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El tema “Dolor” comprende:

a) Episodios y dictados extraídos de la Obra magna
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b) Dictados extraídos de los «Cuadernos de 1943/50»

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a)  Episodios y dictados extraídos de la Obra  magna
«El Evangelio como me ha sido revelado»
(«El Hombre-Dios»)   
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(<Jesús y sus discípulos, en su camino hacia Hebrón, han encontrado a los pastores Elías, Leví, y José —éste último es el hijo del difunto pastor José— y después, en Yutta, a Isaac (1). Todos ellos testigos directos de aquélla noche del nacimiento del Niño en Belén. Desde Yutta se dirigen, incluso los pastores con sus rebaños,  hacia Hebrón a visitar la tumba de Samuel otro pastor de aquella noche de Belén>)
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1-77-417 (2-41-457).-“Éstos son amigos tuyos y de Dios. Entonces, explícame ¿por qué fueron desgraciados?”.
* “¿Qué es la vida? Es un breve tiempo en que el hombre está en la Tierra, que el Padre concede para probar vuestra naturaleza de hijos buenos o bastardos. ¿Sería justo que uno que ha recibido ya el bien extraordinario de servir a Dios, recibiera también honores y bienes terrenos?”.- ■ “¿A que hora llegaremos?” pregunta Jesús, que camina en el centro del grupo precedido por las ovejas, que mordisquean la hierba de las veredas. Elías responde: “A eso de las nueve. Son cerca de 10 millas”. Iscariote pregunta: “Y después… ¿vamos a Keriot?”. Jesús: “Sí. Vamos allí”. Iscariote: “¿Y no era más corto ir de Yutta a Keriot? No debe haber mucha distancia. ¿O no es así, pastor?”. Elías: “Dos millas más, poco más o menos”. Iscariote: “Así caminaremos más de veinte millas inútilmente”. Jesús dice: “Judas… ¿Por qué estás tan inquieto?”. Iscariote: “No lo estoy, Maestro. Sólo que me habías prometido venir a mi casa…”. Jesús: “E iré. Siempre mantengo mis promesas”. Iscariote: “Mandé avisar a mi madre… y Tú, por otra parte, dijiste que con los muertos se está también con el espíritu”. Jesús: “Lo dije. Pero piensa bien Judas: tú, por Mí, no has sufrido todavía. Éstos hace treinta años que sufren y ni siquiera han traicionado el recuerdo mío. Ni siquiera el recuerdo. Ellos no sabían si estaba vivo o muerto… y sin embargo permanecieron fieles. Se acordaban de Mí, cuando recién nacido, Niño que no tenía otra cosa que llanto y deseo de leche… y sin embargo siempre me han reverenciado como a Dios. Por causa mía han sido golpeados, maldecidos, perseguidos: como un oprobio de la Judea, y con todo, su fe no vacilaba, con los golpes no se secaba, sino que echaba raíces más profundas y se hacía más robusta”. ■ Iscariote: “A propósito. Hace ya varios días que una pregunta me quema los labios. Éstos son amigos tuyos y de Dios ¿no es cierto? Los ángeles los bendijeron con la paz del Cielo… ¿no es así? Permanecieron justos contra todas las tentaciones. ¿No me equivoco? Entonces… explícame ¿por qué fueron desgraciados?… ¿Y Ana? ¿La mataron porque te amaba?…”. Jesús: “¿… y por tanto concluyes que mi amor y el amarme traigan desgracias?” (2). Iscariote: “No… pero…”. Jesús: “Pero es así. Siento verte tan cerrado a la Luz y tan preocupado de las cosas humanas. No te metas, Juan, ni tú tampoco Simón. Prefiero que él hable. No regaño jamás. Tan sólo deseo que abráis vuestros corazones para introduciros a la luz. Ven aquí, Judas. Escucha. Tú partes de un juicio, que muchos también tienen y que otros tantos tendrán. Dije juicio, debería decir error. Pero lo decís sin malicia, por ignorancia de lo que es la verdad, por eso no es error, sino juicio imperfecto, como puede tenerlo un niño. Sois niños, pero hombres. Y Yo estoy como Maestro, para formaros hombres adultos, capaces de discernir lo verdadero de lo falso, lo bueno de lo malo, lo mejor de lo bueno. Escuchad, pues. ¿Qué cosa es la vida? Es un breve tiempo en que el hombre está en la Tierra, diría Yo, en el limbo del Limbo, que el Padre Dios os concede para probar vuestra naturaleza de hijos buenos o de bastardos, para reservaros, sobre la base de vuestras obras, un futuro en el que no habrá ni pausas ni pruebas. Decidme ahora: ¿Sería justo que alguien que ya tuvo el bien extraordinario de poder servir a Dios de una manera especial, gozara también por toda la vida de un bien continuo? ¿No os parece que ya ha tenido mucho bien y que, por lo tanto, puede llamarse feliz, aunque en lo humano no lo sea?… ¿No sería injusto que aquel que tiene ya en el corazón la luz de manifestación divina y la paz de una conciencia tranquila, tuviera además honores y bienes terrenos? ¿No sería una cosa hasta imprudente?”. ■ Zelote dice: “Maestro, pienso que hasta sería profanador. ¿Por qué poner alegrías humanas en donde Tú estás?… Cuando uno te tiene —y éstos te han tenido pues son los únicos ricos en Israel porque durante treinta años te poseyeron— no debe tener otra cosa. No se ponen cosas humanas en el propiciatorio… y el vaso sagrado no sirve más que para usos sagrados. Estos han sido consagrados desde el día en que vieron tu sonrisa… ¡y nada, pero nada que no sea Tú debe entrar en el corazón que te posee! ¡Si fuese como ellos!”. Iscariote contesta irónicamente: “Sin embargo, te has dado prisa, después de haber visto al Maestro y después de ser curado, en volver a tomar posesión de tus bienes” (3). Zelote: “Es verdad, lo dije y lo hice, pero… ¿sabes por qué? ¿Cómo puedes juzgar si no lo sabes todo? Mi administrador tuvo órdenes escuetas. Ahora que Simón Zelote está curado —y sus enemigos no pueden hacerle daño segregándole; ni perseguirle porque ya no pertenece más que al Mesías, y no tiene ninguna secta: tiene sólo a Jesús y basta— Simón puede disponer de sus bienes que un hombre honrado, un hombre fiel le conservó. Y yo, dueño todavía durante una hora, di órdenes de reajuste para obtener más dinero por su venta y poder decir… no, esto no lo digo”. Jesús dice: “Simón, los ángeles lo dicen por ti, y lo escriben en el libro eterno”. Simón mira a Jesús. Los dos se cruzan miradas, la del uno está llena de sorpresa, la del otro de bendición. ■ Iscariote: “¡Como siempre estoy equivocado!”. Jesús: “No, Judas. Tienes sentido práctico. Tú mismo lo dices”.  (Escrito el 13 de Enero de 1945).
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1  Nota  : Cfr. Personajes de la Obra magna: Pastores de Belén. 2  Nota  : Según esta Obra, la Sagrada Familia después de pasar los primeros días en la Gruta del nacimiento, se hospedaron en una casa de Belén: en la casa de una mujer llamada Ana. En esta misma casa recibieron a los tres Magos Sabios. Y desde esta casa, ante la amenaza de Herodes, emprendieron la huida a Egipto. Durante la matanza de los niños inocentes, esta piadosa mujer Ana perdió la vida y los bienes y también los hijos de su hija porque Herodes mandó quemar la casa y todo el sembradío. 3  Nota  : La casa  del apóstol Simón Zelote en Betania. Durante el período en que Simón Zelote anduvo errante en continua huida, acusado y proscrito como leproso, —antes de conocer a Jesús—, fue su amigo Lázaro quien, amparándose en el favor de Roma, le conservó esta propiedad. Zelote, después de su curación por Jesús, se hizo cargo nuevamente de la misma, donde un fiel sirviente suyo vivía y la guardaba.  Mas una vez hecho apóstol de Jesús, la puso en venta para, ya “sin ataduras humanas, servir solo al Maestro”. El propio Lázaro, a quien Simón le encargó la venta, la compró, sin revelar la iden­tidad del comprador, al precio fijado y en las condiciones estipuladas por Zelote. Una de las condiciones se refería a la permanencia, hasta la muerte, de su sirviente en la casa.  Lázaro, sin embargo, nunca la consideró suya.
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(<Jesús está en el campo, donde se ven magníficos árboles frutales y espléndidos viñedos. Está sentado entre frutales comiendo algo de fruta que le ha ofrecido un campesino. En la conversación, surge el tema del dolor al que el campesino no encuentra sentido>)
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2-83-29 (2-47-508).-“¿El dolor, no es siempre mal?”.
* “Desde el punto de vista humano es un mal, pero del sobrehumano, es un bien. Aumenta los méritos de los justos que lo sufren sin desesperarse, sin rebelarse y lo presentan ofreciéndole como sacrificio de expiación por sus propias culpas y las del mundo y como redención de los que no son justos”.- ■ El campesino pregunta: “¿El dolor, no es siempre mal?”. Jesús: “No, amigo. Desde el punto de vista humano es un mal, pero del sobrehumano, es un bien. Aumenta los méritos de los justos que lo sufren sin desesperarse, sin rebelarse y lo presentan ofreciéndole como sacrificio de expiación por sus propias flaquezas y por las culpas del mundo y como redención de los que no son justos”. ■ El campesino, al que se le han reunido sus familiares, que son como diez entre adultos y niños, dice: “¡Es tan difícil el sufrimiento!…”. Jesús: “Sé que el hombre lo considera difícil. Y el Padre sabiendo que el hombre como tal lo consideraría, no dio el dolor a sus hijos. Entró: por la Culpa. Pero… ¿cuánto tiempo dura el dolor sobre la Tierra, en la vida del hombre?… ¡Poco! Siempre es poco, aunque durase toda la vida. Ahora bien,  te digo: ¿No es mejor sufrir durante poco tiempo, que siempre? ¿No es mejor sufrir aquí que en el Purgatorio? Pensad que allá el tiempo se multiplica en la proporción de uno a mil. ¡Oh!, en verdad os digo que no se debería maldecir sino bendecir el dolor, y llamarlo «gracia» y llamarlo «piedad»”. Campesino: “¡Oh, Maestro! Nosotros bebemos tus palabras, como en verano lo hace el sediento al beber agua miel de una jarra fresca. ¿De veras partes mañana, Maestro?”. Jesús: “Sí, mañana, pero regresaré otra vez para agradecerte lo que has hecho por Mí y por los míos, y para pedirte una vez más pan y descanso”. Campesino: “Eso siempre lo encontrarás aquí, Maestro”.  (Escrito el 20 de Enero de 1945).
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(<Jonás, otro de los pastores de Belén que adoraron al Niño en el pesebre, al presente, trabaja como campesino en los campos de la llanura de Esdrelón para un fariseo avaro y sin entrañas llamado Doras (1). Jesús ha ido a visitarle y a consolarle pues su estado de salud, agravado por las condiciones de vida inhumanas, es muy delicado. Después de unos días de estancia allí, ha llegado el momento de la despedida>)
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2-89-57 (2-54-539).- “¡Quisiera daros una paz también humana pero… no puedo! Tengo que deciros: sufrid todavía”.
* “Regresaré, Jonás. Que el lugar en que estás sea tu escalera de Jacob. Ciertamente, entre el Cielo y tú bajan y suben los ángeles con la atención puesta en recoger todos tus méritos y llevárselos a Dios”.- ■ Apenas un atisbo de luz. En la puerta de una mísera choza —y hablo así porque llamarla casa sería demasiado honor—, están Jesús con los suyos y con Jonás y otros campesinos como él. Es la hora de separarse. Jonás pregunta: “¿No te volveré a ver, Señor mío? Nos has traído la luz al corazón. Tu bondad ha hecho de estos días una fiesta que durará toda la vida. Ya has visto cómo nos tratan. Se preocupan más del borriquillo que de nosotros; y se cuida más humanamente de las plantas porque valen dinero; nosotros somos solo máquinas que proporcionan ganancia, y se nos hace trabajar hasta que morimos por exceso de trabajo. Pero tus palabras han sido como muchas caricias de alas. El pan nos ha parecido más abundante y mejor, porque Tú lo compartías con nosotros, este pan que él ni siquiera da a sus perros. Vuelve a compartirlo con nosotros, Señor. Me atrevo a decir esto, solo porque eres Tú. Para cualquier otro significaría una ofensa el ofrecer un cobijo y un alimento que hasta el mendigo desdeña. Pero Tú…”. ■ Jesús: “Pero Yo encuentro en ellos un perfume y un sabor celestes, porque hay en ellos fe y amor. Regresaré, Jonás. Quédate en tu lugar, amarrado al carro como un animal de tiro. Que el lugar en que estás sea tu escalera de Jacob (2). Ciertamente entre el Cielo y tú bajan y suben los ángeles con la atención puesta en recoger todos tus méritos y llevárselos a Dios. Pero yo volveré a ti, a consolar tu espíritu. Permanecedme todos  fieles. ¡Oh! ¡Quisiera daros una paz que fuera también humana pero… no puedo! Tengo que deciros: sufrid todavía. Y ello es tristeza para Uno que ama…”. Jonás: “Señor, si Tú nos amas, ya no es sufrir. Antes no teníamos a nadie que nos amara…”.  (Escrito el 27 de Enero de 1945).
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1  Nota  : Cfr.  Personajes de la Obra magna:  Doras y su pariente Yocana.   2  Nota  : Cfr.  Gén. 28,12.
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(<Jesús se encuentra en la región llamada «Aguas Claras», entre Jericó y Efraín. Su actividad se desarrolla entre predicación y curaciones. Maravilloso es el milagro del jovencito al que Jesús infunde inteligencia con su aliento, teniendo entre sus manos la cabezota del jovencito>)
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2-122-258 (2-89-757).- “La enfermedad y la muerte entraron por Satanás, como igualmente, el delito y la corrupción al mundo”.
* “Las enfermedades son un desorden en el orden, porque Dios creó al hombre sano y perfecto. El hombre heredó de Adán y Eva la Mancha de Origen. Y la Mancha se extiende cada vez más, incluyendo las tres ramas del hombre: la carne: cada vez más viciosa y, por tanto, débil y enferma; la parte moral: cada vez más soberbia, y, por tanto, corrompida; el espíritu: cada vez más incrédulo, o sea, cada vez más idólatra”.- ■ Del infortunio pasado no queda rastro, solo la cabezota del  muchacho. La expresión del rostro y el habla son normales. Muchos preguntan: “¿Pero se curó por voluntad tuya o por poder de tu Nombre?”. Jesús: “Por voluntad del Padre, siempre benigno con su Hijo. También mi Nombre es salvación. Vosotros sabéis que Jesús quiere decir Salvador. La salvación se refiere a las almas y a los cuerpos. Quien dice el Nombre de Jesús con verdadera devoción y fe, se levanta de las enfermedades y del pecado. Porque en toda enfermedad espiritual o física está la uña de Satanás, el cual produce las enfermedades físicas para llevar hacia la rebelión y hacia la desesperación a través del sufrimiento de la carne, y las morales o espirituales para conducir hacia la condenación”. Preguntan: “Entonces, según Tú, ¿en todas las cosas que afligen al hombre no es ajeno Belcebú?”. Jesús: “No es ajeno. La enfermedad y la muerte entraron por él, como  igualmente, el delito y la corrupción entraron en el mundo por él. Cuando veáis a alguien atormentado por alguna desventura, pensad, que sufre por causa de Satanás. Cuando veáis que alguien es causa de desventura, pensad también que él es instrumento de Satanás”. ■ Afirman: “Pero, las enfermedades vienen de Dios”. Jesús: “Las enfermedades son un desorden en el orden, porque Dios creó al hombre sano y perfecto. El desorden introducido por Satanás en el orden dado por Dios, ha traído consigo las enfermedades de la carne y las consecuencias de las mismas, o sea, la muerte, o las funestas transmisiones por herencias (1). El hombre heredó de Adán y Eva la Mancha de Origen; pero no sólo ésta. Y la Mancha se extiende cada vez más, incluyendo las tres ramas del hombre: la carne cada vez  más viciosa y, por tanto, débil y enferma; la parte moral, cada vez más soberbia, y, por tanto, corrompida; el espíritu cada vez más incrédulo, o sea, cada vez más idólatra. Por consiguiente es necesario —como he hecho Yo con aquél débil mental—  enseñar el Nombre del que huye Satanás, grabarlo en la mente y en el corazón, ponerlo en el «yo» como un sello de propiedad”. ■ Ellos, escandalizados: “Pero, ¿Tú nos posees? ¿Quién eres, que tanto te crees?”. Jesús: “¡Ojalá si fuera así! Pero no lo es. Si os poseyese, estaríais ya salvados. Y sería derecho mío, porque Yo soy el Salvador y debería tener a mis salvados. Mas, salvaré a los que tengan fe en Mí”.  (Escrito el 3 de Marzo de 1945).
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1  Nota  : Cfr. Gén. 3; Sab. 2,21-24.
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2-154-414 (3-14-49).- Jesús, en Cesarea Marítima, se dirige a los galeotes: “Quiero decir a estos infelices a quienes Dios ama, que se resignen en su dolor, que hagan de su dolor llama que rompa las cadenas de la galera y de la vida, consumiendo, con deseos de ver a Dios, este pobre día que es la vida”.
* “En cambio de la libertad y de la patria terrenas que no os puedo dar, os daré una libertad y una patria más altas”.- ■ Jesús está en el centro de una amplia plaza, bastante bonita, que se prolonga en una calle muy larga, casi es una continuación de la plaza, hasta la orilla del mar. Una galera acaba de partir y sale a mar abierto empujada por el viento y los remos, mientras que otra está haciendo las maniobras para atracar, como se deduce del hecho de que están plegando velas y de que los remos se mueven por una sola banda para hacer virar la nave a una posición conveniente. No se ve el puerto desde la plaza, pero debe estar cerca. En los lados de la plaza hay alineados edificios grandes, con las características paredes exteriores casi exentas de vanos; no hay ningún establecimiento de comercio. Pedro pregunta en tono de reproche: “¿A dónde vamos ahora? Quisiste venir aquí en vez de ir a la parte oriental. Este lugar es de paganos, ¿quién quieres que te escuche?”. Jesús: “Vamos allí, a aquel ángulo que se abre hacia el mar. Allí hablaré”. Pedro: “¿A las olas?”. Jesús: “También las olas han sido creadas por Dios”. ■ Se van. Han llegado justo a ese ángulo. Ven el puerto, donde lentamente entra la galera que habían visto hace poco y que es amarrada en su lugar. Uno que otro marino vagabundea por el muelle; alguno que otro vendedor de fruta se arriesga a ir hasta la nave romana y vender. No se atreve a otra cosa. Jesús, arrimado de espaldas a una pared, da verdaderamente la impresión de que estuviera hablando a las olas. Los apóstoles, descontentos de la situación, están en torno a Él, algunos de pie, otros sentados en piedras colocadas acá o allá con la intención de que sirvan de bancos… Un soldado se dirige hacia Jesús: “¡Salve, Maestro! ¿Cómo es que te encuentras aquí? ¿Me conoces?”. Jesús: “Que Dios sea contigo, Publio Quintiliano (1). ¿Ves cómo he venido?”. Publio Q.: “Y exactamente al barrio romano. No esperaba volver a verte otra vez. Tengo deseos de oírte”. Jesús: “Yo también. ¿En esa galera hay muchos destinados al remo?”. Publio Q.: “Muchos. Casi la mayor parte, prisioneros de guerra. ¿Te interesan?”. Jesús: “Me gustaría acercarme a esa nave”. Publio Q.: “Ven. Haceos a un lado, vosotros” grita a los pocos que se habían juntado, y que al punto se alejan echando improperios. Jesús: “Déjalos. Estoy acostumbrado a estar en medio de la gente”. Publio Q.: “Te permito hasta aquí. No más allá. Es una nave de soldados”. Jesús: “Me basta. Dios te lo pague”. ■ Jesús reanuda su discurso. El romano, espléndido con la vestidura que lleva,  se queda a su lado como montando guardia. “Esclavos por un doloroso suceso, esclavos una sola vez, esclavos mientras dura la vida. Cada una de las lágrimas que cae sobre sus cadenas, cada uno de los golpes descargados sobre sus carnes como huella escrita de un dolor, afloja los grilletes, adorna lo que no muere, abre finalmente para ellos la paz de Dios, quien es amigo de sus pobres hijos infelices, a los que dará tanta alegría cuanto fue su dolor”. ■ De las bordas de la galera se ven hombres de la tripulación, que se han asomado y se han puesto a escuchar. A los galeotes, naturalmente, no se les ve, pero hasta ellos llega por todos los lados la voz potente de Jesús, voz que se difunde por el aire tranquilo de esta hora de baja marea. Publio Quintiliano se ha marchado requerido por un soldado. ■ Jesús: “Quiero decir a estos infelices a quienes Dios ama, que se resignen en su dolor, que hagan de su dolor llama que rompa las cadenas de la galera y de la vida, consumiendo, con deseos de ver a Dios, este pobre día que es la vida, día oscuro, borrascoso, lleno de miedo y de fatigas, para entrar en el día de Dios, día luminoso, sereno, ya sin miedos ni decaimientos. Basta con que sepáis, vosotros, oh mártires de una penosa suerte, ser buenos en medio de vuestros sufrimientos, basta con que aspiréis a Dios, para que entréis en la gran paz, en la infinita libertad del Paraíso… Quisiera cambiaros el corazón y, sobre todo, quisiera romper vuestras cadenas, devolveros la libertad y patria perdidas; pero, hermanos galeotes que no veis mi rostro, hermanos galeotes cuyo corazón con todas sus heridas conozco, en cambio de la libertad y de la patria terrenas que no os puedo dar, ¡oh pobres hombres esclavos de los poderosos!, os daré una libertad y una patria más altas. Por vosotros me he hecho prisionero, dejé mi patria, por vosotros me entregaré Yo mismo como rescate; para vosotros, sí, también para vosotros, que no sois oprobio de la Tierra como os llaman, sino signo de vergüenza para el hombre que olvida la medida del rigor de la guerra y de la justicia, haré una nueva Ley sobre la Tierra y una tranquila mansión en el Cielo. Acordaos de mi Nombre, hijos de Dios que lloráis. Es el nombre del Amigo. Decidlo en vuestras penas. Estad seguros que si me amáis me tendréis, aunque no nos veamos jamás en la Tierra. Soy Jesucristo, el Salvador, el Amigo vuestro. En el nombre del Dios verdadero os consuelo. Que pronto descienda sobre vosotros la paz”.  (Escrito el 4 de Mayo de 1945).
