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El tema de “Dios-Reino de Dios”, 2ª parte, comprende:
a) Episodios y dictados extraídos de la Obra magna
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b) Episodios y dictados extraídos de los «Cuadernos de 1943/1950»
c) Dictados extraídos del «Libo de Azarías»

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a) Episodios y dictados extraídos de la Obra magna
«El Evangelio como me ha sido revelado»
(«El Hombre-Dios»)
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(<Cuatro apóstoles se disponen a partir para Nazaret>)
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7-444-61 (8-136-63).- Lección sobre la caridad, la salvación y los méritos del Salvador.- Razón de pertenecer a la Religión verdadera.
* “Bartolomé, tu amor hacia el condiscípulo no es una menudencia. Porque todo acto de amor tiene un valor grande”.- Jesús besa a los cuatro que se separan y continúa la marcha con los demás. Pero pocos pasos después se detiene, mira a Marziam (1) que camina con la cabeza inclinada un poco detrás. Cuando el jovenzuelo llega donde Él, Jesús le pone la mano bajo el mentón, haciéndole levantar la cara. Dos riachuelos de lágrimas le bajan por su morena cara. Jesús: “¿Irías gustoso también tú a Nazaret?”. Marziam: “Sí, Maestro… Pero haz lo que Tú quieras”. Jesús: “Quiero que te sientas confortado, hijo mío… Vete… Corre detrás de aquellos. Mi Madre te consolará”. Le besa y le deja ir. Marziam echa a correr y pronto alcanza a los cuatro. ■ Pedro observa: “Es todavía un niño”. Y Juan añade: “Y sufre mucho… ayer en la tarde le encontré llorando en un ángulo de la casa y me dijo: «Es como si ayer se me hubiesen muerto mi papá y mi mamá. La muerte del abuelo me ha abierto de nuevo todo el corazón…»”. Zelote dice: “¡Pobre hijo!… Pero ha sido cosa buena el que le haya visto morir…”. Pedro: “¡Tantas ganas que tenía de ayudar a su abuelo!… Porfiria me dijo que hacía sacrificios de cualquier clase para poder reunir el dinero. Ha trabajado en los campos, ha acarreado leña para los hornos, ha pescado, no ha comido los quesos para poder venderlos, ni la miel para venderla… porque quería tener consigo al abuelo… ¡En fin!”. Bartolomé dice: “Es un joven de propósitos firmes. No le pesa ni el sacrificio, ni el trabajo. Buenas cualidades”. Jesús: “Sí, es un buen hijo y se contará entre los mejores discípulos. Ya veis con qué disciplina se guía aun en los momentos más difíciles… Su corazón afligido añoraba por María, pero no ha pedido ir con Ella. Ha entendido tan bien la fuerza que hay en la oración, que supera a muchos adultos”. Tomás pregunta: “¿Tú crees que hace sus sacrificios con una finalidad determinada?”. Pedro: “Estoy seguro”. Santiago de Alfeo afirma: “También yo lo creo. Ayer dio unas frutas a un anciano diciéndole: «Ruega por mi abuelo que se me murió hace poco», y yo le dije: «Está en paz, Marziam. ¿No crees válida la absolución de Jesús?». Me contestó: «Lo creo. Pero pienso en ofrecer sufragios (2) por las almas de los que nadie ruega, y digo: si mi abuelo no necesita de esto, que sean para quien no tiene a nadie que ruegue por él». Y me quedé edificado”. Pedro cuenta: “Sí, ayer se acercó a mí, y echándome los brazos al cuello, pues en realidad todavía es un niño, me dijo: «Ahora sí que eres mi padre del todo… y te devuelvo lo que tu bondad me había posibilitado ahorrar. Ese dinero no la necesita ya mi viejo abuelo… y tú y Porfiria hacéis mucho por mí…». Yo, que apenas me aguantaba las lágrimas, le contesté: «No, hijo mío. Emplearemos ese dinero en limosnas para los ancianos pobres o para los huérfanos, y Dios usará tu limosna para aumentar la paz a tu pobre abuelo». Y Marziam me dio dos besos tan fuertes que… bueno… que ya no pude contener las lágrimas. Y cuánto te agradece, Bartolomé, que hayas tomado a tu cuenta los gastos. Me dijo: «Para mí, las honras que le tributaron a mi abuelo, no tienen precio. Diré a Bartolomé que me tome por siervo suyo»”. ■ Bartolomé dice: “¡Pobre hijo! ¡Ni durante una hora! Él sirve al Señor y nos edifica a todos. He honrado a un justo. Podía hacerlo, porque mi nombre es conocido y me es fácil encontrar a alguien que me anticipe el dinero. Desde Betsaida me encargaré de que se pague la pequeña deuda, en el fondo una menudencia”. Jesús: “Sí. Como dinero no es gran cosa, porque los de Yezrael fueron generosos; pero tu amor hacia el condiscípulo no es una menudencia. Porque todo acto de amor tiene un valor grande”.
.   ● Este amor al prójimo, 2ª parte del precepto básico de la Ley de Dios, en Israel ha caído mucho en abandono. Los muchos preceptos y minuciosidades, entrometidos en la Ley del Sinaí, han desfigurado la 1ª parte de ese precepto básico, reduciéndolo a un montón de observaciones exteriores a las que falta lo que les da valor: la adhesión activa interior. ¿Qué valor puede tener a los ojos de Dios un culto, cuando luego en el interior el corazón no ama a Dios, cuando no le alaba teniendo amor por las cosas creadas por él, y en primer lugar por el hombre, que es la obra maestra de la Creación?.-Jesús: “Os estáis formando en este amor al prójimo, que es la segunda parte del precepto básico de la Ley de Dios, y que en realidad en Israel ha caído mucho en abandono. Los muchos preceptos y esas minuciosidades —que se entrometieron en la Ley del Sinaí tan recta, tan completa, tan breve— han desfigurado la primera parte de ese precepto básico, reduciéndolo a un montón de observaciones exteriores a las que falta lo que les da el nervio, el valor, la verdad; o sea, falta la adhesión activa del interior —con las obras que cumple, con las tentaciones que supera— a las formas de culto externo. ¿Qué valor puede tener a los ojos de Dios la ostentación de un culto, cuando luego en el interior el corazón no ama a Dios, no se humilla en un amor de profundo respeto hacia Él, cuando no le alaba y admira teniendo amor por las cosas creadas por Él, y en primer lugar por el hombre, que es la obra maestra de la Creación en la tierra? ¿Veis dónde se ha producido el error de Israel?: en haber hecho, en un primer momento, de un único precepto dos preceptos, para separar luego netamente, con la decadencia de los espíritus, el segundo del primero, como si fuera una rama inútil. No era una rama inútil, no eran ni siquiera dos ramas: era un único tronco, que ya desde la base se había adornado con las distintas virtudes de los dos amores. ■ Mirad esa frondosa higuera que ha nacido allá arriba, encima de aquella loma. Nacida espontáneamente, casi en la raíz, o sea, apenas salida de la tierra, se ha formado en dos ramas tan unidas, que las dos cortezas se han fundido; pero cada una de las dos ramas han dado su propio ramaje a cada lado, en forma tan caprichosa, que ha dado el nombre de «Casa de la higuera gemela» a este pueblecillo que está en esta pequeña loma. Ahora bien, si uno ahora quisiera separar los dos troncos, que en el fondo son un solo tronco, debería emplear la sierra o el hacha. Pero ¿qué haría? Haría morir a la planta, o si fuera tan hábil que guiara la sierra o el hacha de forma que lesionara a uno de los dos troncos solamente, salvaría uno de los dos, pero el otro moriría sin remedio, y el que quedara, aunque siguiera vivo, estaría semimuerto, y tal vez perdería vigor y no daría ya fruto o lo daría muy escaso. ■ Lo mismo ha sucedido en Israel. Han querido dividir, separar las dos partes, tan unidas que son en realidad una sola cosa; han querido retocar lo que era perfecto. Porque cualquier obra de Dios, cualquier pensamiento, cualquier palabra es perfecta. Por eso, si Dios en el Sinaí dio la orden de amar a Dios y al prójimo con un precepto único, es claro que no son dos preceptos que pueden practicarse independientemente el uno del otro, sino que son uno solo. Y, no bastándome nunca con formaros en esta sublime virtud (la mayor de todas, la que con el corazón sube al Cielo, porque es la única que subsiste en el Cielo), insisto en ella, que es el alma de toda la vida del espíritu, el cual pierde la vida si pierde la Caridad, porque pierde a Dios”.
.   ● “Dios está unido a la Cariad: es espíritu de su Espíritu. Dios mismo es la Caridad. No es más que la forma más visible de Dios. El atributo soberano y atributo-fuente porque todos los demás atributos de Dios nacen de la caridad”.-Jesús: “Oídme. Imaginaos que a vuestra puerta vengan un día a llamar dos riquísimos esposos, pidiendo que los hospedéis por toda la vida. ¿Podríais decir: «Aceptamos al esposo, pero no a la esposa», sin que éste os contestase: «¡Eso no puede ser!, porque no me puedo separar de la carne de mi carne. Si no queréis aceptarla, tampoco puedo yo alojarme en vuestra casa, y me voy con todos mis tesoros, de los que os habría hecho partícipes»? Dios está unido a la Caridad. Es en realidad más que dos esposos que se amen intensamente, es espíritu de su Espíritu (3). Dios mismo es la Caridad. ■ La Caridad no es más que la forma más clara, más visible de Dios. Entre todos sus atributos es el atributo soberano y el atributo-fuente, porque todos los demás atributos de Dios nacen de la caridad. ¿Qué es la Potencia sino la caridad que obra? ¿Qué es la Sabiduría sino la caridad que enseña? ¿Qué es la Misericordia sino la caridad que perdona? ¿Qué es la Justicia sino caridad que da a cada uno lo suyo? Y podría continuar así con todos los innumerables atributos de Dios”.
.   ● ¿Podéis imaginar que alguien  pueda acoger a Dios y no a la Caridad, esa Caridad que es única y abraza a Dios y a las criaturas? Dios está en las criaturas con sus derechos de Padre, Esposo, Rey. El alma es su trono; el cuerpo su templo. Ahora bien, quien no ama y desprecia a su hermano hace desprecio al Dueño de la casa de su hermano”.- Jesús: “Ahora bien, por lo que acabo de decir, ¿podéis imaginar que quien no tiene caridad, puede tener a Dios? No lo tiene. ¿Podéis imaginar que pueda acoger a Dios y no a la Caridad, esa Caridad que es única y abraza a Dios y a las criaturas y no se puede tener de ella solo una mitad, la tributada al Creador, sin tener también la otra mitad, la tributada al prójimo? ■ Dios está en las criaturas. Está en ellas con sus derechos imborrables, con sus derechos de Padre, de Esposo, de Rey. El alma es su trono; el cuerpo, su templo. Ahora bien, quien no ama a un hermano suyo y le desprecia, hace desprecio, causa dolor, niega reconocimiento al Señor, al Dueño de la casa de su hermano, al Rey, al Padre de su hermano; y es natural que este supremo Ser que es Todo y que está presente en el hermano, haga suya la ofensa infligida al ser menor, a la parte del Todo, o sea, a éste o a aquel hombre. Por esto os he enseñado las obras de misericordia corporales y espirituales; por esto, os he enseñado a no escandalizar a los hermanos, a no juzgar, a no despreciar, a no rechazar a los hermanos sean buenos o malos, creyentes o gentiles, amigos o enemigos, ricos o pobres”.
* El alma infundida en el embrión sobrevive a la muerte de éste en espera de la resurrección universal para volver a unirse, entonces, al cuerpo resucitado y recibir con él el premio o el castigo. La Caridad no es injusta: premiará a todas las criaturas que vivieron con justicia, sean de Israel o de otra religión.-Jesús: “La concepción de un ser humano, puede realizarse tanto en un tálamo de oro, como en el mullido de paja de un establo. Y el ser que se forma en el seno de una reina no es distinto del que se forma en el seno de una mendiga. El concebir, el formar un nuevo ser, es igual en todos los puntos de la tierra, cualquiera que fuera su religión. Todas las criaturas nacen como nacieron Abel y Caín del seno de Eva. ■ Y a la igualdad de concepción, de formación y modo de nacer, de los hijos de un hombre y una mujer en la Tierra, corresponde otra igualdad en el Cielo: la creación de un alma para ser infundida en el embrión, para que el embrión sea de hombre y no de animal y lo acompañe desde el momento en que es creada hasta la muerte, y sobreviva a él en espera de la resurrección universal para volver a unirse, entonces, al cuerpo resucitado y recibir con él el premio o el castigo. El premio o el castigo según las acciones realizadas en la vida terrena. ■ Porque no vayáis a pensar que la Caridad es injusta y que, sólo porque muchos no sean de Israel o del Mesías, aun siendo virtuosos en la religión que siguen, convencidos de estar en la verdadera, vayan a quedarse eternamente sin premio. Después del fin del mundo ninguna otra virtud sobrevivirá sino la Caridad, esto es, la unión con el Creador de todas las criaturas que vivieron con justicia. No habrá muchos Cielos, uno para Israel, otro para los cristianos, uno para los católicos, otro para los paganos. No habrá más que un solo Cielo. De igual modo no habrá más que un solo premio: Dios, el Creador que reúne consigo a todos sus hijos que vivieron justamente, en los que, por la belleza de los espíritus y de los cuerpos, admirará su propio Ser con alegría de Padre y de Dios. Será un solo Señor. No un señor para Israel, otro para el catolicismo, otro para todas las demás religiones”.
.   ● Razón de pertenecer a la religión verdadera: el Limbo (espera) será la purgación de los almas de los justos de otras religiones, desde su muerte hasta el fin del mundo.- Jesús: “Ahora voy a revelar una gran verdad. Recordadla. Transmitidla a vuestros sucesores. No esperéis siempre a que el Espíritu Santo aclarezca la verdad después de años o siglos de oscuridad. Escuchad. Tal vez diréis: «Pero entonces, ¿qué razón hay de pertenecer a la religión santa, si al fin del mundo seremos tratados de igual modo que los gentiles?». Os respondo: la misma razón que hay —y es verdadera justicia— para los que, aunque hubieran pertenecido a la religión santa, no serán bienaventurados porque no vivieron como santos. Un pagano virtuoso, que vivió virtuosamente, convencido de que su religión era buena, alcanzará el Cielo. ¿Cuándo? Al fin del mundo, cuando de las cuatro moradas en que pueden estar los muertos, queden solo dos: el Paraíso y el Infierno. Porque la Justicia, en ese momento, deberá conservar y dar estos dos reinos eternos, respectivamente, a quien del árbol del libre albedrío escogió los frutos buenos y a quien quiso los malos. ■ Pero ¡cuánta espera antes de que un pagano virtuoso llegue a ese premio!… ¿No lo pensáis? Y esa espera, especialmente desde el momento en que la Redención, con todos los consiguientes prodigios, se realice, y el Evangelio sea predicado en el mundo, será la purgación de las almas que vivieron con justicia en otras religiones, pero que no pudieron entrar en la Fe verdadera, después de haberla conocido como existente, y efectivamente real. Ellos estarán en el Limbo durante siglos y siglos hasta el fin del mundo. Los creyentes en el Dios verdadero, que no supieron ser heroicamente santos, en el largo Purgatorio, que para algunos podrá terminar en el fin del mundo. Pero después de la espera y expiación, los buenos, cualesquiera que fuera el lugar de donde vinieren, estarán a la derecha de Dios; los malvados, cualquiera que sea el lugar de donde vinieren, a la izquierda, y luego al horrible Infierno. El Salvador entrará con los buenos en el Reino eterno”.
* Méritos de valor infinito del Hombre-Dios (que, siendo solo Dios, no hubiera podido conseguir), por la naturaleza humana unida a la divina.- ■ Bartolomé pregunta: “Señor, perdona que te interrumpa. Lo que estás diciendo, es muy difícil de entender, al menos para mí… Siempre dices que eres el Salvador y que redimirás a los que creen en Ti. Entonces los que no creen, bien porque no te conocieron, pues vivieron antes que Tú, o bien porque —¡es tan extenso el mundo!— no tuvieron ninguna noticia de Ti ¿cómo pueden ser salvados?”. Jesús: “Te lo dije: por su vida de justos, por sus buenas obras, por esa fe suya que creen ser verdadera. Bartolomé: “Pero no se han acercado al Salvador…”. Jesús: “Mas el Salvador por ellos, también por ellos, sufrirá. ¿No piensas, Bartolomé, en la inmensidad de valor que tendrán mis méritos de Dios-Hombre?”. Bartolomé: “Señor mío, en todo caso inferiores a los de Dios, a los que, por consiguiente, posees desde siempre”. Jesús: “Respuesta correcta y no correcta. Los méritos de Dios son infinitos, lo acabas de decir. En Dios todo es infinito, pero Dios no tiene méritos en el sentido de que no ha merecido. Tiene atributos, virtudes propias suyas. Él es El que es: la Perfección, el Infinito, el Omnipotente. Pero para merecer hay que llevar a cabo, con esfuerzo, algo que sea superior a nuestra naturaleza. Por ejemplo, el comer no es un mérito. Pero puede ser un mérito el saber comer parcamente, haciendo verdaderos sacrificios para dar a los pobres lo que ahorramos. No es mérito el estar callados, pero lo es cuando lo estamos sin responder a la ofensa recibida. Y así sucesivamente. ■ Ahora bien, como tú puedes comprender, Dios, que es perfecto, infinito, no tiene necesidad de someterse a este esfuerzo. Pero el Hombre-Dios puede someterse a esfuerzo, humillando su infinita Naturaleza divina a la limitación humana, venciendo a la naturaleza humana, que no está ausente de Él ni en Él es metafórica, sino que es real, con todos sus sentidos y sentimientos, con sus posibilidades de sufrimientos y muerte, con su libre voluntad. A nadie le gusta la muerte, sobre todo si es dolorosa, prematura e inmerecida. A nadie le gusta. Y, sin embargo, todo hombre debe morir. Por lo tanto, el hombre debería mirar a la muerte con la misma calma con que ve que termina todo lo que tiene vida. Pues bien, Yo fuerzo a mi Humanidad a amar la muerte. No sólo eso. Yo elegí la vida para poder tener la muerte. Por causa de la Humanidad. Por eso, Yo, en mi condición de Hombre-Dios adquiero esos méritos que en mi condición de Dios no podía conseguir. Y, con estos méritos, que son infinitos por la forma con que los adquiero, por la Naturaleza divina unida a la humana, por las virtudes de caridad y obediencia, con las cuales me he puesto en condición de merecerlos, por la fortaleza, la justicia, la templanza, la prudencia, por todas las virtudes que he puesto en mi corazón para hacerlo acepto a Dios, mi Padre, Yo tendré un poder infinito no sólo como Dios, sino como Hombre que se inmola por todos, o sea, que alcanza el límite máximo de la Caridad. ■ Es el sacrificio lo que da el mérito. Cuanto mayor es el sacrificio, mayor es el mérito. Si es completo el sacrificio, completo es el mérito; si perfecto el sacrificio, perfecto el mérito, y utilizable según la santa voluntad de la víctima, a la que el Padre dice: «Sea como quieres», porque la víctima le ha amado sin medida y ha amado al prójimo también sin medida. ■ Os lo digo: el más pobre de los hombres puede ser el más rico y puede hacer el bien a un número incontable de hermanos, si sabe amar hasta el sacrificio. Os digo que: aunque no tuvierais ni una migaja de pan ni un vaso de agua ni un vestido roto, podríais hacer un bien siempre. ¿De qué modo? Orando y sufriendo por los hermanos. ¿A quién se hace el bien? A todos. ¿De qué forma? De mil maneras, todas santas, porque si supierais amar, sabríais obrar como Dios, y enseñar, perdonar, servir, y, como el Dios-Hombre, redimir”. ■ Juan suspira: “¡Oh, Señor, danos esta caridad!”. Jesús: “Dios os la da porque se da a vosotros. Pero debéis aceptarla y practicarla cada vez más perfectamente. Ningún momento de la vida debe ser separado de la caridad. Desde los hechos terrenales hasta los espirituales. Todo se haga por la Caridad y con caridad. Santificad vuestros actos, vuestro día; poned la sal en vuestras oraciones, la luz en vuestros actos. La luz, el sabor, la santificación, es la caridad. Sin ella, nulos son los ritos y vanas las plegarias, falsas las ofrendas. En verdad os digo que la sonrisa con que un pobre os saluda como a hermanos tiene más valor que la bolsa llena de dinero que uno puede arrojaros a los pies solo para que lo vean todos. Sabed amar y Dios estará siempre con vosotros”. Juan: “Enséñanos así a amar, Señor”. Jesús: “Hace dos años que os lo estoy enseñando. Haced lo que Yo haga, y estaréis en la Caridad y la Caridad estará en vosotros, y sobre vosotros estará el sello, el crisma, la corona que harán que seáis reconocidos como servidores de Dios-Caridad. Hay mucha hierba y el follaje mitiga el calor. Cuando llegue la tarde continuaremos”. (Escrito el 30 de Mayo de 1946).
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1  Nota  : Cfr. Personajes de la Obra magna: Marziam. ■ Jesús y los apóstoles, junto con el niño Marziam, han asistido a la muerte y a los funerales del abuelo de Marziam. El apóstol Bartolomé se había encargado de buscar el dinero para sufragar los gastos de las honras fúnebres.   2  Nota  : Cfr. 2 Mac. 12,38-46.  3  Nota  : “Dios está unido a la Caridad. Es en realidad más que dos esposos que se amen intensamente. Es espíritu de su Espíritu”.- Expresión que debe entenderse a la luz de la comparación de dos esposos de los que se habla: como Eva, esposa, era carne de la carne de Adán, su esposo, y formaba con él una sola carne, de igual modo la Caridad es espíritu del Espíritu de Dios y forma con él un solo Espíritu. En una palabra, el texto quiere afirmar que la Caridad y Dios son una sola cosa, como lo es, y todavía más, que la esposa de su esposo.- Ver en 1 Cor. 6, 15-17, una comparación semejante.
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(<Jesús está hablando a los apóstoles y a la gente sobre cuándo se comete culpa. Continúa>)
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7-448-95 (8-140-96).- Dios es Misericordia más que intransigencia. ¿Cuándo no perdona?
* “También es pecado el excesivo y desordenado amor a la religión y a la patria, porque se convierte en egoísmo. El egoísmo siempre es pecado y causa de pecado porque siembra en el corazón una mala voluntad que hace al hombre rebelde a Dios y a sus mandamientos”. ■ Jesús dice: “Sabed siempre discernir. Dios es Misericordia más que intransigencia. Dios es bueno. Dios es Padre. Dios es Amor. El Dios verdadero es esto. El verdadero Dios abre el Corazón a todos, diciendo a todos: «Venid», indicando a todos su Reino. Es libre de hacerlo porque es el Único, el Universal, el Creador, el Eterno Señor. Os ruego, a vosotros de Israel, que seáis justos. Recordad estas cosas. No permitáis que las comprendan en vuestro lugar los que para vosotros son como cosa impura y mientras que vosotros no las comprendéis. También es pecado el excesivo y desordenado amor a la religión y a la patria, porque se convierte en egoísmo. El egoísmo siempre es motivo y causa de pecado. Sí. El egoísmo es pecado porque siembra en el corazón una mala voluntad que hace al hombre rebelde a Dios y a sus mandamientos. La mente del egoísta ya no ve claramente a Dios, ni tampoco las verdades de Dios. La soberbia exhala sus vapores en el egoísta y empaña las verdades. En la oscuridad, la mente, que ya no ve más la luz clara de la Verdad como la veía antes de hacerse soberbia, comienza el proceso de los porqués, y de los porqués pasa a la duda, de la duda a la indiferencia, no solo respecto al amor y a la confianza en Dios y en su justicia, sino también respecto al temor de Dios y al temor a su castigo. De ahí la predisposición a pecar, y de ésta se pasa a la soledad del alma que se aleja de Dios, la cual, no teniendo ya la voluntad de Dios como guía, cae en la ley de su voluntad de pecador. ■ ¡Muy mala cadena es la voluntad del pecador, uno de cuyos extremos lo tiene en su mano Satanás, mientras que el otro ata a los pies del hombre una bola pesada, para tenerle sujeto, esclavo en el fango, amante de las tinieblas! ¿Puede entonces el hombre no incurrir en culpas mortales? ¿Puede no incurrir en ellas, teniendo en sí solo mala voluntad? Entonces, sólo entonces, Dios no perdona (1). ■ Pero, cuando el hombre tiene algo de voluntad buena y realiza incluso actos espontáneos de virtud, ciertamente termina poseyendo la Verdad, porque la buena voluntad conduce a Dios, y Dios, el Padre Santísimo se inclina amoroso, compasivo, indulgente a ayudar, a bendecir, a perdonar a sus hijos que tienen buena voluntad”. (Escrito el 24 de Junio de 1946).
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1  Nota  : En el presente texto, se añade una exactitud doctrinal muy oportuna: en lugar del Amor divino y debido a una impenitencia obstinada, entra implacable la Justicia divina. Se sobreentiende: si permanece impenitente. Así, pues, Dios perdona a cualquier pecador, con la condición de que se arrepienta. Pero la Misericordia no puede entrar donde sólo hay odio.
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(<Jesús se encuentra de nuevo con Jacob, el campesino de las cercanías del lago Merón, un hombre de corazón duro que no tuvo piedad de los huerfanitos María y Matías que habían acudido a la puerta de su casa mendigando un pedazo de pan —relatado en el episodio 5-298-12—. Por tal motivo, Jesús había declarado entonces que ese hombre “no llegará a conocer hambre, porque tiene todavía llenos sus graneros, pero sí conocerá estrechez”>)
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7-467-255 (8-160-249).- Perdón condicionado para el campesino Jacob, que ha pecado contra una Ley sagrada.
Perdono culpas mayores pero no eran, como tú, personas favorecidas, y no habían pecado contra los inocentes. Siempre es sagrado el pobre, pero mucho más sagrados son el huérfano y las viudas”.- ■ Los apóstoles y Marziam con los discípulos han ido saliendo de casa mientras Él hablaba, y ahora forman un grupo compacto detrás de la gente. Pero se abren paso cuando Jesús termina de hablar, y recogen al pasar las limosnas que muchos ofrecen. Llevan este dine­ro a Jesús. Detrás de ellos se introduce un hombre ajado y de bien pobre as­pecto. Camina tan cabizbajo, que no puedo verle la cara. Va a los pies de Jesús y, dándose golpes de pecho, gime: “He pecado, Señor, y Tú me has castigado. Me lo he merecido. Pero, al menos, dame tu perdón antes de marcharte. ¡Ten piedad del pecador Jacob!”. ■ Levanta la ca­ra y reconozco, más porque se ha nombrado que por el aspecto —muy ajado—, al campesino una vez favorecido y castigado otra por su dureza con los dos huerfanitos. Jesús: “¡Mi perdón! Tú un tiempo pedías el perdón para obtener por él la curación. Y te angus­tiabas porque las mieses estaban echadas a perder. Éstos sembraron para ti. ¿Acaso no tienes pan?”. Jacob: “Tengo lo suficiente”. Jesús: “¿Y no es esto acaso perdón?”, y se muestra muy severo. Jacob: “No. Quisiera morir de hambre, pero sentir que el espíritu está en paz. He tratado, con lo poco que he podido, de expiar… He orado y llorado… Pero sólo Tú puedes perdonar y dar paz a mi espíritu. Señor sólo te pido perdón…”. ■ Jesús le mira fijamente… Le hace levantar la cara, que el hombre tiene reclinada, y le perfora con sus ojos resplandecientes, mientras está un poco curvado hacia él… Luego dice: “Ve. Tendrás o no tendrás el perdón dependiendo de cómo vivas en el tiempo que te queda”. Jacob: “¡Oh! ¡Señor mío! ¡No así! Has concedido el perdón a culpas mayores…”. Jesús: “No eran personas favorecidas, como tú lo habías sido, y no habían pecado contra los inocentes. Siempre es sagrado el pobre, pero mucho más sagrados son el huérfano y las viudas. ¿No conoces la Ley?…” (1).
* “Muy bueno sigue siendo Dios, pues que te dice que no te niega el perdón del todo, sino que lo condiciona a tu modo de vivir hasta la muerte. Mi amor severo es para que te salves. Mi Reino estará en tu corazón si le haces bueno, y luego estará en el Cielo”.- ■ El hombre llora. Quería un perdón inmediato. Jesús resiste: “Has caído dos veces y no has tenido prisa de alzarte de nuevo… Acuérdate. Lo que tú, hombre, te has permitido, Dios puede permitírselo. Y muy bueno sigue siendo Dios, pues que te dice que no te niega el perdón del todo, sino que lo condiciona a tu modo de vivir hasta la muerte. Ve”. Jacob: “Bendíceme al menos… Para que tenga más fuerza para ser jus­to”. Jesús: “Ya te he bendecido”. Jacob: “No, así no. A mí en particular. Ves mi corazón…”. Jesús le pone la mano en la cabeza y dice: “Ya te bendije. Pero que es­ta caricia que te hago te convenza de que, si bien soy severo, no te odio. Mi amor severo es para que te salves, porque quiero tratarte como a un amigo infeliz, no porque eres pobre, sino porque has sido malo. Recuerda que te amé, que tuve compasión de tu espíritu; y que este recuerdo te infunda deseos de tenerme como amigo que no sea ya severo”. ■ Jacob: “¿Cuándo será, Señor? ¿Dónde te encontraré, si dices que te marchas?”. Jesús: “En mi Reino”. Jacob: “¿Cuál? ¿Dónde lo fundas? Iré allí…”. Jesús: “Mi Reino estará en tu corazón si le haces bueno, y luego estará en el Cielo. Adiós. Tengo que marcharme, porque atardece y debo bendecir a los que dejo”, y Jesús se despide de él. Luego se dirige ha­cia los discípulos y los dueños de la casa y los bendice uno a uno. (Escrito el 5 de Agosto de 1946).
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1  Nota  : Cfr. Ex. 22,21-24; Deut. 10,18; 14,28-29; 16,14; 24,17-22; 26,12-15; 27,19.
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(<José “Bernabé” [1], discípulo de Gamaliel [2], es el que sostiene con Jesús el dialogo de este episodio>)
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7-471-279 (8-165-271).-Lección sobre Dios-Amor.
* “En verdad, vosotros no conocéis el verdadero rostro de Dios. Si le conocierais, sabríais que el principal atributo de Dios es el Amor, y además un Amor misericordioso. ¿Crees que Él exige de los que han sido heridos (por aquella culpa que hizo perder la Gracia, única fuerza que podía sostener al hombre), lo mismo que podía exigir del primer Adán?”.- ■ Entran en el pueblo. Jesús pregunta a Bernabé: “¿Lo conoces?”. Bernabé: “No. Nunca he estado. Es la primera vez que vengo acá a Neftalí. Me trajo consigo y con otros, el rabí, porque me quedé solo…”. Jesús: “¿Tienes a Dios por amigo?”. Bernabé: “Así lo espero. Trato de servirle lo mejor que puedo”. Jesús: “Entonces no estás solo. El pecador es el que está solo”. Bernabé: “También yo puedo pecar…”. Jesús: “Tú, discípulo de un gran rabí, conoces las condiciones para que una acción sea pecado”. Bernabé: “Todo, Señor, es pecado. El hombre peca continuamente, porque hay más preceptos que momentos tiene el día. Y no siempre el pensamiento, ni las circunstancias, nos ayudan a no pecar”. Jesús: “Sobre todo las circunstancias, en verdad sobre todo ellas a menudo nos inducen a pecar. ■ ¿Pero tienes claro el concepto del principal atributo de Dios?”. Bernabé: “La Justicia”. Jesús: “No”. “La Potencia”. “Tampoco”. “…El rigor”. “No. Mucho menos”. Y Bernabé concluye: “Y, a pesar de todo… eso es lo que fue en el Sinaí (3) y después otras veces…”. Jesús: “En aquel entonces fue visto el Altísimo entre rayos, que ceñían con terribles aureolas el rostro del Padre y Creador. En verdad, vosotros no conocéis el verdadero rostro de Dios. Si le conocierais, y si conocierais su espíritu, sabríais que el principal atributo de Dios es el Amor, y además un Amor misericordioso”. Bernabé: “Sé que el Altísimo nos ama. Somos el pueblo elegido. ¡Pero servirle es algo terrible!”. Jesús: “Si sabes que Dios es Amor, ¿cómo puedes llamarle terrible?”. Bernabé: “Porque pecando, perdemos su amor”. ■ Jesús: “Te pregunté antes si sabías las condiciones por las que una acción se convierte en pecado”. Bernabé: “Cuando no es una acción de los seiscientos trece preceptos, de las tradiciones, decisiones, costumbres, bendiciones y oraciones, además de los diez mandamientos de la Ley, o bien no es como los escribas enseñan estas cosas, entonces es pecado”. Jesús: “¿Aun cuando el hombre no lo haga con plena advertencia y perfecto consentimiento de su voluntad?”. Bernabé: “Incluso así. Por tanto, ¿quién puede decir: «Yo no peco»? ¿Quién puede esperar tener la paz en el seno de Abraham a la hora de su muerte?”. ■ Jesús: “¿Son los hombres perfectos en el espíritu?”. Bernabé: “No, porque Adán pecó tenemos aquella culpa en nosotros. Nos hace débiles. El hombre perdió la Gracia del Señor, única fuerza que podía sostenernos…”. Jesús: “¿Y el Señor lo sabe?”. Bernabé: “Él sabe todo”. Jesús: “¿Y crees entonces que Él no tiene misericordia, considerando lo que hace débil al hombre? ¿Crees que Él exige de los que han sido heridos, lo mismo que podía exigir del primer Adán? Aquí está la diferencia que vosotros no consideráis. Dios es Justicia, sí. Es Potencia, sí. Puede también ser Rigor para con el impenitente que persiste en pecar. Pero cuando ve que un hijo suyo falta —el espíritu alcanza su madurez eterna en el juicio particular— porque es un distraído, o porque su cabeza no le ayuda a discernir, o porque está poco instruido, o porque es muy débil en una o en varias cosas, ¿tú piensas que el Padre Santísimo le podrá juzgar con inexorable rigor? Tú lo has dicho. El hombre perdió la Gracia, fuerza necesaria para reaccionar contra la tentación y los apetitos. Y Dios lo sabe. Y el hombre no tiene que temblar ante Dios y huir de Él como Adán después de la Culpa; antes bien debe recordar que Él es Amor. Su rostro resplandece ante los hombres, pero no para reducirlos a cenizas; antes bien para confortarlos como el sol conforta con sus rayos. El amor, no el rigor, irradia de Dios. Rayos de sol, no un saetear de relámpagos y rayos”.
* “¿Qué ha impuesto de por sí el Amor? ¿Una carga que no se puede llevar? Solo diez mandamientos, para contener al hombre, cual potro con frenos, pues de otra forma iría al desastre”.- Jesús: “Además… ¿Qué ha impuesto de por sí el Amor? ¿Una carga que no se puede llevar? ¿Un código de innumerables artículos que pueden olvidarse? No. Solo diez mandamientos, para contener al hombre, cual potro con frenos, pues de otra manera iría al desastre. Pero cuando el hombre sea salvado, cuando se le dé de nuevo la Gracia, cuando llegue el Reino de Dios, o sea, el Reino del amor, os dará, a los hijos de Dios y súbditos del Rey, un solo mandamiento, y en él todo estará comprendido: «Ama a tu Dios con todo tu ser, y a tu prójimo como a ti mismo». Porque créeme, hombre, que Dios-Amor no puede sino aligerar el yugo y hacerlo suave, y el Amor hará cosa agradable el servir a Dios, no temido ya, sino amado. Amado solo Él, y por Sí mismo, y amado en nuestros hermanos. ¡Cuán sencilla será la postrera Ley! Como es Dios: perfecto en su simplicidad. Óyeme: ama a Dios con todo tu ser, ama a tu prójimo como a ti mismo. Medítalo. ■ ¿Los gravosos seiscientos trece preceptos, todas las oraciones y bendiciones, no están ya —despojándose de las sutilezas inútiles que no son religión, sino esclavitud hacia Dios— contenidos en estas dos frases? Si amas a Dios, sin duda alguna le honrarás a todas horas. Si amas al prójimo, no hay duda que no le causarás ningún dolor: no mentirás, no robarás, no matarás o herirás, no cometerás adulterio. ¿No es así?”. Bernabé: “Así es… Maestro justo, quisiera estar contigo. Pero Gamaliel ha perdido por tu causa los mejores discípulos… Yo…”. Jesús: “Todavía no es la hora de que vengas a Mí. Cuando llegue, tu propio maestro te la dirá porque es un hombre justo”. Bernabé: “¿De veras lo es? ¿Lo dices Tú?”. Jesús: “Lo digo porque es verdad. No soy Yo uno que derriba para subirse sobre el derribado. A cada uno reconozco lo suyo… Pero… nos están llamando. Sin duda han encontrado alojamiento para nosotros. Vámonos”. (Escrito el 10 de Agosto de 1946).
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1  Nota  : Cfr. Personajes de la Obra magna: José, llamado Bernabé. 2  Nota  : Cfr. Personajes de la Obra magna: Gamaliel.  3  Nota   : Cfr. Éx. 19,9-20,21.
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7-474-296 (8-169-288).- Una visión que se pierde en un arrobo de amor.
* ¡Jesús era la «Palabra», pero no era la «charla»! ¿Qué serán esos recogimientos suyos?: yo pienso que son mucho más que nuestros éxtasis —en los cuales la criatura ya vive en el Cielo—: son el «encuentro sensible de Dios con Dios».- ■ Como hacen a menudo mientras andan, quizás para aligerar con esa distracción la monotonía de la marcha continua, los apóstoles hablan entre sí, recapitulando y comentando los últimos acontecimientos, preguntándole algo de vez en cuando al Maestro, que generalmente habla poco —lo necesario para no ser descortés— y reserva este esfuerzo sólo para cuando llega la ocasión de adoctrinar a la gente o a sus apóstoles, corrigiendo ideas equivocadas, consolando a personas infelices. ■ ¡Jesús era la «Palabra», pero no era la «charla»! Está claro. Era paciente y amable como nadie. Nunca mostraba fastidio por tener que repetir un concepto una, dos, diez, cien veces, para hacerlo entrar en las cabezas, acorazadas con los preceptos farisaicos y rabínicos. Se despreocupaba de su cansancio, que a veces era tanto que constituía ya sufrimiento, con tal de quitar a una criatura el sufri­miento moral o físico. Pero es evidente que prefiere callar, aislarse en un silencio de meditación capaz de durar muchas horas, si es que alguien no le saca de él preguntándole algo. ■ Generalmente, y siem­pre un poco adelantado respecto a sus apóstoles, va entonces con la cabeza un poco agachada, alzándola de vez en cuando para mirar al cielo, a los campos, a las personas, a los animales. Mirar he dicho, pero he dicho mal; debo decir: amar. Porque es sonrisa, sonrisa de Dios, lo que de esas pupilas emana para acariciar el mundo y las criaturas, sonrisa-amor. Porque es amor que se transparenta, que se difunde, que bendice, que purifica la luz de su mirada, siempre in­tensa, pero intensísima cuando sale de ese recogimiento…  ■ ¿Qué serán esos recogimientos suyos? Yo pienso —y estoy segura de que no me equivoco, porque basta con observar su cara para ver lo que son—, yo pienso que son mucho más que nuestros éxtasis, en los cuales la criatura ya vive en el Cielo. Son el «encuentro sensible de Dios con Dios». Siempre presente y unida la Divinidad a Cristo, que era Dios como el Padre. En la Tierra como en el Cielo, el Padre está en el Hijo y el Hijo está en el Padre, que se aman y amándose generan a la Tercera Persona. La potencia del Padre es la generación del Hijo, y el acto de generar y de ser generado crea el Fuego, o sea, el Espíritu del Espíritu de Dios. La Potencia se vuelve hacia la Sabiduría a la que ha generado, y ésta se vuelve hacia la Potencia en el júbilo de ser el Uno para el Otro y de conocerse por lo que son. Y, dado que todo buen conocimiento recíproco crea amor —pasa también con nuestros imperfectos conocimientos—, henos al Espíritu Santo… Aquel que, si fuera posible poner una perfección en las perfecciones divinas, habría de llamarse la Perfección de la Perfección. ¡El Espíritu Santo! Aquel que con solo pensar en Él, ya llena de luz, alegría, paz… ■ En  los éxtasis de Cristo, cuando el incomprensible misterio de la Unidad y Trinidad de Dios se renovaba en el Stmo. Corazón de Jesús, ¡qué producción de amor completa, perfecta, incandescente, santificante, jubilosa, pacífica debía generarse y difundirse, como de horno ardiente el calor, como de ardiente turíbulo el incienso, para besar con el beso de Dios las cosas creadas por el Padre, hechas por medio del Hijo-Verbo, hechas por el amor, sólo por el Amor, pues que todas las operaciones de Dios son Amor! Y ésta es la mirada del Hombre-Dios cuando, como Hombre y como Dios, alza los ojos —que han contemplado dentro del Cristo al Padre, a Él mismo y al Amor— ­para mirar el Universo: admirando la potencia creadora de Dios, co­mo Hombre; exultando por poder salvarla en las criaturas regias de esa creación, los hombres, como Dios.
*  La Mirada de Jesús.- ■ No, no se puede, nadie podrá, ni poeta ni artista ni pintor, hacer visible a las gentes esa mirada de Jesús saliendo del abrazo, del en­cuentro sensible con la Divinidad, unida hipostáticamente al Hom­bre siempre, pero no siempre tan profundamente sensible para el Hombre que era Redentor y que, por tanto, a sus muchos dolores, a sus muchos anonadamientos, debía añadir éste, grandísimo, de no poder estar siempre en el Padre, en el gran torbellino del Amor como estaba en el Cielo: omnipotente… libre… jubiloso. Espléndida la po­tencia de su mirada de milagro, dulcísima la expresión de su mirada de hombre, tristísimo el brillo de dolor en las horas de dolor… Pero son miradas aún humanas, aunque de expresión perfecta. Ésta, esta mirada de Dios que se ha contemplado y amado en la Triniforme Unidad no es susceptible de parangón, no hay adjetivo para ella…
* Anonadada en el co­nocimiento de Dios, los torrentes de delicias inundan mi alma.
. ●¡Comprendo a Pablo como nunca hasta ahora!: «¿Quién podrá separarnos del amor de Cristo?…».- ■ Y el alma se postra delante de Él, adorando, anonadada en el co­nocimiento de Dios, beatificada por la contemplación de su infinito amor. Los torrentes de delicias inundan mi alma… ¡Estoy beata! ¡Todo dolor, todo recuerdo, quedan anulados bajo las olas del amor de Jesús Dios… y estas olas me suben al Cielo, a Ti!… ■ ¡Gracias, mi adorable Amor!… ¡Gracias!… Ahora sigo sirviéndote… La criatura es otra vez mujer, es otra vez «el portavoz» tras ha­ber sido un instante «serafín». Vuelve a ser mujer, vuelve a ser cria­tura-mártir, quizás otro tormento está ya a sus espaldas… Pero en mi espíritu brilla la luz que me has dado, la beatífica luz de haberte contemplado; y no podrán apagarla ni torrentes de lágrimas ni crue­les torturas. ¡Gracias, mi Bendito! ¡Sólo Tú me amas! ■ ¡Comprendo a Pablo como nunca hasta ahora! «¿Quién podrá separarnos del amor de Cristo?… En todo esto salimos vencedores en virtud de Aquel que nos ha amado… Estoy seguro de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles, ni los principados, ni las virtudes, ni las cosas presentes ni las futuras, ni la potencia, ni la altura, ni la profundidad, ni ninguna otra cosa creada podrán separarnos de la caridad de Dios que está en Jesucristo Señor nuestro» (1). Es el peán victorioso, exultante, cantado por el conjunto de los victoriosos, de los amantes, de los salvados por el amor, porque ésta es la santidad: la salvación recibida por haber sido amados y por haber amado. ¡Y ya se oye! Y el espíritu, todavía aquí, prisionero en la Tierra, lo oye y canta su ale­gría, su confianza, su certidumbre… Y luz, más luz aún viene, y las palabras luminosas del Apóstol se iluminan más aún, aún más… «…la caridad de Dios que está en Jesucristo Señor nuestro».
.   ●  Comprendo también las palabras de Azarías, de este invier­no: «Jesús es el compendio del amor de los Tres».- ■ Ahora comprendo también las palabras de Azarías (2), de este invier­no: «Jesús es el compendio del amor de los Tres» (3). ¡Eso es! Todo el Amor está en Él. Nosotros podemos encontrar este amor de Dios, no­sotros hombres, sin esperar al regreso de Dios, sin esperar al Cielo, amando a Jesús. ¡Eso es! A quien cree le brotan dentro fuentes de agua viva, fuentes de luz, fuentes de amor, porque el que cree va a Jesús; porque quien cree cree que Jesús está en la Eucaristía con su Cuerpo, Sangre, Alma, Divinidad, como estaba en la Tierra, como es­tá en el Cielo, con su Corazón, con su Corazón. Y en el Corazón de Je­sús está la caridad de Dios. Y cuando el hombre recibe el Cuerpo St­mo. de Jesús acoge en sí al Corazón de Jesús. Tiene, por tanto, en sí, no sólo a Jesús; sino que tiene la Caridad de Dios, o sea, tiene a Dios Padre, Hijo, Espíritu Santo, porque la Caridad de Dios es la Stma. Trinidad, que es una única cosa: el Amor. El Amor que se divide en tres llamas para hacernos ternariamente felices. Felices de tener un Padre, un Hermano, un Amigo. Felices de tener a quien provee, a quien enseña, a quien ama. ¡Felices de tener a Dios!
.   ● Esta hora de beatitud ¿quién me alcanza desde los cielos?… Alcánzame que muera no en uno de estos asaltos sino después… pues después estamos como bautizados de nuevo por el amor y no quedan sombras de manchas en nosotros. El amor quema… No os pido que este éxtasis vuelva, ni gozar de él… sino que ese gozo y fuego vaya a «esos corazones»… que se santifiquen para merecer la mirada de Jesús-Dios… Para que vuelvan al sendero, acepto beber el cáliz amargo de todas las renuncias.-  ■ ¡Oh, no puedo más!… ¡Señor, demasiado grande es tu don! ¿Quién me lo alcanza desde los Cielos? ¿Eres tú, Beatísima Madre, contem­plada en tu fulgor de Asunta Reina del Cielo? ¿Eres tú, el enamorado de Cristo, dulce Juan de Betsaida, amigo mío? ¿Eres tú, Patriarca dig­no de amor, protector de los perseguidos, solícito provisor de consue­los, José veneradísimo? ¿Eres tú, mi gran hermanita Teresa del N. J., la que me alcanza lo que desde hace 21 años pido: que rebosen en mi alma las olas del Amor? ¡Oh, si eres tú, cumple la obra! Alcánzame el que muera no en uno de estos asaltos de amor —yo también soy una pequeña alma y no deseo cosas extraordinarias— sino después de estos asaltos de amor, cuando soy otra vez «pequeña alma pe­queñsima», empequeñecida aún más por el conocimiento de lo que es el Infinito Amor, después de uno de estos asaltos, porque después estamos como bautizados de nuevo por el amor y no quedan sombras de manchas en nosotros. El amor quema… ¿O eres tú, Azarías, buen amigo, el que, por todas las lágrimas que has recogido de mis pesta­ñas y llevado al Cielo, me has alcanzado esta hora de beatitud? ■ Pero a ti, a Teresa, a José, a Juan y María Stma., no os pido que este éxtasis vuelva, para llenarme de gozo y fuego. Lo que os pido, os suplico, es que vaya a otros corazones, y especialmente a los que vo­sotros sabéis, a esos corazones que torturan el mío y desagradan a Dios, que no saben escuchar ni obedecer. Si esos corazones tienen un solo instante de estos asaltos de amor, se convertirán al Amor, al ver­dadero Amor. Amarán. Con todo su ser. Con el intelecto, sobre todo, del cual caerán los muros del racionalismo, de la ciencia humana, que niegan y obstaculizan la fe sencilla y buena y ponen fronteras al poder de Dios. Y con el corazón, donde se fundirán, como cera al fue­go, las costras del egoísmo, de la envidia, del odio… ■ Hacedlo, amadísimos míos. Yo acepto el no volver a poner jamás mis labios en el cáliz confortador del amor; acepto el beber siempre, hasta el regreso a Dios, del cáliz amargo de todas las renuncias; pero que ellos vuelvan al sendero radioso, que se santifiquen en todas sus acciones para merecer la mirada de Jesús-Dios, de la misma forma que hoy me fue concedido gozarla. Merecerla aquí, poseerla para siempre en el Cielo, de la misma forma que, esperando en mi Señor, confío poseerla yo también… (Escrito el 15 de agosto de 1946).

A las 12 del mismo día.
Lo leo. Pienso en los teólogos que lean estas páginas. Quizás en­cuentren errores en cómo hablo del éxtasis, de los recogimientos de Jesús. Recuerden que soy una pobre ignorante que no sabe de teolo­gía ni de términos teológicos, y que me esfuerzo en decir como puedo lo que veo, y con las frases que mi pobre mente puede formar…

16 de agosto de 1946.
Digo a Jesús: “Señor, ayer me has arrollado y todo se ha perdido en Ti. La visión…”. ■ Sonríe con dulce y divina alegría y, acariciándome, responde: “En vez de narrar, has cantado. Has cantado. Todo el Paraíso cantaba ayer las glorias de mi Madre, y tú has cantado junto con el Paraíso, y el Paraíso en un determinado momento ha escuchado tu «solo». ¿Sabes cuándo? Cuando has pedido no gozar, sino que el amor los invadiera a «ellos» para ser salvados. El Cielo amante te ha escuchado porque renunciar a la beatitud para que otros tengan la Vida solo le es concedido a quien vive en la Tierra siendo ya ciudadano de los Cielos. Los Santos por tu canto han recordado cuando eran cantores en la Tierra; los Ángeles han escuchado mirando con fraterna complacencia a tu Azarías. María ha sonreído ofreciendo tu canto al Amor. Y el Amor, ¡oh, mi María!, y el Amor te ha besado… y vuelve a besarte. Exulta. Tú has comprendido al Amor. Yo estoy en ti, y en Mí está Dios Uno y Trino como has comprendido. Recorre hoy los caminos de la alegría sobrenatural, en vez de los caminos de Palestina al encuentro del dolor de Jesús… María, ¿no te sientes feliz de estar en las mismas condiciones del último año mío? También esto es un don, y una luz para comprenderme. Sin una experiencia propia, y proporcionada, la criatura no podría comprender lo que fue mi larga Pasión. Pero hoy, como ayer, recorre los caminos de la alegría celeste. Dios está contigo. Queda en paz”.
■ Y así, los comentarios de los apóstoles, sobre el episodio de Giscala, sobre el milagro del niño ciego, sobre Tolemaida, adonde es­tán yendo, sobre el camino de escalones tallados en la roca —por donde se han adentrado para llegar al último pueblo fronterizo entre Si­ro-Fenicia y Galilea, y debe ser el camino que vi cuando iban a Ale­jandrocena—, sobre Gamaliel, etc. se acabaron. Esto es, han quedado, en la medida en que lo he oído, en mi corazón. ■ Digo sólo que quería decir esto: que los apóstoles, que en los pri­meros tiempos, menos formados espiritualmente, interrumpían con facilidad al Maestro, ahora, más desarrollados espiritualmente, res­petan sus aislamientos y prefieren hablar entre sí, retrasados dos o tres metros. Sólo se acercan a Él cuando les es necesaria una infor­mación o un juicio, o cuando se hace imperioso su amor por el Maes­tro.
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1  Nota  : Cfr. Rom. 8,35-39.   2  Nota  : Azarías, según María Valtorta, es un Ángel, su Ángel de la Guarda, Autor de este dictado y de otros. Es quien se los habría dictado.   3  Nota  : Cfr. «Cuadernos de 1945 al 1950». Expuesto en el tema “Demonio-Infierno” dictado 46-152.
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7-486-371 (8-181-355).- Discurso sobre la naturaleza del Reino, en el Templo, en la fiesta de los Tabernáculos.
* Jesús recibido en el Templo entre voces amigas y voces enemigas (1).- ■ Jesús entra en el Templo. Viene con sus apóstoles y con numero­sísimos discípulos que conozco al menos de cara. Y, al final de todos, pero ya unidos al grupo como queriendo mostrar que quieren ser considerados seguidores del Maestro, caras nuevas, desconocidas to­das, menos la sagaz del griego venido de Antioquía, que habla con otros —quizás gentiles como él— y que se detiene, con los que con él hablan, en el patio de los Paganos, mientras Jesús y los suyos prosiguen para entrar en el patio de los Israelitas. Naturalmente, la entrada de Jesús en el Templo, que está de bote en bote, no pasa desapercibida. Un susurro nuevo se alza, como de una colmena inquieta, un susurro que cubre las voces de los docto­res que dan sus lecciones bajo el pórtico de los Paganos. Lecciones que, por lo demás, se suspenden, como por ensalmo; y alumnos de los escribas corren en todas las direcciones a llevar la noticia de la llega­da de Jesús; de forma que cuando Él entra en el segundo recinto, donde está el atrio de los Israelitas, ya bastantes fariseos, escribas y sacerdotes están atropados observándole. Pero, mientras ora, no le dicen nada, y ni siquiera se le acercan, únicamente le vigilan. ■ Jesús vuelve al pórtico de los Paganos. Y ellos detrás. Y la comitiva de los malintencionados aumenta, como también aumenta la de los curiosos o de los bienintencionados. Y susurros en voz baja se mueven entre la gente. De vez en cuando, alguna voz más fuerte: “¿Veis cómo ha venido? Es un justo. No podía faltar a la fiesta”. O: “¿Qué ha venido a hacer?, ¿a extraviar más aún al pueblo?”. O tam­bién: “¿Estáis contentos ahora?, ¿ahora veis dónde está?, ¡mucho lo habéis preguntado!”. Voces aisladas y apagadas en seguida, ahogadas en las gargantas por miradas significativas de discípulos y seguidores que amenazan, con su propio amor, a los rencorosos enemigos. Voces irónicas, venenosas, de enemigos que arrojan una chorretada de veneno y después se detienen, porque tienen miedo de la muchedumbre. Y silencio de la muchedumbre después de una manifestación significativa en favor del Maestro, porque tiene miedo a las represalias de los poderosos. El reino del miedo recíproco…. El único que no tiene miedo es Jesús. Anda despacio; con majestad, hacia el lugar a donde quiere ir, un poco absorto, pero, pronto para salir de su absorbimiento para acariciar a un niño que una le presenta, o sonreír a un anciano que le saluda bendiciéndole. ■ En el pórtico de los Paganos, de pie, erguido, entre un grupo de alumnos, está Gamaliel: con los brazos cruzados, con su esplendoro­sa vestidura blanquísima y amplísima —que parece aún más blanca en contraste con la gruesa alfombra roja oscura extendida en el sue­lo en el punto donde está Gamaliel—, parece estar pensando —la ca­beza un poco inclinada— y no interesarse de lo que ocurre. Entre sus discípulos, por el contrario, hay agitación, la agitación de la más grande curiosidad. Uno, pequeñito, incluso se sube a un alto escabel para ver mejor. Pero, cuando Jesús está a la altura de Gamaliel, el rabí alza el rostro; y sus ojos profundos, bajo su frente de pensador, se clavan un instante en el rostro sereno de Jesús. Es una mirada escrutadora, mortificante y mortificada. Jesús la siente y se vuelve. Le mira. Los dos fulgores, el de los ojos negrísimos y el de los ojos de zafiro, se en­trelazan: el de Jesús, abierto, manso, que se deja escrutar; el de Ga­maliel, impenetrable, tendente a conocer y deseoso de rasgar el mis­terio de la verdad —porque para él es un misterio el Rabí galileo—, pero farisaicamente celoso de su pensamiento, de modo que se cierra a toda indagación que no sea de Dios. Un instante. Luego Jesús pro­sigue y el rabí Gamaliel vuelve a reclinar la cabeza sobre el pecho, sordo a toda pregunta recta, ansiosa, de algunos que están en torno a él, o subrepticia y cargada de aborrecimiento de otros: “¿Es Él, maes­tro? ¿Qué opinas tú?”; “¡Bien! ¿Cuál es tu juicio? ¿Quién es Éste?”.
