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El tema de “Demonio-Infierno” comprende:
a) Episodios y dictados extraídos de la Obra magna
.       «El Evangelio como me ha sido revelado»
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b) Dictados extraídos de los «Cuadernos de 1943/1950»
c) Dictado extraído del «Libro de Azarías»

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a) Episodios y dictados extraídos de la Obra magna
  «El Evangelio como me ha sido revelado»
    («El Hombre-Dios»)
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1-46-252  (1-5-276).- Las tentaciones de Jesús en el desierto (1).
* Jesús y Satán frente a frente.- Silencio de Jesús frente a Satán.-Veo una soledad pedregosa, que había visto a mi izquierda en la visión del Bautismo de Jesús en el Jordán. Tal vez debo estar muy adentro de esta soledad, porque no veo en absoluto el hermoso río lento y azul, ni el verdor que lo flanquea por las dos orillas, como alimentado por aquella arteria de agua. Aquí tan sólo hay soledad, rocas, tierra tan quemada, que ha quedado reducida a polvo amarillento que de vez en cuando el viento levanta en pequeños remolinos que parecen aliento de boca febril por lo seco y calientes que están; muy molestos por el polvo que con ellos penetra en la nariz y en la garganta. Aquí y allá se puede ver algún matorral espinoso que ha resistido —quién sabe por qué— a tan gran sequedad: parecen como restos de mechones de cabello en la cabeza de un calvo. Arriba un cielo azul, despiadadamente azul; abajo, la tierra seca; en torno rocas y silencio. Esto es lo que veo, por lo que a la naturaleza se refiere. ■ Jesús se encuentra sentado sobre una roca dentro de un enorme peñasco que tiene casi la forma de una gruta. Y el que habla dentro de mí me dice que esa piedra, sobre la que está sentado, le sirve también de reclinatorio y de almohada cuando descansa envuelto en su manto por algunas horas a la luz de las estrellas y del aire frío de la noche. De hecho, ahí cerca de Él está la bolsa que le vi tomar antes de partir de Nazaret. Es todo lo que tiene. Como veo que está vacía comprendo que se han acabado los pocos alimentos que le había dado María. Jesús está muy delgado y pálido. Está sentado, con los codos apoyados en las rodillas y los antebrazos hacia fuera, con las manos unidas y entrelazadas por los dedos. Medita. De cuando en cuando levanta la vista y la dirige a su alrededor y mira al sol, que ya está alto, casi perpendicular en el cielo azul. De cuando en cuando, y sobre todo después de haber mirado alrededor y de haber levantado la vista hacia el sol, como con vértigo, cierra los ojos y se apoya en la roca que le sirve de refugio. ■ Veo que aparece el feo rostro de Satanás. No se presenta de la forma con la que siempre nos lo hemos imaginado: con cuernos, rabo etc. etc. Parece un beduino envuelto en su vestido, y su gran manto le da aires de un personaje de teatro. En la cabeza, el turbante, cuyas faldas blancas caen sobre los hombros y a ambos lados de la cara. De modo que, de la cara, puede verse un pequeño triángulo muy moreno, de labios delgados y sinuosos, de ojos negrísimos y hundidos, llenos de destellos magnéticos. Dos pupilas que parecen leer en el fondo del corazón, pero en las que no lees nada o una sola palabra: «Misterio». Es todo lo opuesto de los ojos de Jesús, también magnéticos y fascinadores que te leen en el corazón, pero en los que tú lees también que en su corazón hay amor y bondad hacia ti. Los ojos de Jesús son una caricia en el alma. Los de Satanás son como un doble puñal que te perfora y quema. ■ Se acerca a Jesús: “¿Estás sólo?”. Jesús le mira pero no responde. “¿Cómo has llegado hasta aquí? ¿Te has perdido?”. Jesús le mira de pies a cabeza y calla. “Si tuviese agua en la cantimplora, te la daría. Pero yo tampoco tengo. Se me murió el caballo y voy a pié al río. Allí beberé y buscaré a alguien que me dé pan. Conozco el camino. Ven conmigo. Te guiaré”. Jesús no alza ya ni siquiera los ojos. “¿No me respondes? ¿No sabes que si te quedas aquí te mueres? El viento comienza a soplar. Habrá torbellino ¡Ven!”. Jesús aprieta las manos en muda oración y Satanás continúa hablando: “¡Ah, entonces que eres Tú! ¡Hace mucho que te busco! Y hace mucho que ando detrás de Ti. Desde el momento en que fuiste bautizado. ¿Llamas al Eterno?… ¡Está lejos! Ahora estás en la tierra y en medio de los hombres. Entre los hombres yo reino. Sin embargo me mueves a compasión y quiero ayudarte, porque eres bueno y has venido a sacrificarte por nada. Los hombres te odiarán por tu bondad. No saben de otra cosa más que de oro, comida y sentidos. Sacrificio, dolor, obediencia son palabras más muertas para ellos que esta tierra que nos rodea. Son aún más secos que este polvo. Tan sólo la serpiente puede esconderse aquí, en espera de morder, así como el chacal en espera de destrozar. Vete de aquí, no merecen que sufras por ellos. Los conozco mejor que Tú”. Satanás se ha sentado enfrente de Jesús y le escudriña con su horrible mirada, y en su boca se dibuja una sonrisa de serpiente. Jesús sigue callado orando en silencio.
* Primera tentación.Satanás: “Tú desconfías de mí. Haces mal. Yo soy la sabiduría en la tierra. Puedo ser tu maestro para enseñarte a triunfar. Ves: lo importante es triunfar. Después, cuando uno se ha impuesto y el mundo ha sido engañado, puede llevar a éste a donde quiera uno. Pero primero hay que ser como les gusta a ellos, como ellos. Seducirlos haciéndoles creer que los admiramos y seguimos sus pensamientos. Eres joven y bello. Empieza por la mujer. Siempre se debe empezar por ella. Yo me equivoqué al inducir a la mujer a la desobediencia. Debía haber aconsejado de otro modo. La habría convertido en un instrumento mejor y habría vencido a Dios. Tuve prisa. ¡Pero Tú…! Yo te enseño, porque existió un día en que te miré con angelical alegría y aún me queda un resto de aquel amor. Pero escúchame, y aprovéchate de mi experiencia: búscate una compañera. A donde Tú no seas capaz de llegar, ella llegará. Eres el nuevo Adán, debes tener tu Eva. Y, además, ¿cómo puedes comprender y curar las enfermedades de la sensualidad, si no sabes lo que son? ¿No sabes que ahí se esconde el meollo de donde nace la planta de la codicia y del afán de poder? ¿Por qué quiere reinar el hombre? ¿Por qué quiere ser rico y poderoso? Para poseer a la mujer. Ésta es como la alondra. Tiene necesidad del guiño para sentirse atraída. El oro y el poder son las dos caras del espejo que atraen a las mujeres y la causa del mal en el mundo. ¡Mira! Detrás de mil delitos de todas las clases, hay por lo menos 900 que tienen su raíz en el hambre de posesión de una mujer o en la voluntad de una mujer consumida por un deseo que el hombre aún no satisface, o ya no satisface. Ve a la mujer, si quieres saber qué cosa es la vida. Y sólo después sabrás curar y aliviar los males de la humanidad. ¡Es hermosa la mujer! No hay nada más hermoso en el mundo. El hombre posee el pensamiento y la fuerza. ¡Pero la mujer!… Su pensamiento es un perfume, su contacto es una caricia de flores, su belleza es como un vino que entra, su debilidad es como una madeja de seda o rizo de niño en las manos del hombre, sus caricias son fuerza que se derrama sobre las nuestras y las encienden. El dolor, la fatiga, la aflicción, desaparecen cuando se está junto a una mujer y ella entre nuestros brazos como un ramo de flores. ■ Pero, ¡qué tonto soy! Tú tienes hambre y yo te hablo de la mujer. Tu vigor está agotado. Por esto, esta fragancia de la tierra, esta flor de la creación, este fruto que produce y suscita amor, te parece sin ningún valor. Pero, mira estas piedras: ¡qué redondeadas son y qué pulidas están, doradas por el sol que desciende!; ¿no parecen panes? Tú, Hijo de Dios, no tienes más que decir «quiero», para que se conviertan en un pan oloroso como el que ahora las panaderas sacan del horno para la cena de sus familias. Y estos espinos tan áridos, si Tú quieres ¿no pueden cubrirse de frutas, de dátiles o de miel? Sáciate, ¡oh Hijo de Dios! Tú eres el Dueño de la tierra. Ella se inclina para ponerse a tus pies y calmar tu hambre. ¿Ves cómo te pones pálido y sientes mareo con tan sólo oír hablar de pan? ¡Pobre Jesús! ¿Estás tan débil que ya no puedes ni siquiera ordenar que se haga el milagro? ¿Quieres que lo haga yo por Ti? No me puedo medir contigo, pero puedo hacer algo. Me privaré de mi fuerza durante un año, la juntaré toda, pero te quiero servir porque Tú eres bueno y yo siempre me acuerdo que eres mi Dios, aunque me haya hecho indigno de llamarte tal. Ayúdame con tu oración para que pueda…”. Jesús le replica: “¡Calla! «No sólo de pan vive el hombre, sino de cualquier palabra que viene de Dios»” (2). El demonio tiene un arrebato de rabia. Le rechinan los dientes y aprieta los puños. Luego se controla y cambia su mueca en sonrisa.
* Segunda tentación.-Satanás: “Comprendo. Tú estás por encima de las necesidades de la tierra y te da repugnancia el servirte de mí. ¡Lo tengo merecido! Pero… ven ahora y mira lo que hay en la Casa de Dios. Ve cómo incluso los sacerdotes no rehúsan hacer transacciones entre el espíritu y la carne; porque, al fin y al cabo, son hombres y no ángeles. Haz un milagro espiritual. Yo te llevo al pináculo del Templo, Tú transfigúrate en belleza allí arriba, y luego llama a las cohortes de ángeles y di que hagan de sus alas entrelazadas alfombra para tus pies y te bajen así al patio principal. ¡Que te vean y se acuerden que existe Dios! De cuando en cuando es necesario manifestarse, porque el hombre tiene una memoria muy frágil, sobre todo en cosas espirituales. ¡Tú sabes qué felices se sentirán los ángeles de proteger tu pie y de servirte de escalera cuando bajes!”. Jesús le responde: “«No tentarás al Señor Dios tuyo», está escrito” (3).
* Tercera tentación.- ■ Satanás: “Comprendes que tu aparición tampoco cambiaría las cosas y que el Templo continuaría siendo un mercado y un lugar de corrupción. Tu divina sabiduría conoce que los corazones de los ministros del Templo son un nido de víboras, que se desgarran y desgarran tan sólo por dominar. Solo los doma el poder humano. Así, pues, oye: «Adórame». Yo te daré la Tierra. Alejandro, Ciro, César, todos los más grandes dominadores pasados o vivos serán semejantes a jefes de mezquinas caravanas respecto a Ti, que tendrás a todos los reinos de la tierra bajo tu cetro, y con los reinos todas las riquezas, todas las cosas bellas de la tierra, y mujeres y caballos y soldados y templos. Podrás levantar en todas partes tu Signo, cuando seas Rey de los reyes y Señor de señores. Entonces serás obedecido y venerado por el pueblo y el sacerdocio. Todas las razas te honrarán y te servirán, porque serás el Poderoso, el Único, el Señor. ■ ¡Adórame aunque sea un momento! ¡Quítame esta sed que tengo de ser adorado! ¡Es la que me perdió, pero ha quedado en mí y me quema! Las llamas del Infierno son aire fresco de la mañana en comparación a este ardor que me quema por dentro. Es mi infierno, esta sed. ¡Un momento, un momento solo, Cristo, Tú que eres bueno! ¡Un momento de alegría al eterno Atormentado! Hazme sentir lo que quiere decir ser Dios, y me tendrás por tuyo, obediente como un siervo, durante toda la vida, y en todas tus empresas. ¡Un momento! ¡Un solo momento y no te atormentaré más!”… y Satanás se arroja de rodillas, suplicando. ■ Jesús se ha puesto de pié. Enflaquecido durante estos días por el ayuno parece más alto. Su rostro se llena de severidad y poder. Sus ojos son dos zafiros que queman, su voz es un trueno que resuena en la oquedad de la cueva y se esparce sobre el pedregal y la llanura desolada cuando dice: “¡Lárgate, Satanás! Está escrito: «Adorarás al Señor Dios tuyo, y a Él sólo servirás»” (4). Satanás con un alarido de condenado desgarro y de odio indescriptible se levanta; horrible es ver su furiosa figura llena de humo. Después desaparece con un nuevo alarido de maldición.
* Jesús, asistido por los ángeles.- ■ Jesús se sienta cansado y apoya la cabeza sobre la roca. Parece exhausto y suda. Seres angélicos vienen a revolotear con sus alas con las que purifican y refrescan el aire caliente de la cueva. Jesús abre los ojos y sonríe. No veo que coma pero se diría que se nutre con el aroma del Paraíso, y sale lleno de vigor. El sol desaparece por el occidente. ■ Jesús toma su bolsa vacía y se dirige hacia el oriente, mejor dicho, al noroeste acompañado por los ángeles que, suspendidos en el aire sobre su cabeza, le proporcionan una luz suave mientras la noche desciende rapidísima. Ha recuperado nuevamente su expresión habitual, el paso seguro. Solo queda, después del largo ayuno, un aspecto más ascético en el rostro delgado y pálido y en los ojos una alegría que no es de esta Tierra. (Escrito el 24 de Febrero de 1944).
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1  Nota  : Cfr. Mt. 4,1-11;  Mc. 1,12-13;  Lc. 4,1-13.   2  Nota  : Cfr. Deut.  8,3.   3  Nota  : Cfr. Deut. 6,16.  4  Nota  : Cfr. Deut. 6,13.
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 1-46-257 (1-6-281).- Actitud de Jesús  frente al demonio fue: silencio y oración.
* ¿Cómo se presenta Satanás?.- Dice Jesús: “Lo has visto. Satanás se presenta siempre con ropaje benévolo y en forma ordinaria. Si las almas están atentas y sobre todo en contacto espiritual con Dios, advierten el aviso que las pone alertas y prontas a combatir las asechanzas del Demonio. Pero si las almas no hacen caso al aviso divino, separadas por una carnalidad oprimente y ensordecedora, sin la ayuda de la oración que une a Dios y que da fuerzas al corazón humano, entonces difícilmente pueden ver la trampa escondida bajo una apariencia inofensiva y helas aquí que caen. Librarse de esa trampa sí que es difícil”.
* La triple concupiscencia.-Jesús: “Los dos senderos más comunes de Satanás para llegar a las almas son el sentido y la gula. Siempre empieza por la materia. Cuando ésta ha sido derrotada y sujeta, el ataque continúa en las partes superiores del hombre. Primero, la parte moral: el pensamiento con su soberbia y avidez (deseos desenfrenados); después, el espíritu: quitándole no solo el amor —que ya no existe cuando el hombre ha sustituido el amor divino por otros amores humanos— sino también el temor de Dios. Entonces es cuando el hombre se entrega a Satanás en alma y cuerpo con la condición de poder gozar de lo que desea y de gozar cada vez más”.
* Tú has visto cómo me comporté: silencio y oración. Es inútil discutir con él. Tiene una lógica más fuerte. Nadie, más que Dios puede vencerle. Enseñar a Satanás aquel Nombre y aquella Señal. Contraatacar usando las palabras de Dios”.- Jesús: “Tú has visto la forma en que me comporté: silencio y oración. Silencio. La razón es que, si Satanás se presenta seductor y se nos acerca, se le debe soportar sin impaciencias necias ni temores inútiles. Es menester reaccionar: ante su presencia, con valor; y ante su seducción, con la oración. Es inútil discutir con Satanás, vencería él, porque tiene una lógica más fuerte. Nadie, más que Dios puede vencerle y por esto es necesario recurrir a Dios que hablará por nosotros, a través de nosotros. Enseñar a Satanás aquel Nombre y aquella Señal no tan sólo escritos en papel o grabados  en madera, sino escritos y grabados en el corazón. Mi Nombre y mi Señal. Contraatacar a Satanás tan sólo cuando insinúa que él es como Dios, usando las palabras de Dios (1). El demonio no las soporta. A continuación, después de la lucha, viene la victoria y los ángeles ayudan y defienden al vencedor contra el odio de Satanás; le confortan con los rocíos celestes, con la gracia que derraman a manos llenas en el corazón del hijo, con la bendición que acaricia al alma. ■ Es necesario tener voluntad de vencer a Satanás y fe en Dios y en su ayuda. Fe en el poder de la oración y en la bondad del Señor. Entonces no puede hacer ningún mal”. (Escrito el 24 de Febrero de 1944).
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1  Nota  : Las palabras de Jesús, tomadas del Deuteronomio, frente a Satanás fueron: «Cállate, Satán, no solo de pan…»; «No tentarás al Señor tuyo»; «Adorarás al Señor tuyo y a Él solo le servirás».
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 (<Jesús está reunido con sus discípulos en Nazaret, en el huerto, junto a  la casa. Les está hablando sobre los nuevos Caínes, veladamente sobre J. Iscariote>)
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2-92-75 (2-57-558).- El Odio y el Amor en el inconcebible Crimen.
“Para comprenderle, hay que mirarle a través del sol del divino Amor y a través de la mente de Satanás; porque sólo el Amor perfecto y el Odio perfecto, sólo el Bien infinito y el Mal infinito pueden explicar semejante Ofrenda y semejante Pecado”.- ■ Dice Jesús: “Lo digo por los nuevos Caínes de los nuevos Abeles, para quienes, por no vigilar respecto a sí mismos y al Enemigo, llegarán a ser una cosa con él”. Juan: “Pero entre nosotros no los habrá, ¿no es así, Maestro?”. Jesús: “Juan, cuando el Velo del Templo se rasgue, sobre toda Sión brillará escrita una gran verdad”. Juan: “¿Cuál, Señor mío?”. Jesús: “Que los hijos de las Tinieblas en vano han estado en contacto con la Luz. Acuérdate de ello, Juan”. Juan: “¿Seré yo un hijo de las Tinieblas?”. Jesús: “No, tú no. Pero recuérdalo para explicar el Crimen al mundo”. Juan: “¿Qué crimen, Señor?… ¿El de Caín?”. Jesús: “No. Ese es el primer acorde del himno de Satanás. Hablo del Crimen perfecto, el inconcebible crimen, aquel que, para comprenderle, hay que mirarle a través del sol del divino Amor y a través de la mente de Satanás; porque sólo el Amor perfecto y el Odio perfecto, sólo el Bien infinito y el Mal infinito pueden explicar semejante Ofrenda y semejante Pecado. ¿Habéis oído? ■ Parece como si Satanás estuviera oyendo y gritase con el deseo de llevarlo a cabo. Vámonos, antes de que las nubes se abran en medio de rayos y granizo”. Bajan corriendo por la pendiente, saltando al huerto de María, cuando la tempestad furiosa se desata. (Escrito el 30 de Enero de 1945).
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 2-96-94 (2-61-580).- Desde hace siglos existe un duelo entre el Eterno y Satanás enorgullecido por su primera victoria sobre el hombre.
* “Todo usará el Enemigo común para arrebatar almas al Mesías y convertirlas en su presa. Os digo: Quien persevere, se salvará; pero también os digo: Quien ame más la vida y el bienestar que la salvación eterna, puede irse, dejarme, ocuparse de la pequeña vida y del transitorio bienestar”.-Jesús está en Betsaida. Habla de pié en la barca que lo ha llevado hasta allí, que está casi encallada en la arena de la orilla,  amarrada a una estaca de una piedra rudimentaria de moler. Mucha gente, sentada en semicírculo sobre la arena le escucha. Jesús acaba de empezar su discurso. “…en esto veo que me amáis también vosotros de Cafarnaúm, vosotros que me habéis seguido dejando los negocios y comodidades con tal de oír la palabra que os adoctrina. Sé también que ello, más que el hecho de dejar de lado esos negocios —con el consiguiente perjuicio a vuestra bolsa— os acarrea burlas e incluso menoscabo social. Sé que Simón, Elí, Urías y Joaquín (1) se muestran contrarios a Mí; hoy contrarios,  mañana  enemigos. Y os digo —porque a nadie quiero engañar, ni a vosotros, mis leales amigos— que, para perjudicarme, para causarme dolor, para vencerme aislándome, ellos, los poderosos de Cafarnaúm, emplearán todos los medios… Tanto las insinuaciones como las amenazas, tanto el escarnio como la calumnia. Todo usará el Enemigo común para arrebatar almas al Mesías y convertirlas en su presa. ■ Os digo: Quien persevere, se salvará; pero también os digo: Quien ame más la vida y el bienestar que la salvación eterna, puede irse, dejarme, ocuparse de la pequeña vida y del transitorio bienestar. Yo no retengo a nadie. El hombre debe ser libre. Yo he venido a liberar aún más al hombre. Liberarle del pecado —para el espíritu— y de las cadenas de una religión deformada, opresora, que seca bajo ríos de cláusulas, de palabras, de preceptos, la palabra verdadera de Dios que es limpia, breve, luminosa, fácil, santa, perfecta. Mi venida es cedazo que criba las conciencias. Recojo mi grano en la era y lo trillo con la doctrina del sacrificio y lo cierno en el cedazo de su misma voluntad. La paja, el sorgo, la veza, la cizaña volarán ligeras e inútiles, para caer pesados y nocivos y ser alimento de pájaros; en mi granero entrará sólo el grano selecto, puro, fuerte y bueno. El grano de los santos”.
* Respuesta del Eterno al desafío de Satanás.-Jesús: “Desde hace siglos existe un duelo entre el Eterno y Satanás, que, enorgullecido por su primera victoria sobre el hombre, dijo a Dios: «Tus criaturas serán mías para siempre. Ninguna cosa, ni el castigo, ni siquiera la Ley que les quieres dar, las hará capaces de ganarse el Cielo; y este lugar tuyo del que me expulsaste a mí que soy el único inteligente entre los seres creados por Ti, quedará vacío, inútil, triste como todas las cosas inútiles». Y el Eterno respondió al Maldito: «Podrás hacer todavía esto mientras tu veneno sea el único que reine en el hombre. Pero Yo mandaré a mi Verbo y su palabra neutralizará tu veneno, sanará los corazones, los curará de la locura con que los has satanizado y… ellos volverán a mi redil y el Cielo se poblará: lo he hecho para ellos. Rechinarán tus horribles dientes con impotente rabia, allí,  en tu tétrico reino que es prisión y lugar maldito; y sobre ti los ángeles harán volcar la piedra de Dios y la sellarán. Tinieblas y odio os acompañarán a ti y a los tuyos; los míos tendrán, en cambio, luz y amor, canto y beatitud, libertad infinita, eterna, sublime». ■ Y Mammón, con risotada burlona dijo: «Y yo te juro por mi Infierno que vendré cuando llegue la hora. Estaré junto a todos los evangelizadores, y veremos cuál de los dos es el vencedor»”.
“Los competidores somos dos: Yo y él. Vosotros estáis en medio. Yo soy suficiente para apartar de vosotros los golpes del Malvado. Pero, en vuestro interior, debéis repeler, con vuestra voluntad, los golpes viniendo a Mí, poniéndoos en mi Camino que es Verdad y Vida”.- Jesús: “Así es. Satanás, para cribaros, os pone asechanzas y Yo os cerco. Los competidores somos dos: Yo y él. Vosotros estáis en medio. El duelo del Amor y el Odio, de la Sabiduría y la Ignorancia, de la Bondad y el Mal, está sobre vosotros y en torno a vosotros. Yo soy suficiente para apartar de vosotros los golpes del Malvado. Me pongo en medio entre las armas de Satanás y vuestro ser, y acepto que se me hiera en lugar de vosotros, porque os amo. ■ Pero, en vuestro interior, vosotros debéis repeler, con vuestra voluntad, los golpes, viniendo a Mí, poniéndoos en mi Camino que es Verdad y Vida. Quien no anhela el Cielo jamás lo tendrá. Quien no es apto para ser discípulo del Mesías será como paja ligera que el viento del mundo arrastrará consigo. Quien es enemigo del Mesías es semilla mala que renacerá en el reino satánico”. (Escrito el 3 de Febrero de 1945).
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1  Nota  : Fariseos de Cafarnaúm.- Cfr. Personajes de la Obra magna: Fariseos.
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 (<Por medio de Judas Iscariote, llega al conocimiento de Lázaro y Marta que su hermana, María Magdalena [1], acompañada de sus amantes en las barcas de recreo por el lago, ha sido vista por Jesús y apóstoles, que iban en otra barca. Otro día también el fariseo Doras se ha acercado a ellos con el mismo propósito hurgando así más hondo en la herida de los dos hermanos. Jesús llega a Betania a fin de consolarlos. Acaba de hablar con Lázaro>)

2-112-197 (2-79-691).-La posesión diabólica es una enfermedad del espíritu contagiado por Satanás hasta el punto de convertirse en un ser espiritualmente diabólico.
“De otro modo, ¿cómo explicarías ciertas perversiones en los humanos, perversiones que hacen al hombre una bestia peor que cualquiera de ellas, más libidinosa que los monos en calor, etc., y hacen de él un ser híbrido, en el que se hallan fundidos el hombre y el animal y el demonio?”.- ■ Pasado un poco, Marta se acerca a Él. “Maestro… ¿Lázaro te ha dicho?”. Jesús: “Sí, Marta”. Marta: “Lázaro no es capaz de hallar consuelo desde que sabe que Tú lo sabes y que la viste”. Jesús:  “¿Cómo lo supo?”. Marta: “Primero, aquel hombre que estaba contigo y que se dice tu discípulo, ese joven, alto, moreno y sin barba… luego Doras (2). Éste nos ha fustigado con su desprecio; el otro dijo solo que la habías visto en el lago… con sus amantes…”. Jesús: “¡Pero no lloréis por esto! ¿Creéis que Yo ignoraba vuestra herida? La sabía desde cuando Yo estaba con el Padre… No te aflijas, Marta. Levanta tu corazón y tu frente”. Marta: “Ruega por ella, Maestro. Yo oro… pero no sé perdonar completamente y tal vez el Eterno rechaza mi oración”. Jesús: “Has dicho bien: es menester perdonar para ser perdonados y escuchados. Yo ruego por ella. Pero dame tu perdón y el de Lázaro. Tú, buena hermana, puedes hablar y obtener todavía más que Yo. Su herida está demasiado abierta y le escuece demasiado como para que algo la roce, aunque sea mi mano. Tú puedes hacerlo. Dadme vuestro perdón completo, santo… y Yo lo haré…”. Marta: “¿Perdonar?… No podremos. Nuestra madre murió de dolor por sus malas acciones, y… eran de poca importancia en comparación de las actuales. Veo los tormentos que sufrió mi madre… los tengo presentes. Y veo que Lázaro sufre”. Jesús: “Está enferma, Marta, está loca. ¡Perdónala!”. ■ Marta: “Está endemoniada, Maestro”. Jesús: “¿Y qué es la posesión diabólica, sino una enfermedad del espíritu contagiado por Satanás hasta el punto de convertirse en un ser espiritualmente diabólico? De otro modo, ¿cómo explicarías ciertas perversiones en los humanos, perversiones que hacen al hombre una bestia peor que cualquiera de ellas, más libidinosa que los monos en calor, etc., y hacen de él un ser híbrido, en el que se hallan fundidos el hombre y el animal y el demonio? Esta es la explicación de lo que nos asombra como una monstruosidad inexplicable en tantas criaturas. No llores. Perdona. Yo veo. Porque tengo una vista más alta que la del ojo y del corazón. Tengo vista de Dios. Veo, te digo: Perdona porque está enferma”. Marta: “Entonces… ¡cúrala!”. Jesús: “La curaré. Ten fe. Te haré feliz. Perdona y di a Lázaro que lo haga. Perdónala. Vuélvela a amar. Acércate a ella. Háblale como si fuese una como tú. ■ Háblale de Mí…”. Marta: “¿Cómo quieres que te entienda a Ti, que eres Santo?”. Jesús: “Parecerá que no comprende. Pero mi Nombre de por sí ya es salvación. Haz que piense en Mí y me llame. ¡Oh!, Satanás huye cuando mi Nombre es pensado por un corazón. Sonríe, Marta, ante esta esperanza. Mira esta rosa: la lluvia de los días pasados la había ajado, pero el sol de hoy la ha vuelto a abrir; y así es aún más hermosa, porque la lluvia que ha quedado entre pétalo y pétalo la enjoya de diamantes. Así sucederá en vuestra casa… llanto y dolor, ahora; después… alegría y gloria. Vete. Dilo a Lázaro mientras Yo, en la paz del jardín, ruego al Padre por María y por vosotros…”. Todo termina aquí.  (Escrito el 19 de Febrero de 1945).