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1  Nota  :  Publio Quintiliano.- Cfr.  Personajes de la Obra magna: Romanas/os.
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3-170-74 (3-30-162).- Discurso de la Montaña. Bienaventuranzas (1). «Bienaventurado de mí si sé llorar sin rebelarme porque seré consolado».
* Introducción.- ■ Jesús sube un poco más alto que el prado, que es el fondo del valle, y empieza a hablar: “Muchos, durante este año de predicación, me han planteado esta cuestión: «Pero Tú que te dices ser el Hijo de Dios, explícanos lo que es el Cielo, lo que es el Reino y lo que es Dios, porque no tenemos ideas claras. Sabemos que hay Cielo, con Dios y con los ángeles. Pero nadie ha venido a decirnos cómo es, pues está cerrado aun a los justos». Me han preguntado también qué es el Reino y qué es Dios. Yo me he esforzado en explicároslo, no porque me resultara difícil explicarme, sino porque es difícil, por un conjunto de factores, haceros aceptar una verdad que, por lo que se refiere al Reino, choca contra todo un edificio de ideas acumuladas durante siglos, una verdad que, por lo que se refiere a Dios, se topa con la sublimidad de su Naturaleza. ■ Otros me dijeron: «De acuerdo, esto es el Reino y esto es Dios. Pero ¿cómo se conquistan?». También en este punto he tratado de explicaros sin cansarme, cuál es la verdadera alma de la Ley del Sinaí; quien hace suya esa alma hace suyo el Cielo. Pero, para explicaros la Ley del Sinaí, es necesario hacer llegar a vuestros oídos el potente trueno del Legislador y de su Profeta, los cuales, si bien es cierto que prometen bendiciones a los que la observen, amenazan, amenazadores, duras penas y maldiciones a los que no la obedecen. La aparición del Sinaí fue terrible (2); su carácter terrible se refleja en toda la Ley, halla eco en los siglos, se refleja en todas las almas… ■ Ahora me decís: «¿Cómo se conquista a Dios y su Reino por un camino más dulce que no sea el duro del Sinaí?». No hay otro. Es éste. Pero mirémoslo no a través del color de las amenazas, sino a través el amor. No digamos: «¡Ay de mí, si no hiciere esto!» quedando temblorosos ante la posibilidad de pecar, de no ser capaces  de no pecar. Sino digamos: «¡Bienaventurado de mí si hago esto!» y con el empuje de la alegría sobrenatural, gozosos, lancémonos hacia estas bienaventuranzas que nacen al observar la Ley, como nacen las corolas de las rosas de entre un montón de espinas. Bienaventurado de mí si…
* … «Bienaventurado de mí si sé llorar sin rebelarme porque seré consolado». El dolor existe en la tierra, y arranca lágrimas al hombre. Mas el dolor no existía. El hombre lo introdujo en este mundo. Pero es que, además, por depravación de su inteligencia se aplica cada vez a aumentarlo con todos los medios a su alcance. En efecto, a las enfermedades y desgracias acarreadas por rayos, tempestades, aludes, terremotos… el hombre, para sufrir —para hacer sufrir, pues quisiéramos que fueran los demás y no nosotros los que sufrieran con los medios estudiados para tal fin— añade, como fruto de su mente, las armas mortíferas (cada vez más terribles) y la crueldad moral (cada vez más astuta). ¡Cuántas lágrimas acarrea el hombre al hombre por instigación de su secreto rey que es Satanás! Pues bien, os digo que estas lágrimas no son una tara, sino una perfección del hombre.El hombre es como un niño distraído, un despreocupado, que solo piensa en divertirse, una criatura de inteligencia retardada, hasta que el llanto le hace adulto, reflexivo, inteligente. Sólo los que lloran, o han llorado, saben amar y comprender; amar a los hermanos, que como ellos lloran, comprender sus sufrimientos, ayudarlos con su bondad, bondad que sabe cuán duro es sufrir cuando se llora en la soledad. Y saben amar a Dios porque han comprendido que, excepto Dios, todo lo demás es dolor; porque han comprendido que el dolor se aplaca si es llorado sobre el corazón de Dios; porque han comprendido que el llanto resignado, que no destroza la fe, que no hace árida la oración, que no conoce la rebelión, cambia de naturaleza, transformándose en consuelo. Sí, los que lloran amando al Señor, serán consolados”. (Escrito el 24 de Mayo de 1945).
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1  Nota  :  Cfr.  Mt. 5,1-12; Lc. 6,20-23.   2  Nota  :  Cfr   Éx. 19,24; Deut. 4,41-6,25.
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(<Comentario de Jesús al episodio de la tempestad calmada (1) >)
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3-185-176 (3-46-273).- «Entonces ¿por qué permites que se formen tempestades en el individuo o en la colectividad?».
* “Yo no soy un «hombre», soy el Dios-Hombre. Soy Jesús, el Salvador; salvo siempre, y salvo siempre en cuanto se me invoca”.- ■ Dice Jesús: “No te comento el Evangelio con el sentido con que los demás suelen comentarlo. Te explicaré lo que hay de fondo en el trozo evangélico. ¿Por qué dormía? ¿No sabía acaso que estaba la tempestad por llegar? Sí lo sabía. Yo solo sabía. Y entonces ¿por qué dormía? Los apóstoles eran hombres, María, animados de buena voluntad pero todavía muy «mortales». El hombre se cree siempre capaz de todo. Cuando realmente es capaz de alguna cosa, se envanece y se llena de apego a su «capacidad». Pedro, Andrés, Santiago y Juan eran buenos pescadores y se creían insuperables en las maniobras marinas. Yo para ellos era un gran «Rabí», pero un nada como marinero. Por esto me tenían por incapaz de ayudarles y cuando subían a la barca para atravesar el mar de Galilea me pedían que estuviese sentado porque no era capaz de nada más. Su cariño también tomaba parte en ello, porque no querían que me fatigase, si bien el apego a sus capacidades era el elemento más importante. No me impongo sino en casos excepcionales, María. Generalmente os dejo libres y espero. ■ Aquel día, cansado como estaba y habiéndome solicitado que descansase, esto es, que les dejase hacer lo suyo —a ellos que tan duchos eran— me puse a dormir… y a constatar cómo el hombre es «hombre» y quiere actuar por sí solo, sin pensar que Dios quiere ayudarle. Veía en aquellos «sordos espirituales» y en aquellos «ciegos espirituales», a todos los sordos y ciegos del espíritu, que durante siglos y siglos llegarían a su ruina por querer hacer por sí, cuando me tienen a Mí cercano a ellos, a sus necesidades en espera de que me llamen en su ayuda. Cuando Pedro gritó: «¡Sálvanos!», mi amargura cayó como una piedra por su propio peso. ■ Yo no soy un «hombre», soy el Dios-Hombre. No actúo como vosotros hacéis. Vosotros, cuando alguien ha rechazado vuestro consejo o ayuda y luego le veis en medio de dificultades, aunque no sois demasiado malos para alegraros de ello, frecuentemente permanecéis fríos, indiferentes a su grito que os pide ayuda. Con vuestra actitud le decís: «Cuando te quise ayudar ¿quisiste? Ahora arréglatelas tú». No, yo soy Jesús, soy Salvador, y salvo, María; salvo siempre, en cuanto se me invoca”.
* Si con mi poder destruyese el mal, cualquiera que fuese, llegaréis a creeros autores del bien, que en realidad es don mío, y no os acordaríais más de Mí. Tenéis necesidad, pobrecitos hijos, del dolor para acordaros que tenéis Padre”.-Jesús: “Los pobres hombres podrían objetar: «Entonces ¿por qué permites que se formen tempestades en el individuo o en la colectividad?». Si con mi poder destruyese el mal, cualquiera que fuese, llegaréis a creeros autores del bien, que en realidad es don mío, y no os acordaríais más de Mí. Tenéis necesidad, pobrecitos hijos, del dolor para acordaros que tenéis Padre. Como el hijo pródigo, que se acordó de que lo tenía cuando sintió hambre (2). ■ Las desventuras sirven para que os persuadáis de vuestra nada, de vuestra insipiencia —causa de tantos errores—, y  de vuestra maldad —causa de tantos lutos y dolores—, de vuestras culpas —causa del castigo que vosotros mismos os infligís— y de mi existencia, potencia y bondad. Ved que esto es lo que os dice el Evangelio de hoy, «vuestro» Evangelio de la hora presente, pobrecitos hijos. Llamadme. Jesús no duerme porque tiene angustia al ver que no le amáis. Llamadme y vendré”. (Escrito el 30 de Enero de 1944).
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1  Nota  : Cfr. Mt. 8,23-27;  Mc. 4,35-41; Lc. 8,22-25.   2  Nota  : Cfr. Lc. 15,11-20.
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(<Jesús, acompañado de apóstoles, de los 3 pastores Elías, Leví y José, de mujeres y del niño Marziam o Yabés [1], a quien hace poco ha acogido bajo su protección, está en Betsur. Ayer ha visitado con su Madre a Elisa [2] ―antigua compañera de su Madre en el Templo―, ahora sumida en una profunda depresión a raíz de la muerte de sus dos hijos, y ha logrado junto son su Madre ―que se quedó en casa de Elisa para hacer compañía― aliviar el dolor de la mujer. Este hecho es hoy el comentario de todo el pueblo de Betsur>)
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3-209-336 (4-71-439).- El conocimiento exacto de Dios alivia el dolor.- La fecundidad del dolor: el dolor es cruz pero también ala.- Noemí y Ruth.
* ¡Si supieseis qué significa salir de esas tinieblas! Son peor que la muerte”.- ■ La noticia de que Elisa de Betsur había salido de su trágica melancolía debió haberse desparramado por el pueblo, pues cuando Jesús, seguido por sus apóstoles y discípulos, va a la casa de ella, atravesando el pueblo, mucha gente se le queda mirando curiosamente y hasta piden a este o a aquel pastor informes de Él… de por qué ha venido… de quiénes son los que están con Él… y quién es el niño, quiénes las mujeres, y qué medicina dio a Elisa para sacarla de las tinieblas de la locura, tan pronto, nada más llegar a su casa… y qué hará y qué dirá… Y todas las otras preguntas que se quieran añadir. La última que se hace es: “¿No podríamos ir también nosotros?” a la que responden los pastores: “Eso no lo sabemos. Es menester preguntárselo al Maestro. Vamos a Él. No le temáis. Jamás trata mal a nadie, ni siquiera a los pecadores. Id, Id, se alegrará mucho”. ■ Un grupo de mujeres y hombres, casi todos adultos, de la edad de Elisa, deliberan y después se dirigen a Jesús que está hablando con Pedro y Bartolomé. Dicen con un poco de inseguridad: “Maestro…”. Bartolomé pregunta: “¿Qué queréis?”. Contestan: “Hablar con el Maestro para preguntarle…”. Jesús interviene: “La paz sea con vosotros ¿Qué me queréis preguntar?”. Toman confianza ante la sonrisa de Jesús y dicen: “Todos somos amigos de Elisa, de su casa. Hemos sabido que está curada. Querríamos verla, y oírte a Ti. ¿Podemos ir?”. Jesús: “¿A escucharme? ¡Claro! A verla a ella, no, amigos. Mortificad la amistad y también vuestra curiosidad, porque hay también de esto. Respetad su dolor y no la turbéis”. Preguntan: “Pero ¿no está curada?”. Jesús: “Se vuelve hacia la Luz. Cuando la noche se acaba… ¿llega inmediatamente el mediodía?, o, cuando se vuelve a prender una hoguera apagada… ¿sube enseguida la llama? Lo mismo sucede a Elisa. ¿Si una ráfaga de viento cae sobre una llamita, que está naciendo, no la apagará?… Tened, pues, prudencia. La mujer es una llaga. Hasta la amistad podría exasperarla, porque tiene necesidad de sosiego, silencio, soledad, aunque no una soledad  trágica como la que vivía hasta ayer, sino resignada, para volver a encontrarse a sí misma”. Insisten: “¿Entonces, cuándo la volveremos a ver?”. Jesús: “Más pronto de lo que pensáis, porque ya está en los umbrales de la salud. ¡Si supieseis qué significa salir de esas tinieblas! Son peor que la muerte. Y quien sale de ellas, tiene vergüenza de haber estado allí y de que el mundo lo sepa”. Preguntan: “¿Eres médico?”. Jesús: “Soy el Maestro”. ■ Han llegado a la casa. Jesús se vuelve a los pastores: “Id al patio. Que vaya con vosotros quien quiera, pero nadie haga ruido ni siga más allá del patio”. Y a sus apóstoles: “Cuidad vosotros también de que esto se cumpla. Y vosotras (se dirige a Salomé y a María de Alfeo) (3) tened cuidado de que el niño no haga ruido. Hasta luego”. Y llama a la puerta mientras los demás se van por una callejuela para ir donde deben. Abre la criada. Jesús entra en medio de inclinaciones repetidas de la sirvienta, a quien pregunta: “¿Dónde está tu dueña?”. Criada: “Con tu Madre…” y piensa, “¡ha salido al jardín! ¡Una cosa! ¡Una cosa! Ayer en la anoche vino al comedor… lloraba, pero volvió. Hubiera querido que tomase algo de alimento en lugar de la poquita leche acostumbrada que bebe, pero ¡no lo logré!”. Jesús: “Comerá. No insistas. Ten paciencia por el amor que tienes a tu patrona”.  Criada: “Sí, Salvador. Haré lo que dices”. En efecto, yo creo que la mujer está tan convencida de quién es Jesús y de que todo lo que Él hace está bien hecho, que haría las cosas más extrañas si Jesús se lo dijera. ■ Le acompaña entre tanto a un vasto jardín huerto, lleno de árboles frutales y de flores. Pero, si bien los árboles frutales se han encargado por sí mismos de vestirse de hojas y de florecer, de formar los pequeños frutos y hacerlos crecer, las pobres flores, abandonadas desde hace más de un año, se han transformado casi en un bosque pequeño y enmarañado en que las plantas más fuertes aplastan a las más pequeñas bajo su peso. Los bordes y senderos, todo ha desaparecido en medio de un caos. Solo en el fondo, donde la sirvienta ha sembrado lechugas y legumbres, hay un poco de orden. ■ María está con Elisa, debajo de una parra caprichosísima que deja caer, hasta tocar el suelo, sus sarmientos y zarcillos. Jesús se detiene y mira a su joven Madre que con arte finísimo despierta y dirige la mente de Elisa a cosas muy diferentes de las que hasta ayer habían sido los pensamientos de esta desconsolada mujer. La sirvienta se acerca a la patrona y le dice: “Ha venido el Salvador”. Las mujeres se vuelven hacia donde viene Él. La una con su dulce sonrisa y la otra con su mirada cansada y extraviada. Jesús les dice: “La paz sea con vosotras. Bello jardín este…”. Elisa dice: “Era bello…”. Jesús: “Y fértil el suelo. ¡Mira cuántas frutas se están madurando!”. Elisa: “Sí. Están alrededor de un estanque donde jugaban mis pequeños. Entonces estaba muy bien arreglada… ahora todo es desorden aquí. No parece ser el jardín de mis hijos”. La Virgen le dice: “Dentro de pocos días será como antes. Te ayudaré yo, Elisa, ¿verdad, Jesús? ¿Me dejas aquí con Elisa por algunos días? Tenemos muchas cosas que hacer…”. Jesús: “Todo lo que Tú quieras, Yo lo quiero”. Elisa le mira y murmura: “Gracias”. Jesús le acaricia la cabeza cana, y luego se despide para ir a donde están los pastores.
* Elisa, como arrebatada por una fuerza irresistible, se acerca para escuchar a Jesús que primero, dirigiéndose a los pastores, les dice que les quiere libres para unirlos a los discípulos.- ■ Las mujeres se quedan en el jardín, pero, poco después, cuando se oye la voz de Jesús esparcirse por el aire sereno al saludar a los presentes, Elisa, como arrastrada por una fuerza irresistible, se acerca lentamente a un seto bastante alto tras el cual está el patio. Jesús habla primero a los pastores. Está muy cerca del seto. Delante de sí tiene a los apóstoles y a los ciudadanos de Betsur que le han seguido. Las Marías con el niño están sentadas en un rincón. Jesús pregunta a los pastores: “¿Estáis obligados por contrato o podéis decir que no en cualquier momento?”. Pastores: “Hablando claro, somos siervos libres. Pero dejarlo de pronto, ahora que los rebaños exigen mucho cuidado y que es difícil encontrar pastores, no nos parece bien”. Jesús:  “Bien, no lo es. Pero no es necesario que sea pronto. Os lo digo a tiempo para que toméis las providencias justas. Os quiero libres, para uniros a los discípulos y para que me ayudéis”. Los tres pastores están en éxtasis de alegría: “¡Oh, Maestro!..”. Y preguntan: “Pero ¿seremos capaces?”. Jesús: “No hay duda alguna. Entonces nos hemos entendido. Tan pronto podáis uníos a Isaac”. Pastores: “Sí, Maestro”. Jesús: “Id con los demás. Les diré unas dos palabras”.
.   ● “He llorado en mi corazón con ellos al ver cuánto dolor hay en la tierra, y cómo sólo Dios puede aliviarlo. ¡Dios! El conocimiento exacto de Dios… Venid a Mí todos los que tenéis dolores, disgustos… compartiré vuestro dolor, os daré paz. No dudaréis más ni diréis: «¡Todo ha terminado para mí!», sino: «Ahora todo para mí tiene principio en un mundo sobrenatural que borra las distancias…»”.- ■ Y dejados los pastores se vuelve a la gente. “La paz sea con vosotros. Ayer oí a dos que se encontraban en grande amargura. Al uno en la aurora de la vida (4), a la otra en el crepúsculo (5); dos almas que lloraban su soledad. He llorado en mi corazón con ellos al ver cuánto dolor hay en la tierra, y cómo sólo Dios puede aliviarlo. ¡Dios! El conocimiento exacto de Dios, de su grandeza e infinita bondad, de su constante presencia, de sus promesas. He visto cómo el hombre puede ser torturado por sus semejantes y cómo la muerte le puede arrastrar a estados de desolación en los que Satanás trabaja para aumentar su dolor y crear su ruina. Entonces me dije: «No deben los hijos de los hombres sufrir esta tortura añadida a las otras torturas. Demos el conocimiento de Dios a quien no lo tiene, devolvámoselo a quien lo ha olvidado en medio de las borrascas del dolor». Pero también he visto cómo Yo sólo no doy abasto a cubrir las innumerables necesidades de mis hermanos; y he decidido llamar a muchos, en número cada vez mayor, para que todos los que tienen necesidad del consuelo del conocimiento de Dios lo puedan recibir. Estos doce son los primeros; son segundos Cristos, y, como tales, capaces de conducir a Mí, y, por tanto, al consuelo, a todos lo que se sienten oprimidos bajo pesos muy grandes de dolor. En verdad os lo digo: Venid a Mí todos los que tenéis dolores, disgustos, el corazón herido, cansados y compartiré vuestro dolor y os daré paz. Venid a través de mis apóstoles, a través de mis discípulos y discípulas que cada día aumentan. Encontraréis el alivio de vuestros dolores, la compañía en vuestra soledad, el amor de los hermanos para que olvidéis el odio del mundo; encontraréis, por encima de todos, consolador por encima de todos, compañero perfecto, el amor de Dios. ■ No dudaréis más de nada ni diréis: «¡Todo ha terminado para mí!», sino: «Ahora todo para mí tiene principio en un mundo sobrenatural que borra las distancias y anula las separaciones», por lo cual los hijos huérfanos se reunirán con sus padres que están en el seno de Abraham, y los padres y las madres, las esposas y los viudos encontrarán a sus hijos y al consorte perdidos”.
