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-Nacionalismos
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El tema de “Autoridad-Poder” comprende:

a)  Episodios y dictados extraídos de la Obra magna

 .       «El Evangelio como me ha sido revelado»

 .                  («El Hombre-Dios»)

b) Dictados extraídos de los «Cuadernos de 1943/1950»   

d) Dictado extraído de las  «Lecciones sobre la Epístola de San Pablo a los Romanos»

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a)  Episodios y dictados extraídos de la Obra magna
«El Evangelio como me ha sido revelado»
(«El Hombre-Dios»)
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(<Jesús ha llegado a Betsaida y se hospeda en la casa de Pedro. Ha subido a la terraza de la casa para descansar y orar>)

1-50-276 (1-12-303).- “La guerra es pena impuesta por Dios para castigo de los hombres y signo de que el hombre ha venido a menos en su condición de verdadero hijo de Dios”.
* “No se debe no querer lo que a nosotros nos lesiona porque nos lesione. Se debe no querer una cosa cuando lesiona a todos”.- ■ Pasan las horas tranquilas y serenas. Jesús se levanta, da vuelta por la terraza, mira al lago y luego mira y sonríe a unos niños que juegan en la calle los cuales también le sonríen. Mira por el camino hacia la placita que está a cien metros de la casa. Después baja. Se dirige a la cocina y dice: “Mujer, voy a caminar por la orilla”. Sale y, efectivamente, va a la orilla, con  los niños. Les pregunta: “¿Qué hacéis?”. Niños: “Queríamos jugar a la guerra, pero él no quiere y ahora jugamos a la pesca”. Quien no quiere es un niño —ya un hombrecito— de constitución menuda, pero de un rostro en que brilla la luz. Tal vez comprende que, siendo menudo como es, no podría hacer la guerra, y por eso exhorta a la paz. ■ Pero Jesús aprovecha la ocasión para hablar a esos niños: “Él tiene razón. La guerra es pena impuesta por Dios para castigo de los hombres, y signo de que el hombre ha venido a menos en su condición de verdadero hijo de Dios. Cuando el Altísimo creó el mundo, hizo todas las cosas: el sol, el mar, las estrellas, los ríos, las plantas y los animales pero no hizo las armas. Creó al hombre y le dio ojos para que mirarse con amor, boca para que dijese palabras de amor, oídos para oírlas, manos para socorrer y acariciar, pies para correr veloz hacia el hermano necesitado, y corazón capaz de amar. Dio al hombre inteligencia, palabra, afectos, gustos. Pero no le dio el odio. ¿Por qué? Porque el hombre, criatura de Dios, debía de ser amor, como Dios es amor. Si el hombre hubiese permanecido criatura de Dios, hubiera permanecido en el amor, y la familia humana no habría conocido guerra ni muerte”. ■ Niños: “Pero él nunca quiere jugar a la guerra porque pierde siempre” (efectivamente yo ya lo había adivinado). Jesús sonríe y dice: “No se debe no querer lo que a nosotros nos lesiona porque nos lesione. Se debe no querer una cosa cuando lesiona a todos. Si uno dice: «Yo no quiero esto porque me produce una pérdida», es egoísta. Por el contrario, el hijo bueno de Dios dice: «Hermanos, sé que yo os vencería, pero os digo: no hagamos esto porque significaría un daño para vosotros». ¡Cómo ha entendido éste el mandamiento principal! ¿Quién me lo sabe decir?”.  La diez boquitas se abren y dicen: “Amarás a tu Dios con todo tu ser, y a tu prójimo como a ti mismo”. Jesús: “¡Sois unos niños inteligentes!”.
* “Joel habla así: « …el débil diga: ¡Soy fuerte!’». Pero ¿fuerte en qué? En la Ley del Dios verdadero, para estar entre los que Él en el Valle de la Sentencia juzgará como santos suyos”.- ■ Jesús les pegunta: “¿Vais todos  a la escuela?”. “¡Sí!”. “¿Quién es el más listo?”. “Él” (es el niño menudo que no quiere jugar a la guerra). Jesús: “¿Cómo te llamas?”. “Joel”. Jesús: “¡Gran  nombre! Joel habla así: « …el débil diga: ¡Soy fuerte!’» (1). Pero ¿fuerte en qué? En la Ley del Dios verdadero, para estar entre los que Él en el Valle de la Sentencia juzgará como santos suyos. Mas el juicio está próximo. No en el Valle de la Sentencia sino en el Monte de la Redención. Allí, entre el sol y la luna oscurecidos de horror, y estrellas que vierten lágrimas de piedad, serán separados los hijos de la Luz y los hijos de las Tinieblas. Y todo Israel sabrá que su Dios ha llegado. ¡Felices los que le hayan reconocido! Descenderán a ellos miel, leche y agua en el corazón y las espinas se convertirán en eternas rosas. ¿Quién de vosotros quisiera ser juzgado por Dios como un santo suyo?”. Niños: “¡Yo!, ¡Yo!, ¡Yo!”. Jesús: “¿Entonces amaréis al Mesías?”. Niños: “¡Sí, sí! ¡Te amamos! Sabemos quién eres. Lo dijeron Simón y Juan y nuestras mamás también han dicho. ¡Llévanos contigo!”. ■ Jesús: “Os llevaré si en verdad sois buenos. Nunca más, palabras groseras; nunca más, fuerza desmedida; nunca más, riñas; nunca más, malas respuestas a los padres. Oración, estudio, trabajo, obediencia. Y Yo os amaré y os acompañaré en vuestro camino”. Los niños están alrededor de Jesús. Parecen una flor de polícroma corola en torno a un largo pistilo azul marino. (Escrito el 15 de Octubre de 1944).
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1  Nota  : Cfr. Joel 3,10 y 14.- Para entender mejor las palabras que Jesús dice al niño delgaducho, se deben tener presenten las del profeta Joel, y leer atentamente el capítulo 3.
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(<Encuentro con el soldado Alejandro en la Puerta de los Peces>)
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2-86-44 (2-51-525).-“Nada sucede sin que Dios lo permita. Incluso las dominaciones, desgracia sin igual para un pueblo”.
* “Debes cumplir con tu deber, pero hazlo siempre con humanidad”.- ■ Nuevamente una aurora y nuevamente las filas de borriquillos que se amontonan en la puerta (de la muralla que rodea a Jerusalén) semicerrada. Jesús está con simón Zelote y Juan. Algunos vendedores le reconocen y se apiñan alrededor. Un soldado que está de guardia, cuando abren la puerta y le ve,  acude también. Le saluda: “Salve, galileo. Di a esta gente nerviosa que sean menos rebeldes. Se quejan de nosotros, pero no hacen más que maldecirnos y desobedecer. Y dicen que esto es culto para ellos. ¿Qué religión tienen si está fundada sobre la desobediencia?”. Jesús: “Sé compasivo con ellos, soldado. Son como quien tiene en casa a un huésped indeseado pero más fuerte; solo pueden vengarse con la lengua y con el desprecio”. Soldado: “Bien, pero nosotros debemos cumplir con nuestro deber, y entonces debemos castigarlos, con lo cual nos hacemos cada vez más esos huéspedes indeseados”. Jesús: “Tienes razón. Debes cumplir con tu deber, pero hazlo siempre con humanidad. Piensa: «Si yo estuviese en su lugar, ¿qué haría?». Verás cómo entonces sientes piedad por las personas sometidas”. Soldado: “Me gusta oírte hablar. No se ve en Ti ni desprecio ni altanería. Los otros palestinos nos escupen por detrás, nos insultan, muestran el asco que sienten por nosotros… menos en el caso de que se trate de desplumarnos, por una  mujer o por compras. En ese caso el oro de Roma ya no causa asco”. Jesús: “El hombre es el hombre, soldado”. Soldado: “Sí, y es más falso que el mono”.
* “De las dominaciones casi siempre se puede decir —si el pueblo se examina con rectitud— que el propio pueblo las ha querido con sus modos de vivir contrarios a Dios. Acordaos de los Profetas. ¡Cuántas veces hablaron sobre esto… y mostraron que el dominador es el castigo, la vara del castigo… y enseñaron la manera evitarlo! «Si volvían al Señor». Entonces Dios interviene”.- ■ Y el soldado añade: “Pero no es agradable estar entre gente que se comporta como víboras al acecho… También nosotros tenemos casa, madre, esposa e hijos, y la vida también tiene importancia para nosotros”. Jesús: “Eso. Si cada uno recordase esto, no habría más odios. Tú lo has dicho: «¿Qué religión tienen?». Te respondo: una religión santa que, como primer mandamiento,  tiene el amor hacia Dios y hacia el prójimo, una religión que enseña obediencia a las leyes, aun cuando sean de países enemigos”. ■ Porque, escuchad, hermanos míos en Israel, nada sucede sin que Dios lo permita. Incluso las dominaciones, desgracia sin igual para un pueblo, de las cuales casi siempre se puede decir —si el pueblo se examina con rectitud— que el propio pueblo las ha querido con sus modos de vivir contrarios a Dios. Acordaos de los Profetas (1). ¡Cuántas veces hablaron sobre esto! ¡Cuántas veces mostraron con los hechos pasados, presentes y futuros, que el dominador es el castigo, la vara del castigo en las espaldas del hijo ingrato! Y ¡cuántas veces enseñaron la manera de evitarlo!: «Si volvían al Señor». No es la rebelión ni la guerra lo que sana heridas y lágrimas y rompe cadenas, sino el vivir como justos. Entonces Dios interviene. Y ¿qué cosa pueden las armas y los ejércitos armados contra los fulgores de las cohortes angelicales que luchan a favor de los buenos? ¿Padecemos opresión? Merezcamos que esto termine, con una vida propia de hijos de Dios. No remachéis vuestras cadenas con nuevos pecados. No permitáis que los gentiles crean que no tenéis religión, o que sois más paganos que ellos por vuestro modo de vivir. ■ Sed el pueblo que recibió de Dios mismo la Ley. Observadla. Haced que hasta los dominadores se inclinen ante vuestras cadenas diciendo: «Son personas sometidas, pero más grandes que nosotros; su grandeza no está en el número, en el dinero, en las armas, en el poder, sino que viene de su procedencia de Dios. Aquí brilla la divina paternidad de un Dios perfecto, santo, poderoso. Aquí se ve el signo de una verdadera divinidad, que se trasluce a través de sus hijos». Haced que mediten en esto y que vengan al conocimiento del Dios verdadero, dejando el error. Todos, incluso el más pobre, incluso el más ignorante del pueblo de Dios, pueden ser maestros para un gentil, maestros con su manera de vivir, y predicar a Dios a los paganos con las obras de una vida santa.  Idos. La paz sea con vosotros”. (Escrito el 24 de Enero de 1945).
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1  Nota  : Pecado divino, invitación divina a convertirse, amenazas divinas, castigo divino por medio de los hombres y elementos, conversión, pecado, perdón y bendiciones divinas; es uno de los temas que más trataron los Profetas. Por ej. Is. 1,2-9; 5,25; 9,7-10,4; Jer. 2-6; 13,20-27; Lam.; Ez. 4-24; 33,10-33; Os.; Jl. 1,1-2,27; Am. 2,4-9,15; Jon. 3; Miq.; Na.; Zac. 1,1-6 y especialmente Hab.1,12-2,4.
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2-97-100 (2-62-586).- “Si en todos los litigios el más prudente supiera ceder, aunque fuera dividiendo por la mitad lo que le perteneciera por derecho, el resultado sería mejor y más santo”.
* ¿Qué cosa dije a la mamá de Tobías?: «He hecho la paz con el objeto mismo de la guerra». Así, trataré de hacer la paz volviendo a ver y saludando respetuosamente, supuesto que según ellos he ofendido, a las personas importantes de Cafarnaúm. No lo lograré, probablemente, porque en ellos falta la voluntad de hacer la paz”.- Una vez más la plaza del mercado de Cafarnaúm, pero en una hora de mayor calor en que el mercado ha terminado ya y solo hay algunas personas ociosas hablando y unos niños entregados al juego. Jesús, en medio de su grupo, llega del lago a la plaza, acariciando a los niños que corren a su encuentro e interesándose por sus confidencias. Una niña muestra un golpe que le sangra en la frente y acusa de ello a su hermanito. Jesús: “¿Por qué has hecho así a tu hermanita? ¡No está bien!”. Niño: “No lo he hecho adrede. Quería coger esos higos. He tomado un palo pero era demasiado pesado y se me ha caído encima de mi hermana. Los cogía también para ella”. Jesús: “¿Es verdad, Juana?”. Juana: “Es verdad”. Jesús: “Como puedes ver, tu hermano no te quiso hacer daño. Es más quería tenerte contenta. Por tanto, ahora inmediatamente haced las paces y daos un beso. Los buenos hermanos y los buenos niños no deben conocer nunca lo que es rencor. ¡Venga…!”. Los dos niños se besan con lágrimas. Los dos lloran juntos: ella porque le duele el golpe y él porque le pesa de haber causado ese dolor.  Jesús sonríe al ver ese beso de lagrimones: “¡Eso es! Ahora que veo que sois buenos os alcanzo los higos… y sin el palo. ¡Os apuesto!”. Como es alto, extiende el brazo y sin esfuerzo alguno los corta y se los da. Acude una mujer: “Coge, coge, Maestro. Ahora te traigo pan”. Jesús: “No eran para Mí. Era para Juana y Tobías. Les apetecía…”. Mujer: “¿Y habéis molestado para esto al Maestro?… ¡Oh qué necios! Señor, perdona”. ■ Jesús: “Mujer, se trataba de hacer las paces… y las hice con el objeto mismo de la guerra: los higos. Pero los niños jamás son necios. A ellos les gustan los higos dulces y a Mí… me gustan los corazones dulces e inocentes. Me quitan mucha amargura…”. Mujer: “Maestro… son los señores esos, los que no te aman. Pero nosotros, el pueblo, te queremos mucho. Ellos son pocos, nosotros muchos…”. Jesús: “Lo sé, mujer. Gracias por tu consuelo. La paz sea contigo. ¡Adiós Juana! ¡Adiós Tobías! Sed buenos; sin haceros el mal y sin deseárselo. ¿No es verdad?”. Los dos pequeños responden: “Sí, sí, Jesús”. ■ Jesús se pone en camino y dice sonriendo a los apóstoles: “Ahora que con la ayuda de los higos donde había nubes se ha restablecido la calma, vámonos a… ¿A dónde decís que vamos?”. Los apóstoles no lo saben; unos dicen un lugar, otros otro. Pero Jesús niega meneando la cabeza y ríe. Pedro dice: “Yo renuncio. A menos que Tú no lo digas… Hoy tengo ideas pesimistas. Tú no le has visto, pero al desembarcar estaba allí Elí, el fariseo… con una cara más verde que de costumbre. ¡Y nos miraba de un modo…!”. Jesús: “¡Déjale que mire!”. Pedro: “¡Ya! ¡Claro! ¡Pero te aseguro, Maestro, que para hacer las paces con ése no bastan dos higos!”. Jesús:  “¿Qué cosa dije a la mamá de Tobías?:  «He hecho la paz con el objeto mismo de la guerra». Así, trataré de hacer la paz volviendo a ver y saludando respetuosamente, supuesto que según ellos he ofendido, a las personas importantes de Cafarnaúm; así, además, algún otro se sentirá contento”. Pedro: “¿Quién?”. No responde Jesús a la pregunta y continúa diciendo: “No lo lograré, probablemente, porque en ellos falta la voluntad de hacer la paz; pero escuchad: si en todos los litigios el más prudente supiese ceder y, en lugar de empeñarse en llevar razón, tratase de conciliar, aunque fuera dividiendo por la mitad lo que —voy a ponerme en este caso—, le perteneciera por derecho, el resultado sería siempre mejor y más santo. No siempre uno hace daño con intención de hacerlo; hay veces en que lo hace sin querer. Pensad siempre en esto, y perdonad. Elí y los demás creen servir a Dios con justicia obrando como obran. Con paciencia y constancia, mucha humildad y delicadeza, trataré de persuadirlos de que ha llegado un nuevo tiempo y de que Dios, ahora, quiere que se le sirva conforme a lo que Yo enseño. La astucia del apóstol está en su delicadeza; su arma, la constancia; su éxito está en el ejemplo y la oración a favor de los que van camino de convertirse”. (Escrito el 4 de Febrero de 1945).
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(<Una vez de haber rescatado al pastor Jonás, ya moribundo, de las manos del cruel y avaro fariseo Doras —un hombre sin escrúpulos que trataba a sus trabajadores a base de látigo para aumentar la productividad de sus campos— Jesús y apóstoles, que cargan con Jonás, han emprendido el camino hacia Nazaret. Se van a encontrar con un carro militar romano>)
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2-109-180 (2-76- 672).- Doctrina que Jesús predica para un hombre de armas.
* “La doctrina es única para todos. Justicia, honradez, continencia, piedad. Ejercer el propio oficio sin abusos. Aun en los duros momentos de las armas, no olvidar el ser humanos”.- ■ Jesús se preocupa solo de Jonás. Busca los caminos más planos y mejores hasta que llega a un cruce de campos en la propiedad de Yocana. Los cuatro campesinos corren a saludar a su amigo que parte y al Salvador que bendice. Pero desde Esdrelón hasta Nazaret el camino es largo y además no se puede ir deprisa con esa piadosa carga. Por el camino principal no se ve ningún carro o carreta. Nada. Continúan en silencio, Jonás parece que duerme, pero no abandona la mano de Jesús. ■ Ya al atardecer, se ve un carro militar romano que los alcanza. Jesús, levantando el brazo, dice: “En nombre de Dios, deteneos”. Los dos soldados se detienen. Del capote extendido sobre el carro, el comandante, un hombre todo pomposo, saca la cabeza y pregunta a Jesús: “¿Qué quieres?”. Jesús: “Tengo a un amigo que se está muriendo. Os pido para él un lugar en el carro”. Comandante: “No se podría… pero sube. Tampoco somos perros”.  Suben la camilla. Comandante: “¿Tu amigo?… ¿Quién eres?”. Jesús: “Jesús de Nazaret”. Comandante: “¿Tú? ¡Oh!…” el oficial le mira con curiosidad. “Entonces, si Tú eres… subid cuantos podáis. Basta con que no os asoméis… así son las órdenes… pero sobre las órdenes está el ser humano, ¿o no?… y Tú eres bueno. Lo sé. Nosotros, los soldados, sabemos todo. ¿Cómo lo sé?… Hasta las piedras hablan, bien y mal; y nosotros tenemos oídos para oírlas, para servir al César. Tú no eres un falso Mesías como los anteriores, sediciosos, rebeldes. Tú eres bueno. Roma lo sabe. Este hombre… está muy enfermo”. Jesús: “Por eso le llevo a  la casa de mi Madre”. Comandante: “¡Uhmm! ¡Poco tendrá que cuidarle! Dale un poco de vino de esa cantimplora… Tú, Aquila, arrea los caballos y… tu Quinto dame las raciones de miel y de mantequilla. Es mía pero le hará bien. Tiene mucha tos y la miel le hace bien”. Jesús: “Eres bueno”. Comandante: “No. Soy menos malo que muchos. Estoy contento de tenerte conmigo. Acuérdate de Publio Quintiliano de la Itálica (1). Estoy en Cesarea. Pero ahora voy a Tolemaida. Inspección  de orden”. Jesús: “No estás en enemistad conmigo”. Publio: “¿Yo? Enemigo de los malos, jamás de los buenos. Querría también yo ser bueno. ■ Dime: ¿qué doctrina predicas, para nosotros los hombres de armas?”. Jesús: “La doctrina es única para todos. Justicia, honradez, continencia, piedad. Ejercer el propio oficio sin abusos. Aun en los duros momentos de las armas, no olvidar el ser humanos. Buscar conocer la Verdad, o sea a Dios Uno y Eterno, sin cuyo conocimiento cualquier acción está privada de gracia y por lo tanto del premio eterno”. Publio: “Y cuando esté muerto, ¿qué me interesa el bien hecho?”. Jesús:  “Quien se acerca al Dios verdadero encuentra ese Bien en la otra vida”. Publio: “¿Vuelvo a nacer? ¿me convierto en tribuno o aun en emperador?”. Jesús: “No. Te haces igual a Dios al unirte con Él en su eterna beatitud en el Cielo”. Publio: “¿Cómo? ¿En el Olimpo?… ¿Entre los dioses?”. Jesús: “No existen los dioses. Existe el Dios verdadero. El que Yo predico. El que te oye y pone señal en tu bondad y en tu deseo de conocer el Bien”. Publio: “¡Esto me basta! No sabía que Dios se pudiese ocupar de un pobre soldado pagano”. Jesús: “Él te creó, Publio. Por eso te ama y querría que estuvieses con Él”. Publio: “¡Eh!… ¿Por qué no?… nadie nos habla de Dios jamás…”. Jesús: “Iré a Cesarea y me escucharás”. Publio: “¡Sí,  iré a oírte! Allá está Nazaret. Querría servirte algo más. Pero si me ven…”. Jesús: “Desciendo y te bendigo por tu buen corazón”. Publio: “Salve, Maestro”. Jesús: “El Señor se os muestre. ¡Adiós, soldados!”. (Escrito el 15 de Febrero de 1945).
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1   Nota   : Publio Quintiliano.- Cfr. Personajes de la Obra magna: Romanos/as.
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2-154-414 (3-14-49).- Jesús en Cesarea Marítima, con el soldado Publio Quintiliano, habla del hombre insensato dirigiéndose después a los galeotes, a los poderosos, a Claudia Prócula (1).
