hacer sufrir; pero no es amor sino, por el contrario, odio. ¿Por qué sois sabios en el mal y tan ignorantes en el bien? ¿Por qué? ¿Nunca os sentís hartos de odio y ferocidad y queréis que Dios os perdone? Tornad, hijos al amor y sabed soportar el dolor. Que si bien no sois hijos míos hasta el punto de saber querer el dolor por expiar los pecados ajenos, como Yo supe y quise, seáis al menos hijos hasta el punto de no maldecirme por el dolor que vosotros provocasteis y del que me acusáis. ¡Abajo vuestra necia soberbia! Aprended del publicano a reconocer que sois indignos, que os habéis hecho indignos de vivir bajo la Mirada que es protección. Lanzad lejos de vosotros las vanas apetencias de la tierra y acercaos a la Fuente de Vida que desde hace veinte siglos mana para vosotros. Inoculad la Vida en los corazones que mueren gangrenados en el pecado o consumidos en la indiferencia. ■ Llamadme a vuestros sepulcros. Soy Cristo, el Resurrector. Tan sólo pido que me llamen para acudir y decir: «Ven fuera». Fuera de la muerte, fuera del mal, fuera del egoísmo, de la lujuria, fuera del odio maldito que os consume sin proporcionaros gozo, fuera de cuanto es horror, a fin de entrar en Mí, entrar conmigo en la Luz, renacer en el amor, conocer la verdadera Ciencia y conseguir la Paz y la Vida que, al ser mía, reciben de Mí la eternidad”.  (Escrito el 23 de Septiembre de 1943).
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43-424.- Consecuencias del Pecado: deformidad espiritual y física. Las alabanzas del Cantar a María.
* El pecado no lesionó únicamente al espíritu, sino igualmente a la carne. Del espíritu, al perder la Gracia, derivaron instintos contrarios a la naturaleza que dieron fruto a las monstruosidades de la raza, la rebelión a Dios, a su Ley y a su Fe.  Dice Jesús: “La Iglesia ha aplicado a María, mi Madre bendita, las alabanzas que el esposo del Cantar tributa a su amada. Y, en verdad, no hay criatura en el mundo que tenga tanto derecho a tomar para sí tales alabanzas excluyendo de ellas, sobre todo, la parte sensual que celebra las bellezas físicas, grandes, por cierto en María, por cuanto su exclusión de la Culpa Original hizo de María una criatura perfecta como lo fueron los dos primeros creados por el Padre. Y los dos primeros, obra excelsa del Creador, gozaban, además de la belleza incorpórea del alma, de la belleza física del cuerpo creado por el Padre.La deformidad física le sobrevino al hombre como una de las tantas consecuencias del pecado. El pecado no lesionó únicamente al espíritu, sino igualmente a la carne. Del espíritu, al perder la Gracia, derivaron instintos contrarios a la naturaleza que dieron fruto a las monstruosidades de la raza, producto de contactos depravados y malditos que marcaron después, a través de los siglos, con su estigma de fealdad la primigenia belleza. Y aun cuando el hombre no hubiera llegado a envilecerse con ciertas culpas, la maldad, llevada hasta la delincuencia, marcó los rostros de los malvados y de sus descendientes con estigmas que, aun hoy en día, estudiáis para reprimir la delincuencia. ■ Mas deberíais comenzar vosotros, científicos que los estudiáis, por borrar de vuestro corazón el primero de los estigmas de delincuencia: ése que os hace rebeldes a Dios, a su Ley y a su Fe. Antes de reprimir a las culpas de la carne y de la sangre, es preciso cuidar del espíritu. Si el hombre, cuidándose en primer lugar de sí mismo, se cuidara seguidamente de la educación espiritual de sus hermanos, reconociendo que este espíritu es el motor de todos vuestros actos y no negándolo con las palabras y menos con las obras de toda la vida, de tal modo decrecería la delincuencia que llegaría a ser una manifestación esporádica de algún que otro pobre enfermo mental”.
* Jesús enseñó a amar, por justicia, hasta a los infelices deformes, a los que en tiempo de Moisés se les segregaba del servicio divino, para frenar los vicios de los hombres. Ellos, si saben amar a Jesús a través del dolor, —Él premiará su dolor— serán los que triunfen en el Cielo.-Jesús: “La deformidad física es una tan cierta como antigua señal de conjunción con el Mal que, en los tiempos mosaicos, cuando, por un conjunto de razones que un día te expliqué, era preciso usar de una severidad y de un absolutismo que más tarde Yo modifiqué con mi doctrina de amor, el deforme era excluido de los servicios divinos. No era para enseñar a los hombres a faltar a la caridad para con los infelices por lo que la Justicia estableció aquella Ley. Era para poner freno a la animalidad de los hombres mediante el temor y el terror a que, por sus culpas contra la naturaleza, engendrasen seres deformes, excluidos, por tanto, del servicio divino, aspiración máxima de los hijos de Israel. Transcurrieron siglos y siglos desde los tiempos de Moisés y, a pesar de todas las leyes, el hombre seguía fornicando con el Mal, con la lujuria llevada hasta aberraciones monstruosas y con la barbarie hasta los mayores refinamientos de la criminalidad. En los hijos de los hijos de estos millones de pecadores se iban marcando los estigmas de las pasadas culpas de sus padres mientras que, bajo la envoltura de una carne no hermosa y deformada por los defectos físicos o enfermedades horrendas, palpitaba un corazón tan digno de Dios como el de otros seres físicamente hermosos. ■ Y entonces, Yo, fruto del Amor y portador del amor entre los hombres, para enseñaros el amor, os enseñé a amar a los desgraciados, lisiados, ciegos, leprosos, dementes curándolos cuando era el caso y amándolos siempre con un amor de predilección y enseñándoos a amarlos de este modo. Y esto respondía, incluso, a una razón de alta justicia, pues Yo, que había venido a redimir las deformidades del espíritu y a amar hasta el holocausto a vuestros espíritus deformes, a fin de devolverles la belleza requerida para entrar en el Cielo, ¿cómo no podía amar a los deformes de la carne cuya deformidad constituía una cruz que por sí misma redimía al espíritu que la sabía llevar? No. El Salvador amó y ama a los desgraciados de la tierra. Y si bien no puede obrar para todos el milagro de devolver la perfección a sus miembros destinados a perecer  —no lo puede por razones que resulta ocioso explicar a los hombres—  puede, en cambio, dar a todos aquellos que se sienten humillados por una enfermedad, la seguridad divina de la posesión del Cielo si saben sufrir su prueba martirial sin poner en duda la bondad del Eterno y sin rebelarse contra su suerte culpando de ella a Dios. Si también saben amarme por el dolor, Yo les premiaré su amor y, así, los desechados de la tierra serán los que triunfen en el Cielo”.
* ¿Cómo habéis de poder representar a María, la toda Santa del Señor? Los que gozaron de su visión hubieron de exclamar: «Es hermosa esta obra, pero no es María. Ella es de una hermosura distinta, de una hermosura que no podéis reproducir y que es imposible describir». Tienes dicho de Ella que es «luz». Mas lo que no podéis describir es el espíritu de María”.-Jesús: “Mi Madre, la sin Culpa, la Toda hermosa, la Deseada de Dios, la Destinada a ser Madre para Mí, poseía la armónica integridad de sus miembros, descubriéndose en ello el dedo modelador de Dios que la había creado a su perfecta semejanza. Por espacio de siglos se han esmerado los artistas en su empeño de representar a María. Mas, ¿cómo representar la perfección? Esta se trasluce de interior al exterior. Y por más que podáis tal vez con el pincel y la gubia dar a vuestra obra una forma perfecta, os será imposible infundir en ella esa luz del alma que es algo espiritual y toque inefablemente divino aplicado a una carne que es santa, toque que veis traslucirse del interior de vuestros hermanos haciéndose exclamar: «¡Qué cara de santo!». ■ ¿Cómo habéis de poder representar a María, la toda Santa del Señor? Cuantas veces se apareció y os empeñasteis después en reproducir su imagen, los que gozaron de su visión hubieron de exclamar: «Es hermosa esta obra, pero no es María. Ella es de una hermosura distinta, de una hermosura que no podéis reproducir y que es imposible describir». ¿Podrías reproducir a María, tú, a quien, para fortalecerte en la prueba que te venía encima, te concedí ver a mi Madre y a la tuya; lo podrías tú, por más que fueses una pintora o escultora eminente? No. Tienes manifestado que, si bien, como mujer instruida y de palabra precisa, te sientes capacitada para componer, te resulta, no obstante, pobre e insuficiente esta palabra para describir a María. ■ Para expresar lo más indescriptiblemente bello que hay en el mundo aplicándolo a mi Madre y nuestra, tienes dicho de Ella que es «luz». Mas lo que no podéis describir, ¡oh hijos de Ella y hermanos  míos!, es el espíritu de María que aflora por entre los velos de su carne inmaculada. Santificaos para ver a María. Aunque, por un suponer, no tuvierais en el Paraíso otra cosa que ver sino a Ella seríais, suficientemente felices. Porque el Paraíso quiere decir lugar donde se goza de la visión de Dios, y quien ve a María, ya ve a Dios, pues Ella es el espejo sin mancha de la Divinidad. ¿Ves, por tanto, cómo las alabanzas del Cantar se apropian con toda justicia a María, la cual, con su alma pura e inmaculada, hirió el corazón de Dios que es su Rey y que así mismo le complace en sus deseos de amor por vosotros cual si Ella fuese su Reina?”.
* “¡Oh, si el mundo se esforzara en imitar a María! El Mal, en todas sus variadas manifestaciones, caería vencido para siempre, porque María tiene el Mal bajo su talón virginal”.-  ■ Jesús: “Yo querría que, dentro del ámbito de vuestras fuerzas, así como debéis amar a Dios, con todo lo que sois, os esforzaseis en amar a María. Amar quiere decir imitar con espíritu de amor a aquel a quien se ama. De esto os hice Yo dulce mandato. «Se entenderá que me amáis cuando se vea que hacéis las obras que Yo hago». El mismo mandato os doy ahora respecto de mi Madre: «Se verá que la amáis cuando la imitéis». ¡Oh, si el mundo se esforzara en imitar a María! El Mal, en todas sus variadas manifestaciones que van de las ruinas de las almas a las de las familias, de las ruinas de las familias a las de las Naciones, y a las del globo terráqueo entero, caería vencido para siempre, porque María tiene el Mal bajo su talón virginal y si María fuese vuestra Reina y vosotros fueseis verdaderamente hijos, súbditos e imitadores suyos, el Mal ya no podría dañaros. Sed de María y así, automáticamente, seréis de Dios, ya que Ella es el Jardín cerrado, en donde Dios está, el Jardín santo en el que Dios florece. Porque Ella es la Fuente de la que brota el Agua Viva que asciende hasta el Cielo proporcionándoos el medio de subir a ese Cielo que soy Yo, Cristo, Redentor del mundo y Salvador del hombre”. (Escrito el 15 de Octubre de 1943).
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43-501.-La Sabiduría vela los pasos del hombre desde Adán.
* Dios es siempre Padre y hasta cuando hiere no hace sino por bondad y con bondad. Aun cuando atraéis el castigo, Él acompaña al mismo auxilios espirituales. No le dejó (a Adán) sin luces. Dióle luces de instinto (para reinar sobre las cosas) y de arrepentimiento (para merecer la salvación) que otra cosa no son que Sabiduría, que no abandona al que a Ella se confía con puro corazón y recto pensamiento. Y huye, en cambio, de aquel que se empeña en escogerse su pasto y su camino”.  ■ Dice Jesús: “«La sabiduría protegió al padre del mundo, al primer hombre creado por Dios, cuando fue creado sólo. Ella le levantó de su caída y le dio el poder de dominar el universo» (1). Adán en el Paraíso terrenal, puro y obediente, era instruido directamente por Dios. Cuando Adán se manchó con la Culpa se hizo desmerecedor de la enseñanza de Dios. El último cuidado paternal fue el proveer a ambos de vestidos y enseñarles cómo cubrir lo que a la sazón, era estímulo para los sentidos contaminados. ¿Cómo habría podido desenvolverse la primera pareja sobre la tierra de no haberla guiado una fuerza espiritual? ■ Dios, hijos que no pensáis en ello, es siempre Padre y hasta cuando hiere, no lo hace sino por bondad y con bondad. No os echa desnudos y abandonados a los caminos de perdición dejándoos solos. Aun cuando atraéis el castigo sobre vosotros, Él acompaña al mismo espirituales auxilios que vosotros, hechos de carne y sangre, no lo apreciáis. Tan solo apetecéis lo que satisface y nutre vuestra carne y vuestra sangre. ■ No oyó más Adán la voz del Ofendido. Ahora bien, Éste, porque le amaba como a obra de sus manos, no le dejó sin luces. Dióle luces de instinto y luces de arrepentimiento. Las primeras para su carne y las segundas para su alma. Con el arrepentimiento sincero mereció la salvación y con el instinto reinó sobre las cosas.  Las luces, que otra cosa no son que Sabiduría, fueron en sus hijos maestras de progreso; menos en quien, rechazando la Sabiduría, prestó oídos al Error, es decir, a Satanás que armó su mano con el sílex con que fue abatido el inocente. ■ La Sabiduría instruyó al hombre recto para que se salvase la estirpe humana y las especies animales en el castigo de las cataratas abiertas sobre el mundo convertido en cloaca. La Sabiduría impulsó a Abraham al gran sacrificio y puso a salvo su corazón de padre, como también condujo fuera del fuego venido del Cielo al justo y al obediente. La Sabiduría no abandona al que a Ella se confía con puro corazón y recto pensamiento. Y huye, en cambio, de aquel que se empeña en escogerse su pasto y su camino y así ese tal termina por conocer las sendas del error y por comer el manjar de la muerte. Como el sol que, cuando más alto sube en la bóveda del cielo, más brilla y calienta, así también, cuanto más supieron amarla, tanto más alta brilló la Sabiduría para los hombres. Proporcionó progreso de espíritu y de inteligencia. Fulguró en el milagro del Sinaí dando a los hombres la Ley que no cambia”. (Escrito el 4 de Noviembre de 1943).
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1  Nota  : Sab. 10,1.
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43-658.- Teoría de Darwin (1).
* La envilecedora teoría darviniana: “¿No advertís que os rebajáis, pensadlo bien, puesto que un animal, por perfecto que sea, por seleccionado, mejorado, perfeccionado que se encuentre en su forma e instinto y, si queréis, hasta en su formación mental, siempre será un animal?”.- ■ Dice Jesús: “Uno de los puntos en que vuestra soberbia naufraga en el error y que, más que ninguno, humilla vuestra soberbia atribuyéndoos un origen que, de no hallaros tan ofuscados por el orgullo, rechazaríais por envilecedor, es la teoría darviniana.  Por no admitir a Dios que con su poder pudo crear el universo de la nada y al hombre del barro ya creado, atribuís vuestra paternidad a un animal. ¿No advertís que os rebajáis, pensadlo bien, puesto que un animal, por perfecto que sea, por seleccionado, mejorado, perfeccionado que se encuentre en su forma e instinto y, si queréis, hasta en su formación mental, siempre será un animal? En verdad, esto dice muy mal de vuestro orgullo de seudosuperhombres. Ahora bien, si no lo advertís, no seré Yo quien malgaste palabras tratando de haceros caer en la cuenta  y convenceros de vuestro error. ■ Una cosa tan sólo os voy a preguntar y si me podéis contestar con hechos, nunca más combatiré esta vuestra envilecedora teoría. Si el hombre procede del mono, el cual mediante una evolución progresiva alcanzó a ser hombre, ¿cómo nunca, en tantos años que mantenéis esta teoría, jamás habéis conseguido, ni aun con los instrumentos tan perfeccionados y métodos de que disponéis ahora, llegar a hacer de un mono un hombre? Podrías tomar de una pareja de monos inteligentes a sus hijos más inteligentes y después a los hijos inteligentes de éstos y así sucesivamente. De este modo vendríais a contar con muchas generaciones de monos seleccionados, instruidos, tratados con el más sagaz método científico. Pero lo que siempre tendrías sería monos. Y si acaso llegaríais a obtener alguna mutación, sería ésta: que los animales serían físicamente menos fuertes ya que con vuestros métodos e instrumentos no habríais hecho sino destruir aquella perfección simiesca con que mi Padre, al crearlos, dotó a estos cuadrumanos. ■ Una nueva pregunta: Si el hombre procede del mono ¿cómo el hombre, nunca hasta ahora, ni aun con inoculaciones y repugnantes cruces, se ha transformado en mono? Seríais capaces de intentar estas aberraciones mas no lo hacéis porque sabéis que no lograríais hacer del hombre un mono. Haríais acaso de él un horripilante hijo de hombre, un degenerado pero jamás un mono verdadero. No lo intentáis porque de antemano sabéis que no tendríais éxito y que con ello desmerecería vuestra reputación. Por eso no lo hacéis y no por otra causa. Porque con tal de mantener una tesis, no sentís repugnancia alguna en rebajar al hombre al nivel de los brutos. Y sois ya vosotros ciertamente brutos ya que negáis a Dios y matáis el espíritu que os diferencia de los brutos. ■ Vuestra ciencia me causa horror. Envilece vuestro entendimiento y sois tan faltos de sentido que ni os dais cuenta de ello. En verdad os digo que muchos salvajes son harto más hombres que vosotros”. (Escrito el 20 de Diciembre de 1943).
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1  Nota  : Sobre este tema,  léase también el dictado 48-57:  comentario del cap. 7º de la Epístola  de San Pablo a los Romanos, que se relata más adelante.
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46-285.- En relación con la noticia del hallazgo de esqueletos de hombres-monos, se le invita a María Valtorta a buscar la explicación en el libro del Génesis.
* La clave está en cap. 6 del Génesis: Adán y Eva faltaron al amor con Dios, el primero de los mandamientos. La obediencia es amor. Y fueron castigados, si bien permaneciendo hijos de Dios. Caín, en cambio, pecó contra el amor de Dios y contra el amor del prójimo, infringió por completo el amor; Dios le maldijo y no se arrepintió, por lo que él y sus propios hijos no fueron sino hijos del animal llamado hombre. Aquellos que ya no eran hijos de Dios se abalanzaron a lo ilícito, degradante, bestial llegando a tener monstruos por hijos e hijas. Fue entonces cuando Dios, para impedir que la rama de los hijos de Dios se corrompiese del todo con la de los hijos de los hombres, mandó el diluvio universal.- Oigo la noticia de que en una caverna han encontrado esqueletos de hombre-mono. Me quedo pensativa diciendo: “¿Cómo pueden asegurar tal cosa? Habrá habido hombres brutos. También ahora se dan rostros y cuerpos simiescos. A lo mejor los hombres primitivos tenían un esqueleto distinto al nuestro”. Y me viene otro pensamiento: “Pero ¿ya pueden diferir en belleza? No me cabe en la cabeza que los primeros hombres, siendo más cercanos al ejemplar perfecto que Dios creó y que, ciertamente, era bellísimo además de fortísimo, fuesen más brutos que nosotros”. Y me da qué pensar cómo pudo ser que la belleza de la obra creadora más perfecta hubiera llegado a envilecerse tanto, hasta el punto de dar pie a los científicos para negar que el hombre hubiera sido creado hombre por Dios y asegurar que sea el resultado de la evolución del mono.
.   ● Me habla Jesús y dice: “Busca la clave en el capítulo 6º del Génesis. Léelo”. Lo leo y Jesús me pregunta: “¿Lo entiendes?”. Le contesto: “No, Señor. Lo que entiendo es que los hombres se corrompieron enseguida y nada más. No sé qué relación pueda guardar ese capítulo con el hombre-mono”. Jesús sonríe y me responde: “No eres la única que no entiende, pues no lo entienden los sabios, los científicos, los creyentes ni los ateos. Estáteme atenta. Y comienza a recitar: «Y habiendo comenzado los hombres a multiplicarse sobre la tierra y habiendo los hijos de Dios, o hijos de Set, tenido hijas y visto que las hijas de los hombres (hijas de Caín) eran hermosas, se  desposaron con las que, de entre todas, más les gustaron… Así pues, una vez que los hijos de Dios se unieron con las hijas de los hombres y éstas dieron a luz, de ellas salieron aquellos hombres potentes y famosos durante siglos». Esos hombres por la potencia de su esqueleto llaman la atención de vuestros científicos, los cuales deducen de ahí que el hombre, en el comienzo de los tiempos, era más alto y fuerte que actualmente y de la estructura de su cráneo deducen que el hombre deriva del mono. Es decir, los consabidos errores de los hombres ante los misterios de la creación. Aún no lo has entendido. ■ Te lo voy a explicar mejor. Si la desobediencia a la orden de Dios y las consecuencias de la misma pudieron inocular en los inocentes el Mal con toda sus diversas manifestaciones de lujuria, gula, ira, envidia, soberbia y avaricia; y, a no tardar, la inoculación fructificó en fratricidio provocado por la soberbia, la ira, la envidia, y la avaricia, ¿qué descendencia más profunda y más profundo dominio de Satanás habría provocado este segundo pecado? Adán y Eva faltaron al primero de los mandamientos dados por Dios al hombre, mandamiento, sobreentendido en el otro de obediencia, dado a los dos: «Comed de todo; Mas de este árbol, no» (1). La obediencia es amor. Si ellos hubiesen obedecido sin ceder ante presión alguna del Mal hecha a su espíritu, a su entendimiento, a su corazón, y a su carne, habrían amado a Dios «con todo su corazón, con toda su alma y con toda sus fuerzas» tal como mucho tiempo después fue explícitamente ordenado por el Señor (2). No lo hicieron y fueron castigados. Mas no pecaron en la otra vertiente del amor: en la de su prójimo, puesto que no llegaron a maldecir a Caín sino que lloraron en igual medida sobre el muerto en la carne y sobre el muerto en el espíritu, reconociendo la justicia del dolor permitido por Dios al ser ellos quienes lo crearon con su pecado, correspondiéndoles por tanto ser los primeros en experimentarlo en todas sus facetas. Así pues, continuaron siendo hijos de Dios junto con sus descendientes venidos tras este dolor. ■ Caín, en cambio, pecó contra el amor de Dios y contra el amor del prójimo, infringió por completo el amor; Dios le maldijo y Caín no se arrepintió. Por eso él y sus propios hijos no fueron sino hijos del animal llamado hombre. Si el primer pecado de Adán produjo tal decadencia en el hombre, ¿qué grado de decadencia no habría producido el segundo al que acompañaba la maldición de Dios? ¿Qué variedad de formas de pecar no se habrían desatado en el corazón del hombre-animal al estar privado de Dios y qué virulencia habrían alcanzado después de que Caín, no solo hubo escuchado el consejo del Maldito sino que le abrazó como a su dueño querido asesinando por orden del mismo? ■ El desgaje de una rama, de aquella rama envenenada por la posesión diabólica, no quedó detenido sino que evolucionó de mil maneras. Cuando Satanás toma posesión, inocula la corrupción en todas las ramas. Cuando Satanás es rey, el súbdito se convierte en un Satanás. Un Satanás con todos los desenfrenos de Satanás. Un Satanás que va contra la ley divina y humana. Un Satanás que viola hasta las normas más elementales e instintivas del vivir como hombres dotados de alma, llegando a embrutecerse con los pecados más lúbricos del hombre-animal. Donde no está Dios está Satanás. Donde el hombre ya no tiene el alma viva, allí, aparece el hombre-animal. El bruto ama a los brutos. La lujuria carnal, y más que carnal, al estar aferrada y soliviantada por Satanás, le desata la avidez por todas las uniones, presentándole como bello y seductor lo que en realidad es horrendo y desordenado como un íncubo. Lo lícito no le satisface por parecerle muy poco, y demasiado honesto y, fuera de sí por la lujuria, busca lo ilícito, lo degradante, lo bestial. Aquellos que ya no eran hijos de Dios, por cuanto con su padre y como él se alejaron de Dios para acoger a Satanás, se abalanzaron a lo ilícito, degradante y bestial, llegando a tener monstruos por hijos e hijas. ■ Son los monstruos que ahora llaman la atención de vuestros científicos induciéndoles a error. Los monstruos que, por el poderío de sus formas, su salvaje belleza y su ardor bestial, frutos de la unión de Caín con los brutos y de los brutísimos hijos de Caín con las fieras, sedujeron a los hijos de Dios, es decir, a los descendientes de Set por Enós, Quenán, Mahalalel, Yered, Henoc de Yered —no confundir con el Henoc de Caín (3)—  Matusalén, Lamek y Noé, padre de Sem, Cam y Jafet. ■ Fue entonces cuando Dios, para impedir que la rama de los hijos de Dios se corrompiese del todo con la de los hijos de los hombres, mandó el diluvio universal para sofocar bajo el peso de las aguas la libídine de los hombres y para destruir los monstruos engendrados por la lujuria de los sin Dios, insaciables en su sensualidad al hallarse abrasados por el fuego de Satanás”.
.   ●  En los tiempos de la primera corrupción, (el hombre) tuvo aspecto de animal. Ahora tiene ese aspecto en la mente y en el corazón y su alma, en fuerza de su cada vez más profunda unión con el mal, ha tomado en demasiados el rostro de Satanás.- ■ Jesús: “Y el hombre, el hombre actual, desatina con las líneas somáticas y los ángulos cigomáticos. Y, no queriendo admitir un Creador al ser excesivamente soberbio para reconocer el haber sido hecho, admite la descendencia desde los brutos para así poder decir: «Nos hemos valido solos evolucionando de animales a hombres». El hombre se degrada, se autodegrada por no quererse humillar ante Dios. Y desciende. ¡Vaya si desciende! En los tiempos de la primera corrupción tuvo el aspecto de animal. Ahora tiene ese aspecto en la mente y en el corazón y su alma, en fuerza de su cada vez más profunda unión con el mal, ha tomado en demasiados el rostro de Satanás. ■ Escribe este dictado en el libro. El punto que nos ocupa lo habría desarrollado más ampliamente, según te indiqué en el lugar de tu exilio para rebatir las teorías culpables de tantos pseudo-sabios. Habría desvelado grandes misterios para que el hombre los conociese ahora que los tiempos han alcanzado su plenitud. No es tiempo ya de contentar a las gentes con fabulitas. Bajo la metáfora de las antiguas historias late la verdad clave de todos los misterios del universo que Yo habría explicado a través de mi pequeño y paciente Juan y así el hombre habría extraído del conocimiento de la verdad la fuerza necesaria para remontar el abismo y colocarse a nivel del enemigo en la última batalla que ha de preceder al fin del mundo que, a despecho de todas las ayudas de Dios, no quiere ser un pre-paraíso sino que prefiere convertirse en un pre-infierno. Y esta página muéstrasela, sin entregarla, a los que tú sabes. A uno le será de ayuda contra los restos de una pseudo-conciencia que atrofia a su corazón y los otros, a su vez, recibirán con ella una ayuda para su ya fuerte espiritualidad por medio de la cual podrán ver en todo el signo inconfundible de Dios”. (Escrito el 30 de Diciembre de 1946).
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1  Nota  : Cfr. Gén.  2,15-16;  3,2-3.   2  Nota  : Cfr.  Deut.  6,5.   3  Nota  : Para  la  descendencia de Caín, Gén. 4,17; para la descendencia de Adán, Gén. 4,25-26; 5.
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47-315.- Respecto del dictado del 5-3-44 sobre el Pecado Original (1).
Ni quitar ni añadir una tilde”.- ■ Respecto del Pecado Original (dictado de Jesús a María Valtorta el 5 de Marzo de 1944) dice Jesús:
“Es tan clara y exhaustiva la lección sapiencial y tan idónea para instruir a los ignorantes a quienes, no teniendo fe o teniéndola escasa, por racionalismo u otra causa no se conforman ya con fabulillas, que no es menester añadir ni quitar una tilde. Solo una ceguera voluntaria puede no ver la verdad sapiente contenida en este dictado. Unirás a este punto el dictado del 5-3-44 para que así tengamos ante los ojos la lección, y, si son  humildes, comprenderán la verdad”. (Escrito el 31 de Enero de 1947).
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1  Nota  : Se refiere al episodio  1-17-82, del 5-3-44,  primero sobre el Pecado Original.
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47-355.- “Si el hombre no hubiese pecado, ¿ya hubiera habido nunca Eucaristía, o mejor, una Comunión entre Dios y el hombre tan íntima y real cual nosotros, pecadores, la tenemos?”.
* María Valtorta, después de haber meditado sobre la Eucaristía, queda sumida en humildad profunda y amor reconocido ante la humildad y el amor generoso de Jesús-Eucaristía y hace la pregunta arriba mencionada.-Mientras aguardo al Padre que ha de traerme la Santa Comunión, voy pensando sobre la misma. Pienso en la forma tan simple que Jesús adoptó para darse a Sí mismo: un fragmento de pan al que unas pocas palabras transforman en el Cuerpo de Jesucristo. Y pienso también qué haría yo, si fuese sacerdote, al sustituirme a Jesús para pronunciar esas palabras y mudar el pan en el Cuerpo divino. Llamar a Dios, al Dios encarnado, del Cielo y hacerle descender allí con su Carne, Sangre, Alma y Divinidad, no una vez tan solo sino todos los días… y tocar a este bondadoso Jesús Eucaristía que se abandona en las manos del Sacerdote como en las de José y de María cuando era recién nacido. ¡Se me partiría el corazón de amor! Y mi cuerpo,  mi mente y mi espíritu querrían estar más limpios que un lirio que se entreabre para poder tocar menos indignamente al Señor. ■ Y pienso en su dignación de posarse sobre una lengua, descender a un estómago, que, a lo mejor se halla obstruido con alimentos mal digeridos. Muchísimas veces he visto a Jesús posar su mano sobre los leprosos y sus llagas horrendas. Lo cual era ya mucho. Mas aquí no se posa un instante, aquí desciende y se mezcla con nuestros hedores y hartazgos. Quedo sumida en abismos de humildad ante la de Jesús Dios y de amor reconocido ante el amor generoso de Jesús-Eucaristía. ■ A continuación hago un pensamiento y una pregunta a mi Señor presente: “Si el hombre no hubiese pecado y, tanto él como todos sus descendientes en la herencia de la Culpa, hubiesen permanecido en tal estado, ¿ya hubiera habido nunca Eucaristía, o mejor, una Comunión entre Dios y el hombre tan íntima y real cual nosotros, pecadores, la tenemos?”.
* “¡Mucho más! No comunión particular del Verbo Encarnado con sus fieles sino comunión total con la Santísima Trinidad habríais tenido. Porque Yo, al bajar como Hostia a vosotros, llevo conmigo el Trino e Indisoluble Amor si bien os nutro particularmente de Mí. Mas si hubierais permanecido inocentes hubierais tenido comunión total con la Trinidad sin necesidad de fragmentos de pan. El hombre habría evolucionado cada vez más a la perfección”.- ■ Y me responde Jesús centelleante de amor: “¡Mucho más! No comunión particular del Verbo Encarnado con sus fieles sino comunión total con la Santísima Trinidad habríais tenido. Porque Yo, al bajar como Hostia a vosotros, llevo conmigo el Trino e Indisoluble Amor si bien os nutro particularmente de Mí. Dije Yo: «He aquí mi Cuerpo. He aquí mi Sangre», y la Iglesia dice: «He aquí el Cuerpo de nuestro Señor Jesucristo. Que Él te guarde para la vida eterna». Mas si os hubierais mantenido inocentes, habríais tenido la Comunión con Dios sin necesidad de fragmentos de pan. La materia es para vuestra humanidad hecha prepotente tras el Pecado de Adán. En un principio fue reina la espiritualidad. Y la espiritualidad no precisa de elementos materiales para tratar de recibir y poseer un objeto. En nuestro caso, a Dios. ■ El hombre, de haber permanecido inocente y, por ende, justo por don gratuito de Dios, habría evolucionado cada vez más hacia la perfección, porque toda santidad, hecha exclusión de la divina, es susceptible de perfección. Altísima es la escala que lleva de la perfección relativa indispensable para poseer un día el Reino de los Cielos a la perfección que tan solo es inferior a Dios. Debes de considerar, alma mía, la gran diferencia perfectiva que existe entre la que un alma alcanza tras haberse purgado, por espacio de años o de siglos en el Purgatorio, de sus imperfecciones no eliminadas durante el día terreno, y entre la que un alma alcanza, no a través de un medio creado por Dios, cual es el del Purgatorio —compasivo laboratorio en el que las almas imperfectas se hacen cual deben ser los habitantes de la Ciudad celeste en la que nada impuro ni manchado puede penetrar— sino mediante una heroica voluntad propia. Hasta los hombres inocentes habrían podido laborar por alcanzar con la propia voluntad una perfección altísima. La raza humana habría evolucionado a una cada vez mayor espiritualidad. ■ He aquí entonces que, de la beatitud de saber conocer y amar a Dios, teniendo con Él familiares contactos de Padre con hijos para Él queridos —como lo demuestran estas citas: «Y dijo Dios al hombre y a la mujer…» (1), y: «Y el Señor, habiendo formado a todos los animales… los condujo hasta Adán…» (2), y también: «Y con la costilla que el Señor Dios le quitó a Adán formó a la mujer y se la presentó a Adán». Y, por último, en el Cp. 3, la voz del Señor que se paseaba en el paraíso al frescor del atardecer y llama a Adán teniendo con él y con la mujer el último coloquio finalizado en la condena— habría pasado a una posesión de Dios por cuanto Dios da siempre el ciento por uno a la criatura que le ama. Y en el caso presente habríase dado en posesión como Espíritu de Amor que se fusiona con el amor espiritual de la criatura que se hizo perfecta. Y ésta habría sido la Comunión de los hijos inocentes, de espíritu tan acendrado que hubiera sido capaz de sentir a Dios y de creer recibirle, no con la ayuda de la fe ni de los otros elementos, sino por la percepción exacta de la llegada de Dios con todos sus dones para un nuevo abrazo con el hijo amante. Un ir y venir del Amor al hombre, a modo de ola divina del divino Océano sobre la playa que le invoca y se extiende hacia el Océano divino para ser por él besado y cubierto. Un beso continuo, un revigorizarse cada vez más subido del espíritu ya virgen que habría de llegar a ser cada vez más virgen, un candor que ya no es color sino fuego, el mismo incandescente y virginal candor de María Inmaculada, Espejo de Dios que en su interior esplende y fuera de Ella se refleja con absoluta perfección. ■ He aquí vuestra Comunión de haberos mantenido puros cual os creó el Eterno. Dios Uno y Trino en vosotros y vosotros en Él y en vuestro espíritu el Espíritu Rey. La diferencia actualmente tan notable, entre el lugar de vuestra existencia y el lugar eterno, habría quedado reducida a un sutilísimo diafragma al que un más vivo latido de amor habría hecho desaparecer haciendo que la criatura, del paraíso terrenal donde habría comunicado con Dios en el amor espiritual, pasase sin fatiga ni dolor al Paraíso celestial, en donde quedaría sumida en Dios con doblada capacidad de gozar y de  amar. Tú que sabes qué cosa es el amor que viene a comunicarse con sus fuegos trinos, puedes intuir, siquiera sea vagamente, el éxtasis perpetuo, la plenitud de vida, la seguridad, la sabiduría y la paz que el hombre inocente habría tenido por compañeros constantes para la Comunión perpetua de Dios con el hombre. En adelante, nada ya de: «He aquí mi Cuerpo y mi Sangre». Sino: «¡Aquí nos tienes, hijo! Acógenos y ten en ti al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo para que seas perfecto en la unión con Nosotros». ■ ¡Oh, la unión con Nosotros! ¡Vuestra unión con Nosotros! ¡Éste fue el deseo ardiente que informó mi ardiente plegaria de la tarde pascual! ¡Mi gloria para vosotros a fin de que seáis una sola cosa con Nosotros! María, es mucho lo que tú conoces del Amor; mas nada conoces todavía de la inmensidad del Amor. No hay criatura mortal que pueda conocerlo. Mas vendrás adonde Yo estoy y lo conocerás. Conoceréis a qué capacidad de dones quería Dios llegar para premiar a sus hijos fieles. Son misterios que el Cielo desvelará. Queda en paz”. (Escrito el 18 de Abril de 1947).
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1  Nota  : Cfr.  Gén. 1,28-30.   2  Nota  : Cfr.  Gén. 2,19.
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47-387.- “El genio del hombre viene a ser una respuesta a quienes sostienen teorías evolucionistas, a los herejes que sostienen la autogénesis del Universo, a los ateos”.
El genio del hombre no es sino el medio con el que dar el testimonio del poder de Dios que lo creó con inteligencia y razón además de con espíritu, carne, sangre”.- ■ Dice Jesús al tiempo que yo corrijo páginas mecanografiadas y admiro su belleza de estilo: “Mira, María, si Yo  te hubiese proporcionado unas bellas páginas, literalmente hablando, nada en absoluto te habría proporcionado. Nada útil, nada de auténtico valor. Mi regalo habríase reducido a una música y hasta a una de esas músicas vacías, ligeras, que solo agradan al oído pero que no despiertan en quien las escucha pensamientos elevados. Porque hay música que es plegaria, que es lección, que eleva a contemplaciones sobrenaturales, música en cuyas notas vibra y se transparenta verdaderamente, no tanto el genio del hombre cuanto el poder de Dios Creador del hombre. ■ El genio del hombre no es sino el medio con el que dar el testimonio del poder de Dios que lo creó con inteligencia y razón además de con espíritu, carne, sangre. El genio del hombre viene a ser una respuesta para quienes sostienen teorías evolucionistas según las cuales el hombre no es sino la bestia que ha evolucionado a través  de  un lento ascenso desde la brutalidad a la humanidad. El genio del hombre no es sino la respuesta dada a los negadores de la Creación y, por tanto, de Dios Creador,  a los herejes que sostienen la autogénesis del Universo. El genio del hombre no es sino la respuesta dada a los ateos. El genio del hombre es la confesión de la existencia de Dios y de que todo existe porque Él lo quiere: luz, vida, elementos, inteligencia, todo. ■ Mas Yo me refiero ahora a las músicas vacías con las que equipararía mis páginas si éstas fuesen tan solo armonía de palabras y perfección de estilo. Mas en ellas se encierra la Sabiduría, mi Sabiduría. Es la Verdad, mi Verdad. En ellas está la Caridad, mi Caridad. Es Dios por tanto. He aquí por qué tienen valor. Y ¡ay de quien no busca ni encuentra en ellas su auténtico valor!”. (Escrito el 30 de Septiembre de 1947).
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47-403.- La fabulilla de la manzana no sirve ya hoy día para hacer que se acepte la cuarta verdad de fe que es la culpa de Adán.
* “La Obra es más para maestros que para las gentes. A la sutil y metódica erosión del racionalismo y demás tendencias de hoy se ha de oponer una abierta, sincera, verosímil y digna versión de primer pecado. Y así creerán más los maestros que harán creer más a los fieles”.- Recordando aquellos dictados sobre el Pecado Original que Jesús quiso anexionar a la Obra (1), le digo a Jesús: Ahora me formularán nuevas objeciones e, incluso, me atormentarán y tengo miedo por ello.
Y me responde Jesús: “La Obra es más para maestros que para las gentes. Los maestros habrán de proporcionar a las gentes el jugo de la Obra. Mas ellos, si han de suministrar la miel, tienen que nutrirse con las flores que Yo he dado. Todo es verdad en la Religión, sólo que a lo largo de los milenios y milenios, algunas verdades fueron dadas y expresadas mediante figuras o símbolos. Y esto no basta ya para este siglo de racionalismo y positivismo —¿y por qué no decirlo?— de incredulidad y de duda que penetran hasta en los ministros. ■ No basta ya. La fabulilla de la manzana, tal como se narra, no convence, no se acepta ni produce aumentos de fe antes debilita más bien la fe acerca de la verdad del Pecado Original y, por tanto, sobre mi predicación al ser Maestro entre las gentes, sobre la institución divina de la Iglesia, sobre la verdad de los Sacramentos y así podría seguir enumerando todo aquello que haría que tambalease la aceptación de la cuarta verdad de fe, o sea, la culpa de Adán.
La primera verdad: la existencia de Dios.
La segunda verdad: la rebelión de Lucifer y, en consecuencia, la transformación del Arcángel en Demonio, en Satán y, por tanto, en espíritu del Mal y de las Tinieblas opuesto al espíritu del Bien y de la Luz.
La tercera verdad: la Creación.
La cuarta verdad: la culpa de Adán, antevista en su consecuencia divina por Lucifer transformado en Satán por no adorarme a Mí, Jesucristo, Hijo de Dios, Redentor del Hombre, su Adversario y Vencedor. ■ La fabulilla de la manzana no satisface ya a las gentes de hoy y, sobre todo, a los maestros de hoy, los cuales la enseñan mal al no admitirla su pensamiento. A la sutil y metódica erosión del racionalismo y demás tendencias de hoy se ha de oponer una abierta, sincera, verosímil y digna versión —como corresponde a cuanto se relaciona con Dios, que es prueba propuesta por Él a sus creados— la única versión sincera y real de primer pecado. Y así creerán más los maestros que harán creer más a los fieles. ■ Lo que fue bueno al amanecer de la Humanidad resulta insuficiente y hasta perjudicial en el atardecer de la Humanidad cuando los espíritus se han hecho ya adultos y se encuentran maleados con tantas cosas. ¡Demos luz! Que en la luz está la vida”. (Escrito el 4 de Noviembre de 1947).
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1  Nota  : Ver el dictado  47-315 del 31 Enero de 1947.
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c) Dictados extraídos de las «Lecciones sobre la Epístola de San Pablo a los Romanos»
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S. Pablo.  A los Romanos, Cap. 7º, vv. 1-13