* Venida del Reino de Dios y la preparación de este Reino (2). Signos que acompañaron la llegada del Mesías a la Tierra y signos actuales, como corroboración de su llegada, que acompañan al Mesías que enseña. La soberbia, lujuria de la mente judía, impide ver en un hombre galileo al Mesías anunciado.- ■ Jesús va al lugar que ha elegido para sí. ¡Oh!, ¡no tiene alfombras bajo los pies! Ni siquiera está bajo el pórtico; simplemente, junto a una columna, en pie, erguido, en el escalón más alto, en el fondo del pórtico. El lugar más modesto. En torno a Él, apóstoles, discípulos seguidores, curiosos; más allá, fariseos, escribas, sacerdotes, rabíes. Gamaliel no deja el sitio donde está. ■ Jesús se pone a predicar por la centésima vez la venida del Reino de Dios y la preparación de este Reino. Y yo podría decir que, am­pliados en potencia, repite los mismos conceptos tratados, casi en el mismo lugar, veinte años antes (3). Habla de la profecía de Daniel (4), del Precursor anunciado por los profetas (5); recuerda la estrella de los Ma­gos, la matanza de los Inocentes. Y, sentadas estas premisas para mostrar los signos de que el Mesías ha llegado a la Tierra, cita, como co­rroboración de su venida, los signos actuales que acompañan al Mesías que enseña, como antes los otros acompañaron la llegada del Mesías encarnado, o sea, recuerda la contradicción que le acompaña, la muerte del Precursor, y los milagros que continuamente se produ­cen, confirmando que Dios está con su Mesías. No ataca nunca a sus contrarios. Parece no verlos siquiera. Habla para confirmar en la fe a sus seguidores, para iluminar acerca de la verdad a aquellos que, sin culpa, están todavía en tinieblas respecto a ella… ■ Una voz áspera se deja oír desde el extremo de la gente: “¿Cómo puede Dios estar en tus milagros, si se producen en día prohibido? Incluso ayer has curado a un leproso en el camino de Betfagé”. Jesús mira al que le ha interrumpido, pero no responde. Sigue hablando de la liberación del dominio que oprime a los hombres, y de la instauración del Reino del Mesías, Reino eterno, invencible, glorioso, per­fecto. “Y esto, ¿cuándo será?” pregunta un escriba sonriendo maliciosamente. Y añade: “Ya sabemos que quieres hacerte rey. Pero un rey como Tú sería la ruina de Israel. ¿Dónde está tu potencia de rey?; ¿dónde, tus ejércitos?; ¿dónde, los tesoros?; ¿dónde, las alianzas? ¡Estás loco!”. Y muchos como él menean la cabeza riéndose con menosprecio. ■ Un fariseo dice: “Así no. De esta forma nunca sabremos qué en­tiende Él por reino, cuáles leyes y cuáles manifestaciones tendrá tal reino. ¿Y qué? ¿Acaso el reino antiguo de Israel fue de repente perfecto como en los tiempos de David y Salomón? ¿No recordáis cuán­tas incertidumbres y horas obscuras antes del esplendor regio del rey perfecto? Para disponer del primer rey fue necesario, antes, for­mar al hombre de Dios que le ungió, y, por tanto, quitar la esterili­dad a Ana de Elcaná e inspirarle que ofreciera el fruto de su vientre. Meditad el cántico de Ana. Es lección para nuestra dureza y ceguera: «Nadie es santo como el Señor… No queráis multiplicar, jactándoos, las palabras soberbias… El Señor hace morir y vivir… levanta al po­bre… Hace seguros los pasos de sus santos, y los impíos callarán porque el hombre no es fuerte por su fuerza, sino por la que le viene de Dios». ¡Recordad! «El Señor juzgará los confines de la Tierra y entregará su mando a su rey y exaltará el poder de su Cristo» (6). ¿El Mesías de las profecías no debía, acaso, venir de David? ¿Todo lo que aconteció desde el nacimiento de Samuel en adelante, no son acaso anticipaciones para del reino del Mesías? ¿Tú, Maestro, no desciendes acaso de David, na­cido en Belén?” pregunta, para finalizar, directamente a Jesús. Responde Jesús brevemente: “Tú lo has dicho”. Fariseo: “¡Oh! Entonces satisface nuestras esperanzas. Ya ves que el callar no es buena cosa, porque favorece las nubes de la duda que hay en los corazones”. Jesús: “No de la duda. De la soberbia. Es más grave aún”. Fariseo: “¿Cómo? ¿Dudar de Ti es menos grave que ser soberbios?”. Jesús: “Sí. Porque la soberbia es la lujuria de la mente. Y es el pecado más grande, siendo el mismo pecado de Lucifer. Dios perdona mu­chas cosas, y su Luz resplandece amorosa para alumbrar las igno­rancias y alejar las dudas. Pero no perdona la soberbia que le escarnece afirmando ser mayor que Él”. Varios gritan: “¿Quién de nosotros dice que Dios es más pequeño que nosotros? Nosotros no blasfemamos…”. Jesús: “No lo decís con los labios, pero lo confirmáis con las obras. Que­réis decir a Dios: «No es posible que el Mesías sea un galileo, un hombre del pueblo. No es posible que sea éste». ¿Qué cosa hay imposible para Dios?”. ■ La voz de Jesús es un trueno. Si antes presentaba un aspecto un poco modesto, apoyado como un mendigo en su columna, ahora Je­sús se endereza, se separa del pilar, yergue majestuosamente la ca­beza y asaetea a la gente con sus fúlgidos ojos. Está todavía sobre el es­calón, pero tan regio es su aspecto, que es como si estuviera sobre un trono. La gente retrocede, casi con miedo, y ninguno responde a la última pregunta. ■ Luego un rabí, pequeño, lleno de arrugas, feo de aspecto como ciertamente lo es de alma, pregunta no sin reírse falsa y solapadamente: “La lujuria se realiza entre dos. ¿La mente con quién la realiza? No es corpórea. ¿Cómo puede, en­tonces, pecar lujuriosamente? ¿Siendo incorpórea, con quién se junta para pecar?” y ríe, arrastrando sus palabras y la risita. Jesús: “¿Con quién? Con Satanás. La mente del soberbio fornica con Satanás contra Dios y contra el amor”. Rabí: “¿Y Lucifer con quién fornicó para hacerse Satanás, si todavía no era Satanás?”. Jesús: “Consigo mismo. Con su propio pensamiento inteligente y desor­denado. ¿Qué es la lujuria, escriba?”. Rabí: “¡Pero… ya te lo he dicho! ¿Y quién no sabe qué es la lujuria? Todos la hemos experimentado…”. Jesús: “No eres un rabí sabio, porque no conoces la esencia verdadera de este pecado universal, trino fruto del Mal; así como el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son la trina forma del Amor. La lujuria es desorden, escriba. Desorden guiado por una inteligencia libre y consciente, que sabe que su apetito es malo, pero de todas formas quiere saciarlo. La lujuria es desorden y violencia contra las leyes naturales, contra la justicia y contra el amor hacia Dios, hacia nosotros mismos, hacia nuestros hermanos. Toda lujuria. Tanto la carnal como la que tiende a las riquezas y poderes de la tierra, como la de aquellos que quisieran impedirle al Mesías su misión, porque mantienen contubernio con la inmoderada ambición que tiembla de miedo al saber que voy a acabar con ella”.
.   ● “El Reino de Dios vendrá cuando el Mesías esté en el trono que Israel le prepara. No viene con pompa. Solo el ojo de Dio lo ve formarse. Está en vosotros, en vuestro espíritu que acoge la Ley venida de los Cielos como ley de la verdadera Patria, Ley que, practicándola, hace a uno ciudadano del Reino”.- ■ Un gran murmullo se extiende por la aglomeración de gente. Gamaliel, que se ha quedado solo en su alfombra, alza la cabeza y lanza una mirada penetrante a Jesús. El fariseo de antes (había hecho otras preguntas), insta de nuevo: “Pero ¿cuándo vendrá, entonces, el Reino de Dios? No has respondido…”. Jesús: “Cuando el Mesías esté en el trono que Israel le prepara, más alto que todos los demás tronos, más alto que este mismo Templo”. Fariseo: “¿Pero, dónde lo están preparando, pues que no se ve aparato de nada? ¿Podrá ser verdad que Roma deje resurgir a Israel? ¿Es que las águilas se han quedado ciegas para no ver lo que se prepara?”. Jesús: “El Reino de Dios no viene con pompa. Sólo el ojo de Dios lo ve formarse, porque el ojo de Dios lee dentro de los hombres. Por tanto, no vayáis buscando dónde está este Reino, dónde se prepara. Y no cre­áis a quien diga: «Se conjura en Batanea, se conjura en las cavernas del desierto de Engaddi, se conjura en las orillas del mar». El Reino de Dios está en vosotros, dentro de vosotros, en vuestro espíritu (5) que aco­ge la Ley venida de los Cielos como ley de la verdadera Patria, ley que, practicándola, hace a uno ciudadano del Reino. Por esto, antes de Mí ha venido Juan a preparar los caminos de los corazones, por los cuales debía penetrar en ellos mi Doctrina. Con la penitencia se han preparado los caminos, con el amor el Reino surgirá, y caerá la escla­vitud del pecado que impide a los hombres el Reino de los Cielos”.
.   ● “En verdad os digo que esta doctrina no es mía  (7) sino de Aquel que me ha enviado a vosotros. Ahora la hora ha llegado para que Yo dé al pueblo de Dios la Palabra venida de los Cielos”.-  ■ Uno, que escuchaba atentamente, dice: “¡Pero, verdaderamente este hombre es grande! ¿Y vosotros decís que es un artesano?”. Y otros, judíos por su vestimenta, y quizás instigados por los enemigos de Jesús, se miran confundidos, y miran a sus instigadores pregun­tando: “¿Pero qué nos habéis imbuido? ¿Quién puede decir que este hombre extravía al pueblo?”, y otros: “Nos preguntamos y os preguntamos estas cosas: si es verdad que ninguno de vosotros le ha instruido, ¿cómo tiene tantos conocimientos? ¿Dónde los ha aprendi­do, si no ha estudiado nunca con ningún maestro?”, y, dirigiéndose a Jesús: “Di, pues, ¿dónde has encontrado esta doctrina tuya?”. ■ Jesús alza un rostro inspirado y dice: “En verdad, en verdad os digo que esta doctrina no es mía, sino que es de Aquel que me ha enviado a vosotros. En verdad, en verdad os digo que ningún maestro me la ha enseñado, ni la he encontrado en ningún libro viviente, o en ningún rollo o monumento de piedra. En verdad, en verdad os digo que me he preparado para esta hora oyendo al Viviente hablarle a mi espíritu. Ahora la hora ha llegado para que Yo dé al pueblo de Dios la Palabra venida de los Cielos. Y lo hago, y lo haré hasta mi último suspiro, y, tras haberlo exhalado, las piedras que me oyeron y no ablandecieron, conocerán un temor a Dios más fuerte que el que experimentó Moisés en el Sinaí; y en medio de ese temor, con voces que bendigan o maldigan, las palabras de mi doctrina rechazada se gra­barán en las piedras. Y esas palabras ya no se borrarán nunca. El signo permanecerá. Luz para quien lo acoja, al menos entonces, con amor; absolutas tinieblas para quien ni siquiera entonces comprenda que ha sido la voluntad de Dios la que me ha enviado para fundar su Reino”. (Escrito el 3 de Septiembre de 1946).
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1  Nota  :  Cfr. Ju. 7,11-14.  2  Nota  : Cfr. Luc. 17,20-21. Venida del Reino de Dios.  3  Nota  : Veinte años antes, es decir, cuando el joven Jesús disputó con los doctores en el Templo de Jerusalén (Lc. 2,41-49).   4  Nota  : Cfr. Dan. 9.   5  Nota  : Cfr. Is. 40,3-8; Mal. 2,17-3,5 y 23-24.  6  Nota   : Cfr. 1 Sam. 2,1-10.  7  Nota  : Ju. 7,15-17. Esta doctrina no es mía.
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(<Jesús y los apóstoles se encuentran en la Transjordania. Han bajado del monte Nebo donde han hecho un retiro. En estos momentos, Jesús está dirigiendo la palabra a la gente de un pueblo cercano al monte>)
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8-501-4 (9-197-438).- El sacrificio grato a Dios es el espíritu contrito y, además, obediente y amoroso.
* Pero ya está escrito desde si­glos cuál es el sacrificio que el Señor prefiere. David con lágrimas en los ojos exclama: «…pero no te gustan los holocaustos. El sacrificio que quiere Dios es el espíritu contri­to…» (y añado: obediente y amoroso, porque se puede cumplir tam­bién sacrificio de alabanzas y de gozo y de amor, no sólo de expia­ción)”. ■ Un pastor le dice: “Ayer decías que hay sacrificios más gratos a Dios que el de cor­deros o machos cabríos, y también que hay lepras más vergonzosas que las de la carne. No he comprendido bien tu pensamiento”, y termina: “Antes de que un cordero tenga un año, y sea el más hermoso del rebaño, sin mancha ni defecto, ¿sabes cuántos sacrificios hay que hacer, y cuántas veces hay que superar la tenta­ción de hacer de él el carnero del rebaño o venderlo para ello? Ahora bien, si durante un año se resiste a toda tentación, y se le cuida y uno se encariña con él, como la perla del rebaño, ¿sabes lo grande que es el sacrificio de inmolarle sin ganancia y con dolor? ¿Puede haber un sa­crificio más grande que ofrecer al Señor?”. Jesús: “Hombre, en verdad te digo que el sacrificio no está en el animal inmolado, sino en el esfuerzo que has hecho por conservarlo para in­molarlo. En verdad os digo que está llegando el día en que, como dice la palabra inspirada, Dios dirá: «No tengo necesidad del sacrificio de corderos y machos cabríos» y exigirá un único y perfecto sacrificio (1). Y desde esa hora todo sacrificio será espiritual. ■ Pero ya está escrito desde si­glos cuál es el sacrificio que el Señor prefiere. David con lágrimas en los ojos exclama: «Si Tú hubieras deseado un sacrificio, te lo habría ofrecido, pero no te gustan los holocaustos. El sacrificio que quiere Dios es el espíritu contri­to (y Yo añado: obediente y amoroso, porque se puede cumplir tam­bién sacrificio de alabanzas y de gozo y de amor, no sólo de expia­ción). El sacrificio a Dios es el espíritu contrito; al corazón contrito y humillado Tú, oh Dios, no lo desprecias» (2). No. Vuestro Padre no des­precia tampoco al corazón que ha pecado y se ha arrepentido. Y en­tonces, ¿cómo no ha de acoger el sacrificio del corazón puro, justo, que le ama? Este es el sacrificio más grato. El cotidiano sacrificio de la vo­luntad humana a la divina que se os muestra en la Ley, en las inspiraciones y en los acontecimientos de la vida diaria. Y así mismo, no es la lepra de la carne la más vergonzosa y la que más excluye de la presencia de los hombres y de los lugares de oración; antes bien, la lepra del peca­do. Es verdad que ésta pasa muchas veces ignorada a los ojos de los hombres. Pero ¿vivís para los hombres o para el Señor? ¿Todo termina aquí o prosigue en la otra vida? Ya lo sabéis vosotros. Entonces, sed santos para no ser leprosos a los ojos de Dios, que ve el corazón del hombre, y conservaos limpios en el espíritu para poder vivir eterna­mente”. ■ Pastor: “¿Y si uno ha pecado fuertemente?”. Jesús: “Que no imite a Caín, ni tampoco a Adán y Eva (3); sino que corra a los pies de Dios y con verdadero arrepentimiento le pida piedad. Un enfermo, un herido va al médico para curarse. El pecador debe ir a Dios para obtener perdón. Yo…”.
* “Sadoc, de las muchas palabras que se enseñan acepto las necesarias y santas, las mosaicas, y no presto atención a las otras”.- ■ Uno que sube por el camino entre muchos otros y bien cubierto con su manto, grita: “¿Tú aquí, Maestro?”. Jesús se vuelve y le mi­ra. “¿No me reconoces? Soy el rabí Sadoc. De vez en cuando nos encontramos”. Jesús: “El mundo es siempre pequeño, cuando Dios quiere hacer que se encuentren las personas. Nos encontraremos todavía, rabí. Entre tanto, la paz sea contigo”. El otro no devuelve el saludo de paz, sino que pregunta: “¿Qué haces aquí?”. Jesús: “He hecho lo que tú estás para hacer. ¿No es sagrado para ti este monte?”. Sadoc: “Tú lo has dicho. Y vengo con mis discípulos. ¡Pero yo soy un escriba!”. Jesús: “Y Yo soy un hijo de la Ley. Venero, pues, a Moisés como tú le veneras”. Sadoc: “Eso es mentira. Anulas su palabra con la tuya y no apuntas ya a nuestra obediencia, sino a la tuya”. Jesús: “A la vuestra no. Ésa es vuestra, pero no es necesaria…”. Sadoc: “¿No es necesaria? ¡Qué horror!”. Jesús: “No, no más necesaria de cuanto lo sean en tus vestiduras, para resguardarte de los vientos otoñales, los fluentes y abundantes fle­cos que adornan el vestido. Es el vestido el que te protege. Igualmen­te, de las muchas palabras que se enseñan acepto las necesarias y santas, las mosaicas, y no presto atención a las otras”. Sadoc: “¡Samaritano! ¡No crees en los profetas!”. Jesús: “Vosotros no observáis a los profetas. Si los observarais, no me llamaríais samaritano”. ■ Otro peregrino que ha llegado en ese momento con otras personas, dice. “¡Déjale, Sadoc! ¿Quieres hablar con un demonio?”. Y, vol­viendo su dura mirada en torno al grupo que envuelve a Jesús, ve a Judas de Keriot y le saluda con sorna. Quizás sucedería algún incidente, porque los habitantes del pueblo quieren defender a Jesús. (Escrito el 24 de Septiembre de 1946).
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1  Nota  : Is. 1,11; (Os. 6,6; 8,13; Am. 5,22).   2  Nota  : Sal. 50,18-19.   3  Nota  : Gén. 3,8-13 (Adán-Eva); 4,9-16 (Caín).
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(<Jesús, después de haber estado en Emmaús de la Montaña, está llegando a la ciudad de Beterón, y, detrás de Él, mucha gente>)
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8-514-99 (9-514-529).- Consejos a un joven indeciso sobre la perfección evangélica (“Sed perfectos como perfecto es vuestro Padre”) para llegar a la santidad.
Ésta es una palabra antigua. La primera vez la escuchó Abraham como una revelación, or­den, invitación: «Yo soy el Dios omnipotente. Camina en mi pre­sencia. Sé perfecto», porque el que camina bajo la mirada de Dios no comete acciones malas, se pone en condiciones para llegar a ser perfecto”. ■ Un joven se separa de la gente y llega hasta el Maestro. Le saluda con respeto. Jesús devuelve el saludo. “Quisiera preguntarte una cosa, Maestro”. “Habla”. Joven: “Una mañana, después de la Pascua, coincidió que te escuché en un monte cercano a los desfiladeros de Carit. Y desde entonces he pensado que… podía contarme yo también entre los llamados por Ti. Pero an­tes de venir he querido saber muy bien lo que es necesario hacer y lo que se debe no hacer. Y preguntaba a tus discípulos cada vez que me encontraba con ellos. Quién me decía una cosa, quién otra. Y yo du­daba, y estaba muy asustado porque en una cosa todos concordaban, quién con más intransigencia, quién con menos: en la obligación de ser perfectos. Yo… soy un pobre hombre, Señor, y la perfección es só­lo de Dios… Te oí por segunda vez… y Tú mismo decías: «Sed perfec­tos». Y he sentido desaliento. Por tercera vez te oí, hace pocos días, en el Templo. Y, aunque te mostraras severo, sin embargo no me pareció que fuera imposible el llegar a serlo, porque… ni yo mismo lo comprendo, ni puedo explicármelo o explicártelo. Pero me parecía que, si fuera una cosa imposible el llegar a serlo, o fuera muy peligroso el hecho de querer serlo, como querer ser dioses, Tú, que quieres salvarnos, no nos lo propondrí­as. Porque la presunción es pecado. El querer ser dioses es el pecado de Lucifer. Pero quizás hay una manera de serlo, de venir a serlo, sin pecar, y es siguiendo tu Doctrina, que es, no cabe duda de ello, salvadora. ¿Es como digo?” Jesús: “Es como dices. ¿Y entonces?”. ■ Joven: “Pues que seguí preguntando a unos o a otros. Y, habiendo sabido que estabas en Rama, fui. Y, desde entonces, con permiso de mi pa­dre, te he seguido. Y… bueno, pues que, cada vez más, quisiera ir contigo…”. Jesús: “¡Pues ven! ¿Qué temes?”. Joven: “No lo sé… No lo sé siquiera yo… Pregunto, pregunto… Pero siempre, mientras que escuchándote a Ti me parece fácil y decido ir, después, reflexionando, y, peor: preguntando a unos o a otros, me pa­rece demasiado difícil”. ■ Jesús: “Te voy a decir lo que te pasa: es una tentación del demonio para im­pedir que vengas. Te asusta con fantasmas, te confunde, te hace pre­guntar a personas que, como tú, tienen necesidad de Luz… ¿Por qué no has venido a Mí directamente?”. Joven: Porque… tenía… no miedo, pero… ¡Nuestros sacerdotes y rabí­es! ¡Tan duros y soberbios! Y Tú… No me atrevía a acercarme a Ti. ¡Pero ayer en Emmaús!… Creo haber entendido que no debo tener miedo. Y ahora estoy aquí, para preguntarte esto que quisiera saber. Un apóstol tuyo, hace poco, me dijo: «Ve y no temas. También es bueno con los pecadores». Y otro: «Le harás feliz con tu confianza. Quien confía en Él le encuentra más dulce que una madre». Y otro: «No sé si me equivoco, pero te digo que te dirá que la perfección está en el amor». Esto es lo que han dicho tus apóstoles, más dulces que los discípulos: al menos algunos; aunque no todos, porque entre los discípulos hay algunos que parecen eco de tu voz, aunque éstos son demasiado pocos, y entre los apóstoles hay algunos que… asustan a un pobre hombre, como soy yo. Uno me dijo, con una sonrisa no buena: «¿Quieres ser perfecto? No lo somos nosotros, que somos sus apóstoles, ¿y quieres serlo tú? Es imposible». Si no hubieran hablado los otros, ha­bría huido desanimado. Pero pruebo por última vez… y, si Tú también me dices que es imposible…”. ■ Jesús: “Hijo mío, ¿podría haber venido Yo a proponer cosas imposibles a los hombres? ¿Quién crees que ha sido el que ha puesto en tu cora­zón este deseo de ser perfecto? ¿Tu propio corazón?”. Joven: “No, Señor. Creo que has sido Tú con tus palabras”. Jesús: “No estás lejos de la verdad. Pero, respóndeme a otra cosa. ¿Para ti mis palabras qué palabras son?”. Joven: “Justas”. Jesús: “De acuerdo. Pero quiero decir: ¿palabras de hombre o más que de hombre?”. Joven: “Tú hablas como la Sabiduría, y más dulce y claro todavía. Por eso digo que tus palabras son más que las de hombre. Y no creo equivo­carme, si he comprendido bien lo que decías en el Templo. Porque me pareció que en esa ocasión decías que eres la misma Palabra de Dios, y por eso hablas como Dios”. Jesús: “Has comprendido bien y es como dices. ¿Y entonces quién te ha puesto en el corazón el deseo de perfección?”. Joven: “Me lo ha puesto Dios, por medio de Ti, su Palabra”. Jesús: “Así, pues, ha sido Dios. ■ Ahora piensa: si Dios dice a los hombres, conociendo sus capacidades: «Venid a Mí. Sed perfectos», es señal de que el hombre, si quiere, puede serlo. Ésta es una palabra antigua. La primera vez la escuchó Abraham como una revelación, una or­den, una invitación: «Yo soy el Dios omnipotente. Camina en mi pre­sencia. Sé perfecto» (1). Dios se manifiesta para que el Patriarca no ten­ga dudas sobre la santidad de la orden ni sobre la verdad de la invi­tación. Ordena caminar en su presencia porque el que camina en la vida convencido de hacerlo bajo la mirada de Dios no comete malas acciones. Consiguientemente, se pone en condiciones de poder llegar a ser perfecto como Dios invita a serlo”. Joven: “¡Es así! ¡Es justamente así! Si Dios lo ha dicho, es porque puede hacerse. ¡Oh, Maestro, cómo se comprende todo cuando hablas Tú!”.
.  ● “Todas las virtudes son necesarias, y necesario es un vivo deseo de llegar a la justicia. Virtud indispensable: la caridad. Si amas, serás santo, porque del amor al Altísimo y al prójimo brotan todas las virtudes y todas las obras buenas. Pero todas las virtudes componen la santidad”.- ■ El joven prosigue: “Pero, entonces ¿por qué tus discípulos, y también ese apóstol, hacen que esta idea de la santidad… se revista de temor? ¿Es que no creen que sean verdaderas esas palabras, ni las tuyas? ¿O es que no saben ca­minar en la presencia de Dios?”. Jesús: “No pienses en ello. No juzgues. Mira, hijo. Algunas veces su propio anhelo de ser perfectos y su humildad les hace temer el no poder llegar a serlo nunca”. Joven: “¿Pero entonces el deseo de perfección y la humildad son obstácu­los para que uno sea perfecto?”. Jesús: “No, hijo. El deseo y la humildad no son obstáculos. Es más, hay que esforzarse en que sean profundos, aunque ordenados. Están or­denados cuando uno no tiene prisas imprudentes, abatimientos sin razón, dudas y desconfianzas como las de creer que, dada la imper­fección del ser, el hombre no puede llegar a ser perfecto. Todas las virtudes son necesarias, y necesario es un vivo deseo de llegar a la justicia”. Joven: “Sí. Esto mismo me decían también aquellos a los que preguntaba. Me decían que es necesario tener las virtudes. Pero unos me decían que era necesaria una, otros otra, y todos sostenían la absoluta nece­sidad de tener una, que ellos consideraban virtud indispensable para ser santos. Ello me causaba miedo, porque ¿cómo se puede poseer to­das las virtudes en forma perfecta, hacer que nazcan juntas como un ramo de flores distintas? Se necesita tiempo… ¡y la vida es tan bre­ve! ■ Tú, Maestro, explícame cuál es la virtud indispensable”. Jesús: “Es la caridad. Si amas, serás santo, porque del amor al Altísimo y al prójimo brotan todas las virtudes y todas las obras buenas”. Joven: “¿Sí? Así es más fácil. La santidad, entonces, es amor. Si tengo la caridad, tengo todo… La santidad está hecha de esto”. Jesús: “De esto y de otras virtudes. No consiste solo en ser humildes, prudentes, castos y así sucesivamente, sino que es ser virtuosos. Fíjate, hijo mío, cuando un rico quiere preparar una comida, ¿encarga, acaso, un solo plato? Otro ejemplo: cuando uno quiere pre­parar un ramo de flores para ofrecerlo como obsequio, ¿toma, acaso, una sola flor? No, ¿no es verdad? Porque, aunque pusiera en las me­sas montones y montones de un solo manjar, los comensales le criti­carían como anfitrión inepto. Mostraría él, tal vez, sus riquezas con la abundancia, pero no demostraría su delicadeza con el gusto. Los comensales se saciarían con la variedad de platos, lo que haría de él un buen anfitrión. Y lo mismo dígase de un ramo de flores. Una sola flor, por grande que sea no hace un ramo. Pero muchas flores lo hacen, y con los distintos colores y aromas sacian la mirada y el olfato y hacen alabar al Señor ■ La santidad, que debemos considerar como un ramo de flores ofreci­do al Señor, debe estar hecha de todas las virtudes. En un espíritu predominará la humildad, en otro la fortaleza, en otro la continencia, en otro la paciencia, en el otro el espíritu de sacrificio o de peni­tencia: todas éstas son virtudes nacidas a la sombra del árbol regio y perfumadísimo del amor, cuyas flores predominarán siempre en el ramo; pero todas las virtudes componen la santidad”.
.   ● “Si amas al Señor, Él te dará sus dones, o sea, se te manifestará a ti, y las demás virtudes crecerán bajo el sol de la Gracia. Es Dios el que actúa grandemente,  dejando que el hombre ponga por su parte su libre voluntad de tender a la perfección. Y ello para que su hijo tenga mérito en la santidad”.- ■ Pregunta el joven: “¿Y cuál debe ser cultivada con más esmero?” Jesús: “La caridad. Te lo he dicho”. Joven: “¿Y luego?”. Jesús: “No hay un método, hijo mío. Si amas al Señor, Él te dará sus dones, o sea, se manifestará a ti, y entonces las virtudes que tratas de hacer crecer robustas crecerán bajo el sol de la Gracia”. Joven: “En otras palabras, ¿en el alma amante es Dios el que actúa gran­demente?”. Jesús: “Sí, hijo. Es Dios el que actúa grandemente, dejando que el hombre ponga por su parte su libre voluntad de tender a la perfección, sus esfuerzos en rechazar las tentaciones para mantenerse fiel a su propósito, sus luchas contra la carne, el mundo, el demonio, cuando le asaltan. Y ello para que su hijo tenga mérito en la santidad”. Joven: “¡Ah, eso! Entonces es muy acertado decir que el hombre está hecho para ser perfecto como Dios quiere. Gracias, Maestro. Ahora sé. Y ahora haré. Y ora por mí”. Jesús: “Te tendré en mi corazón. Ve y no temas el que Dios pueda dejar­te sin ayuda”. El joven, contento, se separa de Jesús. (Escrito el 17 de Octubre de 1946).
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1  Nota  : Cfr. Gén. 17,1.
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(<Es la respuesta de Jesús a unos fariseos que estaban oyendo el discurso del Buen Pastor después de la curación de un ciego de nacimiento [Ju. 9,35-41; 10,21]>)
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8-518-129 (9-215-558).- Israel no es el reino de Dios sino el lugar desde donde el pueblo de Dios debe elevarse hasta la verdadera Jerusalén y hasta el Reino de Dios.
* “El Mesías saldrá del pueblo elegido. La fundación del Reino de Dios ha tenido su principio en Israel. Pero el Mesías será Rey del mundo, Rey de los reyes, y su Reino no tendrá límites en el tiempo ni fronteras en el espacio”.-Dice Jesús: “Yo soy el Buen Pastor y mis ovejas me conocen, y me conocen los perpetuos porteros del verdadero Redil. Ellos me han conocido y han conocido mi Nombre, que han manifestado para que Israel lo cono­ciera; me han descrito y han preparado mis caminos, y, cuando mi voz se ha oído, el último de ellos me ha abierto la puerta diciendo al rebaño que esperaba al verdadero Pastor, al rebaño que estaba bajo su cayado: «¡Vedle! Este es Aquel de quien os he dicho que viene después de mí. Es Uno que me precede porque existía an­tes de mí y yo no le conocía. Pero para esto, para que estéis prepara­dos a recibirle, he venido a bautizar con agua, a fin de que sea conocido en Israel». Y las ovejas buenas han oído mi voz y, cuando las he llamado por el nombre, han venido solícitas y las he llevado con­migo, como hace un verdadero pastor al que conocen las ovejas, que le reconocen por la voz y le siguen a dondequiera que vaya. Y, cuan­do ha sacado a todas, camina delante de ellas, y ellas le siguen por­que aman la voz del pastor. Por el contrario, no siguen a un extranje­ro; antes bien, huyen lejos de él porque no le conocen y le temen. Yo también camino delante de mis ovejas para señalarles el camino y hacer frente, Yo el primero, a los peligros y señalárselos al rebaño, al cual quiero guiar a mi Reino y ponerlo a salvo”. ■ Fariseos: ¿Acaso Israel ya no es el reino de Dios?”. Jesús: “Israel es el lugar desde donde el pueblo de Dios debe elevarse hasta la verdadera Jerusalén y hasta el Reino de Dios”. Fariseos: “¿Y el Mesías prometido, entonces? Ese Mesías que afirmas que eres, ¿no debe, pues, hacer a Israel triunfante, glorioso, dueño del mundo, sometiendo a su cetro todos los pueblos, y vengándose, sí, vengándose ferozmente de todos los que lo han sometido desde que es pueblo? ¿Entonces nada de esto es verdad? ¿Niegas a los profetas? ¿Llamas necios a nuestros rabíes? Tú…”. Jesús: “El Reino del Mesías no es de este mundo. Es el Reino de Dios, fundado sobre el amor. No es otra cosa. Y el Mesías no es rey de pue­blos y ejércitos, sino rey de espíritus. El Mesías saldrá del pueblo elegido, de la estirpe real, y, sobre todo, de Dios, que le ha engendrado y enviado. La fundación del Rei­no de Dios ha tenido principio en Israel, así como la promulgación de la Ley de amor, el anuncio de la Buena Nueva de que habla el profeta (1). Pero el Mesías será Rey del mundo, Rey de los reyes, y su Reino no tendrá límites en el tiempo ni fronteras en el espacio. Abrid los ojos y aceptad la verdad”. Fariseos: “No hemos entendido nada de tu desvarío. Dices palabras sin sentido. ■ Habla y responde sin parábolas: ¿Eres o no eres el Mesías?”. Jesús: “¿Y no habéis entendido todavía? Os he dicho que soy Puerta y Pastor por esto. Hasta ahora ninguno ha podido entrar en el Reino de Dios, porque estaba amurallado y no tenía salidas. Pero ahora he ve­nido Yo y está hecha la puerta para entrar en él”. Fariseos: “¡Oh! Otros han dicho que eran el Mesías, y luego han sido descubiertos como bandidos y rebeldes, y la justicia humana ha castigado su bellaquería. ¿Quién nos asegura que no eres como ellos? ¡Esta­mos cansados de sufrir y hacer sufrir al pueblo el rigor de Roma, gracias a esos mentirosos que se dicen reyes y hacen que el pueblo se le­vante en rebelión!”. Jesús: “No. No es exacta vuestra frase. Vosotros no queréis sufrir, eso es verdad. Pero que el pueblo sufra no os duele. Tanto es así, que al ri­gor de quien domina unís vuestro rigor, oprimiendo con diezmos (2) in­soportables y otras muchas cosas al pueblo modesto. ¿Que quién os asegura que no soy un malandrín? Mis acciones. No soy Yo el que hace pesada la mano de Roma; al contrario, la aligero, aconsejando a los dominadores humanidad, a los dominados paciencia. Al menos estas cosas”. ■ Mucha gente —ya mucha gente se ha congregado, y crece cada vez más, tanto que obstaculizan el paso por la calle grande y, por tanto, todos van a confluir en el callejón, bajo cuyas bóvedas las voces retumban— aprueba diciendo: “¡Bien dicho lo de los décimos! ¡Es verdad! Él a nosotros nos aconseja sumisión y a los romanos pie­dad”. (Escrito el 25 de Octubre de 1946).
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1  Nota  : Cfr Is. 61,1-3.   2  Nota  : Cfr. Gén. 14,17-24; Lev. 27,30-34; Núm. 18-20-32; Deut. 14,22-29; 26, 12-15; Heb. 7, 4-10.
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(<Sucede en Efraín, Samaria. Jesús acaba de regresar a la casa de la anciana samaritana María, donde está alojado junto con sus apóstoles, después de recoger a tres niños huérfanos en los montes de Adomín, por donde se había internado, y que habían estado en poder de unos ladrones>)
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8-553-429  (10-14-99).- Lección de Jesús sobre el valor del dolor de los inocentes. Serán las hostias que harán propicio al Señor.
* Maestro, ¿por qué tienen que sufrir los niños? No tienen pecados”. “El dolor y la muerte siempre estarán presentes en la tierra. Hasta los más puros sufren y sufrirán; es más, ellos serán los que sufrirán por todos. Serán las hostias que harán propicio al Señor”.- ■ Jesús baja la cabeza, absorto en quién sabe qué pensamiento. Los apóstoles y la viejecilla hablan y buscan la manera de consolar a los niños que están asustados. Jesús alza la cabeza al oír el llanto del más pequeño, un morenito de unos tres años y dice a Santiago que se afana inútilmente por darle leche: “Dame el niño y ve a traer mi alforja…” y sonríe porque el niño se calma sobre sus rodillas, y con toda avidez bebe la leche que antes rechazaba. Los otros dos más grandecitos, comen sopas que le han puesto delante, mas las lágrimas no desaparecen de sus ojos. ■ Pedro, que no puede oír que los niños lloren, exclama: “¡Cuánto dolor! ¡Que nosotros suframos es justo, pero los inocentes!…”. Iscariote observa: “Eres un pecador, Simón. Alzas censuras contra Dios”. Pedro: “Seré pecador, pero no censuro a Dios. Lo único que digo es… Maestro, ¿por qué tienen que sufrir los niños? No tienen pecados”. Iscariote replica: “Todos tienen pecados, por lo menos el de Origen”. Pedro no le contesta. Espera la respuesta de Jesús. Y Jesús, que está acunando al niño, el cual ha terminado de beber su leche, responde: “Simón, el dolor es la consecuencia de la Culpa”. Pedro: “Está bien. Entonces… después de que hayas quitado la Culpa, los niños ya no sufrirán”. Jesús: “Sufrirán. No te sientas escandalizado por esto que digo, Simón. El dolor y la muerte siempre estarán presentes en la Tierra. Hasta los más puros sufren y sufrirán; es más, ellos serán los que sufrirán por todos. Serán las hostias que harán propicio al Señor”. Pedro: “Pero ¿por qué? No lo comprendo…”. Jesús: “Son muchas las cosas que no se entienden en la Tierra. Sabed creer, al menos, que son cosas que el Amor perfecto las quiere. Y cuando la Gracia, devuelta a los hombres, haga que los más santos de ellos conozcan mejor las verdades ocultas, entonces se verá que precisamente los más santos querrán ser víctimas porque han comprendido el poder del dolor…” (1). (Escrito el 11 de Enero de 1947).
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1  Nota  : A la pregunta sobre el dolor se da una respuesta profunda y clara, digna de tenerse en cuenta. Forma parte de los conceptos expresados en el siguiente episodio 8-555-447.
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(<Al día siguiente del episodio anterior, también en la casa de la samaritana María, en Efraín. Pedro se ha acercado, ya de noche, a la pequeña habitación donde Jesús descansa. Quiere confiarle sus deseos y dudas>)
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8-555-447 (10-16-114).- Nueva lección de Jesús, en conversación nocturna con Pedro, sobre el valor del dolor de los santos y de los inocentes y sobre la necesidad de almas hostias.- La Tierra tiene un doble deber de sacrificio: el de alabanza y el de expiación.
* Parece una injusticia que los mejores sufran por todos. Pero dime, Simón, ¿qué cosa es la Tierra, toda la Tierra? Un enorme altar. Hubiera debido ser un altar de alabanza perpetua a su creador. Pero la Tierra está llena de pecado, por eso debe ser un altar de perpetua expiación sobre el que ardan las hostias. La Tierra debería ―como los otros mundos esparcidos en la creación― cantar salmos a su Dios que la creó. El hombre tiene una misión que las demás criaturas no tienen, y que para él debería ser, además de deber, de júbilo: el de amar a Dios”.- ■ Pedro dice: “Bueno, soy un pedazo de tonto, lo sé y lo digo sin vergüenza. Y, si fuera por mí, no me preocuparía mucho de saber muchas cosas, porque creo que la sabiduría mayor está en amarte, seguirte y servirte con todo el corazón. Pero Tú me mandas acá y allá. La gente me pregunta y tengo que responder. Pienso que lo que te pregunto a Ti otros pueden preguntármelo a mí, porque todos los hombres tienen los mismos pensamientos. Dijiste ayer que siempre los inocentes y santos sufrirán; es más, que son los que sufren por todos. Esto es duro para mi cabeza, aun cuando digas que ellos mismos lo desearán. Y creo que, de la misma forma que es duro para mí, lo pueda ser para otros. Si me preguntasen, ¿qué tengo que responder? En este primer viaje, una madre me dijo: «No es justo que mi niña hubiera muerto con tantos dolores, porque era buena e inocente». Y yo, no sabiendo qué decir, repetí las palabras de Job: «El Señor me ha dado, el Señor me ha quitado. Sea bendito el Señor» (1) pero ni ella ni yo quedamos muy convencidos con estas palabras. Quisiera saber otra respuesta…”.  Jesús: “Tienes razón. Escucha. Parece una injusticia, una gran injusticia que los mejores sufran por todos. Pero dime Simón, ¿qué cosa es la Tierra, toda la Tierra?” Pedro: “¿La Tierra? Un espacio grande, grandísimo, hecho de polvo y agua, rocas, con plantas, animales, hombres”.  Jesús: “¿Y algo más?”. Pedro: “Nada más… a menos que quieras que yo diga que es el lugar de castigo y destierro del hombre”. ■ Jesús: “La Tierra es un altar, Simón. Un enorme altar. Hubiera debido ser un altar de alabanza perpetua a su Creador. Pero la Tierra está llena de pecado, por eso debe ser un altar de perpetua expiación, de sacrificio, sobre el que ardan las hostias. La Tierra debería ―como los otros mundos esparcidos en la creación― cantar salmos a su Dios que la creó. ¡Mira!”. (Jesús abre la ventana de la habitación y por ella entran el fresco de la noche, el rumor del arroyo, los rayos de la luna y se ve el firmamento tachonado de estrellas). “Mira esos astros. Cantan con su voz, hecha de luz y movimiento, en los espacios infinitos del universo, las alabanzas de Dios (2). Y hace milenios y milenios de años que cantan su cántico que sube, desde los campos azules del cielo, al Cielo de Dios. Podemos pensar en astros, planetas, estrellas, cometas, cuales criaturas espaciales que, como sacerdotes del espacio, levitas, vírgenes y fieles, deben cantar en un templo inmenso las alabanzas a su Creador. Escucha, Simón. Oye el choque de la brisa entre la fronda y el rumor de las aguas en la noche. También la Tierra canta, como el cielo, con sus vientos y aguas, con las voces de los pájaros y animales. Pero, si para el firmamento basta la luminosa alabanza de los astros que lo pueblan, para el templo que es la Tierra no basta el canto de los vientos, aguas y animales, porque en ella no sólo hay vientos, aguas y animales, que cantan sin conciencia de ello las alabanzas de Dios, sino que en ella está también el hombre, la criatura que supera en perfección a todo lo que  vive en el tiempo y en el mundo, dotada de materia como los animales, minerales y plantas, y de espíritu como los ángeles del Cielo, y, como éstos, destinada, si es fiel en la prueba, a conocer y poseer a Dios, primero con la Gracia y con el Paraíso después. ■ El hombre, síntesis que abraza a todos los estados, tiene una misión que las otras criaturas no tienen, y que para él debería ser, además de deber, de júbilo: el de amar a Dios; el de dar, con la inteligencia y voluntad, culto de amor a Dios; corresponder al amor con que Dios, al darle la vida y el Cielo después de la vida, le ha amado; dar culto con la inteligencia”.
* “¿Qué bien saca Dios de la creación? ¿Qué utilidad? Ninguna. Dios es infinito. Hubiera seguido siendo lo que es. Pero Dios que es Amor quería ser amado y creó para tener amor. El día en que el gran altar que es la Tierra dejase de entonar alabanzas y súplicas de amor, la Tierra dejaría de existir. La Tierra, pues, para existir tiene que amar. En todo templo ¿cuáles son las victimas que se ofrecen? Las puras, sin mancha ni defecto. Solo éstas son agradables al Señor. Ellas y las primicias, lo más selecto”.-Jesús: “Piensa, Simón. ¿Qué bien saca Dios de la Creación? ¿Qué utilidad? Ninguna. La Creación no aumenta a Dios, ni le santifica ni le enriquece. Dios es infinito. Hubiera continuado siendo lo que es, aunque no hubiera existido la Creación. Pero Dios que es Amor quería ser amado, y creó para tener amor. Solo amor puede obtener de la Creación Dios, y este amor, que es inteligente y libre únicamente en los ángeles y en hombres, es la gloria de Dios, la alegría de los ángeles, la religión para los hombres. El día en que el gran altar que es la Tierra dejase de entonar alabanzas y súplicas de amor, la Tierra dejaría de existir, porque, apagado el amor, quedaría apagada la reparación, y la ira de Dios acabaría ese infierno terrestre en que se habría convertido la Tierra. La Tierra, pues, para existir tiene que amar. Y también esto: la Tierra debe ser el Templo que ama y ora con la inteligencia de los hombres.  Pero en el Templo, en todo templo, ¿cuáles son las víctimas que se ofrecen? Las víctimas puras, sin mancha ni defecto. Sólo éstas son agradables al Señor (3). Ellas y las primicias (4). Porque al padre de familia, han de dárseles las cosas mejores, y a Dios, Padre de la Familia humana, ha de dársele la primicia de todas las cosas, lo más selecto. ■ Pero te he dicho que la Tierra tiene un doble deber de sacrificio: el de alabanza y el de expiación. Porque el Linaje humano que en ella vive arrastra consigo el pecado de la primera pareja y además sigue pecando, agregando al pecado de no amar a Dios esos otros miles de pecados de adherirse a las voces del mundo, de la carne y de Satanás. Culpable, culpable Humanidad que, pese a su semejanza con Dios, pese a tener inteligencia propia y auxilios divinos, es pecadora siempre, y cada vez más”.
* “Esta es la razón por la que se tiene necesidad de almas hostias, que amen y expíen por todos: son los niños que pagan, inocentes y sin percatarse de ello. Son los santos que voluntariamente se sacrifican por todos. Dentro de poco ya no se celebrarán otros holocaustos en el gran altar del Templo de la Tierra, sino los de las víctimas-hombre, consumadas con el perpetuo sacrificio: hostias con la Hostia Perfecta”.-Jesús: “Los astros obedecen, las plantas obedecen, los elementos obedecen, los animales obedecen, y, de la forma en que saben hacerlo, alaban al Señor. Los hombres no obedecen ni alaban suficientemente al Señor. Esta es la razón por la que se tiene necesidad de almas hostias, que amen y expíen por todos: son los niños que pagan, inocentes y sin percatarse de ello, el amargo castigo del dolor por aquellos que lo único que saben hacer es pecar. Son los santos que voluntariamente se sacrifican por todos.  ■ Dentro de poco —un año o un siglo, es siempre «poco» en comparación de la eternidad— ya no se celebrarán otros holocaustos en el gran altar del Templo de la Tierra, sino los de las víctimas-hombre, consumadas con el perpetuo sacrificio: hostias con la Hostia Perfecta. No te estremezcas, Simón. No estoy diciendo, ciertamente, que Yo vaya a introducir un culto semejante al de Moloc, Baal y Astarté. Los mismos hombres nos inmolarán. ¿Entiendes? Nos inmolarán. Y nosotros iremos alegres a la muerte para expiar y amar por todos. Y luego vendrán los tiempos en que los hombres ya no inmolarán más a los hombres. Pero habrá siempre víctimas puras que el amor consuma junto con la gran Víctima en el Sacrificio perpetuo. Me refiero al amor de Dios y al amor por Dios. En verdad, ellas serán hostias del tiempo y Templo futuros. No más corderos, ni cabros, becerros o palomas, sino el sacrificio del corazón que es lo que agrada a Dios (5). David lo intuyó. Y en el tiempo nuevo, tiempo del espíritu y del amor, solo este sacrificio será grato. Ten en cuenta, Simón, que si un Dios tuvo que encarnarse para aplacar la justicia divina por el gran Pecado, por los muchos pecados de los hombres, en el tiempo de la verdad solo los sacrificios del corazón humano podrán aplacar al Señor. ■ Tú dirás: «¿Por qué entonces, Él, el Altísimo ordenó de que le fueran inmolados el fruto del primer parto de los animales y los frutos de las plantas?». Te lo voy a decir: porque antes de mi venida el hombre era un holocausto imperfecto, porque el Amor no era conocido. Ahora será conocido. Y el hombre, que conocerá el amor, porque Yo restituiré la Gracia por la cual el hombre conoce el Amor, saldrá de su letargo, recordará, comprenderá, vivirá, se pondrá él en lugar de los machos cabríos y corderos, cual hostia de amor y expiación, a imitación del Cordero de Dios, su Maestro y Redentor. El dolor, hasta ahora castigo, se transformará en amor perfecto. Y bienaventurados aquellos que se abrazan con el amor perfecto”.
* Pero los niños… Ellos no saben ofrecerse. ■ Pedro insiste: “Pero los niños…”. Jesús: “¿Te refieres a ellos que no saben todavía ofrecerse?… ¿Y tú sabes cuándo Dios habla en ellos? El lenguaje de Dios es un lenguaje espiritual. El alma lo entiende y el alma no tiene edad. Aún más, te digo que el alma infante, por no tener malicia, tiene más capacidad de entender a Dios que el alma adulta de un viejo pecador. Créeme, Simón, que vivirás mucho tiempo para ver a muchos niños enseñar a personas adultas, e inclusive a ti mismo, la sabiduría del amor heroico. ■ Pero en esos pequeños que mueren por razones naturales está Dios obrando directamente, por razones de un tan alto amor que no puedo explicarte, pues pertenecen a los planes que están escritos en los libros de la Vida, que solo en el Cielo serán leídos por los bienaventurados; leídos, he dicho; pero en verdad, bastará con mirar a Dios para conocer no solo a Dios, sino también su infinita sabiduría… ■ La luna está ya a ponerse, Simón… Pronto amanecerá y no has dormido…”. Pedro: “No importa, Maestro. He perdido unas pocas horas de sueño pero he conseguido mucha sabiduría. Y he estado contigo. Pero, si me lo permites, me voy, no a dormir, sino a meditar tus palabras».
* “El dolor no es un castigo, cuando se acepta y se hace uso de él con justicia. Es como un sacerdocio. Un sacerdocio al alcance de todos. Un sacerdocio que da gran poder sobre el corazón de Dios; y un gran mérito”.- ■ Pedro está ya en la puerta y está para salir, cuando se detiene pensativo y agrega: “Una cosa más, Maestro. ¿Está bien decir a alguien que sufre, entonces, que el dolor no es un castigo sino… una gracia; algo como… como nuestra llamada, hermosa aunque fatigosa, bella aunque a quien ignora pueda parecerle una cosa fea y triste?”. Jesús: “Lo puedes decir, Simón. ■ Es la verdad. El dolor no es un castigo, cuando se acepta y se hace uso de él con justicia. El dolor es como un sacerdocio, Simón. Un sacerdocio al alcance de todos (6). Un sacerdocio que da un gran poder sobre el corazón de Dios; y un gran mérito. Nacido con el pecado, sabe aplacar la Justicia. Porque Dios sabe emplear para el Bien incluso aquello que el Odio ha creado para causar dolor. Y Yo no he querido otro medio para borrar la Culpa, porque no hay un medio mayor que éste”. (Escrito el 15 de Enero de 1947).
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1  Nota  : Cfr. Job 1,21.   2  Nota  : Cfr. Sal. 18,2 y Dan. 3,57-90.   3  Nota  : “Solo las víctimas puras son agradables al Señor”: Cfr. 1 Pe.2,4-10.   4  Nota  : La Fiesta de las Semanas se celebraba 7 semanas después de haber ofrecido el primer manojo de trigo, y se llamaba también Fiesta de las Mieses, de las Primicias, de Pentecostés. Cfr. Ex. 23,14-19; 34,22; Lev. 23,15-22; Núm. 28,26-31; Deut. 16,9-12; Hech. 2,1.  5  Nota  :  Cfr. Sal. 51,18-19  6  Nota  : Un sacerdocio al alcance de todos. Cfr. 1 Pe. 2,4-10.
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(<El día de la despedida de Jesús a las discípulas, víspera del sábado anterior a su entrada en Jerusalén, en la sala blanca de los banquetes de la casa de Lázaro de Betania, están presentes discípulas de todas las procedencias>)
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9-583-226 (10-44-299).- “Siempre estaréis en el Reino si permanecéis siempre en Jesús”.
* “No es el ser conducidos acá o allá lo que constituye el exilio de la verdadera Patria, porque la verdadera Patria es el Cielo. Porque el que está en la verdad de Dios está en Dios y tiene a Dios en sí; por tanto, está ya en el Reino de Dios, que no conoce fronteras”.- ■ Jesús dice: “Luego… en el futuro, en un futuro más o menos lejano, en cir­cunstancias diversas, os separaréis de nuevo y os diseminaréis por las regiones de la Tierra: algunas volviendo a las comarcas en que nacieron, otras yendo a un exilio que no pesará, porque las que lo su­fran habrán llegado ya a una perfección de verdad que les hará com­prender que no es el ser conducidos acá o allá lo que constituye el exilio de la verdadera Patria, porque la verdadera Patria es el Cielo. Porque el que está en la verdad está en Dios y tiene a Dios en sí; por tanto, está ya en el Reino de Dios. Y el Reino de Dios no conoce fron­teras; ni sale de ese Reino quien, por ejemplo, sea lle­vado de Jerusalén a Iberia o a Panonia o a Galia o a Iliria. Siempre estaréis en el Reino si permanecéis siempre en Jesús, o si venís a Jesús. ■ Yo he venido a congregar a todas las ovejas: las del rebaño pater­no; las de otros; también las que carecen de pastor y son agrestes (más que agrestes: salvajes), y están hundidas en tinieblas tan obs­curas que no les permiten ver ni una iota, no sólo de ley divina, sino tampoco de ley moral. Personas desconocidas que esperan pasar a ser conocidas en la hora que Dios destina para ello y que luego en­trarán a formar parte del rebaño de Cristo. ¿Cuándo? ¡Oh, años o si­glos, respecto al Eterno, son iguales! Pero vosotras seréis las antici­padoras de las que irán, con los Pastores futuros, a recoger en el amor cristiano, ovejas y corderos salvajes para conducirlos a los pas­tos divinos. Que vuestro primer campo de prueba sean estos lugares”. (Escrito el 22 de Marzo de 1947).
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9-596-339 (10-15-410).- Miércoles Santo. El mayor de los mandamientos (1).- ¿De quién es hijo el Mesías? (2).
* No hay Mandamientos mayores que éstos, que encierran toda la Ley y los Profetas”.- ■ Jesús —todo blanco hoy con su túnica de lino— entra en el Templo que tiene aún más gente que en los días precedentes. Hace bochorno. Va al Atrio de los Israelitas, a adorar, y luego a los pórticos, seguido por mucha gente. Otros ya han cogido los mejores lugares, bajo los pórticos, y son, por lo general, gentiles, los cuales, no pudiendo superar el primer patio, no pudiendo ir más allá del Pórtico de los Paganos, han aprovechado el hecho de que los hebreos se han ido detrás de Jesús para tomar posiciones favorables. Pero los desaloja un grupo muy numeroso de fariseos que, siempre arrogantes, se abren paso abriéndose paso con desconsideración para acercarse a Jesús, que está inclinado hacia un enfermo. Esperan a que lo cure, luego le mandan a un escriba para que le haga unas preguntas. Verdaderamente había habido antes entre ellos una breve disputa, porque quería haber ido uno, Joel llamado Alamot, a preguntarle al Maestro. Pero un fariseo se había opuesto, sostenido por los otros, que decían: “No. Sabemos que estás de la parte del Rabí, aunque sea secretamente; deja que vaya Urías…”. ■ Un escriba joven, al que no había visto nunca, objeta: “Urías no. Urías habla demasiado bruscamente. Haría que la gente se agitara. Voy yo”. Y sin preocuparse de la opinión de los demás, se acerca al Maestro, justo en el momento en que Jesús estaba despidiendo al enfermo con estas palabras: “Ten fe. Estás curado. Esta fiebre y este dolor no volverán nunca”. Le pregunta: “Maestro, ¿cuál es el mayor de los mandamientos de la Ley?”. Jesús, que le tenía a sus espaldas, se vuelve y le mira. Una luz tenue de sonrisa ilumina su rostro. Luego levanta la cara —tenía la cabeza algo agachada, pues el escriba es de baja estatura y además está inclinado en actitud reverente— y recorre con su mirada la multitud; se fija en el grupo de los fariseos y doctores y descubre la cara pálida de Joel, semiescondido tras un grueso fariseo envuelto en su pomposo manto. Su sonrisa se acentúa. Es como una luz que vaya a acariciar al escriba honesto. Luego baja de nuevo la cabeza y mira a su interlocutor. ■ Responde: “El primero de todos los mandamientos es: «Escucha, Israel: el Señor Dios nuestro es el único Señor. Amarás al Señor Dios tuyo con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas». Éste es el primero y supremo mandamiento. El segundo es semejante a éste, es: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo». No hay mandamientos mayores que éstos, que encierran toda la Ley y los Profetas”. Escriba: “Maestro, has respondido con sabiduría y verdad. Así es. Dios es Único y no hay otro dios aparte de Él. Amarle con todo el propio corazón, con toda la propia inteligencia, con toda el alma y todas las fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo vale mucho más que cualquier holocausto y sacrificio”.