.  ● “Ruth había comprendido que hay dolores siempre mayores que los propios”.- Llamada al apostolado femenino para con los abandonados.-Jesús: “En esta tierra de Judea, cercana a Belén de Noemí, os recuerdo que el amor alivia el dolor y devuelve la alegría. Pensad, vosotros que lloráis, en la desolación de Noemí después de que su casa se quedó sin varones (6). Oíd sus palabras de amarga despedida a Orfa y a Ruth: «Regresad a la casa de vuestra madre. El Señor use de misericordia con vosotras, como la habéis usado con los que murieron y conmigo…». Oíd cómo no se cansaba de insistir. La que había sido la Noemí, la bella, y que ahora no era sino la desdichada Noemí, quebrantada por el dolor, ya no esperaba más de la vida; solamente quería volver, para morir, a los lugares en que había sido feliz, cuando era joven, rodeada del amor de su marido y de los besos de sus hijos. Decía: «Idos, idos. Es inútil que vengáis conmigo… soy como una muerta… Mi vida no está ya más aquí, sino allá, en la otra, donde ellos están. No sacrifiquéis vuestra juventud al lado de alguien que muere, porque realmente ahora yo soy ‘una cosa’. Todo me es indiferente. Dios me ha quitado todo… Me encuentro en gran angustia, y solo angustia os acarrearía… y ello me pesaría en el corazón, y el Señor me pediría cuentas ―Él, que tanto me ha castigado―; porque teneros a vosotras, que vivís, junto a mí, que estoy muerta, sería egoísmo. Id a donde vuestras madres…». ■ Con todo, Ruth se quedó para sostener a la pobre mujer. Ruth había comprendido que hay dolores siempre más grandes que los propios, y que el suyo de viuda joven era más llevadero que el de aquella mujer que había perdido a sus dos hijos además de su marido. De la misma forma, el dolor del niño huérfano que se ve obligado a vivir mendigando, privado ya de caricias, privado ya de consejos buenos, es mucho mayor que el de la madre que ha quedado para siempre sin hijos. De la misma forma, el dolor de quien, por diversos motivos, llega a odiar al género humano y ve en cada hombre a un enemigo del que debe defenderse y a quien debe temer, es aún mayor que los otros dolores, porque envuelve no sólo carne, sangre e inteligencia, sino también a su corazón con sus deberes y derechos sobrenaturales y le lleva a la perdición. ■ ¡Cuántas madres sin hijos para los hijos sin madres hay en el mundo! ¡Cuántas viudas sin descendencia, para que ejerzan su piedad para con los ancianos solitarios! ¡Cuántos hay que se privan de amor para entregarse enteramente a los infelices, que tienen necesidad de amor y que combaten de este modo al odio, dando, dando amor al linaje humano infeliz, que sufre cada vez más porque cada vez odia más!  El dolor es cruz pero también es ala. El luto despoja, pero para vestir de nuevo. ¡Levantaos vosotros que lloráis! ¡Abrid los ojos, salid de las pesadillas, de las tinieblas, de los egoísmos! Mirad… el mundo es el erial donde se llora y se muere. Grita pidiendo «ayuda» por boca de los huérfanos, de los enfermos, de los solos, de los que se encuentran en duda, por boca de los que viven prisioneros del rencor por causa de una traición o de un acto de crueldad. Id a estos que gritan. ¡Olvidaos entre los olvidados! ¡Sanad entre los enfermos! ¡Esperad entre los desesperados! El mundo está abierto a las buenas voluntades que desean servir a Dios en el prójimo y conquistar el Cielo: que es la unión con Dios y la reunión con aquellos cuya ausencia lloramos. Aquí nos ejercitamos, allí será el triunfo. Venid. Imitad a Ruth en sus dolores. Decid también: «Estaré con vosotros hasta la muerte». Y si estos desventurados que creen no tener remedio os respondiesen con estas palabras: «No me llaméis más Noemí, sino llamadme Mara porque Dios me ha llenado de amargura», persistid. Y en verdad os digo que un día, por vuestra insistencia, estos desventurados exclamarán: «Sea bendito el Señor que me ha quitado la amargura, la desolación, la soledad, por obra de una criatura que supo hacer fructificar su dolor en bien. Dios la bendiga en la eternidad, porque ha sido mi salvadora»”.
.  ● “Pensad que la acción buena de Ruth con Noemí dio al mundo al Mesías. Cada acción buena es origen de grandes cosas como vosotros no tenéis idea”.- Jesús: “Pensad que la acción buena de Ruth para con Noemí dio al mundo al Mesías, porque de David, hijo de Jesé y éste de Obed, viene el Mesías, como Obed de Booz, éste de Salmón y Salmón de Nahasson, Nahasson de Aminadab, Aminadab de Aram, Aram de Esron, Esron de Fares; fueron ellos los que poblaron los campos de Belén. Cada acción buena es origen de grandes cosas, como vosotros no tenéis idea; el esfuerzo de uno contra su propio egoísmo puede provocar una ola de amor tal, que es capaz de subir, llevando entre su pureza a aquél que la provocó, hasta conducirle a los pies del altar, al corazón de Dios. Dios os dé la paz”. ■ Y Jesús, sin volver al jardín por la puertecita que hay en el seto, vigila que nadie se acerque a éste… del otro lado proviene un largo llanto… Y, sólo cuando todos los de Betsur se han marchado, se aleja con los suyos, sin turbar aquel llanto saludable. (Escrito el 5 de Julio de 1945).
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1  Nota  : Se trata de un niño, de unos diez años, que había quedado huérfano. Sus padres, así como sus hermanitos, habían encontrado la muerte sepultados entre aguas y tierras que les vinieron encima. Un día en que Jesús había llegado a Esdrelón para visitar a los campesinos que trabajaban para los crueles fariseos Doras y Yocana, el abuelo del niño, ―que trabajaba también para el fariseo Doras― le había manifestado a Jesús su preocupación: “Es mi nieto. Me ha quedado él, después del desprendimiento de tierras que hubo este invierno. Doras ni siquiera sabe que se ha venido conmigo, porque le tengo en el bosque viviendo como si fuera un animal  salvaje y no le veo sino los sábados. Si me lo descubre, o le arroja o le pone a trabajar… y entonces este tierno niño, sangre de mi sangre, estaría en peores condiciones que un animal de tiro…”. Ese mismo día el niño fue confiado por el anciano a Jesús. Cfr. Personajes de la Obra magna: Marziam o Yabés.   2  Nota  : Cfr. Personajes de la Obra magna:  Elisa de Betsur.   3  Nota  : Para Salomé y para María de Alfeo:  Personajes de la Obra magna:  Zebedeo y familia; Alfeo y familia.   4  Nota  : Cfr.  Nota 1.   5  Nota  : Cfr.  Nota  2.   6  Nota  : Ruth (El Libro es muy pequeño).
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(<Marta (1), preocupada por su hermana María Magdalena ―redimida ya―, teme que haya vuelto a su anterior vida licenciosa pues ha salido de casa y no ha regresado. Marta, con esa preocupación, ha llegado a Cafarnaúm a verse con Jesús>)
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4-237-51 (4-100-603).- “Tu hermana está con mi Madre. Tu tormento la ha guiado al lugar donde se regeneran las almas”. 
* Marta llora porque su hermana María Magdalena, pomposamente vestida, ha salido con su carro y no sabe dónde está.- ■ La gente se dispersa, lentamente, por los caminos y veredas de la campiña, mientras Jesús se dirige a Cafarnaúm en la tarde que va declinando. Llega allí cuando ha entrado la noche. En silencio atraviesan la ciudad bajo la luz de la luna, única fuente luminosa que hay por las callejuelas oscuras y mal empedradas. Entran, también en silencio, en el pequeño huerto de al lado de la casa, pensando que todos estén acostados. Sin embargo, hay una luz que arde en la cocina, y tres sombras, móviles por el movimiento de la leve llama, se proyectan en la pared blanca del horno cercano. “Hay gente, Maestro, que te está esperando. Pero las cosas no pueden seguir así. Ahora mismo voy a decirles que estás muy cansado. Vete entre tanto a la terraza”. Jesús: “No, Simón. Voy a entrar en la cocina. Si Tomás (2) tiene a estas personas esperando, señal es que hay motivo serio”. Los que estaban dentro oyeron el cuchicheo, y Tomás, el dueño de la casa, se asoma al umbral de la puerta. “Maestro, está la mujer de siempre. Desde ayer por la tarde te está esperando. Está con su siervo”, y luego en voz baja: “Está muy excitada. Llora sin descanso”. Jesús: “Está bien. Dile que venga arriba. ¿En dónde durmió?”. Tomás: “No quería dormir; pero, al final, durante unas horas, se retiró, ya casi al amanecer, a mi habitación. Hice que el siervo durmiera en uno de vuestros lechos”. Jesús: “Está bien. También esta noche dormirá, y tú dormirás en el mío”. Tomás: “No, Maestro. Iré a la terraza y me dormiré en las esteras. Dondequiera puedo dormir”. Jesús sube a la terraza… y también Marta. ■ “La paz sea contigo, Marta. ¿Todavía lloras? ¿Pero no eres feliz?”. Marta con su cabeza dice que no. Jesús le pregunta: “¿Y por qué?”… Una larga pausa llena de sollozos, luego: “Han pasado muchas noches y María no ha vuelto. No sabemos dónde está ni yo ni Marcela ni la nodriza… Salió con su carro que había mandado preparar. Iba vestida pomposamente… ¡Oh! no quiso ponerse otra vez mi vestido… No iba semidesnuda, pero iba muy provocativa… Se llevó consigo joyas y perfumes… Y no ha regresado. Se despidió del siervo en las primeras casas de Cafarnaúm, diciéndole: «Volveré con otra compañía». Pero no ha vuelto. ¡Nos engañó! Tal vez se sintió sola, tal vez se sintió tentada… o le pasó algún mal… No ha vuelto…”. Y Marta cae de rodillas y llora con la cabeza apoyada sobre el antebrazo, apoyado a su vez sobre un montón de sacos vacíos.
* “¿No sabes que los tormentos de un tercero, que resiste sus asaltos, porque es bueno y fiel, son los que dan consistencia a la curación de un corazón?”.- ■ Jesús con su mirada dominadora le dice lentamente pero seguro: “No llores. Hace tres noches que María vino a Mí. Me embalsamó los pies (3), y junto a ellos puso todas sus joyas. De este modo se ha consagrado y para siempre; y ocupa un lugar entre mis discípulas. No la denigres en tu corazón. Te ha ganado”. Marta grita levantando su rostro desencajado: “¿Pero dónde, dónde está mi hermana? ¿Por qué no regresó a casa? ¿Ha sido acaso asaltada? ¿Subió acaso a una barca y se ahogó? ¿O bien algún amante rechazado la ha raptado? ¡Oh, María, María mía! ¡Acababa de hallarla y ya la he perdido!”. Marta está fuera de sí. No piensa en que los que están abajo, pueden oírla. No piensa en que Jesús puede decirle dónde está su hermana. Se desespera sin querer reflexionar en nada. Jesús la sujeta por las muñecas y la obliga a estar quieta, a escucharle, dominándola con su alta estatura y con su mirada magnética: “¡Basta! Exijo de ti fe en mis palabras. Exijo de ti generosidad. ¿Has entendido?”. Y no la suelta sino hasta que ve que se tranquiliza un poco, y le dice: “Tu hermana fue a disfrutar de su gozo rodeándose de santa soledad, porque experimenta en ella el pudor supersensible de los redimidos. Te lo había dicho antes. No puede soportar la mirada dulce, pero escrutadora de su familia, que observa su nuevo vestido de esposa de la Gracia. Y lo que Yo digo es siempre verdad. Me debes creer”. ■ Marta: “Sí, Señor, sí. Pero mi María ha pertenecido por mucho tiempo al demonio. La ha vuelto a atrapar, el…”. Jesús: “Él se está vengando en ti por la presa que para siempre perdió. ¿Acaso debo ver que tú, la fuerte, caes víctima suya por un momento de abatimiento necio que no tiene razón de ser? ¿Debo ver ahora que por causa de ella, que cree en Mí, pierdes tú la radiante fe que siempre has manifestado? ¡Marta! Mírame bien. Escúchame. No escuches a Satanás. ¿No sabes que cuando se ve obligado a soltar la presa porque Dios le ha vencido, este incansable atormentador de los seres, este incansable ladrón de los derechos de Dios, se pone inmediatamente manos a la obra para encontrar otras víctimas? ¿No sabes que los tormentos de un tercero, que resiste sus asaltos porque es bueno y fiel, son los que dan consistencia a la curación de un corazón? ¿No sabes que todo lo que acaece y lo que existe en la Creación está relacionado y sigue una ley eterna de dependencias y consecuencias, de forma que el acto de uno produce vastísimas repercusiones naturales y sobrenaturales? Tú estás llorando aquí, aquí estás conociendo la duda cruel, y, a pesar de todo, continúas siendo fiel a tu Mesías aún en esta hora de tinieblas; allá, en un lugar no muy lejano, que desconoces, María está sintiendo que se despeja su última duda sobre la infinitud del perdón que ha recibido, y su llanto se cambia en sonrisa y sus sombras en luz. ■ Tu tormento la ha guiado al lugar donde hay paz, al lugar donde se regeneran las almas, junto a la Mujer sin Mancha, junto a aquella que tanto es Vida, que le ha sido otorgado dar al mundo al Mesías, que es la Vida. Tu hermana está con mi Madre. ¡Oh! no es la primera que pliega velas en ese puerto de paz habiéndola llamado el suave rayo de la hermosa Estrella María a aquel seno de amor, por amor, mudo y activo, de su Hijo. Tu hermana está en Nazaret”. Marta: “Pero ¿cómo ha sido, si no conoce a tu Madre, ni tu casa?… Sola… De noche… Sin los medios necesarios… Vestida así… Un camino tan largo… ¿Cómo?”. Jesús: “¿Cómo? Como regresa la golondrina cansada a su nido que la vio nacer, atravesando mares y montes, superando temperaturas, nubes, y vientos contrarios; como regresan las golondrinas a los lugares donde pasan el invierno: por el instinto que las guía, el suave calor que las invita,  el sol que las llama. Pues, también ella ha acudido al rayo que la llamaba… a la Madre universal. Y la veremos regresar a la aurora, feliz… dejadas para siempre las tinieblas, con una Mamá a su lado, la mía, y para no volver ser huérfana nunca más. ¿Puedes creer esto?”. Marta: “Sí, Señor mío”. ■ Marta está como embelesada. Realmente Jesús se ha mostrado verdaderamente dominador: alto, erguido ―y, no obstante, un poco curvado hacia Marta que estaba de rodillas― ha hablado lenta, pero firmemente, casi como para transfundir su propio ser en la agitada discípula. Pocas veces le he visto con esta potencia para persuadir con su palabra a alguien que le escucha. Pero al final, ¡qué luz, qué sonrisa hay en su rostro! Marta en su cara refleja una sonrisa y una luz más calmada. Jesús: “Y ahora vete a descansar tranquilamente”. Marta le besa las manos y baja ya tranquilizada. (Escrito el 29 de Julio de 1945).
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1  Nota  : Marta y María Magdalena.- Cfr. Personajes de la Obra magna: Lázaro y familia.   2  Nota  : Tomás,  dueño de la casa.- Cfr. Personajes de la Obra magna: Tomás de Cafarnaúm.   3  Nota  : Cfr. Lc. 7,36-50.
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(<Jesús ha llegado a las posesiones del fariseo Yocana, quien ha adquirido tanto los campesinos como las tierras desoladas, maldecidas por Jesús, de su pariente Doras. Ha reunido a los campesinos que trabajan las tierras del fariseo para dirigirles unas palabras>)
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4-261-211 (5-124-775).- “La voluntad de Dios os quiere en esta humilde condición; pero al otro lado de esta barrera que cuesta lágrimas ved la verdad del dolor y su belleza”.
* El dolor viene del Mal. Pero, Dios, no pudiendo abolirlo, porque existe la fuerza del Mal, y siendo crisol del oro espiritual de los hijos de Dios, le obliga a extraer de su veneno el jugo de una medicina que da vida eterna: porque el dolor, con su mordiente, inocula en los buenos reacciones tales, que los espiritualizan cada vez más y los hacen santos”.- ■ Dice Jesús: “Haced, con sencillez y buena voluntad, la voluntad de Dios que quiere para vosotros esta humilde condición. Conocéis la parábola del rico Epulón (1). Como veis, en el Cielo, no recibe el premio el oro sino la virtud. La virtud y sumisión del hombre a la voluntad divina hacen a Dios amigo del hombre. Sé que es muy difícil ser siempre capaces de ver a Dios a través de las obras de los hombres. En lo bueno es fácil. En lo malo es difícil porque puede inducir al corazón a pensar que Dios no es bueno. Vosotros superad el mal que os hace el hombre tentado por Satanás;  al otro lado de esta barrera que cuesta lágrimas, ved la verdad del dolor y su belleza. El dolor viene del Mal. Pero, Dios, no pudiendo abolirlo, porque existe la fuerza del Mal, y siendo crisol del oro espiritual de los hijos de Dios, le obliga a extraer de su veneno el jugo de una medicina que da vida eterna: porque el dolor, con su mordiente, inocula en los buenos reacciones tales, que los espiritualizan cada vez más y los hacen santos. ■ Sed, pues, buenos, respetuosos, dóciles. No juzguéis a vuestros patrones. Ya tienen quien los juzga. Yo querría que quien manda sobre vosotros fuese un justo para que os hiciese más fácil el camino y para darle a él la vida eterna. Pero recordad que cuanto más se sufre con cumplir con el deber, mayor es el mérito a los ojos de Dios. ■ No tratéis de engañar al patrón. El dinero o las mercancías obtenidas con engaño no enriquecen ni quitan el hambre. Tened puros las manos, los labios, y el corazón. Y entonces celebraréis vuestros sábados y vuestras fiestas de precepto y serán aceptables a los ojos del Señor, aunque estéis sujetos a los terrones. En verdad que vuestro esfuerzo tendrá más valor que no la hipócrita oración de los que cumplen el precepto para ser alabados por la gente, contraviniendo en realidad el precepto al desobedecer a la Ley, que ordena que debes cumplir tú y cuantos viven en tu casa el precepto del sábado y de las solemnidades de Israel. Porque la oración no está en la acción sino en el sentimiento. Y, si vuestro corazón ama a Dios con santidad, en toda circunstancia, cumplirá los ritos del sábado y de las fiestas, mejor que los que os lo impiden. Os bendigo y os dejo porque el sol ya se ha levantado y quiero llegar a las colinas antes de que el calor arrecie. Pronto nos volveremos a ver porque el otoño no está lejano. La paz sea con todos vosotros nuevos y antiguos siervos de Yocana, y os dé serenidad a vuestro corazón”. Y Jesús se pone en camino pasando por entre los campesinos bendiciendo uno por uno. (Escrito el 23 de Agosto de 1945).
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1  Nota  : Cfr. Lc 16,19-31. Jesús, en un viaje anterior, les había relatado esta parábola. El relato de la misma se halla en la obra sobre el Evangelio, «El Evangelio como me ha sido revelado», tanto en el tema “Judas Iscariote” (Episodio 3-191-207) como en el tema “Demonio-Infierno” (Episodio 3-191-210).
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6-376-102 (7-66-438).- Valor del dolor de Lázaro en la salvación de Magdalena.- ¿El gozo del Paraíso puede ser alterado por el dolor de ver a un familiar condenado?.- La comunión de los santos.
