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Período que abarca la 2ª parte:
Desde: Aparición de Jesús resucitado en la orilla del lago y otorgamiento de la Misión a Pedro.
Hasta: Primeros tiempos de la Iglesia (hasta la Asunción de María Stma. al Cielo). Y Dictados.

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El tema de “Iglesia”, 2ª parte, comprende:
a) Episodios y dictados extraídos de la Obra magna
.      «El Evangelio como me ha sido revelado»
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b) Dictados extraídos de los «Cuadernos de 1943/1950»
d) Dictado extraído de las «Lecciones sobre la Epístola de San Pablo a los Romanos»
c) Dictados extraídos del «Libro de Azarías»

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a) Episodios y dictados extraídos de la Obra magna
«El Evangelio como me ha sido revelado»
(«El Hombre-Dios»)
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10-633-302 (11-19-767).- Aparición de Jesús resucitado en la orilla del lago y otorgamiento de la Misión a Pedro (1).
* Pedro, Andrés, Juan, Santiago de Zebedeo, Zelote, Tomás y Bartolomé salen a pescar.- ■ Es una noche tranquila y bochornosa. Ni una brizna de viento. Las estrellas, grandes, palpitantes, hacen señales desde allá arriba. El lago, sereno e inmóvil, tanto que parece una gran pila de agua resguardada de los vientos, refleja en su superficie la gloria de ese cielo en que palpita por los astros que lo pueblan. Los árboles de las orillas forman una masa sin susurros. Tan calmado está el lago que todo su movimiento se reduce a un levísimo golpeteo en la orilla. Hay alguna barca, lago dentro, apenas visible bajo los rayos de algún farolillo atado en el mástil que ilumina débilmente. No sé cuál sea el lugar exacto del lago en que estoy, pero me parece que me hallo en la parte sur, donde el lago desemboca en el río. Diría yo que estoy en la periferia de Tariquea, no porque vea la ciudad —me lo impide un montón de árboles, que se extienden a lo largo del lago formando un promontorio montañoso—, sino que lo deduzco de las lucecillas de las barcas que se alejan hacia el norte, separándose de la orilla del lago. Digo periferia porque una pequeña agrupación de casuchas —tan pocas, que no forman ni siquiera una aldea— están allí concentradas, a las faldas del promontorio. Deben ser de pescadores. Hay barcas sobre la arena seca de la playa, otras ya están prontas a partir, pero las aguas están tan tranquilas, que parecen clavadas en el suelo. ■ Por la puerta de una de estas casuchas, Pedro asoma la cabeza. La luz de una lumbre encendida en la cocina ahumada ilumina por detrás la figura rechoncha del apóstol haciéndola resaltar como una silueta. Mira al cielo, al lago… Se acerca al borde del lago. Viste una túnica corta y viene descalzo. Entra en el agua hasta medio muslo, y acaricia el borde de una barca extendiendo su musculoso brazo. Se unen a él los hijos de Zebedeo. “¡Noche espléndida!”. “Dentro de poco saldrá la luna”. “Habrá pesca”. “Pero con remos”. “No hay viento”. “¿Qué haremos?”. Hablan despacio, con frases cortas, como hombres acostumbrados a la pesca, a las maniobras de las velas y las redes, que exigen atención, pocas palabras. “Convendría salir. Venderíamos parte de la pesca”. Se unen a ellos, en la orilla, Andrés, Tomás, Bartolomé. Éste exclama: “¡Qué noche tan calurosa!”. Tomás pregunta: “¿Habrá tempestad? ¿Os acordáis de aquella noche?”. Pedro: “¡Oh, no! Calma chicha, tal vez neblina, pero tempestad, no. Yo… yo voy a pescar. ¿Quién viene conmigo?”. Tomás, que está sudando, dice: “Vamos todos. Tal vez esté uno mejor allá dentro”, y añade: “A la mujer le hacía falta esa lumbre, pero es como si hubiéramos estado en unas termas calientes…”. Juan dice: “Voy a decírselo a Simón. Está allá solo”. ■ Pedro está preparando ya la barca, ayudado de Andrés y Santiago. Éste pregunta: “¿Vamos hasta casa? Una sorpresa para mi madre…”. Pedro: “No. No sé si puedo traer a Marziam. Antes de… de la… ¡bueno!, ¡total! sí, antes de ir a Jerusalén —estábamos todavía en Efraín— el Señor me dijo que quería celebrar la segunda Pascua con Marziam. Pero después no me ha vuelto a decir más…”. Andrés aclara: “A mí me parece que dijo que sí”. Pedro: “La segunda Pascua, sí. Pero hacerle venir antes, no lo sé si quiere. He cometido tantos errores que… Ah, ¿también vienes tú?”. Zelote: “Sí, Simón de Jonás. Esta pesca me recordará muchas cosas…”. Pedro confiesa: “¡Ya claro! ¡A todos nos recordará muchas cosas!… Y cosas que no volverán… íbamos con el Maestro en esta barca por el lago… Yo la adoraba como si fuera un palacio, y me parecía que no podría vivir sin ella. Pero ahora que no está más Él en la barca… en una palabra… estoy dentro pero no siento alegría”. Bartolomé suspira: “Ya ninguno tiene la alegría de las cosas pasadas. Ya no es la misma vida. Y, además, mirando hacia atrás… entre aquellas horas pasadas y éstas presentes, están en medio esas horribles horas…”. ■ Pedro: “¡Venid pronto! Tú al timón, y nosotros a los remos. Vamos hacia la curva de Ippo. Es un buen lugar. ¡Ea adelante!”. Pedro empieza a bogar y la barca se desliza sobre el agua. Bartolomé lleva el timón. Tomás y Zelote hacen de ayudantes, preparados para echar las redes que están ya extendidas. Sale la luna, mejor dicho, aparece sobre los montes de Gadara (si no me equivoco) o Gamala, o sea, sobre los que están en la costa oriental, pero hacia el sur del lago. El rayo de luna incide en el lago y traza un camino de diamantes sobre las tranquilas aguas. “Nos acompañará hasta el amanecer”. “Si no hay niebla”. “Los peces salen del fondo, porque la luna los atrae”. “Bueno será que tengamos buena pesca, porque no tenemos más dinero. Compraremos pan y a los que están en el monte les llevaremos pescado y pan”. Palabras lentas, con pausas largas entre una y otra voz. Zelote dice con admiración: “Bogas bien, Simón. No te has olvidado…”. Pedro: “Así es…”.
* Recuerdos sobre el traidor.- ■ Y Pedro termina con: “… ¡Maldición!”. Los otros preguntan: “¿Qué pasa?”. Pedro: “Es que el recuerdo de ese hombre me persigue por todas partes. Me acuerdo de aquel día que íbamos con dos barcas compitiendo a ver que quién bogaba mejor, y él…”. Zelote dice: “Yo, por mi parte, pienso que una de las primeras veces que presentí su abismo de perfidia, fue aquella vez que encontramos, o mejor: que casi chocamos con las barcas de los romanos. ¿Os acordáis?”. Tomás responde: “¡Claro que nos acordamos! Pero… Él le defendía… y nosotros… entre las defensas del Maestro y la doblez del… del nuestro, nunca comprendimos bien…”. Pedro: “¡Uhm! Yo, más de una vez… Pero Él decía: «¡No juzgues, Simón!»”. Zelote: “Judas Tadeo siempre sospechó de él”. Santiago, dando un golpe al codo de su hermano, dice: “Lo que no puedo creer es que éste no haya sabido nunca nada”. Juan no responde y se limita a bajar la cabeza. Tomás dice: “Ya no hay por qué ocultarlo…”. Juan les dice: “Lucho por olvidar. Es lo que se me ordenó. ¿Por qué queréis que desobedezca?”. Zelote sale en su defensa: “Tiene razón. Dejémoslo en paz”. Pedro ordena: “Bajad las redes. Despacio… Bogad vosotros. Bogad despacio. Da vuelta hacia la izquierda, Bartolomé. Acércate. Vira. ¿Está la red extendida? ¿Sí? A los remos y esperemos”.
* Una voz masculina, voz que les hace estremecer, les llega desde la orilla: “… Echad las redes a la derecha”.- ■ ¡Qué hermoso es el lago en la tranquilidad de la noche, bajo el beso de la luna! Verdaderamente es paradisíaco, por su pureza. La luna se refleja desde el cielo y viste de diamante las aguas. Su fosforescencia parpadea sobre las colinas y las muestra; viste de nieve las ciudades de las orillas… De vez en vez sacan la red: cascada de diamantes que cae sobre el plateado lago. La red está vacía. La sumergen de nuevo. Buscan otro lugar. ¡Nada!… Pasan las horas. La luna se mete avergonzada, mientras la luz del alba avanza, al principio como dudosa, después se viste de verde azul… Una cálida niebla, cercana a las orillas, llega, sobre todo hacia la extremidad sur del lago. Tiberíades se vela de niebla y también Tariquea. Neblina baja, no muy tupida, que los primeros rayos del sol disolverán. Para evitarla, prefieren costear el lado oriental, donde es menos espesa, mientras que al oeste, al venir del aguazal que hay más allá de Tariquea en la ribera derecha del Jordán, se hace más densa. Cuidadosamente bogan para evitar algún escollo. ■ Una voz masculina llega desde la orilla: “¡Oíd, vosotros los de la barca! ¿Tenéis algo que comer?”. Es una voz que los hace estremecer. Pero se encogen de hombros y responden con fuerte voz: “No”. Y luego comentan entre ellos: “¡Siempre nos parece oírle!…”. La misma voz les dice: “Echad las redes a la derecha y encontraréis”. La derecha está lago adentro. Echan la red, un poco dudosos. El peso de la red hace que se incline la barca. Juan exclama: “¡Es el Señor!”. Pedro: “¿El Señor?”. Juan: “¿Dudas? Nos pareció que era su voz. Pero esto es la prueba. Mira la red. Es como aquella vez. Te aseguro que es Él. Oh, Jesús mío, ¿dónde estás?”. Todos aguzan la vista, queriendo perforar el velo de la neblina, después de ver que la red está asegurada para arrastrarla tras la estela de la barca, puesto que pretender izarla sería una maniobra peligrosa; y reman para ir a la orilla. Pero Tomás debe agarrar el remo de Pedro, el cual, deprisa y corriendo, se ha puesto la túnica corta encima del cortísimo calzón —que era su único vestido, como es también el único en los otros, excepto de Bartolomé—, se echa a nado, atraviesa las tranquilas aguas precediendo a la barca, de forma que es el primero en llegar a la playita desierta, donde, sobre dos piedras protegidas por un matorral espinoso, se ve fuego hecho con rastrojos. Y allí, cerca del fuego, está Jesús, sonriente, benigno. Pedro, lleno de emoción: “¡Señor! ¡Señor!”. No puede decir nada más. Chorreando agua no se atreve siquiera tocar el vestido del Señor, y se queda postrado en la arena, en adoración. La barca se arrastra sobre el guijarral, se detiene. Todos están de pie, llenos de alegría…
* “Tu triple confesión de amor ha borrado tu triple negación. Estás completamente puro, Simón de Jonás. Y Yo te digo: toma las vestiduras pontificales y lleva a mi rebaño la Santidad del Señor”.- ■ Jesús ordena: “Traed aquí algunos de esos peces. El fuego está preparado. Venid y comed”. Pedro corre a la barca, ayuda a levantar la red y toma del montón tres gruesos pescados, los mata contra el borde de la barca y les saca las entrañas con su cuchillo. Le tiemblan las manos, pero no de frío. Los lava, los lleva al fuego, los pone encima y cuida de que se asen bien. Los otros siguen adorando al Señor, un poco separados de Él; temerosos ante Él, como siempre, ahora que, resucitado, grande es su majestad. Jesús les dice: “Ved, aquí hay pan. Habéis trabajado toda la noche y estáis cansados. Ahora tomad fuerzas. ¿Ya está, Pedro?”. Pedro, con una voz más ronca de lo acostumbrado, agachado sobre el fuego, dice: “Sí, mi Señor”, y se seca los ojos, que gotean, como si el humo, irritándolos, les hiciera llorar, al mismo tiempo que irrita la garganta. Pero el humo no tiene ninguna culpa… Lleva el pescado que ha puesto sobre una hoja rasposa, parece hoja de calabaza. Se la trajo Andrés, después de haberla lavado en el lago. Jesús ofrece y bendice, divide el pan, los pescados, en ocho partes, los distribuye. Él también lo prueba. Comen con la reverencia con que realizarían un rito sagrado. Jesús los mira y sonríe, no habla. ■ Después pregunta: “¿Dónde están los otros?”. Le responden: “En el monte. Donde ordenaste. Nosotros vinimos a pescar porque no tenemos dinero y no queremos abusar de los discípulos”. Jesús: “Así está bien. Pero de ahora en adelante vosotros los apóstoles estaréis en el monte en oración, dando buen ejemplo a los discípulos. Mandad a éstos a pescar. Es mejor que quedéis allá para orar y para atender a los que necesitan de vuestro consejo o que os lleven noticias. Tened muy unidos a los discípulos. Volveré pronto”. Ellos: “Lo haremos, Señor”. Jesús: “¿No está Marziam contigo?”. Pedro: “No me dijiste que le trajera tan pronto”. Jesús: “Dispón que venga. Ha obedecido perfectamente”. Pedro: “Así lo haré, Señor”. Un silencio. ■ Luego Jesús, que había estado un poco con la cabeza inclinada, pensativo, levanta su cabeza y clava los ojos en Pedro. Le mira con su mirada de las horas de más poderosos milagros y de más poderoso imperio. Pedro se estremece, casi de miedo, y se echa un poco atrás. Pero Jesús, poniendo una mano en el hombro de Pedro, le sujeta fuertemente y, teniéndole así, le pregunta: “Simón de Jonás, ¿me amas?”. Pedro responde con seguridad: “¡Claro, Señor! Tú sabes que te amo”. Jesús: “Apacienta mis corderos… Simón de Jonás, ¿me amas?”. Pedro: “Sí, Señor mío. Tú sabes que te amo”. La voz es menos segura; es más, hay un poco de estupor por la repetición de la pregunta. Jesús: “Apacienta mis corderos… Simón de Jonás ¿me amas?”. Pedro: “Señor… Tú sabes todo… Tú sabes que te amo…” le tiembla la voz aun cuando está seguro de su amor, pero tiene la impresión de que Jesús no está seguro. Jesús: “Apacienta mis ovejas. Tu triple confesión de amor ha borrado tu triple negación. Estás completamente puro, Simón de Jonás. Y Yo te digo: toma las vestiduras pontificales y lleva a mi rebaño la Santidad del Señor. Cíñete tus vestiduras a tu cintura y tenlas bien ceñidas, hasta que, de Pastor, tú pases a ser cordero (2). En verdad te digo: cuando eras joven tú solo te ceñías tus vestiduras e ibas a donde querías, pero, cuando seas anciano, extenderás tus manos y otro te ceñirá tus vestidos y te llevará a donde no querrías ir. Pero ahora soy el que te dice: «Cíñete tus vestidos y sígueme por mi mismo camino». Levántate y ven”. Se levantan. Y ambos van hacia la orilla. Los demás se ponen a apagar el fuego con arena. ■ Pero Juan, recogidos los restos del pan, sigue a Jesús. Pedro oye el roce de sus pasos y vuelve la cabeza. Ve a Juan y, señalándoselo a Jesús, dice: “¿Y de él qué será?”. Jesús: “Si quiero que se quede hasta que Yo regrese (3), ¿a ti qué te importa? Tú sígueme”. Ya están en la orilla. Pedro quisiera decir todavía algo, pero la majestad de Jesús, las palabras que le acaba de decir le retienen. Se arrodilla. Los demás le imitan. Adoran. Jesús los bendice, y se despide de ellos, que suben a la barca y se marchan remando. Jesús los mira mientras se alejan. (Escrito el 19 de Abril de 1947).
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1  Nota  : Cfr. Ju. 21,1-22. En esta Obra no aparece la primera parte del verso 19, ni del 23 que son una reflexión y explicación.   2  Nota  : Cfr.  Ju. 21,19.   3  Nota  : “hasta que Yo regrese”,  esto es, hasta la Parusía, que es exactamente el regreso de Jesús. Cfr. 1 Cor. 11,23-27 (especialmente 26); 16,23; 1 Pe. 4,7-11; Ap. 1,1-8; 3,11; 22.
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10-634-308 (11-20-772).- Enseñanzas a los apóstoles y a numerosos discípulos en el monte Tabor (1).- La Iglesia Madre y las distintas  iglesias.- Iglesias separadas.
“¿Por qué, entonces, aquí a duras apenas se llega entre todos a quinientos?… Les había mandado que se estuvieren aquí, unidos en la oración, esperándome”.- ■ Están todos los apóstoles, todos los pastores discípulos, también Jonatás, a quien Cusa no ha querido más en la corte. Están Marziam, Mannaén y muchos discípulos de los setenta y dos y otros más. Están bajo la sombra de los árboles. No están arriba, donde tuvo lugar la Transfiguración, sino a mitad del monte, donde un bosque de encinas parece querer celar la cima y sujetar los lados del monte con sus viejas raíces. Por la hora, y a causa de la inactividad y la larga espera, espera ordenada por el Maestro, casi todos están adormilados. Pero basta el grito de un niño —no sé quién es porque no le veo desde el lugar en que me encuentro— para que todos se pongan de pie instintivamente, y se pongan de rodillas y con el rostro entre la hierba. “La paz sea con vosotros”. Jesús pasa saludando y bendiciendo. Muchos lloran de alegría, otros sonríen. Todos sienten la paz. Jesús se detiene en el lugar en que apóstoles y pastores forman un grupo compacto con Marziam, Mannaén, Esteban, Nicolás, Juan de Éfeso, Hermas, y algún otro discípulo fiel, cuyo nombre no recuerdo. Veo al de Corozaín que no fue a sepultar a su padre por seguir a Jesús; a otro que en otras ocasiones he visto. Jesús con sus manos acaricia la cabeza de Marziam que llora al verle, le besa en su frente, le estrecha contra su corazón. Se vuelve luego hacia los demás y dice: “Muchos y pocos. ¿Dónde están los otros? Sé que son muchos mis discípulos fieles. ¿Por qué, entonces, aquí a duras apenas se llega entre todos a quinientos, sin contar los niños, hijos de algunos de vosotros?”. ■ Pedro se pone de pie —había estado de rodillas en la hierba— y habla en representación de todos: “Señor, entre el decimotercero y el vigésimo día, empezando a contar desde el día de tu muerte, han venido aquí muchos de muchas ciudades de Palestina, diciendo que Tú estabas donde ellos porque te habían visto. Por eso, muchos de nosotros, para verte antes, se han marchado, unos con otros. Algunos se han marchado hace muy poco. Decían, los que vinieron, que te habían visto y que habían hablado contigo en lugares distintos, y —lo cual era asombroso— todos decían que te habían visto en el duodécimo día después de tu muerte. Nosotros hemos pensado que se trataba de un engaño de alguno de esos falsos profetas, que dijiste que surgirían para engañar a los elegidos. Lo dijiste allá, en el monte de los Olivos la noche anterior… anterior a…”. Pedro, otra vez bajo los efectos de su dolor ante el recuerdo de aquella noche, baja la cabeza y calla. Dos lágrimas, seguidas de otras más, le caen sobre la barba. Jesús le pone la mano derecha en el hombro. Pedro se estremece fuertemente al sentir su contacto, y al no atreverse a tocar esa Mano, inclina la cara, y con su mejilla se la acaricia y se la besa tiernamente. Santiago de Alfeo continúa refiriendo: “Y hemos aconsejado para no creer en esas apariciones. Se lo hemos aconsejado a los nuestros que se alzaban para ponerse en camino presurosos hacia el gran mar, o hacia Bozra o Cesarea de Filipo o Pela o Quedes, hacia el monte cercano a Jericó o la llanura de Esdrelón, hacia el gran Hermón o Beterón o Betsames, y a otros lugares que, por tratarse de casas aisladas en la llanura cercana a Jafa o a Galaad, carecen de nombre. Demasiado inciertas. Algunos decían: «Le hemos visto y oído». Otros enviaban el recado de decir que te habían visto e incluso comido contigo. Sí, queríamos retenerlos, pensando que podrían ser o insidias de los que nos atacan, o fantasmas vistos por personas sugestionadas. Pero han querido ir. Unos a unos lugares, otros a otros. De forma que nos hemos quedado reducidos a menos de un tercio”. Jesús: “Hicisteis bien en haber insistido para que no se fueran. No porque Yo no haya estado donde ellos aseguraban haberme visto, sino porque les había mandado que se estuvieren aquí, unidos en la oración, esperándome, y también porque quiero que mis palabras sean obedecidas, especialmente por mis siervos. Si éstos empiezan por desobedecer, ¿qué harán los fieles?”.
* “Menos temible es la caída de un planeta que la caída de una religión. Ahora bien, si esto lo digo para las religiones imperfectas, ¿qué deberé decir de esta religión que Yo os he dado, para esta que lleva mi Nombre…? Para ésta única, verdadera, perfecta, inmutable en la Doctrina enseñada por Mí, Maestro, completada… por la enseñanza del Espíritu Santo, Guía santísimo de mis Pontífices y de todos los que ayudarán cual cabezas secundarias en las distintas iglesias. Y estas iglesias no tendrán diversidad de pensamiento, sino que estarán unidas, como hermanas las unas de las otras, sujetas todas a la Cabeza de la Iglesia, a Pedro y a los sucesores de él, hasta el fin de los siglos”.- Jesús: “Escuchad todos vosotros que estáis aquí. Recordad que en un organismo, para que en realidad sea activo y sano, es necesaria una jerarquía, esto es, quien mande, quien transmita órdenes recibidas, y quien obedezca. Lo mismo sucede en las cortes de los reyes. De igual modo en las religiones, en nuestra religión hebrea, en otras, aun cuando no sean puras. Siempre existe una cabeza, ministros, siervos de éstos, fieles. Un pontífice no puede hacer todo por sí solo. Tampoco un rey. Y sus disposiciones son cosas que se refieren únicamente a contingencias humanas o a formalismos rituales… Sí, por desgracia, incluso en la propia religión mosáica, no queda sino el formalismo de los ritos, la continuación de un mecanismo que sigue realizando los mismos gestos, incluso ahora que el espíritu de tales gestos está muerto. Muerto para siempre. El divino Animador de esos gestos, Aquel que daba valor a sus ritos, se ha retirado, y los ritos son gestos, nada más, gestos que cualquier payaso puede imitar en el escenario de un teatro. ■ ¡Ay de aquella religión que muere, y lo que era antes una fuerza real, pasa a ser una pantomima ruidosa, externa, una cosa vacía detrás de un escenario barnizado, detrás de unos vestidos pomposos y un movimiento de mecanismos que realizan una serie de movimientos, de la misma manera que una llave acciona un muelle, pero ni éste ni la llave tienen conciencia de lo que hacen! ¡Ay de aquél día! Recordadlo. Recordadlo siempre y decidlo a vuestros sucesores porque quiero que esta verdad sea conocida en el decurso de siglos: Menos temible es la caída de un planeta que la caída de una religión. El que el cielo quedara vacío de astros y planetas no sería para los pueblos una desgracia de la magnitud de la de quedarse sin una real religión. Dios cubriría con providente poder las necesidades de los mortales, porque Dios todo lo puede para aquellos que, por el camino de la sabiduría o por el camino que su ignorancia conoce, buscan, aman la Divinidad con espíritu recto. Pero, si llegase un día en que los hombres ya no amasen más a Dios, porque los sacerdotes de todas las religiones hubieran hecho de ellas únicamente una vacía pantomima, siendo ellos los primeros en no creer en la religión, ¡ay de la Tierra! ■ Ahora bien, si esto lo digo incluso por las religiones imperfectas —algunas con origen en parciales revelaciones otorgadas a un sabio, otras con origen en la necesidad instintiva del hombre de crearse una fe para saciar el hambre del alma de amar a un dios; y esta necesidad es el estímulo más fuerte en el hombre, el estado permanente de búsqueda de Aquel que es, deseado por el espíritu aunque la inteligencia soberbia niegue reverencia a cualquier dios, o aunque el hombre, desconocedor del alma, no sepa dar nombre preciso a esta necesidad que dentro de él bulle—, si esto lo digo para las religiones imperfectas, ¿qué deberé decir de esta Religión que Yo os he dado, para ésta que lleva mi Nombre, para ésta de la que Yo os he creado pontífices y sacerdotes, para ésta que os ordeno que la propaguéis por toda la Tierra?… para esta Religión única, verdadera, perfecta, inmutable en la Doctrina enseñada por Mí, Maestro, completada por la enseñanza continua del que vendrá, el Espíritu Santo, Guía santísimo de mis Pontífices y de todos los que los ayudarán cual cabezas secundarias en las distintas iglesias creadas en las distintas regiones en que se afiance mi Palabra. Y estas iglesias no serán, por ser múltiples en cuanto al número, múltiples en cuanto al pensamiento, sino que serán una sola cosa con la Iglesia, y formarán con sus individuales elementos el gran edificio: el grande, nuevo Templo que con sus distintos pabellones tocará todos los confines del mundo. No tendrán diversidad de pensamiento ni habrá oposición entre ellas, sino que estarán unidas, como hermanas las unas de las otras, sujetas todas a la Cabeza de la Iglesia, a Pedro y a los sucesores de él, hasta el fin de los siglos”.
* Iglesias separadas.-Jesús: “Y aquellas que por cualquier motivo se separasen de la Iglesia Madre, se parecerán a miembros cortados, que carecerán de la mística sangre, que es Gracia que de Mí, Cabeza divina, viene. Se parecerán a los hijos pródigos que se han ido, porque quieren, de la casa paterna. Contarán con sus efímeras riquezas. Pero su miseria será cada vez mayor, hasta embotarse con alimentos y bebidas demasiado pesados para la inteligencia espiritual, y languidecerán comiendo las bellotas amargas de los animales inmundos, hasta que, con corazón contrito, vuelvan a la casa paterna diciendo: «Hemos pecado, Padre, perdónanos y ábrenos las puertas de tu casa». Y entonces, ya se trate de un miembro de una Iglesia separada, ya se trate de una iglesia entera, bien sea una persona o una asamblea los que regresan, abridles las puertas. ¡Oh, ojalá así fuera! Pero ¿dónde, cuándo surgirán imitadores míos prontos para redimir a estas iglesias enteras separadas, a costa de la vida, para hacer, para rehacer un único Rebaño bajo el cayado de un solo pastor, como ardientemente deseo? Entonces abridles las puertas. ■ Sed paternales. Pensad que todos, durante una o muchas horas, tal vez durante años, fuisteis, cada uno en particular, hijos pródigos envueltos en la concupiscencia. No seáis duros con quien se arrepiente. ¡Recordadlo! ¡Recordadlo! Muchos de vosotros, hace unos veinte días, huisteis. ¿Y no fue señal de que no me amabais? Por lo tanto así como os recibí, porque llegasteis arrepentidos, de igual modo haced vosotros. Todo lo que he hecho, hacedlo vosotros. Ésta es mi orden. Por tres años habéis vivido conmigo. Conocéis mis obras, mi modo de pensar. Cuando en el futuro os encontréis con un caso sobre el que tengáis que decidir, volved los ojos a los días en que estuvisteis conmigo, y comportaos como Yo he hecho. Jamás os equivocaréis. Soy el ejemplo vivo y perfecto de lo que debéis hacer. Y recordad que Yo mismo no me negué al mismo Judas de Keriot… ■ El sacerdote debe, con todos los medios, tratar de salvar. Predomine el amor, siempre, entre los medios usados para salvar. Recordad que Yo no ignoraba el horror de Judas… Y, no obstante, superando toda repugnancia, traté a Judas como traté a Juan. A vosotros… a vosotros, frecuentemente, se os ahorrará la amargura que supone el saber que todo es inútil para salvar a un discípulo amado… Se debe trabajar incluso en ese caso… siempre… hasta que todo quede cumplido”. (Escrito el 20 de Abril de 1947).
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1  Nota  : Cfr. Mt. 28,16-17; 1 Cor. 15,6.
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10-635-321 (11-21-782).- Lección a apóstoles y discípulos. Sobre los Sacramentos. Predicciones sobre la Iglesia. En un monte, no lejano a Nazaret
* Sacramentos.- ■ Estoy en otro monte, con gran vegetación, no lejos de Nazaret, a la que lleva un camino que bordea la base del monte. Jesús les invita a sentarse en círculo: más cerca de Él, los apóstoles; detrás de éstos, los discípulos —los que, de los setenta y dos, no se habían desperdigado yendo a distintos lugares—, más Zacarías (1) y José (de Cintio). Marziam, como favorito, está a sus pies. Y tan pronto como se sientan Jesús empieza a hablar. Todos están atentos a sus palabras.
Dice Jesús: “Estad atentos lo mejor que podáis, pues os diré cosas importantes: no las entenderéis todas, ni todas bien. Pero Aquél que vendrá después de Mí, os las hará comprender. Escuchadme, pues. Nadie está más convencido que vosotros que el hombre sin la ayuda de Dios, dado su estado debilísimo a causa del Pecado, fácilmente puede pecar. Sería Yo un redentor imprudente si, después de haberos dado tanto para redimiros, no diese también los medios para conservaros dentro de los frutos de mi Sacrificio. Sabéis que la razón de vuestra inclinación al pecado viene de la Culpa, que, al privar de la Gracia a los hombres, los despoja de su fortaleza, que proviene de la unión con la Gracia.
Bautismo.- ■ Habéis dicho: «Pero Tú nos has devuelto la Gracia». No. La Gracia ha sido devuelta a los justos hasta mi Muerte (2). Para devolvérsela a los que han de venir, se requiere un medio. Un medio que no será una figura ritual, sino que imprimirá verdaderamente en quien lo recibe el carácter real de hijos de Dios, cuales eran Adán y Eva, cuya alma, vivificada por la Gracia poseía dones excelsos que Dios había dado a su amada criatura. Vosotros sabéis lo que tenía el Hombre y qué perdió. Ahora por mi Sacrificio, las puertas de la Gracia están de nuevo abiertas, y la Gracia puede descender como río sobre todos los que la pidan por amor a Mí. Por eso, los hombres tendrán el carácter de hijos de Dios por los méritos del primogénito de los hombres, por los méritos de quien os habla, vuestro Redentor, vuestro Pontífice eterno, vuestro Hermano en el Padre, vuestro Maestro. Sólo por Mí, Jesucristo, los hombres actuales y venideros podrán poseer el Cielo y gozar de Dios, hasta el último hombre. Hasta ahora, ni los justos más justos, aunque estuvieran circuncidados como hijos del pueblo electo, podían alcanzar este fin. Dios conocía sus virtudes, sus lugares estaban preparados en el Cielo, pero éste les estaba cerrado, y negado les era el gozar de Dios, porque en sus almas, jardines benditos florecidos con toda suerte de virtudes, estaba también el árbol maldito de la Culpa Original, y ninguna obra, por santa que fuera, podía destruirlo; y no se puede entrar en el Cielo con raíces y hojas de tan maléfico árbol. El día de la Parasceve, el suspiro de los patriarcas y profetas de todos los justos de Israel se aplacó en la alegría de la Redención llevada a cabo, y las almas, más blancas que la nieve por sus virtudes, se vieron libres incluso de la única Mancha que las mantenía apartadas del Cielo. ■ Pero el mundo sigue adelante. Generaciones y más generaciones aparecerán y reaparecerán. Pueblos y más pueblos vendrán al Mesías. ¿Puede el Mesías morir en cada nueva generación, para salvarla, o para cada pueblo que a Él venga? No. El Mesías murió una sola vez  y no volverá a morir nunca, ¡Jamás! ¿Habrá de suceder, pues, que estas generaciones, estos pueblos, se hagan sabios por mi Palabra pero no puedan gozar del Cielo ni gocen de Dios, por estar heridos por la Mancha original? Tampoco. No sería justo, ni para ellos, pues vano sería su amor a Mí, ni para Mí, pues por demasiados pocos habría muerto. ¿Y entonces? ¿Cómo conciliar cosas distintas? ¿Qué nuevo milagro hará el Mesías, que ya ha obrado muchos, antes de dejar el mundo para ir al Cielo, después de haber amado a los hombres hasta querer morir por ellos? Ya ha hecho uno, dejándoos su Cuerpo y su Sangre para alimento robustecedor y santificador y para recuerdo de su amor; y os ha mandado que hagáis lo que Él hizo para recuerdo suyo y como medio santificador para sus discípulos hasta el final de los siglos. ■ Pero, aquélla noche, aunque estabais ya purificados externamente ¿recordáis lo que hice?  Me ceñí una toalla y os lavé los pies. Y, a uno de vosotros, que se escandalizaba de aquel gesto demasiado humilde, le respondí: «Si no te lavo, no tendrás parte conmigo». No entendisteis lo que quería decir, ni de qué parte hablaba, ni qué símbolo estaba poniendo. Pues bien, os lo digo. Además de haberos enseñado la humildad y la necesidad de ser puros para entrar a formar parte del Reino mío, además de haberos hecho observar benignamente que Dios, de uno que es justo, y por tanto puro en su espíritu y en su intelecto, exige únicamente una última purificación —de aquella parte que, necesariamente, más fácilmente se contamina incluso en los justos, quizás solo polvo que la necesaria convivencia con los hombres deposita en los miembros limpios, en la carne—  además de estas cosas, enseñé otra. Os lavé los pies, la parte inferior del cuerpo, la que va entre barro y polvo, a veces incluso entre inmundicias, para significar la carne, la parte material del hombre, la cual tiene siempre —excepto en los sin Mancha Original, o por obra de Dios o por naturaleza divina— imperfecciones, a veces tan mínimas que solo Dios las ve, pero que verdaderamente deben ser vigiladas, para que no cobren fuerza y se transformen en hábito natural, y deben ser agredidas para ser extirpadas. ■ Así pues, os lavé los pies. ¿Cuándo? Antes de partir el pan y daros el vino transformándolos en mi Cuerpo y Sangre. Porque Yo soy el Cordero de Dios y Yo no puedo bajar donde Satanás ha puesto su huella. Por eso os lavé antes, después me di a vosotros. También vosotros lavaréis con el Bautismo a los que vengan a Mí, para que no reciban indignamente mi Cuerpo y no les sirva de condenación. No comprendéis. Os miráis y con vuestras miradas os preguntáis: «¿Entonces Judas?». Os respondo: «Judas comió su muerte». El supremo acto de amor no le llegó al corazón. La última tentativa de su Maestro dio contra la piedra, y esa piedra, en lugar del Tau (3), llevaba grabada la horrible marca de Satanás, la señal de la Bestia. Os lavé, pues, los pies, antes de haberos admitido al banquete eucarístico, antes de escuchar la confesión de vuestros pecados, antes de infundiros el Espíritu Santo y, por tanto, el carácter de verdaderos cristianos, confirmados en Gracia, y de Sacerdotes míos. Hágase lo mismo con los otros a quienes debéis preparar para la vida cristiana. ■ Bautizad con agua en el Nombre del Dios uno y trino, y en mi Nombre y por mis méritos infinitos, para que quede borrada de los corazones la Culpa Original, sean perdonados los pecados, sean infundidas la Gracia y las santas Virtudes y pueda bajar el Espíritu Santo a permanecer en templos consagrados que serán los cuerpos de los hombres que viven en la Gracia del Señor. ¿Era necesaria el agua para borrar el Pecado? El agua no toca el alma, no. Pero tampoco la señal inmaterial toca la vista del hombre, tan material en todas sus acciones. Bien podía Yo infundir la Vida sin el menor medio visible. Pero, ¿quién lo hubiera creído? ¿Cuántos son los hombres que saben creer firmemente si no ven?  Tomad, pues, de la antigua ley mosaica el agua lustral (4), usada para purificar a los impuros y admitirlos de nuevo, cuando se habían contaminado con un cadáver, en los campamentos. Es verdad, todo hombre que nace está contaminado al tener contacto con un alma muerta a la Gracia.  Sea, pues, el alma, con el agua lustral, purificada del contacto inmundo y hágase así digna de entrar en el Templo eterno. ■ Y tened por estima el agua… Después de haber expiado y redimido con treinta y tres años de vida dura culminada en la Pasión, y después de haber dado toda mi Sangre por los pecados de los hombres, ved que de mi Cuerpo desangrado e inmolado manó agua saludable para lavar la Culpa Original. Con mi Sacrificio consumado, Yo os redimí de aquella Culpa. Si en el umbral de la muerte un milagro mío divino me hubiera hecho descender de la cruz, os aseguro que, por la sangre derramada habría limpiado las culpas,  pero no la Culpa. Para ésta era necesaria la consumación total. En verdad, las aguas saludables de las que habla Ezequiel (5) salieron de este Costado mío. Sumergid en ellas las almas para que emerjan inmaculadas para recibir el Espíritu Santo que, en recuerdo de aquel soplo que el Creador espiró en Adán para darle el espíritu, y por tanto, imagen y semejanza con Él, volverá a soplar y habitar en los corazones de los hombres redimidos. ■ Bautizad con mi Bautismo pero en el nombre del Dios uno y trino porque si el Padre no hubiera querido, ni el Espíritu Santo obrado, el Verbo no se hubiera encarnado y vosotros no hubierais conseguido la redención. Por lo tanto, es cuestión de justicia y de deber el que todo hombre reciba la Vida por Aquellos que se unieron y quisieron dársela, que se llaman Padre, Hijo y Espíritu Santo. Los bautizados recibirán el nombre de cristianos para diferenciarlos de los otros ritos,  pasados o futuros (6), los cuales serán ritos pero no señales indelebles en la parte inmortal.
Eucaristía (Alimento eucarístico. Sacrificio eucarístico).- ■ Y tomad el Pan y el Vino así como Yo lo hice. Y en mi nombre bendecidlos y distribuidlos. Que se alimenten los cristianos de Mí. Y haced del Pan y del Vino una ofrenda al Padre de los Cielos, inmolándola después en memoria del Sacrificio que ofrecí y consumí en la cruz por vuestra salvación. Yo, Sacerdote y Víctima, Yo mismo me ofrecí y consumí voluntariamente. Vosotros, mis sacerdotes, haced esto en recuerdo mío para que los tesoros infinitos de mi Sacrificio suban impetratorios ante Dios y desciendan propiciatorios sobre todos aquellos que invocan con fe segura. ■ He dicho fe segura. No se exige ciencia para gozar del Alimento eucarístico y Sacrificio eucarístico, sino Fe. Fe en que, en ese Pan y en ese Vino que uno, autorizado por Mí o por los que después de Mí vendrán —vosotros: tú Pedro, nuevo Pontífice de la nueva Iglesia, tú Santiago de Alfeo, tú Juan, tú Andrés, tú Simón, tú Felipe, tú Bartolomé, tú Tomás, tú Judas Tadeo, tú Mateo, tú Santiago de Zebedeo— consagre en mi Nombre, es mi verdadero Cuerpo, mi verdadera Sangre; y fe en que quien se alimenta de ellos, me recibe en Carne, Sangre, Alma y Divinidad; y fe en que, quien me ofrece, ofrece realmente a Jesucristo como Él se ofreció por los pecados del mundo. Un niño o un ignorante me pueden recibir igualmente como un docto y un adulto. El niño y el ignorante recibirán iguales beneficios del Señor. Basta con que en ellos haya fe y gracia del Señor.
 Confirmación: un nuevo Bautismo.- ■ Dentro de poco vais a recibir un nuevo Bautismo, el del Espíritu Santo. Os lo he prometido y vendrá a vosotros. El mismo Espíritu Santo descenderá sobre vosotros. Os diré cuándo. Y quedaréis llenos de Él con la plenitud de los dones sacerdotales. Podréis, así, como Yo he hecho con vosotros, infundir el Espíritu Santo del que estaréis llenos para confirmar en la gracia a los cristianos e infundir en ellos los dones del Paráclito. Sacramento real poco inferior al Sacerdocio, désele la solemnidad de las consagraciones mosaicas con la imposición de las manos y la unción con el aceite perfumado, que en otros tiempos se empleó para consagrar a los Sacerdotes (7). ■ No, ¡no os miréis tan asustados! ¡No digo palabras sacrílegas! No os enseño ninguna acción sacrílega. La dignidad del cristiano es tal, que, lo repito, en poco es inferior a un sacerdocio. ¿Dónde viven los sacerdotes? En el Templo. Y un cristiano será un templo vivo. ¿Qué hacen los sacerdotes? Servir a Dios con oraciones, ofrecer sacrificios y cuidar a los fieles. Esto hubieran debido hacer… Y el cristiano servirá a Dios con la oración, con el sacrificio y con la caridad fraterna.
. Confesión: “Y escucharéis confesiones de pecados”.- ■ Y escucharéis confesiones de pecados, como he escuchado las vuestras y las de muchos (8) y he perdonado donde he visto verdadero arrepentimiento. ¿Os inquietáis? ¿Por qué? ¿Tenéis miedo de equivocaros? Varias veces he hablado del pecado y cómo juzgarlo. Y, al juzgar, procurad tener en cuenta las siete condiciones según las cuales una acción puede ser pecado o no pecado, y de distinta gravedad. En una palabra: cuándo se ha pecado y cuántas veces; quién ha pecado; con quién; qué materia de pecado; cuál su causa; por qué se pecó. Pero no temáis. El Espíritu Santo os ayudará. Eso sí, os conjuro con todo mi corazón que observéis una vida santa, la cual aumentará de tal manera en vosotros las luces sobrenaturales, que llegaréis a leer sin error el corazón de los hombres y podréis, con amor o autoridad, decir a los pecadores, temerosos de manifestar su pecado o rebeldes para confesarlo, el estado de su corazón, ayudando a los tímidos y humillando a los impenitentes. ■ Tened presente que dejo la Tierra y que vosotros debéis ser lo que Yo he sido: justo, paciente, misericordioso, pero nunca débil. Os he dicho: lo que desatareis en la Tierra, será desatado en el Cielo, y lo que atareis aquí quedará atado en el Cielo. Por eso, después de dura reflexión, juzgad a cada hombre sin dejaros llevar de simpatías o antipatías, de regalos o amenazas: sed siempre imparciales en todo y para con todos como lo es Dios teniendo presente la debilidad del hombre y las insidias de los enemigos. ■ Os recuerdo que Dios permite algunas veces las caídas de sus elegidos, no porque a Él le agrada verlos caer, sino porque de una caída puede resultar un bien futuro mayor (9). Extended, pues, la mano al que cae porque no sabéis si esa caída puede ser la crisis final que remedia una enfermedad que para siempre termina, dejando en la sangre una purificación que produce salud, en nuestro caso: que produce santidad. ■ Sed, por el contrario, severos con los que no tengan respeto hacia mi Sangre y, acabada de lavar su alma por el lavacro divino,  se arrojan al cieno una y cien veces. No los maldigáis pero sed severos. Exhortadlos. Reciban vuestro llamamiento setenta veces siete. Recurriréis al extremo castigo de separarlos del pueblo elegido solo cuando su pertinacia en un pecado, causa de escándalo para los demás hermanos, os obligue a actuar para no haceros cómplices de sus acciones. Acordaos de lo que he dicho: «Si tu hermano ha pecado, corrígele a solas. Si no te escucha, corrígele ante dos o tres testigos. Si esto no basta, ponlo en conocimiento de la Iglesia. Si no escucha ni siquiera a la Iglesia, considéralo como gentil y publicano».
 Matrimonio.- ■ El matrimonio en la religión mosaica es un contrato. En la nueva religión cristiana es un acto sagrado e indisoluble sobre el que bajará la gracia del Señor que hará de los cónyuges dos ministros suyos en la propagación de la especie humana. Tratad desde los primeros momentos de aconsejar al cónyuge procedente de la nueva religión que induzca al cónyuge, que aún se halla fuera del número de los fieles, a entrar a formar parte de este número, para evitar esas dolorosas divisiones del modo de pensar, y consiguientemente de paz, que hemos observado incluso entre nosotros. Pero cuando se trata de creyentes en el Señor, por ningún motivo se separe lo que Dios ha unido. Cuando se trate de una cristiana casada con un gentil, aconsejo que cargue su cruz con paciencia, dulzura y fortaleza, decidida aun a morir por su fe, pero sin abandonar a su esposo con quien se unió con pleno conocimiento.  Este es mi consejo para una vida más perfecta en el estado matrimonial, mientras no sea posible —lo será con la difusión del cristianismo— tener matrimonios entre fieles. Entonces sagrado e indisoluble ha de ser el vínculo, y santo el amor (10). ■ Sería un mal si por la dureza de los corazones sucediera en la nueva religión lo que sucedió en la antigua: el permiso de repudio y disolución para evitar escándalos que provocó la voluptuosidad del hombre (11). En verdad os digo que cada uno debe llevar la cruz en todos los estados, y también en el matrimonial. Y también os digo que ninguna presión debe doblar vuestra autoridad al proclamar: «No es lícito» a quien quiere contraer otra vez el matrimonio, antes de que uno de los cónyuges haya muerto. ■ Os digo que es mejor que una parte corrompida se separe —ella sola o seguida por otros— antes que concederle, por retenerla en el cuerpo de la Iglesia, algo que sea contrario a la santidad del matrimonio, escandalizando a los humildes y siendo causa de que se formen opiniones desfavorables a la entereza sacerdotal como si hubiera sido influenciada por la riqueza o el poder. ■ El matrimonio es un acto grave y santo y para demostrarlo asistí a las bodas y realicé el primer milagro. Pero, ¡ay!, si degeneran sólo en libídine y capricho. El matrimonio, contrato natural entre hombre y mujer, que se eleve desde ahora en adelante a contrato espiritual por el cual de dos que se amen, juren servir al Señor en un amor recíproco, ofrecido a Él en señal de obediencia a su mandato de procreación para dar hijos al Señor (12).
.  Unción de los enfermos.- ■ Otra cosa… Santiago, ¿te acuerdas de lo que te dije en el Carmelo? De ello te hablé, pero los demás no saben. Visteis a M. Magdalena que ungió mis pies en la cena del sábado en Betania y os dije: «Ella me ha preparado para la sepultura» y en realidad así lo hizo. No para la sepultura —ella creía que ese dolor estaba aún lejano—, sino para purificar mis pies de las impurezas del camino, para ungirlos y así subiera perfumado con óleo balsámico al trono. ■ La vida del hombre es un camino. La entrada del hombre en la otra vida debería ser la entrada en el Reino,  para subir al trono que el Padre le ha preparado. A todo rey se le unge y perfuma antes de subir a su trono y presentarse a su pueblo. También el cristiano es un hijo de rey, que recorre su camino en dirección al Reino a donde le llama el Padre. La muerte del cristiano no es sino la entrada al Reino para subir al trono que el Padre le ha preparado. La muerte no es temible para quien sabe que está en gracia de Dios. Ahora bien, purifíquese de todo residuo el cuerpo de aquel que deba subir al trono, para que se conserve hermoso para la resurrección; y purifíquese el espíritu, para que resplandezca en el trono que el Padre le ha preparado para que aparezca con la dignidad que corresponde al hijo de tan gran rey. Aumento de la Gracia, cancelación de los pecados de los que el hombre tenga pleno arrepentimiento, fuerza para anhelar el bien, comunicación de fuerza para el último combate: esto ha de ser la unción que se dé a los moribundos; o, dicho más propiamente, a los cristianos que estén para nacer, porque en verdad os digo que el que muere en el Señor nace a la vida eterna. ■ Repetid la acción de María Magdalena en los cuerpos de los elegidos. Y que ninguno lo tome como indigno de él. Yo acepté de manos de una mujer aquél óleo balsámico. Que todo cristiano se sienta honrado considerándolo una gracia suprema que le viene de la Iglesia de la que es hijo, y que lo acepte del sacerdote para quedar limpio de sus últimas manchas. Y que todo sacerdote gustosamente repita en el cuerpo de un hermano moribundo el acto de amor de Magdalena para con el Cristo penante. En verdad os digo que aquello que en aquella ocasión no hicisteis conmigo, dejando que una mujer os llevara la delantera, de lo que ahora os arrepentís amargamente, podéis hacerlo en el futuro, y tantas veces cuantas sean las que os inclinéis con amor hacia un moribundo para prepararle para su encuentro con Dios. Yo estoy en los mendigos y en los moribundos, en los peregrinos, en los huérfanos, en las viudas, en los prisioneros, en los que tienen sed, hambre, frío, en los que sufren o están cansados. Yo estoy en todos los miembros de mi Cuerpo místico, que es unión de mis fieles. Amadme en ellos y ofreceréis reparación por vuestro desamor de tantas veces, y me daréis gran alegría a Mí, y a vosotros os daréis mucha gloria.
