,
.                «El Evangelio como me ha sido revelado»
.                             («El Hombre-Dios»)

  Descargar PDF aquí

10-652-437 (11-38-879).- Jesús enumera, para despedida de la Obra magna, las razones que le han movido a narrar esta Obra al pequeño Juan (1).
Dice Jesús:Las razones que me han  movido a iluminar y a dictar episodios y palabras al pequeño Juan son múltiples, además de la alegría de comunicar un conocimiento exacto de Mí a esta alma-víctima y amante. En todas ellas está mi amor por la Iglesia, tanto docente ccomo militante, y el deseo de ayudar a las almas en su ascensión hacia la perfección. El conocimiento que se tenga de Mí es una ayuda para la ascensión. Mi Palabra es Vida.

Cito las razones principales:

.  Iª.- Oponer el Evangelio a las doctrinas dañosas del Modernismo. La razón más profunda del don de esta Obra es que en estos tiempos en los que el modernismo, condenado por mi Vicario Pío X (2), sigue desencadenándose en doctrinas cada vez más dañosas, la Santa Iglesia, representada por mi Vicario,  tendrá materia para combatir mejor a los que niegan:
. la sobrenaturalidad de los dogmas;
. la divinidad de Cristo;
. la verdad del Cristo Dios y Hombre, real y perfecto, tanto en la fe como en la historia que acerca de Él mismo ha sido transmitida (por los Evangelios, Hechos de los Apóstoles, Epístolas Apostólicas, Tradición);
. la doctrina de Pablo y Juan y de los Concilios de Nicea, Éfeso, Calcedonia, y otros más recientes, como verdadera doctrina mía por Mí enseñada verbalmente o inspirada;
. mi sabiduría ilimitada puesto que es divina y perfecta;
. el origen divino de los dogmas, de los Sacramentos, de la Iglesia una, santa, católica, apostólica;
. la universalidad y continuidad, hasta el fin de los siglos, del Evangelio dado por Mí y para todos los hombres;
. la naturaleza perfecta, desde el comienzo, de mi doctrina, que no se ha formado, como es, a través de sucesivas transformaciones, sino que, como es, ha sido dada: doctrina de Cristo, del tiempo de  Gracia, del Reino de los Cielos y del Reino de Dios en vosotros; divina, perfecta, inmutable; Buena Nueva para cuantos tienen sed de Dios.
´   Al Dragón rojo de siete cabezas, diez cuernos y siete coronas sobre la cabeza, que arrastra tras sí a la tercera parte de las estrellas del cielo y las hace caer (3) —y en verdad os digo que caen más abajo de la tierra—, y que persigue a la Mujer (4), oponed, como también a las bestias del mar y de la tierra a quienes muchos, demasiados, seducidos como están por sus aspectos y prodigios (5), adoran, oponed a ellos, digo, mi Ángel que surca el Cielo llevando el Evangelio eterno bien abierto, incluso por las páginas cerradas hasta ahora (6), para que los hombres, mediante su luz, puedan salvarse de las roscas de la enorme Serpiente de las siete fauces (7), que los quiere ahogar en sus tinieblas… y Yo, a mi regreso, encuentre todavía la fe y la caridad en el corazón de los que han perseverado y sean éstos más numerosos que lo que, por la obra de Satanás y de los hombres, cabría esperar.

IIª.- Despertar en los sacerdotes y en los laicos un vivo amor al Evangelio, a Cristo y a mi Madre. Todo lo que se refiere a Cristo. Lo primero de todo, un amor renovado a mi Madre, en cuyas oraciones está el secreto de la salvación del mundo. Ella, mi Madre es la Vencedora del Dragón maldito (8). Ayudad a su poder con vuestro amor renovado por Ella y con renovada fe y conocimiento respecto a lo que a Ella se refiere. María dio al mundo el Salvador. El mundo aún recibirá por Ella la salvación.