*  “Lázaro, es ya mucho resignarse y sufrir el dolor. Tú, no obstante, da al dolor un valor superior. Ofrécelo por la redención de los hombres. Dios se ha hecho Hombre y éstos pueden ayudarle. Las obras de los justos se unirán a las mías a la hora de la Redención. Es tan bello fundirse con la Bondad infinita, agregar de lo que podamos dar de nuestra bondad limitada… No hay amor más grande, hacia el Señor y hacia el prójimo. Entonces el amor es perfecto. Y grandísima será la santidad del generoso”.-  Muchos discípulos y discípulas ya se han despedido y han regresado a las casas que los hospedan o a las propias. En este espléndido atardecer de este abril ya avanzado, quedan en la casa de Lázaro los discípulos en el verdadero sentido de la palabra, y sobre todo los que más se dedican a la predicación, o sea, los pastores, Hermas, Esteban, Juan el sacerdote, Timoneo, Ermasteo, José de Emmaús, Salomón, Abel de Belén de Galilea, Samuel y Abel de Corozaín, Agapo, Aser e Ismael de Nazaret, Elías de Corozaín, Felipe de Arbela, José el barquero de Tiberíades, Juan de Éfeso, Nicolás de Antioquía. De las mujeres quedan todavía algunas discípulas conocidas. Analía, Dorca, María la madre de Judas Iscariote, Mirta, Anastásica, las hijas del apóstol Felipe. No veo más a Miriam, la hija del sinagogo Jairo ni a Jairo mismo. Tal vez han regresado a donde se hospedan. Pasean lentamente por los patios del palacio de Lázaro, en Jerusalén, donde han celebrado la cena pascual. Alrededor de Jesús, que está sentado junto al triclinio de Lázaro, están casi todas las mujeres y todas las antiguas discípulas. Le escuchan mientras habla con Lázaro describiendo los pueblos que han atravesado en las últimas semanas que han precedido al viaje pascual. ■ “Llegaste a tiempo para salvar al pequeñín” comenta Lázaro, después de haber oído lo sucedido en el castillo de Cesarea de Filipo, y que señala al pequeño que feliz duerme en los brazos de su madre (1). Y añade Lázaro: “Es un niño muy lindo, mujer, ¿me permites verle de cerca?”. Dorca se levanta y sin decir palabra, pero sí con aire de triunfo, presenta a su pequeñín a Lázaro que exclama: “¡Un lindo niño! ¡Verdaderamente bello! ¡Que el Señor te lo proteja y le haga crecer sabio y santo!”. Dorca, al regresar a su lugar, dice claramente: “Y fiel a su Salvador. Si no fuera, preferiría verle muerto ahora mismo. ¡Todo menos que, después de haber sido salvado, sea ingrato al Señor!”. Interviene Mirta, madre de Abel de Belén: “El Señor llega siempre a tiempo para salvar. El mío no estaba menos cerca de la muerte y ¡a qué muerte! Pero Él llegó… le salvó… ¡Qué momentos tan duros!…”. Mirta palidece nuevamente al recordarlos. ■ Lázaro, acariciando la mano de Jesús, pregunta: “Entonces vendrás a tiempo también para mí, ¿no es verdad? Para darme paz…”. Marta pregunta: “¿No te sientes un poco mejor, hermano? Desde ayer te veo muy mejorado”. Lázaro: “Sí. Y yo mismo me sorprendo. Tal vez Jesús…”. Jesús: “No amigo mío. Es que derramo en ti mi paz. Tu alma está llena de ella, y esto adormece los dolores. Es decreto de Dios que sufras”. Lázaro: “Y que muera. Dilo claro. Pues bien… que se haga su voluntad, como enseñas. Desde este momento no pediré más la curación, ni alivio alguno. Dios me ha concedido tanto (e involuntariamente mira a María Magdalena, su hermana) que es justo que le devuelva algo sometiéndome a su querer…”. ■ Jesús:  “Haz algo más, amigo mío. Ya es mucho el que uno se resigne y sufra el dolor. Tú, no obstante, da al dolor un valor superior”. Lázaro: “¿Cuál señor mío?”. Jesús: “Ofrécelo por la redención de los hombres”. Lázaro: “Yo soy también un pobre hombre, Maestro. No puedo aspirar a ser redentor”. Jesús: “Eso dices tú, pero estás equivocado. Dios se ha hecho Hombre para ayudar a los hombres, y éstos pueden ayudarle. Las obras de los justos se unirán a las mías a la hora de la Redención. Las de los justos que murieron en tiempos pasados, las de los que viven, las de los que vendrán. Une las tuyas desde ahora. Es tan bello fundirse con la Bondad infinita, agregar lo que podamos dar de nuestra bondad limitada y decir: «También yo ¡oh Padre! coopero al bien de mis hermanos». No puede haber amor más grande, hacia el Señor y hacia el prójimo, que este de saber padecer y morir por dar gloria al Señor y salvación eterna a nuestros hermanos. ¿Salvarse uno para sí mismo? ¡Es poco! Es un «mínimo» de santidad. Cosa bella es salvar. Entregarse para salvar. Impulsar al amor hasta convertirnos en una hoguera inmoladora para salvar. Entonces el amor es perfecto. Y grandísima será la santidad del generoso”. Lázaro, con una embelesada sonrisa en su rostro afilado, dice: “¡Qué bello es todo esto! ¿no es verdad, hermanas mías?”. Marta asiente con la cabeza, llena de emoción. ■ Magdalena, sentada sobre un almohadón a los pies de Jesús, en su habitual posición de humildad y ardiente adoradora, pregunta: “¿Soy yo tal vez la causante de estos sufrimientos de mi hermano? ¡Dímelo, Señor, para que mi congoja sea completa!…”.  Lázaro exclama: “¡No, María, no! Yo… debía morir a causa de ello. No te claves flechas en el corazón”. Pero Jesús, sincero hasta donde no más, agrega: “¡Así es! Yo he oído las oraciones de tu buen hermano y las palpitaciones de su corazón. Pero esto no debe producirte una angustia gravosa; antes bien, debe darte la voluntad de ser perfecta, por lo que cuestas. ¡Y alégrate! Alégrate por haberte Lázaro arrancado del demonio…”. Lázaro: “¡No fui yo, Maestro, sino Tú!”. Jesús: “…por haberte arrancado del demonio, se ha hecho digno de que Dios le dé un premio futuro, del que hablarán los pueblos y los ángeles. Y, lo que digo de Lázaro, lo digo de otros, y sobre todo de otras, que con sus heroísmos han arrancado la presa de las manos de Satanás”. Las mujeres, curiosas, esperando ser una de ellas, preguntan: “¿Quiénes son?”. María de Judas (2) no habla, pero mira al Maestro… Jesús también la mira. Podría hacerle cobrar esperanzas pero no lo hace. No la mortifica. Responde a todas: “Lo sabréis en el Cielo”.
* “Una madre que no lograra salvar a quienes ama ¿podrá gozar del Paraíso?”. “La vista de Dios, la posesión de Dios son fuentes de una dicha tan infinita que para los bienaventurados no subsiste ninguna pena. Atentos y activos para ayudar todavía a los que pueden ser salvados, no sufren por los que Dios ha alejado de Sí. La comunión de los santos es para los santos y para aquellos que no son santos pero tienen voluntad, al menos  pasiva, de serlo. Los santos de Dios ayudan para que pasen de una voluntad pasiva a una activa. Habrá espíritus que se salven en el último minuto después de una vida de oraciones por ellos”.- ■ La siempre angustiada madre de Judas pregunta: “¿Y si una, a pesar de quererlo, no logra el objetivo? ¿Cuál será su destino?”. Jesús: “El que merece su buena alma”. Madre de Iscariote: “¿El cielo? Pero, Señor, una mujer, una hermana o una madre… que no lograra salvar a quienes ama, y los viera que se condenan ¿podría gozar del Paraíso, estando aún en él? ¿No crees que jamás podrá disfrutar de la alegría porque… la carne de su carne y la sangre de su sangre se ha condenado para siempre? Pienso que no podrá jamás gozar al ver al ser amado en atroces penas…”. Jesús: “Estas equivocada, María. La vista de Dios, la posesión de Dios, son fuentes de una dicha tan infinita, que para los bienaventurados no subsiste ninguna pena. Atentos y activos para ayudar todavía a los que pueden ser salvados, no sufren por los que Dios ha alejado de Sí, y, por lo tanto, de ellos mimos que están con Él. La comunión de los santos es para los santos”. ■ Pedro objeta: “Pero si siguen ayudando a los que todavía pueden ser salvados, es señal de que éstos que reciben la ayuda no son todavía santos”. Jesús: “Pero tienen voluntad, al menos pasiva, de serlo. Los santos en Dios ayudan aun en las necesidades materiales para que sus favorecidos pasen de una voluntad pasiva a una activa. ¿Me comprendes?”. Pedro: “Sí y no. Por ejemplo, si estuviese yo en el Cielo y viese por mera suposición, un movimiento fugitivo de bondad en… Elí, el fariseo ¿qué cosa haría yo?”. Jesús: “Reunirías todos los medios para aumentar los buenos movimientos suyos”. Pedro: “¿Y si mi ayuda, luego no sirve para nada?”. Jesús: “Cuando él se condene, tú te desinteresarías de él”. Pedro: “Y si, como sucede ahora, mereciera completamente la condenación, pero yo le amara —cosa que no sucederá nunca— ¿qué debería hacer?”. ■ Jesús: “Ante todo piensa que corres peligro de condenarte tú con decir que no puedes amarle, y luego ten en cuenta que si estuvieras en el Cielo, unido con la Caridad, rogarías por él, por su salvación hasta el momento de su juicio. Habrá espíritus que se salven en el último momento después de una vida de oraciones por ellos”. (Escrito el 4  de Febrero de 1946).
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1  Nota  : Se refiere al milagro realizado por Jesús en el castillo de Cesarea de Filipo. Una muchacha de 17 años, viuda, llamada Dorca, después de un parto doloroso, había dado a luz a un niño muerto. Jesús, tomando al pequeñín, casi ya frío, y soplando fuerte sobre la boca del niño —por unos instantes la boca de Jesús y la del niño están juntas— ha producido el milagro. El niño había renacido.   2  Nota  : María de  Judas o María de Simón, madre de Judas Iscariote.
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(<La pequeña flota de barcas —Jesús viene acompañado de apóstoles y discípulas—,  ha tomado tierra en el pequeño puerto de un barrio cercano a Ippo. Unos por curiosidad, otros porque conocen a los que llegan, salen al encuentro. Tienen lugar numerosas curaciones.>)
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7-450-107 (8-142-108).- Curación del leproso Juan que supo reconocer a Jesús como el “Señor”.- La fe, esperanza y caridad se encuentran más en el dolor que en la alegría.
* La mirada cansada del leproso ―un justo resignado en su infortunio y que vive de la Palabra de Dios―, se cruza con la mirada viva de Jesús.- ■ “Maestro, has curado a todos aquí. Pero hay un leproso en una cabaña del bosque. Siempre nos ruega que te llevemos a él …”. Jesús ordena: “¡Vamos! ¡Hala! Dejadme que vaya. ¡No os hagáis daño! Yo estoy aquí para todos… Ánimo, dejad paso. Hacéis daño a las mujeres y a los niños. No me marcho inmediatamente. Estoy aquí mañana, y luego estaré por esta región durante cinco días. Me podréis seguir, si queréis…”. Jesús trata de disciplinar a la multitud, de evitar que por obtener beneficio de su venida se haga daño la gente. Pero la multitud es co­mo una substancia blanduzca que se aparta pero luego vuelve a apretarse en torno a Él; es como una avalancha que, por ley natural, no puede evitar comprimirse a medida que avanza; es como partícu­las de hierro atraídas por el imán… Y es lento el andar, trabado, fa­tigoso… Todos sudan, los apóstoles gritan, se sirven de codazos en los pechos y de golpes con los pies en las espinillas para abrir paso… ■ Pronto atraviesan el pueblo, más paralelo que vertical al algo, y entran a una campiña acogedora, silenciosa en medio del crepúsculo que poco a poco va descendiendo. No se ve que oscurezca porque, entre la luz del día y la nocturna de la luna, hay solo un paso imperceptible. Se dirigen a la punta del acantilado que, más hacia el sur, bordea al lago. En la roca se ven, no sé si sean naturales o artificiales, grutas pintadas de blanco por fuera, que sin duda alguna son sepulcros. El anciano, que antes habló con Juan, dice en nombre de todos: “¡Ya llegamos! Detengámonos aquí para no contaminarnos. Estamos cerca de la tumba del vivo y ésta es la hora en que va a aquella peña a recoger las dádivas. Era rico ¿sabes? Nosotros le recordamos todavía. Era bueno también. Ahora es un santo. Cuanto más le ha castigado el dolor, más justo se ha hecho. No sabemos cómo le vino. Se dice que unos peregrinos, a los que hospedó, le contagiaron. Decían que habían ido a Jerusalén. Parecían sanos, pero estaban ciertamente leprosos. El hecho es que después de que se fueron, primero su mujer, luego los criados y sus hijos, y finalmente él, se cogieron la lepra. Todos. Los primeros que lavaron los pies y sus vestidos fueron los que vieron la lepra en sus manos, por esto decimos que ellos, los huéspedes, fueron la causa de todo. Los niños, que eran tres, murieron muy pronto. Luego su mujer, más del dolor que de la enfermedad… Él… cuando el sacerdote declaró que todos estaban leprosos, se compró este pedazo de monte con lo que le quedaba e hizo provisiones para sí y los suyos… incluidos los criados, también metió azadas y picos… y empezó a excavar los sepulcros… y fue colocando, uno por uno, a todos: a sus hijitos, a su mujer, a sus criados… Ha quedado él, solo y pobre, porque todo se acaba con el tiempo… y ya lleva quince años… Y, a pesar de todo, jamás ha lanzado una queja. Era docto: sabe de memoria la Escritura. La recita a las estrellas, a las hierbas, a las plantas, a los pajarillos. Nos la dice a nosotros que hemos aprendido mucho de él y consuela nuestros dolores… él, ¿comprendes? consuela nuestros dolores. Vienen  de Ippo y de Gamala y hasta de Guerguesa y Afeq a escucharle. Cuando supo el milagro de los dos endemoniados… (1) ¡oh!, se puso a predicar acerca de Ti y de que se te debe creer. Señor, si los hombres te han saludado con tu nombre de Mesías, si las mujeres te han saludado como vencedor y rey, si nuestros niños conocen tu Nombre que eres el Santo de Israel, se debe al pobre leproso”. Muchos preguntan: “¿Le curarás?”. Jesús: “¿Y todavía me lo preguntáis? Tengo piedad de los pecadores, ¿qué no tendré para un justo? ■ ¿Es ése que viene, entre esos matorrales?…”. Apóstoles: “Sin duda es él. Pero ¡qué buenos ojos tienes, Señor! Nosotros oímos el roce entre la hierba, pero no vemos nada…”. Cesa también el ruido entre la hierba. Todo silencio. Todo expectativa. Jesús está bien iluminado. Está solo, un poco adelantado, porque ha dado unos pasos hacia la peña en que están colocadas las provisiones; los demás, en la penumbra de algunos árboles, desaparecen confundiéndose con los troncos y matorrales del alijar. También los niños se callan, o porque están dormidos en los brazos de sus madres, o por miedo del silencio de los sepulcros, de las sombras extravagantes que la luna proyecta entre los árboles y las rocas. Pero el leproso debe ver, desde su escondite, y ver bien. Ve la alta y majestuosa persona del Señor, blanco en medio de los blancos rayos de la luna, bellísimo. ■ La mirada cansada del leproso se cruza con la mirada viva de Jesús. ¿Qué palabras salen de sus pupilas divinas, de sus largas, resplandecientes pupilas cual estrellas? ¿Qué no brotará de esa boca abierta con una sonrisa de amor? ¿Qué no saldrá del corazón, sobre todo del corazón de Cristo? Es un misterio. Uno de tantos misterios que se desarrolla entre Dios y las almas. Ciertamente el leproso comprende algo y grita: “¡He ahí el Cordero de Dios! ¡He ahí al que vino a salvar al mundo de sus dolores! Jesús, Mesías bendito, Rey nuestro, Salvador nuestro, ten piedad de mí”. Jesús: “¿Qué deseas? ¿Cómo puedes creer en el Desconocido y ver en Él al Esperado? ¿Qué soy Yo para ti? ¿El Desconocido…?”. Leproso: “No. Tú eres el Hijo de Dios que vive. ¿Cómo lo sé? ¿Cómo lo veo? No lo sé. Aquí dentro de mí una voz me gritó: «¡He ahí el Esperado! Vino a premiar tu fe». ¿Desconocido? Sí. Nadie ha visto el Rostro de Dios. Por eso eres «el Desconocido» en tu apariencia. Pero eres el Conocido por tu Naturaleza, por tu Realidad: Jesús, Hijo del Padre, Verbo Encarnado y Dios como el Padre. Esto es lo que eres, y yo te saludo y te suplico, creyendo en Ti”. Jesús: “¿Y si  no pudiese hacer nada por ti y tu fe quedara defraudada?”. Leproso: “Diría que tal es la voluntad del Altísimo y continuaría creyendo y amando, esperando siempre en el Señor”.
* “En verdad, en verdad os digo que la verdadera caridad, que la fe y que la esperanza se encuentran más fácilmente en el dolor que en la alegría, porque el exceso de alegría podría llevar a la ruina a un alma que no está todavía del todo preparada”.- ■ Jesús se vuelve a la gente que ha estado escuchando el diálogo y les dice: “En verdad, en verdad os digo que este hombre tiene una fe que puede hacer cambiar de lugar las montañas. En verdad, en verdad os digo que la verdadera caridad, que la fe y que la esperanza se encuentran más fácilmente en el dolor que en la alegría, porque el exceso de alegría podría llevar a la ruina a un alma que no está todavía del todo preparada. ■ Es cosa fácil creer y ser buenos cuando la vida no es sino un plácido transcurrir de días iguales aun cuando no muy alegres. Pero el que sabe perseverar en la fe, en la esperanza, en la caridad, aun cuando la enfermedad, miserias, pérdida de seres queridos, desgracias, lo dejan solo, triste, abandonado, y no sabe más que decir: «Se haga lo que el Altísimo cree que me conviene» en verdad que este tal no sólo merece la ayuda de Dios, sino, Yo os lo digo, en el Reino de los Cielos está preparado ya su lugar y no irá al Purgatorio, porque su justicia borró toda deuda de la vida pasada. Hombre, Yo te digo: «¡Vete en paz, que Dios sea contigo!»”. Se vuelve al decir estas últimas palabras, extiende sus brazos hacia el leproso, le atrae hacia Sí, y cuando está muy cerca, muy cerca, le ordena: “¡Quiero! ¡Sé limpio!…” y parece como si la luna limpiase y se llevase consigo, con sus rayos de plata, las ulceras, las llagas, los forúnculos, las costras de la horrible enfermedad. El cuerpo se rehace. Y se ve que es la figura de un viejo, lleno de dignidad, de aspecto ascético por lo delgado. Al oír los gritos de hosanna de la multitud cae en la cuenta del milagro, se inclina a besar el suelo, ya que no puede tocar a Jesús, ni a nadie, antes del tiempo prescrito por la Ley. ■ Jesús: “Levántate. Te darán vestidos limpios para que puedas ir a presentarte al sacerdote. Pero procura siempre seguir con la limpieza del espíritu ante tu Dios. Hasta la vista. ¡La paz sea contigo!”. Jesús se reúne con la gente y lentamente regresa al pueblo para descansar. (Escrito el 26 de Junio de 1946).
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1  Nota  : Cfr. Mt. 8,28-34.
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(<Jesús ha pasado por las tierras de Emmaús de la Montaña, de Beterón, y se dirige hacia Gabaón>)
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8-515-109 (9-212-539).- Por qué Él, inocente de todo pecado, debe sufrir tanto.- En el principio del dolor hay una desobediencia. El Amor no satisfecho y ofendido exige reparación y ofrecimiento.
* Razones del dolor salvífico de Jesús.