* El holocausto que agrada a Dios es el que manifiesta el salmo de David. “Pero ¿cuál es el holocausto más perfecto?”. “El holocausto perfecto es amar como a nosotros mismos a aquellos que nos persiguen, y no tener rencores. El que hace esto poseerá la paz”.- ■ El escriba prosigue: “Pienso mucho en esto cuando medito las palabras davídicas: «No te agradan los holocaustos; el sacrificio a Dios consiste en un espíritu contrito»” (3). Jesús: “No estás lejos del Reino de Dios porque has comprendido cuál es el holocausto que agrada a Dios”. El escriba, en voz baja, como si estuviera diciendo un secreto, le pregunta rápidamente: “¿Pero cuál es el holocausto más perfecto?”. En el rostro de Jesús brilla el amor que deja caer, cual perla, en el corazón de este escriba que se abre a su doctrina, a la doctrina del Reino de Dios, y, inclinado hacia él, dice: “El holocausto perfecto es amar como a nosotros mismos a aquellos que nos persiguen, y no tener rencores. El que hace esto poseerá la paz. Está escrito: los mansos poseerán la Tierra y gozarán de abundancia de paz (4). En verdad te digo que el que sabe amar a sus enemigos alcanza la perfección y posee a Dios”. ■ El escriba le saluda con deferencia y regresa a su grupo, que, en voz baja, le censuran por haber alabado al Maestro, y con ira le dicen: “¿Qué le has preguntado en secreto? ¿No será que también te ha se­ducido a ti?”. Escriba: “He sentido al Espíritu de Dios hablar por su boca”. Le recriminan: “Eres un necio. ¿Es que crees que es el Mesías?”. Escriba: “Creo que lo es”. Exclaman: “¡En verdad, dentro de poco veremos que nuestras escuelas se vacían de nuestros escribas, y que éstos cual perros irán detrás de ese Hom­bre! ¿Pero dónde ves en Él al Mesías?”. Escriba: “¿Dónde?, no lo sé. Sé que siento que es Él”. Y, llamándole: “¡Loco!”, le vuelven, enojados, las espaldas.
* “¿De quién es hijo el Mesías?”.- Jesús ha observado el diálogo, y, cuando los fariseos pasan por delante de Él en grupo compacto para marcharse, los lla­ma y dice: “Escuchadme. Quiero preguntaros una cosa. Según voso­tros, ¿qué os parece?, ¿de quién es hijo el Mesías?”. Los fariseos responden: Será hijo de David”, y remarcan el «será», porque quieren hacerle comprender que para ellos Él no es el Mesías. Jesús: “¿Y cómo, entonces, David, inspirado por Dios, le llama Señor di­ciendo: «Dijo el Señor a mi Señor: ‘Siéntate a mi derecha hasta que ponga a tus enemigos como escabel para tus pies’»? (5). Si, pues, David llama al Mesías: «Señor», ¿cómo el Mesías puede ser su hijo?”. No sabiendo qué responderle, se alejan rumiando su veneno. (Escrito el 2 de Abril de 1947).
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1  Nota  : Cfr. Mt. 22,34-40;   Mc. 12,28-34.   2  Nota  : Cfr. Mt. 22,41-46; Mc. 12,35-37; Lc. 20,41-44.   3  Nota  : Cfr. Sal.  50,18-19.   4  Nota  : Cfr. Sal. 36,11.   5  Nota  : Cfr. Sal. 110,1.
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43-118.- “Únicamente Dios y las cosas de Dios son eternos y merecen vuestra adhesión”.
* No es la tierra la que da el Cielo sino que es el Cielo el que da la tierra como medio para dar el salto al Cielo.- ■ Dice Jesús: “Nunca imites, María, a esos pobres hombres que pierden la cabeza por cosas del todo terrenas. Ellos se dañan mutuamente, se matan, se perjudican de mil modos por cosas que carecen de verdadera importancia y que son grandes tan solo para su limitado pensamiento por demás terreno. ¡Hay tanto espacio en mi Reino! ¡Son infinitas las moradas que allí tengo dispuestas para mis elegidos! Vive, vive para el espíritu y deja caer todo aquello que no es espíritu. Son escorias sin importancia alguna. Líbrate de todas, hasta de la más pequeña. Sé alma suelta, libre, ligera, ágil. ■ Imita a los pájaros creados por Mí. A una golondrina, para descansar por un momento de su prolongado vuelo, bástale una pajita flotando sobre la cresta de una ola. A un ruiseñor, para cantar, le es suficiente una ramita sutil en lo alto de un árbol. Y, por más que el mar esté agitado, la golondrina no se hunde pues basta a sostenerla, hasta emprender de nuevo el vuelo, la ligera hebra de paja. Y, por más que sea poco el sol que se filtra por entre el follaje, bástale al ruiseñor aquella ramita para gozar de él y cantar. Usa tú también de las cosas de la tierra al modo del ruiseñor y de la golondrina. Como puntos de apoyo que ayudan pero que no son indispensables para el vuelo y el canto y que se dejan sin pena cuando ya no sirven. Porque son las alas y la garganta las que proporcionan el vuelo y el canto, no la pajita ni la pequeña rama. ■ Igual es también para las almas. No es la tierra la que da el Cielo sino que es el Cielo el que da la tierra y es de la tierra de la que debéis serviros para dar el salto hasta el Cielo y no para hundir las raíces malsanas de un apego culpable en las cosas que no son eternas. Únicamente Dios y las cosas de Dios son eternos y merecen vuestra adhesión”.
* Tu autobiografía, exigida por el Padre (Migliorini) a inspiración mía, te sirvió para liberarte de tu humanidad.-Jesús: “Cuando Yo inspiré al Padre Migliorini el que te exigiera tu pequeña autobiografía, lo hice porque sabía que ello había de reportar un bien. Expulsaste, al escribirla, toda la amargura, todo el veneno, todos los gérmenes que la vida había depositado en ti. Te limpiaste de todo ello. Tenías necesidad de volver a contarte a ti misma todo aquel sufrimiento confinándolo a un corazón cristiano. Es lo que más consuela mientras sois hombres. Necesitabas hacer, por así decirlo, un balance espiritual para ver cuánto habías dado a Dios y recibido de Él, cuánto dado a los hombres y recibido de ellos. Tomadas una a una, las cosas de la vida son negras con exceso o demasiado de color de rosa, induciéndoos, a las veces, a error cuando las valoráis. Alineadas y encasilladas todas como en mosaico, se advierte que el negro es necesario para que no destaque tanto el rosa. Se ve que todo se compenetra armónicamente en el diseño trazado para vosotros por la misma Bondad y que cuanto de Ella recibisteis es infinitamente más de lo que habéis dado, tanto a Dios como al prójimo. Caen entonces los egoísmos, las soberbias, los odios; y el alma torna agradecida, humilde, caritativa, alcanzando el completo perdón. ■ ¡Oh, los que perdonan! Ellos son mi réplica más acabada puesto que Yo perdoné a todos y sigo perdonando. Así es como el hombre se hace espiritual. He aquí por qué quise que tú sufrieses también aquella prueba penosa. Sufriste recordando y escribiendo; pero tu alma se desprendió de tanto lastre de humanidad que obstaculizaba tu transformación de criatura harto humana en criatura espiritual. Procediste al modo de la crisálida que emerge de su capullo: la envoltura que aprisionaba tu espíritu cayó como cosa inerte y tu alma desplegó sus alas. Aprende ahora a tenerlas siempre desplegadas para volar muy alto y estar en el radio de Dios. Sea todo los demás como un eco y reflejo. Que solo mi Palabra resuene en tu corazón y sea tu Jesús el objeto único de tu mirada. Después vendré Yo y comenzará entonces la paz sin término”. (Escrito el 25 de Junio de 1943).
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43-138.-En el día de la Fiesta de la Preciosísima Sangre, Jesús desvela el misterio de la naturaleza de Dios a los señalados con su Sangre.
* El misterio de la naturaleza de Dios es inaccesible a la naturaleza humana. “Mas a los espirituales, los señalados verdaderamente con mi Sangre, se les desvela con mayor claridad, porque mi Sangre es Ciencia y mi predilección Escuela. Esta Sangre, cuando aún no existía, habló bajo la figura del cordero mosaico, bajo el velo de las palabras proféticas en el signo Tau preservador; habló, después de ser derramada, por boca de los apóstoles, grita su poderío en el Apocalipsis, invita con su llamada por boca de los místicos. Mas… ni es amada…”.- Dice Jesús: “No le es dado a vuestra capacidad intelectual tan limitada ni a vuestra espiritualidad embrionaria conocer el misterio de la naturaleza de Dios. Mas a los espirituales de entre la masa de los que están señalados verdaderamente con mi Sangre, se les desvela con mayor claridad el misterio porque mi Sangre es Ciencia y mi predilección Escuela. Hoy hay una gran fiesta en el Cielo porque todo Él canta el «Sanctus» al Cordero que derramó su Sangre por la Redención humana. Tú eres una de las pocas, poquísimas criaturas que veneran mi Sangre cual debe ser venerada. Mas a quienes la veneran, esa Sangre, desde que fue derramada, les habla con palabras de vida eterna y de ciencia supersensible. Si mi Sangre fuese más amada y venerada, más invocada y creída, se evitarían muchos de los males que os arrastran al abismo. ■ Esta Sangre, cuando aún no existía, habló bajo la figura del cordero mosaico, bajo el velo de las palabras proféticas en el signo Tau preservador; habló, después de ser derramada, por boca de los apóstoles; grita su poderío en el Apocalipsis; invita con su llamada por boca de los místicos. Mas… ni es amada, ni recordada, ni tampoco invocada ni venerada. Tantas festividades como tiene mi Iglesia y falta una solemnísima para mi Sangre. ¡Y en mi Sangre está la salvación!”.
* Misterio de la Stma. Trinidad: Esencia de Luz y trina en las formas, en los efectos, y en los poderes. Divinamente operantes, mas no contrariamente operantes. Por cuanto la Esencia es una. Él es el Ser. Dios es luz. La Trinidad es luz. Una luz sin límites que brota de sí misma. Luz que procede del Padre, círculo infinito que abarca toda la Creación. Dentro del círculo eternal del Padre hay un segundo círculo, engendrado por el Padre. Ése es el Hijo. En el interior del segundo círculo, hay un tercer círculo de luz, producto de la generación de los dos primeros. Ése es el Espíritu Santo.-Jesús: “Hoy, fiesta de mi Sangre, voy a aclararte un misterio. Dí: «Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo», pues es de Nosotros de los que te quiero hablar. Vuestra humana pesantez, al no poder imaginarlos con vuestros sentidos, ha recurrido a figuras para pensar en el Padre y en el Espíritu, seres incorpóreos de infinita belleza. Tanto es así que difícilmente os dirigís a Ellos con toda la plenitud del pensamiento para invocarlos como me invocáis a Mí en quien pensáis como Hombre-Dios. No comprendéis, por tanto, ni de lejos el incomparable misterio de nuestra Trinidad. Para pensar en Dios no se han de establecer comparaciones con seres creados. Dios no admite comparaciones. Él Es. En el Ser está todo. Ahora bien, el ser es incorpóreo y el Ser eterno no tiene cuerpo. ■ Mira: Dios es luz. He aquí lo único que puede acaso representar a Dios sin estar en contraposición con su Esencia espiritual. La luz existe y, no obstante, es incorpórea. Tú la ves, pero no puedes tocar. Ella existe. Nuestra Trinidad es luz. Una luz sin límites que brota de sí misma, vive de sí misma y obra en sí misma. El universo no es tan grande cuanto Ella infinita. Su esencia colma los cielos, se derrama sobre la Creación, domina los antros infernales. No penetra allí —pues se habría acabado el Infierno— sino que los aplasta con su fulgor que en el Cielo es beatífico, en la tierra confortador y terrorífico en el Infierno. ■ Todo es trino en Nosotros: las formas, los efectos y los poderes. Dios es luz. Una luz vastísima, majestuosa y suave que procede del Padre. Círculo infinito que abraza toda la Creación desde el instante en que se pronunció el: «Hágase la luz», hasta los siglos de los siglos, porque Dios, que existía desde la eternidad, abraza la Creación desde que ella existe y seguirá abrazando en la forma última: la eterna, después del juicio, cuanto quede de la Creación. Abrazará a los que son eternos con Él en el Cielo. Dentro del círculo eternal del Padre hay un segundo círculo, engendrado por el Padre, diversamente operante, mas no contrariamente operante, por cuanto la Esencia es una. Ése es el Hijo. Su Luz, más viva, no da vida a los cuerpos tan solo sino que, mediante su Sacrificio, da la Vida a las almas que la habían perdido. Es un expandirse de rayos potentes y suaves que nutren vuestra humanidad y amaestran vuestra mente. En el interior del segundo círculo, producto de la doble operación de los dos primeros, hay un tercer círculo de luz todavía más brillante y encendida. Es el Espíritu Santo. Es el Amor producido por las relaciones del Padre con el Hijo, trámite entre los Dos y consecuencia de los Dos, maravilla de las maravillas. El Pensamiento creó la Palabra. Y el Pensamiento y la Palabra se aman”.
.   ● El Espíritu Santo, Fuego blanco, insostenible a la vista, que concentra en Sí al Padre y al Hijo y es la Perla incomprensible de nuestra eterna Belleza, actúa sobre vuestro espíritu, sobre vuestra carne… Es el Amor que creó el Universo, el que impulsó al Padre a dar los Mandamientos, el que iluminó a los profetas, el que con María concibió al Redentor, al que me puso a Mí en la Cruz, el que sostuvo a los Mártires, el que ha regido a la Iglesia… Jesús: “El Amor es el Paráclito: Él actúa sobre vuestro espíritu, sobre vuestra alma, sobre vuestra carne, ya que consagra el templo creado por el Padre, y redimido por el Hijo, el templo de vuestra persona, creada a imagen y semejanza de Dios Uno y Trino. El Espíritu Santo es Crisma derramado sobre la creación de vuestra persona llevada a cabo por el Padre; es Gracia para disfrutar del Sacrifico del Hijo; es Ciencia y Luz para comprender la Palabra de Dios, Luz más restringida, no porque sea limitada respecto de los otros, sino porque es el espíritu del espíritu de Dios y porque, en su condensación, es potentísima al igual que en sus efectos. Por esto dije: «Cuando venga el Paráclito os instruirá». Ni aún Yo, que soy el Pensamiento del Padre hecho Palabra, puedo haceros entender cuanto con un solo destello os puede hacer entender el Espíritu Santo. Si ante el Hijo ha de doblarse toda rodilla, ante el Paráclito debe inclinarse todo espíritu, porque el Espíritu da vida al espíritu. ■ El Amor es el que creó el Universo, el que instruyó a los primeros Siervos de Dios, el que impulsó al Padre a dar los Mandamientos, el que iluminó a los profetas, el que con María concibió al Redentor, el que me puso a Mi en la Cruz, el que sostuvo a los Mártires, el que ha regido a la Iglesia y obra los prodigios de la gracia. Fuego blanco, insostenible a la vista y a la naturaleza humana, concentra en Sí al Padre y al Hijo y es la Perla incomprensible, inguardable, de nuestra eterna Belleza. Fija en la profundidad del Cielo, atrae hacia Sí a todos los espíritus de mi Iglesia triunfante y aspira para Sí a los que saben vivir el espíritu en la Iglesia militante. Nuestra Trinidad, nuestra naturaleza triple y una, está fija con su único esplendor en aquel punto del que se genera todo cuanto existe, en un eterno ser. Di:  «Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo”. (Escrito el 1 de Julio de 1943).
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43-144.- Hay enfermedades físicas (mujer encorvada del Evangelio) y hay enfermedades del espíritu (que encorvan y embotan el alma) que tienen su raíz fuera de la carne, producidas por fuerzas extranaturales.
“A veces Dios da a sus predestinados enfermedades físicas que son pasaporte para el Reino divino. Satanás, a su vez, da con mucha más frecuencia enfermedades que son venganza contra los siervos de Dios o tributo impuesto a los pobres que cedieron a sus seducciones”.-Dice Jesús: “En mi Evangelio no hay pasaje que no contenga referencias a lo sobrenatural. Hoy presento a tu consideración el hecho de la mujer encorvada desde hacía 18 años. Los pseudo-superhombres de ahora niegan que el demonio pueda producir enfermedades físicas. Muchas son las cosas que niegan los superhombres. Demasiadas. No advierten que ahora son ellos los «poseídos». Niegan la existencia de enfermedades producidas por fuerzas extranaturales. Y, eso no obstante, no saben diagnosticar ni curar con fuerzas naturales ciertas enfermedades. No las pueden, precisamente, porque hay ciertas enfermedades que tienen su raíz fuera de la carne a la que oprimen, pero que no nacen de ella. ■ Tienen su origen en la zona donde se agitan los reinos del espíritu. Dos son los reinos del espíritu: uno, celestial, que viene de Dios; otro, maligno, que viene de Satanás. A veces Dios da a sus predestinados enfermedades que son pasaporte para el Reino divino. Satanás, a su vez, da con mucha más frecuencia enfermedades que son venganza contra los siervos de Dios o tributo impuesto a los pobres que cedieron a sus seducciones. Pobres de una pobreza horrenda porque supone la pérdida de la verdadera riqueza: la de la gracia que os hace hijos y herederos de Dios. Los remedios humanos son inútiles en tales casos. Sólo el dedo de Dios cancela el decreto de la miseria y suscribe el de la liberación. Aquel que es liberado cura de la «posesión» si está poseído. Y si el que es liberado entra en el Cielo, es que su enfermedad tiene su origen en Dios”.
“Mas, aparte las enfermedades de la carne, están las del espíritu. Son obras del Maligno. Ellas os llevan a aberraciones morales peores aún que las enfermedades de la carne porque encorvan y embotan el alma”.-Jesús: “Mas, aparte las enfermedades de la carne, están las del espíritu. Son obra del Maligno. Ellas encorvan, os hacen rechinar y espumarajear, os embotan los sentidos y la palabra, os llevan a aberraciones morales peores aún que las enfermedades de la carne porque encorvan y embotan el alma. Yo, sólo Yo las puedo curar. El alma se ve liberada del influjo que tenía encorvada, se endereza y glorifica al Señor como la mujer del Evangelio. Tú misma lo pruebas. Muere tu carne y lo sientes. Pero ¡qué libre y fuerte te ves porque tu Maestro te ha curado! Una hegemonía varonil y pacífica ha invadido tu espíritu. Tienes la sensación de cadenas que han caído rotas a tus pies. Yo te digo ahora: «Sígueme». Sígueme con tu espíritu nuevo y no peques más para que Satanás no pueda tenderte su lazo. Si me sigues de cerca no te podrá dañar porque quien me sigue no peca y, no pecando, no se somete al que quiere hacer de vosotros mis enemigos”. (Escrito el 2 de Julio de 1943).
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43-145.- La posesión de Dios es el paraíso anticipado en la tierra.
* El alma que se ha abandonado del todo a su Dios, viene a ser «criatura mártir de su Dios». Dios mismo hace aquí de sacrificador.- ■ Dice Jesús: “Te dije ayer (1) que hay algunas enfermedades se salen de lo corriente, esto es, que son provocadas por fuerzas espirituales: Dios o Satanás actuando, el Uno desde la profundidad del Cielo, obrando el otro desde el abismo del Infierno, hieren, por motivos diversos y con distinto fin, a determinadas criaturas. Mas dado su distinto y opuesto origen, una enfermedad, aquella que viene de Dios lleva consigo luz y amor, tomándolos de las fuentes de una Luz inconmensurable y de un inconmensurable Amor, para la criatura mártir de su Dios. La otra, en cambio, como proviene del Abismo estancado en donde reina Satanás, la envuelve en tinieblas y tormento. ■ He dicho «criatura mártir de su Dios». Sí. El alma que se ha abandonado del todo a su Dios, viene a ser mártir suyo. Dios mismo hace aquí de sacrificador. El martirio de la criatura abandonada al Amor no es menos cruento, aunque no haya derramamiento de sangre, que el martirio de aquella criatura que es inmolada por un verdugo. Porque no sólo la carne y la sangre, mas también el entendimiento, el alma y el espíritu vienen a ser torturados en un feliz martirio a cuyo final, tras la crucifixión espiritual —que estigmatiza todas las potencias del ser, en la carne, en la sangre, en el entendimiento, en el alma, en el espíritu, imprimiendo en ellos mi sello glorioso— está el abrazo encendido con el Fuego, con la Caridad ardiente, el abismamiento en la abrasada Unidad que es nuestra Trinidad, el conocimiento completo de lo que sea Dios y el poseer y ser poseídos eternamente por Dios”.
* El alma así «poseída» por Dios toma de Él tal semejanza, que se trasluce Dios de su mirada, de sus palabras, de su sonrisa; es un vaso precioso «sellado» que «exhala» un aroma.-Jesús: “Sí. Dos son las clases de enfermedades espirituales, como son también dos las clases de posesión espiritual. Si se le dice «poseído» al que se halla apresado, dominado por Satanás, ¿por qué no ha de llamársele, con más justa razón, «poseído» al que se encuentra abrazado, elevado, modelado, dominado por Dios? ¡Dichosa, sublime, feliz posesión de Dios! El alma no tiene sino que abandonarse con amor al Amor que la circunda, la abraza, la penetra, la transporta, le da sentidos nuevos y conocimientos desconocidos a los mortales. Es la inmersión en el vórtice de Dios, vórtice de Luz, de Ciencia, de Caridad, de toda virtud. Es la inmersión en el vórtice de la Paz. El alma sale de Él, en los raros momentos en que sale —tanto más raros cuanto el alma se encuentra más perdida en Dios— perfumada por la Esencia de su Dios y miasma alguno de la Tierra ni del Infierno puede afectar a su espíritu impregnado del aroma divino. ■ El alma así «poseída» por Dios toma de Él tal semejanza, que hasta la forma exterior y material de su ser sufre modificaciones. Se trasluce Dios de su mirada, de sus palabras, de su sonrisa, de la nueva majestad de su expresión, de donde el que roza con ella dice: «Aquí hay algo que no es de este mundo». El alma «poseída» por Dios es vaso precioso sellado, pero del que se exhala el aroma del que está colmado. «Sellado», porque el amor consagra y el poseído llega a ser propiedad de Uno solo y únicamente el Solo es el que abre y cierra ese sello colocado sobre el espíritu que se entregó a Él. «Exhala», porque el aroma de Dios es tan intenso que no sólo colma la cavidad del vaso sino que impregna del mismo su materia, por lo que el efluvio espiritual que se desprende de él pasa por entre las gentes purificándolas del olor de la carne y de la sangre”.
* Condición para ser poseídos por Dios: renacer en el espíritu y vencer a la carne y a su dueño, Mammón.-Jesús: “Si las criaturas supieran lo que es la «posesión» de Dios todos querrían estar «poseídos». Mas para saberlo es preciso dar el primer paso, realizar el primer acto de generosidad, de renuncia y después perseverar en ese primer acto. Lo demás viene seguido, puesto que, al modo que una onda eléctrica, desprendida del polo A, es atraída por el polo Z, más potente, así, del mismo modo, el alma que se colocó en la órbita de Dios, es atraída por Éste desde cualquier punto de la órbita en que se encuentre. Porque Yo soy el Alfa y el Omega y abarco todo cuanto existe. ■ Solo el contrario querer humano, que se coloca bajo el signo de la Bestia, desvía mi acción, puesto que os hice libres y no violento vuestra libertad. Si pues vuestra voluntad es carne y sangre, es decir, Satanás, mi Voluntad no puede obrar por cuanto mi Voluntad es Espíritu y actúa sobre vuestro espíritu y el espíritu muere donde reina la materia. Es preciso renacer en el espíritu para poder entrar en la órbita de Dios y vencer la carne y a su dueño: Mammón. Entonces es cuando se produce la «posesión», paraíso anticipado sobre la tierra, feliz subida del alma al Cielo en la muerte, plenitud del Paraíso en mi Reino, en el que los «míos» estarán eternamente conmigo, luz en la Luz, paz en la Paz, gozo en el Gozo, gloria en la Gloria”. (Escrito el 3 de Julio de 1943).
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1  Nota  : Dictado 43-144.
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43-159.- “María, Corredentora excelsa, no cesa de sufrir, como tampoco Yo, en la gloria intangible de los cielos por los hombres que reniegan de nosotros y nos ofenden”.
* “¿Cómo no ha de sufrir María viendo perecer a sus criaturas que costaron la Sangre de su Hijo? ¡La Sangre por todos derramada y que a tan pocos aprovecha! Cuando el tiempo ya no exista, entonces es cuando terminará de sufrir porque se habrá completado el número de los bienaventurados”.-Dice Jesús: “El haberme visto terminar de sufrir en la carne fue un consuelo para mi Madre, mas no una «alegría». Ya no veía contraerse por los espasmos la Carne de su Hijo, sabía que el horror del deicidio material se había acabado. Pero la «Llena de Gracia» tenía así mismo el conocimiento de los siglos venideros en los que las turbas incalculables de hombres habrían de seguir hiriendo espiritualmente a su Hijo y… se encontraba sola.  No terminó el deicidio sobre el Gólgota a la hora de mi muerte. Éste se repite cada vez que un redimido mío mata su alma, profana el templo vivo de su espíritu, alza su mente sacrílega para blasfemar contra Mí, no solo con palabras obscenas, sí que también con mil modos del vivir actual cada vez más contrario a mi Ley y más neutralizante de los méritos incalculables de mi Pasión y de mi Muerte. ■ María, Corredentora excelsa, no cesa de sufrir, como tampoco Yo. Sufrimos Ambos en la gloria intangible de los Cielos por los hombres que reniegan de Nosotros y nos ofenden. María es la eterna puérpara que os da a luz con un dolor sin parangón porque sabe que aquel dolor engendra, no bienaventurados para el Cielo sino, en proporción mayor, condenados para el Infierno. Sabe que alumbra criaturas muertas o destinadas a morir en breve. Muertas, porque no penetra mi Sangre en ciertas criaturas cual si fuesen de durísimo jaspe. Desde la más tierna edad, se dan muerte a sí mismas o están destinadas a morir en breve. Son aquellas que, tras una aparente vitalidad cristiana, sucumben bajo su propia inercia que nadie sacude. ¿Cómo no ha de sufrir María viendo perecer a sus criaturas que costaron la Sangre de su Hijo? ¡La Sangre por todos derramada y que a tan pocos aprovecha! Cuando el tiempo ya no exista, entonces es cuando terminará de sufrir porque se habrá completado el número de los bienaventurados. Ella habrá alumbrado, con dolor inenarrable, el Cuerpo que no muere del que es cabeza su Primogénito. Si consideráis esto, podréis entender bien cómo el dolor de María fue un dolor sumo. Podréis entender cómo —grande en su Concepción Inmaculada, grande en su gloriosa Asunción— María fue eminentísima en el ciclo de Mi Pasión, o sea, desde la tarde de la Cena al alba de la Resurrección. Ella fue entonces el segundo —en número y en potencia— el segundo Cristo; y mientras el cielo se entenebrecía sobre la tragedia consumada y se rasgaba el velo del Templo, se rasgaron nuestros Corazones con la misma herida al ver el número inconmensurable para los que fue inútil la Pasión. Cumpliendo totalmente, en aquella hora, el sacrificio material, se iniciaba otro en busca del modo de hacer entrar a las gentes en el surco de la Iglesia y en la matriz de la Madre Virgen para dar a luz a los habitantes de la Jerusalén que no muere. Y, para iniciarse con aquella impronta de la Cruz que todo cuanto está hecho para el Cielo debe llevar, se inició con  el dolor de la soledad. Era la hora de las tinieblas. Cerrado el Cielo. Ausente el Eterno. El Hijo muerto, María en su soledad, iniciaba su segunda mística concepción”. (Escrito el 6 de Julio de 1943).
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43-176.- El Reino de Dios.
* El Reino de Dios «está en vosotros», cuando obráis conforme a mi Ley. Y «no es de este mundo»; el mundo es la maroma por la que subir a mi mística Nave.- ■ Dice Jesús: “«El Reino de Dios está en vosotros». Nunca el hombre entendió esta verdad. Cuando Yo vivía, creyó que mi Reino fuese reino de poder temporal. Esto hizo que muchos se agrupasen en torno mío a la espera de un buen porvenir. Pero Yo hablé claro, no engañé. Mi Palabra era clara. Prometía un reino e, incluso marcaba el camino para poseerlo. Este camino no era ni es el trillado de ordinario por quienes escalan un poder. Era más bien el camino opuesto. Y, precisamente, porque era opuesto, no lo siguieron con generosidad sino pocos. ■ «Mi Reino no es de este mundo». El mundo en el que moráis es la maroma por la que podéis subir a mi mística nave. Mas no es empresa fácil subir por una maroma. Es menester para ello estar ágiles, ligeros, sanos, no padecer vértigos como sucede a los que abusan de placeres. El vicio impide la subida e, igualmente, el apego excesivo a las cosas de la tierra y la pereza espiritual. Estad sanos de alma y, puesto que resulta casi imposible al hombre mantenerse completamente sano, cuidad al menos de combatir desde su inicio vuestras enfermedades espirituales. Sed diligentes. No digáis: «Tanto he trabajado ya, que ahora voy a descansar». No, hijos, a los que aguardo en la gloria. Mi Reino entraña tal dicha que ninguna fatiga es demasiado larga y ardua para conquistarlo. ■ Cuando obráis conforme a mi Ley está ya en vosotros mi Reino y lo sentís por la paz que en onda inexhausta fluye en vosotros. Esta paz no es la mísera paz humana asechada por tantas cosas y personas enemigas. Es la Paz verdadera: es mi Paz”.
* Yo mismo os abrí las puertas del Reino con mi gran Tribulación. Vosotros debéis serviros de la misma arma para subir hasta Mí. La Cruz es la escalera… Es la ayuda más valiosa para conquistar mi Reino.- Jesús: “Se dice en el libro de Juan: «Estos son los que vinieron de la gran tribulación». He aquí la ayuda más valiosa para conquistar mi Reino. Yo os abrí sus puertas con mi gran Tribulación, mas vosotros, discípulos fieles a los que llamo al Reino, no sois más que el Maestro y debéis serviros de la misma arma para subir hasta Mí. ■ La cruz es la escalera, la cruz es el ala, el dolor es medicina, el dolor es purificación. Tan sólo queda todo cumplido cuando se bebe —para impedir que Yo lo beba— la hiel y el vinagre, que es la amargura de las amarguras, reparando así el odio y el pecado y purificando de odio y del pecado a las almas de los hermanos. La hiel me es dada por el odio que me maldice después de cuanto Yo di y el vinagre, por el pecado que agría mis sarmientos hasta tornarlos silvestres. La caricia hace dulce la hiel y agradable el vinagre, ya que la caridad repara y redime. ■ Ahora bien, nunca la caridad va separada del sufrimiento, porque, al ser cosa santa, desencadena las iras del Enemigo. Por el contrario, nunca el sufrimiento va separado de la gloria por cuanto Yo soy justo y doy a quien da”. (Escrito el 13 de Julio de 1943).
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43-198.- “La malicia y la soberbia os embota vuestro espíritu para arrepentiros. ¿Qué se promete al que observa la Ley? ¿Y al que la infringe? Soy Padre y Salvador, y aun en la última hora trataré de salvaros”.
* El mundo, que se repite tanto en errores (perfeccionados ahora) como en rectificaciones (más embrionarias ahora) —porque han crecido su malicia y su soberbia hasta alcanzar ya la cumbre—, se encuentra en el ápice de su edad. Mas la parábola descendente es más veloz que la ascendente, siendo la malicia y la soberbia los pesos que la empujan al abismo del fin.-Dice Jesús: “Ya te dije que cuanto se contiene en los libros antiguos dice relación con el presente. Es como si una serie de espejos fuese repitiendo, llevándola cada vez más adelante, una escena vista antes. El mundo se repite a sí mismo tanto en los errores como en rectificaciones, aunque con esta diferencia: que los errores se perfeccionan cada vez más con la evolución de la raza hacia la así llamada civilización, mientras que las rectificaciones vienen a ser siempre más embrionarias. ¿Por qué? Porque, al pasar el mundo de la edad de la infancia a otra más completa, han crecido su malicia y su soberbia. ■ Os encontráis ahora en la cumbre de la edad del mundo habiendo alcanzado también la cumbre de la malicia y de la soberbia. No penséis por ello que habréis de vivir todavía otro tanto más de lo que habéis vivido. Si estáis en la cúspide habría que decir que os queda otro tanto por vivir. La parábola descendente del mundo hacia su fin no será tan larga como la ascendente. Será un precipitarse hacia el fin y las que os precipitan son precisamente la malicia y la soberbia, dos pesos que os empujan al abismo del fin, al juicio tremendo. La soberbia y la malicia, además de empujaros por la parábola descendente, os embotan de tal suerte el espíritu que os hacen cada vez más incapaces de detener la bajada con un arrepentimiento sincero”.
* Desde el inicio del mundo Dios estableció con mente que no yerra lo que es el Bien y el Mal. Dios no cambia en su medida, a excepción de haberos dado, en primer lugar, la Ley y los Profetas, y, después, haberos mandado al Verbo con sus enseñanzas, su Sangre y la ayuda de los sacramentos.Jesús: “Ahora bien, si vosotros habéis procedido así: dando la espalda al Bien y la cara al Mal, Yo, el Eterno, he permanecido firme en mi exacta medida, tanto del Bien como del Mal. Desde que fue hecha la luz y con ella inicióse el mundo, establecí con mente que no yerra lo que es el Bien y lo que es el Mal. Y la fuerza humana, la limitada fuerza humana, no puede cambiar ni romper ese código eterno escrito por el dedo de Dios sobre páginas intangibles que no son de esta tierra. La única mutación, a partir del instante en que por mi Querer fueron creados el mundo y el hombre, radica en esto: en que, al principio, debíais regiros y guiaros por las tablas de la Ley y por la palabra de los Profetas. Mas después me tuvisteis a Mí, Verbo Redentor, para explicaros la Ley, para daros mis enseñanzas y mi Sangre, para traeros con mi espíritu que disipa sombras, para sosteneros más tarde, a través de los siglos, con los Sacramentos y sacramentales. Mas ¿qué habéis hecho con mi venida? Un nuevo peso de culpas de las que habréis de responder”.
* Las antiguas páginas explican la hora actual. ¿Qué se promete al que observa la Ley? ¿Con qué se amenaza al que la infringe?.- Jesús: “¿Quieres que contemplemos juntos las antiguas páginas en las que se dan explicaciones sobre la hora actual? Tú las has sentido como aguijón; mas Yo te las mostraré mejor. ¿Qué se promete al que observa la Ley? Prosperidad, abundancia, paz, descendencia sana y numerosa, triunfo sobre los enemigos ya que el Señor habría de estar en el filo de las espadas de sus siervos contra los que quisieran alzar su mano contra los hijos del Altísimo. ¿Con qué se amenaza al que la infringe? Con hambre, carestía, guerras, derrotas, pestes, abandono por parte de Dios, opresión de los enemigos en virtud de la cual los que antes eran hijos del Altísimo llegarán a ser como rebaño de ovejas perseguidas y espantadas, destinadas a la matanza. ■ Os lamentáis de la hora que os toca vivir. Mas ¿la encontráis injusta? ¿Os parece excesivo el rigor? No. Es justa y menos dura de lo que merecéis. Os salvé y volví a salvaros de mil maneras. Os perdoné y volví a perdonaros siete mil y otro siete mil delitos más. Vine de intento a daros Vida y Luz. Yo, Luz del mundo, vine a estar entre vuestras tinieblas para traeros la Palabra y la Luz. Ya no he hablado más entre torbellinos y fuego por boca de los profetas. No. Vine Yo; Yo personalmente. Partí mi pan con vosotros en la fatiga; me consumí a Mí mismo evangelizándoos; morí por vosotros; con mi Palabra disipé toda duda acerca de la Ley; con mi Resurrección disipé toda duda acerca de mi Naturaleza; os dejé a Mí mismo a fin de ser vuestro alimento espiritual, apto para daros la Vida. Mas vosotros me disteis la muerte. Os di la Palabra, el Amor, la Sangre de un Dios, y vosotros habéis cerrado vuestros oídos a la Palabra, vuestra alma al Amor y maldecido mi Sangre. El antiguo Tabernáculo en el que había dos tablas de piedra escritas por el dedo de mi Profeta y un poco de maná, los sustituí por el nuevo Tabernáculo en que está el Pan verdadero bajado del Cielo y mi Corazón en el que está escrito el Pacto de amor que vosotros, no Yo, transgredís. ■ Ya no podéis decir: «No sabemos cómo sea Dios». Al no ser conforme con vuestra torpeza el amar a un espíritu, tomé Carne a fin de que tuvieseis Carne a la que amar. Y bien ¿qué habéis hecho? ¿Qué hicisteis siempre? Habéis vuelto vuestras espaldas a Dios, a su altar, a su Persona. Nada habéis querido con Dios, el Dios Uno y Trino, el Dios verdadero. Habéis querido dioses, y vuestros dioses actuales son más ignominiosos que los dioses antiguos o que los fetiches de los idólatras. En éstos aún incuba el respeto a la imagen de Dios tal como su mentalidad o ignorancia aciertan a concebirla. Y así, en verdad, en verdad os digo que los idólatras naturales serán juzgados mucho menos severamente que vosotros, idólatras por malicia, vendidos a la peor de las idolatrías: la autoidolatría. Sí, os habéis creado dioses de carne, de carne putrefacta, y ante ellos habéis sabido entonar himnos y doblar la cabeza y la espalda que no supisteis doblar ante Dios. Habéis despreciado, repudiado, escarnecido y quebrantado mi Ley mientras habéis aceptado y obedecido como esclavos y como fieras domesticadas por el domador, la ley mentida que os han propuesto unos cuantos hombres más extraviados aún que vosotros, cuyo destino es tal que hace temblar de horror al Cielo entero. ¡Idólatras, paganos, vendidos a la carne, al dinero, al poder, a Satanás, que es el señor de estos tres reinos nefandos: la carne, el dinero y el poder!”.
* Soy Padre y Salvador, y aun en la última hora trataré de salvaros”.- Valor de un alma: no bastan los tesoros de la tierra para comprarla.- Jesús: “Mas ¿por qué, pueblo mío, has abandonado el Reino que te había dado? ¿Por qué has huido de tu Rey de Perfección y Amor y preferido la barbarie del Reino de Satanás? ¿Así pagas al Altísimo que es para ti Padre y Salvador? ¿Y te extrañas de que brote fuego de la tierra y llueva fuego del cielo para reducir a cenizas la raza proterva y traidora que ha renegado de Dios y acogido a Satanás y a sus ministros? ■ No. Satanás no necesita trabajar ni fatigarse para engulliros. Soy Yo el que debo fatigarme para ver de atraeros todavía; porque si vosotros habéis renegado de vuestro origen, Yo tengo presente que soy Padre y vuestro Salvador. Ni aun la última hora en la que habéis de ser congregados para la selección inexorable repudiaré a mis hijos desgraciados y entonces intentaré todavía salvaros. ■ Este castigo, María, no es inmerecido. Es justo. Y grave, puesto que son gravísimas vuestras culpas. Mas no, no ha sido dado por malquerencia de un Dios que todo es bondad. Daríaselo a Sí mismo vuestro Dios por evitároslo a vosotros si supiese que os había de aprovechar. Mas debe, debe dejar que seáis vosotros mismos los que os castiguéis con vuestras locuras y con vuestros contubernios con la Bestia. Millares y decenas de millares perecerán por todos los rincones de la tierra; ■ mas alguno, en la agonía que os ahogue, sentirá resonar la voz de Dios, y desde las tinieblas alzará su faz hacia la Luz. Ese uno que vuelva justificará el castigo porque —sábelo y piensa cuánta es la obligación de guardarla— el precio y el valor de un alma es tal que no bastan todos los tesoros de la tierra para comprarla. Es necesaria la Sangre de un Dios. La mía”. (Escrito el 21 de Julio de 1943).
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43-266.- “Mi Reino no es de esta tierra. Con todo es Reino de la tierra pues Yo reinaré sobre ella: Reino manifiesto, no solo espiritual como lo es ahora y de pocos”.
* Al presente, Jesús prepara el tiempo futuro valiéndose singularmente de su Palabra. En su nueva venida evangelizará, no como evangelizó, sino con forma y fuerza nuevas en consonancia con las circunstancias pues entonces los buenos serán espiritualmente buenos y los malos espiritualmente malos. Y llegará a ser Rey único y verdadero de esta tierra, que adquirió con su Sangre y de la que fue constituido Rey por su Padre.- Dice Jesús: “Mi Reino no es de esta tierra en el sentido que se da al reinar sobre la tierra. Con todo, es Reino de la tierra por cuanto Yo reinaré sobre ella. Reino manifiesto y verdadero, no sólo espiritual cual lo es ahora y de pocos. Llegará la hora en que seré Rey único y verdadero de esta tierra que adquirí con mi Sangre y de la que fui constituido Rey por el Padre con poder absoluto sobre ella. ¿Cuándo vendré? ¿Qué es la hora respecto de la eternidad? ¿Y qué te puede importar a ti de la hora cuando te has de encontrar en la eternidad? ■ Vendré. No tendré nueva carne por cuanto la tengo ya perfecta. Evangelizaré, no como evangelicé, sino con nueva fuerza, porque entonces los buenos serán, no humanamente buenos como lo eran mis discípulos de mi primera venida, sino que serán espiritualmente buenos, y los malos serán espiritualmente malos, satánicamente malos, perfectamente malos. Por lo que la forma estará en consonancia con las circunstancias, ya que si emplease la forma de hace 20 siglos, resultaría superada para los perfectos en el bien y sería dar ocasión a los satánicos de inferir una ofensa que no está consentido inferir al Verbo glorificado. ■ Sirviéndome como de una red de tupida malla, arrastraré hacia mi Luz a los poseedores de delicadeza de espíritu, mas los que estén pesados debido a la loca conjunción de la carne con Satanás, los Muertos del espíritu a los que la podre del alma mantiene hundidos en el fango, no entrarán en mi Luz y acabarán de descomponerse en la conjunción con el Mal y las Tinieblas. ■ Por ahora preparo el tiempo futuro valiéndome singularmente de la Palabra que baja de los Cielos para iluminar a las almas dispuestas a recibirla. Hago de vosotros radio telefonistas atentos a oír la enseñanza que es perfecta y que ya tenía dada y que no modifico por cuanto la verdad es Una, si bien ha sido olvidada o desfigurada, olvidada y desfigurada en demasía porque les venía cómodo olvidarla y desfigurarla. Hago esto porque tengo compasión de la Humanidad que muere sin el pan del espíritu. Como me di en Pan para vuestra alma, así ahora ofrezco mi Palabra en pan para vuestro espíritu. Y repito: «Bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la observan»” (Escrito el 16 de Agosto de 1943).
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43-267.- La masa, partida en dos por propia voluntad que Dios respeta, sigue, cada una, la parte que escogió: Los hijos del Altísimo escogen la parte de Dios y los servidores de Satanás escogen la parte de Lucifer.
* Tras la Caída (el hombre, lanzado fuera del Paraíso, era tan solo un pobre animal en el que se debatían todas las fuerzas inferiores) el hombre recibía de cuando en cuando las luces de Dios; mas únicamente la venida de Jesús le reconcilió con el Padre.- ■ Dice Jesús: “He dicho que mi nueva venida tendrá forma y fuerza nuevas de acuerdo con las circunstancias y te he explicado cómo serán entonces los hombres. Debe llegar el tiempo del espíritu. El hombre partió de una profunda tiniebla y de un peso enorme de fango tras haber perdido, por su propia voluntad, la Luz divina obedeciendo a la seducción enemiga, cuyo verdadero ser se patentiza en el fruto que enseña el Bien y el Mal, o sea, que descubrió al hombre cuanto para su bien dejara Dios oculto en la materia, en la mente y en el corazón. ¡Cuán puros, pacíficos, honestos, piadosos hubierais sido de no haber mordido la triple concupiscencia que, si es dulce a la boca, es, en cambio, para el espíritu más amarga que el vinagre y la hiel que me dieron en la Cruz! Lanzado de la morada paradisíaca a la tierra, oprimido por el despertar de su carne profanada por la lujuria, torturado por el remordimiento de haber sido causa de su mal, angustiado por la persuasión de haber suscitado la ira punitiva de Dios Creador, el hombre era tan solo un pobre animal en el que se debatían todas las fuerzas inferiores. ■ Te llamé ya la atención sobre la diferencia entre los preceptos dados a Moisés y los míos; preceptos necesarios, dentro de su chocante crudeza, para frenar las tendencias del hombre, trozo de carne penetrado apenas de movimiento anímico proporcionado por un alma herida de muerte y sumida en coma espiritual. El recuerdo de la Luz perdida, vivo aún en lo profundo del alma, le impelía a dar pasos hacia la luz. Camino éste por demás fatigoso, ya que la materia es más pesada que el espíritu y tira hacia abajo. De cuando en cuando la bondad del Eterno proporcionaba a la Humanidad «faros» para la travesía tempestuosa hacia la Luz verdadera. Los patriarcas y los profetas: éstos eran los faros de la Humanidad en busca del puerto de la Luz. ■ Después vino Aquel a quien Juan, el Amado, llama «la Luz verdadera que ilumina a todo hombre». Vine Yo, Luz del mundo y Verbo del Padre, y os devolví la Paz con el Padre, al abrazo que vuelve a haceros hijos del Altísimo. Fui Yo quien encendió de nuevo la vida lánguida de vuestro espíritu. Fui Yo quien concentré en mi Persona toda la Luz, toda la Sabiduría, todo el Amor de la Trinidad y os los traje. Fui Yo quien con mi Sacrificio volví a engarzar la cadena en el punto donde se partió soldándoos de nuevo con el Padre y con el Espíritu de Verdad. Fui Yo quien, haciendo de mi Patíbulo bandera de enganche, alcé vuestro espíritu sumido en el barro dándole un potente impulso para avanzar hacia la Luz de Dios y hacia Mí que aguardo en el Cielo. ■ Sucedió como cuando se decanta un líquido; que el denso se precipita en el fondo y flotan las partes sutiles. Así fue con el hombre en el transcurso de los siglos: aquel que quiso seguir siendo carne y sangre, se precipitó cada vez más abajo, mientras que quienes, aristocracia de mi grey, quisieron vivir según el espíritu, se hicieron cada vez más espirituales. Y en medio, los tibios innominados. Se dan en la masa dos movimientos opuestos: una parte, por desgracia, la más numerosa, se compenetra cada vez más con Satanás colocándose bajo el nivel de los brutos; la otra, la exigua, se compenetra cada vez más con Cristo nutriéndose de su Palabra, que no calla desde hace 20 siglos, haciéndose cada vez más capaces de comprender al Espíritu”.
* Cuando Yo reine sobre los hombres, ya llegados a aquella madurez del espíritu, hoy patrimonio de pocos, me dirigiré a esta parte con el último amaestramiento. Vendré con mi carne glorificada a congregar a las criaturas para la última batalla.- ■ Jesús: “Cuando uso de medios especiales es para acelerar, pues se acortan los tiempos, la plenitud del amaestramiento de la Palabra y de la formación espiritual de los verdaderos discípulos, de los súbditos verdaderos del Rey Jesucristo. No Rey de los judíos, como irónicamente dijo y escribió un hombre débil que se creía fuerte con un pobre poder, sino Rey del Mundo con anterioridad al juicio del mundo. El hombre, avanzando hacia la última hora, debe alcanzar la espiritualidad. Mas compréndeme: Dios es Espíritu, Satanás es espíritu. El primero es Espíritu de Perfección. El segundo es espíritu de pecado. La masa, partida en dos por propia voluntad que Dios respeta, sigue cada una la parte que escogió. Los hijos del Altísimo y hermanos míos, escogen la parte de Dios y espiritualizan su carne por nuestro amor. Los servidores de Satanás e hijos de la Bestia, escogen la parte de Lucifer y, en aras de una esclavitud querida por ellos, ahogan su espíritu bajo la carnalidad, convirtiendo su espíritu en una carne y una sangre corrompidas y repugnantes. ■ Cuando reine sobre y en los espíritus llegados a aquella madurez que es ahora patrimonio de algunos y lo será entonces de toda la masa de los verdaderos cristianos, Yo me dirigiré a esta parte tan sólo perfeccionándola con el último amaestramiento en una nueva evangelización, no distinta en su significado que no puede cambiar, sino como te he dicho, en la fuerza que entonces podrán advertir y que hoy no comprenderían. Para ello habré de escoger determinadas criaturas dignas de tal honor por su propio esfuerzo o hechas dignas por un milagro de amor. Hace veinte siglos hablé a todos. Cuando llegue el tiempo, convencido de la inutilidad de hablar a los demás, como digo, hablaré a éstos tan sólo. Así comenzará la selección de los elegidos de entre los réprobos. Tú, pobre María, eres de estas almas a las que hizo dignas mi voluntad. Una cosa tan solo tienes de bueno, la cual me basta: tu voluntad de amar. Sobre ella puedo asentar mi cátedra de Maestro para hacer de tu pequeña alma un estrado desde el que pronunciar una, otra vez y una vez más las palabras de amor y de invitación al Amor que guía y salva. ■ Vendré con mi carne glorificada. He despertado tu curiosidad al decir esto. No serías mujer si no fueses curiosa. Mas Yo digo lo que estimo conveniente decir para vuestro bien y no lo que habría de ser pasto de vuestra curiosidad inútil. Como me es grato ser Maestro, sé entresacar de la Verdad aquellas verdades cuyo conocimiento os es útil, y basta. Así, pues, confórmate con saber que es justo el que en el Reino del espíritu, cuyos súbditos habrán espiritualizado su carne, sea Rey Aquel que revistió de carne su Espíritu perfecto para redimir toda carne y santificarla, y santificó la suya con una doble santidad por ser carne inmolada en el sacrificio del amor. ■ Vendré, con mi carne glorificada, a congregar a las criaturas para la última batalla contra el enemigo; juzgaré, con mi resplandeciente vestidura de Carne glorificada, los cuerpos de los vueltos a la vida para el último juicio; tornaré para siempre al Cielo después de haber condenado a la muerte eterna las carnes que rehusaron hacerse espíritus; y me tendréis como Rey fúlgido de un pueblo fúlgido en el que la obra del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo será glorificada con la creación del cuerpo humano perfecto cual lo fue el que el Padre hiciera en Adán, bello con una indescriptible belleza, con la redención de la semilla de Adán por obra del Hijo y con la santificación operada por el Espíritu”. (Escrito el 16 de Agosto 1943).
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43-275.-“Lo único que salva: mi Ley. La eterna Serpiente impide que sea mi Ley en vosotros agente del Bien”.
No habrá fuerza humana capaz de detener la marcha del mundo hacia el abismo porque le falta lo único que salva: mi Ley. Satanás os amaestra y dirige, os sala y vapulea para haceros dignos de su Infierno”.- ■ Dice Jesús: “El mundo perece por no haber guardado mi Palabra, ha­berla desatendido y burlarse de ella. No habrá fuerza humana capaz de detener la marcha del mundo hacia el abismo por­que al mundo y a las fuerzas del mundo les falta lo único que salva: mi Ley. Se ha producido un hueco en la mística floresta que para vosotros cultivé a fin de que pudieseis morar a la sombra de mi providente amor. Son vuestras culpas las que lo han for­mado y en ese hueco se ha instalado, como amo y señor, la eterna Serpiente que os envenena con su hálito y os mata con su mordedura e impide que sea mi Ley en vosotros agente del Bien. Humo, veneno, horror y desesperación, eso es lo que te­néis en vosotros y en torno vuestro cuando podíais tener Luz, Paz, Esperanza y Alegría. Eso es lo que podíais tener de haber seguido a mi Palabra porque Yo apuré todo el horror de la vida para preservaros de él y lo realicé con aquella ago­nía atroz que padecí por vosotros. Mas arrojasteis mi dádiva y aclamasteis por maestro y rey a Satanás. Y Satanás os amaestra y dirige, os sala y vapulea para haceros dignos de su Infierno”. (Escrito el 19 de Agosto de 1943).
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43-301.- “¿Dios sabía o no todo cuanto el hombre habría de cometer?”. “Soy el Eterno Inmolado”.
* “Proyecta, María, tu mirada a nuestra eternidad. Sumérgete en este signo de Dios. Nada se oculta a Dios. Cuando estéis en la gloria comprenderéis todos los misteriosos «por-qués»”.- ■ Dice Jesús: “Cuando Yo digo que soy «el eterno Inmolado» no expreso concepto alguno nuevo. Quienes estuvieron más cercanos a Mí: Pedro y Juan, tienen el mismo concepto. Ni pueden tenerlo distinto los que meditan las obras del Padre, del Hijo y del Espíritu. A vosotros, los hombres, os extraña tal vez que Dios, sabiendo como sabe con su Inteligencia infinita todas las cosas, hubiera procedido a crear al hombre, y casi os preguntáis si Dios sabía o no cuanto el hombre habría de cometer. ¡Oh, que si lo sabía! Nada le es desconocido al Dios Uno y Trino. Todos los acontecimientos del Universo: nacimiento y muerte de los planetas, el formarse y disgregarse de las nebulosas, la existencia o no de vida en los astros lanzados al espacio, cataclismos, deflagraciones, todo le es conocido de siempre, desde la eternidad. E igualmente le son conocidos de siempre todos los acontecimientos de la Tierra: uno de los millones de mundos creados por Dios, al que vosotros conocéis por ser sus habitantes. Y de siempre conoce todos los sucesos del hombre, tomado como habitante de la Tierra. Antes de que Adán existiese, sabía Dios que Adán habría de pecar y que con él, durante milenios, habría de pecar la raza de Adán. Ni uno de los pecados de los hombres, ni una de las virtudes de los hombres los ignora nuestra Sabiduría, no solo en el momento en que suceden sino con una antelación de tiempo tal que no admite parangón con límite alguno de vuestro tiempo, remontando en sentido inverso a lo largo de siglos, de milenios hasta la no existencia del tiempo: hasta la eternidad. ■ Proyecta, María, tu mirada a nuestra eternidad. Sumérgete en este signo de Dios. Es como si fijases tu mirada en un cielo tersísimo y pensases que, tras aquel azul que a ti te parece el final, hay otro, otro y otros espacios, sin fin cada vez más arriba… Un vórtice de éter, un torbellino de azul que, cuanto más subes, más hacia el fondo va, no encontrando límite al mismo. Su azul, que ciertamente lo es, no es sino la manifestación de su inexistencia como sustancia consistente. Su azul está hecho de incalculables millones de kilómetros de éter en el que giran los mundos creados por mi Padre. Lo mismo es nuestra eternidad. ¡Existe! ¿Cuándo empezó? ¡Nunca! ¿Cuándo acabará? ¡Jamás! ¿Cuánto durará? ¡Siempre! ¿Desde cuándo dura? ¡Desde siempre! ¡Jamás! ¡Siempre! Medita qué poder tan ilimitado se encierra en estas dos palabritas aplicadas a la Perfección. No vuestro «siempre» ligado a vuestra breve vida que no dura ni lo que ésta, ni vuestro «jamás» sujeto a tan rápidos desmentidos, sino nuestro «siempre» y nuestro «jamás» que no conocen menoscabo y se revisten de nuestra Perfección. ■ Nada se oculta a Dios. Nada. Y ¿aún preguntáis vosotros, pobres hombres, por qué creó Dios al hombre? ¡Oh qué inútil por-qué! ¿Querríais juzgar la obra de Dios? ¿Someter a proceso sus acciones? Cuando estéis en la gloria comprenderéis todos los misteriosos «por-qués». Leeréis, con la mirada del espíritu libre, páginas que ahora ignoráis, que ahora inútilmente queréis deshojar cayendo, por vuestra inútil soberbia de hormigas que pretenden perforar una montaña de mármol, en los más perniciosos errores. ¡Cuántos misterios tiene aún el Universo para vosotros! Estáis sumergidos en el misterio. Misterio de Dios. Misterio de los por-qués de Dios. Misterio de la segunda vida. Misterio de las leyes cósmicas. Misterio de las relaciones entre los que viven en la tierra y los que ya pasaron a la segunda vida”.