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1 Nota : Cfr. Personajes de la Obra magna: Lázaro y familia.  2 Nota : Cfr. Personajes de la Obra magna: Doras.
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 2-120-244 (2-87-741).- «¡Yo soy el Dios fuerte y celoso!»
* “Cuando Dios dice: «¡Basta!», el hombre no puede ya continuar haciendo mal, ni Satanás tentando… Es celoso de lo que se interpone entre el Padre y los hijos y los desvía del único amor que es salvación y paz: Dios”.- ■ Dice Jesús:Y está escrito: «¡Yo soy el Dios fuerte y celoso!» (1). Fuerte: Ninguna otra fuerza es más fuerte que la de Dios. El hombre es libre de obrar, Satanás es libre de tentar. Pero cuando Dios dice: «¡Basta!», el hombre no puede ya continuar haciendo mal, ni Satanás tentando. Repelido y arrojado éste a su Infierno, abatido aquel por el abuso de hacer el mal, porque éste tiene un límite, más allá del cual Dios no permite que se vaya. Celoso: ¿De qué cosa? ¿Con qué celos? ¿Los mezquinos celos de los hombrecillos? ¡No! Los santos celos de Dios respecto a sus hijos. Los justos celos. Los amores celosos. Os creó. Os ama. Os desea para Sí. Sabe lo que os hace daño. Conoce lo que puede separaros de Él. Es celoso de lo que se interpone entre el Padre y los hijos y los desvía del único amor que es salvación y paz: Dios. Comprended estos sublimes celos; no mezquinos, ni crueles, ni carceleros, sino amor infinito, bondad infinita; libertad sin límites, celos que se ofrecen a la criatura finita para absorberla en la eternidad para Sí y en Sí, y hacerla copartícipe de su infinitud. ■ Un padre bueno no quiere gozar solo sus riquezas, sino que quiere que sus hijos las disfruten con él —en el fondo las ha acumulado más para sus hijos que para sí—. Pues así Dios; pero llevando en este amor y deseo la perfección que reside en toda acción suya”. (Escrito el 28 de Febrero de 1945).
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1  Nota  : Cfr. Éx. 20,5.
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(<En la curación de un enfermo mental se plantea el tema de la enfermedad>)
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2-122-257 (2-89-755).- En «Aguas Claras» (1). “En toda enfermedad espiritual o física está la uña de Satanás”.- El Nombre de Jesús.- La Mancha de Origen y las tres ramas.
“Sabéis que Jesús quiere decir Salvador. Quien dice el Nombre de Jesús con verdadera devoción y fe, se levanta de las enfermedades y del pecado”.- Habrá al menos unas trescientas personas. Bajo un cobertizo hay cojos, ciegos, mudos; uno, que no hace más que temblar; un jovencito, claramente hidrocéfalo, de la mano de un hombre, no hace sino gemir, echar baba, menear su gruesa cabeza de expresión idiota… Jesús no niega a nadie el milagro. Maravilloso es el del jovencito idiota, al que infunde la inteligencia con su aliento, teniendo entre sus manos la cabezota. Todos se arremolinan… Jesús dice al tonto: “Quiero en ti la luz de la inteligencia para abrir paso a la luz de Dios. Oye. Di conmigo: «Jesús». Dilo. Lo quiero”. El tonto que antes mugía como una bestia, masculla fatigosamente: “Jesús” mejor dicho: “Jesiú”. Jesús, que continúa teniendo entre sus manos la cabeza deforme y mirándole fijamente, le dice: “Otra vez”. Tonto: “Jess-sús”. Jesús insiste: “¡Otra vez!”. El tonto dice finalmente: “¡Jesús!”. En sus ojos hay expresión y en su boca se dibuja una sonrisa diferente. Dice Jesús a su padre: “Hombre, tuviste fe. Tu hijo está curado. Pregúntaselo. El Nombre de Jesús es milagro contra enfermedades y pasiones”. El hombre dice a su hijo: “¿Quién soy yo?”. El muchacho contesta: “Mi padre”. El hombre estrecha a su hijo contra su pecho, y da la siguiente explicación: “Así nació. Mi mujer murió en el parto y él estaba impedido de mente y de habla. Ahora ved. Tuve fe, sí, vengo desde Joppe. ¿Qué debo hacer por Ti, Maestro?”. Jesús: “Ser bueno, y tu hijo contigo; nada más”. Padre: “Y amarte. ¡Oh! Vamos pronto a decírselo a tu abuela. Fue ella la que me convenció a venir. Que sea bendita”. Los dos se van felices. Del infortunio pasado no queda rastro, solo la cabezota del muchacho. La expresión del rostro y el habla son normales. ■ Muchos preguntan: “¿Pero se curó por voluntad tuya o por poder de tu Nombre?”. Jesús:  “Por voluntad del Padre, siempre benigno para con su Hijo. Pero también mi Nombre es salvación. Vosotros sabéis que Jesús quiere decir Salvador. La salvación es de las almas y de los cuerpos. Quien dice el Nombre de Jesús con verdadera devoción y fe, se levanta de las enfermedades y del pecado”.
* “El desorden introducido por Satanás en el orden dado por Dios, ha traído consigo las enfermedades de la carne y las consecuencias de las mismas, o sea, la muerte, o las funestas transmisiones por herencias. El hombre heredó de Adán y Eva la Mancha de Origen. Y la Mancha se extiende cada vez más, incluyendo las tres ramas del hombre: la carne: cada vez más viciosa y, por tanto, débil y enferma; la parte moral: cada vez más soberbia, y, por tanto, corrompida; el espíritu: cada vez más incrédulo, o sea, cada vez más idólatra”.- ■ Jesús: “Porque en toda enfermedad espiritual o física está la uña de Satanás, el cual produce las enfermedades físicas para llevar hacia la rebelión y hacia la desesperación a través del sufrimiento de la carne, y las morales o espirituales para conducir hacia la condenación”. Preguntan: “Entonces, según Tú, ¿en todas las cosas que afligen al hombre no es ajeno Belcebú?”. Jesús: “No es ajeno. La enfermedad y la muerte entraron por él, como  igualmente, el delito y la corrupción entraron en el mundo por él. Cuando veáis a alguien atormentado por alguna desventura, pensad, sí, que sufre por causa de Satanás. Cuando veáis que alguien es causa de desventura, pensad también que él es instrumento de Satanás”. ■ Afirman: “Pero, las enfermedades vienen de Dios”. Jesús: “Las enfermedades son un desorden en el orden, porque Dios creó al hombre sano y perfecto. El desorden introducido por Satanás en el orden dado por Dios, ha traído consigo las enfermedades de la carne y las consecuencias de las mismas, o sea, la muerte, o las funestas transmisiones por herencias (2). El hombre heredó de Adán y Eva la Mancha de Origen; pero no sólo ésta. Y la Mancha se extiende cada vez más, incluyendo las tres ramas del hombre: la carne cada vez más viciosa y, por tanto, débil y enferma; la parte moral, cada vez más soberbia, y, por tanto, corrompida; el espíritu cada vez más incrédulo, o sea, cada vez más idólatra. Por consiguiente es necesario —como he hecho Yo con aquél débil mental— enseñar el Nombre del que huye Satanás, grabarlo en la mente y en el corazón, ponerlo en el «yo» como un sello de propiedad”. ■ Ellos, escandalizados: “Pero, ¿Tú nos posees? ¿Quién eres, que tanto te crees?”. Jesús: “¡Ojalá si fuera así! Pero no lo es. Si os poseyese, estaríais ya salvados. Y sería derecho mío, porque Yo soy el Salvador y debería tener a mis salvados. Mas, salvaré a los que tengan fe en Mí”. ■ Uno de los curados, que usaba antes muletas y ahora se mueve ágilmente, dice:  “Juan… yo vengo de parte de Juan Bautista. Me dijo: «Ve a Aquel que habla y bautiza cerca de Efraín y Jericó. Él tiene el poder de atar y desatar, mientras yo no puedo sino decirte: haz penitencia para hacer tu alma ágil en conseguir la salvación»”. Uno pregunta: “¿No le duele al Bautista perder gente?”. Y el que había hablado antes responde: “¿Dolerle? A todos dice: «¡Id! ¡Id! Yo soy el astro que se oculta. Él, el astro que se alza y se fija eterno en su esplendor. Para no permanecer en las tinieblas id a Él, antes que se apague mi lamparilla»”. Dice otro: “Los fariseos no dicen así. Ellos están furiosos porque atraes las multitudes. ¿Lo sabías?”. Jesús responde brevemente: “Lo sabía”. Se abre una disputa sobre la razón o no del modo de actuar de los fariseos. Mas Jesús corta con un: “No critiquéis” que no admite réplica. (Escrito el 3 de Marzo de 1945).
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1  Nota  : Cfr. en Personajes de la Obra magna:  «Aguas Claras».   2  Nota  : Cfr.  Gén. 3;  Sab. 2,21-24; Rom. 5,12-21; 6,20-23.
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(<En la curación de un endemoniado romano, se habla de dos tipos de demonio>)
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2-129-300 (2-96-801).- En «Aguas Claras». “Está el demonio que habla y el que es mudo”.
* “Uno solo crea el alma. El alma. Esa cosa divina que Dios crea para cada hombre. Compañera en la existencia, sobreviviente más allá de la existencia”.-Jesús está hoy con los nueve apóstoles restantes porque los otros tres partieron a Jerusalén. Tomás siempre alegre, se divide entre sus verduras y sus ocupaciones más espirituales, mientras Pedro, Felipe, Bartolomé y Mateo se ocupan de los peregrinos, y los demás van al río para administrar el bautismo como signo de penitencia, ¡con el viento frío que sopla! Jesús está todavía en su rincón, en la cocina. Tomás trajina, pero guarda silencio para dejar tranquilo al Maestro. En ese momento entra Andrés y dice: “Maestro hay un enfermo que a mí me parece que convendría curarle enseguida porque… dicen que está loco; nosotros diríamos que está poseído… pero no es israelita. Grita, vocea, se desgañita con alaridos, se retuerce… Ven a ver”. Jesús: “Ahora mismo. ¿En dónde está?”. Andrés: “Todavía en el campo. ¿Oyes esos aullidos? Es él. Parece una bestia, pero es él. Debe ser un rico porque su acompañante está bien vestido, y le traen en un carro, de mucho lujo y muchos siervos. Debe ser pagano porque blasfema de los dioses del Olimpo”. Tomás, más curioso de saber qué va a suceder que de sus verduras, dice: “También voy yo a ver”. ■ En medio del prado donde poco antes pastaban unas ovejas que han huido despavoridas por todas partes, y a las que los pastores y el perro tratan de reunir —dicho sea de paso, este es el segundo perro que veo desde que contemplo estas escenas— hay un hombre que está amarrado fuertemente y que, no obstante, da unos saltos de loco, gritando terriblemente, y cada vez más fuerte a medida que Jesús se va acercando. Pedro, Felipe, Mateo, Natanael están allí cerca sin saber qué decir. Hay también más gente, solo hombres, porque las mujeres tienen miedo. Pedro dice: “¿Has venido, Maestro? ¡Mira qué furia!”. Jesús: “Ahora se le pasará”. Pedro: “Pero… es pagano, ¿sabes?”. Jesús: “¡Y qué importa eso!”. Pedro: “¡Hombre!… ¡por razón de su alma!…”. Por el rostro de Jesús se dibuja una sonrisa y continúa. ■ Llega al grupo del enfermo, que se agita cada vez más. Se separa del grupo uno que por su vestido sin franjas y por llevar rostro rasurado se ve que es romano, y saluda diciendo: “Salve, Maestro. Tu fama ha llegado hasta mí. Eres más grande que Hipócrates en el arte de curar y que la estatua de Esculapio para curar milagrosamente enfermedades. Porque sé esto, he venido. Mi hermano, ya lo ves, está loco por un mal misterioso. Ningún médico sabe lo que le pasa. Le llevé al templo de Esculapio, pero salió de allí más loco. Tengo un familiar en Tolemaida; me mandó un mensajero con una galera. Decía que aquí hay Uno que curaba a todos… y vine. ¡Qué viaje tan duro!”. Jesús: “Merece un premio”. Romano: “Pero ten en cuenta que no somos ni prosélitos. Somos romanos fieles a los dioses. Vosotros nos llamáis paganos. Somos de Síbari pero ahora estamos en Chipre”. Jesús: “Es verdad. Paganos sois”. Romano: “Entonces… ¿nada para nosotros? ¿O tu Olimpo rechaza al nuestro, o el nuestro al tuyo?”. Jesús: “Mi Dios, Único y Trino, reina Único y Solo”. El romano, desilusionado, pregunta: “¿He venido en vano?”. Jesús: “¿Por qué?”. Romano: “Porque pertenezco a otro dios”. Jesús: “Uno solo crea el alma”. Romano: “¿El alma?…”. Jesús: “El alma. Esa cosa divina que Dios crea para cada hombre. Compañera en la existencia, sobreviviente más allá de la existencia”. Romano: “¿Y dónde está?”. Jesús: “En lo profundo del yo. Pero, a pesar de que esté, como cosa divina, en el interior del más sagrado templo, se puede decir de ella —y digo «ella», no ésta, porque no es una cosa, sino un ente verdadero y digno de todo respeto— que no está contenida, sino que contiene… Traedme al enfermo”.
“Nosotros lo llamamos «demonio», no pitón. Está el que habla y el que es mudo, el que engaña con razones aparentes de verdad, y el que solo crea un desorden mental. El primero es el más completo y peligroso. Tu hermano tiene el segundo”.- ■ Entre gritos y saltos le arrastran allí. Jesús: “¿Ves? Dices que está loco; dices que ningún médico puede curarle. Es cierto: ningún médico, porque no está loco, sino que un ser infernal —te hablo así porque eres pagano—, ha entrado en él”. Romano: “Pero no tiene el espíritu de pitón. Es más, dice sólo cosas erróneas”. Jesús: “Nosotros lo llamamos «demonio», no pitón.  Está el que habla y el que es mudo, el que engaña con razones aparentes de verdad, y el que solo crea un desorden mental. El primero de estos dos es el más completo y peligroso. Tu hermano tiene el segundo. Pero ahora saldrá de él”. Romano: “¿Cómo?”. Jesús: “El mismo te lo dirá”. ■ Jesús ordena: “¡Deja este hombre! Vuelve a tu abismo”. Demonio: “Me voy. Contra Ti mi poder es demasiado débil. Me echas y me amordazas. ¿Por qué siempre nos vences?…”. El espíritu habló por la boca del hombre, el cual, después de ello, se desploma como agotado del todo. Jesús: “Está curado. ¡Soltadlo sin miedo!”. Romano: “¿Curado?… ¿Estás seguro?… ¡Yo… yo te adoro!”. El romano hace ademán de postrarse, mas Jesús no se lo permite y le dice: “Levanta el alma. En el Cielo está Dios. A Él adórale, y dirige tus pasos hacia Él. Adiós”. Romano: “No. Así no. Al menos acepta ésta (limosna). Permíteme que te trate como a los sacerdotes de Esculapio. Permíteme que te oiga hablar… Permíteme que hable de Ti en mi patria…”. Jesús: “Hazlo y ven con tu hermano”. El tal hermano mira a su alrededor asombrado y pregunta: “Pero ¿dónde estoy? ¡Esto no es Cintium! ¿Dónde está el mar?”. Jesús:  “Sufrías…” y hace una señal con la que impone silencio y agrega: “Sufrías una fiebre muy alta y te han traído a otro clima. Ahora estás mejor…”. (Escrito el 13 de Marzo de 1945).
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 3-186-178 (3-47-274).- Los dos endemoniados de la región de los Gerasenos (1).
* Jesús y apóstoles suben por un sendero escarpado que trepa por un acantilado casi a pico. Suben hasta su cima. El acantilado muere aquí en un rellano sembrado de bosques de altísimas encinas bajo las cuales comen muchos cerdos.-Después de atravesar el lago en dirección del noroeste al sudeste, Jesús manifiesta a Pedro su vivo interés para que atraque cerca de Ippo. Pedro obedece, sin discutir, bajando con la barca hasta la desembocadura de un río pequeño que ahora, debido a que es primavera, y también debido al reciente temporal, fluye lleno y fragoso. Desemboca este curso de agua en el lago, por una barranca escabrosa y llena de escollos, como es toda la costa en este punto. Los trabajadores aseguran las barcas —hay uno por cada barca— y reciben la orden de esperar hasta la tarde para volver a Cafarnaúm. Y Pedro les aconseja: “Y cerrad vuestras boquitas, si alguien os pregunta. A quien os pregunte que dónde está el Maestro, sin vacilar responded: «No sé». A quien quiera saber a dónde se fue, lo mismo. Además es verdad, no lo sabéis”. ■ Se separan. Jesús empieza a subir por un sendero escarpado que trepa por un acantilado casi a pico. Los apóstoles le siguen hasta la cima del acantilado, que muere en un rellano sembrado de encinas bajo las cuales comen muchos cerdos. Bartolomé exclama: “¡Estos fétidos animales nos impiden pasar!”. Jesús le responde con calma: “No. No nos impiden, hay espacio para todos”. Por su parte, los guardadores de los cerdos, al ver a los israelitas, tratan de juntar a los cerdos bajo las encinas para dejar libre el camino. Los apóstoles pasan, haciendo mil muecas de desagrado, entre la suciedad que van dejando estos animales, que hocean bien gordos. Jesús pasa sin hacer tanto teatro y dice a los guardadores de la piara: “Que Dios os recompense por vuestra cortesía”. Los guardadores, gente pobre, un poco menos sucia que los mismos puercos pero sí mucha más flaca, le miran perplejos, y se ponen a cuchichear entre sí. Uno dice: “Puede ser que no sea israelita”. A lo cual los otros contestan: “¿No ves que tiene las franjas en su vestido?”. El grupo apostólico se reúne, ahora que pueden caminar todos juntos por un camino bastante amplio. ■ El panorama es hermosísimo. Elevado solo unas pocas decenas de metros sobre el nivel del lago, permite dominar el espejo del lago con las ciudades que están en sus playas. Tiberíades brilla con sus hermosas construcciones ante los ojos de los apóstoles. Allí abajo, al pie del acantilado de basalto, la pequeña playa parece una almohadilla de verdor, mientras que en la orilla opuesta, desde Tiberíades hasta la desembocadura del Jordán, se ve una llanura más bien ancha, y pantanosa debido a las aguas que recibe del río. Árboles, plantas, arbustos la cubren completamente. Muchísimas aves acuáticas de diversos colores viven ahí. Parecen joyas derramadas. Parece todo como un jardín. Las aves, que están entre las tupidas hierbas y cañizares, se elevan, vuelan sobre el lago y se echan de pico para coger un pez; se elevan de nuevo, mucho más brillantes aún por el agua que ha avivado los colores de sus plumas, y regresan hacia la florida llanura donde el viento juguetea revolviendo los colores. Aquí es distinto: hay bosques de altísimas encinas, bajo las cuales la hierba crece blanda y verde esmeralda. Acabada ésta, hay un gran valle. Después el monte vuelve a ascender en un empinado promontorio rocoso escalonado, en cuyos rellanos están las casas incrustadas (creo que el monte forma una única cosa con las paredes, ofreciendo sus cavernas como viviendas; mitad ciudad troglodita, mitad ciudad común). Es característico con esta graduada ascensión en terrazas, que hace que el techo de las casas de la terraza inmediatamente anterior esté a la altura del bajo de las casas del rellano superior. Por los lados en que el monte es más empinado —hasta el punto de impedir cualquier tipo de construcción—, hay cavernas y hendiduras profundas y veredas escarpadas que descienden hacia el valle y que, en tiempos de aguaceros, deben transformarse en otros tantos pavorosos torrentitos. Peñascos de toda clase, que han rodado hacia el valle por efecto de los aluviones, forman un caótico pedestal en la base de este montecito tan escabroso y agreste, jorobado y petulante como un señorito que, no obstante, quiere ser respetado a toda costa. ■ Zelote pregunta: “Aquello ¿no es Gamala?”. Jesús dice: “Sí. ¿La conoces?”. Zelote: “Me oculté ahí una noche hace mucho tiempo, cuando era un fugitivo; luego vino la lepra y ya no salí de los sepulcros”. Pedro pregunta: “¿Hasta aquí te persiguieron?”. Zelote: “Venía de Siria, a donde había ido buscando protección; pero… me descubrieron y tuve que huir hacia estas tierras para evitar ser capturado. Después, poco a poco, siempre bajo amenaza, fui bajando, fui descendiendo hasta el desierto de Tecua, y desde allí, ya leproso, hasta el Valle de los Muertos. La lepra me salvó de mis enemigos…”. Iscariote: “Estos son paganos, ¿no es verdad?”. Zelote: “Casi todos. Hay hebreos, por negocios; y luego una mezcla de creencias, y de falta completa de creencia… Pero no fueron malos con el fugitivo”.
* Razones sobrenaturales y naturales en el consumo de ciertos alimentos (cerdos) en el Antiguo Testamento.- Al hombre no se le niega el amor carnal, templado en el «amor».- ■ Muchos exclaman: “¡Lugares para bandidos! ¡Qué escarpaduras!”. Juan, todavía impresionado por la captura del Bautista, dice: “Sí. Pero creedme, hay más bandidos al otro lado”. Su hermano concluye: “En el otro lado hay bandidos también entre los que llevan el nombre de justos”. Jesús toma la palabra: “Y, sin embargo, nos acercamos a ellos sin asco, mientras que aquí torcisteis la boca cuando habéis tenido que pasar cerca de unos animales”. Apóstoles: “Son impuros” (2). Jesús: “Mucho más lo es el pecador. Estos son animales hechos así y no se les puede culpar por ello. El hombre, sin embargo, es responsable de ser impuro por el pecado”. ■ Felipe pregunta: “Pero entonces, ¿por qué nos han sido clasificados como inmundos?”. Jesús: “Una vez lo insinué ya. En ello hay una razón sobrenatural y natural. La razón sobrenatural es para enseñar al pueblo elegido a saber vivir teniendo presente su elección y la dignidad de hombre incluso en una acción tan común como es comer. El hombre salvaje come de todo, le basta con llenarse el estómago. El hombre pagano, aunque no es salvaje, igualmente come de todo, sin pensar que comer exageradamente fomenta vicios e inclinaciones que rebajan al ser humano. Es más, los paganos persiguen este frenesí de placer que para ellos es casi una religión. Los más instruidos de entre vosotros habéis oído hablar de sus fiestas obscenas, en honor de sus dioses, que degeneran en una lujuriosa orgía. El hijo del pueblo de Dios debe saber contenerse, y, con la obediencia y prudencia, perfeccionarse a sí mismo, teniendo presentes su origen y su fin: Dios y el Cielo. ■ La razón natural es el no estimular la sangre con alimentos que conducen a ardores indignos del hombre, al cual no se le niega el amor carnal, pero debe templarlo siempre con la frescura del alma orientada al Cielo; hacer, por tanto, «amor» —no sensualidad— de ese sentimiento que une al hombre a su compañera, en quien debe ver la congénere y no la hembra. Los pobres animales, sin embargo, no son culpables de ser cerdos, ni de los efectos que su carne pueden a la larga producir en la sangre; y menos culpa todavía tienen los hombres que cuidan de los cerdos. Si son honestos, ¿qué diferencia habrá, en la otra vida, entre ellos y el escriba que está concentrado en sus libros, y que, por desgracia, no aprende en ellos la bondad? En verdad os digo que veremos a cuidadores de cerdos entre los justos, y a escribas entre los injustos.  Pero ¿qué es este derrumbamiento?”.
* Relato de los dos endemoniados y los cerdos.- “Es mejor que perezcan dos mil cerdos que no un solo hombre”.- ■ Todos se separan de la ladera del monte porque están rodando pendiente abajo piedras y tierra, y se miran en torno a sí perplejos. “¡Allí!, ¡allí!, ¡mirad allí! Dos hombres desnudos… que vienen hacia nosotros gesticulando. Locos…”. Jesús dice a Iscariote que es el primero en ver a los posesos que se dirigían a ellos: “O endemoniados”. Deben de haber salido de alguna caverna del monte. Aúllan. Y uno de ellos, el que más corre, se lanza hacia Jesús: parece un extraño pajarraco sin plumas, pues mucho corre y mucho bracea (en vez de brazos parece tener alas). Se echa a los pies de Jesús: “Estás aquí, Dueño del mundo. ¿Qué tengo que ver contigo Jesús, Hijo de Dios Altísimo? ¿Ha llegado la hora de nuestro castigo? ¿Por qué has venido antes del tiempo a atormentarnos?”. El otro endemoniado, bien porque no pueda hablar, bien porque algún demonio le haya hecho tartamudo, no hace más que echarse de bruces contra el suelo y llorar bajo, para luego, sentado, quedarse como inerte, solo jugando con sus pies desnudos y con las piedras. El demonio continúa hablando por la boca del primero que se retuerce en el suelo en medio de un paroxismo de terror. Me siento tentada a decir que parece como si quisiera oponerse y no pudiera hacer otra cosa sino adorar, atraído y rechazado al mismo tiempo por el poder de Jesús. Dice en su aullar: “Te conjuro en nombre de Dios, que dejes de atormentarme. Déjame ir”. Jesús ordena: “Sí, fuera de éste. Espíritu inmundo, sal de éstos, y di tu nombre”. El endemoniado dice: “Mi nombre es Legión, porque somos muchos. Hace unos años que tenemos poseídos a éstos; por medio de ellos rompemos cadenas, y no hay fuerza humana que los pueda tener sujetos. Ellos por nuestra causa siembran el terror, nos servimos de ellos para que blasfemen en contra de Ti; en ellos nos vengamos de tu maldición; rebajamos al hombre a nivel inferior al de las fieras, para burlarnos de Ti; no hay lobo, chacal o hiena o vampiro semejantes a estos que están poseídos por nosotros. Pero, no nos eches. ¡Es muy horrible el infierno!…”. Jesús ordena: “¡Salid! ¡En nombre mío, salid!”. La voz de Jesús parece un trueno, sus ojos arrojan flechas de majestad. Endemoniado: “Permítenos a lo menos que entremos en esa piara de cerdos que encontraste”. Jesús: “Entrad”. ■ Con un aullido de fieras los demonios se separan de los dos desgraciados, y, en medio de un súbito remolino de viento que hace cimbrearse a las encinas como si fuesen tallos de hierba, se arrojan sobre los cerdos, los cuales, emitiendo chillidos verdaderamente diabólicos, se echan a correr entre las encinas como posesos; se chocan unos con otros, se hieren, se muerden y, llegados al borde del acantilado, no teniendo ya más amparo que el agua del fondo,  se precipitan al lago. Mientras los guardadores, espantados y sin saber qué hacer, gritan de miedo, los animales, a centenares, siguen cayendo, como piedras, en las aguas tranquilas, y las rompen en multitud de borbollones de espumas; se hunden, vuelven a emerger, mostrando ora sus panzas redondeadas, ora los morros puntiagudos en cuyos ojos se lee terror, para acabar ahogándose. Las guardadores, gritando, corren hacia la ciudad. Los apóstoles, que han ido al lugar del desastre, regresan diciendo: “¡Ni siquiera se ha salvado uno! ¡Les has hecho un triste servicio!”. Jesús con toda calma responde: “Es mejor que perezcan dos mil cerdos que no un solo hombre. Dad a estos algo con que se cubran. No pueden estar así”. Zelote saca de una alforja uno de sus vestidos y lo da. Lo mismo hace Tomás.