.   ● Diversos puntos de vista, al respecto, expresados por los apóstoles.- ■ Jesús no dispone de mucho tiempo para estar con sus pensamientos. Juan y su primo Santiago, después Pedro y Simón Zelote, le alcanzan y atraen su atención hacia el panorama que se ve desde lo alto del monte. Y, quizás con intención de distraerle, porque está visiblemente triste, evocan hechos acontecidos en esos lugares que se muestran a sus ojos… Sí, son cosas, todas ellas, que tienen intención de alegrar… pero que contienen, para todos o para Él solo, un hilo de tristeza y un recuerdo de dolor. ■ Caen en la cuenta los mismos apóstoles y murmuran: “Verdaderamente que en todas las cosas de la Tierra se encuentra el dolor. Es un lugar de expiación…”. Pero, justamente, Andrés, que se ha unido al grupo con Santiago de Zebedeo, observa: “Es ley justa para nosotros los pecadores, pero para Él ¿por qué tanto dolor?”. Surge una discusión amigable, y sigue así también cuando, atraídos por las palabras de los primeros, que hablan en tono alto, se unen al grupo todos los otros. Menos Judas Iscariote que está ocupadísimo con algunas personas modestas —a las cuales está enseñando—, imitando al Maestro en la voz, en el gesto, en las ideas. Pero es una imitación teatral, pomposa, falta del calor del convencimiento. Y los que le escuchan se lo dicen, incluso sin rodeos, lo que pone nervioso a Judas, que les echa en cara el ser obtusos y el que no comprendan nada por eso. Y Judas declara que los deja porque «no es justo arrojar perlas de la sabiduría a los cerdos». Pero se detiene, porque esta gente sencilla, mortificada, le ruega que sea indulgente, confesándose «inferiores a él, como un animal es inferior a un hombre». ■ Jesús está distraído de lo que dicen en torno a Él los once, para escuchar lo que dice Judas; y, ciertamente, no le agrada lo que oye… Suspira y se queda callado hasta que Bartolomé directamente le llama la atención señalándole los diversos puntos de vista de por qué Él, que es inocente de todo pecado, debe sufrir. Dice: “Yo sostengo que esto sucede porque el hombre odia a quien es bueno. Hablo del hombre culpable, o sea, de la mayoría. Y esta mayoría comprende que, comparada con quien está libre de pecado, resaltan aún más su culpabilidad y sus vicios, y por rabia se venga haciendo sufrir al bueno”. Judas Tadeo dice: “Yo, sin embargo, sostengo que sufres por el contraste entre tu perfección y nuestra miseria. Aunque ninguno te despreciase en ningún modo, igualmente sufrirías, porque tu perfección debe sentir una dolorosa repulsa de los pecados de los hombres”. Mateo dice: “Yo, por el contrario, sostengo que Tú, no careciendo de humanidad, sufres por el esfuerzo de deber dominar con tu parte sobrenatural los impulsos de tu humanidad contra tus enemigos”. Andrés dice: “Yo, que sin duda me equivoco por ser un ignorante, afirmo que sufres porque tu amor es rechazado. No sufres porque no puedas castigar como tu lado humano puede desear, sino que sufres por no poder hacer el bien como querrías”. Zelote dice: “Bueno. Yo aseguro que sufres porque debes padecer todo el dolor para redimir todo el dolor. No predominando en Ti una u otra naturaleza, sino estando igualmente estas dos naturalezas tuyas en Ti, fundidas, con un perfecto equilibrio, para formar la Víctima perfecta (tan sobrenatural, que puede ser válida para aplacar la ofensa hecha a la Divinidad; tan humana, que puede representar a la Humanidad y llevarla de nuevo al estado inmaculado del primer Adán, para anular el pasado y engendrar una nueva Humanidad; volver a crear una humanidad nueva, conforme al pensamiento de Dios, o sea, una humanidad en que esté realmente la imagen y semejanza de Dios y el destino del hombre: la posesión, el poder aspirar a la posesión de Dios, en su Reino),  debes sufrir sobrenaturalmente, y sufres, por todo lo que ves hacer y por lo que te rodea —podría decir— con perpetua ofensa a Dios, y debes sufrir humanamente, y sufres, para arrancar las inclinaciones perversas de nuestra carne que envenenó Satanás. Con el sufrimiento completo de tus dos naturalezas perfectas borrarás completamente la Ofensa hecha a Dios, la culpa del hombre”. ■ Los otros callan. Jesús pregunta: “¿Y vosotros no decís nada? ¿Cuál es según vosotros la mejor opinión?”. Unos dicen que ésta, otros aquélla. Santiago de Alfeo y Juan no dicen nada. Jesús, para hacerlos hablar, les dice: “¿Y vosotros dos? ¿No os gustó ninguna?”. Santiago de Alfeo dice: “Sí. En cada una de ellos encontramos algo de verdad. Mejor dicho, mucho de verdad. Pero nos parece que todavía falta que se diga la verdad completa”. Jesús: “¿Y no podéis encontrarla?”. Santiago de Alfeo: “Tal vez Juan y yo la hemos encontrado. Pero nos parece casi una blasfemia el decirla, porque… Somos buenos israelitas y tememos tanto a Dios que no nos atrevemos a pronunciar su Nombre. Y el pensar que, si el hombre del pueblo elegido, el hombre hijo de Dios, no se atreve a pronunciar casi el Nombre bendito y crea nombres sustitutivos para nombrar a su Dios, el que pueda Satanás atreverse a hacer daño a Dios, nos parece un pensamiento blasfemo. Y, con todo, vemos que el dolor siempre es activo en Ti porque Tú eres Dios y Satanás te odia. Te odia como ningún otro. Te topas con el odio, hermano mío, porque eres Dios”. Juan dice:  “Sí, te topas con el odio porque eres el Amor. No son los fariseos, ni los rabinos, ni esto o aquello, los que te causan dolor. Sino que es el Odio el que se apodera de los hombres y los lanza contra Ti, ciegos de odio, porque con tu amor le arrancas muchas presas al Odio”.
.   ●  A las muchas definiciones, en las que hay algo de verdad, falta la razón principal: en el principio del dolor hay una desobediencia. Satanás fue expulsado del Cielo por haberse rebelado contra Dios: por no obedecer. Satanás fue el que echó a perder el corazón del hombre. Por ser muy envidioso: no pudo soportar que el hombre fuese destinado al Cielo del que él fue expulsado. Es lógico que para restablecer el orden debe haber una obediencia perfecta. Obedecer es difícil, sobre todo si se trata de una materia tan grave. Lo difícil causa dolor a aquel que lo lleva a cabo.- ■ Jesús, insistiendo, dice: “A las muchas definiciones les falta todavía una cosa. Buscad la razón verdadera por la que soy…”. Pero nadie encuentra algo más que añadir. Piensan y piensan. Se rinden diciendo: “No encontramos nada más…”. Jesús: “Es muy sencillo. Está ante los ojos. Resuena en las palabras de nuestros Libros, en las figuras de nuestras narraciones… ¡Ea, buscad! En todo lo que habéis dicho hay algo de verdad, pero falta la razón principal. Buscadla no en el momento actual, sino en el pasado, más allá de los profetas, más allá de los patriarcas, más allá de la creación del Universo…”. Los apóstoles piensan, pero… no encuentran. Jesús sonríe. Luego dice: “Si os acordareis de mis palabras, encontraríais la razón. Pero no podéis hacerlo por ahora. Eso sí, un día la recordaréis. Escuchad. Atravesemos la corriente de los siglos, hasta más allá de los límites del  tiempo. Vosotros sabéis quién fue el que echó a perder el corazón del hombre. Fue Satanás, la Serpiente, el Adversario, el Enemigo, el Odio. Llamadlo como queráis. Pero, ¿por qué le echó a perder? Por ser muy envidioso (1); no pudo soportar que el hombre fuese destinado al Cielo del que había sido él expulsado. ¿Por qué fue expulsado? Por haberse rebelado contra Dios. Esto lo sabéis. ¿En qué se rebeló? No obedeciendo. ■ En el principio del dolor hay una desobediencia. ¿No es pues lógico que, lo que restablezca el orden, que es siempre alegría, sea una obediencia perfecta? Obedecer es difícil, sobre todo si se trata de una materia grave. Lo difícil causa dolor a aquel que lo lleva a cabo. Pensad, pues, si Yo, a quien el Amor solicitó si quería devolver la alegría a los hijos de Dios, no tendré que sufrir infinitamente para cumplir la obediencia al Pensamiento de Dios. Yo, debo, pues, sufrir, para vencer, para borrar no uno o mil pecados, sino el propio Pecado por excelencia que, en el espíritu angélico de Lucifer o en el que animaba a Adán, fue y será siempre, hasta el último hombre, pecado de desobediencia a Dios. ■ Vosotros debéis obedecer limitadamente a eso poco —os parece mucho, pero es muy poco— requerido por Dios, que, en su justicia, os pide solamente aquello que podéis dar. Vosotros, de lo que Dios quiere, conocéis solamente lo que podéis cumplir. Pero Yo conozco todo su Pensamiento, respecto de los grandes y pequeños acontecimientos. Yo no tengo puestos límites en el conocimiento ni en la ejecución. El Sacrificador amoroso, el Abraham divino (2), no perdona a su Víctima e Hijo suyo. Es el Amor no satisfecho y ofendido el que exige reparación y ofrecimiento. Y, aunque viviese millares de años, nada sería, si no consumara el Hombre hasta la última fibra; de la misma forma que nada habría sido, si ab eterno no hubiese dicho Yo «sí» a mi Padre, disponiéndome a obedecer como Dios Hijo y como Hombre, en el momento que mi Padre considerara oportuno”.
“Si la caridad es la virtud en que uno encuentra al Dios Uno y Trino, la obediencia es la virtud en que soy hallado”.-Jesús: “La obediencia es dolor y es gloria. La obediencia, como el espíritu, jamás muere. En verdad os digo que los verdaderos obedientes serán dioses, pero después de una lucha continua contra sí mismos, contra el mundo, contra Satanás. La obediencia es luz: cuanto más se es obediente, más luminoso se es y más se ve. La obediencia es paciencia: y, cuanto más se es obediente, más se soportan las cosas y a las personas. La obediencia es humildad: y, cuanto más obediente se es, más humilde se es para con nuestro prójimo. La obediencia es caridad, porque es un acto de amor: y, cuanto más obediente se es, más numerosos y perfectos son los actos. La obediencia es heroísmo. Y el héroe del espíritu es el santo, el ciudadano de los Cielos, el hombre divinizado. ■ Si la caridad es la virtud en que uno encuentra al Dios Uno y Trino, la obediencia es la virtud en que soy hallado Yo, vuestro Maestro. Haced que el mundo os reconozca como mis discípulos por una obediencia absoluta a todo lo santo”. (Escrito el 18 de Octubre de 1946).
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1  Nota  : Cfr. Sab. 2,23-24.   2  Nota  : Gén. 22.
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(<Sucede en Efraín, Samaria. Jesús acaba de regresar a la casa de la anciana samaritana María, donde está alojado junto con sus apóstoles, después de recoger a tres niños huérfanos en los montes de Adomín, por donde se había internado, y que habían estado en poder de unos ladrones>)
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8-553-429  (10-14-99).- Lección de Jesús sobre el valor del dolor de los inocentes.   
* Maestro, ¿por qué tienen que sufrir los niños? No tienen pecados”. “El dolor y la muerte siempre estarán presentes en la tierra. Hasta los más puros sufren y sufrirán; es más, ellos serán los que sufrirán por todos. Serán las hostias que harán propicio al Señor”.- ■ Jesús baja la cabeza, absorto en quién sabe qué pensamiento. Los apóstoles y la viejecilla hablan y buscan la manera de consolar a los niños que están asustados. Jesús alza la cabeza al oír el llanto del más pequeño, un morenito de unos tres años y dice a Santiago que se afana inútilmente por darle leche: “Dame el niño y ve a traer mi alforja…” y sonríe porque el niño se calma sobre sus rodillas, y con toda avidez bebe la leche que antes rechazaba. Los otros dos más grandecitos, comen sopas que le han puesto delante, mas las lágrimas no desaparecen de sus ojos. ■Pedro, que no puede oír que los niños lloren, exclama: “¡Cuánto dolor! ¡Que nosotros suframos es justo, pero los inocentes!…”. Iscariote observa: “Eres un pecador, Simón. Alzas censuras contra Dios”. Pedro: “Seré pecador, pero no censuro a Dios. Lo único que digo es… Maestro, ¿por qué tienen que sufrir los niños? No tienen pecados”. Iscariote replica: “Todos tienen pecados, por lo menos el de Origen”. Pedro no le contesta. Espera la respuesta de Jesús. Y Jesús, que está acunando al niño, el cual ha terminado de beber su leche, responde: “Simón, el dolor es la consecuencia de la Culpa”. Pedro: “Está bien. Entonces… después de que hayas quitado la Culpa, los niños ya no sufrirán”. Jesús: “Sufrirán. No te sientas escandalizado por esto que digo, Simón. El dolor y la muerte siempre estarán presentes en la Tierra. Hasta los más puros sufren y sufrirán; es más, ellos serán los que sufrirán por todos. Serán las hostias que harán propicio al Señor”. Pedro: “Pero ¿por qué? No lo comprendo…”. Jesús: “Son muchas las cosas que no se entienden en la Tierra. Sabed creer, al menos, que son cosas que el Amor perfecto las quiere. Y cuando la Gracia, devuelta a los hombres, haga que los más santos de ellos conozcan mejor las verdades ocultas, entonces se verá que precisamente los más santos querrán ser víctimas porque han comprendido el poder del dolor…” (1). (Escrito el 11 de Enero de 1947).
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1  Nota  : A la pregunta sobre el dolor se da una respuesta profunda y clara, digna de tenerse en cuenta. Forma parte de los conceptos expresados en el siguiente episodio 8-555-447.
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(<Al día siguiente del episodio anterior, también en la casa de la samaritana María, en Efraín. Pedro se ha acercado, ya de noche, a la pequeña habitación donde Jesús descansa. Quiere confiarle sus deseos y dudas>)
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8-555-447 (10-16-114).- Nueva lección de Jesús, en conversación nocturna con Pedro, sobre el valor del dolor de los santos y de los inocentes y sobre la necesidad de almas hostias.- La Tierra tiene un doble deber de sacrificio: el de alabanza y el de expiación.
* “Parece una injusticia que los mejores sufran por todos. Pero dime, Simón, ¿qué cosa es la Tierra, toda la Tierra? Un enorme altar. Hubiera debido ser un altar de alabanza perpetua a su creador. Pero la Tierra está llena de pecado, por eso debe ser un altar de perpetua expiación sobre el que ardan las hostias. La Tierra debería ―como los otros mundos esparcidos en la creación― cantar salmos a su Dios que la creó. El hombre tiene una misión que las demás criaturas no tienen, y que para él debería ser, además de deber, de júbilo: el de amar a Dios”.- ■ Pedro dice: “Bueno, soy un pedazo de tonto, lo sé y lo digo sin vergüenza. Y, si fuera por mí, no me preocuparía mucho de saber muchas cosas, porque creo que la sabiduría mayor está en amarte, seguirte y servirte con todo el corazón. Pero Tú me mandas acá y allá. La gente me pregunta y tengo que responder. Pienso que lo que te pregunto a Ti otros pueden preguntármelo a mí, porque todos los hombres tienen los mismos pensamientos. Dijiste ayer que siempre los inocentes y santos sufrirán; es más, que son los que sufren por todos. Esto es duro para mi cabeza, aun cuando digas que ellos mismos lo desearán. Y creo que, de la misma forma que es duro para mí, lo pueda ser para otros. Si me preguntasen, ¿qué tengo que responder? En este primer viaje, una madre me dijo: «No es justo que mi niña hubiera muerto con tantos dolores, porque era buena e inocente». Y yo, no sabiendo qué decir, repetí las palabras de Job: «El Señor me ha dado, el Señor me ha quitado. Sea bendito el Señor» (1) pero ni ella ni yo quedamos muy convencidos con estas palabras. Quisiera saber otra respuesta…”. Jesús: “Tienes razón. Escucha. Parece una injusticia, una gran injusticia que los mejores sufran por todos. Pero dime Simón, ¿qué cosa es la Tierra, toda la Tierra?” Pedro: “¿La Tierra? Un espacio grande, grandísimo, hecho de polvo y agua, rocas, con plantas, animales, hombres”. Jesús: “¿Y algo más?”. Pedro: “Nada más… a menos que quieras que yo diga que es el lugar de castigo y destierro del hombre”. ■ Jesús: “La Tierra es un altar, Simón. Un enorme altar. Hubiera debido ser un altar de alabanza perpetua a su Creador. Pero la Tierra está llena de pecado, por eso debe ser un altar de perpetua expiación, de sacrificio, sobre el que ardan las hostias. La Tierra debería ―como los otros mundos esparcidos en la creación― cantar salmos a su Dios que la creó. ¡Mira!”. (Jesús abre la ventana de la habitación y por ella entran el fresco de la noche, el rumor del arroyo, los rayos de la luna y se ve el firmamento tachonado de estrellas). “Mira esos astros. Cantan con su voz, hecha de luz y movimiento, en los espacios infinitos del universo, las alabanzas de Dios (2). Y hace milenios y milenios de años que cantan su cántico que sube, desde los campos azules del cielo, al Cielo de Dios. Podemos pensar en astros, planetas, estrellas, cometas, cuales criaturas espaciales que, como sacerdotes del espacio, levitas, vírgenes y fieles, deben cantar en un templo inmenso las alabanzas a su Creador. Escucha, Simón. Oye el choque de la brisa entre la fronda y el rumor de las aguas en la noche. También la Tierra canta, como el cielo, con sus vientos y aguas, con las voces de los pájaros y animales. Pero, si para el firmamento basta la luminosa alabanza de los astros que lo pueblan, para el templo que es la Tierra no basta el canto de los vientos, aguas y animales, porque en ella no sólo hay vientos, aguas y animales, que cantan sin conciencia de ello las alabanzas de Dios, sino que en ella está también el hombre, la criatura que supera en perfección a todo lo que  vive en el tiempo y en el mundo, dotada de materia como los animales, minerales y plantas, y de espíritu como los ángeles del Cielo, y, como éstos, destinada, si es fiel en la prueba, a conocer y poseer a Dios, primero con la Gracia y con el Paraíso después. ■ El hombre, síntesis que abraza a todos los estados, tiene una misión que las otras criaturas no tienen, y que para él debería ser, además de deber, de júbilo: el de amar a Dios; el de dar, con la inteligencia y voluntad, culto de amor a Dios; corresponder al amor con que Dios, al darle la vida y el Cielo después de la vida, le ha amado; dar culto con la inteligencia”.
* “¿Qué bien saca Dios de la creación? ¿Qué utilidad? Ninguna. Dios es infinito. Hubiera seguido siendo lo que es. Pero Dios que es Amor quería ser amado y creó para tener amor. El día en que el gran altar que es la Tierra dejase de entonar alabanzas y súplicas de amor, la Tierra dejaría de existir. La Tierra, pues, para existir tiene que amar. En todo templo ¿cuáles son las victimas que se ofrecen? Las puras, sin mancha ni defecto. Solo éstas son agradables al Señor. Ellas y las primicias, lo más selecto”.- ■ Jesús: “Piensa, Simón. ¿Qué bien saca Dios de la Creación? ¿Qué utilidad? Ninguna. La Creación no aumenta a Dios, ni le santifica ni le enriquece. Dios es infinito. Hubiera continuado siendo lo que es, aunque no hubiera existido la Creación. Pero Dios que es Amor quería ser amado, y creó para tener amor. Solo amor puede obtener de la Creación Dios, y este amor, que es inteligente y libre únicamente en los ángeles y en hombres, es la gloria de Dios, la alegría de los ángeles, la religión para los hombres. El día en que el gran altar que es la Tierra dejase de entonar alabanzas y súplicas de amor, la Tierra dejaría de existir, porque, apagado el amor, quedaría apagada la reparación, y la ira de Dios acabaría ese infierno terrestre en que se habría convertido la Tierra. La Tierra, pues, para existir tiene que amar. Y también esto: la Tierra debe ser el Templo que ama y ora con la inteligencia de los hombres.  Pero en el Templo, en todo templo, ¿cuáles son las víctimas que se ofrecen? Las víctimas puras, sin mancha ni defecto. Sólo éstas son agradables al Señor (3). Ellas y las primicias (4). Porque al padre de familia, han de dárseles las cosas mejores, y a Dios, Padre de la Familia humana, ha de dársele la primicia de todas las cosas, lo más selecto. ■ Pero te he dicho que la Tierra tiene un doble deber de sacrificio: el de alabanza y el de expiación. Porque el Linaje humano que en ella vive arrastra consigo el pecado de la primera pareja y además sigue pecando, agregando al pecado de no amar a Dios esos otros miles de pecados de adherirse a las voces del mundo, de la carne y de Satanás. Culpable, culpable Humanidad que, pese a su semejanza con Dios, pese a tener inteligencia propia y auxilios divinos, es pecadora siempre, y cada vez más”.
