Personajes de la Obra magna

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Personajes de la Obra magna
«El Evangelio como me ha sido revelado»
(«El Hombre-Dios»)

* Abel de Belén de Galilea.- Fue salvado por Jesús de la muerte tras haber sido acusado calumniosamente del asesinato de un rico mercader. Jesús juzgó este hecho según el prescrito rito mosaico (Núm. 5,11-31). Resultado: la enfermedad de la lepra hizo presa en los culpables  y dejó incólume al inocente acusado. ■ La madre de Abel, Mirta, pidió a Jesús: “Señor mío. Mi vida y la de mi hijo son tuyas, porque Tú las has salvado. Deja que él vaya con los discípulos, como yo deseaba desde que estuvieron aquí. Te lo doy con gran alegría y te ruego me permitas seguirle a él y a los siervos de Dios” ■ Más tarde, Abel pudo encontrar a dos de los culpables (el tercero se había separado de los dos) para hablarles de Jesús, de su perdón y de la posibilidad de la curación de su enfermedad. Serán curados por Jesús, mas exigiéndoseles a cambio una vida de penitencia.
* Abel, el leproso, y su amigo Samuel.- Samuel, el pobre tullido a quien Jesús curó y le socorrió con una limosna en el huerto de la suegra de Pedro, fue el que condujo a Jesús hasta el lugar en que vivía el leproso Abel. Samuel que, después de su desventura, vivía de la limosna,  solía compartir con Abel el pan que llevaba. Desde que ambos se conocieron un día al azar, todas las semanas Samuel le abastecía. Y, Samuel, una vez curado por Jesús, solo tuvo un pensamiento: hablar a Abel sobre Jesús quien solo pedía fe para conseguir curación.
* Abraham, sinagogo de Engaddi.- Hombre de fe ardiente, que, a pesar de las pruebas, en forma de desgracias, que habían caído sobre su familia (Paloma, su mujer, había perdido la razón, su hija Elisa había muerto, su hijo Eliseo sufría de lepra), supo mantenerse fiel a aquel acontecimiento que había marcado su vida: el encuentro a las afueras de Engaddi, cerca de unos manantiales, con la caravana de camellos, caballos, siervos a cuyo frente venían tres personajes que le pidieron acampar en ese lugar y en esa noche. Venían de adorar al Mesías que había nacido en Belén de Judá y huían de Herodes que les buscaba. El día que se encontró con Jesús, Abraham dijo: “La fe en el poder de Dios, que era ya viva, se hizo perfecta aquel lejano atardecer en que tres hombres, de raza diversa, dieron testimonio del poder de Dios al haberse unido por medio de las voces de la estrella y de los corazones, en el camino de Dios, para ir a adorar a su Verbo”. Jesús curó a su mujer y a su hijo Eliseo.
* Aglae.- Natural de Siracusa, hija de un intendente de un poderoso romano, gran aficionada a las danzas que se representaban en los teatros de Siracusa.  Ella misma no carecía de este arte. Un día, mientras ella ejecutaba una danza en una playa solitaria, un romano que la vio, la sedujo y la propuso ir con él a vivir a Roma. Aquí empezó su calvario. Abandonada por el romano, y recogida por un maestro de danza, éste la hizo vivir en medio de la corrupción del patriciado romano. Durante 10 años vivió en ese abismo, hasta que la llevaron a Palestina al Palacio de Herodes. Aquí tuvo otro dueño, Sciammai, un romano con el que convivía en Hebrón, en la propia casa de Zacarías e Isabel (ya fallecidos), padres de Juan el Bautista. ■ Un día, Jesús  llegó por Hebrón para visitar la casa que fue de sus parientes, donde Aglae, por esa época, convivía con su amante. Ese día oyó hablar a Jesús (se refirió también a ella) y empezó su conversión. Huyó de la casa. Hacía llegar a Jesús a través de los discípulos sus joyas como limosna para los pobres. En la búsqueda de Jesús llegó hasta «Aguas Claras». Asistía cubierta con un velo a las predicaciones de Jesús. Por eso la llamaban la «Velada». Durante su estancia en «Aguas Claras» vivía en el bosque en una miserable chocita en ruinas. Descubierta por los fariseos fue perseguida y lapidada, por «pagana y prostituta». En Cafarnaúm, un viejo fariseo le prometió cambiar de suerte si se hacía su amante y si acusaba a Jesús de Nazaret de haber sido su amante. Huyó también de aquí y se fue a Nazaret a los pies de la Madre, cuando comprendió que no podría llegar a Jesús sino a través de Ella. ■  María la llevó a Jesús. Recibió el perdón de Jesús. Y al preguntar ella por el camino que debía seguir, Jesús le dijo: “Vete a un lugar despoblado… En la soledad donde estarás y donde Satanás te asaltará con una violencia libidinosa cuanto más te acerques al Cielo, encontrarás un apóstol mío, primero pecador, luego redimido…. Irá en su momento a donde estás. Entonces, te enseñará lo que ahora todavía no puedes comprender. Vete en paz. La bendición de Dios venga sobre ti”.
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* «Aguas Claras».- Debido a las amenazas del Sanedrín, Jesús optó por alejarse de Jerusalén, no tanto por temor a las molestias que le podrían ocasionar a Él sino a los que le rodeaban y a los que venían a Él “porque aún no ha llegado mi hora”. Se estableció con sus apóstoles en una posesión de Lázaro, una casa situada en «Aguas Claras», en una región entre Efraín y el Jordán, donde antes también había evangelizado y bautizado Juan el Bautista. La casa servía también para guardar las herramientas de los trabajadores y donde, en tiempos de la vendimia, también había gente que dormía. Se dedicarán aquí a evangelizar y a bautizar. Esto sucede el primer año de la vida pública de Jesús.
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* Alfeo y familia.- Alfeo era hermano de S. José, el esposo de María Virgen. Alfeo estaba casado con María de Alfeo o María Cleofás, de cuyo matrimonio nacieron cuatro hijos: José, Simón, Santiago y Judas Tadeo. Estos dos últimos, apóstoles. Alfeo padre y sus otros dos hijos, José y Simón, aparecen en la Obra como acérrimos opositores al Mesías Jesús. El padre, antes de su muerte, y, después, estos dos hijos, es decir, José y Simón, llegaron a creer en Jesús. ■ Los hijos de la familia Alfeo son llamados «hermanos de Jesús» por los Evangelios y por esta Obra.  Son primos. En el mundo arameo, el arameo es la lengua que habla Jesús, se usaba la misma palabra para expresar los distintos grados de parentesco cercano, como «primo», «hermano», «tío», «sobrino», «primo segundo», «cuñado, cuñada»… Y para indicar estos grados de parentesco, simplemente, usaban la palabra «hermano o hermana». Como José, esposo de la Virgen María, es el hermano de Alfeo, los cuatro hijos de éste: Santiago, Judas Tadeo, José y Simón son primos de Jesús. ■ Y María la de Cleofás  es llamada «hermana» de María Virgen: «María, la madre del apóstol Santiago el Menor y de José» (Mc. 15, 40), «hermana de María la Madre de Jesús, estaba junto a la cruz» (Jn. 19, 25). Por tanto, tía de Jesús. Cuñada de la Virgen María. Es la que el Evangelista llama María la de Cleofás (Jn. 19, 25). ■ Para una información más detallada, más adelante se habla de los «Hermanos de Jesús». ■ En la Obra, entre los cuatro hijos de Alfeo, Simón es llamado el mayor en varios lugares y el mismo Jesús le declara cabeza de familia cuando la muerte de Alfeo. Sin embargo, José es llamado en repetidas ocasiones cabeza o anciano, «primero de los hermanos» «el de mayor edad», y al menos en dos pasajes hasta casi se le reconoce el derecho de primogenitura. Por algunos contextos podría pensarse que José, hubiera asumido en el seno de la familia originaria una posición preeminente respecto de su hermano Simón, primogénito pero débil de carácter. ■ María de Alfeo, tuvo un protagonismo relevante en la vida familiar de María Virgen y su esposo José. Fue una firme creyente de Jesús. Por este motivo, sufrió fuertemente por la falta de fe de su marido y de sus otros dos hijos José y Simón. Jesús la aceptó como discípula. ■ En una parte de la obra, Santiago de Alfeo, con su admiración ilimitada por su Jesús, dice: “Mi hermano (Judas Tadeo) y yo querríamos verle victorioso, pero para su gloria. Le hemos seguido al principio por amor de familia antes que de discípulos. Desde pequeños le hemos seguido. Él era el menor de nosotros en edad, de nosotros los hermanos, pero siempre superior a nosotros”. Y su hermano Judas Tadeo dice: “Si tenemos un dolor es el que no todos, los de la familia, le amamos en espíritu y solo en el espíritu. Pero no somos los únicos de Israel que le aman mal”.
* Alfeo de Sara de Nazaret.- Oriundo de Nazaret. Cinco años mayor que la Virgen, fue su amigo durante los breves años en que Ella estuvo en Nazaret, o sea, antes de que Ella, a los tres años, entrara al Templo. Cuando la Sagrada Familia volvió de Egipto, Alfeo estrechó fuertes lazos de amistad con ellos. Y durante la vida pública de Jesús fue un acérrimo defensor de Jesús ante el incrédulo pueblo de Nazaret. Fue discípulo de Jesús.
* Analía.- Joven de 16 años, enferma tísica, prometida a un tal Samuel. Fue curada por Jesús a petición del apóstol Juan. Analía, como muestra de agradecimiento, no creyendo suficiente el sacrificio de gracias del acostumbrado cordero en el Templo, ofreció a Jesús el sacrificio de su espíritu: el sacrificio de renunciar al matrimonio por amor a Él; vivir en la virginidad como vive su Madre, como vive Él, como vive el apóstol Juan.  Pero el ofrecimiento de Analía fue más allá y se atrevió a pedir a Jesús: “No estar presente a tu muerte. No podría ver morir al que es mi Vida”. Jesús aceptó esta petición de Analía. El día del domingo de Ramos, en medio de los hosannas que gritaba la gente, mientras Jesús pasaba por debajo de la casa de Analía y proseguía su camino, Analía, presente en la terraza de su casa al paso de Jesús, expira después de haberle saludado con un grito altísimo: «¡Jesús!». ■ Jesús, dirigiéndose a la misma Analía, definió lo que será, a lo largo de los siglos, en su Religión, la finalidad de la vida de las vírgenes consagradas: “Has comprendido a Dios y la perfección a la que la criatura puede subir para asemejarse al Purísimo y para agradecerle. Él que nació de una Virgen, porque no podía menos de hacerse un nido en un manojo de lirios, está asqueado de la triple libídene del mundo, y se quebraría de tanto horror si el Padre no interviniera con sus amorosos auxilios a sostener mi alma angustiada. Los puros son mi alegría. Tú me devuelves lo que el mundo me quita con su bajeza inexhausta. Eres uno de los lirios esparcidos en los senderos sangrientos del Mesías”. Analía fue constituida, de esta forma, primera virgen de la era mesiánica, consagrada a Jesús.
* Anastásica.- Se trata de Rosa de Jericó, encontrada al azar por Jesús y apóstoles mientras iban caminando por el lado oriental del Jordán a la altura de Yabés Galaad. Herida en la cabeza y semiinconsciente, helada y empapada de agua, ella cuenta que había sido abandonada por su esposo acusándola de leprosa por una llaga en el pecho transmitida por su propio esposo que la había denunciado como leprosa. Jesús, después de curarla, le dice: “Vuelve a ser Rosa de Jericó que florece en el desierto y que siempre está viva aunque parezca muerta… tu fe te ha curado… Irás a purificarte, y luego a casa de Lázaro de Betania. Le pides hospedaje hasta que llegue Yo”. Cuando Jesús llega a Betania, Lázaro le comunica: “una mujer ha llegado ayer en nombre tuyo a Betania”. Y al preguntar Jesús de quién se trataba, Marta le responde: “Nos lo ha dicho. Es hija de un rico de Jericó que hace tiempo fue a Siria, de joven. La llamó Anastásica, en recuerdo de la flor del desierto. Pero no ha querido revelar el nombre de su marido”. Jesús dice: “No es necesario. Él la ha repudiado. Por tanto, ella es únicamente discípula”. Fue entregada más tarde en adopción a Elisa de Betsur.
* Ancianos del pueblo.- Una de las tres clases que componían el Sanedrín. Eran los representantes de la aristocracia laica.
* Apóstoles.- Simón de Jonás (Pedro); Andrés (hermano de Simón Pedro); Juan y Santiago (hermanos Zebedeo); Santiago y Judas Tadeo (hermanos Alfeo); Bartolomé (Natanael, Bartolomeo, Tolmái); Felipe; Simón «Zelote» o «Cananeo» (Zelote por padre y Cananeo por madre. Cfr. también «Lázaro y familia», donde, en su apartado “f”, se habla de la casa de Zelote en Betania); Mateo (Leví); Tomás (Dídimo);  Judas de Simón (Judas de Keriot o Judas Iscariote).