“Dejad a vuestro Dios la iniciativa de instruiros sobre los misterios del más allá. Él sabe hasta qué punto puede introduciros en el secreto que está más allá de la muerte. Pero, ¿creéis vosotros que, de haber sido conveniente saberlo, hubiera Yo desmemoriado a los tres resucitados del Evangelio? Con todo, ninguno de ellos dijo lo que hay en la otra parte”.- Jesús: “Vuestra curiosidad humana, la tendencia de vuestra alma a restituirse a su origen, os proporciona santas y no santas inquietudes. Santas, cuando os impulsan a bien obrar deseando ahondar en el misterio y en el contacto con lo sobrenatural para sentiros menos exilados del Reino del espíritu y haceros cada vez más capaces de entender las palabras espirituales y de merecer la vida espiritual cuya perfección se alcanza en la otra vida, en mi bienaventuranza. No santas, cuando queréis, dejando a un lado la hermosa y simple Fe, imitar a Adán y conocer lo que, por ahora, no es útil conocer, violando el secreto, forzando puertas celestiales, turbando reposos paradisíacos, traspasando barreras intangibles. Eso está mal, hijos míos. Creedlo. ■ Dejad a vuestro Dios la iniciativa de instruiros sobre los misterios del más allá. Él sabe hasta qué punto puede introduciros en el secreto que está más allá de la muerte. Fiaos de vuestro Padre y Maestro. No queráis ir más allá del límite. No pretendáis querer más de lo que Dios quiere. Respetad. Vaya esto para todos aquellos que no se contentan con cuanto he dicho y quieren saber más. Pero, ¿creéis vosotros que, de haber sido conveniente saberlo, hubiera Yo desmemoriado a los tres resucitados del Evangelio? Con todo, ninguno de ellos dijo lo que hay en la otra parte. Ni Yo, Verbo del Padre y Sabiduría infinita, os he descubierto el misterio de la muerte y con él otros cuyo conocimiento no es necesario para vuestra santificación antes resulta perjudicial para ella. Creer es más eminente que conocer. Creer es amar; lo vuelvo a decir. Creed pues que si Dios os creó fue a impulsos del amor. Creedlo con amor para corresponder a tal amor”.
* Y creed con séptuplo amor: que Yo, el eterno Inmolado, soy con justa razón llamado así porque, desde antes de que existiera el tiempo, fui Yo destinado a ser Inmolado para salvaros”.- Jesús: “Y creed con séptuplo amor: que Yo, el eterno Inmolado, soy con justa razón llamado así porque, desde antes de que existiera el tiempo, fui Yo destinado a ser inmolado para salvaros. No se inició mi holocausto con mi vida corporal. No. Fue desde antes de que Yo me hiciese carne en el seno de la Virgen. No comenzó con la caída de Adán. No. Fue desde antes de que Adán pecase. Ni comenzó cuando dijo el Padre «hagamos al hombre». No. Fue anterior a ese pensamiento creador. ■ Ese holocausto, llevado a cabo por la segunda Persona de Nuestra Trinidad santa, es como un latido en el centro del corazón eterno de nuestro Ser, desde siempre. Desde siempre, ¿entiendes? Eterno, como somos eternos Nosotros. Todo previsto y todo preordenado desde la eternidad. Yo soy el eterno Inmolado, la Víctima eterna, el que os transfunde su Sangre para curaros de las enfermedades de las culpas, el que con ella os vuelve a soldar con Dios, el que os da todas las certezas de la fe y de la esperanza y os nutre con su caridad para que podáis creer, vivir en Dios, santificaros mediante la Palabra que no muere y que no permite que quien de ella se nutre muera. ■ Creed en Mí, amigos míos, y pedidme la gracia de creer cada vez más. La luz de la Fe y la de la Caridad os permitirán ver cada vez más claramente, ya desde esta vida, a vuestro Dios y a vuestro Jesús”. (Escrito el 28 de Agosto de 1943).
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43-448.- “Contraviniendo el Decálogo contravenís al amor. El amor no recibido debéis darme en el Purgatorio”.
* “Las almas purgantes sufren tan solo por el amor y expían con el amor”.- ■ Dice Jesús: “Reanudo el tema de las almas acogidas en el Purgatorio (1). No hace al caso que no penetrases tú el sentido cabal de mis palabras. Estas páginas van destinadas a todos ya que todos tienen seres queridos en el Purgatorio y casi todos, por la vida que llevan, están destinados a permanecer en aquella morada. Continúo, pues, tanto para unos como para otros. ■ Dije que las almas purgantes sufren tan sólo por el amor y que expían con el amor. He aquí las razones de esta forma de expiación. Si vosotros, hombres irreflexivos, consideráis atentamente mi Ley, así en sus consejos como en sus mandatos, veréis que toda ella gira sobre el amor. Amor para con Dios y amor para con el prójimo:
(1º) En el 1º mandamiento Yo, Dios, me impongo a vuestro amor reverencial con toda la solemnidad propia de mi Naturaleza contrapuesta a vuestra nada: «Yo soy el Señor tu Dios». ■ Con harta frecuencia os olvidáis de ello, hombres que os creéis dioses y que, de no tener en vosotros un espíritu vivificado por la Gracia, otra cosa no sois que polvo y podredumbre, animales que unís a la animalidad la astucia de la inteligencia poseída por la Bestia que os fuerza a realizar obras de bestias y, peor que aún de bestias, de demonios. Decíoslo mañana y tarde, al mediodía y a medianoche; decíoslo cuando coméis, cuando bebéis, cuando vais a dormir, cuando os despertáis, cuando trabajáis, cuando descansáis; decíoslo cuando amáis, cuando trabáis amistades, cuando mandáis y cuando obedecéis; decíoslo siempre: «Yo no soy Dios». La comida, la bebida, el sueño, no son Dios. El trabajo, el descanso, las ocupaciones, las obras del genio, no son Dios. La mujer, o peor, las mujeres, no son Dios. Las amistades, no son Dios. Los superiores no son Dios. Uno sólo es Dios: el Señor que me dio esta vida para que con ella me granjee la Vida que no muere, que me proporcionó vestidos, alimentos, habitación y lo mismo trabajo para granjearme la vida, ingenio con que demostrar que soy el rey de la tierra; que me dotó de capacidad de amar y de criaturas a las que amar «con santidad» y no con lujuria; que me revistió de poder y de autoridad para que haga con ellos medios de santificación y no de condenación. ■ Yo puedo llegar a ser como Él puesto que dijo: «Vosotros sois dioses», pero sólo si vivo su Vida, o sea su Ley; pero sólo si vivo su Vida, o sea, su Amor. Uno sólo es Dios: Él. Yo soy su hijo y su vasallo, el heredero de su Reino. Mas si deserto de Él, si formo para mí un reino propio, en el que quiero humanamente ser rey y dios del mismo, entonces pierdo el Reino verdadero y desbarato mi condición de hijo de Dios degradándola a la de hijo de Satanás, ya que resulta imposible servir al mismo tiempo al egoísmo y al amor; y así, el que sirve al primero sirve al enemigo de Dios y pierde el Amor, es decir, pierde a Dios. Desterrad de vuestra mente y de vuestro corazón cuantos falsos dioses habéis en ellos entronizado comenzando por el dios de fango que sois vosotros cuando no vivís en Mí. ■ Recordad qué es lo que me debéis en pago de cuanto os he dado, —y más os habría dado si no hubieseis atado las manos a vuestro Dios con vuestra forma de vida— qué es lo que os he dado para vuestra vida diaria y para la eterna. Para ésta os dio a su Hijo a fin de que fuese inmolado como cordero sin mancha y lavase con su Sangre vuestros débitos y así no hiciese recaer, como en los tiempos mosaicos, la iniquidad de los padres sobre los hijos hasta la cuarta generación de pecadores que son «aquellos que me odian», puesto que el pecado es ofensa contra Dios y quien ofende odia. No levantéis más altares a dioses falsos. Poned, no ya sobre altares de piedra, sino sobre el altar vivo de vuestro corazón al solo y único Señor vuestro. Servidle a Él y tributad culto verdadero de amor, de amor y de amor. ■ Vosotros, hijos que no sabéis amar, decís palabras de plegaria, palabras tan sólo, pero que no hacéis del amor vuestra plegaria, única que Dios agradece. Recordar que un sincero latido de amor que salga como nube de incienso de las llamas de vuestro corazón enamorado de Mí, tiene para Mí un valor infinitamente mayor que miles de rezos y de ceremonias hechos con un corazón tibio o frío. Atraed mi Misericordia con vuestro amor. ¡Si supierais cuán activa es mi Misericordia para con el que me ama! Es onda que pasa lavando cuanto de manchado hay en vosotros. Os proporciona cándida estola para entrar en la Ciudad santa del Cielo en la que resplandece como un sol la Caridad del Cordero que se hizo inmolar por vosotros.
(2º) No os sirváis de su Nombre santo por costumbre o para prestar fuerza a vuestra ira, desfogar vuestra impaciencia y corroborar vuestras maldiciones. ■ Y sobre todo, no apliquéis el término «dios» a criatura alguna humana a la que améis con hambre de sentido o devoción de la mente. A uno solo ha de aplicarse dicho Nombre: a Mí. Y a Mí se me debe decir con amor, con fe, y con esperanza. Tal Nombre será así vuestra fortaleza y vuestra defensa. El culto de este Nombre os justificará porque quien obra poniendo mi Nombre como sello de sus actos, no puede cometer acciones depravadas. Hablo de quien obra con sinceridad, no de los mentirosos que tratan de cubrirse a sí mismos y a sus obras con el fulgor de mi Nombre tres veces santo. Y ¿a quién intentan engañar? No soy Yo sujeto de engaño como tampoco los mismos hombres, a menos que se trate de enfermos mentales, pues de la mera confrontación de las obras de los mentirosos con lo que dicen, llegan a comprender que son falaces, mostrándoles por ello su desdén y su repugnancia.
(3º) Vosotros que no sabéis amar si no es a vosotros mismos y a vuestros intereses y que se os figura perdido todo tiempo que no se dedique a complacer a la carne o a engrosar la bolsa, sabed, dentro de vuestro gozar o trabajar como glotones y como bestias, intercalar un descanso que os permita pensar en Dios, en su bondad, en su paciencia y en su amor. En cualquier cosa que hagáis, lo repito, debierais tenerme presente siempre; mas, puesto que no sabéis obrar teniendo el espíritu fijo siempre en Dios, cesad en vuestro trabajo una vez a la semana para pensar únicamente en Dios. ■ Ésta que os puede parecer ley servil, es, por el contrario, una prueba de cómo os ama Dios. Sabe vuestro Padre que sois máquinas por demás frágiles para haber de ser usadas de continuo y así ha mirado por vuestra carne, ya que también ella es obra suya, mandándoos que le deis descanso un día de cada siete a fin de proporcionarle la debida reparación de sus energías. Dios no quiere vuestras enfermedades. Si hubierais permanecido siendo sus hijos, suyos de verdad, desde Adán en adelante, no hubierais conocido las enfermedades. Son éstas fruto de vuestras desobediencias a Dios, a las que han de añadirse el dolor y la muerte. Y, al modo de los hongos, nacieron y nacen sobre las raíces de la desobediencia primera: la de Adán, y van brotando unas con otras, en trágica cadena, del germen que quedó inoculado en el corazón y del veneno de la Serpiente maldita que os produce fiebres de lujuria, de avaricia, de gula, de pereza y de imprudencias culpables. Y es imprudencia culpable el tratar de forzar vuestro ser con un trabajo continuo a fin de obtener ganancias, como lo es el querer gozar en exceso de la gula o del sentido no cotentándoos con el alimento necesario para la vida ni con la compañía indispensable para la continuación de la especie, sino saciándoos sobre toda medida como animales de pantano y enervándoos y envileciéndoos —no ya como brutos, pues éstos no son semejantes sino superiores a vosotros en el connubio al que van obedeciendo a las leyes de orden— envileciéndoos más que los brutos: como demonios, que desobedecen las leyes santas del instinto recto, de la razón y de Dios. ■ Habéis depravado vuestro instinto y él os lleva ahora a preferir pastos corrompidos, formados por la lujuria, en los que profanáis vuestro cuerpo, que es obra mía, y vuestra alma, que es mi obra maestra, y matáis embriones vitales negándoles la vida puesto que los suprimís intencionadamente, antes de tiempo o valiéndoos de esas lepras que son un veneno mortal para las vidas que surgen. ¡Cuántas no son las almas que vuestro apetito sensual llama al Cielo y a las que vosotros cerráis después las puertas de la vida! ¡Cuántas las que apenas si llegan a término, saliendo a la luz moribundas si no muertas ya, impidiéndoles el Cielo! ¡Cuántas a las que imponéis una carga de dolor, que no siempre pueden soportar, con una existencia enferma, marcada con lacras dolorosas y de vergüenza! ¡Cuántas las que no pueden resistir a esta condición de martirio no querido por ellas antes impuesto por vosotros cual marca de fuego sobre su carne que vosotros engendrasteis sin reflexionar que, cuando os encontráis corrompidos como sepulcros rebosantes de putrefacción, no os es lícito engendrar hijos para condenarlos al dolor y a la aversión de la sociedad! ■ Mas ¿creéis vosotros que Yo haya de condenarlas por este su delito contra Dios y contra sí mismas? No. Antes que ellas, que pecan contra dos, estáis vosotras que pecáis contra tres: contra Dios, contra vosotros mismos y contra esos inocentes que engendrasteis para llevarlos a la desesperación. Pensadlo bien. Dios es justo y si pesa la culpa, pesa también las causas de la culpa. Y en este caso, el peso de la culpa mitiga la condena del suicida y recarga la vuestra, verdaderos homicidas de vuestras criaturas desesperadas. ■ En ese día de reposo que Dios puso en la semana y del que os dio ejemplo con el suyo, —pensad: Él, el Agente infinito, el Generante por Sí mismo se genera de continuo, Él os enseñó la necesidad del descanso haciéndolo por vosotros a fin de ser vuestro Maestro en la vida. Y vosotros, potencias despreciables, pretendéis no hacer caso como si fueseis más poderosos que Dios— en ese día de descanso para vuestra carne que se quiebra por el exceso de fatiga, sabed ocuparos de los derechos y deberes de vuestra alma. Derechos: a la Vida verdadera. El alma muere si se la tiene apartada de Dios. Dadle a vuestra alma el domingo —ya que no sabéis hacerlo todos los días y a todas las horas— para que en ese domingo se nutra de la palabra de Dios y se sature de Dios a fin de que goce de vitalidad durante los demás días de trabajo. ¡Qué dulce le resulta el trabajo en la casa paterna a aquel hijo al que el trabajo le tuvo alejado de ella durante toda la semana! Y ¿por qué no le proporcionáis esa dulzura a vuestra alma? ¿Por qué mancháis este día en vez de hacer de él una luz para vuestra felicidad presente y futura?
(4º) Y, tras el amor para quien os creó, está el amor hacia el que os engendró y hacia el que es vuestro hermano. Si Dios es Caridad, ¿cómo podéis decir que estáis en Dios cuando nada hacéis por asemejaros a Él en la caridad? Y ¿podéis decir que sois semejantes por amarle a Él tan solo no amando a los demás que fueron creados por Él? Cierto que Dios sabe ser amado sobre todos; pero nadie puede decir que ama a Dios si rehúsa amar a los que Dios ama. Amad pues en primer término a aquellos, que os han engendrado pues son los segundos creadores de vuestro ser sobre la tierra. El Creador supremo es el Señor Dios que forma vuestras almas y, dueño como es de la Vida y de la Muerte, permite vuestra arribada a la vida. Mas, son creadores segundos aquellos que, de dos carnes y de dos sangres, hacen una nueva carne, un nuevo hijo de Dios, un nuevo futuro habitante del Cielo, ya que para el Cielo fuisteis creados y para el Cielo vivís en la tierra. ■ ¡Oh Dignidad sublime la del padre y la de la madre! Santo Episcopado, digo con palabra osada pero verdadera, que consagra un nuevo siervo para Dios con el crisma del amor conyugal, lo lava con el llanto de la madre, lo viste con el trabajo del padre, lo hace portador de la Luz al infundir el conocimiento de Dios en las mentes infantiles y el amor de Dios en aquellos corazones inocentes. En verdad os digo que, por el solo hecho de haber creado un nuevo Adán, son los padres un poco inferiores a Dios. Mas cuando, después, los padres del nuevo Adán saben hacer un nuevo pequeño Cristo, entonces su dignidad es apenas inferior en un grado a la del Eterno. Amad pues a vuestro padre y a vuestra madre, esta doble manifestación de Dios a la que el amor conyugal transformó en «unidad», con un amor inferior tan sólo al que debéis al Señor Dios vuestro. Amadles por cuanto su dignidad y sus obras son para vosotros las más parecidas a las de Dios. Los padres son vuestros creadores terrenos y, como a tales, debéis venerarlos en todo. ■ Los formadores deben ser perfectos. Y vosotros, padres, amad a vuestra prole. Recordad que a todo deber le corresponde un derecho y que si los hijos tienen el deber de reconocer en vosotros la más alta dignidad después de la de Dios, y tributaros por ello el amor más grande después del de Dios, vosotros tenéis el deber de ser perfectos a fin de que no mermen el buen concepto y el amor de los hijos a vosotros. Recordad que engendrar una carne es mucho; pero nada al mismo tiempo. También los animales engendran una carne y muchas veces cuidan de ella mejor que vosotros. Mas lo que vosotros engendráis es un ciudadano del Cielo. De esto es de lo que os debéis preocupar. No apaguéis la luz en las almas de vuestros hijos ni permitáis que la perla de su alma adquiera tendencias al fango, no sea que de tal tendencia les lleve a sumergirse en él. Dad amor santo a vuestros hijos y no vanos cuidados de su belleza física ni de su cultura humana. Es la belleza de su alma, la educación de su espíritu las que debéis procurarles. ■ La vida de los padres es muchas veces sacrificio, al igual que la de los sacerdotes y la de los maestros conscientes de su misión. Estas tres categorías corresponden a los «formadores» del espíritu o la psiquis si así lo preferís. Y dado que el espíritu se relaciona con la carne en la proporción de 1000 a 1, considerad qué perfección habrán de alcanzar los padres, maestros y sacerdotes si de verdad han de ser lo que deben. Digo «perfección». No basta «formación». Deben formar a otros; mas para formarlos sin deformidad han de modelarlos conforme a un modelo perfecto. Y ¿cómo han de poder llegar a ser ellos perfectos si no se modelan conforme al Perfecto por excelencia que es Dios? Y ¿qué es lo que al hombre puede capacitarle para modelarse según Dios? El amor; siempre el amor. Sois hierro tosco e informe. El amor es el horno que os purifica y derrite haciéndoos flúidos para colaros a través de las venas sobrenaturales en el molde de Dios. Sólo cuando estéis formados vosotros conforme a la perfección de Dios, seréis los «formadores» de los demás. ■ De tal palo tal astilla. Muchas veces son los hijos una réplica de la quiebra espiritual de sus padres y así por los hijos se advierte lo que llegaron a ser sus padres. A veces de padres santos nacen hijos depravados, pero esto viene a ser excepción. Generalmente uno de los padres no suele ser santo, y, como os resulta más copiar lo malo que lo bueno, el hijo copia al menos bueno. E igualmente es cierto que de padres malos nace a veces un hijo santo. Pero también aquí es difícil que en los padres ambos sean malos. Y así, por ley de compensación, el más bueno de los dos es bueno por dos y, con oraciones, lágrimas y palabras realiza solo cuanto deberían hacer los dos formando al hijo para el Cielo. ■ De todas formas, hijos, sean quienes fueren vuestros padres, Yo os digo: «No los juzguéis antes, amadles, perdonadles y obedecedles en todo cuanto no sea contrario a mi Ley». Queda para vosotros el mérito de la obediencia, del amor y del perdón, de ese vuestro perdón de hijos, María, que acelera el perdón de Dios hacia vuestros padres y tanto más lo acelera cuanto el perdón es más completo. La responsabilidad de vuestros padres y el justo juicio de los mismos, tanto en lo que atañe a vosotros como a Dios, queda en manos de Éste que es Juez único.
(5º) Resulta ocioso explicar cómo el matar es falta al amor:al amor hacia Dios al que despojáis del derecho de vida y muerte para con una de sus criaturas y del derecho de Juez. Sólo Dios es Juez y Juez santo. Y si Él concedió al hombre el establecimiento de tribunales de justicia para poneros un freno así en el delito como en el castigo, ¡ay de vosotros si, como faltáis a la Justicia de Dios, faltáis también a la justicia del hombre erigiéndoos en jueces de vuestro semejante que os faltó o creéis que os haya faltado! ■ Considerad, pobres hijos, que la ofensa y el dolor trastornan la mente y el corazón y que la ira y el mismo dolor echan un velo ante vuestra mirada intelectual, velo que os impide la visión de la verdad real y de la caridad tal cual os la presenta Dios a fin de que sepáis regular según ella hasta vuestro justo enojo y no cometer así con excesiva y despiadada condena una injusticia. Sed santos aun cuando os está quemando la ofensa y, sobre todo entonces, acordaos de Dios. ■ Sed santos igualmente vosotros, jueces de la tierra. Tenéis entre las manos los más vivos horrores de la humanidad. Escudriñadlos con mirada y mente imbuidas de Dios. Pensad el verdadero «porqué» de ciertas «miserias» y pensad que, si bien son verdaderas «miserias» de la humanidad que se degrada, son así mismo múltiples las causas que las producen. En la mano del que mató buscad la fuerza que la movió a matar y acordaos de que también vosotros sois hombres. Preguntaos a vosotros si, de haberos visto traicionados y abandonados y provocados, seríais mejores que aquel o aquellos que están ante vosotros aguardando la sentencia. Pensad, haciéndoos un severo examen a vosotros mismos, si no podría culparos alguna mujer de ser vosotros los verdaderos asesinos de aquel hijo que ella eliminó porque, tras los momentos de placer, faltasteis a vuestro compromiso de honor. Y si lo podéis hacer, sed también vosotros severos. Mas si después de haber pecado contra aquella criatura nacida por obra de vuestra insidia y de vuestra lujuria, queréis alcanzar aún el perdón de Aquel a quien no se le engaña ni pierde la memoria por años y años que transcurran de una vida correcta tras aquella incorrección que no quisisteis reparar o aquel delito que provocasteis, trabajad al menos en prevenir el mal y, sobre todo, allí donde la ligereza femenina y la miseria ambiental predisponen a las caídas en el vicio y en infanticidio.
(6º) Recordad, hombres, que Yo, el Puro, ■ no me negué a redimir a las mujeres sin honor y, para suplir el honor de que carecían, hice brotar en ellas, la flor viva del arrepentimiento que redime. Di mi amor compasivo a aquellas pobres desgraciadas a las que un mal llamado «amor» habíalas hundido en el fango y mi amor verdadero las salvó de la lujuria que el tal amor les incoculara. Si las hubiese maldecido y rechazado, habríalas perdido para siempre. Las amé hasta por el mundo mismo, el cual, tras haber gozado de ellas, las cubre con su desprecio hipócrita y con su mentido desdén. En lugar de las caricias pecaminosas, Yo las acaricié con la pureza de mi mirada; en vez de las palabras de delirio, Yo tuve para ellas palabras de amor; y, en lugar del dinero, precio vergonzoso de sus besos, les entregué los tesoros de mi Verdad. Así es, hombres, cómo se hace para sacar del fango al que se encuentra hundido en él y no abrazarse a su cuello para perecer los dos, o lanzarle piedras tal vez para hundirlo más. Es el amor, siempre el amor, el que salva. ■ ¡Qué gran pecado contra el amor, sea el adulterio lo tengo ya dicho y no lo repito por ahora! Hay tanto que decir sobre este desahogo de la animalidad —y tanto que no lo entenderíais, puesto que hasta os jactáis de ser traidores al hogar— que me callo por piedad hacia mi pequeña discípula. No quiero agotar las fuerzas de esta criatura, ya exhausta, ni turbar su ánimo con crudezas humanas porque hallándose próxima a la meta, piensa tan solo en el Cielo.
(7º) Es obvio que falta al amor todo aquel que roba. Si se amase a los otros como se ama a sí mismo no se arrebataría con violencia lo que es del prójimo. Los latrocinios lo mismo pueden ser de mercancías, de dinero, como de empleos. ¡Cuántos hurtos cometéis robándole un puesto al amigo o un invento al compañero! Sois ladrones, tres veces ladrones, al hacer esto. Lo sois mucho más que si robaseis una cartera o una alhaja, porque sin éstas se puede seguir viviendo, mas sin un puesto de trabajo se muere y con el desposeído del puesto muere también de hambre su familia.
(8º) Os doté de la palabra en señal de superioridad sobre todos los demás animales de la tierra. Ahora bien, ¿puedo decir que me amáis por la palabra cuando hacéis de este don del Cielo arma de la que os servís para arruinar al prójimo mediante falso juramento? No. No me amáis a Mí como tampoco al prójimo cuando juráis en falso, antes me odiáis. ¿No reflexionáis que la palabra mata no sólo la carne mas también la reputación del hombre? El que mata odia y el que odia no ama.
(9 y 10º) La envidia no es caridad. Es anticaridad. El que desea los bienes ajenos inmoderadamente es un envidioso y no ama. Contentaos con lo que tenéis. Pensad que, bajo apariencias de dicha, se esconden con frecuencia dolores que sólo Dios ve y que se os ahorran a vosotros, menos felices en apariencia que aquellos a quienes envidiáis. ■ Y si por ventura el objeto deseado fuese la mujer del otro o el marido ajeno, sabed entonces que al pecado de envidia añadís el de lujuria y el de adulterio. Inferís con ello una triple ofensa a la Caridad de Dios y al prójimo”.
* En resumen: “El pecado es carencia de caridad y, por eso, debe expiarse con el amor. El amor que no supisteis darme en la tierra, debéis dármelo en el Purgatorio”.-Jesús: “Como veis, contraviniendo el decálogo, contravenís al amor. E igual sucede con los consejos que os dí, que son la flor del árbol de la Caridad. Ahora bien, si faltando a la Ley faltáis al Amor, es obvio que el pecado es carencia de caridad y, por eso, debe expiarse con el amor. El amor que no supisteis darme en la tierra, debéis dármelo en el Purgatorio. Y aquí tenéis por qué digo que el Purgatorio no es sino sufrimiento de amor. Durante toda vuestra vida amasteis poco a Dios en su Ley. Os echasteis a la espalda su pensamiento. Vivisteis amando todo menos a Dios. Justo es pues que, no habiendo merecido ni el Cielo ni el Infierno os ganéis el Paraíso encendiéndoos en la Caridad y ardiendo en ella en la medida que fuisteis tibios sobre la tierra. Justo es que suspiréis de amor durante miles y miles de horas de expiación por las miles y miles de veces que dejasteis de suspirar sobre la tierra por Dios, fin supremo de las inteligencias creadas. A cada vez que volvisteis vuestras espaldas al amor corresponden años y siglos de nostalgia amorosa. Años o siglos, según la gravedad de vuestra culpa. Seguros ya de la posesión de Dios, conocedores de su suprema belleza por aquel fugaz encuentro del primer juicio cuyo recuerdo se os renueva haciéndoos más viva el ansia de amor, suspiráis por Él. Lloráis vuestro alejamiento y os hacéis cada vez más permeables a aquel fuego encendido por la Caridad para vuestro bien supremo. ■ Cuando, por obra de las plegarias de los vivientes que os aman, llegan a vosotros los méritos de Cristo lanzados como ardorosas esencias en el fuego santo del Purgatorio, os penetra mucho más fuerte y profundamente la incandescencia del amor, y, entre el rutilar de las llamas, va haciéndose cada vez más diáfano en vosotros el recuerdo de Dios al que visteis en aquel instante. Al igual que sucede en la vida de la tierra que, a medida que crece el amor, tanto más tenue se hace el velo que oculta de la Divinidad al viviente, otro tanto ocurre en el segundo reino: que, cuanto más aumenta la purificación y, por tanto, el amor, tanto más próximo y visible se muestra el rostro de Dios. Se trasluce y sonríe ya por entre el rutilar del fuego santo. Es como un sol que por momentos se va acercando y su luz y su calor van anulando progresivamente la luz y el calor del fuego purgativo hasta que, ■ pasando del merecido y bendito tormento del fuego purgativo al conquistado y feliz refrigerio de la posesión, os desplazáis de la llama a Llama, de la luz a Luz, elevándoos hasta alcanzar a ser luz y llama en Él, que es el Sol eterno, al modo de una chispa absorbida por una hoguera o una candela arrojada a un incendio. ¡Oh gozo de los gozos, cuando veáis que subís a mi Gloria, que pasáis de aquel reino de espera al Reino del triunfo! ¡Oh conocimiento perfecto del Perfecto Amor! ■ María, este conocimiento es un misterio que, solo por benevolencia de Dios puede la mente conocer pero no con palabras humanas describir. Cree que merece la pena sufrir durante toda la vida a trueque de poseerlo a la hora de la muerte. Ten por cierto que no se da más subida caridad que procurarlo con la oración a quienes amasteis sobre la tierra y dan ahora comienzo a su purgación mediante el amor, ese amor al que, en vida, tantas y tantas veces cerraron las puertas de su corazón. ¡Animo! Bendita a quien se han revelado verdades ocultas. Sigue adelante, obra y elévate. Hazlo por ti y por todos aquellos a los que amas y se encuentran en el más allá. Deja que el amor vaya consumiendo la urdimbre de tu vida. Vierte tu amor sobre el Purgatorio para abrir las puertas del Cielo a los que amas. Feliz de ti si aciertas a amar hasta lograr la consunción de todo aquello que es débil y que pecó. Al encuentro del espíritu purificado por la inmolación del amor vienen los Serafines que le enseñan el «Sanctus» eterno que ha de cantar a los pies de mi trono”. (Escrito el 21 de Octubre de 1943).
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1  Nota  : En el dictado 43-432 del diecisiete de Octubre de  mil novecientos cuarenta y tres, relatado en el tema “Muerte-Resurrección de la carne”.
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43-463.- ¡Oh Justicia que eres Bondad. Solo para Ti eres Justa, misericordiosa para tus hijos!
* El Padre que regula ¡todo el Universo! para que esté al servicio del hombre, solo os pide amor. Este es vuestro deber.- ■ Dice Jesús: “El hombre cree poder criticar a Dios y sus obras. ¿Por qué hace esto? ¿Por irreflexión tan solo? No, siempre por soberbia. Este veneno, uno de los tres venenos de Lucifer, es el que actúa siempre en él. En su soberbia, no valora la diferencia existente entre él y Dios y le trata como a un igual. Cierto que Dios os llama hijos suyos, hechos a su imagen y semejanza; mas decidme, hombres; en las relaciones entre padres e hijos que vienen determinadas únicamente por la ley de una conciencia recta, ¿acaso trata un hijo de igual a igual a su padre? No. El amor al padre no exime al hijo de ser respetuoso con él. Y aun el profundo amor de un hijo para con el mejor de los padres se halla siempre penetrado de reverencia como el del padre lo está de autoridad. Será una autoridad hecha de sonrisas y de palabras de bondad; pero siempre será autoridad que aconseja y dirige. Y ¿habría de ser de otra suerte tratándose del Padre santo? ■ Ahora bien, si un padre de la tierra es merecedor de vuestro reverente y reconocido amor porque os alimenta y viste con su trabajo, si merece vuestro respeto porque os guía con su experiencia; si merece vuestra obediencia por ser él para cada uno de vosotros la máxima autoridad, —y así lo fue desde Adán— Dios, el Padre que os creó, que os amó, que proveyó a vuestras necesidades, que os salvó por medio de su Hijo en la parte que no muere, el Padre que regula todo el Universo —fijaos: todo el Universo— para que esté al servicio del hombre y así le da lluvias y rocíos, luz y calor, guía y camino, comida y vestido, voz y consuelos, fuego y bebida mediante el curso de los vientos y de la evaporación de las aguas que forman las nubes que riegan la tierra mediante el sol que enjuga y fecunda y con sus torrentes de luz esteriliza los morbos y alivia la vida; mediante los astros que, a modo de relojes eternos y brújulas perfectísimas os indican la hora y la dirección de vuestro camino por tierras y desiertos, por montes y océanos; mediante las mieses, los frutos, los animales y las hierbas; mediante los cantos y lenguaje de los animales que os están sujetos; mediante las plantas vivas o sepultadas desde milenios y los manantiales que, no solo apagan la sed sino que curan vuestros males ya que en ellos disolvió elementos salutíferos, ¿no debe ser amado, respetado, obedecido y servido ese Dios Padre vuestro? Servido, no porque seáis siervos suyos sino porque es dulce y justo dar a quien tanto hace por vosotros ese poco que de vuestra poquedad podéis darle. ■ Y vosotros, hijos de Dios y hermanos de Cristo que os habla para enseñaros a amar, no tenéis que hacer sino dar a nuestro Padre santo y admirable —ya que Él, Señor como es del Universo que le obedece cual vosotros no sabéis ni queréis, de nada necesita— no tenéis más que darle amor porque este amor es lo que Él quiere de vosotros, lo mismo que Yo, Dios como Él e Hijo suyo santísimo, se lo di y se lo doy. Este es vuestro deber. Y cómo haya de entenderse este deber os lo tengo ya mostrado. Amadle, obedecedle y así cumpliréis con vuestro deber”.
* Confiad en Dios pues sus decretos están escritos en los libros del amor. Decíos: la aparente falta de premio es solo para los sentidos, pues Dios siempre premia al que le ama y obedece.Jesús: “Y, después de haberle amado mediante la obediencia a sus llamadas de amor, no os arroguéis el derecho de quejaros si Él no os recompensa con esplendidez. ¿Qué derecho tenéis de ello? Decíos siempre: «No hemos hecho sino cumplir con nuestro deber». Decíos siempre: «Dios lo hizo antes que nosotros». Decíos siempre: «La aparente falta de premio solo es válida para los sentidos, pues Dios nunca deja sin premio al que le ama y le obedece». ¿Sabéis vosotros, polvo esparcido por el suelo, los secretos del Altísimo? ¿Podéis decir que leéis los decretos de Dios escritos en los libros del amor? ■ Veis el momento presente; pero ¿qué sabéis del minuto que le sigue? ¿No reflexionáis que lo que en el momento presente puede pareceros un bien, es un mal en el futuro y que si Dios no os lo concede es para evitaros un dolor, una fatiga mayor de la que ahora vivís? Mas aunque fuese, aunque así fuese, ¿os es lícito acaso imponeros a Dios? ¿Qué más habéis hecho de lo que debíais? ¿No pensáis que no sois vosotros sino que es siempre Dios vuestro creador, por cuanto Él os da infinitamente más de lo que vosotros le dais?”.
* “Por un verdadero acto de amor Dios detiene, incluso, el movimiento de los astros revocando el decreto del Cielo. Si la fe puede remover árboles y montañas, el amor vence a Dios”.-Jesús: “¡Oh Justicia que eres Bondad! ¡Oh Justicia sublime y santa que solo para Ti eres Justa y, en cambio, eres misericordiosa para tus hijos! ¡Oh Justicia, río que no se desborda para castigar sino para derramar sus ondas formadas por la Sangre santísima de mis venas, vertida hasta la última gota, hecha de las lágrimas de María, del heroísmo de los mártires y de los sacrificios de los santos, río cuya corriente es Piedad y que prefieres tornar al manantial mediante un milagro de poder porque la Misericordia es tu dique, más fuerte que tu enojo, siendo el Amor el otro dique, amor de un Dios que hizo de Sí mismo un baluarte con el que resguardar al hombre del castigo y conquistarlo para la Vida! Amad a esta Justicia a la que le duele castigaros; amad a este Padre que cumple con su deber de padre y es benigno al no exigiros exactitud en el cumplimiento de vuestro deber. ■ Lo dije y lo repito: Por un verdadero acto de amor Dios detiene, incluso, el movimiento de los astros revocando el decreto del Cielo. Si la fe puede remover árboles y montañas, el amor vence a Dios. Cada acto de verdadero amor hace destellar con centuplicados fulgores el divino volcán de fuego y de luz en el que vivimos al amarnos, enciende los Cielos de gozo con el de Dios Uno y Trino y, como desde una nube celeste, hace descender gracias y perdón hasta sobre quienes no saben amar en consideración a quienes sí lo saben. Amad y bendecid al Señor. ■ Como sabéis pedir y exigir que se os escuche, sabed también dar gracias. Con harta frecuencia os olvidáis de ello. La gracia de Dios llega a retirarse cuando os convertís en tierra estéril que no es capaz de producir una flor siquiera de agradecimiento para el Padre que cuida de vosotros. A quienes, aun dentro de la prosperidad, saben acordarse de que son hijos míos, les digo bendiciéndoles: «Id en paz. Vuestra fe amorosa os salva ahora y siempre»”. (Escrito el 25 de Octubre de 1943).
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43-504.- Tomando pie del libro de la Sabiduría (1), el Señor habla de la idolatría de las teorías humanas, de los sentidos corrompidos, del poder.
* El universo y sus leyes constituyen la prueba innegable de un Dios. Mas como el hombre no es capaz de crear lo que Dios hizo así tampoco lo es para hacerse esa Fe sin la cual es inevitable el error. Y cae en la idolatría. El mundo actual es campeón de tal depravación.- ■ Dice Jesús: “Cuando un hombre, aunque alejado del conocimiento del verdadero Dios, llega a comprender por un impulso de su alma recta que debe existir un Dios y levanta un altar en su corazón al Dios desconocido del que habla Pablo, este hombre se halla mucho más cerca de Dios que no aquellos que, tras haber recibido instrucción sobre la existencia de Dios, han pretendido explicar las obras admirables de Dios mediante teorías humanas. Son más idólatras y malditos estos adoradores de su pensamiento o del pensamiento de otros homúnculos parecidos a ellos, que aquellos que adoran a un astro o a un animal. Estos son salvajes y confundidos; mas los primeros son civilizados que se hacen salvajes. Semejantes a los que se mutilan de propio intento, esos tales amputan su parte más noble y santa arrojándola como inservible. ■Mirad con ojos honestos y recto pensamiento la cosas de Dios y veréis resplandecer en ellas a Dios. Porque ¿cómo es posible escudriñar las leyes de las diversas vidas y los secretos del Universo sin antes confesar que este universo y esas leyes constituyen la prueba innegable de un Dios? ¿Podéis acaso con todo vuestro progreso aumentar en un solo hilo de hierba el prado que os ofrece su verdor? ¿Es tal vez capaz vuestra ciencia de generar un nuevo animal saliendo de aquellas leyes que Dios marcó desde que los crió macho y hembra? Y a pesar de vuestros experimentos que os colman de orgullo, ¿habéis conseguido acaso, no digo crear la vida, pero ni detener la muerte? No. Llegáis a fecundar los huevos de los más insignificantes de entre los millones de animales que existen; a prolongar los latidos de un corazón embrional; mas no a hacer lo que Dios hizo: un hombre de la nada ni a mantener el latido de un corazón que muere una vez que Dios ordena al polvo tornar al polvo y al alma volver a Él. Sin semilla no podéis hacer que nazca ni una sola hebra de hierba. Con toda vuestra electricidad no alcanzáis a reanimar un cuerpo muerto. Tan solo conseguís generar enfermedades y muerte, estragos y desventuras. ■ Y como no alcanzáis esto, logrando únicamente aumentar la confusión sobre la tierra y en las conciencias, tampoco sabéis crear para vosotros en vuestro interior esa Fe sin la cual es inevitable el error. Os extraviáis. Os fabricáis religiones; mas no tenéis la Religión. Amáis a un hijo, al marido, a un pariente más que a Dios y perdéis el amor y el respeto a Dios si os la arrebata. Amáis y hasta veneráis como a un dios a cualquier hombre desgraciado que se autoproclama «dios» siendo tres veces más fango que vosotros y dobláis ante él, no ya la espalda —esto sería poco mal— sino vuestro criterio y, sobre todo, vuestra conciencia. Pecáis por agradarle. Si llego a disculpar a quienes pecan por amar desordenadamente a un familiar, no perdono, en cambio, a quien se vende y vende su conciencia a una potestad contraria a Dios. Es preciso ser hijos de Dios aun frente a los tiranos y arrostrarlo todo antes de quemar la propia alma delante de los ídolos de barro. Cuando el hombre pierde el culto santo del verdadero Dios y cae en la idolatría de seres iguales o inferiores a él, adulterando en sí mismo la joya admirable que le hace semejante a Dios todo se deprava en él. Y no resulta exagerado decir que el tiempo en el que os encontráis es un campeón de tal depravación puesto que ninguna le falta”.
* ¿Cómo llegan al altar los hombres y las mujeres de hoy?.- Jesús: “A mis altares, ¡oh falsos cristianos! que de cristianos tenéis tan solo las apariencias pero que no sois tales en vuestro interior, vienen muchos que no son lo que debieran ser. Y esto es perjudicial para el hombre que debe saber no fornicar, y, si le estimula la carne con el grito de la sangre, escogerse una esposa sin esperar a ser viejo y entregar a ésta un cuerpo incontaminado. Y esto en justicia ya que lo mismo quiere él de ella y también por caridad puesto que los contagios no siempre se producen sin peligro antes, junto con el cuerpo que se envilece y el alma que se corrompe, está la enfermedad que con tanta frecuencia hace de vosotros unos leprosos que transmitís esa lepra a la compañera y a los inocentes. ■ Doble mal supone para la mujer presentarse a Dios, ante su altar, mediante juramento hecho a un hombre con la más fea mancha que puede mancillar a una mujer. Mintiendo a Dios, al hombre compañero suyo y al mundo, usurpan una bendición, una protección y una consideración de las que no es digna. Mas la bendición descendida sobre ella se cambia en castigo por cuanto a Dios no se le engaña. Ladrona y adúltera, será juzgada conforme a esas culpas suyas. Ladrona, porque defrauda de su derecho al compañero y le roba una confianza de la que no es digna; y a Dios una bendición de la que es menos digna aún; priva de una madre y de sus derechos a los pre-nacidos y su alma muerta no exhala ni un gemido al recordar a los anulados antes de despuntar la aurora de la vida o a los abandonados, cual cachorros errantes, por las márgenes de la vida. Adúltera, porque «la que mira a un hombre con deseo comete ya adulterio», y ella consumó el adulterio al no saber domar el deseo de su carne saciando con él, por el contrario, su hambre depravada”.
* Consecuencias de una vida entregada a la idolatría del sentido y del poder.-Jesús: “Viviendo como vivís en idolatría, os sentís proclive a derramar sangre en homicidios individuales o en homicidios colectivos como son las guerras, las cuales son casi siempre, y las de ahora lo son todas, hurtos y fraudes no justificados por móvil alguno. Sois ladrones de las tierras y de los derechos de los demás y homicidas de los hijos de otros. Sois mendaces y defraudadores, tanto en pequeña como en gran escala. No existe la honradez en la vida. La palabra del hombre se halla desprovista de honor y por eso lleváis a cabo con toda tranquilidad obras de deshonor. ●Estáis corrompidos: en vuestros pensamientos, gustos, obras y sentidos. Corrompidos hasta lo más hondo, mucho más que cuerpos sepultados desde hace diez veces cuatro días. Estáis corrompidos hasta en lo que Yo creé incorruptible para vosotros: en el espíritu al que habéis dado muerte y que es todo él una gusanera rezumando sucios pensamientos y obras inmundas. ● Estáis corrompidos y sois corruptores de vuestros semejantes, así grandes como pequeños. Ya no respetáis ni la infancia ante la que fornicáis con la mayor indiferencia con actos y palabras, mancillando esos lirios en capullo con vuestras inmundicias. Se abrirán manchados ya y exhalarán cada vez más los hedores de muerte porque vosotros, en igual medida, los corrompisteis. ● Vuestro arte, hasta el arte, signo de vuestra realeza sobre el resto de los animales y de vuestra naturaleza de semidioses que recibisteis del verdadero Dios, Creador vuestro, como una chispa de su Mente creadora, hasta el arte se encuentra corrompido y es corruptor, siendo causa de repugnancia para todos aquellos que, raros, cual solitario pino montano, saben acordarse del Cielo y continuar enhiestos con su copa dirigida a Él. ● Sois infieles. Infieles a Dios, a la Patria, a la familia, a la esposa, a los hijos, a los deudos y a los amigos. Sois Judas que vendéis todo por el brillo del dinero o por la sonrisa de una serpiente femenina sin que sepáis qué cosa sea la fidelidad que, cuando se honra a Dios sobre todas las cosas y a cualquier precio, presta seguridad al amigo, heroicidad al corazón para defender la bandera, sinceridad al amor de aquel que os ama y constancia a la amistad de aquel que pone en vosotros su confianza. ●Sois pendencieros y cualquier ocasión os sirve para desfogar vuestros instintos de fieras que se desatan hundiendo sus colmillos en la sangre de los hermanos. ● Sois mentirosos porque decís amar a Dios, a la Patria y a la familia, pero lo decís con los labios tan solo prontos como estáis para traicionarlo todo y a todos si esperáis obtener de ello alguna ventaja en la tierra. Y, dado que, conforme a la ceguera de vuestra alma, poco es lo que os puede venir directamente de Dios, hacéis de Él trampolín de lanzamiento para conquistar la estimación de los hombres, nombrando para ello a Dios y echando mano de la hipocresía, a fin de aparecer buenos y conseguir cuanto ambicionáis de los hombres, engañados por vuestras apariencias de corderos cuando sois, ¡oh hipócritas!, cabrones cargados de pecados. ●Sois opresores porque, al no aceptar mi ley de Caridad, caéis inevitablemente en la ley opuesta y así tenéis por lícito lo ilícito con tal de que os convenga. Por esto odiáis a vuestros semejantes y los oprimís y, dado que los que se parecen a vosotros en la dureza de corazón saben haceros frente, oprimís a cuantos no se os oponen por ser «hijos de Dios» en el verdadero sentido de la palabra. ●Sois contaminadores de cuanto tocáis. La mirada, hasta vuestra mirada, hombres saturados de apetitos obscenos, es una contaminación. Vuestra palabra, al igual del silbido de vuestro verdadero padre: la infernal Serpiente, vuelve a seducir. Y vuestro pensamiento da a luz engendros que son veneno para las mentes y para los ojos, llegando el incentivo de vuestro veneno a turbar la sensibilidad y a despertar los sentidos. ● Sois invertidos en los sentidos. Nunca como ahora, cual fruto heredado de siglos de vicio, se halla difundida esta particularidad que os hace inferiores a los brutos. Lejos de combatirla, por ser unos depravados, os complacéis en ella y la explotáis en provecho de vuestros bolsillos. Causáis repugnancia a los mismos demonios. Y nada digo por respeto a mi portavoz. ■ Esto es lo que os proporciona la idolatría del sentido y del poder que vosotros ahora con tanto ahínco practicáis y a la que os entregáis sin pensar que por ella y por sus frutos seréis castigados por Aquel que lo ve”.
* Lo que dije, dicho está sin que cambie por milenios que transcurran”.- Jesús: “No soy un dios de carne o de escayola que no siempre está presente o que no tiene ojos para ver. Soy el que Es, que está en todas partes y desde mi trono escruto y anoto las obras todas de los hombres. Soy el que habló para daros el modo de conduciros. Lo que dije, dicho está sin que cambie por milenios que transcurran. Soy el Eterno, Único Dios. Soy el Señor Dios vuestro del que no se da otra reproducción. Soy el Único en mi Santísima Trinidad. ¡Malditos quienes no se cuidan de Mí y me repudian por seguir a la Bestia!”. (Escrito el 5 de Noviembre de 1943).
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1  Nota  : María Valtorta añade a lápiz: Sabiduría Cap. 13-14:
Sab. 13: “En verdad, son varios los que andan equivocados y no han reconocido a Dios y no supieron por las cosas visibles descubrir a Aquel que Es. Han mirado las obras y no han conocido al artesano…”. Sab. 14: “La invención de los ídolos fue el origen del libertinaje…”.
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43-537.- Visión intelectual del “Amor del Padre”.
* Jesús conforta a María Valtorta haciéndole sentir el amor del Padre.- Dice Jesús: “El Padre te mira. Como pajarillo que se siente abrigado y seguro bajo los vigilantes cuidados de sus padres, así te encuentras tú bajo la mirada de Dios que te contempla con amor. Piensa que estás cobijada, caldeada, nutrida por el Amor. El Dios Eterno, nuestro Padre, está sobre ti. Mira y siente esta fuerza que se derrama sobre ti desde lo alto de los Cielos, esta sonrisa que te inunda de alegría sobrenatural, esta luz que te calienta y dirige. Necesitas verla con el ojo de la mente para poder hacer hoy de ella tu pan. ■ Otro alimento te será dado y bien amargo por cierto. Mas él de tal manera nutrirá tu espíritu, que su amargura será incapaz de ocasionarte la muerte”.
* Visión:
■ Esta comunicación la tuve de improviso mientras estaba corrigiendo unos folios mecanografiados, habiéndola recibido en unos momentos en que leía folios nada placenteros y otros míos personales. Y al mismo tiempo tuve la visión intelectual del “Amor del Padre”. Digo “Amor del Padre” por cuanto no podría decir haber visto al Eterno Padre del modo que veo al Hijo: humanamente. Mas, ciertamente, lo vi. Y si, al hablar un día de María Santísima (1), dije que vi el cuerpo espiritualizado de María al modo de una emanación de luz en la luz, aunque siempre en forma de cuerpo, ■ ahora podría decir que he visto una luz inmensa, de una alegría incomparable en la que se transparentaba una idea de rostro. Digo idea porque era como si esa inmensa luz lo velase acumulando sobre él estratos y más estratos de esplendor a fin de hacérmelo capaz de ver con mis pobres ojos humanos. Un rostro vuelto hacia mí y dos brazos extendidos como para protegerme o abrazarme. Nada más. ■ Eso que entreví era de una belleza incomparable. La mirada viva, de una perenne juventud y, a la vez, penetrada de una dignidad propia de edad madura con un mirar bondadoso de anciano. Su semblante, igualmente, era majestuoso aunque sin muestras de vejez o de excesiva juventud. Un rostro, en fin, perfecto en la edad y en la forma. ¡Pobres palabras mías, qué pena me causa vuestra insuficiencia para la descripción! Mas lo que, de verdad, resulta indescriptible es lo que mi Jesús denomina “la sonrisa” del Padre. Es un rictus carente de voz, pero que encierra en sí todas las palabras más reconfortantes. Y yo, lo mismo que un pajarillo llegado hasta el trance de temblar de soledad y de miedo, de frío y de inanición, me siento penetrar y caldear por ella, perfectamente segura. Sea bendito el Altísimo que, a una pobre criatura como yo, le permite comprender su paternidad santísima. (Escrito el 15 de Noviembre de 1943).
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1  Nota  : En el dictado 43-333 del 12 de Septiembre de 1943, relatado en el tema “María Stma. Virgen-Madre”.
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43-584.- Es preciso tornar a Dios para no errar.
* “Cuando el hombre se aparta de Dios y de lo sobrenatural para darse a su yo y a las cosas naturales, sucede siempre que disminuye al propio tiempo la felicidad. El primero en morir es el gozo sobrenatural. El segundo en perecer es el bienestar material”. Dice Jesús: “Cuando el hombre se aparta de Dios y de lo sobrenatural para darse a su yo y a las cosas naturales, sucede siempre que disminuye al propio tiempo la felicidad que consigo lleva inherente la posesión de estas últimas. El primero en morir es el gozo sobrenatural, esa seguridad y esa paz que confieren fortaleza en las vicisitudes de la vida haciendo que el hombre no se sienta solo, así se vea en un desierto o sobreviviente en un pueblo destruido, porque advierte sobre sí y en su derredor el amor de un Padre y la asistencia de fuerzas inmateriales pero sensibles a sus sentidos espirituales. ¡Dichosos los que disfrutan de este gozo! Ellos están en posesión de las riquezas eternas. El segundo en perecer es el bienestar natural. ■ No miréis con envidia a quien, no obstante vivir en desacuerdo con Dios, os parece que tenga su plato a rebosar. No sabéis cuáles ni cuántas otras cosas puedan faltarle en su casa ni cuánto tiempo haya de durarle su plato lleno. De todas formas, sabed que cuanto más se acreciente para el rebelde contra Dios su bienestar actual, tanto más aumentará el rigor de su más allá. No estarán los Epulones en el seno de Abraham sino los Lázaros de corazón rico en obras santas y en obediencias a la Voluntad santa. Los rebeldes al Señor y lo mismo quienes de Él no se acuerdan, viven afanados en aumentar su bolsa y sus graneros, sus casas y haciendas, sus cargos y honores. ¡Ilusos infelices que, cuanto más trabajan por saciarse, más les roe la carcoma del pecado, lo mismo que hace el ratón en un saco de trigo que, por más que se rellene siempre está menguando puesto que pesa sobre sus obras el castigo de Dios! ■ ¿Cómo? ¿Cómo es que hoy día habéis hecho del presente que muere término de vuestra existencia y ya no tenéis en vuestro espíritu ojos para ver a Dios ni latidos para pensar en Él? ¿Han prosperado vuestras empresas? ¿Habéis acrecentado vuestras riquezas? ¿Es mayor vuestra felicidad? No. Como llamarada en un pajar, tuvieron un rápido flamear que sedujeron a los simples (no de espíritu) pero que solo duró lo que dura el fuego alimentado con paja que al punto se apaga dejando como residuo un poco de ceniza que el viento disipa y que resulta desabrida al paladar y molesta a los ojos. Vuestro aparente triunfo se resolvió en derrota y en dolor, desbaratándoos a vosotros y a cuantos sedujisteis”. (Escrito el 2 de Diciembre 1943).
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Números cap. 23º, v. 12-19-21
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43-646.- De algunos versículos del libro de los Números se extrae la enseñanza de que la obediencia al mandato de Dios es distintivo de los siervos de Dios.
* Las exigencias divinas son infinitas; todas justificadas por un fin de amor: a un siervo le impondrá callar, a otro hablar, a otro aislarse… Ahora bien, todos deben amoldarse al querer de Dios y así todos serán iguales en el mérito ante Él.- Dice Jesús (1): “El verdadero siervo de Dios, ante cualquier presión de fuerzas humanas que intenten desviarle de las sendas del Señor, responde: «¿Puedo acaso decir o hacer algo distinto de lo que me ha ordenado el Señor?». La obediencia al mandato de Dios, cualquiera que sea, es el distintivo del siervo de Dios. Las exigencias divinas son infinitas y todas ellas justificadas por un fin de amor. A ése le impondré callar, a aquel hablar, a éste aislarse y a aquel otro hacerse director de almas. A aquel le daré vista sobrenatural y, a aquel otro, voz sobrenatural. Ahora bien: amolden mis siervos todos sus actos a mi querer y serán para Mí todos iguales en el mérito. ■ Yo no os fuerzo hasta el punto de que podáis negaros a obedecerme. No. Ni aun a aquellos que son en mis manos blandos cual copo de lino dispuesto para ser hilado, les fuerzo a obedecerme. Pero cuanto más «míos» son, tanto más fácil, y grata resulta para ellos la obediencia, de suerte que, aun a costa del propio peligro —pues el mundo odia a los que son de Dios— y el del sufrimiento propio —puesto que el mundo desata sus odios contra mis «santos» haciéndoles sufrir— ellos permanecen fieles a mi mandato. Ellos, labios purificados por el amor y corazones hechos espejos de Dios por la caridad que es la que constituye su vida, no hacen ni repiten sino lo que Yo les sugiero. Seguidores benditos de mi Hijo, copian a su Maestro cuya obediencia, por divina, fue infinita, no prevaliéndose de su naturaleza para escoger las obediencias fáciles antes gustó e hizo suyas, incluso aquellas que repugnan al hombre, ser inferior a Dios, llegando a abrazarlas el mismo Hijo de Dios para ser vuestro ejemplo. ■ Mas Yo, que no miento ni cambio, os juro que bendigo a éstos porque no hay ídolo alguno en su corazón sino que en él se erige un solo altar: el mío, desde el que retumba —si bien para ellos es voz de Padre que no aterroriza sino como sonido de órgano celeste que arrebata el espíritu con gozo santo— mi Voluntad, tan sagrada para ellos como Yo mismo. Yo me encuentro en estos siervos míos (2). Y mi presencia es como el toque de victoria de que habla el Libro, ya que pone en fuga a todos los enemigos del espíritu haciendo de éste un seguro conquistador del Cielo. ■ Después de haber entrevisto durante la vida, benigno y sonriente, el Rostro de Dios a través de los velos de las lejanías de la Voluntad, conocerán a la «Estrella de Jacob», a mi Hijo santo, al Justo en cuya Mano traspasada coloqué el cetro de rey, la vara sagrada con la que en el Día del Juicio señalará a los benditos y a los malditos, siendo para mis siervos dulce como una caricia. Seguid desde ahora al Dominador eterno que os conduce por camino seguro a la posesión del Reino de Dios solo con que obedezcáis, de lo que os da ejemplo el hombre del que habla el Libro y no hagáis vuestro arbitrio tanto en el bien como en el mal sino únicamente lo que el Señor os dice”. (Escrito el 16 de Diciembre de 1943).