48-49.- El Pecado hizo al hombre torpe en su inteligencia para discernir el bien de mal, en su integridad. Por lo que Dios, dictó una ley en lugar de la Ciencia gratuita que perdiera el hombre con la muerte de la Gracia: le condujo a la Ley del Decálogo.- Por lo que la Ley es fruto de las consecuencias del Pecado.
* Los Primeros Padres, además de la Gracia santificante, recibieron otros dones: la integridad, la ciencia, la inmortalidad y la inmunidad. Hoy nos fijamos en la ciencia. Esa ciencia, proporcional a su estado, regulaba el amor de la criatura con su Creador; y regulaba también el de la criatura con la criatura: 1º con su semejante, su esposa, con amor sin lujuria y después con las demás criaturas de la creación, creadas para el hombre que las veía «muy buenas». Debiera haber regulado también el amor del hombre hacia las criaturas nacidas de su amor santo con Eva. Mas Adán y Eva no llegaron a este amor.- ■ Dice el Autor Divinísimo: “Es verdad firme que los Primeros Padres, además de la Gracia santificante y de la inocencia, recibieron otros dones de su Creador al tiempo de su creación. Y eran éstos: la integridad, esto es, la perfecta subordinación del sentido a la razón, la ciencia proporcional a su estado, la inmortalidad y la inmunidad de todo dolor y miseria. ■ Hoy hago fijar la atención de tu mente en el don de la ciencia proporcional a su estado. Una ciencia vasta, verdadera, capaz de ilustrar al hombre en todas las cosas necesarias a su ser de rey de todas las demás criaturas naturales y de criatura creada a imagen y semejanza de Dios por su alma que es espiritual, libre, inmortal, capaz de conocer a Dios y, por tanto, de amarle, destinada a gozarlo eternamente. Tal es el alma dotada con los dones gratuitos de Dios, de los que el primero de todos es la Gracia que eleva al hombre al orden sobrenatural de hijo de Dios, heredero del Reino de los Cielos. El hombre, por este don de ciencia sabía clara y sobrenaturalmente cómo obrar, qué caminos tomar para alcanzar el fin para que el que fue creado. Amaba a Dios con toda su capacidad, es decir, con una conciencia perfecta adecuada a su grado de hombre lleno de Gracia y de inocencia. Mas le amaba con un amor ordenado que era ardiente aunque sin rebasar los límites del reverencial respeto que la criatura, por más santa que sea, debe tener siempre a su Creador. ■ Este amor intenso, pero que en su intensidad no desborda los diques de la reverencia que la criatura debe a su Creador, flor de perfección preferida por Dios, nunca se ha dado sino en Jesús y en María, porque el Hijo del hombre y la Inmaculada fueron el nuevo Adán y la nueva Eva, reparadores de la ofensa de los primeros y consoladores del Padre Dios, usando con perfección todos los dones recibidos de Dios sin jamás prevaricar por soberbia de ser los predilectos de todas las criaturas. ■ Este don de ciencia del modo que regula el amor de la criatura con su Creador, regula también el de la criatura con la criatura: con la esposa, su semejante, en primer lugar, teniendo para ella un amor sin desorden de lujuria, ese amor ardiente de los inocentes con el que sólo los lujuriosos y corrompidos se creen incapaces de amar. ¡Oh ceguera causada por los fermentos de la corrupción! Los inocentes, los castos éstos son los que saben amar y amar de verdad. Amar los tres órdenes que hay en el hombre y con los tres ordenes que hay en él; pero comenzando del más alto y dando al más bajo  —el natural— esa ternura virginal que se refleja en el más ardiente amor materno y en el más ardiente amor filial. Esto es, en esos dos únicos amores desprovistos de atracción sensual: amor del alma, amor de criatura-hijo hacia el vivo tabernáculo que le llevó; amor de criatura-madre hacia el testimonio vivo de su cualidad de procreadora, gloria de la mujer que, por las penas y el sacrificio de maternidad se eleva de mujer a cooperadora de Dios, «obteniendo un hombre con el concurso de Dios» (1). ■ Regulaba el amor del hombre para con las demás criaturas a las que se unía por razón de utilidad o de afecto. En todas las cosas creadas veía el poder amoroso de Dios que habíalas creado para el hombre y las veía, al igual que Dios, «muy buenas». ■ Debiera haber regulado también el amor del hombre hacia las criaturas nacidas de su amor santo con Eva. Mas Adán y Eva no llegaron  a este amor porque  —aun antes de que «el hueso de los huesos de Adán y la carne de su carne, por la que el hombre dejará su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne», les floreciese un hijo del modo como una planta besada por el sol, y no por otro alguno, nacen flores y fruto—  el Desorden había corrompido con su veneno el amor santo de los Progenitores que quisieron conocer más de cuanto érales justo y suficiente que conociesen, por la que la Justicia dijo: «Tengamos cuenta no vaya el hombre ahora a extender la mano y coja también del Árbol de la Vida, coma de él y viva eternamente»” (2).
* Esta frase deja perplejos a muchos y a otros sírveles para presentar al Buenísimo y Generoso como un avaro cruel. El hombre había de nacer, ser procreado por el Hombre creado por Dios y ya no morir. Mas el hombre abusó. Quiso toda la Ciencia. Tras querer toda la Ciencia, habría podido querer toda la vida, y así destruye el orden y se autocrea eterno para igualarse a Dios. Igual a Dios, querer ser Dios. Hubiera sido cometer el mismo pecado de Lucifer. Y para el pecado de Lucifer no hay perdón. Dios quería poder perdonar al hombre. E intervino con la condena para salvar. Dictó muerte para dar Vida. Dictó destierro para dar la Patria eterna.- Autor Divinísimo: “Esta frase deja perplejos a muchos y a otros sírveles para presentar al Buenísimo y Generoso como un avaro cruel. Sírveles también para negar una de las verdades religiosas: la correspondiente a uno de los dones de Dios a los primeros padres, esto es, la inmortalidad. El don, para que sea don, ha de ser dado. Dios había dado la inmortalidad al igual de los otros dones entre los que estaba el de una Ciencia proporcionada a la condición del hombre. No toda la Ciencia, puesto que sólo Dios es sapientísimo. E igualmente había dado inmortalidad, mas no eternidad, puesto que sólo Dios es eterno. ■ El hombre había de nacer, ser procreado por el Hombre creado por Dios y ya no morir sino pasar del paraíso terrenal al celestial y gozar allí de perfecto conocimiento de Dios. Mas el hombre abusó. Prefirió no haber recibido don alguno gratuito. Quiso toda la Ciencia, sin reflexionar que hasta de las cosas buenas se ha de usar con medida proporcionada a la propia capacidad y que únicamente el Inmenso y Perfectísimo puede conocer todo sin peligro puesto que su infinita Perfección puede conocer todo el Mal sin recibir de él turbación alguna corruptora. ■ Dios sufre por el Mal que ve. Mas el sufrimiento es por lo que el mismo produce en vosotros, no por Él, ya que se encuentra muy por encima de cuanto pueda intentar el Mal.  Ni siquiera el obstinado y astuto poder que tiene por nombre Satán puede causar menoscabo a su Perfección. Es en vosotros como Satán ofende a Dios. Mas si vosotros os mantuvierais fuertes, no habría manera de que Satán ofendiese a Dios por vuestro medio. Si pensaseis en esto, vosotros que amáis a Dios más o menos intensamente, no pecaríais jamás, porque ninguno de cuantos os gloriáis del nombre de cristianos-católicos querríais sentiros cómplices de Satanás en ofender a Dios. Y sin embargo, lo hacéis. Es que jamás reflexionáis en lo astuto que es Satanás y tan rapaz que no se contenta con tentaros o venceros, sino que más que a vosotros, mira a mofarse de Dios, arrebatarle las almas, a ridiculizar y destruir el Sacrificio de Cristo haciéndolo inútil para muchos de vosotros y para otros muchos capaz apenas de evitarles la condenación. Satán, lo sabe muy bien, tiene contadas todas las lágrimas, todas las gotas de sangre del Hijo del hombre. En cada lágrima, en cada gota ha visto el verdadero nombre, el verdadero motivo de las mismas: la indiferencia inerte de un católico por estas lágrimas, la perdición de un católico por las gotas de la Sangre divina. Sabe cuál fue la causa del dolor que arrancó lágrimas y sudor purpúreo a Cristo; Adversario de Dios, Adversario desde el momento de su Rebelión, Adversario Eterno y Vencedor eterno para millones de espíritus a los que Cristo dona y donó el Cielo. ■ Pero volvamos a la Lección y, por los dones que el Sacrificio de Cristo os ha proporcionado, que cada uno complete el pensamiento que Yo interrumpo aquí. Tras querer toda la Ciencia, Adán habría podido querer toda la vida, es decir, la posesión de la vida, no como don recibido y conservado con amor, sino por esa violencia que falta al respeto, destruye el orden y, sin mérito alguno, se autocrea eterno para igualarse a Dios. Igual a Dios, querer ser Dios, hubiera sido cometer el mismo pecado de Lucifer (3). Y para el pecado de Lucifer no hay perdón. Dios quería poder perdonar al hombre. Quería devolverle la inmortalidad, la posesión del Cielo, la Ciencia proporcionada a su estado, la Gracia, Él mismo. E intervino con la condena para salvar. Dictó muerte para dar  Vida. Dictó destierro para dar la Patria eterna”.
* Decaído de su condición de hijo de Dios el hombre apreciaba por instinto el bien y el mal. Mas no sabía discernirlos en su integridad. Por lo que después de castigar con el diluvio y haber dado las primeras normas para ser menos violentos (prohibición de comer carne con sangre); y más tarde con la dispersión y confusión de lenguas; y castigando una vez más con el fuego sobre Sodoma y Gomorra, después de haber dado a Abraham una ley más clara de sujeción al Señor, llama a Sí a Moisés al que le conduce a la celebración del primer sacrificio pascual y de esta ley pascual condúcelo a Moisés al Decálogo.- Autor Divinísimo: “Dictó —he aquí el comienzo de la lección que ahora reanuda su argumento— dictó una ley en el lugar de la Ciencia gratuita que perdiera el hombre con la muerte de la Gracia en su corazón. La Ley es fruto de las consecuencias del Pecado. El Pecado hizo al hombre torpe en su inteligencia para discernir el bien de mal, y en su integridad. Al igual que un humo, había ofuscado la Verdad conocida y, como un estruendo, había apagado el sonido de las palabras divinas oídas al frescor de la tarde en el hermoso Edén (4). ■ Decaído de su condición de hijo adoptivo de Dios hasta el grado de animal racional, el hombre apreciaba por instinto que el matar debía ser un «mal» y que el corromperse con liviandades obscenas debía serlo igualmente. Mas no sabía distinguir hasta qué punto era malo el matar y qué lujurias eran las más abyectas para Dios. Por lo que Dios, después de haber castigado y vuelto a castigar de nuevo con diluvio (5) y haber, después de esto, dado las primeras normas para ser menos violentos (prohibición de comer carne con su sangre: Génesis  Cap. 9 V. 4); y más tarde con la dispersión de las gentes y confusión de lenguas (Génesis Cap.11 V. 8), origen de futuros pueblos, reinos y guerras que aún os atormentan; y castigado nuevamente una vez más con el fuego caído del cielo sobre Sodoma y las otras ciudades pecadoras (6), después de haber dado al justo Abraham una más clara ley de sujeción al Señor (Génesis Cap. 17 V.10), llama a Moisés a Sí y, mediante sucesivas órdenes y llamadas, le conduce a la celebración del primer sacrificio pascual (7) —sacrificio perpetuado hasta el fin de los siglos porque, al llegar la hora de la Gracia, el cordero añojo fue sustituido por el Cordero divino, Hostia perpetua sobre todos los altares del mundo y por todos los siglos— y de esta ley pascual condúcelo a Moisés al Decálogo” (8).
* El Decálogo, a la vez piedad y castigo, crea el pecado con todas sus consecuencias. Porque se peca al saber que se peca. Es también prueba. Como «prueba» era también el árbol que se erguía en medio del Edén. Sin prueba no se puede formar juicio del hombre y está dicho que «Dios prueba al hombre como el orfebre prueba el oro en el crisol».- ■ Autor Divinísimo: “Mas no habría dado el Decálogo si la razón hubiese dominado siempre a los sentidos, esto es, si no se hubiese cometido la Culpa en el Edén. Y no habríase dado, si al desorden de los sentidos no hubiera sucedido la pérdida de la Gracia y de la Inocencia y, por tanto, de la Ciencia igualmente. ■ Y así el Decálogo es a la vez piedad y castigo. Piedad para los débiles y castigo para los que se burlan de Dios haciendo el mal conscientes de que lo hacen. El Decálogo, con su parte positiva: «Harás», y negativa «No harás», crea el pecado con todas sus consecuencias. Porque se peca al saber que se peca, y así el hombre después de la Ley, ya no tuvo excusa para decirse a sí mismo: «No sabía que pecaba». ■ El Decálogo es piedad, castigo y prueba. Como «prueba» era también el árbol que se erguía en medio del Edén. Sin prueba no se puede formar juicio del hombre y está dicho que «Dios prueba al hombre como el orfebre prueba el oro en el crisol»” (9).
* Los verdaderos cristianos son los que no hacen mal uso de los infinitos méritos de Cristo, de la Gracia obtenida por su medio. En estos cristianos se encuentran vivos los dones del Espíritu Santo, al que completa Jesús comunicando a los hombres en gracia de Dios la ciencia, ese gran don perdido con el Pecado de Adán, la ciencia sin la cual la Ley dada para ser «vida» puede resultar «muerte».-Autor Divinísimo: “Sólo las virtudes fuertes, y sobre todo la caridad, se acomodan a las disposiciones negativas de la ley. Porque, generalmente el hombre, por insinuación satánica y por estímulos latentes, apetece lo que está prohibido. Por lo que son verdaderos héroes los que aplastan el sentido y las tentaciones bajo el peso de su fuerte amor y no alargan con avidez sus manos al fruto prohibido. Y éstos son los verdaderos cristianos, que no hacen mal uso de los infinitos méritos de Cristo, de la Gracia obtenida por su medio y, sarmientos silvestres injertados a la verdadera Vid, dan para Dios frutos copiosos de virtudes activas y están ciertos por ellos de alcanzar la vida eterna. Estos son los verdaderos cristianos en los que se encuentran vivos los dones del Espíritu Santo, al que completa Jesús comunicando a los hombres en gracia de Dios la ciencia, ese gran don perdido con el Pecado de Adán, la ciencia sin la cual la Ley dada para ser «vida» puede resultar «muerte». Porque el hombre que no posee la ciencia proporcionada a su estado no ama ordenadamente a Dios ni a las criaturas, cualquiera que éstas sean; cae en las diferentes idolatrías, en al triple concupiscencia (10); desfigura la misma religión con un conjunto híbrido de prácticas pecaminosas cuando no —siendo así que el cristiano recibe con el Bautismo el don infinito de la Gracia— de prácticas farisaicas condenadas por el Verbo divino (11); no se conoce a sí mismo y por eso hace de su placer un obsequio al querer divino; altera en sí la imagen y semejanza de Dios; los dones recibidos para su bien los vuelve y emplea para hacer y hacerse el mal; si hace limosnas, no las hace por misericordia con los pobres sino para ser alabado por ellas; si escruta los misterios de la creación, lo hace por recibir gloria de los hombres, mas no por dar gloria al Creador. De esta suerte, sus acciones pierden ese perfume que las hace santas a los ojos de Dios y él tiene en la Tierra su bien fugaz, mientras que «el hielo y el rechinar de dientes» como decía el Verbo (12) le aguardan allá donde no cuentan las apariencias sino la verdad de las acciones humanas. Y si, no obstante haber hecho mal aquel bien que podía llevar a cabo, elude por la misericordia de Dios el hielo y la tortura del Infierno, larga permanencia le aguarda en la escuela del Purgatorio, en donde aprenderá la verdadera caridad que no es «herejía de las obras», el azote de vuestros días, pues son muchos los que se afanan en servir a Cristo con un bullir de prácticas y actos exteriores tan sólo que dejan a los buenos como estaban o escandalizados tal vez y no sirven para mejorar a los malos ni convertirlos. ■ La verdadera caridad es, por tanto el ejemplo de una vida profunda y conscientemente cristiana en todo. La verdadera caridad es aquella que Jesús quería de Marta, afanada con exceso en tributar honores externos al Hijo de Dios (13). El vivir de este siglo no admite la contemplación, del modo que muchos la entienden. Mas Dios no bendice la sola acción. Él quiere que se complementen la vida activa y la contemplativa y que las obras no se reduzcan a simple fragor, agitación y aún a discusión con los enemigos; que no sean «herejía» sino religión, esto es, trabajo que equivale a plegaria por el continuo ofrecimiento de los propios actos a Dios, realizándolos todo únicamente a su gloria y así la plegaria sea trabajo. Trabajo continuo sobre sí mismo tallándose cada vez más conforme al Modelo Jesucristo y modelando a los demás con el ejemplo. ■ En vano se afanan los hombres si Dios no bendice sus actos. Y ¿cómo queréis que Dios esté con vosotros bendiciéndoos y triunféis en vuestras empresas si en ellas no actúa el don de ciencia por el que el hombre se conduce en todos sus actos guiado por un fin santo y no por la propia gloria?”. (Escrito 28 Febrero de 1948).
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1  Nota  : Cfr.  Gén.  4,1.   2  Nota  : Cfr.  Gén.  3,22.   3  Nota  : Cfr.  Is.  14,14.   4  Nota  : Cfr.  Gén  3,8-10. 5  Nota  : Cfr.  Gén. 7.  6  Nota  : Cfr.  Gén.  19, 1-29.   7  Nota  : El  primer sacrifico pascual.- Cfr. Ex. 12,1-14: “Este mes será para vosotros el comienzo de los meses, el primero del año… El día décimo de este mes tome cada uno un cordero por familia… y comerá así: con el vestido puesto… Durante esa noche yo recorreré Egipto y daré muerte los primogénitos de los egipcios y sus animales… La sangre del cordero señalará la casa donde estáis vosotros…”.   8  Nota  : Cfr. Éx.  20,1-17;  Deut. 5,6-21.  9  Nota  : Cfr.  Prov.  17,3.   10  Nota  : Cfr.  1 Ju.  2,16.   11  Nota  : Cfr.  Mt. 23,1-11.   12  Nota  : Cfr. Mt. 8,12; 13, 42; 22,13; 25,30.   13  Nota  : Cfr.  Lc. 10,38-42.
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S. Pablo. A los Romanos, cap. 7º (1)