* Asideos.- Fueron unos judíos fieles, hombres piadosos y verdaderos servidores de Dios, en contraposición a los judíos infieles, adversarios o transgresores de la Ley Cfr. 1 Mac. 2,39-48; 3,1-26; 7,1-25; 9,23-31; 2 Mac. 14,1-14.
* Áurea Gala.- Muchacha pagana que, nada más asomada a la puerta de la pubertad, casi todavía niña, de modales inmaduros e inocentes de aspecto, fue comprada por un patricio romano, de nombre Ennio, únicamente como objeto de placer. Jesús, que tenía conocimiento de que la muchacha iba a ser ultrajada por el patricio durante una orgía, pidió a Claudia, esposa de Pilatos, que la rescatara. Claudia se aprovechó del momento en que el vino había ya ofuscado al patricio, para proponerle el regreso a Italia a cambio de la muchacha. Después del rescate, la romana Lidia (Cfr. Romanas/os) se encargó de llevar la muchacha a Jesús diciéndole: “Dentro de poco Valeria la tomará como niñera de su pequeña Fausta. Pero, entre tanto, Claudia te ruega que la tengas. Que la puedes confiar a tu Madre o a la madre de tus parientes”. Otro día, en que la Virgen acude a Tiberíades donde Valeria a pedir la adopción definitiva de la niña, Valeria manda este mensaje a Jesús: “En recuerdo de Faustina, a quien salvaste su cuerpo, Valeria te deja Áurea para que salves su espíritu”. Áurea Gala, más tarde, será  confiada a Noemí y Mirta. Noemí, madre de un sinagogo, discípulo de Jesús. Y Mirta, madre de otro discípulo, Abel de Belén de Galilea.
* Bella de Corozaín.- Célebre prostituta. Contagiada por la lepra, se retiró, sola y abandonada, a un lugar boscoso de las riberas del lago de Tiberíades, cerca de Cafarnaúm. El apóstol Andrés, llevado por su celo apostólico, se preocupó de prepararla para llevarla a Jesús porque “soy el discípulo de la Piedad. Él dice que su piedad llega a todos, y nosotros, para ser como Él,  debemos tener piedad con todos”. La Bella, arrepentida, pidió la presencia de Jesús. Y Jesús, acompañado del mismo Andrés y de Pedro, se acercó al lugar donde ella vivía, curándola de la lepra del alma y del cuerpo. «Fue la primera convertida de mi Andrés», como dirá el propio Jesús a Andrés.
* Benjamín de Cafarnaúm.- Un niño de unos siete u ocho años, que un día, como si le conociera bien, pide a Jesús que le lleve a su casa y le cuente una de sus parábolas. Y Jesús le cuenta la parábola del pastor que recoge ovejas abandonadas por pastores poco buenos. Una vez reunidas, el pastor las va guiando. Pero las ovejas, después de algún tiempo, empiezan a cansarse y a buscar, unas, pastos equivocados, otras, a asomarse a precipicios, muriendo unas y otras miserablemente. Solo un cordero no se separó jamás.  Corriendo detrás del pastor le decía: “Te amo”. Y cuando llegaron a las puertas del reino solo quedaron ellos dos: el pastor y el corderito fiel. Entonces el pastor no dijo: “Entra” sino “Ven” y le tomó entre sus brazos, le estrechó contra su pecho y le presentó a sus súbditos diciendo: “Éste me ha amado. Quiero que esté conmigo para siempre. Amadle porque es el predilecto de mi corazón”. ■ Una vez terminada la parábola Jesús reunió a sus apóstoles que se disputaban el primer lugar entre ellos y teniendo a Benjamín contra sus rodillas les dijo quién es el más grande en el Reino de los Cielos. Episodio que narran tanto Mateo (18,1-10), como Marcos (9,33-37) y como Lucas (9,46-48). Y esta Obra añade: “¿Veis este niño? Está en la verdad más que vosotros. Su inocencia le da la llave de abrir las puertas de mi Reino”. ■ Muerto Jesús, su Gran Pastor, se hizo discípulo del apóstol Juan y de la mano de éste recibió el Bautismo y el nombre de Esteban, como el del primer mártir. Fue fiel hasta la muerte, y con él sus padres, a los que llevó a la fe atraídos por el ejemplo del pequeño apóstol de la familia (Cfr. Episodio 5-352-348 en el tema “Dios-Reino de Dios”).
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* Cenáculo.- Se llama Cenáculo a la sala donde se celebró la última Cena pascual. Era la sala de una casa, propiedad de Lázaro. En varios episodios, entre otros de la Obra magna, se habla de esta casa del Cenáculo:
-Judas Iscariote que, para sus propósitos, quiere saber el lugar de la cena, pregunta: “¿Y a dónde iremos nosotr­os? A Getsemaní, no; a casa de José, no; a casa de Juana, no; donde Nique, no; donde Lázaro, tampoco. ¿A dónde entonces?”. Jesús le responde: “A donde el Padre prepare un refugio para su Verbo” (episodio: 9-584-249).
-Jesús da a conocer ahora la ubicación del lugar de la cena. Fue en el día del mismo Jueves Santo, cuando los apóstoles preguntan a Jesús: “¿Dónde quieres celebrar la Pascua?”. Jesús llama a Pedro y Juan y les dice: “Adelantaos y entrad en la ciudad por la puerta de la Basura. Apenas hayáis entrado, encontraréis a un hombre que regresa de En Rogel con una ánfora de aquella sabrosa agua. Seguidle hasta que entre en una casa. Diréis al que vive en ella: «El Maestro dice: ‘¿Dónde está la habitación donde pueda comer la cena pascual con mis discípulos?’». Él os mostrará una gran habitación ya dispuesta. Preparad todo en ella. Id ligeros, y luego juntaos con nosotros en el Templo” (episodio: 9-598-382).
-Y, mientras los apóstoles estaban preparando la sala, éstos exclaman al ver la calidad de la vajilla de la mesa: “¡Qué espléndido lino!” “Uno de los mejores manteles de Lázaro. Marta se ha empeñado en traerlo”. Observa Tomás: “¿Y estas copas? ¿Y estas jarras?”. Judas Iscariote pregunta: “¡Quién sabe lo que costará, eh!”. Tomás explica: “Está trabajado con martillo. La plata y el oro en hojas se pliegan con facilidad cuando están calientes. Pera tratados así… Para estropearlo basta un momento; es suficiente un golpe mal dado. Se necesitan fuerza y ligereza al mismo tiempo. ¿Ves esas asas? Sacadas del bloque no soldadas. Cosas de ricos” (episodio: 9-600-399).
– María Stma., después de la Pasión, Resurrección y Ascensión de Jesús, antes de establecerse con Juan en la casa del Getsemaní, también propiedad de Lázaro, dice a Lázaro: “Quisiera regresar aquí, al Cenáculo, siempre, porque yo y los apóstoles, siempre que Lázaro lo permita, hemos decidido…”. Lázaro: “Todo lo que quieras, Madre. Todo lo que tengo es tuyo. Se lo dije a Jesús, ahora te lo digo a ti. Soy yo siempre el favorecido, si aceptas lo que te ofrezco”. Virgen: “Hijo, permite que te llame así, quisiera que me permitieses hacer de esta casa, más bien del Cenáculo, el lugar de reunión y del ágape fraterno”. Lázaro: “Es justo. En este lugar tu Hijo instituyó el nuevo Rito eterno, constituyó la nueva Iglesia, elevó al nuevo Pontificado y Sacerdocio a sus apóstoles y discípulos. Justo es que esa habitación se transforme en el primer Templo de la nueva religión; la semilla que el día de mañana será árbol y luego se convertirá en un organismo vital, y que irá creciendo, sin cesar, en altura, profundidad extendiéndose por toda la Tierra. ¿Qué mesa y qué altar más santos que sobre los que partió el pan, puso el cáliz del nuevo Rito que durará mientras dure la Tierra?” (episodio: 10-642-379).
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● Se celebró la última Cena pascual el Jueves Santo. ● Vivió la Virgen los sucesos del Jueves. ● Desde aquí salió, acompañada del Apóstol Juan, el Viernes, al encuentro de Jesús que, cargado con la cruz, subía al Calvario. ● Aquí volvió, una vez depositado el Cuerpo de Jesús en el Sepulcro de José de Arimatea. ● Y desde aquí, desde el mismo Sábado Santo, Ella, sintiéndose inmediata y profundamente «Madre de la Iglesia», fue recogiendo a los apóstoles dispersos después del apresamiento de Jesús y fue recibiendo también a todos los creyentes tanto judíos como gentiles. ● Se eligió a Matías como nuevo apóstol, en lugar del traidor Judas Iscariote. ● Tuvo lugar el acontecimiento de la venida del Espíritu Santo. ● En esta casa vivió María Stma. hasta el día en que, acompañada de Juan, fue a vivir a la casa del Getsemaní.
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* Cusa.- Cfr. Juana de Cusa.
Doras y su pariente Yocana.- Dos fariseos, miembros del Sanedrín, propietarios de tierras en la llanura de Esdrelón.  Doras, hombre sin escrúpulos, administraba sus propiedades con látigo y sin ninguna piedad para con sus trabajadores. Un día, Jesús —yendo a visitar a Jonás, uno de los pastores de Belén, ahora al servicio de este fariseo, y viendo el trato inhumano dispensado por él a los campesinos—, maldijo sus tierras, quedando las mismas, con una plaga de langostas, topos, hormigas…, totalmente improductivas. Ante esta desolación, Doras dejó sus tierras. Las adquirió su pariente Yocana, pasando, de esta forma, tanto tierras como los campesinos  trabajadores  a la propiedad de Yocana. Posteriormente Doras, enfermo y arruinado, se presentó en «Aguas Claras», en la propiedad de Lázaro, cerca de Efraín, a donde Jesús se había retirado con sus apóstoles. Ese día, Jesús, al final de su predicación, se dirigió implícitamente a Doras, cuya presencia había notado, con duras palabras, condenando a los patronos que trataban a sus siervos con menos consideración que a un animal. Doras, al sentirse aludido, y entre amenazas y gritos, cayó al suelo fulminado, víctima de una muerte súbita.
* Dorca.- Una mujer que vivía en el castillo de Cesarea Paneas. Una viuda de 17 años. Había dado a luz un niño, el primero y el último porque su marido había muerto recientemente. El niño, recién nacido, había nacido moribundo. La madre trató en vano de reanimarle… sin respiración, se había puesto ya negro. Jesús, que se encontraba en el castillo con sus discípulos, oyendo los gritos y lloros de la joven madre y familiares, acudió inmediatamente. Tomó al niño que estaba ya casi frío. Apoyando su boca en los labios semicerrados del niño, sopló fuerte y se produjo el milagro. ■ El día de su purificación Dorca se encontró con Jesús en el Templo de Jerusalén y consagró el niño a Jesús, a pesar de que Jesús le dijo que “esa consagración supone perderlo como madre y ganarlo como mártir del Cielo”.
* Egla.- Jesús dice de ella: “Esta niña, que fue esclava, pero de raza judía, es la flor que Claudia ofrece a las filas de Cristo, devolviéndola a la libertad y dándola a la fe de Cristo”.  Fue confiada a María Magdalena. Y más tarde, adoptada por Nique, por petición de ésta a Jesús, que afirmó:  “Mucho me lo pidió y es una petición justa. Ella, que es viuda y sin hijos, la amará mucho. Y la niña huérfana tendrá en Nique una verdadera madre israelita, que la hará crecer en nuestra antigua fe, y en la mía”.
* Elisa de Betsur.- Era una antigua compañera de la Virgen en el Templo. Ambas habían servido al Señor allí desde muy temprana edad. Incluso, Elisa, diez años mayor, había sido asignada como alumna adulta para ejercer de maestra compañera de la Virgen. Elisa, que estuvo en el Templo hasta una edad no común esperando el regreso de Abraham Samuel, su prometido desde la niñez, que había ido a Egipto, salió del Templo dos años antes que la Virgen, para casarse con Abraham. Pero Elisa, en poco tiempo, perdió por fallecimiento a su esposo y a sus dos hijos. En cuanto al hijo mayor, tras enfermarse repentinamente, nadie supo de qué había muerto. Y en cuanto al menor, enfermizo, nadie supo curarle. Por todo ello Elisa estaba sufriendo una fuerte depresión. La visita de la Virgen y de Jesús la confortará. Fue agregada al grupo de las discípulas. Posteriormente, adoptó a Anastásica (Rosa de Jericó).
* Elisa de Jerusalén.- Madre de Analía. Analía, la primera virgen consagrada a Jesús.