* La gente de la región de los gerasenos no le quieren a Jesús.- Marcos de Josías y Demetrio.- ■ Los dos curados están como embobados, algo así como si despertaran de un mundo de pesadillas. Jesús: “Dadles de comer. Que otra vez vivan como hombres”. Y mientras los dos comen pan y aceitunas que les dan y beben del boto de Pedro, Jesús los mira detenidamente. Por fin hablan. Uno pregunta: “¿Quién eres?”. Jesús: “Jesús de Nazaret”. El otro dice: “No te conocemos”. Jesús: “Vuestra alma me reconoció. Levantaos e id a vuestros hogares”. El que hablaba en lugar del demonio dice: “No recuerdo bien, pero creo que hemos sufrido mucho. ¿Quién es éste?”. Y señala a su compañero. Jesús: “No sé. Estaba contigo”. Pregunta a su compañero: “¿Quién eres? ¿Por qué estás aquí?”. El que estaba como mudo, y que todavía es más inactivo, dice: “Soy Demetrio. ¿Aquí está Sidón?”. Jesús: “Sidón está más allá, en la costa. Aquí estás al otro lado del lago de Galilea”. Demetrio: “Pero ¿por qué estoy aquí?”. Nadie sabe responder. ■ Comienza a llegar gente detrás de la que vienen los pastores. Parece como asustada y curiosa. Cuando ve a los dos vestidos y quietos, aumenta su estupefacción. Dicen: “Aquél es Marcos de Josías… ¡Y aquél es el hijo del mercader pagano!…”. Los guardadores de los cerdos dicen: “Y Aquél es el que los ha curado. Por Él han muerto nuestros cerdos porque han enloquecido al entrar en ellos los demonios”. Gerasenos: “Señor, Tú eres poderoso. Lo reconocemos. Ya nos has hecho mal. Un mal valuado en muchos talentos. Vete, te lo rogamos, no vaya a ser que por tu poder se derrumbe este monte y se hunda en el lago. Vete de aquí…”. Jesús: “Me iré. A nadie me impongo”. ■ Y Jesús, sin rebatir, toma otra vez el camino por el que había llegado. Detrás de los discípulos, le sigue el endemoniado que hablaba, y a distancia, muchos de la ciudad, para asegurarse de que realmente se marcha. Vuelven otra vez por el áspero sendero y vuelven otra vez al riachuelo fragoso, donde están las barcas. Los de la ciudad permanecen todavía en el borde de la cima del promontorio, mirando. El que ha sido curado baja detrás de Jesús. ■ Los trabajadores de las barcas están aterrados: han visto la lluvia de cerdos en el lago y todavía contemplan los cuerpos que flotan  —cada vez más hinchados— con las panzas redondeadas al aire y las patas cortas y tiesas como cuatro estacas clavadas en una vejiga grasosa. Preguntan: “Pero ¿qué ha pasado?”. Pedro: “Os lo diremos. Ahora soltad  las amarras y vámonos… ¿A dónde Señor?”. Jesús: “A la bahía de Tariquea”. El hombre que los ha seguido y ve que se suben a las barcas, dice: “Llévame contigo, Señor”. Jesús: “No. Vete a tu casa. Los tuyos tienen derecho de que estés con ellos. Háblales de las grandes cosas que el Señor hizo en ti y de cómo ha tenido de ti compasión. Esta región tiene necesidad de creer. Enciende las llamas de la fe por gratitud al Señor. Vete. Adiós”. El hombre curado dice: “Consuélame al menos con tu bendición, para que otra vez el demonio no se apodere de mí”. Jesús: “No tengas miedo. Si no quieres, él no podrá venir. Te bendigo. Vete en paz”. Se separan las barcas de la orilla en dirección de este a oeste. Solo entonces, cuando las barcas surcan por en medio de los cerdos muertos, los habitantes de la ciudad, que no han querido al Señor, se retiran del talud y se marchan. (Escrito el 11 de Junio de 1945).
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1  Nota  : Cfr. Mt. 8,28-34;  Mc. 5,1-20;  Lc. 8,26-39.   2  Nota  : Cfr. Gén. 7,1-5;  Lev. 11; 20,22-25;  Deut. 14,3-21.
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(<Jesús, acompañado de sus apóstoles, ha llegado a la llanura de Esdrelón, cercana a la ciudad de Naím, con el  fin de visitar y consolar a los pobres campesinos que trabajan en las propiedades de los fariseos Yocana y Doras, el hijo de Doras, terratenientes que explotan sin escrúpulo alguno a sus trabajadores. Jesús, ante los asombrados campesinos, ha destapado una cesta con comida.  Los desdichados han devorado  —esta es la palabra— esta comida que no veían desde hace mucho tiempo.>)
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3-191-210 (3-52-307).- El rico Epulón y el pobre Lázaro (1).
«…entre vosotros y nosotros existe un abismo tal, que los que quisieran pasar de aquí a vosotros no podrían, ni tampoco vosotros, que estáis allí, podéis salvar este abismo inmenso para venir a nosotros».- ■ Jesús les dice: “Y ahora que hemos satisfecho la necesidad del cuerpo, escuchad la parábola que pensé deciros. Hubo un tiempo en que vivió un hombre muy rico. Los mejores vestidos eran los suyos. Vestido de púrpura y lino se pavoneaba en las plazas y en su propia casa. Sus conciudadanos le respetaban como al más poderoso de la región. Sus amigos halagaban su soberbia para sacar provecho. Sus salones estaban abiertos cada día a los espléndidos banquetes en que la multitud de invitados, todos ellos ricos, y por tanto no necesitados, se morían por halagar al rico Epulón. Sus banquetes eran célebres por su abundancia de alimentos y vinos. En la misma ciudad había un mendigo, un verdadero mendigo. Era grande en su miseria, como el otro era grande en sus riquezas. Pero, bajo la costra de la miseria humana del mendigo Lázaro, se ocultaba un tesoro todavía mayor que su propia miseria y que la riqueza de Epulón; tal tesoro era la auténtica santidad de Lázaro: jamás había transgredido la Ley, ni siquiera impulsado por la necesidad, pero, sobre todo, había obedecido al precepto del amor para con Dios y el prójimo.  Él, como siempre hacen los pobres, se acercaba a las puertas de los ricos para pedir limosna y no morir de hambre; cada tarde, iba a la puerta de Epulón esperando recibir al menos las migajas de los pomposos banquetes que se daban en esas riquísimas salas. Se echaba en el suelo, en la calle, junto a la puerta, y, pacientemente, esperaba. Pero si Epulón se daba cuenta de que estaba ahí, mandaba que le alejasen, porque ese cuerpo cubierto de llagas, desnutrido, vestido de harapos, era un espectáculo demasiado desagradable para sus convidados (esto decía Epulón, pero la realidad era que aquel espectáculo de miseria y de bondad era su continuo reproche). Más compasivos que Epulón eran sus perros, —bien alimentados, con hermosos collares—, pues se acercaban al pobre Lázaro y le lamían las llagas, gruñendo de alegría por sus caricias, y hasta incluso le llevaban las sobras de las ricas mesas; gracias a estos animales, Lázaro superaba la desnutrición (si hubiera sido por el hombre, habría muerto, pues el hombre no le permitía siquiera entrar en las salas después de los banquetes para poder recoger las migajas caídas de las mesas). ■ Un día Lázaro murió. Nadie en esa tierra se dio cuenta, nadie le lloró; es más, Epulón se puso muy contento porque a partir de ese día dejó ver a esa miseria, a la que él llamaba el «oprobio» de sus umbrales. Pero en el Cielo sí lo advirtieron los ángeles, y en su último aliento, en su lecho frío y pobre, estaban presentes las cohortes celestiales, las cuales, en medio de un fulgor de luces recogieron el alma de Lázaro, y entre cantos y hosannas la llevaron al seno de Abraham. Pasado un tiempo murió Epulón. Oh, ¡qué funerales tan fastuosos! Toda la gente de la ciudad, que estaba ya al corriente de su agonía y que ahora se arremolinaba en la plaza donde estaba su casa, —para ser notados como amigos del grande, o por curiosidad o por interés hacia los herederos—, se unió al duelo. El vocerío subió hasta el Cielo y con el vocerío las falsas alabanzas al «grande», al «benefactor», al «justo» que había muerto. ¿Podrá, acaso, la palabra del hombre cambiar el juicio de Dios? ¿Podrá la apología humana borrar cuanto está escrito en el libro de la Vida? No, no puede. Lo que está juzgado, queda juzgado, y lo escrito, escrito está. A pesar de los solemnes funerales, el espíritu de Epulón fue sepultado en el Infierno. ■ Entonces, en esa cárcel horrorosa, comiendo y bebiendo fuego y tinieblas, hallando odio y tormentos por todas partes y en todos los instantes de esa eternidad, levantó su mirada al Cielo, a ese Cielo que había visto en un instante de fulgor, en una fracción de segundo, y cuya indecible belleza recordaba cual tormento entre atroces tormentos. Y vio arriba a Abraham, lejano, pero radiante, feliz…; y en su seno, radiante, feliz también a Lázaro, a ese pobre Lázaro en otro tiempo despreciado, repulsivo, mísero… ¿Y ahora?… ¡ah!, ahora, hermoso con la luz de Dios y con su propia santidad, rico en amor de Dios, admirado, no ya por los hombres sino por los ángeles de Dios. ■ Epulón gritó llorando: «¡Padre Abraham, ten piedad de mí! ¡Manda a Lázaro, —puesto que no puedo esperar que vengas Tú—, manda a Lázaro para que moje la punta de su dedo en el agua y la ponga en mi lengua, para refrescarla, porque sufro atrozmente por esta llama que me penetra continuamente y me quema!». Abraham respondió: «Acuérdate, hijo, de que tuviste en la tierra todos los bienes, y Lázaro todos los males, y supo hacer del mal un bien, mientras que tú solo supiste hacer mal con tus bienes. Por tanto, es justo que ahora él, aquí, sea consolado y que tú sufras. Pero es que además no es posible lo que pides. Los santos están esparcidos sobre la tierra para que los hombres se aprovechen de ellos, pero, cuando, a pesar de la extrema cercanía de éstos, el hombre sigue siendo lo que es —en tu caso, un demonio—, es inútil recurrir después a los santos. Ahora estamos separados. Las hierbas, en el campo, están mezcladas, pero, una vez cortadas, se separan las malas de las buenas. Lo mismo sucede con nosotros y vosotros: estuvimos juntos en la tierra, y, contra el amor, nos arrojasteis de vuestra presencia, nos atormentasteis por todos los modos posibles, nos relegasteis al olvido; pues bien, ahora estamos divididos y entre vosotros y nosotros existe un abismo tal, que los que quisieran pasar de aquí a vosotros no podrían, ni tampoco vosotros, que estáis allí, podéis salvar este abismo inmenso para venir a nosotros». ■ Epulón, llorando con más fuerza, gritó: «Al menos, padre santo, manda, —te lo ruego—, manda a Lázaro a la casa de mi padre. Tengo cinco hermanos. Jamás he conocido el amor, ni siquiera entre mis familiares. Pero ahora… ahora comprendo lo terrible que es el no ser amados. Y, dado que aquí, donde estoy, vive el odio, ahora he comprendido —por ese átomo de tiempo en que mi alma vio a Dios (2)— lo que es el Amor. No quiero que mis hermanos sufran mis dolores. Tengo verdadero temor por ellos, porque llevan la misma vida que yo llevaba. ¡Oh, manda a Lázaro, a decirles dónde estoy y por qué; a decirles que el Infierno existe, y que es atroz, y que quien no ama a Dios ni al prójimo viene al Infierno! ¡Mándale, para que actúen en consecuencia, antes de que sea tarde, y así eviten el venir aquí, a este lugar de eterno tormento!». Abraham respondió: «Tus hermanos tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen»; a lo que Epulón, con un gemido de alma torturada, replicó: «¡Oh, padre Abraham, les hará más impresión un muerto; escúchame; ten piedad!». Abraham dijo: «Si no escuchan a Moisés ni a los Profetas, mucho menos creerán a uno que resucite por una hora de entre los muertos para decirles palabras de Verdad. Y, además, no es justo que un bienaventurado deje mi seno para ir a recibir ofensas de los hijos del Enemigo. Ya pasó el tiempo de las injurias para él; ahora está en la paz y en ella permanece, por orden de Dios, que ve la inutilidad de intentar la conversión de quienes no creen siquiera en la palabra de Dios ni la ponen en práctica».  Ésta es la parábola cuyo significado es tan claro, que no necesita aplicación”. (Escrito el 16 de Junio de 1945).
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1  Nota  : Cfr. Lc. 16,19-31. 2  Nota  : “Por ese átomo de tiempo en que mi alma vio a Dios”: debe entenderse en el juicio particular, como anota María Valtorta en una copia mecanografiada.
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 3-215-372 (4-77-475).- El hostelero de Betginna y su hija lunática poseída por un demonio.
“Decid con sencillez lo que penséis, con convicción. Tened en cuenta que cuando uno está convencido, siempre persuade”.- Jesús está solo con los apóstoles… El lugar es muy montañoso, pero muy rico en bosques de coníferas, mejor dicho, pino; y el olor de su resina invade por todas partes, balsámico y fortalecedor. A través de estos montes verdes camina Jesús con los suyos, volviendo las espaldas al oriente… Oigo que hablan de la nueva gira que harán yendo hacia las fértiles llanuras que preceden el litoral. Y entonces tornan a la memoria los nombres de glorias pasadas. Surgen narraciones, preguntas, explicaciones y discusiones amigables. “Cuando lleguemos a la cima de este monte os mostraré desde lo alto las zonas más importantes. Al verlas podréis extraer ideas para lo que tengáis que decir al pueblo”. Andrés se queja: “Pero ¿cómo haremos, Señor mío? Yo no soy capaz”. Y a Andrés se unen Pedro y Santiago. “Somos los menos agraciados del grupo”. Tomás dice: “¡Oh!, si es por eso, no es que yo sea más capaz; si se tratase de oro y plata podría hablaros pero de estas cosas…”. Mateo se pregunta: “¿Y yo? ¿Qué era yo?”. Andrés replica: “Tú no tienes miedo al  público. Sabes discutir”. Mateo contesta: “Pero de otras cosas…”. Pedro dice: “Sí, ya… pero… bueno… ya sabes lo que yo quiero decir, así que como si te lo hubiera dicho. Lo cierto es que vales más que nosotros”. Jesús interviene: “Pero queridos míos, no es necesario llegar hasta lo sublime. Decid con sencillez lo que penséis, con convicción. Tened en cuenta que cuando uno está convencido, siempre persuade”. Pero Judas de Keriot dice con voz de ruego: “Dadnos muchas ideas. Una idea bien dada puede ser muy útil. Me imagino que estos lugares no han oído nada de Ti, porque nadie parece conocerte”. Pedro contesta: “Es porque aquí todavía hay mucho viento que llega del Moria… Esteriliza…”. Iscariote, que se siente feliz con sus primeros triunfos, le replica con firmeza: “Es porque no se ha sembrado, pero nosotros sembraremos”. ■ Ya han llegado a la cima del monte. Allá se abre un amplio panorama. Es hermoso verlo estando a la sombra de los árboles que coronan la cima: tan variado y soleado; serie de montes entrecruzándose en todas las direcciones, como encrespadas olas petrificadas de un océano al que barren vientos contrarios; y luego, golfo en calma, todo se llena de una claridad sin límites que es anticipo de una vasta llanura, en la que se yergue, cual solitario faro, un montecillo. “Mirad. Este pueblo, donde nos detendremos, que se extiende sobre esa cima casi queriendo acaparar todo el sol, es como el eje de una cadena de lugares históricos. Venid aquí. Allí (al norte), está Gerimot ¿Os acordáis de Josué? La derrota de los reyes que quisieron asaltar el campo de Israel, fuerte tras la alianza con los Gabaonitas (1). Cerca está Betsames, la ciudad sacerdotal de Judá en donde restituyeron los filisteos el Arca con los ex-votos de oro, que los adivinos y sacerdotes habían impuesto al pueblo para obtener la liberación de los castigos que atormentaban a los culpables filisteos (2). Ved allá, toda sumergida en el sol, a Sorá, patria de Sansón, y un poco más al oriente Timná donde él tomó mujer e hizo tantas hazañas y tantas necedades (3). Allá Azeco y Soco, campo filisteo. Todavía más allá está Szanoe, una de las ciudades de Judá. Y aquí, volveos, está el Valle de Terebinto donde David se batió con Goliat (4). Allá está Maceda donde Josué derrotó a los Amorreos (5)… Volveos hacia aquí. ¿Veis aquel monte solitario que está en medio de la llanura que fue un tiempo posesión de los filisteos? Ahí está Get, patria de Goliat y lugar de refugio para David, bajo la protección de Aquis, cuando huyó de la ira necia de Saúl, y donde el Rey sabio se fingió demente, pues el mundo defiende a los locos contra los sabios de mente (6). Aquel horizonte amplio son las llanuras de la fertilísima tierra filistea. Iremos por ahí, hasta Ramle. Ahora vamos a Betginna. Tú, precisamente tú, Felipe, que me miras con esos ojos suplicantes, irás con Andrés por el pueblo. Nosotros estaremos entre tanto cerca de la fuente o en la plaza del pueblo. Ambos suplican: “Oh, Señor, ¡no nos mandes solos! ¡Ven también Tú!”. Jesús: “Id, he dicho. Vuestra obediencia os ayudará más que mi presencia muda.”
* Andrés y Felipe predican a Jesús en el albergue de Betginna: Andrés, sobre la teofanía del Jordán; Felipe, sobre el poder de Jesús sobre la muerte.- ■ Así pues, Felipe y Andrés se van sin rumbo fijo por el pueblo hasta que encuentran un albergue pequeño. Es más bien un establo que una fonda. Adentro hay contratistas de corderos. Felipe y Andrés entran y se detienen en medio del patio rodeado de pórticos muy rústicos. Acude el dueño del albergue: “¿Qué queréis?… ¿Hospedaje?”.  Los dos se consultan con la mirada, una mirada llena de apuro. Muy probablemente no encuentran ni una palabra, de la que habían pensado decir. Pero es exactamente Andrés quien toma ánimo y responde: “Sí, hospedaje para nosotros y para el Rabí de Israel”. Hostelero: “¿Qué rabí? Hay tantos y de mucha pompa. No vienen a tierras pobres a traer su sabiduría a los necesitados. Son los pobres quienes deben ir a ellos, y ¡todavía es un favor si nos toleran a su lado!”. Andrés responde dulcemente: “El Rabí de Israel es uno solo. Y viene precisamente a traeros la Buena Nueva a vosotros los pobres; y cuanto más pobres y pecadores son, más los busca y se acerca a ellos”. Hostelero: “Si es así, ¡entonces no ganará dinero!”. Andrés dice nuevamente: “No busca riquezas. Es pobre y bueno. Cuando puede salvar a un alma está contento con ese día”. Hostelero: “¡Hummm! Es la primera vez que oigo que un rabí sea bueno y pobre. El Bautista es pobre, pero es duro. Todos los demás son severos y ricos, insaciables como sanguijuelas. ¿Oísteis? Venid aquí, vosotros que vais por todas partes. Estos hombres dicen que se trata de un Maestro pobre, bueno que viene a buscar a los pobres y pecadores”. Un tratante dice: “¡Ah! Debe ser ése que viste de blanco como un esenio. Hace tiempo que le vi en Jericó”. Un pastor alto y nervudo responde: “No. Ése está solo. Tal vez sea aquél del que hablaba Toma, porque así, por casualidad, había estado hablando de Él con los pastores del Líbano”. Otro exclama: “¡Sí, vaya! Y viene del Líbano hasta aquí… ¡Por tu cara bonita!”. Mientras el hostelero habla y escucha a sus clientes, los dos apóstoles siguen allí en medio del patio como dos piedras. ■ Un hombre dice: “¡Eh, vosotros, venid aquí! ¿Quién es? ¿De dónde viene ese del que habláis?”. Felipe majestuosamente dice: “Es Jesús de José, de Nazaret”. Y permanece como quien espera que le hagan burla de él. Añade Andrés: “Es el Mesías anunciado. Os conjuro, por vuestro bien, escuchadle. Hicisteis mención del Bautista. Pues bien, yo estuve con él y él nos señaló a Jesús que pasaba con estas palabras: «He ahí el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo». Cuando Jesús vino al Jordán para ser bautizado, se abrieron los Cielos y una voz clamó: «Éste es mi Hijo amado, en quien he puesto mis complacencias». Y el Amor de Dios bajó como paloma a brillar sobre su cabeza”. Un huésped dice: “¿Ves cómo es el Nazareno? Pero, vamos a ver, vosotros, que os llamáis amigos suyos decidnos…”. Andrés precisa: “Amigos, no, somos sus apóstoles, discípulos. Él nos mandó para anunciaros su llegada para que quien tenga necesidad de salvación, venga a Él”. Huésped: “Está bien. Pero decid ¿es exactamente como dicen algunos, esto es, un hombre más santo que el Bautista, o un demonio como dicen otros? Vosotros que estáis con Él —porque si sois discípulos estaréis juntos ¿no?—, vamos a ver, hablad con sinceridad: ¿es verdad que es lujurioso y deshonesto, que tiene simpatías por las prostitutas y los publicanos; que es nigromante y que por las noches invoca a los espíritus para conocer los secretos de los corazones?”. Otro huésped: “Pero, ¿por qué preguntas esto a estos hombres? Pregunta más bien si es verdad que es bueno. Si no, estos dos se van a sentir ofendidos y se van a marchar y le van a decir al Rabí nuestras malas respuestas y seremos maldecidos. ¡Nunca se sabe!… ¡Sea Dios o diablo, siempre será mejor tratarle bien!”. Esta vez Felipe habla: “Os podemos responder con sinceridad porque no hay nada malo que ocultar. Él, nuestro Maestro, es el Santo entre los santos. Durante el día dedica su esfuerzo en enseñar; incansable, va de un lugar a otro buscando los corazones. Durante la noche ora por nosotros. No desprecia ni la mesa ni la amistad, pero no por sacar algún provecho propio, sino para acercarse a aquellos a quienes de otro modo no sería posible acercarse. No rechaza ni a publicanos ni a prostitutas, pero solo para redimirlos. Signa su vida con curaciones y conversiones milagrosas, le obedecen los vientos y el mar, pero no tiene necesidad de nadie para obrar prodigios, ni de invocar espíritus para conocer los corazones”. ■ El hostelero pregunta: “¿Y con qué poder lo hace?… Has dicho que le obedecen el viento y el mar. Pero si se trata de seres sin razón, ¿cómo puede darles órdenes?”. Felipe: “Respóndeme a esto, hombre: según tú, ¿qué es más difícil: dar órdenes al viento, al mar o a la muerte?”. Hostelero: “¡Por Júpiter!, ¡sobre la muerte no se tiene poder! Al mar se le puede echar aceite, se puede hacerle frente orientando adecuadamente las velas; se puede, si se piensa bien, no ir a navegar. Sobre el viento se pueden oponer los cerrojos de las puertas. Pero sobre la muerte no tiene poder: no hay aceite que la calme; no hay vela que haga a nuestra navecilla tan veloz que pueda escapar de la muerte, no hay cerrojos contra ella. Cuando quiere venir, viene, aunque se le pongan candados. ¡No, no, nadie da órdenes a esta reina!”. Felipe: “Y, sin embargo, nuestro Maestro tiene poder sobre ella, y no solo cuando está cercana, sino también cuando ya ha hecho presa. Un joven de Naím estaba ya a punto de ser puesto en la tétrica boca del sepulcro, cuando Él le dijo: «Yo te lo digo: ¡Levántate!» y el joven volvió a la vida. Naím no está en los polos del mundo. Podéis ir a comprobarlo”. Hostelero: “¿De veras? ¿En presencia de todos?”. Felipe: “En el camino, en presencia de todo Naím”. ■ El dueño de la posada y los huéspedes se miran en silencio; luego el hostelero dice: “Pero, esas cosas las hará para sus amigos ¿no?”. Felipe, que cada vez más ha ido cobrando confianza en sí mismo, dice: “No, hombre. Las hace para todos los que creen en Él y no solo para ellos. Es la Piedad sobre la tierra, créemelo. Nadie que va a Él  vuelve de vacío. Oíd todos. ¿Entre vosotros no hay nadie que sufra o llore, por alguna enfermedad en la familia, o por dudas, remordimientos, tentaciones, ignorancia? Dirigios a Jesús, el Mesías de la Nueva. Él estará aquí hoy; mañana irá a otra parte. No desaprovechéis la Gracia del Señor ahora que pasa”.
“¿Qué dice tu Maestro, que el demonio puede apoderarse también de un inocente?”.- ■ El hostelero se despeina los cabellos, abre y cierra la boca, se aprieta las franjas de la cintura… y al final, dice: “¡Yo hago la prueba!… Tengo una hija. Hasta el verano pasado estuvo bien, luego se hizo lunática. Se encuentra como una bestia muda en un rincón. Siempre allí; y con trabajo su madre puede vestirla y darle de comer. Dicen los médicos que se le quemó el cerebro por exceso de sol, otros que por desilusión de amor; el pueblo dice que está endemoniada. Pero ¿cómo es posible, si es una jovencilla que jamás ha salido de aquí? ¿En dónde pudo haberla cogido este demonio? ¿Qué dice tu Maestro, que el demonio puede apoderarse también de un inocente?”. Felipe responde con seguridad: “Sí, para atormentar a los padres y arrastrarles a la desesperación”.  Hostelero: “¿Y… cura Él a los lunáticos? ¿Puedo abrigar esperanza?”. Andrés dice rápido: “Debes creer”. Y narra el milagro de los gerasenos, y termina diciendo: “Si aquellos —y eran una legión dentro del corazón de dos pecadores— huyeron de ese modo, ¿cuánto más no huirá ése, que ha entrado por la fuerza en un corazón fresco como el de la muchacha? Yo te lo aseguro: para quien en Él espera, lo imposible se le hace tan fácil como respirar. He visto las obras de mi Señor y doy testimonio de su poder”. Hostelero: “¡Oh! Entonces, ¿quién de vosotros va y le llama?”. Andrés: “Yo mismo. Espérame un momento”. Y Andrés se va veloz, mientras Felipe se queda hablando. ■ Cuando Andrés ve a Jesús, parado, bajo el zaguán de una casa, para defenderse del implacable sol que llena la plaza del pueblo, corre a Él diciendo: “Ven, Maestro, la hija del hostelero es lunática.  El padre te implora que la cures”. Jesús le pregunta: “¿Pero me conocía?”. Andrés: “No, Maestro. Tratamos de darte a conocer…”. Jesús:  “Y lo habéis logrado, porque si uno llega ya a creer que Yo puedo curar a un incurable, ya está adelantado en la fe. Y vosotros teníais miedo de no saber qué hacer. ¿Qué dijisteis?”. Andrés: “Ni siquiera te lo sabría decir. Hemos expresado lo que pensábamos de Ti y de tus obras. Dijimos sobre todo que eres el Amor y la Piedad. ¡Qué mal te conoce el mundo!”. Jesús: “Pero vosotros me conocéis bien. Y esto es suficiente”.