* Insensato el hombre que, al verse poderoso, feliz, dice: «¿De qué tengo necesidad? ¿de quién? De nadie tengo necesidad. No me falta nada, me basto a mí mismo». Así hablan el hombre y la mujer que no tienen ni sabiduría ni fe”.- ■ Jesús está en el centro de una amplia plaza, bastante bonita, que se prolonga en una calle muy larga, casi es una continuación de la plaza, hasta la orilla del mar. Una galera acaba de partir y sale a mar abierto empujada por el viento y los remos, mientras que otra está haciendo las maniobras para atracar, como se deduce del hecho de que están plegando velas y de que los remos se mueven por una sola banda para hacer virar la nave a una posición conveniente. No se ve el puerto desde la plaza, pero debe estar cerca. En los lados de la plaza hay alineados edificios grandes, con las características paredes exteriores casi exentas de vanos; no hay ningún establecimiento de comercio. Pedro pregunta en tono de reproche: “¿A dónde vamos ahora? Quisiste venir aquí en vez de ir a la parte oriental. Este lugar es de paganos, ¿quién quieres que te escuche?”. Jesús: “Vamos allí, a aquel ángulo que se abre hacia el mar. Allí hablaré”. Pedro: “¿A las olas?”. Jesús: “También las olas han sido creadas por Dios”. Se van. Han llegado justo a ese ángulo. Ven el puerto, donde lentamente entra la galera que habían visto hace poco y que es amarrada en su lugar. Uno que otro marino vagabundea por el muelle; alguno que otro vendedor de fruta se arriesga a ir hasta la nave romana y vender. No se atreve a otra cosa. ■ Jesús, arrimado de espaldas a una pared, da verdaderamente la impresión de que estuviera hablando a las olas. Los apóstoles, descontentos de la situación, están en torno a Él, algunos de pie, otros sentados en piedras colocadas acá o allá con la intención de que sirvan de bancos. Jesús dice: “Insensato el hombre que, al verse poderoso, sano y feliz, dice: «¿De qué tengo necesidad? ¿De quién?  De nadie tengo necesidad. No me falta nada, me basto a mí mismo; por eso las leyes y órdenes de Dios y de la moral no me importan nada. Mi ley está en hacer lo que está en mi mano, sin preocuparme si beneficia o daña a los demás»”. Uno de los vendedores se vuelve al oír esa voz sonora y se acerca hacia Jesús, que sigue diciendo: “Así hablan el hombre y  la mujer que no tienen ni sabiduría ni fe. Pero si con esto muestran su mayor o menor poder, así mismo manifiestan que tienen parentesco con el Mal”. ■ Algunos hombres bajan de la nave y de otras barcas y se dirigen a Jesús, que dice: “El hombre demuestra, no con las palabras sino con los hechos, que tiene parentesco con Dios y con la virtud cuando reflexiona que la vida es más mudable que las olas del mar, ahora calmas y mañana furiosas. Del mismo modo, el bienestar y el poder de hoy pueden ser mañana miseria e impotencia. ¿Y qué hará entonces el hombre que no vive unido a Dios? ¡Cuántos de los que ahora están en esa galera un día vivían felices y gozaban de poder, y ahora son esclavos y tenidos como criminales! Criminales, por tanto, dos veces esclavos: una, por la ley humana, de la que en vano se burla uno porque existe y castiga a sus transgresores;  y otra,  por Satanás, quien se apodera para siempre del culpable que no llega a aborrecer su culpa”. Un soldado se dirige hacia Jesús: “¡Salve, Maestro! ¿Cómo es que te encuentras aquí? ¿Me conoces?”. Jesús: “Que Dios sea contigo, Publio Quintiliano. ¿Ves cómo he venido?”. Publio Q.: “Y exactamente al barrio romano. No esperaba volver a verte otra vez. Tengo deseos de oírte”. Jesús: “Yo también. ¿En esa galera hay muchos destinados al remo?”. Publio Q.: “Muchos. Casi la mayor parte, prisioneros de guerra. ¿Te interesan?”. Jesús: “Me gustaría acercarme a esa nave”. Publio Q.: “Ven. Haceos a un lado, vosotros” grita a los pocos que se habían juntado, y que al punto se alejan echando improperios. Jesús: “Déjalos. Estoy acostumbrado a estar en medio de la gente”. Publio Q.: “Te permito hasta aquí. No más allá. Es una nave de soldados”. Jesús:  “Me basta. Dios te lo pague”.
* Dice a los galeotes: “Quiero decir a estos infelices a quienes Dios ama, que se resignen en su dolor, que hagan de su dolor llama que rompa las cadenas de la galera y de la vida, consumiendo, con deseos de ver a Dios, este pobre día que es la vida”.- ■ Jesús reanuda su discurso. El romano, espléndido con la vestidura que lleva, se queda a su lado como montando guardia. “Esclavos por un doloroso suceso, esclavos una sola vez, esclavos mientras dura la vida. Cada una de las lágrimas que cae sobre sus cadenas, cada uno de los golpes descargados sobre sus carnes como huella escrita de un dolor, afloja los grilletes, adorna lo que no muere, abre finalmente para ellos la paz de Dios, quien es amigo de sus pobres hijos infelices, a los que dará tanta alegría cuanto fue su dolor”. ■ De las bordas de la galera se ven hombres de la tripulación, que se han asomado y se han puesto a escuchar. A los galeotes, naturalmente, no se les ve, pero hasta ellos llega por todos los lados la voz potente de Jesús, voz que se difunde por el aire tranquilo de esta hora de baja marea. Publio Quintiliano se ha marchado requerido por un soldado. “Quiero decir a estos infelices a quienes Dios ama, que se resignen en su dolor, que hagan de su dolor llama que rompa las cadenas de la galera y de la vida, consumiendo, con deseos de ver a Dios, este pobre día que es la vida, día oscuro, borrascoso, lleno de miedo y de fatigas, para entrar en el día de Dios, día luminoso, sereno, ya sin miedos ni decaimientos. Basta con que sepáis, vosotros, oh mártires de una penosa suerte, ser buenos en medio de vuestros sufrimientos, basta con que aspiréis a Dios, para que entréis en la gran paz, en la infinita libertad del Paraíso”.
* A los poderosos dice: “La justicia humana adolece gravemente de exactitud cuando juzga”.- Y de nuevo a los galeotes: A cambio de la libertad y de la patria terrenas que no os puedo dar, os daré una libertad y una patria más altas”.- ■ En esto, vuelve Publio Quintiliano con otros soldados; tras él unos esclavos traen una litera, para la que los soldados consiguen un lugar. Jesús prosigue: “¿Quién es Dios? Hablo a los gentiles que no saben quién es Dios. Hablo a los hijos de los pueblos sometidos que no saben quién es Dios. En vuestros bosques, galos, iberos, tracios, germanos, celtas, tenéis solo una apariencia de Dios. El alma, espontáneamente, tiende a la adoración, porque se acuerda del Cielo. Pero no sabéis encontrar al Dios verdadero que puso un alma en vuestros cuerpos, un alma igual que la nuestra, israelitas, igual que la de los poderosos romanos que os han subyugado, un alma que tiene los mismos deberes y derechos respecto al Bien, y a la que el Bien, es decir, el Dios verdadero, será fiel; sedlo también vosotros para con Él. El dios, o los dioses, a los que hasta ahora habéis adorado, cuando aprendisteis su nombre o sus nombres sobre las rodillas maternas; el dios en el que tal vez ahora no pensáis porque no sentís que os venga de él algún consuelo en vuestro sufrimiento, o al que quizás incluso odiáis o maldecís en vuestras jornadas desesperadas, ése, no es el Dios verdadero. El Dios verdadero es Amor y Piedad. ¿Acaso eran esto vuestros dioses? No. También ellos son dureza, crueldad, mentira, hipocresía, vicio, latrocinio. Y ahora os han abandonado sin ese mínimo de consuelo que es la esperanza de ser amados y la certeza de descansar después de tanto sufrir. Esto sucede porque vuestros dioses no existen. Sin embargo, Dios, el verdadero Dios que es Amor y Piedad, y cuya existencia Yo os aseguro, es Aquel que ha hecho cielos, mares, montes, bosques, plantas, flores, animales… y al hombre; es Aquél que inculca al hombre vencedor la piedad y amor que Él mismo es para con los pobres de la tierra. ■ Y vosotros que tenéis poder, que sois dueños, pensad que todos sois de una sola planta. No seáis crueles con los que un infortunio os ha puesto en las manos. Sed humanos también para los que un crimen ha amarrado al banco de la galera. El hombre peca muchas veces. No hay ninguno que esté sin culpas más o menos ocultas. Si pensarais en esto, ¡cuán buenos seríais para con los hermanos que, menos afortunados que vosotros, han recibido castigo por culpas que también vosotros habéis cometido y que no os han sido castigadas! La justicia humana adolece gravemente de exactitud cuando juzga. ¡Ay, si lo mismo fuera la justicia divina! Hay reos que no parecen tales, y hay inocentes a los que se les juzga reos; no indaguemos por qué: ¡sería acusación demasiado grave para el hombre injusto y lleno de odio hacia su semejante! Hay reos que efectivamente lo son, pero que cometieron el delito llevados por fuerzas poderosas que, en parte, aligeran la culpa. Por esta razón, vosotros que habéis sido colocados al frente de la galera, sed humanos. Por encima de la justicia humana hay una Justicia divina que está mucho más arriba: la del Dios verdadero, la del Creador del rey y del esclavo, de la roca y del granito de arena. Él os está mirando, tanto a vosotros que estáis en los remos como a quienes tenéis el encargo de regirlos (¡ay de vosotros si llegáis a ser crueles sin razón alguna!). Yo, Jesucristo, el Mesías del Dios verdadero, os lo aseguro que Él, el día de vuestra muerte, os amarrará al banco de una galera eterna y pondrá en manos de los demonios el látigo manchado de sangre y seréis torturados y azotados como vosotros torturasteis; ■ porque, si es verdad que la ley humana dice que el reo sea castigado, es necesario no exceder la medida. Sabed recordar esto. El poderoso de hoy puede ser el miserable de mañana; solo Dios es eterno. Quisiera cambiaros el corazón y, sobre todo, quisiera romper vuestras cadenas, devolveros la libertad y patria perdidas; pero, hermanos galeotes que no veis mi rostro, hermanos galeotes cuyo corazón con todas sus heridas conozco, en cambio de la libertad y de la patria terrenas que no os puedo dar, ¡oh pobres hombres esclavos de los poderosos!, os daré una libertad y una patria más altas. Por vosotros me he hecho prisionero, dejé mi patria, por vosotros me entregaré Yo mismo como rescate; para vosotros, sí, también para vosotros, que no sois oprobio de la Tierra como os llaman, sino signo de vergüenza para el hombre que olvida la medida del rigor de la guerra y de la justicia, haré una nueva Ley sobre la Tierra y una tranquila mansión en el Cielo. Acordaos de mi Nombre, hijos de Dios que lloráis. Es el nombre del Amigo. Decidlo en vuestras penas. Estad seguros que si me amáis me tendréis, aunque no nos veamos jamás sobre la Tierra. Soy Jesucristo, el Salvador, el Amigo vuestro. En el nombre del Dios verdadero os consuelo. Que pronto descienda sobre vosotros la paz”.
* Llegará un día en que no habrá esclavos; pero ya antes mis discípulos habrán trabajado entre los galeotes y esclavos para llamarlos con el nombre de hermanos”.- ■ La gente, en su mayoría romanos, se ha agolpado alrededor de Jesús, cuyos nuevos conceptos los ha dejado asombrados. Publio Q. dice: “¡Por Júpiter, me has hecho pensar en cosas nuevas en las que jamás había pensado, pero que me parecen verdaderas!”, y mira a Jesús, pensativo y cautivado al mismo tiempo. Jesús: “Así es, amigo. Si el hombre emplease su inteligencia no llegaría a cometer delitos”. Publio Q.: “¡Por Júpiter, por Júpiter! ¡Qué palabras! ¡Las debo recordar! Dijiste: «si el hombre emplease su inteligencia…»”. Jesús: “…no llegaría a cometer delitos”. Publio Q.: “¡Es verdad! ¡Por Júpiter! ¿Pero sabes que eres grande?”. Jesús: “Todo hombre que quisiera podría serlo como Yo, si fuese una sola cosa con Dios”. El romano continúa con su serie de “por Júpiter”, cada vez más lleno de admiración. ■ Jesús por su parte le dice: “¿Podría dar un poco de alivio a esos galeotes? Tengo dinero… Fruta, algo que los alivie; para que sepan que los amo”. Publio Q.: “Dámelo. Puedo hacerlo. Y por otra parte, allí hay una mujer muy poderosa. Voy a preguntárselo”. Publio va a la litera y habla entre las cortinas un poco semiabiertas. Regresa: “Tengo plenos poderes para ello. Me ocuparé yo mismo de la distribución, de forma que los esbirros no se aprovechen abusivamente. Y será la única vez en que un soldado imperial ejercite la piedad con los esclavos de guerra”. Jesús: “La primera, pero no la única. Llegará un día en que no habrá esclavos; pero ya antes mis discípulos habrán trabajado entre los galeotes y esclavos para llamarlos con el nombre de hermanos”. Otra sarta de “por Júpiter” vuela por el tranquilo aire, mientras Publio cuida de que haya suficiente fruta y vino para los galeotes.
* “En ti existe la sangre de los Claudios… y tendrá un fin. Dentro del hombre, por razón del alma, fluye la sangre de Dios, del Creador del hombre: de Dios Eterno, Poderoso, Santo. Así, pues, el hombre es eterno, poderoso, santo por el alma que en él existe y vive mientras está unida a Dios”.- ■ Luego, Publio Quintiliano, antes de subir a la galera, dice al oído a  Jesús: “Ahí dentro está Claudia Prócula. Le gustaría oírte en otra ocasión; ahora quiere preguntarte algo. Ve a verla”. Jesús se acerca a la litera.  Claudia: “Salve, Maestro”. La cortina apenas se abre un poco, dejando ver a una hermosa mujer que frisa más o menos treinta años. Jesús:  “Que llegue a ti el deseo de la sabiduría”. Claudia: “Dijiste que el alma tiene recuerdo del Cielo. ¿Es eterna, entonces, esa cosa que decís que hay en nosotros?”. Jesús: “Es eterna: Por eso tiene recuerdo de Dios, del Dios que la creó”. Claudia: “¿Qué es el alma?”. Jesús: “El alma constituye la verdadera nobleza del hombre. Tú eres gloriosa porque perteneces a la Familia de los Claudios; pues el hombre lo es mucho más, porque es de Dios. En ti existe la sangre de los Claudios, la familia más poderosa, pero que tuvo un principio y tendrá un fin. Dentro del hombre, por razón del alma, fluye la sangre de Dios, porque el alma es la sangre espiritual —siendo Dios Espíritu purísimo— del Creador del hombre: de Dios Eterno, Poderoso, Santo. Así, pues, el hombre es eterno, poderoso, santo por el alma que existe en él y vive mientras está unida a Dios”.  Claudia: “Yo soy pagana, no tengo, por tanto, alma…”. Jesús: “La tienes, pero sumida en letargo; despiértala a la Verdad y a la Vida…”. Claudia: “Adiós, Maestro”. Jesús: “Que la Justicia te conquiste. Adiós”. ■ Jesús dice después a sus discípulos: “Como veis aquí también he tenido quienes me escuchasen”. Apóstoles: “Sí, pero fuera de los romanos, ¿quién te pudo haber entendido? ¡Son bárbaros!”. Jesús: “¿Quiénes? Todos me entendieron. La paz está en ellos y se acordarán de Mí mucho más que otros tantos de Israel. Vamos a la casa, en que nos hospedamos, para comer”. Juan dice: “Maestro, esa mujer es la misma que me habló aquel día en que curaste a aquel enfermo. La he visto y la reconocí”. Jesús: “Ved, pues, que había alguien que nos estaba esperando. Pero no parecéis contentos. Mucho habré conseguido aquel día en que os haya convencido, que no sólo para los hebreos, sino para todos los pueblos he venido y que a todos os preparo. Pero os digo: acordaos de todo lo de vuestro Maestro. No hay hecho alguno, por insignificante que parezca, que algún día no llegue a convertirse para vosotros en regla de apostolado”. Nadie responde y por el rostro de Jesús se dibuja una sonrisa triste de compasión. (Escrito el 4 de Mayo de 1945).
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1  Nota  : Claudia  Prócula.-  Cfr. Personajes de la Obra magna:  Romanos/as.
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3-170-75  (3-30-160).- Discurso de la Montaña:  Bienaventuranzas (1).
*  Introducción.- ■ Jesús sube un poco más alto que el prado, que es el fondo del valle, y empieza a hablar: “Muchos, durante este año de predicación, me han planteado esta cuestión: «Pero Tú que te dices ser el Hijo de Dios, explícanos lo que es el Cielo, lo que es el Reino y lo que es Dios, porque no tenemos ideas claras. Sabemos que hay Cielo con Dios y con los ángeles. Pero nadie ha venido a decirnos cómo es, pues está cerrado aun a los justos». Me han preguntado también qué es el Reino y qué es Dios. Yo me he esforzado en explicároslo, no porque me resultara difícil explicarme, sino porque es difícil, por un conjunto de factores, haceros aceptar una verdad que, por lo que se refiere al Reino, choca contra todo un edificio de ideas acumuladas durante siglos, una verdad que, por lo que se refiere a Dios, se topa con la sublimidad de su Naturaleza. ■ Otros me dijeron: «De acuerdo, esto es el Reino y esto es Dios. Pero ¿cómo se conquistan?». También en este punto he tratado de explicaros sin cansarme, cuál es la verdadera alma de la Ley del Sinaí; quien hace suya esa alma hace suyo el Cielo. Pero, para explicaros la Ley del Sinaí, es necesario hacer llegar a vuestros oídos el potente trueno del Legislador y de su Profeta, los cuales, si bien es cierto que prometen bendiciones a los que la observen, amenazan, amenazadores, duras penas y maldiciones a los que no la obedecen. La aparición del Sinaí fue terrible (2); su carácter terrible se refleja en toda la Ley, halla eco en los siglos, se refleja en todas las almas… ■ Ahora me decís: «¿Cómo se conquista a Dios y su Reino por un camino más dulce que no sea el duro del Sinaí?». No hay otro. Es éste. Pero mirémoslo no a través del color de las amenazas, sino a través el amor. No digamos: «¡Ay de mí, si no hiciere esto!» quedando temblorosos ante la posibilidad de pecar, de no ser capaces de no pecar. Sino digamos: «¡Bienaventurado de mí si hago esto!» y con el empuje de la alegría sobrenatural, gozosos, lancémonos hacia estas bienaventuranzas que nacen al observar la Ley, como nacen las corolas de las rosas de entre un montón de espinas. Bienaventurado si…
* (2ª).- «Bienaventurado de mí, si soy manso». Los ejemplos de la vida cotidiana pudieran parecer en contradicción con esta afirmación. Los no mansos parecen triunfar en las familias, ciudades y naciones. Pero, ¿se trata de un verdadero triunfo? No. Lo que mantiene sometidos, aparentemente, a los hombres dominados por un tirano es el miedo; se trata en realidad solo de un velo que cubre el fermento de rebelión contra el dominador. Los iracundos, los que cometen atropellos, no poseen los corazones de sus familiares, conciudadanos o súbditos. Los maestros del «porque te lo digo yo» no convierten ni los intelectos ni los espíritus a sus doctrinas; lo único que crean son autodidactas, personas que buscan una llave que pueda abrir las puertas cerradas de una sabiduría o ciencia que sienten que existe y que es contraria a la que se les impone. ■ Los sacerdotes que no van a la conquista de los espíritus con la dulzura paciente, humilde, amorosa, sino que, por el ímpetu avasallador y la gran intransigencia con que marchan contra las almas, parecen guerreros armados lanzados a feroz asalto, no conducen a Dios. ¡Pobres almas! Si fueran santas, no tendrían necesidad de vosotros para alcanzar la Luz; la poseerían ya en sí. Si fueran justos, no tendrían necesidad de vosotros, jueces, para estar sujetos por el freno de la justicia, porque ya la poseerían en sí. Si estuvieran sanos, no tendrían necesidad de quien los curase. Sed, pues, mansos. No pongáis en fuga a las almas. Atraedlas con amor; porque la mansedumbre es amor, como lo es también la pobreza de espíritu. Si sois así, heredaréis la Tierra y llevaréis a Dios este lugar (precedentemente propiedad de Satanás), porque vuestra mansedumbre, que además de amor es humildad, habrá vencido al odio y la soberbia dando muerte en los corazones al abyecto rey de la soberbia y el odio; el mundo será vuestro (que es como decir de Dios, porque vosotros seréis justos que reconoceréis a Dios como Dueño absoluto de la creación, digno de alabanza y bendición, a cuyas manos desea volver todo lo que le pertenece).
* (7ª).- «Bienaventurado si tengo un espíritu de paz». La paz es una de las características de Dios. Dios solo está en la paz, porque la paz es amor, mientras la guerra es odio. Satanás es Odio. Dios es Paz. No puede llamarse hijo de Dios, ni puede Dios llamar hijo suyo a un hombre de espíritu irascible, siempre dispuesto a desencadenar tempestades. Pero tampoco puede llamarse hijo de Dios aquel que, aun no siendo él el origen de estas broncas, no contribuye con su gran paz a calmar las tempestades que otros han suscitado. ■ El hombre pacífico transmite la paz incluso sin palabras. Es dueño de sí y me atrevería a decir que es: «dueño de Dios», pues lleva a Dios como una lámpara lleva su fuente de luz, como un incensario emana su perfume, como un cofre contiene su líquido… Con este suave aceite que es el espíritu de paz emanado por los hijos de Dios, se hace luz en medio de la niebla llena de humo de rencores, se purifica el aire de los miasmas de los odios, se calman las enfurecidas olas de las disputas. Haced que Dios y los hombres os puedan llamar así.
* (8ª).- «Bienaventurado seré si se me persigue por amor a la justicia». El hombre en su mayor parte está tan lleno de mal,  que odia el bien dondequiera que éste se encuentre, y odia al bueno, como si el bueno le estuviera acusando o reprendiendo, aunque de hecho no diga nada. En efecto: la bondad de una persona hace ver todavía más negra la maldad del malvado; la fe del creyente verdadero hace aparecer aún más viva la hipocresía del falso creyente; aquel que con su modo de vida está dando continuamente testimonio de la justicia no puede no ser odiado por los injustos. Y por eso se ataca a los amantes de la justicia. ■ Pasa lo mismo que con las guerras. El hombre progresa en su arte satánico de perseguir más que en el santo arte de amar. Pero solo puede perseguir a lo que tiene vida breve; lo que de eterno existe en el hombre, escapa a sus asechanzas; es más, adquiere una vitalidad más vigorosa por la persecución. La vida se escapa o a través de las heridas que abren las venas o a causa de las fatigas que van consumiendo al perseguido; mas la sangre teje la púrpura del futuro rey, y las fatigas son los peldaños para subir a los tronos que el Padre ha preparado para sus mártires, a los que están reservados los reales asientos del Reino de los Cielos”. (Escrito el 24 de Mayo de 1945).
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1  Nota  : Cfr. Mt. 5,1-12; Lc. 6,20-23.   2  Nota  : Cfr. Éx. 19,24; Deut. 4,41-6,25.
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4-236-44 (4-99-596).- Sobre temas tratados (1) en la casa de Simón el Fariseo.
* Preguntas capciosas sobre la escuela de Jesús y sobre el abuso del César (Asur, bastón o vara de su cólera).-He estado pensando durante todo el día de hoy en el dictado de Jesús de ayer tarde en la casa de Simón el Fariseo, y en todo lo que veía y comprendía y no había dicho. Le digo, haciendo una digresión, que los temas de que hablaban los invitados —por lo que respecta a lo que yo comprendía, o sea, aquellos que iban más específicamente dirigidos a Jesús—, trataban sobre hechos de actualidad: los romanos; la Ley combatida por ellos; también la misión de Jesús como Maestro de una nueva escuela. Pero, bajo la aparente benevolencia, podía uno caer en la cuenta de que eran preguntas maliciosas y capciosas para embrollarle (cosa no fácil, porque Jesús, con pocas palabras, daba una respuesta justa y concluyente). ■ Por ejemplo, a la pregunta sobre cuál fue en concreto la escuela o secta de que se había hecho nuevo maestro, sencillamente respondió: “En la escuela de Dios. A Él sigo en su santa Ley, y procuro que estos pequeñuelos (y miró con amor a Juan y en Juan a todos los rectos de corazón) la tengan renovada en toda su esencia, tal como era el día en que el Señor Dios la promulgó en el Sinaí. Llevo nuevamente a los hombres a la luz de Dios”. ■ A otra pregunta, sobre qué pensaba del abuso de César, que se había hecho dominador de Palestina, respondió: “César es lo que es, porque así quiere Dios. Recuerda al Profeta Isaías (2). ¿No acaso llama a Asur, por inspiración divina, «bastón» de su cólera, vara que castiga al pueblo de Dios, que se ha separado demasiado de Él? ¿Y no dice que, después de haberlo empleado para el castigo, le destrozará, porque abusó de su misión siendo demasiado soberbio y cruel?”. Estas son las dos respuestas que me llamaron más la atención. (Escrito el 22 de Enero de 1944).