.   Sacerdocio.
.  ● “Transmitid en mi Nombre el Sacerdocio a los mejores de entre los discípulos. En verdad os digo que por las culpas del Templo esta nación será dispersada. Igualmente os aseguro que será destruida la Tierra cuando el abominio de la desolación entre en el nuevo sacerdocio”.- ■ Considerad que contra vosotros conspiran el mundo, la edad, la enfermedad, el tiempo, las persecuciones. Evitad, pues, el ser avaros de lo que habéis recibido y evitad la imprudencia. Transmitid en mi Nombre el Sacerdocio (13) a los mejores de entre los discípulos para que la Tierra no se quede sin sacerdotes. Y que sea un carácter sagrado, concedido después de un examen severo, basado no en palabras, sino en acciones de aquel que os pida ser sacerdote, o de aquel a quien juzguéis apto para serlo. Pensad en lo que es el sacerdote, en el bien o mal que puede hacer. ■ Tenéis ejemplo de lo que puede hacer un sacerdote venido a menos en su carácter sagrado. En verdad os digo que por las culpas del Templo esta nación será dispersada. Igualmente os aseguro que será destruida la Tierra cuando el abominio de la desolación (14) entre en el nuevo sacerdocio, arrastrando a los hombres a la apostasía para abrazar doctrinas infernales. Entonces surgirá el hijo de Satanás, y los pueblos, tremendamente horrorizados, gemirán, y pocos permanecerán fieles al Señor; entonces, entre convulsiones de horror, vendrá el fin después de la victoria de Dios y de sus pocos elegidos, y descenderá la ira de Dios sobre todos los malditos. ¡Desventura, tres veces desventura, si para esos pocos ya no hay santos, los últimos recintos del Templo de Jesús! ¡Desventura, tres veces desventura si para confortar a los últimos cristianos no hay verdaderos sacerdotes, como los habrá para los primeros. En verdad, la última persecución, no siendo persecución de hombres sino del hijo de Satanás y sus seguidores, será horrenda. ■ ¿Sacerdotes? Tan feroz será la persecución de las hordas del Anticristo, que los de la última hora deberán ser más que sacerdotes. Semejantes al hombre vestido de lino, como en la visión de Ezequiel (15), así ellos deberán, infatigablemente, con su perfección, marcar una Tau en los espíritus de esos pocos fieles, para que las llamas del infierno no la borren. ¿Sacerdotes? Ángeles. Ángeles que agiten el incensario cargado de los inciensos de sus virtudes para purificar los miasmas de Satanás. ¿Ángeles? Más que ángeles: otros Cristos, para que los fieles de los últimos tiempos puedan perseverar hasta el fin. Esto es lo que deberán ser. ■ Pero el bien y el mal futuros tienen su raíz en el tiempo presente. Las avalanchas de nieve empiezan con un copo de nieve. Un sacerdote indigno, impuro, lujurioso, hereje, infiel, incrédulo, tibio o frío, un sacerdote sin voluntad de serlo, hace un daño diez veces superior al que provoca un fiel culpable de los mismos pecados. La relajación en el sacerdocio, el acoger doctrinas impuras, el egoísmo, la avaricia, la concupiscencia en el Sacerdocio, ya sabéis a dónde desembocan: en el deicidio. Y en los siglos futuros ya no se podrá matar al Hijo de Dios, pero sí se podrá matar la fe en Dios, la idea de Dios. Por lo cual se realizará un deicidio mayor, mucho mayor porque carecerá de resurrección. Y, que se podrá realizar, lo estoy viendo, debido a los muchos Judas de Keriot que habrá en los siglos futuros. ¡un horror!… ¡Mi Iglesia destrozada por sus mismos ministros! ■ ¡Y Yo sosteniéndola con la ayuda de las almas víctimas!
.   ● Vendrán días en que el LIBRO quedará sustituido por todos los demás libros”.-¡Y ellos, esos sacerdotes que tendrán solamente el vestido pero no el alma del sacerdote, se ocuparán en mover las olas agitadas por la Serpiente infernal contra tu barca, Pedro! ¡Entonces en pie! ¡Yérguete! Transmite esta orden a tus sucesores: «Mano al timón, mano dura con los náufragos que han querido naufragar y que quieren que naufrague la barca de Dios». Castiga, pero salva y sigue adelante. Sé severo, pues los piratas se hacen dignos de que se les castigue. Defiende el tesoro de la fe. Mantén en alto la luz cual faro, sobre las enfurecidas olas, para que los que siguen tu barca la vean y no perezcan. Pastor y navegante para los tiempos borrascosos, recoge, guía, levanta en alto mi Evangelio, porque en él y no en otra ciencia se encuentra la salvación.Lo mismo que nos ha sucedido a los de Israel, y aún más profundamente, llegarán tiempos en que el Sacerdocio creerá —por saber solo lo superfluo, desconociendo lo indispensable, o conociendo solo su forma muerta, esa forma con que ahora los sacerdotes conocen la Ley, o sea, no en el espíritu sino en su forma exterior, y exageradamente recargado de adornos— creerá, digo, con sus vestidos cargados de franjas, ser una clase superior. Vendrán días en que el libro quedará sustituido por todos los demás libros, y aquel será usado sólo como lo usaría uno que debiera utilizar forzadamente un objeto, mecánicamente; como un agricultor ara, siembra, cosecha sin pensar en la maravillosa providencia que hay en esa nueva multiplicación de semilla que sucede todos los años: una semilla arrojada en la tierra removida, que se hace tallo y espiga, luego harina, y luego pan por paterno amor de Dios. ¿Quién hay, que al llevar a la boca un pedazo de pan, levante su espíritu al que creó la primera semilla y desde siglos la hace renacer y crecer, haciendo caer sobre ella la lluvia y el calor para que germine y se alce y madure sin secarse o quemarse? Así, llegará el tiempo en que será enseñado el Evangelio científicamente bien pero espiritualmente mal. ■ Ahora bien, ¿qué es la ciencia a la que falta la Sabiduría? Paja tan solo. Paja que hincha pero que no nutre. Y en verdad os digo que vendrá un tiempo en el que demasiados sacerdotes de entre los Sacerdotes serán semejantes a hinchados pajares, soberbios pajares, que se mostrarán arrogantes con el orgullo de estar muy llenos, orgullo que les impedirá reconocerse tales, que creerán que a ellos se les deben las espigas como si éstas crecieran entre la paja; y creerán ser todo por tener toda esa paja, en vez del puñado de granos, del verdadero alimento que es el espíritu del Evangelio. ¡Un montón! ¡Un montón de paja! Pero ¿puede acaso bastar la paja? Ni siquiera lo es para la barriga del asno, y, si su dueño no le da cereales y forraje fresco, el asno nutrido solo con paja se debilita e incluso muere. ■ Pues bien, os digo que vendrán días en que los Sacerdotes, olvidando que con pocas espigas instruí a los espíritus en orden a la verdad, y olvidando también lo que costó a su Señor ese pan verdadero del espíritu —que mana solo de la Sabiduría divina, que se llama Palabra divina, la cual es majestuosa en su estilo doctrinal, que, al repetirse, es siempre nueva y siempre vieja, y que si se le repite es para que no se pierdan las verdades,  humilde en su forma, sin atavíos de ciencias humanas, sin añadiduras históricas o geográficas— esos Sacerdotes, digo, no se preocuparán del alma de ese pan del espíritu, sino sólo del revestimiento con que presentarlo, para hacer ver a las multitudes cuántas cosas saben, y el espíritu del Evangelio quedará difuminado en ellos bajo avalanchas de una ciencia humana (16). Pero, si no lo poseen ¿cómo pueden transmitirlo? ¿Qué darán a los fieles estos pajares hinchados? Paja. ¿Qué alimento podrán recibir de ellos los corazones de los fieles? Pues lo que no da para más que para llevar una vida lánguida. ¿Qué fruto producirán de esta enseñanza y de este conocimiento imperfecto del Evangelio? Pues el enfriamiento de los corazones, el que entren doctrinas heréticas, doctrinas e ideas más que heréticas incluso, en vez de la verdadera y única Doctrina; y la preparación del terreno para la Bestia (17), para su fugaz reino de hielo, tinieblas y horror. ■ En verdad os digo que, de la misma manera que el Padre y Creador multiplica las estrellas para que el cielo no se despueble, por las que, terminada su vida, perecen, así, igualmente, Yo tendré que enseñar el Evangelio cien y mil veces a mis discípulos a los que esparciré entre los hombres a lo largo de los siglos. Y también en verdad os digo que el destino de éstos será como el mío; es decir, la Sinagoga y los orgullosos les perseguirán como lo hicieron conmigo. Pero tanto Yo como ellos tenemos nuestra recompensa: la de hacer la Voluntad de Dios, y la de servirle hasta la muerte de cruz para que su gloria resplandezca y el conocimiento de Él no se apague. ■ Pero tú, Pontífice, y vosotros, Pastores, estad atentos de que en vosotros y en vuestros sucesores no se pierda el espíritu del Evangelio. Rogad sin cesar al Espíritu Santo para que se renueve en vosotros un constante Pentecostés —no comprendéis lo que estoy diciendo, mas pronto, lo comprenderéis— para que podáis comprender todos los idiomas, discernir mis Voces de las del eterno Mono, imitador de Dios que es Satanás, y elegir aquellas. Y no dejéis que caigan en el vacío mis Voces futuras. Cada una de ellas es una misericordia mía para vuestra ayuda; y esas Voces, cuanto más vea Yo, por razones divinas, que el Cristianismo las necesita para vencer las borrascas de los tiempos, más numerosas serán. ■ Pedro, pastor y nauta.  No te bastará un día ser pastor, si no eres nauta, ni ser nauta, si no eres pastor. Una y otra cosa debes ser para tener unidos a los corderos, a los que tenazas y trampas infernales tratarán de arrancar con melodías de promesa infernales, con que querrán seducirte, y seguir adelante con tu barca, a la que atacarán vientos de todas clases, de norte y sur, poniente y oriente, barca que se verá atacada por las fuerzas de lo profundo, asaeteada por los arqueros de la Bestia, envuelta en las miasmas del Dragón, rodeada por su cola, en tal forma que los imprudentes se verán envueltos en llamas y perecerán en medio de enfurecidas olas. Pastor y nauta en tiempos verdaderamente dificultosos… Tu brújula sea el Evangelio. En él se encuentra Vida y Salvación. Todo se encuentra en él. Todos los artículos del Código santo, todas las respuestas para los múltiples casos de las almas se encuentran en él. Procura que no se separen de él ni los Sacerdotes ni los fieles. Procura que no vengan dudas sobre él, ni alteraciones a él, ni sustituciones ni sofisticaciones. Yo mismo soy el Evangelio. Desde mi nacimiento hasta la muerte. En el Evangelio está Dios. Porque en él se muestran a las claras las obras del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. El Evangelio es amor. Yo he dicho: «Mi Palabra es Vida». He dicho: «Dios es caridad». Por lo tanto, que conozcan los pueblos mi Palabra, que sepan qué significa conocer a Dios. Para tener el Reino de Dios. Porque el que no está en Dios, no tiene en sí la Vida. Porque los que no aceptan la Palabra del Padre, no podrán ser una cosa con el Padre, conmigo y con el Espíritu Santo en el Cielo, y no podrán pertenecer a ese único Redil que es santo como Yo quiero que lo sea. No serán sarmientos unidos a la Vid, porque quien rechaza todo o parte de mi Palabra es un miembro por el que ya no circula la savia de la Vid. Mi Palabra es savia que alimenta y hace crecer y producir frutos”.
*  Predicciones sobre la Iglesia.
 El Espíritu Santo: “Él os guiará. Paso vuestras almas de mi Luz a su Luz y Él completará vuestra formación”.- ■ Dice Jesús: “Todo esto haréis en recuerdo de Mí, que os lo he enseñado. Mucho más os debería decir. Me conformo con haber echado la semilla. El Espíritu Santo la hará germinar. He querido daros Yo la semilla, porque conozco vuestros corazones y sé cuánto titubearíais, a causa del miedo, por indicaciones espirituales, inmateriales. El miedo de ser engañados paralizaría vuestra voluntad. Por eso he querido hablaros, Yo primero, de todas estas cosas. Luego el Paráclito os recordará mis palabras y os las ampliará más detalladamente. Y no tendréis por qué temer, porque recordaréis que fui Yo quien os di la primera semilla. ■ Dejaos conducir por el Espíritu Santo. Si mi mano os ha guiado con dulzura, su Luz es dulcísima. Él es el Amor de Dios. De este modo Yo me voy contento porque sé que Él ocupará mi lugar y os guiará al conocimiento de Dios. Todavía no lo conocéis, pese a que os he hablado mucho de Él. En esto no tenéis ninguna culpa. Habéis hecho todo lo posible por comprenderme y por tanto estáis justificados, a pesar de que hayáis comprendido poco en tres años. La falta de la Gracia ofuscaba vuestro espíritu. Aun ahora mismo entendéis poco, aunque la Gracia de Dios haya descendido sobre vosotros desde mi cruz. Tenéis necesidad del Fuego. A uno de vosotros hablé un día, cuando caminábamos por la ribera del Jordán. ■ Ha llegado la hora. Regreso a mi Padre, pero no os dejo solos, porque os dejo la Eucaristía, esto es, a vuestro Jesús hecho alimento para los hombres. Y os dejo al Amigo: al Paráclito. Él os guiará. Paso vuestras almas de mi Luz a su Luz y Él completará vuestra formación”.
 Israel, los gentiles y la nueva Iglesia.- ■ Todos están consternados: “¿Nos dejas ahora? ¿Aquí? ¿En este monte?”. Jesús: “Todavía no. Pero el tiempo vuela y pronto llegará el momento”. Isaac, de rodillas y con las manos extendidas, suplica: “¡No me dejes en la Tierra sin Ti, Señor! Desde tu Nacimiento hasta tu Muerte, desde tu Muerte hasta tu Resurrección, siempre te he amado. Cosa muy triste será saber que no estás más ya entre nosotros. Acogiste la súplica del padre de Eliseo (18). A muchos has escuchado. ¡Escúchame a mí también, Señor!”. Jesús: “La vida, que todavía te queda, puedes emplearla en predicarme, y tal vez en ser mártir. Por amor mío, que me conociste de pequeño, has sabido ser mártir, ¿temes serlo por Mí que he resucitado?”. Isaac: “Mi gloria será seguirte, Señor. Soy un pobre e ignorante. Todo lo que he podido dar, lo he dado con buena voluntad. Ahora quisiera tan solo seguirte. Pero hágase como quieres, ahora y siempre”. Jesús pone la mano sobre la cabeza de Isaac y mantiene haciendo una larga caricia mientras se dirige a todos los presentes: “¿No tenéis preguntas para hacerme? Son las últimas lecciones. Hablad a vuestro Maestro… ¿Veis cómo los pequeños tienen confianza en Mí?”. De hecho, Marziam también hoy apoya su cabeza en el cuerpo de Jesús, procurando estar fuertemente pegado a Él; e Isaac tampoco ha mostrado reticencia en manifestar su deseo. Pedro dice: “Así es… queremos preguntarte algunas cosas…”. Jesús: “Hacedlo, pues”. ■ Pedro: “Bueno… Ayer por la tarde, después de que te separaste, hablamos entre nosotros acerca de lo que habías dicho. Ahora otras palabras se acumulan en nosotros por lo que acabas de decir. Ayer, y también hoy, si lo pensamos bien, has hablado como si fueran a surgir herejías y divisiones, y pronto además. Esto nos hace pensar que tendremos que ser muy prudentes con los que quieran incorporarse a nosotros. Porque está claro que en ellos estará la semilla de la herejía y de la división”. Jesús: “¿Lo crees? ¿Y no está ya dividido Israel, respecto a venir a Mí? Tú quieres decir que el Israel que me ha amado, nunca será hereje y nunca estará dividido. ¿No? Pero, ¿acaso ha estado unido alguna vez, desde hace siglos?, ¿acaso estuvo unido, incluso, en los momentos de su antigua formación? ¿Y ha estado unido en seguirme? En verdad os digo que está en él la raíz de la herejía”. Pedro: “Pero…”.  Jesús:  “Pero es idólatra y vive en la herejía, desde hace siglos, bajo la apariencia externa de fidelidad. Ya conocéis sus ídolos y sus herejías. Los gentiles serán mejores que él. Por eso, Yo no los he excluido, y os digo que hagáis lo que Yo he hecho. ■ Esta será una de las cosas más difíciles para vosotros. Lo sé. Pero recordad los profetas, que hablan de la vocación de los gentiles y de la dureza de los judíos (19). ¿Qué razón tendríais para cerrar las puertas del Reino a los que me aman y vienen a la Luz que su corazón anhelaba? ¿Los creéis más pecadores que vosotros, porque hasta ahora no han conocido a Dios; porque han seguido su religión y la seguirán hasta que no se sientan atraídos por la nuestra? Esto no debéis hacer. Os aseguro que muchas veces son mejores que vosotros porque, profesando una religión que no es santa, saben ser justos. En  ninguna nación o religión faltan hombres buenos. Dios mira las obras de los hombres, no sus palabras (20). Y si ve que un gentil, con su corazón recto, hace  naturalmente lo que la Ley del Sinaí manda ¿por qué debería considerarle como algo aborrecible? ¿No es aún más meritorio el que un hombre, que no conoce el mandato de Dios de no hacer esto o aquello porque está mal, se imponga por sí mismo un imperativo de no hacer lo que su razón le dice que no es bueno y lo siga fielmente?… ¿no es esto mayor respecto al mérito relativo de aquel que, conociendo a Dios, fin último del hombre, y conociendo la Ley, que permite conseguir este fin, haga continuos compromisos y cálculos para adecuar el mandamiento que es perfecto a su voluntad corrompida? ¿Qué os parece? ¿Os parece que Dios aprecia las escapatorias que Israel ha puesto a la obediencia para no tener que sacrificar mucho su concupiscencia? ¿Os parece bien que cuando salga de este mundo un gentil, justo ante Dios por haber seguido la recta ley que su conciencia le dictaba, Dios le juzgue como demonio? Os aseguro: Dios juzgará las acciones de los hombres, y Yo, el Juez de todas las gentes, premiaré a aquellos en quienes el deseo del alma tuvo voz de íntima ley para llegar al fin último del hombre, que es unirse nuevamente a su Creador, con el Dios desconocido para los paganos pero sentido como Dios verdadero y santo, que vive más allá del escenario pintado de los dioses falsos del Olimpo. ■ Es más, procurad no ser escándalo para los gentiles. Muchas veces ha sido mancillado el nombre de Dios entre los gentiles por las obras de los hijos del pueblo de Dios. No os creáis tesoreros absolutos de mis dones y de mis méritos. He muerto por judíos y gentiles. Mi Reino será para todas las gentes. No abuséis de la paciencia con que Dios os ha tratado hasta este momento, diciéndoos a vosotros mismos: «A nosotros todo nos está permitido». No. Yo os lo digo. Desde ahora no existe éste o aquél pueblo. Existe mi Pueblo. Y en él tienen igual valor los vasos que se han gastado en el servicio del Templo y los que ahora se colocan en las mesas de Dios. Aún más, muchos vasos gastados en el servicio del Templo, pero no de Dios, serán arrinconados, y, en vez de ellos, sobre el altar, serán colocados los que ahora no conocen ni incienso ni aceite ni vino ni bálsamo, pero están deseosos de llenarse de esto y de ser usados para la gloria del Señor. No exijáis mucho a los gentiles. Basta con que tengan fe y obedezcan a mi palabra. ■ Una nueva circuncisión toma el lugar de la antigua. De ahora en adelante, la circuncisión del hombre es la del corazón; la del espíritu, mejor aún que la del corazón; pues la sangre de los circuncisos, que significa purificación de aquella concupiscencia que excluyó a Adán de la filiación divina, ha quedado substituida por mi Sangre purísima, la cual vale tanto para el circunciso como para el incircunciso en cuanto al cuerpo, con tal de que tenga mi Bautismo y de que renuncie a Satanás, al mundo y a la carne por amor Mí. No despreciéis a los incircuncisos. Dios no despreció a Abraham, a quien, por su justicia y antes de que la circuncisión mordiera su carne, eligió para ser la cabeza de su pueblo. Si Dios habló a Abraham cuando todavía no estaba circuncidado, para transmitirle sus mandamientos, vosotros podréis acercaros a los incircuncisos para instruirlos en la Ley del Señor. Considerad cuántos pecados y a qué pecado han llegado los circuncisos. No seáis, pues, inexorables para con los gentiles”.
 Herejes, trabajo pro-ecuménico, cismáticos.-  ■ Pedro objeta: “¿Pero tenemos que decirles a ellos lo que Tú nos has enseñado? No comprenderán nada porque no conocen la Ley”. Jesús: “Eso es lo que pensáis. ¿Pero ha comprendido tal vez Israel, que conoce la Ley y los Profetas?”. Pedro: “No. ¡Tienes razón!”. Jesús: “Reflexionad en lo siguiente. Diréis lo que el Espíritu os sugiriera que digáis, de viva voz, sin temor, sin querer entrometer lo vuestro. Cuando surjan entre los fieles falsos profetas que dijeren que sus ideas son inspiradas y cuando haya herejes, los combatiréis por medios más firmes. Mas no es preocupéis. El Espíritu Santo os guiará. Nunca os digo cosa alguna que no se cumpla”. ■ Pedro: “¿Y qué vamos a hacer con los herejes?”. Jesús: “Con todas vuestras fuerzas combatid la herejía en sí misma, pero tratad de convertir para el Señor a los herejes. No os canséis de buscar las ovejas que se hayan extraviado y de llevarlas al Redil. Orad, sufrid, haced que otros oren, que sufran, pedid sacrificios a los corazones puros, a los buenos, a los generosos, para que así se conviertan los hermanos. Mi Pasión continúa en los cristianos. No os he excluido de esta gran obra que es la Redención del mundo. Sois todos miembros de un único cuerpo. Ayudaos entre vosotros, y quien esté sano y sea fuerte que trabaje para los más débiles, y ■ quien esté unido que extienda las manos y llame a los hermanos que están lejos”. Pedro: “¿Pero los habrá, después de haber sido hermanos en una única casa?”. Jesús: “Los habrá”. Pedro: “¿Y por qué?”. Jesús: “Por muchas razones. Todavía llevarán mi Nombre. Es más, se gloriarán de él. Trabajarán para darlo a conocer. Contribuirán a que Yo sea conocido hasta en los confines de la Tierra. Dejadlos que lo hagan, no se lo impidáis, porque os recuerdo que el que no está contra Mí, está de mi parte. ¡Pero… pobres hijos! Su trabajo estará siempre parcial; sus méritos serán siempre imperfectos. No podrán estar en Mí si están separados de la Vid. Sus obras serán siempre incompletas. Vosotros —digo «vosotros» y hablo a los que os sucederán—, id a donde están ellos. No digáis farisaicamente: «No voy, para no contaminarme», o por pereza: «No voy porque ya hay quien predica al Señor», o por temor: «No voy para no ser repelido por ellos». Id. Os lo mando. Id a todas las gentes. Id hasta los confines del mundo para que sea conocida mi Doctrina y mi única Iglesia. Para que las almas puedan entrar a formar parte de ella”.
. Cuerpo místico: Iglesia Triunfante, Docente-Militante, Purgante.- ■ Preguntan: “¿Y diremos o escribiremos todas tus acciones?”. Jesús: “Ya os lo he dicho. El Espíritu Santo os aconsejará sobre la conveniencia de decir o callar según las circunstancias. Ya estáis viendo que todo lo que he realizado es creído o negado, y que algunas veces, blandido por manos que me odian, se toma como arma contra Mí. Me han llamado Belcebú cuando, como Maestro y en presencia de todos, realizaba milagros. ¿Qué dirán ahora, cuando sepan que de una manera tan sobrenatural he obrado? Seré blasfemado aún más. Y a vosotros desde el primer momento se os perseguirá. Por esto guardad silencio hasta que llegue la hora de hablar”. Preguntan: “¿Pero y si esa hora llegara cuando ya nosotros, testigos, hubiéramos muerto?”. Jesús: “En mi Iglesia habrá siempre sacerdotes, doctores, profetas, exorcistas, confesores, carismáticos con poder de realizar milagros, inspirados: todo lo que necesitare para que las gentes tengan en ella de lo que les hiciera falta. El Cielo, la Iglesia triunfante, no dejará sola a la Iglesia docente, y ésta socorrerá a la Iglesia militante. No son tres cuerpos. Son un solo Cuerpo. No hay división entre ellas, sino comunión de amor y de fin: amar la Caridad; gozar de la Caridad en el Cielo, su Reino. Por eso, también la Iglesia militante deberá, con amor, ayudar con sufragios a esa parte suya que, destinada a la triunfante, todavía está excluida de ésta por razón de la satisfactoria reparación de las faltas absueltas pero no expiadas enteramente ante la perfecta divina Justicia. ■ En el Cuerpo místico todo debe hacerse por el amor y en el amor, porque el amor es la sangre que circula por él. Socorred a los hermanos que padecen el purgatorio. De la misma manera que he dicho que las obras de misericordia corporales os conquistan un premio en el Cielo, de igual forma os digo que os lo conquistan las espirituales. Y en verdad os digo que el sufragio para los difuntos, para que entren en la paz, es una gran obra de misericordia, por la que os bendecirá Dios y las almas de los difuntos os quedarán agradecidas. Os digo que, cuando en el día de la resurrección de la carne, estéis todos congregados ante Mí Juez, entre aquellos que bendeciré estarán los que tuvieron amor por los hermanos purgantes ofreciendo y rogando por su paz. Os aseguro que ninguna acción buena quedará sin fruto, y muchos resplandecerán vivamente en el Cielo sin haber predicado ni administrado sacramentos ni realizado viajes apostólicos, sin haber abrazado especiales estados, sino solamente por haber orado y sufrido por alcanzar el descanso eterno a los que están en el Purgatorio, por llevar a la conversión a los mortales. ■ También estas personas, sacerdotes desconocidos al mundo, apóstoles ignorados, víctimas que solo Dios ve, recibirán el premio de los obreros del Señor, pues habrán hecho de su vida un perpetuo sacrificio de amor por sus hermanos y por la gloria de Dios. En verdad os digo que se llega a la vida eterna por muchos caminos y uno de ellos es éste, y que tanto ama mi corazón. ¿Tenéis alguna cosa que preguntar?”.
¿Quién debe elegir al duodécimo Apóstol?.-Pedro: “Señor, ayer y no sólo ayer, pensábamos que habías dicho: «Vosotros os sentaréis sobre los doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel». Pero somos once…”. Jesús: “Elegid al duodécimo. Te toca a ti, Pedro”. Pedro: “¿A mí? ¡A mí no, Señor! Señálalo Tú”. Jesús: “Elegí una vez a mis doce, los formé. Después elegí a su Cabeza (21). Les di la Gracia y les infundí el Espíritu Santo. Toca ahora a ellos caminar pues no son unos infantes, incapaces de hacerlo”. Pedro: “Dinos al menos sobre quién podemos poner los ojos”. Jesús, haciendo una señal en círculo sobre los que, de los setenta y dos, están presentes, responde: “Ved. Ésta es la parte selecta de la grey”. Ellos suplican: “Nosotros no, Señor, nosotros no. El lugar del traidor nos llena de miedo. Tomamos a Lázaro, ¿quieres?”.  Jesús no responde. “A José de Arimatea o a Nicodemo, ¿qué te parece?”.  Jesús sigue callado. “¡Está claro! Tomemos a Lázaro”. Jesús pregunta: “¿Queréis dar al amigo perfecto el lugar que vosotros no queréis?”. Zelote interrumpe: “Señor, quisiera decir una palabra”. Jesús: “Habla”.  Zelote: “Lázaro, por amor a Ti, estoy seguro, aceptaría este puesto, y lo ocuparía de una manera tan perfecta, que haría olvidar de quién fue ese puesto. Pero no me parece conveniente por varias razones. Las virtudes espirituales de Lázaro se encuentran en muchos de entre los humildes de tu rebaño. Y creo que sería mejor dar a éstos la preferencia, para que los fieles no digan que se tuvo en cuenta solo el poder y las riquezas, cosa que hacen los fariseos, en lugar de la virtud a secas”. Jesús: “Has hablado bien, Simón. Tu amistad por Lázaro no ha sido ningún impedimento para poner las cosas en su justo punto”. Zelote: “Entonces que ocupe su puesto Marziam. Es un jovencito”. Marziam dice: “Para tapar ese horrible vacío yo aceptaría, pero no soy digno. ¿Cómo podré yo, que soy un muchacho, hablar a quien es un adulto? Señor, di si tengo razón o no”. Jesús: “La tienes. Pero no tengáis prisa. Vendrá la hora y os extrañaréis entonces de haber tenido todos igual modo de pensar. Entre tanto orad. Yo me retiro. Procurad que todos estéis para el catorce de Ziv en Betania (22). ■ Se pone en pie, mientras todos se arrodillan postrándose con la cara sobre la hierba. Los bendice y la luz, su mensajero tanto cuando llega como cuando se va, le envuelve, le esconde, absorbiéndole dentro de sí. (Escrito el 22 de Abril de 1947)
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1  Nota  :  Zacarías: Cfr  Personajes de la Obra magna: Zacarías, el joven levita.  2  Nota  : “La Gracia ha sido devuelta a los justos hasta mi Muerte”, es decir, a los justos que han vivido hasta mi Muerte, distintos de los próximos (para los cuales se requiere un medio: el Bautismo).   3  Nota  :  La Tau. Cfr.  Ez.9.    4  Nota  :  Agua lustral.- Cfr. Núm. 19,17-22.   5 Nota :  Aguas saludables. Cfr. Ez.  47,1-12.  6  Nota  :  “Los bautizados recibirán el nombre de cristianos  —para diferenciarlos de otros ritos, futuros o pasados —, que serán ritos pero no serán signos indelebles en la parte inmortal”.- Esta explicación además de original es muy exacta.  7 Nota  :  Cfr. Éx.  29,1-35; Lev. 8.  8  Nota  : “Escucharéis confesiones de pecados, como he escuchado las vuestras y las de muchos y he perdonado donde hay verdadero arrepentimiento”.- En el Nuevo Testamento no se habla jamás de una “espontánea confesión” de los pecados que hubieran hecho los pecadores a Jesús, a Apóstoles y Presbíteros, pero es admisible, porque psicológicamente es imposible que un pecador —especialmente enfermo y sobre todo hebreo— se encuentre en contacto con un Médico espiritual, taumaturgo o no, y bajo la presión del temor o amor, fruto del dolor, no le abra el corazón con el fin de obtener el perdón de Dios por un siervo suyo.   9  Nota  :  Cfr. Ecclo. 15,11-21.  10 Nota : “Entonces sagrado e indisoluble ha de ser el vínculo, y santo el amor”.- Cfr. Mt. 5,27-32; 19,1-9; Mc. 10,1-12; Lc. 16,18; 1 Cor. 7; Rom. 7,1-3.   11  Nota  :  Permiso de repudio. Cfr. Deut. 24,1-4   12  Nota  : “El matrimonio es un contrato espiritual por el cual dos almas que se aman, juran servir al Señor en su mutuo amor, que le ofrecen en señal de obediencia a su mandato de la procreación para darle hijos al Señor”.- La escritora afirma, pues, los dos elementos del matrimonio: el amor mutuo entre los dos cónyuges y la procreación. Cfr. para ilustración Con. Ecum Vaticano II Constitución Pastoral “Gaudium et Spes” acerca de la Iglesia en el mundo contemporáneo, parte II, cap.I. n. 47-52.   13  Nota  : Aquí se empieza a hablar de Sacramento del Orden Sagrado, al sumo del cual hay el Sacerdocio. Los laicos son llamados sacerdotes como miembros de la Iglesia, la cual, siendo el Cuerpo místico de Jesús, sumo y eterno sacerdote, participa del sacerdocio de Jesús. Naturalmente, los sacerdotes, quienes —además de la efusión del Espíritu Santo en el Bautismo, Confirmación y Eucaristía— han recibido una comunicación particular y sobreabundante del Divino Paráclito por medio de la imposición de las manos y oraciones, gozan de una amplia y profunda participación del sacerdocio de Jesús, que los hace semejantes a Él, exactamente en su prerrogativa y en todos sus poderes sacerdotales (Cfr. Ju. 20,21-23 ritos de la consagración episcopal y sacerdotal según las diversas liturgias). Por esto, los obispos y sacerdotes, si con su vida ardiente de amor sobrenatural, representan a Jesús sacerdote y víctima, como padres y maestros están a la cabeza del ejército de los santos laicos. La Iglesia de Cristo se adornó y se ha adornado siempre de obispos y sacerdotes que llevaron y llevan una vida santa, y son la luz y guía del pueblo de Dios.   14  Nota  : Abominio de la desolación Cfr. Dan. 9-12.  15 Nota : Hombre vestido de lino. Cfr. Ez. 9-10. 16 Nota : “El espíritu del Evangelio desaparecerá bajo la avalancha de una ciencia humana”.- El mejor medio de estudiar la Biblia es tratarla no solo como un libro humano, sino como lo es, un libro divino. El Conc. Vat. II, resumiendo y adaptando las normas escritas en las Encíclicas de León XIII, Benedicto XV, Pío XII y en otros documentos, ha sintetizado el método del estudio. Cfr. Constitución Dogmática “Dei verbum”, cap. III. n. 12.  17  Nota  : Preparación del terreno para la Bestia.- Cfr. Dan. 7.  18  Nota  : Padre de Eliseo.- Cfr. 10-632-268: VII: aparición de Jesús  Resucitado a Abraham, sinagogo de Engaddi. Relatado en el tema “Jesús Resucitado”. 19  Nota  : Profetizan la vocación de los gentiles: por ejemplo en Is. 45,14-17; 49,5-6; 55,5; 60; Jer. 16,19-21; Miqueas 4,1-2; Sofonías 3,9-10; Zacarías 8,20-23; Y profetizan la dureza de los judíos; por ejemplo, en Éxodo 32,7-10;33,5;34,8; Deuteronomio 9,1-14;31,24-27; 2 Crónicas 30,7-8; 36,14-16; Jeremías 3,6-25; 4,1-4; 7,21-28; Ezequiel 2,3-8; 3,4-9; 6,11-14; 7,15-27; 8; 11,2-12; 20; 22.  20 Nota :  Dios mira las obras de los hombres, no sus palabras. Cfr. Is. 29,13-14.   21 Nota : “Yo elegí a su Cabeza”. Cfr. Mt. 16,13-20; Lc. 22,31-32; Ju. 21,15-18. La figura de Pedro aparece en las listas como el primero Cfr. Mt. 10,1-4; Mc. 3,13-19; Lc. 6,12-16; Hech. 1,12-14; etc…; en sus intervenciones: Mt. 16,13-20; 18,21-22; Ju. 6,67-71; Hech. 2,14-5,33 etc…  22  Nota  : Catorce del Ziv en Betania.- Jesús cita a todos a Betania para el día de la Pascua Suplementaria que la celebrará para los que no pudieron cumplir con la Pascua. Era costumbre judía la celebración de la Pascua Suplementaria en el decimocuarto día del mes sucesivo al 14 del mes de Nisán, es decir, el 14 del mes de Ziv, para aquellos que no hubiera podido celebrar la Pascua
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(<El día de su Ascensión, Jesús resucitado se encuentra en la casa del Getsemaní con los once. Una vez más ha dividido el pan con ellos>)
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10-638-352 (11-23-806).- Últimas disposiciones, el día de la Ascensión del Señor, en la casa del Getsemaní.
* El Reino del Mesías y el Nuevo Templo deben empezar en Jerusalén, su matriz. Todo está predicho en los profetas. ■ La comida es breve, en silencio. Los discípulos, llegado el último día de estar cerca con Jesús y pese a las continuas apariciones, en común o particular, no han perdido ese respeto de adoración que siempre se nota cuando se encuentran con Jesús Resucitado. La comida ha terminado. Jesús abre sus manos sobre la mesa, con su gesto habitual ante un hecho inevitable, y dice: “Bien… Ha llegado la hora de dejaros para regresar a mi Padre. Escuchad las últimas palabras de vuestro Maestro. ■ No os alejéis de Jerusalén en estos días. Lázaro, a quien he hablado de ello, una vez más convierte en realidad los deseos de su Maestro y os cede la casa de la última Cena, para que tengáis una casa donde podáis recogeros y tener vuestras reuniones. Estad allí durante estos días y orad intensamente para prepararos a la venida del Espíritu Santo que os completará para vuestra misión. Recordad que, y Yo era Dios, me preparé con una dura penitencia para mi ministerio de evangelizador. Vuestra preparación será siempre más fácil y más breve. No os exijo otra cosa. Me basta con que oréis asiduamente, en unión de los setenta y dos y bajo la guía de mi Madre, la cual os confío vivamente. Será vuestra Madre y Maestra, perfecta en el amor y en la sabiduría. Habría podido enviaros a otra parte para prepararos a recibir al Espíritu Santo, pero quiero más bien que os quedéis aquí en Jerusalén, que deberá asombrarse ante los prodigios, dados en respuesta de tantos rechazos a mi llamamiento. ■ Después el Espíritu Santo os hará comprender la necesidad de que la Iglesia surja exactamente en esta ciudad que, juzgándola humanamente, es la más indigna de ello. Jerusalén es siempre Jerusalén, aun cuando es una gran pecadora y aun cuando aquí se cumplió el deicidio. Nada le servirá. Está condenada. Pero si lo está, no todos sus habitantes lo están. Quedaos aquí por los pocos justos que hay en ella, y quedaos porque esta es la ciudad real y la ciudad del Templo, y porque, como los profetas predijeron, aquí, donde fue ungido, aclamado y levantado el Rey Mesías, aquí debe empezar su Reino sobre el mundo, y también aquí, en este lugar en que Dios da el libelo de repudio a la sinagoga a causa de sus horribles y numerosos crímenes, debe levantarse el nuevo Templo al que acudirán gentes de todas las naciones. Leed a los profetas. Todo está predicho en ellos (1). Primero mi Madre, después el Espíritu Santo, os harán comprender las palabras de los profetas sobre este tiempo. ■ Permaneced aquí hasta que Jerusalén os arroje como me arrojó a Mí, y hasta que odie a mi Iglesia como me odió a Mí, maquinando planes para destruirla. Entonces, trasladad a otra parte la sede de mi amada Iglesia, porque no debe perecer. Os aseguro que ni siquiera el Infierno podrá vencerla. Pero si Dios os asegura su protección, no tentéis al Cielo exigiendo todo del Cielo. Id a Efraín como vuestro Maestro fue allá porque todavía no era la hora de que los enemigos me capturaran. Os digo Efraín para significar tierras de ídolos y paganos. No elijáis a Efraín de Palestina como sede de mi Iglesia. Recordad cuántas veces —a vosotros congregados o a uno de vosotros individualmente— os he hablado de esto, prediciéndoos que ibais a tener que pisar los caminos de la Tierra para llegar al corazón de ella y fijar allí mi Iglesia. Del corazón del hombre se propaga la sangre por todos los miembros. Del corazón del mundo debe propagarse mi religión por toda la Tierra. Por ahora mi Iglesia es semejante a un ser ya concebido, pero que se está formando en la matriz. Jerusalén es su matriz, y en su interior el corazón, todavía pequeño, a cuyo alrededor se unen los pocos miembros de la Iglesia naciente, manda sus pequeñísimas ondas de sangre a estos miembros. Pero, cuando llegue la hora que Dios ha señalado, la matriz madrastra arrojará al ser que había formado en su seno y se irá a una tierra nueva, donde crecerá convirtiéndose en un gran Cuerpo extendido por toda la Tierra, y los latidos del fuerte corazón de la Iglesia se propagarán por todo su gran Cuerpo. Los latidos del corazón de la Iglesia, ya libre de todo vínculo de ésta con el Templo, eterna ella y vigorosa sobre las ruinas de él, anunciarán a gentiles y hebreos que solo Dios triunfa y obtiene lo que quiere, a cuyo deseo ni la rabia de los hombres, ni los ejércitos de ídolos podrán oponerse. Pero esto sucederá después, y en ese entonces sabréis cómo actuar. ■ El Espíritu de Dios os guiará. No temáis. Por ahora reunid en Jerusalén la primera asamblea de los fieles. Luego otras asambleas, a medida que se vaya creciendo el número de los fieles, se formarán. Os digo en verdad que los ciudadanos de mi Reino aumentarán rápidamente cual semilla arrojada en tierra fecunda. Mi pueblo se propagará por toda la Tierra. El Señor dice al Señor: «Por haber hecho esto y no haber eludido tu entrega por Mí, te bendeciré y multiplicaré tu estirpe como las estrellas del cielo y como la arena que hay en la costa de la mar. Tu descendencia se apoderará de las fortificaciones de tus enemigos y en tu descendencia serán bendecidas todas las naciones de la Tierra» (2). Mi bendición estará allí donde mi Nombre, mi Signo (3), mi Ley, son tenidos como soberanos”.
* Preparación indispensable para la venida del Espíritu Santo: Caridad y pureza perfectas, contemplación, santidad.-Jesús: “Está por venir el Espíritu Santo, el Santificador, y de Él os llenaréis. Tratad de ser puros cual conviene a todo quien se acerca al Señor. Yo también era el Señor como Él. Pero había revestido mi Divinidad con una vestidura para poder estar entre vosotros, y no sólo para enseñaros y redimiros con los miembros y con la sangre de esta vestidura, sino también para traer al Santo de los Santos entre los hombres, eliminando la barrera, para todos los hombres, incluso para los impuros, de no poder posar sus ojos en Aquel al que los serafines no se atreven a mirar. Pero el Espíritu Santo vendrá sin el velo de la carne, se posará sobre vosotros y descenderá en vosotros con sus siete dones y os aconsejará. Ahora bien, el consejo de Dios es tan sublime que para recibirlo es necesario prepararse con la voluntad heroica de una perfección que os haga semejantes a vuestro Padre, y a vuestro Jesús en su relación con el Padre y con el Espíritu Santo. Por lo tanto, son necesarias una caridad y una pureza perfectas, para poder comprender al Amor y recibirlo en el trono del corazón. ■ Sumergíos en el abismo de la contemplación. Esforzaos en olvidar que sois humanos y esforzaos para haceros serafines. Arrojaos al fuego de la contemplación. La contemplación de Dios es semejante a chispa que salta al choque de la piedra contra el eslabón, y de ahí nace el fuego y la luz. Es purificación el fuego que consume la materia opaca y siempre impura y la transforma en llama luminosa y pura. No tendréis el Reino de Dios en vosotros si no tenéis el amor. Porque el Reino de Dios es el Amor. Con él aparece. Por él se establece en vuestros corazones en medio de unos rayos de luz infinita que penetra y fecunda, borra lo que hubiere de ignorancia, comunica la sabiduría, consume al hombre y crea a un dios, al hijo de Dios, mi hermano, rey del trono que Dios ha preparado para los que se dan a Dios para tener a Dios, a Dios, a Dios, a Dios solo. Sed, pues puros y santos por la oración ardiente que santifica al hombre porque le sumerge en el fuego de Dios que es la caridad. ■ Debéis ser santos. No en el sentido limitado que esta palabra hasta ahora ha significado, sino en el extenso que Yo mismo le di al proponeros la santidad del Señor como ejemplo y límite, o sea, la santidad perfecta. Nosotros llamamos santo al Templo, santo al lugar donde está el altar, Santo de los Santos al lugar velado donde está el arca y el propiciatorio. Pero en verdad os digo que los que poseen la Gracia y viven en santidad por amor al Señor son más santos que el lugar del Santo de los Santos, porque Dios no se limita a colocarse de pie sobre ellos —como en el propiciatorio que está en el Templo para dar sus órdenes— sino que habita en los santos para darles su amor.¿Os acordáis de mis palabras de la Última Cena? Entonces prometí el Espíritu Santo. Pues bien, está para llegar, para que os bautice no ya con agua, como hizo Juan con vosotros para que os prepararais a recibirme, sino con el fuego, para que os preparéis a servir al Señor tal como Él quiere que vosotros le sirváis. Dentro de pocos días estará aquí. Después que haya venido aumentará sin medida vuestras capacidades y seréis capaces de comprender las palabras de vuestro Rey y hacer obras que Él os ha dicho que hicierais, para extender su Reino sobre la Tierra”. ■ Le interrumpen y preguntan: “¿Entonces reconstruirás, después de la venida del Espíritu Santo, el reino de Israel?” Jesús: “No existirá más el reino de Israel, sino mi Reino. Se cumplirá todo cuanto el Padre ha dicho. No toca a vosotros conocer las épocas y los momentos que el Padre se ha reservado en su poder. Entre tanto, vosotros recibiréis la virtud del Espíritu Santo, que descenderá sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, Judea, Samaria y hasta los confines de la tierra, fundando las asambleas en los lugares en que estén reunidas personas en mi Nombre; bautizando a las gentes en el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo, como os lo he dicho para que tengan la Gracia y vivan en el Señor; predicando el evangelio a todas las criaturas; enseñando lo que os he enseñado; poniendo en práctica lo que os he dicho que hiciereis. Y Yo estaré con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”.
* Santiago presidirá la Iglesia de Jerusalén.- Santiago reconoce a Pedro como a su Jefe.-Jesús: “Una cosa más quiero. Que la asamblea de Jerusalén la presida Santiago, mi hermano. Pedro, como jefe de toda mi Iglesia, frecuentemente tendrá que hacer viajes apostólicos, porque todos los neófitos querrán conocer al Pontífice, Cabeza suprema de la Iglesia. Pero el ascendiente que tendrá mi hermano Santiago sobre los fieles de esta primera Iglesia será grande. Los hombres son siempre hombres y ven las cosas como hombres. A ellos les parecerá que Santiago sea una continuación mía, por el simple hecho de ser mi hermano. En verdad os digo que es más grande y más semejante a Mí por su sabiduría que por el parentesco. Pero, así son las cosas; los hombres, que no me buscaron cuando estuve en medio de ellos, ahora me buscarán en él, porque es pariente mío. ■ Por otra parte, tú, Simón, estás destinado a otros honores…”. Pedro: “¡Que no soy digno, Señor! Te lo dije cuando te me apareciste y nuevamente te lo digo en presencia de todos. Tú eres bueno, divinamente bueno, además de sabio, y has juzgado rectamente sobre mí. Yo renegué de Ti en esta ciudad. Cabalmente has juzgado que no reúno las condiciones para ser jefe espiritual. Quieres evitarme muchos vituperios que por otra parte serían justos…”. Santiago de Alfeo le dice: “Todos, menos dos, fuimos iguales, Simón. También yo huí. El Señor me ha destinado no por esto, ni por las razones que dijiste, a este lugar; pero tú eres mi Jefe, Simón de Jonás, y como tal te reconozco. Ante la presencia del Señor y de todos prometo obediencia. Te daré lo que pueda para ayudarte en tu ministerio, pero, te lo ruego, dame tus órdenes, porque tú eres el Jefe y yo el súbdito. Cuando el Señor me ha hecho recordar una antigua conversación, he agachado la cabeza diciendo: «Hágase lo que Tú quieres». Esto mismo te diré a partir del momento en que, habiéndonos dejado el Señor, tú seas su Representante en la Tierra. Y nos amaremos ayudándonos mutuamente en el ministerio sacerdotal”, y se inclina desde su lugar prestando homenaje a Pedro. (Escrito el 24 de Abril de 1947).