48-56.- Prólogo de la lección (explicada en el siguiente dictado) que se desprende de los versículos 15 al 25 para perdonar a los pecadores arrepentidos y para elección de futuros apóstoles y discípulos. Norma observada por el mismo Divino Maestro.
* Estos 12 versículos vienen a ser una norma para juzgar a los hombres y una medicina para apreciar cómo juzgará Dios a los pecadores arrepentidos.-Dice el Dulce Huésped: “Del v. 15 al 25 es una lección que los maestros de espíritu deberían repetírsela con­tinuamente a sí mismos, lo mismo que a las almas farisaicas que ven la brizna de paja en el ojo de los hermanos a los que censuran ásperamente y no advierten la viga de la anticaridad que tienen en el suyo, que oprime su espíritu bajo el peso del egoísmo y de la soberbia  y debería repetírseles a esas pobres almas —¡oh!, menos culpables que las otras farisaicas, las cuales, si bien se sienten culpables y se duelen de ello, al reconocer que lo son, la humildad y el arrepentimiento son ya para ellas una absolución— a esas pobres almas que han pecado y lloran porque temen al Señor, Juez de su debilidad. Así pues, estos 12 versículos vienen a ser una norma para juzgar a los hombres y una medicina para apreciar cómo juzgará Dios a los pecadores arrepentidos”.
* Tan solo Jesús, el Hombre-Dios, pudo comprender a los pecadores a pesar de no haber pecado. Para cualquier otro maestro constituye un doloroso bien el haber cedido porque, experimentando el poder de las tentaciones y la propia debilidad, es como se adquiere ser maestro y médico con los discípulos y hermanos pecadores.-Dulce Huésped: “Quien los escribió fue Pablo, fariseo, descendiente de fariseos y discípulo de Gamaliel, de aquel Gamaliel que era una biblioteca viviente de la doctrina de Israel. Pablo, feroz perseguidor, en un principio, de aquellos a quienes tenía por anatema, después vaso de elección y de justicia, apóstol perfecto, evangelizador y represor heroico de su antiguo yo, encontrado digno de subir con la parte escogida de su alma hasta el tercer cielo y de oír allí misteriosas palabras divinas; un hombre, por tanto, del que, por la intransigencia de su primera época de vida y por la heroicidad de su segunda cabría pensar que había estado siempre muy por encima de los estímulos carnales. ■ Sin embargo, si lo hubiera estado, no habría podido ser «el Apóstol de los Gentiles», es decir, de aquéllos a los que la licencia consentida del paganismo, salvo raras excepciones de espíritus naturalmente virtuosos, les hacía más brutos que las criaturas dotadas de razón y de conciencia. Tan solo Jesús, el Hombre-Dios, pudo comprender a los pecadores a pesar de no haber pecado. Para cualquier otro maestro constituye un doloroso bien el haber cedido, más o menos, al demonio, al mundo y a la carne, porque, experimentan­do el poder de las tentaciones y la propia debilidad, es como se adquiere la sabiduría para ser maestro y médico con los discípulos y hermanos pecadores”.
* Norma observada por Jesús para elegirse a sus 12 apóstoles y a sus 72 discípulos: tomó a hombres muy humanos. Los formó. Dejó una Iglesia docente capacitada para ser su continuadora en la redención del mundo.Dulce Huésped: “Quiero que os fijéis en la norma observada por el divino Maestro para elegirse el co­legio apostólico y los 72. En el primero, tan solo Juan era virgen. En los segundos, menos unos pocos que aún eran casi niños cuando llegaron a ser discípulos, no hubo uno siquie­ra que hubiera dejado de morder el fruto apetitoso, dando con ello comienzo a las sucesivas caídas en la culpa. Eran hombres, nada más que hombres, hijos de Adán y así el fomes se agitaba como serpiente en sus cuerpos. La rama de la concupiscencia carnal es­taba viva aún en los más justos de entre ellos, o sea, en aquellos que ya habían domado la concupiscencia del oro y la soberbia de la vida. ■ Mas no había quien estuviese sin imperfecciones, ni aún el mismo Juan, el serafín de los discípulos del Maestro. Propenso a la ira,  como su hermano, mereció ser llamado «hijo del trueno» por Aquél que tanto le amaba. El apóstol de la Caridad, perfecto en el amor a su Maestro, llegó a ser apóstol de la caridad contemplando la mansedumbre, la caridad, la misericordia del Mártir divino del alba al ocaso del viernes pascual y despojóse para siempre del hábito de la ira ante la desnudez santísima del Rey de los reyes que se despojó hasta de su inmortalidad divina para conocer la muerte y salvar al hombre. ■ Jesús Dios recorriendo la Tierra —de haber querido podíalo haber hecho— habría podido encontrar entre los habitantes de los tres continentes de entonces, 12 y 72 justos más justos que los 12 y 72 que escogió en Israel. Porque Dios Creador puso (y pone) en el alma de todo hombre un don excelso: la Ley natural, que en los mejores desarrolla san­tidad de vida cualquiera que sea su conocimiento de la Divinidad. Y quien la observa y la reconoce como venida del Ser supremo, de Dios, puede, sin errar, decirse que es espí­ritu naturalmente unido al Dios verdadero Uno y Trino. El Rey universal, con su querer, podía, pues, llamar a Sí de los tres continentes a 12 y a 72, lo  mismo que con la voz de los astros llamó a su cuna a los tres Sabios y, de este modo, tener un Colegio de justos a su servicio. Y no lo hizo. ■ Tomó a hombres muy humanos: materia tosca, informe, con muchas partes impu­ras, y la formó. Sufrió, al hacerlo, por las defecciones y las traiciones de algunas partes de ella. Mas, en su Ascensión, dejó una Iglesia docente capacitada para ser su continua­dora en la redención del mundo. Capacitada por la doctrina y el ejemplo recibidos del Ver­bo; capacitada por la ayuda del Espíritu Santo recibido de Jesús resucitado una primera vez en el mismo Cenáculo y por segunda vez, en el mismo Cenáculo, diez días después de la Ascensión en cumplimiento de promesa divina y por la acción directa del Espíritu San­to, en virtud de la cual, fuesen los 12 llenos del Espíritu Paráclito y lo pudiesen transmitir a sus colaboradores en el ministerio sacerdotal; y capacitada, en fin, para que, instruida en sus diversos miembros con la propia experiencia de sus debilidades, de sus combates de hombres para formarse en la justicia y de sus recaídas, no fuese incapaz de ser maes­tra, antes al contrario, supiese comprender, compadecer, sostener y guiar a cuantos ve­nían al cristianismo débiles todos ellos por ser hombres y debilísimos en su espíritu por ser paganos, ya que el paganismo era doctrina materialista y de placeres desenfrenados. ■ Este el prólogo de la lección que se desprende de los versículos que te he indicado y que te los explicaré mañana por no consentir tu actual estado más prolongada fatiga”.  (Escrito el 20 de Mayo de 1948)
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1  Nota  : Cap. 7, vv. 14-25:  «Sabemos que la Ley es espiritual, pero yo soy un hombre débil vendido como esclavo al pecado. No entiendo lo que me pasa, pues no hago el bien que desearía, sino más bien el mal que detestoBien sé que en mí, o sea en mi carne, no habita el bien… ¡Qué infeliz soy! ¿Quién me librará de este cuerpo que me lleva a la muerte? Solo Dios, a quien doy gracias por Cristo Jesús, Señor nuestro…».
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S. Pablo. A los Romanos cap, 7º, vv. 14-25