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1  Nota  : Se refiere a los comentarios que hacían los invitados el día en que Simón el fariseo invitó a su casa a Jesús (Lc. 7,36-50 y en la Obra: episodio 4-236-39 en tema “María Magdalena”). Fue el día en que María Magdalena, durante la comida, ungió los pies de su Maestro.   2  Nota  : Cfr. Is. 10,5.
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(<Jesús está en las llanuras de Corozaín. Está hablando de las obras de Misericordia. En estos momentos de la de “Visitar a los presos”>)
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4-275-314 (5-139-884).- Obras de misericordia: “Visitar a los presos”.- Justicia humana.
* “No juzguéis allí donde ya se ha juzgado. No sabéis la razón de por qué un hombre pudo matar. No sabéis tampoco que muchas veces el que mata no es sino un muerto, un autómata privado de razón”.- Dice Jesús: ¿Creéis que en las cárceles están solo los delincuentes? La justicia humana tiene un ojo tuerto y el otro medio nublado por perturbaciones visuales, y es así que ve camellos donde hay nubes o confunde una serpiente con una rama florecida. Juzga mal. Y todavía peor porque frecuentemente el que la dirige forma a propósito nubes de humo para que la justicia vea peor aún. Pero, aunque todos los presos fuesen ladrones y homicidas, no es justo que nosotros nos hagamos ladrones y homicidas quitándoles la esperanza del perdón con nuestro desprecio. ¡Pobres presos! Sintiéndose bajo el peso de su delito, no se atreven a levantar los ojos a Dios. Sus cadenas, en verdad, están  más bien en el espíritu que en los pies. Pero, ¡ay de ellos si desesperan de Dios!: unen entonces a su delito contra el prójimo el de la desesperación de obtener perdón. La cárcel, como la muerte en el patíbulo, es expiación. Pero no basta con pagar la parte debida a la sociedad humana por el delito cometido; es menester pagar también y, principalmente, la parte debida a Dios, para expiar, para obtener la vida eterna. Y el que es rebelde y está desesperado solo expía respecto a la sociedad. ■ Que el amor de los hermanos vaya al condenado o al prisionero. Será una luz en las tinieblas. Será una voz. Será una mano que señala lo alto, mientras la voz dice: «Que mi amor te diga que también Dios te ama; Él que me ha puesto en el corazón este amor por ti, hermano desventurado», y la luz permite entrever a Dios, Padre compasivo. ■ Que vuestra caridad se dirija, con mayor razón aún, a consolar a los mártires de la injusticia humana, a los que no son culpables de ninguna manera, o a aquellos que una fuerza cruel les ha empujado a matar. No juzguéis allí donde ya se ha juzgado. No sabéis la razón de por qué un hombre pudo matar. No sabéis tampoco que muchas veces el que mata no es sino un muerto, un autómata privado de razón, porque un incruento asesino se la ha quitado con la vileza de una cruel traición. Dios sabe las cosas y basta. En la otra vida se verán muchos de los que estuvieron en las cárceles, muchos que mataron y robaron, poseyendo el Cielo, y se verán muchos, que parecieron sufrir robo y muerte homicida, en el Infierno, porque, en realidad los verdaderos ladrones de la paz, de la honradez, de la confianza ajenas, los verdaderos asesinos de un corazón, fueron ellos: las pseudo-víctimas: víctimas solo en cuanto que recibieron en el extremo momento el golpe, pero después de que durante años, en el silencio, lo habían descargado ellos. El homicidio y el hurto son pecados. Pero, entre quien mata y roba empujado por otros a estas acciones y luego se arrepiente, y quien induce a otros al pecado y no se arrepiente de ello, recibirá mayor castigo el que induce al pecado sin sentir remordimiento. ■ Por tanto, no juzgando nunca, sed compasivos para con los presos. Pensad siempre que, si fueran castigados todos los homicidios y robos del hombre, pocos hombres y mujeres no morirían en las cárceles o en los patíbulos. Esas madres que conciben y luego no quieren traer a luz el propio fruto, ¿cómo habrán de llamarse? ¡No hagamos juegos de palabras! Digámoslas claramente su nombre: «Asesinas». ¿Los hombres que roban reputaciones y puestos, cómo los llamaremos? Pues sencillamente como lo que son: «Ladrones». ¿Esos hombres y esas mujeres que, por ser adúlteros o maltratadores familiares para con los suyos, impulsan a éstos al homicidio o al suicidio —y lo mismo los grandes de la tierra que llevan a la desesperación a sus subordinados, y con la desesperación a la violencia—, ¿qué nombre se merecen? Éste: «Homicidas». ¿Y entonces? ¿No huye ninguno? Ya veis que se vive sin darle mayor importancia a la cosa en medio de estos presidiarios escapados de la justicia, que llenan las casas y las ciudades, que nos pasan rozando por las calles y duermen en las mismas posadas con nosotros y con nosotros comparten la mesa. ¿Y quién está libre de pecado?  Si el dedo de Dios escribiera en la pared de la sala en que celebran su festín los pensamientos de los hombres —en la frente—, las acusadoras  palabras de lo que fuisteis, sois o seréis, pocas frentes llevarían escrita, con letras de luz, la palabra «inocente». Las otras frentes, con letras verdes como la envidia, o negras como la traición, o rojas como el delito, llevarían las palabras: «adúlteros», «asesinas», «ladrones», «homicidas». ■ Sed pues, sin soberbia, misericordiosos para con los hermanos menos afortunados, humanamente, que están en las cárceles expiando lo que vosotros no expiáis por la misma culpa: saldrá beneficiada vuestra humildad”. (Escrito el 8 de Septiembre de 1945).
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(<Jesús acaba de llegar al Palacio de Lázaro en Jerusalén, rodeado de un nutrido grupo formado por apóstoles, discípulos/as y siete romanas, —entre las que se encuentran Claudia, esposa de Pilatos—, ocultas en el anonimato, ávidas de oír a este Maestro virtuoso y, para ellas romanas, un filósofo que las llena de admiración. Todos ellos, en comitiva, han llegado desde el Palacio de Juana de Cusa —donde ha tenido lugar un convite en el que han tomado parte pobres y menesterosos— buscando en este Palacio de Lázaro un refugio seguro ante las noticias alarmantes que trajo Judas Iscariote: que el Sanedrín prepara fuertes medidas contra Jesús. Ahora están cenando>)
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6-371-71 (7-61-408).- En el palacio de Lázaro, lección a romanas y discípulos/as: cómo fundar el Reino de Jesús en la tierra.
* “¡Más que las palabras observad mis hechos!; recordadlos, repetidlos; unidlos a mis enseñanzas. Y solo entonces llegaréis a ser discípulos perfectos”.- ■ …La cena es rápida. Las romanas, sentadas en la mesa de las mujeres, entremezcladas con ellas, de forma que precisamente Claudia está entre Porfiria y Dorca, también comen en silencio lo que les ponen, y entre ellas y Juana y Magdalena se intercambian misteriosas palabras hechas de sonrisas y guiños. Parecen niñas en días de vacaciones. Después de la cena Jesús ordena que pongan las sillas en forma de cuadrado y que se sientan porque quiere hablarles. Se pone en el centro y empieza a hablar. Algunos ojos se cierran, como los del pequeñuelo de Dorca, que duerme en el regazo de su madre, otros apenas si resisten al sueño como los de la pequeña María, que está sentada sobre las rodillas de Juana, y los de Matías, que se ha acurrucado encima de las rodillas de Jonatás. ■ “¡Discípulos y discípulas, reunidos en nombre del Señor, o atraídos por el deseo de la verdad! Deseo que viene también de Dios que quiere que haya luz y verdad en todos los corazones, escuchad. Esta noche se nos concede estar todos juntos y, nos lo procura precisamente la maldad que nos quiere ver separados. Vosotros, de espíritus limitados, no podéis comprender lo profundo y extenso de esta reunión, verdadera aurora de las que se celebrarán, cuando el Maestro ya no esté físicamente entre vosotros sino con su espíritu. Entonces amaréis. Entonces pondréis todo en práctica. Por ahora sois cual niños. Entonces seréis como adultos que podréis gustar de cualquier alimento sin que os haga mal. Entonces diréis como ahora digo: «Venid a Mí todos vosotros porque todos somos hermanos, y porque por todos me he sacrificado». Hay muchos prejuicios en Israel: cada uno un dardo que lesiona la caridad. Me dirijo a vosotros, fieles, porque entre vosotros no hay traidores, ni personas llenas de prejuicios que separan, que se transforman en incomprensión, en terquedad, en odio hacia Mí que os señalo los caminos del futuro. Yo no puedo hablar de otro modo. Y de hoy en adelante hablaré mucho menos, porque veo que las palabras son inútiles o casi. Os he hablado con palabras capaces de santificaros y llegar a ser perfectos. Sin embargo poco habéis avanzado, sobre todo vosotros, hombres hermanos, porque os gusta la palabra, pero no la ponéis en práctica. ■ De hoy en adelante, y con una medida cada vez más restringente, os haré realizar lo que tendréis que hacer una vez que el Maestro haya vuelto al Cielo del que viniera. Haré que presenciéis lo que es el sacerdote futuro. ¡Más que las palabras observad mis hechos!; recordadlos; repetidlos; unidlos a mis enseñanzas. Y solo entonces llegaréis a ser discípulos perfectos. ¿Qué hizo y qué os hizo hacer hoy el Maestro? Que pusierais por obra la caridad en todos sus aspectos. La caridad para con Dios. No la caridad de la oración, de la oración vocal, de rito solamente; sino la caridad activa que renueva en el Señor, que despoja del espíritu del mundo, de las herejías del paganismo, el cual no solo está en los paganos, sino también en Israel con sus miles de costumbres que han desplazado a la verdadera Religión, santa, abierta, sencilla como todo lo que viene de Dios. Habéis realizado no acciones buenas, o aparentemente buenas, para ser alabados por los hombres, sino acciones santas para merecer la alabanza de Dios. ■ Sabéis muy bien que el que nace, tiene que morir. Pero la vida no termina con la muerte. Continúa de otra forma y eternamente con un premio para quien fue justo, con un castigo para quien fue malvado. Este pensamiento de un juicio cierto no signifique parálisis durante la vida ni a la hora de la muerte; antes bien, acicate y freno: acicate que empuje al bien; freno para apartarse de las malas pasiones. Sed, por tanto, verdaderamente amantes de Dios verdadero y actuad en la vida siempre con la finalidad de merecerle en la vida futura”.
* “En el futuro, en mi Nombre, no habrá ya amos y esclavos, sino hermanos; no habrá ya razas, sino hermanos; no habrá ya opresores y oprimidos que se odien, porque los oprimidos llamarán hermanos a sus opresores”.- Jesús: “Vosotros que amáis las grandezas, ¿cuál grandeza mayor que la de llegar a ser hijos de Dios, y por lo tanto dioses? Vosotros que tenéis miedo al dolor, ¿cuál seguridad de no sufrir mayor que la que os espera en el Cielo? Sed santos. ¿Queréis fundar también un reino en la Tierra? ¿Os sentís hostigados y teméis no lograrlo?  Si obráis como santos, lo lograréis. Porque ni la misma autoridad que nos domina lo podrá impedir, pese a sus legiones, porque convenceréis a las legiones de que sigan la doctrina santa, de la misma forma que Yo, sin coacción, he persuadido a las mujeres de Roma de que aquí hay Verdad…”. Las romanas, al ser descubiertas, exclaman: “¡Señor!…”. ■ Jesús prosigue: “Sí, mujeres. Escuchad y no lo olvidéis. Yo manifiesto a mis seguidores de Israel y a vosotras  —que no sois de Israel pero tenéis corazón justo— las leyes de mi Reino. No quiero rebeliones. No hacen falta. Sino santificar a la autoridad empapándola de nuestra santidad. Será un trabajo largo, pero al fin vencerá. Con mansedumbre y paciencia, sin prisas necias, sin desviaciones humanas, sin rebeliones inútiles, obedeciendo donde obedecer no perjudique a la propia alma, llegaréis a hacer de la autoridad que ahora os domina paganamente una autoridad protectora y digna de Mí. Cumplid vuestro deber de súbditos para con la autoridad, como cumplís el de fieles para con Dios. Tratad de ver en cada autoridad no a un opresor sino a alguien que os eleva, porque os proporciona el modo de santificarle y de santificaros con el ejemplo y el heroísmo. ■ De la misma forma que sois fieles y buenos ciudadanos, sed buenos maridos, buenas esposas, santos, castos, obedientes, cariñosos el uno para el otro, unidos para educar a los hijos en el Señor, paternos y maternos incluso con los criados y con los esclavos, porque también ellos tienen alma y sienten, con sentimientos y afectos como vosotros los tenéis. Si la muerte os arrebata al compañero o compañera, no queráis, si podéis, casaros de nuevo; amad a los huérfanos también por la parte del compañero desaparecido. ■ Y vosotros, criados, estad sometidos a vuestros patrones, y, si son imperfectos, santifícadlos con vuestro ejemplo. Tendréis un gran mérito ante los ojos del Señor. En el futuro, en mi Nombre, no habrá ya amos y esclavos, sino hermanos; no habrá ya razas, sino hermanos; no habrá ya opresores y oprimidos que se odien, porque los oprimidos llamarán hermanos a sus opresores”.
“En verdad, en verdad, os digo que no es difícil servir al Señor. Basta con amar, con amar al Dios verdadero, amar al prójimo quienquiera que sea”.-Jesús: “Amaos vosotros que tenéis una misma fe, ayudándoos recíprocamente, como hoy os he hecho que hicierais. Pero no os limitéis a ayudar solo a los pobres, peregrinos, enfermos de vuestra raza; abrid los brazos a todos, de la misma forma que la Misericordia os abre los brazos a todos vosotros. Quien tenga más que dé al que no tiene o tiene poco. Quien sepa más enseñe al que no sabe o sabe poco, y que enseñe con paciencia y humildad, recordando que, en verdad, antes de que Yo os instruyera nada sabíais. Buscad la Sabiduría no para prestigio vuestro, sino como ayuda en el camino por las vías del Señor. Las mujeres casadas que amen a las vírgenes, y éstas a las casadas, y que ambas den afecto a las viudas; todas sois útiles en el Reino del Señor. Los pobres no tengan envidia, los ricos no fomenten odios ostentando sus riquezas y siendo duros de corazón. Preocupaos de los huérfanos, de los enfermos, de los que no tienen casa. Abrid el corazón antes incluso que la bolsa y la casa, porque si dais, pero con mala voluntad, no honráis a Dios, que está presente en todos los desdichados; antes al contrario, le ofendéis. En verdad, en verdad, os digo que no es difícil servir al Señor. Basta con amar, con amar al Dios verdadero, amar al prójimo quienquiera que sea. En todas las heridas o fiebres que sanéis, Yo estaré. En todas las desventuras que socorráis, Yo estaré. Y todo lo que me hagáis a Mí en el prójimo, si está bien, habrá sido hecho a Mí; y, si mal, también se habrá hecho a Mí. ¿Queréis hacerme sufrir? ¿Queréis perder el Reino de paz? ¿Queréis no haceros dioses? ¿Solo por no ser buenos con vuestro prójimo?”.
* “Nunca he sido lisonjero diciéndoos que era fácil pertenecerme. Pertenecerme quiere decir vivir en la Luz y en la Verdad, pero también comer el pan de la lucha y de las persecuciones. Ahora bien, cuanto más fuertes seáis en el amor, más fuertes seréis en la lucha y en la persecución”.- Jesús: “Nunca volveremos a estar unidos de esta forma. Vendrán otras Pascuas… y no podremos estar juntos por muchas causas. Respecto a las primeras: una prudencia santa en parte y en parte excesiva  —y todo exceso es culpa—  que nos hará estar divididos. Respecto a las otras Pascuas, porque ya no estaré entre vosotros… Pero acordaos de este día. Haced en el futuro, y no solo en Pascua sino siempre, lo que os he hecho hacer. Nunca he sido lisonjero diciéndoos que era fácil pertenecerme. Pertenecerme quiere decir vivir en la Luz y en la Verdad, pero también comer el pan de la lucha y de las persecuciones. Ahora bien, cuanto más fuertes seáis en el amor, más fuertes seréis en la lucha y en la persecución. ■ Tened confianza en Mí. Creed en Mí. En lo que soy realmente: Jesús, el Salvador, cuyo Reino no es de este mundo, cuya venida señala la paz a los buenos, cuya posesión quiere decir conocer y poseer a Dios; porque verdaderamente quien me tiene a Mí en sí y se tiene a sí en Mí está en Dios, y posee a Dios en su espíritu para poseerle después para siempre en el Reino celeste. Es ya de noche. Mañana es la Parasceve. Podéis iros. Purificaos, meditad, celebrad una santa Pascua. ¡Mujeres de raza distinta, pero de recto corazón, podéis iros!; la buena voluntad que os anima sea para vosotras camino para llegar a la Luz. En nombre de los pobres, con los que me identifico, os bendigo por la limosna generosa y os bendigo por vuestras buenas intenciones para conmigo que he venido a traer el amor y la paz a la Tierra. ¡Podéis iros! Y tú, Juana, y los demás que ya no temen asechanzas, podéis iros también”. Un rumor de asombro recorre  a la reunión entre tanto que las romanas, reducidas a seis porque Egla se queda con María de Magdala, guardadas en una bolsa las tablillas enceradas que Flavia ha escrito mientras Jesús hablaba, salen después de un saludo colectivo. (Escrito el 27 de Enero de 1946).
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(<Jesús y sus discípulos se encuentran cerca de Efraín, ciudad samaritana>)  
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7-484-363 (8-179-348).- Jesús habla de odios y rencillas entre pueblos tomando como ejemplo el odio existente entre judíos y samaritanos.- Parábola de la granada.
* “La buena voluntad elimina los odios, de la misma forma que la mano de un niño quita las paredes de amargura que hay en el dulce fruto (la granada) que hizo el Creador para deleite de sus hijos”.- ■ Jesús come, y sonríe a unos niños que están arrimados a sus rodillas, reclinando sobre ellas sus cabezas, o que le miran comer, como si le viesen quién sabe qué. Y Jesús, cuando llega a la fruta y a la miel, les ofrece a ellos; y a los más pequeños, cual si fueran pajarillos, granos de uva o pedacitos de pan metidos en miel. Un niño —sin duda le gustan y espera encontrarlas— se marcha corriendo por entre la gente en dirección a un huerto. Vuelve con los brazos cruzados contra su pequeño pecho, haciendo de éste una especie de cesto en que descansan tres granadas grandes y hermosas, y se las ofrece a Jesús, insistiendo. Jesús toma los frutos, abre dos de ellos; los divide en tantas partes como amigos pequeños tiene, y las reparte. Luego, tomando en su mano la tercera, se pone de pie, y empieza a hablar teniendo en su palma izquierda la hermosa granada que todos ven. ■ “¿Con qué compararé el mundo en general, y en particular la Palestina, que estuvo unida —y lo está en el pensamiento de Dios— en una única nación y luego se dividió por un error y por un odio nacido entre hermanos? ¿Con qué compararé a Israel, que se ha empequeñecido, en el estado en que se halla, por su voluntad? Lo compararé con esta granada. Y os digo, en verdad, que las desavenencias que hay entre judíos y samaritanos se repiten, en forma y medida distinta, pero con un único fondo de odio, entre todas las naciones del mundo, y en ocasiones entre las provincias y regiones de una misma nación. Y se consideran insalvables como si fueran cosas creadas por Dios mismo. No. El Creador no hizo tantos Adanes y Evas como razas hay enemigas entre sí, como tribus hay, como familias hay constituidas enemigas la una de la otra (1). Creó un solo Adán y una sola Eva, y de ellos han brotado todos los hombres, que se esparcieron luego para poblar la Tierra, como si fuese una sola familia que va agrandándose en número a medida que aumentan los hijos  y se casan y procrean a los nietos para sus padres. ¿Por qué, pues, existe tanto odio entre los hombres? ¿Por qué tantas barreras, tantas incomprensiones? Habéis dicho: «Por lo menos hemos sabido estar unidos, sintiéndonos hermanos». No basta. Debéis amar también a los que  no son samaritanos. ■ Mirad este fruto. Ya conocéis su sabor, además de su belleza. Está cerrado aún, como ahora, y ya os prometéis el dulce jugo de su interior; abierto, alegra también la vista con sus filas apretadas de granos, semejantes a rubíes dentro de un cofre. Pero ¡ay del incauto que mordiera sin haberle quitado las separaciones amarguísimas puestas entre una y otra familia de granos! En sus labios sentiría un duro amargor y su boca rechazaría el fruto diciendo: «Es veneno». De igual modo, las separaciones y los odios entre un pueblo y otro, una tribu y otra, transforman en veneno aquello que fue creado para ser dulzura. Son inútiles. Lo único que hacen es, como en este fruto, formar fronteras que roban espacio y proporcionan apretura y dolor. Son amargos los odios, y, a quien clava sus dientes, o sea, a quien muerda a su prójimo (a quien no ama), para producirle daño y dolor, le dan una amargura que envenena su espíritu. ¿No se pueden hacer desaparecer? Se puede. La buena voluntad los elimina, de la misma forma que la mano de un niño quita las paredes de amargura que hay en el dulce fruto que hizo el Creador para deleite de sus hijos”.
* “Y el primero que tiene buena voluntad es el mismo Dios tanto de los judíos como… de los bataneos. Y esto lo demuestra enviando al único Salvador, que salvará a éstos y a aquéllos pidiendo solo la fe en su Naturaleza y Doctrina… derribando las inútiles barreras, borrando el pasado que os ha dividido, para sustituirlo con un presente que os hermane en su Nombre”.- ■ Jesús: «Y el primero que tiene buena voluntad es el mismo, el único Señor, Dios tanto de los judíos como de los galileos, de los samaritanos como de los bataneos. Y esto lo demuestra enviando al único Salvador, que salvará a éstos y a aquéllos pidiendo solo la fe en su Naturaleza y Doctrina. El Salvador que os está hablando pasará derribando las inútiles barreras, borrando el pasado que os ha dividido, para sustituirlo con un presente que os hermane en su Nombre. Vosotros todos, los que sois de aquí o de allende los confines, lo único que tenéis que hacer es secundarle, y el odio caerá, y caerá el resentimiento que suscita rencor, y caerá el orgullo que engendra injusticias. Mi mandamiento es el siguiente: que los hombres se amen como hermanos que son. Que se amen como el Padre de los Cielos los ama y como los ama el Hijo del hombre, que por la naturaleza humana que ha asumido se siente hermano de los hombres, y que por su Paternidad se sabe dueño de vencer el Mal con todas sus consecuencias. Dijisteis: «Es nuestra Ley no traicionar». Entonces, como primera cosa, no traicionéis a vuestras almas privándolas del Cielo. Amaos los unos a los otros, amaos en Mí, y la paz llegará a los espíritus de los hombres, como ha sido prometido. Y vendrá el Reino de Dios, que es Reino de paz y de amor para todos aquellos que tienen voluntad recta de servir a su Señor su Dios. Os dejo. La luz de Dios ilumine vuestros corazones… Vámonos…”. (Escrito el 31 de Agosto de 1946).
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1  Nota  : Cfr. Sab. 10,1.
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(<En la noche del Domingo de Ramos, o sea, después de la entrada triunfal en Jerusalén. Jesús, que se encuentra en el Getsemaní, sale en busca de su Madre, que está en el palacio de Lázaro en Jerusalén, para ir juntos a casa de Elisa de Jerusalén, para consolarla, pues Elisa ha perdido a su hija Analía (1), muerta esta mañana al paso de Jesús frente a la casa de Elisa. Para ello, tanto para entrar como para salir se debe pasar por el recinto amurallado de Jerusalén, cuyas puertas están custodiadas por las legiones romanas>)
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9-592-308 (10-11-383).- Conducta de un soldado en la guerra y en la paz.- El soldado Vital.    