* Curación de la joven lunática poseída por un demonio.- ■ Llegan al pequeño albergue. Todos los huéspedes están en la puerta, curiosos. En medio, con Felipe, está el hostelero que continúa con sus monólogos. Cuando ve a Jesús, corre a su encuentro: “Maestro, Señor, Jesús… yo… creo, yo creo muy bien que Tú eres Tú, que sabes todo, que te digo: Ten piedad de mi hija aunque tenga yo muchos pecados en mi corazón. Que no se castigue a mi hija, por no haber sido yo honrado en mi negocio. No seré más avariento, te lo juro. Tú ves mi corazón con su pasado y los pensamientos que ahora tiene. Perdón, piedad, Maestro. Hablaré de Ti a todos los que vengan a mi casa…” el hombre está de rodillas. Jesús le dice: “Levántate y persevera en los sentimientos que ahora tienes. Llévame donde está tu hija”. Hostelero: “Está en un rincón del establo, Señor. Este calor bochornoso hace que se sienta peor, y no quiere salir”. Jesús: “No importa. Voy a donde está ella. No es el bochorno, es que el demonio siente que me acerco”. ■ Entran en el patio, y de él a un establo oscuro. Los demás van atrás. La jovencita, despeinada, demacrada, se retuerce en el rincón más oscuro, y, en cuanto ve a Jesús, aúlla: “Atrás, atrás. No me hostigues. Tú eres el Mesías del Señor, yo un derrotado tuyo. Déjame estar. ¿Por qué siempre vienes sobre mis pasos?”. Jesús: “Sal de ella. Lárgate. Lo ordeno. Devuelve a Dios tu presa y cállate”. Un aullido desgarrador, una sacudida, un cuerpo que se derrumba como sin fuerzas  sobre la paja… y luego las preguntas lentas, tristes, llenas de estupefacción: “¿Dónde estoy?, ¿por qué estoy aquí?, ¿quiénes son esos?” y el grito: “Mamá”. La jovencita se ha avergonzado, ante los ojos de muchos extraños, de no tener el velo y de que traiga sus vestidos rotos. Hostelero: “¡Oh, Señor eterno! ¡Está curada…!” y cosa extraña de verse en un hostelero coloradote y fuerte, se echa a llorar como un niño… Está feliz. No sabe hacer otra cosa que besar las manos de Jesús, mientras la madre de la joven también se llena de lágrimas, rodeada de sus hijitos que están estupefactos de lo acontecido. Besa a su primogénita librada del demonio. ■ Los presentes prorrumpen en un verdadero clamor, otros acuden para ver el prodigio. El patio está lleno. Hostelero: “Quédate, Señor. Llega la noche. Quédate bajo mi techo”. Jesús: “Hombre, somos trece”. Hostelero: “Si fueseis trescientos, no sería nada. Comprendo lo que quieres decir. Pero el Samuel avariento e injusto ha muerto, Señor. Se ha ido también con el demonio. Ahora está el Samuel nuevo. Y continuará hospedando, pero como un santo. Ven, ven conmigo para que te honre como a un rey, como a un dios, como a quien eres. ¡Oh, bendito este día de hoy que te trajo a mí!”. (Escrito el 11 de Julio de 1945).
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1  Nota  : Cfr.  Josué 10.   2  Nota  : Cfr. 1 Sam.  4,1-7,2.   3  Nota  : Cfr.  Jue.  13-16.   4  Nota  : Cfr.  1 Sam. 17.   5  Nota  : Cfr.  Josué 10.   6  Nota  : Cfr. 1 Sam.  18,6-30;  27,1-7.
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 4-232-24 (4-93-574).-Curación de dos ciegos (1).- Curación  de un mudo endemoniado (2).
* A los dos ciegos curados: “Cuidad de no decir nada. Llevad a vuestras ciudades la nueva de la gracia recibida. Aquí (en Cafarnaúm) ni es necesario ni bueno para vuestra alma”.- El rostro sonriente de Jesús al orar.- ■ Están en la casa de Cafarnaúm para la cena. Mientras están a la mesa, comiendo el pescado frito, llegan los ciegos que ya habían implorado a Jesús por el camino. Repiten su frase: “Jesús, Hijo de David, ¡Ten piedad de nosotros!”. Pedro, en tono de reproche, les contesta: “¡Idos! Os dijo: «Mañana» y mañana será. Dejadle comer”. Jesús: “No, Simón. No los eches. Tanta constancia merece un premio. Venid acá vosotros” dice a los dos ciegos, que entran tanteando con el bastón el suelo y paredes. “¿Creéis que pueda hacer que veáis?”. Ciegos: “¡Oh, sí, Señor! Venimos porque estamos seguros de ello”. Jesús se levanta de la mesa, se acerca más, pone sus yemas sobre los párpados, levanta el rostro, ora y dice: “Hágase con vosotros según la fe que tenéis”. Entonces quita las manos: en uno, los párpados que antes no se movían ahora se mueven, porque la luz hiere de nuevo las pupilas renacidas; al otro se le abren los párpados, de forma que donde antes había una cicatriz natural, debida ciertamente a úlceras mal curadas, ahora se rehace de nuevo el borde de los párpados, sin dejar huella alguna, y sube y baja con movimiento de ala. Los dos caen de rodillas. Jesús: “Levantaos. Marchaos. Cuidad de que nadie sepa lo que he hecho con vosotros. Llevad a vuestras ciudades, a parientes y amigos, la nueva de la gracia recibida. Aquí ni es necesario ni es bueno para vuestra alma. Conservadla inmune de toda lesión a su fe, de la misma forma que ahora que sabéis qué significa tener ojos y los preservaréis de toda lesión para no quedaros ciegos de nuevo”. ■ La cena ha terminado. Sube a la terraza donde se respira un poco de fresco. La luna en su cuarto creciente lava la cara del lago. Jesús se sienta en el borde del antepecho y se abstrae contemplando el lago que la luna pinta de color plateado. Los demás hablan en voz baja para no molestarle. Eso sí, le miran, como atraídos por algo misterioso. En realidad, ¡qué bello rostro tiene! La luna le transmite sus mejores adornos sobre su rostro sereno pero tranquilo, y así permite estudiar hasta sus mismos rasgos. Su cabeza está ligeramente apoyada sobre el tosco tronco de la parra que desde allí sube y se extiende por la terraza. Sus grandes ojos, de color azul, que parecen tomar en la noche el color del ónix, parecen emanar olas de paz sobre todas las cosas. De vez en cuando se dirigen al cielo sereno, tapizado de estrellas; otras veces descienden para mirar a las colinas; o más aún para mirar al lago; más todavía, y entonces se quedan fijos en un punto indeterminado y parecen sonreír ante algo que solo ellos ven. Sus cabellos al soplo del viento ondean pausadamente. Está sentado al bies, con una pierna suspendida a poca distancia del suelo y la otra apoyada en la tierra; las manos relajadas sobre las rodillas. Su blanco vestido parece acentuar su propio candor, haciéndose casi de plata por la luz lunar; sus manos largas, blanco marfil, parecen intensificar la propia tonalidad marfil viejo, y la propia belleza viril, a pesar de su forma ahusada. Igualmente su rostro, con su frente despejada y nariz recta, con sus delicadas mejillas ovaladas, alargadas por la barba rubia-cobre, parece, bajo esta luz lunar, hacerse de color marfil viejo, perdiendo el tenue matiz róseo que de día se nota en los pómulos. Pedro pregunta: “¿Estás cansado, Maestro?”. Jesús: “No”. Pedro: “Me parece que estás pálido y pensativo…”. Jesús: “Pensaba en… pero no creo que esté más pálido de lo acostumbrado. Venid aquí… La luz de la luna también a vosotros os tiñe de palidez…”.
* “Si Belcebú no le ayudase, nada podría hacer”. El endemoniado mudo curado replica a los fariseos: “Con su ayuda o sin su ayuda yo estoy curado, y también los ciegos. ¡Jamás vosotros lo haríais pese a vuestras prolongadas oraciones!”.- ■ Una voz fuerte que viene de la calle se oye: “¿Está el Maestro?”. Pedro dice tajante: “Está. Pero, ¿qué queréis otra vez ahora? ¿No os basta todo el tiempo del día? ¿Es hora ésta de venir a molestar a unos pobres peregrinos? Volved mañana”. Insisten:  “Es que tenemos con nosotros a un mudo endemoniado. Por el camino se escapó tres veces. Si no hubiera sido por esto, hubiéramos llegado antes. Tened paciencia. Cuando la luna esté más arriba, comenzará a aullar muy fuerte y atemorizará a todo un pueblo. ¿Veis cómo empieza ya a agitarse?”. Jesús atraviesa la terraza y se asoma por el antepecho. Los apóstoles hacen lo mismo. Es un collar de cabezas inclinadas hacia una turba de gente, que a su vez la levantan hacia aquellos que la agachan. En medio, con sacudidas y gruñidos de oso o de lobo encadenado, hay un hombre a quien han amarrado fuertemente por los puños para que no escape. Gruñe horriblemente como si buscase algo en el suelo. Cuando levanta los ojos y se encuentra con la mirada de Jesús prorrumpe en aullido de fiera, que no tiene nada de humano, un verdadero aullido de fiera, y trata de escapar. La multitud, casi toda de Cafarnaúm, se aparta llena de espanto. Ellos ruegan: “¡Ven por caridad! Le vuelve el ataque como antes…”. Jesús: “Voy enseguida”. Y baja rápidamente y va de frente hacia el desgraciado, que está más agitado que  nunca. Jesús: “Sal de él. Te lo mando”. El aullido termina en una palabra: “¡Paz!”. Jesús: “Sí. Paz. ¡Ten paz ahora que has sido liberado!”. La multitud grita de admiración al ver el instantáneo paso de la furia a la tranquilidad, de la posesión diabólica a la liberación, del mutismo a la posibilidad de hablar. ■ Jesús: “¿Cómo supisteis que estaba aquí?”. Ellos: “Nos dijeron en Nazaret: «está en Cafarnaúm». En Cafarnaúm nos lo confirmaron dos hombres que decían que les habías curado los ojos, en esta casa”. Muchos gritan: “¡Es verdad! ¡Es verdad! Nos lo han dicho también a nosotros…”. Y comentan: “¡Jamás se vieron cosas semejantes en Israel!”. Mas los fariseos de Cafarnaúm —entre los que no está Simón— con risa sarcástica, dicen: “Si Belcebú no le ayudase, nada podría hacer”. El endemoniado mudo curado les replica: “Con su ayuda o sin su ayuda yo estoy curado, y también los ciegos. ¡Jamás vosotros lo haríais pese a vuestras prolongadas oraciones!”. Besa el vestido de Jesús, que no responde a los fariseos; se limita a despedir a la multitud con su: “La paz sea con vosotros”. Al hombre curado le dice que se quede en la casa, para que descanse y que al día siguiente al amanecer vaya. (Escrito el 28 de Julio de 1945).
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1  Nota  : Cfr. Mt. 9,27-31.   2  Nota  : Mt. 9,32-34.
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 (<María Magdalena ha abandonado su vida licenciosa. Recién conversa, vive ahora recluida en su casa de Betania. Pero… ha salido de la casa. Marta, presa de una fuerte agitación,  se encuentra en la terraza de la casa de Cafarnaúm hablando con Jesús. Una duda cruel la atormenta: ¿Su hermana Magdalena, que ha salido de casa y no ha regresado, habrá vuelto a su vida licenciosa?>)
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4-237-52 (4-100-605).- “Satanás se está vengando en ti por la presa que para siempre perdió. Este incansable atormentador de los seres, este incansable ladrón de los derechos de Dios”.
“¿No sabes que los tormentos de un tercero, que resiste sus asaltos porque es bueno y fiel, dan consistencia a la curación de un corazón? ¿Que todo lo que acontece y existe en la Creación está relacionado y sigue una ley eterna de dependencias y consecuencias?”.- ■ Jesús la sujeta por las muñecas y la obliga a estar quieta, a escucharle, dominándola con su alta estatura y con su mirada magnética: “¡Basta! Exijo de ti fe en mis palabras. Exijo de ti generosidad. ¿Has entendido?”. Y no la suelta sino hasta que ve que se tranquiliza un poco, y le dice: “Tu hermana fue a disfrutar de su gozo rodeándose de santa soledad, porque experimenta en ella el pudor supersensible de los redimidos. Te lo había dicho antes. No puede soportar la mirada dulce, pero escrutadora de su familia, que observa su nuevo vestido de esposa de la Gracia. Y lo que Yo digo es siempre verdad. Me debes creer”. ■ Marta: “Sí, Señor, sí. Pero mi María ha pertenecido por mucho tiempo al demonio. La ha vuelto a atrapar, el…”. Jesús: “Él se está vengando en ti por la presa que para siempre perdió. ¿Acaso debo ver que tú, la fuerte, caes víctima suya por un momento de abatimiento necio que no tiene razón de ser? ¿Debo ver ahora que por causa de ella, que cree en Mí, pierdes tú la radiante fe que siempre has manifestado? ¡Marta! Mírame bien. Escúchame. No escuches a Satanás. ¿No sabes que cuando se ve obligado a soltar la presa porque Dios le ha vencido, este incansable atormentador de los seres, este incansable ladrón de los derechos de Dios, se pone inmediatamente manos a la obra para encontrar otras víctimas? ¿No sabes que los tormentos de un tercero, que resiste sus asaltos porque es bueno y fiel, son los que dan consistencia a la curación de un corazón? ¿No sabes que todo lo que acaece y lo que existe en la Creación está relacionado y sigue una ley eterna de dependencias y consecuencias, de forma que el acto de uno produce vastísimas repercusiones naturales y sobrenaturales? Tú estás llorando aquí, aquí estás conociendo la duda cruel, y, a pesar de todo, continúas siendo fiel a tu Mesías aún en esta hora de tinieblas; allá, en un lugar no muy lejano, que desconoces, María está sintiendo que se despeja su última duda sobre la infinitud del perdón que ha recibido, y su llanto se cambia en sonrisa y sus sombras en luz. ■ Tu tormento la ha guiado al lugar donde hay paz, al lugar donde se regeneran las almas, junto a la Mujer sin mancha, junto a aquella que tanto es Vida, que le ha sido otorgado dar al mundo al Mesías, que es la Vida. Tu hermana está con mi Madre”. (Escrito 29 de Julio de 1945).
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 (<Jesús acaba de dejar Corozaín y se dirige hacia Cafarnaúm acompañado del niño José, hijo mayor de una mujer de Corozaín, recientemente enviudada. En la casa de la viuda, Jesús, llevado por un acto de caridad, ha terminado los trabajos de carpintería, que había dejado inconclusos el fallecido esposo. Al finalizar los mismos, el niño, con permiso de su madre, consigue que Jesús le lleve con Él durante un tiempo para romper la nostalgia que el niño siente por su fallecido padre>)
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4-269-267 (5-132-835).-Disputa con fariseos en Cafarnaúm tras la curación de un endemoniado ciego y mudo.- Blasfemia contra el Espíritu Santo.- Señal de Jonás.- Recaída en el satanismo.- Llegada de la Madre y hermanos.- (1).
* Hay muchos fariseos, y también escribas, que parecen al acecho, alrededor de la casa de Cafarnaúm.-En la casa de Cafarnaúm, entre tanto,  se preparan para el sábado. Mateo, cojeando todavía un poco, recibe a sus compañeros, los asiste ofreciéndoles agua y frutas frescas, mientras se preocupa por sus respectivas misiones. Pedro frunce la nariz al ver que ya hay fariseos vagabundeando cerca de la casa: “Tienen ganas de amargarnos el sábado. Casi estoy dispuesto a ir al encuentro del Maestro y decirle que se vaya a Betsaida, para que éstos se queden con un palmo de narices”. Su hermano dice: “¿Y crees que el Maestro lo haría?”. Mateo observa: “Además, en la habitación de abajo está ese pobre infeliz esperándole”. Pedro insiste: “Se le podría llevar en la barca a Betsaida, y yo u otro adelantarnos al encuentro del Maestro”. Felipe, que, teniendo familia en Betsaida, de buena gana iría, dice: “Casi, casi…”. Pedro: “¡Tanto más que estás viendo que hoy la guardia está reforzada con escribas! Vamos sin perder tiempo. Vosotros con el enfermo, pasáis por el huerto, y salís por detrás de la casa. Yo llevo la barca hasta el «pozo de la higuera» y Santiago hará lo mismo. Simón Zelote y los hermanos de Jesús irán al encuentro del Maestro”. Iscariote grita: “Yo no marcho de aquí con el endemoniado”. Pedro: “¿Por qué? ¿Tienes miedo de que se te pegue el demonio?”.  Iscariote: “No me hagas irritarme, Simón de Jonás. He dicho que no voy y no voy”. Pedro: “Ve a buscar a Jesús con los primos”. Iscariote: “No”. Pedro: “¡Narices! ¡Ven entonces en la barca!”.  Iscariote: “No”. Pedro: “En resumidas cuentas ¿qué quieres? Eres siempre el de las dificultades…”.  Iscariote: “Quiero quedarme donde estoy, aquí. No temo a nadie y no me escapo. Por otra parte, el Maestro no estaría contento con ello. Sería causa de otro sermón de reproche, y no me lo quiero merecer por vuestra culpa. Id vosotros. Yo me quedo aquí para informar…”. Pedro grita: “¡Así no! Todos o nadie”. Zelote, que estaba mirando hacia el camino, dice: “Entonces nadie, porque el Maestro está aquí. Vedle que se acerca”. Pedro, disgustado, dice algo refunfuñando entre los dientes. Pero se dirige con los demás al encuentro de Jesús. ■ Después de los primeros saludos le hablan del endemoniado, ciego y mudo, que con sus familiares le espera desde hace mucho tiempo. Mateo explica: “Está como inerte. Se ha echado encima de unos sacos vacíos y no se ha vuelto a mover. Los familiares tienen confianza en Ti. Ven a tomar algo y luego le curarás”. Jesús: “No. Voy enseguida donde él. ¿Dónde está?”. Mateo: “En la habitación de abajo, que está junto al horno. Le he metido allí con sus familiares porque hay muchos fariseos, y también escribas, que parecen al acecho”. Pedro refunfuña: “Es cierto y sería mejor no darles gusto”. Jesús pregunta: “¿No está Judas de Simón?”. Pedro, otra vez con mal humor, dice: “Se quedó en casa. Siempre debe hacer lo que los demás no hacen”. Jesús le mira, pero no le reprende. Se apresura a ir a la casa confiando el niño a Pedro, que le acaricia y saca enseguida del grueso cinturón un silbato y dice: “Uno para ti y otro para mi hijo (2). Mañana por la tarde te llevo a verle. Me los ha hecho un pastor a quien he hablado de Jesús”.
* “La posesión es siempre una enfermedad del espíritu que se extiende a los miembros y órganos. También la fiebre está en la sangre cuando uno enferma, y luego desde la sangre ataca a esta o aquella parte del cuerpo”.- ■ Jesús entra en casa, saluda a Judas que parece muy ocupado en arreglar los trastos, y luego va derecho hasta una especie de despensa baja y oscura que está pegando al horno.  Jesús ordena: “Sacad al enfermo”. Un fariseo que no es de Cafarnaúm y que tiene una cara de perros peor aún que la de los fariseos locales replica: “No es un enfermo. Es un endemoniado”. Jesús: “Es siempre una enfermedad del espíritu…”. Fariseo: “Le ha impedido el hablar y el ver…”. Jesús: “La posesión es siempre una enfermedad del espíritu que se extiende a los miembros y los órganos. Si me hubieses dejado terminar, hubieras sabido que me refería a esto. También la fiebre está en la sangre cuando uno se enferma, y luego desde la sangre ataca a esta o aquella parte del cuerpo”. El fariseo no puede replicar más y se calla. ■ Llevan al endemoniado ante Jesús. Inerte. Era como había dicho Mateo. El demonio lo tiene aniquilado.  Entretanto, la gente se va concentrando. Es sorprendente, especialmente en las horas de recreo —voy a llamarlas así—,  lo pronto que, en aquel tiempo, acudía la gente a los lugares en que había algo que ver. Ahora están también las personas importantes de Cafarnaúm, entre los que figuran los cuatro fariseos, Jairo (3), y, en un ángulo, con la excusa de guardar el orden, el centurión romano y con él gente de otras ciudades. Jesús, haciendo un ademán de imperio, ordena: “¡En nombre de Dios suelta las pupilas y la lengua de éste! Lo quiero. Sal de esta criatura. Ya no te es lícito poseerla. ¡Largo!”. El milagro empieza con un grito de rabia del demonio y termina con uno de alegría del libertado que exclama: “¡Hijo de David, Hijo de David! ¡Santo Rey!”. ■ Un escriba pregunta: “¿Cómo puede saber éste quién es el que le ha curado?”. Un fariseo, alzando los hombros, dice: “¡Todo esto es una comedia, hombre! ¡Esta gente ha sido pagada para representarla!”. Jairo pregunta: “¿Quién le pagó? ¿Se puede saber?”. Fariseo: “Tú también”. Jairo: “¿Con qué finalidad?”. Fariseo: “Para hacer famosa a Cafarnaúm”. Jairo: “No rebajes tu inteligencia escupiendo estupideces y tu lengua ensuciándola con mentiras. Sabes que no es verdad, y deberías comprender que estás repitiendo una sandez. Lo que ha sucedido aquí, ha sucedido en muchas partes de Israel. ¿Habrá, pues, siempre quien pague? ¡En verdad no sabía que en Israel la plebe fuese muy rica! Porque vosotros, y con vosotros todos los grandes, ciertamente que no pagáis. Entonces paga la plebe, la única que ama al Maestro”. Fariseo: “Tú eres sinagogo y le amas. Ahí está Mannaén (4). En Betania está Lázaro, hijo de Teófilo. Ellos no pertenecen a la plebe”. Jairo: “Pero ellos y yo somos personas honradas, que no engañamos a nadie en nada y mucho menos en asuntos relativos a la fe. Nosotros no nos permitimos eso, pues tememos a Dios, y hemos comprendido lo que a Él agrada: la honestidad”. ■ Los fariseos dan la espalda a Jairo y atacan a los familiares del curado: “¿Quién os dijo que vinieseis aquí?”. Familiares: “¿Quién? Muchos. Curados o familiares de curados”. Fariseos: “Pero ¿qué os han dado?”. Familiares: “¿Dado? La seguridad de que Él nos le curaría”. Fariseos: “¿Pero realmente estaba enfermo?”. Familiares: “¡Oh, mentes engañosas! ¿Pensáis que todo esto haya sido una pantomima? Id a Gadara y preguntad, si no creéis, de la desgracia de la familia de Ana de Ismael”. ■ La gente en Cafarnaúm, indignada, se alborota por una parte, mientras unos galileos, venidos de cerca de Nazaret, dicen: “¡Y con todo, éste es hijo de José el carpintero!”. Los ciudadanos de Cafarnaúm, fieles a Jesús, gritan:  “No. Es lo que Él dice ser y lo que el curado ha dicho: «Hijo de Dios e Hijo de David»”. Un escriba dice despreciativo: “No aumentéis el fanatismo del pueblo con vuestras afirmaciones”. Los de Cafarnaúm: “¿Y entonces, qué es, según vosotros?”. Fariseos: “¡Un Belcebú!”. Los de Cafarnaúm: “¡Mmm…, lenguas de víboras! ¡Blasfemos! ¡Endemoniados! ¡Ciegos de corazón! ¡Ruina nuestra! ¡Piedras secas! ¿Queréis quitarnos incluso la alegría del Mesías? ¡Usureros!”. Y continúa un buen jaleo. ¡Qué jaleo!
* Jesús rebate la acusación de los fariseos de que Él arroja los demonios con el auxilio de Belzebú. “Vemos incluso en este mundo un reino dividido en partidos contrarios se debilita y se convierte en fácil presa para que lo ataquen… o que una ciudad dividida en partidos pierde el bienestar y se desmorona. La concordia, además de deber, es astucia. Es ésta, la astucia que ponen en práctica todos los dueños del mundo”.- ■ Jesús, que se había ido a la cocina a beber un poco de agua, se asoma a la puerta a tiempo de oír una vez más la acostumbrada y necia acusación farisea: “Éste no es sino un Belcebú, porque los demonios le obedecen. El gran Belcebú, su padre, le ayuda y Él arroja los demonios con el auxilio de Belcebú, príncipe de los demonios, no con otra cosa”. Jesús baja los dos escalones de la puerta y se acerca, derecho, severo pero tranquilo. Se detiene en frente del grupo de escribas y fariseos. Fija en ellos su mirada y les dice: “Vemos que incluso en este mundo un reino dividido en partidos contrarios se debilita internamente y se convierte en fácil presa para que lo ataquen y devasten las naciones circunvecinas, que lo harán su esclavo. Vemos también en este mundo que una ciudad dividida en partidos contrarios pierde el bienestar (lo mismo sucede en una familia cuyos miembros estén divididos por el odio): se desmorona, se convierte en una fragmentación que a nadie sirve, irrisión de los ciudadanos. La concordia, además de deber, es astucia, porque mantiene a sus miembros libres, fuertes y solícitos. Esto es lo que deberían reflexionar los patriotas, los ciudadanos, los miembros de una familia, cuando, por el capricho de un determinado beneficio, se sienten tentados a las siempre peligrosas agresiones y separaciones, peligrosas porque se alternan con los partidos, y destruyen los afectos. Y es ésta, en efecto, la astucia que ponen en práctica los dueños del mundo. Observad a Roma, observad su innegable poder, que tanto nos molesta. Domina el mundo. Pero está unida en un único parecer, en una sola voluntad: «dominar». También entre ellos habrá, sin duda, ideas contrarias, antipatías, rebeliones. Pero estas cosas corren en el fondo. En la superficie hay un único bloque, sin hendiduras, sin confusiones. Todos quieren la misma meta y corren peligros por este querer, y siempre lo obtendrán mientras sigan queriendo lo mismo. ■ Mirad este ejemplo humano de astucia unida y pensad: si estos hijos del siglo son así, ¿qué no será Satanás? Para nosotros ellos son diablos, y, sin embargo, su satanismo pagano no es nada respecto al perfecto satanismo de Satanás y sus demonios”.
.    ● En este Reino eterno, sin final, sin límite de astucia y maldad, en el que el gozo consiste en hacer el mal a Dios y los hombres, solo hay una voluntad: «hacer el mal».  “Ahora bien, si me ayuda Satanás porque Yo soy un Belcebú menor ¿no entra Satanás en conflicto consigo mismo y con sus demonios, al arrojar a estos de sus poseídos? ¿Y estando en conflicto consigo mismo podrá perdurar su reino?”.- Jesús: “Allí, en aquel reino eterno, que no tiene siglos, sin final, sin límite de astucia y maldad; en ese lugar en que el gozo consiste en hacer el mal a Dios y a los hombres —y su respirar es hacer mal, es su doloroso gozo, único, atroz—, se ha alcanzado con perfección maldita la fusión de los espíritus, en una sola voluntad: «hacer el mal». Ahora bien, si —como pretendéis sostener, para que se dude de mi poder—, me ayuda Satanás porque Yo soy un Belcebú menor ¿no entra Satanás en conflicto consigo mismo y con sus demonios, al arrojar a estos de sus poseídos? ¿Y estando en conflicto consigo mismo podrá perdurar su reino? En verdad que no. Satanás es astutísimo y no se perjudica a sí mismo. Él trata de extender su reino en los corazones, no reducirlo. Su vida consiste en «robar-hacer mal-mentir-ofender-turbar». Robar almas a Dios y paz a los hombres. Hacer el mal a las criaturas del Padre, dándole así dolor. Mentir para extraviar. Ofender para gozar. Sembrar confusión, turbar, porque es el Desorden. Y no puede cambiar: es eterno en su ser y en sus métodos”.
.   ● “¿En nombre de quien arrojan vuestros hijos? Querríais confesar que también ellos son Belcebúes? Y si, como es verdad, Yo arrojo los demonios por el Espíritu de Dios, prueba clara es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios y el Rey de este Reino”.- Jesús: “Mas, respondedme a esta pregunta: si yo arrojo los demonios en nombre de Belcebú ¿en nombre de quién los arrojan vuestros hijos? ¿Querríais confesar que también ellos son Belcebúes? Si lo afirmáis, os juzgarán calumniadores; y, aunque su santidad llegue hasta el punto de no reaccionar ante esta acusación, habréis emitido veredicto sobre vosotros mismos al confesar que creéis tener muchos demonios en Israel, y os juzgará Dios en nombre de los hijos de Israel acusados de ser demonios. Por tanto, venga de quien venga el juicio, en el fondo ellos serán vuestros jueces donde el juicio no sufre soborno de presiones humanas. ■ Y si, como es verdad, Yo arrojo los demonios por el Espíritu de Dios, prueba clara es que ha llegado a vosotros el Reino de Dios y el Rey de este Reino, Rey que tiene un poder tal que ninguna fuerza contraria a su Reino le puede oponer resistencia. De donde se deduce que Yo ato y obligo a los usurpadores de los hijos de mi Reino a salir de los lugares ocupados y a devolverme la presa para que Yo tome posesión de ella. ¿No se comporta acaso así uno que quiere entrar en la casa de un hombre fuerte para arrebatarle los bienes, bien o mal adquiridos? Así se comporta. Entra y le ata. Una vez de haberle atado, puede desvalijar la casa. Yo ato al ángel tenebroso, que me ha arrebatado lo que me pertenece y le quito el bien que me robó. Solo Yo puedo hacerlo porque soy el Fuerte, el Padre el siglo futuro, el Príncipe de la paz.”.