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1  Nota  : “Leed a los profetas. Todo está predicho en ellos”.- Por ejemplo: Isaías 2,1-5; 42,1-9; 45,14-25; 49,5-6; 55,4-5; 60; Jer. 16,19-21; Jon.; Miqueas 4,1-5; Zacarías 8, 20-23.   2  Nota  : Cfr. Gén. 22,15-18.   3  Nota  : Cfr. Ez. 9.
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10-639-363 (11-24-815).- La elección de Matías como apóstol (1). Pedro recuerda la suerte de Judas Iscariote y el destino que dio el Sanedrín al dinero infame: la compra del campo del alfarero (2).
* Expresiones anímicas de los apóstoles, reflejadas en sus rostros.- ■ Es un hermoso atardecer. La luz dulcemente va muriendo, y hace que el cielo poco antes de color purpúreo, se tiña ahora de amatista. Pronto vendrá la oscuridad, pero, por ahora, todavía hay luz; y es lánguida esta luz crepuscular, acariciadora después de un sol tan ardiente. El patio de la casa del Cenáculo, vasta extensión entre los muros blancos de la casa, está lleno de gente, como en las tardes de después de la Resurrección. Y de estas personas recogidas sale un rumor de oraciones, interrumpidas cada cierto tiempo por pausas de meditación. Al bajar más la luz solar en el patio encerrado entre los altos muros de la casa, algunos traen lámparas que ponen sobre la mesa junto a la que están reunidos los apóstoles. Pedro está en el centro, a su lado Santiago de Alfeo y Juan, luego los otros. Las luces danzarinas de las lámparas iluminan de abajo a arriba las caras de los apóstoles y muestran sus expresiones: concentrada la de Pedro, una expresión como tensa por el esfuerzo que hace para llevar a cabo dignamente estas primeras funciones de su ministerio; de una mansedumbre ascética la de Santiago de Alfeo; serena y soñadora la de Juan; y al lado de éste la cara pensadora de Bartolomé, seguido de la de Tomás, llena de vivacidad, y de la de Andrés, velada por esa humildad suya, que le hace estar con los ojos cerrados y un poco inclinado, como si con ella quisiera decir que no es digno; al lado de Andrés, Mateo, que tiene apoyado un codo en la mano del otro brazo y la cara apoyada en la mano del brazo sujetado; y después de Santiago de Alfeo, Judas Tadeo, con expresión imperial, un verdadero dominador de multitudes, y con unos ojos que mucho recuerdan, en color y en expresión, a los de Jesús. ■ Ahora mismo Judas Tadeo —él más que todos los otros juntos— mantiene serena a la asamblea bajo el fuego de sus ojos. Y sin embargo, tras su involuntaria imponencia real, se deja ver el sentimiento de un corazón compungido, sobre todo cuando llega su turno de entonar alguna oración. Cuando recita el salmo (3): “No a nosotros, Señor, no a nosotros, sino a tu nombre da gloria por tu misericordia y fidelidad, para que las naciones no tengan que decir: «¿Dónde está su Dios?»” realmente ora con el alma arrodillada delante de Aquél que le ha elegido, y el más fuerte sentimiento de su interior vibra en su voz; y también él dice con toda la intensidad de su oración: “Yo no soy digno de servirte, a Ti que eres perfecto”. Felipe, a su lado, con su cara marcada ya por los años, pero no del todo ajada, mantiene apretadas las manos contra las mejillas, un poco inclinada la cabeza y un poco triste… Mientras, el Zelote mira hacia arriba, ausente, y expresa una sonrisa íntima, que embellece su cara no muy bella, aunque atrayente por su señorial austeridad. Santiago de Zebedeo, que es todo impulso, dice sus oraciones como si hablase con el Maestro amado, y el salmo 12 sale, cual torrente, de su encendido corazón. Terminan con el largo y hermoso salmo 118, que recitan alternadamente, una estrofa cada uno, repitiendo dos veces el turno para completar el número de estrofas.
* Sermón de Pedro recuerda la suerte corrida por J. Iscariote.- ■ Después, todos se sumen en el silencio hasta que Pedro, que está sentado, se levanta como bajo el impulso de alguna inspiración, con los brazos extendidos como lo hacía el Señor, y ruega: “Mándanos tu Espíritu, ¡oh Señor!, para que podamos ver a su Luz”. Todos responden: “Maran-Athá”. En un intenso silencio Pedro ora, como si esperase a oír alguna palabra, alguna chispa de luz… Después, levanta la cabeza, abre los brazos que tenía cruzados sobre el pecho, y como es de estatura pequeña en comparación de la de los demás, sube sobre su asiento para dominar la pequeña muchedumbre que está apiñada en el patio y para que todos le vean. Al ver que quiere hablar, todos guardan silencio. ■ “Hermanos míos, era necesaria que se cumpliese la Escritura que predijo el Espíritu Santo por boca de David, respecto de Judas (4), que fue quien guió a los que capturaron al Señor y Maestro nuestro bendito, Jesús. Judas fue uno de lo nuestros y le tocó parte en este ministerio, pero su elección se le convirtió en ruina porque Satanás entró en él por muchos caminos y de apóstol se convirtió en su traidor. Creyó poder triunfar y gozar, y vengarse así del Santo que había defraudado las esperanzas inmundas de su corazón lleno de toda concupiscencia. Y cuando creyó que había triunfado y que podía empezar a gozar, comprendió que el hombre que se hace esclavo de Satanás, de la carne, del mundo, no triunfa, sino besa el polvo, como un derrotado. Y probó que el alimento que dan el hombre y Satanás es amarguísimo, completamente diverso del pan delicado y sencillo que Dios da a sus hijos. Y entonces conoció la desesperación y odió a todo el mundo, después de haber odiado a Dios, y maldijo todo lo que el mundo le había dado, y se dio muerte colgándose de un olivo del olivar que con sus iniquidades se había comprado, y el día en que resucitó Jesús glorioso de la muerte su cuerpo putrefacto y ya agusanado cayó y reventó, y sus entrañas se esparcieron al pie del olivo, convirtiendo aquel sitio en lugar inmundo. ■ Sobre el Gólgota llovió la Sangre redentora y purificó la Tierra porque era la Sangre del Hijo de Dios que se había encarnado por nosotros. Sobre la colina que está cerca del lugar del infame Consejo, no llovió sangre, ni lágrimas de un buen arrepentimiento, sino lo que llovió sobre el polvo del suelo fueron inmundicias de entrañas deshechas. Porque no podía ninguna otra sangre mezclarse con la Sangre santísima en esos días de purificación en que el Cordero nos lavaba con su Sangre, y muchísimo menos podía la Tierra, que bebía la Sangre del Hijo de Dios, beber también la sangre del hijo de Satanás. Todos saben lo sucedido. ■ Y también se sabe que, llevado de su rabia de condenado, Judas regresó al Templo con el dinero de su infame contrato, y que lo arrojó a la cara del Sumo Sacerdote. Y se sabe también que con ese dinero, que se había tomado del Tesoro del Templo, pero que ya no podía devolverse al Tesoro porque era precio de sangre, los príncipes de los Sacerdotes y de los Ancianos, después de haber deliberado, compraron el campo del alfarero, y de este modo, se cumplió como habían especificado las profecías incluso su precio (5). Y el lugar pasará a la historia de los siglos con el nombre de Acéldama (6). Y así queda dicho todo lo relativo a Judas, y que desaparezca de en medio de nosotros aun el recuerdo de su cara. Pero ténganse presentes los caminos por los que de llamado por el Señor para el Reino celestial descendió a ser príncipe en el Reino de las tinieblas eternas, para no recorrerlos imprudentemente y no hacernos nosotros otros Judas para la Palabra que Dios nos ha confiado y que sigue siendo Jesús, Maestro entre nosotros”.
* «Su morada quede desierta y otro ocupe su cargo».-Pedro: “En el libro de los salmos escrito está: «Su morada quede desierta y que nadie habite en ella, que su oficio lo tome otro» (7). Es necesario, pues, que de entre estos hombres, que han estado con nosotros durante todo el tiempo en que estuvo el Señor Jesús con nosotros, desde el bautismo que recibió de Juan hasta el día en que de en medio de nosotros fue elevado al Cielo, se señale a uno que sea testigo de su resurrección. Y hay que hacerlo sin demora para que esté presente con nosotros en el bautismo de Fuego del que habló el Señor, para que también él, que no recibió el Espíritu Santo del Maestro Santísimo, lo reciba directamente de Dios, sea santificado e iluminado; tenga las capacidades que nosotros tendremos; pueda juzgar y perdonar; hacer lo que nosotros haremos y sus acciones sean valederas y santas. Propondría que se escogiera al más fiel de entre los discípulos, de entre los que han padecido por Él y le han permanecido fieles, aun cuando el mundo no lo conocía. Muchos de ellos han venido a nosotros de Juan, el Precursor del Mesías, almas modeladas durante muchos años en el servicio de Dios. El Señor los ha amado, ■ y entre ellos está Isaac que sufrió mucho por causa de Jesús niño. Vosotros sabéis que su corazón se le despedazó en la noche que siguió a la Ascensión del Señor. No estemos tristes por su ausencia. Isaac está unido a su Señor. Era el único deseo que abrigaba dentro de sí. Y también es el nuestro… pero nosotros debemos padecer nuestra pasión. Isaac ya la había padecido. Proponed, pues, algún nombre de entre éstos, para que pueda escogerse el duodécimo apóstol según la costumbre de nuestro pueblo: dejando, en los casos de mayor importancia, al Señor altísimo la potestad de indicar, pues Él lo sabe”.
* Los discípulos más importantes, de común acuerdo con los diez, proponen a Pedro dos candidatos.- Es elegido Matías.- ■ Deliberan entre sí. No pasa mucho tiempo y ya los más importantes discípulos (a excepción de los pastores), de común acuerdo con los diez, dicen a Pedro que proponen a José, hijo de José de Sabá para honrar a su padre, mártir por Jesús; y a Matías (8), por las mismas razones del primero, y también para honrar a su primer maestro Juan. Y Pedro, después de haber aceptado su consejo, hace venir delante de la mesa a los dos y ora con los brazos extendidos hacia delante, en la postura habitual de los hebreos, diciendo: “Tú, Señor altísimo, que conoces los corazones de todos, muestra cuál de estos dos has elegido para que ocupe en este ministerio y apostolado el puesto del que se hizo indigno, Judas, para ir a su lugar”. Todos responden: “¡Maran-Athá!”. ■ Como no tienen dados u otra cosa con que echen a suerte, y como no quieren usar dinero para esta función, toman piedrecitas que hay en el jardín, insignificantes piedrecitas, unas blancas y otras oscuras en igual número, decidiendo que las blancas son por Matías y las otras por José. Las meten en una bolsa, en que no hay nada, la presentan a Pedro, quien, trazada sobre ella un gesto de bendición, mete dentro la mano y, orando con los ojos levantados al cielo, tapizado ahora de estrellas, saca una piedrecita: blanca como la nieve. ■ El Señor ha señalado a Matías como sucesor de Judas. Pedro pasa a la parte delantera de la mesa y le abraza diciendo que es «para hacerle semejante a él». También los otros diez hacen el mismo gesto en medio de las aclamaciones de la pequeña asamblea. Como última cosa, Pedro, que ha vuelto a su sitio teniendo cogida la mano de Matías —al cual tiene a su lado, de forma que ahora está entre Matías y Santiago de Alfeo—, habla: “Ven al lugar que Dios te había reservado, y con tu justo modo de obrar, borra el recuerdo de Judas, ayudándonos a nosotros, tus hermanos a llevar a cabo las obras que Jesús nos ordenó que realizáramos. La gracia de Nuestro Señor Jesucristo esté siempre contigo”. Se vuelve a todos y les dice que pueden retirarse… ■ Mientras los discípulos desalojan lentamente el patio por una salida secundaria, los apóstoles entran en la casa y conducen a Matías a la presencia de la Virgen, que está en oración, para que de Ella, la Madre de Dios, reciba también una palabra de congratulación. (Escrito el 26 de Abril de 1947).
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1  Nota  : Cfr. Hechos 1,12-26.   2  Nota  : Cfr. Mt. 27,6-10.  3  Nota  : Cfr. Sal. 115,1.   4  Nota  : Cfr. Sal.  40,8-10.  5  Nota  : Las profecías, incluso su precio. Jeremías 32,6-10; Zacarías 11,12-13.   6  Nota  : Esto es, “campo de sangre” como se explica en Hech. 1,9.  7  Nota  : Cfr.  Sal. 108,8.   8  Nota  : José de Sabá  y  Matías.-  Cfr. Personajes de la Obra magna: Pastores de Belén.
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10-640-371 (11-25-822).- “Las obras manifiestas de Dios terminan en Pentecostés y desde ese momento continúa la obra íntima, misteriosa de Dios en sus fieles, unidos a la Iglesia Una, Santa Apostólica, Romana”.
* “Al término de la Obra, en mi dolor de ver que mi don es despreciado, os digo: «No recibiréis más porque no habéis sabido acoger esto que os he dado». Y os digo también: «No me veréis hasta que no llegue el día en que digáis: ‘¡Bendito el que viene en nombre del Señor!’»”.- ■ Dice Jesús: “La Obra está terminada (1) Y, con su fin, con la venida del Espíritu Santo, termina el ciclo mesiánico que mi Sabiduría ha iluminado desde sus albores (la Concepción inmaculada de María) hasta su terminación (la venida del Espíritu Santo). Todo el ciclo mesiánico es obra del Espíritu de Amor, para quien sabe ver bien. Cosa justa, pues, el haber empezado con el misterio de la Inmaculada Concepción de la Esposa del Amor, y haber terminado con el sello del Fuego Paráclito sobre la Iglesia de Cristo. Las obras manifiestas de Dios, del amor de Dios, terminan en Pentecostés. A partir de ese momento continúa la obra íntima, misteriosa de Dios en sus fieles, unidos en el nombre de Jesús en la Iglesia Una, Santa, Católica, Apostólica, Romana (2); y la Iglesia, o sea, la asamblea de los fieles —pastores, ovejas y corderos—, puede continuar su camino sin errar, por la acción espiritual, continua del Amor en sus fieles (3). ■ El Amor, Teólogo de los teólogos, Aquel que forma los verdaderos teólogos, que viven sumergidos en Dios y tienen a Dios dentro de sí —la vida de Dios dentro de sí por la dirección del Espíritu Santo que los guía— los verdaderos «hijos de Dios», según el concepto de Pablo (4). Y al término de la Obra debo poner una vez más el lamento dado al terminar cada año evangélico. Y en mi dolor de ver que mi don es despreciado, os digo: «No recibiréis más porque no habéis sabido acoger esto que os he dado». Y os digo también lo que os hice llegar el verano pasado (5) para llamaros de nuevo al camino recto: «No me veréis hasta que no llegue el día en que digáis: ‘¡Bendito el que viene en nombre del Señor!’»”(6). (Escrito el 27 de Abril de 1947).
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1 Nota : “La obra se ha terminado”. Sin embargo, satisfaciendo el vivo deseo del director espiritual de la Escritora, P. Romualdo Migliorini, esta obra se prolongó hasta la Asunción de Nuestra señora, con algunos trozos preparados antes (1943, 1944) y con otros compuestos a propósito y para tal fin (1951).  2  Nota  : La Iglesia que es  llamada “romana”, sin duda porque el supremo Pastor visible es el Romano Pontífice, sucesor del bienaventurado Pedro, apóstol y cabeza de los apóstoles, en la sede de Roma. Cfr. Concilio Ecuménico Vaticano I, Constitución dogmática I «Pastor Aeternus»; Concilio Ecuménico Vaticano II Constitución dogmática «Lumen Gentium», cp. 3, n. 18-29, passim. 3 Nota : “Infalibilidad”.- Pío XII, en la Constitución dogmática Munificentísimus Deus y en documentos similares, afirma que la infalibilidad de la Iglesia mana del hecho que Cristo está inseparablemente unido a ella y la empapa y dirige con su Espíritu de Verdad (Cfr. Actas de la Sede Apostólica, tom. 42 [1950] pag. 769-755). El Concilio Ecuménico Vaticano II, en su constitución dogmática Lumen Gentium, cap. 2, n. 12, atribuye igualmente al Espíritu Santo la infalibilidad de la universalidad de los fieles: “Sin embargo, el juicio de discernimiento de tales dones o carismas no queda al arbitrio de los particulares, sino está reservado a la autoridad eclesiástica”.   4  Nota  : El concepto de Pablo, expresado en Romanos 8,14-17.   5  Nota  : El pasado verano, exactamente el 21-5-46, fecha que en este lugar María Valtorta anota y que se refiere a un “dictado”, al dictado 46-235, recogido en el volumen «Los Cuadernos de 1945/1950». En nuestro trabajo está recogido en la sección «Testimonios de la Obra de María Valtorta». Apartado B) “Palabras del Señor”.   6  Nota  : Cfr. Mt. 23,37-39; Lc. 13,34-35.
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(<En el Cenáculo que ha sufrido un cambio, necesario para su nueva función como Iglesia.- María Valtorta cree haber visto cómo era la Santa Misa en un principio>)
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10-641-372 (11-26-823).- Pedro, con sus nuevas vestes de Pontífice, celebra la Eucaristía en la casa del Cenáculo, primera Iglesia del mundo cristiano.
* Pedro habla sobre la Última Cena: “Se dio en comida y bebida a los hombres y nos dijo a nosotros sus siervos y continuadores: «Haced esto en memoria de Mí». Y esto es lo que estamos haciendo”.- ■ Es una de las primeras reuniones de los cristianos, en los días inmediatamente posteriores a Pentecostés. Los doce apóstoles son de nuevo doce, porque Matías, que ya ha sido elegido en lugar del traidor, está entre ellos. Y el hecho de que estén los doce demuestra que no se habían separado todavía para ir a evangelizar, conforme a las órdenes del Maestro. Por tanto, Pentecostés debe haber tenido lugar no hace mucho tiempo, y todavía no deben haber empezado las persecuciones del Sanedrín contra los siervos de Jesucristo. En efecto, si así fuera, no tendrían esta celebración con tanta tranquilidad y sin ninguna medida de precaución, pues la casa donde están es muy conocida, o sea, en la casa del Cenáculo donde se celebró la Última Cena, donde se instituyó la Eucaristía, y empezó la verdadera traición y nuestra Redención. Pero la amplia habitación ha sufrido un cambio, necesario para su nueva función como iglesia, e impuesto por el número de fieles. La gran mesa ya no está cerca de la pared que da a la escalerilla, sino más bien enfrente de ella, y paralela a la pared. De forma que, incluso los que no pueden entrar en el Cenáculo —primera Iglesia del mundo cristiano—, ya repleto de personas, pueden ver lo que sucede dentro, agolpándose en el pasillo de entrada (donde está, abierta completamente, la puertecita por la que se entra en la habitación). En la sala hay hombres y mujeres de todas las edades. En medio de un grupo de mujeres, junto a la mesa, aunque en uno de sus ángulos, están María, la Madre de Jesús, Marta, Magdalena, Nique, Elisa, María de Alfeo, Salomé, Juana de Cusa… en fin, muchas de las mujeres discípulas, hebreas y no hebreas, que Jesús curó, consoló, evangelizó. Entre los hombres están Nicodemo, Lázaro, José de Arimatea, muchos discípulos, entre los cuales Esteban, Hermas, los pastores, Eliseo el hijo del sinagogo de Engaddi, y otros más. También está Longinos (1), no vestido de militar, sino de civil. Trae una túnica larga y sencilla de color gris. Están también otros que claramente han entrado en la grey de Jesús después de Pentecostés y de las primeras evangelizaciones de los doce. ■ Pedro está hablando. Evangeliza e instruye a los presentes. Una vez más habla de la Última Cena. Digo “una vez más” porque se colige de sus palabras. Dice: “Os hablo una vez más” y pone énfasis sobre estas palabras “de esta Cena en que, antes de ser inmolado por los hombres, Jesús Nazareno, como le llamaban, Jesucristo, Hijo de Dios y Salvador nuestro, como ha de ser afirmado y creído con todo nuestro corazón y nuestra mente, porque en este creer está nuestra salvación, se inmoló por su propia voluntad y por su gran amor. Se dio en comida y bebida a los hombres y nos dijo a nosotros sus siervos y continuadores: «Haced esto en memoria de Mí». Y esto es lo que estamos haciendo. Pero, oh hombres, de la misma manera que nosotros, sus testigos, creemos que en el Pan y el Vino, ofrecidos y bendecidos, como Él lo hizo, en memoria suya y por obediencia a su mandato divino, están ese Cuerpo Santísimo y esa Sangre Adorable, que lo son de un Dios, Hijo del Dios Altísimo, Sangre que fue derramada y Cuerpo que fue crucificado por amor y para dar vida a los hombres, también vosotros, todos vosotros, que habéis entrado a formar parte de la Iglesia verdadera, nueva, inmortal Iglesia, anunciada por los profetas y fundada por Jesús, debéis creerlo. Creed y bendecid al Señor quien nos ha dejado esta señal como perdón suyo, pues nosotros —si no fuimos sus crucificadores materiales—, sí lo fuimos moral y espiritualmente por nuestra debilidad en servirle, por nuestra ceguedad en comprenderle, por nuestra cobardía en abandonarle huyendo en su hora postrera, y qué decir de mí, de mi personal traición pues le negué por miedo y cobardía; negué que era su discípulo, cuando me había elegido para ser el primero entre sus siervos (y gruesas lágrimas corren por la cara de Pedro) poco antes de la hora prima, allá, en el patio del Templo. Creed y bendecid al Señor, que, a aquellos que no le conocieron cuando era Nazareno, les permite conocerle ahora que es el Verbo Encarnado vuelto al Padre. Venid y tomad. Él lo dijo: «Quien come mi Carne y bebe mi Sangre tendrá vida eterna». En aquel momento no comprendimos (y Pedro llora de nuevo). No comprendimos porque éramos tardos de inteligencia. Pero ahora que el Espíritu Santo ha iluminado nuestra inteligencia, fortificado nuestra fe, infundido la caridad, comprendemos. Y en el Nombre del Dios Altísimo, del Dios de Abraham, de Moisés, en el Nombre del Altísimo Dios que habló a Isaías, Jeremías, Ezequiel, Daniel y demás profetas, os juramos que esta es la verdad y os conjuramos a que creáis para poder tener la Vida eterna”. ■ Pedro habla lleno de majestad. No tiene más aquella rusticidad de pescador. Subió sobre un banco para que le vieran todos, pues es bajo de estatura. Habla con medida, con voz ajustada, y acciones de orador. Sus ojos, siempre expresivos, hablan ahora más que nunca: amor, fe, imperio, contrición… todo sale a través de esta mirada suya, y anticipa y refuerza sus palabras.
* Pedro celebra la Eucaristía sobre una mesa donde reposan las reliquias de la Pasión de Jesús.- ■ Ya ha terminado de hablar. Baja del banco, se coloca detrás de la mesa, en el espacio que queda entre la pared y la mesa, y espera. Judas y Santiago de Alfeo, esto es, los dos hijos de Alfeo y primos de Jesús, extienden sobre la mesa un blanco mantel. Para hacer esto levantan el arca ancha y baja que está puesta en el centro de la mesa. También extienden sobre la cubierta del arca un lino muy fino. El Apóstol Juan va ahora donde la Virgen y le pide algo. La Virgen se quita del cuello una especie de llavecita, la entrega a Juan. Juan la toma, vuelve al arca, la abre y vuelve la parte que está delante, la cual queda apoyada en el mantel, y cubierta con un tercer paño de lino. En el interior del arca hay una sección horizontal que la divide en dos secciones: en la parte inferior hay un cáliz y un plato, de metal; en la superior, en el centro, el cáliz que usó Jesús en la última Cena y para la primera Eucaristía, los restos del pan partido por Él, colocados en un platito, de material precioso como el cáliz. A los lados del cáliz y del platito que están en el plano superior, a un lado, están la corona de espinas, los clavos y la esponja; al otro lado, una de las sábanas, enrollada, el velo con que Nique secó el Rostro de Jesús, y el velo que la Virgen le dio a Jesús para que cubriera con él las caderas. En el fondo del arca hay otras cosas, pero, dado que nadie las saca ni las muestra, no se sabe lo que son. Sin embargo, respecto a las otras, las que se ven, Juan y Judas de Alfeo las muestran a los presentes que se arrodillan ante ellas. Pero ni se muestran ni se tocan el cáliz y el platito del pan. Tampoco se extiende toda la sábana; sólo se muestra enrollada, mientras se dice lo que es. Tal vez Juan y Judas no la desenrollan para que la Virgen no recuerde los atroces dolores que padeció Jesús. ■ Terminada esta parte de la ceremonia, los apóstoles, en coro, entonan las oraciones (2), creo que son Salmos, porque los cantan como lo hacen los hebreos en sus sinagogas y en sus peregrinaciones a Jerusalén para las solemnidades prescritas por la Ley. La gente se une al coro de los apóstoles, que, de esa manera, cada vez se hace más solemne. Finalmente, traen algunos panes que colocan sobre el plato de metal, que había en la parte inferior del arca, y también unas jarritas de metal. Pedro, de pie, recibe de Juan, que está arrodillado al otro lado de la mesa (mientras que Pedro sigue entre la mesa y la pared, aunque vuelto a la gente), la bandeja con los panes, la levanta y la ofrece; luego la bendice y la coloca sobre el arca. Judas de Alfeo, que está arrodillado al lado de Juan, entrega a Pedro el cáliz que estaba en la parte inferior y las dos jarritas que estaban junto al platito de los panes. Pedro vierte el contenido de ellas en el cáliz, luego lo levanta y ofrece como lo hiciera con el pan, lo bendice y lo pone sobre el arca al lado de los panes. Vuelven a recitar oraciones. Pedro divide los panes en trozos, mientras los presentes se postran más aún, y dice: «Esto es mi Cuerpo. Haced esto en memoria mía». Sale por detrás de la mesa. Lleva el plato con los pedazos de los panes, y va primero donde la Virgen, le da un trozo, después pasa delante de la mesa y distribuye el Pan consagrado, a quienes se acercan para recibirlo. Los pocos trozos que quedan son puestos en el arca. Toma ahora el cáliz y lo ofrece —empezando esta vez también por la Virgen— a los presentes. Juan y Judas le siguen con las jarritas y añaden los líquidos cuando el cáliz se vacía, mientras Pedro repite la elevación, la ofrenda y la bendición para consagrar el líquido. Cuando todos han recibido la Eucaristía, los apóstoles consumen el Pan y el Vino que sobraron. Luego cantan un salmo o un himno, y después de ello Pedro bendice a la multitud que se va poco a poco. ■ La Virgen, que ha estado de rodillas durante la ceremonia de la consagración y distribución de las especies del Pan y del Vino, se pone de pie y va hasta el arca. Hace una inclinación por encima de la mesa y toca con la frente la parte inferior del arca, donde se ha puesto el cáliz y el plato que usó Jesús en la última Cena, y los besa. Juan cierra el arca, devuelve la llave a la Virgen que se la pone de nuevo en el cuello. (Escrito el 3 de Junio de 1944).
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* La Santa Misa en un principio.- El arca: Relicario y primer Tabernáculo.
Creo haber visto, exactamente, cómo era la Santa Misa en un principio. De ello estoy completamente segura. Así, pues, dentro del tiempo de Pentecostés, Jesús, cumpliendo su promesa, me complace en la segunda cosa que yo quería saber. Por último, qué es lo que contenía el arca tan querida para María, lo sé ahora. Era a la vez Relicario y primer Tabernáculo. ¡Cuánto me place pensar que María era propietaria teniendo la llave del mismo! María: la Tesorera de cuanto es de Jesús, la Sacerdotisa de la más verdadera Iglesia. (Escrito el 3 de Junio de 1944: “Cuadernos”).
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1 Nota  : Longinos es el centurión romano encargado de la crucifixión, que en el Calvario traspasó el pecho de Jesús con una lanza. Esta Obra afirma su pronta conversión y su clara profesión de fe en la divinidad del Crucificado.  2  Nota  : Esta descripción que hace Valtorta nos remonta realmente a tiempos muy primitivos de la iglesia Jerosolimitana, y no puede compararse en modo alguno con la que S. Justino hacia el 150 escribía en su 1 Apología, esto es, de que en la liturgia eucarística se leían trozos bíblicos, después que el celebrante pronunciaba una exhortación. Lo que escribe Valtorta, a saber, que en aquellos lejanos tiempos sólo se leían o cantaban algunos salmos, no tiene nada de sorprendente.
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10-642-376 (11-27-827).- María Virgen acepta vivir en tierras de Judea, en el Getsemaní, ahora tierra santa por los misterios aquí ocurridos.- Juan predice la Asunción considerando las prerrogativas inherentes en Ella.
* Las tendencias de Jesús y de María de aislarse “porque sobre los misterios de Dios no es justo que se pose mirada humana. Mujer yo, Hombre Jesús. Pero nuestra Humanidad fue distinta de todas las otras. tanto por razón de la inmunidad de la culpa, incluso la Original, como por razón de la relación con Dios Uno y Trino”.- ■ La Virgen está todavía en la casa del Cenáculo. Sola, en su habitación usual, cose paños de finísimo lino, semejantes a manteles largos y estrechos. De cuando en cuando levanta la cabeza para mirar hacia el jardín y medir, por la posición del sol sobre las paredes del jardín, la hora del día. Y, si siente ruido en la casa, o en la calle, escucha atentamente: parece estar esperando a alguien. Pasa así un tiempo. Luego se oye un golpe en la puerta de la casa, seguido por un sonido de sandalias que, corriendo, van a abrir. Se oyen voces de hombre cada vez más fuertes y cercanas. La Virgen escucha… Luego exclama: “¿Ellos aquí? ¿Qué habrá pasado?”. Mientras está diciendo estas palabras, alguien llama a la puerta de su habitación. “Entrad, hermanos de Jesús, mi Señor” invita María. Entran Lázaro y José de Arimatea que la saludan con profundo respeto: “¡Bendita tú entre todas las madres! Los siervos de tu Hijo y Señor nuestro te saludan”. Y se postran para besar la extremidad de su vestidura. “El Señor esté siempre con vosotros. ¿Por qué motivo, y cuando todavía no ha cesado la ira de los perseguidores de Jesús y de sus seguidores, venís a mí?”. Lázaro responde: “Ante todo para saludarte, pues verte y saludarte es verle a Él, y sentirnos así menos afligidos por su partida de la Tierra. Y también hemos venido para proponerte lo que, después de una reunión en mi casa, una reunión de los más amantes y fieles siervos de Jesús, tu Hijo, y Señor nuestro, hemos pensado hacer”. Virgen: “Hablad, será vuestro amor quien me hable y con mi amor os escucho”. ■ Toma la palabra José de Arimatea: “María, no ignoras, y lo has dicho, que la ira —y peor aún— permanece todavía contra todos los que estuvieron más cerca de tu Hijo y de Dios, o por parentesco o por fe o por amistad. Y no ignoramos que no tienes interés de abandonar estos lugares, donde viste la perfecta manifestación de la naturaleza divina y humana de tu Hijo, su total entrega y su completa glorificación, por medio de su Pasión y Muerte —verdadero Hombre— y por medio de su gloriosa Resurrección y Ascensión —verdadero Dios—. Y tampoco ignoramos que no quieres dejar solos a los apóstoles, y quieres ser guía y Madre en las primeras pruebas, tú, Sede de la Sabiduría divina, tú, Esposa del Espíritu manifestador de las verdades eternas, tú, Hija amada del Padre que te eligió ab eterno para Madre de su Unigénito, tú, Madre de este Verbo del Padre, que ciertamente te instruyó con su infinita y perfectísima Sabiduría y Doctrina, antes incluso de estar en ti como criatura en formación, o de estar contigo cual Hijo que crecía en edad y sabiduría, hasta llegar a ser Maestro de los maestros. ■ Juan nos lo dijo al día siguiente de la primera, maravillosa predicación y manifestación apostólica, que tuvo lugar diez días después de la Ascensión de Jesús al Cielo. Tú, por tu parte, sabes, por haberlo visto en el Getsemaní el día de la Ascensión de tu Hijo al Padre, y por haberlo sabido a través de Pedro, Juan y los demás apóstoles, que yo y Lázaro, inmediatamente después de la Muerte y Resurrección, empezamos a levantar vallas alrededor de mi huerto que está cerca del Gólgota y en el Getsemaní en el Monte de los Olivos, para que esos lugares, santificados con la Sangre del divino Mártir —Sangre que goteó, ¡ay! ardiente de fiebre en el Getsemaní y helada y grumosa en mi huerto—, no sean profanados por los enemigos de Jesús. Ahora las obras están terminadas, y, tanto yo como Lázaro, y con él sus hermanas y los apóstoles —que sufrirían mucho en no tenerte aquí—, te decimos: «Establécete en la casa de Lázaro del Getsemaní»”. ■ Virgen: “¿Y Jonás y María? La casa es pequeña, y yo siempre he apreciado la soledad. Y más la aprecio ahora porque la necesito para sumergirme en Dios, en mi Jesús, para no morir de ansias por no tenerle más aquí. Sobre los misterios de Dios, porque Él es ahora Dios más que nunca, no es justo que se pose mirada humana. Mujer yo, Hombre Jesús. Pero nuestra Humanidad fue distinta de todas las otras, tanto por razón de la inmunidad de la culpa, incluso la Original, como por razón de la relación con Dios Uno y Trino: somos únicos en estas cosas entre todas las criaturas, las pasadas, las presentes y las futuras. Ahora bien, el hombre, aun el más bueno y prudente, es naturalmente curioso, sobre todo si tiene ante sí una manifestación extraordinaria… Sólo Yo y Jesús, mientras estuvo en la Tierra, sabemos qué sufrimiento, qué… sí, incluso vergüenza, incomodidad, tormento siente uno cuando la curiosidad humana escudriña, vigila, espía nuestros secretos con Dios. Es como si nos pusiesen desnudos en medio de una plaza. Pensad en mi pasado, considerad cómo he buscado siempre recato, silencio, y cómo siempre he ocultado, bajo la apariencia de una vida común de una pobre mujer, los misterios que Dios ha colocado en mí. Acordaos cómo, por no hacerlos saber ni siquiera a mi esposo José, por poco no hice de él —justo— un injusto. Solo la intervención angélica evitó este peligro. Pensad en la vida tan humilde, oculta, ordinaria que llevó Jesús durante treinta años. Pensad en su tendencia, ya como Maestro, a apartarse, a aislarse. Debía hacer milagros e instruir, porque así era su misión. Pero, y lo sé por Él mismo, sufría —y éste era uno de los muchos motivos de la gravedad y tristeza que reflejaban sus grandes y poderosos ojos—, sufría, decía, cuando le aplaudían las multitudes, por la curiosidad más o menos buena con que observaban todos sus actos. ¡Cuántas veces ordenó a sus apóstoles y a aquellos que habían recibido algún milagro: «No digáis lo que habéis visto! ¡No digáis lo que he hecho en vosotros!»… Ahora bien, yo no quisiera que ojo humano indagase sobre los misterios de Dios en mí, misterios que no han cesado, no, con el regreso al Cielo de Jesús, mi Hijo y mi Dios, sino que continúan, y yo diría que incluso aumentan, por bondad suya y para mantenerme viva hasta que llegue la hora, tan deseada por mí, de unirme de nuevo a Él para toda la eternidad. ■ Quisiera solo a Juan conmigo. Porque es prudente, respetuoso, cariñoso conmigo como un segundo Jesús. Pero Jonás y María sabrán…”. Lázaro la interrumpe: “Ya hemos pensado en eso, ¡oh Bendita! Marcos, hijo de Jonás, está ahora entre los discípulos. María, su madre, y Jonás, su padre, están ya en Betania”. La Virgen objeta: “¿Pero y el olivar? ¡Hay que cuidarlo!”. Lázaro: “Solo cuando se trate de la poda, del abono, de la cosecha. Pocos días en el año, y no serán muchos porque enviaré a mis siervos de Betania junto con Marcos. Tú, Madre, si nos quieres hacer felices a mí y a mis hermanas, ven en estos días a Betania, a la casa solitaria de Zelote. Seremos vecinos, pero nuestros ojos no serán indiscretos en tus relaciones con Dios”. Virgen: “¿Pero y la prensa?”. Lázaro: “Ya ha sido transportada a Betania. El Getsemaní, completamente tapiado, propiedad que tiene en su corazón Lázaro, hijo de Teófilo, te espera, ¡Oh María! Te aseguro que los enemigos de Jesús no se atreverán por miedo a Roma, a perturbar la paz del lugar y la tuya”. La Virgen exclama: “¡Bueno, siendo así!”, y se lleva las manos al corazón, y los mira con un rostro casi extático por lo feliz que se siente, con una sonrisa angelical en sus labios y lágrimas de alegría en sus rubias pestañas. Prosigue: “¡Yo y Juan! ¡Solos! ¡Los dos solos! ¡Me parecerá estar nuevamente en Nazaret con mi Hijo! ¡Solos! ¡En la paz! ¡En esa paz! ¡Allí donde mi Jesús pronunció tantas palabras y esparció tanta paz! Allí donde, es cierto, sufrió hasta el punto de sudar sangre y de recibir el mayor sufrimiento moral del beso infame y las primeras…”. Un sollozo y un recuerdo dolorosísimo le quitan la palabra, descomponen su rostro, que, por unos instantes, aparece dolorosa como en la Pasión y Muerte de su Hijo.
* “Es justo que en este lugar (el Cenáculo) donde tu Hijo instituyó el nuevo Rito eterno, constituyó la nueva Iglesia, elevó al nuevo Pontificado y Sacerdocio a sus apóstoles y discípulos, se transforme en el primer Templo de la nueva religión”.- ■ Luego, volviendo en sí, María Virgen continúa: “Allí en el Getsemaní donde Él volvió a la infinita paz del Paraíso. Mandaré a decir a María de Alfeo que cuide de mi casita de Nazaret, que tanto quiero porque allí se realizó el misterio y allí murió mi esposo, tan justo y casto, y allí creció Jesús. ¡Muy querida por mí! Pero nunca como estos lugares donde Él instituyó la Ceremonia de las ceremonias, se hizo Pan y Sangre, Vida para los hombres, padeció, redimió, fundó la Iglesia y con su última bendición hizo buenas y santas todas las cosas de la creación. Me quedaré, sí, me quedaré en Getsemaní. Y desde allí, siguiendo la parte externa de los muros, podré ir al Gólgota, y a tu huerto, José, donde tanto lloré; y podré ir a tu casa, Lázaro, donde siempre encontramos mi Hijo y yo mucho amor. Pero quisiera…”. Ambos le preguntan: “¿Qué cosa, oh, Bendita?”. Virgen: “Quisiera regresar aquí, al Cenáculo, siempre, porque yo y los apóstoles, siempre que Lázaro lo permita, hemos decidido…”. Lázaro: “Todo lo que quieras, Madre. Todo lo que tengo es tuyo. Se lo dije a Jesús, ahora te lo digo a ti. Soy yo siempre el favorecido, si aceptas lo que te ofrezco”. Virgen: “Hijo, permite que te llame así, quisiera que me permitieses hacer de esta casa, más bien del Cenáculo, el lugar de reunión y del ágape fraterno”. Lázaro: “Es justo. En este lugar tu Hijo instituyó el nuevo Rito eterno, constituyó la nueva Iglesia, elevó al nuevo Pontificado y Sacerdocio a sus apóstoles y discípulos. Justo es que esa habitación se transforme en el primer Templo de la nueva Religión; la semilla que el día de mañana será árbol y luego se convertirá en un organismo vital, y que irá creciendo, sin cesar, en altura, profundidad y anchura, extendiéndose por toda la Tierra. ¿Qué mesa y qué altar más santos que sobre los que partió el pan, puso el cáliz del nuevo Rito que durará mientras dure la Tierra?”. Virgen: “Es verdad, Lázaro. ¿Ves? Por eso estoy cosiendo estos manteles. Porque creo, como nadie podrá creer de igual modo, que el Pan y el Vino son Él, en su Carne y en su Sangre; Carne santísima e inocentísima, Sangre redentora, dados como Alimento y Bebida de los hombres. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo os bendigan a vosotros que sois buenos, prudentes, piadosos para con el Hijo y para con su Madre”. ■ Lázaro: “Entonces, de acuerdo. Toma. Ésta es la llave que abre las distintas cancillas de la valla del Getsemaní. Y ésta es la llave de la casa. Y sé feliz en la medida que Dios te conceda serlo y cuanto nuestro pobre amor quisiera que lo fueras”. José de Arimatea dice: “Y ésta es la llave de la valla de mi huerto”. Virgen: “¡Pero tú… tienes todo el derecho de entrar allí!”. José de Arimatea: “Tengo otra llave, María. El hortelano es un hombre recto, como lo es su hijo. Verás que tanto ellos como yo seremos prudentes y respetuosos”. Virgen: “Dios os bendiga nuevamente”. José de Arimatea: “Las gracias te las damos a ti, Madre. Nuestro amor y la paz de Dios sean siempre contigo”. Después de esto se postran, besan la extremidad de su vestido y se retiran.
* Juan, a través del Espíritu Santo, conoce los privilegios de la Virgen Stma.- ■ Apenas se han ido, cuando se oye que alguien llama a la puerta. “Entra” dice María. Juan no espera que se lo digan dos veces. Entra y pregunta, un poco inquieto: “¿Qué querían José y Lázaro? ¿Hay algún peligro?”. Virgen: “No, hijo. Se trató de que se aceptara un deseo mío. Deseo mío y de otros. Tú sabes cómo Pedro y Santiago de Alfeo: el primero, Pontífice; el segundo, el jefe de la Iglesia de Jerusalén, están preocupadísimos ante la idea de perderme, y asustados ante el temor de no poder hacer nada sin mí. Sobre todo Santiago. Ni siquiera la aparición especial de mi Hijo a él ni su elección por voluntad de Jesús le consuelan y fortalecen. ¡Y también los otros!… Ahora Lázaro satisface este deseo general y nos hace dueños del Getsemaní. Yo y tú. Solos allí. Aquí están las llaves, y ésta es la del huerto de José… Podremos ir al Sepulcro, a Betania sin pasar por la ciudad… Ir al Gólgota… Venir aquí cada vez que se celebre el ágape fraterno. Todo nos conceden Lázaro y José”. Juan: “Son dos verdaderos justos. Lázaro recibió mucho de Jesús. Es verdad. Pero, antes de recibir incluso, siempre dio todo a Jesús. ¿Estás contenta, Madre?”. Virgen: “Sí, Juan, mucho. Viviré, hasta que Dios lo quiera, ayudando a Pedro, a Santiago, a todos vosotros y ayudaré a los primeros cristianos como pueda. Si los judíos, los fariseos y los sacerdotes no son unas fieras contra mí, como lo fueron contra mi Hijo, pondré fin a mi aliento donde Él subió al Padre”. ■ Juan: “También tú subirás, Madre”. Virgen: “No, no soy Jesús. Nací como los demás”. Juan: “Pero sin la Mancha Original. Soy un pobre pescador, ignorante. No sé nada de ciencia y de escrituras, fuera de lo que me enseñó el Maestro, pero soy como un niño, porque soy puro, y por esto, tal vez, sé más que los rabinos, porque Él lo dijo, «Dios esconde las cosas a los sabios y las descubre a los pequeños», a los puros (1); y por esto pienso —mejor dicho: preveo— que tendrás la suerte que hubiera tenido Eva si no hubiera pecado. Y más todavía, porque no fuiste la esposa de Adán-hombre, sino de Dios, para dar a la Tierra al nuevo Adán fiel a la Gracia. El Creador, al crear a los primeros padres, no los destinó a la muerte —o sea, a la corrupción del más perfecto cuerpo por Él creado, y al que hizo el más noble de todos los cuerpos creados dotándole de alma espiritual y de los dones gratuitos de Dios, por lo que podían llamarse «hijos adoptivos de Dios»—, sino que quiso para ellos solamente un paso del paraíso terrestre al celestial. Ahora bien, tú nunca has tenido mancha alguna de pecado; ni siquiera ese grande, común pecado, herencia de Adán para todos los humanos, te alcanzó a ti, porque Dios te preservó de él por singular, único, privilegio, habiendo sido tú, desde la eternidad, destinada a ser el Arca del Verbo. Y el Arca, incluso esa Arca que ¡ay!, no contiene sino cosas frías, áridas, muertas porque, en verdad, el pueblo de Dios no las pone en práctica como debería, es, y debe ser, siempre purísima. El Arca, sí. ¿Pero quién, entre los que se acercan a ella, Pontífice y Sacerdotes, lo son realmente como lo eres tú? Ninguno. Por esto yo presiento que tú, la Eva segunda y Eva fiel a la Gracia, no conocerás la muerte”. ■ Virgen: “Mi Hijo, el segundo Adán, la Gracia misma, que obedeció siempre al Padre y le amó de manera perfecta, murió. ¡Y con qué clase de muerte!”. Juan: “Había venido para ser el Redentor, Madre. Dejó al Padre, el Cielo para hacerse hombre y poder redimir con su sacrificio a los hombres y devolverles la Gracia, y así elevarlos de nuevo al grado de hijos adoptivos de Dios, herederos del Cielo. Él tenía que morir. Y murió con su Humanidad santísima. Y tú moriste en el corazón viendo su suplicio atroz y su Muerte. Y padeciste todo para ser redentora con Él. Yo soy un pobre e ignorante, pero presiento que tú, Arca verdadera del Dios verdadero, viviente Dios, no serás, no puedes ser, corruptible. De la misma manera que la nube de fuego cubrió y dirigió el arca de Moisés hacia la Tierra prometida, así el Fuego de Dios te atraerá hacia su Centro. Como la vara de Aarón no se secó, más, al contrario, a pesar de haber sido separada del árbol, echó retoños, hojas y frutos, y vivió en el Tabernáculo, así tú, elegida de Dios entre todas las mujeres que habitaron y habitarán sobre la Tierra, tampoco morirás como planta que se seca, sino que en el eterno Tabernáculo de los Cielos vivirás eternamente con todo tu ser. Como las aguas del Jordán se abrieron para dejar pasar el Arca y a sus portadores y al pueblo todo, en tiempos de Josué, así para ti se abrirán las barreras que el pecado de Adán ha puesto entre la Tierra y el Cielo, y pasarás de este mundo al Cielo eterno. Estoy seguro de ello porque Dios es justo. Y para ti permanece el decreto emanado de Él para quien no tiene pecado hereditario ni pecado voluntario en el alma”. ■ Virgen: “¿Te ha revelado esto Jesús?”. Juan: “No, Madre. Me lo dice el Espíritu Paráclito, Aquel de quien el Maestro nos anunció que nos revelaría las cosas futuras y toda verdad. El Consolador me lo dice dentro del alma para hacerme menos amargo el sentimiento de perderte, oh Madre bendita a la que amo y venero tanto como a la mía y más, por todo lo que sufriste, por lo buena y santa que eres, solo inferior a tu Hijo santísimo entre todos los santos presentes y futuros. La mayor santa que haya existido”. Y Juan conmovido, se postra venerándola. (Escrito el 21 de Agosto de 1951).