* “Somos hombres de guerra”. Jesús les dice: “También en la guerra permanece la paz que Yo doy, porque es paz del alma”.- ■ Jesús, ahora allí, en la planicie del monte de los Olivos donde muchos galileos se congregan con ocasión de las solemnidades, sale pronto de una de las tiendas. Todo el campamento duerme bajo la luz de una luna que se pone lentamente bañando tiendas, árboles y laderas, y a la ciudad durmiente allá abajo… Jesús, sin hacer ruido, pasa entre las tiendas. Una vez fuera del campamento, desciende veloz hacia el Getsemaní por pronunciados senderos; lo atraviesa, sale de él, pasa el puentecillo que hay sobre el Cedrón  —cinta plateada que canta a la luna—, llega a la puerta custodiada por legionarios. Tal vez sea una precaución del Procónsul esta vigilancia de las puertas cerradas. Son cuatro soldados que hablan sentados sobre grandes piedras colocadas contra el fuerte muro como asientos; y se están calentando junto a una hoguera de ramas, de la que sale una luz rojiza que se proyecta en las corazas, en los yelmos, bajo los cuales se descubren unos rostros muy distintos de los de los hebreos, por la fisonomía itálica. “¿Quién va?” grita el primer soldado que descubre la alta figura de Jesús por detrás del ángulo de una casucha cercana a la puerta. Toma su lanza, que estaba apoyada contra el muro, poniéndose en posición militar. Los demás le imitan. Aquél, sin dar tiempo a Jesús para responder, dice: “No se puede entrar. ¿No sabes que estamos todavía en la segunda vigilia?”. Jesús: “Soy Jesús de Nazaret. Mi Madre está en la ciudad y voy donde Ella”. Soldado: “¡Oh, el Hombre que resucitó al muerto de Betania! ¡Por Júpiter! ¡Por fin le voy a ver!”. Se le acerca mirándole curioso. Da vueltas en torno a Él como para asegurarse de que es algo real, de que es un hombre como los demás. Y prorrumpe: “¡Ah, dioses! ¡Es hermoso como Apolo, pero en lo demás como nosotros! ¡Y no trae ni bastón ni gorro ni ninguna señal de su poder!”. Se queda perplejo. Jesús le mira dulcemente. Los otros, que no son tan curiosos —tal vez han visto a Jesús otras veces— dicen: “¡Ojalá hubiera estado aquí a la mitad de la primera vigilia, cuando llevaron al sepulcro a la hermosa muchacha que murió esta mañana! Habríamos visto resucitar…”. Jesús repite dulcemente: “¿Puedo ir donde mi Madre?”. Los cuatro soldados vuelven en sí. El de mayor edad responde: “En verdad que la orden es de que no puedes pasar, pero Tú pasarías de todos modos. Quien obliga a que se abran las puertas del Hades, puede abrir las puertas de una ciudad cerrada. Tú no eres un hombre que provoque sediciones. Por lo tanto, no podemos prohibirte el paso. Solo procura que no te vean las patrullas de dentro. Marco Grato, abre. Pasa sin hacer ruido. Somos soldados y debemos obedecer”. Jesús: “No te preocupes. Vuestro bello gesto no recibirá ningún castigo”. Un legionario abre cuidadosamente la puertecilla que hay en el gigantesco portón y dice: “Pasa pronto. Dentro de poco termina el turno y nos relevarán otros”. ■ Jesús: “La paz sea con vosotros”. Soldados: “Somos hombres de guerra…”. Jesús: “También en la guerra permanece la paz que Yo doy, porque es paz del alma”.
* Uno de los saldados impresionados por las palabras de Jesús desea verle pues “Él conoce ciertamente la Verdad. Algo extraño mana de Él, como una luz que te entra dentro”.- ■ Y Jesús se adentra en la oscuridad del arco abierto a través de las murallas. Sin hacer ruido pasa ante el cuerpo de guardia, de donde sale una luz que arroja una lámpara de aceite, suspendida de un gancho. La luz permite ver cuerpos de soldados que duermen sobre petates extendidos en el suelo, envueltos en sus mantos con las armas a su lado. Jesús se encuentra ya en la ciudad. Le pierdo de vista, mientras observo cómo dos de los soldados de antes entran a despertar a los que duermen, para el relevo; pero primero observan si Él se ha alejado. ■ Dice el soldado más joven: “Ya no se le ve… ¿Qué habrá querido decir con esas palabras? Me hubiera gustado saberlo”. El otro, que se encuentra en su plena madurez viril, le responde: “Habrías debido preguntárselo. No nos desprecia. Es el único hebreo que no nos desprecia y que no nos saca el dinero de una u otra forma”. El joven: “No me atreví. Soy un campesino del Benevento, y ¿cómo iba a hablar con uno que dicen que es Dios?”. El veterano: “¿Un dios montado en un asno? ¡Ja! ¡Ja! Si estuviera borracho como Baco, quizá; pero no es un borracho. Creo que ni siquiera bebe el mulsium. ¿No ves lo pálido y delgado que está?”. El joven: “Y sin embargo, los hebreos…”. El veterano: “Esos sí que lo beben, aunque finjan no hacerlo. Y, borrachos por haber bebido los vinos de estas tierras, y también su sidra, han visto a un dios en un hombre. Créemelo: los dioses son un cuento. El Olimpo está vacío y la tierra carece de dioses”. El joven: “¡Si te oyesen!…”. El veterano: “¿Eres todavía tan niño para ser tan inocente? ¿No sabes que el mismo César no cree en los dioses, como tampoco creen los pontífices, los augures, los arúspices, los arvales, las vestales, ni nadie?”. El joven: “¿Y entonces, por qué?…”. El maduro, haciendo alarde de un escepticismo filosófico y con ínfulas de superioridad, le responde: “¿Por qué las ceremonias? Porque gustan al pueblo. Se sirven de ellas los sacerdotes, y el César, para hacerse obedecer como si fuese un dios terrenal, sujetado de la mano por los dioses del Olimpo. Pero los primeros que no creen son aquellos a los que veneramos como ministros de los dioses. Yo soy pirroniano. He recorrido el mundo. He vivido muchas experiencias. Ya tengo pelo blanco en las sienes, y mi pensamiento ha madurado. Tengo como código personal tres puntos: amar a Roma, la única diosa y la única realidad, hasta el sacrificio de la vida; no creer en nada, porque todo lo que nos rodea es ilusión, excepto la patria que es sagrada e inmortal (también debemos dudar de nosotros mismos, porque es inseguro incluso el hecho de que vivamos); el sentido y la razón no son suficientes para dar la certidumbre de llegar a conocer la verdad, y el vivir y el morir tienen el mismo valor porque no sabemos qué es vivir ni qué es morir”. ■ El joven le mira sin saber qué responder. Luego dice: “Por mi parte creo. Me gustaría saber… Saber de aquel Hombre que acaba de pasar. Él ciertamente conoce la Verdad. Algo extraño emana de Él. Algo así como una luz que te entra dentro”. El veterano: “¡Que Esculapio te salve! ¡Estás enfermo! Se comprende. Hace pocos días que subiste del valle a la ciudad, y suelen enfermarse de fiebre los recién venidos. Estás delirando. Ven. No hay más que vino caliente y drogas para quitar con el sudor el veneno de la fiebre jordánica…” y le empuja hacia donde está el cuerpo de guardia. Pero el otro se hace a un lado y le replica: “No estoy enfermo. No quiero vino caliente con drogas. Quiero seguir vigilando allí, fuera de las murallas (señala al lado interno del bastión), y esperar al hombre que ha dicho llamarse Jesús”. El veterano: “Si esperar no te desagrada… Voy a despertar a aquellos para el relevo. Adiós…”. ■ Haciendo ruido, entra donde está el cuerpo de guardia y despierta a sus compañeros diciendo: “Ya es hora. Arriba, flojos. Despertad. Estoy cansado…”. Da un fuerte bostezo, maldice porque dejaron apagar el fuego, y se han bebido todo el vino caliente “tan necesario para secarse del rocío palestinense…”. El joven legionario, apoyado sobre la muralla que la luna baña con  sus luces, espera a que Jesús regrese. Las estrellas le hacen compañía.

(He aquí a Jesús, de regreso hacia el campo de los Galileos, una vez realizada la visita a Elisa con quien ha quedado la Virgen María)
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* “¿Cómo puede un hombre que está en guerra estar en paz?”. Jesús le dice: “En el hombre de guerra puede haber paz aun cuando pelee. Puede existir mi paz. Porque ella viene del Cielo. Esa paz es cosa divina e invade a la cosa divina que el hombre tiene dentro de sí y que se llama alma”.- ■ Se dirige hacia las murallas, hacia la Puerta de Efraín o hacia la Puerta Estercolaria o de la Basura —porque muchas veces he oído nombrar a estas dos puertas cercanas entre sí con estos tres nombres, quizás porque una da al camino de Jericó, que está en el fondo, y que lleva a Efraín; y la otra porque está cerca del valle de Hinnón donde se quema la basura de la ciudad—. Son tan iguales que se confunden. El cielo, a pesar de estar todavía tachonado de estrellas, comienza a clarearse. Las calles están envueltas en la penumbra. La luna ha desaparecido. Pero el soldado romano tiene buenos ojos. Tan pronto como ve a Jesús que se acerca a la puerta, le sale al encuentro y le dice: “Salve. Te estaba esperando…”. Se detiene inseguro. Jesús: “Habla sin temor. ¿Qué se te ofrece?”. Soldado: “Quisiera saber. Dijiste: «La paz que Yo doy permanece aun en la guerra porque es la paz de alma». Quisiera saber qué paz es y qué es el alma. ¿Cómo puede un hombre que está en guerra estar en paz? Cuando se abre el Templo de Jano se cierra el de la Paz. Ambas cosas no pueden coexistir en el mundo”. El soldado tiene a sus espaldas la pared verdosa de un huertecillo, en una callejuela estrecha como un sendero entre campos, flanqueada por pobres casas, húmeda, tétrica, obscura. No se ve otra cosa fuera de Jesús, del soldado, y de un débil resplandor que despide el bruñido yelmo. ■ La voz de Jesús se oye dulce, luminosa, confiada por arrojar una semilla de luz en el alma del pagano. “Tienes razón: en el mundo no pueden coexistir la paz y la guerra. Una excluye a la otra. Pero en el hombre de guerra puede haber paz aun cuando pelee. Puede existir mi paz. Porque ella viene del Cielo, y no le hace ningún daño el fragor de la guerra ni la ferocidad de la batalla. Esa paz es cosa divina e invade a la cosa divina que el hombre tiene dentro de sí y que se llama alma”. Soldado: “¿Es divina mi alma? Divino es César. Yo soy hijo de campesinos. Soy todavía un legionario sin grado. Si soy valiente, llegaré a ser centurión. Pero divino, no”. ■ Jesús: “Hay una parte divina en ti, el alma, que viene de Dios, del Dios verdadero. Por esto es divina. Es una joya preciosa que vive en el hombre, y se alimenta de cosas divinas: la fe, la paz, la verdad. La guerra no la turba, la persecución no la lesiona, la muerte no la mata; solo el mal, esto es, hacer lo que no está bien, la hiere o la mata, y también la priva de la paz que Yo le doy; porque el mal separa de Dios al hombre”. Soldado: “¿Y qué es el mal?”. Jesús: “Estar en el paganismo y adorar los ídolos una vez que la bondad del Dios verdadero ha dado el conocimiento de que existe el verdadero Dios. No amar a los propios padres, a los hermanos, al prójimo. Robar, matar, ser rebelde, cometer acciones de lujuria, ser falso. Esto es el mal”. Soldado: “¡Ah, entonces yo no puedo tener tu paz! Soy saldado y se me ha dado órdenes de matar. Entonces ¿no hay para nosotros salvación?”. Jesús: “Sé justo en la paz y en la guerra. Cumple tu deber sin crueldad ni ambición. Mientras combates y conquistas, recuerda que el enemigo es semejante a ti, y que en todas las ciudades hay madres e hijas como tu madre y tus hermanas, y sé valiente sin ser un hombre desenfrenado. No saldrás así de los límites de la justicia y de la paz y  mi paz estará contigo”. Soldado: “¿Y luego?”. Jesús: “¿Y luego? ¿Qué quieres decir?”. Soldado: “¿Después de la muerte? ¿Qué pasa con el bien que hice y con mi alma que dices que no muere si no se hace el mal?”. Jesús: “Seguirá viviendo. Seguirá viviendo del bien hecho, en medio de una paz gozosa, mayor que la que disfrutó en la Tierra”. ■ Soldado: “¡Entonces en Palestina uno solo había hecho el bien! Comprendo”. Jesús: “¿Quién?”. Soldado: “Lázaro de Betania. ¡Su alma no murió!”. Jesús: “Realmente él es un hombre justo. De todas formas, hay muchos semejantes a él y mueren sin resucitar; pero sus almas viven en el Dios verdadero. Porque el alma tiene una morada en el Reino de Dios. Y quien cree en Mí, entrará en ese Reino”. Soldado: “¿También yo que soy romano?”. Jesús: “También tú, si crees en la Verdad”. Soldado: “¿Qué es la verdad?”. Jesús: “Yo soy la Verdad, el Camino para ir a Ella. Soy la Vida y la doy a quien acepta la Verdad”. ■ El joven soldado piensa… Guarda silencio… Luego levanta su cara. Una cara muy joven, en que se dibuja una sonrisa límpida, serena. Dice: “Procuraré no olvidar nunca esto y de saber más aún. Me gusta…”. Jesús: “¿Cómo te llamas?”. Soldado: “Vital. De Benevento. De la campiña de la ciudad”. Jesús: “Recordaré tu nombre. Haz que tu espíritu sea verdaderamente vital alimentándolo con la Verdad. Adiós. La puerta va a abrirse. Salgo de la ciudad”. Vital: “¡Ave!”. Jesús atraviesa con paso ligero la puerta y se va rápido por el camino que le lleva al Cedrón, al Getsemaní, y de aquí al campo de los Galileos. (Escrito el 31 de Marzo de 1947).
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1  Nota  :  Cfr. Personajes de la Obra magnaAnalía.
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.                         b) Dictados extraídos de los «Cuadernos de 1943/1950»

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43-56.- Súplica a María Dolorosa por la Paz.
*  Nos volvemos a Ti, pri­mera piedra de nuestra redención, para tener la vida, la salvación y la paz de las que nos habíamos he­cho indignos de poseer con nuestra forma de vivir contraria y rebelde a la doctrina de tu Hijo.- ■ María, que nos tomaste por hijos al pie de la Cruz; María, que eres Madre nuestra y de nuestro Dios y Her­mano Jesús, escucha la voz de tus hijos. Henos aquí, ¡oh Madre!: nos postramos al pie de la Cruz donde agoniza tu Hijo y donde agonizas asimismo Tú con el Corazón desgarrado viendo morir a tu Hijo. Míranos, María. Que todos seamos rociados con la Sangre de tu Hijo. El murió por nosotros para darnos la Vida y la Paz en este y en el otro mundo. Y nos volvemos a Ti que fuiste la pri­mera piedra de nuestra redención, nos volvemos para tener la vida, la salvación y la paz de las que nos habíamos he­cho indignos de poseer con nuestra forma de vivir contraria y rebelde a la doctrina de tu Hijo. ■ Sí, sabemos que hemos merecido el azote que ahora nos hiere. Lo reconocemos humildemente para asemejarnos a Ti que fuiste Humildísima por encima de Purísima. Pero, Ma­dre, si eres pura, también eres compasiva. ¡Compadécete pues de nosotros, María, que engendraste para el mundo la Mise­ricordia misma! ¡Sálvanos, sálvanos, María, del furor enemigo! Salva nuestras iglesias y nuestras casas, las iglesias y las casas de esta ciudad (1) que te reconoce por Reina y Patrona. Salva a nuestros hombres, a aquellos hombres a los que Tú, Estrella del Mar, tantas veces salvaste de las desgracias marineras. Sálvanos a todos cuantos aquí estamos postrados a tus plantas; salva a aquellos a quienes la enfermedad les impide estar aquí con nosotros, pero que lo están con su alma y con su sufrimiento. Salva también a los que están ausentes con su voluntad perversa, hijos desviados, los más desgraciados por haber perdido la Luz, el Camino, la Vida, al perder a tu Hijo, Verdad verdadera. ■ Y para penetrar con nuestra plegaria en tu Corazón com­pasivo, he aquí, María, que nos despojamos de los rencores, del espíritu de venganza, de la sed de ser crueles como lo son otros con nosotros. Nos acordamos en esta hora de que todos fuimos creados por el Padre, todos somos hermanos del Hijo, todos somos amados por el Espíritu. Nos acorda­mos en esta hora de la plegaria de tu Jesús, Mártir por nosotros: «Padre, perdónalos» y la repetimos por todos, so­bre todos, a fin de ser, a nuestra vez, perdonados por el Eterno y salvados por Ti. ■ ¡Ave María! De tu Corazón traspasado haz descender sobre nosotros la gracia de la salvación para esta ciudad, para nuestra patria, para todos cuantos mueren entre las rui­nas habiendo perdido de vista el Cielo. Santa María, ruega por nosotros. Y si la voluntad de Dios se hubiera de cumplir en nosotros cruentamente, está a nuestro lado en la hora de la muerte para llevarnos contigo, María, a verte y a darte las gracias entre los esplendores eternos de Dios. Amén. (Escrito el 5 de Junio de 1943).
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1  Nota  : Ciudad de Viareggio.
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43-133.- “Es aún más difícil que una autoridad se mantenga honesta, dentro de las mil formas de honestidad, que no que un rico se salve”.
* “Las autoridades son autoridad hasta tanto Yo permito lo sean, para vuestro mérito, prueba suya y, casi siempre, para su castigo”.- ■ Dice Jesús: “Si a una autoridad de la Tierra, siquiera fuese un simple agente municipal, le hicieseis las ofensas que a Mí me hacéis, seríais castigados con la cárcel. Y si la autoridad fuese más alta, seríais castigados hasta con la pérdida de la vida. Y las autoridades, pobres hombres como vosotros, son autoridad hasta tanto Yo permito que lo sean para mérito vuestro, para prueba suya y, casi siempre, para su castigo. Vuestro mérito: obedecer y ejercitar la paciencia. Su prueba: no abusar del poder, no ensoberbecerse con él creyéndose semidioses o dioses al ver las turbas prontas a la menor indicación suya y a gritar: «Hosanna». Uno sólo es Dios. Su castigo: porque es aún más difícil que una autoridad se mantenga honesta, dentro de las mil formas de honestidad, que no que un rico se salve. Por eso su gloria humana es la única gloria que tienen. Aquella, la eterna, muy pocas autoridades la alcanzan”. (Escrito el 30 de Junio de 1943).
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43-209.- “Han trocado una eternidad de gloria por una hora de gloria terrena. Han vendido por treinta denarios su alma a Satanás. Son Judas de su alma. Ayúdame a salvarlos de la última culpa”.
* “Todo el mal que ahora os oprime es fruto del abandono de mi Ley por parte de los individuos y de los sociedad. Mi palabra —semilla y agua de Vida y Vida verdadera— no puede descender sobre las almas”.- ■ Dice Jesús: “Te tengo dicho ya que todo el mal que ahora os oprime es fruto del abandono de mi Ley por parte de los individuos y de la sociedad. La falta de fe, la falta de caridad, la falta de esperanza, la falta de todas las virtudes tienen un único origen: la deserción de mi milicia, de la milicia cristiana. Como de un tronco de raíces sanas, han brotado, en lugar de mis virtudes, tendencias, vicios, pasiones peor que humanas: demoníacas. La planta de la vida cristiana se encuentra muerta en casi todos los corazones; en muchos vegeta a duras penas, en pocos se mantiene florida, nutrida con el jugo de la Vida y adornada de robustas ramas. Es en vano esperar que las cosas cambien. Por el contrario, irán siempre empeorando como bosque invadido por plantas parásitas e insectos nocivos que va perdiendo día a día su frondosidad y sus frutos y acaba por morir; otro tanto ocurre con la sociedad de ahora cada vez más abrasada, sofocada, corroída por mil tendencias viciosas y pecados, siendo los principales: el odio, la lujuria, la arbitrariedad, el fraude, y de las primeras: la negación de Dios, doctrinas contrarias a la mía, culto exagerado de sí mismo, egoísmo y otras más. ■ Mi Palabra —semilla y agua de Vida y Vida verdadera— no puede descender sobre las almas. Estas se encuentran demasiado ocupadas en otras cosas. La mayoría de los cristianos han rechazado a Cristo al poner en su lugar a sí mismos o al poder, al dinero, a la carne. El que menos falta, falta siempre, por cuanto no tiene verdadera misericordia con su prójimo. ¿Quién es el que no maldice ni lanza imprecaciones en el día de hoy? ■ Mas tú, amada hija, no maldigas ni lances imprecaciones. Deja a tu Dios al cuidado de castigar. Tú ama y ten misericordia con todos, aún con los culpables, los primeros. ¡Son desgraciados, unos desgraciados! Al dar acogida al mal de Satanás han desbaratado todo el bien de que disponían. Han trocado una eternidad de gloria por una hora de gloria terrena. Han vendido por treinta denarios su alma a Satanás. Son Judas de su alma. Me causan repugnancia y compasión, porque Yo soy el Dios de la misericordia y siento compasión. Sí, también compasión, porque Yo soy el Dios de la misericordia y siento compasión de mis hijos extraviados. Ayúdame a salvarlos de la última culpa. ¡Cómo querría poderles perdonar! Perdona tú, hija querida. Que de tu corazón que me posee a Mí y a mi Palabra, no salgan sino palabras de paz y de perdón. Ya sé lo difícil que esto resulta para vuestra humanidad. Mas sobre ella está el espíritu y el espíritu es el reino del Señor. Ahora bien, ¿cómo podréis tener al Señor en vosotros si vuestro espíritu no tiene las mismas inclinaciones de su Rey? Y mis inclinaciones, como mis palabras, son santas, misericordiosas, y buenas. Todas tienen el sello del Amor, del verdadero Amor que nunca es tan amor como cuando se inmola por los hermanos y los perdona”.
* “Todos tenéis vuestra culpa en la hora actual. El que de todos tiene la menor, por no haber cometido pecado de adoración a un hombre, tiene el de no haber rogado mañana y tarde por él. Los grandes tienen necesidad de las oraciones de los pequeños para conservarse grandes en el Bien”.-Jesús: “No me agrada los que gritan: «¡A la muerte!» tras haber gritado «¡Hosanna!». Si aquellos contra los que se lanzó el grito de condena os hubieran entregado aquel botín y aquellos bienes injustamente arrebatados que Yo no pude permitir que se os dieran, para que ni a vosotros ni a ellos os llevasen a un exceso de orgullo, vosotros les habríais aclamado sin pensar que otros, en vuestro lugar, sufrían siendo hijos míos como vosotros. ■ Dejad para Mí el juzgar, el castigar y el premiar. Procurad para vosotros tan sólo el merecer mi premio y sed coherentes y honestos. Es incoherente, inmoral, indigno, ensañarse con los vencidos, sea cualquiera su derrota, bien justa como castigo o dolorosa como fruto de inmerecidas circunstancias. Es incoherente, porque no va contra el hombre sino contra la acción del hombre, acción, repito, que habríais aprobado, por más que no fuese buena, en el supuesto de que os hubiese reportado alguna utilidad. Y, por la misma razón, inmoral. Todos, recordadlo bien, tenéis vuestra parte de culpa en la hora actual. El que de todos la tiene menor, por no haber cometido pecado de adoración a un hombre no habiéndole seguido en contra de mi Ley, tiene el de no haber rogado mañana y tarde por él. Los grandes tienen necesidad de las oraciones de los pequeños para conservarse grandes en el Bien. Y es, por fin, indigno, porque ensañarse contra quien ya no puede, antes, por el contrario, es el más desgraciado de todos, odiado del mundo, castigado por Dios, es culpa igual a la del que oprime al débil. Estas cosas, inconcebibles para la masa, son siempre el meollo de mi Ley. Y que mi Ley es seguida superficial y no sustancialmente, lo prueba el hecho del modo cómo las masas se revuelven contra los que no os dieron todo aquello que vuestro egoísmo esperaba” (1). (Escrito el 24 de Julio de 1943).