.   ● Padre del siglo futuro.- Blasfemia contra el Espíritu Santo.- Palabras ociosas.- Abundancia del corazón.- ■ Un escriba pregunta: “Explícanos lo que quieres decir con: «Padre del siglo futuro». ¿Crees que vas a vivir hasta el nuevo siglo, y, mayor necedad aún, piensas crear el tiempo, Tú, que no eres más que un pobre hombre? El tiempo es de Dios”. Jesús: “¿Y me lo preguntas, tú, escriba? ¿Es que no sabes ni siquiera que vendrá un siglo que tendrá principio pero no tendrá fin, y que será el mío? En él, triunfaré congregando en torno a Mí a aquellos que son sus hijos, y vivirán eternos como el siglo que crearé, y que ya lo estoy creando al poner el espíritu en su valor por encima de la carne, del mundo y de los seres infernales que arrojo, porque todo lo puedo. Por esto os digo que quien no está conmigo está contra Mí, y que quien conmigo no recoge desparrama. Porque Yo soy el que soy. ■ Y quien no cree en esto, que está ya profetizado, peca contra el Espíritu Santo, cuya palabra fue pronunciada por los profetas sin mentira ni error y debe ser creída sin pretexto alguno. Porque Yo os digo: todo les será perdonado a los hombres, todo pecado, toda blasfemia suyos; porque Dios sabe que el hombre no es sólo espíritu, sino también  carne, y carne que sufre tentaciones y que sucumbe a debilidades imprevistas. Pero la blasfemia contra el Espíritu Santo no será perdonada. Uno hablará contra el Hijo del hombre y será todavía perdonado, porque el peso de la carne que envuelve a mi Persona y que envuelve al hombre que habla contra Mí puede arrastrarle a error. Pero quien hable contra el Espíritu Santo no será perdonado ni en ésta ni en la vida futura, porque la Verdad es eso que es: es clara, santa, innegable y es manifestada al espíritu de modo que no induce a error. Otra cosa es que yerren aquellos que, voluntariamente, quieren el error. Negar la Verdad dicha por el Espíritu Santo es negar la Palabra de Dios y el Amor, que ha dado esa Palabra por amor hacia los hombres. Y el pecado contra el Amor no se perdona. Pero cada uno da frutos de su árbol. Vosotros dais los vuestros, que no son frutos buenos. Si regaláis un árbol bueno para que lo planten en el huerto, dará buenos frutos; pero si dais un árbol malo, malo será el fruto que de él se recogerá, y todos dirán: «Este árbol no es bueno». Porque el árbol se conoce por el fruto. Y ¿cómo podéis hablar bien vosotros, que sois malos? ■ Porque la boca habla de lo que está lleno el corazón. Sacamos nuestros actos y palabras de la sobreabundancia que hay en nosotros. El hombre bueno saca de su tesoro bueno cosas buenas; el malo, de su tesoro malo, saca las cosas malas. Y habla y obra según lo que tiene dentro. ■ En verdad os digo que la ociosidad es pecado, pero es mejor estar de ociosos que hacer acciones malas. Y os digo también que es mejor callar que hablar ociosamente y con maldad. Aunque vuestro silencio fuera ocio, guardad silencio antes que pecar con la lengua. Os aseguro que toda palabra dicha vanamente se pedirá a los hombres justificación en el día del Juicio, y que por sus palabras serán justificados los hombres, y también por sus palabras condenados. ¡Cuidado, por tanto, vosotros, que tantas decís más que ociosas!, pues que son no sólo ociosas sino que obran el mal y con intención de alejar, a los corazones, de la Verdad que os está hablando”.
.  ● La señal de Jonás.- Generación adúltera.- ■ Los fariseos consultan a los escribas, y luego, todos juntos, fingiendo cortesía, preguntan: “Maestro, se cree mejor en lo que se ve. Danos, pues una señal para que podamos creer que eres lo que dices ser”. Jesús: “¿Veis cómo en vosotros está el pecado contra el Espíritu Santo, que repetidas veces me ha señalado como el Verbo Encarnado? Verbo y Salvador, venido en el tiempo señalado, precedido y seguido por señales que dieron los profetas; obrador de lo que dice el Espíritu”. Fariseos: “Creemos en el Espíritu, pero ¿cómo podemos creer en Ti si no vemos una señal con nuestros ojos?”. Jesús: “¿Cómo podéis entonces creer en el Espíritu cuyas acciones son espirituales, si no creéis en las mías, que pueden percibirse con los ojos? Mi vida está llena de ellas. ¿No es suficiente todavía? No. Yo mismo respondo que no. No es suficiente todavía. A esta generación adúltera y perversa que busca una señal, se le dará una sola: la del profeta Jonás (5). Efectivamente, de la misma forma que Jonás estuvo durante tres días en el vientre de una ballena, el Hijo del hombre estará tres días en las entrañas de la tierra. En verdad os digo que los Ninivitas resucitarán en el día del Juicio, como todos los hombres, y se alzarán contra esta generación y la condenarán, porque ellos hicieron penitencia con la predicación de Jonás y vosotros no la hacéis; y aquí hay Uno que es mayor que Jonás. Así también, resucitará y se alzará contra vosotros la Reina del Mediodía, y os condenará, porque ella vino desde los últimos confines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón; y aquí hay Uno mayor que Salomón”. ■ Fariseos: “¿Por qué dices que esta generación es adúltera y perversa? No lo será más que las otras. En ella hay los mismos santos que hubo en las otras. El todo Israelita no ha cambiado. Nos ofendes”. Jesús: “Vosotros sois los que os ofendéis al dañar vuestras almas; porque las alejáis de la Verdad, y por tanto de la Salvación. Os respondo lo mismo. Esta generación no es santa sino en las vestiduras y en lo externo; por dentro no es santa. Existen en Israel los mismos nombres para significar las mismas cosas, pero no existe la realidad de las cosas; existen los mismos usos, vestidos, ritos, pero les falta el espíritu de estas cosas. Sois adúlteros porque habéis rechazado el sobrenatural desposorio con la Ley divina y os habéis desposado, con una segunda unión adúltera, con la ley de Satanás. No estáis circuncidados sino en un miembro caduco. El corazón no lo está. Y sois malos, porque os habéis vendido al Maligno. He terminado”.
.   ● “La recaída en el satanismo es peor que la recaída en una tisis mortal ya curada una vez. Ya no es susceptible de mejoramiento ni de curación, jamás. Esto le sucederá a esta generación, la cual, convertida por el Bautista, ha querido de nuevo ser pecadora, porque ama al Malvado, no a Mí”.-Fariseos: “Nos ofendes demasiado. Pero si es así ¿por qué no liberas a Israel del demonio para que se haga santo?”. Jesús: “¿Tiene Israel esta voluntad? No. La tienen esos pobres que vienen para ser liberados del demonio porque lo sienten dentro de sí como peso y vergüenza. Vosotros esto no lo sentís. Liberaros a vosotros sería inútil, porque, no teniendo voluntad de ser liberados, enseguida seríais de nuevo atrapados y con mayor fuerza. Porque cuando un espíritu inmundo sale de un hombre vaga por lugares áridos en busca de reposo y no lo encuentra. Tened en cuenta que no se trata de lugares áridos materiales; son áridos porque, no recibiéndole, le son hostiles, de la misma forma que la tierra árida es hostil a la semilla. Entonces dice: «Volveré a mi casa, de donde fui arrojado con la fuerza y contra su voluntad. Estoy seguro de que me acogerá y me dejará descansar». En efecto, vuelve donde aquel que era suyo, y le encuentra muchas veces dispuesto a recibirle, porque, en verdad os digo que el hombre tiene más nostalgia de Satanás que de Dios, y, si Satanás no le somete sus miembros, por ninguna posesión se queja. Vuelve, pues, y encuentra la casa vacía, barrida, adornada, olorosa a limpieza. Entonces va por otros siete demonios porque no quiere volverla a perder, y, con estos siete espíritus peores que él, entra en la casa y ahí se instalan todos. Así, este segundo estado, de uno convertido una vez y pervertido una segunda vez, es peor que el primero. Porque el demonio conoce la medida de lo que ese hombre ama a Satanás y es ingrato con Dios, y también porque Dios no vuelve a donde se desprecian sus gracias, y, habiendo experimentado ya una posesión, se abren los brazos otra vez a una mayor. ■ La recaída en el satanismo es peor que la recaída en una tisis mortal ya curada una vez. Ya no es susceptible de mejoramiento ni de curación, jamás. Esto le sucederá a esta generación, la cual, convertida por el Bautista, ha querido de nuevo ser pecadora, porque ama al Malvado, no a Mí”. Un murmullo, ni de aprobación ni de protesta, recorre la multitud, que se va apiñando y que ya es numerosa, de manera que además del huerto y la terraza, está llenísima de gente, hasta la calle. Hay gente sentada a caballo en la pared, que se levanta en el borde del huerto, y subida a la higuera del huerto y a los árboles de los huertos vecinos; porque todos quieren oír la disputa entre Jesús y sus enemigos.
“Los que hacen la voluntad de Dios son mis hermanos y hermanas, son mi madre”. Los escribas son los primeros que dicen: “¡Es un demonio. Reniega incluso de su sangre!”. Los parientes se adelantan diciendo: “¡Es un loco! ¡Tortura hasta a su Madre!”. “No tengo nada que perdonar a mi Madre, ni Ella tiene nada que perdonarme, porque Ella juzga con justicia”.- ■ Un ruido confuso llega ahora hasta los apóstoles cercanos a Jesús, esto es,  Pedro, Juan, Zelote y los hijos de Alfeo, porque los demás están en la terraza y otros en la cocina. Menos Judas Iscariote que está en la calle, entre la gente. Pedro, Juan, Zelote, los hijos de Alfeo recogen este murmullo y le dicen a Jesús: “Maestro, están tu Mamá y tus hermanos. Están allí afuera, en la calle. Te buscan porque quieren hablar contigo. Da orden de que se aleje la muchedumbre para que puedan acercarse a Ti, porque sin duda un motivo importante los ha traído hasta aquí a buscarte”. ■ Jesús alza la cabeza y ve en el fondo de la multitud el rostro angustiado de su Madre, que está luchando por no llorar, mientras José de Alfeo (6) le habla con vehemencia; y ve los gestos de negación de Ella, repetidos, enérgicos, a pesar de  la insistencia de José. Ve también la cara de apuro de Simón (6), visiblemente apenado, disgustado… Pero no sonríe y no da ninguna orden. Deja a la Afligida en su dolor y a sus primos donde están. Baja los ojos hacia la muchedumbre y, respondiendo a los apóstoles que le están cerca, responde también a los que están lejos y que tratan de hacer valer la sangre más que el deber: “¿Quién es mi Madre y quiénes son mis hermanos?”. Despliega su mirada. Hay severidad en el rostro que palidece por esta violencia que debe hacerse para poner el deber por encima del afecto y la sangre, y para suspender el reconocimiento del vínculo con su Madre por servir al Padre. Dice señalando con un amplio gesto a la muchedumbre que se apiña en torno a Él, a la luz de las antorchas, bajo la luz de plata de la luna: “He aquí a mi madre, y he aquí a mis hermanos. Los que hacen la voluntad de Dios son mis hermanos y hermanas, son mi madre. No tengo otros. Y los míos serán tales si, antes que los demás y con mayor perfección que ninguno otro, hacen la voluntad de Dios hasta el sacrificio total de toda otra voluntad o voz de la sangre y del afecto”. ■ Nace entre la muchedumbre un murmullo más fuerte, como un mar agitado por un viento repentino. Los escribas son los primeros que dicen: “¡Es un demonio. Reniega incluso de su sangre!”. Los parientes se adelantan diciendo: “¡Es un loco! ¡Tortura hasta a su Madre!”. Los apóstoles dicen: “Verdaderamente en estas palabras está todo el heroísmo”. La muchedumbre dice: “¡Cómo nos ama!”. ■ A duras penas, María con José y Simón se abren paso: María, todo dulzura; José, todo furia; Simón, todo apuro. Llegan a donde está Jesús. José arremete enseguida: “¡Eres un loco! Ofendes a todos. No respetas ni siquiera a tu Madre. Pero ahora estoy aquí y te lo impediré. ¿Es verdad que vas por ahí haciendo trabajos de obrero? Pues si esto es verdad, ¿por qué no trabajas en tu carpintería, para alimentar a tu Madre? ¿Por qué mientes diciendo que tu trabajo es la predicación, ocioso e ingrato, que es lo que eres, si luego vas a realizar trabajo pagado a casa ajena? Verdaderamente me pareces como si estuvieras en manos de un demonio que te indujera al camino errado. ¡Responde!”. Jesús se vuelve, toma de la mano al niño José, le acerca a Sí y luego le levanta sujetándole por las axilas y dice: “Mi trabajo fue para dar de comer a este inocente y a sus parientes, y en convencerles de que Dios es bueno; ha sido predicar en Corozaín la humildad y la caridad, y no sólo a Corozaín sino también contigo, José, hermano injusto. Te perdono porque sé que te muerden dientes de serpiente. Te perdono también a ti, Simón inconstante. No tengo nada que perdonar a mi Madre, ni Ella tiene nada que perdonarme, porque Ella juzga con justicia. Que haga el mundo lo que quiera. Yo hago lo que Dios quiere. Y con la bendición del Padre y de mi Madre soy feliz más que si todo el mundo me aclamase como rey suyo. Ven, Madre. No llores. Ellos no saben lo que hacen. Perdónalos”. Virgen: “¡Oh, Hijo mío! Yo sé. Tú sabes. No hay nada que decir…”. Jesús:  “Nada más, aparte de decirle a la gente: «Idos en paz»” . Jesús bendice a la multitud, y luego, llevando a María con la mano derecha y con la izquierda al niño, se dirige a la pequeña escalera y es el primero en subirla. (Escrito el 2 de Septiembre de 1945).
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1  Nota  : Cfr. Mt. 12,22-50;  Mc. 3,20-21; 3,22-35;  Lc. 11,14-20; 11,24-26;  8,19-21.   2  Nota  : “Para mi hijo”. Cfr.  Personajes de la Obra Magna:  Marziam.  3  Nota  : Cfr. Personajes de la Obra magna: Jairo, el sinagogo, y su hija. 4  Nota  : Cfr. Personajes de la Obra magna: Mannaén.   5  Nota  : Cfr.  Jon. 2,3.   6  Nota  :  José y Simón de Alfeo: Cfr.  Personajes  de la Obra magna: Alfeo y familia.
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 4-280-340 (5-144-913).- El regreso de los setenta y dos  (1). “Maestro, no solo las enfermedades sino los demonios se nos sujetaron por la fuerza de tu Nombre”.- “Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo por vuestro mérito unido a mi Nombre”.
* Recaída en el Satanismo: Aquel que se deja poseer sabiendo que, haciéndolo, se vende de nuevo al demonio, está perdido. Era consciente de que quería el Mal y lo aceptó.- En el largo crepúsculo de un atardecer sereno de octubre regresan los setenta y dos discípulos. Cansados, llenos de polvo, ¡pero felices! Felices los setenta y dos por haber llevado a cabo su primera misión… ■ Terminada la cena, Jesús se dirige hacia las laderas del monte de los Olivos y los discípulos le siguen en masa. Aislados del ruido y de la gente, después de haber orado en común, informan a Jesús más ampliamente de cuanto no han podido hacerlo antes en medio de unos que iban y otros que venían. Admirados y alegres dicen: “¿Sabes, Maestro, que no sólo las enfermedades, sino los demonios, se nos sujetaron por la fuerza de tu Nombre? ¡Qué cosa, Maestro! ¡Nosotros, nosotros, unos pobres hombres, por el simple hecho de que nos habías enviado, pudimos liberar al hombre del horrible poder de un demonio!…” y refieren casos y casos, sucedidos acá y allá. Solo de uno de ellos dicen: “Los familiares, mejor dicho, la madre y vecinos le trajeron a la fuerza a nuestra presencia. Pero el demonio se burló de nosotros diciendo: «He vuelto aquí por voluntad suya, después de que Jesús Nazareno me había expulsado, y no me vuelvo a marchar de él, porque él me prefiere más a mí que a vuestro Maestro y me ha buscado de nuevo». Y, de repente, con una fuerza extraordinaria, arrebató al hombre de la mano de quienes le tenían y le lanzó de lo alto de un precipicio. Corrimos a ver si se había hecho pedazos y ¡nada! Corría como un cervatillo, profiriendo blasfemias y haciendo muecas, que ciertamente no eran de este mundo… Nos movió a compasión su madre… ¡Pero él! ¡Pero él! ¿Pero puede obrar así el demonio?”. Jesús dice con tristeza:Así y mucho más”. ■ Ellos le dicen: “Quizás si Tú hubieses estado…”. Jesús:  “No. A ese hombre Yo le había dicho: «Vete y no quieras volver a caer en tu pecado». Ha querido. Era consciente de que quería el Mal y lo aceptó. Está perdido. ■ El caso de aquel que no sabe si está poseído es distinto de aquel que se deja poseer sabiendo que, haciéndolo, se vende de nuevo al demonio. Pero no habléis de él. Es un miembro cortado sin esperanza. Es un voluntario del Mal”.
“Otros harán lo que hicisteis, pero sin amor, y no obtendrán conversiones… Alegraos no porque sometisteis espíritus sino porque vuestros nombres están en el Cielo”.-Jesús:  “Alabemos más bien al Señor por las victorias que os concedió. Yo sé el nombre del culpable y los nombres de los salvados. Yo veía a Satanás caer del cielo como un rayo por vuestro mérito unido a mi Nombre. Porque he visto también vuestros sacrificios, plegarias, el amor con que os acercabais a los infelices para hacer lo que Yo había ordenado. Procedisteis con amor y Dios os bendijo. Otros obrarán lo mismo que hicisteis vosotros, pero sin amor, y no obtendrán conversiones… Pero no os alegréis porque sometisteis a los espíritus, sino alegraos porque vuestros nombres están escritos en el Cielo. No los quitéis jamás de allí”. (Escrito el 19 de Septiembre de 1945).
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1  Nota  : Cfr. Lc. 10,17-20 y 23-24.
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 (<Después de la Transfiguración en el Tabor, bajan del monte Jesús con Pedro, Juan y Santiago de Zebedeo, pero no por el lugar previamente convenido con el resto de los apóstoles>)
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5-349-325 (6-37-235).- Curación de un niño epiléptico poseído por un espíritu que le hace sordo y mudo, al pie del monte de la Transfiguración (1).
* Ni discípulos ni dos exorcistas han podido curarle. ■ Vuelven en dirección del valle. Pero, llegados a un punto, Jesús tuerce por un atajo abrupto en dirección a Endor, o sea, por el lado opuesto al otro en que dejó a los discípulos. Santiago dice: “No los encontraremos. El sol empieza a bajar. Se estarán agrupándose para esperarte donde los dejaste”. Jesús: “Ven y no te crees pensamientos necios”. En efecto, al salir del bosque y entrar en un llano que suavemente baja hasta encontrarse con el camino principal, ven al grupo de discípulos, a los que se han agregado viandantes curiosos y escribas que han llegado de no sé dónde, moviéndose en la base del monte. Pedro, señalándolos, exclama: “¡Ay de mí! ¡Escribas!… ¡Y ya están disputando!”. Y baja los últimos metros de mala gana. Pero también los que están abajo los han visto y unos a otros se los señalan, y luego se echan a correr hacia Jesús, gritando: “¿Cómo es posible, Maestro, que hayas venido por esta parte? Estábamos a punto de irnos al lugar indicado. Pero los escribas nos han entretenido en disputas y con sus súplicas un padre afligido”. Jesús: “¿De qué discutíais entre vosotros?”. Apóstoles: “A causa de un endemoniado. Los escribas se han burlado de nosotros, porque no hemos podido liberarle. Judas de Keriot lo ha intentado de nuevo, ya por pundonor, pero ha sido inútil. Entonces dijimos: «Intentadlo vosotros». Contestaron: «No somos exorcistas». Por casualidad han pasado algunos, que venían de Caslot-Tabor, entre los que había dos exorcistas. Pero ellos tampoco nada. Aquí está el padre que ha venido a suplicártelo. ¡Escúchale!”.
* “Si puedes creer de este modo, todo me es posible, porque todo se le concede a quien cree”.- ■ Un hombre, en efecto, se adelanta en actitud suplicante. Se arrodilla ante Jesús que se ha quedado en el prado en pendiente, estando, pues, al menos, unos tres metros por encima del camino, y, por tanto bien visible a todos. “¡Maestro!” dice, “iba a Cafarnaúm con mi hijo, buscándote. Te traía a mi hijo infeliz para que le librases, Tú que expulsas los demonios y curas cualquier enfermedad. Frecuentemente se apodera de él un espíritu mudo. Cuando se apodera de él solo puede emitir gritos roncos, como un animal al que se le estuviera degollando. El espíritu le echa por el suelo, y él, en el suelo, se revuelca, le crujen los dientes, echa espuma como un caballo que muerde el freno, y se hiere o se expone incluso a morir por asfixia, o quemado, o hecho pedazos, porque el espíritu, más de una vez, le ha arrojado al agua, al fuego, o escaleras abajo. Tus discípulos lo han intentado, pero no han podido. ¡Oh, Señor bueno, piedad de mí y de mi hijo!”. El rostro de Jesús centellea de poder mientras grita: “¡Oh generación perversa! ¡Oh turba satánica! ¡Legión rebelde! ¡Pueblo del infierno incrédulo y cruel! ¿Hasta cuándo tendré que estar contigo? ¿Hasta cuándo tendré que soportarte?”. Se muestra majestuoso, tanto, que se hace un silencio absoluto y cesan las indirectas de los escribas. ■ Jesús dice al padre: “Levántate y tráeme a tu hijo”. El hombre se marcha y regresa con otros hombres; en medio de éstos viene un muchacho de unos doce o catorce años. Un muchacho guapo, pero con una mirada un poco tonta, como si estuviera aturdido. En su frente se ve una larga herida, y más abajo una antigua cicatriz. Nada más ver a Jesús, que le está mirando fijamente con sus ojos magnéticos, lanza un grito ronco y se contuerce todo su cuerpo convulsivamente, y cae al suelo echando espuma y girándole los ojos, de modo que se ve solamente el bulbo blanco mientras se revuelca por el suelo con una típica convulsión epiléptica. Jesús da unos cuantos pasos. Se acerca, dice: “¿Desde cuándo le sucede esto? Habla fuerte, para que todos oigan”. Y el hombre, en voz alta, mientras el círculo de la gente se estrecha y los escribas suben más arriba de Jesús para dominar la escena, dice: “Desde pequeño. Ya te  he dicho que frecuentemente cae en el fuego, en el agua, o desde las escaleras o desde los árboles, porque el espíritu le asalta de improviso y le empuja con violencia para acabar con él. Está lleno de cicatrices y quemaduras. Ya es mucho que no se haya quedado ciego a causa de las llamas de la lumbre. Ningún médico ni exorcista, ni siquiera tus discípulos pudieron curarle. Pero Tú, si como creo firmemente, puedes algo, ten piedad de nosotros y socórrenos”. ■ Jesús: “Si puedes creer de este modo, todo me es posible, porque todo se le concede a quien cree”. Padre: “¡Oh, Señor, sí creo! Pero,  si no creo todavía suficiente, auméntame mi fe, para que sea perfecta y obtenga el milagro”, y lo dice de rodillas, entre lágrimas, cerca de su hijo, que padece más convulsiones que nunca. Jesús se endereza, retrocede unos dos pasos, y, mientras la multitud, más que nunca, cierra el círculo, en voz alta dice: “¡Espíritu maldito que haces sordo y mudo al niño y le atormentas, Yo te lo mando: sal de él y no vuelvas a entrar nunca!”. El niño, a pesar de su postura (está echado en el suelo), da tremendos brincos, formando una especie de arco con su cuerpo, y lanza gritos que no son de un ser humano. Un último brinco, con el que se vuelve boca abajo y golpea la frente y la boca contra una piedra que sobresale de la hierba; ésta se pone roja de sangre. Luego se queda inmóvil. Muchos gritan: “¡Ha muerto!”. Los mejores, compasivos, dicen: “¡Pobre muchacho! ¡Pobre padre!”. Y los escribas guiñando el ojo: “¡Buen servicio te ha hecho el Nazareno!” o: “Maestro ¿qué pasa? ¡Esta vez Belcebú te ha hecho pasar un mal rato!…” y se ríen venenosamente. ■ Jesús no responde a nadie, ni siquiera al padre que ha dado la vuelta a su hijo y ahora le está secando la sangre de la frente herida y de los labios heridos, gimiendo, invocando a Jesús. Pero el Maestro se inclina y toma de la mano al niño. Y éste abre los ojos dando un largo suspiro, como si despertase de un sueño, luego se sienta y sonríe. Jesús le acerca hacia Sí, le hace ponerse de pie, y se lo entrega a su padre, mientras los presentes gritan de entusiasmo, y los escribas huyen, seguidos de las risotadas y burlas de la gente. “Y ahora vámonos” dice Jesús a sus discípulos. Despide a la gente, da vuelta al monte y toma el camino por el que había venido en la mañana. (Escrito el 3 de Diciembre de 1945).
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1  Nota  : Cfr. Mt. 17,14-18; Mc. 9,14-27; Lc. 9,37-43a.
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 5-350-330 (6-38-237).- Lección a los discípulos sobre el poder de vencer a los demonios (1).
“Cualquier enfermedad puede esconder a Satán. El niño era un enfermo no un poseído, Un alma pura. Por eso, con alegría la libré del astutísimo demonio porque quería dominarla para hacerla impura”.- Nuevamente están en su casa de Nazaret. O para ser más precisos, están entre los olivos, esperando la hora de descansar. Ya ha oscurecido y la luna se alza tarde, así que han encendido una pequeña hoguera para aclarar la noche; noche tibia, “demasiado incluso” como sentencian los pescadores previendo próximas lluvias. Y es bonito estar allí, todos unidos: las mujeres en el huerto florecido, alrededor de María; los hombres aquí arriba; y, en el borde del rellano, de forma que le vean tanto éstos como aquellas, Jesús, respondiendo a uno o a otro, mientras las discípulas escuchan atentas. Deben haber referido lo del lunático curado al pie del monte y todavía siguen los comentarios al respecto. Su primo Simón exclama: “¡Eras Tú el que hacías falta!”. Salomón el barquero, moviendo la cabeza, comenta: “¡Pero ni siquiera el ver que incluso sus mismos exorcistas no podían nada, y eso que empleaban las fórmulas más duras, ha convencido a aquellos tercos!”. El primo Simón añade: “¡Y no convencerán a sus escribas ni siquiera diciéndoles sus conclusiones!”. Uno a quien ni conozco, pregunta: “¡Ya, claro! Me parecía que hablaban bien ¿no es verdad?”. Hermas responde: “Muy bien. Han descartado toda clase de sortilegio diabólico en el poder de Jesús al decir que se sintieron invadidos de una paz profunda cuando el Maestro obró el milagro; mientras que —afirmaban— cuando sale de uno un poder malvado, lo sienten como algo que les turba”. ■ Un discípulo cuyo nombre tampoco sé, dice: “¡Pero hay que ver qué espíritu tan terco! ¡No se quería ir! Pero, ¿cómo es que no le tenía continuamente poseído? ¿Era un espíritu rechazado, solitario; o era tan santo el muchacho, que por sí mismo le repelía?”. Jesús responde espontáneamente: “Muchas veces he explicado que cualquier enfermedad, siendo un tormento y un desorden, puede esconder a Satanás, y Satanás se puede esconder en una enfermedad, usarla, crearla, para atormentar y hacer blasfemar contra Dios. El niño era un enfermo, no era un poseído. Un alma pura. Por esto con gran alegría la libré del astutísimo demonio que quería dominarla para hacerla impura”. Iscariote pregunta: “¿Y por qué si era una sencilla enfermedad, no pudimos nosotros nada?”. Tomás observa: “¡Cierto! ¡Se comprende que los exorcistas, si no era un endemoniado, no hayan podido hacer nada, al tratarse de una enfermedad! ¡Pero nosotros…!”.