* Ermasteo.- Joven pescador de Ascalón, ciudad filistea. Al ser extranjero, no tuvo valor de presentarse a Jesús en Cafarnaúm donde le había visto. En la ciudad de Tiro, el apóstol Juan le reconoció como aquel que un día les había dado pescado. Juan le llevó a Jesús: “No se atreve porque es extranjero”. Jesús le aceptó como discípulo porque “no existe extranjero para Mí. Tú has sido el único, de entre tus compañeros, que ha sabido perseverar. Pero, aunque sea por ti solo, estoy feliz.”. ■ Fue confiado por Jesús a Juan de Endor para su adoctrinamiento. Los dos discípulos, Juan de Endor y Ermasteo, se dedicaron a evangelizar por la región fenicia de Sicaminón. Esta conquista de Jesús nunca fue bien vista por Judas Iscariote por ser persona de otra raza. Lo cierto es que hubo una delación. Y el Sanedrín sabía exactamente que a los discípulos de Jesús se había unido un filisteo incircunciso. Jesús, para evitar ese “escándalo”, hizo circuncidar a Ermasteo. ■ Un día le encontraron muerto en un camino, casi en el confín de Judea. Nadie se supo de qué murió. Pero se dijo que le mató uno que no quería que se predicara al Mesías. Tenía una herida grande en la cabeza. Extendido sobre el camino, verdaderamente parecía sonreír.
* Escribas o Maestros de la Ley.- Terminado el destierro de Babilonia (el destierro, llevado a cabo por Nabucodonosor, duró desde el año 598 hasta el 528), reconstruida la nación de Israel por magnanimidad de Ciro, los dirigentes del pueblo sintieron la necesidad de recons­truir también el culto y el conocimiento de la Ley (Esdras 1-2). Surgieron los escribas, o doctores de la Ley, para poder adoctrinar al pueblo que, hablando el lenguaje caldeo (Babilonia), herencia del duro destierro, no comprendía ya las escrituras redactadas en hebreo puro. Surgieron como ayuda de los sacerdotes, que eran insuficientes en número para acometer la tarea de adoctrinar a las multi­tudes. Un laicado culto y dedicado a honrar al Señor llevando a los hombres el co­nocimiento de Él; tuvo, pues, su razón de ser e incluso hizo un bien.
* Esenios.- Secta religiosa de los tiempos de Jesús, cuyos miembros vivían en comunidades y llevaban una vida ascética, se caracterizaban por una observan­cia exterior muy meticulosa, más que la de los fariseos. Formaban una especie de confrater­nidad religiosa muy espiritual y severa. Cfr. Dizionario Bíblico, de Francesco Spadafora, Ro­ma, Studium, 1957, pág. 223.
* Esteban y Hermas.- Discípulos de Gamaliel. Se unieron a los discípulos de Jesús, después de la muerte del Bautista, del que fueron seguidores porque “su muerte nos sacó del entorpecimiento”, dijo Esteban a Jesús. Y Jesús le respondió: “La sangre de los mártires siempre es fuerza para los entorpecidos, Esteban. Acuérdate de ello”. Esteban fue el primer mártir de la Iglesia. Y en cuanto a Hermas  —“un hombre serio y de confianza, que sabe lo que dice” en palabras del apóstol Judas Tadeo— hay que hacer notar que, entre los Padres de la edad sub-apostólica, es conocido un cierto Hermas, autor de una obra titulada: «El Pastor», que es del año 150 más o menos, que invita a los pecadores a la penitencia.
Fariseos.- De la transformación de la secta de los asideos vino la de los fariseos. Ésta había surgido para sostener con la más rígida mo­ral la más intransigente obediencia a la Ley de Moisés y el espíritu de independencia del pueblo de Israel, cuando el partido helenista —que se había formado por las presiones y seducciones que comenza­ron en tiempos de Antíoco Epífanes (175-164 a.C.), y que pronto se transformaron en persecuciones contra los que no cedían a las presiones de este hombre astuto que más que con sus armas contaba con la disgregación de la fe en los corazones—, buscando reinar en Israel, trataba de esclavizar al pueblo. Esta política de helenización provocó la revuelta de los Macabeos (167 a. C.). Los fariseos, adversarios de los saduceos, fueron un partido religioso y popular, que se adhería con todas su fuerzas a la tradición oral de sus propios doctores. Un partido entregado a la casuística minuciosa.
* Gamaliel.- Gamaliel fue uno de los grandes rabíes de Israel. Junto con Hilel, otro gran rabí, eran considerados como los dos más grandes Doctores de la Ley. Según esta Obra, un hecho marcó la vida de Gamaliel. Jesús, a los doce años, tiempo que la Ley destinaba para la mayoría de edad, para cumplir lo que la Ley ordenaba, estuvo en el Templo y se sometió a examen para adquirir la mayoría de edad según los preceptos de Israel. Terminados los días de Fiesta, mientras sus padres regresaban, Jesús se quedó en Jerusalén sin que sus padres lo advirtieran,  como nos narra Lucas 2,41-50. En el episodio analógico descrito por María Valtorta para la obra sobre el Evangelio, aparecen los personajes: Gamaliel y Hilel entre estos doctores. Jesús intervino en una disputa con ellos. Ese día, Gamaliel, impresionado por la ciencia de aquel Muchacho, oyó decirle: “Yo daré una señal…: ¡Estas piedras del Templo se estremecerán  con mis últimas palabras!”. Estas palabras dejaron una huella profunda en Gamaliel, como se verá en esta Obra. ■ Gamaliel esperó la señal para creer que Jesús era el Mesías. Y esa señal se le dio el día de la Parasceve: cuando Jesús, en el Calvario, moría en la Cruz. Él se encontraba en ese momento en el Templo. Al ver la señal, se encaminó rápidamente hacia el Calvario. No sabía que Jesús estaba ya muerto. En las faldas del Calvario se cruzó con José de Arimatea y Nicodemo, que bajaban del Calvario a toda prisa para solicitar a Pilatos el cadáver de Jesús. Gamaliel, sin detenerse, continuando su paso veloz hacia la cima, enloquecido por la prueba de la que fue testigo, dijo a ambos: “¡Cosas horribles! ¡Estaba yo en el Templo! ¡La señal! ¡Los quicios de las puertas del Templo abiertos! El velo de color púrpura y jacinto cuelga desgarrado. ¡El Sancta Sanctorum al descubierto! ¡Tenemos la maldición sobre nosotros!”. ■ Y una vez en el Calvario, viendo a Jesús muerto, cayó de rodillas y poco a poco confesó su secreto tormento: “Tengo la señal que había pedido… Pero siglos y siglos de ceguedad espiritual están ante mi vista interior, y contra mi voluntad de ahora se levanta la voz de mi pensamiento soberbio de ayer… ¡Piedad de mí! ¡Luz del mundo, haz que descienda un rayo tuyo a las tinieblas que no te comprendieron! Soy el viejo judío fiel a lo que creía que era justicia, pero era error. Soy ahora un desierto desnudo, ya sin ninguno de los viejos árboles de la Fe antigua, sin semilla alguna o tallo alguno de la Fe nueva. Soy un desierto seco. Haz el milagro de que nazca una flor que tenga tu nombre, en el pobre corazón de este terco viejo israelita. Penetra Tú en mi pensamiento, esclavo de las fórmulas, Tú que eres el Libertador. Isaías lo ha dicho: «… pagó por los pecadores y sobre Sí tomó los pecados de muchos». ¡Oh, también los míos, Tú, Jesús de Nazaret!…”. Se levantó. Miró a la cruz, que aparecía cada vez más nítida bajo la luz que se iba haciendo cada vez más clara y luego se marchó encorvado, envejecido, aniquilado. Ese día, su espíritu de viejo y terco judío se abrió y buscará afanosamente la luz, con el remordimiento de no haber comprendido jamás a Jesús en lo que realmente Él era. ■ Fue también maestro de S. Pablo. Ver Hechos 5,34-39; 22,3. Según esta Obra, Gamaliel fue maestro también de S. Esteban. El Martirilogio romano recuerda el 3 de Agosto a S. Esteban con Gamaliel y da a ambos el título de santo.
* Hermas.- Cfr. Esteban.
* «Hermanos de Jesús».- ■ Es verdad que en los Evangelios como en esta Obra se habla de «los hermanos y hermanas de Jesús». Pero eso no quiere decir que sean hermanos de sangre de Jesús, o hijos e hijas de la Virgen María. ■ Jesús, en su tiempo, hablaba el idioma arameo (que es como un dialecto del hebreo) y en las lenguas arameas y hebreas se usaba la misma palabra para expresar los distintos grados de parentesco cercano, como «primo», «hermano», «tío», «sobrino», «primo segundo», «cuñado, cuñada»… Y para indicar estos grados de parentesco, simplemente, usaban la palabra «hermano o hermana». Ahora bien, para evitar confusiones, la Biblia usa varios modismos. Por ejemplo: si se trataba de hermanos verdaderos, hijos de una misma madre, se usaba la expresión: “Tu madre y los hijos de tu madre”. Esta es la única manera correcta de expresarse. En Mateo 16,17 se usa la expresión: “Simón, hijo de Jonás” para decir que el padre de Simón es Jonás.
Veamos ahora lo que nos dicen los Evangelios:
1º.- En ningún lugar del Evangelio se habla de los hermanos de Jesús en sentido estricto, como «hijos de María». Por tanto en el Evangelio no aparece ningún hermano o hermana de Jesús según la carne.
.   a.- En el Evangelio de Lucas leemos que Jesús subió a Jerusalén en la fiesta de la Pascua junto con María y José. El niño Jesús tenía ya 12 años. Este relato no menciona ningún hermano de Jesús que les acompañara. Así el texto nos hace entender que Jesús es el hijo único de María. (Lc. 2, 41-52).
.   b.- Al momento de morir, Jesús confió su madre María al apóstol Juan, hijo de Zebedeo, precisamente porque María quedaba sola, sin hijos propios y sin esposo. Para los judíos una mujer que se quedaba sola era signo de maldición. Por eso Jesús confía María a Juan y también Juan a María. «Cuando Jesús vio a su madre, y de pie junto a ella al discípulo a quien él quería mucho, Jesús dijo a su madre: «Madre, ahí tienes a tu hijo. Luego le dijo al discípulo: Ahí tienes a tu madre. Y desde entonces ese discípulo la recibió en su casa» (Jn. 19, 26-27). Por otra parte, la Virginidad perpetua de María ha sido siempre una verdad creída firme y explícitamente proclamada por el Magisterio universal ordinario de la Iglesia. Baste ver la Liturgias de Oriente  y Occidente que parece no sepan alabar a María sin cantar himnos a su inviolable virginidad y a su divina maternidad
2º.- ¿Quiénes son estos «hermanos de Jesús»? El Evangelio (Mt. 13,55-56) nombra a hermanos y hermanas: “¿No es éste el hijo del carpintero? ¿Su madre no se llama María y sus hermanos Santiago y José, Simón y Judas? Sus hermanas, ¿no están todas entre nosotros?”. Nombra como hermanos a José, Simón, Santiago (o Jacobo) y Judas. De estos cuatro hermanos, dos eran apóstoles: Santiago «el hermano del Señor» (Gál.1,19) —que es el apóstol Santiago «el Menor» (Mc. 15,40)— y Judas «servidor de Jesucristo y hermano de Santiago» (Judas 1,1). ■  María la de Cleofás es llamada «hermana» de María Virgen: «María, la madre del apóstol Santiago el Menor y de José» (Mc. 15, 40), «hermana de María la Madre de Jesús, estaba junto a la cruz» (Jn. 19, 25). Cuñada de la Virgen María. Por tanto, tía de Jesús. Es la que el Evangelista llama María la de Cleofás (Jn.19, 25). ■ Comparando, pues, los textos bíblicos entre sí, está claro que ni Santiago ni Judas ni los otros dos nombrados «hermanos de Jesús» eran hijos de la Virgen María y José, sino primos hermanos de Jesús. Y María la de Cleofás era la tía de Jesús, cuñada de la Virgen María.
3º.- ¿Qué pensar entonces de la frase del Evangelio, cuando Lucas dice: “Y dio a luz a su primogénito (Lc. 2,7), nombrando a Jesús como el «primogénito», o sea, el «primer hijo de María»? ¿Es señal de que María tuvo más hijos? De ninguna manera quiere decir eso el Evangelio. El hecho de que Jesús sea «primer hijo» no significa que la Virgen tuviera más hijos después de Jesús; “Y dio a luz a su primogénito” quiere decir que «antes de nacer Jesús, la Virgen no había tenido otro hijo». Y esto era muy importante para los judíos, porque siendo Jesús el primogénito, o sea, el primer hijo, quedaba consagrado completamente a Dios (Éx. 13,2). Y es que la Ley del Señor mandaba que el primer hijo fuera consagrado u ofrecido totalmente a Dios (Éx. 13,12 y Éx. 34,19). Por eso Jesús, por ser el primogénito o primer hijo, ya desde su nacimiento quedaba ofrecido y consagrado totalmente al servicio de Dios. Eso y no otra cosa significa el Evangelio al decir que Jesús fue «primer hijo» (Primogénito) de la Virgen María. En ningún caso quiere decir el primero entre otros hermanos.