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1  Nota  : En una copia mecanografiada continúa el texto con el siguiente párrafo, entre paréntesis, al término del cual precisa María Valtorta, anotándolo a lápiz, que se trata de una nota del P. Migliorini: “El dictado precedente resultaba de difícil aplicación el día en que se dio, 24 de Julio de 1943. El 26 se difundió la noticia de que Mussolini había puesto su dimisión en manos del rey. Y cuanto sucedió y estuvo a punto de suceder en ese mismo día como reprobación del hombre caído, no sólo justifica ampliamente las recomendaciones del Señor sino que lleva a la conclusión de que fue ciertamente Él quien dictó cuanto aparece escrito”.
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43-216.- Aclaración sobre los culpables de «la última culpa».
* ¡Es tan hermoso ser confidentes de un Dios…! Tanto los confidentes como los confiados son necesarios para consuelo de mi Corazón y es, por tanto, suma perfección ser «confidentes-confiados». Tú has rezado, ofrecido y sufrido secundando mis deseos de impedir la comisión de la última culpa. Y has acertado en ello por más que tú pensaras una cosa y, en realidad, «la última culpa» fuese otra”.- ■ Dice Jesús: “No hace mucho te dije (1) que me ayudaras a salvar a los culpables del último pecado. Aunque no entendiste lo que quería decir, has suplicado. Esto me basta porque, en verdad, sólo es preciso que Yo lo entienda todo. Para vosotros, en cambio, no es necesaria la revelación absoluta. Todo cuanto os digo es un don al que no tenéis derecho, un don espontáneo del Padre a sus más queridos, puesto que es grato a mi Corazón haceros mis confidencias, tomaros de la mano e introduciros en el secreto del Rey. Mas no debéis pretenderlo. ¡Es tan hermoso ser confidentes de un Dios…! ¡Pero, asimismo, es tan hermoso y santo también ser sus hijos total y ciegamente entregados al Padre que obra por su cuenta y dejarse conducir sin que los hijos quieran saber a dónde los lleva el Padre…! Hijos, estad seguros, Yo os guío por senderos de Bien. Vuestro Padre no quiere sino vuestro bien. ■ Tanto los confidentes como los confiados son necesarios para consuelo de mi Corazón y es, por tanto, suma perfección ser «confidentes-confiados». Es entonces cuando sois mis discípulos capacitados ya para obrar en nombre del Maestro y párvulos que se dejan conducir por el Padre. Entonces sois mi consuelo y mi alegría. ¡Es tan difícil para Mí encontrar almas de discípulos en un mundo como el vuestro…! ¡Y más difícil aún encontrar, incluso entre los párvulos, almas de párvulos! El hálito de la Bestia hasta tal punto os ha corrompido que ha matado en las propias almas de los niños la simplicidad, la confianza y la inocencia sobre la que Yo descansaba. ■ Nada te dije ayer, María, pues te hallabas turbada como quien perdió el camino. Y Yo soy, no tan solo tu Maestro sino también tu médico y médico, no ya del espíritu, sino también de tu carne. Vi ayer que te encontrabas por demás cansada y callé, reservando para hoy una mayor abundancia de palabras para ti. No quiero que mi pequeño portavoz se quiebre en un esfuerzo superior a sus fuerzas. Hoy hablo por ayer y por hoy. ■ Tú has rezado, ofrecido y sufrido secundando mis deseos de impedir la comisión de la última culpa. Y has acertado en ello por más que tú pensaras una cosa y, en realidad, «la última culpa» fuese otra. Había inspirado en las almas mejores grandes deseos de rezar y sufrir por este fin ya que había necesidad de mucho, mucho, mucho esfuerzo para vencer el peligro. Y todavía hay necesidad de mucho, mucho, mucho esfuerzo para llevar a término este empeño, sin las peores perversiones del primitivo mal”.
* “Ayer, la única señal de que me encontraba contigo a fin de ser para ti Luz y Voz, fue la de guiarte la mano cuando abriste el Libro por las páginas que, a distancia de siglos, hablan del tiempo actual. Las leeremos juntos y Yo te las comentaré. Pero desde ayer has comprendido que en ellas estaba «el hoy»”.-Jesús: “Ayer, la única señal de que me encontraba contigo a fin de ser para ti Luz y Voz, fue la de guiarte la mano cuando abriste el Libro por las páginas que, a distancia de siglos, hablan del tiempo actual. Las leeremos juntos y Yo te las comentaré. Pero desde ayer has comprendido que en ellas estaba «el hoy». Un gran mal se ha evitado, María, un gran mal. He tenido compasión de vosotros, pueblo que tiene por corazón a la Roma cristiana. Pero ahora más que nunca hay gran necesidad de rezar y sufrir, María; y, si fuese posible, hacer que se rece y se sufra  —si bien esto es más difícil porque los héroes del sufrimiento son muy pocos—  para que el «gran mal» vencido no retoñe como planta maligna en otros mil pequeños males que acabarían por formar un bosque de maldición en el que todos pereceríais con un horror inimaginable. ■ He tenido compasión de vosotros. Mas ¡ay si a esta compasión arrancada a la Justicia a instancias de mis plegarias, de las de mi Madre, de los Protectores y de las víctimas, respondéis, vosotros, pueblo mío, con actos que os harían desmerecer mi gracia! ¡Ay si a la única gran «autoidolatría» sucediese la pequeña y la gran «autoidolatría»! Uno solo es Dios. Yo lo soy y no hay otro Dios fuera de Mí. Ha de recordarse esto. Dios es paciente; mas, en su infinita paciencia, no es culpable para consigo mismo. Y lo sería si forzase su paciencia con la inhibición a decir: «¡Basta!», llegando así a un estado de indiferencia en relación con la consideración debida a Sí mismo”.
* “Por un ídolo caído no alcéis tantos idolillos marcados todos ellos con los mismos signos satánicos de lujuria, soberbia, fraude, violencia, y semejantes. Si sois buenos, aun cuando hayáis llegado hasta el fondo, os salvaré”.-Jesús: “Por un ídolo caído no alcéis tantos idolillos marcados todos ellos con los mismos signos satánicos de lujuria, soberbia, fraude, violencia, y semejantes. Si sois buenos, aun cuando hayáis llegado hasta el fondo, os salvaré. Os lo prometo; y es promesa de Dios. Y, en mi Inteligencia a la que nada se le oculta  —ni el más secreto de los delitos ni el más insignificante de los movimientos humanos—  no pretendo que todo un pueblo sea perfecto. Sé que si debiese premiaros cuando todos alcanzaseis la Bondad, nunca os premiaría. Mas comprendo que, si bien es inevitable el que alguno peque, la masa debería ser tal que impusiese a los Cabezas una conducta digna de mi premio. Porque, recordadlo siempre: los Cabezas completan los Pecados; pero es la masa la que, con sus pecados menores, empuja a los Cabezas al gran Pecar. Y basta por ahora, alma mía. Más tarde volveremos a leer juntos a Isaías y, lo mismo que en la sinagoga y en el Templo, Yo te lo comentaré”. (Escrito el 28 de Julio de 1943).
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1  Nota  : Se refiere al dictado 43-209.
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43-219.- 1ª parte: Pasajes de Isaías (que pueden referirse), a los culpables de la hora presente (al impío y a las autoridades de la 2ª guerra).
* “Es necesario leer el Libro, no con los ojos, sino con el espíritu”.- Palabras de Isaías para los culpables.- ■ Dice Jesús: “Es necesario saber leer el Libro, ya te lo dije, no con los ojos sino con el espíritu. Entonces la Ciencia sobrenatural que la inspiró se ilumina con la luz de la Verdad. Mas para obtener esto es preciso tener el espíritu unido a mi Espíritu y es entonces mi Espíritu el que os conduce. Ahora mira: tomemos de las páginas de Isaías, como muestras de un mosaico, las palabras de los capítulos que hemos leído juntos (1) y ordenémoslas con mirada sobrenatural. Así te resultarán más claras. ■ Comienza por las que te he indicado para los culpables. «Aun cuando tenga compasión del impío, él no aprenderá justicia; hará cosas inicuas en la Tierra de los santos y no verá la gloria del Señor. Por eso escuchad las palabras del Señor, oh escarnecedores, cabezas de mi pueblo que está en Jerusalén (26,10). Habéis dicho: ‘Hicimos alianza con la muerte, concertamos un pacto con el Infierno y así, cuando pasen los azotes, no vendrán sobre nosotros porque pusimos nuestra esperanza sobre la mentira y estamos protegidos por ella’ (28,15). Será destruida vuestra alianza con la muerte, no existirá más vuestro pacto con el Infierno; cuando pase tempestuoso el azote os arrastrará consigo. Y tan solo las fatigas os harán entender la lección. Así, pues, no os burléis, no sea que vayan a ser estrechadas más vuestras cadenas  (28,18). ¡Ay de vosotros que os recluís en vuestro corazón para ocultar al Señor vuestros designios! Llevan a cabo sus obras en las tinieblas y dicen: ‘¿Quién nos ve? ¿Quién nos reconoce?’. Es perverso este vuestro pensamiento (29,15). ¡Ay de vosotros, hijos desertores, que forjáis designios sin Mí, y urdís una tela que no es según mi espíritu y acumuláis pecado sobre pecado! (30,1). Por esto, he aquí lo que dice el Santo de Israel: ‘Puesto que vosotros menospreciáis esta palabra, pusisteis vuestra esperanza en la calumnia y en el tumulto y os apoyasteis sobre estas cosas, esta iniquidad será para vosotros como brecha de ruina imperceptible en un alto muro que, de improviso, cuando nadie piensa en ello, provoca el hundimiento y queda hecho pedazos (30,12). ¡Ay de aquellos que bajan a Egipto en busca de ayuda y esperan en los caballos y tienen confianza en los carruajes, que son muchos, y en los jinetes que son sobremanera vigorosos, y no han puesto su confianza en el Santo. No han buscado al señor! El Egipto (2) es hombre y no Dios y sus caballos son carne y no espíritu, el Señor extenderá su mano y el que presta ayuda se desplomará y el que es ayudado caerá y serán aniquilados todos juntos (31,1). ¡Ay de ti, saqueador! ¿Acaso no serás tú también saqueado? ¡Ay de ti, escarnecedor! ¿Acaso no serás también tú escarnecido? Cuando hayas concluido de saquear, serás saqueado; cuando, ya cansado, hayas terminado de escarnecer, serás escarnecido»(33,1).
* “El corazón del impío es un amasijo de soberbia, prepotencia y rebeldía”.- ■ Jesús:Antes de hablar sobre los temas y sobre las promesas de Dios, comentemos este fragmento. El corazón del hombre al que el profeta llama impío, es un amasijo de soberbia, de prepotencia y de rebeldía. Se halla en él la triple lujuria, trono sobre el que se asienta el Maligno para henchir de pensamientos demoníacos aquel corazón que repudió a Dios y su Justicia. De este corazón no puede salir sino iniquidad porque su Rey es el Espíritu del Mal, el cual concede triunfos efímeros que descuenta más adelante con ruinas imperecederas. El impío, que reina bajo el signo de la Bestia, pasa como un torrente de dolor y de corrupción por la tierra de los santos —y Roma es tierra de Santos— arrastrando al mal a otros impíos menores y atormentando a los hijos del Señor. ■  Es justo que el Señor vele por su gloria ante el impío en esta y en la otra morada. Dos veces el impío verá mi gloria y querrá no verla porque ella será para él terrible: a su muerte y en el último día. Entonces le preguntaré Yo: “¿Qué hiciste de Mí? y ¿qué de mis dones?”. Y será pregunta que le lanzará, como saeta despedida del arco, hasta aquel Abismo del que no se sale”.
* “Roma, mi 2ª Jerusalén terrena. Tierra predilecta en la que quise estuviese mi Iglesia que debería ser tratada como espléndida reliquia. Mas, por el contrario, ¿cómo se han conducido los nuevos escarnecedores de Dios?”.-Jesús: “Roma es mi segunda Jerusalén terrena. Tierra predilecta en la que quise estuviese mi Iglesia y que, por ser el centro del mundo, debería ser tratada por éste, al ser su cabeza, como una espléndida reliquia. Mas, por el contrario, ¿cómo se han conducido los nuevos escarnecedores de Dios? Aliándose con el delito que produce la muerte, desposando su alma con Satanás y creyendo, con sacrílega prostitución, salvarse de los azotes a los que sometían a los demás. No, la mentira no salva. Os lo dice el Padre de la Verdad. El amo de la mentira os enreda en ella y, tan pronto ve la ocasión propicia, os la vuelve en contra para haceros perecer. ■ Yo soy el que salvo y no hay otro fuera de Mí. Seréis despojados de vuestra falaz armadura en el momento mismo en que os herirá mi castigo, pues así es como obra Satanás. Ni puede obrar de otra suerte ya que no puede daros sino frutos perecederos. Solo Yo doy protección que no conoce límite y cuando me presento, bien para salvar o para condenar, huye de allí Satanás dejándoos solos, oh hijos necios del pecado. Únicamente entre los estrujamientos de la tortura entenderéis quién es Dios y quién Lucifer. ¡Lección terrible! Y cuanto más pequéis, más feroz será el estrujamiento porque aquí hay también un límite para mi Bondad ilimitada, pero inteligente. ■ Recordadlo. Nada se oculta al Señor de cuanto el hombre urde en la sombra, aun en lo más recóndito de su corazón. Y si esos pobres hermanos vuestros no ven sino lo exterior y pueden ser engañados por vuestra hipocresía, Yo lo veo todo y obro como vuestras acciones merecen y, cual muro minado por una pequeña brecha, vuestro edificio, asentado sobre la culpa, se derrumbará cuando ninguno —ni vosotros que os sentís seguros por la alianza con el Padre de la Mentira, ni el pueblo que os teme creyéndoos invencibles—  se lo piensa”.
* “¡Ay de vosotros que inducís a mis hijos a desconfiar de mi Justicia! Y ¿qué mayor escándalo que inducir a los pequeños a creer que Dios protege injustamente a los grandes que pecan? ¡Ay de vosotros que establecéis alianzas de las que solo mal puede seguirse a mi pueblo! Vuestras alianzas, verdadera unión de los precursores del Anticristo, carecen de base y no tienen fortaleza de victoria”.- ■ Jesús: “¡Ay, ay, ay de vosotros que inducís a mi pueblo a hacerle creer que Yo protejo vuestro mal hacer! ¡Ay de vosotros que inducís a mis hijos a desconfiar de mi Justicia! También de esto responderéis porque el escándalo recae sobre quien lo crea. Y ¿qué mayor escándalo que inducir a los pequeños a creer que Dios protege injustamente a los grandes que pecan? ■ ¡Cuántas almas me habéis arrebatado, obradores de iniquidad! Con todo, ellas serán todavía hijas de mi Misericordia. No así vosotros a quienes di todo para atraeros a Mí y hacer de vosotros instrumentos del Bien y habéis echado todo en olvido posponiéndome a Satanás. ¡Ay de vosotros que establecéis alianzas de las que solo mal puede seguirse a mi pueblo!: mal para la carne y mal para el espíritu; y sabiendo que es mal, lo hacéis lo mismo, usando mal del poder para que triunfe vuestra persona, puñado de arcilla que conserva su forma mientras la Misericordia la mantiene húmeda con la lluvia desde lo alto y, una vez desecada, se reduce a polvo, como la cal cernida, y se desparrama. ■ Vuestras alianzas, verdadera unión de los precursores del Anticristo, carecen de base y no tienen fortaleza de victoria. Se desmenuzarán, al igual que vosotros, y solo quedará de ellas un recuerdo de horror en los cuerpos, en las casas y en las almas de mis pobres hijos. ■ Cuando Dios truena, ¿qué son los caballos ni los vigorosos jinetes? Tamo que el viento dispersa en todas las direcciones. Soy Yo el que da fortaleza a los ejércitos. Mas es preciso que lo que mueva a los ejércitos sea una razón justa y no la ferocidad ni la soberbia. Toda culpa será castigada y castigado asimismo por Dios todo escarnio, porque  Dios, dice el Señor, jamás será escarnecido y no es lícito oprimir a los más pequeños. Mas advierte una cosa, María. También por parte de los más pequeños ha de haber respeto a la Ley; así es como tendréis siempre a vuestro Dios con vosotros”. (Escrito el 29 de Julio de 1943).
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1  Nota  : En este punto deja María Valtorta un espacio en el que escribe después a lápiz: «Cap. 26-33».  2  Nota  : El rey de Egipto (N. del T.).
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 43-222.- 2ª Parte: Pasajes de Isaías, en relación a los más pequeños (esto es, al pueblo).- Asur caerá al filo de una espada que no es de hombre.
* Palabras de Isaías para los más pequeños.- ■ Dice Jesús: “Contemplemos hoy cuanto hace referencia a los más pequeños. Digo Yo por boca de Isaías haciendo hablar o hablando a los humildes: «Hemos tenido amos que, sin Ti, Dios nuestro, nos han esclavizado. Haz que tan sólo por Ti hayamos de acordarnos de tu Nombre. El que muere torna a vivir; no resucitan los gigantes; por eso Tú los visitaste, los exterminaste e hiciste desaparecer por completo su memoria (26,13). Anda, pueblo, entra en tus aposentos, cierra tras de ti las puertas, escóndete por un poco de tiempo hasta tanto haya pasado la indignación. He aquí que el Señor saldrá de su morada y visitará la iniquidad del que está contra Él sobre la tierra (26,20). En aquel día visitará el Señor con su espada acerada, grande y fuerte al Leviatán, serpiente tortuosa. Con palabras bárbaras, con lengua extranjera hablará el Señor a este pueblo al que dije: ‘Aquí está mi descanso, confortad al cansado, éste es mi refrigerio. Mas ellos no quisieron escucharme’ (27,1). Y dijo el Señor: ‘Porque este pueblo se me acerca con su boca y me honra con sus labios, pero su corazón está lejos de Mí y me rinden culto con preceptos y enseñanzas de hombre, por esto Yo excitaré de nuevo la admiración de este pueblo con prodigio grande, estupendo; perecerá la sabiduría de los sabios’ (29,13). Porque el opresor ha desaparecido, el escarnecedor ha sido aniquilado y aniquilados también los que tramaban el mal. Que hacían pecar a los hombres con sus palabras, tendían engaños a quienes les reprendía y se alejaban sin razón del justo (29,20). Por esto dice el Señor: ‘No será confundido Jacob ni se ruborizará ahora su rostro sino cuando vea a sus hijos, obra de sus manos; en su seno glorificará mi Nombre. Y los que erraban con el espíritu aprenderán la ciencia y los murmuradores aprenderán la Ley’ (29,23). En aquel día cada uno arrojará sus ídolos de oro y de plata que os hicisteis con vuestras manos para pecar (30,18).  Y Asur caerá al filo de una espada que no es de hombre y la espada que no es de hombre lo destruirá y huirá no ante la espada y su juventud pagará el tributo»(30,31).
* “La causa primera del mal: haber quedado sin Dios. Volved a la Fuente, a esa Fuente de la que brota Vida. Lavad en esta Fuente vuestra alma y sumergid en ella vuestro espíritu para que vean… de modo que vuestra mente se despoje de la ciencia de los sabios, ciencia falaz, y aprenda la Ciencia de Mí que soy la Sabiduría de Dios”.- ■ Jesús: “La causa primera del mal: haber quedado sin Dios. No habéis querido tener a Dios por Amo, y Amo benigno, y así habéis tenido amos que han rebajado vuestra libertad de hombres a la mortificación de los esclavos. Como a esclavos os han prestado, vendido y tomado de nuevo; entregados a la muerte como esclavos riendo y engordando a costa de vuestro dolor. El mundo muere por no tener a Dios por Amo; vosotros, en particular, morís por no haber querido a Dios por Amo paternal. ¡Quisiera Dios que ahora os volvieseis a Él! En su Nombre está la salvación. La vida es Vida en su Nombre y la muerte es resurrección. Aquel que vive en el Señor no muere eternamente. ■ Los gigantes, o sea, los que levantan su poder soberbio de carne y de sangre contra el Cielo son los que traen el rayo divino y caen fulminados para no levantarse más. Lo tuvieron todo en la Tierra ya que para ellos tan sólo regía la ley de la carne y de la sangre. De aquí que haya acabado para ellos el reino eterno y luminoso del espíritu. Acaba ya desde ahora esta Tierra donde le dieron muerte con su propia mano y también allí donde no hay límite de tiempo ni penetran las almas muertas. ■ Cuando suene en el Cielo la hora de la ira y descienda la Justicia para herir, tened por norma la Caridad y la Prudencia. Retiraos, en vez de cacarear como pollitas que divisan al milano; retiraos, en vez de murmurar, pues solo a Dios incumbe juzgar, y pedid al Señor Caridad y Prudencia para obtener que el Mal sea vencido por el Bien y triunfe la Paz en los Estados, en las instituciones y en los corazones. Para castigar no necesita Dios de vuestros consejos. Sabe cuándo y cómo debe usar de la espada para matar al resurgente eterno, el Monstruo que os seduce, contrapuesto al Resurgente divino que os salvó y os salva con su Sangre y al que, con harta frecuencia, grandes y pequeños del mundo no saben prestar oídos, sordos a mis desconsoladas plegarias en demanda de asilo para el fatigado del Amor, para vuestro Jesús que sufre de un amor perfecto siempre rechazado. ■ ¡Oh, si vinieseis a Mí con vuestro corazón, hijos tan tiernamente amados por vuestro Dios, Padre vuestro y hermano! ¡Todo le arrancaríais a mi Amor si vinieseis a Mí con vuestro amor! Todo, porque constituye para Mí sumo dolor no poder cubriros de dones en esta y en la otra vida. Hasta el culto que me tributáis ha perdido mucho de mi signo y asumido formas humanas más en consonancia con vuestro torpe modo de obrar tan torpemente humano. Volved, hijos, a la Fuente, a esa Fuente de la que brota Vida. El transcurrir de los siglos no la envejece porque el Tiempo es un instante frente a mi Eternidad. Lavad en esta Fuente vuestra alma y sumergid en ella vuestro espíritu para que vean. Para que vean a Dios y los prodigios que realizo con el fin de excitar vuestra admiración de modo que vuestra mente se despoje de la ciencia de los sabios, ciencia falaz, y aprenda la Ciencia de Mí que soy la Sabiduría de Dios”.