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1  Nota  : Al aceptar que el apóstol Juan pudo haber conseguido conocimiento del misterio realizado en la Virgen, el progreso de los dogmas consistiría en un movimiento circular, en un regreso, por la acción arcana del Espíritu Santo y la colaboración humana, para esclarecer y completar doctrinas divino-apostólicas.
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10-643-382 (11-28-833).- María Stma. y Juan en los lugares de la Pasión.
* En el lugar del horrendo beso: “Yo no soy Eva. Soy la Mujer del Ave y del Fiat. He trocado las cosas: he reparado, reedificado lo que Eva había lesionado y destruido. Y ahora puedo borrar y lavar con mi beso y mi llanto la huella de ese beso maldito, la mayor de todas las contaminaciones, porque fue obra de una criatura hacia su Creador y Dios”.- ■ Rompe el alba. Es una hermosa alba de verano. María, junto con el fiel Juan, sale de la casita del Getsemaní y camina con paso diligen­te por el olivar silencioso y desierto. Sólo algún canto de pájaro y el piar de los polluelos en los nidos rompen el gran silencio del lugar. María se dirige, con paso seguro, hacia la roca de la Agonía. Se arrodilla contra ella, pone su beso en los lugares donde algunas es­trechas fisuras de la roca muestran todavía huellas de color rojo-óxi­do, vestigios de la Sangre de Jesús que penetró en las fisuras y allí se coaguló; las acaricia como si acariciara todavía a su Hijo o a una parte de Él. Juan, detrás de Ella, en pie, la observa y llora en silen­cio, secándose rápidamente los ojos cuando María hace ademán de alzarse; es más, la ayuda a levantarse, y lo hace con gran amor, veneración y piedad. ■ María ahora baja hacia la explanada donde fue apresado Jesús. También ahí se arrodilla, y se agacha para besar la tierra. Pero an­tes le ha preguntado a Juan: “¿Es justo éste el sitio del beso horren­do e infame que contaminó este lugar más que lo que ensució el Pa­raíso terrenal el coloquio sucio y corruptor de la serpiente con Eva?”. Luego se levanta y dice: “Pero yo no soy Eva. Yo soy la Mujer del Ave. He trocado las cosas. Eva arrojó al sucio barro lo que era cosa del Cielo; yo he aceptado todo: incomprensiones, críticas, sospechas, dolores —¡cuántos dolores y de cuántas clases antes del dolor supre­mo!— para sacar del sucio barro aquello que Eva y Adán a él habían arrojado, y levantarlo de nuevo hacia el Cielo. A mí no me ha podido hablar el Demonio, aunque lo haya intentado, como lo intentó con el Hijo mío para destruir definitivamente el plan redentor. Conmigo no pudo hablar porque cerré los oídos a su voz y los ojos a su vista, y, so­bre todo, cerré mi corazón y mi espíritu contra todo asalto de lo que no era santo y puro. Mi yo límpido, sin rasguño alguno, como puro diamante, se abrió sólo al Ángel anunciador. Mis oídos escucharon sólo esa voz espiritual, y así he reparado, reedificado aquello que Eva había lesionado y destruido. Soy la Mujer del Ave y del Fiat. He restablecido el orden que Eva había trastornado. Y aho­ra puedo borrar y lavar con mi beso y mi llanto la huella de ese beso maldito y de esa contaminación, la mayor de todas, porque no fue obra de una criatura hacia otra, sino de una criatura hacia su Maestro y Amigo, hacia su Creador y Dios”. ■ Luego se dirige a la cancilla. Juan abre. Salen juntos del Getsemaní. Bajan al Cedrón, cruzan el puentecillo, y también allí María se arrodilla para besar el rústico guardalado del puente, en el punto en que contra él cayó su Hijo. Dice: “Me es sagrado todo lugar donde Él padeció los supremos dolores y ultrajes. Quisiera tener todo en mi casa. ¡Pero no todo se puede tener!”. Suspira. Luego añade: “Vamos rápidamente. Antes de que la gente se ponga en movimiento”.
* “Los leprosos de Hinnón, signo y símbolo de todos los que no se convertirán al Cristo y serán, por libre voluntad, símbolo de aquellos por los que Él inútilmente murió”… “Tu llanto, tu ora­ción, tu… vuestro… porque tu amor es activo como lo es el de Jesús glorio­so en el Cielo; vuestro dolor… no puede no dar fru­to”.- ■ Y, junto con Juan, reanuda el camino. No entra en la ciudad. Bordea el Valle de Hinnón y las cavernas donde viven los leprosos. Alza los ojos hacia esos antros de dolor. Ha­ce una seña a Juan, quien inmediatamente dispone encima de una piedra unos alimentos que llevaba en una bolsa mientras lanza un grito de llamada. Algunos leprosos se asoman y se acercan a la pie­dra. Dan las gracias, pero ninguno pide curación. María observa esto y dice: “Saben que Él ya no está, y, como están profundamente perturbados por su horrenda Muerte, ya no saben tener fe en Él y en sus discípulos. ¡Dos veces desdichados! ¡Dos veces leprosos! ¿Dos? No, totalmente desdichados, leprosos, muertos. En la Tierra y en el otro mundo”. Juan: “¿Quieres que intente hablar con ellos, Madre?”. Virgen: “¡Es inútil! Lo intentaron Pedro, Judas de Alfeo, Simón Zelote… Y se burlaron de ellos. Vino María de Lázaro, que siempre los socorre en memoria de Jesús, y también se rieron de ella. También vino Lázaro, con José y Nicodemo, para, hablándoles de su resurrección por obra de Jesús después de cuatro días de sepulcro, y de la del Hombre Dios por su propio poder, y de la Ascensión de Jesús, con­vencerles de que Él era el Cristo. Fue todo inútil. Respondieron: «Son mentiras. Los que saben la verdad dicen que son mentiras»”. Juan: “Y estos últimos son los fariseos y los sacerdotes, seguro. Son ellos los que trabajan para destruir la fe en Él. ¡Estoy seguro de que son ellos!”. Virgen: “Puede ser, Juan. Lo cierto es que los leprosos que antes no se convirtieron, ni siquiera ante los milagros de Jesús, ya no se conver­tirán. Nunca. Son signo y símbolo de todos los que, a lo largo de los siglos, no se convertirán al Cristo y serán, por libre voluntad, leprosos de pecado y estarán muertos a la Gracia que es Vida; símbolo de todos aquellos por los que Él inútilmente murió… ¡y de esa manera!…”, y llora, serenamente, sin sollozos, pero con verdadero caudal de lágrimas. ■ Juan, cuando María, para esconder su llanto a unas personas que pasan y que la observan, se cubre el rostro con su velo, la toma de un brazo, y, mientras amorosamente la guía, le dice: “Tu llanto, tu ora­ción, tu… vuestroamor por todos los hombres, vuestro, porque tu amor es activo como lo es —perfectamente activo— el de Jesús glorio­so en el Cielo; vuestro dolor, el tuyo, por la sordera de los hombres; el suyo, por la obstinación de demasiados en pecar, no puede no dar fru­to. ¡Mantén la esperanza, Madre! Mucho dolor te han dado y te darán todavía los hombres, pero también amor y alegría. ¿Quién no te que­rrá cuando sepa de ti? Ahora estás aquí, ignorada por el mundo, des­conocida. Pero cuando la Tierra sepa, porque se haya hecho cristiana, ¡cuánto amor recibirás! Estoy seguro de ello, Madre santa”.
* En el camino del Gólgota y en el Gólgota.- ■ Ya está cerca el Gólgota, y más cerca todavía el huerto de José. Llegan a éste, pero María no entra. Va primero al Gólgota. Y en los puntos que presenciaron especiales episodios durante la Pasión, o sea, en los lugares de las caídas, del encuentro con Nique y con Ella misma, se arrodilla y besa el suelo. Llegada a la cima, sus besos se hacen más numerosos en el lugar de la Crucifixión. Besos y lágrimas —los primeros, casi convulsos; las lágrimas, serenas, pero cuantiosas como cerrada lluvia— caen en la tierra amarillenta, mojada ahora, más nítido ahora su color amarilloso… Una plantita ha nacido justo donde la tierra fue removida para hincar la Cruz; una humilde plantita de prado, de hojas en forma de corazón y florecillas rojas como rubíes. María la mira, piensa, luego la saca delicadamente del suelo, junto con un poco de tierra, y la po­ne en el vuelo de su manto, y dice a Juan: “La voy a poner en un tiesto. Parece sangre de Él y ha nacido en la tierra teñida de rojo por su Sangre. Es una semilla traída, sin duda, por el torbellino de aquel día, una semilla venida aquí —a saber de dónde— y que cayó aquí —a saber por qué— y echó raíces en la tierra fecundada por esa San­gre. ■ ¡Ah, si esto sucediera con todas las almas! ¿Por qué la mayor parte de ellas es más seca que la árida y maldita tierra del Gólgota, lugar de suplicio para ladrones y homicidas? ¿Maldita? No. Él ha santificado esta tierra. Los que están bajo la maldición de Dios son aquellos que hicieron de este collado el lugar del más horrendo, injusto, sacrílego delito que jamás tendrá la Tierra”. Ahora los sollozos se unen a las lágrimas. Juan ciñe con un brazo sus hombros para hacerle sentir todo su amor, y la convence para que se marche de ese lugar demasiado dolo­roso para Ella.
* Juan, repíteme otra vez cómo encontraste las cosas aquí (en el Sepulcro), cuando, con Pedro, viniste a este lugar durante el al­ba de la Resurrección”.- ■ Bajan de nuevo hasta el pie de la colina. Entran en el huerto de José. El Sepulcro muestra su interior por la amplia boca, que ya no está cerrada por la piedra, que yace ahora, volcada en el suelo, entre la hierba. El interior está vacío. Ausente toda huella del Depósito y de la Resurrección. Parece un sepulcro nunca usado. María besa la piedra de la Unción, acaricia con la mirada las pa­redes. Luego solicita de Juan: “Repíteme otra vez cómo encontraste las cosas aquí, cuando, con Pedro, viniste a este lugar durante el al­ba de la Resurrección”. Y Juan vuelve a describir —moviéndose a un lado o a otro, sa­liendo del Sepulcro y entrando en él— cómo estaban las cosas, y qué hicieron él y Pedro; y concluye: “Hubiéramos debido retirar los pa­ños. Pero estábamos tan impresionados por todos los acontecimien­tos de esos días, que no recapacitamos. Cuando volvimos aquí, ya no estaban”. La Virgen le interrumpe, llorando: “Los cogerían los del Templo para profanarlos”, y concluye: “Tampoco María Magdalena pensó que convenía retirarlos para dármelos. Ella también estaba demasiado turbada”. Juan: “¿El Templo? No. Pienso que quizás los cogería José”. La Virgen gime: “Me lo habría dicho… ¡Oh, para un último desprecio los habrán cogido los enemigos de Jesús!”. Juan: “No llores, no sufras ya más. Jesús ya está en la gloria, en el amor perfecto e infinito; el odio y los desprecios ya no le pueden alcanzar”. Virgen: “Es verdad. Pero esos paños…”. Juan: “Te causarían dolor, como te lo causa el primer lienzo, que no te atreves a extender porque además de los vestigios de su Sangre contiene también los de las cosas inmundas que arrojaron contra su Stmo. Cuerpo”. Virgen: “Ése, sí. Pero éstos, no: absorbieron todo lo que salió de su Cuerpo cuando ya no sufría… ¡Oh, no puedes comprender!”. Juan: “Comprendo, Madre. Pero no creía que tú —que, sin duda, no es­tás separada de Él-Dios como nosotros, y menos aún como los que simplemente creen en Él— sintieras tan fuerte el deseo, es más: la necesidad, de tener algo de Él como Hombre torturado. Perdona mi necedad. Ven… Volveremos otras veces. Ahora vámonos, porque el sol se va alzando y cada vez es más fuerte, y el camino es largo para nosotros, que tenemos que evitar la ciudad”. ■ Salen del Sepulcro y del huerto; luego, por el mismo camino reco­rrido para ir allí, regresan al Getsemaní. María anda a buen paso y silenciosa, recogida toda en su manto. Sólo una reacción, de repulsa y horror: cuando pasa cerca del olivo donde se ahorcó Judas y cerca de la casa de campo de Caifás, y susurra: “Aquí llevó a cabo su con­denación de impenitente desesperado, y allí llevó a cabo su infame compraventa”. (Escrito el 8 de Septiembre de 1951).
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10-644-386 (11-29-836).- La institución del «domingo».- Gradual conversión de Gamaliel.- Las dos sábanas.
* “Pedro ha decidido celebrar los misterios ordinarios el día siguiente a cada sábado, porque dice que de hoy en adelante ése es el día del Señor, pues en ese día Él resucitó y se apareció a muchos; ya no hay sábado, porque para los cristianos ya no hay sinagoga, sino la Iglesia, como predijeron los profetas”.- ■ Es de noche. La luna llena ilumina con su luz plateada el Getsemaní y la casita de María y Juan. Todo está en silencio. Hasta el Cedrón, que no arrastra sino un hilillo de agua, parece dormido. En un momento dado se oyen pisadas de sandalias, que se hacen cada vez más nítidas, y en medio de ellas, voces masculinas y profundas. Luego aparecen, saliendo por entre las plantas, tres personas, que se dirigen a la casita. Llaman a la puerta. Se enciende una luz y una llama temblorosa lanza sus rayos por entre el resquicio de una ventana. Abre, se asoma una cabeza, se oye una voz, la de Juan que pregunta: “¿Quiénes sois?”. Responden: “José de Arimatea. Conmigo Lázaro y Nicodemo. La hora no es muy oportuna pero la prudencia nos lo ha impuesto. Traemos a María una cosa, y Lázaro nos escolta”. Juan dice: “Entrad. Voy a llamarla. No está durmiendo. Está orando arriba, en su habitación de la terraza. ¡Le gusta mucho!”, y rápidamente sube por la escalera que lleva a la terraza y a la habitación. Los tres, que se han quedado en la cocina, hablan en voz baja, a la débil luz de la lámpara. Todavía envueltos en sus mantos, pero con la cabeza descubierta, se ponen alrededor de la mesa. ■ Juan regresa con María que saluda a los tres diciendo: “La paz sea con vosotros”. Inclinándose, le responden: “Y contigo, María”. Virgen: “¿Hay algún peligro? ¿Ha pasado algo a los siervos de Jesús?”. José explica: “Nada, Mujer. Somos nosotros los que decidimos venir para entregarte —ahora lo sabemos con certeza, pero ya lo presentíamos— una cosa que sabemos que deseabas tener. No hemos venido antes porque no lográbamos ponernos de acuerdo, ni tampoco entre nosotros y Magdalena. Marta no ha intervenido. Tan solo dijo: «El Señor os inspirará, o directamente o por medio de otros, lo que debéis hacer». Y, en verdad, se nos ha dicho qué teníamos que hacer, y por eso hemos venido”. Virgen: “¿Os habló el Señor? ¿Se os apareció?”. Nicodemo le responde: “No, Madre. Ninguna otra vez, desde su subida a los Cielos. Primero, sí. Se nos apareció, ya te lo dijimos, en modo sobrenatural, después de su Resurrección, en mi casa. Aquel día se apareció a muchos, al mismo tiempo, para manifestar su Divinidad y su Resurrección. Luego, estando todavía entre los hombres, le vimos, pero ya no en modo sobrenatural, sino como le vieron los apóstoles y discípulos”. Virgen: “¿Y entonces, cómo os señaló lo que debíais hacer?”. Nicodemo: “Por boca de uno de sus predilectos y sucesores”. Virgen: “¿Pedro? No lo creo. Está todavía demasiado asustado, por su pasado y por su nueva misión”. Nicodemo: “No, María, no fue Pedro. ■ Aunque la verdad es que conforme pasan los días, cada día está más seguro, y, ahora que sabe a qué finalidad ha destinado Lázaro la casa del Cenáculo, ha decidido empezar los ágapes ordinarios y celebrar los misterios ordinarios el día siguiente a cada sábado; porque dice que de hoy en adelante ése es el día del Señor (1), pues en ese día Él resucitó y se apareció a muchos para confirmarlos en la fe respecto a su Naturaleza eterna de Dios. Ya no hay sábado, en el sentido hebreo, quizás de «Shabahot»; ya no hay sábado, porque para los cristianos ya no hay sinagoga, sino la Iglesia, como predijeron los profetas. Pero sí existe, y existirá siempre, el día del Señor, en recuerdo del Hombre-Dios, del Maestro, Fundador, Pontífice eterno, después de haber sido Redentor de la Iglesia cristiana. A partir, pues, del día siguiente al próximo sábado, tendrán lugar los ágapes entre los cristianos, que serán muchos, en la casa del Cenáculo. ■ Esto no hubiera sido posible antes, tanto por la enemistad de los fariseos, sacerdotes, y escribas, como por la momentánea dispersión de muchos seguidores de Jesús, que se han visto zarandeados en su fe, y han sentido miedo del odio judío. Pero ya éstos que odian están menos atentos, bien por miedo a Roma que ha censurado la conducta del procónsul y de la plebe, bien porque piensan terminado «el entusiasmo de los fanáticos» —así definen ellos la fe de los cristianos en Cristo— por la momentánea dispersión de los fieles, que bien poco ha durado en verdad y ya ha terminado, porque todas las ovejas han vuelto al Redil del verdadero Pastor; prestan menos atención, y hasta diría que se han desinteresado, juzgándola cosa muerta, acabada. Y ello permite que nos reunamos para los ágapes”.
* Entregan a María la 2ª sábana.- Lenta conversión de Gamaliel.- Nicodemo: “Nosotros queremos que tú puedas, ya para el primero de los ágapes, tener este recuerdo de Él para poder mostrárselo a los fieles, a fin de que puedan confirmarse en la fe, y sin que te cause mucho dolor”. José le entrega un grueso rollo, envuelto en un lienzo rojo oscuro, que había mantenido oculto bajo su manto. María, palideciendo, pregunta: “¿Qué cosa es? ¿Sus vestidos, acaso? Los que le hice para… ¡oh!…”. Llora. Lázaro responde: “Los vestidos no pudimos encontrarlos a ningún precio. ¡Quién sabe qué fin tuvieron!”. Y añade: “Pero también esto es un vestido suyo. El último. Es la Sábana limpia en que fue envuelto su purísimo Cuerpo después del tormento y la purificación —aunque fuera rápida y relativa— de sus miembros ensuciados por sus enemigos, y después del embalsamamiento sumario. José, cuando Él resucitó, retiró del Sepulcro las dos sábanas y las trajo a nuestra casa, a Betania, para impedir escarnios sacrílegos. A la casa de Lázaro los enemigos de Jesús no se atreven a entrar; y mucho menos desde que saben cómo Roma censuró la acción de Poncio Pilatos. Después de que pasaron los primeros días, los más peligrosos, te dimos la primera Sabana, y Nicodemo tomó la otra y la llevó a su casa de campo”. Virgen: “La verdad, Lázaro, es que pertenecen a José”. José le contesta: “Es verdad, Mujer, pero la casa de Nicodemo está fuera de la ciudad, y por eso llama menos la atención y es más segura por muchos motivos”. Nicodemo añade: “Así es. Sobre todo desde que Gamaliel con su hijo la frecuenta”. La Virgen, con gran estupor, dice: “¿¡Gamaliel!?”. ■ Lázaro no puede contener una sonrisa sarcástica al responderle: “Sí, el mismo. La señal, la famosa señal que esperaba para creer que Jesús era el Mesías, le ha destrozado. No se puede negar que la señal del velo del Templo al rasgarse fue de tal magnitud, que podía quebrar hasta las cabezas y los corazones más reacios a rendirse. Gamaliel fue con esa poderosísima señal abatido más que las casas que cayeron aquel día de la Parasceve, cuando parecía que el mundo moría junto con la Víctima. El remordimiento le ha dejado más desgarrado que lo que quedó el velo del Templo: el remordimiento de no haber comprendido jamás a Jesús en lo que realmente Él era. El sepulcro cerrado de su espíritu de viejo, terco judío se ha abierto como las tumbas que dejaron aparecer a los cuerpos de los justos, y ahora afanosamente busca verdad, luz, perdón, vida. La nueva vida, la que solo en Jesús y por Jesús se puede tener. ¡Oh, mucho tendrá que trabajar todavía para que su modo de pensar antiguo se vea libre! Pero llegará el día. Busca paz, perdón y conocimiento. Paz para sus remordimientos, perdón para su terquedad. Conocimiento completo de Aquel al que pudo haberle conocido, y no lo hizo. Y va a la casa de Nicodemo para llegar a la meta que sin duda se ha propuesto”. La Virgen pregunta: “¿Estás seguro, Nicodemo, que no te traicionará?”. Nicodemo: “No, no lo hará. En el fondo es un hombre justo. Recuerda que tuvo el valor de imponerse al Sanedrín durante el infame proceso, y que, abiertamente mostró su desdén y desprecio contra los injustos jueces, yéndose y ordenando a su hijo que saliese también para no ser cómplice, ni siquiera con su presencia pasiva, de aquel gran crimen. Esto por lo que se refiere a Gamaliel. ■ Por lo que se refiere a las Sábanas, he pensado —total… ya no me siento más hebreo y, por tanto, sujeto a la prohibición del Deuteronomio con respecto a las esculturas y obras de metal fundido (2)—, he pensado en hacer, a la manera como lo sé hacer, una estatua de Jesús crucificado. Emplearé uno de mis gigantescos cedros del Líbano. Ocultaré en su interior una de las sábanas, la primera, si tú, María, me la devuelves (3). Para ti sería siempre un dolor demasiado grande el verla, porque en ella aparecen las inmundicias con que Israel sacrílegamente ensució al Hijo de su Dios. Además, claro, por los movimientos que recibió al bajar del Gólgota, movimientos que zarandearon a cada paso su martirizada cabeza, la imagen está tan borrosa que es difícil distinguirla. Pero yo, hacia esa tela, por contener sangre y sudor suyos, siento una entrañable estima. Me resulta sagrada aunque la efigie esté borrosa y ella misma esté manchada. Escondida dentro de la dicha escultura estará a salvo, pues ningún israelita de las altas clases, se atreverá jamás tocar una escultura. Pero la otra, la segunda sábana, con que fue envuelto su Cuerpo desde el atardecer de la Parasceve hasta la aurora de la Resurrección, debe venir a ti. Quiero advertirte, para que no te impresiones demasiado al verla, te advierto que cuanto más pasan los días, en ella ha ido apareciendo cada vez más nítidamente la figura de Jesús, tal cual estaba después que se le lavó el cuerpo. Cuando la retiramos del Sepulcro, parecía que conservaba de manera muy simple la huella de sus miembros cubiertos por los óleos y, mezclados con los óleos, sangre y suero manados de sus muchas heridas. Pero, o por un proceso natural, o, lo que es más seguro, por un querer sobrenatural, por un milagro que Él ha hecho para darte alegría a ti, a medida que el tiempo ha ido pasando esas huellas se han ido haciendo cada vez más claras y nítidas. Él está allí, en esa tela, hermoso, sereno, majestuoso, pacífico aun después de tan horribles tormentos. ¿Tienes el valor para verle?”. La Virgen, juntando sus manos sobre el pecho, prorrumpe: “¡Oh, Nicodemo, esto era lo que yo deseaba! Dices que tiene un aire sereno… ¡Poder verle así, y no con esa expresión de tormento que se ve en el lienzo de Nique!”. ■ Entonces los cuatro corren la mesa para disponer de más espacio. Después, Lázaro y Juan de un lado, Nicodemo y José del otro, desenvuelven despacio la larga tela. Aparece primero la parte dorsal, empezando por los pies; luego, después de la casi yuxtaposición de las dos partes de la cabeza, la frontal. Las líneas son muy claras, y las señales, todas las señales, de la flagelación, coronación de espinas, roce de la cruz, moratones de golpes recibidos y caídas sufridas, y las heridas de los clavos y de la lanza. María cae de rodillas, besa la tela, acaricia las huellas, las besa. Está angustiada, pero contenta de tener aquella efigie sobrenaturalmente milagrosa. ■ Una vez de acabar de venerar la efigie, se vuelve a Juan, que no puede estar junto a Ella, pues sostiene una de las extremidades. “Tú se lo dijiste a ellos, Juan. Eres el único que lo pudo haber hecho, porque sabías que lo deseaba”. Juan: “Así es, Madre. Fui yo. Y ni siquiera había acabado de manifestarles este deseo tuyo y ya ellos habían asentido. Pero han tenido que esperar el momento propicio para hacerlo…”. Nicodemo explica: “O sea, una noche muy clara. Para poder venir sin antorchas ni lámparas. Y en un tiempo sin solemnidades que reúnan aquí, en Jerusalén y en lugares circunvecinos, a gente común y principales. Y esto por prudencia…”. Lázaro concluye: “Yo vine con ellos para mayor seguridad. Como dueño que soy de Getsemaní me es lícito venir a ver el lugar sin que se despierte sospecha de algún… encargado de vigilar todo y a todos”. Virgen: “Dios os bendiga. Pero vosotros habéis pagado las Sábanas… Y no es justo…”. Lázaro le responde: “Es justo, Madre. Yo, de tu Hijo, recibí algo que no se paga con dinero: la vida que me devolvió después de cuatro días de sepulcro, y antes, la conversión de mi hermana María. José y Nicodemo han recibido de Jesús la Luz, la Verdad, la Vida que no perece. Y tú… tú, con dolor de Madre y tu amor de Madre santísima hacia todos los hombres, has comprado no un lienzo, sino todo el mundo de fieles, que aumentará cada vez más, para Dios. No hay dinero que pueda recompensar cuanto has dado. Toma esto, al menos. Es tuyo. Es justo que así sea. También mi hermana María piensa lo mismo; siempre lo ha pensado desde el momento en que resucitó, y mucho más desde que te dejó para subir al Padre”. ■ Virgen: “Pues así sea. Voy por la otra. Efectivamente me causa mucho dolor el verla… Ésta es distinta. Da paz, porque Él aquí está sereno, ya en paz. Parece sentir ya, en su sueño de mortal, la Vida que vuelve y la gloria que nadie, nunca, podrá destruir ni abatir. Ahora ya no deseo nada, si no es unirme de nuevo a Él; pero ello se producirá cuando y en el modo en que Dios tiene dispuesto. Voy a traerla. Dios os dé el cien por ciento de la alegría que me habéis proporcionado”. Toma reverentemente la Sábana, que los cuatro han doblado, sale de la cocina, y ligera sube la escalerilla… Y pronto vuelve a bajar con la primera Sábana que entrega a Nicodemo. Éste dice: “Dios te lo pague, Mujer. Ahora nos marchamos, porque el alba está próxima y hay que estar en casa antes de que su luz surja y la gente salga de sus casas”. ■ Los tres saludan reverentemente. Luego con paso ligero vuelven a tomar el camino por donde vinieron. Se dirigen a uno de los canceles de Getsemaní, el más próximo al camino que lleva a Betania. María y Juan permanecen en la puerta de la casucha hasta que los ven desaparecer. Entran en la cocina, cierran la puerta, hablando entre sí. (Escrito el 5 de Octubre de 1951).
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1  Nota  : En la Didaché, obra oriental, escrita hacia el año 100 se lee: “Reunidos el día del Señor, dividido el pan, dad gracias, después…”. S. Justino, al hablar de la Eucaristía dominical, da dos razones por qué se eligió el domingo, la primera porque en él Dios empezó a crear, y la segunda, porque en él resucitó Jesús. 2  Nota  : Cfr.  Éx. 20,4-5; Lev. 19,4; Deut. 4,15-18.
3  Nota  : Sobre las dos sábanas: Así, pues, la primera de las sábanas, sería la de Lucca; y la segunda, aquella que se guarda en la catedral de Turín. Según esta Obra, y parece muy razonable, hubo dos Sábanas: una para el descendimiento de la Cruz, que no se le podía utilizar por la sangre, sudor, el polvo y la segunda “limpia” para la sepultura. La segunda, la “limpia”, se conserva en la Catedral de Turín; la primera, la del descendimiento, según el pensamiento de la escritora de esta Obra, estaría escondido en el interior del Crucifijo llamado “El Rostro Santo”, venerado en la Catedral de Lucca, pero cuando directamente se le preguntó, su respuesta fue negativa. ■ Respecto a la Santa sábana en la Enciclopedia católica, vol. 11, se dice: “Algunas telas, conservadas en diversos lugares quieren este honor (Compiegne; Besancon, Cadouin, Bitonto etc..). Un buen análisis ha demostrado que la única Sábana que tenga serias probabilidades de ser la auténtica es la de Turín y que proviene de Livery e Chamber”. La presente Obra, según estudios y opinión del Prof. Lorenzo Ferri, habría dado nuevas pruebas en favor de tal autenticidad.
El 12 de Abril de 1.944 Jesús habla a María Valtorta sobre la impronta de la Sábana:
■ “Has visto el cerco de lividices que rodeaban a mis riñones. Vuestros científicos, para satisfacer vuestra incredulidad con una prueba relacionada con el testimonio de mi Pasión que es la Sábana, explican cómo la sangre, el sudor cadavérico y la urea de un cuerpo sobrefatigado pudieron, al mezclarse con los aromas, reproducir aquella pintura natural de mi Cuerpo extinto y torturado. ■ ¡Mejor fuera creer sin necesidad de tantas pruebas! ¡Mejor fuera decir: “eso es obra de Dios” y bendecirle por habernos concedido poseer la prueba irrefragable de mi Crucifixión y de las torturas que la precedieron! Mas ¿por qué ahora ya no sabéis creer con la simplicidad de los niños y tenéis necesidad de pruebas científicas? Pobre fe la vuestra que sin el soporte y el estímulo de la ciencia no sabe estar de pie ni caminar. ■ Pues sabed que las feroces contusiones de mis riñones fueron el agente químico más poderoso en el milagro de la Sábana. Mis riñones, quebrantados casi por los azotes, ya no pudieron funcionar y como los de aquellos a quienes una llama les quema, quedaron incapacitados para filtrar y la urea se acumuló y se esparció en mi cuerpo por la sangre proporcionando los sufrimientos de la intoxicación urémica y el reactivo que, al trasudar de mi cadáver, fijó la impronta en la tela. Mas quien de vosotros sea médico o haya estado enfermo de uremia puede comprender qué sufrimientos debieron proporcionarme las toxinas urémicas en tal cantidad acumuladas que fueron capaces de producir una impronta indeleble.”
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10-645-392 (11-30-841).- Proceso y martirio, por lapidación, del diácono Esteban (1).- Saulo.
* Esteban ante el Sanedrín.- ■ La sala del Sanedrín conserva igual orden, disposición y número de personas que tenía la noche del jueves al viernes durante el proceso de Jesús. El Sumo Sacerdote y demás ocupan sus asientos. En el centro, en el espacio vacío que estuvo Jesús, está ahora Esteban. Debe haber hablado, confesado su fe, dado testimonio de la verdadera naturaleza de Jesús y de su Iglesia; en efecto, el tumulto ha alcanzado su punto álgido, un tumulto que, en su violencia, es enteramente similar al que se vio contra Jesús en la noche de la traición. Puñetazos, maldiciones, horribles blasfemias salen disparados contra el diácono Esteban que ante los brutales golpes, se bambalea y vacila, mientras, ferozmente le dan tirones hacia un lado y otro lado. Pero él no pierde ni la calma, ni su dignidad. Aún más, no sólo está tranquilo y majestuoso, sino hasta feliz, como extático. Sin preocuparse de los salivazos que le llueven sobre la cara, ni de la sangre que le sale de la nariz, ■ levanta, en cierto momento, su inspirada faz, su cara luminosa y sonriente para clavar su mirada en una visión que sólo él contempla. Abre los brazos en cruz, los levanta como para recibir lo que está viendo, luego cae de rodillas exclamando: “Veo los Cielos abiertos y al Hijo del hombre, a Jesús, al Mesías de Dios, a quien matasteis, que está a la derecha de Dios”. Entonces el tumulto pierde ese mínimo de humanidad y legalidad que todavía conservaba y, con la furia de una jauría de lobos, de chacales, de fieras, se arrojan contra él: le muerden, le pisotean, le agarran, le levantan tirándole del pelo, le arrastran haciéndole caer otra vez, impidiendo en su furia el que avance, porque llevados de la rabia, algunos quieren arrastrarle fuera y otros le tiran en la dirección contraria para golpearle, darle puntapiés.
* Saulo y Gamaliel frente a frente.- ■ Entre los más furiosos hay un joven de pequeña estatura, feo, de nombre Saulo. La ferocidad de su cara es indescriptible. En un rincón de la sala está Gamaliel. No ha tomado parte alguna en los insultos, ni ha hablado a Esteban, ni a alguno de los poderosos. En otro rincón, también descontento y sin participar en el proceso y confusión, está Nicodemo que mira a Gamaliel, cuya cara es un discurso elocuente. Pero, de repente —exactamente cuando ve, por tercera vez, levantar a Esteban por los cabellos—, Gamaliel se envuelve en su anchísimo manto y se dirige hacia la salida opuesta a aquella hacia la cual están arrastrando a Esteban. Esto no escapa a Saulo que grita: “Rabí, ¿te vas?”. Gamaliel no le responde. Saulo pensando que Gamaliel no le oyó, le pregunta nuevamente añadiendo su nombre para quitar duda alguna: “Rabí Gamaliel, ¿no tomas parte en el juicio?”. Gamaliel se vuelve y con una mirada terrible, altanera, glacial, secamente responde: “Sí”. Un «sí» seco. Saulo comprende este «sí» y, abandonando su muda ferocidad, corre hacia Gamaliel, le alcanza, le detiene y le dice: “No vas a decirme, oh Rabí, que desapruebas que lo hayamos condenado”. Gamaliel ni le mira ni le responde. Saulo insiste: “Ese hombre es dos veces culpable. Una por haber renegado de la Ley, siguiendo a un samaritano poseso de Belcebú, y otra por haberlo hecho después de haber sido tu discípulo”. Gamaliel sigue sin mirarle, ni responderle. Entonces Saulo pregunta: “¿Eres acaso también seguidor de ese malhechor, de ese Jesús?”. Gamaliel le contesta: “No lo soy todavía. Pero si Él es lo que decía ser, y en verdad que muchas cosas lo demuestran, pido a Dios que lo llegue a ser”. Saulo grita: “¡Horror!”. Gamaliel: “¡Nada de horror! Cada uno tiene su inteligencia para usarla, y libertad para emplearla. Cada uno haga uso de la libertad que Dios le dio y de la luz que le puso en el corazón. Los justos antes o después emplearán estos dones para el bien y los malvados para el mal”. Y se va en dirección del patio donde está el Tesoro, y va a apoyarse en la columna en que Jesús se apoyó cuando habló a la pobre viuda que da al Tesoro del Templo todo lo que tiene: dos monedas de escaso valor. Lleva poco tiempo allí, y otra vez Saulo llega y se le planta delante. ■ El contraste entre ambos es muy claro. Gamaliel, alto, de noble porte, bello, con sus rasgos netamente semíticos, de frente despejada, de ojos negros, inteligentísimos, penetrantes, encajados bajo cejas abundantes. Nariz recta, larga, delgada, que recuerda en cierto punto a la de Jesús, como lo recuerdan el color de la piel, la boca de labios sutiles. Se diferencia en que Gamaliel tiene la barba y bigotes, que en un tiempo debieron ser negros como el azabache, ahora muy entrecanos y más largos. Saulo es de baja estatura, musculoso, de piernas cortas y gruesas, un poco separadas en las rodillas. Lo noto porque se ha levantado el manto. Trae una túnica corta, grisácea. Sus brazos cortos, nervudos como las piernas. Su cuello corto, su cabeza gruesa, morena, de cabellos cortos y ásperos, orejas más bien largas, frente convexa, ojos oscuros, algo así como de buey, en los que no hay nada de dulzura, ni de suavidad: pero sí muy inteligentes bajo unas pestañas curvas, espesas. Sus mejillas están cubiertas con una barba áspera y tupida, pero bien cuidada. Quizás por causa de ser corto el cuello, parece levemente cargado de espaldas, o de espalda corva. ■ Durante unos minutos no dice nada. Se conforma con mirar a Gamaliel. Luego le dice algo en voz baja, a lo que Gamaliel responde con voz clara y decidida: “No apruebo la violencia. Por ningún motivo. Nunca participaré de tus planes. Públicamente lo he dicho a todo el Sanedrín, cuando apresaron por segunda vez a Pedro y a los otros apóstoles y fueron llevados ante el Sanedrín para que los juzgase (2). Repito lo mismo: «Si es proyecto y obra de hombres, por sí mismo perecerá; si es de Dios, los hombres no podrán destruirlo, sino que, al contrario, los hombres podrán ser castigados. Tenlo presente»”. Saulo: “¿Eres tú, el más grande rabí de Israel, protector de estos blasfemos seguidores del nazareno?”. Gamaliel: “Soy protector de la justicia, que enseña que seamos precavidos y justos al dictar nuestro parecer. No quiero mancharme las manos con una sangre que no sé si merece la muerte”. ■ Saulo: “Tú, tú, fariseo y doctor, ¿hablas así? ¿No temes al Altísimo?”. Gamaliel: “Más que tú. Pero pienso, recuerdo… Tú no eras más que un niño, todavía no eras hijo de la Ley, y yo enseñaba ya en este Templo con el rabí más sabio de aquellos tiempos… y con otros, sabios, pero no rectos. Nuestra sabiduría recibió, entre estos muros, una lección que nos hizo pensar durante todo el resto de la vida (3). Los ojos del más sabio y justo de nuestros tiempos se cerraron recordando aquella hora, y su mente se extinguió estudiando aquellas verdades, oídas de labios de un niño que se revelaba a los hombres, especialmente a los justos. Mis ojos han seguido abiertos, mi mente ha seguido pensando, coordinando cosas y sucesos… Tuve el privilegio de oír al Altísimo que hablaba por medio de la boca de un niño, que fue después un hombre justo, sabio, poderoso, santo, al cual le mataron precisamente por estas cualidades suyas. Las palabras que dijo entonces se vieron confirmadas por los hechos acaecidos muchos años después, en la época anunciada por Daniel… ¡Desgraciado de mí que no comprendí antes! ¡Que esperé la última terrible señal para creer, para comprender! Desgraciado el pueblo de Israel que en ese entonces no comprendió, y ni siquiera ahora. La profecía de Daniel (4) y la de otros profetas, la palabra de Dios, continúan, y se cumplirán en el obstinado, ciego, sordo, injusto Israel, que persigue al Mesías en sus siervos”. Saulo exclama: “¡Maldición! ¡Tú blasfemas! ¡Ciertamente, si los rabíes de Israel blasfeman y reniegan de Yavé, por exaltar a un falso Mesías y creer en Él, no habrá ya salvación para el pueblo de Dios!”. Gamaliel: “Yo no blasfemo, sino todos los que insultaron al Nazareno, y continúan haciéndolo al perseguir a sus seguidores. Tú eres el que blasfemas porque le odias a Él y a los suyos. ■ Pero has expresado una verdad diciendo que no hay salvación para Israel; mas no porque haya israelitas que se pasen a su grey, sino porque Israel ha descargado su mano, a muerte, contra Él”. Saulo: “¡Me causas asco! ¡Traicionas la Ley, el Templo!”. Gamaliel: “Denúnciame, entonces, ante el Sanedrín, para que yo tenga la misma suerte que el que está para ser lapidado. Será el comienzo y compendio feliz de tu misión. Y yo, por mi sacrificio, seré perdonado, de no haber reconocido y comprendido al Dios que pasaba, al Salvador y Maestro, entre nosotros, sus hijos y su pueblo”.
* Lapidación de Esteban.- ■ Saulo con un gesto de ira se va. Vuelve al patio que da a la sala del Sanedrín, al patio en que todavía se oye la gritería de la multitud llena de rabia contra Esteban. Alcanza a los verdugos en este patio, se les une, pues lo estaban esperando, y con ellos y otros salen del Templo, y luego de las murallas de la ciudad. Insultos, escarnios, golpes caen sobre el diácono Esteban que avanza extenuado, cubierto de heridas, vacilante, al lugar del suplicio. Fuera de las murallas hay un espacio inculto, pedregoso, desierto. Se lo llevan allí. Los verdugos forman un círculo, le dejan en el centro. Esteban tiene los vestidos rasgados y manchados de sangre. Le arrancan los vestidos antes de alejarse; se queda con una tuniquilla muy corta. Todos se quitan los vestidos largos, quedando con las túnicas cortas, como la de Saulo, al cual le dejan los vestidos, dado que él no quiere tomar parte en la lapidación, sea debido a las palabras de Gamaliel, sea porque no sepa tirar bien las piedras. ■ Los verdugos recogen pesadas y agudas piedras y empiezan la lapidación. Esteban de pie recibe los primeros golpes. Con una sonrisa mezclada en la sangre que le brota de la boca, grita a Saulo, ocupado en recoger las vestiduras de los lapidadores: “Amigo mío, te espero en el camino del Mesías”. A lo cual Saulo le responde: “¡Cerdo! ¡Endemoniado!” y a sus injurias le añade un fuerte golpe en las espinillas del diácono, que poco le faltó para no caerse, por el golpe y el dolor. Después de unas cuantas pedradas, que por todas partes le hieren, Esteban cae de rodillas, apoyándose en las manos; y recordando sin duda un hecho pasado, tocándose las sienes y la frente herida, en voz baja dice: “Como Él me había predicho. ¡La corona!… ¡Los rubíes!… ¡Oh, Señor mío, Maestro, Jesús, recibe mi espíritu!”. Otra granizada de piedras en la cabeza ya herida le hacen caer completamente; y el suelo queda impregnado de su sangre. Mientras pierde fuerzas entre las pedradas que abundan como una granizada, grita: “Señor… Padre… perdónales… no les tengas rencor por este pecado… no saben lo que…”. La muerte le corta la frase de los labios. Una última convulsión le hace como encogerse sobre sí mismo. Y así se queda… muerto. Los verdugos se acercan, le lanzan la última descarga de piedras y casi le sepultan bajo ellas. Luego se ponen las vestiduras y se van al Templo para dar cuenta, ebrios de celo satánico, de su proeza. ■ Mientras hablan con el Sumo Sacerdote y otros personajes, Saulo va en busca de Gamaliel. No le encuentra inmediatamente. Vuelve, lleno de odio contra los cristianos, donde los sacerdotes. Habla con ellos. Solicita y obtiene un pergamino con el sello del Templo, un pergamino que le autoriza perseguir a los cristianos. La sangre de Esteban debe haberle hecho más furioso como a un toro en la lid, o como el vino a un alcoholizado. Está para salir del Templo cuando ve, bajo el pórtico de los paganos, a Gamaliel. Va donde él. Tal vez quiere trabar alguna discusión o justificarse, pero el rabí atraviesa el patio, y entra en una sala. Le cierra la puerta en sus narices. Saulo lleno de ira, sale a toda prisa del Templo para ir a perseguir a los cristianos. (Escrito el 7 de Agosto de 1944).
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1  Nota  : Cfr. Hech. 6,8-15; 7,1-60.   2  Nota  : Cfr. Hech. 5,27-42.   3  Nota  : Según esta Obra, un hecho había marcado la vida de Gamaliel: cuando Jesús, a los 12 años, estuvo en el Templo y se sometió a examen para adquirir la mayoría de edad, Gamaliel e Hilel, que figuraban ente los doctores que examinaban, quedaron impresionados por la ciencia de aquel Muchacho y oyeron decirle: “Yo daré una señal… Estas piedras del Templo se estremecerán cuando llegue mi hora”. Estas palabras de Jesús habían dejado una profunda huella en Gamaliel.   4  Nota  : Cfr. Dan. 9.
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10-645-397 (11-31-845).- Los diversos efectos y consecuencias de los encuentros con Jesús.- La buena voluntad.