4º.- Para librarse de la matanza de los niños inocentes ordenada por Herodes, el ángel del Señor se apareció en sueños a José y le dijo: “Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto… Muerto ya Herodes, el ángel del Señor se apareció en sueños a José en Egipto y le dijo: “Levántate, toma al niño y a su madre y vete a la tierra de Israel” (Mt. 2,13 y 2,19).
En ambos casos, la única referencia es “al niño y a su madre”.
5º.- Por lo demás, el verdadero sentido de estos parentescos queda definitivamente aclarado en esta Obra de María Valtorta, al decirnos que José, esposo de la Virgen María, era hermano de Alfeo-Cleofás, casado con María de Alfeo-Cleofás. De este matrimonio de Alfeo y María de Alfeo son los cuatro hijos: Santiago, Judas Tadeo —ambos apóstoles de Jesús— José y Simón, que son llamados «hermanos» tanto en los Evangelios como en esta Obra de María Valtorta. Son, por tanto, primos de Jesús.
.  El mismo Jesús —en el episodio 2-100-129 de la la Obra magna «El Evangelio como me ha sido revelado»— se refiere al uso del término, «tío» «tía», empleado por Él en el episodio anterior:  “Y digo, para los doctores de la argucia, que he usado el términ «tío» y «tía», inusitado en las lenguas palestinas, para aclarar y definir una irrespetuosa cuestión sobre mi condición de Unigénito de María y sobre la Virginidad «pre» y «post» parto de mi Madre, quien me tuvo por espiritual y divino connubio y, repítase una vez más, no conoció otras uniones, ni tuvo otros partos; carne inviolada, la cual ni siquiera Yo laceré, cerrada sobre el misterio de un seno-tabernáculo, trono de la Trinidad y del Verbo Encarnado”.
* Herodianos.– Con toda probabilidad los herodianos eran la clase de judíos que hacían política, llenos de celo por la dinastía de Herodes Antipas, tetrarca de Galilea, siempre dispuestos a avisar a la autoridad romana las palabras o acciones de Jesús que pudiesen ir contra ella. Cfr. Mt. 22,15-22; Mc. 3,6; 12,13-17; Lc. 20,20-26.
* Jacob, el campesino.- Se trata del anciano Jacob, un campesino, a cuya casa, cerca del lago Merón, había acudido una vez Jesús en busca de hospitalidad. En un viaje posterior, Jesús, al pasar cerca de la casa de Jacob, había observado la presencia de dos niños (un niño de no más de 4 años y una niña de uno 8 o 9 años) que, a juzgar por su míseros vestidos descoloridos y rotos y su carita triste y flaca, estaban pasando necesidad. Los dos niños se habían presentado  en la casa de Jacob pidiendo algo de comida: “Piedad, señor. Al menos un pan para mi hermanito. Tenemos hambre…”. Pero, Jacob, sin entrañas de misericordia, los había rechazado como a pequeños delincuentes. Entonces, Jesús, testigo presencial de este comportamiento del fariseo, hizo recordar a Jacob las palabras de despedida pronunciadas por Él en su primera visita a su casa: “Sé siempre misericordioso y obtendrás misericordia. Por el pan que has dado al Hijo del hombre, estos campos te darán muchos cereales, llenos de aceitunas… tus manzanos plegados hasta el suelo… Lo has tenido, y eres el más rico de la comarca este año. ¡Y niegas un pan a los niños!… Precisamente porque era Yo el Rabí podía hacer de las piedras pan; éstos, no. Ahora te digo: verás un nuevo milagro y te producirá aflicción, gran aflicción. Cuando llegue ese momento, dándote golpes de pecho, di «Me lo he merecido»”. ■ Los dos niños, llamados María y Matías, fueron dados por Jesús en adopción a Juana de Cusa.
* Jairo, el Sinagogo, y su hija.- Jairo, sinagogo de Cafarnaúm, aparece en esta Obra como un creyente convencido de Jesús, después de la resurrección de su hija. ■ Al día siguiente de la llegada de los dos discípulos de Juan Bautista, que habían venido a Cafarnaúm para preguntar a Jesús, por encargo del Bautista, si era el Mesías esperado, —una vez que los dos se hubieran despedido y marchado—, Jairo, dirigiéndose a Jesús, dio este testimonio ante muchos de Cafarnaúm, congregados para ver esa despedida: “¡Estará contento Juan! No sólo le has enviado una respuesta exhaustiva, sino que, invitándolos a quedarse, has podido adoctrinarlos y mostrarles un milagro (se refiere a la curación de una mujer enferma de los pechos). Había traído expresamente a mi hija hoy para que la vieran. Nunca se ha sentido tan bien como ahora, y para ella es un motivo de alegría el venir a estar con el Maestro. ¿Habéis oído su respuesta después de su resurrección, no?: «No recuerdo lo que es la muerte. Recuerdo, eso sí, que un ángel me llamó y me llevó a través de una luz que aumentaba cada vez más y al final de esa luz estaba Jesús. Como le vi entonces, con mi espíritu volviendo a mí, no le veo ni siquiera ahora; vosotros y yo, ahora, vemos al Hombre, pero mi espíritu vio a ese Dios que está dentro del Hombre». ¡Qué buena se ha hecho desde entonces! Era ya buena, pero ahora es un verdadero ángel. ¡Ah, que digan lo que quieran todos!, ¡para mí el único santo que hay eres Tú!”. ■ La hija de Jairo, más tarde, recibirá el nombre de Miriam. En un episodio de esta Obra, la misma hija de Jairo, dirigiéndose a María Virgen, se expresó así: “Dame un nombre, Madre, para mi futuro estado de virgen, porque no puedo permitir que un hombre goce del cuerpo a quien Jesús dio la vida. ¡A Él pertenece este cuerpo mío para siempre mientras viva!”. ■  Otras jóvenes siguieron también los pasos de la hija de Jairo: Analía y las dos hijas del apóstol Felipe. A toda ellas las llamó Jesús “Las primicias de los jardines angelicales”. Y la Virgen María  definió a estas primicias: “Las vírgenes serán las que sostendrán a los apóstoles, las que lavarán el mundo sucio y lo vestirán con su pureza, perfumándolo con ella, serán ángeles que cantarán himnos para que no se oigan las blasfemias. Jesús será feliz. Concederá gracias y su misericordia por estas ovejitas esparcidas entre lobos…”.  Fue en ese momento cuando la hija de Jairo le dijo a la Virgen: “Dame un nombre, Madre, para mi futuro estado de virgen”.
* José, el niño de Corozaín.- Se trata de un niño, hijo mayor de una mujer de Corozaín, recientemente enviudada. En la casa de la viuda, Jesús, llevado por un acto de caridad, había terminado los trabajos de carpintería, que había dejado inconclusos el esposo. Al finalizar los mismos, el niño de nombre José, con el consentimiento de su madre, consiguió que Jesús le llevara con Él durante un tiempo pues el niño sentía aún una fuerte nostalgia por su fallecido padre.
* José, un viejo galileo de Séforis.- Su casa de Jerusalén servirá en alguna ocasión como alojamiento para Jesús. José era amigo de los hijos de Alfeo porque era amigo, quizás también un poco pariente del viejo Alfeo. Estaba muy relacionado también con los hijos de Zebedeo por el comercio del pescado seco, que desde el lago de Genesaret se llevaba a la capital junto con otros productos de Galilea estimados por los galileos desarraigados que vivían en Jerusalén. ■ Un día llegó a su casa mendigando un niño abandonado, hijo de romanos. Le acogió. Aunque no estaba a gusto con él. El niño se llamaba Marcial. Le circuncindó y le quiso cambiar de nombre. A instancias de Jesús le dejó su nombre. Pero más tarde, por temor a las represalias del  Sanedrín, se desprendió de él. El niño fue acogido por José de Arimatea.
José de Alfeo.- Ver Alfeo y familia.
José de Arimatea.- Miembro destacado del Sanedrín, uno de sus Ancianos, miembro del Gran Consejo. Deseaba conocer a Jesús. Para ello se sirvió de su amigo Lázaro. Al hablar con Jesús sobre José de Arimatea, Lázaro le define como: “Hombre justo y verdadero israelita. No se atreve a decirlo porque teme al Sanedrín que ya te odia. Pero espera en Ti, como el predicho por los Profetas. Él mismo me ha pedido poder venir a conocerte y a juzgar por sí mismo, pues no le parece justo lo que de Ti tus enemigos decían. Aunque desde Galilea han venido fariseos a acusarte de pecado, José juzgó de este modo: «Quien obra milagros tiene a Dios consigo. Quien tiene a Dios no puede estar en pecado. Antes bien, no puede ser otro que uno a quien Dios ama»”.
* José, llamado Bernabé.- Israelita, nacido en la Diáspora, fue consagrado por sus padres a Dios desde su nacimiento en agradecimiento al Señor de que lo tuvieran, porque su nacimiento constituyó un «consuelo de sus padres». Fue confiado a familiares que vivían en Jerusalén, para que fuese del Templo. Aquí, sirviendo en la casa de Dios, conoció al rabí Gamaliel y se hizo su discípulo asiduo. El mismo Bernabé explica: “Me pusieron por nombre José, porque, como el antiguo, quité a mi madre la aflicción de ser estéril. Pero mi madre cuando me amamantaba, siempre me llamaba «mi consolación» y así me convertí en Bernabé para todos. También el gran rabí Gamaliel me llama así porque él se consuela con sus mejores discípulos”. ■ En Hech. 4,34-37 se dice: “No había entre ellos ningún necesitado, porque todos los que tenían campos o casas los vendían y entregaban el dinero a los apóstoles, quienes repartían a cada uno según sus necesidades. Así lo hizo José, llamado por los apóstoles Bernabé (que quiere decir Nuestro Consuelo Permanente), levita, nacido en Chipre, quien vendió el campo que tenía y entregó el dinero a los apóstoles”.
* Juan de Endor, o Félix.- Jesús, acompañado de sus discípulos, complaciendo a Iscariote que tenía un vivo interés de conocer la gruta donde según la historia el rey Saúl había consultado a una pitonisa, llegó un día a Endor. En este villorrio se encontró con un tal Félix, llamado después Juan por Jesús a petición del mismo Félix, que quería olvidar su vida pasada, incluso su nombre. El mismo Juan contó a Jesús su historia: “Era yo maestro en Cintium. Había estudiado a los filósofos. Era un prosélito. Ahora la gente de Endor me dicen demonio porque leo mucho, cuido gallinas que vendo a los romanos y sé curar con hierbas. De joven, por causa de una mujer, mi mujer que me engañaba con un romano, mercader de vinos, reñí con el romano —todavía estaba yo entonces en Cintium— y le apuñalé. Él murió y yo perdí el ojo, mis bienes y fui condenado a prisión por muchos años… para siempre en las minas de Anatolia. Pero como sabía curar, sané a la hija del carcelero. Esto me valió su amistad y un poco de libertad… Me aproveché de ella para huir. Ciertamente hice mal, porque él pagó con su vida mi huida. He venido a refugiarme aquí porque es un lugar donde se ignora al mundo y en que éste a su vez le ignora. En otros lugares se me odiaba y odiaba y tenía miedo de ser reconocido. Ahora odio todo. Soy un malvado”. ■ Jesús, queriendo sanar las heridas de su espíritu, le dijo: “Tienes remordimiento. ¿Ves que todavía tienes algo de bondad? No eres malvado. Tienes solo una gran herida abierta y nadie te la cura. Dame el recuerdo y el odio que te tienen enfermo y deja que Yo meta en tu corazón el amor”. Juan de Endor, conmovido por las palabras bondadosas de Jesús, pidió que le llevara con Él. De esta forma, aquel día dejó Endor para integrarse al grupo de discípulos de Jesús. Esto sucedía al comienzo del 2º año de la vida pública de Jesús. ■ Muy pronto, el Sanedrín, conocedor de esta conquista de Jesús, no le verá con buenos ojos, por ser gentil y «ex presidiario», y, con la complicidad de Judas Iscariote, buscará la forma de deshacerse de él. En vista de ello, Jesús se decidió por alejarle de allí y enviarle, junto con la griega Síntica, también acechada por el Sanedrín, a Antioquía a una posesión que allí tenía Lázaro de Betania. No obstante, a pesar del alejamiento, Juan de Endor no se vio privado de la presencia de Jesús. Escribió a Jesús desde Antioquía: “¡Bendito seas, que me visitas en mis noches, que no son por eso soledad ni dolor, como pensaba, sino una alegre espera de Ti!”. En Antioquía ejerció su oficio de pedagogo aunque por poco tiempo, pues, antes de un año, debido a los múltiples achaques que padecía, Síntica en una carta comunicó a Jesús la muerte de Juan Endor. La muerte de un santo. ■ Durante el año que estuvo integrado en el grupo de Jesús en Palestina, Juan de Endor trató de asimilar las enseñanzas de Jesús. Incluso solía escribir los discursos de Jesús.