IIIª.-  Dar a los maestros de espíritu y directores de almas una ayuda para su ministerio: estudiando el mundo de espíritus distintos que se movieron en torno a Mí y los distintos modos que Yo empleé para salvarlos. Sería una cosa absurda querer tener un único método para todas las almas. Es distinto el modo de atraer hacia la Perfección a un justo que espontáneamente tiende a ella, del modo que hay que usar con un gentil. Muchos gentiles tenéis entre vosotros, si llegáis a ver  —como vuestro Maestro— como a gentiles a esos pobres seres que han sustituido al Dios verdadero por el ídolo del poder y prepotencia, o del oro, o de la lujuria, o de la soberbia de su ciencia. Y distinto es el modo que ha de usarse para salvar a los modernos prosélitos, esto es, a los que han aceptado la idea cristiana pero no la ciudadanía cristiana, perteneciendo a iglesias separadas. A nadie se le desprecie, y mucho menos a esas ovejas dispersas. Amadlas y tratad de volverlas al Redil único para que se cumpla el deseo de Jesús el Pastor. ■ Objetarán algunos al leer la Obra: «No consta en el Evangelio que Jesús hubiera tenido contacto con los romanos y griegos; por tanto, rechazamos estas páginas». ¡Cuántas cosas hay que no constan en el Evangelio, o que apenas se transparentan tras gruesas cortinas de silencio, aludidas por los Evangelistas acerca de episodios que, por su inquebrantable mentalidad de hebreos, ellos no aprobaban! ¿Pensáis que conocéis todo lo que hice? En verdad os digo que ni siquiera después de haber leído y aceptado esta ilustración de mi vida pública, conoceréis todo lo referente a Mí. ¡Habría acabado con mi pequeño Juan, que se esforzaba en ser el cronista de todos los días de mi ministerio, y de todos mis actos llevados a cabo en cada uno de los días, si le hubiese dado a conocer todo para que todo os transmitiese! «Hay otras cosas que hizo Jesús, que si estuviesen escritas una por una, creo que en el mundo no cabrían los libros que se debieran escribir» dice Juan (9). Aparte de la hipérbole, os digo en verdad que si se hubieran debido escribir cada una de mis acciones, cada una de mis lecciones particulares, mis penitencias y oraciones para salvar un alma, hubieran sido necesarias las salas de una de vuestras bibliotecas, y una de las mayores, para contener los libros que hablaran de Mí. Y también os digo, en verdad, que sería mucho más útil para vosotros echar al fuego tanta ciencia inútil cargada de polvo y de veneno (10), para hacer lugar para mis libros, que no adorar tanto esas publicaciones casi siempre sucias de libídine o de herejía y luego saber tan poco de Mí.

.  IVª.- Restituir a su verdad las figuras del Hijo del Hombre y de María, verdaderos hijos de Adán según la carne y la sangre, pero de un Adán inocente. Como nosotros deberían ser los hijos del Hombre, si el Primogenitor y la Primogenitora no hubieran mancillado su perfecta humanidad —en el sentido de ser humano, esto es, de criatura en la que existe la doble naturaleza, la espiritual, a imagen y semejanza de Dios, y la naturaleza material—, pero ya sabéis qué hicieron. Sentidos perfectos, o sea, sometidos a la razón, aun en su mayor perfección. Entre los sentidos incluyo los morales junto a los corporales. Por lo tanto, amor completo y perfecto; tanto hacia el esposo, con quien no tiene vínculo de sensualidad, sino solo de espiritual amor, como hacia el Hijo. Amadísimo. Amado con toda la perfección de una perfecta mujer hacia la criatura nacida de ella. Así Eva debería haber amado: como María: o sea, no por lo que de gozo carnal representaba el hijo, sino porque ese hijo era el hijo del Creador; y una obediencia completa al mandato del Creador de multiplicar la especie