* A cada manifestación de Jesús responden con su santificación los que tienen buena voluntad. Buena voluntad es el deseo del bien y de la verdad.- ■ Dice Jesús: “Me manifesté muchas veces y a muchos aun de un modo extraordinario, pero no en todos hubo igual resultado. Se puede ver cómo a cada manifestación mía corresponden con su santificación los que tienen buena voluntad, necesaria para tener paz, vida, justicia. ● En los pastores la gracia trabajó durante treinta años, durante mi vida oculta, y luego floreció cual espiga santa cuando llegó el tiempo en que los buenos se separaron de los malos para seguir al Hijo de Dios que pasaba por los caminos del mundo lanzando su grito de amor para llamar a las ovejas de la grey eterna, desparramadas y desorientadas por Satanás. Estuvieron presentes entre los que me seguían, entre mis enviados, porque con sus sencillas palabras decían: «Es Él. Le reconocemos. A sus primeros lloros descendió la canción de cuna de los ángeles. Y a nosotros los ángeles nos dijeron que tendrán paz los hombres de buena voluntad. Buena voluntad es el deseo del bien y de la verdad. ¡Sigámosle! ¡Seguidle! Tendréis todos la paz que ha prometido el Señor». Humildes, sencillos, pobres, ellos, mis primeros enviados se colocaron entre los hombres como los primeros soldados del Rey de Israel, del Rey del mundo. Ojos fieles, bocas honradas, corazones llenos de amor, incensarios que derramaban perfume de sus virtudes para que el aire que respirara la divina Persona fuese menos corrupto. Y los encontré a los pies de la Cruz, después de haberlos bendecido con mi mirada cuando caminaba por el sendero del Gólgota. Fueron de los pocos que no me maldijeron, sino que me amaron, creyeron en Mí, esperaron, me miraron con ojos de compasión, pensando en la lejana noche de mi nacimiento, y lloraron sobre Mí, Inocente, que la primera vez que dormí fue sobre pajas duras, y la última sobre el leño doloroso. Esto porque mi manifestación a ellos, almas rectas, los había santificado. ● Lo mismo sucedió con los Sabios del Oriente, con Simeón y Ana en el Templo, con Andrés y Juan en el Jordán, con Pedro, Santiago y Juan en el Tabor; con María Magdalena, en el alba pascual; con los once, a quienes perdoné en el Monte de los Olivos, y aun antes, en Betania, su deserción… No, Juan, el puro, no tuvo necesidad de perdón. Fue fiel, fue el héroe, el que siempre me amó. El amor purísimo en que vivía, su pureza de inteligencia, de corazón, y cuerpo, le preservaron de cualquier debilidad. ● Gamaliel, y con él Hilel, no eran sencillos como los pastores, santos como Simeón, sabios como los tres Magos. En él, y en su maestro y pariente, estaba la maraña de los lazos farisaicos ahogando la luz y el libre desarrollo de la fe. Pero, aunque eran fariseos, había pureza de intención en ellos. Creían que estaban dentro de lo justo, y deseaban estarlo. Lo deseaban por instinto porque eran justos, con su inteligencia, porque su espíritu les decía a gritos que estaba descontento: «Este pan está mezclado con demasiada ceniza. Danos el pan de la verdad». Pero Gamaliel no tenía la suficiente fortaleza como para tener el valor de destruir estos lazos farisáicos. Su modo de ser le tenía atado como esclavo, además de la estimación por el qué dirán, por el peligro personal, por el bienestar de la familia. Por estas cosas Gamaliel no había sabido comprender «al Dios que pasaba entre su pueblo», ni usaba «aquella inteligencia y libertad» que Dios da a todos para que la empleen para su bien. Solo la señal esperada durante tantos años, la señal que le había aterrorizado y torturado con remordimientos que no se acallaban, suscitaría en él el reconocimiento del Mesías y el cambio de su viejo pensamiento, por lo cual de rabí del error —habiendo los escribas, fariseos y doctores corrompido la esencia y el espíritu de la Ley, ahogando su sencilla y luminosa verdad, procedente de Dios, bajo cúmulos de preceptos humanos, frecuentemente equivocados y, en todo caso, útiles para ellos—, de rabí del error se transformaría, después de una larga lucha entre su «yo» viejo y su «yo» actual, en discípulo de la Verdad divina. ● Pero, además, no había sido el único titubeante en decidirse y en actuar con fortaleza. Tampoco José de Arimatea, y menos todavía Nicodemo, supo —supieron— poner bajo sus pies las costumbres y lazos judíos y abrazar abiertamente la nueva Doctrina; tanto fue así, que se acercaban a Mí «a escondidas» por temor a los judíos, o bien me encontraban como por casualidad en sus casas de campo, o en Betania, porque sabían que la casa de Lázaro era temida por los judíos y respetada de los romanos. De todas formas, respecto a Gamaliel, ciertamente éstos estuvieron mucho más adelante en el Bien y en el valor, hasta el punto de atreverse a realizar aquellas acciones compasivas del Viernes Santo. Menos adelante estaba el rabí Gamaliel. Pero observad su intención recta; pues por ella su justicia, muy humana, se tiñe de algo sobrehumano. ● La justicia de Saulo, al contrario, se ensucia de lo demoníaco, cuando el mal, al desatarse, pone a ambos —a él y a su maestro Gamaliel— ante el dilema de elegir el Bien o el Mal, lo justo o lo injusto. El árbol del Bien y del Mal se yergue ante cada uno de los hombres para presentarles, de la manera más atrayente sus frutos del Mal, mientras entre las ramas, con voz engañosa de ruiseñor, silba la serpiente tentadora. Toca al hombre, criatura dotada de razón y alma dadas por Dios, el saber discernir y querer el fruto bueno de entre los muchos no buenos que producen la muerte al alma; y preferir este fruto, aunque ello sea fatigoso y punzante, aunque tenga sabor amargo, aunque tenga modesto aspecto. Su metamorfosis —en virtud de la cual este fruto se convierte en suave para el tacto, dulce para el gusto, hermoso para la vista— se produce solamente cuando, por justicia de espíritu y razón, sabemos escoger el fruto bueno, y nos nutrimos con su jugo, amargo pero santo. Saulo tiende sus manos ávidas hacia fruto del Mal, del odio, de la injusticia, del crimen. Y las tenderá hasta cuando quede fulminado, abatido, cegado en sus ojos, para que consiga una vista sobrehumana, y se convierta no solo en un hombre justo, sino en apóstol y confesor de Aquél de quien antes era enemigo y a quien perseguía en sus siervos. ● Gamaliel tiende sus manos al fruto del Bien, deshaciéndose de los lazos de su ser humano y del hebraísmo. En él había nacido y empezaba a florecer la lejana semilla de luz y de justicia, no solo humana sino también sobrehumana, que mi cuarta epifanía —o manifestación, que quizás es para vosotros palabra más clara y comprensible— le había puesto en el corazón, en ese corazón suyo de rectas intenciones, semilla que él había custodiado y defendido con honesta afección y elegida sed de verle nacer y florecer. Su voluntad y mi Sangre rompieron la dura cáscara de esa lejana semilla, que él había conservado durante decenios en su corazón, en ese corazón de roca que se abrió junto con el velo del templo y la tierra de Jerusalén, y que lanzó el grito de su último deseo hacia Mí, —que ya no podía oírle con oído humano pues estaba muerto, aunque sí, y nítidamente, con mi espíritu divino—, allí, arrojado al suelo al pie de la cruz. Y bajo el fuego solar de las palabras apostólicas y de los mejores discípulos, y bajo la lluvia de la sangre de Esteban, mi primer mártir, esa semilla echa raíces, se hace planta, florece y da frutos. La planta nueva de su adhesión a mi doctrina, nacida donde la tragedia del Viernes Santo había arrancado y destrozado todas las hierbas y plantas antiguas; la planta nueva de su adhesión a mi doctrina y de su santidad ha nacido y se yergue ante mis ojos. Perdonado por Mí —siendo culpable por no haberme comprendido antes— por la justicia suya que no quiso participar ni en mi condena ni en la de Esteban, su deseo de querer ser mi seguidor, hijo de la Verdad, de la Luz, recibe también la bendición del Padre y del Espíritu Santificador, y pasa de ser deseo a ser realidad, ■ sin necesidad de una potente y violenta fulminación, como la que fue necesaria para Saulo en su camino a Damasco, pues éste, altanero como era, no se hubiera rendido por otro medio a la Justicia, Caridad, Luz, Verdad, Vida eterna y gloriosa del Cielo”. (Escrito el 7 de Agosto de 1944).
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10-646-400 (11-32-847).- Sepultura de Esteban (1) y comienzo de  la persecución.
* Levantan el cuerpo de Esteban para la sepultura.- Ya es muy de noche, cuando la Virgen sale de su casita de Getsemaní acompañada de Pedro, Santiago de Alfeo, Juan, Nicodemo y Zelote. Lázaro les espera en la puerta, enciende una lámpara de aceite que, aunque es tenue, es suficiente para ver los obstáculos que pueda haber. Lázaro se pone al lado de la Virgen, para alumbrarle. Juan está en el otro lado y va sujetando de un brazo a la Madre. Los demás están detrás, en grupo. Llegan al Cedrón. Prosiguen, bordeándolo, para quedar semiocultos por los arbustos y matorrales silvestres que crecen junto a las orillas del torrente. Hasta el murmullo de las pocas aguas que corren sirve para ocultar el ruido de las sandalias. Continuando siempre por la parte exterior de las murallas, hasta la puerta más cercana al Templo, y luego internándose en la zona deshabitada y yerma, llegan al lugar donde fue lapidado Esteban. Se dirigen hacia el montón de piedras bajo el que está semisepultado. Quitan las piedras hasta que ven el cuerpo. Está ya rígido, encogido así como le cogió la muerte. Está frío, duro, congelado. ■ La Virgen, a la que compasivamente Juan había mantenido alejada a la distancia de unos pasos, se libera y corre hasta ese pobre cuerpo desgarrado, envuelto en sangre. Sin preocuparse de que su vestido se manche de sangre, ayudada por Santiago de Alfeo y de Juan, pone el cuerpo sobre un lienzo extendido sobre la tierra, en un lugar en que no hay piedras, y, con un paño que moja en una jarra que el Zelote le acerca, limpia, como puede, la cara de Esteban, le ordena sus cabellos, procurando colocarlos sobre las sienes y mejillas heridas, para tapar los cardenales que las piedras le hicieron. Limpia también el resto de su cuerpo, e intenta darle una postura menos trágica; pero el hielo de la muerte, ocurrida ya muchas horas antes, le ha congelado, y lo permite solo parcialmente. Lo intentan también los hombres, pero inútilmente. ■ María tiene el rostro de la dolorosa del Gólgota y del sepulcro. Visten a Esteban con un vestido limpio, porque el suyo, o se ha perdido o ha sido robado, no se encuentra. La tuniquilla que le ha quedado no es más que jirones. Terminado esto, y bajo la luz de la lámpara que sostiene Lázaro, levantan el cuerpo, lo ponen en otra sábana limpia. Nicodemo recoge la primera empapada en el agua con que limpiaron el cuerpo del mártir, y la oculta bajo su manto. Levantan el cuerpo. Al lado de la cabeza están Juan y Santiago, al de los pies Pedro y Zelote. Emprenden el regreso, precedidos por Lázaro y la Virgen. No toman el mismo camino por el que vinieron. Se adentran por los campos y, torciendo al pie del olivar, llegan al camino que conduce a Jericó y a Betania.
* María, sede de la Sabiduría, Madre de la Palabra y de la Luz, la Estrella segura que guía: aconseja en la hora de la persecución.- ■ Allí se detienen para descansar y hablar. Y Nicodemo, que, por haber estado presente aunque de manera pasiva en la condena de Estaban, y por ser uno de los principales de los judíos, sabe mejor que los otros las decisiones del Sanedrín, advierte que el Sanedrín ha ordenado la persecución de los fieles, y que Esteban no es el primero de una larga lista de nombres señalados como seguidores de Jesús. Los apóstoles dicen unánimes: “¡Que hagan lo que quieran! No cambiaremos ni por amenazas, ni por prudencia”. Pero Lázaro y Nicodemo, hacen notar a Pedro y a Santiago de Alfeo que la Iglesia tiene muy pocos sacerdotes y que si mataran a los más importantes, o sea, a Pedro el jefe, y a Santiago, jefe de la Iglesia de Jerusalén, la Iglesia difícilmente se salvaría. Recuerdan también a Pedro que Jesús, el Fundador y Maestro de la Iglesia, dejó Judea, para ir a Samaria, para que no le matasen antes de haberles formado, y le recuerdan también que Jesús había aconsejado a sus siervos que siguiesen su ejemplo hasta que los pastores fuesen tantos, que no se hubiera de temer la dispersión de los fieles por la muerte de los pastores. Y concluyen diciendo: “Dispersaos también vosotros, por Judea y Samaria. Haced ahí prosélitos; otros, numerosos pastores; y desde estas tierras esparcíos por la Tierra, de forma que, como Él mandó que se hiciera, todas las gentes conozcan el Evangelio”. ■ Los apóstoles están perplejos. Miran a la Virgen para conocer su parecer. María que comprende lo que quieren preguntarle, aconseja: “El consejo es justo, escuchadlo. No hay nada de cobardía, sino más bien prudencia. Él lo enseñó: «Sed sencillos como las palomas y prudentes como las serpientes. Os envío cual ovejas en medio de lobos. Guardaos de los hombres…» (2). Santiago interrumpe: “Así es, Madre. Pero también dijo: «Cuando os pongan en sus manos y fueseis llevados ante los gobernadores, no os turbéis por lo que deberéis responder. No seréis vosotros los que hablaréis, sino que por vosotros y en vosotros hablará el Espíritu de vuestro Padre». Yo me quedo aquí. El discípulo debe ser como el Maestro. Él murió para dar su vida por la Iglesia. Cada muerte nuestra será una piedra añadida al gran nuevo Templo, un aumento de vida al gran inmortal cuerpo de la Iglesia universal. Que me maten si quieren. Viviendo en el Cielo seré más feliz, porque estaré al lado de mi Hermano, y seré más poderoso. No tengo miedo a la muerte, sino al pecado. Abandonar mi lugar me parece imitar la acción de Judas, el traidor de todos los tiempos. Este pecado no lo cometerá jamás Santiago, hijo de Alfeo. Si debo caer, caeré cual valiente en mi lugar de combate, en el lugar en el que Él me señaló”. La Virgen responde: “No penetro en los secretos tuyos con el Hombre-Dios. Si te inspira, hazlo. Él es el único que tiene el derecho de mandar. A todos nosotros nos toca obedecerle siempre, en todo, y hacer su voluntad”. ■ Pedro menos heroico, habla con Zelote para conocer su parecer. Lázaro que está cerca, propone lo siguiente: “Venid a Betania. Está cerca de Jerusalén y también del camino de Samaria. De allí partió Jesús tantas veces para escapar a sus enemigos…”. Nicodemo propone a su vez: “Venid a mi casa de campo. Es segura. Está cerca tanto de Betania como de Jerusalén, y está en el camino que lleva a Efraín por Jericó”. Lázaro insiste: “No. Es mejor la mía, pues Roma la protege”. Nicodemo le objeta: “Ya muchos te odian desde que Jesús te resucitó, afirmando tan poderosamente su Naturaleza divina. Piensa que su suerte fue decidida por este motivo. No vayas a decidir ahora tú la tuya”. Zelote propone: “¿Y qué decís de mi casa? En realidad es de Lázaro, pero todavía está a mi nombre”. ■ La Virgen interviene: “Permitidme que piense bien las cosas, y decida lo que hay que hacer. Dios no me dejará sin sus luces. Cuando lo sepa, os lo diré: De momento venid conmigo a Getsemaní”. Todos, como si el Espíritu Santo hubiera hablado en sus corazones y por sus labios, responden: “Sede de la Sabiduría, Madre de la Palabra y de la Luz, siempre eres la Estrella segura que guía. Te obedecemos”. ■ Se levantan, prosiguen su camino. Pedro, Santiago, Simón y Juan van con la Virgen a Getsemaní. Lázaro y Nicodemo levantan la sábana en que viene envuelto el cuerpo de Esteban, y a los primeros albores del alba, toman camino de Betania y Jericó. ¿A dónde llevan al mártir? Misterio. (Escrito el 8 de Agosto de 1951).
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1  Nota  : Cfr. Hech. 8,2.   2  Nota  : Cfr. Mt. 10,16-17.
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10-647-404 (11-33-850).- Gamaliel se hace cristiano.- Santiago ha muerto ya.
*  Gamaliel pide a la Madre vista de águila para su espíritu, para ver toda la Verdad.- ■ Habrán pasado muchos años, porque Juan muestra encontrarse ya en plena edad adulta, más robusto, más maduro, con los cabellos, la barba y los bigotes de un rubio mucho más oscuro. María —que está hilando mientras Juan pone de nuevo en orden la cocina de la casita de Getsemaní, cuyas paredes han sido recientemente blanqueadas y barnizados sus muebles— no parece haber cambiado gran cosa. Su faz es fresca y serena. Todas las huellas, que el dolor por la muerte y regreso de su Hijo al Cielo, habían dejado en su cara, así como por las primeras persecuciones contra los discípulos, han desaparecido. El tiempo no ha dejado grabadas sus huellas en ese rostro tan hermoso. Los años no han cambiado su fresca y pura belleza. La lámpara, que está sobre la mesa, proyecta su luz danzarina sobre las manitas de María, sobre el blanco estambre envuelto en la rueca, sobre el hilo delgado, sobre el huso que da vueltas, sobre los rubios cabellos trenzados en denso moño sobre la nuca. Por la puerta abierta un hermosísimo rayo de luz penetra en la cocina, extendiendo una franja de plata desde la puerta hasta el pie de la banqueta en que María está sentada. María, por ello, tiene los pies iluminados por el rayo lunar, mientras sus manos y sus cabellos lo están por la luz rojiza de la lámpara. Afuera, entre los olivos que rodean la casa de Getsemaní cantan los ruiseñores sus trinos de amor. De pronto se callan, como asustados. ■ Momentos después, se oye el caminar de alguien que se acerca cada vez más, hasta llegar al umbral de la puerta de la cocina; y, al mismo tiempo, desaparecen los rayos de luna que bañaban hacía unos pocos instantes las piedras del camino. María levanta la cabeza y la vuelve hacia la puerta. Juan mira también, y un “¡oh!” lleno de admiración sale de los labios de los dos, mientras, al unísono, ambos, presurosos, se dirigen hacia la puerta, donde Gamaliel se ha detenido. Un Gamaliel ya muy anciano; está muy delgado; trae vestidos blancos que la luna al brillar sobre ellos los hace casi fosforescentes: parece espectral. Un Gamaliel abatido, destrozado por los sucesos, por los remordimientos, por tantas cosas, más que por la edad. “Rabí ¿tú aquí? ¡Entra! ¡La paz sea contigo!“ le dice Juan, que está frente a él y muy cerca, mientras María está algunos pasos más atrás. El anciano responde con voz trémula: “Si me guías… Estoy ciego…”. Juan, asombrado, pregunta lleno de compasión: “¿Ciego? ¿Desde cuándo?”. Gamaliel: “¡Oh!… desde hace mucho tiempo. La vista comenzó a debilitárseme poco después… poco después. Sí, después de que no supe reconocer la Luz verdadera que vino a iluminar a los hombres, hasta que el terremoto desgarró el velo del Templo y sacudió las fuertes murallas, como Él lo había dicho. Verdaderamente un doble velo, que cubría al Santo de los Santos del Templo y al más aún verdadero Santo de los Santos, a la Palabra del Padre, su Eterno Unigénito, oculto bajo el velo de un cuerpo humano, de una carne purísima, que solo su Pasión y gloriosa Resurrección revelaron, incluso a los más tercos, como soy yo, en lo que realmente era: el Mesías, el Emmanuel. Desde aquel momento las tinieblas empezaron a bajar sobre mis pupilas, y a hacerse más densas. Justo castigo. Hace poco tiempo que estoy completamente ciego y ■ he venido…”. Juan le interrumpe preguntándole: “¿Has venido quizás a pedir un milagro?”. Gamaliel: “Sí. Un gran milagro. Se lo pido a la Madre del Dios verdadero”. La Virgen le responde: “Gamaliel, yo no poseo el poder que tenía mi Hijo. Él podía devolverte la vista a las pupilas apagadas y hasta la vida; pero yo no”. Y continúa: “Pero ven aquí, cerca de la mesa, y siéntate. Estás cansado y eres anciano, rabí. No te fatigues más”. Y con todo cariño, junto con Juan le lleva cerca de la mesa, y hace que se siente en un banco. Gamaliel antes de soltar la mano, la besa con respeto, luego continúa: “No te pido, ¡oh María!, el milagro de ver nuevamente. No. No pido esta cosa material. Lo que te pido, Bendita entre las mujeres, es una vista de águila para mi espíritu, para que vea toda la Verdad. No te pido la luz para mis pupilas apagadas, sino la luz sobrenatural, divina, la verdadera luz que es sabiduría, verdad, vida, para mi alma y corazón desgarrados por los remordimientos que no me dan tregua. No tengo deseos de ver con los ojos de este mundo hebreo, tan… sí, tan obstinadamente rebelde a Dios, a Dios que con él fue tan misericordioso como, en verdad, no merecimos que lo fuera. Es más, estoy contento de no tener que verle ya, y de que mi ceguera me haya libertado de todas mis obligaciones para con el Templo y para con el Sanedrín, que han sido injustos contra tu Hijo y contra sus seguidores. Lo que deseo es ver con todo mi corazón, con toda mi alma, con toda mi inteligencia es a Él, a Jesús. Verle en mí, en mi espíritu, verle espiritualmente, como, ciertamente, tú, ¡oh santa Madre de Dios!, y Juan, tan puro, Santiago, mientras vivió (1) y los otros, para ayuda en su grave y obstaculado ministerio, le veis. Verle para amarle con todo mi ser y con este amor reparar mis culpas y alcanzar su perdón, para poseer la vida eterna de la que me he hecho indigno de alcanzar…”. Inclina su cabeza sobre sus brazos que tiene apoyados sobre la mesa y llora.
 Ella —trono de la Sabiduría, la Llena de Gracia, y que, de la Sabiduría que en Ella tomó Carne y de la Gracia de la que estaba llena, recibió la plenitud de conocimientos sobrenaturales— no puede aconsejar otra cosa que el bien.- ■ María le pone una mano sobre la cabeza estremecida por los sollozos y le responde: “¡No! ¡Que no te has hecho indigno de la vida eterna! El Salvador perdona todo a quien se arrepiente de sus errores pasados. Aun al traidor hubiera perdonado si se hubiera arrepentido de su horrible pecado. La culpa de Judas fue muy grande con respecto a la tuya. Piensa. Judas fue el apóstol a quien aceptó Jesús, a quien Él instruyó, a quien amó más que a nadie; si se piensa que, pese a que no ignoraba nada, no le expulsó del grupo de los apóstoles, sino que, al contrario, hasta el momento supremo, empleó toda clase de pretextos para que nadie pudiera comprender lo que era, y lo que tramaba. Mi Hijo es la Verdad misma y no puede mentir. Pero cuando veía que los once sospechaban algo, y que le preguntaban de Judas, sin mentir, procuraba desviar sus sospechas, y no respondía a sus preguntas, bien diciéndoles que no preguntasen, o que por prudencia o caridad no lo hiciesen. Tu culpa es insignificante. Es más, ni siquiera puede llamarse culpa. ■ Esto tuyo no es incredulidad; más bien podrá decirse que es exceso de fe. Tanto creíste en aquel Niño de doce años que te habló en el Templo, que, tercamente pero con recta intención nacida de tu fe absoluta en ese Niño, en cuyos labios habías oído palabras de infinita sabiduría, has esperado la señal para poder creer en Él, y ver en Él al Mesías. Dios perdona a quien tiene una fe tan fuerte y fiel. Y perdona mucho más a quien, dudando todavía sobre la verdadera Naturaleza de un hombre, acusado injustamente, no quiere tomar parte a su condenación porque cree que es injusta. Tu modo espiritual de ver la verdad ha ido aumentando desde que dejaste el Sanedrín, porque no quisiste consentir en esa acción sacrílega. Y ha crecido mucho más, cuando, encontrándote en el Templo, viste que se realizaba la señal esperada, que marcaba el principio de la era de la nueva religión. Y aún más aumentó cuando, con aquellas potentes, angustiadas palabras, rogaste al pie de la cruz de mi Hijo, ya helado y muerto. Y se ha hecho casi perfecta cada una de las veces que, o con las palabras o poniéndote al margen, defendiste a los siervos de mi Hijo y no quisiste tomar parte en la condenación de los primeros mártires (2). Créeme, Gamaliel, cada acción tuya de dolor, de justicia, de amor aumentó en ti tu vista espiritual”. ■ Gamaliel: “¡Todo esto no es suficiente! Mira. Tuve la gracia extraordinaria de haber conocido a tu Hijo, desde la primera manifestación pública hasta cuando fue adulto. ¡Habría debido ver entonces! ¡comprender! Fui un ciego, un necio… ni vi ni comprendí; ni entonces ni otras veces en que tuve la gracia de acercarme a Él, cuando era ya Maestro, y de oír sus palabras que eran siempre justas, siempre poderosas. Tercamente esperaba la señal humana, el estremecimiento de las piedras… Y no veía que en Él todo era una señal. No veía que Él era la piedra angular que los profetas habían predicho, la piedra que sacudía al mundo hebreo y gentil, la piedra que sacudía las piedras de los corazones con su palabra, con sus prodigios. No veía en Él la señal clara de su Padre en todo lo que decía o hacía. ¿Cómo puede perdonar tanta terquedad?”. ■ Virgen: “Gamaliel, ¿puedes creer que yo —que soy el trono de la Sabiduría, la Llena de Gracia, y que, de la Sabiduría que en mí tomó Carne y de la Gracia de que estoy llena, recibí la plenitud de conocimientos de cosas sobrenaturales—, pueda aconsejarte otra cosa que no sea tu bien?”. Gamaliel:  «Y precisamente porque creo que eres esto, vengo a ti en busca de luz. ¡Tú, Hija, Madre, Esposa de Dios, que desde tu concepción fuiste colmada de luces de sabiduría, no puedes menos de señalarme el camino que debo tomar para tener paz y encontrar la verdad, para conquistar la vida verdadera! Estoy muy consciente de mis errores, tan abatido de mi miseria espiritual que tengo necesidad de ayuda para poder ir a Dios”. Virgen: “Eso que tú juzgas como obstáculo es, por el contrario, ala para elevarte hacia Dios. Te has destruido a ti mismo, te has humillado. Eras un monte potente, te has hecho un valle profundo. Ten en cuenta que la humildad es semejante a lo que fertiliza los campos para hacerlos fértiles. Es una escalera para subir, una escalera para subir a Dios quien al ver al humilde le llama hacia Sí para ensalzarle, para encenderle con su caridad e iluminarle con sus luces para que vea. Por esto te digo que estás ya en la Luz, en el Camino justo, hacia la verdadera Vida de los hijos de Dios”.
Gamaliel pide el Bautismo.- La Virgen le traza un signo de la Cruz sobre su cabeza inclinada.- ■ Gamaliel objeta: “Pero para obtener la Gracia debo entrar en la Iglesia, recibir el Bautismo que limpia de la Culpa y nos hace de nuevo hijos adoptivos de Dios. No me opongo a ello. ¡Al contrario! He destruido en mí al hijo de la Ley, no puedo sentir ya ninguna estima ni amor por el Templo. Pero ser nada, no quiero. Por tanto, debo edificar de nuevo, sobre las ruinas de mi pasado, el hombre nuevo y la fe nueva. Pero me imagino que los apóstoles y discípulos, respecto a mí, el gran rabí de dura cerviz, sentirán desconfianza y prejuicios…”. Juan le interrumpe diciendo: “Te equivocas, Gamaliel. Yo soy el primero que te quiero y que reputaría como día de extraordinaria gracia el día en que pudiera llamarte cordero del rebaño de Cristo. No sería yo un discípulo de Jesús si no pusiese en práctica sus enseñanzas. Él nos mandó que nos amásemos y comprendiésemos, y sobre todo que amásemos y comprendiésemos a los débiles, a los enfermos, a los extraviados. Nos dijo que imitásemos sus ejemplos. Nosotros vimos que fue siempre amor para con los culpables arrepentidos, para con los hijos pródigos que regresaban al Padre, para con las ovejas extraviadas. Desde Magdalena hasta la samaritana, desde Aglae hasta el ladrón. ¡Oh, a cuántas almas Él no redimió con su misericordia! Hubiera perdonado a Judas si se hubiera arrepentido. Tantas veces le había perdonado. Yo sé cuánto le amó, pese a que conocía todas sus acciones. ■ Ven conmigo. Haré de ti un hijo de Dios y hermano de Jesús Salvador”. Gamaliel: “Tú no eres Pontífice. Pontífice es Pedro. ¿Y Pedro será tan bueno como tú lo eres? Yo sé que él es muy distinto de ti…”. Juan: “Lo fue. Pero desde que vio cuán débil fue —hasta el punto de ser cobarde y renegar de su Maestro— ya no es lo que era, y tiene compasión con todos y para todos”. Gamaliel: “Entonces llévame donde él sin perder tiempo. Yo soy viejo, y ya demasiado me he demorado. Me sentía muy indigno, y tenía miedo de que todos los siervos de Jesús me tratasen de igual modo. Ahora que las palabras de María y tuyas me han confortado, quiero entrar lo más pronto posible en el Redil del Maestro, antes de que mi viejo corazón, quebrantado con tantas cosas, se detenga. Guíame tú, porque he dicho al siervo que me ha traído hasta aquí que se marchara, para que no oyese nada. Regresará a la hora primera. Pero para entonces yo ya estaré lejos. En dos sentidos: lejos de esta casa y lejos del Templo. Para siempre. Primero iré, yo, hijo rebelde, a la casa del Padre, yo, oveja extraviada, al verdadero Redil del Pastor eterno. Luego regresaré a mi casa lejana, para morir allí en paz y en gracia de Dios”. ■ María, con gesto espontáneo, le abraza y le dice: “Dios te dé paz. Paz y gloria eterna porque lo has merecido, al manifestar tu verdadero pensamiento a los poderosos jefes de Israel sin tener miedo de sus reacciones. Dios está siempre contigo. Que Él te bendiga”. Gamaliel busca de nuevo sus manos, las toma entre las suyas, y se las besa. Se arrodilla y le pide que ponga sus manos benditas sobre su cabeza. María le complace. Hace incluso más. Traza un signo de la cruz (3) sobre su cabeza inclinada. Luego, junto con Juan le ayuda a ponerse de pie, le acompaña hasta la puerta y mira que se va, guiado por el apóstol hacia la verdadera Vida, el hombre humanamente terminado, sobrenaturalmente vivificado. (Escrito el 1 de Noviembre de 1951).
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1  Nota  : Cfr. Hech. 12,1-2.   2  Nota  : Cfr. Hech. 5,27-42.   3  Nota  : Signo de la Cruz.- No es cosa increíble que la Virgen haya trazado esta señal. Tertuliano, escritor del siglo III, en su libro De corona, III 1-4, proporciona una lista extensa de prácticas que “Sin ningún auxilio de la Escritura, a titulo solo de tradición y con el fervor de la costumbre” se observaban en su tiempo. Entre estas cosas está la señal de la cruz, que hacían antes de salir de casa. Dice de este modo: “Hacemos la señal de la cruz cuando hacemos algo, cuando entramos y salimos, cuando nos vestimos, nos ponemos el calzado, cuando nos lavamos, nos sentamos a la mesa, encendemos las lámparas, cuando entramos a nuestras habitaciones, nos sentamos, y cuando vamos a cualquier parte”.
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10-648-409 (11-34-855).- Pedro se despide de María Stma. después de un coloquio con Juan.
* Si comprendí bien unas palabras suyas yo debo ir a Roma y fundar allí la Iglesia inmortal. Yo, elegido por Él Pontífice, he decidido, y, conmigo los otros apóstoles y discípulos: nos dispersaremos”.- ■ En la terraza de la casa de Simón Zelote en Betania, que la luna ilumina, están Pedro y Juan. Hablan en voz baja. Señalan hacia la casa de Lázaro, del todo cerrada y silenciosa. Luego, no sé por qué motivo, el coloquio se hace cada vez más animado, y sus voces, antes contenidas, aumentan de tono y se hacen bien claras. Pedro, dando un puñetazo sobre el antepecho de la terraza, exclama: “¿Pero no comprendes que debe hacerse así? En nombre de Dios te hablo. Escúchame, y no quieras ser terco. Conviene hacer como digo yo. No por cobardía ni por temor sino para impedir el exterminio total de la Iglesia. Todos nuestros pasos son seguidos. Y Nicodemo me ha dicho que estoy en lo cierto. ¿Por qué no hemos podido quedarnos en Betania? Por esta razón. ¿Por qué ya no es prudente estar en esta casa o en la casa de Nicodemo, o en la de Nique o de Anastásica? Siempre por el mismo motivo. Para impedir que la Iglesia muera por la muerte de sus jefes”. Juan le responde: “El Maestro muchas veces nos aseguró que ni siquiera el Infierno podrá exterminarla, ni vencerla”. Pedro: “Es verdad. Y el Infierno no prevalecerá, como no prevaleció contra Cristo. Pero los hombres sí, como prevalecieron sobre el Hombre-Dios, que venció a Satanás, pero que no pudo vencer sobre los hombres”. Juan: “Porque no quiso vencer. Debía redimir y, por lo tanto, morir. ¡Y con esa muerte! ¡Pero si hubiera querido vencerlos! ¡Cuántas veces no esquivó sus insidias, de todo tipo!”. ■ Pedro: “También la Iglesia será insidiada, pero no perecerá totalmente, siempre y cuando tengamos la suficiente prudencia como para impedir el exterminio de los jefes actuales, antes de crear nosotros a muchos —los primeros— sacerdotes de la Iglesia en sus distintos grados; crearlos y formarlos para su ministerio. No te hagas falsas ilusiones, Juan. Los fariseos, escribas, sacerdotes y miembros del Sanedrín harán todo lo posible para matar a todos los pastores para que la grey se disperse. Una grey todavía tímida y débil; sobre todo esta grey de Palestina. No debemos dejarla sin pastores hasta que muchos corderos no se hayan convertido, a su vez, en pastores. Ya has visto cuántos de ellos han caído muertos. Piensa en cuántas regiones del mundo nos esperan. La orden fue clara: «Id a evangelizar a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar cuanto os ordené». Y a mí, en la orilla del lago, tres veces me mandó apacentar sus ovejas y corderos, y profetizó que, de viejo, pero no antes, seré atado y conducido a confesar a Cristo con mi sangre y vida. ¡Y muy lejos de aquí! Si comprendí bien unas palabras suyas, antes de la muerte de Lázaro, yo debo ir a Roma y fundar allí la Iglesia inmortal. ¿Y no juzgó Él mismo que era prudente retirarse a Efraín, porque aún no había cumplido su evangelización? Y solo en el momento preciso volvió a Judea para ser apresado y crucificado. Imitémosle. ■ No se puede decir que Lázaro, Magdalena y Marta hayan sido cobardes. Y sin embargo ves que, aun con mucho dolor, se han ido de acá, para llevar a otras partes la Palabra divina que aquí los judíos aplastarían. Yo, elegido por Él Pontífice, he decidido, y, conmigo, los otros apóstoles y discípulos han decidido igualmente: nos dispersaremos. Algunos irán a Samaria, otros hacia el gran mar, o hacia Fenicia, yendo cada vez más allá, a Siria, a las Islas, a Grecia, al Imperio romano. Y si aquí en estos lugares la cizaña y el veneno judío hacen estériles los campos y las viñas del Señor, nos iremos a otros lugares y sembraremos otras semillas, en otros campos y viñas, para que no solo haya recolección, sino que incluso sea abundante. Si en estos lugares, el odio judío envenena las aguas y las corrompe, para que ni yo, pescador de almas, ni mis hermanos, podamos pescar almas para el Señor, nos iremos a otros mares. Conviene ser prudentes y astutos al mismo tiempo. Créemelo, Juan”. Juan asiente: “Tienes razón”.
* El nuevo florecimiento, en belleza y gozo, señal de que María siente ya cercano su fin.- ■ Y replica a Pedro: “Pero si insistía era por María. Yo no puedo, no debo dejarla. Ello nos causaría mucho dolor a ambos. Y sería una acción mala por mi parte…”. Pedro: “Tú quédate aquí. Ella también se queda, porque arrancarla de aquí, sería algo absurdo…”. Juan: “A lo que María jamás consentiría. Me uniré a vosotros más adelante, cuando Ella no esté en la Tierra”. Pedro: “Te esperamos. Eres aún joven… Mucho te queda de vida”. Juan: “Y a María poco”. Pedro: “¿Por qué? ¿Está acaso enferma, débil?”. Juan: “¡Oh, no! Ni el tiempo ni los sufrimientos le afectan. Está siempre joven de rostro y de corazón. Serena, diría yo, hasta bienaventurada”. Pedro: “Y entonces, ¿por qué dices…?”. Juan: “Porque comprendo que este nuevo florecimiento en belleza y gozo es la señal de que Ella siente ya cercano que vuelve a reunirse con su Hijo. Unión total quiero decir. Porque la espiritual no se ha interrumpido jamás. Estoy seguro que cada día ve a su Hijo glorioso. Y en esto radica su felicidad. Yo creo que, cuando Ella le ve, su espíritu se ilumina y llega a conocer todo el futuro como lo conoce Dios, incluido el suyo. Todavía está en la tierra corporalmente, pero sin temor a equivocarme podría decir que su espíritu está casi siempre en el Cielo. ■ Tal es su unión con Dios que, no creo que sea sacrilegio afirmar, que Dios está en Ella, como cuando le llevaba en su seno. Más aún. De la misma forma que el Verbo se unió a Ella para ser Jesús, el Mesías, ahora Ella se une de tal modo a Cristo, que es un segundo Cristo, que ha asumido su nueva humanidad, la del propio Jesús. Si digo alguna herejía, que Dios me haga conocer mi error, y me perdone. Ella vive en el amor. Este fuego de amor la enciende, la nutre y ese mismo fuego de amor, cuando llegue la hora, nos la arrebatará, en el momento designado, sin dolor para Ella, sin corrupción para su cuerpo… El dolor será solo nuestro… sobre todo mío… Ya no tendremos a la Maestra, a la Guía, a la Consoladora nuestra… Y yo me encontraré verdaderamente solo…”. Y Juan, cuya voz acusaba ya las lágrimas, rompe a llorar con sollozos desgarradores como nunca tuvo, ni siquiera a los pies de la cruz o en el sepulcro. ■ Pedro, aunque en menor grado, llora, y, entre lágrimas, suplica a Juan que le avise, si puede, para estar presente en el tránsito de María, o, al menos, en su sepultura. Juan: “Lo haré, si puedo. Pero dudo mucho. Una voz interna me dice que así como sucedió a Elías, que fue arrebatado por un torbellino celestial en un carro de fuego (1), lo mismo sucederá a Ella. No tendré tiempo de caer en la cuenta de su próximo tránsito, sino cuando Ella está ya en el Cielo”. Pedro: “Pero su cuerpo quedará. ¡También quedó la del Maestro! ¡Y era Dios!”. Juan: “Para Él tenía que suceder así. Para Ella no. Debía Él con su resurrección, desmentir las calumnias de los judíos; con sus apariciones, convencer al mundo, que dudaba, o incluso negaba, por causa de su muerte de cruz. Pero Ella no tiene necesidad de ello. Pero si puedo, te avisaré. ■ Hasta pronto, Pedro, Pontífice y hermano mío en Jesús. Voy donde está Ella, que de seguro me está esperando. Dios esté contigo”. Pedro: “Y contigo. Dile a María que ruegue por mí y que me perdone una vez más mi cobardía durante el proceso. Es algo que no logro borrar del corazón, algo que no me da paz ninguna…”. Corren lágrimas por sus mejillas. Agrega: “Que sea para mí una Madre, Madre de amor, para mí que soy un infeliz hijo pródigo…”. Juan: “No es necesario que se lo diga. Te quiere más que una madre natural. Te ama como Madre de Dios y como Ella solo puede amar. Si estuvo dispuesta a perdonar a Judas, cuya culpa era infinita, ¡imagínate si no te ha perdonado! La paz contigo, hermano. Me voy”.
*  María Stma. pone la Señal de la Cruz sobre la cabeza de Pedro.-Pedro: “Y yo te sigo, si me lo permites. Quiero verla una vez más”. Juan: “Ven. Sé el camino que hay que tomar para entrar en el Getsemaní sin ser vistos”. Se ponen en marcha y andan, a buen paso y en silencio, hacia Jerusalén. Pasan por el camino alto, que llega hasta el Monte de los Olivos por la parte que está más lejos de la ciudad. Llegan al rayar ya el alba. Entran en el Getsemaní, van cuesta abajo a la casita. María, que está en la terraza, los ve llegar y, dando un grito de alegría, baja a su encuentro. Pedro cae a sus pies, con la cara contra el suelo, diciendo: “¡Perdón, Madre!”. Virgen: “¡¿De qué?! ¿Es que has faltado en algo? El que me revela todas las verdades, no me ha revelado sino que tú eres su digno sucesor en la Fe. Como hombre, eres un justo, aunque algunas veces impulsivo. ¿Qué quieres que te perdone, pues?”. Pedro llora, no dice nada. Juan explica: “Pedro no logra apaciguarse por lo de haber renegado de Jesús en el patio del Templo”. Virgen: “Eso es cosa pasada, y borrada, Pedro. ¿Acaso te reprendió Jesús?”. Pedro: “¡Oh, no!”. Virgen: “¿Mostró quererte menos que antes?”. Pedro: “¡No! La verdad… no. ¡Al contrario!…”. Virgen: “¿Y eso no te dice que Él y yo con Él, te hemos comprendido y perdonado?”. Pedro: “Tienes razón. Sigo siendo el mismo necio”. Virgen: “Vete ahora en paz. Te aseguro que nos encontraremos en el Cielo todos. Yo, tú, los demás apóstoles y diáconos junto al Hombre-Dios. Por lo que de mi poder depende te bendigo”. ■ Y como hizo con Gamaliel, de igual modo hace con Pedro, pone sus manos sobre su cabeza, y traza sobre ella una señal de la cruz. Pedro se inclina y le besa los pies. Se levanta más sereno que antes, y acompañado de Juan, regresa a la cancilla superior, la cruza y se marcha, mientras que el joven apóstol, después de haber cerrado esa entrada, regresa donde María. (Escrito el 4 de Noviembre de 1951).
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1  Nota  : Cfr. 2 Re. 2,1-18; Eccli. 48,1-11.
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10-649-413 (11-35-858).- Dios quiere que se sepa, a través de los labios de María Stma., que la Iglesia está formada y fuerte; y que Ella misma ha cooperado para hacerla un organismo santo.
*  La Virgen guarda en el arca los recuerdos de Jesús.- “Ahora experimento el gozo, inmenso gozo como inmensa ha sido la pena, porque presiento que mi vida toca a su fin. He hecho cuanto debía hacer”.- ■ María está en su habitación que se encuentra sobre la terraza. Vestida de lino blanco, de cándido lino son su vestido que cubre sus miembros, y el manto que, sujeto en la base del cuello, le cae por sus espaldas, y el velo delgadísimo que le cubre la cabeza. Está ordenando sus vestidos y los de Jesús, que siempre ha conservado. Elige los mejores que son pocos. De los suyos, toma el vestido y el manto que tenía en el calvario; de los de Jesús, un vestido de lino que usaba en los días de verano, y el manto encontrado en el Getsemaní, en que se ven todavía manchas de Sangre. Después de haberlos doblado, besa el manto ensangrentado de Jesús, y se dirige al arca, en que están, ya desde años, las reliquias de la última Cena y de la Pa­sión. Las reúne en la parte superior del arca, y los vestidos en la infe­rior. ■ Está cerrando el arca cuando Juan, que había subido sin hacer ruido a la terraza, a donde debe haber subido a pasar las primeras horas de la mañana, y se ha asomado a ver lo que estaba haciendo, tal vez preocupado por la larga ausencia de la cocina, la hace vol­ver sobre sí al preguntarle: “¿Qué estás haciendo, Madre?”. Virgen: “He ordenado todo lo que conviene conservar. Todos los recuerdos… Todo cuanto constituye un testimonio de su amor y dolor infinitos”. Juan: “¿Por qué, Madre, volverte a abrir las heridas de tu corazón viendo de nuevo estas cosas tristes? Sufres viéndolas porque estás pálida y tus manos tiemblan…” le dice acercándose a Ella, como temiendo que —tan pálida y temblorosa como está— pueda sentirse mal y caer al suelo. Virgen: “¡Oh, no estoy pálida ni tiemblo por eso! Porque por eso no se me vuelven a abrir las heridas… que, en verdad, nunca se han cerrado del todo. En realidad, siento en mí paz y gozo, una paz y gozo que nunca como ahora han sido tan completos”. Juan: “¿Nunca como ahora? No comprendo… Para mí estos objetos me re­cuerdan la angustia de aquellas horas. Y yo soy solo un discípulo; tú eres su Madre…”. Virgen: “Y por esto debería yo sufrir más, quieres decir. Y, humanamente, tienes razón. Pero no es así. ■ Estoy acostumbrada a sufrir el dolor de sus separa­ciones. Siempre dolorosas porque su presencia y cercanía eran mi Paraíso en la tierra. Pero también siempre con buena disposición y serenamente sufridas, porque todos sus actos eran actos de obediencia a la Voluntad del Padre y, por tanto, yo lo aceptaba porque yo también he obedecido siempre a lo deseos y designios de Dios para mí. Sufría yo, cuando Jesús partía. Me sentía sola. El dolor que sufrí cuando, siendo pequeño, me dejó ocultamente, para su disputa con los doctores del Templo, sólo Dios sabe cuán intenso fue; y, a pesar de ello, aparte de la justa pregunta que, como madre, tuve que hacerle por haberme dejado así, no le dije nada más. Tampoco le retuve cuando me dejó para convertirse en el Maestro… y yo ya había enviudado de José, y, por tanto, me encontraba sola, en una ciudad que, excepción hecha de algunas escasas personas, no me quería. Y nada me sorprendió su respuesta en las bodas de Caná. Cumplía con la voluntad de su Padre, y yo no me oponía a que la hiciera. Podía llegar a pedirle algo o a darle un consejo: un consejo sobre sus discípulos, una súplica por alguna persona infeliz. Pero más, no. Yo sufría cuando me dejaba para ir por el mundo, a ese mundo que le era hostil, a ese mundo tan pecador que el hecho de vivir en él era para Él un sufrimiento. ¡Pero cuánta alegría cuando regresaba! Era tan inmensa que me recompensa­ba setenta veces siete del dolor de haberme visto separada de Él. Desgarrador fue la separación cuando murió, pero ¿con qué palabras podría de­cirte el gozo que experimenté cuando se me apareció resucitado? Inmen­sa fue la pena de la separación cuando fue al Padre, separación que no tendrá fin hasta cuando mi vida terrenal termine. Ahora experimento el gozo, inmenso gozo como inmensa ha sido la pena, porque presiento que mi vida toca a su fin. He hecho cuanto debía hacer”.
* La secreta alegría de Jesús y de María Santísima: «Todo lo que el Padre me ordenó que cumpliera lo he cumplido».- Virgen: “He terminado mi misión terrena. La otra, la celestial, no tendrá fin. Dios me ha dejado en la tierra hasta que, como mi Jesús, he cumplido lo que tenía que realizar. Y tengo dentro de mí esa secreta alegría —única gota de bálsamo en medio de sus amarguísimos, últimos y atroces padecimientos— que tuvo Jesús cuando pudo decir: «Todo está consumado»”. Juan le dice: “¿Alegría de Jesús? ¿En aquella hora?”. Virgen: “Sí, Juan. Una alegría que los hombres no pueden entender, pero sí los espíritus que viven a la luz de Dios, y que ven las cosas profundas ocultas bajo los velos que el Eterno extiende sobre los secretos. Yo, que me vi tan angustiada, arrollada por lo que sucedía, unida a mi Hijo, en la entrega al Padre, no comprendí entonces. La luz se había apagado para el mundo en aquella hora, para el mundo que no había querido aceptarla. Y también se apagó para mí. No por castigo, sino porque siendo corredentora debía también padecer la angustia del abandono de los consuelos divinos, las tinieblas, la desolación, las tentaciones de Satanás quien me gritaba que no era posible creer en lo que Él había dicho; todo lo que Él padeció en el espíritu desde el jueves hasta el viernes. Pero después comprendí. Cuando la Luz, resucitada para siempre, se me apareció, comprendí. Comprendí todo. Aun la secreta alegría de Jesús cuando pudo decir: «Todo lo que el Padre me ordenó que cumpliera lo he cumplido. He llenado la medida de la caridad divina amando al Padre hasta mi sacrificio, amando a los hombres hasta morir por ellos. He cumplido con todo lo que debía llevar a cabo. Muero contento en el corazón, aunque despedazado en mi cuerpo inocente». También Yo he cumplido con todo lo que, ab aeterno, me estaba prescrito. Desde la concepción del Redentor hasta la ayuda a vosotros, sus sacerdotes, para que os formaseis perfectamente”.
* “La Iglesia está ya formada y fuerte. El Espíritu Santo la ilumina, la sangre de los primeros mártires la cimienta y multiplica; mi ayuda ha cooperado en hacer de ella un organismo santo. Dios está contento de ello. Quiere que lo sepáis de mis mismos labios. Como también quiere que os diga que continuéis creciendo en la caridad para poder crecer en la perfección…”.-Virgen: “La Iglesia está ya formada y fuerte. El Espíritu Santo la ilumina, la sangre de los primeros mártires la cimienta y multiplica; mi ayuda ha cooperado en hacer de ella un organismo santo, al que la caridad hacia Dios y hacia los hermanos alimenta y fortalece cada vez más, y donde los odios, rencores, envidias, mala voluntad, semillas de Satanás no existen. Dios está contento de ello. Quiere que lo sepáis de mis mismos labios. Como también quiere que os diga que continuéis creciendo en la caridad para poder crecer en la perfección, y lo mismo en número de cristianos y en una doctrina poderosa. Porque la doctrina de Jesús es doctrina de amor. Porque su vida es también la mía. Vidas ambas que guió y movió el amor. A nadie rechazamos. Perdonamos a todos. A solo uno no pudimos dar el perdón porque él, esclavo del odio, no lo quiso. Jesús antes de ir a la muerte, os ordenó que os amarais mutuamente. Él mismo os dio la medida con que debéis amaros, cuando dijo: «Amaos los unos a los otros como os he amado. Por esto se conocerá que sois mis discípulos». ■ La Iglesia para vivir y crecer tiene necesidad de la caridad. Caridad sobre todo en sus ministros. Si no os amarais entre vosotros con todas vuestras fuerzas, y, de la misma manera, no amarais a vuestros hermanos en el Señor, la Iglesia se haría estéril, y raquítica y nada sería la nueva creación y la supercreación de los hombres, para el grado de hijos del Altísimo y coherederos del Reino de los Cielos, porque Dios dejaría de ayudaros en vuestra misión. Dios es amor. Cada acto suyo se mueve por el amor. Desde la Creación hasta la Encarnación; desde ésta hasta la Redención; desde ésta, a su vez, hasta la fundación de la Iglesia, y, en fin, desde ésta hasta la Jerusalén celestial, que recogerá a todos los justos para que se alegren en el Señor”.