* Juan de Nobe.- Se trata de un anciano de Nobe, un pueblo no muy lejano a Jerusalén. Su casa servía de refugio a Jesús y séquito de apóstoles discípulos, discípulas, sobre todo cuando arreciaba la persecución del Sanedrín. Por eso, Jesús le preguntó: “Padre, ¿tienes miedo del Sanedrín? Ya ves lo que cuesta dar posada al Hijo del hombre. Eres anciano y un buen israelita. Podrías ser expulsado de la sinagoga en tus últimos sábados. Habla con sinceridad. Yo, si temes, me iré”. Y la respuesta firme de Juan: “¿A quién crees que puedo temer sino a Dios? No tengo miedo de la boca del sepulcro y crees que puedo tener miedo de la boca de los hombres? Solo temería el juicio de Dios si, por miedo a los hombres, alejara de mí a Jesús, ¡el Cristo de Dios!”. ■ Mereció la visita de Jesús Resucitado.
* Juan el escriba.- Aquel que un sábado, a los pies del monte de las Bienaventuranzas, después de oír hablar a Jesús, dio comida a los peregrinos que acompañaban a Jesús. El escriba Juan, que no hablaba pero meditaba profundamente, estuvo escudriñando todos los gestos de Jesús. Se hizo discípulo y solía participar junto otros discípulos en las correrías evangelizadoras pero después del discurso del Pan en Cafarnaúm, como otros muchos, le abandonó. El día de la resurrección de Lázaro, aparece alineado junto a los discípulos ocultos o por lo menos como aquel que, aunque no amaba a Jesús como a Mesías, le respetaba como a un justo.
Juan el sacerdote. Ex-leproso.- Aunque había ido enterrando, uno a uno, a su mujer y a sus tres hijos y a sus siervos, leprosos como él, nunca perdió, a pesar de todo, la confianza en Dios. Si antes fue un hombre rico y docto, ahora era un santo. Cerca de Ippo, allí donde él había ido enterrando a los suyos, fue curado por Jesús. ■ Abandonó el sacerdocio judío para seguir a Jesús  pues como él mismo dijo a Jesús: “La lepra fue la primera que me expulsó del sacerdocio; luego fueron los hombres, porque te amo. Tu Gracia me aspira hacia sí: hacia Ti; ella también me arroja de un lugar profanado para conducirme a un lugar puro. Tú me has purificado en el cuerpo y en el espíritu”. ■ Esto coincidiría con lo que Papías, obispo de Hierápolis en Frigia, que escribió cinco libros perdidos, De interpretatione oracularon Domini, afirmaba a principios del siglo II, aludiendo, además de otros, a un cierto «Juan el Anciano o Presbítero», discípulo del Señor. Como Eusebio (s. III-IV) afirma que no fue Juan el Apóstol, es interesante notar que María Valtorta concuerda con el célebre historiador, cuyas obras jamás leyó, al enumerar entre los discípulos del Señor a un Juan, que a veces llama el Anciano y a veces el Presbítero, diferente del Apóstol predilecto autor del Evangelio espiritual, el 4º Evangelio.
* Juana de Cusa.- Esposa de Cusa. Cusa era el Administrador en la Corte de Herodes y Herodías. Tanto el abuelo como el padre de Cusa habían pertenecido a la corte de Herodes el Grande. Esta Obra habla muy extensamente de Juana. Tenía a su servicio a Ester, su nodriza. Jonatás, uno de los doce pastores de Belén, testigos de la llegada del Mesías al mundo, ejercía de mayordomo en la casa de Cusa. ■ Juana de Cusa, enferma de tuberculosis incurable, tras recibir en su lecho de muerte una sorprendente visión, en la que se le aparecía Jesús invitándola a ir donde Él, diciendo: “Yo soy la Vida. Ven. Regresa para dártela”, fue curada por Jesús.  Será una de las discípulas más fieles. ■ Recibió en adopción a los niños María y Matías, de la llanura de Esdrelón, huérfanos de padre y madre a los que Jesús había recogido errantes, sin casa ni familia y buscando comida para saciar su hambre en la casa del inmisericorde campesino Jacob. Los dos niños venían de vivir en la casa del fariseo Ismael ben Fabi, a cuyo servicio trabajaban sus padres. Mas una vez fallecidos éstos, el fariseo, con menos entrañas que un perro, los había arrojado de su casa. ■ Fue también la que introdujo a Jesús en el círculo de las matronas romanas: Claudia (esposa de Poncio Pilatos), Valeria, Plautina, Lidia.
* Judas y Ana, matrimonio de ancianos, cuya casa, cercana al lago de Merón, servirá de hospedaje a Jesús y discípulos.
* Lázaro y familia: compuesta por Lázaro, María Magdalena y Marta.- Hermanos, los tres. A través del apóstol Simón Zelote, amigo personal de la familia Lázaro, entró Jesús en contacto con ellos. La casa de Betania, residencia de los tres hermanos, fue una casa hospitalaria y amiga para Jesús durante los tres años de su vida pública hasta su muerte. Allí realizó dos milagros maravillosos: la conversión de María Magdalena y la resurrección de Lázaro.  Jesús mismo, confortado por esta amistad de los hermanos, dijo un día a Lázaro quien, debido a su enfermedad, se veía impotente de frenar el odio que se agitaba alrededor del Maestro: “Tengo dos casas de paz, y, podría decir: igualmente queridas: la de Nazaret y ésta. Si allí está mi Madre, el amor celestial —casi cuanto el Cielo— por el Hijo de Dios, aquí tengo el amor de los hombres por el Hijo del hombre. El amor amigo, que cree, que me venera… ¡Gracias, amigos míos!”. ■ De su ascendencia se puede decir: Hijos de Teófilo, prosélito sirio, y de una hebrea. Teófilo había desempeñado el cargo de administrador de Roma. Gobernó en Siria en nombre de Roma. Y Roma dispensó a Teófilo con numerosas propiedades por los servicios prestados. Por tal motivo, gozaron siempre de gran fortuna y de la protección de Roma. Así, un día, Nicodemo, preocupado por la seguridad de Jesús, habló a Jesús de este modo: “Perdona si quise hablarte en secreto. Desconfío de muchos por Ti y por mí. No todo es vileza mía, también es prudencia. Tienes muchos enemigos. Pedí consejo a Lázaro. Es poderoso de nacimiento, le temen porque goza del favor de Roma; es justo a los ojos de Dios, es sabio por madurez de ingenio y cultura. Es tu verdadero amigo. Lázaro ha decidido que se te dijera que dejases este lugar para ir a una de sus propiedades de Sión. Gran parte de la ciudad es suya, y también muchas tierras de Palestina. Su padre juntó a su herencia y a la de Euqueria (madre), de tu tribu y familia, todo lo que los romanos le recompensaron a su fiel siervo. Y lo que más vale, una oculta y poderosa amistad con Roma. Sin ésta ¿quién habría podido salvar de la infamia a toda su casa después de la vergonzosa conducta de María, de su divorcio, que lo obtuvo porque era «ella»;  de su vida licenciosa en esta ciudad y en Tiberíades que es el elegante lupanar de Roma y Atenas? En verdad si el Teófilo siro hubiese sido un prosélito más convencido, no hubiera dado a sus hijos esa educación helenizante que mata las virtudes”. ■ Entre las propiedades de la familia Lázaro, de las que Jesús hizo uso, se encuentran las siguientes:
a) La casa de Betania en la que la familia Lázaro vivía rodeada de sirvientes, entre ellos, Maximino, Marcela, Noemí y Sara.
b) Como dueño del Getsemaní, Lázaro disponía aquí una casa, administrada por unos sirvientes, Jonás y María, cuyo hijo Marcos se hizo discípulo. En esta casa tuvo lugar la Pascua Suplementaria, celebrándose en ese día festivo la 1ª Eucaristía después de la de la Cena Pascual. En la misma casa, el día de la Ascensión del Señor, se celebró también una Eucaristía, como despedida. Y en esta misma casa, donada después a la Virgen por Lázaro, vivió la Virgen con Juan hasta su Asunción a los Cielos.
c) La casa del Cenáculo.- Respecto al Cenáculo, se remite a: * Cenáculo.  

e) La casa de Antioquía, a donde Síntica y Juan de Endor fueron conducidos ante el acoso del Sanedrín.
f) La propiedad del apóstol Simón Zelote en Betania. Durante el período en que Simón Zelote, acusado y proscrito como leproso, anduvo errante en continua huída —antes de conocer a Jesús—, fue Lázaro quien, amparándose en el favor de Roma, le conservó esta propiedad. Zelote, después de su curación por Jesús, se hizo cargo nuevamente de la misma, donde un fiel sirviente suyo vivía y la guardaba.  Mas una vez hecho apóstol de Jesús, la puso en venta para, ya “sin ataduras humanas, servir solo al Maestro”. El propio Lázaro, a quien Simón le encargó la venta, la compró, sin revelar la iden­tidad del comprador, al precio fijado y en las condiciones estipuladas por Zelote. Lázaro, sin embargo, nunca consideró suya esta propiedad de su amigo Simón. Una de las condiciones impuesta por Simón se refería al porvenir de su fiel sirviente. Había decidido que una pequeña casa, que se encontraba en los lindes de la propiedad, se quedara para su sirviente, así como, para su sustento futuro, una parte de la suma de la compraventa.
g) El palacio de Sión, en Jerusalén,
* Longinos.- La presente obra al llamar «Longinos» (=lanza) al centurión romano encargado de la crucifixión, que evitó el crurifragio (el cortar las piernas), y que traspasó el pecho de Jesús con la lanza, al afirmar que sobresalió por su rectitud en el servicio, bondad del corazón, conversión pronta, clara profesión de fe en la divinidad del Salvador, no hace sino concordar con los evangelios en algunos puntos y con una antigua tradición, común a las Iglesia de Oriente y Occidente en algunos rasgos. Cfr. Mt. 27,54; Mc. 15,39; 15,42-45; Lc. 23,47-48; Ju. 19,31-37.
* Magistrados del Templo.- Eran levitas a quienes se les encargaba su vigilancia. Cfr. Lc. 22,4.52; Hehc. 4,1.
* Malaquías.- Jefe de la Sinagoga de Efraín. Podría ser uno de los notables (el que habló por todos) presentes, quien en el último viaje de Jesús por Samaria, pasando por Efraín, pidió a Jesús: “Quédate y habla, porque también nosotros somos hijos de Abraham”. (Cfr. María de Jacob).
* Mannaén.- Hermano de leche de Herodes. Vivía en el Palacio de Herodes. Admirador de Juan el Bautista, éste le había dicho que “Uno que es más que yo te recogerá y te elevará”.  Desde ese momento, fue al encuentro de Jesús. Y al ver sus obras y escuchar sus palabras confesó a Jesús que “no podía ser otro sino Tú”.  Será un discípulo incondicional de Jesús.
* Mar Muerto.- Tiene otros nombres como Salado, Saladísimo, Mar del desierto, de la soledad, de los sodomitas, o el Mar del asfalto. Ocupa el lugar donde estuvieron la Pentápolis o cinco ciudades castigadas por Dios por su inmoralidad.- Cfr. Gén. 18,16-19,29; 14; Deut. 29,22;  Am. 4,11.
* Marcos de Josías.- Se trata de uno de los dos posesos, cuyos demonios, por orden de Jesús,  entraron en una manada de cerdos que se precipitaron al lago de Genesaret, en la región de los Gerasenos (Mt. 8,28-34). Marcos de Josías que, en ese momento había pedido a Jesús llevarle con Él, más tarde, renegó de Jesús y, recaído en posesión, trató de destruir la fe en el Mesías Jesús emprendiendo contra Él una campaña insidiosa por la Transjordania. La gente de esta comarca, dando crédito a las palabras del renegado, mostraba hostilidad a Jesús y al grupo apostólico cuando éstos iban evangelizando por esa región. ■ La curación del niño Yaia y de su madre de Pela, ambos ciegos, fue la respuesta de Jesús a la obra llevada a cabo por Marcos de Josías en esa región. ■ La madre de Marcos de Josías, una creyente de Jesús, angustiada por la acción satánica de su hijo, buscó a Jesús y le rogó: “Dime qué debo hacer por Ti, por mi hijo. ¡Para desagraviar! ¡Para salvar!… Ninguna mujer de Israel conocerá dolor igual mío”. Jesús le dijo: “Has de saber para tu consuelo que tú puedes ser la causa de salvación de tu hijo. Las madres pueden reparar ruinas de sus hijos, y lo harás. Tu dolor no es estéril sino fecundo. Por tu dolor se salvará el alma que amas. Volverá a Dios… cuando tu llanto se haya diluido en mi Sangre”.
* María Magdalena.- Ver Lázaro y familia.
* María de Jacob.- Mujer samaritana, ya entrada en años, dueña de la casa de Efraín, donde Jesús y apóstoles se refugiaron, después del decreto del Sanedrín —la resurrección de Lázaro lo precipitó— que ordenaba la captura de Jesús. Jesús habló así a Pedro y Natanael: “Buscad a María de Jacob. Recuerdo que Malaquías me dijo que era la más pobre del lugar, a pesar de que tenga una casa grande, ahora que ya no tiene en ella hijos ni hijas”. María de Jacob vivía sola.  Sus hijos muertos u olvidados de ella, los bienes esfumados y, sin embargo, no guardaba rencor alguno.