humana. Y haber amado con todo el ardor de una perfecta creyente sabiendo que su Hijo, no figuradamente sino realmente, es Hijo de Dios. ■ Yo digo a los que piensan que el amor de María por Jesús fue un amor sin medida que se pongan a considerar quién era María: la Mujer sin pecado y por esto su caridad no tenía ningún defecto, para con Dios, para con sus padres, para con su esposo, para con su Hijo, hacia el prójimo; que reflexionen qué cosa veía mi Madre en Mí, además de ver al Hijo de su seno; y, en fin, de no olvidar la nacionalidad de María: raza hebrea, raza oriental, y tiempos muy lejanos de los actuales. Por tal razón, de estos elementos surge la explicación de ciertas amplificaciones verbales de amor que os pueden parecer exageradas. Estilo florido y pomposo aun en el modo de hablar diario, estilo oriental y hebreo. Todos los escritos de aquel tiempo y de esa raza son un documento, que ni siquiera ha cambiado mucho su estilo oriental con el correr de los siglos. ¿Pretenderíais que —por el hecho de que, veinte siglos después, y cuando la perversidad de la vida ha matado tanto amor, debáis examinar estas páginas— Yo os diera a una María de Nazaret como la mujer árida y superficial de vuestro tiempo? María es lo que es, y no cambia la dulce, pura, amorosa Doncella de Israel, Esposa de Dios, Madre virginal de Dios, en una excesiva, enfermizamente exaltada, o glacialmente egoísta, mujer de vuestro tiempo. ■ A los que juzgan que Jesús fue muy amoroso para con María, su Madre, les recuerdo que consideren que en Jesús estaba Dios y que el Dios Uno y Trino recibía sus consuelos amando a María, a aquella que le compensaba el dolor de todo el género humano, el medio por el que Dios pudiera volver a gloriarse de su creación que da ciudadanos a su Cielo. Y piensen en fin que cualquier amor se hace culpable cuando se convierte solo en amor desordenado, esto es, cuando va contra la voluntad de Dios y el cumplimiento del deber. Pensad ahora: ¿Hizo esto el amor de María? ¿Lo hizo mi amor? ¿Me impidió Ella, por un amor egoísta, de cumplir toda la voluntad de Dios? ¿Dejé a un lado por un amor desordenado a mi Madre de cumplir con mi misión? No. Uno y otro amor tuvieron un solo deseo: cumplir la voluntad de Dios para la salvación del mundo. Y la Madre dijo adiós a su Hijo todas las veces, entregando a su Hijo a la cruz del magisterio público y a la cruz del Calvario, y el Hijo dijo adiós a su Madre todas las veces, entregando a la Madre a la soledad y a la congoja, para que fuera la Corredentora, sin  pararse a mirar nuestra humanidad, que sentía desgarrarse, ni nuestro corazón, que se destrozaba en medio del dolor. ¿Es esto debilidad? ¿Sentimentalismo? ¡Es amor perfecto, oh hombres que ignoráis cómo amar, y no comprendéis ya el amor ni sus voces! ■ Aún más, esta Obra tiene por objeto iluminar ciertos puntos que un conjunto de circunstancias ha cubierto de oscuridad, de manera que forman zonas oscuras en la luminosidad del cuadro evangélico; y puntos que parecen de fractura, y no son sino puntos oscurecidos entre uno y otro episodio evangélico, puntos indescifrables y que en poder descifrarlos está la clave para comprender exactamente ciertas situaciones que se habían creado y ciertos modos fuertes que tuve que poner, tan contrastantes con mis continuas exhortaciones al perdón, a la mansedumbre y humildad, ciertas actitudes de inflexibilidad hacia los obstinados e incorregibles adversarios. Recordad todos que, después de haber usado toda la misericordia, Dios, por el honor de Sí mismo, también sabe decir «Basta» a aquellos que, porque es bueno, creen que es lícito abusar de su longanimidad y tentarle.  De Dios nadie se burla. Es palabra antigua y sabia (11).