48-57.- El Pecado Original y sus consecuencias.- La Evolución.- La Gracia y sus consecuencias.- “Si fue grande el Castigo, mayor, infinitamente mayor fue la Misericordia”.
* El Pecado Original y las palabras de Pablo: «Yo soy carnal… No sé lo que realizo pues no hago el bien que quiero sino el mal que aborrezc.-Dice el dulce Huésped:
“Para comprender debidamente las palabras de Pablo es preciso considerar bien el Pecado Original. Lección dada multitud de veces que nunca resultan excesivas porque la dolorosa realidad de aquel pecado y sus nefastas consecuencias son con frecuencia negadas o puestas en duda por muchos, por demasiados. Y entre éstos no faltan los que debieran, más que nadie, estar convencidos de la realidad del Pecado Original y de sus consecuencias, por los estudios realizados y, sobre todo, por sus experiencias en el ministerio que les pone de continuo ante sus ojos sagaces la decadencia del hombre, de criatura perfecta, se ha cambiado, por el Pecado Original, a criatura débil e impotente contra los asaltos de Satanás y de cuanto rodea y hay dentro del hombre, creación maravillosa envidiosamente turbada por el Enemigo de Dios. ■ Dirá alguno: «Lección que se repite, lección, por tanto, que resulta inútil». Mas es siempre útil, ya que nunca sabéis apreciar debidamente su necesidad, tanto para vosotros mismos como para los demás. ¡Qué poco le importa a Satanás que no lo sepáis! Por eso él produce en vosotros nieblas para ocultaros el debido conocimiento de este episodio que no tuvo término ni límite en el día que se produjo ni en los seres que lo protagonizaron, sino que, por semilla y por la sangre, todos los hombres han heredado la vida (la existencia) de Adán y de Eva —y en el último hombre que nazca sobre la Tierra aparecerá todavía manifiesta la descendencia de los Primeros Hombres— y así, por funesta herencia, se propaga del primer generante, Adán, de generación en generación, a todos los hijos del hombre hasta el último engendrado. ■ Para comprender bien la confesión de Pablo, que viene a ser la voz desolada de todos los hombres que, deseosos de obrar el bien con perfección se sienten impotentes de realizarlo con la perfección deseada, es preciso contemplar el fruto de la Culpa Primera y, consecuentemente, esa misma Culpa a fin de no encontrar injusta la condena ni sus consecuencias. Confiesa Pablo: «Yo soy carnal, vendido y sujeto al pecado». Y prosigue: «No sé lo que realizo pues no hago el bien que quiero sino el mal que aborrezco. Porque si hago lo que no quiero, reconozco que la ley es buena (al prohibir o mandar lo que prohíbe o manda), pero, en ese momento, (cuando hago el mal que aborrezco con mi parte mejor mientras que no hago el bien que desearía hacer) no soy yo el que obro sino el pecado que habita en mí… En mi carne no habita el bien… Tengo voluntad de hacer el bien, mas no hallo la manera de realizarlo… Descubro, entonces, esta realidad: cuando quiero hacer el bien se me pone delante el mal que está en mí. Me complazco en la Ley de Dios según el hombre interior, pero veo en mis miembros otra ley que se opone a la ley de mi mente y me hace esclavo de la ley del pecado que está en mis miembros…».
«YO SOY CARNAL»
.  ● «El hombre rey de la creación sensible fue creado con poder de dominio sobre todas las criaturas». Para ser rey incluso de sí mismo. Espíritu, entendimiento y materia constituían en el hombre un todo armónico. Y esta armonía la alcanzó desde el primer momento, no en fases sucesivas.- ■ También Adán se hallaba formado de carne además de espíritu. Mas no era carnal, ya que el espíritu y la razón ejercían su señorío sobre la materia. Y su espíritu inocente y lleno de Gracia tenía una semejanza admirable con su Creador en lo que tenía de inteligencia para comprender cuanto supera las cosas naturales. La elevación del hombre al orden sobrenatural, es decir, a la filiación divina por medio de la Gracia, había elevado la inteligencia humana (ya de sí vastísima por el don preternatural de la ciencia infusa, capaz, por ello, de entender todas las cosas naturales), a la inteligencia sobrenatural, susceptible de comprender lo que resulta incomprensible a quien no se halla predispuesto con un don sobrenatural, de poder comprender a Dios y, en grado menor, de poder ser fiel imagen suya por el orden y la justicia, por la caridad, la sabiduría y la liberación de toda restricción envilecedora. ■ ¡Libertad espléndida la del hombre lleno de gracia! Libertad respetada por el mismo Dios, libertad no acechada por fuerzas exteriores o estímulos internos. Realeza sublime la del hombre deificado, hijo de Dios y heredero del Cielo; realeza dominadora de todas las criaturas y del que ahora os tiraniza frecuentemente: ese yo en el que fermentan sin tregua los tóxicos de la gran herida. Cuando se dice: «El hombre rey de la creación sensible fue creado con poder de dominio sobre todas las criaturas», hay que tener en cuenta que él, por la Gracia y por los demás dones recibidos desde el primer instante de su ser, había sido formado para ser rey, incluso, de sí mismo y de su parte inferior por el conocimiento de su fin último, por el amor que hacíale tender sobrenaturalmente a Él y por el dominio sobre la materia y los sentidos latentes en ella. En unión con el Orden y amante del Amor, había sido formado para saber dar a Dios lo que le es debido y al yo lo que resulta licito darle sin desórdenes en las pasiones o desenfreno de los instintos. Espíritu, entendimiento y materia constituían en él un todo armónico. ■ Y esta armonía la alcanzó desde el primer momento de su ser y no hubo fases sucesivas como quieren algunos.
.   ● El hombre actual no es el resultado de una evolución, como tampoco el Universo es el producto de una autogénesis.- ■ No hubo autogénesis ni evolución sino Creación querida por el  Creador. Esa razón, de la que tan orgullosos estáis, os debería hacer ver que de la nada no se forma una cosa inicial y de una cosa única inicial no puede derivarse el todo. Sólo Dios puede ordenar el caos y poblarlo con las innumerables criaturas que integran el Universo. Y este Creador potentísimo no tuvo límites en su crear, que fue múltiple, como tampoco lo tuvo en producir criaturas perfectas, cada una con la perfección adecuada al fin para el que fue creada. Es de necios pensar que Dios, al querer para Sí un Universo, hubiera creado cosas informes, habiendo de esperar a ser por ellas glorificado a cuando cada una de las criaturas y todas ellas alcanzasen, a través de sucesivas evoluciones, la perfección de su naturaleza, de modo que fuesen aptas para el fin natural o sobrenatural para el que fueron creadas. Y si esta verdad es segura en las criaturas inferiores con un fin natural y limitado en el tiempo, es todavía más cierta con el hombre, creado para un fin sobrenatural y con un destino inmortal de gloria en el Cielo. ¿Cabe imaginar un Paraíso en el que las legiones de Santos, que entonan aleluyas en torno al trono de Dios, sea el resultado último de una larga evolución de fieras? ■ El hombre actual no es el resultado de una evolución en sentido ascendente sino el doloroso resultado de una evolución descendente en cuanto que la Culpa de Adán lesionó por siempre la perfección físico-moral-espiritual del hombre originario. Tanto la lesionó que ni la Pasión de Jesucristo, con restituir la vida de la Gracia a todos los bautizados, puede anular los residuos de la Culpa, las cicatrices de la gran herida, es decir, esos estímulos que son la ruina de quienes no aman o aman poco a Dios y el tormento de los justos que querrían no tener ni el más fugaz pensamiento atraído por llamadas de los estímulos y que libran, a lo largo de la vida, la batalla heroica de permanecer fieles al Señor. El hombre no es el resultado de una evolución, como tampoco el Universo es el producto de una autogénesis. Para que haya una evolución es siempre necesaria la existencia de una primera fuente creativa. Y pensar que de la autogénesis de una única célula se hayan derivado las infinitas especies, es un absurdo imposible. La célula, para vivir, necesita de un campo vital en el que se den los elementos que permitan la vida y la mantengan. Si la célula se autoformó de la nada, ¿dónde encontró los elementos para formarse, vivir y reproducirse? Si ella no era todavía cuando comenzó a ser, ¿cómo encontró los elementos vitales: el aire, la luz, el calor, el agua? Lo que aún no es no puede crear. Y ¿cómo entonces ella, la célula, encontró, al formarse, los cuatro elementos? Y ¿quién le sugirió, a modo de manantial, el germen de «vida»? Y aun cuando, por un suponer, este ser inexistente hubiese podido formarse de la nada, ¿cómo de su sola unidad y especie habrían podido derivarse tantas especies diversas cuantas son las que se encuentran en el Universo sensible? Astros, planetas, tierras, rocas y minerales; las varias numerosísimas calidades del reino animal: de los vertebrados a los invertebrados, de los mamíferos a los ovíparos, de los cuadrúpedos a los cuadrumanos, de los anfibios y reptiles a los peces, de los carnívoros feroces a los mansos ovinos, de los armados y revestidos de duras armas ofensivas y defensivas a los insectos a los que una nadería es bastante a destruir, de los gigantescos moradores de las selvas vírgenes, cuyo asalto no resisten sino otros colosos iguales a ellos, a toda la variedad de artrópodos llegando hasta los protozoos y bacilos; ¿todos vienen de una única célula? ¿Todo de una espontánea generación? Si así fuese, la célula sería más grande que el Infinito.
.   ● El Infinito realizó sus obras en seis días, seis épocas, subdividiendo su creadora acción en seis órdenes de creaciones ascendentes, evolucionadas, eso sí, hacia una perfección siempre mayor, no porque Él fuera aprendiendo sino por el orden que regula todas sus operaciones divinas.- ■ ¿Por qué el Infinito, el Sin Medida en todos sus atributos realizó sus obras por espacio de seis días, seis épocas, haciendo del Universo sensible, subdividiendo su labor creadora en seis órdenes de creaciones ascendentes, evolucionadas, eso sí, hacia una perfección siempre mayor? No porque Él fuese aprendiendo a crear sino por el orden que regula todas sus divinas operaciones. Orden que hubiese violado —y así habría resultado imposible la supervivencia del último ser creado: el hombre—  si éste hubiese sido hecho en primer lugar y antes de ser creada la Tierra en todas sus partes y hecha habitable por el orden puesto en sus aguas y por el sol benéfico, por la primera luna, por las innumerables estrellas; hecha morada, despensa y jardín para el hombre por todas las criaturas vegetales y animales de que está cubierta y poblada.
.   ● En el sexto día fue creado el hombre, completo, perfecto, único hombre, según el orden (el fin) para el que había sido creado: amar a Dios y servir a su Señor durante la vida humana, gozar de Él para siempre en la otra.- ■ En el sexto día fue hecho el hombre en el que, en síntesis, se encuentran representados los tres reinos del Mundo sensible y, en maravillosa realidad, la creación por Dios, del alma espiritual infundida por Él en la materia del hombre. El hombre: verdadero aro de unión de la Tierra con el Cielo; verdadero punto de encuentro entre el mundo espiritual y el material; ser en el que la materia es tabernáculo para el espíritu; ser en el que el espíritu anima la materia, no sólo para la vida limitada mortal sino para la vida inmortal tras la resurrección final. El hombre: la criatura en la que esplende y mora el Espíritu Creador. El hombre: la maravilla del poder de Dios que infunde su soplo, parte de su Ser Infinito, en el polvo elevándole a la categoría de hombre y donándole la Gracia que eleva la categoría del hombre animal a la de la vida y condición de criatura sobrenatural, de hijo de Dios por participación de naturaleza, haciéndola capaz de ponerse en relación directa con Dios, disponiéndola para comprender al Incomprensible y haciéndole posible y lícito amar a Aquel que en tal medida sobrepasa a todo ser que, sin un don suyo divino, el hombre, por su capacidad y reverente consideración, no podría ni aún desear amar. El hombre: triángulo creado que apoya su base —la materia— sobre la Tierra de la que fue extraído; que con sus facultades intelectuales tiende a subir al conocimiento de Aquél a quien se asemeja; y con su vértice —el espíritu del espíritu, la parte escogida del alma— toca el Cielo, perdiéndose en la contemplación de Dios-Caridad, mientras la Gracia, recibida gratuitamente, únele a Dios, y la caridad, inflamada por su unión con Dios, le deifica. Porque «el que ama nació de Dios» (1) y es privilegio de los hijos participar de la similitud de naturaleza. Por su alma deificada por la Gracia es, pues, el hombre imagen de Dios y por la caridad, que es posible por la Gracia, semejante a Dios. ■ En el sexto día, pues, fue creado el hombre, completo, perfecto, en su parte material y espiritual, hecho conforme al Pensamiento de Dios según el orden (el fin) para el que había sido creado: amar a Dios y servir a su Señor durante la vida humana, conocerle en Verdad y, de aquí, gozar de Él para siempre en la otra.  Fue creado el único hombre, aquél de quien debía proceder toda la Humanidad y, antes de nada, la Mujer compañera del Hombre y para el Hombre, con el cual habría de poblar la Tierra reinando sobre todas las demás criaturas inferiores. Fue creado el único Hombre, aquél que como padre, habría de transmitir a sus descendientes todo cuanto había recibido: vida, sentidos, facultades, así como inmunidad de todo sufrimiento, razón, entendimiento, ciencia, integridad, inmortalidad y, por último, el don por excelencia: la Gracia.
.   ● La teoría evolucionista sobre el origen del hombre que, para sostener su equivocado aserto, se apoya en la conformación del esqueleto y en la diversidad de colores, no contradice sino favorece la verdad del origen del hombre. ■ La tesis del origen del hombre conforme a la teoría evolucionista que, para sostener su equivocado aserto, se apoya en la conformación del esqueleto y en la diversidad de colores de la piel y del semblante, no es tesis que contradice la verdad del origen del hombre —ser creado por Dios—, antes favorece. Porque lo que revela la existencia de un Creador es precisamente la diversidad de colores, de estructuras y de especies en las criaturas queridas por Él, el Potentísimo. Y si esto es válido con las criaturas inferiores, mucho más lo es con la criatura-hombre que es hombre creado por Dios por más que, debido a las circunstancias del clima, de vida y también de corrupciones —por las que el diluvio y después, mucho después, se dictaron tan severos mandatos y castigos en las prescripciones del Sinaí y en los anatemas mosaicos (Levítico Cap. XVIII, 23 y Deuteronomio, cap. XXVII, 21)— muestre diverso semblante y color de una raza a otra. Es cosa probada, ratificada y confirmada por continuas pruebas, que una fuerte impresión puede influir sobre una madre gestante de modo que la haga dar a luz un pequeño monstruo que reproduzca en sus formas el objeto que turbó a la madre. Es cosa también probada que una larga convivencia con gentes de raza distinta a la aria produce, por mimetismo natural, una transformación más o menos acentuada de los rasgos de un rostro ario en los de los pueblos que no son arios. Y resulta probado así mismo que especiales condiciones de ambiente y de clima influyen en el desarrollo de los miembros y en el color de la piel. Por eso, las elucubraciones sobre las que los evolucionistas querrían cimentar el edificio de su presunción, no lo afianzan, antes favorecen su derrumbamiento.En el Diluvio perecieron las ramas dañadas de la Humanidad que andaba a tientas por entre las tinieblas subsiguientes a la caída, en la que, y sólo mediante los pocos justos como a través de cerradas nubes, llegaba aún algún rayo de la perdida estrella: el recuerdo de Dios y de su promesa. Y así, destruidos los monstruos, fue conservada la Humanidad y multiplicada de nuevo partiendo de la estirpe de Noé, que fue juzgada justa por Dios. Se volvió, por tanto, a la naturaleza primera del primer hombre, hecha siempre de materia y de espíritu continuando tal aún después de que la Culpa despojara al espíritu de la Gracia divina y de su inocencia.
.   ● ¿Podía Dios ofenderse a Sí mismo infundiendo el alma espiritual, su soplo divino en un animal, todo lo evolucionado que se quiera pensar pero siempre procedente de una dilatada procreación de brutos?.- ■ ¿Cuándo y cómo habría el hombre de recibir el alma si fuese el producto último de una evolución de seres brutos? ¿Es imaginable siquiera que los brutos hayan recibido, junto con su vida animal, el alma espiritual, el alma inmortal, el alma inteligente, el alma libre? Sólo el pensarlo es una blasfemia. ¿Cómo podrían transmitir lo que no tenían? Y ¿podía Dios ofenderse a Sí mismo infundiendo el alma espiritual, su soplo divino en un animal, todo lo evolucionado que se quiera pensar pero siempre procedente de una dilatada procreación de brutos? Pensar esto es también ofender al Señor. Dios, queriendo crearse un pueblo de hijos con los que expandir el amor del que sobreabundaba y recibir el amor del que se hallaba sediento, creó al hombre directamente con un querer suyo perfecto, con una única operación realizada el sexto día de la Creación mediante la cual hizo del polvo una carne viva y perfecta a la que después animó, dada su especial condición de hombre, hijo adoptivo de Dios y heredero del Cielo, no ya sólo con esa alma «que también los animales tienen en la narices» (2) y que termina con la muerte del animal, sino con el alma espiritual que es inmortal, que sobrevive a la muerte del cuerpo al que reanimará, tras la muerte, al sonar las trompetas del Juicio final y del triunfo del Verbo Encarnado, Jesucristo, y así las dos naturalezas, que vivieron juntas sobre la tierra, vivan juntas también gozando o sufriendo, según como juntas merecieron, por toda la eternidad. Esta es la verdad, ya la aceptéis o rechacéis. Y por más que muchos os empeñéis en rechazarla obstinadamente, día vendrá en que la conoceréis perfectamente y se esculpirá en vuestro espíritu convenciéndoos de haber perdido el Bien para siempre por ir tras la soberbia y la mentira.
.    ●  Resulta evidente que el que no admite la creación del hombre por obra de Dios no puede entender con exactitud qué es lo que constituye la Culpa, la condena y las consecuencias de la misma.- ■ Resulta inconcuso que quien no admite la creación del hombre por obra de Dios  —y del modo expuesto, esto es, de tal forma que, al pronto y de continuo, hacerle capaz, si quiere, de guiar todos su actos en orden a conseguir el fin para el que fue creado; fin inmediato: amar y servir a Dios durante la vida terrena; y fin último: gozar de Él en el Cielo— no puede entender con exactitud qué es lo que cabalmente constituya la Culpa, el por qué de la condena y las consecuencias de la misma. Mas seguidme. Mi palabra luminosa y sencilla, pues soy Dios. Y Dios, Sabiduría Infinita, sabe acomodarse a la ignorancia y relatividad de sus pequeños y por más que sean humildes, les digo: «El que sea pequeño, que venga a Mí y Yo le enseñaré la Sabiduría» (3).
LA PRUEBA
.  ● La única limitación puesta por Dios al hombre era la prohibición de coger los frutos del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal ya que un exceso de saber habría despertado en él la soberbia y se creería igual a Dios. ■ Cuando el hombre despertó de su primer sueño y se encontró la compañera a su lado, advirtió cómo Dios había completado su felicidad. ¡Su felicidad era muy grande ya en un principio…! Todo en Adán y en torno suyo había sido hecho para que gozara de una felicidad completa, sana y santa, y la delicia, esto es, el Edén, no estaba sólo en derredor suyo sino también dentro de él. Le rodeaba el jardín lleno de bellezas espirituales con virtudes de todo género prontas a madurar en frutos de santidad perfecta; y allí estaba el Árbol de la Ciencia adaptado a su estado;  y el de la vida sobrenatural: la Gracia; ni faltaban allí las aguas preciosas de la fuente divina que se partía en cuatro brazos y regaba de continuo con renovadas ondas las virtudes del hombre y así creciesen gigantescas haciéndole espejo cada vez más fiel a Dios. ■ Como criatura natural gozaba de cuanto veía: la belleza de un mundo virgen, recién salido del querer de Dios; gozaba con su poder: comprobando su señorío sobre las criaturas inferiores: todo habíalo puesto Dios al servicio del hombre: desde el sol al insecto y así todo le proporcionase placer. Como criatura sobrenatural, gozaba —mediante éxtasis racional y suavísimo— de la comprensión de la Esencia de Dios: el Amor; de las relaciones amorosas entre el Inmenso que se entregaba y la criatura que le amaba adorándole. El Génesis da una idea de esta facultad del hombre y de este comunicarse de Dios, con la frase: «habiendo oído la voz de Dios que se paseaba por el Edén con el frescor de la tarde» (4). Por más que el Padre diera a sus hijos adoptivos una ciencia proporcionada a su estado, con todo, les amaestraba. Y es que el amor de Dios es infinito y, después de haber dado, anhela dar nuevamente y, tanto más da, cuanto la criatura es más hija suya. Dios se da siempre a quien con generosidad se da a Él. Así pues, cuando el hombre se despertó y vio a la mujer semejante a sí, comprobó que su felicidad de criatura era completa al poseer el todo humano y tener el Todo sobrehumano por haberse dado el Amor al amor del hombre. ■ La única limitación puesta por Dios al poseer inmenso del hombre era la prohibición de coger los frutos del Árbol de la Ciencia del Bien y del Mal. Recolección inútil e injustificada habría sido ésta teniendo el hombre, como tenía, aquella ciencia que le era necesaria, y una medida que rebasara la establecida por Dios, no podía sino causar daño. ■ Considerad: Dios no prohibió coger los frutos del Árbol de la Vida, ya que de ellos tenía el hombre necesidad natural para vivir una existencia sana y longeva hasta que un más vivo deseo divino de descubrirse totalmente a su hijo de adopción, no le hiciese a Dios pronunciar el: «Hijo, sube a mi morada y abísmate en tu Dios», la llamada, sin sufrimiento de muerte, al Paraíso celestial. El Árbol de la Vida, que se encuentra al comienzo del Libro de la Gran Revelación (Génesis, cap. II, v. 9 y cap. III, v. 22)  y que de nuevo vuelve a encontrarse al final del Libro de la Gran Revelación: la Biblia (Apocalipsis de Juan, cap. XXII, vv. 2 y 14), es figura del Verbo Encarnado —cuyo fruto, la Redención, pende del leño de la cruz— de aquél Jesucristo que es Pan de Vida, Fuente de Agua Viva, Gracia, que os devolvió la Vida con su Muerte y del que siempre podéis comer y beber para vivir la vida de los justos y alcanzar la Vida eterna. ■ Dios no prohibió a Adán coger los frutos del Árbol de la Vida sino que le prohibió coger aquellos, inútiles, del Árbol de la Ciencia, ya que un exceso de saber habría despertado la soberbia en el hombre que se creería igual a Dios por la nueva ciencia adquirida, creyéndose neciamente capaz de poseerla sin peligro con el consiguiente urgir de un abusivo derecho al auto-juicio de las propias acciones —dado que nunca érale semejante en ciencia— a su Creador que, directamente o por gracia y ciencia infusa, habíale amorosamente indicado lo lícito y lo ilícito.
.  ● La medida puesta por Dios es siempre justa. Todas sus acciones son buenas aunque no lo parezcan a la criatura, limitada en el saber. Inútil es saberlo. Lo útil es obedecer.-  ■ La medida puesta por Dios es siempre justa. Quien quiere más de lo que Dios le dio, es concupiscente, imprudente e irreverente. Ofende al amor. Quien lo toma abusivamente es un ladrón y un violento. Ofende al amor. Quien quiere obrar independientemente de toda sumisión a la Ley sobrenatural y natural es un rebelde. Ofende al amor. Ante el mandato divino, los Primeros Padres debían obedecer sin importarles los porqués que son siempre el naufragio del amor, de la fe y de la esperanza. Cuando Dios manda hacer algo, se debe obedecer y hacer su voluntad sin preguntar por qué ordena u obra de aquél modo. Todas sus acciones son buenas por más que así no lo parezcan a la criatura, tan limitada en su saber. ¿Por qué no habían de ir a aquél árbol, coger aquellos frutos y comer de ellos? Inútil saberlo. Lo útil es obedecer, no otra cosa, contentarse con lo mucho que se tiene. La obediencia es amor y respeto y, a la vez, medida del amor y del respeto. Tanto más se ama y venera a una persona cuanto más se la obedece. Ahora bien, en este caso, al ser Dios el que ordenaba —Dios infinitamente Grande, infinitamente Bueno, Benefactor munífico del hombre— éste, tanto por respeto como reconocimiento, debía dar a Dios, no «mucho» amor, sino «todo» el amor adorante de que era capaz y, por ende, toda la obediencia, sin analizar las razones de la prohibición divina. Toda discusión presupone un autojuicio y crítica de una orden o acción ajenas. Juzgar es cosa difícil y raramente el juicio es justo; pero jamás lo es cuando juzga inútil, errada o injusta una orden divina. El hombre debía obedecer. La prueba de esta capacidad suya, que es medida de amor y de respeto, estribaba en el modo con que habría o no habría sabido obedecer.
EL MEDIO
.   ●  Aquel árbol tenía frutos nada diferentes de los demás árboles, pero era árbol de bien y de mal, resultando uno u otro según el comportamiento del hombre. La manzana no era únicamente la realidad de una fruta. Es así mismo un símbolo. El símbolo del derecho divino y del deber humano.- El árbol y la manzana. Dos cosas pequeñas, insignificantes, si se las compara con las riquezas que Dios había otorgado al hombre. ¿Cómo, habíase dado Él: Dios, y prohibía mirar a un fruto? ¿Cómo, había proporcionado al polvo la vida natural y la sobrenatural, había infundido en el hombre su aliento, y prohibía coger una fruta? ¿Cómo, había hecho al hombre rey de todas las criaturas, le consideraba, no como súbdito sino como hijo, y le prohibía comer una fruta? Al que no sabe meditar con sabiduría, puede parecerle este episodio un tanto inexplicable, semejante al capricho de un benefactor que, tras haber cubierto de riquezas a un mendigo, le prohibiese recoger una piedrezuela caída en el polvo. Mas no era así. La manzana no era únicamente la realidad de una fruta. Es así mismo un símbolo. El símbolo del derecho divino y del deber humano. Aun cuando Dios llama y beneficia extraordinariamente, los beneficiados han de tener siempre en cuenta que Él es Dios y que el hombre jamás debe prevaricar por más que se sienta extraordinariamente amado. ■ Con todo, ésta es la prueba que pocos elegidos saben superar. Quieren más de lo que ya recibieron y tienden la mano para coger el don que no se les dio. Y así se encuentran con la Serpiente y sus frutos venenosos. ¡Alerta, elegidos de Dios! Recordad que siempre que en vuestro jardín, tan repleto de los dones de Dios, siempre está el árbol de la prueba en torno al cual trata siempre de enroscarse el Adversario de Dios y vuestro para arrebatarle a Dios un instrumento y seduciros arrastrándoos a la soberbia, a la codicia y a la rebelión. No violéis el derecho de Dios. No conculquéis la ley de vuestro deber. Jamás. Parecen ser muchos, demasiados, a juicio de algunos, los instrumentos de Dios, las «voces». Pues bien, Yo os digo a todos vosotros, teólogos y fieles, que serían cientos de veces más, si todos aquellos a quienes Dios llama a un ministerio especial, acertasen  a no tomar lo que Dios no les dio para  tener más aún. Todos los fieles tienen en el Decálogo, árbol de la ciencia del Bien y del Mal, su prueba de fe, de amor, de obediencia. Para las «voces» y los instrumentos extraordinarios resulta, más que nada, atrayente ese árbol, objeto de las insidias de Satanás. Porque cuanto mayor es lo que se os da, tanto más fácil surge la soberbia, la codicia y la presunción de tener asegurada cualquier forma de salvación. Yo os digo, por el contrario, que quien  más tuvo, más en el deber está de ser perfecto si quiere librarse de grave condena, cosa que no ocurrirá con quien, habiendo tenido poco, le alcanza la atenuante de haber sabido poco. ■ Me adelanto a la pregunta: ¿Aquel árbol tenía frutos buenos y frutos malos? Tenía frutos nada diferentes de los demás árboles. Pero era árbol de bien y de mal, resultando uno u otro según fuera el comportamiento del hombre, no en relación con el árbol sino en relación con la orden divina. Obedecer es un bien. Desobedecer es un mal. Sabía Dios que a aquel árbol acudiría Satanás para tentar. Dios lo sabe todo. El fruto malvado era la palabra de Satanás gustada por Eva. El peligro de acercarse al árbol radica en la desobediencia. A la ciencia pura proporcionada por Dios inoculó Satanás su malicia impura que pronto llegó a fermentar en la carne. Mas Satanás primero corrompió el espíritu haciéndolo rebelde y después el entendimiento haciéndolo astuto. ¡Oh, qué bien conocieron después la ciencia del Bien y del Mal! Porque todo, hasta esa nueva vista que les hizo conocer que se encontraban desnudos, les advirtió de la pérdida de la Gracia que habíales hecho felices en su inteligente inocencia hasta entonces y de la pérdida así mismo de la vida sobrenatural.
.   ● ¡Desnudos! ¡Pobres! ¡Muertos!.- ■ ¡Desnudos!, no tanto de vestidos cuanto de dones de Dios. ¡Pobres!, por no haber querido ser como Dios quiso. ¡Muertos!, por haber temido morir con su especie si no hubiesen obrado por su cuenta. Cometieron el primer acto contra el amor con la soberbia, la desobediencia, la desconfianza, la duda, la rebeldía, la concupiscencia espiritual y, por último, con la concupiscencia carnal. No. Dios es ordenado en todas las cosas. Aun en las ofensas a la ley divina, el hombre pecó primero contra Dios, queriendo ser semejante a Dios: «dios» en el conocimiento del Bien y del Mal y en la absoluta y, por tanto, ilícita libertad de obrar a su antojo y querer contra todo consejo y prohibición de Dios; después contra el amor, amándose desordenadamente, negando a Dios el amor reverencial que le es debido, poniendo al yo en el puesto de Dios, odiando a su futuro prójimo: su misma prole a la que proporcionó la herencia de la culpa y de la condena; y, en último término, contra su dignidad de criatura regia que había tenido el don del perfecto dominio sobre sus sentidos. El pecado sensual no podía producirse mientras duraran el estado de Gracia y los demás estados consiguientes al mismo. Podían darse tentaciones, mas no consumación de la culpa sensual mientras duraba la inocencia y, con ella, el dominio de la razón sobre el sentido.
EL CASTIGO