* “Esta es la razón por la que se tiene necesidad de almas hostias, que amen y expíen por todos: son los niños que pagan, inocentes y sin percatarse de ello. Son los santos que voluntariamente se sacrifican por todos. Dentro de poco ya no se celebrarán otros holocaustos en el gran altar del Templo de la Tierra, sino los de las víctimas-hombre, consumadas con el perpetuo sacrificio: hostias con la Hostia Perfecta”.- Jesús: “Los astros obedecen, las plantas obedecen, los elementos obedecen, los animales obedecen, y, de la forma en que saben hacerlo, alaban al Señor. Los hombres no obedecen ni alaban suficientemente al Señor. Esta es la razón por la que se tiene necesidad de almas hostias, que amen y expíen por todos: son los niños que pagan, inocentes y sin percatarse de ello, el amargo castigo del dolor por aquellos que lo único que saben hacer es pecar. Son los santos que voluntariamente se sacrifican por todos. ■ Dentro de poco —un año o un siglo, es siempre «poco» en comparación de la eternidad— ya no se celebrarán otros holocaustos en el gran altar del Templo de la Tierra, sino los de las víctimas-hombre, consumadas con el perpetuo sacrificio: hostias con la Hostia Perfecta. No te estremezcas, Simón. No estoy diciendo, ciertamente, que Yo vaya a introducir un culto semejante al de Moloc, Baal y Astarté. Los mismos hombres nos inmolarán. ¿Entiendes? Nos inmolarán. Y nosotros iremos alegres a la muerte para expiar y amar por todos. Y luego vendrán los tiempos en que los hombres ya no inmolarán más a los hombres. Pero habrá siempre víctimas puras que el amor consuma junto con la gran Víctima en el Sacrificio perpetuo. Me refiero al amor de Dios y al amor por Dios. En verdad, ellas serán hostias del tiempo y Templo futuros. No más corderos, ni cabros, becerros o palomas, sino el sacrificio del corazón que es lo que agrada a Dios (5). David lo intuyó. Y en el tiempo nuevo, tiempo del espíritu y del amor, solo este sacrificio será grato. Ten en cuenta, Simón, que si un Dios tuvo que encarnarse para aplacar la justicia divina por el gran Pecado, por los muchos pecados de los hombres, en el tiempo de la verdad solo los sacrificios del corazón humano podrán aplacar al Señor. ■ Tú dirás: «¿Por qué entonces, Él, el Altísimo ordenó de que le fueran inmolados el fruto del primer parto de los animales y los frutos de las plantas?». Te lo voy a decir: porque antes de mi venida el hombre era un holocausto imperfecto, porque el Amor no era conocido. Ahora será conocido. Y el hombre, que conocerá el amor, porque Yo restituiré la Gracia por la cual el hombre conoce el Amor, saldrá de su letargo, recordará, comprenderá, vivirá, se pondrá él en lugar de los machos cabríos y corderos, cual hostia de amor y expiación, a imitación del Cordero de Dios, su Maestro y Redentor. El dolor, hasta ahora castigo, se transformará en amor perfecto. Y bienaventurados aquellos que se abrazan con el amor perfecto”.
* Pero los niños… Ellos no saben ofrecerse. ■ Pedro insiste: “Pero los niños…”. Jesús: “¿Te refieres a ellos que no saben todavía ofrecerse?… ¿Y tú sabes cuándo Dios habla en ellos? El lenguaje de Dios es un lenguaje espiritual. El alma lo entiende y el alma no tiene edad. Aún más, te digo que el alma infante, por no tener malicia, tiene más capacidad de entender a Dios que el alma adulta de un viejo pecador. Créeme, Simón, que vivirás mucho tiempo para ver a muchos niños enseñar a personas adultas, e inclusive a ti mismo, la sabiduría del amor heroico. ■ Pero en esos pequeños que mueren por razones naturales está Dios obrando directamente, por razones de un tan alto amor que no puedo explicarte, pues pertenecen a los planes que están escritos en los libros de la Vida, que solo en el Cielo serán leídos por los bienaventurados; leídos, he dicho; pero en verdad, bastará con mirar a Dios para conocer no solo a Dios, sino también su infinita sabiduría… ■ La luna está ya a ponerse, Simón… Pronto amanecerá y no has dormido…”. Pedro: “No importa, Maestro. He perdido unas pocas horas de sueño pero he conseguido mucha sabiduría. Y he estado contigo. Pero, si me lo permites, me voy, no a dormir, sino a meditar tus palabras”.
* “El dolor no es un castigo, cuando se acepta y se hace uso de él con justicia. Es como un sacerdocio. Un sacerdocio al alcance de todos. Un sacerdocio que da gran poder sobre el corazón de Dios; y un gran mérito”.- ■ Pedro está ya en la puerta y está para salir, cuando se detiene pensativo y agrega: “Una cosa más, Maestro. ¿Está bien decir a alguien que sufre, entonces, que el dolor no es un castigo sino… una gracia; algo como… como nuestra llamada, hermosa aunque fatigosa, bella aunque a quien ignora pueda parecerle una cosa fea y triste?”. Jesús: “Lo puedes decir, Simón. ■ Es la verdad. El dolor no es un castigo, cuando se acepta y se hace uso de él con justicia. El dolor es como un sacerdocio, Simón. Un sacerdocio al alcance de todos (6). Un sacerdocio que da un gran poder sobre el corazón de Dios; y un gran mérito. Nacido con el pecado, sabe aplacar la Justicia. Porque Dios sabe emplear para el Bien incluso aquello que el Odio ha creado para causar dolor. Y Yo no he querido otro medio para borrar la Culpa, porque no hay un medio mayor que éste”. (Escrito el 15 de Enero de 1947).
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1  Nota  :  Cfr.  Job  1,21.   2  Nota  :  Cfr.  Sal.  18,2 y Dan. 3,57-90.   3  Nota  : “Solo las  víctimas puras son agradables al Señor”: Cfr. 1 Pe.2,4-10.  4  Nota  : La Fiesta de las Semanas  se celebraba 7 semanas después de haber ofrecido el primer manojo de trigo, y se llamaba también Fiesta de las Mieses, de las Primicias, de Pentecostés. Cfr. Ex. 23,14-19; 34,22; Lev. 23,15-22; Núm. 28,26-31; Deut. 16,9-12; Hech. 2,1.   5  Nota  :  Cfr.  Sal.  51,18-19.   6  Nota  : Un sacerdocio al alcance de todos.  Cfr. 1 Pe. 2,4-10.
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(<Judas Iscariote, que ya ha decidido traicionar a Jesús, irrumpe en el monte, cerca de Efraín, donde el saforín Samuel, un recién convertido y ahora nuevo discípulo de Jesús, conversa con Jesús. Samuel y Judas ya se conocían. Samuel es discípulo de un conocido fariseo, llamado Jonatás Ben Uziel, uno de los miembros del Sanedrín, con los que Judas se relacionaba frecuentemente>)
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9-565-70 (10-26-173).- Jesús explica el significado, para Él, el Redentor, del dolor y de la felicidad a Judas de Keriot en presencia del saforín Samuel.
En verdad te digo, Judas, que sufro y sufriré como hombre y más que ningún hombre. Pero puedo, a pesar de ello, ser feliz por tener la santa y espiritual felicidad de aquellos que han obtenido la liberación de las tristezas de la Tierra por haber abrazado la voluntad de Dios como única meta suya”.-El saforín Samuel exclama: “¡Es Judas!”. Iscariote: “Sí, soy yo. Me dijeron que por aquí había pasado el Maestro. Y, sin embargo, te encuentro a ti. Entonces me vuelvo y te dejo con tus pensamientos” y se ríe con esa risita suya tan insincera, que es más lúgubre que el lamento de una lechuza. Jesús, mostrándose detrás de Samuel: “Estoy también Yo. ¿Me necesita alguien en el pueblo?”. Iscariote: “¡Ah, Tú! ¡Entonces estabas en buena compañía, Samuel! Y también Tú, Maestro…”. Jesús: “Dices bien. La compañía de uno que abraza la justicia es siempre buena. Me buscabas para estar conmigo, ¿no? Ven. Aquí hay sitio para ti. Y también para Juan, si estuviera contigo”. Iscariote: “Está allá abajo, con peregrinos. Y no es necesario que vayas. Van a estar todo el día de mañana. ■ Juan los ha distribuido en nuestros lechos para mientras estén. Es feliz en hacerlo. Todo le contenta. En verdad que os asemejáis. No comprendo cómo lográis estar siempre contentos y con todo, hasta con las cosas más… fastidiosas”. Samuel exclama: “¡Esa es la misma pregunta que iba hacerle yo cuando llegaste!”. Iscariote: “¿Ah, sí? Entonces tampoco tú te sientes feliz, y te sorprende el que otros, en condiciones todavía más… duras que las nuestras, puedan sentirse felices”. Samuel: “Yo no soy infeliz. No me refiero a mí. Pienso solo que de dónde saca el Maestro la serenidad que tiene, pese a que no ignora su futuro”. Iscariote: “¿De dónde? ¡Del Cielo! Es natural. Es Dios. ¿Lo dudas acaso? ■ ¿Puede un Dios sufrir? Él está sobre el dolor. El amor del Padre es para Él como… como un vino que embriaga. Y vino embriagador es para Él la convicción de que sus acciones… son la salvación del mundo. Y… bueno ¿puede tener reacciones físicas como nosotros, humildes seres humanos? Esto sería contrario al buen sentido. Si Adán, cuando era inocente, no conoció ningún tipo de dolor, ni lo hubiera conocido si siempre se hubiera conservado inocente, Jesús, el… el Super-inocente, la criatura… no sé si llamarla increada, pues que es Dios, o creada porque tiene padres… ¡Oh, Maestro mío, cuántos «porqués» insolubles para los que vengan después! Si Adán era ajeno al dolor por su inocencia, ¿puede pensarse que puedas sufrir?”. Jesús tiene agachada la cabeza. Ha vuelto a sentarse sobre la hierba. Su pelo hace de velo para su rostro, y por eso no veo su expresión. Samuel, en pie, frente a Judas, que también está de pie, rebate: “Si debe ser el Redentor, debe sufrir realmente. ¿No te acuerdas de David y de Isaías?”. Iscariote: “Sí. Pero aunque veían la figura del Redentor, no veían el auxilio inmaterial por el que el Redentor aunque fuese, digamos, torturado, no sentiría”. Samuel: “¿Cuál? Una criatura podrá amar el dolor, o padecerlo con resignación, según la perfección de su justicia. Pero siempre lo sentirá. Si no lo sintiese… no sería dolor”. Iscariote: “Jesús es Hijo de Dios”. Samuel: “¡Pero no es un fantasma! ¡Es un verdadero hombre! El cuerpo sufre si se le tortura. El hombre sufre si es ofendido o despreciado”. Iscariote:  “Su unión con Dios elimina en Él estas cosas humanas”. ■ Jesús levanta su cabeza y habla: “En verdad te digo, Judas, que sufro y sufriré como hombre y más que ningún hombre. Pero puedo, a pesar de ello, ser feliz por tener la santa y espiritual felicidad de aquellos que han obtenido la liberación de las tristezas de la Tierra por haber abrazado la voluntad de Dios como única meta suya. Puedo ser feliz porque he superado el concepto humano de la felicidad, la inquietud de no poseer la felicidad, esa felicidad como los hombres se la imaginan. Yo no voy tras eso que, según el hombre, constituye la felicidad, sino que pongo mi alegría precisamente en aquello que está en el polo opuesto de lo que el hombre persigue como felicidad. Las cosas de las que el hombre huye, las cosas que el hombre desprecia, porque le producen fatiga y dolor, representan para mí la cosa más dulce. Yo no miro a la hora concreta, sino a las consecuencias que esa hora puede crear en la eternidad. Mi episodio cesa, pero su fruto permanece. Mi dolor termina, sus valores, no. ¿Y qué interés tiene para Mí una hora de eso que se dice «ser felices» en la Tierra, una hora alcanzada tras haberla perseguido durante años y lustros, si luego esa hora no puede venir conmigo a la eternidad como gozo; si debiera gozarla Yo solo, sin hacer partícipes de ese gozo a aquellos a quienes amo?”.
* Veo que mi dolor se transforma en gozo eterno para una multitud de criaturas. Abrazo el dolor como la fuerza más poderosa para alcanzar la felicidad perfecta, que consiste en amar al prójimo hasta el punto de sufrir para darle la alegría, hasta el punto de morir por él”.- ■ Iscariote exclama: “¡Pero si Tú triunfaras, nosotros, tus seguidores, tendríamos parte en tu felicidad!”. Jesús: “¿Vosotros? ¿Y qué sois vosotros respecto a las multitudes, presentes, pasadas, futuras, a las que mi dolor dará la alegría? Yo veo más allá de la felicidad terrena. Mi mirada va a lo sobrenatural. Veo que mi dolor se transforma en gozo eterno para una multitud de criaturas. Abrazo el dolor como la fuerza más poderosa para alcanzar la felicidad perfecta, que consiste en amar al prójimo hasta el punto de sufrir para darle la alegría, hasta el punto de morir por él”. Iscariote replica: “No comprendo esta felicidad”. Jesús: “Todavía no eres sabio. De otro modo la comprenderías”. Iscariote: “¿Y Juan lo es? Es más ignorante que yo”. Jesús: “Hablando humanamente sí, pero tiene la ciencia del amor”. Iscariote: “Está bien. Pero no creo que el amor impida a los palos ser palos y a las piedras ser piedra y producir dolor en el cuerpo golpeado por ellos. Siempre has dicho que amas el dolor porque para Ti es amor. Pero cuando realmente seas preso y torturado —en el caso de que eso sea posible— no sé si seguirás pensando de igual modo. Piensa mientras puedes escapar al dolor. ¿Será horrible, sabes? Si los hombres te llegan a capturar… ¡oh, no tendrán contemplaciones contigo!”. ■ Jesús le mira con semblante palidísimo. Sus abiertos ojos parecen mirar, más allá de la cara de Judas, las torturas que le esperan, y sin embargo envueltos en esta tristeza siguen siendo suaves y dulces, sobre todo serenos: los ojos limpios de un inocente. Responde: “Lo sé. Y sé aun lo que no sabes; mas espero en la misericordia de Dios. El que es misericordioso con los pecadores, tendrá también misericordia de Mí. No le pido que no sufra, sino de saber sufrir. Vámonos. Samuel, adelántate un poco y dile a Juan que pronto estaré allí”. Samuel se inclina y ligero va. (Escrito el 10 de Febrero de 1947).
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(<Jesús resucitado, antes de subir a los Cielos, va dándoles las últimas instrucciones>)
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10-638-357 (11-23-810).- En el día de la Ascensión, el Resucitado enseña a responder a los que dicen: «¿Así os ama Dios?, ¿haciéndoos sufrir? ¡Si es así no merece la pena ser de Dios!».  
* “Os digo de verdad que cuando tengáis por Amigo al Amor comprenderéis que cualquiera cosa que sufriereis, se hará ligera, aun la más cruel tortura del mundo”.- ■ Dice Jesús: “Sí. Amaos entre vosotros, ayudándoos mutuamente, porque este es el nuevo mandamiento y la señal de que sois en realidad míos. No os inquietéis por ninguna razón. Dios está con vosotros. Podréis hacer lo que exijo de vosotros. No os impondré cosas que no podáis realizar, porque no busco vuestra ruina, sino vuestra gloria. Ved, voy a prepararos vuestro lugar al lado de mi trono. Estad unidos conmigo y el Padre en el amor. Perdonad al mundo que os odia. Llamad hijos y hermanos a quienes vienen a vosotros, o ya están con vosotros porque me aman. Estad tranquilos, sabiendo que siempre estaré pronto a ayudaros a llevar vuestra cruz. Estaré con vosotros en las fatigas de vuestro ministerio y en las horas de persecución. No pereceréis. No sucumbiréis aun cuando así pareciere a los ojos del mundo. Os encontraréis cansados, entristecidos, seréis torturados, pero mi alegría estará en vosotros, porque os ayudará en todo. ■ Os digo de verdad que cuando tengáis por Amigo al Amor comprenderéis que cualquiera cosa que sufriereis, se hará ligera, aun la más cruel tortura del mundo. Porque el que todo hace por amor, el yugo de la vida y del mundo se le transforman en un yugo que Dios le da, que le doy Yo. Os repito que mi carga siempre es proporcionada a vuestras fuerzas y que mi yugo es ligero, porque Yo os ayudo a llevarlo. Sabéis que el mundo no sabe amar. Pero de hoy en adelante amad al mundo con un amor sobrenatural, para enseñarle a amar. Y si al veros perseguidos os preguntaren: «¿Así os ama Dios?, ¿haciéndoos sufrir, haciendo que padezcáis dolores? ¡Si es así no vale la pena de ser de Dios!». Responded: «El dolor no viene de Dios. Lo permite. Conocemos la razón de ello y nos gloriamos de tener igual suerte que tuvo Jesús, el Salvador, el Hijo de Dios». Responded: «Nos gloriamos de estar crucificados, de continuar la pasión de nuestro Señor Jesús». Responded con las palabras de la Sabiduría (1): «La muerte y el dolor entraron al mundo por envidia del demonio. Pero Dios no es autor ni de la muerte, ni del dolor, y no se alegra con el dolor de los seres vivientes. Todas las cosas de Él son vida y todas están llenas de salud». Responded: «Actualmente parece que somos perseguidos y derrotados, pero en el día de Dios, al cambiarse las suertes, nosotros los justos, perseguidos en la tierra, nos veremos gloriosos ante los que nos vejaron y despreciaron». Decidles: «¡Venid a nosotros! Venid a la Vida y a la Paz. Nuestro Señor no quiere vuestra ruina, sino vuestra salvación. Por esto nos entregó a su Hijo para que todos fuereis salvos». ■ Y alegraos de participar de mis padecimientos para poder estar conmigo en la gloria. «Yo seré vuestra recompensa inimaginable» (2), promete el Señor por Abraham a todos su siervos fieles. Vosotros sabéis cómo se conquista el Reino de los Cielos: con la fuerza, y se llega a través de muchas tribulaciones (3). Pero el que persevera como Yo, estará donde estoy Yo. Yo he señalado el camino y la puerta, (4) que llevan al Reino de los Cielos. Yo he sido el primero en caminar por él. Si hubiera habido otro os lo habría dicho, porque tengo compasión de vuestra debilidad humana. Pero no hay otro… Al señalároslo como único camino, y la única puerta, también os digo, os repito, cuál sea la medicina que da fuerza para recorrerla y entrar. Es el amor. Siempre el amor. Todo es posible cuando en nosotros existe. Y el Amor, que os ama, os dará todo el amor, si pedís en mi Nombre tanto amor como para haceros atletas de la santidad”. (Escrito el 24 de Abril de 1947).
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1  Nota  : Responded con las palabras de la Sabiduría. Cfr.  Sab.  2,21-24.   2  Nota  :  Yo seré vuestra recompensa inimaginable. Cfr. Gén.15,1-6.  3  Nota  : Vosotros sabéis  cómo se conquista el Reino de Dios. Se llega a él a través de muchas tribulaciones.- Cfr. Lc. 16,16: “La Ley y los Profetas llegan hasta Juan. Después se proclama el Reino de Dios y todos deben conquistarlo”.  4  Nota  : Yo  he señalado el camino y la puerta.- Cfr. Ju.14,1-7: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por Mí”.
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.                          b) Dictados extraídos de los «Cuadernos de 1943/1950».
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43-65.- Reflexiones de María Valtorta sobre la finalidad de sus sufrimientos ofrecidos a Jesús con amoroso abandono. No pide: “Quítame esta pena”. Solo le dice: “Hágase tu voluntad pero ayúdame”.