* “¿Entonces qué cosa es necesaria para vencer esta clase de demonios?”. “La oración y el ayuno. Nada más”.-Y Judas de Keriot, que no ha encajado la afrenta de haber intentado varias veces con el muchacho y haber obtenido solo que cayera en un estado de agitación o incluso en convulsiones, agrega: “Pero nosotros… hasta parecía que nosotros le causábamos mayor mal. ¿Recuerdas, Felipe? Tú que me ayudabas oíste y viste los gestos burlones que me hacía. Me gritó incluso: «¡Lárgate, lárgate! ¡Entre mí y tú, tú eres el más demonio!». Lo cual hizo que a mis espaldas se rieran los escribas”. Jesús le pregunta con sumo interés: “¿Y ello te ha dolido?”. Iscariote: “¡Claro que sí! A nadie gusta que se burlen de uno. Y no es bueno cuando se trata de tus apóstoles. Se pierde autoridad”. Jesús: “Cuando uno tiene a Dios consigo tiene uno autoridad, aun cuando el mundo entero se burle, Judas de Simón”. Iscariote: “¡Está bien! Pero Tú aumenta, al menos en tus apóstoles, el poder para que no nos sucedan más ciertas cosas”. Jesús: “Ni es justo ni sería útil que Yo aumentara el poder. Por vosotros mismos lo tenéis que hacer para salir vencedores. Si habéis fracasado ha sido por vuestra insuficiencia, y también por haber disminuido cuanto os había dado, con elementos no santos que habéis querido añadir esperando de este modo conseguir triunfos mayores”. Iscariote pregunta: “¿Lo dices por mí, Señor?”. Jesús: “Tú lo sabrás si lo mereces. Hablo a todos”. ■ Bartolomé pregunta: “¿Entonces qué cosa es necesaria para vencer esta clase de demonios?”. Jesús: “La oración y el ayuno. Nada más. Orad y ayunad. Y no sólo en la carne. Por eso, bien está que vuestro orgullo haya quedado en ayunas, sin ser satisfecho. El orgullo satisfecho vuelve apáticos la mente y el corazón, y la oración se hace tibia, inerte; de la misma forma que el cuerpo demasiado lleno se hace pesado, somnoliento. Y ahora vamos también nosotros al descanso justo… Idos. La paz sea con vosotros”. (Escrito el 4 de Diciembre de 1945).
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1  Nota  : Cfr. Mt. 17,19-21; Mc. 9,28-29.
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 (<Jesús acaba de explicarles, tomando a un niño y colocándolo en medio de ellos, quién es el mayor en el Reino de los Cielos. “Cualquiera que se humillare como este niño, será el mayor en el Reino de los cielos”. Y prosigue>)
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5-352-346 (6-40-253).- Actuación de Satanás: “Es el incansable. Os predigo que cuanto más le combatáis más os hará sufrir”.- “Vimos a uno arrojando demonios en tu Nombre” (1).
* En el Cielo estarán todos los que hayan combatido a Satanás”.- ■ Dice Jesús: “Acordaos de todo esto. No despreciéis a los pequeños, ni los escandalicéis u os burléis de ellos. Valen más que vosotros porque sus ángeles ven siempre a Dios, que les dice las verdades que deben revelar a los niños y a los que tienen el corazón de niño. Y vosotros como niños amaos los unos a los otros. Sin disputas, sin orgullo. Mantened la paz entre vosotros. Tened espíritu de paz con todos. Sed hermanos en el Nombre del Señor y no enemigos. No hay, no debe haber enemigos para los discípulos de Jesús. ■ El único Enemigo es Satanás. De él sed acérrimos enemigos, bajando a la batalla contra él y contra los pecados que conducen a Satanás a los corazones. Nos os canséis de combatir el Mal, cualquiera que sea la forma que asuma. Sed pacientes. El apóstol nunca debe de dejar de trabajar, porque el demonio nunca descansa ni nunca dice: «¡Basta! ¡Estoy cansado y voy a descansar!». Es el incansable. Pasa de un hombre a otro, ágil como el pensamiento y más aún; tienta y atrapa y seduce y atormenta y no da tregua. Ataca traidoramente y derriba a quien no está atento. A veces se instala como conquistador por la debilidad de la víctima; otras veces entra como amigo, porque el modo de vida de la víctima buscada es ya tal que le sirve de aliado. Hay veces que, habiendo sido arrojado por uno, da vueltas para caer sobre el mejor, para vengarse del revés que le dio el Señor o algún siervo de Dios. Pues bien, vosotros debéis decir lo que él dice: «No descanso». Él no descansa para poblar el Infierno, vosotros no debéis cansaros para poblar el Paraíso. No le deis tregua. ■ Os predigo que cuanto más combatáis contra él más os hará sufrir. Pero no os importe esto. Puede recorrer, agresivo, la Tierra, pero en el Cielo no entra. Por lo tanto, allí no os molestará más. Y allí estarán todos aquellos que hayan combatido contra él…”.
* “Los caminos de Dios son infinitos. Y, cuando veáis a uno que cree en mi Nombre y por Él actúa, no le llaméis extranjero ni enemigo. Es en todo caso un súbdito mío, amigo y fiel porque cree en mi Nombre. Por este  motivo mi Nombre en sus labios obra prodigios. Quien no está contra Mí…”.- ■ De pronto se detiene Jesús y pregunta: “En una palabra ¿por qué estáis siempre molestando a Juan? ¿Qué queréis de él?”. Juan se pone rojo y Bartolomé, Tomás e Iscariote bajan sus cabezas viéndose descubiertos “¿Entonces?” pregunta con autoridad Jesús. Juan: “Maestro, mis compañeros quieren que te diga una cosa”. Jesús: “Dila”. Juan: “Hoy, mientras estabas en casa de ese enfermo y nosotros estábamos por el pueblo como nos lo habías ordenado, hemos visto a un hombre que no es tu discípulo, a uno que jamás lo hemos visto entre los que escuchan tu doctrina, que arrojaba los demonios en tu Nombre, de un grupo de peregrinos que se dirigían a Jerusalén. Y lo conseguía. Curó a uno que tenía un temblor que le impedía hacer cualquier tipo de trabajo; y devolvió la palabra a una niña que había sido agredida en el bosque por un demonio, con apariencia de perro, que la había trabado la lengua. El hombre decía: «Largo, demonio maldito, en nombre del Señor Jesús, del Mesías, Rey de la estirpe de David, Rey de Israel. Él es el Salvador y Vencedor. ¡Huye ante este Nombre!», y el demonio huía realmente. A nosotros no nos pareció bien. Y se lo prohibimos. Él nos contestó: «¿Qué mal hago? Honro al Mesías, limpiándole el camino de demonios que no son dignos de verle». Le replicamos: «No eres exorcista según Israel ni discípulo según el Mesías. No te es lícito hacerlo». Respondió: «Siempre es lícito hacer el bien», y no quiso obedecer a nuestra prohibición, pues añadió: «y seguiré haciendo lo que hago». ■ Bien, querían que te dijese esto, sobre todo ahora que has dicho que en el Cielo estarán todos aquellos que hayan combatido contra Satanás”. Jesús: “¡Bien! Este hombre será uno de ellos. Lo es. Tenía razón. Los equivocados sois vosotros. Los caminos del Señor son infinitos: No está escrito que sólo los que tomen el camino directo llegarán al Cielo. En todos los lugares, en todos los tiempos, de mil modos distintos, habrá hombres que vendrán a Mí, tal vez por un camino inicialmente malo. Mas Dios verá su recta intención, y los traerá al camino bueno. Y, de la misma forma, habrá algunos que por embriaguez de las pasiones saldrán del buen camino y tomarán otro que los alejará, o incluso los extraviará. Por esta razón, no debéis jamás juzgar a vuestros semejantes. Solo Dios ve. Procurad no salir vosotros del buen camino, en el que, más que vuestra voluntad, la voluntad de Dios os ha puesto. ■ Y, cuando veáis a uno que cree en mi Nombre y por Él actúa, no le llaméis extranjero ni enemigo ni sacrílego. Es en todo caso un súbdito mío, amigo y fiel, porque cree en mi Nombre, espontáneamente y mejor que muchos de entre vosotros. Por este motivo mi Nombre, en sus labios, obra prodigios como los vuestros o quizás mayores. Dios le ama porque me ama, y terminará por llevarle al Cielo. Ninguno que obre prodigios en mi Nombre puede ser enemigo mío ni hablar mal de Mí; antes al contrario, con su obrar da honor al Mesías y testimonio de su fe. En verdad os digo que creer en mi Nombre es Salvación, porque mi Nombre es Salvación. Por esto os digo: si le encontráis otra vez, no se lo prohibáis. Antes al contrario,  llamadle «hermano», porque lo es, aunque todavía esté fuera del recinto de mi redil. Quien no está contra Mí, está conmigo. Quien no está contra vosotros, está con vosotros”. Juan, entristecido, pregunta: “¿Faltamos en algo, Señor?”. Jesús: “No. Habéis actuado por ignorancia, pero sin malicia. Por tanto, no hay culpa alguna. Pero en lo sucesivo sería culpa, porque ahora ya sabéis. Y ahora vamos a nuestras casas. La paz sea con vosotros”. (Escrito el 6 de Diciembre de 1945).
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1  Nota  : Cfr. Mc. 9,38-40; Lc. 9,49-50.
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(<Jesús y sus apóstoles están en la Transjordania, camino de Gadara. Deben pasar por los manantiales de Yarmok, las termas romanas. Juan recuerda algunas leyendas, contadas por su madre cuando era pequeño, que asociaban esas aguas, por su calor y olor, con el Infierno>)
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5-356-374 (6-46-280).- Las aguas termales de Yarmok (Gadara) plantean el tema del Infierno.- Herejías de Judas Iscariote sobre el Infierno, sobre el libre albedrío y sobre Satanás.
* “El infierno no está encerrado dentro de la tierra. Está sobre la tierra, Juan; en el corazón de los hombres y se hace absoluto más allá”.- ■ Juan pregunta: “Entonces, ¿esos manantiales no son boca del Infierno?”. Jesús: “No. Son, al contrario, cosas buenas que el Creador hizo para sus hijos. El infierno no está encerrado dentro de la tierra. Está sobre la tierra, Juan; en el corazón (1) de los hombres y se hace absoluto más allá”. Iscariote pregunta: “¿Pero de veras existe el Infierno?”. Sus compañeros, horrorizados, le echan en cara: “¡Pero, qué estás diciendo!”. Iscariote: “Digo: ¿existe verdaderamente? No solo yo, sino también otros tampoco creen”. Gritan con horror: “¡Pagano!”. Iscariote: “No. Israelita. Muchos de nosotros no creemos en ciertas tonterías”. Varios gritan: “¿Pero, entonces, cómo puedes creer en el Paraíso?”, “¿y en la Justicia divina?”, “¿dónde metes a los pecadores?”, “¿cómo explicas la existencia de Satanás?”. Iscariote: “Digo lo que pienso. Hace poco se me echó en cara que era yo un mentiroso. Os demuestro que soy sincero, aunque esto os haga escandalizar de mí, y me haga odioso a vuestros ojos. Además, no soy el único de Israel que cree esto, desde que Israel ha progresado en el saber, en contacto con helenistas y romanos. Y el Maestro, el único cuyo juicio respeto, y que protege a los griegos y es visiblemente amigo de los romanos, no puede censurarnos ni a mí ni a Israel… ■ Yo parto de este concepto filosófico: si Dios controla todo, todo lo que hacemos es por su voluntad; y por esto, nos debe premiar a todos de igual modo, porque no somos sino autómatas movidos por Él. Somos unos seres privados de voluntad. El mismo Maestro lo anda diciendo: «La voluntad del Altísimo. La voluntad del Padre». Ésa es la única Voluntad. Y es tan infinita, que aplasta y anula la voluntad limitada de las criaturas. Por tanto, Dios hace tanto el bien como el mal, porque nos los impone, aunque parezcan hecho por nosotros. Y, por tanto, no podrá castigarnos por el mal, y de este modo se ejercerá su justicia, porque nuestras culpas no son voluntarias, sino impuestas por quien quiere que las hagamos para que en la tierra haya bien y mal. El malo es el medio de expiación de los menos malos. Y él sufre el no poder ser considerado bueno, expiando así su parte de culpa. Jesús ha dicho que el infierno está en la tierra y en el corazón de los hombres. Yo no siento a Satanás. No existe. Hubo un tiempo que lo creía. Pero ya desde hace tiempo estoy convencido que es un mito. Y creer de este modo es llegar a tener paz”. Judas ha lanzado estas teorías suyas con aire magistral, en tal forma que los demás se quedan sin respiro… ■ Jesús no dice nada. Judas le provoca: “¿No tengo razón, Maestro?”. Jesús: “¡No!”. Un «no» rotundo, seco.  Iscariote: “Y, sin embargo yo… yo no siento a Satanás y no admito el libre albedrío, el Mal. Y todos los saduceos están de mi parte, como también muchos de Israel. Es claro ¡Satanás no existe!”. Jesús le mira. Una mirada tan compleja que no puede analizarse: de juez, de médico, de persona afligida, del que no sabe qué hacer… hay todo en esa mirada… Judas, que se ha lanzado desbocado en su hablar, concluye: “¡Será que he superado el terror de los hombres hacia Satanás porque soy mejor que los demás, más perfecto!”. Y Jesús guarda silencio. Judas le provoca. “¡Pero habla! ¿Por qué  no tengo yo miedo?”. Jesús no responde. “¿No contestas, Maestro? ¿Por qué? ¿Tienes miedo?”. Jesús: “No. Soy la Caridad. Y la Caridad no pronuncia su juicio hasta que no se ve obligado a emitirlo… ¡Déjame y retírate!”. Finalmente, porque Judas trata de abrazarle; y en voz baja, estrechado por los brazos del blasfemo, le dice: “¡Me causas asco! ¡No ves ni sientes a Satanás porque sois una misma cosa! ¡Apártate de mí, demonio!”. ■  Judas, con verdadero descaro, le besa y se echa a reír, como si el Maestro le hubiera dicho en secreto alguna alabanza. Vuelve donde sus compañeros, que se han detenido horrorizados, y dice: “¿Os dais cuenta? Yo sé abrir el corazón al Maestro. Y le hago feliz porque le muestro mi confianza y de Él recibo la lección correspondiente. ¡Vosotros, por el contrario!… Jamás os atrevéis a hablar, porque sois soberbios. ¡Oh, seré yo el que sepa más de Él! Y podré hablar”. (Escrito el 10 de Diciembre de 1945).
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1  Nota  : Cfr. Lc. 22,3-6; Ju. 13,2.
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(<Marcos de Josías, uno de los dos endemoniados liberados por Jesús en la región de Gerasa, cuando los cerdos se precipitaron al lago, ha renegado de Jesús>)
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5-358-391 (6-48-296).- El valor del llanto de la madre de Marcos de Josías, recaído en la posesión, en la liberación de su hijo.
* “Las madres pueden reparar ruinas de sus hijos, y lo harás. Por tu dolor (que es justo y fecundo), se salvará el alma que amas. Estás expiando por él, y expías con una intención tan recta, que le alcanzas el perdón a tu hijo. Volverá a Dios cuando tu llanto se haya diluido en mi Sangre”.- ■ A las puertas de Pela, el camino está lleno de gente. Hay mercaderes y peregrinos. Una mujer de buena presencia, que cabalga sobre un burro, acompañada de una criada y un criado, al oír hablar de Jesús, se vuelve; luego tira de las riendas, detiene el borrico, baja y se dirige a Jesús. “¿Tú conoces a Jesús de Nazaret? ¿Vas donde Él? También yo voy… para que cure a mi hijo. Quisiera hablar con el Maestro porque…” y se pone a llorar dolorosamente bajo el velo. Jesús le dice: “¿Qué enfermedad tiene tu hijo? ¿Dónde está?”. Mujer: “Es de Gerasa, pero ahora está camino de Judea. Va como un poseído… ¡Oh, ¿qué he dicho?!”. Jesús: “¿Está endemoniado?”. Mujer: “Señor, lo estaba y fue curado. Ahora… es más demonio que antes porque… ¡Oh, esto sólo le puedo decir a Jesús de Nazaret!”. Jesús: “Santiago, Simón, tomad al niño. Seguid adelante. Me esperaréis fuera de la puerta. Mujer, puedes decir a tus criados que se adelanten. Hablaremos entre nosotros”. Mujer: “¡Tú no eres el Nazareno! Sólo con Él quiero hablar. Porque Él solo puede comprender y tener misericordia”. ■ Entre tanto se han quedado solos. Los otros siguen adelante. Jesús espera que en el camino no haya nadie, y dice: “Puedes hablar. Yo soy Jesús de Nazaret”. La mujer lanza un gemido y hace ademán de arrodillarse. Jesús: “¡No! La gente por ahora no debe saberlo. Ven. Allí hay una casa con la puerta abierta. Pediremos que nos dejen entrar y hablaremos”. Caminan por una vereda que discurre entre hortalizas y se dirigen a una casa en cuyo patio juguetean algunos niños. Jesús:  “La paz sea con vosotros. ¿Me permites que por unos momentos hable con esta mujer? Debo hablar con ella. Venimos de lejos para podernos hablar y Dios ha querido que nos encontrásemos antes de la meta”. Dice una anciana: “Entrad. El huésped es bendición. Os daremos leche y pan y agua para vuestros cansados pies”. Jesús: “No es necesario. Bástanos un lugar sosegado para poder hablar”. Anciana:  “Venid” y sube con ellos a una terraza adornada con una vid con hojas color esmeralda. ■ Se quedan solos. “Habla, mujer. Ya he dicho que Dios ha querido que nos encontrásemos antes de la meta para alivio tuyo”. Mujer: “¡No hay, no hay alivio para mí! Tengo un hijo. Estuvo endemoniado. Una fiera en los sepulcros. Nada le tenía sujeto. Nada le curaba. Te vio. Te adoró con la boca del demonio, y Tú le curaste. Quería acompañarte. Tú pensaste en mí, su madre, y me lo enviaste. Para devolverme la vida y la razón, que me empezaban a faltar por el dolor de saber que tenía un hijo endemoniado. Y le enviaste también para que te predicase, puesto que quería amarte. Yo… ¡Oh! ¡Ser madre de nuevo; y, además de un hijo santo, de un siervo tuyo! Pero ¡dime, dime! Cuando le dijiste que regresara ¿sabías que era… que volvería a ser otra vez demonio? Porque es un demonio, que te abandona después de haber recibido tanto bien, después de haberte conocido, después de haber sido elegido para el Cielo… ¡Dímelo! ¿Lo sabías? ¡Oh, siento vértigos! Hablo y no te digo por qué es un demonio… Hace algo de tiempo que se ha puesto otra vez como loco, sí, hace pocos días, pero para mí más penosos que los largos años que vivió endemoniado… Y entonces creía que nunca sufriría penas más grandes que ésa… Ha venido… a Gerasa y ha destruido la fe que la ciudad cultivaba hacia Ti por mérito tuyo y suyo, diciendo infamias contra Ti. ¡Y ahora se te ha adelantado hacia el vado de Jericó, causándote males!”. La mujer, que no se ha levantado el velo bajo el cual solloza amargamente, se echa a los pies de Jesús suplicante: “¡Vete, vete! ¡No permitas que te insulte! Yo me he puesto en camino, de acuerdo con mi marido enfermo, rogando al Altísimo que pudiera encontrarte. Me ha escuchado. ¡Oh, sea bendito! ¡No quiero, no quiero permitir que Tú, el Salvador, sufras daño alguno por causa de mi Hijo! ¿Por qué lo traje al mundo? ¡Te ha traicionado, Señor! Interpreta mal tus palabras. El demonio ha vuelto a apoderarse de él. ¡Oh Altísimo y Santo, piedad de una madre! ¡Se condenará mi hijo! Antes no tenía culpa de estar lleno de demonios. Era una desgracia que le había caído. ¡Pero ahora, ahora que le habías liberado, ahora que había conocido a Dios, ahora que Tú le habías instruido! ¡Ahora ha querido ser un demonio, y ya ninguna fuerza le libertará! ¡Oh!”. La mujer está por el suelo: un montón de vestidos que se mueven al impulso de las lágrimas. Añade: “¡Dime, dime qué debo hacer por Ti, por mi hijo! ¡Para desagraviar! ¡Para salvar! ¡No! ¡Para desagraviar! Tú ves que mi dolor es desagravio. ¡Pero salvar! No puedo salvar al que ha renegado de Dios. Está condenado… Y, para mí israelita, ¿qué es esto? Un tormento”. ■ Jesús se inclina, le pone la mano en el hombro. “¡Levántate! ¡Cálmate! Te tengo amor. ¡Escucha pobre madre!”. Mujer: “¡No vayas a maldecirme por haberle engendrado!”. Jesús: “¡No! No eres responsable de su error. Has de saber, además, para consuelo tuyo que sí puedes ser causa de su salvación. Las madres pueden reparar ruinas de sus hijos, y lo harás. Tu dolor, que es justo, no es estéril, sino fecundo. Por tu dolor se salvará el alma que amas. Estás expiando por él, y expías con una intención tan recta, que le alcanzas el perdón a tu hijo. Volverá a Dios. No llores”. Mujer: “¿Pero cuándo será?”. Jesús: “Cuando tu llanto se haya diluido en mi Sangre”. Mujer: “¿Tu Sangre? ¿Entonces es verdad lo que anda diciendo él? ¿Que te matarán porque eres digno de muerte?… ¡Horrible blasfemia!”. Jesús: “La primera parte es verdad. Me matarán para haceros partícipes de la Vida. Soy, mujer, el Salvador. Y la salvación se da con la palabra, con la misericordia y con el holocausto. Esto es necesario para tu hijo. Y lo daré. Pero ayúdame. Dame tu dolor. Vete con mi bendición. Consérvala contigo para que puedas ser misericordiosa y paciente con él, y recordarle así que Otro fue misericordioso con él. Vete, vete en paz”… Mujer: “Señor, ahora que me has absuelto de haberle engendrado, mira mi cara, para saber cómo es la cara de una madre atormentada” se levanta el velo diciendo: “Ésta es la cara de la madre de Marcos de Josías, renegador del Mesías y torturador de la que le engendró”, y baja de nuevo el velo bañado de lágrimas y añade: “¡Ninguna madre de Israel conocerá dolor igual al mío!”. (Escrito el 12 de Diciembre de 1945).
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(<Jesús ha llegado a Jerusalén, al Templo>)
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6-368-44 (6-58-383).- Marcos de Josías, renegador del Mesías, nuevamente un poseído.
* Antes era como una posada tomada por la fuerza por una legión de demonios. Pero le faltaba el consentimiento de tenerlos. Ahora su inteligencia ha querido a Satanás y Satanás ha metido en él una fuerza demoníaca inteligente. Contra esta 2ª posesión nada puedo. Debería hacer violencia a la voluntad libre del hombre”.- ■ Cerca de la Puerta Dorada está Marcos de Josías, el discípulo apóstata, que está hablando animadamente con Judas Iscariote. Judas ve venir al Maestro y se lo dice a su compañero; éste, cuando tiene a Jesús detrás, se vuelve. Las miradas se entrecruzan. ¡Qué mirada la de Jesús! Pero Marcos está sordo a cualquier llamamiento. Para huir lo más pronto posible, casi echa a Jesús contra una columna. Y Jesús no reacciona sino diciendo: “¡Marcos, detente! ¡Por compasión de tu alma y de tu madre!”. Marcos le grita. “¡Satanás!”. Y se va. Los discípulos gritan: “¡Qué horror! ¡Maldícele, Señor!” y el primero en decirlo es Judas Iscariote. Jesús: “No. No sería Jesús… Vámonos”. Isaac (1), que parece traspasado por una flecha de lo apenado que está por el cambio de Marcos, se pregunta:  “¿Pero cómo es posible que se haya hecho así? ¡Tan bueno como era!”. Dicen muchos: “Es un misterio. ¡Algo inexplicable!”. E Iscariote dice: “Le estaba haciendo hablar. Es un hereje. Pero qué bien habla. ¡Casi te persuade! ¡Cuando era un hombre justo, no era un hombre tan sabio!”. Santiago de Zebedeo le replica: “¡Debes decir que no estaba tan enajenado, cuando vivía endemoniado en Gamala!”. ■ Y Juan pregunta: “¿Por qué, Señor, cuando estaba endemoniado te causaba menos daño que ahora? ¿No podrías curarle para que no te perjudique?”. Jesús: “Porque ahora en él vive un demonio inteligente. Antes era como una posada tomada por la fuerza por una legión de demonios. Pero le faltaba el consentimiento de tenerlos. Ahora su inteligencia ha querido a Satanás, y Satanás ha metido en él una fuerza demoníaca inteligente. Contra esta segunda posesión nada puedo. Debería hacer violencia a la voluntad libre del hombre”. Juan: “¡Sufres, Maestro!”. Jesús: “Sí. Son mis aflicciones… mis derrotas. Y si me aflijo es porque son almas que se pierden. Sólo por esto. No por el mal que me hacen a Mí”. (Escrito el 24 de Enero de 1946).
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1  Nota  :  Isaac. Cfr. Personajes e la Obra magna: Pastores de Belén.

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(<Jesús está predicando en Emmaús de la llanura>).
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6-405-273 (7-94-592).- El alma, ciudad santa de cada hombre, está rodeada de enemigos internos y externos.
* “¿Pero qué puede hacer el Mal, si Dios está con el hombre que quiere ser justo?”.- ■ Dice Jesús: “También el hombre, todo hombre, es como los campos que están alrededor de la ciudad santa de los judíos. Rodeado de enemigos externos e internos, ambos crueles, todos anhelosos de presentar batalla a la ciudad santa de cada hombre, o sea, a su alma, y atacarla además al improviso, para cogerla de sorpresa con mil astucias, y destruirla. Las pasiones, cultivadas e incitadas por Satanás, y no vigiladas por el hombre con toda su voluntad para tenerlas sujetas, son peligrosas si no se logra domarlas; inofensivas si se les tiene el ojo encima como a un ladrón encadenado. Esas pasiones, con las que el mundo conspira desde afuera con sus seducciones de carne, de riquezas, de orgullo, bien asemejan a los poderosos ejércitos de Gorgias, revestidos de coraza, dotados de torres de guerra, de arqueros expertos, de veloz caballería, siempre prontos a atacar bajo las órdenes del Mal. ■ ¿Pero qué puede hacer el Mal, si Dios está con el hombre que quiere ser justo? El hombre sufrirá, quedará herido, pero salvará su libertad y su vida, y cosechará la victoria después de la buena batalla, que no se produce solo una vez, sino que siempre continúa, mientras dura la vida, o hasta que el hombre se despoja tanto de su humanidad —y se convierte en espíritu más que carne, espíritu fundido con Dios—, que ni las flechas, ni las heridas pueden causarle ningún daño en su ser, y caen, tras haberle agredido superficialmente, como puede hacer una gota de agua en la superficie de un duro jaspe”. (Escrito el 28 de Marzo de 1946).
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6-420-369 (7-111-685).- Curación de un endemoniado (de la Decápolis) con posesión completa. La vocación de la mujer al amor.