.   ● Castigo justo porque el hombre  no respetó las limitaciones puestas por Dios. Dios sometió al hombre a una prueba. Mas era justo que le sometiese a ella a fin de confirmarle en gracia, lo mismo que, con idéntico fin, sometiera a los ángeles a prueba, confirmando en gracia a cuantos, de entre ellos, la superaron.-Castigo no desproporcionado sino justo. Para entenderlo se ha de tener en cuenta la perfección de Adán y de Eva. Con la mira puesta en ese hito, se puede medir la magnitud de la caída en aquel abismo. Si Dios tomara algunos de vosotros y os pusiera en un nuevo Edén dejándoos tal como sois pero dándoos los mismos mandatos que a Adán y vosotros desobedecieseis a Él, ¿creéis que Dios os condenaría  con el mismo rigor que a Adán? No. Dios es justo y sabe qué herencia tan tremenda arrastráis vosotros. Las consecuencias del Pecado de Origen fueron reparadas por Cristo en cuanto atañe a la Gracia. Mas perdura la debilidad de la lesión inferida a la perfección originaria. Y esta debilidad la constituyen los estímulos, semejantes a gérmenes infecciosos que quedaron latentes en el hombre, prontos en entrar en acción para vencer a la criatura. Hasta en los santos más santos se encuentran estos estímulos. Y otra cosa no es en el fondo la santidad que la lucha y la victoria continuas que el alma y la razón del justo sostienen y consiguen contra y sobre los estímulos para permanecer fieles al Amor.  Dios, que es infinitamente justo, no sería ahora inexorable contra ninguno de vosotros como lo fue con Adán, ya que tendría en cuenta vuestra debilidad. Con Adán lo fue por estar él dotado de todo lo que podía hacerle vencedor, y fácil vencedor, de la tentación. De ahí que fuera castigado con aquel castigo en el que se ve que si el hombre prevaricador no respetó las limitaciones puestas por Dios, Éste, en cambió, respetó las que, en relación con el hombre, habíase impuesto a Sí mismo. ■ Dios no violentó el libre albedrío del hombre, mientras que, por su parte, el hombre violentó los derechos de Dios. Ni antes ni después de la Culpa violentó Dios la libertad de acción del hombre. Simplemente le sometió a una prueba. Mas era justo que le sometiese a ella a fin de confirmarle en gracia, lo mismo que, con idéntico fin, sometiera a los ángeles a prueba, confirmando en gracia a cuantos, de entre ellos, la superaron. Y así, una vez sometido a prueba, le dejó en libertad de obrar con respecto a ella. Si Dios hubiera querido violentar la libre voluntad del hombre en escogerse su destino, no le habría propuesto la prueba o habríale sujetado de tal modo las potencias del querer que se vería imposibilitado de obrar mal. Así también, de haberlo querido premiar a pesar de todo, le habría perdonado todo por anticipado o, a fin de tener un motivo de otorgarle su perdón, habríale suscitado la contrición perfecta en el corazón, o cuando menos, una atrición por los bienes que había perdido, ayudándole con un rayo suyo de amor a volver su imperfecto dolor de atrición, por la pérdida de los bienes presentes de aquel instante y de los futuros, en un perfecto dolor de contrición, por la ofensa a Dios y por la pérdida de su Gracia y Caridad. ■ Mas todos estos supuestos hubieran resultado injustos en relación con los ángeles que fueron sometidos a prueba. No tuvieron sujetas las potencias del querer, no fueron perdonados por anticipado ni Dios suscitó en su ser movimiento alguno de contrición o atrición apto para suscitar el perdón divino. Cierto que los ángeles habían sido más favorecidos que los hombres al no pecar por los dones de gracia y de naturaleza (espíritus privados de cuerpo y, por tanto, de sentidos) y estar exentos, por ello, de las presiones internas del sentido y de las externas (la Serpiente) y, sobre todo, por el conocimiento de Dios. Y, no obstante, pecaron sin atenuantes de ignorancia ni de estímulo del sentido, por pura malicia y querer sacrílego. Mas nada de cuanto antes se ha dicho se dio, ni de parte de Dios ni de parte del hombre. Dios respetó la voluntad humana.
.   El hombre salió del Edén lleno de soberbia. Se avergonzaban no de estar desnudos (desvestidos de gracia e inocencia) sino por miedo de comparecer culpables ante Dios. Miedo sí, arrepentimiento no. Por lo cual, Dios, echados del Edén, «puso dos querubines en los umbrales del mismo» para que no volviesen a entrar en él fraudulentamente y se apoderasen de los frutos del Árbol de la Vida, anulando con ello una parte del justo castigo.- ■ El hombre perseveró en su estado de rebeldía para con su Benefactor divino. Salió del Edén lleno de soberbia tras haber mentido —porque nunca en él se había dado el maridaje de la Mentira— y haber aducido pobres excusas de su pecado, mientras que el haberse hecho ceñidores de hojas atestiguaba que se avergonzaban, no de que estaban desnudos y no querían aparecer así ante Aquel que habíales creado vestidos únicamente de gracia e inocencia, sino que tenían miedo de comparecer ante Dios por ser culpables. Miedo, sí. Arrepentimiento, no. Por lo que Dios, después de haberlos echado del Edén, «puso dos querubines en los umbrales del mismo» (5) para que los dos prevaricadores no volviesen a entrar en él fraudulentamente y se apoderasen de los frutos del Árbol de la Vida anulando con ello una parte del justo castigo, defraudando una vez más a Dios de su derecho de dar y quitar la vida tras haberla conservado sana, gozosa y longeva con los frutos saludables del Árbol de la Vida. Castigo justo, por tanto. Privación de cuanto el hombre, espontáneamente, despreciara: la Gracia, la integridad, la inmortalidad, la inmunidad y la ciencia. Y, en consecuencia: la pérdida de la paternal caridad de Dios y de su poderoso auxilio; y, de ahí, la debilidad del alma herida, la fiebre avivada de la carne, y el delirio y excesos de la razón; de ahí el miedo a Dios, la pérdida del Edén en el que sin fatiga ni dolor discurría la vida; de ahí el cansancio, la muerte, la sujeción de la mujer al hombre, la enemistad entre los hombres y entre los hijos de un mismo seno, el abuso, todos los males que torturan a la humanidad, el miedo a la muerte y al juicio, el tormento de haber provocado el dolor y haberlo transmitido, a una  con la vida, a aquellos que más se ama.
CONSECUENCIAS
.  ●  «Como por obra de un solo hombre (Adán) entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte, así alcanzó a todos los hombres la muerte por Adán en que todos pecaron». Adán, como iniciador de la familia humana, transmitió la enfermedad por él contraída a sus descendientes. Otro tanto ocurre cuando un hombre tarado procrea hijos.- ■ Aparte la condena inmediata y personal y sus próximas consecuencias personales, el pecado de Adán, con su inherente condena, tuvo efectos que han de durar hasta el fin de los tiempos, pesando sobre la Humanidad. Adán, como iniciador de la familia humana, transmitió la enfermedad por él contraída a sus descendientes. Otro tanto ocurre cuando un hombre tarado procrea hijos. Con más o menos virulencia, los gérmenes de la enfermedad pasan a la prole y de ésta a las siguientes, de unas a otras. Y si bien es posible con medicamentos adecuados reducir a forma más benigna lo maligno de la enfermedad hereditaria portadora, incluso, de la muerte, pero nunca aquellos hijos ni los hijos de sus hijos serán sanos como los procedentes de una sangre incontaminada. Es verdad y está escrito: (6) «Como por obra de un solo hombre (Adán) entró el pecado en el mundo y por el pecado la muerte, así alcanzó a todos los hombres la muerte por Adán en que todos pecaron». ■ Este dolor, antes que Pablo, lo expresaron: la Sabiduría (7), el Verbo docente (8), el salmista (9) y, en fin de cuentas, Dios, ya que siempre es Dios el que habla por boca de sus inspirados. Este dolor inunda el mundo, se transmite de generación en generación y no acabará sino con el mundo. Con sus lamentos hizo resonar la gleba de la que Adán, fatigosamente y regándola con su sudor, extraía el pan. Se derramó por la Tierra y los confines, los desfiladeros, las selvas y los animales lo sintieron horrorizados trasmitiéndoselo unos a otros. Y, cual luz cegadora, hizo ver a Adán y a Eva la inmensidad de su pecado, cometido, no solo contra Dios sino también contra su propia carne y su propia sangre. ■ Hasta aquel momento el veredicto de Dios no había aún quebrantado la rebeldía del hombre, el cual, con la facilidad de adaptación del animal —pues el hombre privado de la Gracia no es sino el más perfecto de los animales— habíase adaptado prontamente a su nuevo destino, no tan suave y gozoso como el primero, mas tampoco desprovisto de satisfacciones personales que venían a compensar los dolores humanos. La pasión del sentido se saciaba con la carne de la compañera a la que se unía, no santamente como Dios quería y del modo que el hombre inocente y lleno de ciencia había entendido en el Edén que debía formarse una sola carne; la alegría de crear por sí solos  —¡oh altanería pertinaz!— nuevas criaturas ilusionándose con ello de ser semejantes y de bastarse a sí mismos sin tener que agradecérselo a nadie, eran gozos sensuales; pero gozos al fin. ¡Oh, en qué cantidad y con qué obstinación perduraron en los protervos el humo del orgullo y la calígine de las concupiscencias desenfrenadas! La maternidad se alcanzaba con dolor, mas el gozo de los hijos compensaba aquel dolor. El alimento se conseguía con fatiga, mas el vientre se llenaba igualmente y la gula quedaba satisfecha pues la Tierra se hallaba colmada de cosas buenas. La enfermedad y la muerte se hallaban lejos, gozando sus cuerpos, que fueron creados perfectos, de una salud y virilidad que hacían pensar a los dos protervos en una vida longeva, cuando no eterna. Y la soberbia que fermentaba en ellos les suscitaba este pensamiento mofador: «¿Dónde está el castigo de Dios? Sin Él somos también felices».
.    ●  Con la primera sangre vertida sobre la Tierra, la sangre del dulce Abel, Adán y Eva comprendieron lo que es dar a luz en pecado. Con lo que, murió su orgullo y vino a nacer el arrepentimiento.- ■ Pero un día el verde de los campos sobre el que se abrían las flores multicolores creadas por Dios, se enrojeció con la primera sangre humana, vertida sobre la Tierra, y ululó la madre volcada sobre el cuerpo del dulce Abel extinto (10), y el padre comprendió cómo no había sido vana aquella amenaza que pronosticaba: «retornarás a la tierra de la que fuiste sacado, porque polvo eres y polvo volverás a ser» (11) y Adán murió dos veces: por sí y por su hijo, pues un padre muere la muerte de sus hijos viéndolos extintos, y Eva alumbró con desgarro dando a la Tierra el cuerpo exánime de su hijo querido y comprendió lo que es dar a luz en pecado. Mas igualmente, al tiempo en que aún fulguraba —y era así mismo señalada misericordia— el castigo de Dios, murió el orgullo y vino a nacer el arrepentimiento, la nueva vida con la que los dos Culpables iniciaron la subida por el sendero de la Justicia y merecieron, tras larga expiación y espera, el perdón divino, por los méritos de Cristo. Y por los méritos de María.
* Por los méritos de Cristo y por los méritos de María, la humanidad heredó de nuevo la Gracia.- ■ Por los méritos de Cristo. Y por los méritos de María. ¡Oh!, dejadme que celebre aquí esta verdad de la Inmaculada que fue y que es mía, la cual, por nuestro amor conjunto, dio al mundo el Verbo hecho Carne: el Emmanuel. Por la infidelidad de la mujer conoció el género humano el pecado, el dolor y la muerte. Y por la fidelidad de la Mujer obtuvo el género humano su regeneración a la Gracia y, en consecuencia, el perdón, la alegría y la Vida. Por la concupiscencia, la muerte, todas las muertes. Y por la pureza de una triple virginidad —de cuerpo, de mente, y de espíritu— la Vida, la verdadera Vida, la de la carne resucitada de los justos para vivir eternamente, la de la mente abierta a la Verdad y la del espíritu renacido a la Gracia. Por el maridaje con Satanás, el odio fratricida y deicida. Por el connubio con Dios, el amor fraterno y el espiritual que abarcan a la Divinidad y a la Humanidad derramándose sobre ambas, operando a la vez por ellas el Amor Encarnado y el Amor virginal, ofreciéndose voluntariamente, totalmente, hasta consumarse para consolar a Dios y salvar al hombre. ■ La muerte de Abel quebrantó el orgullo de Adán e hizo experimentar a Eva lo más atroz del alumbramiento destinado a las Tinieblas. La muerte de Cristo quebrantó el Pecado e hizo ver a la Humanidad lo mucho que cuesta el alumbramiento a la Gracia. El ululato de Eva tiene su correspondencia en el clamor de María a la muerte de su Hijo Santísimo. Y les digo a quienes creen a María ajena al dolor por estar llena de Gracia, que, en modo alguno sufrió Eva, en su desolación merecida, lo que sufrió María inocente. Porque si el ulular de Eva indicaba el nacimiento del Arrepentimiento, el clamor de María fue la señal del Nacimiento de la nueva era. Y si en aquella hora, marcada por la primera sangre humana derramada por criminal violencia, por la que fue la Tierra maldecida por segunda vez, se inició la subida a la Justicia, en la hora nona, marcada con la última gota de Sangre divina, bajó de los Cielos, la Redención, saliendo, cual río de salud, de dos Corazones inocentes y lacerados: el del Hijo y el de la Madre. ■ Verdaderamente, no sólo por los méritos de Jesús, sí que también por los de María, estáis vosotros en posesión de la Vida; y Ella, Madre de la Vida, Madre Virgen, pura, inocente, que no conoció los dolores del parto —según la ley de la carne decaída— al dar luz a Jesús, en cambio, conoció, y bien conocidos los del más doloroso parto, al daros a luz a vosotros, Humanidad pecadora, a la nueva Vida de la Gracia. Por un solo hombre conoció el hombre la muerte. Por un solo Hombre conoció el hombre la Vida. Por Adán heredó la Humanidad la Culpa y sus consecuencias. Por Jesucristo, Hijo de Dios y de María, la Humanidad heredó de nuevo la Gracia y sus consecuencias.
* Esa Gracia, (que no anula todas las consecuencias de la Culpa: el dolor, la muerte ni los estímulos), os ayuda a soportar el dolor, el miedo a la muerte, a hacer frente a los estímulos o fomes y domarlos con los auxilios sobrenaturales… . «¿Es justo esto? ¿No podía el Redentor devolver toda la perfección?».- ■ Y esa Gracia, por más que no anule todas las consecuencias terrenas de la Culpa Original —como son el dolor, la muerte y los estímulos que os quedaron para daros pena, temor y combate— os ayuda fuertemente a soportar el dolor presente con la esperanza del Cielo, os ayuda a afrontar el miedo de morir con el conocimiento de la Misericordia divina, os ayuda a hacer frente a los estímulos o fomes y domarlos con los auxilios sobrenaturales proporcionados por los méritos de Cristo y los Sacramentos por Él instituidos. ■ He dicho: «Por más que no anule la Gracia todas las consecuencias de la Culpa…». Es éste un punto contra el que se rebelan muchos diciendo: «¿Es justo esto? ¿No podía el Redentor devolver toda la perfección?». Es justo. Todo en Dios es justo. El hombre no resultó herido en choque alguno con Dios, a resultas del cual debiera Dios sentirse obligado a reparar los daños causados voluntaria o involuntariamente. El hombre se hirió a sí mismo voluntaria y conscientemente. De ahí que, cuando un hombre se infiere de este modo heridas verdaderamente graves, queda para toda la vida mutilado, tarado o marcado con hondas cicatrices, no habiendo médico que pueda anular con su intervención la totalidad del daño y, menos, reponer las partes perdidas. Adán se mutiló la Gracia, la vida sobrenatural, la inocencia, la integridad, la inmunidad, la inmortalidad y la ciencia. Y, como miembro fundador de la familia humana, transmitió su penosa herencia a todos sus descendientes. Mas la Humanidad, con más fortuna que el hombre singular, obtuvo su curación por medio de Jesús-Salvador-Redentor. Más aún: su «recreación» en la Gracia que es vida del alma. Y mediante los Sacramentos por Él instituidos, mediante las virtudes que los mismos infunden y mis dones, obtuvo también los medios para ir creciendo cada vez más en la perfección hasta alcanzar la cumbre con la «supercreación» que es la santidad. ■ Con todo, ni aun el Sacrificio del Hombre-Dios, capaz y suficiente para restituiros los dones perdidos y para volver a elevaros al orden sobrenatural —es decir, a la capacidad de amar, conocer, y servir a Dios en esta vida, para poseerlo con gozo eterno en la otra— borró las cicatrices de las graves heridas que el hombre se infirió voluntariamente y, en especial, las de la triple concupiscencia, pronta siempre a reproducir la llaga, de no estar vigilante para tener a raya la malas pasiones.
* La Humanidad conoce lo que no conocía Adán: la Misericordia Infinita que tiene por nombre Amor infinito.-He dicho también: «El conocimiento de la misericordia divina». Sí. Aparte la herencia de la Culpa, tal como os la obtuvo el Redentor, Éste os obtuvo también el conocimiento de la infinita caridad, sabiduría, poder divinos. El hombre, hijo de Dios, regenerado por medio de Jesús, conoce lo que Adán no conocía. Conoce el grado de inmensidad al que llega el amor del Padre que entrega a su Unigénito para cancelar con su Sangre el decreto condenatorio de la Humanidad decaída en su Cabeza primera. ■ Adán, por su ciencia infusa y, más aún, por la Gracia que, elevándole al orden sobrenatural, habíale capacitado para conocer a Dios, tenía un gran conocimiento de la mucho que Dios le amaba, pues todo cuanto rodeaba y estaba dentro de Adán le hablaba del amor divino. Y Adán, por su elección al orden sobrenatural, sabía amar en gran medida. Sabía amar con aquella justa medida que Dios había entendido suficiente durante la vida para preparar al hombre a la visión y goce de Dios después del tránsito de la Tierra al Cielo. Mas nunca, ni aún en los transportes del más subido amor, pudo Adán inocente alcanzar a subir con su deseo de conocer y amar, hasta el centro de la Verdad, nunca pudo abismarse en este horno ardiente del Amor, que a la vez es Verdad, nunca pudo poseer el Conocimiento total de aquella verdad que tiene por nombre Amor Infinito. ■ El hombre que vive sobre la Tierra no puede ver a Dios tal cual es, como tampoco lo pudo el Hombre-Adán recién creado y rico en dones. En todo resonaba la voz de Dios. Todo le hablaba de Dios. Todo le atraía a Dios. Era el hombre, el grandemente amado y recubierto de dones que le ayudasen a amar. Mas entre los hombres y Dios media siempre un abismo. Son dos abismos que se contemplan y de los que el Mayor atrae el menor, destella ante su espíritu, le inviste con sus fuegos y le enriquece con sus luces que lanzan sus dardos sobre el espíritu del hombre como en una continua infusión de sabiduría.
.   ●  La Divinidad es incomprensible para toda criatura incluso para los más grandes contemplativos.- ■ El Amor Divino se presenta al hombre en el ademán de invitación de dos brazos y un seno que se abren y se ofrecen al abrazo que beatifica; y el amor humano presta alas al hombre para que pueda olvidar la Tierra y lanzarse hacia el Cielo, hacia Dios que le llama. Mas una ley de justicia tiene establecido que el encuentro total, la fusión, se realice únicamente después de la prueba que confirma en la Gracia. Por esto, cuanto más sube el hombre en su tentativa y deseo de unirse a Dios, más Éste huye y se retira a su abismo sin término. Y esto no lo hace por crueldad sino por tener activas las fuerzas y la voluntad del hombre para alcanzarle y aumentar así la capacidad humana de recibir con fruto y hacerse colmar de la Gracia, esto es, hasta del mismo Dios. Porque, verdaderamente, el hombre es tanto más apto para recibir y poseer a Dios y su Gracia santísima, cuanto más activa, incansable e intensamente se mueve hacia Dios. ■ He hablado refiriéndome al tiempo presente porque tal es la condición actual del hombre en relación con la Divinidad inmensa, incomprensible a toda inteligencia creada. Ni aún los más grandes contemplativos —y pongo entre éstos los nombres de Juan (12) y de Pablo (13) para indicaros dos redimidos ya por Cristo a los que se abrió el Cielo hasta el tercer y séptimo grado, también a Moisés, Ezequiel y Daniel que vieron respectivamente: «La espalda de Dios» (14), la «luz dejada por la Luz Infinita», «el Ser de aspecto de hombre» por más que era «fuego de ámbar» y «voz que se dejaba oír desde más arriba del firmamento» (15), «el Anciano de días cuyo rostro aparecía velado por el río de fuego que discurría con rapidez por delante de su faz» (16) dejando visibles únicamente sus cabellos y vestidos— pudieron conocer al Incognoscible mientras estuvieron entre los mortales los dos primeros, y en el Cielo, tras la Redención, los restantes.
* Adán fue capaz de acercarse mucho a la Verdad pero no a conocer el Misterio de Dios. Solo por Jesús pudo el hombre penetrar más adelante. Adán no conoció por medida de prudencia (Dios no quiso que el hombre cayera en el pecado de Lucifer: presumir salvar y salvarse sin necesidad de Cristo negando como imposible la verdad que se le daba a conocer de que el Increado pudiera hacerse «Creado» naciendo de mujer y que el Espíritu Purísimo, que es Dios, pudiera hacerse hombre asumiendo carne humana. Y el pecado contra el Espíritu Santo no es perdonado).- ■ Mas tal era, particularmente, la condición de Adán, elevado al orden sobrenatural y, por ello, dotado, lo mismo que vosotros, una vez restituidos a la Gracia y fieles a Ella, de una inteligencia espiritual capaz de acercarse mucho a la Verdad, pero no de conocer el Misterio de Dios. Solo por Jesús pudo el hombre penetrar mas adelante —¡oh, mucho más adelante!— atravesar distancias, alzar velos, arrimarse al calor del Hogar Uno y Trino y conocer la inmensidad del Amor con una profundidad desconocida por Adán. Desconocida por medida de prudencia. Porque Adán, en el supuesto de que Dios hubiérale presentado al Cristo futuro exigiéndole adorar al Verbo, Encarnado por amor y por obra del Amor, y se hubiese negado a adorar al verdadero Compendio del amor Trino haciéndose con ello culpable del mismo pecado de Lucifer, habría venido a ser Satanás por haber rehusado adorar al Amor, hecho carne, pretendiendo soberbiamente ser capaz por sí mismo de redimir al hombre siendo semejante a Dios en esencia, potencia, sabiduría, belleza, aparte serle así mismo semejante por participación de naturaleza, ofendiendo de este modo particularmente al Espíritu Santo, Dador de luces, sabiduría y verdades contenidas en Dios. Y los pecados contra el Espíritu Santo, de los que Lucifer y sus compañeros de rebelión se hicieron culpables al igual de muchos hombres, no son  perdonados (17). ■ Dios quería perdonar al hombre y así le propuso la prueba de la obediencia; mas le evitó la de adorar al Verbo hecho Hombre a fin de que Adán no pecara de modo imperdonable codiciando el poder de Cristo, presumiendo poder salvarse y salvar sin necesidad de Cristo, negando como imposible la verdad que se le daba a conocer de que el Increado pudiera hacerse «Creado» naciendo de mujer y que el Espíritu Purísimo, que es Dios, pudiera hacerse hombre asumiendo carne humana. Vosotros, no. Vosotros, redimidos por Cristo; vosotros, llegados después de la venida de Cristo y, sobre todo, después del Sacrificio de Cristo, tenéis conocimiento de todo el amor de Dios. Cristo, Él mismo, con su palabra, con su ejemplo y con sus actos os reveló este amor infinito.
* Ese Cristo que se entregó a la muerte os da el conocimiento de lo que es Dios-Amor… y ese Padre Divinísimo que inmola a su Divinísimo Hijo, os da la medida del amor de Dios hacia vosotros.- ■ Mirando a Cristo niño gimiendo en una gruta no tenéis miedo de Él, antes más bien aquella debilidad humana atrae la vuestra espiritual que no se siente abatida ni temerosa ante el Niño Dios, ese Dios que se anonadó, Él, el Inmenso, con miembros diminutos; Él, el Poderoso, con miembros necesitados de todo auxilio en tanto no fuesen capaces de proveer a las necesidades del organismo. Al mirar a Cristo Niño no le teméis. Su sabiduría es dulce. ■ Con palabras os indica el camino seguro para llegar a la Casa del Padre: «Ocuparse de lo que Dios quiere, de lo que Dios tiene dispuesto» (18). Toda la Ley se halla contenida en esta respuesta breve y sapiente. Él os dice, al hablar a aquéllos que representan a la humanidad elegida y querida por el Señor: «¿No sabéis que ha de hacerse esto, esto sólo, esto por encima de cualquier otra ocupación, tener este amor por encima de cualquier otro amor para tener un puesto en el Cielo?». Y ese Cristo docente total se descubre en estas breves palabras que dice a Marta: «Te ocupas de excesivas cosas: una sola cosa es necesaria» (19). El Cristo que dice al discípulo demasiado apegado aún a las cosas del mundo: «Deja que los muertos entierren a sus muertos» (20), también «quien, después de haber puesto la mano en arado, vuelve la vista atrás, no es apto para el Reino de Dios» (21). Ese Cristo que, aun amando con perfección a su Madre, no le antepone a su misión, antes dice claramente que «es su consanguíneo el que hace la voluntad de Dios» (22), y Él es el primero en hacerla, ya que el amor a Dios es siempre, en el ámbito de los deberes, el más grande con  respecto de cualquier otro amor, incluido, incluso, el debido a su Madre Santísima. Ese Cristo que reprochaba a Pedro llamándole «Satanás» porque le tentaba a no hacer la voluntad de su Padre (23). El Cristo del Sermón de la Montaña (24). El Cristo que proclama la última Bienaventuranza: «Bienaventurados los que ponen en práctica la palabra de Dios» (25), esto es, una vez más la Ley. Ese Cristo que le enseña a Nicodemo cómo un hombre ya viejo, heredero del Adán decaído, pueda conseguir la regeneración y ver el Reino de Dios «renaciendo por el agua» y esta agua de vida os la da Él, Cristo, y «por el Espíritu Santo» (26), o sea por el amor, y amor es hacer la voluntad de Dios en la obediencia de su Ley por cada uno de vosotros, en todos y cada uno de sus preceptos. ■ Ese Cristo que enseña la religión que es juzgada verdadera y merecedora de premio por parte de la Justicia Divina: «No busco mi querer sino el de Aquél que me envió» (27). Ese Cristo que os da a ese Dios al que se le puede amar sensiblemente: «Hasta ahora nunca habéis escuchado vosotros la voz de Dios ni visto su rostro. Mas, héme aquí. Yo soy Aquel sobre el que Dios imprimió su sello. Quien me ve a Mí ve a Aquel que me envió. Quien me escucha a Mí escucha al Padre porque de nada mío he hablado Yo sino que he dicho cuanto el Padre me encargó decir» (28). Y os descubre el amor del Padre que de la Culpa de Adán saca el medio de estimularos a un amor más grande, a un más exacto conocimiento y a una más estrecha unión: «Es la voluntad de mi Padre que me conozcáis por lo que soy: Dios» (29). Ese Cristo que proclama: «Nada hago Yo por mi cuenta sino que digo y hago lo que quiere mi Padre. Siempre hago lo que a Él le place» (30). Ese Cristo, Pastor bueno, que confiesa la más verdadera razón del grande amor del Padre hacia Él: «Por esto me ama el Padre: porque doy mi vida voluntariamente, porque éste es el deseo de mi Padre: que vosotros seáis salvos» (31). Ese Cristo que, en los umbrales de su Pasión, dice «Mi Padre me ha mandado y me ha prescrito lo que debo decir y hacer. Y sé que su mandato es vida eterna» (32). Ese Cristo que, por Sí mismo, absuelve a Pilatos diciéndole: «No tendrías sobre Mí poder alguno si no te hubiera sido dado de lo Alto. Por esto, Aquel que me ha entregado en tus manos es más culpable que tú de mi muerte» (33). Y Aquél que le entrega en las manos de la autoridad, en una divina locura de amor por el hombre, es su Padre, el Dios infinito ante el cual pronuncia el Hijo su oración perfecta: «Que no se haga mi voluntad sino la Tuya (34). Hágase tu Voluntad así en la Tierra como en el Cielo» (35). Y es Dios Padre el que permite a las autoridades humanas ser tales mientras Él lo quiere sin que se valga de la fuerza de las armas ni de otra fuerza para mantenerlas en su puesto de mando. ■ ¡Oh! Ese Cristo obediente, desde su nacimiento a su muerte; ese Cristo que dice «Sí» con su primer vagido y dice «Sí» con su postrer palabra en el Gólgota, el Verbo del «Sí» os muestra con el ejemplo cómo es posible su cumplimiento por parte del hombre porque Él —Hombre— la vivió primero antes de enseñárosla; este Dios-Hombre que se entrega a la muerte, a sus enemigos, a los desprecios, a la fatiga, a la pobreza, a la carne  —y he puesto la muerte en el primer término y la carne en el último, no por error sino porque al Salvador le fue más dulce morir que no al Verbo-Dios limitarse en una carne— y a vosotros, hombres, os da el conocimiento de lo que es Dios-amor. Y ese Padre Divinísimo, que inmola a su Divinísimo, os da la medida del amor de Dios hacia vosotros. Está dicho: «No hay amor más grande que el de aquél que da la vida por sus amigos» (36). Mas se ha de decir también que: «El amor de un Padre que sacrifica a su legítimo y único Hijo por salvar la vida de los hijos adoptivos que, como verdaderos hijos pródigos (37), se alejaron voluntariamente de la casa paterna y se hicieron desgraciados llenando de dolor al Padre, es un amor todavía mayor». ■ Y con este amor es con el que os ha amado Dios. Sacrificó a su Unigénito por salvar a la Humanidad culpable, esa Humanidad que, si no le fue agradecida, obediente ni amorosa al comienzo de los tiempos cuando gozaba de lo mucho recibido gratuitamente de Dios, tampoco le es agradecida, obediente y amorosa ahora cuando ya, desde hace veinte siglos, recibió de Dios, no el mucho sino el todo, el Inmenso, al darse Dios a Sí mismo en su Segunda Persona.
* Si fue grande el Castigo, mayor, infinitamente mayor fue la Misericordia, que, no contenta con restituiros los dones de Adán, se os da a Sí mismo en la Eucaristía… .- ■ Después de haber meditado todo esto, es dulce concluir que si fue grande el castigo que, por otra parte, no fue injusto, mayor, infinitamente mayor que el castigo fue la Misericordia. Esa Misericordia que no se contenta con restituiros, al precio de su Dolor, de su Sangre, y de su Muerte de cruz, los dones que os defraudara Adán sino que os da a Sí mismo en la Sagrada Eucaristía, os da las aguas de la Vida de las que es fuente que asciende al Cielo, os da la dulce Ley del amor, su ejemplo, su Humanidad para que a la vuestra séale fácil amarle, su Divinidad para que vuestras plegarias sean escuchadas por el Padre cual si fuesen la propia voz de su Hijo amantísimo que vive en vosotros, os da el Espíritu Santo con todos sus dones mediante los cuales las virtudes infundidas con el Bautismo son poderosamente ayudadas a desarrollarse y perfeccionarse, esos dones que ayudan grandemente al cristiano a vivir su vida cristiana, esto es, la vida divinizada de hijos de Dios y que, sin anular los estímulos, os dan la fuerza para reprimirlos, cambiándolos de «mal» que son  en «bien», es decir, en heroísmo, en medio de victoria y en corona y vestidura de gloria. ■ Igual que para Pablo, la vida de cada uno de vosotros es una lucha interior que sostienen la carne con el espíritu, la aspiración al bien con las acciones no siempre del todo buenas, lucha en que Dios os conforta y ayuda. Por eso, nadie se escandalice, si un prójimo suyo confiesa de palabra y con actos ser como Pablo «carnal sometido». Y ninguno se desanime si comprende serlo, antes sea el ejemplo de Pablo el que le guíe y le sostenga”. (Escrito del 21 al  28 de Mayo de 1948).
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1  Nota  : Cfr.  1 Ju. 4,7.  2  Nota  : Cfr. Ecles. 3,19-21.  3  Nota  : Cfr.  Prov. 9,1-6.  4  Nota  : Cfr.  Gén.3,8.  5  Nota  : Cfr. Gén. 3,24.    6  Nota  : Cfr. Rom. 5,12.   7  Nota  : Cfr. Sab. 2,24.  8  Nota  : Cfr. Hebr. 1, 1-3.  9  Nota  : Cfr.  Sal. 6; 37; 50; 87.  10  Nota  : Cfr.  Gén  4,1-16.   11  Nota  : Cfr. Gén. 3,19.   12  Nota  : Cfr. Apoc. 12.   13  Nota  : Cfr. 2 Cor. 12,2. 14  Nota  : Cfr. Éx. 33,18-2.  15  Nota  : Cfr. Ez. 1,25-28.  16  Nota  : Cfr. Dan.  7,9-1. 17  Nota  : Cfr.  Y los pecados  contra el E. S. no son perdonados”:  Mt. 12,30-32; Marcos 3,28-30; Lucas 12,8-12; Hebreos 6,1-8; 10,26-31; 1 Ju. 5,14-17.  18  Nota  : Cfr. Lc. 2,49.   19  Nota  : Cfr. Lc. 10,38-42.   20  Nota  : Cfr. Mt 8,21-22; Lc. 9,59-60.  21  Nota  : Cfr.  Lc.  9,61-62.    22  Nota  : Cfr.  Mt. 12,49;  Mc. 3,31-35; Lc. 8,19,21.  23 Nota : Cfr.  Mt. 16,21-23;  Mc. 8,31-33.    24  Nota  : Cfr. Mt. 5,7; Lc.  6,20-49.    25  Nota  : Cfr.  Lc.  11-27-28.    26  Nota  : Cfr.  Ju.  3,1-8.    27  Nota  : Cfr. Ju. 5,30; 6,38-40.   28  Nota  : Cfr. Ju.14,9-10.  29  Nota  : Cfr. Ju. 8,9.   30 Nota  : Cfr.  Ju. 8,29.   31  Nota  : Cfr.  Ju. 10,17.  32  Nota  : Cfr.  Ju.  17,3.   33  Nota  : Cfr. Ju.19,11.  34  Nota  : Cfr.  Lc.  22,42.   35  Nota  : Cfr.  Mt.  6,10.  36   Nota  : Cfr. Ju. 15,13.  37  Nota  : Cfr.  Lc. 15,11-32.
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S. Pablo. A los Romanos, cap. 8º, vv.20-21 (1)