* ¿Qué alma necesita de esta agonía mía?.- ■ Y ahora, buen Jesús, deja que hable yo. Has dicho tantas cosas hoy que apenas si puedo copiarlas todas. En las primeras horas me encontraba tan cansada y enferma que me fatigaba el seguir tu dulce voz. Después ha ido mejor. Pero ahora el dolor se apodera de mí. Es una hora del Getsemaní. ¿Por quién sufro? ¿Qué alma es la que me necesita de esta agonía para sanar, para esperar, para tornar a Ti? Nunca lo sabré en este mundo, mas estoy convencida de que existe y de que esta mi amargura la debo apurar por un fin de expiación. Lo hago con gusto aun cuando el llanto baña mis mejillas. Pero, déjame llorar sobre tu Corazón porque, si es dulce amar sobre Él, es también dulce sufrir sobre Él. ■ Todas las tristezas acuden a tropel. Tú las conoces todas sin que yo te las enumere y, tanto Tú como yo sabemos, incluso, qué se oculta tras este negro velo que me quiere envolver. Cierro los ojos para no verlo. Hago como los niños que tienen miedo de la oscuridad. Y esta tarde me encuentro igual que una pobre niña que se ve sola en un lugar sin luz. Cada rincón es un receptáculo de sombras que toman formas aterrorizantes. Si cierro apretadamente los ojos después de haberte mirado de hito en hito como se mira al sol, no me queda sino tu Imagen en el fondo de la retina; si me abrazo muy estrechamente a Ti, ya no me doy cuenta de la soledad que me rodea y de la que tantos peligros pueden surgir para mí. Siento tus brazos en torno mío y si bien lloro, ya no tengo miedo. Toma para Ti el llanto de esta tarde. No tengo sino esto que darte en esta noche de pena. No te digo siquiera: “Quítame esta pena”. Sólo te digo: “Hágase tu voluntad; pero, ayúdame, Jesús”. Sí, ayúdame, Maestro bueno. No me dejes ir. Todo el dolor que quieras, Señor; pero… tu cercanía siempre. Sé, creo que no es sin un fin de bien este tormento moral. Sé, espero que no es sin utilidad. Sé que si sufro con paz, ésta permanecerá en mí al estar sobre tu Corazón y la envidia del demonio no lo podrá turbar. Por esto te digo: heme aquí dispuesta, por tu amor, a hacer tu Voluntad… ■ No más tarde de esta mañana decía que mi presente beatitud me impide sentir el mordisco de las vicisitudes humanas. Por el contrario, esta tarde he sentido el amargo de la necesidad actual. Y he sufrido mucho por ello. Si hubiese sufrido sola, hubiera sido un sufrimiento espasmódico; mas, sabiendo bien que ninguna criatura humana me podía consolar, me he vuelto a Ti con fe. Tú eres el que quieres estos actos de fe amorosa para compensarte de todos los desamores que te niegan. Y tomas en el acto al alma generosa dándole consuelo. Ahora he aprendido y vengo deprisa a refugiarme en Ti. No me contento con rogarte, llevo más adelante mi osadía y me echo en tus brazos. Eres mi Dios, pero también eres mi Hermano y mi Esposo. Por eso, además de rogarte, puedo así mismo abrazarte para no sentirme tan sola frente a un futuro, si para todos triste, para mí cargado de incógnitas aún más penosas. Tenme así durante todo este tristísimo mes, tenme así hasta la muerte. Aunque no me hables, me basta con que Tú me dejes estar sobre tu Corazón. Acuérdate, Señor, de tu agonía y sé Tú para tu pequeñita hostia el ángel que conforta… (Escrito el 7 de Junio de 1943).
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43-165.- Última petición del «Pater Noster»: «No nos induzcas a la tentación, mas líbranos  del Mal».
* En vosotros está hacer del Mal un Bien. Aquí tenéis lo que demandáis con la última petición. Que os dé Dios la fuerza necesaria para saber resistir a la tentación”.-Dice Jesús: Dios no os induce en tentación. Dios os tienta con dones de Bien tan solo y esto para atraeros a Sí. Vosotros, interpretando mal mis palabras, creéis que ellas quieran decir que Dios os induzca en tentación para probaros. No. El buen Padre que está en los Cielos permite el mal, mas no lo produce. Él es el Bien del que todo dimana. Ahora bien, el Mal existe. Y existe desde aquel momento en que Lucifer se rebeló contra Dios. ■ En vosotros está hacer del Mal un Bien, venciéndolo e implorando del Padre las fuerzas con las que vencerlo. Aquí tenéis lo que demandáis con la última petición. Que os dé Dios la fuerza necesaria para saber resistir a la tentación. Sin su ayuda sucumbiríais a la tentación, pues ella es astuta y fuerte y vosotros obtusos y débiles. Mas la Luz del Padre os ilumina, el Poder del Padre os fortifica, el Amor del Padre os protege; con lo que el Mal sucumbe y vosotros quedáis liberados de él”. (Escrito el 7 de Julio de 1943).
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43-361.- Dios puso para el hombre una única necesidad: la del amor. Mas a renglón seguido sobrevino la Culpa, que hizo brotar el dolor.
* “Si el ácido de la Culpa no hubiese corroído las raíces del amor, éste habría crecido potente entre vosotros sin exigencia de fatiga alguna”.- ■ Dice Jesús: “Dios había puesto para el hombre al crearle una única necesidad tan sólo: la del amor. Amor de hijos hacia su Padre, amor de súbditos para su Rey, amor de creados para su Creador Dios. Y si el ácido de la Culpa no hubiese corroído las raíces del amor, éste habría crecido potente entre vosotros sin exigencia de fatiga alguna. Qué digo fatiga, constituiría gozo para vosotros, una necesidad que produce alivio cuando se realiza como es en vosotros el respirar. Y efectivamente, el amor estaba destinado a que fuera la respiración del espíritu del hombre y la sangre del mismo. Después vino la Culpa. ¡Oh, la ruina de la Culpa! ■ Vosotros que os horrorizáis por las ruinas de vuestros palacios, de vuestros templos, de vuestros puentes, de vuestras ciudades, y maldecís de los explosivos que destruyen, pulverizan y dañan todo, ¿no pensáis qué tamaña ruina causó la Culpa del hombre? En el hombre, lo obra más perfecta de la creación, pues fue hecho por la Inteligencia eterna que, lo diré así, os fundió, metal sin escorias, dándoos su misma forma, consiguiendo modelaros a su imagen y semejanza, tan bellos y puros que se llenó de júbilo el ojo de Dios al contemplar su obra y la Tierra cantó con voz altísima por la gloria de ser el planeta que, en los orígenes del universo, alcanzaba a ser el inmenso palacio del rey-hombre, hijo de Dios”.
“La Culpa desbarató, en las raíces del hombre, aquel conjunto perfecto de carne y de espíritu. De espíritu, no prisionero de la carne sino de espíritu atraído a Dios, al modo de un imán divino, mediante las relaciones de amor entre el Creador: el Todo, y el espíritu: la parte. Desaparecido el amor del hombre para con Dios, desapareció el amor de la Tierra para con el hombre. Desencadenóse sobre la Tierra la ferocidad entre los seres inferiores, entre éstos y el hombre y entre los mismos hombres. De la semilla de la Culpa nació una planta: el dolor”.- Jesús: “La Culpa, más nefasta que la dinamita, trastornó al hombre en sus raíces. ¿Y sabes dónde se encontraban éstas? En el pensamiento de Dios que hiciera al hombre. La Culpa desbarató, en las raíces del hombre, aquel conjunto perfecto de carne y espíritu; de carne, no diferente, en los movimientos del sentido, del espíritu del que no era contraria sino más pesada tan solo y en modo alguno enemiga; de espíritu, no prisionero y prisionero subyugado en la cárcel de la carne sino, de espíritu jubiloso dentro de la dócil carne que le guiaba a Dios, era atraído a Dios al modo de un imán divino mediante las relaciones de amor entre el Creador: el Todo, y el espíritu: la parte. La Culpa desbarató aquél armonioso entorno que puso Dios en derredor de su hijo para que fuese rey y rey feliz. ■ Desaparecido el amor del hombre para con Dios, desapareció el amor de la Tierra para con el hombre. Desencadenóse sobre la Tierra la ferocidad entre los seres inferiores, entre éstos y el hombre y ¡horror de los horrores!, entre los mismos hombres. Aquella sangre se caldeó por el odio y se derramó contaminando el altar de la Tierra sobre la que Dios pusiera a sus primeros hombres para que, amándose, le amaran y enseñasen el amor a sus descendientes: único rito que Dios quería de vosotros. ■ Y he aquí cómo entonces, de la semilla de la Culpa nació una planta: una planta de amargo fruto y punzantes ramas: el dolor. Primeramente el dolor sufrido del modo que el hombre lo podía sufrir conforme a su embrionaria espiritualidad contaminada: un dolor animal hecho de los primeros dolores de la mujer; y de las primeras heridas hechas a la carne fraterna, un dolor feroz de aullidos y maldiciones, germen siempre de nuevas venganzas. Más tarde, al refinarse en su ferocidad, aunque no en su esencia, también evolucionó el dolor haciéndose más complicado”.
* “Dos son las necesidades del hombre: el amor y el dolor. El amor que impide cometer el mal y el dolor (purificado por Jesús que, al fundirlo con su dolor infinito, dio méritos al dolor y repara el mal) que lo repara. Esta es la ciencia a aprender: saber amar y saber sufrir”.-Jesús: “Vine Yo a santificar el dolor sufriéndolo por vosotros y fundiendo vuestros dolores relativos con el Mío infinito, dando así mérito al dolor. Y vine a confirmar con mi Vida y con mi Muerte la admonición hecha repetidas veces por los profetas de que no es la circuncisión material lo que Dios exige para perdonar y bendecir a sus hijos cada vez más y más culpables, sino la circuncisión de los corazones, de vuestros sentimientos, de vuestros estímulos que el germen del primer pecado convierte siempre en estímulos de carne y de sangre o de la más refinada de las lujurias: la de la mente. Ahí es, hijos, donde debéis trabajar a hierro y a fuego para marcar en vuestra alma el signo que salva: el de Dios. Ahí es, pero no con el hierro y el fuego de vuestras feroces leyes y de vuestras guerras malditas. Ahí es: en el lugar donde se elaboran las leyes y las guerras del hombre; porque es inútil decir lo contrario. Si vivieseis circuncidados espiritualmente, viviendo en el signo del Señor, para retirar cuanto es portador de toda clase de impurezas, no seríais lo que sois: insensatos, por no decir fieras. Y adviértelo, fieras e insensatos en poco difieren ya que en ambos no aparece la razón, o sea, aquello que Dios puso en el hombre para hacerle rey de todos los seres de la Tierra. ■ Dos son las necesidades del hombre: el amor y el dolor. El amor que os impide cometer el mal y el dolor que lo repara. Esta es la Ciencia que se ha de aprender: saber amar y saber sufrir. Mas vosotros ni sabéis amar ni sabéis sufrir. Sabéis, sí, hacer sufrir; pero no es amor sino, por el contrario, odio. ¿Por qué sois sabios en el mal y tan ignorantes en el bien? ¿Por qué? ¿Nunca os sentís hartos de odio y ferocidad y queréis que Dios os perdone? Tornad, hijos al amor y sabed soportar el dolor. Que si bien no sois hijos míos hasta el punto de saber querer el dolor por expiar los pecados ajenos, como Yo supe y quise, seáis al menos hijos hasta el punto de no maldecirme por el dolor que vosotros provocasteis y del que me acusáis. ¡Abajo vuestra necia soberbia! Aprended del publicano a reconocer que sois indignos, que os habéis hecho indignos de vivir bajo la Mirada que es protección. Lanzad lejos de vosotros las vanas apetencias de la tierra y acercaos a la Fuente de Vida que desde hace veinte siglos mana para vosotros. Inoculad la Vida en los corazones que mueren gangrenados en el pecado o consumidos en la indiferencia. ■ Llamadme a vuestros sepulcros. Soy Cristo, el Resurrector. Tan sólo pido que me llamen para acudir y decir: «Ven fuera». Fuera de la muerte, fuera del mal, fuera del egoísmo, de la lujuria, fuera del odio maldito que os consume sin proporcionaros gozo, fuera de cuanto es horror, a fin de entrar en Mí, entrar conmigo en la Luz, renacer en el amor, conocer la verdadera Ciencia y conseguir la Paz y la Vida que, al ser mía, reciben de Mí la eternidad”.  (Escrito el 23 de Septiembre de 1943).
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43-403.- “El amor es superación del dolor”.
* El amor es el ápice de la perfección humana. El amor total, amar de una manera total hasta el aniquilamiento, hace llevadero cualquier dolor, porque el amor es superación del dolor. ¿De no haber amado así habría Jesús (su Madre, los mártires) podido soportar la Pasión? No embota la sensación dolorosa, hace soportable a quien lo sufre.- Dice Jesús: “¿Ves alma mía, qué razón tiene Jesús cuando dice que el amor es el ápice de la perfección humana? Renuncias, penitencias, enclaustraciones, nada son frente al amor total. Y así puede darse el caso de un eremita penitente que viene a ser pobre respecto de otro que, viviendo en plena sociedad, sabe amarme de una manera total hasta el aniquilamiento en Mí de todo su ser. ¿Ves, alma querida, qué razón tiene tu Maestro cuando dice que el amor es superación del dolor? ¿Crees, María mía, que, de no haber amado así, habría Yo podido soportar la Pasión? Y ¿crees acaso que mi Madre que lo es también tuya, habría podido soportar la suya? ¿Y que los mártires habrían resistido torturas? No embota el amor la sensación dolorosa en el hombre, pero os inocula el licor de tan corroborante dulzura que el más acerbo de los dolores se hace soportable a quien lo sufre. El licor es la fuerza de Dios mismo que llega a vosotros con toda su potencia y lo son así mismo las potencias de Dios que se precipitan sobre vosotros atraídas por vuestro amor anulando vuestras fragilidades y confiriéndoos un vigor de luchadores celestiales. ■ Yo, el Victorioso, os comunico la victoria que obtuve sobre la debilidad de la carne, del corazón y sobre la muerte. Vivo en el alma enamorada con una unidad indestructible como cuando, siendo Hombre entre los hombres, viví en unidad con mi Padre. María, mi Madre, la unida a la Trinidad Santa, os comunica aquella su potencia de amor que atrajo a Dios hasta Ella desde las profundidades del Cielo y con su sonrisa os enseña a amar con aquella perfección que fue suya”.
* Quiere Jesús que María Valtorta, preescogida para una misión de dolor y de luz, se sature de Él y se anule en Él hasta que llegue la muerte que la liberará del dolor.-Jesús: “Mira, pues, alma mía, a qué divinas y excelsas potencias y semejanzas lleva el amor total. Yo, que te escogí para una misión de dolor y de luz, quiero derramar sobre ti las ondas del éxtasis de amor. Quisiera así saturarte de ellas y trasciendas a Mí mucho más celestialmente que la reina Esther al empapar su cabeza de perfumes de esta tierra para agradar a su rey. Cuando llegue la hora de ser constituida reina del Reino que te tengo preparado y esposa unida para siempre al Esposo en el Alcázar del Rey de los reyes, quiero que de tal modo te encuentres macerada por el amor, es decir, por Mí mismo, que nada quede ya de ti y sea Yo, solo Yo, el que viva en ti. ■ Ven. Sígueme cada vez más de cerca. Nada han de mirar tus ojos si no es a Mí, y han de estar tensos tus oídos para escucharme. Tu gusto ha de encontrar insípido todo alimento que no sea el mío, y tu tacto ha de encontrar repelente todo contacto distinto del mío. Tu olfato debe deleitarse únicamente con la fragancia de tu Esposo que ya no está escondido sino que va delante de ti para enseñarte el camino que conduce a la felicidad del Cielo. Te he atraído y cada vez te atraeré más con efluvios de aromas y de luces que te abstraerán de las cosas de la Tierra. Eres mía. Te quise y te quiero. Ahora te tengo y solo un querer tuyo, que no se dará, podría apartarte de Mí. Mas eso no sucederá. Antes vendrá la que llamáis «muerte», o sea, las nupcias de tu alma conmigo. Entonces, será la felicidad completa. Yo te tomaré de la mano y diré ante mi Corte: «Aquí os presento a mi pequeña reina cuyas galas se tejieron de penitencias y se adornaron con lágrimas estando su guirnalda formada por el amor. Para ella, que con tanto dolor se ha preparado a esta hora, ha terminado el dolor y llega el amor libre y eterno del Cielo. Regocijaos, celestiales habitadores, por esta nueva hermana que terminó sus combates y entra en la Paz»” (1). (Escrito el 11 de Octubre de 1943).
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1  Nota  : Esto nos recuerda la frase que María Valtorta, desde el año 1952, dispuso para el recordatorio de su muerte acaecida el 12 de octubre de 1961: “He terminado de sufrir pero continuaré amando”.
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44-374.- «El Mal se insinúa, pero no viene de Dios. De Dios viene únicamente lo que es bueno».
* Para saber si una cosa viene de Dios o no: observa sus reacciones.- ■ Dice Jesús: “Un poco tan sólo para persuadirte que Yo estoy contigo. Te encuentras por demás débil y no puedes escribir mucho, ni es preciso. Tanto a Mí como a ti nos basta con nuestro recíproco amor. A los demás no es preciso darles muchas palabras porque son muy pocos de entre ellos los que la acogen con ánimo sincero. Quiero llamar tu atención en el capitulo I de Génesis sobre una frase que se repite seis veces, una por cada día creativo: «Y vio Dios que aquello era bueno». El séptimo día Dios descansó en la bondad de cuanto había hecho. La Bondad, uno de los atributos principales de Dios. Él, bueno, no hace sino cosas buenas y descansa, feliz, en ellas porque piensa que sus hijos han de gozar de esas cosas buenas. Piensa siempre en esto, alma mía fiel: «El Mal se insinúa, pero no viene de Dios. De Dios viene únicamente lo que es bueno». Por eso, cuando las cosas sean malas para ti, no le culpes a Dios de ellas, sino dirígete al Padre demandando ayuda. ■ Así también, para conocer si una cosa viene de Dios o de algo que no es Dios —el enemigo del bien recibe muchos nombres que van desde el de Satanás, padre de toda maldad, a los de: guerra, atropellos, crueldad, envidias, calumnias y otras por el estilo— observa en ti y en tu prójimo las reacciones que produce. Si el dolor está acompañado de paz, es prueba entonces de que viene de Dios. Si en el dolor hay tormento, pero el alma permanece unida a su Señor llorándole en su seno, entonces es cosa permitida por Dios. Y si en el dolor, y más que en el dolor en el gozo, en el éxito de las cosas, en el bienestar, en el triunfo —porque esto es lo que sucede en tal caso—  hay inquietud y apartamiento de Dios, entonces es seguro que viene del Mal. ■ El Mal se presenta siempre vestido con la efímera y engañosa prenda de una utilidad humana. Nunca te engañes: la utilidad verdadera está en lo sobrenatural. Prueba de ello es la moneda con que la utilidad se adquiere: la paz, que es la caricia de Dios a su probado fiel. Llora, pues eres criatura y tienes que soportar la debilidad de tu naturaleza humana; mas permanece en paz. Dios está contigo y de este dolor sabrá procurarte cosas buenas porque Él medicina las heridas causadas por el Enemigo de sus hijos y suyo extrayendo del mal un motivo para daros un bien eterno mayor y ya desde ahora su bendición.  Basta. La paz sea contigo”. (Escrito el 22 de Mayo de 1944).
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44-375.- Dios, que es bueno, pone en la prueba, pero no impone un sacrificio superior a las reglas de justicia y se contenta después con la buena voluntad de la obediencia que, con frecuencia, es más penosa que el propio sacrificio.
* Jesús, aun como Hombre, al ser la «Gran Víctima», conoció siempre el sacrificio a Él reservado. En cambio, a pocos, víctimas escogidas por el Amor, les da a conocer el sacrificio por adelantado. Merezcamos las palabras que llenaron de gozo a Abraham.- ■ Dice Jesús: “Dios, que es bueno, pone en la prueba; mas nunca impone un sacrificio superior a las normas de la justicia. Lleva hasta casi las puertas del sacrificio, después ayuda y acaba contentándose en su siervo fiel con la buena voluntad de obedecer. Por lo demás,  la «buena voluntad de obedecer» es, con frecuencia, más penosa que el propio sacrificio, porque éste, cuando se presenta de pronto, su misma prontitud lleva a la paz, comunicando una embriaguez que explica todos los sacrificios, aun los producidos por acontecimientos humanos; mientras que el saber que ha de cumplirse un sacrificio, saberlo con gran antelación, es tormento mucho más penoso privando al espíritu del héroe de esas fuerzas impulsivas que le colman de optimismo. Por este motivo de bondad del Señor, Él os oculta el futuro y os dice: «No tratéis nunca de levantar los velos». ■ A pocos, víctimas escogidas por el Amor, a los que Éste encontró dignos de tal elección, a pocos se les da a conocer por adelantado el querer sacrificador de Dios. Yo, aun como Hombre, siempre lo supe. Mi ropaje de carne no embotó mi mente divina y nunca, ni por un momento, desde que fui Jesús, dejé de conocer cuanto estaba reservado. Ahora bien, Yo era la «Gran Víctima» y esto lo explica todo. ■ A las otras —víctimas por demás queridas para Dios— se les descubre el sacrificio cuando éste es ya inminente y cuando el Amor los tiene fortificados para el martirio. ■ Respecto de otros que no son víctimas, aunque sí dignos de serlo, se les propone la necesidad del sacrificio e, incluso, queda insinuado, y… basta. Dios premia la buena voluntad de obedecer que en sí ya es sacrificio: Sacrificio del corazón y de la mente, prueba, al cabo, de fidelidad a Dios. Y Dios dirige a su fiel las palabras (1) que llenaron de gozo a Abraham: «… He conocido que temes al Señor tu Dios y que por Mí no perdonas las cosas más queridas. Por eso te digo que, como tú has hecho esto por Mí, Yo te bendeciré; y porque obedeciste a mi voz, a ella le oirás decirte: Reina, bendito mío, en el Reino que te he preparado y que tu nombre quede escrito en el Libro de la Vida, regocijándose los Cielos por ello, ya que allí se celebra gran fiesta por cada nuevo bienaventurado que entra en la gloria y descansa en el gozo inexplicable de contemplar y poseer a Dios». Permanece en paz. Yo estoy contigo”. (Escrito el 23 de Mayo de 1944).