* Juan, puedes hacerte pregonero de mi postrer consejo (porque por ser tan puro amas tanto y puedes comprender mejor): el amor (que se amen y que amen a todos aún a sus perseguidores) —que para quien lo usa: es fuerza, luz, imán— para que sean uno solo con Dios, como lo fui, hasta el punto de haber merecido ser elegida para Madre del Verbo y Esposa del Amor eterno”.- ■ La Virgen concluye: “Te digo estas cosas porque eres el apóstol del amor y puedes comprenderlas mejor que otros…”. Juan la interrumpe diciendo: “También otros aman y se aman”. Virgen: “Es verdad, pero tú eres el que ama por excelencia. Cada uno de vosotros tuvo una característica, como cualquier ser humano la tiene. Entre los doce tú fuiste siempre el amor, el puro y sobrenatural amor. Quizás —es más, ciertamente— por ser tan puro amas tanto. Pedro, por su parte, fue siempre el hombre, el hombre franco e impetuoso. Su hermano Andrés, en cambio, fue tímido y callado. Santiago, tu hermano, fue tan impulsivo que Jesús le llamó hijo del trueno. El otro Santiago, hermano de Jesús, fue justo y héroe. Judas de Alfeo, su hermano, noble y leal en todas las circunstancias. Se veía claramente que descendía de David. Felipe y Bartolomé eran tradicionalistas. Simón Zelote, el hombre prudente. Tomás, el pacífico. Mateo, el hombre humilde que, teniendo presente su pasado, trataba de pasar inadvertido. Y Judas de Keriot, la oveja negra del rebaño de Jesús, la serpiente que recibió el calor de su amor, fue el mentiroso satánico. Pero tú, que amas con todo tu corazón, puedes comprender mejor y hacerte pregonero para todos los demás, para que les digas que ése es mi postrer consejo. Les dirás que se amen y que amen a todos, aun a sus perseguidores, para que sean uno solo con Dios, como lo fui, hasta el punto de haber merecido que se me eligiese para ser Madre del Verbo, Esposa del Amor eterno. ■ Me he entregado a Dios sin medida alguna, aun cuando comprendí cuánto dolor me vendría de ello. Los profetas estaban ante mis ojos, y la luz divina me hacía muy claras sus palabras. Por lo tanto, desde mi primer «fiat» al Ángel, supe que me consagraba al mayor de los dolores que madre alguna pudiera padecer. Pero nada puso límite a mi amor. Porque sé que el amor es, para cualquiera que lo use, fuerza, luz, imán que atrae hacia arriba, fuego que purifica y hace bello todo lo que enciende, y transhumana a todos los que ciñe en su abrazo. Sí, el amor es realmente llama. La llama que, aun destruyendo lo más despreciable, hace de ello un espíritu purificado y digno del Cielo. ■ Cuántos hombres desechos, sucios, asquerosos encontraréis en vuestro sendero de evangelizadores. No despreciéis a ninguno. Antes al contrario, amadlos, para que lleguen al amor y se salven. Infundid en ellos la caridad. Muchas veces el hombre se hace malo porque nadie le amó nunca o le amó mal. Vosotros amadlos para que el Espíritu Santo vaya de nuevo a vivir —después de la purificación— en esos templos vaciados y ensuciados por muchas cosas. Dios, para crear al hombre, no tomó un ángel, ni algo selecto. Tomó barro, la materia más abyecta. Luego, infundiendo en él su soplo, o sea, otra vez amor, elevó la materia abyecta al excelso grado de hijo adoptivo de Dios. Mi Hijo, en su camino, encontró muchos seres caídos en el fango y que eran verdaderos despojos. No los pisó con desprecio. Al contrario, con amor los recogió y acogió, y los transformó en elegidos del Cielo. Recordadlo siempre. Haced como Él hizo”.
* “Recordad hechos y palabras de mi Hijo, escribidlas. No podréis repetir todas las palabras luminosas de mi Hijo pero el Espíritu Santo os ayudará a recordar”.-Virgen: “Recordad todo, hechos y palabras de mi Hijo. Recordad sus hermosas parábolas, vividlas, o sea, ponedlas en práctica; y escribidlas para que las lean los que vengan después hasta el final de los siglos, para que sean siempre guías de los hombres de buena voluntad a fin de que alcancen la vida y gloria eternas. No podréis, no, repetir todas las palabras luminosas de la eterna palabra de Vida y Verdad; pero escribid cuanto más podáis escribir. El Espíritu de Dios, que bajó sobre mí para que diese al mundo al Salvador, que ha bajado también sobre vosotros una y otra vez, os ayudará a recordar y a hablar a las gentes de modo que las convirtáis al Dios verdadero. ■ Continuaréis así esa maternidad espiritual que yo empecé en el Calvario, para dar muchos hijos al Señor. Y el propio Espíritu, hablando en los hijos que han vuelto al Señor, los fortalecerá de tal manera, que para ellos será dulce el morir entre tormentos, padecer el destierro y la persecución, con tal de confesar su amor a Cristo, y así unirse a Él en el Cielo como lo hicieron Esteban, Santiago, mi Santiago y otros más” (1). (Escrito el 21 de Noviembre de 1951).
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1  Nota  : Cfr. Hech. 6,8-7,60; 8,1-3; 12,1-2.
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(<María Santísima ha sido ya asunta al Cielo [La Asunción de María se relata en el episodio 10-650-424 en el tema “María Stma. Virgen-Madre”]. No hubo tumba ni flores milagrosamente frescas, ni tampoco la presencia prodigiosa de los apóstoles, como afirman la narración de los apócrifos y otras recientes. Tan sólo estuvo Juan que, vencido del sueño, no vio nada al principio>)
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10-650-428 (11-36-871).- “Iré a sembrar la Palabra divina que el Maestro me entregó para que yo se la dé a los hombres”.
* “Enseñar el Amor. Enseñarlo para que crean en el Amor y en su poder. María me ha dicho, en sus últimas palabras, que el amor todo lo obtiene. El amor será mi arma y mi doctrina”.- ■ Juan recoge en un lienzo las flores, las ramas, las pone sobre la tapa del arca. La abre, coloca dentro la almohadita, la cubierta de la cama de la Virgen, baja a la cocina, recoge otras cosas que empleó: la rueca, el huso, sus utensilios, y los une a las otras cosas. Cierra el arca y se sienta en el banco mientras monologa: “¡Todo lo que tenía que hacer se ha cumplido ahora! Me puedo marchar libremente, a donde el Espíritu de Dios me conduzca. Iré a sembrar la Palabra divina que el Maestro me entregó para que yo se la dé a los hombres. Enseñar el Amor. Enseñarlo para que crean en el Amor y en su poder. Dar a conocer a los hombres lo que Dios-Amor ha hecho por ellos. Su Sacrificio y su Sacramento y Rito perpetuos por los que, hasta el final de los siglos, podremos unirnos a Jesucristo por medio de la Eucaristía, y renovar el rito y el sacrificio como Él mandó hacer. ¡Dones, todos ellos, del Amor eterno! ■ Hacer que se ame al Amor para que crean en el Amor como nosotros hemos creído y creemos. Sembrar el Amor para que sea abundante la mies y la pesca, para el Señor. María me ha dicho, en sus últimas palabras, que el amor todo lo obtiene; en sus últimas palabras a mí, a quien Ella cabalmente ha definido, en el colegio apostólico, como el que ama, el amante por excelencia, la antítesis de Judas Iscariote, que fue el símbolo del odio; como Pedro la impulsividad y Andrés la mansedumbre; y los hijos de Alfeo la santidad y la sabiduría unidas a la nobleza de ambos; etc. Yo, el amante, ahora que ya no tengo ni al Maestro ni a la Madre, a quienes amar en la Tierra, iré a esparcir el amor entre las gentes. El amor será mi arma y mi doctrina. Y con él venceré al demonio y al paganismo y conquistaré a muchas almas. De este modo seguiré las huellas de Jesús y de María, que fueron el dechado perfecto del amor en la Tierra”. (Escrito el 8 de Diciembre de 1951).
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.             b) Dictados y visiones extraídos de los «Cuadernos de 1943/1950»
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43-178.- “Dios circula a modo de sangre vital por las venas de todo el cuerpo del Universo del que el Catolicismo es el centro”.
* “Único es el origen: el del Padre. Sois, pues, hermanos por más que no viváis bajo el mismo techo paterno”.- ■ Dice Jesús: “El que cierra su corazón a la misericordia, cierra a Dios su corazón, ya que Dios está en vuestros hermanos y el que no es misericordioso con sus hermanos, tampoco lo es con Dios. No es posible desgajar a Dios de sus hijos y tened bien en cuenta que cuantos vivís sois todos hijos del Eterno que os creó. Aun aquellos, que en apariencia no lo son por vivir fuera de mi Iglesia, lo son. No os creáis con derecho a ser duros y egoístas por el hecho de que alguno no sea de los vuestros. Único es el origen: el del Padre. Sois, pues, hermanos por más que no viváis bajo el mismo techo paterno. Y ¿cómo no hacéis por llamar a los alejados, a los descaminados, a los infelices que, por diferentes motivos, se encuentran fuera de mi morada? Dios no es privativo de los católicos y yerran grandemente aquellos católicos que nada hacen por los no católicos. No laboran por los intereses del Padre, son únicamente parásitos que viven a expensas del Padre sin prestarle ayuda filial. Dios no necesita ayuda por ser potentísimo; mas, con todo, la quiere igualmente de vosotros. ■ Dios circula a modo de sangre vital por las venas de todo el cuerpo del Universo, de este gran cuerpo creado por Él del que el Catolicismo es el centro. Mas, ¿cómo podría Dios vivificar a los miembros más alejados si el centro se recluyese sobre sí mismo con su Tesoro y excluyese de tal beneficio a los miembros? Dios se encuentra también en donde una fe distinta o un espíritu diferente pudieran hacer pensar que no esté. Y en verdad os digo que no todo lo que aparece como verdadero lo es. Muchos de fe católica se hallan carentes de Dios más que lo esté un salvaje. Porque muchos católicos tienen de hijos de Dios el nombre tan sólo. Peor. Vilipendian y hacen vilipendiar este nombre con las obras de una vida hipócrita cuyas manifestaciones son la antítesis de los dictados de mi Ley, cuando no llegan hasta la rebeldía abierta que les hace enemigos de Dios. Mientras que en la fe de un acatólico, errada en su esencia, pero corroborada por una vida recta, aparece más clara la señal del Padre. Son éstas unas criaturas que únicamente necesitan conocer la Verdad. Por el contrario, los falsos hijos son criaturas que deben conocer, por encima de la Verdad, el Respeto y el Amor hacia Dios”.
* Obra de misericordia sublime: procurar la Vida verdadera a los hermanos, al precio del propio sacrificio.-Jesús: “Las almas que quieran ser mías han de usar de misericordia con estas otras pobres almas. Y las almas-víctimas han de inmolarse igualmente por ellas. ¿Qué cosa hice Yo? ¿No me inmolé por todos? Si es misericordia satisfacer el hambre, vestir, apagar la sed, dar sepultura, enseñar y consolar, ¿cuánto más lo será procurar, al precio del propio sacrificio, la Vida verdadera a los hermanos? ■ ¡Si el mundo fuese misericordioso…! Poseería a Dios y cuanto os atribula caería cual hoja seca. Mas el mundo y en éste, los cristianos particularmente, han sustituido el Amor por el odio, la Verdad por la hipocresía, la Luz por las Tinieblas, a Dios por Satanás. Y Satanás allí donde Yo sembré Misericordia y la hice crecer con mi Sangre, siembra sus abrojos haciéndolos prosperar con su soplo infernal. Llegará la hora de su derrota. Mas, al presente, es Él quien viene porque le ayudáis vosotros. Con todo, dichosos aquellos que saben permanecer en la Verdad y laboran por Ella. Su misericordia recibirá el premio en el Cielo”. (Escrito el 14 de Julio de 1943).
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43-179.- La obra de Misericordia más grande: evangelizar a las gentes.
* “La santa que tú amas (Sta. Teresita) hizo más que 100 misioneros y su gloria en el Cielo es 100 veces mayor”.- ■ Dice Jesús: “No titubees ni dudes. Cuanto te he dicho es verdad. Dios por ser el Creador, se encuentra aun donde no parece que esté. ¿Que no se le adora de verdad o que se le adora deficientemente? Por eso Él se encuentra lo mismo. ¿Quién dio la vida al patagón lejano, al chino, al africano idólatra? ¿Quién sostiene con vida al infiel para que tenga tiempo y manera de encontrar la fe? El que es y Al que nada le puede hacer mermar. El ser vida de las criaturas, el producir todas las cosas es una prueba ante el cual, por más que se la quiera negar, ha de inclinar cabeza todo ser viviente. ■ Al presente, el llevar a Dios las almas alejadas que lo sienten por instinto pero que no le conocen ni le sirven en la Verdad, es la obra más grande de misericordia. Dije yo: «Llevad el Evangelio a todas las gentes». Mas ¿crees tú que diera Yo ese mandato a aquellos doce tan sólo y a sus directos sucesores en el sacerdocio? No. Quiero que toda alma verdaderamente cristiana sea alma apostólica. El traerme a Mí almas aumenta mi gloria, pero, a la vez, aumenta la gloria del siervo bueno y fiel que obtuvo con su sacrificio el acrecentamiento de mi grey. La santa a la que tú amas (1) hizo más que cien misioneros y su gloria en el Cielo es cien veces mayor porque alcanzó la perfección de la misericordia sobre la tierra y se consumió a sí misma por dar la Vida verdadera a los idólatras y pecadores”.
* “Ante las lágrimas del que llora por los muertos a la Gracia doy suelta a mi poder infinito”. Las almas víctimas y apostólicas deben trabajar por ellos…  “y venir a Mí con el cadáver del desgraciado y sufrir por él hasta que yo pronuncie las palabras de Vida”.-Jesús: “Me dices tú: «Pero, Señor, cuando uno peca contra Ti y sigue en el pecado, ese tal se halla muerto a la vida de la Gracia». Es cierto. Mas Yo soy el Resucitador y, ante las lágrimas del que llora por los muertos a la Gracia, doy suelta a mi poder infinito. ■ Tres son los muertos que aparecen en el Evangelio a los que volví a la vida porque no supe resistir a las lágrimas de un padre, de una madre y de una hermana (2). Las almas víctimas y apostólicas han de ser hermanas, madres y padres de los pobres muertos a la Gracia y venir a Mí con el cadáver del desgraciado entre sus brazos, sobre sus brazos, cual si fuera su cruz más pesada, y sufrir por él hasta que Yo pronuncie las palabras de Vida”. (Escrito el 14 de Julio de 1943).
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1  Nota  : Sobre una copia mecanografiada anota María Valtorta: “Santa teresa del Niño Jesús”. 2 Nota : Lágrimas del sinagogo Jairo, de la viuda de Naím y de Marta, hermana de Magdalena.
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43-194.-“Razones por las que hice a Pedro cabeza de mi Iglesia en vez de hacer cabeza a mi Predilecto”.
* “Vuestros pesos y vuestras medidas carecen de curso en el Cielo. Empero habéis de creer que mi fulgor nimba en el Cielo con idéntica luz las frentes de Pedro y de Juan”.- ■ Dice Jesús: “Escribe pues. En lo sobrenatural es preciso no tener nunca miedo. El que te dicta sabe lo que se dice y el que te lee comprende por qué le puse precisamente a él en condiciones de entender. Así pues ¡fuera las suspicacias humanas! Recuerda que eres mi portavoz y que debes, por tanto, decir cuanto te dicto sin cavilar humanamente sobre el juicio que los demás puedan formar de ello. Por consiguiente: las razones por las que hice a Pedro cabeza de mi Iglesia en vez de hacerle cabeza a mi Predilecto, son varias y justas. ■ No tenéis por qué estar poniendo sobre una balanza el amor de Pedro y contrastarlo con el de Juan para deducir de ahí el motivo de mi elección. Vuestros pesos y vuestras medidas carecen de curso en el Cielo. Fueron dos amores distintos como distintos eran sus temperamentos, su edad y las formas de su amor. Fueron distintos si bien dirigidos por igual al mismo objeto: Yo. E igualmente amados por Mí. Eliminad pues de aquí los más-es y los sí-es del amor. ■ Pedro era el más maduro de los apóstoles, respetado ya como cabeza por los otros pescadores que llegaron a ser apóstoles. Él conocía la vida en todos sus cambiantes de luz y de sombra, se hallaba dotado de fuerza de carácter, de audacia y de la impetuosidad que en aquellas circunstancias se requería. Él, por su penosa experiencia propia, supo de la debilidad de una hora y pudo comprender las debilidades de los demás en las horas de duda y de peligro. Ya lo he dicho: no era el que más me amaba. Era uno que me amaba con toda su capacidad de amar, al igual de los doce, incluido Iscariote hasta que prestó oídos al Seductor. En la Iglesia que había de formarse entre luchas e insidias, se precisaba uno que, por su edad, autoridad, experiencia, ímpetu supiera imponerse a los demás. Y ¿quién como Pedro poseía estas cuatro cualidades necesarias para la formación de mi Iglesia? ■ Juan era el más joven. Alma en flor, desconocía la maldad de la vida. Era un lirio en capullo cerrado aún sobre su blanco seno. Abrióse al tiempo en que mi mirada penetró en su corazón y ya no supo sino verme a Mí. Era un héroe con corazón de héroe y paloma. Pedro era el sostén de mi Corazón que veía el presente y el futuro; mas Juan era el consuelo. ¡Qué consuelo el de su dulce sonrisa, de su mirada pura, de sus palabras contadas pero siempre impregnadas de amor! Estar al lado de Juan era para Mí como descansar junto a un pozo de frescas aguas sombreado de árboles encima de un tapiz de flores. Emanaba paz. ■ Mas ¿era justo y prudente que Yo le impusiese a los otros, de más edad que él? Hay que tener en cuenta que eran hombres, destinados a la perfección, pero, hombres todavía. He aquí por qué mi Inteligencia escogió a Pedro adulto, conocedor de las miserias espirituales, impulsivo, autoritario, con preferencia a Juan, apacible, soñador, joven y sin experiencia. Pedro era la «experiencia», el genio práctico. Juan era la «poesía», el genio poético. Mas en los tiempos duros son precisos, no plumas de poeta sino puños de hierro para mantener firme la barra del timón. ■ En compensación, tras entregarle mis más secretas confidencias y a mi Madre, di a mi Predilecto la visión de los tiempos futuros. Podría decir que Juan es el último en el orden del tiempo y el primero en el venidero, de los grandes profetas, porque él cierra el ciclo iniciado por Moisés con relación al Cordero que salva al mundo con su inmolación y os descorre el velo que envuelve el último día. Empero habéis de creer que mi fulgor nimba en el Cielo con idéntica luz las frentes de Pedro y de Juan, y fuera bueno para vosotros que no establecieseis confrontaciones humanas respecto de seres que son sobrehumanos”. (Escrito el 20 de Julio de 1943).
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43-202.- Roma, la segunda Jerusalén.
* ¿Acaso se puede dudar del amor de Jesús por Italia? En la que estableció la sede de la Iglesia, a la que Él mismo vino para corroborar a Pedro en el martirio necesario para hacer de Roma el centro del Catolicismo; en la que cayeron a gavilla sus confesores; a la que trajo sus reliquias y la dotó de gloria y de dones de todo género.- ■ Dice Jesús: “Continuemos con la relación existente entre el pasado y el presente que, en el ser eterno de Dios, es un continuo presente. Y hoy te haré ver algo que toca más de cerca de tu corazón. Yo no niego el amor a la Patria. Yo, Hijo eterno de Dios, al hacerme hombre, tuve una Patria a la que amé con amor perfecto. Amé a mi patria terrena y habríala querido digna de la protección de Dios. Mas, por el contrario, al verla indigna, lloré sobre ella. Comprendo, por tanto, el dolor de un corazón leal que ve a su Patria no sólo en peligro sino condenada a días de tal aflicción que nada es la muerte en su comparación. ■ Mas dime, María, ¿podéis acaso decir vosotros que Yo no haya amado esta tierra, que es vuestra patria, a la que mandé a mi Pedro a erigir para vosotros la Piedra que no ha de desplomarse por vendavales que le azoten; esta tierra a la que, en un momento de prudencia humana, vine Yo para corroborar a Pedro en el martirio, pues era preciso que su sangre se derramara en Roma para hacer de Roma el centro del Catolicismo? ¿Podéis acaso decir vosotros que Yo no haya amado a esta tierra en la que mis confesores cayeron a gavilla como espigas cargadas de un grano eterno, guadañadas por el Segador Eterno, a fin de preparar con ellas alimento para vuestro espíritu? ¿Podéis decir que Yo no haya amado esta tierra a la que traje las reliquias de mi vida y de mi muerte: la casa de Nazaret donde fui concebido en un abrazo de luminoso ardor entre el Divino Espíritu y la Virgen, y la Sábana en la que el sudor de la muerte dejó impresa la huella de mi dolor por la humanidad? ¿Podéis decir que Yo no haya amado a esta tierra en la que florecieron los más grandes santos, los semejantes a Mí por el don de las llagas, los que contemplaron sin velos Nuestra Esencia, los que con mi ayuda crearon obras que repiten, a través de los siglos, el milagro de los panes y de los peces multiplicados para satisfacer las necesidades de los hombres? ¿Podéis decir que Yo no haya amado a esta tierra a la que di tantos genios, tantas victorias, tanta gloria, tantas bellezas en su cielo, en su suelo, en sus mares, en sus flores, en sus montes y en sus bosques? ¿Podéis decir que Yo no haya amado a esta tierra cuando os ayudé para que llegarais a ser libres y unidos? En guerras contra enemigos diez veces superiores a vosotros, en empresas, a juicio humano, descabelladas, Yo estaba con mis ángeles entre vuestros escuadrones. Era Yo, era Yo el que inspiraba a los jefes, el que protegía a la tropa, el que descubría las traiciones, el que os proporcionaba la Victoria y la Paz. Era Yo el que os proporcionaba la satisfacción de la conquista cuando ésta no era fruto de la violencia sino intento de civilización o de la recuperación de vuestro suelo de la dominación extranjera. ¿Podéis decir que Yo no os haya concedido la Paz que más necesitabais: la de mi Iglesia a la que vuestros padres atropellaron y a los que Ella perdonó para que Italia fuese realmente una y grande? ¿Por ventura no vine a daros agua para las mieses sedientas, sol para los campos bañados y salud en las epidemias? ■ ¿Y no di la Voz que habla en mi Nombre, que os habla a vosotros antes que a los demás, porque también mi Vicario, Pastor universal, ama a su Patria, y mi Vicario, desde hace siglos, es italiano? Desde el corazón de Italia se expande la Voz por el mundo y sois vosotros los que recibís de la misma la primera onda por tenue que sea. ¿Y de qué os ha servido todo esto? Habéis prevaricado. Os creísteis con derecho a todo, pensando neciamente que teníais a Dios de vuestra parte. Pensasteis que mi Justicia hubiese de avalar vuestras culpas, vuestros desafueros y vuestra idolatría. Cuanto más bondadoso y paciente se mostraba Dios tanto más vosotros abusabais de Él. Habéis sistemáticamente rechazado el Bien y abrazado el Mal haciendo un culto de él”.
* “¿No está acaso «la abominación de la desolación» rozando ya la sede de Pedro?”.Jesús: “¿Y ahora de qué os lamentáis? ¿No está acaso «la abominación de la desolación» rozando ya la sede de Pedro? ¿No baten ya las olas fétidas del vicio, de la concupiscencia, del dolo, de la idolatría del sentido, de las riquezas injustas, del poder depredado y depredador contra las gradas mismas de la Cátedra de Pedro? ¿Qué más queréis? Ahora bien, leed con atención las palabras de Juan y no intentéis saber más: A Dios hijos míos, ni se le escarnece ni se le tienta. Y vosotros ¡cuánto le habéis tentado y le tentáis continuamente en el interior de vuestras almas, de vuestras mentes, de vuestros cuerpos, dentro de vuestras casas y de vuestras instituciones! Por todas partes le tentáis y le escarnecéis. Y mis ángeles se cubren el rostro para no ver vuestro contubernio con Satanás y sus precursores. ■ Pero Yo lo veo y digo: ¡Basta! Si fue castigada Jerusalén por sus delitos, ¿no lo será la segunda Jerusalén que, tras 20 siglos de cristianismo, levanta sobre altares falsos nuevos ídolos impuestos por amos aún más marcados con el signo de la Bestia que no lo estáis vosotros, los italianos, y cree engañar a Cristo con un mentido obsequio a su Cruz y a su Iglesia, cumplido tan solo por refinada hipocresía que oculta, entre sonrisas y reverencias, el puñal del sicario? Sí, llevad a cabo pues el último delito. Perseguidme en mis Pontífices y en mis verdaderos fieles, mas hacedlo abiertamente y presto. Con igual presteza que proveeré Yo (1). ■ Resulta doloroso tener que hablar así y hacerlo a los menos culpables. Mas, de los otros, no tengo quien me oiga. Caen y seguirán cayendo maldiciéndome. ¡Si al menos, bajo el restallar del castigo, en la angustia que oprime los corazones y la patria, acertaran a convertirse y pedir clemencia…! Mas no lo harán y no habrá piedad para ellos, esa piedad completa que sería mi deseo daros. Son pocos en demasía los que la merecen en comparación con los innumerables que por momentos se hacen cada vez más indignos de ella. Si los buenos fuesen la décima parte de los malos, podría haber cambio en lo que está determinado. Mas la justicia sigue su curso y sois vosotros los que la forzáis a seguirlo. Pero si no ha de haber piedad colectiva, sí habrá justicia individual. Los que se maceran por amor a la patria y a los hermanos serán juzgados con inmenso amor. Los otros, con rigor. Y, en fin, los mayores culpables… sería mejor no hubiesen nacido. Ni una gota de sangre hecha brotar de las venas de los humildes, ni un gemido, ni un luto, ni una desesperación causada en un corazón, dejará de pesar en su juicio. Perdonaré a los humildes que puedan llegar a desesperar por el horror de los acontecimientos; mas no perdonaré a los que, obedeciendo los dictados de la Bestia, les indujeron a la desesperación”. (Escrito el 22 de Julio de 1943).
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1  Nota  : Sobre una copia mecanografiada anota a lápiz en el margen María Valtorta: “A los tres días cae Mussolini y 50 días después es asediado el Vaticano por los alemanes”.
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43-207.- “Es preciso que la Iglesia sufra cuanto su Creador sufrió antes de morir para resucitar de forma eterna”.
* “La Iglesia no morirá; pero conocerá horas de tinieblas y horror semejantes a mi Pasión, multiplicadas en el tiempo, porque así debe ser”. ■ Dice Jesús: “La Iglesia no morirá puesto que Yo estaré con Ella; pero conocerá horas de tinieblas y de horror semejantes a las de mi Pasión, multiplicadas en el tiempo, porque así debe ser. Es preciso que la Iglesia sufra cuanto su Creador sufrió antes de morir para resucitar de forma eterna. Y que sufra por mucho tiempo por cuanto la Iglesia, en sus miembros, no es perfecta como su Creador y si Yo sufrí durante horas, Ella debe sufrir durante semanas y semanas de horas. ■ Como surgió de la persecución, sostenida por un poder sobrenatural en los primeros tiempos y en sus mejores hijos, así será también de Ella cuando lleguen los últimos tiempos en los que existirá, subsistirá y resistirá la marea satánica y las batallas contra el Anticristo con sus mejores hijos. Selección dolorosa pero justa”. (Escrito el 23 de Julio de 1943).
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43-226.- Triunfo de la Iglesia y de los que supieron vivir según el espíritu.
*  Profecía de Isaías sobre la Iglesia y sobre un pueblo condenado en juicio a la destrucción.- ■ Dice Jesús: “Isaías dice: «Dice el Señor: He aquí que Yo pondré como fundamento de Sión una piedra, piedra escogida, angular, preciosa, asentada sobre cimientos; quien cree no tenga prisa. El que procede con justicia dice la verdad, el que aborrece el lucro de la calumnia y sacude de sus manos toda dádiva, el que tapa sus oídos para no sentir hablar de sangre y cierra sus ojos para no ver el mal, habitará en lugar excelso y las fortalezas de las rocas serán su alta morada. Vuelve la mirada a Sión, tus ojos verán a Jerusalén, morada de la abundancia, tienda que jamás podrá ser trasladada; sus pilotes nunca serán arrancados ni rota alguna de sus cuerdas. Tras haberse embriagado mi espada en los cielos, he aquí que arremeterá contra el pueblo por Mí condenado en juicio a la destrucción… Allí se encontrarán (en su tierra devastada) los demonios, etc. etc. Buscad con diligencia en el Libro del Señor y leed: ni una sola de estas cosas falta y la una no es sin la otra; porque lo que sale de mi boca lo dispone Él y su espíritu congrega las cosas»” (1).
*  La Piedra angular sobre la que surge la Sión eterna: son mi Iglesia y la Moral que deriva de mi Ley, de la que es cátedra la Iglesia. Pongo también en los corazones una piedra angular sobre la que debe basar vuestra espiritual y personal Sión: saber vivir según el espíritu. Estos son los que caminan en Justicia y en Verdad.- ■ Jesús: La piedra escogida angular y preciosa, la de la base segura sobre la que surge la Sión eterna, son mi Iglesia y la Moral que deriva de mi Ley, de la que es cátedra la Iglesia. Es en vano tratar de sustituirla por otra ley. Ninguna es segura y justa como ésta porque fue dictada por mente divina. ■ Ahora bien, pongo Yo también en los corazones una piedra angular sobre la que se ha de basar vuestra espiritual y personal Sión y desde la que vuestro espíritu ha de lanzarse por la rampa que lo lleva hasta Mí en el Reino sobrenatural para el que Yo os creé y que no solo no está cerrado para vosotros hasta el momento de la muerte, antes, al contrario, tiene siempre abiertas sus puertas para vosotros. Dichosos aquellos que saben vivir según el espíritu. Su vida terrena es anticipada bienaventuranza de amor conmigo. Estos son los que caminan en Justicia y en Verdad, los que no buscan las riquezas mal adquiridas con fraude y con usura, con engaño y con calumnia, son los que no tienen sed de venganza ni hambre ni vicio, limpios de pensamiento, de corazón y de manos. Para ellos están reservadas las moradas del Reino de mi Padre y ya desde esta vida rodéales la gracia del Señor como de una fortaleza de rocas. Son los «seguros». Únicamente su voluntad, si se pervierte, puede hacer quebrar esta seguridad suya que tiene como piedras angulares la Voluntad de Dios y la suya propia, la Palabra de Dios y su obediencia a la Ley”.
* A la Jerusalén de que habla Isaías, aquí abajo mi Iglesia, antecámara de la Jerusalén celestial, ninguna fuerza podrá devastarla pues Yo estaré con ella para hacer de cuerda y de pilote. Cuando la tierra deje de ser, mi Iglesia será transportada al Cielo ya que no puede perecer por estar cementada con la Sangre de un Dios y de sus santos… .-Jesús: “La Jerusalén de que habla Isaías es aquí abajo mi Iglesia, antecámara de la Jerusalén celestial. En ella hay abundancia, no de riquezas humanas, sino de tesoros divinos de Perdón y de Ciencia, al igual que en la Jerusalén celestial hay tesoros divinos de bienaventuranza. ■ Ninguna fuerza humana podrá, a modo de torbellino, devastar mi Iglesia hasta el punto de destruirla. Yo estaré con ella para hacer de pilote y de cuerda. Cuando llegue la hora en que la tierra dejará de ser, mi Iglesia será transportada por los ángeles al Cielo ya que no puede perecer por estar cementada con la Sangre de un Dios y de sus santos. ■ Un pueblo, dice Isaías, será herido por la espada de la Justicia. Pero han de ser muchos más porque el mundo ha fornicado con el demonio en muchos de sus países y otros más están a punto de pecar a pesar de cuanto Yo hice por tenerlos en el camino de la Vida. Rezad, rezad, rezad mucho para impedir nuevas condenas originadas por nuevos fornicadores. ■ Los demonios… ¡Oh! ya están allí donde Yo he de castigar. Son los demonios, asentados como señores en los corazones, los que llevan las naciones a la muerte. Y en los pueblos hay pocos corazones que no sean morada de demonios. Legiones y legiones de demonios mueven, igual que títeres, a naciones enteras. Y ¿cómo he de poder Yo reinar allí donde los corazones se han hecho morada de los hijos de Lucifer?”.
* Dame tu amor para aplacar mi Justicia. Morir de amor es la más cruenta de las muertes pues se sufre por Dios y por el prójimo.-Jesús: “La palabra profética tiene otras aplicaciones, mas Yo he querido hacértela ver en su referencia con la hora que vivís. Y no quiero decirte más por no cansarte más de lo que ya estás. Reza. Tu Dios te abrirá las puertas antes de que tú conozcas el horror en su grado máximo. Por ahora, entra en la morada de su Corazón y dame tu amor para aplacar mi Justicia. ■ En verdad te digo que morir de amor es la más cruenta de las muertes porque se sufre, no por una sola cosa sino por las cosas de todo lo creado. Se sufre por los intereses de Dios y del prójimo. Es la muerte de tu Jesús, porque, entiéndelo bien, la palabra más exacta sobre mi muerte no es: azotes, tortura, cruz; es: amor. El amor es el que sacrificó al hijo de Dios. El amor por vosotros. Que sea el amor el que sacrifique a los nuevos redentores”. (Escrito el 30 de Julio de 1943).
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1  Nota  : Cfr. Isaías 28,16; 33,15; 33,20;34,5; 34,16.
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43-307.- Los tres sacramentos del óleo.
* “El dolor es absolución cuando se sufre con santidad. Mas, lo repito, en modo alguno mi caricia debe hacerte creer que estás exenta de los deberes de todos”.- ■ Dice Jesús: “María, nunca pierdas la fe en tu Jesús. Yo estoy a tu lado y lo sientes. Mas no rechaces ayuda alguna de las que puse a vuestra disposición. La vida sobrenatural por la que caminas no te exime de recorrer la que es común a todas las criaturas que viven en la Iglesia. ■ Un óleo te libertó y de esclava del Enemigo te hizo hija de Dios. Un óleo te hizo soldado de Cristo. Que un óleo te haga partícipe del Reino. El alma, al entrar en la gloria, hácese reina. Y para los reyes, lo tienes leído, era necesaria la unción. Quiero que hasta la sombra de tus pecados pasados sea borrada por ti. Cuando llegue la hora debes venir al encuentro, virgen prudente y prevenida, con todos tus aderezos dispuestos para las nupcias. El dolor es una gran absolución, cuando se sufre con santidad. Mas, lo repito, en modo alguno mi caricia debe hacerte creer que estás exenta de los deberes de todos. La perla escondida que sólo Jesús conoce, debe, a los ojos del mundo, no diferir en nada de las almas hermanas que, por un querer de tu Señor, fueron transformadas menos que tú en perlas preciosas”. (Escrito el 30 de Agosto de 1943).
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43-356.-“«¡Ay de vosotros, doctores de la Ley, que habéis usurpado la llave de la ciencia y, no habiendo entrado vosotros, habéis puesto impedimento a los que entraban!». Por eso, Yo intervengo ahora con mi enseñanza directa a través de los pequeños. Te escogí porque eres pura miseria y, convencida de ello, te vivifica el amor”.
* “Lo que ahora ha sucedido es, no que se haya perdido con el tiempo la eficacia de cuanto di, sino que se ha amortiguado en vosotros la facultad de comprender”.-Dice Jesús: “¿Sabes por qué te escogí? Porque eres pura miseria, estando convencida de ello, y te vivifica el amor. Yo voy buscando humildad y amor a fin de depositar mis palabras y mis gracias haciendo resplandecer mis misericordias, porque el mundo está necesitado siempre de pruebas de misericordia si se ha de conservar un mínimo de amor y de fe. Si la formación llevada a cabo de mi Iglesia y el afianzamiento del cristianismo en el mundo hubiesen dado los frutos que de la floración primera cabía esperar, no hubiera habido necesidad de más. A cuantos creyeron en Mí les di cuanto necesitaban para ir creciendo en la Fe y en mi Doctrina. Y se lo di de una manera perfecta como Yo sólo, el Perfectísimo, lo podía dar. ■ Lo que ahora ha sucedido es, no que se haya perdido con el tiempo la eficacia de cuanto di, sino que se ha amortiguado en vosotros la facultad de comprender. Y se ha amortiguado porque habéis ofuscado: vuestro oído espiritual con el murmullo de excesivas palabras humanas; vuestra vista espiritual con el humo de las soberbias humanas; vuestro gusto espiritual con el sabor de tanta corrupción; vuestro tacto espiritual con el abuso de inmoderados contactos carnales; vuestro olfato espiritual con esa perversión que os hace preferir lo putrefacto a lo que es puro. Se ha amortiguado, en fin, porque habéis aplastado vuestro espíritu bajo las piedras del sentido, de la carne, de la soberbia y del mal en sus mil formas. Como riachuelo de agua destinado a regar las flores de vuestras almas, hice brotar de los Cielos —mejor: de mi Corazón que os ama— mi Doctrina. Mas vosotros habéis lanzado contra mi Doctrina piedras y escombros, partiéndola en mil y mil hilos de agua que han acabado por perderse sin provecho para vosotros, cristianos, que, más o menos, habéis renegado de Cristo. ■ Las herejías manifiestas han anulado directamente muchas venas de agua que, partiendo de mi Corazón, bajaban a nutrir el organismo de la Iglesia, Una, Católica, Romana, Universal y gran parte del organismo ha llegado a convertirse en miembro paralizado, muerto a la vida y destinado a ser portador de células cancerosas. Ahora bien, las pequeñas herejías individuales —¡y cuántas!— se hallan esparcidas por el núcleo de los católicos. Estas son las más perniciosas y reprobables. Porque —fijaos bien— si a distancia de años y de siglos es condenable hasta cierto punto el protestante, de cualquier iglesia que sea, el ortodoxo, el oriental que acepta con fe lo que sus antepasados le dejaron como Fe verdadera, no es de perdonar, en cambio, al que vive bajo el signo de la Iglesia de Roma y se forja su particular herejía de sensualidad del sentido, de la mente y del corazón. ¡Cuántos compromisos con el Mal, cuántos que Yo veo y condeno!”.
* El noventa por ciento de los católicos se preocupa de todo menos de la vida que tienen gracias a mi Fe. Y es entonces cuando Yo intervengo con la enseñanza directa que sustituye con sus luces y su calor a tantos púlpitos por demás helados y oscuros”. Los más reacios en aceptar esta ayuda, como hace 20 siglos, son precisamente los sacerdotes.-Jesús: “El noventa por ciento de los católicos se preocupa de todo menos de la vida que tienen gracias a mi Fe. Y es entonces cuando Yo intervengo. Intervengo con la enseñanza directa que sustituye con sus luces y su calor a tantos púlpitos por demás helados y oscuros. Intervengo para ser Maestro en el puesto de los maestros que prefieren cultivar sus intereses materiales en lugar de los intereses espirituales vuestros, y, sobre todo, míos. Porque Yo les encomendé los talentos vivos que sois vosotros, almas que compré con mi Sangre, viñas y graneros de Cristo Redentor, no para que los dejasen improductivos e incultos sino para que se gastasen a sí mismos haciéndoles rentar y fructificar. ■ Pues bien, María. ¿Sabes quiénes son los más reacios en aceptar esta ayuda que Yo presto para reparar los daños del ayuno espiritual de que vosotros, los católicos, morís? Son precisamente mis sacerdotes. Las pobres almas desparramadas por entre el laicado católico acogen con devoción este pan que Yo parto a las turbas dispersas en el desierto porque tengo compasión de ellas que vienen menos. Mas los doctores de la doctrina, no. Lo demás es lógico. Como hace 20 siglos, mi Palabra que es caricia, pobres almas, viene a ser reproche, para quienes os han dejado empobrecer. Y el reproche por más que sea justo, siempre pesa. Mas ahora como hace 20 siglos, no puedo menos de repetirles: «¡Ay de vosotros, doctores de la Ley, que habéis usurpado la llave de la ciencia y, no habiendo entrado vosotros, habéis puesto impedimento a los que entraban!». Aquellos que no entraron por haberles vosotros obstruido el camino con vuestras mezquindades y escandalizado sus corazones, que os miraban como maestros, al veros más indiferentes que ellos mismos hacia la eterna Verdad, serán juzgados con piedad. Empero, vosotros, que preferisteis el dinero, los honores, las comodidades, los intereses de vuestros familiares a la misión de ser «maestros» en nombre y para continuar el Cristo docente; vosotros que sois tan severos con vuestros hermanos pretendiendo que den lo que no dais y produzcan los frutos que vosotros no sembrasteis en ellos mientras sois tan indulgentes con vosotros mismos; vosotros que no creéis en mis manifestaciones provocadas, en el fondo, por vosotros, ya que es para reparar las ruinas causadas por vosotros por lo que vengo a amaestrar los corazones dispersos por el mundo”.
* “Tanto más vengo cuanto los tiempos más se cargan de herejías, incluso dentro de mi Iglesia; vosotros que os burláis y perseguís a mis portavoces y les insultáis tratándoles de «locos» y «obsesos», lo mismo que vuestros lejanos antecesores dijeron de Mí”.- Jesús: “Y observad: que tanto más vengo cuanto los tiempos más se cargan de herejías, incluso dentro de mi Iglesia; vosotros que os burláis y perseguís a mis portavoces y les insultáis tratándoles de «locos» y «obsesos», lo mismo que vuestros lejanos antecesores dijeron de Mí; vosotros seréis tratados con severidad. Purificad con el fuego del amor y de la penitencia los sentidos de vuestra alma y oiréis, veréis, gustaréis, oleréis, me sentiréis a Mí en las palabras que digo a los humildes y callo a vosotros, soberbios, porque únicamente el que tiene corazón de niño entrará en mi Reino y sólo a los pequeños revelo los secretos del Rey, porque el más grande de entre vosotros, católicos, no es el que ostenta ropaje de autoridad sino el que viene a Mí con corazón puro, confiado como un niño y amoroso como un párvulo para con su madre que le nutre. ¡Bienaventurados los pequeños! Yo les haré grandes en el Cielo”. (Escrito el 20 de Septiembre de 1943).
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Zacarías cap. 6º, v. 12-15 (1)
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43-596.-El Señor se define Oriente que ilumina y Sol que procede de Dios sin que jamás conozca ocaso. Él fue el que levantó el nuevo templo que es la Iglesia y reedificó el templo de nuestro espíritu. El precio de la redención le da derecho a ser Supremo Sacerdote.
* El apelativo de «Oriente» aplicado por los antiguos de Israel al Mesías no resulta equivocado. Él es el oriente de Dios que lo anuncia a las gentes. Él fue quien construyó el nuevo Templo del Señor del que Él es la Piedra: su Iglesia que no desaparecerá con la destrucción de la Tierra… y así mismo reedificó el templo de nuestro espíritu haciéndose con su muerte nuestro segundo Creador.- ■ Dice Jesús: “Cuando en el cielo sereno se alza el sol por la mañana, éste sale por oriente. Y es también por el oriente de donde os llega a vosotros la luz que va avanzando y creciendo cada vez más hasta llenar el cielo con sus rayos y la tierra de calor y de regocijo. ¿Qué de más bello y grandioso puede darse que este despuntar del sol a cada nueva mañana? Ello os habla del Supremo Ordenador de todas las cosas cuyo infinito poder regula el curso de los astros con pensamiento de amor hacia vosotros, sus hijos, y al que los astros, estos descomunales gigantes del Universo, obedecen, al paso que vosotros, polvo imperceptible esparcido por un planeta, y no de los más grandes, que rueda por las vías sin fin del firmamento, no os creéis obligados a obedecer por respeto y gratitud hacia Aquel que os ama y es Dios. Página es ésta que, con solo quererlo, podéis leer todas las mañanas con los ojos del alma. La luz que torna debería ser bastante a haceros meditar durante todas las horas del nuevo día en la Presencia, en el Poder y en la Bondad de Dios, haciéndoos pensar en Mí: Luz del mundo, Sol eterno y Oriente santo. ■ El apelativo de «Oriente» que me aplicaron los antiguos de Israel no resulta equivocado. Bella como el despuntar del astro de la mañana fue mi aparición en el mundo, y para ese mundo, lo mismo que el sol, traje Yo la Luz iniciando así la jornada de Dios entenebrecida en su inicio por la Culpa primera, jornada que tendrá su esplendorosa puesta en el momento final para después resurgir eterna en el Reino de Dios con todos sus elegidos. Yo soy el Oriente de Dios que lo anuncia a las gentes. Engendrado por Él, vengo tras Él y, a diferencia del sol, no conozco ocaso sino que me encuentro fijo, eterno en mi Divinidad en torno a la cual giran los pueblos al modo de astros que de Mí reciben vida y luz. Yo no sino vosotros sois los que conocéis la oscuridad de las tinieblas porque en vosotros y no en Mí se pone la luz, ya que os apartáis de la Luz interponiendo entre Ella y vosotros las barreras y lejanías de una voluntad en desacuerdo con Dios o bien culpas cometidas contra la Ley. ■ Venido para anunciar al Padre, Señor eterno, y dar testimonio de su Existencia Santísima, construí el nuevo Templo del Señor. Mas no el templo material levantado con piedras y argamasa que los siglos y los hombres con los embates del tiempo o de las guerras pueden destruir sino el Templo del que Yo soy la Piedra: mi Iglesia que no desaparecerá con la destrucción de la Tierra, antes, cual nube de incienso y fragancia de flor, ascenderá a la morada de Dios, libre ya, como mujer desatada de todas sus servidumbres, para unirse a su Fundador en nupcias eternas de las que serán testigos sus santos. ■ Y el templo así mismo, no colectivo sino individual —y por ser individual no menos santo y eterno que el Templo de mi Iglesia— de vuestro espíritu que Yo reedifiqué después de que Satanás habíalo minado con la Culpa, regenerándoos con la Gracia, inundándoos con mi Sangre e instruyéndoos con mi Palabra. Esto constituye mi gloria: Haber restituido a Dios los templos vivos de vuestras almas de nuevo consagradas; y de esta gloria me revistió el Padre otorgándome el poder de ser Juez de todas las criaturas que hice mías al precio de un sacrificio sin límites. ■ Soy vuestro segundo Creador puesto que volví a hacerme cargo de los creados por el Padre, convertidos en cadáveres por la Culpa y les infundí la vida, no insuflando el hálito de Dios como en Adán —barro modelado al que solo la infusión del soplo de Dios prestó carne y alma— sino con mi muerte. Me despojé de la vida para daros la Vida. Me despojé de la vestidura de Dios para cubrirme con la vuestra de hombre, y aún ésta la perdí por vosotros tras haber probado todos los horrores de la vida: dolores, hambre, traiciones, torturas, fatigas, agonías y muerte. ¡Oh!, redención del hombre y obsequio ofrecido a mi Padre Santísimo, ¡cuánto me costasteis!”.