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1  Nota  : Con todo, a partir al menos del párrafo tercero, parecen palabras del Padre Eterno.   2  Nota  : María Valtota anota aquí entre líneas: Núm. Cap. 24, v. 13-17.
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(<La Virgen da la razón por la que los presentes a la circuncisión de Jesús no supieron reconocer a Jesús>)
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43-679.- Los presentes a la circuncisión no supieron descubrir al Dios aparecido.
* “Para descubrir a Dios es preciso hacer de la búsqueda el fin de la vida. Entonces es cuando Él se descubre”.- ■ Dice María Virgen: “Si los que presenciaron el rito hubiesen tenido su espíritu despierto, habrían alcanzado a ver qué Majestad era la que se ocultaba tras aquellas Carnes infantiles y habrían adorado al Dios aparecido entre los hombres para llevarles a Dios. Mas entonces, como ahora, tenían los hombres su corazón obstruido por cuanto es práctica rutinaria y no religión, intereses y no alejamiento del mundo, egoísmo y no caridad, soberbia y no humildad. Y así no apareció a sus ojos el rostro de Dios transparentándose a través de las Carnes del Inocente. ■ Para descubrir a Dios es preciso hacer de su búsqueda el fin de la vida. Entonces es cuando se descubre Él sin más misterio, es decir, con aquel tanto de misterio que Él, en su Sabiduría, juzga conveniente reservaros para no desaparecer ante su fulgor, porque —has de saber, María, que la visión de Dios, tal cual es y como solo en el Cielo es posible ver, por cuanto los que en el Cielo se encuentran son ya espíritus a los que la santidad hizo aptos para contemplar a Dios— es de una potencia tal que solo nuestra naturaleza hecha a semejanza de Dios puede soportar, del modo que un hijo puede siempre ver el poder y la belleza de su padre sin que por ello se sienta asustado ni humillado. ■ En el Cielo, tras la vida humana, es cuando el hombre adquiere la verdadera semejanza con Dios y es entonces cuando puede mirarle fijamente y acrecentar su fulgor con el Fulgor divino y su beatitud con la contemplación del Amor que os ama”. (Escrito el 28 de Diciembre de 1943).
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43-681.- El Eterno Padre celebra el Nombre de su Hijo, Dios encarnado, y pide esculpir de nuevo ese Nombre Santo de Jesucristo sobre el ara del corazón sin Dios.
* Hay muchos cristianos desprovistos de su Dios, con tal desnudez religiosa que se muestran más paganos que los atenienses que erigieron un altar «al Dios desconocido». Es conocido ese Dios al que el Padre le dio un Nombre. Nombre santo por cuanto en su Nombre está el compendio de su Perfección y de su misión sublime.- Dice el Padre Eterno: “Escribe, pues hay quien lo está deseando y piensa en ello. Pablo de Tarso, un tiempo sinedrita convencido y perseguidor encarnizado de los discípulos de Cristo, vuelto ya a la Luz por obra de una fulguración divina y convertido en apóstol incansable de mi Hijo, anunció a los Atenienses en su Areópago a aquel Dios desconocido al que ellos habíanle dedicado un altar. También ahora hay muchos altares vivos desprovistos de su Dios sobre cuya desnudez religiosa podrían escribirse estas palabras al menos: «al Dios desconocido». Pues ni aún estas palabras describen a esos tales, que superan en su paganismo a los Atenienses de un tiempo, los cuales, no sintiéndose satisfechos con sus simulacros desprovistos de auténtica vida y, no hallándose ofuscados por la anemia religiosa que a vosotros os invade, percibían que, más allá del mentido Olimpo de sus dioses a los que habían atribuido sus propias pasiones y vicios, existía un Dios verdadero y santo al que invocaban dándole a conocer mediante aquel altar a Él dedicado sobre el que aún no había estatua ni nombre alguno a la espera de que la Revelación divina se los ofreciese. Mas vosotros conocéis a ese Dios verdadero porque Yo os revelé hace siglos y siglos y, no contento con habéroslo revelado, os mandé al mismo Dios, no mediante una falaz aparición o fugaz permanencia, sino revestido de Carne humana y viviendo entre vosotros por espacio de toda una vida. A aquella Perfección de la Perfección de Dios, —y recordad, hombres, que Dios es Caridad y que el compendio y la perfección de la Caridad se halla en Cristo que se encarna para daros Vida— a aquella Perfección que bajó para actuar entre vosotros, Yo le di un Nombre, nombre santo elegido por Mí por cuanto en su Nombre está el compendio de su Perfección y de su misión sublime. Nombre solo por Dios conocido en su verdadero significado. Nombre ante el cual palpita con más encendido ardor la Divinidad, brilla con más beatífico esplendor el Paraíso con su teoría de ángeles y de santos, se estremece el abismo y las fuerzas del Universo doblegan su poder reconociendo el nombre del Rey por el que todas las cosas fueron hechas”.
*  En el Nombre tres veces santo de Jesús está, como en el Templo de Dios, el Dios vivo… El aniquilamiento del Hijo (tomó forma para vuestra Redención) no fracciona la unión de las Tres Personas ya que la perfección de Dios no conoce límites ni separaciones. Solo Dios mismo podía ser el Templo para Dios.- ■ Dice el Padre Eterno: “En el Nombre tres veces santo y poderoso de Jesús está el esplendor y la gloria de Dios, Uno y Trino, ya que Él es el Santo de los santos en el que está, como en el Templo de Dios, el Dios vivo, verdadero y perfecto lo mismo que en el Cielo, eterno y operante cual rueda continua sin soldadura alguna que no cesa en su movimiento por espacio de los siglos y siglos anteriores al hombre, como tampoco durante los siglos y siglos subsiguientes a él. Por lo que, con propiedad, se dice en el Libro: «La casa a mi Nombre no me la edificarás tú, hombre, sino el hijo tuyo que saldrá de tus entrañas, él será el que edifique una casa a mi Nombre» (1). El Hijo del hombre nacido de una mujer de estirpe santa y a Mí consagrada, concebido por querer del Espíritu Santo sin gravamen de carnalidad sino por la sola infusión del amor, el Nacido de María que no abrió, al nacer, el seno virginal, como tampoco al concebirlo violó nadie aquel seno a Mí consagrado, el hijo, ¡oh Humanidad!, tuyo por parte de Madre e Hijo mío por su origen divino, será el que de Sí mismo haga la Casa sobre la que aparece grabada la Gloria de mi Nombre. Al ser inseparables en nuestra Trinidad, en Cristo se encuentran el Padre, el Hijo y el Divino Espíritu. El Hijo no es sino la Palabra del Padre que tomó forma para ser vuestra Redención. Mas su aniquilamiento no fracciona la unión de las Tres Personas ya que la Perfección de Dios no conoce límites ni separaciones. ¿Cómo ibais a poder albergar vosotros a Dios en un templo que no fuese infinito y santo cual a la Divinidad corresponde? Solo Dios mismo podía ser templo para Dios y llevar su Nombre sin menoscabo ni ofensa. Solo Dios podía habitar en Sí mismo y vivificar Él mismo los templos del hombre sobre los que ya no resulta mendaz el nombre puesto por el hombre por cuanto es el Nombre que Yo os indiqué”.
* Su Nombre es señal de salvación, señal que leerán los ángeles sobre las frentes que no han de morir. La Muerte, la verdadera Muerte aguarda a los desconocedores del Nombre de Jesús. Es necesario tornar a Dios esculpiendo de nuevo el Santo Nombre de Jesucristo sobre el ara del corazón sin Dios.- ■ Dice el Padre Eterno: “Solo Dios podía, ¡oh cristianos!, daros su Nombre como señal de salvación para todas las castas de la Tierra, ese Nombre que han de leer los ángeles sobre la frente de los que no han de morir para siempre y que, en virtud de tal Nombre, serán preservados de los azotes de la última hora al igual que preservó de la segunda muerte a los elegidos que, en la morada del Cielo, cantan la santidad del Nombre de mi Hijo. ■ ¡Ay de aquellos que reniegan de ese Nombre y le ofenden sustituyendo su marca santa por la demoníaca de Satanás o que, debido tal vez a la postración de su espíritu, llegan a olvidarlo como si una sustancia corrosiva lo borrase de su yo que recibe Vida de tal Nombre! La Muerte, la verdadera Muerte aguarda a los desconocedores del Nombre de mi Hijo al que conferí todo poder y todo juicio y ante cuyo Nombre se pliega mi Majestad a todo milagro, lo mismo que en el Universo deberían doblarse todas las criaturas en adoración santa y suave. ¡Oh hijos de mi Hijo! —al que su Nombre le llevó hasta empurpurarse de Sangre divina sobre la cima del Calvario y destellar, como única luz del mundo oscurecido ante las tinieblas del Viernes Santo, a fin de ser advertencia que desde lo alto de la cruz os indica el Cielo para el que fuisteis hechos y brilla a través de los siglos para seguir recordándoos el Cielo y nunca como ahora relampaguea para llamaros a Sí en esta ira por vosotros provocada, invocada y querida en la que perecéis entre borbotones de sangre y risotadas de demonios— ■ ¡oh hijos de mi Hijo!, esculpid de nuevo con vuestro dolor que torna a Dios, con vuestra esperanza que nuevamente se eleva a Dios, con vuestra fe a la que las lágrimas rebautizan, con vuestro amor que vuelve a encontrar el camino de la Caridad, el Santo Nombre de Jesucristo sobre el ara de vuestro corazón sin Dios, sobre el templo profanado de vuestra mente. Despojad, tanto ésta como a aquel de los simulacros de un culto que os ocasiona la muerte del espíritu y en su lugar, poned encima de ellos al Dios verdadero… Amad, cantad, invocad, bendecid, y creed en el Nombre de mi Hijo. En el Nombre del Justo, del Santo, del Fuerte, del Dominador y del Vencedor. En el Nombre de Aquel ante quien no resiste el Padre y por quien el Espíritu derrama sus ríos de gracia santificante. En el Nombre del Misericordioso que os ama hasta el extremo de haber querido conocer la vida y la muerte de la tierra y hacerse Alimento para nutrir vuestra debilidad y Sacramento para permanecer entre vosotros aún después de su retorno al Cielo llevando en vosotros a Dios. ■ Os lo juro por mi Santidad: no hay, no hubo ni habrá otro Nombre más excelso que Éste. Yo, Uno y Trino, estoy en Él con mi suprema manifestación de poderío y de amor”. (Escrito el 29 de Diciembre de 1943).
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1  Nota  : Cfr. 1 Rey. 8,19.
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1º de los Macabeos cap. 3º, v. 18-19-21

44-19.- Del libro primero de los Macabeos. Alcanzamos a ser potentes cuando Dios está con nosotros: porque “Del Cielo viene la fuerza”.
* “Cuando Dios está con vosotros, todas las fuerzas de la Tierra son como humo… Dios no está donde no hay amor hacía Él. No mintáis diciendo «Yo amo a Dios, pero no puedo amar al prójimo porque me ha hecho esto o aquello». No, no amáis. ¿Y Yo qué hice y qué hago con vosotros? ¿Amo sólo a quienes me aman? Y si bien es cierto que tengo predilecciones para los que me aman, para vosotros que me herís tengo sobreabundancia de misericordia… para llamaros a Mí y salvaros para Mi”. ■ Dice Jesús: “Más de una vez os he dicho y hoy, 6 de Enero, día de la manifestación de Cristo (1), os vuelvo a repetir, que, cuando Dios está con vosotros, todas las fuerzas de la Tierra juntas son como humo que un fuerte viento disipa. La fuerza no está en las armas ni en el número de los que están armados. La fuerza la tiene aquella parte que tiene a Dios consigo. Dios está donde hay honestidad de vida, amor al Señor, y justicia al derecho. Es en vano esperar que Dios esté donde las culpas rebasan ese límite que mi Misericordia admite; porque, recuerda cuando fui Hombre y sufrí los asaltos del enemigo al que vencí por haberme identificado con la Voluntad del Padre que no quiere que el hombre se pierda sino que venza y se salve. Dios no está en donde, prevaliéndose del poder, se cometen abusos y vejaciones. Dios no está en donde no hay amor hacia Él. Y no hay amor donde hay vida pecaminosa y anticaridad con el prójimo. ■ No mintáis diciendo: «Yo amo a Dios, pero no puedo amar al prójimo porque me ha hecho esto o aquello». No, no amáis. Si os alimentarais de la Caridad hasta el punto de hacer de ella carne y sangre vuestras, no podríais establecer en ella distinciones ni separaciones y así, del amor santo que se ha de dar a Dios, pasaríais sin discontinuidad al amor santo debido al prójimo. Si la Caridad fuese vivificante en vosotros, cubriría, a modo de manto divino, las miserias de los hermanos a los que os presentaría como réplicas menores de Dios del que son hijos al igual que vosotros. Si hicieseis de la Caridad el objeto de vuestra vida, seríais felices correspondiendo con amor al amor de los demás, sabiendo que con ello lograbais alcanzar la perfección en el amor que no se da esperando la recompensa del amor recíproco, sino creyendo con fe absoluta que el Buenísimo toma nota de vuestros afectos que los transforma en riquezas eternas que os las encontraréis a vuestra entrada en el Reino. Y Yo ¿qué hice y qué hago con vosotros? ¿Amo tan sólo a quienes me aman? No; amo también con un amor doloroso a quienes me ofenden. Os amé antes de que fueseis, aún conociendo las ofensas que habría de recibir de vosotros. ■ Y si bien es cierto tengo predilecciones celestiales para los que aman porque ellos, mis amadores, son el consuelo de mi corazón, para vosotros que me herís tengo sobreabundancia de misericordia y, como de fuente inexhausta, vierto sobre vosotros las ondas del amor para llamaros a Mí y salvaros para Mí, dándoos aquella felicidad que sólo en Mí podéis encontrar, penetrando y ablandando vuestra dureza y así haceros buenos, hijos que tanto me habéis costado y no queréis creer en Mí. No rechacéis la mano que os tiendo. Mano que sufrió los espasmos de haber sido traspasada, pero que sufre mucho más al verse rechazada, que al sentirse traspasada. Dulce hubiera sido para Mí su taladro, de haber sabido que de él habría de derivarse la salvación para vosotros, y caricias las infinitas heridas, besos las espinas y abrazo la cruz si mi pensamiento omnividente hubiera conocido que mi Sacrificio habría de obtener la salvación a todo el género humano. Y ahora mis manos caen abrumadas por el peso de la misericordia que no puedo derramar”.
* “Satanás ríe burlándose de Mí al creerme vencido por la inutilidad de mi Sacrificio. Mas no estoy vencido. Los vencidos serán siempre y únicamente los servidores de Satanás”.- Jesús: “El oro me lo entregan las plegarias de los santos; el incienso, el holocausto de las víctimas; pero la mirra, la mirra amarguísima me la proporcionáis vosotros que no me amáis y que con vuestro desamor me hacéis gustar de nuevo el cáliz del Getsemaní y la esponja del Calvario. Preciosísimos son tanto el oro como el incienso depuestos a mis pies que con tan ardiente deseo corrieron a la muerte por vosotros. Mas poco, muy poco, poquísimo son respecto a las montañas de mirra que recubren la Tierra y desde cuyas cimas ríe Satanás burlándose de Mí al creerme vencido por la inutilidad de mi Sacrificio. Mas no estoy vencido. Los vencidos serán siempre y únicamente los servidores de Satanás. Yo y mis salvados seremos los victoriosos eternos que desde nuestra pacífica, fúlgida y eterna gloria veremos desaparecer en la Muerte eterna a los abatidos por mi Nombre santo y terrible. ■ Hijos que aún me amáis, no temáis. Yo soy el Salvador. Y vosotros que, sin odiarme, no sabéis amar, apresuraos a venir a Mí. Os convoco en torno a mi bandera. Venid, creed, purificaos, inflamaos y esperad. Batid enemigos, tanto espirituales como materiales con la espada del amor”. (Escrito el 6 de Enero de 1944).
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1  Nota  : Cfr. Mt.2,1-12.
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44-40.- Contemplación del Paraíso.
* Fue como a modo de un cuadro que se me fuera descubriendo por grados.- ■ ¡Qué hermoso, qué hermoso, qué hermoso es lo que veo! Trataré de ser exactísima y clara al describirle (1), lo que me ha traído la Comunión. Que yo me sintiese feliz, usted ya lo sabe; mas qué clase de felicidad y qué visión gozosa me fueran concedidas desde el momento de la unión eucarística en adelante, no. Fue como a modo de un cuadro que se me fuera descubriendo por grados. Ahora bien, no era cuadro sino contemplación. Quedé recogida en él durante una hora larga sin otro rezo que esta contemplación que me arrebataba fuera de la tierra. Se inició inmediatamente después de recibir la Sagrada Forma y creo que a usted no se le pasó por alto cómo yo tardaba en responder y en saludar. Estaba ya trastocada. Eso no obstante, dije en alta voz toda la acción de gracias mientras se iba acercando hacia mí cada vez más nítida la visión. Y después me quedé quieta, con los ojos cerrados, como si durmiese. Mas nunca como entonces estuve tan despierta y dueña de mí misma. ■ La visión aún dura en su fase final mientras escribo. Escribo bajo la mirada de tantos seres celestiales que observan cómo digo únicamente lo que veo sin añadir detalle alguno ni modificación. He aquí la visión:
● No bien recibí a Jesús, sentí a María, nuestra Madre, al lado izquierdo del lecho, que me abrazaba con su brazo derecho atrayéndome hacia sí. Estaba con su vestido y velo blancos, igual que en las visiones de la Gruta en Diciembre. Me sentí envuelta a la vez por una luz dorada y por un suave, indescriptiblemente suave calor, y los ojos de mi espíritu buscaban el manantial de todo eso que yo sentía llover sobre mí desde lo alto. Me parecía como si mi aposento, aun siendo como es en su pavimento, en sus cuatro paredes y en los muebles, no tuviese ya techo y yo viese el azul sin confines de Dios. ● Suspendida en este azul, la Paloma Divina de fuego aparecía dispuesta perpendicularmente sobre la cabeza de María, y, naturalmente, también sobre la mía, puesto que yo la tenía apoyada, mejilla con mejilla, en María. El Espíritu Santo tenía las alas extendidas verticalmente siendo su posición erecta. No se movía y, eso no obstante, vibraba y, a cada vibración, se desprendían ondas, destellos de luz y chispazos de fulgor. Emanaba de Él un cono como de luz áurea cuyo vértice partía del pecho de la Paloma y su base nos envolvía a María y a mí, encontrándonos recogidos en este cono, en este manto, en este abrazo de luz festiva. Era una luz vivísima, mas, con todo, no deslumbraba, pues comunicaba a los ojos una fuerza nueva en cada esplendor que se desprendía de la Paloma cuya intensidad iba en aumento a cada vibración de la misma. ● Sentía que se dilataban mis ojos con un poder sobrehumano cual si no fuesen ya ojos de criatura sino de espíritu glorificado. Cuando por obra del Amor inflamado y suspendido sobre mí, llegué a alcanzar la capacidad de ver aún más allá, fue llamado mi espíritu a mirar más a la lo alto. Y, contra el azul más terso del paraíso, vi al Padre distintamente, por más que su figura estuviera formada de trazos de luz inmaterial de una belleza que no intento describir por superar la capacidad humana. Me aparecía como sobre un trono. Y digo así porque aparecía sentado con infinita majestad, por más que no viese trono, poltrona ni baldaquino, nada de cuanto en la tierra tiene forma de asiento. Aparecía a mi lado izquierdo (por darle alguna indicación, hacia donde está mi Crucifijo y, por tanto, a la derecha de su Hijo) si bien a una altura incalculable. Con todo, lo veía en los más nimios detalles de sus luminosísimos rasgos. Miraba hacia la ventana (siempre para darle una indicación de las diferentes posiciones). Miraba con ojos de infinito amor. ● Siguiendo la trayectoria de su mirada, ví a Jesús. Mas no al Jesús-Maestro que acostumbro ver sino a Jesús-Rey, vestido de blanco con una ropa luminosa y candidísima como la de María, una ropa que parece hecha de luz. Bellísimo, robusto, imponente, perfecto, deslumbrador. Con la mano derecha —estaba de pie— sujetaba su cetro que es a la vez un estandarte. Un asta, a modo de un báculo pastoral, pero más alto que mi altísimo Jesús, que no termina en el rizo del báculo pastoral sino en un asta transversal que forma, por tanto, una cruz hecha así (2), de la cual pende, sostenido por el asta más corta, un estandarte de luminosísima y cándida seda, hecho así (3), y marcado con una cruz purpúrea por ambos lados. Sobre el estandarte aparece escrita con diamantes líquidos, la palabra “Jesucristo”. Veo perfectamente las llagas de las manos pues con la derecha mantiene el asta en alto sujetándola por cerca del estandarte, y la izquierda hace indicación a la herida del costado que no la veo sino como un punto luminoso del que parten rayos que descienden a la tierra. La herida de la mano derecha se halla concretamente en la muñeca y semeja un rubí brillantísimo de la anchura de una moneda de 10 céntimos. La de la izquierda es más céntrica y extensa, pero que se alarga así (4) hacia el pulgar. Resplandecen como carbones encendidos. No veo otras heridas. Por lo demás el Cuerpo de mi Señor es bellísimo y aparece íntegro en todos sus miembros. ● El Padre mira al Hijo a su izquierda y el Hijo mira a su Madre y a mí. Le aseguro que si no mirase con amor no podría resistir el fulgor de su mirada y de su semblante. Es ciertamente el Rey de tremenda majestad, como se dice de Él (5). ● Conforme se va prolongando la visión, va aumentando en mí la facultad de percibir los detalles más insignificantes y de extenderse cada vez más mi campo de visión. En efecto, poco después veo a San José (junto al rincón donde está el Pesebre). No es muy alto, poco más o menos como María. Robusto. De pelo entrecano, rizado y corto, con la barba recortada en forma cuadrada. Nariz alargada y fina, aguileña. Dos arrugas surcan sus mejillas partiendo de los ángulos de la nariz y yendo a perderse por entre la barba a ambos lados de la boca. Ojos oscuros y buenísimos. Vuelvo a encontrar en ellos la mirada amorosamente buena de mi padre. Todo su semblante es bueno, pensativo sin llegar a ser triste, digno, pero extraordinariamente bueno. Aparece vestido con una túnica entre azul y violácea, como el color de algunas plantas pervincas y lleva un manto de color pelo de camello. Jesús me lo señala con el dedo diciéndome: “He aquí el dechado de todos los justos”. ● Después la Luz llama la atención de mi espíritu hacia otro lado de la habitación, esto es, hacia el lecho de Marta (6) y veo mi ángel. Está de rodillas, vuelto hacia María a la que parece venerar. Vestido de blanco, con los brazos puestos en cruz sobre el pecho tocando los hombros con sus manos. Tiene la cabeza muy inclinada, por lo que apenas si distingo su rostro. Veo sus hermosas alas largas, blanquísimas, puntiagudas, alas de verdad hechas para trasvolar raudas y seguras de la Tierra al Cielo, alas que ahora las tiene plegadas a la espalda. Con su ademán me enseña cómo se ha de recitar el: “Ave María”. Mientras estoy mirándole, siento que alguien está junto a mí al lado derecho, y me pone su mano sobre mi hombro derecho. Es mi San Juan con su rostro esplendente de amor festivo. Me siento feliz y me recojo en medio de tanta beatitud creyendo haber alcanzado ya el summum de la misma. ● Mas unos más vivos destellos del Espíritu de Dios y de las llagas de Jesús, mi Señor, aumentan más aún mi capacidad de ver y así contemplo a la Iglesia celestial, a la Iglesia triunfante. Trataré de describirla. En lo alto siempre el Padre, el Hijo y ahora también el Espíritu que está más arriba que los Dos, en medio de Ellos, envolviéndolos con sus fulgores. Más abajo, como entre dos laderas azules, de un azul que no es de la tierra, reunida en un valle dichoso, la multitud de los bienaventurados de Cristo, el ejército de los señalados con el Nombre del Cordero (7), una multitud que es luz, una luz que es canto, un canto que es de adoración y una adoración que es bienaventuranza. A la izquierda los coros de los confesores. A la derecha los de las vírgenes. No ví el de los mártires y, a este respecto, el Espíritu me hace comprender que los mártires se agregan a las vírgenes, toda vez que el martirio revirginiza el alma cual si acabara de ser creada. Veo a todos, tanto confesores como vírgenes, vestidos de blanco, de este blanco luminoso de los vestidos de Jesús y de María. Del suelo y laderas de ese santo valle emana una luz como de vivo zafiro. Luz despiden los vestidos tejidos de diamantes; luz, sobre todo, los cuerpos y los rostros espiritualizados. ● Y ahora voy a ver cómo me la compongo para describirle cuanto he notado en los diferentes cuerpos. Cuerpos de carne con espíritu vivo, latientes, perfectos, sensibles al tacto y al contacto, son únicamente los de Jesús y de María: dos cuerpos gloriosos, pero realmente “cuerpos”. Luz con forma de cuerpo, sin duda para que puedan ser perceptibles a esta pobre sierva de Dios, son el Padre Eterno, El Espíritu Santo y mi ángel. Luz ya más compacta, San José y San Juan, pues de ellos debo percibir su presencia y sus palabras. Llamas blancas son los cuerpos espiritualizados y todos los bienaventurados que integran las muchedumbres celestiales. ● Entre los confesores nadie se vuelve, todos miran atentos a la Santísima Trinidad. De entre los vírgenes se vuelve alguno. Reconozco a los apóstoles Pedro y Pablo pues, aun cuando sean luminosos y estén vestidos de blanco como todos, su rostro es más reconocible que el de los demás: es un característico rostro hebreo. Me miran con benevolencia (¡menos mal!). Veo a continuación tres espíritus bienaventurados que comprendo son mujeres, las cuales me miran, hacen señas y sonríen invitándome. Son jóvenes, si bien parece que los bienaventurados tienen todos una misma edad: juvenil, perfecta y una misma belleza. Son copias menos acabadas de Jesús y de María. Quiénes sean estos tres seres celestiales no puedo asegurarlo, mas porque dos llevan palmas y solo uno flores —la palma es lo único que diferencia a los mártires de los vírgenes— creo que puedo decir sin temor a equivocarme, que son: Inés, Cecilia y Teresa de Lisieux. ● Lo que, a pesar de mi buena voluntad, no lo puedo describir es el Aleluya de esta multitud. Un aleluya potente al par que suave como una caricia. Y a cada hosanna que entona a su Dios todo sonríe y esplende con mucha mayor viveza. ■ Cesa la visión y toda su inmensidad se diluye así: Me deja María y, con Ella, Juan y José, tomando María su puesto frente al Hijo y los otros dos el suyo en el coro de los vírgenes. Sea loado Jesucristo. (Escrito el 10 de Enero de 1944).
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1  Nota  : Se dirige al Padre Migliorini, su padre espiritual.   2  Nota  : Y María Valtorta traza una cruz latina muy alargada.   3  Nota  : Aquí María Valtorta dibuja toscamente una especie de escudo cruzado.   4  Nota  : Aquí María Valtorta  diseña un pequeño círculo elíptico  y alargado con la punta hacia la derecha. 5  Nota  : En el “Dies irae, dies illa”  de la  liturgia romana.   6  Nota  : Marta Diciotti.- Nació en Lucca  el año 1910 y  vivió al lado de María Valtorta a la que asistió con amor desde el año 1935 hasta la muerte de la misma, acaecida el 12 de Octubre de 1961. Actualmente guarda sus memorias en su casa de Viareggio. 7  Nota  : Cfr. Apoc. 7.
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Comentando el Salmo 93º (1)

44-211.- Del libro de los salmos. “Pedís intervenir a Dios castigando… «Dios de las amenazas ¿por qué no apareces?»”.
* “Si pues hubiese de intervenir para castigar a los grandes, como le pedís, ¿por qué no le ha de ser lícito castigaros por vuestros reiterados y numerosos pecados?… ¡Son tantas las pequeñas cosas si las comparáis con los delitos de los grandes pecadores…! Mas, con todo, provocan la avalancha, esa avalancha que os anega”.- ■ Dice Jesús: “Cuántas veces el hombre, particularmente en estos momentos, nos dice: «Pero, Señor, ¿por qué no intervienes castigando? Da a los soberbios y a los malvados su merecido. Si eres justo, ¿cómo puedes dejar que triunfen los malos y sufran tus fieles?». Hijos, os recuerdo una frase del Evangelio: «Antes de quitar la paja del ojo del hermano, arrancaos la viga del vuestro» (2). Es cierto que os veis atormentados por «grandes pecadores»; mas no estáis tampoco vosotros sin pecado. Vuestros pecados, mucho menores que los enormes de los corruptores del mundo, se han ido acumulando sin interrupción hasta provocar la indignación de Dios. ■ Habéis de pensar que Dios, todo Perfección y Justicia, juzga tanto los grandes como los pequeños pecados y que le repugna el gran pecado del grande y el pecado menor del pequeño. Si pues hubiese de intervenir para castigar a los grandes, como le pedís, ¿por qué no le ha de ser lícito castigaros por vuestros reiterados y numerosos pecados? Hay pecados de naciones enteras cuyos ciudadanos han olvidado y sustituido a Dios por otros infinitos dioses que van: de un «hombre» de entre ellos a una idea, de una idea a un cúmulo de costumbres morales, o más bien, amorales, de las que no hay ni una que Dios no repruebe. ¿Qué ha sucedido en consecuencia? Igual que lo que resulta de un derrumbamiento de arena. Hay lugares en la tierra en los que, por una particular composición, se van acumulando en aquel determinado lugar, lenta pero ininterrumpidamente, arenas transportadas por los vientos. Son precisos siglos; mas llega un momento en que la acumulación es tal que aquel repliegue de tierra no lo puede soportar y la sacude de sí provocando catástrofes que engullen pueblos y ciudades enteras. Si el hombre estuviese atento, atendería a contrarrestar la obra de los vientos con la suya propia para que no se formen estas acumulaciones con la misma tenacidad que emplean los elementos. Por el contrario, no presta atención antes se complace de que éstos vayan acumulando estratos de tierra en donde antes había rocas o enarenen un estuario aumentando el área cultivable; y disfruta del seudo-regalo del viento falaz y de la engañosa corriente haciendo de ellos fuente de lucro para gozar y triunfar por más que sea con perjuicio del pueblo vecino. ● ¿Prestar atención a ese granito de polvo? ¡De ninguna manera! ¿Qué mal puede hacer? Pues muchísimo, ya que, dentro de su pequeñez hecha grande por la acumulación de otras infinitas pequeñeces, es capaz de producir una catástrofe. Nada más diminuto que un granito de arena; pero agregadle millones y millares de millones de ellos y precipitadlos después, veréis qué horribles muertes provocan. ● ¿Qué cosa es aquel defecto, esa costumbre amoral? Nada: una nimiedad. ¿Pecado grave? ¡Qué va…! ¿Pecado venial? ¡Ni muchos menos! Una simple imperfección debida a la vida agitada de hoy o a la imposición de un complejo de circunstancias. Os decís: «¡Que no estamos en la edad media! Hay que ponerse a la altura de los tiempos y mirar más lejos. No hay que pensar que Dios esté siempre ahí con pluma y papel apuntando mis omisiones, mis satisfacciones y mis transacciones. Hoy he preferido despachar un asunto y no ir a la misa dominical o tener esos diez minutos de coloquio con Dios que es la oración matinal o vespertina. Porque, si no llego a aprovechar esta mañana la ocasión, ya no habría manera de dar con ese cliente; y de perder esos diez minutos, adiós la posibilidad de llegar a tiempo. Mañana…». ¡Diez minutos! Estáis media hora arrebujándoos en la cama, otra media en pláticas con la mujer y los familiares, una hora casi acicalándoos como afeminados y después no encontráis diez minutos para vuestro Dios. Tenéis seis días para tratar vuestros asuntos, que los pasáis de zascandiles, sin resolver nada y solo la mañana del domingo se os antoja urgentemente necesaria para despachar aquel asunto. Pero ¿es que aquel cliente, aquel profesional únicamente el domingo está libre? ¿Por qué? Si nadie, contra su mala costumbre, se hiciese buscar en domingo, ellos se verían precisados a dedicar a sus negocios durante los otros seis días restantes. Sois amorales tanto unos como otros y no os preocupáis de Dios. Eso es todo. ● Y así mismo: ¿Qué tiene de malo mi pequeña calumnia? ¡Pero, si no llega a calumnia, es murmuración…! Y, ni aún eso: es un chiste contado a espaldas de Ticio y Cayo para hacer reír, para presentarse bien informados o para caer en gracia ante los superiores y poderosos. Mas, en el fondo, aquella persona es de vuestro aprecio. Ya se sabe… hay que halagar a los superiores para conseguir su protección y, con ella, buenos puestos. Ya se sabe… tu muerte es mi vida y si ocupo tu puesto, pues yo tengo una familia con muchas exigencias, mejor. Porque, por lo demás, tú, colega, sabes vivir más modestamente. De esta suerte, robáis una reputación, un puesto y sois ladrones e hipócritas por plegaros a las exigencias y caprichos del epicureismo familiar y de la vanidad social o femenil. ● Item más: ¿qué hay de malo en hacer un poco la corte a aquella señora y en ella el dejarse hacer? Es quitar un poco de monotonía a la vida. Después volveremos a ser, como antes, simples amigos. Son cosas sin consecuencia alguna. No hay que ser puritanos. Pues bien, sois adúlteros e hipócritas y lo sois a los ojos de vuestros hijos que os parece que no ven, pero que lo ven todo, y a los que escandalizáis dándoles pie para que os juzguen. ● ¿Qué mal hay en emanciparse de los padres, del marido, en independizarse y hacer la propia vida como a uno le plazca? ● ¿Qué tiene que ver hacer del matrimonio un algo utilitario que nos permita contar con una enfermera y una sirvienta en la mujer o con un recurso en el marido para satisfacer nuestras necesidades y caprichos pero no la misión de procreación y crianza? Está bien que no vengan los hijos o que vengan en corto número. Suponen cruces, gastos, son motivos de disgustos entre los parientes A. y B. y entre los mismos hijos que les precedieron. Ningún hijo más fuera de aquel uno o dos que no se sabe cómo pudieron nacer. Y, una vez nacidos, nada basta para ellos: nodriza, niñera, institutriz, colegio… Así habláis vosotros. Sois asesinos o hipócritas. Suprimís vidas o almas. Porque, tened entendido: por bueno que sea un colegio y perfecta una institutriz, no lo es menos la madre, el padre y la familia. Esos hijos, que han sido de todos mucho más que vuestros, ¿cómo os van a poder amar con ese amor grande que sigue estando unido a vuestro interior como si tuviese echadas raíces en vosotros? ¿Cómo van a poder congeniar esos hijos con vosotros si sois para ellos extraños y viciversa? ¿Qué sociedad puede resultar de pueblos cuya primera forma de sociedad: la familia, es un algo árido, muerto y partido? Resultará una anarquía en la que cada uno piensa en sí cuando no en dañar a los demás. Y el dinero que os ahorráis negando el nacimiento a un hijo, ¿qué pensáis sea en vuestra cartera? Carcoma que roe vuestro caudal porque lo que no gastáis para un hijo lo gastáis aumentando tres veces más en diversiones, lujos inútiles y nocivos. Y ¿para qué os casasteis entonces, si no queréis tener hijos? ¿A qué reducís vuestro tálamo? El respeto hacia mi «portavoz» me obliga a silenciar la respuesta. Dáosla vosotros, ¡indignos! ¡Son tantas las pequeñas cosas si las comparáis con los delitos de los grandes pecadores…! Mas, con todo, provocan la avalancha, esa avalancha que os anega”.
* “Si los grandes hubieran tenido enfrente a un pueblo moral y cristianamente sano, compacto en la obediencia a la Ley de Dios y de la moral, no habrían podido llegar al logro de sus delitos… Y constituye mi dolor no poder intervenir porque, cuando intervengo, vosotros frustráis mi intervención con vuestra maldad”.- Jesús: “Yo lo dije en otra ocasión: «Si los grandes hubieran tenido enfrente —no digo en contra sino enfrente— a un pueblo moral y cristianamente sano, compacto en la obediencia a la Ley de Dios y de la moral, si quiera esta última fuese humana, no habrían podido llegar al logro de sus delitos. Su satanismo hubiese quebrado como espada de vidrio al dar contra un bloque de granito pulverizándose». Y Dios os hubiera bendecido y protegido. Vosotros, en cambio, habéis admirado a los mayores delincuentes en quienes veíais esa perfección de delincuencia que no podíais alcanzar vosotros, esa perfección de amoralidad que os satisfacía porque justificaba la vuestra. Y os decíais «Si así obra éste a quien admiramos, también nosotros podemos hacer lo propio». Y también: « Si Dios protege a éste que es así, ¿cómo no me ha de proteger a mí que soy menos?». ¡Estúpidos! Pero ¿creéis que Yo proteja a quien, para triunfar y llegar a hacerse cómplice para ello con cualquier otro y por cualquier medio, «despedazó a la viuda y al huésped y asesinó a los huérfanos»? (v. 6); ¿a quien traicionó la confianza ajena, a quien engañó a pueblos enteros y a quien no tuvo empacho en mandar al matadero a naciones enteras? ■ Pues bien, Yo veo, siento y anoto. Y constituye mi dolor no poder intervenir porque, cuando intervengo, vosotros frustráis mi intervención con vuestra maldad. Estáis tan envenenados que el bien lo transformáis en mal. ■ Ahora os hablo cual si fueseis rectos de corazón, os hablo a todos, aún a aquellos que rectos no son. Os quiero invitar una vez más. Pueblo mío, ven a tu Señor. Yo, el Señor, no rechazaré al pueblo que viene a Mí y, si permanece a mi lado proveeré por él «hasta que la justicia no venga a ser juicio, es decir, hasta que el tiempo no haya terminado y comenzado la eternidad» (v. 15). Abriré mis brazos haciendo de ellos escudo para quien cree en Mí y me invoca con corazón contrito y confiado en mi misericordia y «les defenderé de aquellos que van a la caza del justo y condenan la sangre inocente» (v. 21). Poca es la que aún hay sobre la tierra, mas por esa poca daré todavía la Gracia. Mirad que es vuestro Dios el que os conjura a ello: Volveos a Mí, quered volver a Mí. Liberaos individualmente de vuestra desobediencia moral y del estúpido vicio, y Yo después liberaré a la colectividad de sus azotes”. (Escrito el 26 de Febrero de 1944).
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1  Nota  : Salmo 93: “Dios de las venganzas,  Yavé,  Dios de las venganzas aparece. Álzate y da su merecido a los soberbios. ¿Por qué los malos triunfarán, hablarán insolencias, se jactarán todos los obradores de iniquidad? …”.   2  Nota  : Cfr.  Mt.  7,3-5; Lc. 6,41-42.
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Isaías cap. 7 v. 10-16 (1)
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44-291.- Del libro de Isaías.- “Me provocáis a manifestarme con una señal porque dudáis de mi existencia. Soy muy superior y ninguna señal sería comprendida por el mundo caído en las Tinieblas”.
* “No tenéis señal alguna de vuestro Dios porque no me manifiesto a quien me niega. En cambio tenéis las múltiples señales de aquel a quien adoráis como esclavos. El fin será como el principio. Fiel a mi palabra ya no mandaré otro diluvio. Pero dejaré que las fuerzas satánicas manden el diluvio de sus satánicas crueldades”.- ■ Habla Jesús (2): “Lo que mi antiguo hijo prudentemente, por el santo temor de Dios, no quiso hacer resistiendo a la tentación que Yo le mandé como prueba, lo pedís vosotros ahora, no por tentación mía sino por eructo de vuestro espíritu rebelde, guiado por las fuerzas del Mal e instigado por vuestro Enemigo al que amáis mucho más de lo que me amáis a Mí, vuestro Señor Altísimo sobre el que no hay otro alguno. Pedís una señal, mas la pedís con vuestro corazón impuro y vuestros labios blasfemos. Por eso vuestra petición viene a ser una burla de mi poder y una negación de mi existencia. Me provocáis a manifestarme con una señal porque dudáis de mi existencia. También en tiempos de mi Hijo, los judíos le provocaron a Él a que les diera una señal de su Naturaleza (3), porque negaban en su corazón que fuese el Hijo de Dios. Y la única señal que les hizo percatarse de su deicidio fue la que sobrevino tras la muerte de mi Verbo. Castigo no perdonado a quienes fueron sordos y ciegos a los prodigios y palabras de mi Cristo. ■ No tenéis señal alguna de vuestro de Dios porque Yo no me manifiesto a quien me niega. En cambio tenéis las múltiples señales de aquel a quien adoráis como esclavos. Él, el Enemigo, multiplica sus señales y vosotros, cercanos ya al tiempo de la adoración de la Bestia apocalíptica (4) venís a quedar seducidos por él, juzgando que el creador de esas señales sea más grande que Yo y sea el único que exista. Os decís: «¿Quién es Dios? ¿Qué es?», y os respondéis en vuestro interior para justificar maldades: «Dios no existe». Yo soy el que soy (5). Soy de tal manera superior a vosotros que ninguna manifestación sería a la sazón comprendida por el mundo caído en las tinieblas y en la insensatez más espantosas. ■ Lo que creéis progreso es vuestro retroceso hacia el crepúsculo de los primeros tiempos en los que los hombres, una vez perdidos Dios y su Paraíso, se diferenciaron muy poco de las bestias llevando su corrupción hasta el punto de decidirme a exterminar la raza que me causaba repugnancia (6). El fin será como el principio. El círculo se cierra acoplando, el uno al otro, los dos extremos. El nuevo diluvio, o sea, la ira de Dios vendrá de otra forma. Mas siempre será ira. Fiel a mi palabra (7), ya no mandaré otro diluvio. Pero dejaré que las fuerzas satánicas manden el diluvio de sus satánicas crueldades”.
* “Os envié mi Luz. Ella, mi Luz, mi Verbo, quedó como Maestro para aquellos que le aman y acogen su Luz en ellos. A esta Luz, que constituye su amor, no hay tinieblas que la puedan apagar porque ellos la defienden aun a costa de sus vida”.- Eterno Padre: “Tuvisteis la luz. Os envié mi Luz para iluminar con Ella la parábola de la humanidad. Os la mandé para que no se pudiese decir que os quise tener en el crepúsculo de la espera. Si la hubieseis acogido, toda la otra parte del círculo que ha de unir la carrera del hombre, desde su aparición hasta su fin, habría quedado iluminada por la Luz de Dios y la humanidad envuelta en esa Luz de salvación, que os habría conducido sin sobresaltos ni dolores hasta la Ciudad de la luz eterna. Mas vosotros rechazasteis la Luz y Ella brilló desde la cúspide del círculo, quedando siempre desde entonces lejos de vosotros que os fuisteis por otro camino sin decirle a Ella: «Quédate, Señor, con nosotros porque la tarde de los tiempos se avecina y no queremos perecer sin tu Luz». Como en el transcurso de la jornada vosotros, los hombres, vinisteis al encuentro de la luz y, después de tenerla, os volvisteis a las tinieblas, Ella, mi Luz, mi Verbo, quedó como Sol fijo en su Cielo al que tornó después que, no la muerte, sino vuestro rechazo, le devolvió a Él. Ella, mi Luz, mi Verbo, quedó como Maestro para aquellos que le aman y acogen su Luz en ellos. A esta Luz, que constituye su amor, no hay tinieblas que la puedan apagar porque ellos la defienden aun a costa de sus vidas. Por este su fiel amor tendrán la Vida en Mí puesto que al estar en posesión de mi Emmanuel, tienen ya, por tanto, a Dios con Ellos. ■ Ese Emmanuel que la Virgen a Mí unida concibió y dio a luz, es la única señal dada por Dios a la casa de David, al reino de Judá, para darle seguridad de su duración que habría de ser eterna de no haber rechazado mi pueblo a mi Emmanuel”.
.  ● “Él siempre supo discernir el Bien del Mal. Y si, por no violentar el orden, quiso recorrer las fases comunes de la vida humana, Él ocultaba los tesoros de su Sabiduría infinita. Llegada su hora vendría a ser Maestro de Israel, del mundo, Testimonio mío, dando al hombre discernimiento para distinguir el Bien del Mal”.-Eterno Padre: “Se dice en la profecía de mi profeta: «Él se mantendrá de manteca y miel hasta que sepa rechazar el mal y escoger el bien» (8). Por su sabiduría, que en Él perduró aun en su condición de Hombre a la que se aniquiló su Naturaleza divina por la exigencia de un amor tan grande que resultó para vosotros incomprensible —amor que le impulsó a envilecerse a Sí mismo, el Infinito, en la miseria circunscrita a una carne mortal— Él siempre supo discernir el Bien del Mal. No necesitaba del paso de los años para llegar a la posesión de la razón y de la facultad de discernimiento. Y si, por no violentar el orden, quiso recorrer las fases comunes de la vida humana bajo aquella apariencia de incapacidad infantil y de su semi-incapacidad pueril, Él ocultaba los tesoros de su Sabiduría infinita. ■ Mas esa frase profética viene a decir que habría de alimentarse de humanidad y ocultamiento hasta el momento en que llegada su hora, vendría a ser Maestro de Israel, Maestro del mundo. Testimonio mío, Defensor de la causa del Padre y, como llama sacada del celemín, habría de brillar con la potencia de su Luz y de su Naturaleza mesiánica, usando de dulzura con los buenos, de severidad con los malos, removiendo, regando y fecundado los corazones, dando al hombre —no a Él, que de tal dádiva no tenía necesidad— el discernimiento para distinguir el Bien del Mal, removiendo toda duda y toda nebulosidad en el empeño. Él vino a perfeccionar la Ley y, con sus enseñanzas, a presentárosla clara y asequible con su ejemplo. Vino y tanto amó el Bien y rechazó el Mal que aceptó la muerte porque triunfase el Bien en el mundo y en los corazones y fuese vencido el Mal con su Sangre divina”.
.  ● “Para mi Cristo, llegado a la edad viril, no más manteca y miel sino vinagre y hiel —en su hora extrema y antes en sus tres años de vida pública—, de esta raza proterva y el Padre, contristado por el dolor de su Hijo, cambiará su pena en ira. Nadie la aplacará. Solo hablará a los hijos que le han quedado fieles”.-Eterno Padre: “No más manteca y miel para mi Cristo una vez llegado a la edad viril sino vinagre y hiel. Vinagre y hiel en su hora extrema precedidos de los metafóricos vinagre y hiel de tres años de vida pública controvertida siempre por sus enemigos y dificultada por la torpeza de sus amigos y sus discípulos. Aún están los labios de mi Cristo bajo los efectos de la hiel y de vinagre de esta raza proterva y el Padre se encuentra contristado por el dolor de su Hijo, cambiándose su pena en ira hacia vosotros, hombres privados ya de espíritu de fidelidad para vuestro Dios. ■ El Sacrificio que se repite sobre los altares de la Tierra ya no resulta de salvación para vosotros antes, como cayó desde el Gólgota la Sangre de mi Hijo sobre sus occisores gritando en su dolor y provocando mi castigo, así cae ahora sobre vosotros hipócritas y blasfemos, negadores y viciosos, odiadores de Dios y del hombre vuestro hermano, marcándoos a sangre y fuego para la condena. ■ La Tierra grita como criatura empavorecida por los monstruos que la habitan; el Universo se estremece de horror ante los delitos que cubren la Tierra; Y yo, vuestro Dios, bramo de ira divina por vuestra corrupción de la carne, de la mente y del espíritu. Ni la compasión del Salvador, de la Virgen ni de los santos logran aplacar mi ira con sus ruegos. Verdaderamente vuelvo a decir como en los tiempos de Moisés: «A los que han pecado contra Mí borraré de mi Libro y si viniese entre vosotros una sola vez os exterminaré» (9). ■ Digo en verdad que solo a los hijos que me quedan hablo como amigo, ya que por su fidelidad han encontrado gracia en mi presencia y les mostraré mi Bien teniendo misericordia de ellos con más benignidad aún que con mi siervo Moisés puesto que mi Hijo Santísimo os trajo la suya instaurando el Reino de la Benignidad, y, sin esperar al día de vuestra arribada al Cielo, Yo haré brillar en vosotros, mis fieles hijos que me adoráis con santo respeto y con amor filial, la Faz de mi Cristo. Amadla porque quien la ama me ama a Mí. Amadla porque es vuestra salvación. La Estrella no despunta únicamente para Jacob (10) sino para todos cuantos aman a Dios con todas sus fuerzas. A todos ellos la Estrella Cristo, tras las luchas de la tierra, me los conducirá al Cielo en el que se halla preparado el puesto para vosotros, mis benditos, por quienes mi Verbo no tomó en vano Carne y por quienes mi Cristo tampoco murió inútilmente”.

* Anotación de María Valtorta acerca del comentario sobre Isaías.- ■ Después de tanto tiempo he vuelto a oír la voz del Padre. Creía fuese Jesús quien, desde esta mañana, me hacía sentir que iba a hablar sobre este fragmento de Isaías… Por el contrario era el Eterno Padre. Esto me hace feliz por más que el dictado sea particularmente severo para la humanidad en general. Quisiera el Padre aumentar cada vez más mi amor hacia Él y así consiga también el Cielo. Tras escribir este dictado me he puesto a descansar. Eran las dos de la mañana del 26 cuando he vuelto a ver a la Madre, no en visión sino como si estuviera viva en mi habitación. Hacía tanto que no la veía así, para mí sola, que estaba apenada por ello. Me he adormecido sintiéndola a mi lado, igual que una mamá, y me he despertado sonriendo todavía a tan dulce presencia que aún sigue presente. ¡Qué hermosa es! ¡Cuanto más se la mira y se le ama tanto más bella resulta! (Escrito el 25 de Marzo 1944).
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1  Nota  : Isaías 7,10-16:  Yavé le habló a Ajaz  por medio de Isaías:  “Pide una señal para ti de Yavé…”. Y Ajaz: “Ni pediré ni tentaré a Javé…”. Entonces Isaías dijo: “El Señor Dios os dará esta señal: «He aquí que la Virgen quedará en cinta y parirá un Hijo a quien llamará Emmanuel… Comerá leche, cuajada y miel hasta que sepa discernir el bien del mal»”.   2  Nota  : Por el contrario,  es el Eterno Padre el que habla, como así aparece al final del dictado.   3  Nota  : Cfr.  Mt.  16,1-4;  Marcos 8,11-13; Lucas 11,29-32.   Nota  : Cfr. Apoc.  13,1-18.   5  Nota  : Cfr.  Éx.  3,14. ; 6  Nota  : Cfr.  Gén.  6,7.  7  Nota  : Cfr.  Gén.  9,11.   8  Nota  : Cfr. Is.  7,15.   9  Nota  : Cfr. Éx.  32,33-34.   10  Nota  : Cfr.  Núm. 24, 17.
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.                                     Una experiencia de abandono de Dios
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.                                          (agonía espiritual, turbación satánica)
.                 vivida por María Valtorta durante 40 días, contada en 10 episodios

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44-325.- 1 de 10.- En la hora de las tinieblas (30 días de los que 25 son tinieblas).
I.- Veo únicamente a S. José que me mira con gran piedad, pero no me habla. Está en el ángulo de costumbre opuesto a mi lecho (10 de Abril).
II.- Veo a nuestra Señora vestida de blanco con la cinta azul como en Lourdes. Ora junto al lado derecho de mi cama, pero no me habla. San José se acerca y me acaricia en la cabeza diciéndome: “Reza, hija”. Obedezco llorando y esperando de nuevo (11-14).
III.- Al salir del sopor de once horas de duración, esta mañana a las siete, he sentido al Señor murmurar una oración al Crucifijo como dictándomela. Mas debido a mi estado de salud mi mente exhausta no ha sido capaz de retenerla. Se ha perdido, por tanto. A continuación se apodera de mí el pesado tormento y deliro intensamente, ¡Oh, qué horrible es el Infierno! Continúo hasta la 3 de la mañana, hora en que el Padre  quiere administrarme la comunión. Torna la calma (12-4).
IV.- Dice Jesús, mientras rezo (a las 10 horas): “Recuerda lo que dije de las posesiones” (1). Nada puedo recordar en el estado en que estoy. A las doce soy presa de un delirio aún más intensamente que el día 12. Todos han desaparecido: Jesús, María, José. ¡Todos! Desesperación y desolación (13-4).
V.- Tras una noche desasosegada, logro descansar al amanecer. Mas me desvelo de nuevo para reanudar la tortura que ahora no es el delirio sino un pensamiento exasperante y helador. El Padre me quiere dar la Comunión pero Yo la reputo casi como sacrilegio al estar mi corazón cerrado y hostil. Con todo, la Comunión va poco a poco llenándome de paz, de modo que hasta puedo rezar y oigo a Jesús —le oigo, no le veo— que me dice: “Ahora es cuando podrías hacer una descripción de mi agonía en el Getsemaní”. ¡Oh, vaya si la podría describir! Mas, nunca lo haré, creo yo. Sólo quien la haya vivido la puede comprender. Para los demás equivaldría a una blasfemia. ¿Sudar sangre? ¡Cuánto me maravilla que no quedara muerto sobre el peñasco, aplastado por el peso de aquella prueba tan inhumana! (14-4).
VI.- Cuando pienso que hoy, 15-4, no he de recibir la Comunión, me siento abatida. Se me figura que no he de poder ya resistir la recaída en aquel tormento atroz… es la 1,40 de la madrugada y me encuentro sola por no estar Marta esta noche en casa. ¿Qué hacer si el tormento llega a dominarme? Porque en tales circunstancias no soy dueña de mi misma. He dicho que no era necesario que alguien durmiese conmigo. Mas tengo miedo de mí misma, no de una crisis cardíaca. ¿Morir? ¡Ojalá! ¡Me siento tan mal…! Mas no desesperada. He estado rezando a Nuestra Señora de los Dolores por espacio de una hora. Haré ahora la penitencia que mañana no me será posible, lo que desde el martes no he podido hacer. ■ La haré ahora que tengo que luchar contra el pensamiento de la inutilidad de mi sacrificio que siento cómo va apoderándose de mí y no quiero que termine por adueñarse. Para ello me encomiendo con ilimitada confianza a la Misericordia de Dios. A las 11,10 mientras rezo para contrarrestar la acción del demonio sobre mi pobre humanidad (suenan las alarmas y las bombas caen cerca [2]) percibo una voz que reconozco y recuerdo, voz que me dirige una frase que ya se lo dijo a nuestro Señor: “Adórame y Yo te ayudaré siempre en todo y serás feliz” (3). Respondo: “No, ¡Jamás! En lo que está de mi parte, jamás. Si es que llego a enloquecer por el dolor de verme rechazada por Dios, entonces tal vez pueda hacerlo, mas mientras esté en mi sano juicio, no. Atorméntame si quieres, pero no cedo”. ■ Esta nueva batalla (no acierto a comprender [4], cómo sea atractiva la tentación tal como se acostumbra a presentarla) me hace entender cuál es la causa de mi sufrimiento actual. Advierta, que empuñaba en mi mano la Cruz. Mas ni a ella tiene ahora miedo. Tenía asimismo sobre las rodillas las estampas de Nuestra Señora de Fátima y de San José. Y ¿me puede creer que de ninguno tenía miedo? Un día me dijo Jesús: “Responde con mis propias palabras”. Y así he respondido: “Vete de aquí, Satanás, pues está escrito: Adorarás al Señor tu Dios y a Él solo servirás”. Con todo ¡cuánto dura esta prueba! (15-4).