“Quiénes sean los «Asur» lo entiendes por ti. Mas a todos digo: procurad no haceros merecedores con ellos de la espada que no es de hombre”.- ■ Jesús: “Con todo, ya veis, hijos queridos, qué cosas sabe hacer por vosotros vuestro Dios. Vi la aflicción de mi pueblo elegido, aquella que ya conocéis por haber caído sobre vosotros y aquella otra que habríais conocido, dispuesta como estaba ya en la sombra, de no haber Yo proveído. Mas ¡ay también de vosotros si de nada sirviese la lección! ¿Cómo podría estar siempre acudiendo, proveyendo y perdonando? ¿Cómo, si hasta vosotros llegasteis a ser escarnecedores? (1). ¿Cómo, si vosotros os alejasteis también del Justo (2) que os habría de aconsejar para vuestro bien y urdisteis contra él vuestras asechanzas?  Él es portador de mi Palabra, él y sus ministros. Y en mi Palabra está la verdadera Ciencia y la verdadera Ley que proporciona el Bien. Haced que se encienda de gozo el Rostro de vuestro Jesús y el de los verdaderos discípulos. Y de igual modo se encenderán aquel Rostro y aquellos rostros cuando os vean triunfar sobre todas las idolatrías del sentido, del dinero y del orgullo que siempre os atormenta. ■ Quiénes sean los «Asur» lo entiendes por ti. Mas a todos digo: procurad no haceros merecedores con ellos de la espada que no es de hombre. No. Sed buenos. Vuestro Dios no quiere mostraros la espada que castiga sino que quiere abriros sus brazos que únicamente saben amar, bendecir y deciros: «Venid, hijos, a descansar en la Paz de vuestro Padre»”. (Escrito el 30 de Julio de 1943).
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1  Nota  : Sobre una copia mecanografiada  anota a lápiz María Valtorta: “El S. Padre habla un mes después”.   2  Nota  : Pio XII.
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43-237.- Las guerras son sacrílegas.
* Muere la fe (con la negación), caridad (con la crueldad), oración (con la blasfemia).- “¿No son éstas acaso, profanaciones del corazón? Y quien profana ¿no comete sacrilegio?”.- Dice Jesús: “Perder la vida, la mayor desventura para el hombre que vive de la carne y en la sangre, no es una pérdida antes ganancia para el hombre que vive de la Fe y del espíritu. Por eso dije Yo: «No temáis a los que os pueden matar el cuerpo». Yo estoy junto a los inocentes muertos por cualquier causa de crueldad humana; estoy junto a los mártires, lo mismo que junto a soldados; estoy junto a los oprimidos por un yugo familiar que los unce al delito, igual junto a los eliminados en las guerras sacrílegas y feroces mediante procedimientos maldecidos por Mí. Las llamo sacrílegas. Y ¿de qué otra manera habría de llamarlas? ¿No es contravenir mi Ley el obrar con violencia, usando y abusando de la fuerza por motivos de orgullo humano que tienen como fruto la destrucción de vidas y de conciencias? ■ Y ¿qué templo mayor que el corazón del hombre creado por Mí en el que Yo debería habitar? Ahora bien, ¿puede acaso habitar el Dios de la Paz donde hay pensamientos de guerra, donde bajo la égida de la guerra, se permite el hombre licencias culpables; donde, bajo la ráfaga de la guerra, muere la fe y subintra su negación, muere la caridad y subintra la crueldad, muere la oración y subintra la blasfemia? ¿No son éstas acaso, profanaciones del corazón? Y quien profana ¿no comete sacrilegio? Por eso dije: «No temáis a los que matan el cuerpo y nada más pueden hacer». Yo conforto en la hora de la prueba a los injustamente muertos, siendo eso garantía de que tras esa hora llega para ellos la Luz beatífica”. (Escrito el 4 de Agosto de 1943).
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43-262.- “Os daría la paz puesto que soy el Vencedor eterno. Mas siempre estamos ante aquella plática: «Si hubiera 10 justos…»”.
* El egoísmo insensibiliza la plegaria a favor de la paz, puesto que la guerra resulta útil para los intereses de muchos. Excesivamente superior es el número de los hombres injustos en relación con los justos. “Y en este desequilibrio radica la causa de vuestra ruina”.- ■ Dice Jesús: “Me sentía reacio a dar la nueva fórmula de plegaria para hoy porque sé que es menos sentida aún que aquella de Junio (1). Entonces se pedía que las bombas (2) respetasen las casas y habitantes de Viareggio y esto era un motivo al alcance de la obtusidad  y miedo humanos. Lo que hoy se pide es algo más importante y universal y, resulta doloroso constatarlo, no es universalmente deseado ni apetecido siquiera por la totalidad del reducido núcleo de Viareggio. Guerra significa ruina de muchos, aunque también utilidad de muchos. Y, ante la utilidad propia, el hombre hace caso omiso de la utilidad colectiva. Es tan poco lo que entre vosotros os amáis, que vivís cada uno encerrado dentro del propio egoísmo y armados de aguijones contra el vecino. Por eso, si la anterior plegaria era poco sentida por el espíritu y sí sólo por la carne que se estremecía por el miedo de sí misma y de la propiedad de las casas, ésta aún se pronuncia con un espíritu más sordo. No es así como se obtiene lo que se pide. ■ Llegará la tregua de las armas, porque debe llegar, mas no será sino una tregua. Y una cosa es tregua y otra paz. Paz quiere decir concordia externa e interna, buscada y querida con mirada y afecto espirituales. Si supierais venir a Mí con los labios y el alma limpios y encendidos de verdadera caridad, os concedería esta paz. Os la daría salvando todos los obstáculos que interpusiese el Mal para impedirla, puesto que Yo soy el Vencedor eterno. Mas entre los muchos que hoy rezarán en las iglesias por esto, pocos, muy pocos, poquísimos tendrán los requisitos que hacen poderosa la oración. Es ésta una verdad dolorosa y que produce espanto; pero que de nada sirve ocultarla ya que el mal persiste por más que se oculte. Pobres hombres, ¡qué malvados sois! Si hiciese retumbar esta verdad desde los Cielos, el hombre se daría por ofendido de ella, lo mismo que los fariseos cuando les desenmascaraba descubriendo sus ocultos vicios. Mas es como digo. ■ La paz santa y verdadera no la desean todos. Sois tan obtusos y estáis tan amasados de malos apetitos, que no alcanzáis a percibir el tono de la verdad que Uno superior a vosotros os descubre. Mas la verdad es ésta, no puede ser otra, porque verdad no hay más que una sola. Siempre estamos en aquella plática: «Si hubiera diez justos…». Mas son tan pocos los justos en contraposición a la muchedumbre de injustos… Satanás tiene un número inmenso de hijos y servidores. El Hijo de Dios, en cambio, tiene un número insignificante de verdaderos hijos y de siervos verdaderos. Y en este desequilibrio radica la causa de vuestra ruina”. (Escrito el 15 de Agosto de 1943).
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1  Nota  : Dictado 43-56.   2  Nota  : 2ª guerra mundial.
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43-297.- “Debes saber que Yo estoy allí donde los míos sufren. Donde más vivo es el peligro e inminente la desgracia”.
Todos sois hermanos e hijos míos y por ricos y pobres, por poderosos y míseros derramé mi Sangre. No apruebo las matanzas, sea cualquiera el lugar donde se lleven a cabo”.- Dice Jesús: “Para Mí no existe diferencias entre el grande que habita en palacios y el pastor que duerme sobre la hierba en medio de su rebaño. Todos sois hermanos e hijos míos y por ricos y pobres, por poderosos y míseros derramé mi Sangre. No aplaudo, por tanto ciertas diferencias que ahora se están dando. No apruebo las matanzas, sea cualquiera el lugar donde se lleven a cabo. No las apruebo por ser contrarias a la caridad y serio motivo de desesperación para los débiles. Como tampoco apruebo el que haya quien, explotando una posición de privilegio, logra salvarse alejándose de aquellos lugares que quedan sometidos a la tormenta diabólica. ■ Pero debes saber que Yo estoy allí donde los míos sufren. Me encuentro, por tanto, donde más vivo es el peligro e inminente la desgracia. Donde se muere por obra de los hombres, allí está el Redentor que absuelve y bendice”. (Escrito el 25 de Agosto de 1943).
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43-359.- “Tres episodios de mi Evangelio, para esta hora de odio entre razas, que dan lección de subida caridad: el Centurión, la mujer cananea y la esposa de Pilatos”.
* “Yo no puedo quedarme donde hay odio, por más que éste, recuérdalo siempre, sea el más humanamente justo y razonable de los odios”.- ■ Dice Jesús: “De mi Evangelio se desprende una lección para vosotros, los hombres, que tan divididos estáis por el odio. Ayer te dejé tranquila a fin de darte tiempo a cambiar tu pensamiento y tu mirada —sí, también ésta, porque hay miradas culpables, más que cualquier palabra, por el odio de que están henchidas— filtrando los movimientos de tu corazón a través de la enseñanza dulcísima de María. Las tempestades que convulsionan un lago no se calman de pronto. Sobre todo, al calmarse, no vuelven las aguas inmediatamente a su primer aspecto. La turbulencia hace que sigan alteradas por algún tiempo el color y la transparencia de las aguas y sólo cuando las olas se han calmado totalmente, incluso en el fondo, se clarifica y torna azul y tranquila como el cielo. Lo mismo ocurre cuando el odio, con su huracán infernal, irrumpe en un corazón. Se requiere tiempo para que el alma quede purificada de su tóxico anticristiano.  ■  Cierto, María, que Yo comprendo cómo es humano el que, ante ciertos agentes dolorosos, surja el odio. Mas vosotros no sois humanos tan solo. Por el contrario, la humanidad es fase transitoria de vuestra vida, mientras que la parte sobrehumana es la que no conoce limitación ya que, desde el momento en que fuisteis creados por el Padre, estáis o estaréis siempre en luz o en tinieblas, conforme a vuestro comportamiento sobre la Tierra, no hasta el fin del mundo sino hasta la eternidad que no tiene fin.  ¡La Tierra! ¿Qué supone para mi tiempo la dilatada, diez y diez y diez veces milenaria vida de la Tierra cristiana y las siete veces milenaria vida de la tierra, planeta creado por mi Padre? Un instante de eternidad. Ayer te estabas purificando y te dejé inmersa en esta labor a todos necesaria y, en particular, a mis queridos, puesto que Yo no puedo quedarme donde hay odio, por más que éste, recuérdalo siempre, sea el más humanamente justo y razonable de los odios. Y esto te digo ahora por ti y por todos”.
* “Yo quiero que esto (los tres episodios del Evangelio) os persuada de que en todas las razas, en todas las naciones, hay buenos hijos de Dios, porque todo aquel que cree en Mí y me busca con pureza de corazón es hijo mío”.-  ■ Jesús: “La lección de que te hablo y que os da mi Evangelio, sobre la que poco o nada meditáis, es lección de subida caridad. Tres son los episodios que os la dan. Se os explican de forma distinta; mas Yo, en esta hora de odio entre las razas del mundo, os los explico a mi modo: ese modo sobre el que tanto debierais meditar para salir de este abismo infernal en el que habéis convertido la Tierra. ■ El centurión que implora por su criado impedido (1) la mujer cananea cuya respuesta es un grito de iluminada confianza  (2) y la esposa de Poncio Pilatos (3): tres gentiles, tres situados fuera de la Ley del Padre; mas, entre los hijos de Abraham, entre los que vivían en Ley dada por el Señor a su Profeta en medio de los rayos del Sinaí, ¿quién tenía un corazón parecido al de esos tres corazones? Tuvieron más fe en Mí que mis compatriotas; reconocieron que Yo soy la luz de esa fe y su creer no quedó sin premio. ■ Ahora bien, Yo quiero que esto os persuada de que en todas las razas, en todas las naciones, hay buenos, hay ignorados hijos de Dios, porque todo aquel que cree en Mí y me busca con pureza de corazón es hijo mío. Ni en Israel encontré tanta fe como en estos tres corazones que vinieron a Mí sin que Yo les hubiera materialmente llamado. Y ¡cuántos como éstos de aquel tiempo lejano se dan entre los que viven actualmente! No juzguéis, hijos, ni despreciéis a nadie. Amad tan sólo, amad a todos. Recordad que tenéis un único Padre Creador y que por tanto, sois hermanos entre vosotros. Un único barro os formó y un único soplo os vivificó. ¿A qué pues tanto odio de unos contra otros? No seáis duros con los hermanos. ■ Mirad a Jesús, el Maestro, que no yerra y que no rechazó al centurión pagano ni a la cananea tenida en Israel por una leprosa de alma. Cuidad de que no sea Dios el que os juzgue a vosotros por tales, infectados como estáis de crueldad, de mentira, de lujuria y de soberbia. Purificaos con el fuego del amor que es el agua lustral que devuelve la blancura a vuestra alma y el toque que abre vuestros ojos cegados, vuestros oídos taponados, que da vida a vuestro ánimo paralizado haciéndoos capaces de entender lo que el Divino Espíritu comunica a vuestro espíritu tan necesitado de luz y de perdón”. (Escrito el 22 de Septiembre de 1943).
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1  Nota  :  Cfr. Mt.  8, 5-13.   2  Nota  :  Cfr.  Mt. 15,21-28.   3  Nota  : En la Obra  magna «El Evangelio como me ha sido revelado» se habla repetidas veces sobre la mujer de Pilatos: Claudia.  Cfr. Personajes de la Obra magna: Romanos/as.
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43-397.- “Si hubieran de aliarse las 4 fuerzas del Septentrión contra vosotros, en una horrorosa conjuración de potencias tenebrosas, se apagaría la luz y volvería de nuevo a verterse la sangre de los mártires”.
* “El septentrión son los pueblos que invaden o tratan de invadir la tierra cristiana por excelencia: Roma, sede de mi Iglesia”.- Dice Jesús: “Y no tengas miedo de nada ni de nadie. Ni las fuerzas de la Tierra ni las del Infierno podrán dañarte porque estás conmigo. Cuanto dices no son palabras tuyas sino mías que Yo pongo en tus labios para que las repitas a los sordos de la Tierra. Cuanto haces no es sino fortaleza mía que Yo te comunico en beneficio del que muere por inanición de su espíritu. No eres ya la pobre María, una mujer débil, enferma, sola, objeto de insidias. Eres mi discípula predilecta y Yo te juro que, por más que se concitase todo el mundo para hacerte la guerra, no podría arrebatarte lo que te he dado porque estoy contigo. Lo has entendido bien. ■ El septentrión (1) son los pueblos que invaden o tratan de invadir la tierra cristiana por excelencia: aquella en que se encuentra Roma, sede de mi Iglesia. Castigo merecido por los prevaricadores que inclinaron su cabeza, marcada ya con mi señal, ante los ídolos de las mendaces potencias extranjeras que son ahora las primeras en acarrearle tormento. Si hubieran de aliarse las cuatro fuerzas del Septentrión contra vosotros en una horrorosa conjuración de potencias tenebrosas, se apagaría la luz sobre vuestro suelo y volvería de nuevo a verterse fresca la sangre de los mártires en la nueva derrama sobre el mismo. ■ Mucho, mucho, mucho es lo que hay que rezar, hija de mi amor. No puedo pedirte ya más sacrificios de afectos por cuanto te encuentras desnuda como Yo sobre la Cruz. Mas, si fuera posible, te pediría otros muchos con este fin. Y te ayudaré; mas como tengo necesidad de lágrimas que hagan de agua lustral para Italia que se encuentra enfangada, te prevengo que haré que tu pena sea acerba a fin de que valga por muchos duelos y muchos perdones de Dios para Italia. Di conmigo: «Acepto, Señor, beber el cáliz de dolor para preservar a Italia de nuevas desgracias y, en particular, de las del espíritu. Quédate, Señor, conmigo mientras apuro mi Pasión de pequeña redentora». Y Yo me quedaré siempre contigo hasta que llegue la hora de llevarte allí donde la Pasión termina y da comienzo la gloriosa resurrección en Mí”. (Escrito el  9 de Octubre de 1943).
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1  Nota  :  María Valtorta anota, entre líneas, a lápiz: “Jeremías, cap. 1, v. 14-16”.
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43-455.- El matar es falta de amor: hacia Dios al que se le despoja del derecho de vida y muerte y del derecho de Juez.
“Considerad, pobres hijos, que la ofensa y el dolor trastornan la mente y el corazón y que la ira y el mismo dolor echan un velo ante vuestra mirada intelectual. Sed santos aun cuando os esté quemando la ofensa”.- ■ Dice Jesús: “Resulta ocioso explicar cómo el matar es falta al amor. Al amor hacia Dios al que despojáis del derecho de vida y muerte para con una de sus criaturas y del derecho de Juez. Sólo Dios es Juez y Juez santo. Y si Él concedió al hombre el establecimiento de tribunales de justicia para poneros un freno así en el delito como en el castigo, ¡ay de vosotros si, como faltáis a la Justicia de Dios, faltáis también a la justicia del hombre erigiéndoos en jueces de vuestro semejante que os faltó o creéis que os haya faltado! ■ Considerad, pobres hijos, que la ofensa y el dolor trastornan la mente y el corazón y que la ira y el mismo dolor echan un velo ante vuestra mirada intelectual, velo que os impide la visión de la verdad real y de la caridad tal cual os la presenta Dios a fin de que sepáis regular según ella hasta vuestro justo enojo y no cometer así con excesiva y despiadada condena una injusticia. Sed santos aun cuando os está quemando la ofensa y, sobre todo entonces, acordaos de Dios”.
“Sed igualmente santos, jueces. Con mirada y mente imbuidas de Dios, pensad el verdadero «porqué» de ciertas «miserias». Y las múltiples causas que las producen”.- ■ Jesús: “Sed santos igualmente vosotros, jueces de la Tierra. Tenéis entre las manos los más vivos horrores de la humanidad. Escudriñadlos con mirada y mente imbuidas de Dios. Pensad el verdadero «porqué» de ciertas «miserias» y pensad que, si bien son verdaderas «miserias» de la humanidad que se degrada, son así mismo múltiples las causas que las producen. En la mano del que mató buscad la fuerza que la movió a matar y acordaos de que también vosotros sois hombres. Preguntaos a vosotros si, de haberos visto traicionados y abandonados y provocados, seríais mejores que aquel o aquellos que están ante vosotros aguardando la sentencia. Pensad, haciéndoos un severo examen a vosotros mismos, si no podría culparos alguna mujer de ser vosotros los verdaderos asesinos de aquel hijo que ella eliminó porque, tras los momentos de placer, faltasteis a vuestro compromiso de honor. Y si lo podéis hacer, sed también vosotros severos. Mas si después de haber pecado contra aquella criatura nacida por obra de vuestra insidia y de vuestra lujuria, queréis alcanzar aún el perdón de Aquel a quien no se le engaña ni pierde la memoria por años y años que transcurran de una vida correcta tras aquella incorrección que no quisisteis reparar o aquel delito que provocasteis, trabajad al menos en prevenir el mal y, sobre todo, allí donde la ligereza femenina y la miseria ambiental predisponen a las caídas en el vicio y en infanticidio”.  (Escrito el 21 de Octubre de 1943).
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43-460.- La palabra de Abdías (1) es la historia de Italia en este último siglo.
* “Al mezclarse el motivo lícito del resurgir nacional con la soberbia, de la que derivan los desafueros y yerros, ha venido a destruir aquel bien (Sábana Santa) que Yo concediera”.- ■ Dice Jesús: “Esto te hará sufrir. Pero no siempre he de hablarte a ti sola, pequeña esposa de amor y de dolor. Escribe para todos. La palabra de Abdías es la historia de Italia en este último siglo. No hay error ni en la descripción del suelo. ¡Oh Italia, Italia, a la que tanto di y que te has olvidado de Mí y de mis beneficios! ¡Y que de aquel Piamonte (2) en el que hay un testimonio de Dios no inferior al del Tabernáculo mosaico —porque si en éste se guardaban dos tablas escritas por el profeta de Dios, allí se encuentra la historia de mi Pasión escrita con tinta de Sangre divina sobre el Lienzo (3) proporcionado por la piedad para envolver mi desnudez de Inmolado— y que de aquel Piamonte hubiera de salir el yerro, abierto ahora en flor tan dolorosa que ha de acabar por daros un fruto no menos atosigante. La soberbia del corazón, eterno pecado del hombre, ha acabado, ¡Italia!, por extraviar a tus regidores para los que resultó fatal el haber vencido. Y resulta siempre fatal cuando el don de Dios no cae en un corazón de hijo verdadero, respetuoso y amante de su Padre.  El don, al mezclarse el bien que porta con el mal que existe en vosotros, fermenta y produce una amalgama de destrucción. Lo primero, destruís la gracia en vosotros, después la benevolencia de Dios para con vosotros y, en tercer lugar, el fruto de esa misma benevolencia. En vuestro caso las victorias iniciales, al mezclarse el motivo lícito del resurgir nacional con la soberbia, de la que se derivan los desafueros y yerros, han venido a destruir aquel bien que Yo os concediera. ¡Cuán presto habéis desbarrado! El éxito hizo que os creyeseis seguros. Mas ¿no sabéis, reyes y gobernantes, que lo sois únicamente mientras Yo lo quiero y hasta que vuestros yerros provocan mi «Basta»? Por más que llegarais a ser los más poderosos de la Tierra y estuviese fijado vuestro trono en las cumbres sobre las que planean las águilas y cimentado en las mismas rocas que orlan esta tierra teniendo por corona mis estrellas, un  pensamiento solo de mi Querer sería bastante a desmenuzarlo lanzando sus restos al fondo del valle.  Os olvidáis demasiado de que Uno tan solo es Poderoso y que todo poder viene de Él. Al igual de aquellos que hacen mal uso de la salud milagrosamente recobrada por la piedad divina, vosotros habéis usado mal de las venturas que os concedí y habéis creído poder prescindir de Mí y de mi Ley”.
“De nada sirve, ¡oh reyes y pueblos!, rendir un mentido obsequio a mi Cruz y a mi Iglesia. Lo que importa es hacer de la Cruz la norma de vida y respetar de verdad a mi Iglesia. Si no os estrecháis a la Cruz, vuestra última tabla de salvación, llegaréis a ser como las fieras”.-Jesús: “De nada sirve ¡oh reyes y pueblos!, rendir un mentido obsequio a mi Cruz y a mi Iglesia. Lo que importa es hacer de la Cruz la norma de vida y respetar de verdad a mi Iglesia. Dios no es objeto de burla ni de engaño y, en modo alguno, debéis tentar su paciencia infinita. Uno, dos, diez yerros habéis cometido. Os mandé castigos, os mandé satisfacciones, os envié a mis santos para haceros retornar al Bien. A los castigos habéis respondido con rebeldías, a las satisfacciones aprovechándoos de ellas con fines humanos cuando no ilícitos, y a mis santos burlándoos de ellos. Habéis ido siempre de mal en peor. En la medida que Yo aumentaba mis beneficios para atraeros, os complacíais vosotros con el Enemigo. Con toda verdad se puede decir que en este pueblo y en sus gobernantes «no existe ya prudencia» ni «cordura» y sí únicamente soberbia, burla, frivolidad y pecado. Lo habéis puesto todo bajo vuestros pies haciendo de ello escabel para subir. Mas las cosas de Dios no son para ponerlas debajo de los pies sino que han de recibirse de rodillas con ánimo filial, no haciendo uso de ellas como medios de triunfo humano ya que entonces, cual piedras de un arco triunfal sacudidas por el clamor de mi ira, se desligarán, caerán y os envolverán. Y, envueltos estáis. Tus hijos, pobre nación que te ves ya sin la luz divina, serán llevados al destierro. Como rebaños apaleados en sus espaldas por enfurecidos pastores, tus amos de ahora y de antes apalean a tus hijos y, puesto que preferiste estos amos crueles al Amo santo que tiene en sus manos bendiciones y paz; puesto que no supiste verter el llanto que obtiene el perdón y lava las culpas, habrás de lavarlas con sangre mezclada a un llanto prolongado y amargo de vencida. ■ ¿Dónde están tus amigos, tierra que no quisiste a Dios por amigo? A quien traiciona, le está reservada la traición. Y resulta inútil y perjudicial venir ahora diciendo: «Fue éste o aquel el traidor». Todos habéis traicionado: a Dios vuestro Padre, a su Palabra de Vida y a vuestra conciencia. ¡Sois tantos los Judas…! Por cuatro ochavos y unas mentidas promesas habéis vendido a vuestros vecinos y a otros más alejados esperando sacar fruto de vuestra traición. Mas ¿qué fruto esperabais que no fuese veneno? ¿Qué fruto que no fuese letal? Te has alegrado de la ruina ajena. Y ¿por qué? ¿Por tu interés? No. Eres doblemente culpable por esto. Has adorado al becerro que creías de oro siendo solo de oropel. Has servido a los precursores de la Bestia y Ésta te entrega los frutos de su reino tenebroso que son: muerte, ruinas, miseria, hambre, venganza, esclavitud, quiebra de la fe, de la libertad y del honor y si no os estrecháis a la Cruz, vuestra última tabla de salvación, llegaréis a ser como las fieras a las que el hambre y la desesperación las hacen hidrófobas; os despedazaréis los unos a los otros y creeréis saciaros dando muerte a los siervos de Dios. Pero con ello no haréis más que destruir el Bien y convertiros en hienas con ropaje de hombre y en demonios con vestimenta humana”.