*  El precio de la redención le da derecho a ser Supremo Sacerdote y por un amor incomprensible no solo nos salva sino que nos hace sus colaboradores en la tarea de edificar el Templo que no ha de ser destruido y en el que ha de reposar la Gloria Trinitaria.Jesús: “Como consagrante, constructor y víctima, tengo derecho a ser Sacerdote supremo. Este derecho no me lo niega el Padre antes lo proclama por su Justicia y su Caridad porque Yo estoy en comunión de paz infinita con mi Padre, ya que Él es para Mí Padre y Yo soy para Él Hijo y porque le obedezco y amo, llevándome el amor a obedecer a mi Padre Santísimo para darle así alegría y gloria. Desde que —Oriente del mundo— vine a traer la Luz a las Tinieblas, os llamé con la fuerza de la Caridad y de la Palabra y desde los más apartados confines vinisteis a Mí porque Yo no soy un Dios falso y cruel sino el Dios verdadero y misericordioso que lleva a cabo prodigios de amor para agrupar bajo su enseña a las ovejas extraviadas fuera de su redil. ■ Y porque os amo con un amor incomprensible para vosotros de tan perfecto que es, no solo os salvo introduciéndoos en mis filas sino que os hago mis colaboradores en la tarea de edificar el Templo que no ha de ser destruido y en el que ha de reposar la Gloria Trinitaria que todos vosotros habréis de conocer tal cual Ella es, una vez que hayáis sido elevados a la Vida perfecta y hechos capaces de conocer a Dios. Os lo juro. Yo que soy la Verdad del Padre: a cuantos me escuchen a Mí, Voz del Señor, les está reservada la suerte del gozo infinito de conocer a Dios”. (Escrito el 4 de Diciembre de 1943).
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1  Nota  : Zac. 6,12-15: Con el oro y la plata recolectadas harás una corona para Josué, el sumo sacerdote y le hablarás: «He aquí un hombre cuyo nombre es Brote, y brotará de su sitio y construirá el Templo de Yavé… reedificará el Templo de Yavé. Los que están lejos vendrán a reedificar el Templo de Yavé…»”.
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Zacarías cap. 8, 7-12-13-16-22 (1)
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43-600.- Mensaje al pueblo judío: el pueblo judío se salvará.
“Cuando sepáis reconocerme y llorar con el corazón contrito, Yo cambiaré, deicidas, vuestra secular condena en perdón y bendición, ya que no puedo echar en olvido las buenas obras de vuestros antiguos padres que ruegan desde el Reino por vosotros que andáis errantes”.- ■ Dice Jesús: “Siendo como soy el Salvador de las gentes, no puedo dejar de ser Salvador de mi pueblo. Mío, no solo por la ley antigua sí que también por la ley nueva. Procedo en lo humano de esa raza, y si ella me escarneció y me mató; si ella hizo todo esto por tener su alma hastiada y pringada con el magma de la culpa al que no lava mi Sangre; siendo esta raza sarmiento que no quiere injertarse en el tronco de la cepa divina, no es menos cierto que también morí por ella y que sobre la misma tengo derechos de Rey y amor de Creador. Los antepasados de éstos de ahora rechazaron el don del Eterno y reclamaron mi Sangre para saciar su odio contra la Verdad. Con paciencia, comprensión, esfuerzo y bondad los atraeré a Mí. ■ Las obras del hombre, buenas o malas, están siempre supeditadas a un fin sobrenatural porque la maldad humana es recogida por Dios y, al contacto de sus manos, se transforma en instrumento de bien. En su providente obrar, nada deja Dios de intentar para alcanzar el fin que no es otro que: el de congregar en un solo núcleo a los seres humanos para el último día, al igual que de un solo núcleo se desparramaron por la Tierra dividiéndose al modo de riachuelos que salen de una fuente. La obra ya se ha iniciado y los perseguidores que dañan y ofenden lo que es humano no saben que están preparando con su iniquidad el día grande del Señor en el que, cual ovejas dispersas, reuniré al pie de mi Cruz a mi inmenso rebaño, rebautizaré con el nombre de «corderos» a los hijos salvajes de la grey que antes fuera mía y expulsaré a aquellos que, al socaire de mi enseñanza, son los áspides y lobos de la sociedad humana. ■ Cuando sepáis reconocerme y llorar con el corazón contrito, Yo cambiaré, deicidas, vuestra secular condena en perdón y bendición, ya que no puedo echar en olvido las buenas obras de vuestros antiguos padres que ruegan desde el Reino por vosotros que andáis errantes. Despojaos, pues, también vosotros, que fuisteis los primeros en recibir el regalo de mi Ley, de todo aquello que desagrada a Dios. Los mismos preceptos que doy a mis nacidos del místico trabajo de la Cruz, los promulgo también para vosotros que hicisteis de la cruz un patíbulo sacrílego y una fuente de condenación. Decid la Verdad, servid a la Verdad y venid a Ella. Golpeaos el pecho por todos aquellos que se burlaron de la misma y pretendieron darle muerte, consiguiendo únicamente darse muerte a sí mismos puesto que la Verdad es inmortal en su naturaleza divina. No os zaféis de sus enseñas por motivos humanos sino, una vez junto a ella, amadla como a esposa recién tomada”.
* “Para ser amados es preciso hacerse amar. Lo habéis olvidado muchas, demasiadas veces. Sed amantes de la paz. Es el distintivo de Cristo al que vuestros padres mataron atrayendo sobre vosotros esa inacabable guerra”.- Jesús: “Mas no es posible engendrar mientras no se haga de dos una sola cosa, no buscando el placer de los sentidos sino poniendo como fin la santidad. Sed rectos y sinceros con todos, especialmente con Dios cuya mirada penetra los corazones traspasándolos de parte a parte y, viéndolos tan bien o mejor que los científicos y bacteriólogos, y llegue a detectar en vuestros cuerpos las enfermedades que os consumen y los gérmenes que os roen. En vuestras relaciones con Dios y con los hombres poned en juego el amor a la verdad. No seáis traidores. Ahora hace veinte siglos, instigado e incitado por falsarios y malvados, lo fue uno de vuestra raza. Borrad con vuestro comportamiento noble y leal aquella afrenta que desde hace siglos os oprime. ■ Para ser amados es preciso hacerse amar. Lo habéis olvidado muchas, demasiadas veces. Sed amantes de la paz. Es el distintivo de Cristo al que vuestros padres mataron atrayendo sobre vosotros esa guerra inacabable que con intervalos de tregua estalla y resurge como enfermedad endémica no concediéndoos seguridad ni reposo. Debéis ahora aprender a amar esta paz a fin de poder ser de Cristo, dando fin con ello al eterno éxodo de vuestra raza. ■ No hay palmo de la Tierra en el mundo que no grite bajo vuestros pies y os expulse. Hasta vuestra tierra antigua. Mas, si Yo, Señor del mundo, llego a extender mi mano y a abrir mi boca para decir: «¡Basta! Éstos son míos de nuevo», la Tierra ya no podrá perseguiros. Para protegeros se extenderán sobre vosotros los toldos sobrenaturales del Cielo. Recordad cuando, por favoreceros, perseguí a los poderosos, abrí el mar, hice brotar fuentes en la aridez de los desiertos y llover alimento de los cielos, cuando puse a mis ángeles para abriros paso por entre los enemigos a fin de introduciros en el País que prometiera a los primeros santos de la Tierra. Soy siempre aquel Dios poderoso y compasivo y lo soy doblemente ahora puesto que no soy únicamente el PadreCreador sino el Hijo Salvador, ahora que la Tercera Persona ha llevado a cabo el milagro de la Encarnación de un Dios para hacer de Él la Víctima expiatoria de toda la Humanidad. ■ Os estoy aguardando para decir a la Tierra: «Paz» y al Cielo: «Ábrete para recibir a los vivientes. Llegó a su fin el Tiempo». Venid ahora que estoy en el Cielo, mi Corazón no es distinto del que tenía sobre el Gólgota cuando rogaba por vuestros padres y perdonaba a Dimas”. (Escrito el 6 de Diciembre de 1943).
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1  Nota  : Zacarías cap. 8: v. 7: “Pues bien, dice el Señor, Yo salvaré a mi pueblo de Oriente y Occidente. Les conduciré a que moren en Jerusalén. Ellos serán mi pueblo y Yo su Dios. v. 12: Pues Yo sembraré la paz, la viña dará uva, la tierra sus productos, el cielo su rocío. Todo se lo daré a lo que queda de este pueblo. v. 13: Así como antes, gentes de Israel y de Judá, erais una raza maldita para todo el mundo, así también ahora Yo os salvaré para que seáis felicitados por todos. No os desalentéis y tened confianza. v. 16: Esto es lo que debéis hacer: decir la verdad unos a otros, no andar pensando en perjudicar a otro ni seáis amigos de jurar en falso porque estas cosas aborrezco. v. 22: Y llegarán a Jerusalén para adorar a Yavé de los ejércitos y pedir favores, pueblos numerosos y naciones poderosas. En esos días, diez hombres, de distinta nacionalidad cada uno, agarrarán el manto de un judío, suplicándole: «Queremos ir contigo pues sabemos que Dios está contigo»”.
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Zacarías cap. XI, v. 4-7-10-13-14-15-17 (1)
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43-620.- Los dos pastores.- Llegada del pastor ídolo.
* Comentando a Zacarías el Señor reitera al Papa: «Apacienta mis corderos». Muchos de ellos se han asilvestrado corrompidos con doctrinas malditas. Sí, es necesario que el Papa hable con palabras de amor, mas también debe hablar en nombre de la Justicia que representa, y confirmar la Ley de Dios aun a costa de sufrir dolor y hasta muerte.- ■ Dice Jesús: “Nunca como ahora debo repetir al que me represente: «Apacienta mis corderos». Muchos de éstos se han asilvestrado. Mas no es de ellos toda la culpa y por eso me da lástima. Los había confiado a los poderosos para que cuidasen de ellos dándoles, al efecto, cuanto precisaban y así no abusaran más y fuesen buenos súbditos, ya que, si ejercen el poder, es sólo por mandato de Dios. En realidad son rebaño de Dios, son hijos de Dios y deberían ser atendidos con respeto pensando en su verdadero Rey que es el Eterno del que son pueblo. Por el contrario, se han servido de ellos como rebaño sin amo. Los han empujado adonde han querido, los han alimentado con los manjares que les han parecido y, para obnubilarles la mente y hacerles olvidar el Bien corrompiéndoles con doctrinas que Yo maldigo, han hecho de ellos sus esclavos a los que se niega hasta la libertad de pensar llevándolos como borregos al matadero para servir sus intenciones delictivas contra toda la Humanidad. Contra Toda: lo mismo contra lo que es su «Patria» como la que es «Patria de los demás». Se han enriquecido explotando el sacrificio de los individuos, haciéndose ladrones de los bienes de Dios y del hombre que son el Alma y la Existencia, asesinos de una como de otra. ■ Pues bien, por todo el veneno que se da como alimento a las gentes llevándoles hasta desesperar de Dios; por todo el hambre que soportan los cuerpos y las almas de mis hijos; por cuantos en esta hecatombe vienen a ser los corderos del rebaño de Dios sin que pasión alguna les mueva a rebelarse contra Él, como hacen sus seductores y amos, hijos del Mal y precursores del Anticristo, vengo Yo con mi palabra y con mi amor a apacentar a los pobres de mi grey y te repito a ti que eres mi Vicario: Apacienta mis corderos suministrándoles sin desmayo la palabra y las bendiciones de que colmé tu mano inocente, que no conoce otra sangre que la mía que elevas sobre el altar en rito de propiciación, ni otro ademán que el mío de bendecir a aquellos por quienes, como Yo, sientes compasión. ■ Dos varas puse en tu mano y me eres grato por haber usado la del amor. Mas el amor, cuyo poder supera al del mismo Dios, cae, cual piedrezuela lanzada contra una roca, cuando se dirige a quienes tan solo tienen un mínimum de hombres, siendo, en verdad, demonios con corazón de granito. ■ Golpea pues con la otra vara y vean así los fieles que no eres cómplice en la culpa de los grandes. Se es también cómplice cuando, por falta de valor, se deja clamar contra sus infamias. Tu Maestro no quiere los anatemas ni rayos; pero hay momentos en que es preciso saber echar mano de ellos para persuadir, no a los poderosos, cuyo ánimo poseído de Satanás es incapaz de persuasión, sino a los pobres del mundo puesto que ni Dios ni los justos de Dios comparten y favorecen los métodos y arbitrariedades de quien sobrepasó toda medida llegando a creerse un dios cuando es tan solo una bestia inmunda. Habla en nombre de la Justicia que representas. Esta es la hora. Y sepan las gentes que mi Doctrina no ha cambiado, que no hay más que una Ley, que hay un solo Dios, cuyo primer mandamiento es el amor, que Él, aún ahora, lo mismo que a lo largo de los siglos anteriores a mi venida en la que confirmé la Ley, ordena no robar, no fornicar, no matar, no apropiarse los bienes ajenos. Díselo a los ladrones de hoy que no se contentan con la bolsa sino que roban las almas a Dios y sus tierras a los pueblos; díselo a los fornicadores de hoy cuya fornicación no es esa fornicación bestial con una mujer sino la demoníaca con el poder político; díselo a los homicidas de hoy que se arrogan el derecho de matar pueblos enteros tras haber matado en otros —los suyos— la fe en Dios, la honestidad en cualquiera de sus formas y el amor al bien; díselo a los insaciables de ahora que, con hambre de chacales, asaltan donde y lo que les place creyendo licito cualquier delito a cuenta de hacerse con lo que no es suyo. ■ Hablar quiere decir «dolor» y a las veces «muerte». Mas acuérdate de Mí. Yo soy más de estimar que el «gozo» y que la «vida» porque doy a quien me es fiel un gozo y una vida que no conocen término ni medida. Acuérdate de Mí que supe purificar mi Casa de las inmundicias y seguir rectilíneo hacia un solo fin: «La Gloria de mi Padre». Esto me concitó el odio, venganza y muerte porque los golpeados por mi furor encontraron un traidor que, por 30 denarios, me entregó en sus manos. Siempre, aun entre los de nuestra mayor confianza, tenemos un amigo y un traidor. Pero… no importa. No ha de ser el discípulo mayor que su maestro y si Yo, aun sabiendo que el látigo de mis palabras, más que el de los cordeles —elemento simbólico más que real— me iba a acarrear la muerte, hablé, habla también tú. Y si Yo, por amor de los hombres y tuyo, soporté a un enemigo, a un traidor y el horror de un beso de traición, tú, el primero de entre mis hijos de ahora, no debes arredrarte ante todo lo que, antes que tú, sufrió tu Maestro”.
* Y si, después de todo, no prevalece la Justicia, el Señor retirará su Luz y su Verdad. Y esto sucederá cuando en la Iglesia (entre los grandes de la Iglesia) habrá demasiados sembradores (3ª parte de las estrellas) del Mal, con la diversidad de sus doctrinas. Entonces vendrá el Pastor ídolo, del que habla Zacarías, padre del Anticristo, a preparar el reinado del Anticristo.Jesús: “Mas si después, no obstante haber puesto todos los medios, quebrara la Justicia y, arrastrados más y más por Satanás, tanto los dominadores como los sometidos se apartasen, por mimetismo maléfico, cada vez más de Dios, retiraré entonces la Luz y la Verdad. Y eso acaecerá cuando, hasta en mi morada —la Iglesia— habrá demasiados que, por humano interés e indigna debilidad, serán, entre los sometidos, sembradores del Mal con su diversidad de doctrinas. Entonces conoceréis al pastor que no se cuida de las ovejas abandonadas, al pastor ídolo del que habla Zacarías. ■ Recuerda el Apocalipsis de Juan y lo mismo al Dragón: el Mal, padre del Anticristo futuro que prepara su reinado, no ya perturbando las conciencias, mas también envolviendo en sus lazos a la 3ª parte de las estrellas y trocando en fango los astros. Cuando en la Corte de Cristo sobrevenga esta demoníaca vendimia entre los grandes de la Iglesia, entonces, con la luz reducida casi a un reflejo y conservada como la única lámpara en los corazones de los fieles de Cristo —porque la Luz, lo prometí, no puede morir ni aún en los períodos de pavor, ya que ha de conservar aquel mínimo capaz de tornar a esplender tras la prueba— entonces vendrá el pastor ídolo que será y estará como y donde quieran sus amos. Quien tenga oídos para oír que oiga. Para los que vivan en aquel tiempo será un beneficio la muerte”. (Escrito el 9 de Diciembre de 1943).
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1  Nota  : Cap. 11, 4: “Así dice Yavé: «Apacienta  el ganado menor  destinado a la matanza… que sus pastores no se preocupan de ellos. 7: Contraté entonces a tratantes de ganado para apacentarlos… y me procuré dos cayados. Los llamé Gracia y Unión. Y desde entonces me hice cargo de las ovejas. –10: Y tomé mi cayado Gracia y lo quebré para indicar que Dios había deshecho la Alianza. Y los tratantes de ganado comprendieron que eso era la señal de Yavé. Y les dije: pagadme mi salario… si queréis… Calcularon y me dieron 30 monedas de plata…13: Pero Yavé me ordenó: arroja en el Tesoro del Templo ese magnífico precio en que he sido valorado. Y lo arrojé. –14: Quebré entonces mi otro cayado Unión para deshacer la unión entre Judá e Israel. 15: Me dijo Yavé: cógete el zurrón de un pastor necio pues he aquí que voy a suscitar un pastor que no se preocupará de las reses desaparecidas… ni buscará la perdida… ni cuidará a la herida… Al contrario, comerá la carne de la gorda y le arrancará las pezuñas.- 17: ¡Ay de aquél pastor inepto que abandona el rebaño. Caiga espada sobre su brazo y ojo derecho!»”.
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Zacarías Cap. 12-13-14 (1)
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43-627.- Oscurantismo en la Iglesia.- Advenimiento de Cristo como Maestro y como Rey.
* Época de oscurantismo en la Iglesia: En los siglos pasados, los yerros trajeron los Antipapas y los cismas. En los siglos futuros traerán el gran yerro, es decir, la Abominación en la casa de Dios, signo precursor del fin del mundo. No debe olvidarse: La Iglesia tomada como ser o como conjunto de hombres.- ■ Dice Jesús: “Mi Iglesia, por un cúmulo de causas diversas, conoció el oscurantismo. No ha de olvidarse que si la Iglesia, tomada como ser, es obra perfecta al igual que su Fundador, tomada, en cambio, como conjunto de hombres, adolece de las deficiencias inherentes a cuanto de los hombres se deriva. Cuando la Iglesia —y en Ella aludo al conjunto de sus altos dignatarios— se condujo de acuerdo con los dictados de mi Ley y de mi Evangelio, conoció tiempos de brillante esplendor. Mas ¡ay cuando anteponiendo los intereses de la Tierra a los del Cielo, se rebajó a Sí misma con apetencias humanas! Y tres veces ¡ay! cuando adoró a la Bestia de la que habla Juan, es decir, el poder político, sometiéndose a él. La luz entonces se oscureció, por necesidad, con crepúsculos más o menos profundos, bien por deficiencias propias de los Cabezas elevados a aquel trono con ardides humanos o por debilidad tal vez de los mismos ante las presiones de los hombres. Son éstos los tiempos de los «pastores ídolos» de que hablé ya (2), consecuencia, en el fondo, de los yerros de todos. Porque si los cristianos fuesen los fuertes y humildes que debieran, no se darían abusos e intromisiones ni se provocaría el castigo de Dios que retira su luz a quienes rechazan la Luz. En los siglos pasados, como secuela de tales yerros, vinieron los antipapas y los cismas, los cuales, tanto los unos como los otros, dividieron las conciencias en dos campos opuestos, provocando ruina sin cuento de almas. ■ En los siglos futuros esos mismos yerros llegarán a provocar el gran Yerro, es decir, la Abominación en la casa de Dios, signo precursor del fin del mundo. ¿En qué consistirá? ¿Cuándo ocurrirá? No necesitáis saberlo. Solamente os digo que de un clero excesivamente imbuido de racionalismo y entregado en demasía al poder político, no puede fatalmente sobrevivir sino un período enormemente oscuro de la Iglesia”.
* Advenimiento de Cristo como Maestro. Tras este período de labor dolorosa, en el que la Iglesia perseguida por fuerzas infernales, al igual de la mística Mujer, vendrá el Señor con su 2º amaestramiento derramando su espíritu sobre los redimidos de la tierra —hasta Israel volverá a Él— para la última prueba que solo será superada por una tercera parte.-Jesús: “Con todo, no temáis. La profecía de Zacarías se conecta como un eslabón a otro, con la de Juan. Tras este período de labor dolorosa en el que la Iglesia, perseguida por fuerzas infernales, al igual que la mística Mujer de la que habla Juan, después de haber huido para salvarse refugiándose en los mejores y perdiendo en su mística (digo mística) huida los miembros indignos, dará a luz a los santos que habrán de acompañarla en la hora que precederá a los últimos tiempos. Mano de padre y rey habrán de tener quienes hayan de congregar a las diversas castas en torno a la Cruz para preparar la asamblea de Cristo. Ni una sola faltará a la llamada con sus mejores. ■ Entonces vendré Yo y, contra todas las asechanzas, astucias, atentados y delitos de Satanás contra mi Jerusalén terrena —la Iglesia militante— haré valer mi poder en su defensa. Derramaré mi espíritu sobre todos los redimidos de la tierra, y hasta quienes ahora sufren expiando las culpas de sus padres y no aciertan a encontrar la salvación porque no se atreven a volverse a Mí, encontrarán la paz, puesto que, golpeándose el pecho, pedirán —de muy distinta manera que sus padres— caiga sobre ellos aquella Sangre, ya derramada y que aún gotea inexhausta de aquellos miembros que sus padres traspasaron. Estaré a modo de manantial en medio de mi grey totalmente recompuesta y lavaré en Mí todas las torpezas pasadas que el arrepentimiento habrá ya comenzado a cancelar. Entonces, Rey de Justicia y Sabiduría, desbarataré los ídolos de las falsas doctrinas y purgaré la Tierra de los falsos profetas que a tantos errores os llevaron. Me pondré en el lugar de todos los doctores y de todos los profetas, más o menos santos, o más o menos perversos, porque el último amaestramiento debe estar limpio de imperfección, habiendo de preparar para el juicio final a quienes no han de tener tiempo de completar su purgación por ser llamados de inmediato a la imponente revista. ■ Cristo Redentor, cuya meta es redimiros, que nada deja de intentar para conseguirlo y va ya iniciando y acelerando su segundo amaestramiento a fin de contrabatir con la voz de la verdad las herejías culturales, sociales y espirituales salidas por doquier, hablará mediante los signos de su Tormento, la Cruz. Ríos de luz y de gracia brotarán de mis llagas, heridas que causaron la muerte de Dios pero que sanan a los hijos de los hombres. Estos carbones encendidos de mis llagas serán espada para los impenitentes, los obstinados, los vendidos a Satanás y caricia para los «pequeños», que me aman como a padre amoroso. Para fortificarles, descenderá sobre su debilidad esta caricia de Cristo y mi mano les acompañará hasta la prueba que sólo quien con amor verdadero me ama podrá superar: Una tercera parte. Mas ésta será digna de poseer la Ciudad del Cielo, el Reino de Dios”.
* Cristo vendrá entonces como Rey a tomar posesión de su Iglesia militante, hecha ya Una y Universal tal cual la hizo su voluntad. La Iglesia conocerá la tranquilidad y la gloria. Y el Señor subirá con sus santos, juntos, a reinar con ellos en la ciudad incontaminada donde se halla su trono.-Jesús: “Vendré entonces no como Maestro sino como Rey, a tomar posesión de mi Iglesia militante hecha, a la sazón, Una y Universal cual la hizo mi Voluntad. Finalizada para ella su labor de siglos; vencido para siempre el Enemigo; purificada la Tierra con los ríos de Gracia derramada por última vez sobre la misma hasta dejarla cual era al principio cuando el Pecado aún no había contaminado este altar planetario destinado a cantar con los demás planetas las alabanzas de Dios y que por la Culpa del hombre, vino a ser sustentadora del patíbulo del Señor, vencidos todos los seductores y perseguidores que, a ritmo acelerado, inquietaron a mi esposa, la Iglesia, Ésta conocerá la tranquilidad y la gloria. Yo y mis santos subiremos juntos, en una última ascensión, a tomar posesión de la ciudad incontaminada en la que se halla mi trono preparado y donde todo será nuevo sin mezcla de dolor. Inmersos en mi Luz, reinaréis conmigo por los siglos de los siglos. Esto es lo que consiguió para vosotros Quien por vosotros se encarnó en el seno de María y nació en Belén de Judá para morir sobre el Gólgota”. (Escrito el 11 de Diciembre de 1943).
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1  Nota  : Zacarías: Cap. 12: “Esto dice Yavé: «He aquí  que convierto  a Jerusalén como caja de vértigos pues ansiarán tomarla todos los pueblos… he aquí que dejaré ciegos a todos los pueblos y alzaré mis ojos sobre la Casa de Judá que se convertirá como una antorcha que devorará a los pueblos… dispondré el ánimo de los descendientes de David y de los habitantes de Jerusalén para que se vuelvan a Mí con amor. Llorarán por aquel que traspasaron, como se siente la muerte de un hijo único... Cap. 13: Habrá siempre una fuente abierta para la Casa de David y Jerusalén para lavar los pecados, arrancaré en ese día sus ídolos y profetas falsos. Los profetas se avergonzarán de su visión profética y no se pondrán más el manto de los fieles con el propósito de mentir y dirá cada uno: no soy profeta sino cultivador del suelo, agricultor… y sucederá que serán exterminadas las 2/3 partes y sólo 1/3 se dejará en el país que será mi pueblo.Cap. 14: Mira que viene el día de Yavé… reuniré a todas las naciones para que ataquen a Jerusalén… la mitad será llevada cautiva… entonces saldrá Yavé a combatir con esas naciones… pondrá su pie sobre el Monte de los Olivos… que se partirá en dos dejando en medio un profundo valle por donde huirán… Entonces vendrá Yavé acompañado de todos los Santos. En aquel día no habrá más frío ni hielo, no habrá cambio ni de día ni de noche… y brotará en Jerusalén un manantial que nunca se secará… Y Yavé reinará sobre toda la tierra… y este será el castigo de los pueblos que ataquen a Jerusalén… En ese día los cascabeles de los caballos llevarán escrito: ‘Consagrado a Yavé’…»”.   2  Nota  : En el dictado 43-620 del 9 de Diciembre.
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44-9.- Descripción del apóstol Juan —réplica exacta del Maestro— y de Judas Iscariote, la oveja extraviada del rebaño.- El apóstol Juan murió anciano.
* “Era un galileo rubio. Con todo, su semejanza aún era mayor en lo tocante al espíritu. Llegado a Mí virgen todavía, joven e inocente, pudo asemejarse a Mí como ningún otro. El amor habíale llevado a asimilar, no sólo mi pensamiento sino hasta mi modo de hablar, de gesticular y de mo­verme, llegando, incluso, a hacerle el más semejante a Mí en el rostro, fenómeno que no es único entre dos que de verdad se aman. Y Juan me amó con un amor perfecto”.- ■ Dice Jesús: “Esta tarde te hablaré de aquellos a quienes, por haber creído a mi Precursor y haberme seguido, los escogí para apóstoles míos. Y te hablaré también de la oveja extraviada del pequeño rebaño que dio origen al rebaño inmenso esparcido actualmente por la Tierra y que es el que está bautizado en mi Nombre. Las semejanzas físicas, María, carecen de importancia. Son coincidencias fortuitas. Hay parientes que no se parecen físicamente… y viceversa. Se dan también atracciones físicas por las que dos que se asemejan, se aman más que otros dos que sean distintos, cual si uno viese en el otro su propio yo adornado de aquellos perfiles que el amor hácele ver al que ama, presentándole el objeto de su amor como algo acabado. Pero esto carece de impor­tancia. Se ha de tener en cuenta que Galilea no era un mundo grande y que los Galileos eran relativamente pocos, que casi siempre se unían en matrimonio entre ellos y por eso se repetían los rasgos somáticos en dos o tres ejemplares que des­de siglos íbanse reencontrando en aquellos rostros. No sería errado asegurar que, hurgando en los orígenes de todas las pequeñas aldeas, apareciesen dos o tres núcleos familiares ori­ginarios que, desposándose y vueltos a desposar entre sí, habrían prestado unos rasgos físicos definidos a toda la raza galilea. ■ No debe sorprender, por tanto, que llegase a tener Juan cierta semejanza física conmigo. Era un galileo rubio, particularidad más a destacar que la de un galileo pero que se daba ciertamente. Con todo, su semejanza aún era mayor en lo tocante al espíritu. Llegado a Mí virgen todavía, joven e inocente, pudo asemejarse a Mí como ningún otro. Era una réplica exacta del Maestro. El amor habíale llevado a asimilar, no sólo mi pensamiento sino hasta mi modo de hablar, de gesticular y de mo­verme, llegando, incluso, a hacerle el más semejante a Mí en el rostro, fenómeno que no es único entre dos que de verdad se aman. Y Juan me amó con un amor perfecto. ¿Ves cómo le brillan los ojos de alegría al oír lo que de él se dice? Ningu­no, fuera de la Benditísima, me amó como él con un amor que no conoció titubeos ni desviaciones. Y nadie, fuera de mi Madre y de los niños que venían en busca de mis caricias, me hizo el regalo de un corazón puro como el suyo. Juan murió anciano; mas el peso de los años no nubló en él aquel candor angelical que no conoció otra llama que la del amor divino ni otras caricias que las de mi Madre. Era el más joven del grupo apostólico”.
* “Judas tenía en el corazón la concupiscencia del dinero, de la carne y del poder. Y  por estas tres Némesis que le perseguían y a las que él no quiso vencer, llegó a ser deicida. Vendió a Cristo a sus crucifixores y su alma a Satanás que desde hacía años era su instigador. Y Satanás quiere el ciento por uno. Os quiere para siempre a cambio de una hora de triunfo”.- Jesús: “Detrás de él, en edad, venía el Iscariote que, por la edad, podía haber si­do también como Juan. Mas no lo fue. Y si no fue virgen tampoco llegó a ser casto tras haberme conocido. Era un impuro. Y la impureza impide, cual ninguna otra pasión, la obra de Dios en los corazones y favorece la de Satanás. Su rostro ya lo conoces. Es ése. Se te apareció como el Seductor, porque, en efecto, por su belleza se asemejaba al Bellísimo, que se rebelara contra Dios y que es padre de todos los enemigos de Dios. También la hermosura es un arma en manos de Satanás que no deja de imprimir en sus instrumentos su carácter de seducción atrayéndolos de este modo hacia el abismo en que se encuentra y así morderles en el corazón inoculándoles el triple pecado. Y Judas tenía en el corazón la concupiscencia del dinero, de la carne y del poder. Y por estas tres Némesis que le perseguían y a las que él no quiso vencer, llegó a ser deicida. Cuando Satanás quiere hacerse con alguien, le ofrece mujer para cuya conquista ha de disponer de dinero y de honores. Mas, una vez que se hace con él, le niega dineros, honores y mujer, dándole únicamente desesperación y muerte. ■ Juan era el sol del grupo apostólico. Judas, las tinie­blas. Era el hijo de la Mentira. Mi Luz y mi Verdad no pu­dieron penetrar en él. Y si, no obstante sus prevenciones, pude hacer de Natanael un convencido y de Leví un convertido porque en el primero no había engaño y en el segundo resistencia a la gracia, nada, en cambio, pude hacer con Judas ya que su ,alma estaba poseída y Yo no podía pe­netrar en ella porque él me cerraba la entrada. Si me siguió fue por esperanza humana y por avaricia humana me traicio­nó. Vendió a Cristo a sus crucifixores y su alma a Satanás que desde hacía años era su instigador, porque Satanás no es como Dios que da por más que nada le deis vosotros para que os conquiste para Sí. Satanás quiere el ciento por uno. Os quiere a vosotros para siempre a cambio de una hora de triunfo efímero. ■ Recordadlo. Aguanté a esta sierpe en el grupo a fin de enseñar a los hombres a soportar y a insistir para salvar. Ni uno solo de los pensamientos de Judas me era desconocido y fue para Mí una pasión anticipada el tenerle a mi lado. Un tormento que vosotros no contempláis pero que no fue menos amargo que los otros. Os enseñé a soportar las cosas y a las perso­nas molestas, porque ¿qué persona puede haber más repulsi­va que un traidor? María: la vida de Cristo constituye una enseñanza hasta en los detalles más nimios y te doy instrucciones sobre ellos porque quiero que me conozcas y me imites, incluso en las cosas más pequeñas. Te bendigo”.

* Refiere María Valtorta cómo ha visto a cada uno de los apóstoles:
Durante todo el día he estado viendo al colegio apos­tólico y no se me hacía hora de que fuese de noche para que Jesús me diera alguna explicación sobre ello. Hoy he tenido un día… como para ejercitar la paciencia. Ni un solo instante me he visto libre para escuchar a Jesús.
Le voy a decir ahora lo que he visto.
■ Juan está perfectamente descrito y así no me repito. Es el más joven de todos y, a mi parecer, el más guapo. Le sigue en edad Judas Iscariote, en el que vuelvo a encontrar el rostro que vi en aquel sueño de hace tantos años y que lo describí en mis notas personales. Es un hom­bre hermoso, pero que si se repara bien, repugna y da pa­vor, puesto que se advierte su maldad y felonía. Su hermosura es satánica. ■ Veo así mismo al otro Judas, pariente de Jesús, al que en nada se parece, pues es moreno y musculoso, más bajo que Jesús. Aparenta unos treinta años y tiene barba negra y cuadrada. Judas Iscariote no tiene barba, como tampoco la tiene Juan; tiene rizados los cabellos y más cortos que los de Juan. Parece que hayan sido cortados recientemente alre­dedor puesto que sobresale la cabeza. ■ Igualmente, con cabellos cortos está Pedro, mas de un color salpimentado, puesto que, de entre el negro, destacan algunas hebras blancas. Parece su edad de algo más de 45 años. Es bajo y musculoso. ■ Viene después un grupo de hombres de unos 40 años, entre los que, seguramente, estarán Andrés, Tomás, Mateo y los dos Santiagos. A continuación dos de mucha más edad con sus cabellos y barba más blancos que negros. No sé por qué pienso que sean Felipe y Bartolomé. ■ Mas el Maestro no me lo aclara y yo me quedo polarizada sobre Juan, Pedro, el Iscariote y Judas Tadeo que, como única semejanza con Jesús, tiene los ojos de color azul oscuro, pero sin la luminosidad de los de Jesús. Y me acuesto con esta visión en el corazón. (Escrito el 2 de Enero de 1944 a las 23 horas).
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44-37.-“No hay más futuro en la Tierra y fuera de ella, que cuanto os dicen los Libros santos. Todo lo demás es Mentira destinada a ser descubierta por Aquel que es Justicia y Verdad”.
* “Me desbordo por todos los lados de la Iglesia Católica de Cristo y, mediante la Gracia, los siete dones y los siete sacramentos hago, de los católicos fieles, dioses cuya suerte es tan infinitamente sublime que merece cualquier sacrificio poseerla”.- ■ Dice el Espíritu de Dios: “¿Queréis conocer las perfecciones del Creador en las cosas y en los misterios de la creación? Yo os los puedo decir. Yo que, al ser la Sabiduría, «salí primera de la boca de Dios, primogénita antes de todas las criaturas» (1). Yo que estoy en todo cuanto existe porque todo está marcado con el sello del Amor. Mi ser se extiende por todo el universo; mi Luz baña de Sí a los astros, los planetas, los mares, los valles, las hierbas, los animales. Mi Inteligencia se difunde por toda la Tierra, instruye a los que se hallan apartados, envía a todos un reflejo de lo Alto y educa en la búsqueda de Dios. Mi Caridad penetra como el alimento y conquista los corazones. ■ Atraigo hacia Mí a los justos de la Tierra, y hasta a los rectos que no conocen al verdadero Dios les proporciono destellos de este santo Dios vuestro, viniendo a constituir una corriente de Verdad, en todas las religiones reveladas, puesta por Mí que soy el que riega y fecunda. ■ Yo, pues, como surtidor potente de un manantial eterno, me desbordo por todos los lados de la Iglesia Católica de Cristo y, mediante la Gracia, los siete dones y los siete sacramentos, hago de los católicos fieles, siervos del Señor, de los hermanos de Cristo, dioses cuya suerte es tan infinitamente sublime que merece cualquier sacrificio poseerla. Volveos a Mí y así sabréis, conoceréis y seréis salvos porque conoceréis la Verdad. Doblad la rodilla ante el Dios verdadero, ante el Dios que habló en el Sinaí y evangelizó en Palestina, ante el Dios que os habla a través de la Iglesia, hecha Maestra por Mí, Espíritu de Dios. ■ Fuera de Nosotros no hay otro Dios: Uno y Trino. No hay otra Religión que la nuestra secular. No hay más futuro en la Tierra y fuera de ella, que cuanto os dicen los libros santos. Todo lo demás es Mentira destinada a ser descubierta por Aquel que es Justicia y Verdad. Pedidnos a Nosotros —Poder, Palabra y Sabiduría— la luz a fin de que no caminéis ya más por sendas tortuosas de muerte sino que podías venir también vosotros, errantes, al camino en el que encontraron la salvación aquellos que, por su humilde, sapiente y santa fe, fueron gratos a Dios que hizo de ellos sus santos”. (Escrito el 10 de Enero de 1944).
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1  Nota  : Cfr. Ecles. 24,5.
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Hechos de los Apóstoles Cap. X (1)

 44-56.- Caridad para con los hermanos idólatras, cismáticos, pecadores, extraviados por doctrinas.- La comunión de los santos.
* Pero si sois, si queréis ser «hijos de Dios», hijos verdaderos, habéis de tener caridad con los hermanos necesitados en su espíritu. Son necesitados los idólatras, indigentes los cismáticos, enfermos los pecadores e impuros los extraviados por doctrinas más nefastas que las de las religiones seudocristianas”.- ■ Dice Jesús: “Dice mi discípulo: «Dios es Caridad y quien tiene caridad tiene a Dios. ¿Cómo puede uno decir que ama a Dios si no ama a sus hermanos?» (2). Por hermanos no hay que entender aquí a los hijos de una misma sangre, como tampoco a los de una misma nación ni a los de una misma religión. Sois todos hermanos porque no hay más que un tronco: Adán. Y es único el origen: Dios. Latinos, arios, asiáticos, africanos, civilizados o bárbaros, no procedéis de creadores distintos sino de un único Creador: vuestro Dios que es Señor de los Cielos y Padre de todos los vivientes. ■ Los hijos más queridos de su corazón son los regenerados por el Bautismo de Cristo, e hijos dilectísimos y coherederos con el Hijo de la Ciudad del Cielo son los que viven la doctrina de Cristo. Mas si hay diversidad de grados en la paternidad y en la filiación, una misma es, en cambio, siempre vuestra procedencia sobrenatural y natural: Dios, como padre divino y Adán, como padre terreno. No debéis, por tanto, los que queréis ser «perfectos», no por depravada soberbia de la mente sino por obediencia a mi dulce mandato de: «Sed perfectos como lo es mi Padre» (3), alimentar en vosotros sentimientos de desprecio o repugnancia hacia aquellos que o son como vosotros «cristianos» de hecho o católicos de nombre. No debéis decir: «Éste como es irreligioso, cismático, pagano me resulta un reptil o animal inmundo y es para mí vergüenza y escándalo». Habéis de tener caridad con los hermanos necesitados en su espíritu, indigentes, enfermos e impuros de espíritu. Una sola cosa os debe dar vergüenza y producir escándalo por ser inmundicia y corrupción: vuestro comercio con Satanás que lesiona vuestro espíritu y os hace repugnantes a los ojos de Dios. Esto es lo que debéis esquivar, evitar y rehuir hasta con los ojos de la mente. Esto únicamente. ■ Pero si sois, si queréis ser «hijos de Dios», hijos verdaderos, habéis de tener caridad con los hermanos necesitados en su espíritu, indigentes, enfermos e impuros de espíritu. Son necesitados los idólatras, indigentes los cismáticos, enfermos los pecadores e impuros los extraviados por doctrinas más nefastas que las de las religiones seudocristianas que creen en Cristo pero que son ramas que no pertenecen al árbol verdadero y, al no estar injertados en Cristo, son ramas selváticas que proporcionan frutos agrios, indignos de la mesa celestial. Pues si la benignidad de Dios juzga las obras de todos conforme a justicia y premia a los «buenos» por ser ello justo, nunca este premio será tan espléndido y completo como el que dará a los que son hijos verdaderos de la verdadera Iglesia”.
* “El amor purifica, incluso, lo que es impuro y profano. Se les preguntará por qué no quisieron aceptar el Evangelio predicado por Roma; mas Dios no apartará de ellos su mirada por cuanto su altar impuro, el altar de su espíritu, habrá sido purificado por el amor”.- Jesús: “Mucho se perdona a quien mucho ama y cree, cuando éste piensa estar en la verdad al profesar otra religión. Mas puesto que el Evangelio ha sido predicado en aquellos pueblos que están separados de Roma, mucho será exigido así mismo a estos sordos que no quisieron oír la Verdad ni ver la Luz de Jesucristo, viviente en su Iglesia Apostólica Romana. Mas no toca a vosotros, católicos, juzgar. Dije Yo «No juzguéis». Y también: «Quita primero la viga de tu ojo y después la pajita del ojo de tu hermano» (4). Muchas son las vigas que hay en vuestros ojos, cristianos católicos, de fe lesionada, de muy tibia caridad, y de las cuatro virtudes cardinales apagadas. Ved que no os suceda que los idólatras y gentiles os aventajen en el amor a Cristo y merezcan ser alabados ante vosotros por su fe afianzada en la religión de sus padres, por su caridad hacia el Dios conocido y por sus virtudes valerosamente practicadas. ■ El amor purifica, incluso, lo que es impuro y profano. El amor purificó a María Magdala y a Leví. Podríamos parangonar las religiones no católicas con estos dos redimidos que aparecen en el Evangelio a los que redimió el amor. Y podríamos pensar también, ¡oh, hijos!, que los creyentes de esas religiones que viven en el amor de Dios tal como se les enseñó (si acaso Dios reclamará la causas del error a los responsables de su separación de Roma), se hayan conservado puros a mis ojos por la caridad que está viva en ellos. Repito: se les preguntará por qué no quisieron aceptar el Evangelio predicado por Roma; mas Dios no apartará de ellos su mirada por cuanto su altar impuro, el altar de su espíritu, habrá sido purificado por el amor. Tened presentes las palabras de Pedro: «Reconozco que Dios no hace distinción de personas sino que en cualquier nación le es acepto todo aquel que le teme y practica la justicia» (5). ■ Por tanto, sin soberbia de la mente ni anticaridad en el corazón, mirad con espíritu sobrenatural a los hermanos separados de Roma y derramad sobre ellos vuestro amor activo para unirlos a la Roma de Cristo, sea cual fuere su error. Si vosotros sabéis manteneros elevados por encima de la carne y de la sangre lo mismo que del humano pensamiento, no podrán dañaros los contactos de la carne y de la mente porque viviréis en las zonas en las que no alcanza el contagio. Permaneced en Mí pues Yo soy defensa para quien vive en Mí y derramad sobre todos esa caridad que encontraréis en mi Corazón, caridad que es viva para todos y a todos amaestra”.
* “La comunión de los santos no se limita a los hermanos en la fe. Ella abarca a todos los vivientes ya que el Primero que la estableció y puso en práctica fui Yo que por todos derramé mi Sangre. La plegaria por los que están separados de Mí denota celo por mi Causa. El sufrimiento, sangre del corazón de la mística comunión de los santos, es el que arranca a los muertos de la muerte”.-Jesús: “La comunión de los santos no se limita a los hermanos en la fe. Ella abarca a todos los vivientes ya que el Primero que la estableció y puso en práctica fui Yo que por todos derramé mi Sangre. La plegaria por los que están separados de Mí —bien por cismas, doctrinas, sectas o irreligión— denota celo por mi Causa, imitando con ello a vuestro Maestro, el cual no se perdonó a Sí mismo dolor alguno con tal de llevar los hijos separados a Dios, su Padre. ■ El sufrimiento pues —y me dirijo a vosotros perlas de mi grey, mis almas víctimas, ejemplares míos perfectos, consuelo mío y mi gloria— el sufrimiento pues, oro puro de vuestro amor, sangre del corazón de la mística comunión de los santos, es el que, al igual del mandato de Cristo (6), arranca a los muertos de la muerte. Y qué resurrección sea ésta, la del espíritu, infinitamente más preciosa que la de cualquier carne, lo comprobaréis en el Cielo cuando oigáis mi: «Benditos» (7) dirigido a todos vosotros, evangelizadores ocultos pero más eficaces que tantos sacerdotes tibios, que habréis conquistado para la Verdad a los incircuncisos de esta hora”. (Escrito el 12 de Enero de 1944).
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1  Nota : Hechos de los Apóst. Cap. X: “Había en Cesárea un centurión por nombre Cornelio… piadoso y temeroso de Dios como toda su familia… daba limosnas y oraba continuamente. Vio en visión a un ángel del Señor… «Tus oraciones y tus limosnas han subido y han sido aceptadas por Dios. Ahora manda a unos hombres a Joppe para que traigan a un tal Simón, llamado Pedro, hospedado en la casa del curtidor Simón, que vive cerca del mar»”.   2  Nota  : Cfr. 1 Ju. 4,8-21.   3  Nota  : Cfr. Mt. 5,48. 4  Nota  : Cfr. Mt. 7,1-15.   5  Nota  : Cfr. Hech. 10,34-35.   6  Nota  : Cfr. Ju. 11,41-43: “¡Lázaro, sal fuera!”.   7  Nota  : Cfr. Mt. 25,34: “Entonces dirá a los de la derecha: «Venid los benditos de mi Padre….»”.
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Hechos de los Apóstoles Cap. 10, v. 15 (1)
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44-65.- El Espíritu Santo prepara el camino de los corazones de los paganos que buscan a Dios con pureza de corazón.
* El Espíritu Santo, que no sabe de limitaciones, derrama sus luces para iluminar a los paganos que buscan a Dios con espíritu recto. Viene a ser como un primer bautismo que los prepara a recibir la Verdad. Los justifica y purifica. Porque el Espíritu Santo es el Purificador, Preparador y el Perfeccionador de la obra del Verbo.-Dice Jesús: “Aquel a quien Dios purificó, por más que pueda ser aparentemente impuro, es un espíritu que busca a Dios con pureza de intención. Ya te dije y, a través de ti a tantos todavía menos evangelizados que tú en mi doctrina, que nunca debéis juzgar. Dios sólo es el juez. Cuando, desde lo alto de mi trono, veo a un espíritu recto que va tras de su anhelo y busca a este Dios por todos los medios tratando de servir y amar a este Dios con todas sus fuerzas, Yo le justifico y le hago puro y agradable a mis ojos como a un hijo mío, y donde los hombres encuentran falta, Yo suplo dando luces de espíritu. ¡Cuántas veces, cristianos-católicos, brilla mi Palabra y llega a iluminar el corazón de alguno que no es hermano vuestro de catolicismo y, sin embargo, os supera en el amor a Cristo, por más que no le conozca, al amar al Dios verdadero —para él ignorado— al que reconoce como viviente eterno en su Creación! En verdad os digo que el Espíritu de Dios no sabe de limitaciones y hácese Maestro de la Verdad para muchos a quienes tenéis por contrarios a Dios. Como marea que cubre esta playa dejando al descubierto la opuesta que, por su excesiva acumulación de arena no hace posible que suba el oleaje a limpiarla y regarla, así el Espíritu Santo, al que muchos de vosotros, católicos, le impedís venir por vuestra forma de vida, derrama sus luces entre otros más merecedores que vosotros de recibirlas y los purifica para Dios puesto que Él es el Purificador, el Preparador, y el Perfeccionador de la obra del Verbo. ■ Lo mismo que hizo el Espíritu en la historia de la humanidad que, por boca de los profetas, preparó a los hombres para mi venida y, después de mi retorno a Dios, perfeccionó en vosotros la capacidad de comprender mi Palabra, así también es cómo Él, la tercera Persona divina, me prepara siempre el camino en los corazones que todavía no me han recibido como Verdad y los riega para que mi Verdad se haga en ellos árbol frondoso sobre el que aniden todas las virtudes. Él bautiza de Mí, antes que nada a los paganos de ahora (y por paganos entiendo a todos los no católicos); y ¡ojalá! que vuestra buena voluntad le permitiera rebautizaros igualmente a vosotros que os estáis volviendo, si ya no lo sois, paganos. Él bautiza con el fuego del amor verdadero. Así pues, vuelvo a deciros: No tengáis por profano lo que Dios purificó y tened entrañas de caridad fraterna con todos”. (Escrito el 14 de Enero de 1944).