VII.- He vuelto a leer los dictados cuya lectura ha supuesto un bálsamo para mí. Mas ¿en verdad que fui yo quien los recibió? Si así es ¿cómo es posible no percibir sensación alguna de aquella dulzura? He leído el episodio de Jesús y los niños (5) y llorado al recordar el gozo de aquella tarde cuando me parecía que Jesús me entregaba su mano para que la examinase. ¡Qué lejos está todo eso! Ahora, a punto de morir, nada tengo de tanto bien, nada en absoluto. ■ Y tengo miedo; me siento sola. Sola entre las tentaciones y peligros. Tengo miedo. He sido rebelde y carente de resignación. ¡He desagradado a Dios, a mi Jesús! No. No me lo perdono. Mas si Él no me ayuda en esta hora horrenda para mí ¿cómo habré de poder salir victoriosa únicamente por mis propias fuerzas? Sufro de un modo tan total y tan inhumano que no hay palabras para describirlo. No siento ya en mí la protección de Dios ¡Tengo miedo, un gran miedo! Miedo de todo. Miedo de la Tierra y del Cielo. Miedo de mí y de Satanás que está empeñado en apartarme de Dios. Miedo… (16-4).
VIII.- Y pienso que no está Ud. hoy y que por ello no comulgaré. Que de aquí en adelante esto sucederá todos los días. ¡Oh, mi Pan que eres mi gozo y que ahora te pierdo; Pan que de tan tarde en tarde te habré de tener! ¿Cómo podré estar sin Ti ahora que estoy a punto de morir? (17-4).
IX.- Ayer tarde, presa de la mayor desolación por haber visto roto hasta el último hilo de esperanza que me quedaba y al que yo pretendía hacer irrompible reforzándolo con la fe y con la oración constantes aunque doloridas, se me apareció el Redentor con la vestidura de escarnio que le proporcionó Herodes, flagelado ya, coronado de espinas y con las manos atadas. Venía hacia mí mirándome fijamente, lleno de dolor. ¡El Redentor! antes le llamaba con dulce afecto: “Jesús”. Ahora le llamo: “Señor”, “Dios”, “Redentor”; nombres hermosos ciertamente, aunque por demás ceremoniosos. Ya no puedo llamarle “Jesús” con la confianza de antes. ■ Nada absolutamente me ha dicho. Me deja sumida en la mayor tortura sin proporcionarme el más mínimo consuelo. ¡Es demasiado! Nada me da paz. Siento que mi mente vacila (18-4).
X.– ¡Oh Dios, veo ciertamente que me has abandonado! ¿En dónde estás que ni el recibirte me da paz? (19-4).
20-4.- Después de tan prolongado silencio dice la Bendita: “Me has contemplado desde el nacimiento hasta la muerte. Has sido mía como hija de María Niña, mía como hija de la Reina de los Cielos, mía en tres congregaciones diferentes a fin de que me amases continuamente. ¡Hija mía, te acompaño en tu llanto! Abandónate a mí”. Esto lo escuché al tiempo que besaba la estampa de María Santísima Niña e inmediatamente después me llegó la carta de Sor Isabelita.
21-4.- Hasta aquél hilo de unión me falta. Con todo, sigo rezando. ¿A qué pues tanto abandono?
22-4.- Nada. Cada vez mayor la más ruda desesperación.
23-4.- Nada. Mi desolación se exaspera. Por no poder más, le rezo únicamente a María, pues, aunque alejada de mí, la siento que se compadece, dispuesta a intervenir en mi favor.
24-4.- Nuevamente soy presa de la rebelión; la Rebelión, sí, porque ciertamente, es Satanás el que me golpea con ira para arrancarme de Dios y llevarme a la insania espiritual primero y a la física después. Dejo mi casa las 15,30… (6) y mi espíritu, herido de muerte queda allí. Desapareció María portavoz. El instrumento de Dios quedó deshecho por la inexorabilidad de Dios. ¿Quién puede entender esto? Ninguno. Todos no dicen sino frases rutinarias, sostienen todos tesis carentes de sentido que vienen a ser “contrasentidos”, ya que los hechos, con su cruda realidad, las desbaratan poniendo al descubierto más que nunca su irrealidad. ■ Ciertamente, en mi hora tremenda entre sufrimientos totales que solo Dios conoce —si es que aún se ocupa Dios del gusano que aplastó, del pobre gusano que se creía destinado a transformase en mariposa por el amor con que le nutría para ser destinado al Amor y que, por el contrario, fue rechazado con desprecio por el Amor— me atrevo todavía a formular una plegaria por la paz, por Paula (7), y para mover a Dios a que tenga misericordia de mí. Nada…
25-4.- Noche atroz. Jornada tremenda. A las 12 nueva despedida del P. M. que viene a agudizarlo todo. Llamo a María; mas parece no existir ya. El Cielo ha desaparecido para mí.
26-4.- Contemplo un crucifijo; aunque no a Jesús en la cruz. Un crucifijo tallado en madera sobre una cruz de madera. Un emblema, no Él tal como le veía anteriormente. Se me figura uno de esos crucifijos colocados a lo largo de los caminos como los que saludaba anteayer cuando iba moribunda en el coche. ■ Porque, aunque Él no me ama, yo le amo y este su desamor constituye mi mayor tormento y, por cierto, el más sorprendente, puesto que nunca pude imaginar que habría de llegar a convencerme de que Jesús ya no me ama.
27-4.- Se van acumulando unos sobre otros los sufrimientos tanto físicos como morales y espirituales y, a la par de ellos, su insoportabilidad. Todo me hace sufrir. Hasta la vista de las flores antes tan amadas por mí, me resultan indiferentes, incluso motivo de llanto. Nada quiero al faltarme Dios. Vuelvo a leer a sor Gabriela y me veo más que nunca igual a ella en el dolor. El clima, el aire, la luz, el agua, todo me produce daño. Los menudos sucesos diarios, consecuentes a la evacuación, agudizan mis sufrimientos. Me paso todo el día llorando hasta quedar exhausta. ■ Siento a los otros reír y bromear. Los veo alejados sin sentir compasión. Y al decir, los otros, me refiero a los familiares, que de los extraños nada se me da. Es lo que presentía. Confinada como estoy aquí arriba, soy una olvidada, una tan de buen grado olvidada ahora que ya no soy la que tiene que hospedar y consolar sino la que ha de valerse por sí y ser, a su vez, consolada. Y Dios no acude. ■ Rezo como me aconseja el Padre; pero Dios no viene, haciéndome enloquecer de dolor. Con todo y hallarme en estas condiciones, renuevo el ofrecimiento de mí misma por los fines de siempre: La Paz, el Reinado de Jesús, etc. etc. poniendo como única condición ésta: que me permita volver a mi casa”. También Sor Gabriela, con ser una criatura angelical, puso una condición. Puedo, por tanto, ponerla yo también. No cabe exigir lo imposible de un alma humana. Y quienes predican la entrega total, sin reserva alguna, son precisamente aquellos que, por su cuenta, no saben ofrecer ni un rasguño.
28-4.- Sigo en las mismas condiciones.
29-4.- Ha venido el sacerdote de aquí, al que yo no le he llamado, pues sé que es inútil, sino Paula que se ilusiona con que me reporte algún alivio. Por consideración a su dignidad le he acogido con el debido honor; mas me ha dejado como estaba.
30-4.- Jornada de desolación doliente. La Comunión me ha dejado tan árida como una piedra y más desconsolada que nunca. El Cielo se encuentra cerrado. Me paso todo el día llorando mi desdicha. Dios me ha abandonado y los hombres, en tales circunstancias, aún han aumentado mi aflicción mostrándose mordaces. ■ Ayer por la tarde me pareció como si el Cielo estuviese más cerca, puesto que vi, mentalmente, cómo se me aparecía la Virgen, viva, en lo alto de un árbol que se me figuró un olmo. Mas esto fue un instante. Después, la lobreguez de siempre y el silencio que me persigue desde hace 20 días. ¿Puedo ser yo la que oí tantas palabras y vi tantas cosas? ¿Estaba loca entonces? ¿O es que ahora, que nada merezco, estoy endemoniada? No pretendo gracias especiales que siempre las rechacé por miedo; pero al menos, el consuelo de la unión con Dios de que disfrutaba a partir del 23-4-43. A pesar de todo, rezo y, aunque sin sentir gusto alguno, sigo rezando. ■ Cuando miro en el espejo el campanario de aquí o escucho el tañido de sus campanas, adoro la Cruz o bien rezo el “Regina Coeli”. Mas, como en el que tiene obstruida la garganta, no baja el agua de la oración a apagar la sed del corazón. Ésta escapa de mí por más que yo, como el que muere de sed, eche mano de esta fuente.
1 de Mayo de 1944.– Veo y le reconozco al momento a mi Francisco de Asís. Le he visto dos veces. La primera esta mañana. Estaba de pie, vestido con una pobre túnica, no marrón sino de un gris-marrón como el plumaje de la tórtola salvaje. Se hallaba descalzo, con la cabeza descubierta y estigmatizado. Veía distintamente las llagas en las palmas de sus manos descarnadas. Estaba con los brazos doblados por el codo muy pegados al cuerpo, teniendo las manos a la altura de los hombros, como cuando el sacerdote dice: “El Señor está con vosotros”. Por eso veía perfectamente las llagas en sus palmas. Me miraba con dulce compasión, pero sin hablarme. ■ La segunda vez ha vuelto por la tarde viéndole mejor todavía. Tiene la cara tan descarnada que casi parece triangular. Sus cabellos, entrecanos dentro de un castaño claro y rasurados en redondo, marcan una línea suavemente ondulado sobre su frente alta y palidísima. Sus ojos son de color castaño claro, tristes y buenos, fuertemente hundidos en las órbitas; nariz alargada y fina; mejillas palidísimas y enjutas que se alargan en una barbilla rala cortada en punta; sonríe, pero sin alegría. Una sonrisa que tan solo pretende infundir ánimo. ■Habla y lo hace lentamente, con voz bien entonada aunque, al parecer, cansada. Accionando con su mano llagada me pregunta: “¿Te agradan mis olivos?”. Respondo: “No”. Me dice: “Pues bien… Si a mí me gustaban tanto era porque me recordaban a nuestro Señor Jesús en la Oración”. Le digo: “Tú, Padre, veías a Jesús en medio de ellos mientras que yo nada veo ya, dándome por ello únicamente tristeza”. Me contesta: “Esfuérzate, hija, por encontrar entre los mismos paz y alegría. Te lo digo. Grande era mi sufrimiento entonces, pues también yo estaba desengañado de los hombres y hasta dudaba del beneplácito de Dios sobre mi Obra. ¡Dichosos los que cumplen la voluntad de Dios y soportan por Él toda clase de tribulaciones! Trata de alcanzar esta dolorosa beatitud. Como ya ves, es la estigmatización del espíritu lo que produce un dolor mayor que ésta otra que rasga mis carnes… Lo sé; pero pruébalo. Llora y haz la prueba. ¡Cuánto sufrí yo también por tantas cosas! También yo me afeccionaba. También a mí me embargaba la nostalgia. También yo, en determinados momentos, sentí volverse contra mí la súplica que había formulado. Hubo ocasiones en que no hacía sino gemir. Sé qué cosa es tu dolor; pero te digo: esfuérzate por encontrar en todo dolor paz y alegría. Tras él vienen la alegría y la paz. Sé buena. Yo estaré a tu lado. Te bendigo con mi bendición” (8). ■ No es mucho; mas, al fin, un aura del Cielo que llega hasta mí. Nunca había visto ni oído al Santo al que tanto venero y, si usted recuerda, sentía por él una gran admiración. Ha venido a proporcionarme un tantico de consuelo en esta desolación…
2 de Mayo.- El Seráfico me había proporcionado un poco de calma. Me llega carta del P. Migliorini el cual, por pretender lo imposible de un ser, lo deja en plena tormenta. Me doy cuenta de que las teorías son la pantalla que se interpone y esconde la realidad, la unión y conformidad entre dos espíritus. El que por la bondad de Dios recibió un organismo privado de excitabilidad nerviosa, de impulsos, etc. etc. y que, por ello, se encierra fácilmente en la concha de “Así es y así tiene que ser”, no puede en manera alguna comprender cómo haya un instrumento tan distinto al suyo y tan tenso que vibre a los toques más ligeros y llegue a destrozarse con otros toques más rudos. Lo que basta para Ticio no sirve para Cayo, antes resulta motivo de mayor dolor, peligro, excitación y rebelión para éste. ■ No hay que anclarse, Padre Migliorini, en la teoría como en una boya. Es preciso desanclar y adentrarse por el mar en el que la navecilla de un alma, cogida en la vorágine de una tempestad que la aniquila, se ve batida y desarbolada, y llegar a comprender qué supone para ella el doloroso desengaño que le sobreviene tras su confiado amor que le hacía estar segura de la aquiescencia de Dios con una petición que nadie puede tachar de ilícita. ■ Creer mediante un puro acto de fe es bastante para salvarse y así espero seguir creyendo yo. Mas, creer por convicción de amor es imán que atrae al vértice del Cielo. Mas, ¿cómo conservarlo cuando nuestro amor viene a quedar literalmente triturado, indefensamente triturado, a medida que lo reunimos por constituir nuestra propia vida, sabiendo que sin él hemos de morir con una inexorabilidad tal que a la falta de la gracia no concedida se añade también el abandono más absoluto?
3 de Mayo.- Marta se encuentra en Lucca para la Festividad de la Santa cruz. Por más que mandarla fuera suponga para mí perder el único consuelo que tengo a mi lado, la he mandado gustosa para que ruegue por mí a la Santa Faz y le entregue mi ofrenda. ¡Oh, qué ofrenda! Ofrenda que me produce náuseas. Porque no es dinero lo que me place entregar a Dios; mas, ya que nada Él acepta, solo dinero debo y puedo darle como hacen los católicos fariseos. ■ Recibo por el correo palabras de consuelo que en mí producen turbación. Paula me dice: “No logro ya dormir”, ella que dormía 10 y hasta 12 horas seguidas. Y arguyo: “Pues yo, ni descansar ni dormir. Por fuerza habré de enloquecer”. Todo se me hace insoportable: personas, cosas, flores, animales, libros, todo me deja indiferente o, lo que es aún peor, excitada. Rezo, mas lo hago sobrecogida con el miedo de que mis súplicas se cambien para mí en un mayor castigo.
4 de Mayo.- Tras una noche de agonía física tal, capaz de hacer temblar incluso a todos esos que tan bien saben predicar la resignación y la jovialidad —cuando ellos, por el contrario, no se ven en el trance de aquellos a quienes endilgan su prédica— oigo la voz de María. No la veo, la oigo. Mas la miel paradisíaca se vierte al punto sobre mí. Me dice María Santísima: “Hasta entre hermanos pueden producirse tiranteces, incomprensiones y, en consecuencia, lágrimas. El hermano mayor se prevale de su primogenitura para ser exigente con sus otros hermanos menores. Mas una buena madre jamás es rígida, incomprensiva y sorda para el sufrimiento de los hijos de sus entrañas. Su corazón de madre se rasga con el llanto, tanto del primero como del último de sus hijos. Su seno es almohada para la carne de su carne, sea ésta la primera o la última nacida de ella. Sus manos se entrelazan suplicantes en favor del hijo que sufre por la intemperancia de otro hermano suyo no dándose paz mientras no ve aplacado al mayor y consolado al menor. Así acaece con las madres de carne y sangre. ■ Mas yo soy la Madre y no me habéis nacido de la carne y de la sangre sino de mi espíritu unido con Dios en nupcias eternas y de mi dolor. Niña mía, me oíste decir: «Seré una loba para defender la doctrina de mi hijo». Ahora bien, como sabré convertirme en loba yo, la Cordera del Señor, en lo que atañe a las pertenencias de mi Jesús, así sabré levantarme en defensa, como madre que defiende a su prole, contra cualquier cosa que pretenda atacar, para matarla, a una criatura mía. No llores, María, que yo te defiendo. Estás bajo mi manto. Cierra los ojos para no ver el rigor de Dios ni la ferocidad de los hombres. No hables, no te muevas, ya que no lo podrías hacer, pobre niña mía, sin aumentar tu dolor y tu resistencia. ■ Se te ha dicho que hagas al menos una oración, árida de aceptación del sacrificio. No. Esto sería una hipocresía inútil que te emponzoñaría el alma mucho más de cuanto los acontecimientos lo habían hecho. Yo quiero menos aún: Quiero tan solo que te abandones a mí. Duerme en mi seno. Curarás. Calla. Yo hablaré por ti. Ámame. Soy tu consuelo. Soy tu Madre, la Madre Dolorosa y tú eres muy poco diferente a mi Jesús cuando me lo pusieron muerto en mi regazo. Resucitarás al fin, niña mía, porque yo lo quiero”.
5 de Mayo.- Estoy desde ayer en el regazo de María y ¡qué bien estoy así! No es un modo de decir, pues me siento propiamente sobre sus rodillas. Me tiene sentada a su izquierda de modo que apoyo el lado derecho sobre su corazón y la cabeza sobre su hombro. Me ciñe con su brazo izquierdo y de cuando en cuando me dice: “Estate tranquila. Descansa”. ¡Oh, me parece haber vuelto, pero con mayor dulzura que antes a aquellas raras ocasiones en que me tenía mi madre en su regazo haciéndome tan feliz! ■ Mi mal físico es muy grande, el sofoco, el enfisema y la insuficiencia cardíaca aumentan más y más. Esta noche mi vida ha llegado a su límite con extra-sístoles numerosas y pulsaciones que se han reducido a 46 por minuto. Ya no respiraba, mi sudor era frío… era de muerte. Pero la Madre me decía: “Estate a gusto”; y yo, al sentirme en sus brazos, me acurrucaba en el nido formado por su brazo y su manto, no teniendo miedo ni de la muerte. ■ Tras la agonía atroz de estos 25 días, agonía espiritual respecto de la cual es una futesa esta física que sufro ahora, mi sufrimiento agónico de la carne queda reducido a una broma puesto que resulta anulado y aún se convierte en feliz por la paz que se derrama en mí al contacto de María. No, no es, no puede ser esto un engaño mío. El dolor, la nostalgia, el deseo de mi casa los tengo aún, es el recuerdo atroz de cuanto he sufrido, es la sensible y duradera sensación del abandono de Dios. Todo esto lo tengo todavía; pero… estoy en el regazo de María y lo puedo soportar. Es como si un anestésico celeste amortiguara en mí la sensibilidad moral dolorífica inoculándome una sensación de euforia paradisíaca. ¡Seas bendita, María, Madre mía! Seas tú la que me salve. Sálvame ahora y en la hora de la muerte. Tenme, Madre, en tu regazo y seré salva hasta el fin.
6 de Mayo.- Quedo igual que moribunda después de la Comunión y siento cómo gime Jesús en su agonía del Getsemaní. Incapaz de escribir, me quedo así, queriendo y no queriendo transcribir esos lamentos. Tengo para mí que a muchos les parecerán blasfemias… y ¡son tan ciertos…! Aún recuerdo mi amargura de cuando le vi el día 22 de Febrero en el Getsemaní. Las palabras corresponden a la real situación de ánimo de mi Jesús torturado en su espíritu. ¡Desesperado…! Y esto ¿quién lo admite?
7 de Mayo.- Para tranquilizarme, me decido a transcribir estas palabras de dolor. Pero Jesús me dice: “Que sean exclusivamente para ti, puesto que los demás no las habrían de comprender. Sirvan ellas de consuelo para ti y así no temas estar perdida, como crees, pues es la desolación de tu sufrir la que te hace delirar”.
8 de Mayo.- Me encuentro más abatida que en los días pasados. Leo y releo el llanto de Jesús para así poderme decir: “Él me comprende y me compadece” y me estrecho a María ya que no recibo consuelo de nada ni de nadie sobre la Tierra.
9 de Mayo.- Esta mañana, mientras he dormido un cuarto de hora, he soñado con un desembarco en una pequeña ciudad tirrena de playa sin escollos. No acierto a comprender si esto sea o pueda ser un presagio o reflejo tal vez de mis íntimas penas. Me despierto más triste que nunca, convencida de ser yo también, como dice Jesús, “una brizna en manos de Satanás”. Le imito a Él en lo de buscar refugio en dirección al Cielo y no “en el cielo”, por cuanto, desde hace un mes, el Cielo se halla cerrado para mí…
10 de Mayo.- Ayer recé un rosario completo y los misterios gozosos y dolorosos. Medité los 15 misterios además de recitar las oraciones del día. Tuve dos sopores en lugar de uno, habiendo estado siempre mal; y por la noche sufrí un nuevo asalto… ¿de quién?; no dudo en decirlo: “del demonio”. Parecíame haber vuelto a los días atroces que van del 10 de Abril al 3 de Mayo y que, a partir del día en que nuestra Señora me habló, se cambiaron en triste resignación, veteados tal vez con tintes de alegría. ■ Ahora bien, desde ayer anoche, de nuevo el infierno. ¿Y quién me dice, de modo que yo lo pueda creer, que no estoy condenada? Con todo rezo… ; con todo creo… ; con todo amo por más que me encuentre en el más completo abandono de lo que es mi deseo: Dios. Y con Él, se hallan también ausentes las personas de las que aún pueden venirme palabras de Dios. Hasta las Palabras ya oídas paréceme que no sean verdaderas. ¡Piedad, Señor, porque voy a enloquecer! Ya ni veo ni entiendo nada. Lo único que siento es este sufrir espasmódico mío. Abro los libros para encontrar en ellos alguna palabra que me ilumine. Antes, hace solo un mes, así sucedía. Ahora, nada. Ni en la oración, ni en las personas, ni en las cosas encuentro consuelo alguno. ¿Quién me comprende? ■ Mas, ¿cómo he venido aquí? Tengo la sensación de que si hubiera ido a otro sitio, al sitio que yo quería y no al que yo consentí venir bajo múltiples presiones de quien a lo mejor esperaba mucho de este lugar —y para quien pone como objetivo de la vida el bienestar corporal tal vez sea motivo de satisfacción el estar aquí— tengo la sensación de que si hubiera ido adonde yo quería ir, me habría visto menos abandonada. ■ Me escribe mi fraternal amiga Luisa (9). Su bondad me conmueve haciéndome también esto sufrir. ¡Si hubiera estado en compañía de esta verdadera cristiana y no en medio de esta gente frívola que ni me comprende ni la comprendo! ¡Si hubiera estado cerca de mis Hermanas…! Mas, aquí, sin nadie que me impulse hacia el Cielo y aplastada como estoy por el abandono de Dios y la ferocidad Satanás, yo me pierdo. Lo estoy sintiendo. Me pierdo, así en el espíritu como en la carne. Enloquezco, y esto sería lo de menos. Lo malo es que estoy desbaratando cuanto hasta ahora he hecho por mi futuro eterno. ¡Piedad, Señor! ¡María, piedad!
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1  Nota  : En el dictado 43-144  del 2 del Julio de 1943. 2  Nota  : 2ª Guerra Mundial (1939-1945).   3  Nota  : En el episodio  de Jesús  tentado  en el desierto.   4  Nota  : Como siempre,  se dirige aquí  al Padre Migliorini.  5  Nota  : Episodio de los niños.- Se refiere a un episodio, relatado en tema “Amor-Caridad” 44-141, en el que Jesús cura a un niño enfermizo en brazos de su madre, al tocarle con su mano. María Valtorta pregunta a Jesús: “Pero ¿qué es lo que tienen tus manos, Maestro, que cuanto tocan se arregla, cura o cambia de aspecto?”. Y Jesús le dice: “Nada, hija de no ser el fluido de mi amor inmenso. Mira mi mano, obsérvala”. Y Jesús le tiende la mano para que la examinase. ■ María Valtorta apunta: La tomo con veneración con las puntas de mis dedos presionando en las yemas de los suyos. No me atrevo a más mientras el corazón late fortísimamente. Nunca había tocado a Jesús y si bien Él me había tocado a mí, yo jamás me ha­bía atrevido. Ahora sí le toco. Siento el calor tibio de sus dedos, la tersura de su piel y sus uñas alargadas (alargadas, no sobresaliendo, sino bien conformadas sobre la última fa­lange). Veo sus largos y sutiles dedos, la palma notablemente cóncava, siendo el metacarpo mucho más corto que los de­dos y observo en el arranque de la muñeca el recamado de las venas. ■ Jesús me deja su mano benignamente. Ahora se pone de pie y Yo estoy derrodillas, me dice: “¿No ves, alma a la que amo, no ves cómo no hay na­da? Mis años de trabajador dejaron en Mí la capacidad para arreglar los juguetes de los niños y de ella me valgo porque sirve también para atraer hacia Mí esas criaturas a las que amo con predilección: los niños. Mi humanidad, que recuer­da su condición de menestral, opera en esto. Y mi divinidad opera en eso otro de curar a los niños enfermos del modo que compongo los juguetes enfermos y los corderitos. Nada tengo fuera de mi amor y de mi poder de Dios. ■ Y sobre ninguno los derramo con tanto gozo como sobre es­tos inocentes a los que os propongo por modelos para entrar en el reino de los Cielos. Yo descanso en medio de ellos”.  6 Nota : Debido sin duda a la evacuación inminente. ■ El año 1944 estuvo marcado por 8 meses de evacuación (Segunda guerra Mundial) que obligó a María Valtorta a dejar su casa de Viareggio para refugiarse en S. Andrés de Cómpito, barrio del Municipio de Campannori en la provincia de Lucca. ■ El 21 de Diciembre de 1944, una carta del padre Migliorini, llevada por su hermano religioso P. Fantoni, le avisaba de que había sido ya autorizado el tan suspirado retorno a casa, retorno que, efectivamente, pudieron realizar dos días después, el 23 de Diciembre, María Valtorta y Marta. El padre Migliorini estaba esperándolas en Viareggio.   7  Nota  : Paula,  hija de José Balfanti,  primo de la madre de María Valtorta.  A causa de la guerra se trasladó con su familia de Reggio de Calabria a Viareggio en donde permaneció con María Valtorta desde Junio de 1943 a noviembre de 1944.   8  Nota  : Cfr. Núm.  6,24-26.   9  Nota  : Gina Ferrari, su querida compañera de colegio.
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11 de Mayo
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De la primera epístola de S. Pedro
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44-342.- 2 de 10.- «Vuestro adversario, el diablo, como león rugiente, da vueltas en vuestro derredor buscando a quien devorar…» (1). Pero vanas son las insidias del Diablo si te mantienes bajo mi Sol.
* María Valtorta, debido a su gran dolor, no puede darse cuenta de que el Señor está con ella. El Señor le explica cómo se hacen los injertos. De dos maneras… Así mismo, al lado del injerto del Bautismo (Bautismo y sacramentos en general) en la mala planta que es el hombre, está el injerto de la fusión con el Señor, llevada a cabo de consuno por la voluntad del hombre y el amor divino “y si estáis hechos todo una llaga, entonces es cuando os estrecho a Mí. Contactando cada herida vuestra con otra mía y, por obra espiritual de transfusión, pasa la sangre de Mí, herido, a vosotros también heridos”.- ■ Dice Jesús: “Sal por unos instantes de tu cárcel. Pon tu mano en la mía, pues te quiero llevar conmigo. El calor de mi mano caldeará el hielo de la tuya y mucho más tu corazón. ¿Sabes, cómo se hacen los injertos? De dos maneras. Una es radical y se hace cuando a un árbol silvestre se le quiere transformar en árbol bueno. En tal caso se le amputa del todo la copa y en los pobres muñones que le quedan, una vez rasgados y gimiendo de dolor —si es que las plantas pudiesen hablar— se embuten en las hendiduras los esquejes del injerto y después se ligan y atienden. La savia del árbol bueno se mezcla con la de la planta silvestre y si en ella existe capacidad de fusión y de atracción, la savia benéfica llega a dominar y vence, cambiando el árbol a bueno y fructífero. ■ Es también de destacar las mejoras conseguidas por los técnicos al lograr obtener de dos plantas buenas una supercualidad nueva y también buenísima. Entonces no se amputa brutalmente la planta, pues no hay necesidad de ello al ser ya buena ella sino que se aproximan únicamente las dos plantas buenas, se descorteza una o más ramas de la que se pretende fecundar con este maridaje vegetal, y a esta descortezadura —herida que duele y abrasa pero que ha de reportar gloria al árbol— se adhieren brazos de la planta fecundadora que se enlazan de forma que las yemas de la segunda se suelden en la incisión de la primera y así vengan ramas que, a las propiedades originarias, añadan las injertadas. ■ María, el Bautismo y los Sacramentos en general constituyen este injerto total que en la mala planta que es el hombre, manchado con la Culpa Original, injertan la Gracia que os la mantienen mediante sucesivos injertos ya que la planta-hombre, de su natural, rechaza los efectos de la Gracia y los del injerto divino. No siempre antes raramente, mi Sangre, mi Carne, mi Martirio y el Fuego del Paráclito pueden de vosotros, selváticos, hacer frutos de plantas celestiales. Falta en vosotros la voluntad de serlo. Mas en aquellos que la tienen —y ella es la nota dominante de su canción de amor— practica en ellos el Amor un nuevo injerto que consiste en su fusión conmigo. Yo entonces os tomo de la mano y la cicatriz, nunca del todo curada de mi mano, derrama sus ardores y sus gérmenes sobre vuestro ser marcándoos con un fuego indeleble. No es preciso ser desmochados como en el primer injerto, pues la Gracia está ya en vosotros, sino que basta con ser lacerados por el Dolor, que es mi Heraldo, para poder recibir con vitalidad inmediata mi benéfico contacto. Y así, cuanto más extensa sea la herida que os lastima, tanto mayor espacio habrá para que Yo apoye allí las mías, y si estáis hechos todo una llaga, si de la cabeza a los pies no sois más que laceración y dolor, entonces es cuando os estrecho a Mí. Contactando cada herida vuestra con otra mía y, por obra espiritual de transfusión, pasa la Sangre de Mí, herido, a vosotros igualmente heridos. El sufrimiento es atroz, lo sé; mas la reacción producida, sublime. ■ Yo estoy sobre ti, María, sin que te percates de ello. No te percatas porque estás muriendo de dolor. Yo, desde la hora sexta a la de nona no vi ni a mi Madre… El dolor no me permitía sino sentir el dolor. Cielo, sol, muchedumbre, griterío, gemidos, silbidos de viento, todo venía a quedar anulado en el dolor atroz de la agonía final de la Redención. Sabía que mi Madre estaba al pie de la Cruz; mas por encima de las tinieblas cada vez más densas, lo que me la apartaba de la vista era el dolor. Dolor de supliciado y dolor de abandonado por Dios. Tan sólo Yo sé cómo habría querido verla para encontrar un consuelo en semejante desolación… Pues bien, Yo te tomo ahora de la mano para decirte: “Baja de tu cruz y ven conmigo fuera de las tinieblas por un poco de tiempo. Quiero hablarte de un punto que uno muy querido, tanto para Mí como para ti, lo ha estado deseando y del que no te he hablado antes por reservarlo para ahora”.
* Ahora el Señor pasa a explicar un pasaje de Pedro acerca del diablo y la tentación, aduciendo el símil del león que aguarda en el bosque a poder asaltar a los imprudentes. Vana resultaría la insidia del diablo, que actúa en la oscuridad, si las almas acertaran a mantenerse bajo el Sol Dios y estar vigilantes.- ■ Jesús: “Dice mi Pedro…«Vuestro adversario, el diablo, como león rugiente, da vueltas en vuestro derredor buscando a quien devorar; resistidle fuertes en la fe sabiendo que vuestros hermanos desparramados por el mundo sufren idénticos padecimientos a los vuestros». En las regiones de África en las que habita el león, hombres y animales saben cómo conducirse con él. Una vez te llevé conmigo a oriente junto a un manantial de aguas abundantes… y te dije: «Sé como él». Hoy te llevo conmigo a las selvas eternas en las que aquellos árboles gigantescos son los descendientes de los que emergieron de la nada por el querer del Padre y a los que miraron atónitos los primeros padres. Así verás algo distinto de cuanto te llena de melancolía. Mira: Altas, indicando a ese cielo de un azul más oscuro que mis propios ojos, están las copas de estos milenarios gigantes verdes entrelazándose unas con otras para hablar allá, arriba, a los vientos y a las estrellas de las vicisitudes de aquí abajo que ellas no ven porque el techo verde se las oculta. Debajo está el bosque-bajo, tupido como un laberinto, intrincado de bejucos y raíces semejando serpientes y ornado con collares traicioneros que son las sierpes en acecho. Más abajo está la felpa de la apretada hierba nacida en una tierra virgen, rica en multitud de jugos, en la que resulta dulce encontrar pasto a las gacelas y antílopes, y descanso y alimento a millares de aves de variado canto y color. Allí las flores, helechos, collares de corolas, antros verdes, grutas musgosas y frescos cursos de agua; una luz verde, relajante en medio del sol que deslumbra allí donde penetra: en las rutas abiertas fatigosamente por el hombre o a lo largo de un espejo de agua tan vasto que fuerza a la masa vegetal a abrirse en una cavidad verdosa. ■ El león es rey en estos bosques. No hay quien se le oponga de entre lo que corre, salta, rastrea, vuela o camina. Los hombres, que pasan con sus rebaños por las lindes del bosque en busca de pastos construyen para sí y para otros compañeros recintos asegurados con puentes para resguardar en ellos su ganado en las noches frías o serenas. Los animales se esconden en la espesura o se agazapan en las copas de los árboles en cuanto cae la tarde a fin de escapar de sus asaltos, porque el león no acomete cuando brilla el sol en el cielo sino que, para depredar, espera a la noche, a las sombras inciertas de la luna o a la oscuridad total. En cuanto llega la noche, sale y ruge. Ruge en torno a los encierros de los hombres y los refugios de los animales. No penetra sino que espera. Espera al imprudente que sale del cobijo. ¡Cuantas imprudencias de continuo! Deseo de consuelo, curiosidad de ver, prisa por llegar. El león está allí esperando, gustando por anticipado el sabor de la presa batiéndose los ijares por la impaciencia y airado por la prolongada espera. Da vueltas buscando el punto por donde ha de salir el imprudente y cuando lo encuentra, se queda apostado o estudia tal vez las señales de su habitual recorrido y va a ponerse en acecho. Entonces calla porque sabe que el imprudente llega. Calla para hacer creer que no está; pero nunca está tanto como cuando calla. ■ María, el diablo hace lo mismo que el león. Aprovechando la puesta del sol, da vueltas en torno de vuestras almas. Mientras el Sol se mantiene alto sobre vuestro espíritu él se retrae de salir y de asaltar. Ruge, pero no asalta. Y si ruge, ¿qué? Déjale rugir de rabia. Estate bajo el Sol, bajo tu Dios y no tengas miedo. ¿Qué ya no ves el Sol? Pero Él está ahí. Aunque llegue a cegarte un momento de prueba, si no puedes verle en figura, aprende a sentirle por su calor. ¿No comprendes que morirías de congelación en el caso de que el Sol se hubiera puesto para ti? Si tu espíritu vive, por más que Dios lo haya cegado, es porque el Sol te besa todavía. ¡Oh, si las almas supiesen permanecer constantes bajo el Sol y, aunque envueltas por las tinieblas de la prueba, no salir del cenit solar y decir: «Este es mi puesto. Aquí, donde Dios me puso, me encontrará porque mi convicción sobre la fe y mi amor son inmutables!». El diablo da vueltas buscando la salida para alargar su garra ungulada y enganchar al incauto que esté más cerca de la abertura: de la tentación. O espera tal vez a que salga: presa voluntaria por la atracción del sentido. O bien calla y se pone al acecho, lo que resulta una insidia mucho más astuta. Y así el que actúa desconectado de lo divino cae en sus lazos. Lo repito: mientras ruge es poco peligroso. Cuando calla tras haberse hecho sentir, entonces es sumamente peligroso porque si calla es porque descubrió vuestro punto débil y vuestras costumbres, hallándose entonces dispuesto ya a saltar sobre vosotros. Estad vigilantes. Si la luz de Dios brilla en vosotros, ella os iluminará y nada os pasará. Mas si os encontráis entre las tinieblas de la prueba, anclaos en la fe sin que nada ni motivo alguno os hagan mover de ella. ¿Que parece que todo esté muerto y acabado? Decíos a vosotros mismos: «No, ¡si todo está como antes!». Decídselo a Satanás: «No; todo está como antes»”.
* Así hicieron nuestros hermanos, ahora en la bienaventuranza, que recuerdan sus pasadas pruebas y se compadecen de vuestros combates. Si no llegamos a saltar la barrera de las virtudes teologales y cardinales, quedaremos asombrados viendo cómo el mismo demonio, contra su voluntad —al parapetarnos en estas defensas— habrá conseguido que nuestro espíritu sea más fuerte. ■ Jesús: “¡Cuántos, antes que vosotros, sufrieron las mismas torturas vuestras! «Vuestros hermanos desparramados por el mundo». Sí, vuestros hermanos. En el mundo. Y aquí mundo no es esta Tierra que vosotros habitáis, con todos sus vivientes. Mundo es la comunión de todos los vivientes. Digo: «De todos los vivientes», es decir, de todos aquellos que ya están en la Vida para siempre tras haber querido y sabido permanecer en la «Vida» mientras estuvieron en la Tierra. Así pues, todos estos vuestros hermanos desparramados como flores eternas en mis paradisíacos jardines, no sólo recuerdan sus pasados combates y por ello saben comprender los vuestros, sino por la Caridad que a la sazón constituye su Vida, ellos sufren, dentro de su beatitud, de veros sufrir. Sufrimiento amoroso que no embota su gozo sino que le infiltra una vena de aventajada caridad, que les mueve a apiadarse y remediar vuestros afanes. Todo el Cielo está inclinado sobre vosotros que estáis luchando con mi Nombre en el corazón y por mi Nombre, y os ayuda. No saltéis la triple barrera de las virtudes teologales ni la segura defensa de las cuatro virtudes cardinales. La fe, la esperanza y la caridad. La justicia, la templanza, la fortaleza y la prudencia, éstas son vuestras defensas, contra ellas se quiebran las uñas de Satanás y éste pierde su fuerza para dañaros. ■ Cuando el Sol, que es vuestro Dios, vuelve a iluminar vuestros ánimos victoriosos tras la noche que os torturó, quedáis estupefactos al comprobar la gran obra de liberación llevada a cabo, contra su voluntad, por el propio demonio girando en vuestro derredor. En su furia impotente, adentrándose en vuestras defensas, hizo que las pequeñas imperfecciones, cual ligera hierba pisoteada con exceso, murieran definitivamente y sobre el suelo árido descendiera triunfante la luz para hacer crecer con más fuerza vuestra flor, que es vuestro espíritu creado para vivir en el Cielo. Vete en paz. Vuelve con paz a tu cruz y a tus tinieblas y lleva contigo este recuerdo de sol. Ve y cree en Mí y en mi Madre por más que en estas horas que van de sexta a nona no nos puedas ver porque el dolor te ciega”.
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1  Nota  : Cfr. 1 Pe. 5,8-9.
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12 de Mayo
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Después de la Comunión de esta mañana, viernes                   
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44-348.- 3 de 10.– “¡Lázaro, ven afuera! Te dirijo el antiguo mandato (1). No puedes resistir. Se impone mitigar el decreto”.
* A María Valtorta que, para sobrevivir a la prueba infernal, necesita de pausas de bonanza, se le dirige el antiguo mandato lanzado a Lázaro. Ella solo está adormecida, no muerta. Pues “estás más unida a Mí que la ostra perlera a la roca…  Y cuando ya no exista el tiempo para ti, entonces ya no te distinguirás de Mí… Ver el reino de Satanás puede hacer encanecer a un joven. No ver ni recordar el Rostro de Dios, no hay tortura igual”.- ■ Jesús me dice: “¡Lázaro, ven afuera! Te dirijo el antiguo mandato (1). Te lo dirijo a ti que no estás muerta sino adormecida. Adormecida para hacer ver a los hombres que tú, sin Mí, de ti misma, eres una pobre nulidad ignorante y débil, a merced de tu humanidad. Esto no es sueño de muerte. Está muerto el que vive fuera de Mí. Tú estás más adherida a Mí que la ostra perlera a la roca. Tú estás más enraizada en Mí que el muérdago que nace en el seno de dos ramas e introduce sus raíces hasta la médula del árbol que lo porta. Tú estás unida a Mí, más unida digo, que no lo esté una criatura en el seno de su madre, ya que ésta, transcurrido su tiempo, la expulsa y, en cambio, tú, cuanto más tiempo pasa, más te compenetras conmigo y cuando ya el tiempo no exista para ti, entonces ya no te distinguirás de Mí ni habrá quien pueda apreciar dónde termina María y dónde comienza Jesús, puesto que tu serás absorbida para siempre por tu Dios. ¡Oh Paraíso! Cómo gustarás entonces de ese Paraíso tú que ahora estás atravesando el infierno por una razón de amor sin ser destruida por ese infierno al ser más fuerte el fuego del amor que el del infierno si bien éste te aterroriza. ■ Porque si el amor te protege no te impide el verlo. Y ver el reino de Satanás causa tal horror que es capaz de hacer encanecer a un joven, porque en él no brilla ni el recuerdo de Dios. El recuerdo. Solo su recuerdo haría que el infierno no lo fuese. Pues si para quien vive adorando el rostro de Dios representa un suplicio no ver ya este Rostro santísimo, el no poder ya ni recordarlo supone una tortura tal que, en su comparación, son juego de niños todas las torturas y sevicias humanas. Es, en suma, el Infierno. ■ Yo te digo: «¡Ven fuera!». Si así no te llamase mediante intervalos de felicidad, breves cual gorjeos de pájaro, pero dulces como un instante del Cielo, tú morirías. No puedes resistir, tenías razón, ya que resulta demasiado fuerte para ti. Se impone mitigar el decreto. Según te lo prometió, María, mi Madre, «se ha interesado por ti». «Ven fuera de tu sepulcro. Respira. Mira. Oye». Tu Rey te lo manda”.
* Ahora el Señor, volviendo a reanudar el tema del día anterior —continuando con la similitud con el león— explica cómo Satanás, ángel decaído pero inteligentísimo, aguarda a que el hombre ceda con imprudencia a los tres apetitos. Conviene recordar las tentaciones del Demonio contra Jesús en el desierto e imitar sus respuestas.-Jesús: “Ayer, María, no estabas en disposición de seguirlo. Reemprendo, pues, el tema que no acabé. El león, te dije, conoce las costumbres de aquellos a los que quiere devorar, y para conocerlas las estudia. Es inteligentísimo y comprende todo al momento. También Satanás es inteligentísimo y comprende todo al momento. Continúa siendo un ángel; decaído, es cierto, mas permanece tal en su mente que ahora la emplea para el mal cuando se le había dado poderosa para obrar el bien. Sabe el león que sus presas acuden por las tardes a apagar su sed a las corrientes de agua que riegan las tierras abrasadas por el sol. Sabe a qué pastos marchan para comer tupida hierba. Sabe cuándo vuelven los hombres de sus labores a casa. No tiene pues sino situarse a lo largo de cualquiera de estos lugares de tránsito. El deseo de descanso físico o una simple imprudencia humana llevan al hombre y a los animales a sus colmillos inexorables. He aquí cómo las apacibles gacelas y los esbeltos antílopes, tan cautos ellos y temerosos durante el día, se hacen atrevidos por la noche a impulsos del hambre y la sed, yendo a encontrarse con la muerte. He aquí cómo el hombre, en su avidez inmoderada de ganancias, alarga su jornada laboral más allá de la puesta del sol, paralizándole la muerte para siempre en su retorno. He aquí cómo el apetito carnal empuja a dos fuera del albergue de su casa para buscar dónde dar satisfacción a sus amores ilícitos, desatando para siempre la fiera lo que su lujuria había unido. ■ Ahora bien, lo mismo en tierras de África que en las regiones de los hielos, es siempre idéntico el aguijón, hecho de tres puntas, que acucia a los hombres hacia las garras de Satán. Es siempre la triple concupiscencia: la de la carne, la concupiscencia del dinero y la concupiscencia del poder lo que os pone al alcance del que, incansable «gira en torno vuestro como león rugiente». Tened presente que también Yo fui tentado en la carne con el hambre estomacal y con el ofrecimiento de alimentos carnales a mis sentidos; con la avidez de poder a mi mente y, a mi espíritu, con la incitación de tentar a Dios. Y la imprudencia es ya tentar a Dios. ■ Sabed imitarme. Haced huir a Satanás imitando a Jesús vuestro Maestro. «No sólo de pan vive el hombre sino de la palabra de Dios». «No tentarás al Señor tu Dios». «Adorarás al Señor, tu Dios, y a Él sólo servirás». Ceñid vuestra carne y vuestro espíritu con vendas empapadas en aromas de la Ley de Dios. El que vive envuelto en ellas preserva su carne y su espíritu de los gérmenes portadores de la putrefacción, de las enfermedades y de la muerte. Basta, María. Te dejo marchar. Torna a tu puesto de dolor. La Misericordia acostumbra darte con frecuencia estos consuelos en esta hora de expiación. Vete y que la paz te acompañe”.
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1  Nota  : Cfr. Ju. 11,41-44.
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13 de Mayo
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A las 18 horas del 12-5. Pongo la fecha del 13 porque así lo quiere Jesús.
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44-352.- 4 de 10.- “Dije: «Se impone mitigar el decreto»”.
* “¿Cómo no ha de poder ser (mitigar el decreto) con esta «pequeña» que, en virtud de un poder divino, anticipa en sí lo que ha de constituir el tormento espiritual de los buenos en los últimos días?”.- ■ Dice Jesús: “Habrá fariseos que harán como siempre una observación sobre el dictado de ayer. Dije: «Tenías razón. Resulta demasiado fuerte para ti. Se impone mitigar el decreto». Oigo ya el coro escandalizado de estos doctores de sofismas: «Pero ¿cómo, acaso Dios no sabía que esto era demasiado fuerte? Esta mujer blasfema al acusar a Dios de no ser perfecto así en su inteligencia como en su práctica». Respondo con las palabras que ya dije hace veinte siglos: «Si no se abreviasen los días del tormento final, no se salvaría alma alguna, mas en atención a los elegidos, estos días se acortarán» (1). Si eso puede ser así para todos los creyentes de la última hora —misericordia tan dilatada como la tierra a fin de salvar del horror de la desesperación al mayor número posible— ¿cómo no ha de poder ser con esta «pequeña» que, en virtud de un poder divino, anticipa en sí lo que ha de constituir el tormento espiritual de los buenos en los últimos días? Pues bien, Yo la defiendo. También Yo debería haber llevado sólo la cruz. Mas era demasiado para mi debilidad y, por eso, el hombre me otorgó una ayuda. ¿Cómo no ha de tenerla ésta que lleva por todos vosotros una cruz expiatoria tan grande que la mata? Que la mata, bien: es el holocausto. Mas que le haga enloquecer en el espíritu que ella me confió, no. Ha soportado la primera parte de su prueba permaneciendo fiel. Tan sólo sé Yo qué batallas ha tenido que librar. El Tentador le prometió el placer; mas ella se abrazó fuertemente al dolor, por cuanto el placer era el Mal y ella quiso seguir el Bien. ■ El sabor del fruto del Bien es amarguísimo a la carne humana. Sólo en la otra vida viene a ser miel paradisíaca. Haber rechazado a Satanás ha supuesto para ella atraer sobre sí centuplicado el odio del mismo. Dejarla a su total arbitrio suponía la pérdida de este corazón. Dios no es inexorable y así, por consideración a los elegidos, modifica su decreto. También tuve Yo mi ángel en el Getsemaní. No era atendido, mas las plegarias de mi Madre fueron las que me lo obtuvieron. Ésta, que recibe ahora diariamente un rayo de sol, una gota de consuelo y unos instantes de aire puro a fin de que no llegue a morir antes de ver cumplida su misión, ha tenido por Abogada a mi Madre y a otras almas escogidas de la Tierra y el Cielo que han rogado por ella. Ha tenido igualmente de su parte a mi Misericordia que se ha hecho de valer ante la Justicia del Padre diciéndole: «Como Yo tengo compasión, tenla también Tú». Porque si Yo soy el Primero tanto en el Cielo como en la Tierra, que respeto los Decretos del Padre Eterno, soy así mismo Aquel a quien el Padre encomendó todo juicio (2) y, por lo tanto, puedo decirle a mi Padre y vuestro Padre: «Padre, ten piedad de esta criatura»”.
* Igual que hizo Jesús, se ha de responder con el silencio a las murmuraciones y acusaciones.-Jesús: “Ni penséis que ella se encuentre actualmente entre rosas. Después de un mes de rigor despiadado conoce a la sazón la tregua de una hora. Mas vosotros que os escandalizáis de que le dé excesiva importancia a un hecho insignificante, será mejor que no lleguéis jamás a probar lo que ella aún está padeciendo y padecerá todavía por largo tiempo, porque ninguno de vosotros, doctores intransigentes, permaneceríais fieles como ella ha sabido estar. Ella sufre hasta por vosotros, tierras áridas de dura sílice por fuera y de blanda creta por dentro; por vosotros, que como siempre, imponéis pesadas cargas a los demás y no consentís para vosotros ni el peso de una pluma. ■ María, déjales murmurar. A mis murmuradores siempre les opuse el silencio. Silencio que, día tras día, fue haciéndose cada vez más profundo a medida que las murmuraciones llegaban a ser calumnias, las calumnias acusaciones, las acusaciones condenas y las condenas blasfemias. Y sobre la cruz el silencio abarcó hasta las miradas. Tan sólo miraba al Cielo para ver de encontrar la mirada de Dios y a mi Madre a fin refrigerar mi alma con su pureza. Estás en la cruz y es bien que sigas en ella. Calla y busca tan solo a Dios y a María”.
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1  Nota  : Cfr.  Mt. 24,22; Marcos 13,20.   2  Nota  : Cfr. Ju. 5,22.
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(Nota de María Valtorta)
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44-354.- 5 de 10.- Nueva embestida de desesperación producida por Satanás que la persuade que es una embustera y loca que engaña a todos.
* ¿Cómo puede atormentarme de tal suerte este horrendo demonio hasta el punto de hacerme dudar de cuanto he oído y sentido?.- ■ Jesús me hace poner en este dictado la fecha del 13, es decir, de mañana. Mas me lo dicta a las 18 horas del viernes 12. E inmediatamente después de haber terminado —pero lo que se dice inmediatamente, ¡Dios mío, qué batalla!, ¡me tiene atemorizada!— vuelve a embestirme otra vez este oleaje de desesperación que produce en mí accesos de locura. Trato de rezar el Rosario; pero siento al demonio que se carcajea y burla de mí. ¡Oh! ¡Piedad, Padre Eterno! Son momentos en los que Satanás quiere a todo trance persuadirme de que soy una embustera, una loca, una que estoy engañando a todos. Quiere convencerme de que nada es verdad y de que estoy condenada… Si estuviera sola gritaría para desahogarme; mas me encuentro en casa ajena y ¿quién es capaz de comprenderme? ■ …Son momentos en los que me parece un sueño de mente enfermiza eso de: Dios, Jesús, María, sus “voces” y sus caricias… Con todo, yo las sentí y aún me parece tener en mi mano la sensación de la llaga de la mano de Jesús. Y ciertamente aquellas «voces» yo las oí. Pero, ¿será posible que yo esté loca? ¿Sólo en esto voy a estar loca? ¿Cómo pues todas las demás cosas —correspondencia, cuentas, disposiciones de la vida— las cumplo con facilidad y orden? ¡Pues entonces…!. ¿Cómo puede atormentarme de tal suerte este horrendo demonio hasta el punto de hacerme dudar de cuanto he oído y sentido? ¿No basta con el no sentir ni oír de ahora que tenga también que perder la seguridad de haber sido cierto cuanto he tenido? ¡Oh Señor! ¡María! ¡Apiadaos de mí!
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Mañana del 13 de Mayo
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Después de la comunión en honor del Corazón inmaculado.
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44-355.- 6 de 10.- Nuestra señora le comenta sus siete gozos para que María Valtorta pueda recitar con mayor gusto la corona franciscana.
* “Ninguna alegría fue en exclusiva para mí. El egoísmo, siquiera sea éste el más justo, destruye el amor. Todas las alegrías me llegaron a través de un amor perfecto y ellas me impulsaron a un más perfecto amor”.- ■ En la mañana del 13 de Mayo después de la Comunión en honor del Corazón Inmaculado, dice María Virgen: “Quiero que comprendas mejor mis gozos. Así rezarás con mayor gusto la corona franciscana. En la 1ª no me vi contenta por mi gloria y mi dicha sino porque había llegado el tiempo de la redención del hombre y del perdón de éste por Dios. La 2ª me hizo feliz, no por las alabanzas que me tributó mi prima sino por haberse iniciado la redención santificando al Bautista al llevarle a mi Jesús, Redentor vuestro. El gozo de la 3ª no fue tan solo por haber llegado a ser madre sin dolor y sin merma de mi virginidad, como tampoco por la gracia de poder besar a Dios, mi Hijo, sino porque la tierra contaba ya con su Salvador. Lo que en la 4ª me hizo feliz fue el ver representados en los tres Magos a cuantos, desde aquel momento habrían de venir de todas las partes del mundo y en todas las épocas de la tierra hacia la Luz y hacia mi Señor para proclamarle su Rey, su Salvador y su Dios. El gozo del 5º suceso no fue únicamente por mi amor de Madre que cesa de sufrir al volver a encontrar al hijo perdido, esto hubiera sido egoísmo, sino que constituyó inexplicable gozo oír resonar por primera vez la «Buena Nueva», comprendiendo que ella, con adelanto de algunos años, caía sobre algún corazón en el que germinaba como planta eterna. Mi gozo fue por estos pre-amaestramientos. La 6ª alegría fue un más intenso amor si cabe hacia vosotros, criaturas redimidas. El Resucitado venía a decirme que los Cielos ya estaban abiertos y habitados por los santos del Señor que desde hacía siglos aguardaban esta hora y que en ellos estaban dispuestos los asientos de las series de los diez mil salvados. Y para mí, vuestra Madre, el saber que vuestra morada estaba preparada, era alegría de una profundidad incalculable. La 7ª alegría, en fin, no fue por mi gloria sino que, constituida Reina de los Cielos por la bondad de Dios, podía como Reina, ocuparme de vosotros, mis amados, y, destinada como estaba a sentarme a la derecha de Dios, podía, con súplica poderosa, hablarle y rogarle directamente, obteniendo para vosotros cuanto le pidiera. ■ Ninguna alegría fue en exclusiva para mí. El egoísmo, siquiera sea éste el más justo y santo, destruye el amor. Todas las alegrías me llegaron a través de un amor perfecto y ellas me impulsaron a un más perfecto amor. Ahora soy feliz en una medida que mayor no cabe puesto que me rodea el abrazo trino de Dios. Mas también ahora hago uso de felicidad por el amor vuestro. También aquí cumplo la Ley, pues amo a Dios con todo lo que soy y al prójimo como a mí misma. Yo misma, no por ser María sino porque María halló gracia ante el Señor siendo amada por Él, por eso es criatura santa en Él, de Él y parte de Él”.
* “Soy Reina de los Cielos porque, como ninguna otra criatura, comprendí la teología del amor. Ama siempre. Que dentro de ti haya un punto, el más profundo, que en medio de tu ser herido, acierte a permanecer quieto y vivo en el amor. Sea que llores o rías… la porción más santa de tu espíritu ha de saber decir siempre: «¡Gloria tibi, Dómine!…». Aprende a decir tu Misa. Toda víctima es sacerdote”.- María Virgen: “¡Oh, mi teología! Tan solo tiene una palabra clave: «Amor». Soy Reina de los Cielos porque, como ninguna otra criatura, comprendí esta teología. Ama y serás salva. Ama. Ama con la palabra o con el silencio. Ama con la acción o con la inmovilidad. Ama en la tentación y en la libertad del Enemigo. Ama siempre. Que dentro de ti haya un punto, el más profundo, que en medio de todo tu ser herido, golpeado, agonizante, abotargado por el dolor, abatido por los asaltos del demonio, asqueado por los acontecimientos de la vida y azotado como nave batida por el temporal, acierte a permanecer quieto y vivo en el amor. Un punto que en ti tenga esta única misión: amar, y se la expliques a la mente, al corazón y a la carne. Que ese punto sea tu santuario en el que esté levantado el altar con la lámpara siempre encendida, con las flores siempre frescas y resonando siempre en él las alabanzas al Señor. ■ Sea que llores o rías, sea que esperes o dudes, sea que se te escuche o no, la porción más santa de tu espíritu, esa que vive en el punto consagrado al culto de Dios, ha de saber decir siempre: «¡Gloria tibi, Domine! ¡Gloria! ¡Laudamus Te! ¡Benedicimus Te! ¡Adoramus Te! ¡Glorificamus Te! Quonian Tu solus Sanctus; Tú solus Dominus; Tú solus Altísimus. Cum angelis et Archanquelis, cum Tronis et Dominationibus, cumque omni militia caelestis exercitus, himnum gloriae tuae canimus, sine die dicentes: Sanctus, Sanctus, Sanctus». Antes de la elevación viene la alabanza. Antes de la Consumación está la alabanza. Aprende a decir tu Misa. Toda víctima es sacerdote. Mas no se es sacerdote sin saber celebrar la Misa en todas sus partes. Mira a mi Jesús: antes de ser elevado y consumado, tributó alabanzas al Padre (1) aun sabiendo ya lo que le esperaba. ■ Que cante tu corazón, María. Que cante por más que las lagrimas fluyan de tus ojos. Que el canto apague tus gemidos y las voces de Satanás que te quiere persuadir a que desconfíes de ti y así impedirte la culminación de tu misión; que, para impedirte que ruegues, te quiere convencer de que Dios no te escucha; que, para perderte, quiere hacerte ver que estás perdida. No, no lo estás. Persevera. Valen más un día, una hora de fidelidad en estas condiciones que no diez años pasados en el dolor físico y en la penitencia, si bien con la paz en tu corazón y Dios perceptible a tu lado. Persevera. «El que perseverare hasta el fin será salvo» (2). Lo dice mi Jesús que lo es también tuyo y te lo digo yo. Sufre con paz. Presto vendré”.