50-110.- “Dios no quiso vuestra caída, sino que, queriendo proporcionarse un pueblo de hijos, creó y, sabiendo que no habríais de perseverar en la Gracia, predispuso, aún antes de crearos, el Medio más santo y poderoso, con el que salvaros y daros vuestra parte en su Reino”.
* Toda la creación, por culpa de la loca vanidad del hombre, obra maestra de la creación, quedó afeada por el Pecado. Cuando el hombre comprendió que sólo Dios podía consolar su dolor, colmar su deseo de amor, alzó otra vez su mirada al Cielo que perdiera, buscando a Aquel que tan justamente habíale echado. Reemprendió su camino en dirección a la Luz, hacia Dios. Faltaba cierto la Gracia pero le quedaban la conciencia y su voz: la llamada paternal de Dios hacia Sí mismo y hacia el fin último.- ■ Dice el Espíritu Santo: “«La creación estuvo sujeta a la vanidad», dice Pablo. Ya expliqué cómo fue la desmesurada vanidad de pretender ser como Dios, que fue causa de la Culpa y de sus consecuencias. Toda la creación, por culpa de la loca vanidad del hombre, obra maestra de la creación, quedó afeada por el Pecado y por los pecados contra Dios y contra el prójimo. El más afectado de toda la creación, más que las otras criaturas inferiores, fue el hombre, la criatura superior por ser la única criatura de naturaleza racional, libre, inteligente, capaz de desarrollo, en el sentido humano de la palabra, no sólo físico, sino también intelectual, y capaz asimismo de desarrollo espiritual por ser él, el hombre, según la acertada sentencia del gran teólogo (2): un infinito en potencia y una capacidad que sólo Dios puede colmar. Ciertamente es así. Y lo es desde que existe el hombre. Y si bien la Culpa redujo grandemente tal capacidad, con todo no pudo privar al hombre de estas dos cualidades de las que Dios le había dotado al crearle. En la propia pareja primigenia, una vez que el dolor de la muerte de Abel disipara los humos locos del orgullo que hasta aquel momento habían tenido al hombre bajo la sugestión del Rebelde eterno, volvió a despertar de nuevo esta capacidad aletargada a resultas del golpe recibido del pecado y del castigo. Y el hombre, alzando otra vez su mirada al Cielo que perdiera, buscando a Aquel que tan justamente habíale echado, comprendió nuevamente que sólo Dios podía consolar su dolor, colmar su deseo de amor, levantar sus fuerzas morales con las esperanzas eternas y con la promesa depositada en Adán a la vez de la condena (3): de que su seductor habría de ser vencido y de que la liberación de su ruin penuria, esto es, la restitución de su estado de Gracia y, por ende, de la herencia del Reino de los Cielos, habríase de realizar mediante la Mujer (4) que, siendo Virgen, daría a luz al Emmanuel (5), al Salvador y Redentor. ■ He aquí entonces cómo la creación sujeta a la vanidad y, podría decirse, obstaculizada para progresar hacia su perfección final —la del espíritu cada vez más triunfador sobre la materia—, reemprendió su camino en dirección a la Luz, a lo alto, hacia Dios, hacia su fin, a todos los cuales habíales vuelto la espalda, bajando no sólo la pendiente que va del Paraíso terrenal a la Tierra, sino también la que va de ésta al reino de las tinieblas y del pecado. Faltaba, es cierto, la Gracia, sol del alma que por ella ve distintamente y por ella germinan las virtudes y crece en perfección; mas permanecían la conciencia y su voz: la llamada paternal de Dios hacia Sí mismo y hacia el fin último. Es decir, que permanecía en el hombre, a una con el alma espiritual y, unido a ella, ese mínimo suficientemente apto para hacerle capaz de tender a su fin, este terreno dispuesto a acoger, ya que no la reintegración a la Gracia, sí, al menos, aquellas luces que Dios jamás escatimó a hombre alguno, por culpable que fuese, con las que pudiera mantener vivos aquel conocimiento y aquel amor de Dios que de Él recibiera el hombre a una con su existencia y que en él seguían latentes”.
* Hay una teoría herética (nacida de las ramas, miembros rebeldes, separados del tronco de la mística Vid y del Cuerpo Místico) que asegura que el hombre, por sentirse con tendencia al pecado, no puede salvarse. Doctrina contraria al amor divino que creó al hombre con predestinación a la Gracia y la Gloria y no a la condenación. Mientras que para los ángeles caídos no hubo promesa de perdón ni existía en ellos cuanto pudiera servirles para llevarles de nuevo, a través de la contrición y del amor perfectos, a su primer estado, para el hombre Dios dispuso todo esto y mucho más.-Espíritu Santo: “Escribe Pablo —Y es ésta una frase mal entendida, ya  por la dificultad que entraña, o bien por el deseo de entenderla mal con el fin de desalentar a los hombres en la persecución del Bien para conseguir el Cielo, asegurando que el hombre, por sentirse con tendencia al pecado, no puede salvarse. Teoría ésta herética, nacida de las ramas desgajadas del tronco de la mística Vid y de miembros rebeldes que se separaron del Cuerpo Místico. Profesión contraria al amor divino que creó con predestinación a la Gracia y la Gloria y no a la condenación. Profesión justamente condenada por la Iglesia docente—, escribe Pablo: «Sujeta a la vanidad, no por voluntad propia sino por la de Aquel que la sujetó con la esperanza de que también ella  sea liberada de la servidumbre de la corrupción para tener parte en la libertad gloriosa de los hijos de Dios». ■ Ahora bien, muchos que son ciertamente sacrílegos, herejes, negadores del atributo principal de Dios, nuevos satanases, como odiadores del amor y de la verdad, hacen de esta frase fundamento de su pseudo-religión y así dicen: «¿Veis quién es el que quiere vuestra caída, vuestra debilidad y vuestra ruina? Él, Ése al que llaman Padre». No. A esta horrenda blasfemia, a esta insinuación de la astucia diabólica más sutil, respondo Yo; y respondo así: Dios sometió al hombre a prueba para confirmarle en Gracia. Y esto va, incluso, con aquellos que acertaron a ser justos aún después de una o más caídas momentáneas purificadas por un sincero arrepentimiento y una caridad ardiente. Mientras que para los ángeles rebeldes, cuya naturaleza angélica era superior a la humana  —tanto que se dijo de Cristo: «Le hiciste un poco inferior a los ángeles» (6)— no hubo promesa de perdón ni existía en ellos cuanto pudiera servirles para llevarles de nuevo, a través de la contrición y del amor perfectos, a su primer estado bienaventurado. Para el hombre hubo todo esto y mucho más: las voces de los Patriarcas y de los Profetas confirmando una y otra vez la promesa del Redentor contenida en el Protoevangelio (7), las revelaciones de Dios a través de sus manifestaciones e inspiraciones a los Patriarcas, a Moisés —el libertador y legislador del pueblo hebreo— a Josué, a los Profetas y, como culminación del prodigio de su donación, el amaestramiento e inmolación del Hijo de Dios. Jamás retiró la predestinación a la Gracia para todos los hombres. Jamás. Porque Dios no es voluble en su voluntad y lo que una vez quiere, quiérelo para siempre porque se atiene al querer de su Voluntad. Jamás. Por cuanto Dios nunca obra, según impropiamente se escribe, como «esperando», sino «sabiendo», ya que Dios nada ignora. De aquí que en Él no cabe el esperar. Espera aquel que ignora el futuro total o parcialmente, mas no el que, como Dios, nada ignora y todo lo conoce desde su eternidad, incluso el destino de cada uno. ■ De aquí que se haya de decir y creer que Dios sometió la creación a prueba en la criatura más perfecta de la misma, sabiendo bien que ésta habría de pecar de soberbia y de rebeldía por su vanidad de querer llegar a ser como Dios, pero queriendo darle a la misma la medida sin medida de su amor a los hombres. Antes de la creación del hombre, y de la prueba, por tanto, Dios había dispuesto el Medio con el que el hombre habría de librarse, en un principio, de la servidumbre de la corrupción y de letificarse después con la libertad gloriosa de los hijos de Dios, una vez conseguida su parte de herencia en el Reino celestial. Dios, pues, no quiso vuestra caída, vuestra debilidad ni vuestra ruina, sino que, habiendo querido proporcionarse un pueblo de hijos, creó y, sabiendo que no habríais de perseverar en la Gracia, predispuso, aún antes de  crearos, el Medio santísimo, el más santo y poderoso que hubiera de resultar para vosotros, con el que salvaros y daros vuestra parte en su Reino. De donde también aquí puede decirse que resplandece en toda su verdad la infinita e insaciable Caridad de Dios hacia los hombres, sus hijos de adopción”. (Escrito el 3 de Marzo de 1950).
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1  Nota  : Rom. 8, 20-21: «La Creación está sujeta a la vanidad, no por voluntad propia sino por la de Aquel que la sujetó. Por eso, tiene que esperar hasta que ella misma sea liberada de la servidumbre de la corrupción que pesa sobre ella para tener parte en la libertad gloriosa de los hijos de Dios». 2  Nota  : S. Agustín, en su libro “Las Confesiones”, libro I Cap. I, n.º 1, expresa un pensamiento equivalente: “Fecisti nos ad te et inquietum est cor nostrum donec requiescat in te”: (“Hicístenos, Señor, para Ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”).   3  Nota  : Cfr.  Gén.  3,14-19.   4  Nota  : Cfr.  Gén.  3,15.   5  Nota  : Cfr. Is.  7,14.   6  Nota  : Cfr.  Sal.  8,6.   7  Nota  : Cfr. Gén. 3,15.
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.                             d) Dictado extraído del «Libro de Azarías» (1)