* La gente cuenta las fechorías del poseso.- La fe de la gente en Jesús, como Hijo de Dios.- ■ Jesús, y los suyos, continúan caminando por los campos. Aquí la siega de los cereales está ya terminada y los campos muestran los rastrojos resecos. Tan solo respiran calor. Jesús camina ahora por una vereda llena de sombra. Habla con otras personas que se unieron a los apóstoles. Uno dice: “Sí. Nada le cura, está más que loco. Mira, es el terror de todos, sobre todo de las mujeres porque las sigue con muecas obscenas. ¡Y ay si las echara mano!”. Otro dice: “Nunca se sabe dónde se mete. En los montes, en los bosques, en los surcos de los prados… aparece de improviso como una serpiente. Las mujeres tienen mucho miedo de él. Una, jovencita, que regresaba del río, fue perseguida por el loco,  y murió a causa de él en pocos días por una fuerte fiebre”. Otro cuenta: “El otro día, mi cuñado había ido al lugar, donde había escogido el sepulcro para sí y los suyos, porque se le había muerto el padre de su mujer, a preparar todo lo necesario para la sepultura. Pero tuvo que huir, porque dentro estaba el poseso, desnudo y aullando, como siempre, y le amenazaba lanzándole piedras. Le siguió hasta casi dentro del pueblo, y luego volvió al sepulcro, y ha tenido que enterrar a su muerto en mi sepulcro”. Otro añade: “¿Y qué decir de aquello que se dice de que Tobías y Daniel le habían cogido por la fuerza, y le habían atado y le habían llevado de nuevo a su casa? Les esperó escondido entre el cañaveral y el fango del río, y, cuando subieron a su barca para la pesca o para ir al otro lado del río, no sé bien, con su fuerza de demonio levantó en alto la barca y la volcó. Salvaron la vida por mero milagro, pero todo lo que había en la barca se perdió y la misma barca quedó con la quilla rota y los remos despedazados”. ■ Jesús: “¿Pero no le llevasteis a los sacerdotes?”. Responde uno: “Sí. Amarrado como un bulto le llevaron a Jerusalén. ¡Qué viaje!… Te lo aseguro —yo estaba allí—  que ya no necesito bajar al Infierno para saber lo que pasa allí. Pero no sirvió de nada…”. Jesús: “¿Como antes?”. Responde: “¡Peor!”. Jesús: “¡Y, sin embargo… el sacerdote!…”. El hombre se sorprende y exclama: “¡Pero qué dices!… Se necesitaría…”. Jesús: “¿Qué?… Continúa”. Silencio. Jesús: “Habla pues. No tengas miedo. No te acusaré”. El hombre  se decide:  “Bien… decía… pero no quisiera pecar… decía… que… sí… el sacerdote lo podría conseguir si… si hubiera sido… ”. Jesús: “Si hubiese sido santo, quieres decir, y no te atreves a decirlo. Yo te digo: trata de no juzgar. Pero es verdad lo que dices. Desgraciadamente es verdad…”. Jesús calla y suspira. Un breve silencio embarazoso. ■ Luego uno se atreve a hablar de nuevo: “Si le encontramos, ¿lo curarías? ¿Librarías estas comarcas?”. Jesús: “¿Esperas que pueda Yo hacerlo? ¿Por qué?”. El hombre le contesta: “Porque Tú eres santo”. Jesús: “Santo es Dios”. El hombre, enseguida: “Y Tú eres Hijo suyo”. Jesús: “¿Cómo puedes saberlo?”. Hombre: “¡Hombre, todos lo dicen! Sabemos lo del río y sabemos lo que hiciste haces dos o tres lunas. ¿Quién puede parar la crecida de un río si no es el Hijo de Dios?”. Jesús: “¿Y Moisés? (1) ¿Y qué decir de Josué?” (2). Responde: “Obraban en nombre de Dios y para su gloria. Y podían porque eran santos. Tú eres más que ellos. ¿Lo harás, Maestro?”. Jesús: “Lo haré si le encontramos”.
* Jesús y Belcebú frente a frente.- “Te odio a Ti y odio a Aquel de quien procedes, y odio a Aquel que es vuestro Espíritu. ¡Odio el Amor yo que soy Odio! No puedo más. Pero te espero, Mesías. ¡Te veré muerto!”.- ■ Prosiguen.  El calor que aumenta los obliga a dejar el camino y a buscar alivio en una espesura de árboles que hay a la orilla del río, que no está tan agitado como cuando la crecida. Ahora todavía arrastra mucha agua, pero es clara, azul, que centellea bajo el sol. El sendero se ensancha y muestra en el fondo una blancura de casas. Debe ser un pueblo que se va haciendo cada vez más cercano. En las márgenes, construcciones pequeñas, muy blancas y sin más aberturas que una en una pared. Parte, están abiertas; mayoría, sin embargo, están cerradas herméticamente. En los alrededores de ellas no hay nadie. Se hallan diseminadas en un terreno yermo y agreste; parece abandonado. Solo se ven hierba y piedras. De pronto se oye: “Largo de aquí. ¡Volveos u os mato!”. Los acompañantes, temerosos, se disponen a huir diciendo: “Ahí está el poseído y nos ha visto. ¡Yo me marcho!”. “Yo también”. “Yo os sigo”. Jesús: “No tengáis miedo. Quedaos y veréis”. Jesús lo dice con tanto aplomo que los más… valerosos obedecen, y caminan detrás de Jesús. También los apóstoles vienen detrás. Jesús camina adelante con majestad, como si nada viese ni oyese. Se oye de nuevo: “¡Largo de aquí!”. El aullido penetra hasta los huesos. Parece un gruñido de perro, un aullido de lobo, parece imposible que salga de una garganta humana. “¡Largo de aquí! ¡Retrocede! ¡Te mato! ¿Por qué me persigues? ¡No te quiero ver!”. El poseído pega saltos, completamente desnudo, moreno, barba y pelos largos y desordenados. Los mechones negros e hirsutos, llenos de hojas secas y polvo, le caen por encima de los torvos ojos, inyectados de sangre, como si quisieran salírsele de las órbitas. Por la boca corre espuma sanguinolienta, porque el loco se la golpea con una piedra aguda y dice: “¿Por qué no te puedo matar? ¿Quién ata mis fuerzas? ¿Tú? ¿Tú?”. ■ Jesús le mira y continúa avanzando. El loco se revuelca por el suelo, se muerde, echa más espuma todavía, se golpea con su piedra, se levanta, apunta el índice hacia Jesús, a quien con ojos desencajados mira y dice: “¡Oíd, Oíd! Éste que se acerca es…”. Jesús ordena: “¡Calla, demonio del hombre! ¡Te lo ordeno!”. Poseso: “No, no, no. No me callo ¿Qué hay entre nosotros y Tú? ¿Por qué no nos ayudas? ¿No te bastó habernos arrojado hasta los infiernos? ¿No te ha bastado venir, haber venido para arrebatarnos al hombre? ¿Por qué nos echas allá abajo? ¡Déjanos que vivamos dentro de nuestras presas! Tú eres grande, poderoso. Pasa. Conquista, si puedes, pero deja que hagamos lo que queramos, y que podamos hacer daño. Para esto estamos. Oh, mal… ¡No! ¡No puedo decirlo! ¡No quieras que te lo diga! ¡No puedo maldecirte! ¡Te odio! ¡Te persigo! ¡Te espero atormentarte! Te odio a Ti y a Aquel de quien procedes, y odio a Aquel que es vuestro Espíritu. ¡Odio el Amor, yo que soy Odio! No puedo más. Pero te espero, Mesías. Te espero. ¡Te veré muerto! ¡Oh, qué momentos de alegría! ¡No, no de alegría! ¿Muerto Tú? No. No muerto. ¡Yo seré vencido! ¡Siempre vencido!… ¡¡¡Ah!!!…”. El paroxismo ha llegado a su punto álgido. Jesús continúa avanzando hacia el poseído. Le domina con sus ojos. Jesús ahora queda solo. Apóstoles y la gente han quedado detrás. La gente detrás de los apóstoles; y los apóstoles alejados de Jesús unos treinta metros. Algunos habitantes del pueblo, que parece muy poblado y también rico, se han acercado al oír los gritos y miran la escena, prontos a huir como los demás. Así, la escena se desenvuelve de este modo: en el centro el poseso y Jesús, a pocos metros uno del otro; detrás de Jesús, a la izquierda, los apóstoles y lugareños; a la derecha, detrás del poseso, los habitantes del pueblo. ■ Jesús, después de la orden de callar, no ha vuelto a hablar. Mira fijamente al poseso. Pero ahora Jesús se detiene, levanta brazos, los extiende hacia el endemoniado, está para hablar. Los aullidos son verdaderamente infernales. El poseso se retuerce, salta a la derecha, a la izquierda, hacia arriba. Parece como si quisiera huir o arremeter, pero no puede. Está clavado allí, y, aparte de sus contorsiones, no se le concede ningún otro movimiento. Cuando Jesús extiende sus brazos, como si conjurase, el loco aúlla más fuerte que nunca, y luego de haber lanzado injurias, reído y blasfemado, se pone a llorar y a suplicar: “¡En el infierno, no! ¡No me mandes allí! Mi vida es horrible aun aquí en esta cárcel humana. Yo quiero recorrer el mundo y despedazar lo que has hecho. Pero ¡allá, allá, allá… no, no, no! ¡Déjame afuera!…”. Jesús: “Sal de éste. Te lo ordeno”. “¡No!”. “¡Sal!”. “¡No!”. “¡Sal!”. “¡No!”. “¡Sal en nombre del Dios verdadero!”. Poseso: “¡Oh! ¿Por qué me vences? Pero no salgo, no. Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, pero yo soy…”. Jesús: “¿Quién eres?”. Poseso: “Soy Belcebú, soy Belcebú. El Amo del mundo, y no me doblego. ¡Te desafío, oh Mesías!”. El poseído se inmoviliza de golpe, rígido, casi hierático y mira fijo a Jesús con ojos fosforescentes, apenas moviendo los labios con palabras ininteligibles y haciendo, con las manos llevadas hacia los hombros, los codos flexionados, leves movimientos. Jesús también se ha detenido. Con los brazos cruzados sobre el pecho, le mira. También Jesús apenas si abre los labios. No oigo palabra alguna. ■ Los presentes están a la expectativa. Hablan entre sí. “¡No puede!” “Sí, puede. Vas a ver. Es el Mesías”. “No. Vence el otro”. “Es muy fuerte”. “Sí, vence”. “No vence”. Jesús abre los brazos. Su rostro resplandece como uno que sabe que manda. Su voz parece un trueno. “Sal. Te lo digo por última vez. Sal, Satanás. ¡Soy Yo quien manda!”. Poseso: “¡¡¡Aaaaaah!!!” (es un aullido larguísimo, horrible. No lo emite así ni uno que sea traspasado lentamente por una espada). Y luego el aullido se convierte en palabras: “Salgo, sí. Me vences. Pero me vengaré. Tú me arrojas, pero tienes un demonio a tu lado, en él entraré para poseerle, para revestirle de mi poder. Y tus órdenes serán incapaces de arrebatármelo. En todos los tiempos, en todos los lugares me hago hijos. Yo, el autor del Mal. Y como Dios se ha generado por Sí mismo, yo también por mí mismo me genero. Me concibo en el corazón del hombre, y éste me da a luz, da a luz un nuevo Satanás que es él mismo, y me lleno de júbilo, de júbilo por tener tanta descendencia. Tú y los hombres encontraréis siempre estos hijos míos idénticos a mí. Me voy, oh Mesías, a tomar posesión de mi nuevo reino, como me lo ordenas, y te dejo esta piltrafa humana. Por esto que te dejo, limosna de Satanás, a Ti, Dios, me tomo ahora a miles y miles, y los encontrarás cuando seas un desecho asqueroso de carne arrojado a los perros; y me tomaré otros, en los siglos futuros, miles y millones, para hacer de ellos mi instrumento y tu tortura. ¿Crees que vencerás alzando tu Señal? Los míos la echarán abajo y yo venceré… ¡Ah! No te venzo; pero te doy tormento a Ti y a los tuyos…”. Se oye un fragor como de un rayo, pero no se ve nada de luz, ni el retumbar del trueno. Sólo un estallido seco, desgarrador; y, mientras el poseso cae como muerto al suelo y se queda allí, un grueso tronco de árbol cercano a los discípulos cae por tierra, como si una sierra fulmínea lo hubiera derribado. El grupo apostólico apenas tiene tiempo de apartarse. Los del pueblo echan a huir.
* Jesús al curado: sé continente.- Los fariseos a Jesús: eres el padre de los demonios.- ■ Pero Jesús, que se ha agachado a tomar la mano del hombre, se vuelve, estando así agachado y teniendo la mano del liberado en la suya, dice: “¡Venid, no tengáis miedo!”. Temerosa, la gente, se acerca. Jesús: “Está curado. Traed sus vestidos”. Uno del pueblo va a la carrera a traerlos. El hombre poco a poco vuelve en sí. Abre los ojos y se encuentra con la mirada de Jesús. Se sienta. Con la mano libre se seca el sudor, la sangre y la baba, se echa atrás el pelo y se observa. Ve que está desnudo, que hay gente y se avergüenza. Se acurruca y pregunta: “¿Qué ha pasado? ¿Quién eres? ¿Por qué estoy aquí, desnudo?”. Jesús: “Calma, amigo. Ahora te traen los vestidos y regresarás a tu casa”. Exposeso: “¿De dónde he venido? ¿Y Tú de dónde vienes?”. Habla con una voz cansada y débil como de quien está enfermo. Jesús: “Yo vengo del Mar de Galilea”. Exposeso: “¿Cómo me conoces? ¿Por qué me ayudas? ¿Cómo te llamas?”. Llegan algunos hombres con los vestidos que se los ofrecen al hombre que ha recibido el milagro. Y llega una pobre anciana gimiendo, y estrecha contra su corazón al curado. “¡Hijo mío!”. Y el exposeso grita: “¡Mamá! ¿Por qué me abandonaste durante tanto tiempo?”. La anciana llora más fuerte y le besa y le acaricia. ■ Tal vez iba a decir algo más, pero Jesús la domina con sus ojos y le inspira otras palabras, más compasivas: “¡Has estado muy enfermo, hijo mío! Alaba a Dios que te curó, y a su Mesías, que ha obrado en nombre de Dios”. El exposeso mira a Jesús: “¿Éste? ¿Cómo se llama?”. Anciana: “Jesús de Galilea. Pero su nombre es Bondad. Bésale las manos, hijo, dile que te perdone lo que hiciste y dijiste… no cabe duda que hablaste en medio de tu…”. Jesús, para impedir palabras imprudentes, dice: “Claro que habló en medio de su calentura. No era él el que hablaba y por eso no tengo nada que reprocharle. Que ahora sea bueno. Que sea continente”. Jesús hace hincapié en esta palabra. El hombre baja su cabeza lleno de vergüenza. ■ Pero lo que Jesús no dice, lo dicen los del pueblo, que ahora ya están cerca. Entre ellos están los incansables fariseos: “¡Mereciste ser un demonio! Y mereciste haberte encontrado con éste, padre de los demonios”. El exposeso aterrorizado, pregunta: “¿Endemoniado yo?”. La anciana grita: “Malditos. No tenéis compasión, ni respeto. ¡Víboras odiosas y crueles! También, tú, inútil sinagogo. ¡¿Padre de los demonios el Santo?!”. Fariseos: “¿Y quién crees que puede tener poder sobre ellos, si no su rey y padre?”. Anciana: “Sacrílegos, blasfemos. Sois una…”. Jesús: “Silencio, mujer. Sé feliz con tu hijo. No injuries. A mí no me causa ni preocupación ni afrenta. Id todos en paz. A los buenos llegue mi bendición. Vámonos, amigos”.  Exposeso: “¿Puedo seguirte?”. Jesús: “No. Quédate. Sé un testigo mío y alegría de tu madre. Puedes irte”. Y, entre gritos y aplausos y palabras de burla, Jesús atraviesa parte de la ciudad para luego entrar nuevamente en las sombras de los árboles que están a lo largo del río. Los apóstoles rodean a Él.
“Cuando alguien abre su corazón a los siete vicios, entonces entra en él un espíritu completo (de ahí su resistencia). Entra Satanás, el Príncipe negro. ¡Oh, amigos! ¿Sabéis por qué caminos llega Satanás? Son tres en general sus caminos trillados, uno no falta nunca”.- ■ Pedro pregunta: “¿Por qué, Maestro, el espíritu inmundo hizo tanta resistencia?”. Jesús: “Porque era un espíritu completo”. Pedro: “¿Qué quieres decir con eso?”. Jesús: “Escuchadme. Hay quien se entrega a Satanás abriendo una puerta a un vicio capital. Pero hay quien se entrega abriendo a dos, quién a tres, quién a siete. Cuando alguien abre su corazón a los siete vicios, entonces entra en él un espíritu completo. Entra Satanás, el Príncipe negro”. Pedro: “Pero ese hombre, todavía joven, ¿cómo podía estar poseído por Satanás?”. ■ Jesús: “¡Oh, amigos! ¿Sabéis por qué caminos llega Satanás? Son tres en general sus caminos trillados, uno nunca falla. Tres: los sentidos (carnalidad), el dinero, la soberbia de inteligencia. El de los sentidos es el que nunca falla. Es el mensajero de las otras concupiscencias y pasa sembrando su veneno y todo lo hace ver de color de rosa. Por eso os digo: «Sed dueños de vuestro cuerpo». Que sea este dominio el comienzo de cualquier otro dominio, de la misma forma que esta esclavitud es el comienzo de cualquier otra. El esclavo de la lujuria se convierte en ladrón, estafador, cruel, homicida, con tal de servir a su deseo. La misma sed de poder tiene parentesco con la carne. ¿No os parece? Así es. Meditad y veréis que no me equivoco. Por la carne entró Satanás en el hombre, y, feliz si puede hacerlo, si por la carne puede entrar de nuevo, él, uno y séptuplo, con la proliferación de sus legiones de demonios menores”.
“¿Por qué, Maestro, vemos que muchas mujeres están atrapadas por el demonio, y, se puede decir, por este demonio (de la lujuria)?” . “Mira, Mateo, la mujer no es igual al hombre ni en su formación ni en su reacción a la culpa original. El hombre tiene otras metas en lo que desea, sea un deseo mejor o peor. La mujer tiene una sola meta en lo que desea: el amor. La mujer es sensible, y mucho más porque está destinada a engendrar. Satanás sabía que existía esta perfección. Y ha entrado en esta perfección, y ahí mordió y ahí dejó su veneno”.- ■ Iscariote pregunta: “Tú dijiste que María Magdalena tuvo siete demonios, y no cabe duda que eran demonios de lujuria. Y con todo la libraste muy fácilmente”. Jesús: “Sí, Judas, es verdad”. Iscariote: “¿Y entonces?”. Jesús: “Luego concluyes que lo que Yo digo no sirve. No amigo. La mujer quería ya verse libre del que le dominaba. Quería. La voluntad es todo”. ■ Mateo pregunta: “¿Por qué, Maestro, vemos que muchas mujeres están atrapadas por el demonio, y, se puede decir, por este demonio?”. Jesús: “Mira Mateo. La mujer no es igual al hombre ni en su formación ni en sus reacciones a la Culpa original. El hombre tiene otras metas en lo que desea, sea un deseo mejor o peor. La mujer tiene una sola meta en lo que desea: el amor. El hombre, en cambio, está formado de otro modo. La mujer es sensible, y mucho más porque está destinada a engendrar. Sabes bien que toda perfección produce un aumento de sensibilidad. Un oído perfecto oye lo que escapa a otro menos perfecto, y goza menos. Dígase lo mismo de la vista, del gusto, del olfato. La mujer debía haber sido la dulzura de Dios en la Tierra; debía haber sido el amor, la encarnación de este fuego que mueve a Aquel que es; la manifestación, la testigo de este amor. Dios, por eso, la había dotado de un espíritu extraordinariamente sensible, para que, madre un día, supiera y pudiera, a sus hijos, abrirles los ojos del corazón al amor hacia Dios y hacia sus semejantes, de la misma forma que el hombre habría abierto los ojos de la mente a sus hijos para la inteligencia y la acción. Piensa en la orden que Dios se dio a Sí mismo: «Hagámosle a Adán una compañera». Dios que es Bondad, no podía, no podía sino querer hacer una buena compañera a Adán. Quien es bueno ama. La compañera de Adán debía, por tanto, ser capaz de amar para acabar de hacer feliz a Adán en su estadía en el Paraíso terrenal. Debía ser tan capaz de amar, que fuera segunda, colaboradora y sustituta de Dios en amar al hombre, su criatura, de forma que, incluso en las horas en que la Divinidad no se revelaba a su criatura con su voz de amor, el hombre no se sintiera infeliz por falta de amor. ■ Satanás sabía que existía esta perfección. Muchas cosas sabe Satanás. Él es el que habla por boca de los adivinos, diciendo mentiras entremezcladas con verdades. Y si dice estas verdades, que él odia porque es Mentira, lo hace sólo y tenedlo en cuenta vosotros y quienes os sigan— para seduciros con la quimera de que no es la Tiniebla la que habla sino la Luz. Satanás, astuto, tortuoso y cruel, se ha arrastrado y ha entrado en esta perfección, y ahí mordió y ahí dejó su veneno. La perfección de la mujer en el amar se hizo así instrumento de Satanás para dominar a la mujer y al hombre, y así propagar el mal…”. Juan pregunta: “¿Entonces nuestras madres?”. Jesús: “Juan, ¿tienes miedo de ellas? No todas las mujeres son instrumento de Satanás. ■ Perfectas en el sentimiento, son siempre extremas en la acción: ángeles, si quieren ser de Dios, demonios, si quieren ser de Satanás. Las mujeres santas, y entre ellas, tu madre, quieren ser de Dios y son ángeles”.
Maestro, ¿no te parece que fue injusto el castigo que recibió la mujer? También el hombre pecó”. “No juzguéis jamás las obras de Dios. Y esto como primera condición. Pensad, más bien, que, como por la mujer entró el Mal en el mundo, por la Mujer es justo que entre el Bien en el mundo”.- ■ Tomás pegunta: “Maestro, ¿no te parece que fue injusto el castigo que recibió la mujer? También el hombre pecó”. Juan le contesta: “¿Y qué vamos a decir del premio entonces? Está escrito (3) que por la Mujer el Bien volverá al mundo y Satanás será vencido”. Jesús: “No juzguéis jamás las obras de Dios. Y esto como primera condición. Pensad, más bien, que, como por la mujer entró el Mal en el mundo, por la Mujer es justo que entre el Bien en el mundo. Hay que borrar la página que escribió Satanás. Y lo hará el llanto de una Mujer. Y como Satanás gritará por toda la eternidad sus voces, ved que la voz de una Mujer cantará para siempre a fin de acallar esas voces”. Tomás: “¿Cuándo?”. Jesús: “En verdad os digo que su voz ha bajado ya del Cielo donde por la eternidad cantaba su aleluya”. Tomás: “¿Será más grande que Judit?”. Jesús: “Más grande que cualquier mujer”. Tomás: “¿Qué hará?”. Jesús: “Vencerá a Eva en su triple pecado. Obediencia absoluta. Pureza absoluta. Humildad absoluta. Sobre esta base se erguirá, reina y triunfante…”. Tomás: “¿Pero no es tu Madre la más grande porque te engendró?”. Jesús: “Grande es el que hace la voluntad de Dios. Por esta razón María es grande. Todos sus otros méritos le vienen de Dios. Pero eso es suyo y por eso es bendita”. Todo termina.

Dice Jesús: “Has visto a un «poseso» de Satanás. Muchas respuestas hay en mis palabras. No tanto para ti; más bien para otros. ¿Les servirán? No. A aquellos a quienes más necesidad tienen de ellas no les servirán. Descansa con mi paz”. (Escrito  el 29  de Septiembre de 1944).
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1  Nota  : Cfr. Éx. 14,15-15,21.   2  Nota  : Cfr. Jos. 3,14,17.   3  Nota  : Cfr. Gén. 3,15.
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6-421-378 (7-112-693).- El endemoniado curado asediado por los fariseos.- Los fariseos y la blasfemia contra el Espíritu Santo (1).
* “Aquí hay alguien que me necesita. Ellos tampoco tienen descanso de paz en el corazón. Y el cansancio del corazón supera al del cuerpo. Dejadme que los escuche”.- Estoy viendo a Jesús —caminando todavía por las arboledas que bordean el río— que se detiene y ordena un alto en el camino, pues el calor es muy fuerte. Porque si es verdad que el follaje tupido de los árboles defiende del sol, este mismo follaje impide también que sople la brisa, apenas perceptible, siendo así que el aire es caliente, como si no pasase. La humedad que emana del suelo cercano al río, una humedad que no es alivio sino tormento pegajoso, se añade al ya de por sí tormentoso sudor que corre por el cuerpo. Dice Jesús: “Vamos a detenernos aquí hasta el atardecer. Luego bajaremos al guijarral claro, que brilla aun a la luz de las estrellas, y continuaremos por toda la noche. Ahora vamos a comer y a descansar”. Pedro: “¡Ah!, antes de comer, me echaré al agua. Debe de estar tibia. Me quitaré el sudor. ¿Quién viene conmigo?”. Todos le siguen. Todos, incluso Jesús, que como todos los demás está sudado y sus vestidos llenos de polvo y sudor. Cada uno toma, de la alforja, un vestido limpio y bajan al río. En la hierba, como señal de su presencia, no queda otra cosa más que trece alforjas y las cantimploras de agua, cosas que los viejos árboles y los innumerables pájaros contemplan curiosos con sus ojitos de color amarillo: alforjas de diversos colores tiradas por la hierba. No se oyen bien las voces de los que se están bañando: se confunden con el estrépito del río. De cuando en cuando alguna carcajada de los más jóvenes resalta como una nota alta entre los altos y bajos acordes que canta el río. ■ Pero pronto un golpeteo de pasos rompe el silencio. Algunas cabezas se asoman por entre los ramajes, dan una ojeada, dicen con expresión contenta: “Están aquí. Vamos a decírselo a los demás” y desaparecen entre los árboles… Mientras tanto, ya frescos, con los cabellos todavía mojados, descalzos y con las sandalias lavadas, que gotean, vestidos con túnicas frescas, los apóstoles y el Maestro, después de haberse bañado en el Jordán, regresan poco a poco. Se  ve en sus rostros que el baño les ha satisfecho. Ignorando que fueron descubiertos, se sientan, después que Jesús ha ofrecido y distribuido la comida. Terminada la comida, cargados de sueño, de buena gana se echarían a dormir, pero hete que viene un hombre y después del primero el segundo, y el tercero… “¿Qué deseáis?” pregunta Santiago de Zebedeo que los ve llegar y pararse cerca de un montón de arbustos, dudando si acercarse o no. Los otros, incluido Jesús, se vuelven para ver con quién habla Santiago. Tomás, que estaba a punto de echarse a dormir un poco, dice sin entusiasmo: “¡Ah, son los del pueblo! Nos han seguido”. Entre tanto los interpelados responden, un poco atemorizados al ver que no se les recibe con gusto: “Queríamos hablar con el Maestro… decirle que… ¿verdad, Samuel?…” y no dicen más. ■Jesús, siempre condescendiente, les da valor para continuar: “Decid, decid. ¿Tenéis enfermos?…” y, poniéndose de pie, va a donde están. Los apóstoles dicen: “Maestro, estás cansado y mucho más que nosotros. Descansa un poco. Que te esperen…”. Jesús: “Aquí hay alguien que me necesita. Ellos tampoco tienen descanso de paz en el corazón. Y el cansancio del corazón supera al del cuerpo. Dejadme que los escuche”. Los apóstoles, en tono malhumorado, dicen: “¡Si es así, adiós nuestra siesta!…”. Y, rendidos por cansancio y el calor hasta el punto de hacer un reproche a su Maestro en presencia de extraños, llegan a decir: “Y cuando, imprudentemente, nos hayas enfermado a todos, demasiado tarde comprenderás que te éramos necesarios”. Jesús los mira… compasivamente. No hay más que piedad en sus ojos cansados… Dice: “No, amigos. No pretendo que hagáis lo mismo que Yo. Mirad, quedaos aquí descansando. Yo voy con ellos. Les escucharé y luego regresaré a descansar con vosotros”. Es una respuesta tan dulce que logra más que un reproche. El buen corazón, el cariño de los doce se despierta y toma fuerza: “No, Señor. Quédate donde estás y háblales. Nosotros vamos a dar la vuelta a nuestros vestidos para que se sequen por el otro lado. Así vencemos el sueño y luego venimos cuando termines y descansamos juntos”. Y los que más sueño tienen se van hacia el río… Se quedan Mateo, Juan y Bartolomé.