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1  Nota  : Cfr. Ju. 14-17.   2  Nota  : Cfr. Mt. 10,22; 24,13.
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(Nota de María Valtorta)
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44-358.- 7 de 10.- María Valtorta vuelve una y otra vez a oír la misma cantinela.
* Apenas si cesan el Maestro o la Madre de hablar que ya ha vuelto a emprender su tarea de polilla.- ■ Me encuentro inmersa en el dolor. Me acometen los sopores estando acompañada del mismo y cuando salgo de ellos, allí me lo encuentro para darme al instante su cantinela: “Dios no te ama, estás condenada. Eres una mentirosa, una loca y una hereje”. Es un verdadero demonio que me priva de todo consuelo y me ofusca hasta la luz material del sol y las bellezas de la naturaleza que en otro estado de ánimo me hubieran solazado. Me incapacita para acometer cualquier ocupación y me priva de la tranquilidad que me proporcionaba la oración y el gozo mismo de ésta. Hablo, y al hablar, me acomete ese pensamiento. Escribo y, mientras escribo, ese pensamiento se agita en mi cerebro. Leo y el mismo se sobrepone a las palabras. Es que está allí, siempre allí… No bien vuelvo a mí, la primera sensación es la de ese pensamiento. Aún no he abierto los ojos, la boca ni movido las manos cuando ya está en plena actividad taladrándome el corazón y la mente. Apenas si cesan el Maestro o la Madre de hablar que ya ha vuelto a emprender su tarea de polilla que carcome incansable allí donde anida. Hay que probarlo para saber lo que es esto.
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15 de Mayo
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44-358.- 8 de 10.- Quien no probó el abandono de Dios no sabe qué cosa sea el horror.- Oración por los desesperados.
* María Valtorta, que rebosa de alegría por las palabras de la Madre, tras su tremendo estado espiritual de un mes de duración, hace el propósito de llevar a cabo diariamente una penitencia especial por los desesperados.- ■ Media hora después de recibir el dictado me he sentido llegar al fin de mi vida a causa de una gravísima crisis cardíaca rebelde a toda medicación. Mas no me importaba… pues rebosaba de alegría mi corazón por las palabras de la Madre. ¡Diez crisis al día, a la hora, mejor tal vez que óptima salud, es el estado espiritual durante el mes que va del 10-4 al 10-5!!! ■ A partir del sábado estoy cumpliendo una penitencia especial por los pobres desesperados. Siempre me dieron mucha pena aún antes de esta prueba tremenda. ¡Mas a partir de aquí…! Por eso todos los días, mientras me dure la vida, cumpliré con un especial ofrecimiento a Dios hecho a favor de mis “hermanos desesperados” a fin de que les libre del fuego espantoso en que se debaten abrasados y enfurecidos y les alivie con su rocío dándoles su paz, la fe, la esperanza y la caridad. ■ ¡Es por demás horrendo no amarte, no esperar en Ti ni sentirte ya, Dios mío! No, no lo consientas con nadie. No permitas que Satanás y el mundo induzcan a los hombres a la desesperación. Fortifica sus espíritus por más que no sean dignos de ello. Fortifícales, por piedad, a fin de que les sea posible no desesperar. Si son indignos de tu benignidad, castígales con otras desgracias; pero no con ésta, no. ¡Padre mío, con esta tortura, no! ■ Recitaré también en la medida de lo posible, las jaculatorias que en aquellos días terribles me enseñó a decir el P. Migliorini: “Jesús mío y Dios mío, ayúdame”, “Dios mío, sálvame, Yo creo en Ti”. Siempre las dije aun cuando estuviese fuera de mí de dolor, del dolor por el abandono de Dios.
* El abandono que tanto me ha hecho sufrir ha sido el sentirme separada de Dios. ■ Y para no ser mal interpretada, voy a explicar aquí una cosa. No es que yo me haya rebelado al faltarme las manifestaciones extraordinarias. Esas jamás las deseé ni las pretendí cuando me fueron concedidas. Dios las da gratuitamente sin que ninguno de sus hijos pueda imponerle su concesión. Ahora bien, el abandono que tanto me ha hecho sufrir ha sido el sentirme separada de Dios. Con anterioridad a estas manifestaciones, a lo largo de toda mi vida, aun cuando era yo la que, por mi suma imperfección, me alejaba de Él, sentía la cercanía de mi Dios como sentía igualmente que velaba sobre mí, atendiendo al momento todos mis actos buenos, mis plegarias y sacrificios. Allí estaba, volcado sobre mí, para hacerse cargo de estas migajas mías de bien. Y aun cuando no me escuchase, siempre me daba la sensación de estar a mi lado por la paz que derramaba en mí o, al menos, en torno mío, teniendo la seguridad de no encontrarme nunca sola. ■ Al presente, todo esto desapareció. Ya no estaba Dios ni había Cielo. ¿A quién pues dirigir mi oración? El Paraíso se me figuraba un mito y el firmamento, tras el que nos suponemos están Dios y su Paraíso, estaba para mí despoblado y vacío… Mi oración, por tanto, se dirigía a la Nada… Quien no probó esto no sabe qué cosa sea el horror. Otras veces tenía la sensación de que Dios no existía. Mas si existía era para maldecirme. Creo que es esto lo que experimentan los condenados cuando ven a su Dios en el Juicio particular y cuando lo hayan de ver otra vez en el universal. Terror de Dios que castiga y maldice a sus ofensores. También esto, quien no lo haya probado no sabe qué es. ■ Por ejemplo, hoy, domingo, no he tenido dictado alguno; mas, con todo, tengo la sensación de que el Paraíso está en torno mío, encontrándome tranquila y sobrenaturalmente gozosa. Siento que mi plegaria asciende a Dios y que mi amor se da el ósculo con el de Dios. A despecho de mil y mil sufrimientos, esta unión con Dios, aunque velada, es algo que, lejos de abatir, letifica. Es como el que, siendo ciego, se encuentra en una habitación, que, por más que no ve ni siente ruido alguno cerca de él, no pierde el ánimo por eso, puesto que sabe que, en cuanto tenga cualquier necesidad, no tiene sino dar una suave voz para que, al pronto, acuda a su lado quien la atienda. No sé si acierto a expresarme debidamente. Pienso, y estoy segura de no errar, que esta habitación en la que tanto sufro, por no ser aquella en la que tal Paraíso se le mostró a mi miseria (1), vendrá a serme muy querida si en ella llega a brillar la mirada de mi Señor, aunque, más que querida, será para mi sagrada. Por lo demás, he de confesar que ya la amo un poco al sentir en ella su paz y haber oído la palabra de Jesús y la de María. Antes, no. Los primeros días la odiaba y me daba miedo… Y es que no sentía en ella a Dios. Y cuando no siento a Dios, todo me da miedo.
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1 Nota : En su casa de Viareggio. Como se sabe, hubo de abandonar su casa de Viareggio a causa de la forzosa evacuación.
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16 de Mayo
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Fin de la agonía satánica
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44-360.- 9 de 10.- “¿Por qué no reduje a cenizas a mis acusadores y verdugos? Soy el Redentor y no justiciero”.
* Habría podido abatir con un milagro de mi poder divino a mis acusadores y verdugos; mas no lo hice por ser Redentor y no justiciero y porque con ellos se habrían podido perder también aquellos que hubieran podido convertirse y salvarse.- ■ Al atardecer, cuando las sombras del agotamiento están cayendo sobre mí, me obliga Jesús a escribir así:
Dice Jesús: “Al rezar el Rosario, meditándolo, me has visto en los cuatro primeros cuadros de los misterios dolorosos. No te he presentado la Crucifixión porque te encuentras por demás acabada. Una vez más me has visto en el huerto, en la flagelación, en la coronación y en el cuadro del «Ecce homo». No a ti por ti, sino para todos, respondo ahora a un «por qué» que tan a menudo preguntáis. ¿Por qué Yo, Dios, no reduje a cenizas, con un milagro de mi poder divino, a mis acusadores y verdugos? ¿Por qué? Porque Yo soy Redentor y no justiciero. A partir del huerto y hasta mi muerte, habría podido abatir, cuando hubiese querido, al traidor, a los capturadores, acusadores, torturadores, blasfemadores y crucifixores. A todos, en fin. Lo pedían incluso, cuando me encontraba sobre la cruz «El que a tantos salvó que baje de la cruz y se salve» (1). Efectivamente, habría podido hacerlo y la gran cantidad de Sangre hasta entonces derramada habría bastado para la Redención de los pasados y futuros mientras que los presentes habrían mordido el polvo, abatidos por el milagro, muertos por mi poder y precipitarlos al Abismo para toda la eternidad. ■ Mas ¡cuántos de aquellos miles de alborotadores que, por una de esas imprevisibles demencias de las turbas y por ese fenómeno de delincuencia colectiva que se produce siempre a impulsos de especiales fermentos de sentimientos azuzados por los verdaderos culpables y verdaderos asesinos que, en beneficio de sus propios fines, excitan a las turbas desde la sombra cambiándolas en otros tantos asesinos de un Inocente, cuántos de ellos habrían muerto en pecado deicida de haberlos Yo fulminado con mi poder! El Eterno no quería que se condenaran sino los verdaderos malvados y que los subvertidos se salvasen cuando la Redención, una vez completada con el extremo sacrificio, hubiese purificado sus conciencias librándoles de los tóxicos que les hacían delirar. ■ Hay momentos, pobres hombres, en los que estáis locos. Y el milagro mío se manifiesta en la curación de vuestra locura moral. Por ejemplo, si Yo, pobre María, te hubiese arrebatado la vida cuando tú, ahora hace un mes, me lo pedías a grandes voces (2) ¿qué es lo que habría hecho? ¿Acaso un bien? No, sino un mal. Ahora es cuando podría arrebatarte la vida y ello no sería contrario al designio de misericordia que siempre tuve contigo. Ahora es cuando te encuentras curada del delirio provocado por sucesos crueles y humanos, por no decir satánicos, ya que, como siempre te he dicho, ésta no es una guerra entre hermanos sino de Satanás contra los espíritus. No son únicamente víctimas las que mueren en el campo de batalla sino sobre todo aquéllos que, en lucha con Satanás contra los espíritus, pierden la fe, esperanza y caridad, es decir, no la vida de una hora mortal sino la Vida eterna, al morir a la gracia de Dios”.
* De modo idéntico, María Valtorta, por habérsele dado tiempo, está curada ahora tras haber vencido a Satanás. El Enemigo ha huido porque ella, con un resto de voz, ha alzado la Cruz invocando el Nombre de Jesús. Estaba casi muerta por lo mucho que la había tundido el Enemigo, aunque ese punto (la parte más santa de tu espíritu) del que habló la Madre, nunca fue herido porque era de Jesús.- Jesús: “Ahora te encuentras curada al haber vencido a Satanás y eso por haberte Yo dado tiempo para ello. El tiempo preciso de rehacerte tras el asalto imprevisto y atroz, imprevisto y burlón del Enemigo a tu espíritu. Te ha asaltado igual que el león de que habla Pedro, habiéndote maltratado. Y ha huido porque tú, con ese resto de voz —un soplo— has alzado la cruz invocando mi Nombre. Medio inconsciente, has repetido, como por costumbre, lo que desde hacía años era el motivo de tu amor. Mas antes de que pudieses rehacerte y recomponerte a ti misma, era preciso que pasara algún tiempo. Las resurrecciones requieren siempre tiempo y tú estabas casi muerta por lo mucho que te había tundido. ■ Ahora bien, ese punto en ti existente del que habla mi Madre: (3) la parte más santa de tu espíritu, nunca fue herido. No podía serlo, María. Esa parte es mía. Sí, es mía y sólo tu voluntad me podría arrebatar. Y eso tú, lo sé Yo, no lo harás jamás. Esa parte, como imán que atrae a sí las moléculas esparcidas, ha vuelto a atraer y a reunir cuanto Satanás, con odio furibundo contra Mí y contra ti, había desbaratado. ¡Ay de ti si entonces te hubiese herido! ¡Cuánta separación, no obstante, entre tú y Yo! ¡Tú no la ves y Yo no la quiero! Lo que Yo quiero para ti es que el trance de la muerte sea el comienzo de la vida y esto sin desfallecimientos en la espera. Ven adelántate, que estoy aquí. Besa mis llagas de las que desciende para ti la Vida. Para dártela a ti las tengo abiertas al igual que para tantos otros. Estos son los triunfos de la hora de mi Pasión, y éstos los salvados por mi Piedad antes que por mi Sangre. Ella les permitió vivir para hacer que mi Sangre lograra curarlos. Esta es la razón, hombres, por la que Yo me dejé torturar hasta la muerte sin fulminar a ninguno: porque os amé como sólo Yo podía amaros. Ahora descansa y vete en paz”.
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1  Nota  : Cfr. Mateo 27,39-43; Marcos 15,29-32; Lucas 23,35.   2  Nota  : Episodio  44-325: 15 de Abril.   3  Nota  : Dictado 44-355: del 13 de Mayo.
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17 de Mayo
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44-363.- 10 de 10.- Fin del abandono de Dios.
* Perder su presencia, no ver su rostro ni oír su voz, equivale a conocer la locura, la muerte, el infierno.  ■ ¡He vuelto a ver a mi Jesús! ¡Oh, qué feliz soy! ¡Qué hermoso estaba! ¡Su rostro, sus manos, su voz…! ¡Qué sedienta estaba de Él! Ayer, en verdad le vi; mas era cual si estuviese en un cuadro, pues no hablaba, no se movía. Hoy, en cambio, no, hoy ha sido como otra vez. ¡Soy feliz, verdaderamente feliz! ¡Cuánto dolor durante estos 40 días en que no le he visto! Porque son 40 días justos. La última vez que le contemplé vivo y respirando fue el Viernes Santo, o sea, el 7 de Abril, a esta misma hora precisamente, las 15,30 del sol. ¡Qué 40 días de tortura! ■ ¡Qué bien comprendo el dolor de María cuando se le perdió Jesús! Perder su presencia, no ver su rostro, no oír su voz equivale a conocer la locura, la muerte y el infierno. ¿Por qué, Jesús, me hiciste esto…?
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Del libro del Génesis (1)
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44-374.- La Bondad es uno de los atributos principales de Dios. De Él viene únicamente lo bueno. El Mal nunca viene de Dios. Por eso, cuando las cosas sean malas no culpar a Dios de ellas, sino dirigirse al Padre demandando ayuda.
* Para saber si una cosa viene de Dios o no: observar sus reacciones. El dolor que proviene de Dios como prueba confiere paz; y si en el dolor (y más que en el dolor en el gozo, en el éxito) hay inquietud y apartamiento de Dios: seguro que viene del Mal. Llore, por tanto, María Valtorta con paz ya que Dios se encuentre en ella.- ■ Dice Jesús: “Un poco tan sólo para persuadirte que Yo estoy contigo. Te encuentras por demás débil y no puedes escribir mucho, ni es preciso. Tanto a Mí como a ti nos basta con nuestro recíproco amor. A los demás no es preciso darles muchas palabras porque son muy pocos de entre ellos los que la acogen con ánimo sincero. Quiero llamar tu atención en el capitulo I de Génesis sobre una frase que se repite seis veces, una por cada día creativo: «Y vio Dios que aquello era bueno». El séptimo día Dios descansó en la bondad de cuanto había hecho. La Bondad, uno de los atributos principales de Dios. Él, bueno, no hace sino cosas buenas y descansa, feliz, en ellas porque piensa que sus hijos han de gozar de esas cosas buenas. Piensa siempre en esto, alma mía fiel: «El Mal se insinúa, pero no viene de Dios. De Dios viene únicamente lo que es bueno». Por eso, cuando las cosas sean malas para ti, no le culpes a Dios de ellas, sino dirígete al Padre demandando ayuda. ■ Así también, para conocer si una cosa viene de Dios o de algo que no es Dios —el enemigo del bien recibe muchos nombres que van desde el de Satanás, padre de toda maldad, a los de: guerra, atropellos, crueldad, envidias, calumnias y otras por el estilo— observa en ti y en tu prójimo las reacciones que produce. Si el dolor está acompañado de paz, es prueba entonces de que viene de Dios. Si en el dolor hay tormento, pero el alma permanece unida a su Señor llorándole en su seno, entonces es cosa permitida por Dios. Y si en el dolor, y más que en el dolor en el gozo, en el éxito de las cosas, en el bienestar, en el triunfo —porque esto es lo que sucede en tal caso— hay inquietud y apartamiento de Dios, entonces es seguro que viene del Mal. ■ El Mal se presenta siempre vestido con la efímera y engañosa prenda de una utilidad humana. Nunca te engañes: la utilidad verdadera está en lo sobrenatural. Prueba de ello es la moneda con que la utilidad se adquiere: la paz, que es la caricia de Dios a su probado fiel. Llora, pues eres criatura y tienes que soportar la debilidad de tu naturaleza humana; mas permanece en paz. Dios está contigo y de este dolor sabrá procurarte cosas buenas porque Él medicina las heridas causadas por el Enemigo de sus hijos y suyo extrayendo del mal un motivo para daros un bien eterno mayor y ya desde ahora su bendición. Basta. La paz sea contigo”. (Escrito el 22 de Mayo de 1944)
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1  Nota  : Cfr. Génesis 1,4-10-12-18-21-25 y 31.
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44-375.- Dios, que es bueno, pone en la prueba, pero no impone un sacrificio superior a las reglas de justicia y se contenta después con la buena voluntad de la obediencia que, con frecuencia, es más penosa que el propio sacrificio.
* Jesús, aun como Hombre, al ser la «Gran Víctima», conoció siempre el sacrificio a Él reservado. En cambio, a pocos, víctimas escogidas por el Amor, les da conocer el sacrificio por adelantado. Merezcamos las palabras que llenaron de gozo a Abraham.- ■ Dice Jesús: “Dios, que es bueno, pone en la prueba; mas nunca impone un sacrificio superior a las normas de la justicia. Lleva hasta casi las puertas del sacrificio, después ayuda y acaba contentándose en su siervo fiel con la buena voluntad de obedecer. Por lo demás, la «buena voluntad de obedecer» es, con frecuencia, más penosa que el propio sacrificio, porque éste, cuando se presenta de pronto, su misma prontitud lleva a la paz, comunicando una embriaguez que explica todos los sacrificios, aun los producidos por acontecimientos humanos; mientras que el saber que ha de cumplirse un sacrificio, saberlo con gran antelación, es tormento mucho más penoso privando al espíritu del héroe de esas fuerzas impulsivas que le colman de optimismo. Por este motivo de bondad del Señor, Él os oculta el futuro y os dice: «No tratéis nunca de levantar los velos». ■ A pocos, víctimas escogidas por el Amor, a los que Éste encontró dignos de tal elección, a pocos se les da a conocer por adelantado el querer sacrificador de Dios. Yo, aun como Hombre, siempre lo supe. Mi ropaje de carne no embotó mi mente divina y nunca, ni por un momento, desde que fui Jesús, dejé de conocer cuanto estaba reservado. Ahora bien, Yo era la «Gran Víctima» y esto lo explica todo. ■ A las otras —víctimas por demás queridas para Dios— se les descubre el sacrificio cuando éste es ya inminente y cuando el Amor los tiene fortificados para el martirio. ■ Respecto de otros que no son víctimas, aunque sí dignos de serlo, se les propone la necesidad del sacrificio e, incluso, queda insinuado, y… basta. Dios premia la buena voluntad de obedecer que en sí ya es sacrificio: Sacrificio del corazón y de la mente, prueba, al cabo, de fidelidad a Dios. Y Dios dirige a su fiel las palabras (1) que llenaron de gozo a Abraham: «… He conocido que temes al Señor tu Dios y que por Mí no perdonas las cosas más queridas. Por eso te digo que, como tú has hecho esto por Mí, Yo te bendeciré; y porque obedeciste a mi voz, a ella le oirás decirte: Reina, bendito mío, en el Reino que te he preparado y que tu nombre quede escrito en el Libro de la Vida, regocijándose los Cielos por ello, ya que allí se celebra gran fiesta por cada nuevo bienaventurado que entra en la gloria y descansa en el gozo inexplicable de contemplar y poseer a Dios». Permanece en paz. Yo estoy contigo”. (Escrito el 23 Mayo de 1944).
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1  Nota  : Cfr. Gén. 22,12-18
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44-378.- Contemplación del Paraíso.
* La sublime visión del Paraíso anulaba mi sensibilidad corporal. Ahora comprendo cómo pudieron los mártires soportar sonriendo aquellos horrendos suplicios.- ■ Voy a tratar de describir la inexpresable, inefable y beatífica visión de ayer anoche, visión que del arrobamiento del alma me hizo pasar al del cuerpo para que así, al retornar a mis sentidos, me apareciese más nítida y bella. Y antes de hacer esta descripción, que distará de la realidad más que nosotros del sol, me pregunto: ¿Qué debo hacer antes: escribir o hacer mis penitencias? Ardía en deseos de escribir lo que constituye mi gozo y, por otra parte, sé que después de la penitencia me encuentro más reacia a la fatiga material de escribir. ■ Mas la voz luminosa del Espíritu Santo —la llamo así por ser inmaterial como la luz y, no obstante, clara como la más fulgurante luz que escribe para mi espíritu sus palabras que son sonido, fulgor y gozo, gozo, gozo— envolviéndome el alma en su rayo de amor, me dice: “Primero la penitencia y después la escritura de lo que constituye tu gozo. La penitencia debe en ti preceder siempre a todo porque es ella la que te consigue el gozo. Toda visión tiene su origen en una penitencia anterior que te abre el camino para otra más alta contemplación. Vives para esto, eres amada por esto y por esto serás bienaventurada. Sacrificio, sacrificio; éste es tu camino, tu misión, tu fuerza y tu gloria. Solo cuando te adormezcas en Nosotros cesarás de ser hostia para convertirte en gloria”. ■ Así pues, lo primero que he hecho han sido todas mis penitencias diarias que ni las he sentido, porque los ojos de mi espíritu “seguían viendo” la sublime visión y ésta anulaba la sensibilidad corporal. Ahora comprendo cómo pudieron los mártires soportar sonriendo aquellos horrendos suplicios. Si en mí, tan inferior a ellos en virtud, una contemplación, al derramarse del espíritu a los sentidos corporales, puede anular en estos la sensibilidad dolorífica, en ellos, perfectos en el amor como ninguna criatura pueda serlo, y viendo sin velos, en fuerza de su perfección, la Perfección de Dios, debía producirse una verdadera anulación de las debilidades materiales. El gozo de la visión anulaba la miseria de la carne sensible a todo sufrimiento. Y ahora voy tratar de describir.
* La visión:
■ He vuelto a ver (1) el Paraíso, llegando a comprender en qué estriba su Belleza, su Naturaleza, su Luz y su Canto. Todo, en fin, hasta sus Operaciones que son las que desde tan arriba informan, regulan y proveen a todo el universo creado, lo mismo que ya, en otra ocasión, a primeros del presente año, creo yo, vi la Santísima Trinidad; mas procedamos con orden. ■ También los ojos del espíritu, por más que gocen de una aptitud muy superior para soportar la Luz que no la tengan los pobres ojos corporales que no pueden mirar fijamente al sol, astro semejante a una llamita de fumigante luciérnaga en comparación con la Luz que es Dios, tienen necesidad de habituarse gradualmente a la contemplación de esta profunda Belleza. Dios es tan bueno que, si bien quiere desvelarse en sus fulgores, no se olvida de que somos pobres espíritus aprisionados todavía en una carne y debilitados en consecuencia, por esta cautividad. ■ ¡Oh cuán bellos, lúcidos y danzantes son los espíritus que Dios crea de continuo destinados a ser almas de las nuevas criaturas! Como lo he visto, lo sé. Mas nosotros… hasta tanto no tornemos a Él, no podemos resistir de un golpe todo su Esplendor y así Él, con su bondad, se nos va acercando por grados. ● En primer lugar, pues, ayer anoche vi a modo de una rosa inmensa. Digo “rosa” para dar una idea de esos círculos de luz festiva que por momentos se iban centrando en torno a un punto de insostenible fulgor. ¡Una rosa sin límites! Su luz era la que recibía del Espíritu Santo, la luz esplendidísima del Amor eterno: Topacio y oro líquidos hechos llama… ¡Oh, no sé cómo explicarlo! Él irradiaba alto, muy alto y solo, fijo en el zafiro inmaculado y esplendidísimo del Empíreo, descendiendo de Él la luz en ondas inexhaustas. Luz que penetraba la rosa de los bienaventurados y de los coros angélicos prestándoles la luminosidad de esa su luz que no es sino el efecto de la luz del Amor que la penetra. Ahora bien, yo no distinguía a los santos de los ángeles. Tan solo veía los inmensurables festones de los círculos de la paradisíaca flor. Con esto sentíame yo completamente feliz y ya me disponía a bendecir a Dios por su bondad, cuando en vez de estabilizarse aquí la visión, ● ésta se abrió en más amplios fulgores, como si fuese acercándose cada vez más a mí permitiéndome observarla con el ojo espiritual habituado ya al primer fulgor y capaz de soportar otro más intenso. Y vi a Dios Padre: Esplendor dentro del esplendor del Paraíso. Rayos de luz esplendidísima, blanquísima e incandescente. Piense usted en esto: para poder yo distinguirlo en aquella marea de luz, ¿cuál no tenía que ser su Luz que, por más que estaba rodeada de tantas otras luces, las anulaba a todas haciendo que parecieran reflejos sombríos comparados con su esplendor? Espíritu… ¡Oh cómo se ve que es espíritu! Él es Todo, un Todo cumplidamente perfecto, y, al mismo tiempo, nada, puesto que cualquier otro espíritu del Paraíso no podría contactar con Dios, Espíritu perfectísimo hasta en su inmaterialidad: Luz, Luz; nada más que Luz. ● Frente al Padre Dios estaba Dios Hijo con el ropaje de su Cuerpo glorificado sobre el que resplandecía el vestido real con el que cubría sus Miembros Santísimos sin ocultar la belleza super indescriptible de los mismos. Con esta su belleza se fundían la Majestad y la Bondad. Las ascuas de sus cinco llagas saeteaban cinco flechas de luz sobre todo el Paraíso acrecentando su esplendor y el de su Persona glorificada. No tenía aureola ni corona alguna sino que todo su Cuerpo despedía Luz, esa luz especial de los cuerpos espiritualizados que en Él y en su Madre es intensísima, y se desprende de la Carne que es carne, si bien no es opaca como la nuestra. Carne que es luz que se condensa con una mayor intensidad alrededor de su Cabeza, no como aureola, repito, sino por toda su Cabeza. Su sonrisa, al igual que su mirada, era luz; y luz se desprendía así mismo a través de su Frente hermosísima sin heridas. Ahora bien, parecía que allí donde las espinas hicieron brotar tanta sangre y causaron tanto dolor, trasuda ahora más viva luminosidad. Jesús estaba de pie con su estandarte real en la mano como en la visión que tuve, creo yo, en Enero. ● Un poco más abajo que Él, pero muy poco, el desnivel que pueda haber de un peldaño a otro en una escalera, estaba la Santísima Virgen, hermosa como lo está en el Cielo, o sea, con su perfecta belleza humana glorificada y transformada en belleza celestial. Estaba entre el Padre y el Hijo que distaban entre sí algunos metros, (por aplicar parangones sensibles). Ella se encontraba en medio, con las manos cruzadas sobre el pecho —sus dulces, candidísimas, diminutas y bellísimas manos— y, con su rostro levemente alzado, —su suave, perfecto, amoroso, y suavísimo rostro— miraba, adorando al Padre y al Hijo. Miraba al Padre llena de veneración. No pronunciaba palabra alguna, si bien su mirada, era voz de adoración, plegaria y canto. No estaba arrodillada, por más que su mirada hacíala estar más postrada que en la más profunda genuflexión: tan adorante era su actitud. Ella, con su mirar tan solo, decía: “¡Sanctus!”, “¡Adoro Te!”. Llena de amor, y sin decir palabra, miraba a su Jesús. Pero su mirada era toda ella una caricia y cada una de las caricias de aquellos sus dulces ojos decía: “¡Te amo!”. No estaba sentada ni tocaba a su Hijo, mas su mirada lo recogía cual si ya lo tuviese en su regazo estrechándole con sus maternales brazos como y más que en la infancia y en la Muerte. Ella, con sola su mirada, le llamaba “¡Hijo mío!”, “¡Mi gozo!”, “¡Mi amor!”. Se gozaba contemplando al Padre y al Hijo y de cuando en cuando alzaba un tanto más el rostro y la mirada en busca del Amor que resplandecía en lo alto, perpendicular sobre Ella, y entones su luz deslumbradora, de perla hecha luz, se encendía cual si una llama la embistiese inflamándola y haciéndola más hermosa. Ella recibía el beso del Amor y con toda su humildad se inclinaba para corresponder a la Caricia con su caricia y decir: “Heme aquí, soy tu Esposa, te amo, y soy tuya. Tuya eternamente”. Y el Espíritu llameaba más fuerte cuando la mirada de María se enlazaba con sus fulgores. Y María volvía sus ojos al Padre y al Hijo como si, constituida en depósito de Amor, fuese distribuidora del mismo. ¡Pobres imágenes mías! Lo diré mejor: Parecía como si el Espíritu la hubiese elegido a Ella para ser la que, recogiendo en sí todo el Amor, lo entregase después al Padre y al Hijo para que los Tres se uniesen y diesen el ósculo haciéndose Uno. ¡Oh, qué goce comprender este poema de amor y ver la misión de María, Sede del Amor! Mas el Espíritu no concentraba sus fulgores únicamente sobre María. Grande ciertamente, nuestra Madre, siguiente inmediatamente a Dios. Mas ¿puede un barreño, por grandísimo que sea, contener al océano? No. Con él se llenaría y derramaría. En cambio el océano contiene agua para toda la tierra. Así es la luz del Amor que descendía en perpetua caricia sobre el Padre y sobre el Hijo estrechándolos con un aro de esplendor y, tras ser beatificada al contacto del Padre y del Hijo que correspondían con Amor al Amor, aún se prolongaba y se extendía por el ● Paraíso entero. He aquí que éste se me desvelaba en sus pormenores… Y así, los ángeles estaban más arriba que los bienaventurados, cercos en torno al Centro del Cielo que es Dios Uno y Trino con la Perla virginal de María por corazón. Ellos tienen una semejanza más viva con Dios Padre. Espíritus perfectos y eternos, son trazos de luz inferior tan solo a la de Dios Padre, de una forma de belleza indescriptible. Adoran… despiden armonías. ¿Con qué? No lo sé. Tal vez sea con los latidos de su amor, puesto que no son palabras y las comisuras de sus labios no hacen vibrar su luminosidad. Esplenden como aguas inmóviles bañadas por un vivo sol y su amor es canto de una armonía tan sublime que solo una gracia de Dios puede hacer que se oiga sin morir de gozo. ● Más abajo, los bienaventurados. Éstos en sus formas espiritualizadas, se asemejan más al Hijo y a María. Son más compactos o, por mejor decir, más sensibles a los ojos y —al menos esa impresión hacen— al tacto que los ángeles. Ahora bien, son del todo inmateriales y, por lo demás, se encuentran en ellos más marcados los rasgos físicos que les hacen diferenciarse entre sí. Por ello aprecio si uno es adulto o niño, hombre o mujer. Viejos, en el sentido de decrepitud, no veo ninguno. Parece que, aun cuando los cuerpos espiritualizados correspondan a quienes hubieran muerto en edad avanzada, allá arriba cesan los signos de deterioro de nuestra carne. Se advierte mayor majestad en un anciano que en un joven, mas no esa escualidez de arrugas, de calvicie, de bocas desdentadas y de espaldas encorvadas que se dan entre los humanos. Parece como si la edad misma fuese de 40 ó 45 años, es decir, virilidad floreciente, si bien la mirada y el porte son de dignidad patriarcal. Entre muchos… ¡oh, cuánto pueblo de santos!… y ¡cuánto pueblo de ángeles! Los círculos se pierden hasta hacerse una estela de luz por los azulados esplendores de una amplitud sin confines. ● Y desde las lejanías de este horizonte celestial llega a percibirse el sonido del aleluya sublime y trémola luz que es el amor de este ejército de ángeles y bienaventurados… ● Entre muchos, veo esta vez a un espíritu imponente. Alto, severo, y, con todo, bondadoso; con una larga barba que le llega hasta la mitad del pecho y con tablas en la mano. Las tablas parecen de aquellas enceradas que usaban los antiguos para escribir. Se apoya con la mano izquierda en ellas que, a su vez, las tiene apoyadas en la rodilla izquierda. No sé quién pueda ser. Pienso si no será Moisés o Isaías. No sé por qué, pero lo pienso así. Me mira y me sonríe con gran dignidad. Nada más. Pero… ¡qué ojos! Hechos a propósito para dominar multitudes y penetrar los secretos de Dios. ● Mi espíritu va haciéndose cada vez más apto para ir viendo en la Luz, y así, veo que, a cada fusión de las tres Personas, fusión que se repite a ritmo apremiante y continuo como acuciada por un hambre insaciable de amor, se van produciendo los incesantes milagros que son las obras de Dios. Veo cómo el Padre, por amor a su Hijo, al cual quiere proporcionarle el mayor número posible de seguidores, crea las almas. ¡Oh qué hermosura! Ellas salen de las manos del Padre como chispitas, como pétalos de luz, como perlas globulares, como no es posible describir. Es un continuo fluir de nuevas almas… Hermosas, llenas de gozo por bajar a investir un cuerpo obedeciendo a su Autor. ¡Qué bellas son al salir de Dios! No veo, no lo puedo ver, estando en el Paraíso, cuándo las empaña la Mancha Original. ● El Hijo, por celo para con su Padre, recibe y juzga sin descanso a aquellos que, una vez terminada la vida, tornan a su Origen para ser juzgados. No veo a estos espíritus, mas por los cambios de expresión de Jesús, advierto si éstos son juzgados con gozo, con misericordia o con inexorabilidad. ¡Qué fulgor en su sonrisa cuando se le presenta un santo! ¡Qué luz de melancólica misericordia cuando ha de separarse de quien debe purificarse antes de penetrar en el Reino! y ¡Qué ráfaga de ofendido y dolorido enojo cuando tiene que rechazar para siempre a un rebelde! ■ Ahora es cuando comprendo lo que es el Paraíso y en qué consisten su Belleza, su Naturaleza, su Luz y su Canto. Consisten en el Amor. El Paraíso es Amor y es el Amor el que en el mismo lo crea todo. Todo descansa sobre el Amor, siendo el Amor el ápice del que todo se deriva. El Padre opera por Amor. El Hijo juzga por Amor. María vive por Amor. Los ángeles cantan por Amor. Los bienaventurados hosannan por Amor. Si hay Canto y hay vida es porque hay Amor. ¡Oh Amor!, ¡Amor!, ¡Amor…! Yo me anonado en Ti. Yo resurjo en Ti. Yo muero, criatura humana, porque Tú me consumes. Yo nazco, criatura espiritual, porque Tú me creas. ¡Seas bendito, bendito, bendito, bendito Amor, Tercera Persona! ¡Seas bendito, bendito, bendito Amor que eres Amor de las dos Primeras! ¡Seas bendito, bendito, bendito Amor que amas a las dos que te preceden! ¡Seas bendito Tú que me amas! ¡Seas bendecido por mí que te amo porque me permites amarte y conocerte, Luz mía…! ■ Y una vez escrito todo esto, he buscado en los fascículos la anterior contemplación del Paraíso. ¿Por qué? Porque desconfío siempre de mí y quería ver si una estaba en contradicción con la otra; lo que me habría persuadido de que soy víctima de un engaño. No, no existe contradicción. La presente es aún más nítida, si bien ambas coinciden en las líneas esenciales. La anterior es de fecha 10 de Enero de 1944 y desde entonces nunca yo la había vuelto a ver. Se lo aseguro como si lo jurara. (Escrito el 25 de Mayo de 1944).
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1  Nota  : Se refiere al dictado 44-40 del 10 de Enero de 1944.
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44-463.- Invitación de Jesús a María Valtorta para que contemple las estrellas, pavimento de la Ciudad celestial, que no cesan de alabar la magnificencia de Dios y de probar su existencia.
* Las estrellas, criaturas de Dios, no son sino chispitas de luz de aquel Océano de Luz del Reino de Dios. Para llegar al Astro verdadero y conocer la Luz, hay que despojarse de toda humanidad.- ■ Dice Jesús: “Para hacerte olvidar a los hombres que siempre son fieras a herir, unos hombres a otros, —siempre fieras y si bien no sean malvadas en el verdadero sentido de la palabra, muerden siempre, si no las carnes, sí las almas de aquellos que, por ser «míos», están menos dispuestos a devolver mordida por mordida y zarpazo por zarpazo— ven, que te quiero hacer contemplar las estrellas. Te las quería haber hecho contemplar ayer anoche, mas te hallabas tan herida que no podías hacer otra cosa que llorar y dolerte sobre mi corazón y así te tuve sin imponerte más fatiga que no era «mía» sino la de la humanidad cruel. ■ Mira ahora y considera conmigo. ¿Ves cuántos astros brillan por la noche en el terciopelo del cielo sereno? Millones. Parece como si su luz expresara palabras misteriosas. Yo, hombre, me perdía en mis noches solitarias contemplando las estrellas. Con la mirada, y más con el alma, me sumergía entre aquellos arriates de luz, yendo, de flor en flor, confrontando las magnitudes y colores de aquellas corolas estelares y parangonando la hermosura de su brillo. Y me gozaba pensando que, del modo que las flores en los campos y en los jardines, meciéndose suavemente al aire del alba y de la tarde, se dicen palabras perfumadas, así también, allá arriba, se dirán los astros unos a otros palabras de luz y que, cada intermitencia en su brillar, cada destello más vivo, cada radiación más sostenida, hubieran de ser otros tantos puntos de una frase, otras tantas contestaciones a una pregunta y otros tantos discursos del más fogoso orador, dicho todo para alabar la magnificencia de Dios. ■ ¡Las estrellas! ¡Tan lejanas y cercanas a la vez! Alejadas millones y millones de metros, volando cual aves de fuego por campos interminables del cielo y, sin embargo, tan visibles al ojo del hombre para decirle: «Cree en Dios. También nosotras somos una prueba de su existencia». Diríase que con pequeño esfuerzo se podría llegar a ellas y tocarlas pues tan cercanas parecen estar. Y, con todo, sería tenido por necio el que pensase poder hacerlo aun subiendo a las cimas más altas del globo. Sea que el hombre las contemple desde la llanura más acusada, sea que dirija a ellas su mirada desde las cumbres de las montañas asiáticas sobre las que difícilmente vive el águila debido al enrarecimiento del aire por la altura, sea que a sí mismo se eleve por medio de alguno de esos artefactos que son prueba de la inteligencia humana pero de los que no sabéis hacer uso sino para servir a la barbarie y a la iniquidad, al odio infernal por tanto, no consigue verlas más cerca y mucho menos alcanzarlas. ■ Cuanto más él se eleva, tanto más ellas se hunden en el éter y palpitan diciendo: «Nosotras, hijas de Dios, no somos para ti pues nos contaminas con tu humanidad decaída. Nosotras, criaturas de Dios, no somos sino una chispita de aquel océano de luz que es el Reino de Dios. Para llegar al Astro verdadero y conocer su Luz, no tienes sino que despojarte de toda tu humanidad. Así conocerás a Dios, ya que Él se desvela a quien le ama y en el amor consuma al propio hombre y hace reinar a su misma alma, poseyéndolo después, tras la breve vida, durante la Vida eterna. Nosotros, los milenarios astros conoceremos la muerte, cosa que vosotros no la conoceréis si os hacéis hijos de Dios»”.
* No hay medio para alcanzar una estrella mas Dios, Astro más lejano, con su amorosa impaciencia, anticipa el tiempo y permite, por medio del amor, alcanzarle.Jesús: “Ya ves, María, cómo os ama Dios y cómo te ama. Escríbelo bien claro y subráyalo para que lo veas bien. ¡Cómo te ama Dios! No hay hombre que pueda llegar con medio alguno a la estrellita más próxima a la tierra, la de más tenue fulgor. Mas Dios, porque te ama y porque le amas, te concede que le alcances, le conozcas y te sumerjas en su Fuego. Y considera que hay menos distancia de la tierra a las estrellas que de éstas al Trono de Dios. Ellas forman el inmenso pavimento de la celestial Ciudad y, más aún que el pavimento, los cimientos de la misma. Arriba, arriba, mucho más arriba, a alturas inconcebibles que no responden a medidas humanas, se halla aquel feliz Reino del que la Trinidad es Señora y en el que está preparado el puesto para quien ama. Mas porque la amorosa impaciencia de Dios no conoce demoras, Él, anticipando el tiempo, os aspira a Sí con el espíritu y se da a vosotros con su Fuego. ■ Y ¿qué se te da de la mezquindad humana? Déjala a los humanos y ven, que tienes a Dios que te ama. Todo lo demás es nada. Nada puede servir para alcanzar a Dios. Sólo el amor sirve para esto. Más alto que la más empinada cumbre, más potente que el medio más poderoso, el amor, con su fuerza, ilimitada por ser espiritual, os une a Dios, os lo hace conocer. Basta que os cuidéis de amarle completamente, de hacer del amor el esfuerzo único de vuestra vida no perdiéndoos en otras búsquedas. Tratad de poseer el amor y cultivadlo haciéndolo crecer de continuo, alimentándolo para ello sin pereza y sin miedo. Haced de él una hoguera, pues la llama sube, la llama resplandece y la llama canta. Subid hacia Dios. Resplandeced en el amor que os inflama. Cantad vuestro amor. Devolved a Dios lo que Él puso en vuestro corazón para haceros semejantes a Él: la capacidad de amar. Dios es Amor y quien en sí no tiene amor carece de semejanza con Dios”. (Escrito El 20 de Junio de 1944).
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44-477.- Sta. Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz, cuya infancia espiritual la asemeja a Jesús infante, es presentada por modelo a todos.
* “Cuanto un místico más se aproxima con su deseo amoroso a Aquel a quien ama completamente, tanto más se identifica con el modelo su imagen espiritual”.- ■ Dice Jesús: “Aquel que dibujó esta cubierta que a ti tanto te gusta y que sólo ahora, después de 19 años, contemplas en su verdadero significado, no se limitó a hacer únicamente una obra bonita y simbólica sino que expresó una realidad. La pequeña Teresa que, escribiendo sobre nubes empíreas, deshoja incesantemente rosas con dos ángeles ayudándole a derramar sobre el mundo su lluvia de rosas, era una verdadera semejanza de Mí, Niño. Por eso hicieron bien en representarla tan parecida a un Niño Jesús que podía ser confundida con Él. Tú te das cuenta ahora de que es ella y no Yo. Esto, en parte, viene a ser continuación del dictado de ayer. Cuanto un místico más se aproxima con su deseo amoroso a Aquel a quien ama completamente, tanto más se identifica con el modelo su imagen espiritual”.
* Mi Faz dolorosa fue el sol impreso en su corazón que lo abrasó”.-Jesús: “Mi pequeña grande Flor era Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz y si mi Faz dolorosa fue el sol impreso en su corazón que lo abrasó, para vosotros, que aborrecéis el dolor y la austeridad os espanta, tuvo en su entorno espiritual la semejanza con mi dulce infancia, y la suavidad, la gracia y la simplicidad de ésta. Así lo quise y así guié la inspiración a fin de proporcionaros un modelo que vuestra incapacidad actual, incapacidad espiritual, supiera copiar. Teresa es para todos. Todos pueden esforzarse en imitarla, aun los pocos formados en el espíritu. ■ Con todo no creáis que a Teresa se le hubieran ahorrado los sufrimientos. ¡No! Ella os muestra un rostro amable y sonriente, el plácido rostro de un niño feliz. Mas en su interior mi Pasión hurgaba en ella con escalpelo de fuego. Os lo he concedido compadeciéndome de vuestra debilidad. Doy mis santos para todas las características espirituales. Doy los ascetas de austeridad casi temerosa para los de temple de acero y para las llamas que no languidecen. Doy santos de santidad jubilosa para aquellos que no saben santificarse con el llanto, y santos de gracias infantiles para aquellos que no pueden —y ya es mucho si lo saben hacer— amarme sino con muy reducidas fuerzas. ■ Y advertid que la pequeña Teresa, poseedora de un corazón de héroe, hubo —y fue éste un martirio añadido a todos los otros suyos— hubo de violentarse a sí misma para ofreceros la imagen que Yo quería, ya que su espíritu la llevaba a emprender vuelos de águila y a llevar a cabo los heroísmos más intrépidos. ¿Sabéis lo que supone contradecir la propia naturaleza? Probadlo y comprenderéis su doble mérito”.

.   Este dictado lo ha motivado la observación hecha por mí acerca de la cubierta del libro: “Historia de un alma” (Autobiografía de Sta. Teresita). Este libro lo tengo desde hace 19 años y siempre creí que el niño que esparce rosas desde lo alto de la nube era el Niño Jesús. Esta mañana mi avisador interior me ha dicho: “No, ese niño paradisíaco es Teresita del Niño Jesús. Ella adoptó la infancia espiritual como forma suya de santidad y en ella acertó a ser tan perfecta que llegó a ser propiamente un segundo Jesús en pequeño”. (Escrito el 23 de Junio de 1944).
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44-531.- Dios es una perfección de bondad ilimitada. No dice: «tratadme como Dios» sino: «como vuestro Padre, Hermano y Amigo».
* El Señor aduce una breve lección —de una expresión de María Valtorta acerca de ciertos hombres que no debieran ser compadecidos— hablando de la bondad del Señor, que por ser precisamente sin límites, se abusa de ella.- ■ Dice Jesús: “Tú misma me proporcionas el tema de esta lección. Dijiste tú: «Yo me compadezco y soy paciente con los animales y los niños porque los primeros carecen de razón y los segundos aún no la alcanzaron. Mas con un adulto que desatina, bien por malicia u obstinación, tampoco yo razono, llegando hasta no compadecerle». ¡Bravo! Pues si tu Señor, que te dotó de razón, hubiese de hacer lo propio contigo, ¿cuántas veces en tu vida habría tenido que castigarte? Y si —puesto que a todos los hombres les doté de razón— si hubiese de castigar y no compadecer cuando los hombres van contra la razón, ¿qué habría de hacer? ¿Qué hombre se salvaría del castigo? No digo siquiera: cuando los hombres van contra mi Ley sino contra la razón, como tú dices. ■ Deducid de esto, tú y todos los hombres, cuánto mejor es Dios que el mejor de los hombres. Es una perfección de bondad sin límites contra la cual vosotros, abusando precisamente de tal falta de límites, os atrevéis a cometer contra ella toda clase de faltas. Pues bien, no debéis hacerlo porque, si soy bueno, no es justo que abuséis de ello. Podría deciros: «Tratadme como a Dios» y, sin embargo, me limito a deciros: «Tratadme como a vuestro Padre, vuestro Hermano y Amigo, y portaos conmigo como lo hacen, entre los hombres, los buenos hijos, los buenos hermanos y los buenos amigos». Mas, por desgracia, ni esto sabéis hacer. Y ¿aún os lamentáis de la falta de bienes en la tierra?”. (Escrito el 16 de Julio de 1944).
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Del Capítulo 34, v. 29 de Job

44-532.- «Si Dios otorga paz, ¿quién podrá condenar?»
* Al igual que los escribas y fariseos que juzgaron y condenaron a Zaqueo, así también los doctores actuales juzgan y condenan a los predilectos que llegan a ser «voces». Porque tanto aquellos escribas y fariseos como los actuales doctores, al no tener su corazón limpio, tampoco sus juicios son justos.- Dice Jesús: “Desde los tiempos antiguos habíase dicho ya: «Si Dios otorga paz, ¿quién podrá condenar?» (v. 29). Y con todo, aquellos doctores que siempre me acusaban y sabían a la perfección las palabras del Libro, juzgaban de muy distinta manera. ¿Por qué? Porque sabían la letra, mas no comprendían el espíritu de la misma. Semejantes en todo a los doctores de ahora que juzgan y condenan con pretextos ridículos y crueles a mis predilectos y a Mí con ellos. También se atrevieron a condenar a Zaqueo. Dios había concedido la paz a su siervo arrepentido que volvía a la casa del Padre, que no de su Amo. Éstos le condenan a Él y a su siervo porque, según ellos, no era suficiente la forma de arrepentimiento de Zaqueo. ¡Era natural! Carecía de aquellas formas hipócritas, todas exteriores, que ellos, fariseos y escribas, preconizaban; formas empleadas para engañar al mundo con una pretendida santidad que era pura ficción, ya que su interior estaba y seguía estando apestado con sus vicios. Era un verdadero arrepentimiento de su corazón. Dije Yo: «Es del corazón de donde salen las cosas que contaminan al hombre» (1). Mas también salen de él las cosas que le santifican. De este tabernáculo que, como en copón de oro, contiene a vuestro espíritu en el que, por una especial transubstanciación se encarna y reina Dios, salen los buenos pensamientos, las rectas intenciones, las firmes voluntades de ser santos, los heroísmos que os consiguen el Cielo y los arrepentimientos sinceros que borra de la mente de Dios el recuerdo de vuestras culpas llevándoos a Él y Él a vosotros mediante su beso de Padre”. (Escrito el 20 de Julio de 1944).
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1  Nota  : Cfr. Mateo 15,10-11; Marcos 7,14-15.
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Del libro del Éxodo 
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44-564.- “Sobre un altar, consagrado a Mí, Yo, Jesús Sacerdote, sacrifico la víctima de amor que se me ofreció por los pecados del mundo”.
* Aplicando a María Valtorta la metáfora del altar bíblico, Jesús le explica cómo debe ser el corazón de un predilecto: un «altar de perfume» —pues “al alma que me ama le digo: «Haz de tu corazón un altar sobre el que tu amor exhale perfume ante mi Santidad»”que  debe ofrecerse sin medida por haber él, a su vez, recibido sin medida. “Y tendrás de continuo este altar delante del Arca del Testamento de Dios que es tu Salvador”.- ■ Dice Jesús: “Al alma que me ama le digo Yo: «Haz de tu corazón un altar sobre el que tu amor exhale perfume ante mi Santidad». Mas a mis predilectos les doy un mandato más concreto, pues os quiero perfectos. Y lo quiero por amor lo mismo que por justicia. Todo don requiere una contrapartida y así, si Yo os di sobre toda medida, vosotros debéis darme sin medida. Compréndeme cómo quiero que seas tú bajo la metáfora del altar bíblico (1). ¿Cómo debe ser tu corazón altar del perfume? De material precioso, tanto por dentro como por fuera y en todas sus partes. En la madera de setím se encierra el significado de preciosidad, incorruptibilidad, resistencia y ligereza. A esta madera, preciosa por su escasez y cualidades, le adornaban estas propiedades: Preciosa, por su escasez y rareza en troncos de tal grosor que pudieran ser escuadrados en bloques de un metro de alto por medio de lado. Incorruptible a la acción del agua y de la polilla debido a su dureza que aumentaba con el transcurso del tiempo, haciéndose cada más preciosa de color pues, de un amarillo-paja intenso, iba haciéndose poco a poco cada vez más oscura hasta llegar a parecer negra como el ébano. Resistente en extremo, por tanto, a la acción deletérea de la humedad y de la polilla, se empleaba particularmente para la fabricación de aquellos objetos que, por su continuado uso, se querían preservarlos de un rápido desgaste y, entre ellos, en primer lugar, de los objetos sagrados. Al mismo tiempo era de un peso mucho más liviano que el de otras maderas menos resistentes pero mucho más pesadas. Estaba por tanto indicada para su empleo con objetos que, en determinados casos, debían ser transportados a brazo por respeto. ■ Así debe ser tu corazón: precioso, pues está formado por el amor, por la unión con Dios y por la generosidad en el amor. Incorruptible a la acción deletérea del sentido, de la tentación y de la insidia de Satanás, las tres carcomas del alma, ya que el amor generoso y la unión hacen incorruptibles las fibras del corazón a la acción disgregadora procedente del exterior. ¿Cómo ha de poder entrar ningún otro en un corazón totalmente ocupado por Mí? ¿Cómo penetrar la corrupción en donde hay saturación de Aquel que nunca jamás la conoció? Y ¿cómo introducirse la Muerte en donde mora el Viviente? Durísimo, fortísimo, y resistente en extremo debe ser tu corazón: un bloque sobre el que en vano, como ala de mosca, resbalan las fuerzas enemigas. Tú eres de Dios. Está mi sello sobre cada una de tus fibras, no debiendo estar otro alguno. Adquiere de continuo una mayor robustez en el amor y en la unión para hacer cada vez más resistente tu corazón a todo cuanto no sea tu Dios. Sea al mismo tiempo ligerísimo, no aprisionado por raíz alguna de humanidad ni embarazada por cosa alguna material o convenciones mezquinas. Nunca envilezcas tu espíritu ni tu fe con mezquindades pues son dos cosas sobrenaturales que han de guardarse en una atmósfera sobrenatural. Mucho es lo que Yo te he dado para que tú me des. Mucho lo que te he enseñado para que me sirvas con sabiduría. Nunca lo olvides: como Yo te tomé a ti, mezquina, para llevarte más arriba, así también tú debes con sumo cuidado no descender de ahí y, por el contrario, emprender vuelo con todas tus fuerzas tratando de subir cada vez más arriba. No tengas miedo de no ser capaz de ello pues aquí estoy Yo que vigilo y ayudo. ■ Tú, pon en juego toda tu voluntad. Una vez cuadrado tu espíritu como piedra angular, sean las virtudes los lados y caras de este tu espíritu transformado en altar del perfume para Mí, que ha de apoyarse sobre la base del sacrificio, siendo éste el lado que descansa en el suelo, la tierra mísera que ha de ser salvada con el sacrificio. Sus cuatro lados han de estar hechos de: templanza, fortaleza, justicia y prudencia, estando el lado superior, el opuesto de la base, hecho de caridad. La Caridad viene del Cielo y tiende a Él. La Caridad es la piedra del altar sobre la que se consumen las oblaciones como homenaje a Dios y propiciación por los hermanos, siendo sus astas la esperanza y la fe. Y como corresponde a las tres virtudes teologales y a la dignidad del altar, debe estar todo él recubierto de oro finísimo, debiendo ser proporcionadas cada una de las moléculas de oro por otros tantos actos de amor y de sacrificio tuyos, sacrificio y amor que son la amalgama preciosa que reviste de esplendor el altar del corazón. Y tendrás de continuo este altar delante de Mí, delante del Arca del Testamento de Dios que es tu Salvador”.