“Observad los signos que leéis en los libros de Dios. Son tremendos. Echadlos atrás con la Cruz. Sacad a la calles cruces y mis imágenes. Poned en fuga a Satanás con el Cristo Vencedor”.- ■ Jesús: “Y ¿no sentís gritar la voz de Dios en vuestras conciencias? ¿No la oís retumbar en los Cielos llamándoos una vez más para salvaros? No, no la oís. Y lo que constituye el mal de los males es que ni aquellos que por su cargo y condición debieran percibirla y conocerla, la sienten ya. Tienen vestido consagrado, pero profanado su corazón. Están sordos. Y si ellos no oyen, ¿cómo van a hacer oír a los demás? ■ ¡Atención!, os digo una vez más. Observad los signos, vosotros que leéis los libros de Dios y también vosotros, simples fieles. Los signos son tremendos. Echadlos atrás con la Cruz. Sacad a la calle cruces y mis imágenes. Poned en fuga a Satanás con el Cristo Vencedor. Tened fe, tened fe. Morís por falta de fe. Querría que bendijeseis todas las regiones, todas las provincias, todas las ciudades con mi Imagen Redentora. Nada de fiestas. No es tiempo de ellas sino de adoración sincera y también de bendiciones para veros libres de Aquello que a vosotros os tiene obsesionados, lo mismo que a vuestros amos de ahora y de antes”. ■ Me da a entender Jesús que desearía se dirigiesen plegarias a sus efigies de Redentor por esta calamidad y, en especial, a su Santa Faz; pero sin fiestas: ciudad por ciudad, pueblo por pueblo, aldea por aldea. Resulta tormentoso tener que escribir ciertas páginas dolorosas. Siento que se me contraen los nervios; pero ¿qué hacer? (Escrito el 23 de Octubre de 1943).
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1  Nota  : Abdías 1: “Una noticia hemos  oído procedente de Yave y mi heraldo de entre las naciones ha sido enviado: «Alzaos y alcémonos contra Edom en son de guerra. He aquí que te he hecho chico entre las naciones, eres muy despreciado. La altivez de tu corazón te ha traicionado a ti que tienes las cimas por morada y que dices ¿quién me hará bajar a la Tierra? Aunque remontes como el águila y entre las estrellas pongas tu nido, de allá te haré bajar, oráculo de Yavé…»”. 2 Nota :  Piamonte.- Región del NO de Italia, cuya Capital es Turín.  3  Nota  :  La Sábana Santa  se guarda en el Duomo de Turín.
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Ezequiel 33, 23-33; 34, 1-30
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43-472.- “La verdadera posesión de la Tierra no será para los violentos, homicidas, corruptores… será patrimonio de los que vivan conforme a la Ley”.
* “Ha perdido hasta la noción más elemental del Bien y del Mal, convirtiéndose en juguete en manos de Satanás”.- Dice Jesús: “Son demasiados los que han querido hacer de la sangre su alimento formando ésta un nudo en su garganta. Sangre hecha brotar por la violencia, por el orgullo y por el ansia de poder. Se ha derramado sangre en demasía que ha sido esparcida sobre la tierra por quien ha perdido hasta la noción más elemental del Bien y del Mal, convirtiéndose en juguete en manos de Satanás que le agita al aire como bandera suya para deslumbrar y extraviar a los débiles. Demasiadas cosas «ilícitas» se han hecho pasar por «lícitas» sólo porque las hicieron los poderosos. ■ Mas vosotros, poderosos de una hora, pensad que el Poderoso único tiene ya dispuesto en su mano el rayo con que ha de reducir a cenizas cuantos frutos, que robasteis, tenéis en vuestras manos y después, si todavía no os arrepentís, para reduciros a cenizas a vosotros mismos”.
* “Podréis arrebatarles este día terreno, mas en el Día tremendo y fulgurante de mi Venida ellos os juzgarán conmigo”.- ■ Jesús: “La verdadera posesión de la Tierra no les será dada a los violentos, a los homicidas, a los corruptores, a los traidores ni a los viciosos sino que será patrimonio de los que vivan conforme a la Ley. Podréis vosotros arrebatarles este día terreno antes de que llegue el ocaso, mas en el Día tremendo y fulgurante de mi Venida ellos os juzgarán conmigo a vosotros que os creéis ahora con derecho a toda ilícita determinación. ¡Ay, entonces, de vosotros, cuando detrás de Cristo Juez, cuya imponente Majestad conmoverá los mundos con un estremecimiento mucho más fuerte del que abrió los sepulcros y rasgó el velo del Templo a la hora de mi muerte!; ¡ay de vosotros cuando, detrás de Mí, veáis a todos aquellos a quienes matasteis y torturasteis y cuyos dolores tendré Yo en cuenta al juzgaros para toda la eternidad! Sucumben por culpa vuestras ciudades, reinos y pueblos. Habéis querido archirreinar y esto con un absolutismo feroz. Hago el vacío en torno vuestro. Quedaréis cual columna supérstite de un palacio derruido. Mas recordad que a quien vive entre las ruinas puede acaecerle que éstas le alcancen; pero que, para el causante de las mismas, es seguro que la ruina será su destino inexorable. Y aún podéis daros por satisfechos si, al caer, llegáis a recordar que Yo soy el Señor del mundo. ■ Tú, alma mía, no tiembles ni te ensoberbezcas. Tan perjudicial es el temor como el orgullo. Las alabanzas y los desprecios deben dejarte indiferentes. Vive tan sólo con el pensamiento puesto en servir la causa de Dios. Los desprecios sufridos por la causa de Dios constituyen ya una aureola”. (Escrito el 28 de Octubre de 1943).
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43-515.- “La paz fue la promesa hecha a los hombres de buena voluntad. Cristo vino a traer la paz. Mas si rechazáis a Cristo y vuestra voluntad no es buena ¿cómo habéis de poder tener paz?”.
* “Vuestro desarrollo satánico es impresionante. Dentro de poco habréis alcanzado la plena madurez, y entonces el Infierno podrá dar a luz a su hijo: el Anticristo”.- ■ Dice Jesús: “«¿Qué paz? Aún perduran las fornicaciones de tu madre Jezabel y sus numerosas hechicerías» (1). Tengo ya dicho (2) que para obtener una paz verdadera y no una tregua en la guerra, es preciso que arrojéis de vosotros lo que supone la fornicación con Satanás. Lo dije por boca de mis santos y se lo hice decir a mi Madre. Hace decenios que vengo repitiendo esto y hace también decenios que vosotros insistís en aquello. Os lo he dicho con palabras apremiantes en estos últimos tiempos sin que vosotros hayáis cambiado antes habéis hecho de la fornicación con Satanás cada vez más vuestra forma de vida. Todo lo habéis antepuesto a Dios. Y este Dios al que invocáis en la hora del temor resulta para vosotros un Ser tan lejano y desconocido que, de ser consecuentes, no debierais en modo alguno invocarle ni maldecirle ya que tan alejados estáis de Él. Y, en verdad, hasta vuestras invocaciones resultan blasfemias porque le llamáis con vuestros labios manchados de inmundicia al invocarle estando aún en contacto con Satanás y atreviéndoos a vincular su Nombre con vuestros planes delictivos. ■ La paz fue la promesa hecha a los hombres de buena voluntad. Cristo vino a traer la paz. Mas si vosotros rechazáis a Cristo y vuestra voluntad no es buena, ¿cómo habéis de poder tener paz? Si acaso tendréis treguas. Mas ellas serán tan sólo pausas entre una y otra carnicería a fin de dar tiempo a vuestros espíritus vendidos a Satanás de aprender del mismo nuevos métodos de muerte y nuevos instrumentos de destrucción. Muerte para las almas y muerte para los cuerpos. Destrucciones de espíritus y destrucciones de cosas. Vuestro desarrollo satánico es impresionante. Dentro de poco habréis alcanzado la plena madurez en la que ya nada le quedará por enseñaros y entonces el Infierno podrá dar a luz a su hijo: el Anticristo, pues los tiempos habrán llegado a su sazón y los hombres se habrán hecho acreedores al horror que ha de preceder al fin”. (Escrito el 9 de Noviembre de 1943).
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1  Nota  : María Valtorta añade a  lápiz: (I Reyes, libro 4º, cap. 9, v. 22).   2  Nota  : Dictado 43-262.
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43-522.-“Corrompidos y devorados por la triple concupiscencia, no podéis alumbrar sino pensamientos enfermizos”.
* “No queráis pecar. Tan solo no queráis. Lo demás lo haré Yo que os amo divinamente”.- ■ Dice Jesús: “Escribe ahora para los sordos de espíritu. Dice Isaías: «¿Dónde habré ya de golpearos si añadís nuevas prevaricaciones?». E Isaías continúa con la descripción de un cuerpo destrozado, descripción que me la han aplicado a Mí a la hora de la Pasión. Mas no soy Yo, sois vosotros los que, con vuestro pecar, os habéis reducido a tal condición. Y si Yo estaba hecho una llaga y completamente lívido, era tan solo porque en aquel momento me encontraba del modo que lo estáis vosotros ahora: en el ápice de la pericia en el pecar. ■ Las obras de vuestra mente (la cabeza) son obras dañadas. Muy difícilmente es recto vuestro pensamiento. Corrompidos y devorados como estáis por la triple concupiscencia, no podéis alumbrar sino pensamientos enfermizos. Vuestras acciones y vuestras obras van marcadas con el sello de vuestras enfermedades mentales espirituales. Vuestros sentimientos, salidos de un corazón tan dañado como vuestra mente, están más abrasados aún por la lujuria y por la soberbia. Llamarlos sentimientos resulta inexacto pues son menos aún que sentimientos, tenedlo por cierto, hombres hambrientos de sensualidad y de egoísmo. No es ya el amor el que os mueve, es el interés, la voluptuosidad y el orgullo. Profanadores de vosotros mismos, ponéis vuestros miembros y vuestros órganos al servicio de vuestros deseos malsanos. ¿En dónde está vuestro espíritu? En el carnero (1), donde se descompone cuanto muere. ¡Qué de tiempo os he deparado para vuestro espíritu! Mas vosotros lo habéis maleado hasta el punto de suspirar por la galera, pervirtiéndolo con obras propias de galeotes y de esta suerte a todos vosotros, pues mutuamente os causáis la ruina sin que haya bálsamo para vuestras llagas por cuanto perseguís y matáis a quienes os lo habrían de proporcionar. ■ Aún venís a Mí alguna que otra vez. Mas ¿por qué venís? ¿Acaso por hacerme cómplice de vuestras acciones homicidas? Dios no se presta a matar. ¿Venís por el miedo de ser muertos? Pues entonces, ¿por qué matáis? De nada sirve presentarme ofrendas cuando tras la mesa impoluta veo chorrear sangre de vuestras manos, podre de vuestros corazones y, dominando el murmullo falaz de vuestras preces, oigo silbar los malvados pensamientos que bullen en vuestras mentes. Falsos cristianos, me producís asco. Al veros junto a mi altar me parecéis Judas. No es traicionando a los hermanos, no es robando, no es matando, no es mintiendo, no es fornicando ni corrompiendo como habéis de decir que sois mis fieles. Yo os dije con mis últimas palabras de Maestro —y, hasta entre vosotros, cuando uno se encuentra en la agonía, jamás miente— qué habéis de hacer para ser mis amigos y tener al lado a mi Padre y vuestro. Os dije que debéis ser puros, buenos, caritativos y obedientes; os dije que debéis dar crédito a mi Palabra y seguir mis enseñanzas; os dije que, para no morir, habéis de permanecer unidos conmigo. ¿Habéis hecho esto? No. Y por ello morís.  Aparto mi vista de vosotros porque sois para Mí otros tantos discípulos traidores. Y si bien es cierto que, por ser todo Amor, habría querido redimir hasta al Iscariote, no es menos cierto que cuando lo tuve a mi lado en la Mesa y en el Huerto después de que concertó la infame venta, se estremeció todo mi ser con un  movimiento de asco. ■ No os cierro las puertas de la Vida y de la Paz. Mas por el Reino de la Vida y de la Paz no deben transitar seres impuros. Sumergíos en las cisternas benditas en las que la púrpura de mi Sangre purifique vuestras estolas manchadas. Sumergíos en las llamas del Amor sacrificando vuestros lúbricos amores a un amor que os haga dignos de vuestro origen y de vuestro fin. Yo me destruí a Mí mismo para hacerme fuego purificador de los pecados de los hombres. ■ No queráis pecar. No lo queráis tan solo. Lo demás lo haré Yo que os amo divinamente. Decíos: «No queremos pecar» y tratad de cumplirlo. Cual enfermos aquejados de una grave enfermedad ya superada, veréis cómo día a día va remitiendo la fiebre del mal y aumentando el vigor de la salud. Recobraréis el gusto de lo que es bueno y provechoso. La tranquilidad que ahora buscáis en vano a través de vuestros pasatiempos obscenos y de vuestras ocupaciones impregnadas de un egoísmo despiadado, tornará a vosotros por medio de la justicia y de la compasión de nuevo practicadas por vosotros. El ser buenos, ¡oh hijos!, vuelve al alma como la de un niño: confiada, jovial dúctil y pacífica”.
* “La violencia no cuenta con la bendición divina y donde ésta falta, por más que sembréis trigo, nacerá cicuta”.- ■ Jesús: “El Reino de los Cielos, ya os dije, es del que se hace semejante a los niños. Y tendréis ya sobre la Tierra un anticipo de aquel reino feliz si acudís al Padre con el alma vuelta inocente porque Dios ama a los niños y ante un alma que sabe hacerse niña por su amor y torna pura, buena, amorosa, fiel, abre los diques de su Misericordia desbordando torrentes de gracias. El mundo que agoniza tiene necesidad de este baño de Misericordia para limpiar todas las suciedades;  y de toda la sangre, haciendo acopio de bienes para las necesidades de los hombres. ■ No es la violencia la que proporciona pan y riqueza, tenedlo por seguro. La violencia no cuenta con la bendición divina y donde ésta falta, por más que sembréis trigo, nacerá cicuta y si criáis corderos, estos se cambiarán a hienas. No, hijos. Volved al Señor, y Dios repetirá para vosotros, una vez restituidos a su morada, el milagro del antiguo maná. Nada es imposible para Dios, como nada tampoco es imposible para el hombre que vive en Dios”. (Escrito el 10 de Noviembre de 1943).
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1  Nota  : Lugar donde se echan los cadáveres.
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Ageo cap. I y II (1)
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43-584.- “Volved a Dios. Por encima de los intereses individuales y aún nacionales, hay otro interés más alto: el de Dios”.  
* “Cuando el hombre se aparta de Dios y de lo sobrenatural para darse a su yo y a las cosas naturales, sucede siempre que disminuye al propio tiempo la felicidad. El primero en morir es el gozo sobrenatural. El segundo en perecer es el bienestar material”.- Dice Jesús: “Cuando el hombre se aparta de Dios y de lo sobrenatural para darse a su yo y a las cosas naturales, sucede siempre que disminuye al propio tiempo la felicidad que consigo lleva inherente la posesión de estas últimas. El primero en morir es el gozo sobrenatural, esa seguridad y esa paz que confieren fortaleza en las vicisitudes de la vida haciendo que el hombre no se sienta solo así se vea en un desierto o sobreviviente en un pueblo destruido porque advierte sobre sí y en su derredor el amor de un Padre y la asistencia de fuerzas inmateriales pero sensibles a sus sentidos espirituales. ¡Dichosos los que disfrutan de este gozo! Ellos están en posesión de las riquezas eternas. El segundo en perecer es el bienestar natural. No miréis con envidia a quien, no obstante vivir en desacuerdo con Dios, os parece que tenga su plato a rebosar. No sabéis cuáles ni cuántas otras cosas puedan faltarle en su casa ni cuánto tiempo haya de durarle su plato lleno. De todas formas, sabed que cuanto más se acreciente para el rebelde contra Dios su bienestar actual, tanto más aumentará el rigor de su más allá. No estarán los Epulones en el seno de Abraham sino los Lázaros de corazón rico en obras santas y en obediencias a la Voluntad santa. Los rebeldes al Señor y lo mismo quienes de Él no se acuerdan, viven afanados en aumentar su bolsa y sus graneros, sus casas y haciendas, sus cargos y honores. ¡Ilusos infelices que, cuanto más trabajan por saciarse, más les roe la carcoma del pecado, lo mismo que hace el ratón en un saco de trigo que, por más que se rellene siempre está menguando puesto que pesa sobre sus obras el castigo  de Dios! ■ ¿Cómo? ¿Cómo es que hoy día habéis hecho del presente que muere término de vuestra existencia y ya no tenéis en vuestro espíritu ojos para ver a Dios ni latidos para pensar en Él? ¿Han prosperado vuestras empresas? ¿Habéis acrecentado vuestras riquezas? ¿Es mayor vuestra felicidad? No. Como llamarada en un pajar, tuvieron un rápido flamear que sedujeron a los simples (no de espíritu) pero que solo duró lo que dura el fuego alimentado con paja que al punto se apaga dejando como residuo un poco de ceniza que el viento disipa y que resulta desabrida al paladar y molesta a los ojos. Vuestro aparente triunfo se resolvió en derrota y en dolor, desbaratándoos a vosotros y a cuantos sedujisteis. ■ Volved a Dios, os digo una vez más. Por encima de los intereses individuales y aún nacionales, hay otro interés más alto: el de Dios. Y a él debierais conceder siempre la primacía. Si así fuese, no caeríais en los errores ni en los delitos, ya sean individuales o nacionales, en que caéis, por cuanto los intereses de Dios no se forman de cosas malas sino santas. Y donde hay santidad no caben el error ni el delito. Obrando como hacéis, no solo movéis a Dios a castigaros en vuestros campos, en vuestros rebaños, enviándoos hambre y sequía, sino que impedís se derrame de los Cielos un rocío mucho más vivificador que el de la noche que cubre de perlas los tallos de los prados y hace crecer las mieses y las hierbas. Es el rocío de la Gracia en los corazones el que vosotros no dejáis que os venga. Es Cristo el que no puede obrar en vosotros”.
* “Con todo vendré. Vendré a tocar sin descanso las puertas de los corazones… a hacerme cargo del Reino para mi segunda venida y para mi triunfo final. Atraeré a Mí al Mundo de los vivientes del espíritu… Fluirá la Paz, que se derramará sobre el mundo después de tanta sangre derramada. Vendré a limpiar del odio a vosotros y la Tierra para que aparezca presentable a Dios con sus vivientes. La última lucha será de odio puramente satánico y entonces no estarán para odiar sino Satanás y sus hijos”.- Jesús: “Resulta inútil decir: «Que los Cielos lluevan al Justo sobre la tierra». Bajó una vez Él, mas vosotros habéis continuado siendo, y cada vez lo sois más, tierras estériles y pedregal árido. Os veis encerrados en vuestros espíritus saturados de carne y sangre, ahogados por la carne y por la sangre y así el Salvador no puede entrar a salvaros. Con todo, vendré. Vendré a tocar sin descanso, y una por una, las puertas de los corazones y donde encuentre quien me abra, entraré a morar en paz. Vendré, ya que todavía soy el Deseado de los justos y de los santos que hay en la Tierra. Vendré a hacerme cargo del Reino para mi segunda venida y para mi triunfo final. Atraeré a Mí al Mundo de los vivientes del espíritu y las razas y naciones convergirán en Mí para contemplar mi Gloria coronada con una cruz.  Fluirá la Paz, pues que soy el Señor de la paz que se derramará, como río de leche, sobre el mundo para virginizarlo de candor después de tanta sangre derramada que grita a Dios su dolor desde todos los continentes al haber sido extraída violentamente de las venas a manos de los hermanos. ■ Yo lavé con mi Sangre la sangre derramada sobre la Tierra desde Abel hasta el día en que morí. Mas después, el delito del odio humano, que es fruto satánico, ha dejado inundada la tierra y, así, no hay terrón de vuestro planeta que no sepa a sangre. De estos terrones empapados de sangre humana se desprenden miasmas que os vuelven cada vez más feroces. Nada queda, sino mi poder, que pueda purificar cuanto os rodea y lo que tenéis en vuestro interior. Y, cuando llegue la hora, vendré a limpiar del odio a vosotros y a la Tierra a fin de que aparezca presentable a Dios con sus vivientes. ■ La última lucha será de odio puramente satánico y entonces no estarán para odiar sino Satanás y sus hijos. Ahora odiáis todos. Aun los santos de entre vosotros odian más o menos a sus enemigos y vecinos, con lo que facilitáis la acción de Satanás y obstaculizáis la de Dios en los individuos o naciones. Vosotros, que me sois más queridos, vosotros al menos, no abriguéis sentimientos de rencor o de menosprecio. Por todos morí, tenedlo en cuenta. Italianos, franceses, ingleses, españoles, alemanes o rumanos, todos se encuentran teñidos por igual con mi Sangre. A todos os fijé con mi Sangre al tronco de la Cepa divina. ¿A qué pues odiaros?”.
“El que se ensaña en nombre de la Fe (falaz defensa de la fe) o de la Patria (falso patriotismo) contra un semejante suyo es contrario a la Caridad y, por tanto, a Dios”.-Jesús: “Ni divisiones de razas ni diferencias de cultos justifican vuestro rencor. Yo sólo soy Juez. El que se ensaña en nombre de la Fe o de la Patria contra un semejante suyo es contrario a la Caridad y, por tanto, a Dios. No maldeciré a los que sean mandados a combatir pues enseñé la obediencia a la autoridad. Pero mi anatema está ya dictado y retumbará como un trueno en el firmamento el día del Juicio contra todos aquellos que, bajo falsa capa de patriotismo y de defensa de la Fe, se arroguen el derecho de robar y de matar en servicio propio. ■ No enarboléis bandera en la que no creéis. No aparentéis defender lo que en vuestro corazón despreciáis. Ni digáis: «Tocó llamada el defensor de Dios y de la Patria, de la causa de Dios y de la Patria». ¡Mentirosos! Sois vosotros los primeros en atentar contra ésta y contra Aquel y dañáis, no a Dios que está por encima de vuestros atentados, sino a la Patria. Comenzad a defender a Dios y a la Patria en vosotros y no vendáis la Fe ni la Patria por un plato de lentejas o por treinta malditos denarios. ¡Destructores y mentirosos! ¡Adúlteros de la Fe y de la Patria! ¡Escarnecedores de vuestra doctrina y de vuestra mente, porque decís una cosa y luego hacéis otra, porque sabéis que está mal lo que hacéis y lo hacéis lo mismo, porque abrazáis una idea o la Fe y después la traicionáis por un bajo amor, porque os mentís a vosotros y a los demás y porque destruís lo que otros cultivaron para dejároslo en herencia!”.