* María de Simón.- Madre de Judas Iscariote. Viuda. Vivía en Keriot. Verdaderamente una madre dolorosa. Conocía el carácter y las andanzas de su hijo. Un día, en la casa de Juana de Cusa, el día del convite a los pobres, exclamó: “¡Señor, he dado a luz a un demonio! ¡Ninguna otra madre de Israel me igualará en el dolor! Ninguno como mi Judas es tan pérfido y desalmado. Él, que te tiene a Ti, se ha dado a prácticas inmundas; él, que respira tu aliento, es un lujurioso y un ladrón, y quizás se hará homicida. ¡Mentira es su pensamiento, fiebre su vida! ¡Haz que muera, señor! ¡Por piedad, haz que muera!”.
* Marta.- Ver Lázaro y familia.
* Marziam o Yabés.- En esta Obra se habla extensamente del niño Marziam. Se trata de un niño huérfano al que Jesús tomó bajo su protección, con el consentimiento de su abuelo. Los padres de Yabés, ahora llamado Marzyiám (es un intento de reproducir el sonido que no existe en español. Pero en el texto aparecerá siempre escrito Marziam), —porque el niño deseaba cambiar de nombre  “y la Mamá de mi Señor me dio este nombre”—, encontraron la muerte, así como sus hermanitos, sepultados entre aguas y tierras, que les cayeron encima. Le quedaba únicamente el abuelo que trabajaba para el cruel fariseo Doras. ■ Desde un principio, el apóstol Pedro, sin descendencia, se había entusiasmado con la idea de poder adoptarle. Al fin lo consiguió, por una intervención directa de María la Virgen ante Jesús. La mayor parte del tiempo, la vida de  Marziam transcurrirá en Betsaida con Porfiria, esposa de Pedro. No obstante, se sumaba muchas veces a las correrías de Jesús y apóstoles. Así, el día de la multiplicación de los panes y peces, narrado en el Evangelio de Juan, fue aquel muchacho que portaba esos panes y peces. ■ En el episodio 3-198-251 de la Obra magna, se habla de ese cambio del nombre: de Yabés por Marziam. Bartolomé pregunta: “Pero, ¿no es un nombre de mujer?”. Jesús dice: “Cuando esta gotita de Humanidad sea adulto, podréis cambiar su nombre por un nombre de hombre con una «ele» al final, en vez de la «eme»”. Es decir, se llamará Marcial en recuerdo de un niño romano, “último de los inocentes muertos por servirme. Ese nombre será la señal de tu destino: serás apóstol en tierras bárbaras”. Y es precisamente el día de la Ascensión cuando Jesús le dijo: “Tú, Marziam, de hoy en adelante tomarás el nombre de Marcial”. ■ Esta Obra concuerda con una antigua tradición según la cual San Marcial fue uno de los 72 discípulos, que murió el año 74. Cfr. Hechos de los santos de Junio, día 30, tomo V, Venecia 1744. p. 535-573.
* Nazireo.- El nazireo era el consagrado al señor con el “voto de nazireato”, del que se dan explicaciones en Números 6,1-21. El primer nazireo que se encuentra en la obra valtortiana es San José.
* Nicodemo.- Miembro destacado del Gran Consejo del Sanedrín, jefe de los judíos. Junto con José de Arimatea fue un claro defensor de Jesús. La noche en que se entrevistó con Jesús, cuando Jesús le habló de “volver a  nacer” (Ju. 3,1-21), según esta obra, Nicodemo dijo a Jesús:  “Ante las últimas acusaciones del Sanedrín, yo estaba a punto de decir: «Pues bien. Yo también soy uno de los de Él». Aunque solo fuera porque en esa asamblea hubiese al menos uno que estuviera a tu favor. Pero José, que estaba cerca de mí, me susurró: «Cállate. Ocultemos nuestro modo de pensar. Luego te explico». Y a la salida me dijo… exactamente, dijo: «Es mejor así. Si saben que somos discípulos, nos mantendrán al margen de cuanto piensan y deciden, y pueden perjudicarle y también perjudicarnos. Como sencillos admiradores de Él, no nos tendrán secretos». Comprendí que tenía razón. Son muchos… ¡Y malos! También tengo yo mis intereses y mis obligaciones… lo mismo que José… ¿Entiendes, no, Maestro?”.
* Nicolás de Antioquía.- La sinagoga de Cafarnaúm fue testigo, después de la 2ª multiplicación de panes, del discurso del pan del Cielo delante de mucha gente y de muchos discípulos. Al término del discurso y como consecuencia del mismo se produjo el abandono de muchos discípulos. Al día siguiente, nuevamente en la Sinagoga de Cafarnaúm, al tomar la palabra Jesús, se vacía la sinagoga. El sinagogo Jairo, a quien se unen los apóstoles, los discípulos fieles y los de Cafarnaúm, grita iracundo: “¡Señor! Haz lo mismo que hizo Nehemías. ¡Repréndelos, Tú, Sumo Sacerdote!”. Jesús abre los brazos en forma de cruz, y palidísimo, con un rostro en que está pintado un cruel dolor, grita: “¡Acuérdate, propicio, de Mí, Dios mío! ¡Acuérdate también propiciamente de ellos! ¡Yo los perdono!”. Se quedaron solo los más fieles a Jesús… ■ Hay un extranjero en un rincón. Es un hombre robusto, no observado por ninguno; él tampoco habla con nadie. Solo mira fijamente a Jesús, tanto que Él vuelve sus ojos hacia el rincón. A petición del extranjero, Jesús accede salir al huerto, que está detrás de la sinagoga. Le dice a Jesús: “Soy Nicolás, prosélito de Antioquía, y voy a Jerusalén para la Pascua. Hablé en Antioquía con un discípulo tuyo de nombre Félix (Juan de Endor). He deseado muchísimo conocerte. Me dijo que sueles encontrarte en Cafarnaúm, y que tienes a tu Madre en Nazaret. También me dijo que sueles ir a Getsemaní, o a Betania. El Eterno ha querido que te encontrara aquí. Ayer estuve aquí. Estuve cerca de Ti cuando llorabas en medio de tus oraciones cerca de la fuente… Te amo, Señor, porque eres santo y bueno. Creo en Ti. Tus acciones, tus palabras ya me habían conquistado, pero tu misericordia, que mostraste hace poco, ha terminado para que me decidiera. ¡Señor, recíbeme en el lugar de quien te abandona! Vengo por Ti con todo lo que tengo: mi vida, mis bienes, todo, en una palabra”. Se arrodilla al decir estas últimas palabras. Jesús le mira fijamente… luego le dice: “Ven. De hoy en adelante serás del Maestro”. ■ En Hechos de los Apóstoles 6,5 se habla de un Nicolás de Antioquía, consagrado, entre otros seis, como diácono.
* Nique.- Mujer hebrea de la Diáspora, viuda y sin hijos. Adquirió unas tierras en Jericó, para estar cerca de la ciudad santa. Pero una vez que conoció a Jesús se ofreció como discípula “porque Tú eres más grande que Jerusalén, la ciudad santa… Te ruego me cojas a tu servicio… para ayudarte en los pobres y, según mis posibilidades, hacer que seas amado y conocido. Conozco a muchos de las colonias de la Diáspora, porque he seguido a mi marido en sus actividades comerciales. Dispongo de  medios y me basta con poco, así que puedo hacer mucho. Hace 20 años que murió mi marido. Parecía profetizar cuando moría. Decía: «Ve a nuestra tierra. Encontrarás al Prometido. ¡Tú le verás!  Búscale y síguele. Es el Redentor…»”. ■ En su peregrinaje por las tierras cercanas a Jericó, Jesús y sus apóstoles descansarán muchas veces en sus propiedades de Jericó. Esta Nique será la futura Verónica, la que enjugó el rostro de Jesús en el Gólgota. Y obtuvo el Sudario. Un día consiguió de Jesús la adopción de Egla, huérfana y sierva de las romanas (Cfr. Romanos/as), porque “es de justicia pues ella (Nique) es una verdadera madre israelita, que la hará crecer en nuestra antigua fe y en la mía”.
* Pastores de Belén.- En esta Obra se habla extensamente de los pastores que adoraron al Recién Nacido en la Gruta de Belén. Ellos fueron los primeros propagadores de la Buena Nueva del Nacimiento del Niño. Después de la matanza de Herodes fueron perseguidos, sobre todo por el pueblo de Belén, al ser acusados de ser la causa indirecta de la muerte de sus hijos. Según esta Obra, fueron doce: Elías, Leví, Samuel, Jonás, Isaac, Tobías, Jonatás, Daniel, Simeón, Juan, José y Benjamín, estos dos últimos hermanos gemelos. Fue tal el impacto que produjo en ellos la teofanía de Belén, que, a pesar de las acusaciones, persecuciones, todos ellos se mantuvieron fieles a aquel recuerdo durante toda su vida. Jesús, al comienzo de su vida pública, se interesó por cada uno de ellos, algunos ya muertos, como Samuel y José, pero los demás vivos y dispersos por la región desempañando diversos trabajos. ■ Ésta era la situación de los mismos al comienzo de la vida pública de Jesús: * El viejo Samuel hacía ya 20 años que había muerto. * José había perecido en la matanza decretada por Herodes, al tratar de defender a su esposa y a su hijo, también llamado José. Esposa e hijo lograron huir. * Benjamín y Daniel, pastoreaban en Líbano. * Jonás vivía, en la llanura de Esdrelón, al servicio de un fariseo tiránico llamado Doras; liberado del servicio de este fariseo por Jesús, morirá en Nazaret, a donde Jesús le llevó, en manos de la Virgen y del mismo Jesús. El dinero por su rescate había sido pagado por Lázaro. * Isaac, solo y enfermo con los riñones deshechos, vivía en Yutta sumido en la mayor miseria. Curado por Jesús, se convertirá en el incansable propagador del mensaje de Jesús. Fue el primero de los discípulos de Jesús. * Jonatás era un sirviente de Cusa y de la esposa de éste, Juana. Cusa, administrador de Herodes, era  uno de los grandes de Herodes, en la corte de Herodes. * Simeón, Juan y Tobías (que ahora prefiere que se le llame Matías, en recuerdo de su padre muerto también durante la matanza de Herodes), eran discípulos de Juan Bautista. * Elías, Leví y José (hijo del fallecido pastor José) pastoreaban cerca de Belén. ■ En los Hechos de los Apóstoles 1,23 se habla de José y Matías, como propuestos para tomar el puesto del traidor Judas. José, como acabamos de decir, es el hijo del pastor José, muerto en la matanza de Herodes. Matías, el pastor Tobías, fue el elegido como el duodécimo apóstol.
* Porfiria.- Esposa de Pedro. Jesús dijo de ella: “Porfiria es tan buena que no hace falta prepararla para nada. Su corazón solo sabe dar dulzuras… La discípula buena y silenciosa, activa en su múltiple obediencia”. ■ El día en que Jesús le da en adopción a Marziam ella dice a Jesús: “¡Señor mío!, Tú me has arrebatado a  mi esposo, dejándome casi viuda. Pero ahora me das un hijo… Así devuelves todas las rosas a mi vida, no solo las que me has cogido sino también las que no he tenido nunca. ¡Bendito seas! Amaré a este niño más que si hubiera nacido de mis entrañas, porque me viene de Ti”. ■ Andrés habla de ella a su hermano Pedro de esta forma: “A ti te ha tocado una mujer que creería incluso si le dijeras que el Líbano se ha hecho de mantequilla. Lo que tú dices es ley para ella. Escucha, cree y calla”. Y Pedro, con palabras que hacen reír a sus compañeros: “Es verdad… pero su madre, ¡qué serpiente!, vale por ella y por otras cien mujeres”. ■ Y ya en las postrimerías de su vida pública, Jesús le dice: “Porfiria, tú eres una mujer buena y buena discípula. Te he querido mucho desde que te conocí y con mucha alegría te he elegido como discípula y he puesto en tus manos el niño Marziam. Sé que eres prudente y virtuosa como pocas. Y sé que sabes guardar silencio, virtud rarísima en las mujeres… He venido a confiarte un secreto que ninguno sabe… Porfiria, Yo no volveré nunca más por aquí. Nunca más hasta que todo esté consumado ¿Sabes lo que debo consumar?”. Porfiria cae de rodillas gimiendo: “Lo sé, Señor, mi Dios…” y llora en silencioso llanto.
* Prosélito.- Era llamado así el pagano convertido a la religión judía y circunciso. Cfr. Mt. 23,15; Hech. 2,11.
* Qohelet o Shoelet.- Los hebreos llamaban así a los que hablaban en las reuniones para transmitir los conocimientos de los libros sagrados. Los libros sapienciales fueron compuestos con las palabras de los shoelets. Referente a la diferente pronunciación y transcripción de Qohelet cfr. La Sainte Bible… de… Jerusalén, París 1956, p. 848.