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1  Nota  : Cfr. Gén. 22,12-18.
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44-483.- “Al hacer la Hora de la Soledad, quiero que medites las tres etapas del dolor de María a fin de te sirvan de norma en el sufrir y en el conocer la Justicia que ha de juzgar vuestro modo de sufrir”.
* María Valtorta no desearía morir en el momento que amase menos a Dios y ruega a Jesús que la lleve a su casa de Viareggio.- ■ Sube la marea. Ya no sé qué hacer para resistir tanto mal físico y moral. Si cediesen las fuerzas espirituales, mi ruina sería total y definitiva. Por ahora, estas últimas se encuentran íntegras. Mas ¿resistirán? De mí, no lo aseguro. Si Dios me ayuda mucho, mucho, mucho, resistiré. De lo contrario, me plegaré. Cierto que también podría después volver a levantarme, pero encuentro que tal experimento resulta siempre peligroso por cuanto no siempre llega una a levantarse a tiempo y yo no querría morir en un momento en el que te amase menos ¡Dios mío, ofenderte y amarte menos! ■ ¡Ten compasión de mí! Pues que tienes tanto, dame tu “gran compasión”. Sabes Tú cuál es esta “gran compasión” que te pido. Devuélveme a mi nido de amor, a mi nido de paz, a mi nido de Cielo (1). Si Tú, como ayer noche, haces descender paradisíacos perfumes del Cielo, ellos no pueden curar aquí en donde hay tanta embestida de humanidad y de animalidad. Yo te agradezco que hayas calmado mis sufrimientos con los aromas celestiales; mas eso no basta, no le basta a tu pequeña “voz” para no morir y, sobre todo, para no morir de mala manera. ¡Ten compasión!
* Las tres etapas de dolor de María Virgen.“Toda aflicción lleva marcado el nombre de un hombre y jamás el de Dios”.- La criatura, santificada con su heroísmo, puede llegar a decir: «Por aquel ‘sí’ que pronuncié, escúchame».- ■ Más tarde Jesús me hace la siguiente observación:  “Al hacer la Hora de la Soledad, quiero que medites las tres etapas del dolor de María (2) a fin de te sirvan de norma en el sufrir y en el conocer la Justicia que ha de juzgar vuestro modo de sufrir.  En la primera etapa aparece la mujer, la madre que grita su desgarro. Dios transige con que en el momento más atroz del dolor la criatura delire y tenga palabras duras para quienes son la causa de su dolor. Y así María no puede contenerse al llamar «fieras, chacales, hienas» a los hombres; «padrastros» a los hebreos y proclamar que Ella hubo de violentarse para soportarlos, estigmatizándolos con los apelativos de «caínes de Dios» y «oprobio de la raza humana». María la Santa, no pudo contenerse al llamar a Jerusalén «madrastra, asesina, ladrona, vampiro, buitre». Sobre el calvario no supo sino gritar: «¡Ya no tengo Hijo!». Era la mujer. En la segunda etapa es la creyente que quiere ser fiel a su fe por más que los hechos parezcan desmentir todas las promesas de fe. Su corazón de madre y de mujer tiene entablada lucha con su espíritu de creyente. Triunfa el espíritu por hallarse nutrido realmente por la fe y así la mujer viene a ser vencida, quedando la creyente. En la tercera, la creyente, cada vez más firme en la fe, sube a través de la resignación a reunirse con Dios del que habíale separado el dolor. ■ ¡Oh, el dolor!, lo sé: viene a ser como el golpe asestado por un niño travieso a las mórbidas alas de una variopinta mariposa. La derriba al suelo y parece estar muerta; mas después, poquito a poco, va recobrando fuerzas y movimiento. Primero camina, después va trepando, seguidamente prueba a mover las alas, emprende tímidamente el primer vuelo y, por último, se lanza y reconquista el espacio azul… Penetro tu pensamiento: «Mas si los golpes se repiten, cada vez que la mariposa comienza a volar de nuevo, terminará muriendo por tierra». Humanamente, sí; no puedo menos de convenir en esto. Mas para eso estoy Yo aquí, para recoger a las víctimas de la brutalidad terrena. Me basta con que ellas no desconfíen de Mí y no me acusen, odiándome, de ser su verdugo. Dad a Dios lo que es de Dios y al hombre lo que es del hombre. Dad a cada uno el juicio exacto. Vosotros que sufrís, recapacitad detenidamente sobre vuestras aflicciones y lo mismo tú que sufres hasta morir por ellas. Verás que toda aflicción lleva marcado el nombre de un hombre y jamás el de Dios. ¡Oh!, que aún eres criatura y no te es lícito conocer los secretos de lo sobrenatural. Mas cuando llegues a conocerlos comprenderás muchas cosas. ■ María, en la tercera etapa de la desolación, no es ya la creyente sino la Hija de Dios, la Santa que se dirige al Padre, al Rey con la seguridad solemne de quien sabe que puede hablarle por haber conquistado el derecho a ser oída. Ninguna oscuridad ya de desolación humana, ninguna angustia del creyente que quiere y no puede alcanzar la paz en el dolor, sino en el gozo de sufrir: un gozo del alma bajo el llanto de la carne que acaba muriendo pero que se deja llorar porque —tú misma lo has dicho— llegados a ciertos estados, carne y sensibilidad son vestimentas sobrepuestas al yo espiritual, al yo verdadero. Y la criatura, santificada con su heroísmo, puede llegar a decir: «Por aquel ‘sí’ que pronuncié, escúchame». Dilo también tú, María. Di: «¡Tantas veces te dije sí…! Por estos síes, escúchame». Y espera. No pongas nombre alguno a tu esperanza pues siempre serían nombres de la Tierra. Espera en Mí, en Mí tan sólo y déjame hacer”. (Escrito el 24 de Junio de 1944).
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1  Nota  : A su casa de Viareggio.- En Abril de 1944 estuvo marcado por 8 meses de evacuación (2ª guerra mundial) que obligó a María Valtorta a dejar su casa de Viareggio para refugiarse en S. Andrés de Cómpito, barrio del Municipio de Campannori en la provincia de Lucca.  El 21 de Diciembre de 1944, una carta del Padre Migliorini, llevada por su hermano religioso Padre Fantoni, le avisaba de que había sido ya autorizado el tan suspirado retorno a casa, retorno que, efectivamente, pudieron realizar dos días después, el 23 de Diciembre, María y Marta. El Padre Migliorini estaba esperándolas en Viareggio.  2 Nota  : Para entender este  dictado  es preciso haber leído episodios de la Pasión pertenecientes a la obra sobre el Evangelio: «El Evangelio como me ha sido revelado», desde el mismo Viernes a la tarde y los dos días que siguieron a la Crucifixión.
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44-487.- “Cuando el dolor lleva el nombre de holocausto”.
* Dios es como un Padre y un buen Amigo que te compadece no más, vela y llora contigo, pero sin intervenir para adormecer tu dolor… Yo estaba necesitado de tu dolor. ■ Dice Jesús:  “Dime: ¿quién demuestra tener más coraje al sufrir una operación quirúrgica: el que soporta con anestésicos o el que lo hace sin ayuda alguna? La operación es la misma; los instrumentos usados, idénticos; idéntica también la labor a realizar en la carne, en los nervios y los órganos: y el fin que se persigue, el mismo. Bueno, concedamos también que el resultado haya sido igual: la curación. Pero, vayamos a cuentas: ¿cuál de los dos operados demostró poseer una mayor fuerza de ánimo y, naturalmente, despertó la admiración? Sin duda el que, sin concurso alguno químico, soportó con plena sensibilidad la operación de los cirujanos sin rebelarse con gritos, imprecaciones y palabras descompuestas, limitándose a gemir, pues que esto es humano y comprensible. ■ Pues bien, pasemos al campo espiritual. De dos almas ¿cuál será la que suscite la admiración y, por tanto, las alabanzas que se cambian ciertamente a premio eterno: aquella a la que una intervención mía milagrosa le amortigua el dolor anestesiándola espiritualmente, o bien aquella otra que tiene a Dios como un Padre y un buen Amigo junto a su lecho operatorio, pero como un Padre y un Amigo que le compadece no más, la vela y llora con ella, mas sin intervenir con una ayuda directa tendente a adormecer su sensibilidad dolórica? Esta segunda sin duda. Tú eres esta segunda. No digas: «¿Por qué?». En Octubre te perdoné. Te ayudé porque necesitaba que estuvieses capacitada para este calvario. Si el dolor te hubiese destroncado desde Octubre, no habrías llegado a resistir ni una hora de este actual y Yo estaba necesitado de este tu sufrir”.
* “Mediante el amor, la generosidad, la paciencia, —los tres clavos que fijan las víctimas a su patíbulo— entonces hacéis lo que Yo hice”.- Jesús: “Los ángeles no pueden sufrir por su Dios para aumentar su gloria ni por su prójimo para obtenerles bienes. En cambio, los hombres lo pueden hacer. El gozo para los ángeles es hacer la voluntad de Dios y los hombres con el dolor hacen esta misma voluntad haciendo lo que Yo hice. Sí, cuando el dolor lleva el nombre de holocausto y no sólo resignación sino también unión con la voluntad de Dios del modo que estaba unido mi Cuerpo a la Cruz mediante el amor, la generosidad, la paciencia, —los tres clavos que fijan las víctimas a su patíbulo—  entonces hacéis lo que Yo hice. ■ No te preocupes de si lloras, pues Yo también lloré y gemí. Repugnándolo la carne y la mente, dije: «Que tu voluntad sea la mía». Pero lo dije. Tan sólo el espíritu tuvo valor para llegar a decirlo. Pero lo dijo.  Entre las repugnancias y los pavores de tu cuerpo y de tu mente, cante tu espíritu —mientras se lleva a cabo, sin ayuda alguna, la operación que tanto bien ha de reportar— cante tu espíritu: «Señor que tu voluntad sea la mía». Y cree de verdad que tu premio será doble, triple, diez veces más del que se te habría dado de haber recibido dones de misericordia en tus sufrimientos. Dios es justo. A doble mérito, doble premio y a mérito total, total premio. No temas. Vete en paz”. (Escrito el 25 de Junio de 1944).
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44-571/73.- Pureza física y pureza de corazón.- Pureza de corazón en las mortificaciones.
* La pureza de corazón, mucho más delicada que la pureza física, requiere constante vigilancia.- ■ Dice Jesús: “El amor, la misericordia, la oración, la mortificación y el deseo de poseer los dones de Dios y la santidad, sentimientos dignos sin duda de alabanza, pueden mancillarse con impurezas que los maleen haciendo que no sean aceptos a Dios. La pureza de corazón no consiste en poseer un corazón encerrado en un cuerpo virgen ni en un cordial deseo de permanecer tal. La pureza de corazón es algo tan delicado que la pureza física viene a ser nada en su parangón. ■ Muro es ésta (la pureza física) contra el que rebotan, sin lesionar de importancia, las tentativas de Satanás. Basta con que uno no quiera ni llegue a violarse a sí mismo. La otra (la pureza de corazón), en cambio, es telaraña de plata a la que el ala de un moscón la puede romper. El ala de un moscón, esto es, la irreflexión del espíritu que deja de estar de continuo sobre sí con atención. Entonces resulta facilísimo el que las cosas más santas se manchen con herrumbres humanas descomponiéndose o, al menos, sufra deterioro la bondad de su esencia”.
* Si no sabéis imponeros penitencias, mortificaciones, aceptad las que os da la vida.- ■ Jesús: “¿Y la mortificación? ¡Oh!, ha de ser igualmente pura. ¡Cuántas mortificaciones inútiles hacéis! Inútiles y pecaminosas. ¿Por qué? Porque son impuras. Son impuras aquellas mortificaciones que vosotros mancháis con el deseo de alabanzas y con la anticaridad. Ser buenos para ser alabados, hacer una penitencia para ser notados, sacrificarse al comer una fruta para que todo el mundo os admire y no saber después ser pacientes, humildes y misericordiosos, es verdaderamente inútil. ¿Qué queréis que haga de la fruta que no habéis comido cuando os desquitáis de este sacrificio mordiendo con palabras venenosas a un hermano vuestro? ¿Qué queréis que haga de una cualquiera de vuestras penitencias si después no sabéis sobrellevar ni aquello que la vida os presenta? ¿Qué mérito tiene el ser buenos fuera de casa cuando sois víboras en la propia? Y ¿qué mérito el llevar cilicio si no sabéis llevar en silencio el cilicio de la voluntad? ■ Recordad que dije: «Cuando hagáis penitencia, ungíos la cabeza y lavaos la cara». No os importe pasar por inmortificados a los ojos estúpidos del mundo. Basta con que no deis escándalo, ya que el escándalo es siempre mal. Mas si, en apariencia, sois tan sólo unos seres corrientes y no recibís por ello sino indiferencia y ninguna alabanza, mientras que, secretamente, os consumís en el amor de Dios y de los hermanos, grande será vuestro mérito a los ojos de Dios. Y si no sabéis imponeros penitencias, ¡oh!, aceptad las que os ofrece la vida que está rebosante de ellas. Aceptadlas diciendo: «Si esta pena viene de Dios, hágase, Señor, tu voluntad. Y si viene de un pobre pervertido, te la ofrezco, Padre, para que Tú le perdones y redimas». Hacedlo así, queridos, y todo en vosotros será puro. Tendréis entonces la pureza de corazón. Y en un corazón puro tiene su trono Dios. Vete ahora en paz. Marcha con mi paz por el camino de la pureza de corazón pensando en que los puros de corazón gozarán de Dios”. (Escrito el 26 de julio de 1944).
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46-161.- Los dolores que vienen de Dios son coparticipación con la Redención de Cristo. Las almas víctimas deben identificarse en todo con la Víctima.
* El mundo está saturado de pecados. Este momento lo contempló Jesús en sus últimas 24 horas, como también te contempló a ti que le habías de consolar. Mas el que se lamenta no consuela.- ■ Me lamento de lo excesivo de mi sufrimiento y digo: “Es por demás tremendo”. ■ A lo que S. Azarías (1) me dice: “¿Por qué calificas de tremendo a lo que viene de Dios? ¿Por qué dices que es insoportable? ¿Cómo puedes llamar atroz a lo que es coparticipación con la Redención de Cristo? Atroz es el Infierno. Insoportable lo que viene de Satanás. Tremendo puede únicamente ser lo que procede del Odio. Dios nada impone por encima de lo que la criatura puede soportar. Tan solo cargó la mano sobre su Hijo. Aquellos sí que fueron sufrimientos sin medida y, con todo, Cristo, que conocía la justicia de los mismos, los soportó sin calificarlos de tremendos, atroces o insoportables porque, expresarse así, hubiera sido acusar al Padre de herirle sin caridad. ■ Las almas víctimas deben identificarse en todo con la Víctima. Llora, pero no digas que es excesivo lo que sufres, ya que es proporcionado a lo que puedes soportar. Podría aumentarlo; mas, al mismo tiempo, crecería tu capacidad de tolerancia porque crecería el amor, ya que el aumento de amor equivale a aumento de fortaleza. ¿Crees que le agrade a Dios verte sufrir? Ni lo pienses. Como sufría también al ver al Hijo del hombre sufrir en la cruz por los hombres. Él, la Bondad, sufre de tenerte que hacer sufrir. Mas tú lo solicitaste para asemejarte a Jesús en todo y Dios accedió a tus deseos. ■ Contempla el momento actual del mundo. ¿Ves cómo está saturado de pecados? Pues bien, este momento lo contempló Jesús en las últimas 24 horas de su vida humana, como también te contempló a ti que le habías de consolar. Mas el que se lamenta no consuela. ¡Animo pues! ¡Un poco de heroísmo! Canta conmigo: «Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo». Y calla”. ■ Prometo no calificar más de “tremendos” mis dolores. (Escrito la noche del 28 al 29 de Enero de 1946).
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1  Nota  : Azarías, según María Valtorta, es un Ángel, su Ángel de la Guarda, Autor de este dictado y de otros. Es quien se los habría dictado.
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49-491.- La Jerusalén celestial tiene 12 puertas (perlas=lágrimas) y 12 bases (amatista=amante penitente: María Valtorta). El dolor es el que abre las puertas de la Jerusalén celestial.
* Dije: «Son diversas en el Cielo las moradas de mi Padre» expresa que cada uno, que fue fiel a su vocación, estará en el puesto destinado a él. El puesto de los portavoces es el de los evangelizadores y mártires”.- ■ Dice Jesús: “Dije: «Son diversas en el Cielo las moradas de mi Padre», no para dar a entender que los habitantes de Cielo gozan de Dios en mayor o menor grado según que esté más o menos distantes de Él, sino para expresar que cada uno estará en el grupo al que la Caridad le predestinó y le llevó su espíritu al permanecer fiel a su vocación sobre la tierra. Contemplativos y activos, predicadores y místicos, misioneros a los que parecióles pequeña la tierra y recluidos que, desde su celda monástica o desde su habitación-calvario, expandieron caridad sobre todas las almas y mi Palabra a todas ellas, a las que otros hicieron posible que mi Palabra llegase. ■ Por otra parte, debes de saber que, por más que otros les impidan a los portavoces el cumplimiento de la misión para la que los elegí, su puesto en el Cielo es y seguirá siendo el que su fidelidad a la vocación de difusores de mi Palabra les mereció, esto es, entre los evangelizadores. Y a la espada flamígera de mi palabra que hiere de muerte la herejía y al padre de la misma, añadirán la palma del martirio porque mártires son, aunque incruentos, de los hombres. Mártires de un prologado martirio, más cruel y multiforme que aquel que los paganos infligían a muchos confesores de Cristo. ■ La Jerusalén celestial (1), tal como la vio tu gran homónimo Juan, el Vidente de Patmos, tiene doce puertas y doce bases, ya que por muchas puertas se entra en la Ciudad de los Santos: por muchos accesos, por muchas misiones e, incluso, mediante diferentes misiones cumplidas con fidelidad, los espíritus fieles edifican la Ciudad eterna de Dios. Y las puertas son de perlas —las perlas están aquí por las lágrimas— porque al Cielo se entra por medio del dolor. No hay santo que, por esto o aquello, permitido por Dios o proporcionado por los hombres movidos por Satanás o por Satanás mismo o bien donado a su instancia por Dios mismo, no haya entrado en el Cielo sino por su padecer perfecto. El dolor abre la puerta de la gloria eterna. Si Yo soy glorioso —Yo, el Cristo, el Hombre-Dios— es por haber sufrido el dolor más grande que hombre alguno haya sufrido. ■ Mas en verdad te digo que tú tienes por base la amatista porque eres para todos la amante-penitente, ya que llevaste el luto de tu Jesús crucificado, desde la infancia durante toda tu vida, portaste siempre las insignias de la penitencia y de la humildad y eres, alma mía, mi violeta eterna. Mi Sangre está en tu cáliz y tus lágrimas (las lagrimas que te hacen verter) sobre el corazón de tus crucifixores. Mas si mi Sangre es bálsamo que te embriaga y te inflama de gozo amoroso y te imprime la señal que salva del exterminio, tus lágrimas sobre el corazón de tus crucifixores serán remordimiento tras haber sido señal y medida de su destino y de su caridad. Porque en donde la caridad es poca, poca es también la Luz divina, siendo el hombre ciego e injusto cuando no se encuentra unido, iluminado y santificado por la unión con Dios. En verdad, no se da auténtica caridad en donde se conculca al Verbo al conculcar a sus voces”. (Escrito el 8 de Septiembre de 1949).
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1  Nota  : Cfr. Apoc. 21,9-21.

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