* “¡Crueles que desbaratáis hasta la obra de Dios… ya que en las Iglesias son raros, rarísimos los fieles y ministros que estén «vivos»! ¿De qué sirven los ritos que cumplís con vuestra alma muerta?”.- ■ Jesús: “¡Crueles que desbaratáis hasta la obra de Dios y aniquiláis el templo de vuestro cuerpo en el que hay un alma muerta y hasta el mismo templo de Dios, ya que en las iglesias son raros, rarísimos los fieles y ministros que estén «vivos»! ¿De qué sirven los ritos que cumplís con vuestra alma muerta? ¿No recordáis que han de ofrecerse a Dios hostias vivas, perfectas y primicias? Mas vosotros ofrecéis los residuos, los deformes y muertos. Muertos, porque matáis cuanto tocáis con vuestra alma muerta; deformes, porque deformáis cuanto entregáis a Dios con vuestra alma enferma; y los residuos, porque reserváis para Él lo que os sobra después de haberos hartado dándoos satisfacción. ■ Tornad a Dios. Tornad a Cristo. Tornad, sacerdotes, para que seáis «sacerdotes». Tenéis necesidad de su consagración, de éste óleo que se derrama del Sacerdote Eterno. Demasiados de vosotros os habéis quedado reducidos a lámparas faltos de aceite y los fieles se extravían porque no disponen de luz en las tinieblas. Llevadles la luz. Yo soy la Luz del mundo. Pero mal podéis llevarme si no me tenéis en vosotros”.
* “Y no insultéis a mi portavoz si os dice esto. Dije Yo: «El que me ama hace las mismas obras que Yo»”.- ■ Jesús: “Y no insultéis a mi portavoz si os dice esto, antes agradecédselo porque os pone en conocimiento de la verdad y os facilita modo de preservaros de las lacras del alma y de lavaros de tanto polvo como la ensucia. Si la verdad es amarga y os desagrada, pensad que es culpa vuestra el que se os tenga que decir. No debierais heceros merecedores de esta verdad. Sería mejor. Mas ya que la habéis merecido, no abriguéis rencor contra mi portavoz que os la dice con lágrimas. Que si Yo la elegí para esto es porque la amo y veo en su espíritu una morada en la que siempre soy recibido con respeto de súbdito a Rey y con simplicidad de niño para su padre.  ■  Dije Yo: «El que me ama hace las mismas obras que Yo hago». Porque Yo vivo en mis amadores, víctimas que se aniquilan en el amor hasta morir en él y obro en ellos maravillas de mi poder”. (Escrito el 2 de Diciembre de 1943).
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1  Nota  : Ageo Cap.1: Javé por medio de Ageo a Zorobabel: “¿Es éste para vosotros el tiempo de habitar en vuestras casas artesonadas mientras que esta Casa está en ruinas? Considerad vuestro proceder. Reconstruid nuestra Casa… y me complaceré”.
Ageo Cap. 2: “¿Quién queda entre vosotros que haya visto esta Casa en su esplendor primero? ¿Y cómo lo veis ahora? Trabajad pues Yo estoy con vosotros. Esta es la palabra que concerté con vosotros al salir de Egipto. Dentro de poco conmoveré cielos y tierras, mar, naciones y henchiré esta Casa de gloria. Mío es el oro, mía la plata. Mucho mayor será la gloria de esta Casa que la primera. Pide a los sacerdotes enseñanzaParad mientes en lo que os pasaba antes de colocar piedra sobre piedra en el Templo: vuestro grano diezmaba… Parad mientes de ahora en adelante, desde que fue cimentado el Templo. Semillas, vid, higuera, el olivo. Desde este día los bendeciré…”.
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43-660.- “Otra de las  señales de mi venida fue la paz. Y Dios es Amor. La guerra es odio”.
“Nuevo Adán, nací a la vida, al igual del primero, mientras no había lucha en el mundo, Y si, por obra de ese algo incancelable que Satanás inoculara en vosotros, aún se daban matanzas de animales por parte del hombre y de animales entre sí —ni aun éstas últimas se daban en un principio— los hombres estaban en paz entre ellos”.- ■ Dice Jesús: “Otra de las señales de mi venida fue la Paz. Cuando nací el mundo se hallaba todo él en paz. Y Dios es Amor. La guerra es odio. Era el Príncipe de la Paz y así no podía venir sino mientras reinaba la paz sobre la Tierra. Nuevo Adán que da comienzo a la segunda generación del hombre anulando con su martirio la generación perversa del primero, nací a la vida, al igual del primero, mientras no había lucha en el mundo. Y si, por obra de ese algo incancelable que Satanás inoculara en vosotros, aún se daban matanzas de animales por parte del hombre y de animales entre sí —ni aun éstas últimas se daban en un principio— los hombres estaban en paz entre ellos. Entre ellos, al menos, se hallaban en paz. ■ Medita: la guerra es odio y Dios no se encuentra donde hay odio. Para ser dignos de Dios es preciso no tener odio. Hacia ninguno. Faltando Dios cualquier medio resulta inútil y a Dios no le podéis tener puesto que odiáis con una crueldad propia de fieras enrabiadas por el hambre. Nada más os digo por ser indignos de ello, lo mismo que de mi Bien del que os servís para dañaros a vosotros y a los demás. Esto únicamente os digo: «La condición primera para salir de este infierno es que salgáis del odio del que estáis revestidos y lo arrojéis de vosotros pues que viene a ser como la médula de vuestros huesos ya que sois todo odio por dentro y por fuera de vosotros»”. (Escrito el 21 de Diciembre de 1943).
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43-663.- Enseñanza de Nehemías (1): tres armas poderosas: Vigilancia, constancia y oración.- Súbditos y superiores.
* De Nehemías se extrae: la necesidad de consagrados a orar por quienes no oran y la necesidad de obedecer a las autoridades: siempre que no imponen el mal están inspiradas.- Dice Jesús: “Gran enseñanza, harto olvidada por cierto, es la que se lee en el cap. 4º de Nehemías. ■ Vigilancia, constancia y oración. He aquí las tres armas más poderosas que las flechas, las lanzas y las espadas. Y he aquí también la necesidad de que, entre el pueblo de Dios, haya quienes estén especialmente consagrados a orar por aquellos que, al trabajar, no saben emplear sus manos en las ocupaciones y su corazón en la oración. Los jóvenes que trabajaban, dice el Libro, lo mismo que aquellos que estaban ocupados en el trabajo y no en la defensa, lo hacían teniendo la espada ceñida al flanco y presta para la lucha. Y ninguno se rebelaba contra el mando que les designaba a unos para el trabajo y otros para la defensa. ■ Los superiores siempre están inspirados por Dios y cuando asignan un cometido han de ser obedecidos con prontitud y sin murmurar. Todos tienen este deber. Y, muy especialmente, lo tenéis para con Dios, Superior excelso, que, en su providencia, predispone las misiones y los cambios en ellas. ¡Ay de aquellos corazones apegados a las cosas perecederas que se rebelan contra la obediencia diciendo: «Yo me siento mejor en esta situación y no quiero esa otra»! ¡No quiero! ¿Cómo podéis decir que no queréis? ¿Dónde está la obediencia, la sumisión y el amor a la Voluntad de Dios que se trasluce a través de los mandatos del hombre? Sólo en un caso os es lícita la desobediencia: cuando el hombre os impone la realización del mal. Entonces debéis plantaros y decir: «No», por más que ello haga de vosotros mártires”.
* Mas los superiores: deben dar ejemplo, bondad, ser cabezas=«padre», vigilar con justicia y así poder decir a Dios: «Acuérdate de mí para bien puesto que yo lo hice a los que me encomendaste».-Jesús: “Y vosotros que, en mayor o menor escala, tenéis la potestad del mando, oíd lo que os dice el Señor que primero habló a sus súbditos a través del Libro y ahora lo hace a vosotros. Recordad que dirigir supone doble honor que no ser dirigidos. A vosotros toca no haceros responsables de las ruinas de los demás. Los súbditos responden a Dios de sí mismos. Vosotros, en cambio, de vosotros y de ellos. A la dignidad del cargo ha de corresponder la severidad de conducta para con vosotros mismos. Debéis servir de ejemplo puesto que el ejemplo arrastra, tanto en lo bueno como en lo malo. Y, con superiores malos o simplemente indolentes, no pueden darse sino súbditos malos e indolentes. Y esto es así, tanto en una comunidad como en un Estado. Los pequeños, recordadlo bien, miran a los grandes viéndose en ellos como en espejo. ■ Otra cualidad, aparte la rectitud exquisita, es la bondad. La bondad frena los instintos más que las cárceles y las prescripciones. Haceos amar y seréis obedecidos. Siendo buenos es como arrastraréis a practicar la bondad. Mas ¡ay si sois ambiciosos, injustos y malvados! Seréis entonces odiados, escarnecidos y desobedecidos hasta en las disposiciones justas que dictéis y obedecidos, incluso aún más de los que quisierais, en copiar vuestra codicia, vuestra injusticia y vuestra maldad. ■ No os embriague hasta tal punto vuestro honor que os incapacite para atender a los súbditos en sus justas necesidades y en sus quejas. Ser cabezas quiere decir ser «padres». Para esto os dio Dios la autoridad, no para que la empleéis como látigo sobre los inferiores. No sois omnipotentes como Dios, es verdad. Mas cuando hay buena voluntad se puede cuanto se quiere. Y todo aquel que quiere saber la verdad, la sabe. ■ Vigilancia pues en todo y sobre todos. Nada de necia y ciega confianza ni de indolente descuido con vuestros colaboradores. No todos son justos y hay muchos Judas esparcidos entre las filas de colaboradores de los que gobiernan. No os hagáis esclavos de ellos mendigando sus consejos a trueque de mandar. Sed rectos y basta. Y cuando veáis que se ejerce en vuestro nombre un despotismo culpable, conducíos de forma que siempre os veáis en libertad de compromisos con vuestros representantes, de modo que podáis reprenderles sin temor a que, de acusados, se cambien en acusadores vuestros. Sed rectos y justos. Rectos, no aprovechándoos de la ocasión en perjuicio de los inferiores. Y justos, en saber castigar a aquellos que, por ser algo, se creen con derecho a todo. Si así hacéis, siempre podréis decir a Dios: «Acuérdate de mí para bien puesto que yo lo hice a los que me encomendaste»”. (Escrito el 23 de Diciembre de 1943).
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1  Nota  : Nehemías 4: “Sambalat, Tobías, los árabes, los amonitas… vieron que la reparación de la muralla adelantaba y se enojaron. Se dispusieron a atacar Jerusalén… Rogamos a nuestro Dios y montamos guardia día y de noche. El pueblo de Judá decía: «Ya fallan las fuerzas y quedan todavía muchos escombros, nunca podremos rehacer la muralla». Y nuestros enemigos decían: «Vamos a asaltar antes de que se enteren». Pero algunos judíos que vivían con los enemigos vinieron diez veces a avisarnos… Entonces ordené que la gente se colocara detrás de la muralla, ahí donde tenía menos altura. Los distribuí por familias, a cada uno con sus espadas, arcos y lanzas. Tenían miedo y les dije: «Acordaos del Señor». Cuando nuestros enemigos tuvieron noticia de que estábamos prevenidos, Javé desbarató sus planes y todos volvimos a la muralla. Pero desde ese día solo la mitad de mis hombres trabajaba en la obra y la otra mitad estaba armada con lanzas y espadas detrás de los que construían la muralla. También los que llevaban cargas tenían su arma. Cada uno de los constructores tenía colgada a la cintura su espada mientras trabajaba… Nadie se quitaba los vestidos y cada uno llevaba sus armas encima…”.
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43-694.- «Y (Jesús) no podía hacer milagro alguno y no curó sino a pocos enfermos».
“Dios no rechaza vuestros sentimientos cuando son honestos. Condena tan solo aquello que erróneamente llamáis sentimientos, pero en realidad son perversiones. Yo amaba a mi Patria y de ella, con amor particular, a mi pueblo. Mas se alzaba contra Mí la incredulidad de mis paisanos”.- ■ Dice Jesús: “Está bien que, como Maestro, os repita una vez más las lecciones sobre el modo de comportaros para triunfar. Dice Marcos en 6,5 de su Evangelio: «Y (Jesús) no podía hacer milagro alguno y no curó sino a pocos enfermos».  Con cuánto amor fuera Yo a mi Patria, únicamente lo podrá comprender quien recapacite en la perfección del Hombre-Dios, que sublimó las pasiones humanas hasta hacerlas santas como su naturaleza requería. Dios no rechaza ni prohíbe vuestros sentimientos cuando son honestos y santos. Condena tan sólo aquello que vosotros llamáis erróneamente sentimientos pero que, en realidad, son perversiones. Yo, pues, amaba a mi Patria y de ella, con amor particular, a mi Pueblo. A Nazaret, de donde salí para evangelizar, volvía mi corazón todos los días pensando en él con amor e, incluso, Yo mismo en persona pues mi deseo era favorecerle y santificarlo no obstante saber que estaba contra Mí impenetrable y hostil. Si derramé por doquier la fuerza del milagro, mi deseo hubiera sido que dicha fuerza no hubiese dejado sin solucionar caso alguno de enfermedad física, moral o espiritual, como también habría querido proporcionar consuelo a todas las miserias y luz a todos los corazones. Mas se alzaba contra Mí la incredulidad de mis paisanos. Por eso los pocos que vinieron a Mí con fe y sin soberbia fueron los únicos que recibieron la gracia del milagro”. (Escrito el  31 de Diciembre de 1943).
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44-276.- «Ahora bien, se dijo esto para indicar con qué muerte habría de glorificar a Dios».
* “Todas las muertes son gloria que se tributa a Dios cuando se aceptan y se sufren con santidad”.- ■ Dice Jesús: “En el Evangelio de Juan, poseedor perfecto del Pensamiento del Verbo de Dios, del Pensamiento de Jesús, Maestro y Amigo, se dice esta frase: «Ahora bien, se dijo esto para indicar con qué muerte habría de glorificar a Dios». Con qué muerte habría de glorificar a Dios ¡Hijos! Todas las muertes son gloria que se tributa a Dios cuando se aceptan y se sufren con santidad. Lejos de vosotros hasta esa santa envidia por esta o aquella muerte. Lejos también el medir humanamente el valor de una muerte u otra.  La muerte es una voluntad de Dios que se cumple (1). Y por más que el ejecutor de la misma sea un hombre feroz que se constituye en árbitro de los destinos ajenos y por su identificación con Satanás se hace instrumento suyo para atormentar a sus semejantes y asesinar a los mismos, siendo maldecido por Mí, la muerte es siempre la extrema obediencia a Dios que conminó con la muerte al hombre por su pecado”.  (Escrito el 19 de Marzo de 1944).
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1  Nota  : Cfr. Gén. 3,17-19.
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44-299.- «Al multiplicarse la iniquidad se enfriará la caridad en muchos».
* “¿Cuál es la causa de vuestros sufrimientos? La falta de amor. ¿Qué son las guerras en el fondo? Odio. ¿Qué es el odio? La antítesis del amor. ¿Los motivos políticos? ¿El espacio vital? ¿Una frontera injusta? ¿Una ofensa política? Excusas y más excusas. No os amáis. No os sentís hermanos. Ahora bien, la caridad no puede sobrevivir donde anida iniquidad, porque la Caridad es Dios y Dios no convive con el Mal”.- Dice Jesús: “Pasemos ahora a lo que se dice en el Evangelio de Mateo: «Al multiplicarse la iniquidad se enfriará la caridad en muchos» (1). Aquí tenéis, hijos, una gran verdad que la meditáis poco. ¿Cuál es la causa de vuestros sufrimientos? La falta de amor. ¿Qué son las guerras en el fondo? Odio. ¿Qué es el odio? La antítesis del amor. ¿Los motivos políticos? ¿El espacio vital? ¿Una frontera injusta? ¿Una ofensa política? Excusas y más excusas. No os amáis. No os sentís hermanos. No os dais cuenta de que todos procedéis del mismo tronco, de una misma sangre, que nacéis y morís lo mismo, que sentís hambre, sed, frío y el sueño de idéntica manera y que de similar suerte tenéis necesidad de pan, de vestido, de casa y de calor. No tenéis presente lo que dije: «Amaos. Del modo que os améis se entenderá que sois mis discípulos. Amad a vuestro prójimo como a vosotros mismos» (2). Estas verdades las tenéis por un cuento. Esta verdad mía la creéis que sea de un loco y la sustituís con cantidad de doctrinas humanas, pobres o malvadas, según lo sea su creador. Mas, aún las más perfectas de ellas, si difieren de la mía, son imperfectas. Al igual de la mística estatua (3), tal vez tengan muchas partes de metal precioso, mas su base será de barro provocando al fin el desplome de toda doctrina y, con él, la ruina de cuantos se habían apoyado en ella. La mía no se derrumba. Los que se apoyan en ella no caen antes consiguen siempre una mayor seguridad: suben al Cielo, a la alianza con Dios en la Tierra y a la posesión del mismo más allá de la Tierra. ■ Ahora bien, la caridad no puede sobrevivir en donde anida la iniquidad, porque la caridad es Dios y Dios no convive con el Mal. Por eso el que ama el Mal odia a Dios, crecen sus iniquidades apartándose cada vez más de Dios-Caridad. He aquí un círculo del que no se sale y que se va estrechando para torturaros. Poderosos y humildes, todos habéis acrecentando vuestras culpas. Descuidando el Evangelio, escarnecidos los Mandamientos y olvidado Dios, —porque no se puede decir que lo recuerde quien vive según la carne, según la soberbia de la mente y según los consejos de Satanás— habéis pisoteado la familia, habéis robado, blasfemado, matado, testificado en falso, mentido, fornicado y hecho lícito lo ilícito: quién robando un puesto, una mujer, unos bienes; allá, en lo más alto, robando un poder o una libertad nacional, aumentando vuestro latrocinio con el pecado de la mentira tratando de justificar ante los pueblos lo que habéis hecho enviándolos a la muerte. ¡Esos pobres pueblos que otra cosa no desean que vivir tranquilos y a los que vosotros incitáis con mentiras venenosas lanzándolas el uno contra el otro para aseguraros un bienestar que no os es lícito conseguir al precio de la sangre, de las lágrimas y del sacrificio de naciones enteras! Mas ¡cuánta es la culpa que tienen los individuos en la magna culpa de los grandes! El cúmulo de las pequeñas culpas individuales es el que sirve de base a la Culpa. Si cada uno viviese santamente sin avidez de carne, de dinero ni de poder, ¿cómo habría de darse la Culpa? Cierto que aún habría delincuentes; mas resultarían inocuos, toda vez que nadie los seguiría. Como locos ellos continuarían delirando en la persecución de sus sueños obscenos. Mas los sueños jamás llegarían a ser realidad y, aun cuando Satanás los ayudase, tal ayuda resultaría baldía ante la cerrada unidad contraria de toda la humanidad hecha santa al vivir según Dios. Y por encima de esto, tendría a Dios de su parte. A Dios benigno con sus hijos obedientes y buenos. La caridad, por tanto estaría en los corazones viva y santificante desapareciendo la iniquidad. ■ ¿Veis, hijos, cuánta es la necesidad de amar a fin de no ser inicuos y la de no ser inicuos para poseer el amor? Esforzaos en amar. ¡Si amaseis… siquiera un poquitín tan sólo! ¡Si comenzaseis a amar…! Bastaría comenzar, pues todo lo demás vendría a seguido por su pie. Si la espiga no está madura no puede recolectarse la mies. La espiga no puede madurar si no llega a formarse, y no puede formarse si, a su vez, no se forma la macolla. Ahora bien, si el agricultor no echase al suelo la diminuta semilla, ¿podría acaso brotar del surco la verde macolla que, como una copa viva, mantiene en pie la gloria de las espigas? ¡Qué diminuta es la semilla! Y, con todo, rompe la gleba, penetra en la tierra succionándola cual boca ávida y después eleva al sol su bendita pompa del futuro pan y, con su color de esperanza y su oro que cruje con el viento y esplende al sol, canta sus bendiciones a Aquel que da su Pan y el otro pan al hombre. Si no hubiera semillas, ellas tan pequeñas que se requieren muchas para colmar el buche de un pajarillo, tampoco tendríais la Hostia sobre el altar. Moriríais de hambre física y de anemia espiritual. ■ Poned en cada uno de vosotros una semilla, una diminuta semilla de caridad. Dejad que os penetre. Haced que crezca en vosotros. Mudad vuestra desatada codicia en ubérrimo florecer de obras santas nacidas todas de la caridad. La tierra, llena toda ella ahora de abrojos y de espinas que os torturan, mudaría su aspecto y su aspereza en una plácida y agradable morada, anticipo del Cielo bienaventurado. Amarse unos a otros es estar ya en el Cielo, porque el Cielo no es otra cosa que el amor. ■ Leed, leed el Evangelio y leedlo hasta en sus frases más insignificantes. Vividlo en estos sus tintes de perfección comenzando por el amor. Parece el más dificultoso de los preceptos, pero es la clave de todo: de todo Bien, de todo el Gozo y de toda Paz”. (Escrito el 28 de Marzo de 1944).
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1  Nota  : Cfr. Mt. 24,12.   2  Nota  : Cfr. Ju. 13,34-35; 15,12.   3  Nota  : Cfr. Dan. 2,31-45.
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.                  c) «Lecciones sobre la Epístola de San Pablo a los Romanos»

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48-71.-«No tendrías sobre Mí poder alguno si no te hubiera sido dado de lo Alto».
* Aquél que le entrega en las manos de la autoridad, en una divina locura de amor por el hombre, es su Padre. Y es Dios Padre el que permite a las autoridades humanas ser tales mientras Él lo quiere”.- ■ Dice el Dulce Huésped: “Ese Cristo que, por Sí mismo, absuelve a Pilatos diciéndole: «No tendrías sobre Mí poder alguno si no te hubiera sido dado de lo Alto. Por esto, Aquel que me ha entregado en tus manos es más culpable que tú de mi muerte» (1). Y Aquél que le entrega en las manos de la autoridad, en una divina locura de amor por el hombre, es su Padre, el Dios infinito ante el cual pronuncia el Hijo su oración perfecta: «Que no se haga mi voluntad sino la Tuya» (2). «Hágase tu Voluntad así en la Tierra como en el Cielo» (3). ■ Y es Dios Padre el que permite a las autoridades humanas ser tales mientras Él lo quiere sin que se valga de la fuerza de las armas ni de otra forma de fuerza para mantenerlas en su puesto de mando”. (Escrito el 21 al 28 de Mayo de 1948).
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1  Nota  : Ju. 19,11.   2  Nota  : Lc. 22,42.   3  Nota  : Mt. 6,10.

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