* Romanas/os.-  Matronas: Claudia, Valeria, Plautina y Lidia;  soldados: Publio Quintiliano, y Alejandro.
1) Claudia, —de unos treinta años— esposa de Poncio Pilatos. Oigamos a Jesús, en una conversación con Valeria, lo que opina sobre Claudia, después de que ésta oyó, por boca del intrigante Judas Iscariote, que Jesús aspiraba a un reino temporal: “Claudia no piensa en Mí sino como un rey del espíritu. Pero hay entre vosotros (Judas) que, sabiéndolo, no quiere aceptarlo. Claudia no es una loca. Es una mujer equilibrada. Sabe distinguir su deber de romana y su deber consigo misma. Quien no me conoce, esto es Roma, no puede tener miedo de Mí como competidor. Claudia obra rectamente para con Dios y para con su Patria, al honrarme, si no como a Dios, sí como a un maestro del alma. Y es fiel a su patria. Yo admiro los espíritus fieles y justos y no tercos. Querría que mis apóstoles merecieran la alabanza que le tributo a la pagana…”. ■ Y esto es lo que dice la romana Valeria respecto a la influencia de Claudia sobre Pilatos: “Los informes de los hechos de la Colonia, hasta de los más mínimos, se depositan todos los días en la mesa de trabajo de Poncio Pilatos, que toma visión de los hechos. Pero, para tomar las decisiones que se requieran, oye mucho el parecer de Claudia… Muchos informes hablan de Ti y de los hebreos que agitan el país, haciendo de Ti al mismo tiempo una enseña nacional de rebeldía y una causa de odio civil. Claudia está en lo cierto cuando le dice que si en Palestina hay alguien que no le haría mal alguno, eres Tú. Y Pilatos día tras día la escucha… Hasta ahora quien impone es Claudia”.
2) Plautina.  Alta, majestuosa y de ojos un poco imperiosos. Ostentaba, después de Claudia, un rango superior sobre sus dos amigas Valeria y Lidia quienes, incluso con la mirada, la respetaban como a  una reina. ■ Posiblemente formó parte de la comitiva del grupo de mujeres, matronas de Jerusalén, que acompañaron a Jesús camino del Calvario.
3) Valeria se encontró con Jesús por primera vez en Cesárea Marítima. Su hijita Fausta, desahuciada ya por los médicos, se estaba muriendo de difteria mortal. Jesús, conducido a la casa de Valeria por unos romanos que le preguntaron si le causaría asco curar a la hija de una amiga de Claudia, se encontró con una Valeria, llena de aflicción, que traía en sus brazos a su hijita. Jesús la curó metiendo el dedo índice mojado con saliva por la boquita anhelante y sacándolo envuelto en medio de un montón de membranas purulentas. La niña empezó a respirar tranquila en ese momento. Desde ese día, Valeria fue absorbiendo las enseñanzas del Maestro llegando poco a poco a sentir tedio de la vida pagana de su pueblo y repugnancia por los banquetes que generalmente terminaban en orgías en que también su esposo tomaba parte. ■ Después que se divorció de su marido, tras haber sido abandonada por éste, se hizo prosélita. Dio libertad a todos sus esclavos e instruyó a todos ellos en orden al Dios verdadero. ■ Formó parte de la comitiva del grupo de mujeres, matronas de Jerusalén, que acompañaron a Jesús camino del Calvario.
4) Lidia. Amiga de Valeria. Más joven que Plautina y Valeria, de belleza no majestuosa como la de Plautina, pero con toda la gracia de una juventud femenina aún un poco inmadura. ■ Formó parte de la comitiva del grupo de mujeres, matronas de Jerusalén, que acompañaron a Jesús camino del Calvario.
5) Publio Quintiliano. Oficial romano que, a ruego de Jesús —cuya fama ya le era conocida—, se prestó a llevar en su carro militar al pastor Jonás moribundo, hasta Nazaret. Posteriormente se encontró con Jesús en Cesarea Marítima, donde permitió a Jesús dirigirse a los galeotes, amarrados en la galera a sus bancos de remo, e intervino para que Claudia Prócula, deseosa de conocer al Maestro, tuviera un breve diálogo con Jesús sobre el alma. Otro día, interesado por esta nueva enseñanza de Jesús, asistirá con Plautina, Valeria y Lidia a la casa de Lázaro, a oír al Maestro.
6) Alejandro. Soldado romano que conoció a Jesús en la Puerta de los Peces, una de las puertas de entrada a Jerusalén. Posteriormente, fue destinado a Antioquía para calmar a los judíos,  acusado… de… haber hablado de Jesús.
* Sadoquitas.- Eran una secta, semejante a la de los esenios, más rigorosa que la de los fariseos. Formaban una sociedad que, nacida en Palestina, se había establecido en Damasco cerca de un siglo antes de Jesús. Cfr. Dizionario Bíblico…, pág. 174.
* Saduceos.- Los saduceos, elegidos sobre todo entre los miembros de las grandes familias sacerdotales, formaban el partido de la aristocracia sacerdotal. Se adherían fuertemente a la tradición escrita, contenida sobre todo en el Pentateuco. Negaban la resurrección del cuerpo, negaban el alma y los ángeles. Sus adversarios fueron los fariseos, partido religioso y popular, que se adhería con todas sus fuerzas a la tradición oral de sus propios doctores. Cfr. Mt. 3,1-12; 16,1-12; 22,23-34; Mc. 12,18-27; Lc. 20,27-40; Hech. 4,1-4; 5,17-18; 22,30-23,11.
* Saforín.- Significa escriba, esto es, doctor de la Ley antigua.
* Samuel, el saforín.- Samuel, discípulo del fariseo Jonatás ben Uziel,  fue a Efraín con instrucciones del Sanedrín para arrestar a Jesús después del decreto del Sanedrín que ordenaba la captura de Jesús. Ya cerca de Efraín, totalmente mojado, había encontrado una gruta —donde precisamente hacía unos momentos Jesús había tenido una entrevista con José de Arimatea, Nicodemo y Mannaén—, para guarecerse del fuerte temporal, sin saber que dentro le esperaba Jesús. Samuel, desconocedor de la personalidad del hombre con quien se ha encontrado, le manifestó que se dirigía a Efraín con instrucciones del Sanedrín para arrestar a Jesús. Y así entablan una conversación larga en la que Jesús le hace ver la maldad de los que le enviaron, sus turbios manejos, la doctrina del Rabí que enseña el amor, el perdón, la justicia, que ama a los enemigos como si fuesen amigos, y se le descubre: “Yo soy Jesús de Nazaret, el Mesías, el que buscas para obtener la recompensa y los honores de libertador de Israel prometidos por el Sanedrín. Yo soy Jesús de Nazaret el Mesías. Aquí estoy, arréstame. Como Maestro y como Hijo de Dios te declaro libre y absuelto de la obligación de no levantar o de haber levantado tu mano contra quien te ha hecho bien”. El hombre quedó como paralizado. Había comprendido la magnitud de la acción que iba a cometer contra el mismo “Mesías”, a quien acababa de reconocer como tal.
* Salomón, el barquero.- Vivía cerca del vado del Jordán, al otro lado de Jericó, donde un tiempo atrás solía bautizar el Bautista. Hombre justo, dedicado al transporte de gente desde un lado al otro del Jordán, había prestado también servicios gratuitos al Bautista transportando a sus fieles, “porque me parecía injusto el pedir paga por llevar un alma hacia la purificación. Me han tomado por loco mis amigos, pero en fin… Si yo estoy contento de lo poco que tengo ¿quién puede quejarse?”. Más tarde donará su casita, cercana al vado,  a Jesús que la usará para alojarse con sus discípulos.
Sanedrín.- Era la asamblea judía suprema. Tenía poder de administrar justicia y de decidir en el campo religioso-político. Se componía del Sumo Sacerdote y de setenta miembros más, distribuidos en tres categorías: Sumo Sacerdote (esto es, el que estaba en el cargo y sus predecesores, etc.), los Ancianos (esto es, representantes de la aristocracia laica), los Escribas (esto es, los doctores de la ley). En cierto modo en Mc. 15,1 está la descripción del Sanedrín.■ Entre los miembros del Sanedrín destacaban: Caifás, Anás, Yocana, Jonatás, Ismael, Doras y su hijo, el escriba Cananías, Eleazar ben Anás, Cornelio, Tolmé, el escriba de oro Sadoc, el escriba Elquías, el Anciano Félix, Simón, el Anciano Calascebona, Natanael ben Faba, Doro, José, Joaquín, José de Arimatea, Nicodemo, Gamaliel…
* Sara de Afeq.- Una mujer viuda que en el arrabal del lago, cercano a Ippo, rogó a Jesús que la eligiera como la tutora de un niño, el pequeño Alfeo, a quien su madre no quería. “Soy viuda y sin hijos. Acuérdate de mí.  Soy Sara de Afeq, la viuda del vendedor de esteras. Tengo una casa en la plaza de la fuente roja. Pero tengo también algunas parcelas de viña y de bosque. Tengo algo que ofrecer a quien se encuentra solo y me sentiría feliz…”. Ante la insistencia de la mujer, en otro momento, le dijo Jesús: “No puedo darte al niño porque tiene a su madre. Pero te prometo que pensaré en ti si Dios determina que el inocente aborrecido halle amor de nuevo”. ■ Otro día, ya en Afeq, Jesús le dijo: “El mayor obstáculo para obtener a este inocente no es su madre, con derechos sobre sus hijos, sino tu corazón. Él es un inocente, un inocente triste, pero en todo caso un inocente que, por su mismo sufrimiento, es amado por Dios. Pero si le hicieras un avaro, codicioso, quizás vicioso, por los medios que tienes ¿no le privarías de la predilección de Dios?”. Con estas palabras de Jesús, la mujer quedó desilusionada pensando que ya había perdido la adopción del niño. Sin embargo, Jesús no había cerrado todas las puertas a la esperanza de la mujer, pues le dijo: “No es seguro (de que lo hayas perdido). Que tu deseo te mueva a santidad, que Dios escuchará. Siempre habrá huérfanos en el mundo”. ■ Y así, fue. Jesús había asistido a un caso de adulterio cuyo fruto fue un hijo ilegítimo. Y huérfano. Puesto que el marido, al conocer el adulterio de su mujer, la había matado ocultamente. El marido a su vez, denunciado por esa muerte, había sido ejecutado según la Ley de Israel. Y el amante y padre del niño, para no ser lapidado, había huido. Ante estas circunstancias, Jesús se dirigió a la gente de Giscala, ciudad donde sucedió el penoso suceso, preguntando: “¿Quién de vosotros tendrá la caridad del recién nacido y de Mí que sufro por él?”. Jesús, pasando su mirada suplicante sobre la multitud, no obtuvo respuesta alguna. Muchos decían: “¿Qué quieres? Pero es un hijo ilegítimo”. Jesús dijo entonces: “En Cafarnaúm hay una mujer que se llama Sara. Es de Afeq. Es mi discípula. Llevadle al niño y decidle: «Jesús de Nazaret te lo confía»”.
* Sara y Joaquín de Yutta y sus hijos: María, José, Emmanuel y Jesaí.- El pastor Isaac, que había anunciado a las gentes la llegada del Mesías, al Niño que él adoró en Belén, enfermo e impedido, vivía recibiendo refugio y ayuda de Sara y Joaquín. ■ Refiriéndose a esta familia, Isaac dice a Jesús: “Hay una mujer en Yutta —ahora ya mujer, madre desde hace poco de su cuarto hijo— que, siendo todavía una niña, fue una de mis pequeñas amigas… Bueno, pues a sus hijos les ha puesto por nombre: María, y José a los dos primeros, y, no atreviéndose a llamar al tercero Jesús, le ha llamado Emmanuel, como signo de bendición para sí misma, para su casa y para Israel. Ahora está pensando qué nombre ponerle al cuarto, recién nacido… Estoy vivo por ellos”.  Al cuarto le pondrá por nombre Jesaí (Jesús).
Simón de Alfeo.- Ver Alfeo y familia.
* Síntica.- Joven griega, pagana, al servicio del noble romano Valeriano. Un día, al ser requerida por éste para complacer sus sentidos, huyó de la casa del romano. En su huida fue encontrada por Jesús y apóstoles cerca de Cesarea. En un principio, aunque fue confiada por Jesús a las hermanas de Lázaro, fue integrada pronto en el grupo de las discípulas de Jesús participando, como ellas, en algunas correrías evangelizadoras de Jesús. De esta forma poco a poco fue aclimatándose a las enseñanzas del Maestro. ■ Mujer culta, que conoce la religión de su patria por haberla practicado, conoce también a sus poetas y filósofos.  Lázaro había dicho de ella que: “le atraían su saber y su bondad”. Más tarde ante el acoso de los judíos, al ser acusada de gentil y por tanto inmunda, Jesús optó por mandarla a Antioquía, junto con Juan de Endor, también perseguido, a una posesión que allí tenía la familia Lázaro, evitando así mayores males. En Antioquía desarrolló Síntica una activa labor apostólica. En la Carta a los Filipenses 4,2-3 se menciona a una tal Síntica.