* “Yo soy tu Sacerdote y Pontífice que, sobre el altar que me has preparado, quemo mañana y tarde el perfume de tu inmolación de amor. No te lamentes. pues Yo subo diariamente sobre el altar para ser consumado miles y miles de veces al día. Si aún existís vosotros es por este mi perpetuo y continuo holocausto”.- Jesús: “«Y Aarón quemará sobre él un perfume». ¿Quién es Aarón? Bueno, ¿y Yo? Yo soy tu Sacerdote y Pontífice que, sobre el altar que me has preparado, quemo mañana y tarde el perfume de suave fragancia de tu inmolación de amor. Mañana y tarde, esto es, siempre. Tú debes suministrarme este incienso para que Yo lo consuma. Así, pues, por ti, por tus hermanos y por la gloria de Dios, déjate quemar. Ningún otro perfume, oblación o víctima ha de ser puesto sobre este altar sino únicamente el perfume de tu caridad y la oblación de ti misma, víctima ofrecida a la Caridad divina por la caridad de todos. «Y una vez al año», se dice en el Éxodo, «Aarón llevaba a cabo la expiación con la sangre ofrecida por el pecado». Mas Yo te digo: «Y cuantas veces Yo quiera, haré con tu sangre, extraída y derramada con el cuchillo del Dolor, el sacrificio de expiación por los pecados del mundo». ■ No te lamentes, pues Yo subo diariamente sobre el altar para ser consumado miles y miles de veces al día. No se da un minuto ni un segundo durante las 24 horas del día en los que, en uno u otro punto del globo, no haya un altar sobre el que no se eleve esplendente la Hostia inocente. Si aún existís vosotros es por este mi perpetuo y continuo holocausto, ya que, de otra suerte, la ira del Padre os habría ya destruido por cuanto vuestra maldad supera a la infinita paciencia de Dios (2). ¿Qué dice el sacerdote en el altar? «Por mí y por todo el género humano». Este es el pensamiento del sacerdote mientras ofrece e inmola. Y también el tuyo: «Por mí y por todo el género humano se ha inmolado Jesús. Pues también yo me inmolo por todo el género humano con Él, en Él y por Él». Y piensa que cada angustia, cada tormento tuyo, si bien no son de desesperación por cuanto tú continúas esperando en Mí, aunque por su enorme acritud saben a desesperación, —y piénsalo siempre que la angustia y el tormento te abrasen, te traspasen, te trituren y te eleven con instrumentos de fuego— piensa que sirven para proporcionar una gracia al género humano. Tu sufrir no resuelta estéril, como tampoco viene a ser egoísta por el bien que a ti te proporciona. El sufrimiento es la moneda con la que compras dones de gracia para los desgraciados que no saben amar ni rezar o no lo saben hacer como es debido. ■ Por eso, cuantos más sufrimientos te aquejen, di a ti misma: «Con esto se anulan las verdaderas desesperaciones. ¡Gracias, Dios mío, por servirte de mí para esto!». Vete en paz, mi pequeño Juan. Donde hay caridad y amor, allí está Dios, dijo Juan (3). Por eso Yo estoy contigo y tú con Dios porque entendiste el amor”. (Escrito el 25 de Julio de 1944).
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1  Nota  : Cfr. Éx. 30,1-10.   2  Nota  : Esta última expresión, si no se desconecta del contexto, viene a significar que la mole de los pecados acabaría por agotar la misericordia divina de no ser por la cotidiana reiteración del sacrificio salvífico de Cristo.   3  Nota  : Cfr. 1 Ju. 4,7-16.
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Hechos Cap. 17, v. 27-28 (1)
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44-701.- ¿Dónde está este Señor del Cielo y de la tierra, este Creador de todos los hombres?
* “En los templos e iglesias Dios está en el Sol sin ocaso de la Eucaristía mas también está en vosotros: jubiloso en sus santos, paternal en sus hijos, severo en sus enemigos. Estoy en los justos lo mismo que una Partícula en la Custodia. Por el contrario, soy como Custodia que refulge elevada a lo alto, en demanda de adoración, sobre los fieles de voluntad rebelde”.- ■ Dice el Padre Eterno: “En verdad, Yo no me encuentro lejos de ninguno de vosotros. Con solo que me busquéis, —y para ello no es preciso que andéis a tientas como pobres ciegos para encontrarme— ya dais conmigo. ¿Dónde estoy? ¿Dónde este Dios eterno? ¿Dónde este Señor del Cielo y de la tierra, este Creador de todos los hombres descendientes de aquel que fue la obra maestra de su creación y son ahora la piedra de toque de su bondad? ¿Acaso hay que recorrer montes y valles, navegar por mares, afrontar desiertos o, simplemente, salir tal vez de casa o de la ciudad para dar con Él en un lugar determinado? No. ■ Bien es verdad que al nombre y al culto de Dios omnipotente, se han erigido templos e iglesias y en ellos está el Sol, sin ocaso, de la Eucaristía que llama a reunión a los hombres para caldearlos, nutrirlos, purificarlos y hacerlos unos con la Carne eucarística, con mi Amado y Querido Hijo. Mas ¿únicamente ahí tenéis a Dios? No. Jubiloso en sus santos, paternal en sus hijos, y severo en sus enemigos, Dios está en vosotros. Yo estoy en vosotros, vivo con mi Gracia, río de gozo y de paz, fuente de continuos favores, o amenazador con el solo poder ineludible de la mirada que es la palabra y trueno de reconvención  —si no bastan la palabra ni el rayo de mi mirada para hacer volver la conciencia a su deber— Yo estoy en todo espíritu de hombre. Yo: Rey y Creador del hombre ■ Querría estar dentro de cada espíritu. Estoy en los de los justos lo mismo que la partícula en la Custodia. Por el contrario, soy como Custodia que refulge, elevada a lo alto en demanda de adoración, sobre los fieles de voluntad rebelde. Estoy entre los rayos, truenos y fuego de cólera en lo alto de mi gloria y digo a los rebeldes: «No sobrepaséis los limites de vuestro mal, antes retroceded, purificaos y tomad el camino de la santidad si no queréis que Yo os haga morir». Mas no hay por qué andar a tientas para buscarme. Yo estoy junto a vosotros y vosotros vivís, os movéis y estáis siempre en la órbita de mi radio de acción”.
* “Seré benigno con quien, ignorando al Dios verdadero, le sirve con instinto espiritual de acuerdo con la bondad y la moral. Mas con aquellos que, conociendo mi Nombre y mi Ley, destronan a Dios para poner en su puesto vicios e idolatrías, será muy otro mi juicio. Los primeros sirven «al Dios desconocido». Los segundos desertan de la corte y milicia del Dios conocido para servir a infinitos dioses”.- ■ Padre Eterno: “¡Ay de aquellos que, dentro de los límites santos, llevan sus almas contaminadas de pecado! Con palabra de Dios, que no miente, os digo que seré benigno con quien, ignorando al Dios verdadero, le sirve con instinto espiritual de acuerdo con la bondad y la moral. Mas con aquellos que, conociendo mi Nombre y mi Ley, destronan a Dios para poner en su puesto vicios e idolatrías, será muy otro mi juicio. Los primeros sirven «al Dios desconocido» (2). Los segundos desertan de la corte y la milicia del Dios conocido para servir a infinitos dioses, ídolos de múltiples nombres y de un único resultado: la ruina. Y ¿podrá el Hijo, que murió para que todos amasen al Dios verdadero, y que por el Padre fue constituido Juez al igual que designado Hostia del mundo, ser longánimo con aquellos que obstinadamente persistieron en sus idolatrías? ¿Hay algo que dejara de daros al crearos que justifique vuestra insensatez? No. ■ Os doté de inteligencia y de voluntad, que os podrían bastar, ya que os las di como Dios, es decir, os capacitaban para manteneros en el bien. Y no me limité a ellas sino que os di también sabiduría y doctrina. Está dicho todo cuanto el hombre debe hacer para ser hijo mío. El que no lo hace es porque no quiere serlo y, en tal caso, que no murmure si Dios se muestra con él como juez enojado y no como padre amoroso con sus hijos”. (Escrito el 8 de Octubre de 1944).
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1  Nota  : Hechos 17,27-28: “Dios determinó el tiempo y el lugar donde cada pueblo había de habitar, los dejó que buscaran por sí mismos a Dios, para ver si lo descubrían, aunque fuera a tientas, y lo encontraban, porque no está lejos de cada uno de nosotros. Pues en Él vivimos, nos movemos y existimos”.   2  Nota  : Cfr. Hech. 17,23.
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45-46.-“La obediencia a los designios de Dios aceptados por amor, así sean penosos, es señal de formación espiritual de un corazón”.
* Jesucristo encarnó la perfección de esta formación. Tu designio ha sido un volar hacia lo alto desde que de la voluntad de Dios hiciste la norma de tu vida”.- Dice Jesús: “Escribe esto tan solo: los designios de Dios tienen una continuidad y necesidad misteriosas que únicamente en la otra vida aparecerán ante vosotros con claridad. Se os figuran de una incoherencia extraña. Se os figuran porque vosotros los veis todo con ojos humanos. Mas, por el contrario, cuanto acontece es una concatenación armónica y justa de la que se deriva la suerte humana y sobrehumana porque, según sea la correspondencia del alma a los designios que Dios le propone, así es la suerte bienaventurada, de condenación o simplemente tal vez de purgación dolorosa en la otra vida, y en ésta, de auxilios o de abandonos divinos. ■ La obediencia pronta y la conformidad gozosa con los designios de Dios viene a ser la señal de la formación espiritual de un corazón. Jesucristo encarnó la perfección de esta formación. Lo era como Dios; mas lo fue también como hombre. Y si como Dios no podía ser insidiado por el Tentador que inocula la soberbia y la desobediencia para arrancar a la bondad de Dios un espíritu, como Hombre, en cambio, cuando estuvo en la tierra, pudo muy bien ser instigado por el Tentador a la desobediencia. Considera, hija, a qué obediencia debía Él someterse a Sí mismo. Habíase ya impuesto el yugo envilecedor, para Él que era Dios, de una humanidad. Mas, al término de esa humanidad, Él veía la cruz con la muerte oprobiosa y atormentada del crucificado. No ignoraba su futuro y no se sustrajo a él. ■ Cuántas veces los hombres, aun sabiendo que de aquella determinada cosa que les propone Dios se deriva un bien para ellos y para sus semejantes, no se sustraen de la misma diciendo: «¿Por qué he de dejar esto que me reporta utilidad para asumir lo que es penoso? ¿Y por quién?» ¡Por amor, hijos, por amor! Nada puede exigiros el Padre que no sea para vuestro seguro y efímero bien. Si obrarais con fe no dudaríais del Padre y diríais: «Si me propone esto es sin duda alguna para mi bien. Lo hago». Y si obrarais con amor, diríais: «Él me ama, pues le amo». Y después, si lo que os propone fuese para bien del prójimo, aun siendo un sacrificio para vosotros, si fueseis santos, los aceptaríais inmediatamente como lo aceptó mi Hijo para vuestro bien y Yo os daría después un fúlgido premio. ■ Por eso, cuando mires la aparente contradicción de tu vida, o mejor, las numerosas contradicciones de tu vida y cuanto tienes, di siempre: «Aquel suceso, en aparente discordancia con el siguiente y con mi situación actual, fue el que preparó esto. Y tengo esto porque acepté aquello». Considera cómo, desde que de las palabras de la oración de mi Hijo: «Hágase tu voluntad» hiciste la norma nada estéril de tu vida, tú, no sólo no te has detenido, sino que has caminado, más tarde corrido y por fin volado hacia lo alto. Cuanto más ha crecido en ti el querer, el conocer y el mejorar, tanto más ha aumentado en ti la obediencia alegre y pronta a mis designios. Nada más te digo. Queda con nuestra bendición”.
.  Creía que fuese Jesús cuando, por el contrario, es el Eterno Padre el que me ha dirigido esta mañana tan dulces palabras y con tanta piedad en atención a mi estado físico. (Escrito el 12 de Abril de 1945).
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A las 5,20 de la mañana.
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46-279.-María Valtorta quiere saber si es ciertamente el Señor o Satanás el que le habla o es su cerebro que ha enfermado y delira.- ¿Quién es ella?
* “¡Y aunque así fuese! (tú la que hablas). ¿Cuántas veces no se ha dicho, abierta o veladamente, que quien se halla repleto de Sabiduría se halla saturado de Mí y que quien habla palabras sobrenaturales, es voz del Espíritu Santo que habita en su corazón? Porque el Espíritu de Dios, querida alma mía, es el que lleva a cabo estas operaciones en el corazón de los hombres en los que habita al encontrarlos merecedores de ser habitados por Él. Y el Espíritu Paráclito es el amor del Padre y del Hijo. Por lo tanto, si tú me oyes hablar es señal de que Yo estoy en ti con el Amor”.- ■ A las 5,20 de la mañana, no bien despierto, ya tengo sobre la almohada mi aflicción que me la cargo como una cruz. Mas, al mismo tiempo, he aquí la querida y divina Voz que dice: “Viene Jesús a dar un beso (la Eucaristía) a su pequeña esposa”. Respondo: “¡Oh, Señor mío, dame una luz y dime si ciertamente eres Tú! Todo cuanto me hacen sufrir los Padres Siervos de María en general y el Padre Migliorini en particular, me induce a creer que yo sea una ilusa, una enferma mental y una obsesa. ¿Eres Tú el que hablas o es mi cerebro que ha enfermado y delira? ¿Eres Tú o es Satanás? Tú lo sabes, es éste mi mayor dolor; la manía de escuchar voces que no son la tuya ni de tus santos o el desvariar dando por «palabras tuyas» lo que tan solo es pensamiento mío”.
■ Me responde Jesús: “¡Y aunque así fuese! ¿No dije Yo que del corazón salen los pensamientos de los hombres y que por el fruto se conoce la bondad de un árbol? ¿No se dice en la Escritura y en la Sabiduría que quien me conoce tiene la vida eterna y que quien para Mí trabaja no perecerá? ¿Cuántas veces no se ha dicho, abierta o veladamente, que quien se halla repleto de Sabiduría se halla saturado de Mí y que quien habla palabras sobrenaturales, es voz del Espíritu Santo que habita en su corazón? Porque el Espíritu de Dios, querida alma mía, es el que lleva a cabo estas operaciones en el corazón de los hombres en los que habita al encontrarlos merecedores de ser habitados por Él. Y el Espíritu Paráclito es el amor del Padre y del Hijo. De ahí que si tú oyes resonar estas palabras en tu corazón es señal de que tú escuchas los divinos coloquios de la Trinidad Santísima. Por lo tanto, si tú me oyes hablar es señal de que Yo estoy en ti con el Amor. Así pues, aunque de verdad fuese tu corazón el sugeridor de estos pensamientos que después tú escribes, señal es de que tu corazón se encuentra lleno de Dios, ya que «Lo que sale por la boca procede del corazón del hombre». Por lo que, si tu corazón envía a la boca y a la mente pensamientos, imágenes y palabras divinas o sobrenaturales, señal es de que tu corazón es santo, de que tu corazón alberga únicamente amor, justicia y cosas celestiales; que tu corazón está en los Cielos y que, con tu espíritu, habitas en ese Cielo que llevas encerrado dentro de ti. ¡Dichosos los que son como tú! ■ ¿De qué te afliges, hermoso árbol mío, manzano dulce y suave olivo, si das frutos celestiales endulzados por la Sabiduría que somos Nosotros, luminosos cual puro aceite encendido con la Luz que somos Nosotros? ¡Permanece en paz! Permanece en paz, amada mía, fiel mía, enamorada mía y pequeña esposa mía. Permanece y continúa en paz. Tú haces lo que Yo quiero. Quien te combate no te hiere a ti sino a Mí porque a Mí, únicamente a Mí me combate, puesto que Yo, y ningún otro que Yo, soy el que poseo, domino, esplendo, amaestro y vivo en ti. Sigue adelante. ■ Tú haces amar al Señor, a María y a la Celestial Población de los Santos. ¡Solo por esto, únicamente por esto, tendrás la vida eterna! Y, tras todo esto, está tu dilatado y creciente amor, así como tus sufrimientos, tu inmolación, en fin todo. ¡Oh, no temas! Tú no puedes errar puesto que te hallas inmersa en el amor heroico. No temas. Lo que se encuentra colmado o sumergido, nada más puede recibir ni ser bañado o sumergido por otro, que no sea por Aquel en que se encuentra. No temas. Sigue adelante y perdona. ■ Los miopes y cuantos por la triple sensualidad, aunque solo sea por orgullo, viven en la llanura baja, tienen cataratas en las pupilas del entendimiento y no pueden ver el sol que resplandece sobre la cima de los montes, que se elevan al cielo, porque aman el cielo, las alturas, el aire puro, y no ven las plantas que tu voluntad de amarme hizo brotar allá sobre la cumbre de tu espíritu y que el Sol-Dios hace crecer cada vez más lozanas sin que tempestad alguna las pueda desarraigar. A cuantas almas se entregan del todo a la Sabiduría se le pueden aplicar las palabras del libro sapiencial: «Me he elevado como cedro sobre el Líbano y como ciprés sobre el monte de Sión. Me he encumbrado como palmera de Quedes y rosa de Jericó; como un hermoso olivo en los campos y un plátano en las plazas a la vera de las fuentes. Como planta aromática o de suaves resinas, yo exhalo mis perfumes y saturo de ellos mi casa» (1). Porque quien se entrega a la Sabiduría exhala Sabiduría. Y la Sabiduría es fértil; es selva útil y hermosa con plantas de toda especie, con flores, frutos y suaves perfumes, alimentada por las Fuentes eternas de su propia Naturaleza: la Divinidad. No es exclusivo de María santísima este elogio. Ella alcanzó la plenitud de la Sabiduría y las perfecciones todas propias de una criatura. Mas, te digo Yo, se predica igualmente de todas las almas que se entregan a la Sabiduría, y la Liturgia se aplica a muchas de ellas que acertaron a poseerla”.
* “Con palabras de Isaías te diré cuál es tu nombre: «Yo, El Señor, doy y les daré un Nombre… un nombre eterno» y con palabras de Juan: «Al vencedor le daré maná escondido y una piedrezuela blanca y en ella escrito un nombre nuevo…»”.- Jesús: “¿Quién eres tú? ¿Preguntan y te preguntas quién eres? Pues bien, Yo te diré con las palabras de Isaías cuál es tu nombre: «Yo, el Señor, doy y les daré un nombre mejor que el de hijos e hijas; les daré un nombre eterno que jamás perecerá» (2). Te lo digo también con las palabras de Juan el Predilecto: «Al vencedor le daré maná escondido y una piedrezuela blanca en la que estará escrito un nombre nuevo que nadie lo conoce sino aquel que lo recibe» (3). Yo te lo he dado ya y no te lo quitaré y tú lo llevarás con otros muchos, con todos «aquellos que vienen de la gran tribulación» en donde no hay ya dolor «porque Dios enjugará todas las lagrimas de sus ojos» (4). ■ ¿Te sientes en paz, mi pequeña esposa? ¿Acaso no he venido a besarte como te he dicho al principio? ¿No tienes en ti miel eucarística? ¿No notas lo suave que es? ¿No palpitan al unísono con un solo latido nuestros dos corazones? ¿Te embriaga mi Sangre? ¿Brilla mi sol en ti? ¿Te caldea, te consuela? ¡Oh María mía! Pero, ¡ven, abandónate! ¡Resulta tan bello amarse y olvidar las cuadrigas de Aminadab (5), tan feroces, tan duras, oscuras, gélidas y materiales…! Ven al amor. Dame tu amor. ¡Tengo tan pocas almas que me amen sin reservas cual tú lo haces…! ■ ¿A qué tu deseo de alejarte empavorecida de las voces de quienes están entre la hierba y el pantano, como las ranas, y querrían hacer callar al ruiseñor y volar a pleno sol como la paloma, irritándose de no poder hacerlo? Ven, que Yo soy ciertamente. Ven. No puedes dudar, no dudes más cuando Yo te tengo así. Ahora bien, el éxtasis no es de todas las horas y tú debes saber permanecer feliz y segura, como ahora lo estás, aun cuando el éxtasis haya finalizado y te cerquen la incomprensión y la desconfianza, queridas, de los hombres. Alma mía, todo pasará; mas Yo me quedaré siempre y para siempre contigo. Tras el calvario viene la Resurrección y tras la pasión la Ascensión: para Cristo y para las esposas de Cristo. Mi paz y mi caridad siempre en ti, para ti y contigo”. (Escrito el 14 de Diciembre de 1946).
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1  Nota  : Cfr. Sirácide (Eclesiástico) 24,17-21.   2  Nota  : Cfr. Is. 56,4-5.   3  Nota  : Cfr. Apoc. 2,17; 7,13-17.   4  Nota  : Cfr.  Apoc.   7, 17; 21,4.   5  Nota  : Cfr.  Cantar 6,12.
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47-343.- Promesa de vida contemplativa para María Valtorta: “envuelta en los velos místicos que harán de toldo a nuestros amores”.
*  Dulzuras y promesas de Jesús bendito.
 Anoto hoy lo que constituye mi gozo desde hace tres días. La noche del 12 al 13, mientras sufría grandemente por la poli­neuritis que hasta me turba el corazón, se me hizo presente Jesús con su Corazón Santísimo al descubierto en medio del pecho y ro­deado todo él de vibrantes llamas más luminosas que el oro y me dijo: “Ven y bebe”. Y, acercándose al lecho de modo que yo pudiese poner la cabeza sobre su pecho, me atrajo hacia Sí comprimiendo mi boca contra la herida de su Corazón y apretando con su mano el Corazón para que brotase la Sangre en abundancia. Y yo, con la boca comprimida contra los bordes de la herida divina, bebí. Pare­cíame a mí misma un lactante pegado al pecho materno.
.   ●  No encuentro palabras con las que expresar lo que para mí fue aque­lla Sangre. Y aquellas vibrantes llamas cuando puse mi cabeza contra el Corazón Divino.- ■ Mientras estaba a punto de succionar, recordando, vínome al pen­samiento cómo llegué a gustar el sabor de la Sangre aquella vez en que Jesús me hizo beber de un cáliz colmado de su Sangre (1). Aún recuerdo aquel sabor, aquel liquido un tanto espeso y glutinoso, aquel olor característico de la sangre viva. Mas, por el contrario, desde el primer sorbo que llegó a mi garganta, percibí una dulzura y una fra­gancia tales, cual miel alguna, azúcar o cosa dulce y aromática pue­da poseer. Dulce, fragante y más dulce que la leche materna; más embriagadora que el vino y más fragante que bálsamo alguno. ¡No encuentro palabras con las que expresar lo que para mí fue aque­lla Sangre! ■ ¿Y las llamas? Al acercarme sentí un poco de miedo de aquel fuego. A distancia percibía el vivo calor de aquellas vibrantes llamas y, cuanto Jesús más me atraía a Sí, tanto más parecíame estar junto a un horno ardiente, y yo tengo miedo del fuego hasta el punto de no soportar el más leve calor. Mas cuando puse mi cabeza contra el Corazón Divino y me vi envuelta entre sus cantarinas llamas —puesto que, al vibrar, producían unas como notas melodiosísimas en nada parecidas al barbotear y chisporrotear de la leña en las hogueras o al rugir de los devastadores incendios— sentí cómo las lenguas flamíge­ras me acariciaban las mejillas y los cabellos, insinuándose en ellos dulces y frescas cual aura de abril y cual rayo de sol en una ma­ñana húmeda abrileña. Sí, así era ciertamente. ■ Y, mientras saboreaba estas dulces sensaciones pensaba —porque esto tienen de bueno mis éxtasis: que me permiten reflexionar, anali­zar y pensar en lo que estoy probando y recordarlo después. No sé si otros éxtasis serán igual— y, mientras disfrutaba de este modo, envuelta en las llamas del Corazón Divino, me vino al pensamiento que así serían las llamas entre las que se paseaban cantando los tres muchachos de los que habla Daniel: “Él hizo que el centro del horno fuese como un lugar en donde soplaba un viento húmedo” (2). ¡Sí, ciertamente, así! ¡El viento fragante de la mañana a la luz suave del primer rayo de sol! ■ Y Jesús, tras haberme tenido por un largo espacio sobre el Corazón, contra su Corazón, para que bebiese, me apartó teniéndome la cabeza entre sus manos, elevada yo hacia Él y Él inclinado sobre mí, de suerte que, si bien ya no bebía de su Corazón ni me envol­vían sus vivas llamas, sí, en cambio, bebía su aliento y sus palabras y me envolvía el fuego de su mirada, me dijo: “Mira: en esto difieren del mío todos los fuegos, incluso el purgativo. Porque éste mío es de caridad perfectísima sin que haga mal ni aun para hacer bien. Este es el fuego que a ti te proporciono, sólo éste. Esto es para ti mi amor: fuego que conforta y no quema, luz, armonía y suave caricia. Y esto es mi Sangre para ti: dulzura y for­taleza. Y esto es lo que Yo hago por ti para compensarte de los hombres: Te exprimo, hija mía, mi Sangre, como hace una madre con su recién nacido suministrándole la leche. ¡Así es como Yo te amo!”. ■ A partir de entonces estas palabras y estas visiones se repiten diariamente y ahora Jesús añade siempre a ellas estas palabras: “Y de esta manera seguiremos amándonos en lo sucesivo. Esto es lo que te daré en premio de tu fiel servicio. Este es tu futuro a lo largo de tu vida en la tierra. Después será la unión perfecta”.
.   ● Nada te quitaré de lo que has merecido: verme y sentirme. Y, aún más, te llevaré más arriba, hasta las diáfanas esferas de la pura contemplación, envuelta en los velos místicos que harán de toldo a nuestros amores”.- ■ Esta mañana, hasta el P. Mariano, que vino a traerme la Santa Comunión, se dio cuenta de que me encontraba más lejos de la tierra que no lo esté ella del sol. Estaba en Jesús para beber su Sangre y regocijarme en el fuego de su amor..! Incluso hace unos días y precisamente el 14 de marzo, mi 50º cumpleaños, mientras yo me decía: —tras haber tenido una visión en la que Jesús, dirigiéndose a Jerusalén, iba cantando salmos como acostumbran los peregrinos de Israel—: ¡Y que no haya de oír estos cantos más adelante cuando se haya terminado el Evangelio…! ¡Qué nostalgia del canto perfecto de Jesús y de sus miradas al hablar a las turbas o con sus amigos…! Entonces se me apareció Él para decirme: “¿A qué dices eso? ¿Cómo puedes ni pensar que Yo te haya de privar de todo ello por haber tú terminado el trabajo? Yo siempre vendré y para ti sola; por lo que aún será más dulce al ser todo para ti. Mi pequeño Juan, fiel portavoz, nada te quitaré de lo que has merecido: verme y sentirme. Y, aún más, te llevaré más arriba, hasta las diáfanas esferas de la pura contemplación, envuelta en los velos místicos que harán de toldo a nuestros amores. Serás entonces únicamente María. Ahora, en cambio, tienes que ser también Marta porque debes trabajar activamente si has de ser la portavoz. De aquí en adelante contemplarás tan sólo. ¡Qué hermoso será! ¡Sé feliz! ¡Cuánto, cuánto te amo…! ¡Está ya el Cielo a punto para acogerte! ¡Mi tortolita escondida, se acerca la bella estación! Yo vendré a ti entre el vivo perfume de los viñedos y manzanales y te desmemoriaré del mundo en mi amor…” (3).
.   ¡Oh, imposible expresar lo que esto es! (Escrito el 16 de Marzo de 1947).
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1  Nota : Relatado en el dictado 45-39 en tema “Eucaristía”.  2  Nota  : Cfr. Daniel  3,50.  3 Nota : Estas expresiones enriquecidas con imágenes bíblicas, del Cantar de los Cantares 2, 10-17, y resalta­das con subrayados en el texto autógrafo, resultan impresionantes si se recuerda que María Valtorta vivió en los últimos años de su existencia terrena en un progresivo estado de dulce apatía y de miste­rioso aislamiento psíquico. Alusiones análogas se encuentran en los «Cuadernos de 1944» en varios pasajes de los mismos y, sobre todo, en el penúltimo párrafo del dictado de 12 de Septiembre de dicho año. (Dictado 44-662, relatado en el tema “Salvación-Condenación”).
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47-378.- “La venganza de Dios es el perdón”.
* “Era siempre Dios. Mas nunca lo fui tanto como empleando el perdón por única venganza. Y os la enseñé a vosotros, mis seguidores. María, perdona; pues no saben lo que hacen los que te causan dolor”.- ■ Dice Jesús: “La venganza de Dios es el perdón. Habría podido desde la Cruz fulminar a los culpables. Los rayos que surcaban el cielo los habría podido dirigir contra la multitud que me insultaba. E incluso, me era posible cualquier otra venganza. Era siempre Dios. Mas nunca lo fui tanto como empleando el perdón por única venganza. Castigando a mis ofensores habría sido un Yo poderoso, un hombre, siempre un hombre que, con el favor de Dios, puede echar mano hasta de las fuerzas cósmicas para aterrar a sus enemigos. La historia de mi pueblo está llena de episodios de este género, siempre justos, provocados por patriarcas y profetas. Pero vengándome con el perdón fui Dios, esto es, un Ser sobrehumano, tan sobre los hombres, que supe hacer uso de la venganza no empleada por ellos: el perdón. ■ Y os la enseñé a vosotros, mis seguidores, porque los seguidores de Cristo, los verdaderos seguidores de Cristo, o sea, los santos, vienen a ser lo que está dicho: «hijos del Altísimo, dioses y herederos del Reino de Dios» (1). María, perdona; pues no saben lo que hacen los que te causan dolor. No lo saben. Perdona para ser hija del Altísimo, mi espejo y mi hermana. Que mi paz sea tu bálsamo”.(Escrito el 29 de Agosto de 1947).
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1  Nota  : Cfr. Sal. 82,6.
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47-390.-“Mi amor se vale hasta de las miserias de los hombres (de sus embustes tal vez, de cuanto no es perfecto, pero no nocivo para el prójimo) que las emplea para el bien de las almas”.
* No hay santo que no haya padecido estas miserias. Pues bien, tomo y transformo estas partes de humanidad pertinaz del justo y las empleo para el bien de otras almas”.- ■ Dice Jesús: “Escucha y que mi infinita misericordia sea tu paz. Siempre paz. Al ser ilimitada, nunca llegarás al límite de esta Misericordia mía. Mas has de saber también esto a fin de que sea para ti como palabra absolutoria del Sacerdote sobre tus miserias de las que te afliges. Sirve para ti, pero también para muchos otros. Llevado del amor infinito por las almas, me valgo de infinitos ardides para emplear cuanto las pobres almas o las almas ya encarriladas por el camino de la perfección me dan, y así me amen todo lo que son capaces de amar con todo lo que son, con su capacidad y relatividad que tratan siempre de aumentar. No hay santo que ahora se encuentre en la gloria que, por más que haya seguido en la Tierra la vía de perfección, no haya echado a su oro partes de mantillo, siquiera sea en proporciones mínimas. Pues bien, Yo he tomado incluso estas partes de humanidad pertinaz del justo y mi amor se ha servido de ellas para trabajarlas, logrando hacer de ese lastre algo de utilidad para otras almas. ■ Sí. Mientras los hombres se sirven tan solo de lo que es bueno para una labor o interés y, hasta en los afectos humanos, toman únicamente las partes buenas del amado, mi amor se sirve hasta de sus miserias. Toma y transforma las cosas más comunes de la vida ordinaria de un alma que le ama y de las acciones más simples hace acciones meritorias. Y aún va más allá: se sirve de sus mismas miserias y debilidades, de sus pequeños embustes tal vez, de cuanto no es perfecto, pero no nocivo para el prójimo, —de esas miseriucas que un complejo de estímulos suscita, parangonables con las curiosidades y jactancias imprudentes y festivas de un párvulo— y las emplea para que otras almas tornen al buen camino, haciendo con ello de la imperfección cometida por un alma irreflexiva o que cedió un instante, un medio de bien para los demás. ■ Acto este que amengua la imperfección y el débito para con la Justicia que por tales imperfecciones el alma contrae. Y, al propio tiempo, hace que el alma que las cometió acrezca su amor hacia Mí con el reconocimiento de mi Misericordia que no la mortifica desmintiéndola sino que, al contrario, cuando ve que de una de sus debilidades puede derivarse una fuerza para los demás, las secunda. Mi método de amar y de salvar tiene variedades por Mí tan solo empleadas y que muy pocos comprenden”.
Las miserias de estas almas amantes nacen generalmente de una equivocada voluntad de querer llevar a los demás a amarme pero cuando no hay voluntad de ofenderme no se peca”.-Jesús: “Entonces es cuando me valgo de las miserias de las almas para corroborar a otras almas y así le digo al alma que las cometió: «¿Nadie te condenó?». Y cuando ella me contesta: «Nadie, Señor». Yo le digo: «Pues tampoco Yo te condeno. Vete y no peques más», estando dispuesto a repetírselo 70 veces 7, porque las miserias de estas almas amantes nacen generalmente de una equivocada voluntad de querer llevar a los demás a amarme, aunque siguiendo vías extraviadas, circunstancia ésta de la que después se duelen. ■ Pero ¿no sabéis, almas mías, que cuando no hay voluntad de ofenderme, sino tan solo de honrarme, no se peca? Y ¿tampoco sabéis, mis dulces almas, que la humildad de sentirse incapaces, el pensamiento de haber obrado mal por haberlo querido hacer bien, el amor que arde con más fuerza en vosotras tras una de estas… caídas de párvulo, me proporciona gloria y producen a las almas un bien mayor que si no las hubiesen cometido? Parece paradójico; pero es verdad. Sigue en paz, permanece en paz. Mi amor y el tuyo te purifican de todo el polvo que pretenda empañar tu oro: tu deseo de amarme con perfección. Queda en paz. Y por la Eucaristía que no te trajeron, aquí tienes mi Palabra. Ella es alimento, vida, salvación y gozo. Soy Yo el que me comunico a ti con mis infinitos medios. Descansa sobre Aquel que te ama”. (Escrito el 17 de Octubre de 1947).
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47-395.- Visión de María Santísima en el Triángulo, que es símbolo de la Santísima Trinidad.
* La Voz del Eterno Padre dice: “Así está María en Nosotros. Que los sabios en teología comprendan lo que esta visión quiere dar a entender”.- ■ Dice María Valtorta: Veo el incandescente simbolismo de la Santísima Trinidad: el Triángulo con el que se la representa a nuestros sentidos humanos. En el centro del divino y esplendidísimo símbolo aparece María Santísima en su más fúlgido aspecto glorificado. Nunca la vi tan bella y gloriosa. Es llama de un candor tal que destaca sobre el Horno ardiente del Dios Uno y Trino. Su cuerpo, rostro, manos, vestido son luz. ¡Luz! ¡Luz! ¡Qué luz tan dulce y potente, qué belleza tan luminosa es María; qué eterna e incorruptible belleza hay en la bienaventurada Virgen-Madre! Y ¡Qué humildad! ¡Qué oración! Tiene las manos cruzadas sobre el pecho como en la Anunciación y el rostro subido, levantando para mirar al vértice fulgidísimo del Amor Uno y Trino. Con todo, es toda humildad. El lirio es menos cándido y el sol y la luna menos radiantes que Ella. Figura incluida en el divino Triángulo desde la altura de las caderas. El resto del cuerpo, con las piernas envueltas en el vestido paradisíaco, destaca sobre el fulgor del empíreo. ■ Dice la voz del Eterno Padre: “Así está María en Nosotros. Que los sabios en teología comprendan lo que esta visión quiere dar a entender, cuánto de poder y de saber se encierra en María a la que todo el Amor se entrega, toda la Sabiduría se revela y todo el Poder se presta a conceder”.
.  ¡Qué belleza! Y ¡qué bien se entiende todo viendo estas cosas así sea tan ignorante como yo! Y lo malo es que mi espíritu, debido a mi incapacidad de pobre ignorante, no sabe expresar con palabras lo que, al ver, entiende. He dicho que la gloriosa María “figura incluida en el Triángulo divino desde la altura de las caderas”, no porque María sea mayor que la representación de la Santísima Unidad y Trinidad de Dios, pues ésta ciertamente es más grande y espléndida que la esplendidísima María sino porque creo que el Altísimo me muestra así la visión para hacerme entender que María es grande, grandísima, la segunda después de Dios que es el Primero, pero no como Dios que es Inmenso e Infinito. ■ Así pues, María se me aparece en el divino Triángulo, mas cual si Éste velase sobre Ella y la circundase con sus fulgores de amor como a su Criatura la más amada de entre todos los hijos de los hombres aunque siempre criatura. Yo balbuceo… No sé explicar lo que tan bien he entendido… Y me apena esta insuficiencia mía porque querría hacer entender cuanto he comprendido. Me esfuerzo en hacer ver cómo era la figura; pero que se compadezcan de mí, puesto que no sé hacerlo mejor. (Escrito el 24 de Octubre de 1947).
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(<El ángel Azarías habla de la visión de María Santísima en el Triángulo de la Trinidad>)

47-404.- María Santísima está tan abrazada —y podría decir: contenida— en la Santísima Trinidad.
*  Fuente virginal a la que Dios fecunda y de la que se derivan los ríos del Agua viva que es Vida eterna para quien de Ella bebe.- ■ Dice el ángel Azarías (1), refiriéndose a la visión del 24 de Octubre de 1947 (2): “El Señor Altísimo quiso hacerte entender el sentido de las palabras de María Santísima en las tres Fuentes (3). Al estar María Santísima tan abrazada  —y podría decir: contenida— en la Santísima Trinidad en la que Ella estuvo desde antes de que existiera el tiempo y de la que fue Tabernáculo conteniendo en su seno al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo al contener a Jesús, Fruto bendito de su seno virginal en el que se daba la unidad del Verbo con el Padre y el Espíritu Santo, siendo Ella de este modo el Amor del Dios Uno y Trino, la Revelación y su Tesoro, su Reina amada y dulce, dispensadora de la Sabiduría y dadora de la Palabra; la Esposa y Madre de la Sabiduría y de  la Palabra, la Fuente virginal a la que Dios fecunda y de la que se derivan los ríos del Agua viva que es Vida eterna para quien de Ella bebe”. (Escrito el 9 de noviembre de 1947).
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1  Nota  : Azarías, según María Valtorta, es un Ángel, su Ángel de la Guarda, Autor de este dictado y de otros. Es quien se los habría dictado.    2  Nota  :  Dictado 47-395.   3  Nota  : De que se habla en el dictado 47-423 del 31 de Diciembre de 1947, en el tema “María Stma.-Virgen-Madre”. La visión tuvo lugar en “Tre Fontane”, gruta donde la Virgen apareció para mover a tantos incrédulos, indiferentes y hostiles de lo sobrenatural e, incluso, a los incrédulos de la Obra.
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49-491.- La Jerusalén celestial tiene 12 puertas (perlas=lágrimas) y 12 bases (amatista=amante penitente: María Valtorta). El dolor es el que abre las puertas de la Jerusalén celestial.
* «Son diversas en el Cielo las moradas de mi Padre» expresa que cada uno, que fue fiel a su vocación, estará en el puesto destinado a él. El puesto de los portavoces es el de los evangelizadores y mártires.- ■ Dice Jesús: “Dije: «Son diversas en el Cielo las moradas de mi Padre», no para dar a entender que los habitantes del Cielo gozan de Dios en mayor o menor grado según que esté más o menos distantes de Él, sino para expresar que cada uno estará en el grupo al que la Caridad le predestinó y le llevó su espíritu al permanecer fiel a su vocación sobre la tierra. Contemplativos y activos, predicadores y místicos, misioneros a los que parecióles pequeña la tierra y recluidos que, desde su celda monástica o desde su habitación-calvario, expandieron su caridad sobre todas las almas y mi Palabra a todas ellas, a las que otros hicieron posible que mi Palabra llegase. ■ Por otra parte, debes de saber que, por más que otros les impidan a los portavoces el cumplimiento de la misión para la que los elegí, su puesto en el Cielo es y seguirá siendo el que su fidelidad a la vocación de difusores de mi Palabra les mereció, esto es, entre los evangelizadores. Y a la espada flamígera de mi palabra que hiere de muerte la herejía y al padre de la misma, añadirán la palma del martirio porque mártires son, aunque incruentos, de los hombres. Mártires de un prologado martirio, más cruel y multiforme que aquel que los paganos infligían a muchos confesores de Cristo. ■ La Jerusalén celestial, tal como la vio tu gran homónimo Juan, el Vidente de Patmos (1), tiene doce puertas y doce bases, ya que por muchas puertas se entra en la Ciudad de los Santos: por muchos accesos, por muchas misiones e, incluso, mediante diferentes misiones cumplidas con fidelidad, los espíritus fieles edifican la Ciudad eterna de Dios. Y las puertas son de perlas —las perlas están aquí por las lágrimas— porque al Cielo se entra por medio del dolor. No hay santo que, por esto o aquello, permitido por Dios o proporcionado por los hombres movidos por Satanás o por Satanás mismo o bien donado a su instancia por Dios mismo, no haya entrado en el Cielo sino por su padecer perfecto. El dolor abre la puerta de la gloria eterna. Si Yo soy glorioso —Yo, el Cristo, el Hombre-Dios— es por haber sufrido el dolor más grande que hombre alguno haya sufrido. ■ Mas en verdad te digo que tú tienes por base la amatista porque eres para todos la amante-penitente, ya que llevaste el luto de tu Jesús crucificado, desde la infancia durante toda tu vida, portaste siempre las insignias de la penitencia y de la humildad y eres, alma mía, mi violeta eterna. Mi Sangre está en tu cáliz y tus lágrimas (las lagrimas que te hacen verter) sobre el corazón de tus crucifixores. Mas si mi Sangre es bálsamo que te embriaga y te inflama de gozo amoroso y te imprime la señal que salva del exterminio, tus lágrimas sobre el corazón de tus crucifixores serán remordimiento tras haber sido señal y medida de su destino y de su caridad. Porque en donde la caridad es poca, poca es también la Luz divina, siendo el hombre ciego e injusto cuando no se encuentra unido, iluminado y santificado por la unión con Dios. En verdad, no se da auténtica caridad en donde se conculca al Verbo al conculcar a sus voces”. (Escrito el 8 de Septiembre de 1949).
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1  Nota  : Cfr. Apoc. 21,9-21.
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.                             c) Dictados extraídos del «Libro de Azarías» (1)

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Domingo 1º de Cuaresma

46-16.- El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo en el salmo 90.
“Nuestro Dios Santísimo es Tres por más que sea Uno. Y cada uno de los Tres Santísimos posee sus atributos especiales que no faltan en los otros sino que refulgen particularmente en Uno y, enlazados por el Amor, atributo común, forman la inconcebible y acabadísima Perfección de Nuestro Señor Dios Uno y Trino”.- ■ Dice Azarías: “Alma mía, ésta es nuestra Misa. La Misa vista y considerada por las «voces». Se inicia con una promesa veraz como todo lo que es de Dios: «Me invocará y Yo le oiré. Le libertaré y glorificaré. Le contentaré con larga vida». ¿No te parece que el que aquí habla es un Dios solo? Mas nuestro Dios Santísimo es Tres por más que sea Uno. Y cada uno de los Tres Santísimos posee sus atributos especiales que no faltan en los otros sino que refulgen particularmente en Uno y, enlazados por el Amor, atributo común, forman la inconcebible y acabadísima Perfección de Nuestro Señor Dios Uno y Trino. Y se admiran y completan con amor los tres Santísimos, derramando el río de sus tres unidas perfecciones sobre los hijos, los salvados y adoctrinados. Y he aquí que el Padre hace esta promesa:
. «Me invocará y Yo lo oiré». Es Padre y así, ¿puede un padre mostrarse sordo al clamor de auxilio de su hijo? No puede. Y aún puede mucho menos un Padre perfectísimo, no pudiendo en modo alguno estar sordo para los hijos que le invocan. ■ Si se vuelve hacia los pecadores que, por un dolor o un arrepentimiento, se acuerdan de Él, ¿cómo no lo ha de hacer entonces con quienes le aman como hijos fieles? Apóyate, alma mía, con un total abandono en el amor del Padre. No supone ofensa el abandono, como tal vez pueden creerlo aquellos que no conocen a Dios al igual que nosotros. El amor es siempre reverente y respetuoso; tanto más reverente y respetuoso cuanto es más amplio; y perfectamente reverente y respetuoso cuando es absoluto. Porque es el alma la que ama y el alma, una vez entrada por las vías del conocimiento amoroso de Dios, es humilde. Únicamente en los amores humanos, gravados siempre de materialidad, la confianza viene a originar falta de respeto. Mas en los amores espirituales —hablo de los verdaderos amores, no de los exaltados, transitorios y superficiales latidos de los sentimentalistas— la confianza no degenera en falta de respeto. El alma, humillando su frente, se apoya en Dios. Postrado de rodillas a los pies de Dios. Consciente de la infinita distancia que media siempre entre su insignificante perfección y la Perfección infinita. Y allá se está adorando con efusión de hija hasta que Dios le dice: «Así no; como esclava no, sino sobre las rodillas y sobre el Seno del Padre, hija que Yo creé». Y, ya lo sabes, se produce el éxtasis hasta que Dios se despide y el alma torna a amar, continuando en adoración a los pies de Dios.
. «Le libertaré y le glorificaré».- ■ El Hijo, a su vez, promete: «Le libertaré y glorificaré». Mediante sus méritos infinitos Él libera a sus redimidos. Para esto fue Cristo. Para esto dejó el Cielo. Para esto padeció y murió. Y ¿acaso no pidió para vosotros, antes de marchar a la Pasión, que la misma gloria que el Padre habíale dado y Él transmitió a sus discípulos, se diera a todos aquellos que habrían de creer en Él a fin de que fuesen una sola cosa con Dios Uno y Trino? Jesús, Señor Nuestro Santísimo, jamás falta a su palabra. ■ Por tanto, los que viven conforme a sus enseñanzas serán glorificados por Él y a Él le fue dado todo juicio por ser Dios, por ser el Hijo amado del Padre, el Obediente, el Consolador de su Padre, el Redentor, Aquel que todo lo dio: la unión en el Cielo con el Padre, la paz del Cielo encarnándose, y la Vida muriendo por el hombre.
. «Le contentaré con una vida larga».- ■ Por último, el Espíritu Santo promete: «Le contentaré con larga vida». ¿Puede acaso el espíritu que llegó a comprender la Verdad desear la miseria de dilatados días sobre la tierra? No. Pues entonces, ¿de qué vida habla el Espíritu eterno? De la vida eterna que se da a quienes supieron amar. Porque saber amar equivale a saberlo todo, hacer bien todo, salvarse, santificarse y gozar de conocimiento y sabiduría. ■ Y así el Amor promete: «A estos que supieron amar Yo les daré larga vida». ¡Oh vida que no conoce término! Un discurrir de siglos y más siglos inmersos en un gozar que no cambia, que no cansa, que crece por momentos pareciendo nuevo y cada vez más amplio, bello… ¡Nuestro gozo de ángeles… Gloria a Dios!”. (Escrito el 10 de Marzo de 1946).
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1  Nota  : Azarías, como más arriba se ha dicho, según María Valtorta, es un Ángel, su Ángel de la Guarda. Es el Autor de este «Libro de Azarías». Es quien se lo habría dictado.
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Domingo 4º después de Pascua
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46-63.- Providencial presencia de Dios.- Verdad luminosa que se oculta tras los estragos que azotan a la humanidad.
* Providencial justicia en las justas necesidades de cada hombre.- ■ Dice Azarías: “Los hombres, que ya no quieren ni pueden leer ni entender la palabra que los acontecimientos van escribiendo sobre las páginas del Tiempo, no pronuncian ciertamente las palabras del Intróito antes, alzando los puños en odio a Dios, blasfeman así: «¡Nada de maravillas ni de justicia! O Dios no existe o, si existe, es un Dios ídolo que es incapaz de oponerse a los hombres. Un Dios ídolo. Mucho más dios es el hombre porque éste hace lo que quiere sin que haya quien le castigue». Así se expresan los hombres, esa parte de entre los hombres que es la más numerosa, pero en la que la realeza sobrenatural del hombre queda anulada habiendo en ellos un espíritu muerto sobre el que se asienta el Mal con sus diferentes formas de ateísmo, odio a Dios, a los hombres, ferocidad y corrupción. ■ Mas Yo no me dirijo a ellos sino que te hablo a ti, pequeña voz, les hablo a todas las «voces» y después a aquellos que aún son hombres hechos a imagen y semejanza de Dios: esto es, una mezcla de cuerpo y alma en cuya mezcla es rey el espíritu que recuerda a Dios, que sirve a Dios, que obedece a Dios y que tendrá la posesión de Dios, la beatísima posesión que hace de los hombres otros tantos dioses eternos y beatísimos. A vosotros, pues, es a quienes os voy a hacer considerar la verdad de las palabras del Intróito. ■ Verdad a la que parece desmentir una observación superficial, pero que resulta luminosa tras la pantalla brumosa y opaca de las ruinas, estragos, miserias y otros castigos que azotan y seguirán azotando a la Humanidad. Dios ha obrado maravillas. Si, como os ocurre cuando, con uno de vuestros aparatos aéreos, contempláis desde lo alto allá abajo los continentes que sobrevoláis, pudiendo observar arriba, muy arriba, es decir, desde las esferas en las que la espiritualidad reina y donde la Verdad y la Luz, que allá son reina, compenetran a los habitantes de aquel mundo sobrenatural; si con una única mirada de inteligente observación, pudieseis ver todo cuanto ha sucedido en estos últimos años sobre vuestro planeta, veríais, como en un mosaico grandioso, ir recomponiéndose las fragmentarias maravillas obradas por Dios y aparecer una obra maestra vastísima y maravillosa testificadora de la justicia del Señor. Porque, amados hijos que sois fieles al Señor, no hay ni uno solo de entre vosotros que no puede decir: «El Señor me ha protegido, ha provisto a mis justas necesidades y he visto su Mano en aquella hora de guerra o en esta otra de persecución». Muchos de vosotros lloran porque su familia ya no es lo que era antes de la guerra (1). Hijos del Señor, vosotros lloráis, es cierto, mas ¿acaso no sería mayor vuestro llanto si aquel por el que lloráis estuviese ahora entre los vivos? ■ ¡Para cuántos no ha sido la muerte una misericordia! Vosotros no lo sabéis. Misericordia en el tiempo y misericordia en la eternidad. De haber vivido ahora hubiera peligrado como antes no peligró, y, viviendo ahora, se habría encontrado con la justicia de los hombres, la cual, en sus diversas formas, es siempre más cruel que la de Dios, hecha más de odio que de ecuanimidad y transmitiendo odio al culpable y hacia el culpable. Ved, en cambio, cuánta piedad no ha tenido Dios en ciertas muertes que han sido expiación, saldo del gran delito que aquel o aquellos a quienes lloráis tenían para con Dios. Y aun en el caso de que ni un solo pensamiento de arrepentimiento hubiese aflorado de aquel espíritu perverso en la hora de la muerte, —habría bastado un solo grito de invocación al Padre, al Salvador, para salvar a aquel espíritu de la muerte y volverlo a la Vida en la hora en que la pequeña vida cesaba— siempre hubiera sido justicia misericordiosa aquella muerte porque os impidió avergonzaros y estremeceros de horror, ¡madres, esposas, hijos!, ante la nueva situación moral de aquél a quien ahora lloráis”.
* Providencial justicia en los acontecimientos generales.-Azarías: “Y justicia han sido y son los acontecimientos generales. ¿Pretenderíais tal vez que el Divino Ofendido fuese y se mostrase inerte ante las continuas provocaciones del hombre que pisotea y destruye de mil modos el precepto capital? ¿Creéis que es lícito burlarse de Dios y obrar cual si Él no existiera? Mucho es lo que podéis; pero abusáis de este poder y, aquí tenéis la respuesta de Dios: su no intervención en vuestro favor, no con cada uno sino con las masas. «No hay Creador», gritan. «Dios no existe», blasfeman. Y el Creador os manifiesta su existencia con inexplicables azotes meteóricos y animales. ■ No digáis: «Luego no es bueno». La bondad es virtud y la necedad defecto. Dios no puede ser defectuoso, imperfecto ni sufrir menoscabo en ninguno de sus poderes. Y al hombre que destruyó, violó y pisoteó los derechos de sus semejantes —y esta criminalidad ha sido de toda la Tierra— le corresponde con el suyo de destruir lo que creó. Al hombre, que no vuelve en sí con la guerra antes se hace cada vez más demonio, Dios le castiga con el hambre tratándoos cual brutos animales que no entienden sino de las necesidades brutales, tratando a la Humanidad por lo que es. ■ Ahora bien, vosotros, para quienes hablo, diréis: «¿Y nosotros?». Por los pecados de un pueblo, es verdad, perecen también los justos del mismo. Mas, al tiempo que lloráis por los castigos actuales, levantad vuestros corazones, como enseña la Oración, poniéndolos «donde están los goces verdaderos», esto es, en las cosas espirituales, en la promesa de una vida futura y de un premio para quienes perseveran, en Dios vuestro Padre y vuestro Premio”.
* Hay una providencial presencia de Dios aún en hechos que hacen llorar. Es preciso saber ver, más allá de la materialidad del hecho, la justicia sobrenatural que lo transforma en cosa óptima y en don perfecto, o sea, en un hecho sobrenatural. Por donde se ve que de una común desventura se deriva una selección y así los hijos de la Luz, porque saben oír, se hacen más luminosos y elegidos, al tiempo que los hijos de la tinieblas, porque no les hace arrepentir o recapacitar al menos, se hacen cada vez más tenebrosos y réprobos.-Azarías: “Para contrarrestar todo residuo de duda acerca de la providencial presencia de Dios hasta en los acontecimientos que, al parecer, no tienen su origen en Dios, esto es, un origen bueno, porque hacen llorar, he aquí las palabras del apóstol Santiago: «Toda cosa óptima que se recibe, todo don perfecto viene de lo Alto». Es preciso ver. Esto es lo esencial: Ver para creer. No ver para creer en la existencia de Dios, ya que por ella es bienaventurado el que, aun sin ver, sabe creer, habiéndole de proporcionar su acto continuo de fe una gloria grande en el Cielo. Ahora bien, ver más allá de la materialidad del hecho la justicia sobrenatural que en el mismo se encierra: cuando uno sabe ver así, he aquí que, por una metamorfosis que en el hecho material se opera, éste se cambia a hecho sobrenatural y benéfico, ennobleciéndose en moneda de poder adquisitivo de mérito inmortal. ■ Fijaos en la crisálida oculta en el capullo: un bicho feo se achica de buen grado por la repugnancia que produce. Mas si la crisálida ha de esquivar su destrucción por parte del hombre, del hielo, de las aves, de las lluvias y sobrevivir, ha de permanecer pegada a su capullo allá donde el cuidado providente de quien la depositó, la puso y, he aquí que entonces, en el momento fijado por leyes inmutables y sabias, se abre el capullo y el hombre contempla estupefacto cómo aquel gusano inerte y repugnante se convirtió en una grácil y bella mariposa. ■ Lo mismo hace Dios con sus fieles a favor de ellos. Toma los nefandos, crueles y repelentes hechos humanos, queridos por el egoísmo, el odio y la aridez de la mayor parte de los hombres, hechos que golpean como el granizo y hieren como flagelos a la parte mejor, a la vez que a aquella parte que merece torturarse mutuamente al perder la fraternidad humana, transformada como está en una ingente turba de fieras y de demonios, y —solo con que los fieles de Dios sepan estar donde el providente cuidado de Dios los puso: en el radio de su Luz— los transforma en cosas óptimas y en dones perfectos. Por donde se ve que, de una común desventura, se deriva una selección y así los hijos de la luz, porque saben ver, se hacen más luminosos y elegidos, al tiempo que los hijos de las tinieblas se hacen cada vez más tenebrosos y réprobos, ya que ni la constatación de tanto mal provocado por su malvado querer, les hace arrepentirse o recapacitar al menos para, de este modo, iniciar el camino del retorno a Dios. ■ Por eso, hijos buenos de mi Señor, sabed ver: ver sobrenaturalmente. Ver cómo de las torturas mundiales que sufrís, que son obra de los hombres, podéis obtener un aumento de méritos y de gloria. Ver, por tanto, más allá de la mano garruda del Mal y de los malvados que os apresa y atormenta, la Mano Santísima del Padre que os proporciona el medio de poseer un don excelso y eterno por vuestra paciencia, vuestra fe y vuestra aceptación de lo que no se puede rechazar, atribuyéndolo todo a Dios. He aquí por qué puede sabiamente decirse que toda cosa óptima y todo don perfecto viene de lo Alto, mientras que las cosas malas e imperfectas salen de allá Abajo, aflorando como esporas maléficas que la recogen aquellos que son siervos del Bajísimo, esparciéndolas como lluvia tormentosa sobre toda la Humanidad”. (Escrito el 19 de Mayo de 1946).

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1  Nota  : Alusión a la Segunda Guerra Mundial (1939-1945) y a la propia familia de María Valtorta.

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