. Vª.- Conocer exactamente la complejidad y duración de mi largo padecer (que termina en la Pasión cruenta, llevada a cabo en pocas horas), que me había consumido en un tormento diario durante lustros y lustros y que había ido siempre en aumento y, con mi padecer, el de mi Madre a quien atravesó la espada del dolor durante igual tiempo. Y animaros por este conocimiento a amarnos más.

VIª.- Demostrar el poder de mi Palabra y los distintos efectos de ella en el que la recibía, según que perteneciera al conjunto de los hombres de buena voluntad, o al de aquellos que tenían una voluntad sensual que no es nunca recta. Los apóstoles y Judas. He aquí dos ejemplos opuestos. Aquellos, muy imperfectos, rudos, ignorantes, violentos, pero con buena voluntad. Judas, más docto que la mayoría de ellos, más pulido en su contacto con la capital, pero de mala voluntad. Observad la evolución de los primeros en el bien, observad su ascenso; observad la evolución del segundo en el mal y su descenso. Y que observen esta evolución en la perfección de los once buenos, sobre todo, los que, por un defecto visual de su mente, están acostumbrados a desnaturalizar la realidad de los santos, pensando que el hombre, que llega a la santidad con una dura, durísima lucha contra las fuerzas poderosas y oscuras, es un ser anormal sin solicitaciones ni emociones, y por tanto, sin méritos. Porque el mérito viene justamente de la victoria sobre las pasiones desordenadas y las tentaciones, victoria conseguida por amor a Dios  y para conseguir el fin último: gozar de Dios en la eternidad. Que lo observen quienes pretenden que el milagro de la conversión deba venir solo de Dios. Dios da los medios para que uno se convierta, pero no hace fuerza a la voluntad del hombre, y, si ese hombre no quiere convertirse, inútilmente tiene lo que a otro le sirve para su conversión. ■ Y los que examinan consideren los múltiples efectos de mi Palabra, no solo en el hombre humano, sino también en el hombre espiritual; no solo en el hombre espiritual, sino también en el hombre humano: mi Palabra, aceptada con buena voluntad, transforma al uno y al otro, conduciendo hacia la perfección externa e interna. Los apóstoles, que por su ignorancia y por mi humildad, trataban al Hijo del Hombre con una confianza excesiva —un buen maestro entre ellos, nada más, un maestro humilde y paciente con quien podían tomarse ciertas libertades, a veces excesivas, aunque sin faltar al respeto, porque lo suyo no era faltar al respeto, sino ignorancia, una ignorancia que debe ser excusada—, los apóstoles, polémicos entre sí, egoístas, celosos por ver quién me amaba más y a quién amaba Yo más, impacientes con la gente, un poco orgullosos de ser «los Apóstoles», deseosos de las cosas asombrosas que les señalara ante los ojos de la gente como personas dotadas de un poder extraordinario, lenta pero progresivamente, se van transformando en hombres nuevos, dominando primero sus pasiones por imitarme a Mí y porque Yo estuviera contento, y luego —conociendo siempre cada vez más mi verdadero Yo— cambiando los modos y el amor, hasta verme, amarme y tratarme como a Señor divino. ¿Son acaso, al final de mi vida sobre la Tierra, todavía los compañeros superficiales y alegres de los primeros tiempos? ¿Y son, sobre todo después de la Resurrección, los amigos que tratan al Hijo del Hombre como a un Amigo? No. Antes, son los servidores del Rey; después, los sacerdotes de Dios: completamente distintos, completamente transformados. ■ Consideren esto los que encuentren tal vez ruda, y juzguen no natural la forma de ser de los apóstoles, que era como ha sido descrita. Yo no era un doctor difícil, un rey soberbio, un maestro que tiene por indignos a los demás hombres. Supe compadecer. Quise formar, tomando en mis manos un material basto, quise llenar de todo tipo de perfecciones vasos vacíos, demostrar que Dios lo puede todo, y puede de una piedra sacar un hijo de Abraham, un hijo de Dios, y, de donde nada hay, sacar un maestro, para confundir a los maestros que se jactan de su ciencia, que muy frecuentemente ha perdido el perfume de la mía.

. VIIª.- En fin, haceros conocer el misterio de Judas, ese misterio que es la caída de un alma a la que Dios había socorrido tan espléndidamente. ■ Un misterio que en realidad se repite muy frecuentemente y que es la herida que molesta tanto al Corazón de vuestro Jesús. Daros a conocer cómo se cae, transformándose, de siervos e hijos de Dios, en demonios y deicidas que dan muerte a Dios en ellos matando la Gracia; daros a conocer esto para impediros que pongáis los pies en los senderos por los que uno se precipita al Abismo, y para enseñaros cómo comportarse para tratar de detener a los corderos imprudentes que avanzan hacia el Abismo. ■ Reunid fuerzas intelectuales para estudiar la horrenda y muy común figura de Judas, una maraña en que se agitan cual serpientes todos los vicios capitales que encontráis y que debéis combatir en las personas. Es la lección que preferentemente debéis aprender, porque será la que más os sirva en vuestro ministerio de maestros de espíritu y directores de almas. ¡Cuántos hay en todos los estados de la vida, que imitan a Judas entregándose a Satanás y encontrando así la muerte eterna!”. (Escrito el 28 de Abril de 1947)
···································
1  Nota  : Mi pequeño Juan».  Vaya para toda la Obra la advertencia de que María Valtorta es llamada con frecuencia «pequeño Juan» o como «Juanito», por la similitud en su espiritualidad y misión con el gran Juan, apóstol y evangelista. Es para Jesús un pequeño Juan evangelista. También es llamada «Violeta de la Cruz» y «María de la Cruz». 2 Nota : S. Pío X condenó el Modernismo con tres Documentos: 1.- ”Lamentabili” (3-7-1907). 2.- Encíclica “Pascendi dominici gregis” (8-9-1907). 3.- “Contra errores del Modernismo” (1-9-1910).- Por una de estas coincidencias que frecuentemente se notan en la presente Obra, el texto escrito por María Valtorta recuerda el decreto “Lamentabili”, sigue su orden.   3  Nota  : Al dragón rojo… es el comienzo de alusiones a: Dan. 7 y sobre todo Apoc. 13,17.   4  Nota  : Cfr. Apoc. 12.   5  Nota  : Cfr. Apoc. 13.   6  Nota  : Cfr. Apoc. 14,6-7.  7  Nota  : Cfr. Apoc. 12 y 20.   8  Nota  : Cfr. Gén. 3,15; Apoc. 12.   9  Nota  ; Cfr. Ju. 20,30 y especialmente 21,25.   10 Nota  : Cfr. 1 Cor. 8,1-3.   11  Nota  : Cfr. Gál. 6,7-10; y Job 13,1-16.

.                                                        *******