* Susana.- Es la novia de las «bodas de Caná» a cuyas nupcias asistió Jesús (Ju. 2,1-11) en Caná de Galilea. Curada por Jesús milagrosamente de una enfermedad, Susana, con el permiso de su marido, que no fue un discípulo oficial, se consagró enteramente a Jesús en calidad de discípula. En Lc. 8,3 se hace mención de una Susana.
* Timoneo.- De Timoneo, sinagogo de «Aguas claras», Jesús dijo: “…No os voy a recordar, como en otras partes lo hice, las primeras e indispensables cosas que tienen que saberse para salvarse. Las sabéis, y muy bien, por obra de Timoneo, sabio sinagogo de la Ley antigua y ahora sapientísimo, porque la rejuvenece en la nueva Ley”. Se hizo discípulo.
* Tomás de Cafarnaúm.- Se trata de un amigo de la familia de Jesús. Jesús se expresa así sobre él y sobre su casa: “Los dos discípulos (Juan y Santiago de Zebedeo) de Juan Bautista, a los cuales me había señalando diciendo «He ahí el Cordero de Dios…», juntos volvimos a las orillas del lago de Galilea, donde me había refugiado para empezar desde allí mi evangelización y los dos hablaron de Mí a los otros pescadores, después de haber estado conmigo durante todo el camino y una jornada entera en la casa hospitalaria de un amigo de mi casa, de mi parentela”. ■ Con mujer y sin hijos había acogido a Jesús en su casa de Cafarnaúm, como se insinúa también en Mt. 4,13, donde Jesús residía e incluso se reunía con sus apóstoles como aquel día en que Jesús, al comienzo del ministerio de sus apóstoles, impartió instrucciones a los mismos.
Vírgenes consagradas al Señor.- Esta consagración tiene lugar el día del convite a los desheredados de la tierra (mendigos, ciegos, huérfanos… ), “un banquete de amor querido por El”, en el Palacio de Cusa en Jerusalén (Episodio 6-370-51 del tema de Judas Isc. 3º año 1ª p.). Apóstoles, discípulos, discípulas e incluso las patricias romanas, alegres y cariñosos, van sirviendo las mesas de los invitados de honor de ese día. ■ En medio de ese ajetreo, Jesús oye que Analía llama a la hija del sinagogo Jairo con el nombre de Miriam, y le pregunta: “¿Pero desde cuándo te llamas Miriam?”. La hija de Jairo responde: “Desde el día de hoy. Tu madre me dio este nombre. Porque… ¿verdad, Analía? Hoy es un gran día para cuatro vírgenes… Señor, tu Madre te lo dirá”. ■ En otro momento, la mujer del apóstol Felipe, encontrándose con Jesús, grita: “¡Ah, Señor! ¡A algunos das, y a otros quitas! ¡De todos modos sé bendito!”. Jesús le pregunta: “¿De qué hablas?”. La mujer de Felipe dice: “¡Ahora lo vas a saber!… ¡Qué pena y al mismo tiempo qué alegría! Me quitas algo y me pones una corona”. Felipe que está cerca de Jesús pregunta: “¿A qué te refieres? ¿De qué hablas? Eres mi mujer y lo que te pasare, me pasa a mí…”. “Lo sabrás, Felipe…”, le contesta su mujer ■ Así es. Más tarde, la Virgen María comunica al apóstol Felipe: “Felipe, también tu segunda hija se consagra al Señor. (Su primera hija ya había mostrado su voluntad de permanecer virgen, como la Virgen, como el apóstol Juan, al servicio de Jesús). Hace poco me lo dijo a mí y a tu mujer, ante muchas discípulas”. Felipe, atontado y señalando con el dedo a la jovencilla, pregunta: “¡¿Tú?! ¡¿Tú?!”. La joven se estrecha a la Virgen como buscando protección. El apóstol traga con dificultad este segundo golpe que le priva de nietos… Se seca el sudor que de improviso le ha brotado ante tal noticia… pasa los ojos sobre los presentes… Se echa a los pies de Jesús y se agacha para besárselos diciendo: “¡Nunca tendré nietecitos… nunca! ¡Era mi sueño!… ¡La sonrisa de mi vejez!… Perdona mi llanto, Señor… Soy un pobre hombre…”. Jesús le dice: “¡Levántate, amigo mío! ¡Alégrate de que cooperas a las primicias de los jardines angelicales! Ven. Vente conmigo y con mi Madre. Preguntémosle cómo sucedió todo, porque te lo aseguro que en esto no tengo culpa ni mérito”. La Virgen dice: “También yo sé muy poco. Estábamos hablando nosotras las mujeres y como sucede con frecuencia, me hacían preguntas acerca de mi rostro de doncella, y también sobre cómo serán las vírgenes del futuro, y sobre qué oficios y glorias preveía para ellas. Les respondí como sé… ■ Preveía en el futuro para ellas una vida de oración, una vida que consolara a mi Jesús. Les decía: «Las vírgenes serán las que sostendrán a los apóstoles, las que lavarán el mundo sucio y lo vestirán con su pureza, perfumándolo con ella, serán ángeles que cantarán himnos para que no se oigan las blasfemias. Jesús será feliz. Concederá gracias y su misericordia por estas ovejitas esparcidas entre lobos…» y otras cosas más decía yo. ■ Fue entonces cuando la hija de Jairo me dijo: «Dame un nombre, Madre, para mi futuro estado de virgen, porque no puedo permitir que un hombre goce del cuerpo a quien Jesús dio la vida. ¡A Él pertenece este cuerpo mío para siempre mientras viva!». Y Analía dijo: «También yo me siento con ánimos de hacer lo mismo. Hoy me siento más alegre que nunca porque se ha acabado toda ligadura». Fue entonces cuando tu hija Felipe, exclamó: «También yo seré como vosotras ¡virgen para siempre!». Tu mujer se acercó entonces y trató de que considerara nuevamente las cosas, pero ella no cambió de parecer. A quien le preguntaba si era algo que desde hacía tiempo venía pensando, respondía: «¡No!», y a quien le preguntaba que cómo le había venido, contestaba: «No lo sé. Como una flecha de luz, me ha abierto en dos el corazón y he comprendido con qué amor amo a Jesús»”. Cfr. Analía y Jairo-Hija de Jairo.
* Yaia.- Un niño de Pela, pobre, que andaba mendigando entre los transeúntes y los campesinos. Su madre, también ciega, esperaba en casa las limosnas de su hijo para poder sobrevivir. Ambos, tanto el niño como la madre, recobrarán la vista. El jovenzuelo, una vez curado por Jesús, pide también la vista para su madre. Jesús le dice: “Toma: estas pequeñas margaritas bañadas por la lluvia. Pásalas por los ojos de tu madre y recobrará la vista.  Y quien es bueno que me siga con su corazón y hable de Mí a los que vacilan. Habla de Mí en Pela, que titubean en su fe”. ■ Para entender el sentido completo de esta frase Cfr. Marcos de Josías.
*  Yocana.- Cfr. Doras y su pariente Yocana.
* Zacarías, el joven levita.- Fue presentado a Jesús por el sacerdote Juan en una casa, perteneciente a Lázaro, situada en Jerusalén en la dirección del barrio de Ofel, pero en la zona de ricos, durante la fiesta de los Tabernáculos. Es el mismo que, más tarde, aquel día del gran debate con los judíos en el Templo, —cuando Jesús se manifestó mayor que Abraham porque “Yo soy”, y los judíos acusándole de blasfemo tomaron toda clase de armas para lanzarle—, salvó a Jesús haciéndole llegar hasta una puertecita baja, escondida en el muro del pórtico, por donde le hizo desaparecer. ■ Se hizo merecedor de una aparición personal de Jesús Resucitado.
* Zacarías sacerdote y su esposa Isabel. Su hijo Juan Bautista.- Zacarías, esposo de Isabel, prima de la Virgen; y su hijo Juan, llamado «el Bautista», vivían en una mansión de Hebrón. A esta casa había llegado la Virgen para acompañar a su prima Isabel embarazada en edad avanzada y aquí permaneció hasta que Isabel dio a luz a Juan. ■ Ya nacido Jesús, Zacarías solía ir a visitar a la Sagrada Familia a Belén. Y era tan fuerte la ascendencia del sacerdote Zacarías sobre la Virgen, que, según esta Obra, la Sagrada Familia fijó su residencia en Belén por indicaciones del sacerdote Zacarías. “El Mesías debe crecer en Belén, en la ciudad de David” les había dicho Zacarías. “Porque Nazaret, de la Galilea, es tierra de baja estima para los judíos”. Esto supuso un duro golpe para José y María, que soñaban con su casita de Nazaret.  De todas formas, aceptaron pues era palabra de sacerdote. Y así, la Sagrada Familia vivió en Belén en la casa de una tal Ana. En esta casa recibió la visita y la adoración de los Magos permaneciendo en ella hasta el día de la huida a Egipto. ■ En la matanza de Herodes, además de los niños inocentes, fueron asesinados y muertos también personas mayores como esta Ana. Fue tal el impacto que produjo esta matanza que la población de Belén expulsó de ella a los pastores —testigos y divulgadores del nacimiento del Niño— acusados de ser la causa indirecta de las muertes provocadas por Herodes. Belén permaneció hostil por mucho tiempo incluso cuando Jesús comenzó a difundir la Buena Nueva a los  treinta años de la matanza. ■ Según esta obra, Juan, apenas hecho hijo de la Ley, se apartó a las cuevas de los montes que dan al desierto. Y allí permaneció, no regresando a su casa ni a la muerte de sus padres Zacarías e Isabel. Cada año, al acercarse el invierno, un criado de la casa llevaba a Juan una piel de oveja, con la que se vestía. Cuando Juan el Bautista cayó en prisión, estaban muertos ya sus padres. ■ Un hombre de la corte de Herodes arrojó fuera de la casa de Zacarías en Hebrón al criado, puso sellos a la casa, levantó una valla, destruyó el sepulcro, donde reposaban los huesos de Zacarías. Años más tarde,  llegó a ser el inquilino de la casa un romano que vivía rodeado de amantes, una de ellas Aglae. Cfr. Aglae.
* Zaqueo.- Publicano o aduanero, es decir, recaudador de impuestos, es descrito así por el mismo Jesús: “Zaqueo, ni estaba convencido ni era feliz: no estaba convencido de las prácticas farisaicas, que habían llegado a sustituir a la verdadera Ley; no se sentía feliz de su manera de vivir. Buscaba instintivamente la Luz. Vio un rayo de luz en el discurso del monte y lo guardó en su corazón como un tesoro. Y, puesto que lo amaba, dado que lo amaba, he ahí el secreto del triunfo, ese poco de luz se hizo cada vez más fuerte y le llevó a ver claramente el Bien y el Mal. En cualquier cosa, y con más razón en las cosas de Dios, donde, por ser Dios invisible para los sentidos, es necesario tener un amor para tener éxito en una empresa, en la santidad en este caso. Desde ese momento se apoderó de su pensamiento y de su corazón”. ■ Fue tan profunda su conversión que atrajo a su nuevo ideal a compañeros de su misma condición anterior y formó con ellos un grupo con la finalidad de emprender una nueva vida. Él nos lo cuenta: “La ciudad me desprecia. Los hebreos me tendrán siempre por pecador. Pero ellos no (el grupo de hombres convertidos). Ellos son como yo. Son basura, no pueden tener algo, dentro de sí, algo que les impulsa hacia el bien, y no encuentran a nadie que les eche una mano. Yo les he ayudado en el mal. Quizás pecaron también por mis consejos, por las cosas que alguna vez les he pedido. Tengo el deber de ayudarles para ir al bien. De la misma forma que he hecho acto de devolución a aquellos a quienes había perjudicado, de la misma forma que he indemnizado a mis convecinos, también tengo que tratar de hacer reparación con ellos”.
* Zebedeo y familia.- Zebedeo y María de Zebedeo o María Salomé, padres de Juan y Santiago, apóstoles de Jesús; tuvieron además hijas como puede constatarse en esta obra, donde en una nota María Valtorta corrige «tus nietecitos» y pone en su lugar «los hijos de tus hijas» dando a entender que Juan y Santiago de Zebedeo tenían hermanas. ■ María de Salomé, buena y sincera mujer, que pudo haber tenido pensamientos de orgullo al pedir el lugar de honra para sus hijos (Mt. 20,20-28), aceptó humildemente la corrección del  Maestro y fue una discípula fiel.
Zelotes.- Los «zelotes» al principio fueron fervientes observantes de la Ley, y enemigos del yugo extranjero (Cfr. 1 Mac. 2,50) pero terminaron por ser los duros fariseos, muy nacionalistas (Cfr. Hech. 5,36-37).

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