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1  Nota  : Hechos de los Apóstoles: Cap.10,14: Y Pedro dijo: «De ningún modo, Señor, porque jamás he comido nada profano e impuro».  La voz por 2ª vez: «Lo que Dios purificó no lo tengas tú por profano».
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45-57.- Comunión de los espíritus, de los santos.
* “Ahora tú conoces cómo se encuentran las almas de los «vivientes» con las de los «vivos» y cómo del Cielo y de la Tierra los espíritus se tienden los incorpóreos lazos y se intercambian palabras y caricias. De aquellos que, por más que hayan cambiado de forma y naturaleza, no han dejado de existir y que aman como en vida no habrían podido amar porque aman en Dios”.- ■ Dice María Santísima para Paula (1): “Ni la sonrisa ni las gracias de la Madre del Cielo sino mucho más, ya que aquellas están y estarán siempre sobre ti si tú sabes ser siempre Paula de Jesús a la que Él quiso tomar desde tan lejos, de lugares nebulosos y tristes, de pastos maléficos en los que te consumías sin gozo y sin provecho, para llevarte a playas luminosas, al alimento santo con el que robusteciste tu alma conociendo la existencia de la Vida en la que, para quienes se aman en el Señor, nada se pierde y ninguno se separa. ■ Ahora tú conoces cómo se encuentran las almas de los «vivientes» con las de los «vivos» y cómo del Cielo y de la Tierra los espíritus se tienden los incorpóreos lazos y se intercambian palabras y caricias para hacer menos triste vuestra existencia y más feliz nuestra Morada. Tú sabes ahora qué cosa es la comunión dichosa de los espíritus, de los santos, de aquellos que, por más que hayan cambiado de forma y naturaleza, no han dejado de existir y que aman como en vida no habrían podido amar porque aman en Dios. ■ No soy sola yo, Madre de todos los hijos de mi Hijo y de cuantos tienen necesidad de amor, sino que hay también otra madre que en esta hora, hija mía, se halla volcada sobre ti. Es tu madre, a la que buscabas donde no estaba, donde no podías encontrarla porque ella fue buena y honesta y supo llevar a cabo la cosa más grande de todas: el perdón. Ella, hija mía, no está ausente. Y, al tiempo que yo te bendigo, ella te besa para que tu corazón no esté triste sino sereno en esta hora. Sea dada gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo”.

 Este dictado de la Madre ha venido después de recibir la carta anunciadora de la próxima boda de Paula. Apenas si había terminado de escribir mi carta de felicitación cuando eran las 21,30. La Virgen se mostró explícita y urgente al hacerme suspender la carta que había iniciado para José y así escribir este dictado. (Escrito el 22 de Mayo de 1945).
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1  Nota  : Paula.- Paula es hija de José Belfanti, primo de la madre de María Valtorta.
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46-209.- La Extremaunción recibida por María Valtorta y su efecto.
* Tras recibir ella la extremaunción: cesaron la turbación y el desaliento demoníacos.- ■ Por un incidente estúpido tengo que arrancar y volver a copiar, cambiada como está, la hoja impresentable. ¡Paciencia! Corrijo el fascículo 1º de las “Direcciones”. En la primera página, fecha 5 de Octubre de 1945, veo que aparece escrito que ya no gozo de las visiones después de que en los meses anteriores disfruté de ellas hasta que cesaron. ¡Bien! Esto fue ciertamente así en los meses de septiembre y octubre. Fue una vejación demoníaca para turbarme y llegar al desaliento, una tentación de Satanás para conseguir turbarme y desalentarme, pero que cesó tras la Extremaunción, no habiendo tornado ya más. ■ Son muchas las cosas que cesaron después de la Extremaunción. Estaba ya convencida anteriormente, y así lo defendía, de que no debe privarse a los moribundos de esta gran ayuda que tanta paz proporciona. Esto lo sostenía únicamente porque tengo fe mas ahora lo digo por experiencia y se lo diré a quienes tengan enfermos graves, dejándolo así consignado: “Fortaleced, fortaleced a los espíritus en sus luchas agónicas con este Sacramento. Proporcionadles paz, liberándoles y alejándoles del Enemigo”. (Escrito el 18 de Marzo de 1946).
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46-225.- La Virgen María y Juan, las dos almas eucarísticas por excelencia.
* “María, mi Madre, fue la perfección de las almas eucarísticas. Eucaristía quiere decir tener a Dios en sí con su Divinidad y su Humanidad. Tuvo a Dios con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad desde la tarde del Jueves santo porque la Eucaristía fue su alimento, y su seno y su espíritu el Sagrario de la Eucaristía”.- ■ Estas palabras (que Jesús más abajo dice) son las de Jesús durante la acción de gracias de la S. Comunión del Jueves Santo. Estaba rogando ardientemente por el Padre, por Paula, por M. Teresa, por la Federici, y, en fin, por mí, para que brille mi inocencia y me defienda Dios. Y rogaba diciendo: “¡Oh señor!, te ofrezco la S. Comunión de hoy, fiesta de la Eucaristía, para que Tú me socorras y socorras también a quienes me son tan queridos o tienen tanta necesidad de ayuda. Santa Virgen de Fátima, San Juan Apóstol…”. ■ Y Jesús me corta la palabra diciendo: “Has nombrado las dos almas eucarísticas por excelencia. María, mi Madre, fue la perfección de las almas eucarísticas. Eucaristía, quiere decir tener a Dios en sí con su Divinidad y su Humanidad. María tuvo a Dios en su espíritu con su Divinidad desde que fue concebida en el seno de Ana; tuvo a Dios con su Humanidad cuando, de hija, llegó a ser Esposa de Dios y quedó encinta de Dios; y tuvo a Dios con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad desde la tarde del Jueves Santo porque la Eucaristía fue su alimento, y su seno y su espíritu el Sagrario de la Eucaristía”.
“Juan, el Predilecto, desde la tarde del Jueves hasta su casi centenario ocaso, estuvo dispuesto a recibirme en el Sacramento del Amor, como lo estuvo desde un principio su entendimiento para recibir mi Palabra”.- ■ Jesús prosigue: “Juan, el Predilecto, tuvo pureza y amor desde el uso de la razón en adelante; tuvo deseo ardiente de Dios desde sus más tiernos años; tuvo fe absoluta en su Jesús con quien se encontró a orillas del Jordán y, por mi amor alcanzó victoria contra los respetos y cálculos humanos. Desde la tarde del jueves hasta su casi centenario ocaso, estuvo dispuesto a recibirme en el Sacramento del Amor, como lo estuvo desde un principio su entendimiento para recibir mi Palabra. Son los dos espíritus eucarísticos más perfectos de cuantos tuvo y tendrá la gran familia cristiana”. (Escrito el 18  Abril de 1946).
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A los Colosenses (1)
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47-383.- Eficacia del Bautismo y de los demás sacramentos.
* (Col. 1,23) “Nada supone recibir el Bautismo y los demás sacramentos si no vivís perseverantes, «fundamentados en la Fe e inconmovibles en la esperanza del Evangelio»”. Dice Jesús: “Nada supone recibir el Bautismo y los demás Sacramentos, como tampoco la Confesión en el trance de la muerte, a menos que sea sincera y leal, y el Óleo Santo, si no vivís perseverantes «bien fundamentados y consolidados en la Fe e inconmovibles en la Esperanza del Evangelio». De otra suerte tales dones, de un valor infinito se truecan en condena vuestra. Porque a quien más se le da más se le exige. Porque el Evangelio es Vida. Porque los Sacramentos son Fuerza. Porque en el Cristianismo todo es activo y ¡ay de aquellos que con tanta Vida infusa en ellos son tibios y perezosos que vegetan sin trabajar con las grandes potencias que se le facilitaron para presentarse siempre «santos, inmaculados e irreprensibles ante el Altísimo»!”.
* (Col. 2,12) “Esto es lo que hace Cristo: os injerta a la Vida haciendo el Bautismo de operador (así como un cirujano). Tomando a un nacido muerto (tal es el hombre privado de Gracia: semejante a un muerto), os sumerge en el agua, que en realidad es mi Sangre, y os devuelve vivos con la Vida, que es Gracia”. Jesús: “El hombre animal —que tal es el hombre privado de la Gracia, o sea, como es cuando nace de mujer— es a los ojos de Dios semejante a un muerto cuyo cuerpo putrefacto no puede entrar a contaminar el Templo eterno en el que esplende el trono de Dios; y que no puede venir a Aquel que hincha de Sí toda la Creación, omnipresente a todo lo que existe con su Poder en las creaciones inferiores y con Poder, Sabiduría y Amor en el hombre, creación superior. ■ Mas no le basta a Dios con haberos creado. Él, Perfección de la Creación, quiere habitar en vosotros con su Perfección Trina, poseeros antes de darse a vosotros en posesión eterna y gozar con vosotros antes de que vosotros podáis gozar de Él en el Cielo. Y he aquí entonces cómo Cristo, obedeciendo al Padre y al Amor, se encarna y se inmola para hacer del agua bautismal, no un rito sino una vida. Esto es lo que hace Cristo: os injerta a la Vida haciendo el Bautismo de operador. Así como un cirujano, si tal fuera posible, tomando a un nacido muerto le hiciese tornar a la vida uniéndolo a una matriz activa, de idéntica forma opera en vosotros el Bautismo. Os toma muertos, os sumerge en la onda que es agua, pero que, en realidad, es sangre, mi Sangre, y os devuelve vivos con la Vida, que es Gracia”.
* (Col.2,20) “Tened mi plenitud en vosotros sin privaros de lo que Dios os concedió: con justicia, prudencia, templanza y así superaréis las insidias de los demonios y de los sentidos”.- Jesús: “Considera la gran libertad del cristiano fortificado con la Vida que recibió. Dice el apóstol: «Si pues habéis muerto con Cristo a los elementos del mundo, ¿por qué, como si aún vivieseis del mundo, os sometéis a estos preceptos: no tomar, no gustar, no tocar aquello?». Gran verdad que Yo se la dije a mis fieles: «Aquellos que crean en Mí expulsarán los demonios, beberán venenos, tocarán las serpientes, pisarán los escorpiones, pasarán por el fuego, el agua y entre las fieras salvajes sin que nada de todo ello les haga mal hasta tanto que Yo-Vida no les conceda el vestirles con la púrpura de los mártires». ■ El verdadero cristiano no debe temer al mundo ni a sus potencias, las cuales y el cual ponen insidias hasta en las cosas más naturales —como son el goce de un alimento, de una fruta, de una flor, de una caricia dada o recibida, o bien en las cosas buenas creadas por Dios para que el hombre, su hijo, gozase de ellas— cambiándolas a venenos, serpientes, escorpiones, agua, fuego, y fieras salvajes. Tened mi plenitud en vosotros sin privaros de lo que Dios os concedió: con justicia, prudencia, templanza y así superaréis las insidias de los demonios y de los sentidos. Porque Yo, que vencí a la muerte y al pecado, os fortifiqué contra las cosas que os puedan resultar pecados y muerte”. (Escrito el 17 de Septiembre de 1947).
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1  Nota  : Col. 1,23: “Perseverad firmemente fundados y estables en la fe y no os apartéis de la esperanza del Evangelio que oísteis, y que ha sido predicado a toda criatura bajo el cielo, y cuyo ministro he sido constituido yo, Pablo”.- Col. 2,12: “Con Él fuisteis sepultados en el bautismo y en Él así mismo fuisteis resucitados por la fe en el poder de Dios, que le resucitó de entre los muertos”.- Col. 2,20: “Pues si con Cristo estáis muertos a los elementos del mundo, ¿por qué, como si vivieseis en el mundo, os dejáis imponer ordenanzas?”.
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47-386.- Poder del Sacramento del Óleo Santo administrado a los moribundos: poder para curar al alma y poder para curar los males del cuerpo.
* “El óleo aplicado por los apóstoles sobre los enfermos curaba los cuerpos. Así, tan solo así fue el óleo hasta que Yo instituí el Sacramento del Santo Óleo. Entonces el Santo Óleo aplicado a los moribundos próximos al juicio: para curar el alma antes de su encuentro con Dios Juez; y, de aceptar Dios, benigno las plegarias de los parientes, para devolverle incluso la salud del cuerpo”.- ■ Dice Jesús: “Te han preguntado si el óleo que emplearon mis discípulos para curar a los enfermos tenía únicamente propiedades curativas. De esto hablé ya en la Obra; mas, compadeciendo a quienes no dan con este punto en una Obra tan extensa, repito: el óleo tenía únicamente poder curativo. O mejor, tan solo tenía poder curativo de un modo especial. Tenía el acostumbrado poder curativo del óleo que, en mi tiempo, se empleaba mucho en forma de ungüento para friccionar o extender sobre las partes enfermas, bien solo o mezclado con resinas y esencias. El acostumbrado poder que, por sí mismo, era muy relativo en cierta clase de enfermedades llegadas ya a un desenlace mortal o de cronicidad. Precisamente las que se presentaban a mis discípulos por haber fracasado toda curación en ellos. No era pues el óleo en sí lo que curaba al aplicarlo mis apóstoles, sino el poder que Yo habíales conferido. El óleo era tan solo el medio empleado para hacer que mi poder, comunicado a mis apóstoles, no lo tomaran mis enemigos y enemigos de mis discípulos como algo de que pudieran acusar presentándolo como sugestión diabólica o mágica. Así, y únicamente así, curaba el óleo los cuerpos. Así, tan solo así fue el óleo hasta que Yo instituí el Sacramento del Santo Óleo. Entonces el Santo Óleo, compuesto según las normas de la liturgia mosaica, adquirió el poder de curar la llaga del alma, de borrar igualmente las marcas y cicatrices que quedaron tras la absolución de los pecados obtenida mediante una confesión sincera y por los méritos de mi sacrificio. ■ Dos poderes muy diferentes del óleo. Extendido sobre los miembros de la enfermos y hasta la institución del Sacramento de la Extremaunción, para curar los males del cuerpo. Y, aplicado a los moribundos próximos ya al juicio, para curar el alma antes de su encuentro con Dios Juez; y, de aceptar Dios, benigno las plegarias de los parientes, para devolverle incluso la salud del cuerpo concediéndole más tiempo en el mundo para adquirir méritos o simplemente méritos si es que anteriormente no los había adquirido el que, mediante el Sacramento, obtuvo la salud física. En conclusión: El óleo extendido por los discípulos sobre los enfermos no fue sacramento sino hasta que Yo instituí el Sacramento que ha de administrarse en caso de muerte del modo que la Sabiduría lo enseñó” (1). (Escrito el 25 de septiembre de 1947).
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1  Nota  : Cfr. Éx. 30,22-33.
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c) Dictado extraído de las «Lecciones sobre la Epístola de San Pablo a los Romanos»
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S. Pablo a los Romanos, cap. 7,15-25 (1)

48-56.- Lección que se desprende de la Carta de los Romanos 7, 15-25 para juzgar a los pecadores y para elegir a futuros apóstoles y discípulos.
* Estos 12 versículos vienen a ser una norma para juzgar a los hombres y una medicina para apreciar cómo juzgará Dios a los pecadores arrepentidos.- Dice el Dulce Huésped: “Del versículo 15 al 25 es una lección que los maestros de espíritu deberían repetírsela con­tinuamente a sí mismos, lo mismo que a las almas farisaicas que ven la brizna de paja en el ojo de los hermanos a los que censuran ásperamente y no advierten la viga de la anticaridad que tienen en el suyo, que oprime su espíritu bajo el peso del egoísmo y de la soberbia (2) y debería repetírseles a esas pobres almas —¡oh!, menos culpables que las otras farisaicas, las cuales, si bien se sienten culpables y se duelen de ello, al reconocer que lo son, la humildad y el arrepentimiento son ya para ellas una absolución— a esas pobres almas que han pecado y lloran porque temen al Señor, Juez de su debilidad. Así pues, estos 12 versículos vienen a ser una norma para juzgar a los hombres y una medicina para apreciar cómo juzgará Dios a los pecadores arrepentidos”.
* Tan solo Jesús, el Hombre-Dios, pudo comprender a los pecadores a pesar de no haber pecado. Para cualquier otro maestro constituye un doloroso bien el haber cedido porque, experimentando el poder de las tentaciones y la propia debilidad, es como se adquiere ser maestro y médico con los discípulos y hermanos pecadores.-Dulce Huésped: “Quien los escribió fue Pablo, fariseo, descendiente de fariseos y discípulo de Gamaliel (3), de aquel Gamaliel que era una biblioteca viviente de la doctrina de Israel. Pablo, feroz perseguidor, en un principio, de aquellos a quienes tenía por anatema, después vaso de elección y de justicia, apóstol perfecto, evangelizador y represor heroico de su antiguo yo, encontrado digno de subir con la parte escogida de su alma hasta el tercer cielo y de oír allí misteriosas palabras divinas; un hombre, por tanto, del que, por la intransigencia de su primera época de vida y por la heroicidad de su segunda cabría pensar que había estado siempre muy por encima de los estímulos carnales. ■ Sin embargo, si lo hubiera estado, no habría podido ser «el Apóstol de los Gentiles», es decir, de aquéllos a los que la licencia consentida del paganismo, salvo raras excepciones de espíritus naturalmente virtuosos, les hacía más brutos que las criaturas dotadas de razón y de conciencia. Tan solo Jesús, el Hombre-Dios, pudo comprender a los pecadores a pesar de no haber pecado. Para cualquier otro maestro constituye un doloroso bien el haber cedido, más o menos, al demonio, al mundo y a la carne, porque, experimentan­do, el poder de las tentaciones y la propia debilidad, es como se adquiere la sabiduría para ser maestro y médico con los discípulos y hermanos pecadores”.
* Norma observada por Jesús para elegirse a sus 12 apóstoles y a sus 72  discípulos: tomó a hombres muy humanos. Los formó. Dejó una Iglesia docente capacitada para ser su continuadora en la redención del mundo.-Dulce Huésped: “Quiero que os fijéis en la norma observada por el divino Maestro para elegirse el co­legio apostólico y los 72. En el primero, tan solo Juan era virgen. En los segundos, menos unos pocos que aún eran casi niños cuando llegaron a ser discípulos, no hubo uno siquie­ra que hubiera dejado de morder el fruto apetitoso, dando con ello comienzo a las sucesivas caídas en la culpa. Eran hombres, nada más que hombres, hijos de Adán y así el fomes se agitaba como serpiente en sus cuerpos. La rama de la concupiscencia carnal es­taba viva aún en los más justos de entre ellos, o sea, en aquellos que ya habían domado la concupiscencia del oro y la soberbia de la vida. ■ Mas no había quien estuviese sin imperfecciones, ni aún el mismo Juan, el serafín de los discípulos del Maestro. Propenso a la ira, como su hermano, mereció ser llamado «hijo del trueno» (4) por Aquél que tanto le amaba. El apóstol de la Caridad, perfecto en el amor a su Maestro, llegó a ser apóstol de la caridad contemplando la mansedumbre, la caridad, la misericordia del Mártir divino del alba al ocaso del viernes pascual y despojóse para siempre del hábito de la ira ante la desnudez santísima del Rey de los reyes que se despojó hasta de su inmortalidad divina para conocer la muerte y salvar al hombre. ■ Jesús Dios recorriendo la Tierra —de haber querido podíalo haber hecho— habría podido encontrar entre los habitantes de los tres continentes de entonces, 12 y 72 justos más justos que los 12 y 72 que escogió en Israel. Porque Dios Creador puso (y pone) en el alma de todo hombre un don excelso: la Ley natural, que en los mejores desarrolla san­tidad de vida cualquiera que sea su conocimiento de la Divinidad. Y quien la observa y la reconoce como venida del Ser supremo, de Dios, puede, sin errar, decirse que es espí­ritu naturalmente unido al Dios verdadero Uno y Trino. El Rey universal, con su querer, podía, pues, llamar a Sí de los tres continentes a 12 y a 72, lo mismo que con la voz de los astros llamó a su cuna a los tres Sabios (5) y, de este modo, tener un Colegio de justos a su servicio. Y no lo hizo. ■ Tomó a hombres muy humanos: materia tosca, informe, con muchas partes impu­ras, y la formó. Sufrió, al hacerlo, por las defecciones y las traiciones de algunas partes de ella. Mas, en su Ascensión, dejó una Iglesia docente capacitada para ser su continua­dora en la redención del mundo. Capacitada por la doctrina y el ejemplo recibidos del Ver­bo; capacitada por la ayuda del Espíritu Santo recibido de Jesús resucitado una primera vez en el mismo Cenáculo (6) y por segunda vez, en el mismo Cenáculo, diez días después de la Ascensión en cumplimiento de promesa divina y por la acción directa del Espíritu San­to, en virtud de la cual, fuesen los 12 llenos del Espíritu Paráclito y lo pudiesen transmitir a sus colaboradores en el ministerio sacerdotal; y capacitada, en fin, para que, instruida en sus diversos miembros con la propia experiencia de sus debilidades, de sus combates de hombres para formarse en la justicia y de sus recaídas, no fuese incapaz de ser maes­tra, antes, al contrario, supiese comprender, compadecer, sostener y guiar a cuantos ve­nían al cristianismo débiles todos ellos por ser hombres y debilísimos en su espíritu por ser paganos, ya que el paganismo era doctrina materialista y de placeres desenfrenados”. (Escrito el 20 de Mayo de 1948).
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1  Nota  : En el capítulo 7º, Pablo habla en nombre del hombre que no conoce a Cristo y que está dividido y esclavizado. Es la triste situación del que conoce la Ley y no a Cristo. Dice: «No entiendo lo que me pasa, pues no hago el bien que desearía, sino más bien el mal que detestoBien sé que en mí, o sea en mi carne, no habita el bien… ¡Qué infeliz soy! ¿Quién me librará de este cuerpo que me lleva a la muerte? Solo Dios, a quien doy gracias por Cristo…». Esa idea resume el cap. 7º, idea que desarrolla el Huésped Divino para exponer su lección.
Para nuestra ilustración, damos también un resumen del Cap. 8º ya que completa el sentido del cap. 7º. En el cap. 8º, S. Pablo habla en nombre del hombre que cree en Cristo. Y da la solución a este conflicto. «Ahora, pues, se acabó esta condenación para aquellos que creen en Cristo. La Ley del Espíritu de Vida te ha liberado en Cristo de la Ley del pecado y de la muerte». S. Pablo, pues, trata de la oposición entre el espíritu y la carne en los que creen en Cristo. Para ellos hay una solución a este conflicto: ellos viven en la paz. Por eso Pablo, que terminó el cap. 7º exclamando: «Quién mi librará…. solo Dios a quien doy gracias»”, termina el cap. 8º hablando de la fuerza liberadora de la fe en Cristo: «Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? Dios, que no perdonó a su propio Hijo sino que lo entregó por todos nosotros ¿cómo no nos va a conceder con Él cualquier cosa? … Triunfaremos por la fuerza del que nos amó”.   2  Nota  : Cfr. Mt. 7,1-15.   3  Nota  : Cfr. Hech. 5,34; 22,3.   4  Nota  : Cfr. Mc. 3,17.   5  Nota  : Cfr. Mt. 2,1-12.   6  Nota  : Cfr. Ju. 20,22-23.
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Domingo 6º después de Pentecostés
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46-114.- Bautismo: inmersión en la Sangre de Cristo.
* ¿Qué es de un modo preciso el Bautismo. Su «naturaleza»?.- Dice Azarías: “Dios compadecido de la debilidad de la materia que no puede permanecer atenta y para consuelo de tu espíritu me manda a hablar, como se pide en el Intróito, a fin de que tú no te sientas «como aquellos que bajan a la fosa». Y para darte seguridad de que no «morirás» sino que «vivirás en Cristo», te propongo la meditación de la epístola de Pablo, tan poco comprendida hasta por quienes se dicen fervientes católicos. ¿Qué es, de un modo preciso, el Bautismo? Los más responderán: «Una ceremonia que se acostumbra a realizar al comienzo de la vida para hacer ver que somos católicos». Otros, muy pocos dirán: «Es el sacramento que borra el Pecado Original y nos devuelve la Gracia». Habrán respondido bien, demostrando poseer un mínimo de conocimientos religiosos suficientes católicamente y poder salvarse si a dichos conocimientos va unida la buena voluntad. ■ Mas serían muy pocos los que con su pensamiento fueran más allá hasta desentrañar lo que de verdad es el Bautismo, de qué está formado y cuál es su verdadera naturaleza, oculta bajo las materias empleadas en el rito, entre otras el agua. Si pensasen muchos en la «naturaleza» del Bautismo católico y esos muchos se esforzasen en hacer entender a sus hijos y ahijados, desde su más tierna edad, dicha naturaleza, verdaderamente se despertaría, tanto en los niños como en sus padres y padrinos un profundo amor hacia Cristo, un amor tal que les apartaría del pecado, un amor tan fuerte que les llevaría a obrar santamente, correspondiendo así al don recibido en el inicio de la vida y, mediante el amor, saldar el débito contraído con Cristo, igual que, mediante el dolor, saldar el contraído con el Altísimo. «Perdónanos nuestras deudas» pedís como Él os enseñó. Mas es justo también, en la medida de lo posible, esforzarse en saldar por cuenta propia el débito contraído sin pretender que haya de ser Dios el único generoso. Este abstenerse de pecar, este reconocimiento amoroso hacia aquel que os devolvió la naturaleza de hijos de Dios —la coparticipación mediante la Gracia, de la Vida, de la gloria, de la divinidad— resulta espontáneo en quien sabe contemplar el Bautismo por lo que es realmente: la inmersión en los padecimientos de Jesús, en sus lágrimas, en su Sangre, en sus humillaciones y en su muerte (2). Esto es lo que viene a representar el agua en el Bautismo. El Vencedor de la muerte murió para destruir la muerte más verdadera: la del pecado. Se desangró para daros con qué blanquear vuestras almas y se dejó desgarrar el pecho para acogeros en la cavidad de su Corazón, de donde resurgís a la vida de la Gracia. Vencedor y consumador, Él venció y se consumó. Mas es requisito indispensable que el hombre le secunde pues, de otra suerte, la Sangre del Cordero gritará contra vosotros como contra los sacrílegos escarnecedores y disipadores de su Sacrificio. ■ Si los católicos pensasen en estas cosas, ya no llamarían «ceremonia» al Bautismo, sino que lo verían, no sólo como el sacramento que devuelve la Gracia y anula la Culpa, sino también como el holocausto de Cristo que se desangró para proporcionaros el lavacro que anula el Mal y os hace partícipes del Bien, para hacer de vosotros, unas criaturas, unos semidioses, y para infundiros las virtudes necesarias para salvaros y, por tanto, para haceros igualmente capaces de comprender la Sabiduría, creyendo y esperando en la Misericordia. El que nació y resucitó en la Sangre de Cristo y permanece fiel a dicha Sangre, ya no muere sino que vive en Jesucristo Salvador, habiendo vencido como Él, al mundo y a Satanás en las concupiscencias domadas. ■ Descansa, alma mía. Te he dicho estas pocas palabras a fin de que no tiembles por verte abandonada. Mas la caridad me prohíbe el que te exija esfuerzo alguno siquiera sea el de atenderme. Descansa. Yo rogaré en tu lugar. Tú ofrece tus sufrimientos en coparticipación con el Santo Sacrificio de este domingo”. ■ En efecto, yo ya no puedo más y a duras penas alcanzo a seguir las palabras angélicas… (Escrito el 21 de Julio de1946).
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1  Nota  : Azarías, según M. Valtorta, es un Ángel, su Ángel de la Guarda, Autor de este «Libro de Azarías». Es quien se lo habría dictado.  2 Nota  : Cfr. Rom. 6.

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Domingo 10º después de Pentecostés
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46-126.- Iglesia Católica, Cuerpo Místico de Cristo, es el único Cuerpo viviente.
* Dos eternidades: la del Amor y la del Odio, la de Jesús y la de Lucifer, están en el perpetuo Es, y el Rey del Cielo y del Abismo a la cabeza de sus respectivos pueblos.-Dice Azarías: “El Verbo, esto es, Jesús, es el eterno Expiador, es el Amor Eterno y Expiador. Lo era ya antes de que fuese Hombre y lo será hasta el postrer hombre. Y el fruto de su Expiación continuará aún más allá del tiempo porque es eterno el pueblo de los Santos que serán, más allá del tiempo, el fruto de la expiación de Jesús. ■ Y al igual que el Amor, el Odio es asimismo eterno, aunque no con una perfección de eternidad como la de Dios que nunca tuvo principio y que es el Eterno, sino eterno desde el momento en que surgió en el espíritu maldito de Lucifer y de los suyos. Eterno en el Infierno, que existe desde entonces, y que ya no tendrá término. Eterno en el corazón de los hombres que lo eligen por su señor y lo llevarán consigo más allá del tiempo. Se abatió sobre la Tierra desde que la sangre de Abel se derramó por el odio de Caín y hiere sin descanso a Dios. Todo le fue presente a Cristo en la hora de su Pasión triturándose como cuerpo lanzado a una piedra de molino, pues así de numerosas fueron las heridas inferidas al Amor Encarnado. Después del tiempo se seguirá blasfemando en el pueblo de los malditos que, serán más allá del tiempo, el fruto de la labor de Satanás. Y estas dos eternidades: la del Amor y la del Odio, la del Expiador y la del Pecado, la de Jesús y la de Lucifer están en el perpetuo es y el Rey del Cielo y del Abismo a la cabeza de sus respectivos pueblos. De aquel pueblo que debía haber sido uno: el de la Humanidad al servicio de su Creador y Señor pero que, con libre voluntad prefirió dividirse en dos, eligiendo la rama nueva a un rey maldito por el que volvió la espalda a Dios eligiendo como ley suya el Mal”.
* Mal incurable no es haber nacido en el gentilismo o en una fe herética (aunque en esa fe viven privados de Vida por estar separados del Cuerpo místico que es el único Cuerpo viviente). El mal estriba en, no obstante haber nacido en el seno de la Iglesia, vivir como herejes, paganos. No hay vida fuera de la iglesia Católica, que es Esposa y Madre.-Azarías: “Porque Mal incurable no es haber nacido entre las sombras del Gentilismo o de una idolatría, como tampoco entre las nieblas de una fe herética en la que perdura un recuerdo de la Verdad y de partes de la Verdadera Religión aunque privadas de Vida por estar separadas del Cuerpo místico que es el único Cuerpo viviente. El mal estriba en, no obstante haber nacido en el seno de la Iglesia, vivir como herejes, paganos, separados y muertos por el pecado. ■ No hay vida fuera de la Iglesia Romana, si bien todos pueden entrar en la Vida, y la Iglesia Romana no se niega a recibir en su seno a los «muertos» procedentes de otras religiones reveladas o idólatras, y darlos a luz para la Vida lo mismo que el Sepulcro de Jesús Santísimo acogió un cadáver y dio a luz al Viviente, a aquel Viviente que por sí mismo retornó a la vida por ser Él la Vida, a aquel Viviente que, al ser la Cabeza del Cuerpo místico, no puede por menos de vivificar a cuanto a él pertenece y en él penetra. Esto hace la Iglesia. ■ Es Esposa y Madre. Como Esposa santa, otra cosa no desea sino dar a luz hijos para su Esposo a fin de que sean muchos los hombres que lleven su Nombre por todos los ámbitos de la Tierra. Y es Madre desposada con la Divinidad que es Padre por poseer esta cualidad como Primera Persona en cuanto Engendrador del Hijo, como Fecundador de la Virgen que dio a luz al Hombre por obra del Espíritu Santo y como Creador de los hombres; Padre, por tanto, en relación consigo mismo y en relación con sus criaturas. Así pues, teniendo por esposo a un Padre, la Iglesia no puede por menos de ser Madre. Tomó de su Creador, de su Fundador, de su Esposo y de su Cabeza el pensamiento y los afectos: es Madre. Y como Madre, arde en deseos hacia todas las criaturas y en cada una de ellas ve esparcido sobre la Tierra un germen que debe ser gestado y dado a luz para el Cielo; y tiende los brazos y abre su seno para acoger en él los gérmenes informes a fin de nutrirlos y darlos a luz para su Esposo”.
* La Iglesia, el Cuerpo místico de Cristo, si ha de sobrevivir y ha de ser cuerpo, necesita de una labor recíproca entre sus dos partes: la parte docente y la discente. La discente puede ayudar a la docente con sacrificios y limosnas. Porque la evangelización comporta un honor costosísimo.-Azarías: “Ahora bien, la Iglesia militante la componen la Iglesia docente y la discente, lo mismo que al cuerpo lo componen los órganos y la carne. Los órganos, sin la carne que los protege, no podrían formar un cuerpo; y la carne, sin los órganos que la mantienen regada de sangre, nutrida de jugos glandulares y de oxígeno, purificada de las toxinas que se forman diariamente y de los detritus, no podría vivir. También la Iglesia, el Cuerpo místico, si ha de sobrevivir y ser cuerpo, necesita de una labor recíproca entre los órganos y los miembros, entre la parte docente y la discente. Y la Iglesia docente, ésta gran Madre, dirigiéndose a la discente, le dice: «Ayúdame a que pueda dar a luz para la Vida a los gérmenes informes que hay sobre la Tierra». ¿Cómo? Con sacrificios, ya que el sacrificio de los fieles ayuda a los sacerdotes; y con los óbolos. Porque la evangelización comporta un honor costosísimo. Penetrar, propagarse y hacer amar no se hace sin gastar. El dinero es una de las trampas tejidas por Satanás para la ruina de los hombres. Mas, como todas las cosas creadas por el Mal, puede ser redimida. La gran Culpa fue redimida por el sacrificio de Cristo. Pues bien, la riqueza, si se usa de ella con el fin santo, también puede ser redimida. Y te lo digo Yo, no hay fin más santo que emplear el dinero en obras de misericordia. ■ Casi todas las obras de misericordia, tanto corporales como espirituales, las llevan a cabo los misioneros, es decir, los buenos sacerdotes porque toda la Tierra es tierra de misión, ya que, a las puertas de su Iglesia, en los umbrales mismos de su convento, el Sacerdote o el Religioso, encuentra al idólatra, al hereje, al incrédulo, al ateo, al «muerto», a ese germen informe que tiene que llevar al regazo de la Madre Iglesia para que Ella lo dé a luz para Dios. Él, el Verbo, lo dijo: «Quien dé una sola copa de agua a uno de mis discípulos, no perderá su recompensa». Y dijo también: «Procuraos amigos con las riquezas injustas a fin de que, cuando muráis, os reciban ellos en las tiendas eternas». Por deber para con la Madre y por una santa astucia consigo mismos, los católicos que creen en el Señor Jesucristo deberían procurarse amigos, es decir, los cristianizados a través de su ayuda espiritual o financiera —y mejor, por ser más perfecto: espiritual y financiera a la vez— los cuales, al morir sus indirectos salvadores, les reciban en las tiendas eternas. ■ No es buen católico el que ruega únicamente para sí, ni buen hijo de la Iglesia de Cristo el que piensa en su gloria futura, en sus necesidades presentes, en sus luchas, en sus fatigas, pero no en la gloria de la Madre, en sus necesidades, sus luchas y fatigas a fin de recoger y engendrar para la Verdad, el Camino y la Luz a esos pobres hermanos que son como bastardos sin padre ni madre no sólo en la Tierra sino también en el Cielo, ya que se hallan fuera de la Familia en la que el Padre es Dios, la Iglesia la Madre y hermanos los santos y los católicos. Vosotros, católicos, que os veis en la dulce y santa Comunión de los Santos, ¿cómo os mostráis tan reacios en procurar que entren tantos hermanos vuestros de humanidad? Si os preciáis de amor al Señor y su Nombre, ¿por qué no echáis mano del sacrificio y de vuestro dinero para hacer que todos los hombres le amen?”.
* Rogad al dueño de la mies que envíe operarios para aquellos que se hallan sin pastor, sin esperanza de una fe que tranquilice su espíritu, de una fe verdadera sin lagunas: la Católica. Toda otra Religión, cualquier otra fe, presenta grietas y lagunas. Las tristezas de las almas sin Gracia no conocen los hombres.-Azarías: “Ya lo dijo Él: «La mies es copiosa, mas pocos los operarios. Rogad al Dueño de la mies que mande muchos operarios a ella». Y ¿no recordáis cuándo lo dijo? Dice Mateo: «Y como viese las turbas, se compadeció de ellas, pues estaban cansadas y extenuadas como ovejas sin pastor». Esas palabras, por tanto, salieron de los labios de Nuestro Señor Jesús cuando un amor de compasión le hizo afligirse por aquellos que se hallaban sin pastor, cansados y extenuados. El que no tiene esperanza en una Vida futura, el que carece de la Fe que tranquiliza el espíritu, esto es, de la verdadera Fe sin lagunas: la Católica, —ya que toda otra Religión, cualquier otra Fe, presenta lagunas y grietas ante las cuales tiembla el ánimo en ciertos momentos al no sentirse seguro de hallarse en la verdad— el que no medicina su dolor humano con el bálsamo y la miel de la Caridad, el que, por último, no cuenta con los auxilios espirituales que prestan con largueza el vivir dentro de la Iglesia y el gozar de los méritos de Cristo y de los Sacramentos, bien puede decir que se encuentra desfallecido y cansado, sintiéndose verdaderamente como oveja sin pastor a merced de los ladrones y de los lobos. ■ Las tristezas de las almas carentes de la Gracia vosotros, los hombres, no las conocéis ni las meditáis. Nosotros las vemos y tenemos para ellos la misma compasión que tuvo el Maestro al ver tanta mies en abandono. Almas que vivís en la Iglesia, atended al lamento de Cristo. Los graneros del Señor están esperando la mies para antes de que suene la hora de la revista. Haced porque se siembren las tierras incultas y den fruto para que así haya después operarios que sigan de sembradores porque entre los operarios del Señor, entre los auténticos operarios, pasa muy presto la guadaña de la muerte y corta; y así quien sembró no llega a cosechar, por lo que es preciso, rogar, rogar y más rogar que sean tan numerosos, querría decir, tan numerosos como las espigas y de este modo la semilla, cada semilla llegue a tener dos ángeles que la tutelen: el de Dios, espiritual, y el eclesiástico, sacerdotal, porque el mundo muere por falta de Sacerdotes”.
* ¿Sabes qué quiere decir sacerdote?”.-Azarías: “¿Sabes qué quiere decir Sacerdote? Sacerdote quiere decir consagrado, dedicado, ofrecido por completo a su Dios para llevarle almas. Todo debe desaparecer para el Sacerdote, absolutamente todo y quedar únicamente Dios y las almas. Debe despojarse de todo, hasta de su humanidad y, como Cristo, inmolarse para su misión. Así es como llega a ser un operario de Cristo, pudiendo sembrar y segar con la seguridad de que en su surco no le ha de crecer la cizaña y de que hará de cada hombre un alma, un alma cándida”.
* Vio desfilar ante sus ojos de Moribundo, sin distinción, a todas las razas de la Tierra. Su sacrificio y su Amor sin límites quiso que el sol de Dios diseñase la sombra de una cruz para que, al igual de su signo Tau marcado por un misionero sobre las almas, hiciese miembros de su Pueblo a los idólatras y paganos.-Azarías: “En el Cielo no se dan los matices de las distintas razas. Todo allí es luz y belleza, todo pureza y amor. En el Cielo, el Dueño del Cielo y de la Tierra deja entrar a todo aquél que tiene el alma limpia y adornada. No rechaza al negro, al mongol ni al polinesio, es decir, a ninguno. Todos son hijos suyos. Son los hermanos de su Hijo que a todos los amó desde el seno del Padre, más tarde en la Tierra y después sobre la Cruz, desde la que contempló hasta a aquellos que el mundo ignoraba que existiesen. Al indio como al patagón, a los de la lejana Oceanía, a los australianos lo mismo que a los pieles rojas, a todos les vio desfilar como en una revista ante sus ojos de Moribundo bajo el cielo tenebroso del Viernes Santo. Y landas septentrionales cubiertas de hielos y bosques o desoladas selvas vírgenes ecuatoriales e islas ignotas, inmensas unas como continentes y diminutas otras como atolones; regiones abrasadas por el fuego subterráneo o casquetes árticos en los que parece imposible la vida, todo se le presentó al detalle en su futuro; y sobre todos esos espacios su Sacrificio y su Amor sin límites quiso que el sol de Dios diseñase la sombra de una cruz para que, al igual de su signo Tau marcado por el misionero sobre las almas, hiciese miembros de su Pueblo a los idólatras y paganos”.
* No olvidéis el último deseo de Cristo, expresado en la plegaria del Jueves Santo, y expuesto con anterioridad en el discurso del Buen Pastor. Ambos deseos se repiten en su Corazón moribundo cuando, entre sexta y nona, la agonía sella por fin sus labios.-Azarías: “No olvidéis el último deseo de Cristo expresado en la plegaria del Jueves Santo y ya sobreentendido en las palabras: «Te pido por todos aquellos que, por las palabras de mis sacerdotes, han de creer en Mí a fin de que sean una sola cosa como Tú estás en Mí y Yo en Ti»; y, expuesto con anterioridad en el discurso del buen Pastor: «Tengo otras ovejas que no son de este redil: también a éstas habré de congregar, prestarán oídos a mi Voz y habrá un solo rebaño y un solo pastor. Por esto me ama el Padre, porque doy mi vida por mis ovejas». Y ambos deseos se repiten en su Corazón moribundo cuando, entre sexta y nona, la agonía sella por fin sus labios. ■ Trabajad en hacer realidad el deseo de vuestro Salvador. No seáis soberbios como los antiguos fariseos que se tenían por los únicos elegidos de Dios. No creáis que entre los idólatras y vosotros, entre los cismáticos y vosotros, media un abismo insondable y que tenga que ser así por cuanto vosotros sois «los puros» y ellos los inmundos. Dice Pablo: «Sabed que cuando erais gentiles os dejabais llevar tras los ídolos mudos fiados en la capacidad de quien os conducía». Mas, por ventura, aquellos gentiles que se dejaban arrastrar a los ídolos por los que, revestidos de sacerdotes paganos, se los presentan como dioses, ¿eran acaso mayores pecadores que vosotros que, conociendo al Dios verdadero y ya regenerados por la Gracia, seguís con harta frecuencia a los ídolos que la triple concupiscencia y Satanás os presentan? Sois vosotros, sin duda, más grandes pecadores porque, no obstante conocer la Verdad, la posponéis a las cosas vanas y viciosas. Aquellos gentiles, al igual que los de ahora y los idólatras actuales, una vez conocida la Verdad, la han seguido aún a costa de su vida, repudiando heroicamente su pasado para abrazar la Fe convertida para ellos en su eterno Presente. No abriguéis desdén ni extrañeza hacia quienes todavía desconocen al Dios verdadero, sino más bien haced porque salgan de su ignorancia para entrar en la sabiduría”.
* Y sobre todo no escandalicéis con vuestras acciones hipócritas pronunciando palabras engañosas porque «ninguno que hable por el Espíritu de Dios anatematiza a Jesús». Y anatematizar a Jesús es llevar una vida en desacuerdo con su doctrina.- ■ Azarías: “Y sobre todo, procurad no escandalizar a aquellos que viven entre vosotros como idólatras, herejes o cismáticos. Portaos de forma que no puedan decir: «Ellos no creen en lo que dicen, pues de lo contrario, no serían así». Vuestras acciones deben ser obras misionales para los gentiles que, bajo diversas denominaciones, conviven en vuestra ciudad o en vuestras propias familias, tal vez. ¡Ay de aquel que predica y alza su voz en nombre de Dios y después lleva a cabo actos reprobables que el prójimo juzga! Con ello da a entender que es un falso hijo de Dios y un hipócrita. Dé cada uno a Dios lo que pueda para la edificación de su prójimo y se lo dé santamente a fin de que se manifiesten las obras misericordiosas de Dios. ■ Porque si uno hace mal uso de los dones de Dios o finge poseer lo que no tiene, esto es, aquello que le fue quitado en castigo de no haberlo usado como debía, es un hipócrita aborrecible a Dios, un embustero y un idólatra porque se da culto a sí mismo y lo exige de los demás, pronunciando palabras engañosas, y por tanto, tiene consigo al Demonio. «Ninguno que hable por el Espíritu de Dios anatematiza a Jesús». Y anatematizar a Jesús es llevar una vida en desacuerdo con su doctrina. «Y nadie puede decir ‘Señor Jesús’ si no es por el Espíritu Santo», pues, efectivamente, tan sólo reconoce a Cristo aquel que, teniendo en sí la Gracia, puede reconocer, es decir, conocer a Jesús por lo que realmente hay en el Señor Jesús Salvador: la Sabiduría y la Palabra que deben ser escuchadas y puestas en práctica con fe, caridad, esperanza, humildad y siempre con verdad, sin envidias que lleguen a negar los dones en su hermano por no ser propios; sin egoísmos avaros y guardando para sí lo que el divino Espíritu dio en forma y medida diversa extrayéndolo de una misma Fuente, esto es, de Sí mismo, del Mismo y Único Espíritu”.
*  Contentaos con vuestra suerte espiritual. Y gozaos de dar cada uno lo que podéis mucho o poco. Las acciones de un hombre bueno, por insignificantes que sean, las justifica Dios. Y amad, y, de este modo todo lo haréis bien: tanto en lo relativo a Dios como a la Iglesia y al prójimo.-Azarías: “Contentaos cada uno con vuestra suerte espiritual: el que tiene porque puede dar, y el que no tiene porque puede recibir. Porque, bien sea que deis como que recibáis, todo lo tenéis de Uno sólo: de Dios, que distribuye los dones de sabiduría perfecta sabiendo a quién hacen bien y a quién no, dando y queriendo dar únicamente para vuestro bien. Por eso, no pudiendo exigir lo que se da gratuitamente y no debiendo rehusar lo que Dios os regala, habéis de ver en todas las cosas a Dios y su deseo de ser amado por todos los hombres. ■ Y gozaos en dar cada uno lo que podéis: mucho o poco, no importa, basta que sea lo que está a vuestro alcance dar. Dios sabe, Dios ve, y Dios juzga. Cada una de las acciones de un hombre bueno, por insignificantes que sean, las justifica Dios y los actos todos del hombre los ven con justicia sus ojos. ■ Amad y, de este modo, todo lo haréis bien: tanto en lo relativo a Dios como a la Iglesia y al prójimo que está más próximo a vosotros si pertenece a la verdadera y única Iglesia; hacia aquél que, por estar fuera del Redil, se encuentra más alejado; y hacia el pecador para atraerlo a la Salvación. Hacer que el Amor venza al Odio en los individuos y en la Humanidad entera. Vosotros todos que, con uno u otro don, servís al Señor, estad ciertos de que Dios está en vosotros y abrigad la firme esperanza de que Dios no permite que sus siervos sean confundidos y así marchad siempre hasta la meta tributando por todo acciones de gracia al Señor. Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo”. (Escrito el 18 de Agosto de 1946).

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