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46-108.- Feliz Culpa.
* La creación está aguardando para conocer a los hijos de Dios para distinguirlos de los hijos del pecado”.- ■ Dice Azarías: “Pablo, ya expresó: «La creación está aguardando con ansia la revelación de los hijos de Dios» (2). Atiende bien, alma mía, ¿qué quiere decir esta frase? ¿De qué revelación habla? Pablo te habló una vez de las dos ramas de la Humanidad: la rama de los hijos de la libre y la rama de los hijos de la esclava. Mira, aquella explicación te ayuda a entender esta frase. La creación está aguardando para conocer a los hijos de Dios para distinguirlos de los hijos del pecado. ¿Cuándo los conocerá? Cuando, una vez finalizado el tiempo, todos los hombres se hayan presentado a la imponente revista, siendo apartados, conforme a justicia, los hijos de Dios de los hijos del pecado. ■ Por ahora es una labor continua e incesante la de llegar a esta revelación. Cada una de las criaturas la debe realizar en sí misma y, el conjunto de todas las criaturas, con el conocimiento de la labor de cada una de ellas, proporcionará la revelación de los hijos de Dios haciendo que se distingan de aquellos que no quisieron serlo. La vida de cada uno de los individuos es como una placa de mosaico a la que cada cual es libre de darle el color que desee. Cuando lleguen a reunirse todas las vidas en la resurrección final, entones es cuando se recompondrá el cuadro de la historia de la humanidad: a este lado de la creación, el más elegido y, por ello, el más insidiado por el Adversario que, en los primeros Padres, sometió toda la Humanidad a la vanidad con la permisión de Dios a fin de probar a sus hijos y poderles premiar con multiplicados méritos por su santidad conseguida con el propio esfuerzo y no con don alguno gratuito de Dios”.
“Una culpa de dos maneras feliz y de dos maneras providencial”.-Azarías: “¡En qué funesto orgullo no habría llegado a caer el hombre si por una culpa, de dos maneras feliz y propicia, no hubiese sido humillado al amanecer de su existencia! Fue feliz la culpa por haber obtenido a Cristo y lo fue igualmente por haber mortificado al hombre antes de que siglos de inmunidad le hubiese hecho tan orgullosa como a Lucifer que, al verse sin culpa, se creyó semejante a Dios. Providencial fue también éste caer de la Humanidad, este su morder el fango, para recordarle que es fango animado por Dios; fango únicamente por sí sola; mas, por voluntad de Dios: espíritu en un fango que ha de santificar dándole la impronta y la semejanza con el Desconocido, el Perfecto, el Espíritu eterno. Y providencial así mismo, éste haber caído al comienzo de sus días para así poder contar con un largo período de expiación y rehabilitarse durante toda la vida, tornar al Cielo desde el abismo y, mediante la buena voluntad, con la ayuda del Salvador, con la batalla entablada contra la Tentación, con la fortaleza que rompe las cadenas de la concupiscencia, con la Fe, la Esperanza y la Caridad, con la Humanidad santa y la santa Obediencia, volver a llegar a ser merecidamente gloriosos y libres con la libertad gloriosa de los hijos de Dios. ■ Con harta frecuencia maldice el hombre el primer pecado y blasfema de Dios cual si fuese un Señor imprudente que puso al Hombre ante una tentación más fuerte que él. Mas ¿qué habría ocurrido si el hombre, en lugar de ceder a la tentación que le inducía a creer que, comiendo el fruto prohibido, llegaría a ser semejante a Dios, hubiese llegado, sin mediar tentador alguno, a creerse Dios por verse sin pecado, sin dolor y sin muerte? En tal caso, ya no habría habido redención, puesto que el hombre hubiera llegado a ser un nuevo Lucifer o más bien una inmensa legión de luciferes y entonces, no un hombre y una mujer, sino que todos habrían pecado por esta herejía sacrílega y la raza humana habría perecido toda en un castigo infernal. ■ El Creador amó a la criatura más bella de la creación, aquella cuya alma despedía fulgores celestiales, y la quiso hasta el punto de que pudiera ser salvada todavía. Y  bien, ¿puede acaso el hombre dudar de que Dios no habría podido impedir que Satanás entrase en el Edén? No, no pensáis así. Mas habéis de creer que el acto de Dios fue bueno como todos los suyos, y causa de otro acto infinitamente bueno, como fue el de la Encarnación del Verbo para la salvación de los hombres”. (Escrito 7 de Julio de 1946).
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1  Nota  :  Azarías, según María Valtorta, es un Ángel, su Ángel de la Guarda, Autor de este «Libro de Azarías». Es quien se lo habría dictado.   2  Nota   : Cfr. Rom. 8,19.

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.                                                         APÉNDICE

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Para conocer el pensamiento de esta Obra con respecto al Pecado ori­ginal, conviene tener presente el Génesis, y reunir ordenadamente varios elementos diseminados en estos y en otros escritos de la misma autora, y sobre todo en los episodios 1-17-82 (Desobediencia de Eva), 1-17-85 (Obediencia de la Nueva Eva), 1-17-89 (Breve explicación de Pecado Original), y el episodio 1-29-147 (Yo, María, redimí a la mujer con mi Maternidad divina).

1. Dios creó buenos a todos los ángeles. Uno de ellos se hizo malo y arrastró consigo una multitud de otros espíritus angélicos: “Lucifer era ángel, el más bello de los ángeles. Espíritu perfecto, inferior tan sólo a Dios. Y con todo, en su ser luminoso nació un vapor de soberbia que él no dispersó, antes bien lo fomentó, y de aquí nació el Mal” (1-17-82). En otro escrito se dice que tal pecado de soberbia consistió en el deseo desor­denado de ser semejante a Dios, de ser como Dios, esto es: creador. Los ángeles que, siguiendo el ejemplo divinamente mostrado con anticipación de la humildísima, obedientísima y castísima Madre (pro-creadora) de Dios, permanecieron humildes, obedientes y espiritualmente dueños de sí, obtu­vieron en premio una mansión fija en el Cielo de Dios; Lucifer por su par­te y los otros espíritus, soberbios, desobedientes y espiritualmente fuera de sí, fueron castigados con ser arrojados para siempre del Paraíso ce­lestial.

2. Además de ellos Dios creó el universo que se ve, y en él, el mundo con minerales, plantas, animales: y todas las cosas fueron buenas (Gén.1,1-25).

3. Finalmente Dios creó a su imagen y semejanza al hombre y de éste sacó a la mujer (Gén. 1,26-27), los bendijo y les dijo que fuesen fecundos, que se multi­plicasen, llenasen la Tierra, y fuesen dueños de todos los animales. Adán intuyó y profetizó que por la mujer el hombre debería abandonar a su padre y madre, se uniría a su esposa, y los dos formarían una sola carne. Los dos vivían desnudos y no tenían vergüenza de sí (Gén. 2,25). Dios los colocó en el paraíso terrestre para que lo cultivasen y lo guardasen y les dio por ali­mento hierbas y plantas, pero no los animales (sino hasta después del pecado y del diluvio:  Gén. 9, 1-7).

4. Entre las plantas estaban el árbol de la vida y el árbol del conocimiento del Bien y del Mal (Gén. 2, 9). ¿Árboles verdaderos o solamente simbóli­cos? ¿Árboles verdaderos, y además símbolo y causa de la realidad o efectos reales? Parece que la Escritora se incline por lo primero, esto es, por los reales con frutos verdaderos, pero con alcance también simbólico. Por ejemplo, episodio 1-17-82 Nota 5; Cfr. también episodio 1-17-89 Nota 8, en que se dice: el árbol del Bien y del Mal, verdadero árbol por naturaleza y estructura, era también un árbol simbólico.

5. Dios que había permitido que el hombre comiese de cualquier árbol o planta, le prohibió por el contrario bajo pena de muerte comer del árbol del conocimiento del Bien y del Mal (Gén. 2, 16-17). El sentido profundo de tal prohibición, según esta Obra, sería este: “… Dios había dicho al Hombre y a la Mujer: «Conoced todas las leyes y misterios de la creación. Pero no pretendáis usurparme el derecho de ser el Creador del hombre. Para propagar la estirpe humana bastará el amor mío que circulará por vosotros, y, sin libídine sensual, sólo por latido de caridad, dará vida a los nuevos hombres como Adán de la estirpe. Todo os lo doy; sólo me reservo este misterio de la formación del hombre»”… (Episodio: 1-17-82). Según esta Obra, pues, este «conocimiento» se refería a la procreación, al misterio y al rito procreativo, algo así como en Gén. 4, 1 y luego a través de toda la Biblia. Y hasta que no tuvieron este «conocimiento» particular no se avergonzaron de su desnudez, como universalmente y aun hoy en día los pequeños no se sonrojan hasta que son capaces de discernir entre el bien y el mal moral o al menos de advertirlo.

6. Pero como en Lucifer nació espontáneamente un vapor de soberbia (deseando ser como Dios, esto es, creador), así por odio, envidia, y rabia de querer tener al hombre socio suyo en el pecado y de no estar en el Pa­raíso, por instigación satánica nació en Eva un vapor de soberbia, deseando desordenadamente ser semejante a Dios, igual a Dios (pro) creadoraPara llegar a conocer este misterio, estas leyes de la vida, presumiendo de sí, no se alejó de la planta del conocimiento del Bien y del Mal, sino se acercó a ella: dispuesta a recibir la revelación del misterio no de la enseñan­za pura y del influjo divino, sino de la enseñanza impura e influjo satáni­co: “Eva fue al árbol… Su presunción la llevó a la ruina. La presunción es el fermento de la soberbia”. (Episodio:1-17-85).

7. En el árbol del conocimiento del Bien y del Mal Eva encontró al Se­ductor que mentirosamente la indujo a la desobediencia, esto es, a traspa­sar la orden de Dios (Gen.3,1-5). Esto es, según la Escritora, a desear de­sordenadamente ser semejante a Dios creador en la procreación (soberbia), por lo tanto a desobedecerlo (desobediencia) comiendo del fruto del árbol del conocimiento del Bien y del Mal: “En el árbol encuentra al Seductor, el cual canta la canción de la mentira: «¿Piensas que hay aquí algo de mal? No. Dios te lo prohibió porque quiere teneros como esclavos de su poder. ¿Creéis ser reyes? No sois ni siquiera libres como lo es la fiera. Ella puede amar con un verdadero amor… ser creadora como Dios…: la vida verdadera consiste en conocer las leyes de la vida. Entonces seréis semejantes a dioses y podréis decir a Dios: ‘Somos tus iguales’»”. (Episodio:  1-17-85).

8. Eva, con tal de alcanzar el fin de la prometida y decantada semejanza o igualdad con Dios creador, por medio de la procreación; engañada con tales palabras y, cediendo a los halagos del Seductor, no rehúsa los me­dios: por lo tanto traspasa el divino mandamiento o la divina prohibición (Gén. 3, 6), se entrega al placer de la glotonería y de la carne. Por esto, además de soberbia, pecó de desobediencia, glotonería, lujuria: “… Dios había dicho al hombre y a la mujer: «Os doy todo, tan sólo me reservo este misterio de la formación del hombre». Satanás quiso arrebatar esta virginidad intelectual al hombre y con su lengua viperina acarició y fas­cinó los miembros y ojos de Eva, creando en ella reflejos y excitaciones que antes no tenía porque la malicia no la había envenenado todavía. Ella «vió». Y al ver quiso probar. La carne se había excitado. ¡Oh, si hubiera invocado a Dios!… El Padre la habría… curado… Pero Eva no fue al Padre Volvió sus ojos a la serpiente. Era una sensación dulce para ella. Al ver que el fruto del árbol era bueno para comerse y que era bello y atrayente, lo cortó y se lo comió. Y «comprendió». Ya la malicia había bajado a morderle las entrañas. Vió con ojos nuevos y oyó con oídos nuevos los instintos y las voces de los animales y sintió arder en ella algo raro. Fue la primera en pecar. Condujo a su compañero a igual cosa….”. (Episodio 1-17-82).

9. Amaestrada y seducida por Satanás, por la Serpiente, Eva cayó en un pecado de cuatro ramas: soberbia, desobediencia, glotonería, lujuria. Y ya seducida y hecha discípula del demonio, se convierte para Adán en maestra y seductora: el pecado cuádruple que Eva había cometido por instigación diabólica, Adán lo cometió por instigación de la mujer: “Fue la primera en pecar. Condujo a su compañero a igual cosa. Por esto, sobre la mujer pesa una sentencia mayor. Por Eva el hombre se rebeló contra Dios y por ella conoció la lujuria y la muerte. Por ella no pudo más dominar sus tres estadios o reinos: el del espíritu, porque permitió que el espíritu desobedeciera a Dios; el de lo moral porque permitió que las pasiones se en­señoreasen de él; el de la carne, porque la rebajó hasta las leyes instintivas de las bestias. «La Serpiente me engañó» dijo Eva. «La mujer me pre­sentó el fruto y comí de él» dijo Adán. Desde aquel momento la concupis­cencia triple se apoderó de los tres estadios o reinos del hombre” (episodio 1-17-82). Y en otra parte: “…y el árbol prohibido se convierte en realidad para el género humano en algo mortal, porque de sus ramas pende el fruto del saber amargo que proviene de Satanás. Y la mujer se convierte en hem­bra, y con el fermento del conocimiento satánico en el corazón, va a corromper a Adán…”. (Episodio 1-17-85).

10. A consecuencia de este cuádruple pecado (esto es, de soberbia, deso­bediencia, glotonería, lujuria) y particularmente por causa del cuarto (luju­ria) remate de toda infeliz obra pecaminosa, como cosa que se puede conectar con la culpa de soberbia o desobediencia o glotonería, pero que se une mejor con la de lujuria, los ojos de Adán y Eva se abren y caen en la cuenta de estar desnudos, se hacen taparrabos con hojas de higuera y se los ponen (Gén. 3, 7).

11. Así pecando los dos mueren en el espíritu a la Gracia, y en castigo del pecado Dios castiga a los primeros padres y descendientes con la pena de la muerte y la destrucción del cuerpo que se realiza a su tiempo: además castiga a la mujer en su condición de madre y esposa; al hombre en la de trabajar (Gén. 3, 16-19). Además de condenarlos los arroja del paraíso te­rrestre (imagen de la exclusión del Paraíso celestial) y por lo tanto la pérdida de la amistad divina (Gén. 3, 22-24). “…llegada a este nivel la carne, corrompido lo moral, degradado lo espiritual, conocieron el dolor y la muer­te del espíritu privado de la Gracia, y de la carne privada de la inmorta­lidad. La herida de Eva engendró el sufrimiento, que no terminará sino hasta cuando muera la última pareja sobre la Tierra” (episodio 1-17-85). Y en otro lugar:  “El Padre Creador concedió la maternidad también a Eva, li­bre de todo cuanto ahora la envilece. Una maternidad dulce y pura sin el lastre de los sentidos… ¡De cuánta riqueza se despojó Eva! ¡Más que de la inmortalidad!… Pero la maternidad, que me dejó intocable, yo la nueva Eva, la conocí para que pudiese decir al mundo cuál hubiera sido la dulce suerte de la mujer al dar a luz sin ningún sufrimiento…”. (Episodio 1-17-85).

12. El Génesis narra el pecado de los primeros padres y el castigo que Dios infligió a ellos y a sus descendientes. Ha sido sobre todo S. Pablo (Rom. 5) quien puso en luz la Culpa que de los primeros padres se transmi­te a sus descendientes, esto es, a la Humanidad de generación en generación, y que es exactamente el Pecado Original. El apóstol, propone su doctrina estableciendo una especie de paralelismo o parangón entre Adán y Jesús, entre el primero y el Segundo Adán. Muy pronto los Santos Padres, por ejemplo Sn. Justino, Sn. Ireneo a fines del siglo II, extendieron este para­lelismo y así, teniendo ante sus ojos la Anunciación, compararon a Eva y a María, esto es, a la primera y a la segunda Eva. ■ Nuestra Escritora procede en modo análogo y pone en boca de María las siguientes expresiones: “Yo he recorrido al contrario el camino de los dos pecadores… Obedecí en todas las formas… «…semejante a Dios, creando la carne que tendrá Dios»… me aniquilé en mi humildad… Escala de Dios… Dije el «sí» que anuló el «no» de Eva al mandamiento de Dios… De mi seno nacerá el nuevo Árbol que producirá el Fruto que conocerá todo el mal por haberlo padecido en Sí y producirá todo el bien…”. (Episodio 1-17-85).

13. Este paralelismo o comparación entre María y Eva, retocado o com­pletado en algún punto por razón de claridad, puede expresarse brevemen­te así:
13.-1. A María se le aparece y le habla un ángel bueno, a Eva uno malo;
13.-2. A María el ángel le habla de una Maternidad divina, a Eva de una procreación humana;
13.-3. María, con su Maternidad divina, se haría semejante a Dios Engen­drador de su Verbo y Creador de todos los seres; Eva, con la procreación humana, sería semejante al Dios Creador;
13.-4. María a tal propuesta se humilla profundamente, Eva se ensober­bece mucho;
13.-5. María obedece a Dios y resiste al Seductor; Eva desobedece a Dios (que se reserva la revelación del misterio de la formación del hombre) y obedece al Seductor;
13.-6. En María no hay ninguna golosidad espiritual por el Fruto, en Eva sí una desenfrenada glotonería por el fruto (físico y simbólico);
13.-7. Dios hace que María sea fecunda y sublima su castidad. La Virgen permanece castísima tanto en su corazón como en su cuerpo; la Serpiente seductora fascina a Eva, y ella que era virgen cae de su estado, se hace lujuriosa tanto en el corazón como en su cuerpo;
13.-8. María permanece para siempre como Dios la pensó, como quiso y como la creó. Aun más la Llena de Gracia se convierte en Portadora de ella, y de la Vida en sí misma para darla a la Humanidad; Eva, por el contrario, se vacía de la Gracia, y se convierte en causa de la pérdida de la misma para Adán y mediante éste, para la Humanidad;
13.-9. María permanece hija de Dios y no quiere tener ningún trato con el padre de la mentira; Eva se convierte en hija pródiga y rebelde y hace caso al padre de la mentira;
13.-10. María por enseñanza e intervención divinas es elevada para ser la creatura más amada de Dios y Madre del Verbo Encarnado. ■ Dios no aban­dona a Eva en la creación, antes bien continúa influyendo en todo matri­monio comunicando al esposo la energía humana fecundante, y presidiendo de una manera misteriosa la formación del cuerpo, creando e infundiendo el alma de cada hijo de Eva hasta el fin del mundo; y así puede decirse que es padre más que todo padre humano. ■ Pero Eva y por lo tanto Adán y la raza humana que es heredera de los dos primeros padres por genera­ción netamente humana, amaestrada y seducida por Satanás, traicionó y abandonó a Dios y se convirtió como dicen los profetas en esposa infiel, que comete adulterio con Satanás, que continúa inyectando siempre y sin cesar ese deseo de soberbia, de desobediencia, de glotonería y de luju­ria de procrear no según la voluntad divina sino contra ella, contento que en el instante en que Dios crea –pura– el alma y la infunde en una carne que en la de los primeros padres se alió con Satanás, en ese mismo momento el alma misma contraiga también un oscurecimiento (por la pri­vación de la belleza de la Gracia) del parentesco filial con Dios. (Por lo cual la mujer, después del parto, en el Antiguo Testamento siente la necesidad de sujetarse a la purificación y en el Nuevo Testamento  el deseo de hacer­la).

14.-1. Dios, pues, por medio de un ángel, trata con María de una gene­ración o maternidad divina; Satanás, por medio de una serpiente, trató con Eva de una generación o maternidad humana.
14.-2. María, pues, espera que Dios le revele el misterio de la Encarnación de Dios; Eva no espera que Dios lo haga, sino acepta le revele un ser usur­pador, sin esperar al tiempo establecido por Dios, el misterio de la forma­ción del hombre.
14.-3. Dios, pues, penetra más profundamente en María, y se hace dueño de Ella, y así el parentesco de Ésta con Él es grandísimo: pues no sólo es madre, sino también hija, y el ser más amado; Satanás profana a Eva, y ésta cae bajo su poder: a los ojos de Dios se convierte en hija pródiga, en mujer, como dicen los profetas, adúltera, en un ser a quien Dios no pue­de amar, pues traba parentesco con el demonio que es el padre de la men­tira y un seductor.
14.-4. En este parentesco de María con Dios se halla la raíz de toda su grandeza, de todas las bendiciones que recibimos; en el parentesco de Eva con Satanás se halla la raíz de todas sus calamidades y de todas las maldiciones que recibimos.
14.-5. Debido a las sublimes gracias del Espíritu Santo, esto es, en virtud de la eterna predestinación y de la Inmaculada Concepción, María fue preservada de cualquier parentesco con Satanás y por lo tanto del Pecado Original; en virtud de estos mismos privilegios y además de la Maternidad divina, de su íntima asociación con la vida y sacrificio de Jesús y de la Asunción en cuerpo y alma al Cielo, el parentesco admirable de María con Dios ha encontrado su origen y perfeccionamiento.
14.-6. Debido a otros dones del Espíritu Santo, y por lo tanto en virtud de la buena voluntad (en cuanto es posible) y del acto y sacramento de la fe, se realiza una obra de muerte y de vida; de muerte, porque se destruye el parentesco con Satanás (aunque en esta Tierra se queda el Se­ductor y la creatura conserva tendencia hacia él); en la Iglesia esposa de Cristo y madre y maestra con Cristo: obra de restablecimiento que otros sacramentos, sacramentales, toques de la divina gracia incesantemente nu­trirán e intensificarán; y encontrará en el Purgatorio, en la resurrección de la carne y en su ingreso en el Cielo, con la plenitud de la humana subs­tancia, un coronamiento al cual jamás el hombre hubiera llegado, si a consecuencia del pecado, Cristo no lo hubiese regenerado.

15. Estas comparaciones, paralelismos y explicaciones no valdrían nada o sólo parte, si se demostrase como imposible, o si se rechazase que el ángel malo hubiera hablado a Eva de una generación humana (fruto), como después el Ángel bueno habló a María de una generación divino-hu­mana (Fruto).

(Este Apéndice está tomado del volumen 1º del «Hombre-Dios» pág. 253)

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