* Los fariseos han turbado al endemoniado curado diciendo: has sido liberado de un demonio pero ahora el demonio introducido por Jesús, príncipe de los demonios, te llevará a la condenación.- ■ Pero, mientras hablaban, la gente ha aumentado de tres a diez y sigue aumentando… Jesús les dice: “¿Entonces? Acercaos. Hablad sin temor alguno”. Los del pueblo explican: “Maestro, apenas de haberte marchado, los fariseos se han mostrado todavía más agresivos… Han arremetido contra el  hombre que libraste del demonio… y si no enloquece será un nuevo milagro… porque le han dicho que… que Tú le libraste de un demonio que no le quitaba sino el uso de la razón, y que a cambio le has dado un demonio más poderoso, tan poderoso que ha vencido al primero, más fuerte que el primero porque el de ahora le condena y domina su espíritu, y por lo tanto si la primera posesión no tenía consecuencia alguna para la otra vida, porque sus acciones no eran… ¿cómo dijeron Abraham?…”. Abraham: “Dijeron… oh, una palabra extraña… En una palabra, que de esas acciones Dios no le habría pedido cuentas, porque habían sido hechas sin tener libertad de mente, mientras que ahora él, al adorar por mandato del demonio que tiene en el corazón, introducido por Ti —¡perdónanos si te lo decimos!— por Ti, príncipe de los demonios, al adorarte a Ti con mente ya cuerda, es un sacrílego y un maldito, y se condenará. Así que el pobre infeliz añora el estado de antes, y… casi está a punto de maldecirte… Por tanto, más trastornado que antes… y su madre está enloquecida al ver que su hijo pierde las esperanzas de salvarse… y toda alegría se ha transformado en congoja. Nosotros, para dar paz, te hemos buscado, y no cabe duda que el ángel nos ha guiado hasta aquí… Señor, nosotros creemos que Tú eres el Mesías. Y creemos que el Mesías tiene dentro de Sí al Espíritu de Dios. Por tanto, es Verdad y Sabiduría. Y te rogamos que nos des paz y explicación…”. Jesús: “Vosotros estáis en la justicia y la caridad. Que Dios os bendiga. ¿Dónde está el infeliz?”. Abraham: “Viene detrás de nosotros con su madre que llora de desesperación. ¿Ves? Todos, menos los duros fariseos, están aquí, sin importarles sus amenazas. Nos amenazaron con castigarnos si creemos en Ti. Pero Dios nos ayudará”. Jesús: “Dios os protegerá. Llevadme  donde esté el curado”. Los del pueblo: “No. Te lo traemos aquí. Espera un poco” y muchos se dirigen hacia el núcleo más numeroso, que se acerca gesticulando, mientras dos llantos agudos dominan el murmullo de la muchedumbre. Los otros, los que se han quedado, son muchos ya, y, cuando a éstos se unen los otros teniendo en el centro al endemoniado curado y a la madre de éste, alrededor de Jesús, entre los árboles, se apiña verdaderamente una muchedumbre. La gente se sube incluso a los árboles en busca de un sitio para oír y ver.
* “Hay un medio seguro para saber si un prodigio viene de Dios o del demonio: consiste en lo que el alma experimenta”.- ■ Jesús se dirige al hombre que curó. Éste, en cuanto le ve, tirándose de los cabellos y arrodillándose, le dice: “¡Devuélveme el primer demonio! ¡Ten piedad de mí y de mi madre! ¿Qué te he hecho para que me causes tanto mal?”. Y su madre también de rodillas: “Delira por el miedo que tiene, Señor. No hagas caso a sus palabras blasfemas. Líbrale más bien del miedo que unos hombres duros le han infundido, para que no pierda la vida del alma. Una vez le libraste. ¡Oh por compasión de una madre vuélvele a librar!”. Jesús: “No temas, mujer. ¡Hijo de Dios, escucha!”. Jesús pone sus manos sobre la cabeza despeinada de este hombre que se muere de miedo sobrenatural. “Escucha, y luego decidirás. Ahora puedes hacerlo bien porque estás libre. Hay un medio seguro para saber si un prodigio proviene de Dios o del demonio, y consiste en lo que el alma experimenta. Si el hecho extraordinario viene de Dios el alma se llena de una paz inefable, de un gozo indecible; si viene de un demonio, con el prodigio viene turbación y dolor. Y también viene paz y gozo de las palabras de Dios, mientras que de las de un demonio —bien sea demonio espíritu, o demonio hombre, influenciado por el demonio— viene turbación y dolor. Y también de la proximidad de Dios viene paz y gozo, mientras que de la proximidad de espíritus u hombres perversos vienen turbación y dolor. Ahora piensa, hijo de Dios. ¿Cuando, cediendo al demonio de la lujuria, empezaste a acoger dentro de ti a tu opresor, gozabas de gozo y paz?”. El hombre reflexiona, se pone colorado y responde: “No, Señor”. Jesús: “¿Y cuando el eterno Enemigo se apoderó de ti del todo, tuviste paz y gozo?”. Exposeso: “No, Señor. Jamás. Mientras pude comprender algo, mientras tuve un rayo de inteligencia libre, experimenté turbación y dolor por la opresión del Enemigo. Luego… no supe más… no tuve más inteligencia capaz de entender lo que yo sufría… Era peor que un animal… Pero incluso en ese estado en que parecía menos inteligente que un animal… ¡Oh, cuánto podía sufrir todavía! No sé decir de qué… ¡El infierno es horrible! Es todo lo inimaginable de horrendo… y no se puede describir lo que es…”. El hombre tiembla ante estos fugaces recuerdos de sus sufrimientos de poseído. Tiembla, se pone pálido, suda… Su madre le abraza, le besa en las mejillas para quitarle esa pesadilla… ■ La gente en voz baja hace sus comentarios. Jesús: “¿Y qué experimentaste cuando volviste en ti y encontraste tu mano en la mía?”. Exposeso: “¡Oh, algo muy dulce!… y luego un gozo, una paz mayor aún… Parecía como si hubiese salido de una cárcel oscura donde hubiese habido montones de serpientes, donde el aire no era más que putridez, y que entrase en un jardín de flores, lleno de sol, de cantos… He conocido el paraíso… pero tampoco esto se puede describir…”. El hombre sonríe como arrebatado por el recuerdo de su breve gozo que hace poco experimentó. Luego con un suspiro concluye: “Pero pronto se acabó…”. Jesús: “¿Estás seguro? Dime: ahora que estás cerca de Mí y lejos de los que te metieron miedo ¿qué sientes?”. Exposeso: “Nuevamente es paz. Aquí contigo no puedo creer que esté condenado y sus palabras me suenan a blasfemia… Yo creí que estaban en lo cierto. ¿Pequé ahora contra Ti?”. Jesús: “No cometiste ningún pecado, pero ellos sí. Levántate, hijo de Dios, y abrázate a la paz que tienes. La paz viene de Dios. Estás con Dios. No peques y no tengas miedo”. Quita sus manos de la cabeza del hombre y hace que se levante. Varios preguntan: “¿Verdaderamente es así, Señor?”. Jesús: “Verdaderamente es así. La duda suscitada por estas palabras astutamente bien pensadas fueron la última venganza de Satanás que salió de éste. Vencido, deseó volver otra vez a apoderarse de su presa”.
“No introduzcáis en vosotros lo que es de aquellos que vosotros mismos, aún siendo imperfectos, juzgáis injustos. Introduciríais en vosotros el mismo fermento que los corrompe a ellos. El fermento de los fariseos es la hipocresía. Guardaos del fermento de los fariseos. Pensad que no hay nada oculto que no pueda ser descubierto, ni nada escondido que no termine siendo conocido”.- ■ Con un buen sentido de campesino, uno dice: “Entonces… los fariseos… se han puesto al servicio de Satanás”. Muchos aplauden el sentido de estas palabras. Jesús: “No juzguéis. ¡Ay de quien juzga!”. El que habló insiste: “Pero al menos somos francos en nuestros juicios… y Dios ve que juzgamos por faltas claras. Ellos fingen ser lo que no son. Obran con falsedad y con miras no rectas. Y, a pesar de ello, triunfan más que nosotros, que somos honrados y sinceros. Nos infunden terror. Extienden su poder hasta la libertad de fe. Se debe creer y practicar como les gusta a ellos. Y nos amenazan porque te amamos. Tratan de reducir tus milagros a unas brujerías, para que la gente te tema. Conspiran, nos oprimen, nos hacen mal…”. La gente habla atropelladamente. ■ Jesús, con un ademán, impone silencio. Dice: “No aceptéis en vuestro corazón lo que es de ellos. Ni sus insinuaciones, ni sus modos de pensar y obrar. Y ni siquiera la idea: «ellos son malos y, a pesar de ello, triunfan». ¿No os acodáis de las palabras de la Sabiduría: «Breve es el triunfo del pérfido»? (2) ¿Y de la de los Proverbios: «No sigas, hijo, los ejemplos de los pecadores y no des oído a las palabras de los impíos, porque ellos quedarán atados a las cadenas de sus culpas y engañados por su gran necedad»? (3). No introduzcáis en vosotros lo que es de aquellos que vosotros mismos, aún siendo imperfectos, juzgáis injustos. Introduciríais en vosotros el mismo fermento que los corrompe a ellos. El fermento de los fariseos es la hipocresía. Que la hipocresía jamás esté en vosotros, ni respecto a las formas del culto a Dios, ni respecto al modo de trataros con vuestros hermanos. Guardaos del fermento de los fariseos. Pensad que no hay nada oculto que no pueda ser descubierto, ni nada escondido que no termine siendo conocido. Lo estáis viendo. Me habían dejado partir y luego se pusieron a sembrar cizaña donde el Señor había sembrado buena semilla. Creyeron haberlo hecho inteligentemente y haber triunfado. Y hubiera bastado con que vosotros no me hubieseis encontrado, que Yo hubiera pasado el río sin dejar huella mía en el agua, que se junta después de abrirla la proa, para que su mala forma de obrar, bajo apariencia de un obrar recto, hubiere triunfado. Pero pronto fue descubierto su juego y su mala acción terminó en nada. Y así todas las acciones humanas. Uno solo las conoce y provee: Dios. Cuanto se dice en la oscuridad termina siendo revelado por la Luz, y lo que se trama en el secreto de una habitación, puede ser descubierto como si  hubiera sido preparado en una plaza pública. Porque todo hombre puede tener su delator. Y porque Dios ve a todos los hombres y Dios puede intervenir para desenmascarar a los culpables. ■ Por eso hay que actuar siempre con honestidad para vivir con paz. Y quien así vive no debe tener miedo, ni en esta vida, ni por la otra vida. Os digo, amigos míos: quien obra como justo no debe tener miedo. Ni miedo de los que matan —sí, de los que matan el cuerpo—, pero que después de eso no pueden hacer más. Os voy a decir qué debéis temer. Temed a aquellos, que después de haberos hecho morir, os pueden mandar al Infierno, o sea temed a los vicios, a las malas compañías, a los falsos maestros, a todos los que insinúan el pecado o la duda en el corazón, temed a los que más que el cuerpo tratan de corromper el alma y llevaros a la separación de Dios y a pensamientos de desesperación de la divina Misericordia. Temed esto, os lo repito. Porque en ese caso vuestra muerte será eterna. ■ Pero, por lo demás, por vuestra existencia no tengáis miedo. Vuestro Padre no quita sus ojos ni siquiera de uno de esos pájaros pequeños que hacen sus nidos entre las ramas de los árboles. Ni uno de ellos cae en la red sin que su Creador lo sepa. Y, no obstante, es muy pequeño su valor material: cinco pájaros por unos cuantos céntimos. Y nulo es su valor espiritual. Y, a pesar de ello, Dios los cuida. ¿Cómo, entonces, no va a cuidar de vosotros, de vuestra vida, de vuestro bien? Hasta el número de cabellos de vuestra cabeza conoce el Padre, y ninguna ofensa que hagan a sus hijos le pasa desapercibida, porque vosotros sois sus hijos, o sea, de un valor mucho mayor que el de los pájaros que hacen sus nidos en los tejados o entre los árboles”.
* Blasfemia contra el Espíritu Santo.- “Todavía se perdona cuando (por ser paganos no pueden comprender esto por fe, porque su religión no es amor o por excesivo temor de Dios) no todos pueden comprender la amplitud del Amor, su infinitud, y ver a Dios en una carne. Sin embargo, no puede ser perdonado aquel que no se rinde a la verdad que se transparenta por mis obras y niega al Espíritu Santo el que haya cumplido su palabra dada de enviar al Salvador en el tiempo establecido, precedido por señales anunciadas. Conocen las profecías y conocen lo que Yo hago”.-Jesús: “Y sois hijos hasta que renunciáis a serlo libremente. Se renuncia a ser hijo de Dios cuando se reniega de Él y del Verbo que Dios envió entre los hombres para llevar a los hombres a Dios. Ahora bien, si uno no me quiere reconocer ante los hombres, por temor a un daño por causa de este reconocimiento, entonces tampoco Dios le reconocerá como hijo suyo, y el Hijo de Dios y del hombre tampoco le reconocerá delante los ángeles del Cielo; y quien haya renegado de Mí delante de los hombres será negado como hijo de Dios ante los ángeles. ■ Y quien haya hablado mal contra el Hijo del hombre será todavía perdonado, porque Yo intercederé ante el Padre por su perdón;  pero el que haya blasfemado contra el Espíritu Santo no será perdonado. ¿Por qué esto? Porque no todos pueden comprender la amplitud del Amor, su perfecta infinitud, y ver a Dios en una carne semejante a toda otra carne de hombre. Los gentiles, los paganos no pueden creer esto por fe, porque su religión no es amor. También entre nosotros el temor reverencial, que Israel tiene por Yeové puede impedir el creer que Dios se haya hecho hombre, y el más humilde de los hombres. Es una culpa el no creer en Mí. Pero, cuando la culpa se apoya en un excesivo temor de Dios, todavía se perdona. Sin embargo, no puede ser perdonado aquel que no se rinde a la verdad que se transparenta a través de mis obras, y niega al Espíritu de Amor el que haya cumplido su palabra dada de enviar al Salvador en el tiempo establecido, el Salvador precedido y acompañado por las señales anunciadas. ■ Éstos, los que me persiguen, conocen a los profetas. Las profecías están llenas de Mí. Conocen las profecías y conocen lo que Yo hago. La verdad es manifiesta. Pero la niegan porque quieren negarla. Sistemáticamente niegan no solo que Yo sea el Hijo del hombre, sino el Hijo de Dios anunciado por los profetas, el Nacido de una Virgen no por voluntad del hombre, sino del Amor Eterno, del Eterno Espíritu que me ha anunciado para que los hombres pudiesen reconocerme. Ellos, para poder decir que todavía no llega el Mesías, se obstinan en tener cerrados los ojos para no ver la Luz presente en el mundo, y por eso reniegan del Espíritu Santo, de su Verdad, de su Luz. Y para éstos el juicio será más severo que para los que no saben. ■ Y el llamarme «Satanás» no les será perdonado, porque el Espíritu a través de Mí realiza obras divinas y no satánicas. Y empujar a otros a la desesperación cuando el Amor los ha llevado a la paz no será perdonado. Porque todas estas cosas son ofensas al Espíritu Santo, a ese Espíritu Paráclito que es Amor y da amor y pide amor, y que espera mi holocausto de amor para derramarse en amor de sabiduría que iluminará los corazones de los que me siguen. Y cuando se hubiera realizado mi holocausto, y todavía os persiguiesen, acusándoos ante los magistrados y principales en las sinagogas y en los tribunales, no os preocupéis pensando en cómo os justificaréis. El mismo Espíritu os dirá lo que tendréis que responder para servir a la Verdad y conquistaros la Vida, de la misma forma que el Verbo os está dando cuanto es necesario para que podáis entrar en el Reino de la Vida eterna. ■  Idos en paz. En mi paz. En esa Paz que Dios derrama para llenar de ella a sus hijos. Y no temáis. No he venido para engañaros sino instruiros, no para llevaros a la perdición sino para redimiros. Bienaventurados los que quieran creer en mis palabras. Y tú a quien dos veces he salvado, ten fuerza y acuérdate de mi paz para que puedas decir a los que te tienten: «No tratéis de seducirme. Mi fe es que Él es el Mesías». Vete, mujer. Vete con tu hijo, y estad tranquilos. Adiós. Volved a vuestras casas y dejad que el Hijo del hombre descanse sobre la humilde hierba para volver a emprender su camino en busca de otros a quienes salvar. Mi paz sea con vosotros”. Los bendice. ■ Regresa donde habían comido. Lo mismo hacen los apóstoles. Una vez ida la gente se echan sobre la hierba. Ponen de cabecera sus alforjas. Pronto el sueño los invade en medio del bochorno del mediodía y del silencio pesado de estas tierras calientes”. (Escrito el 22 de Abril de 1946).
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1  Nota  : Cfr. Lc. 12,1-12.   2  Nota  : Cfr. Sab. 2,5; 5,9.   3  Nota  : Cfr. Prov. 5,22-23.
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7-450-102 (8-142-103).- Tres testigos comentan el milagro de los cerdos de los gerasenos, en un arrabal de Ippo (1).
* Los cerdos y el agua echaban humo.- ■ La ciudad de Ippo no está en la orilla del lago, como pensaba yo al ver las casas que hay en el margen, casi en el extremo sudeste del lago. Lo sé por lo que dicen entre sí los discípulos. Este grupo de casas —yo lo llamaría así— es la vanguardia de Ippo, que se encuentra más hacia el interior. Como Ostia para Roma o el Lido para Venecia, representa para la ciudad del interior la salida al lago; y la ciudad se sirve de esta salida como vía para la importación y exportación, y también para acortar los viajes desde este lugar a la orilla opuesta galilea, y, en fin, también como un lugar de recreo para los ociosos de la ciudad, y de aprovisionamiento del pescado que traen los pescadores del suburbio. Aquí, donde desembarcan en un tranquilo atardecer en el pequeño puerto natural formado por el cauce, ahora seco, de un arroyo; aquí, donde en el tramo de unos metros se mece la onda azul del lago —no rechazada por el agua del arroyo—, hay casas de mayor o menor tamaño, de hortelanos y pescadores. Éstos explotan las aguas, ricas en pesca; aquellos, la franja de tierra que se extiende desde el litoral hacia el interior, pingüe y húmeda por las aguas cercanas, que se extiende más hacia el norte que hacia el sur, para terminar pronto en donde empieza el acantilado que desciende casi a pico en el lago, y desde el cual se arrojaron a éste los cerdos del milagro hecho a los gerasenos. ■ Teniendo en cuenta la hora, los habitantes están en las terrazas, o en los huertos, y están cenando. Pero, como las vallas de los huertos son bajas y también las terrazas tienen sus paredes bajas, muy pronto los habitantes descubren la pequeña flota de barcas que toma tierra en el pequeño puerto, y, unos por curiosidad, otros porque conocen a los que llegan, se levantan y salen a su encuentro. Un pescador afirma tajantemente: “Es la barca de Simón de Jonás y la de Zebedeo. Entonces no puede ser sino el Rabí, que viene con sus discípulos”. El hortelano ordena a su mujer, la cual tiene la cara llena de lágrimas: “Mujer, coge inmediatamente al niño y sígueme. Quizás viene Él. Él le curará. El ángel de Dios nos lo trae acá”. Un hombre, mientras camina y hace propaganda del Maestro, dice: “Yo sí creo. Todavía recuerdo aquel milagro. ¡Vaya que si lo recuerdo! ¡Aquellos cerdos! Los cerdos que apagan en las aguas el calor de los demonios entrados ellos… Gran tormento debía ser, si los cerdos, que odian la limpieza, se arrojaron al agua…”. Otro afirma: “¡Tú lo dices! Claro que debió ser un tormento. Estaba también yo y me acuerdo. Los cuerpos de los cerdos echaban humo, y también el agua. El lago se puso más caliente que cuando las aguas de Hamatha. Y por donde pasaron corriendo antes de echarse al agua, quemaron la hierba y los árboles del bosque”. Un tercero le responde: “Yo también estuve, pero no vi eso…”. Y entre los dos se abre una pequeña discusión: “¿Nada viste? ¡Es que entonces tienes las escamas sobre los ojos! Mira, desde aquí se ve. ¿Ves allí? ¿Allí donde está ese arroyo seco? Mira un poco más arriba y mira si…”.  “No, hombre. Eso han destruido los soldados romanos cuando buscaban a aquel granuja en las noches frías del mes de Tébet. Acamparon allí e hicieron sus fogatas”. “¿Y quemaron todo un bosque para hacer fuego? ¡Mira cuántas encinas faltan allí!”. “¡En un bosque qué son dos o tres encinas!”. “¿Y te parece poco?”. “No. Pero se comprende, a ellos no les interesa lo nuestro. Son los dominadores y nosotros los oprimidos. ¡Hasta cuándo!…” la disputa pasa del terreno sobrenatural al político… (Escrito el 26 de Junio de 1946).
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1  Nota  : Se refiere al pasaje de los dos endemoniados de la región de los gerasenos;  pasaje relatado en el episodio 3-186-178.
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(<Jesús y Magdalena conversan en la casa de Betania>)
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7-485-367 (8-180-352).-“Eres una de las almas que Satanás más odia. Pero también eres una de las que Dios más ama. Recuérdalo”.
“A mí dijiste: «Te son perdonados tus pecados». Dijiste «los pecados». No muchos. Todos. Y entonces pienso que me has amado. ¡Dios mío! Sin medida”.- ■ Dice Jesús: “¿De nada  tienes miedo, María?”. Magdalena: “Del pecado… y de mí misma… Siempre tengo miedo de volver a caer en el mal. Pienso que Satanás me debe odiar mucho”. Jesús: “Tienes razón. Eres una de las almas que Satanás más odia. Pero también eres una de las que Dios más ama. Recuérdalo”. Magdalena:  “Lo tengo presente. Es lo que me da fuerzas. Recuerdo lo que dijiste en la casa de Simón (1): «Mucho se le ha perdonado, porque mucho ha amado», y a mí: «Te son perdonados tus pecados. Tu fe te ha salvado. Vete en paz». Dijiste «los pecados». No muchos. Todos. Y entonces pienso que me has amado. ¡Dios mío! Sin medida. Si mi pobre fe de entonces que nacía de mi alma cargada de culpas, pudo alcanzar tanto de Ti, ¿mi fe de ahora no será capaz de defenderme del mal?”. Jesús:  “Sí, María. Vela cuidadosamente sobre ti, con humildad y prudencia. Pero ten fe en el Señor. Él está contigo”. (Escrito el 2 de Septiembre de 1946).
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1  Nota  : “Lo que dijiste en la casa de Simón” (el fariseo):  Cfr. Lc. 7,36-50 y en la Obra: Episodio 4-236-39, relatado en el tema “María Magdalena”.
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7-497-436 (9-193-420).- Simón Pedro atraviesa una hora de abatimiento.- “Nadie está exento de ellas (horas de tristeza y melancolía) pues las suscita quien odia al hombre”.
* “Y cuanto más el hombre sirve a Dios, tanto más Satanás trata de infundirle miedo y cansarle para apartarle de su ministerio. También tú te encuentras en una hora de cansancio”.- No sé dónde están. Sin duda, ya no en el valle del Jordán, sino sobre los montes que lo orillan, porque veo el verde valle y el hermoso río azul abajo, entre tanto que las altas cimas de los montes sobresalen en la extensa meseta que se extiende hacia el oriente del Jordán. Veo a Pedro que está solo, en una pequeña elevación, y que mira detenidamente al nordeste, que suspira, que está muy triste. La leña está a sus pies (leña, sin duda, recogida entre la maleza de estos bosques). Hay un pueblecito entre el verde. Pero está en verdad abstraído. Y termina por sentarse en su haz de leñas, mete la cabeza entre las manos, todo acurrucado. Se queda así, olvidándose de las horas y de las cosas. Tan absorto está que no le sacan de su ensimismamiento algunos niños al pasar detrás de sus caprichosas cabras; le miran y después corren detrás de sus animales en dirección al pueblecillo. Poco a poco el sol va ocultándose pero Pedro no se mueve. ■ Por la vereda que sube desde el pueblecillo a esta elevación camina Jesús. Anda despacio para no hacer ruido. Llega al lugar donde está Pedro. Le dice: “¡Simón!”. Pedro se sobresalta: “¡Maestro!”, y levanta su mirada tratando de decir algo. Jesús: “¿Qué estás haciendo, Simón? Ya regresaron tus compañeros pero tú, no. Todos están preocupados. Tanto que tu hermano y los hijos de Zebedeo con Tomás han ido por los montes a buscarte, y mis hermanos con Isaac y Marziam fueron hacia la llanura”. Pedro: “Lo siento… Siento ser la causa de esta aflicción y de esta fatiga…”. Jesús: “Todos tus compañeros te quieren mucho… Fue Judas el primero que se preocupó y que regañó a Marziam porque te dejó venir solo”. Pedro murmura: “¡Mmm!”. Jesús:  “Simón, ¿qué te pasa?”. Pedro: “Nada, Maestro”. Jesús: “¿Qué estabas haciendo en este lugar, solo, al caer de la tarde?”. Pedro: “Estaba mirando…”. Jesús: “Tal vez estuviste mirando, pero ahora no estabas mirando… Pasaron cerca de ti unos niños y estabas tan acurrucado, que los espantaste porque creyeron que estabas muerto. Han venido corriendo al aprisco que nos ha acogido y me lo han dicho. Por eso vine… ¿Qué mirabas, Simón?”. Pedro: “Miraba… miraba en dirección de Ramot Galaad, de Gerasa, de Bozra, de Arbela… nuestro viaje del año pasado, tan hermoso… Veía  a la Madre con nosotros. A las discípulas… a Juan de Endor… al mercader… Hasta él era bueno y nos hizo agradable el camino… ¡Cuántas cosas han cambiado! ¡Qué distintas son!… ¡Cuántos dolores!… en una palabra, miraba hacia el pasado”. Jesús:  “Y hacia el porvenir, Simón mío”. ■ Jesús se sienta sobre el montón de leña al lado de Pedro y le pasa un brazo por los hombros mientras le habla: “Mirabas al horizonte… y la tristeza te ha envuelto. El presente, como un remolino ha levantado nubes temibles y te ha ocultado el recuerdo sereno, lleno de promesas y esperanzas, y te ha atemorizado. Simón, estás en una de esas horas de tristeza y de melancolía que nuestra naturaleza humana encuentra en su camino. Nadie está exento de ellas, porque las suscita quien odia al hombre. Y cuanto más el hombre sirve a Dios, tanto más Satanás trata de infundirle miedo y cansarle para apartarle de su ministerio. También tú te encuentras en una hora de cansancio… El continuo repetirse de persecuciones que caen sobre tu Maestro, te cansa. En una palabra  —no sabes que no eres tú, sino que es el Tentador—,  escuchas una voz que te susurra: «¿Y mañana? ¿qué será el mañana?»”. Pedro: “Es verdad, Señor. Estás leyendo en mi corazón”.
* Pedro, que no puede soportar la idea de que quizás él o algún otro pueda ser causa del Crimen y Traición o de consentirlo no reaccionando por miedo, pide la muerte. “Tú eres mi Piedra, Simón. ¿Podría hacer añicos la Piedra que será el fundamento de Aquella que me debe perpetuar en la tierra?”.- ■ Pedro prosigue: “Pero también sabes que si hago esto no es porque tenga miedo de mí. Es porque… No. No podré verte jamás atormentado… Frecuentemente hablas de un crimen, de una traición… Yo… ¡Oh, no solo yo! ¿Cuántos, sobre todo entre los viejos, te han pedido morir antes de ver ofendido a su Rey? ¡Y yo!… Tú sabes que eres todo para mí. Nada que no seas Tú, me interesa. No es como dice Judas, nostalgia por mi barca, por mi mujer… Mira: Tú sabes que digo la verdad. Insistí mucho por tener a Marziam. Mi modo humano quería tener por lo menos un hijo adoptivo en lugar de los hijos que mi mujer no me dio, llenando de pena mi virilidad que quería perpetuarse. Pero ahora, pero hoy yo… Quiero a Marziam. Pero si Tú me lo quitaras no reaccionaría. Tan solo diría… ¡pero no! No diría nada”. Jesús: “¿Tan solo me dirías? Acaba”. Pedro: “Inútil, Maestro”. Jesús: “¡Habla!”. Pedro: “Diría: «Dásele a quien mejor que yo pueda educarle en la rectitud». No te diría más. Esto es… y esto te lo digo, llorando, por él, por mí, por mi hermano, y también por Juan y Santiago, y también por los demás, pero nosotros… nosotros somos tus primeros…”. Pedro cae de rodillas y se apoya en las rodillas de Jesús, las manos en alto, con las palmas hacia arriba, suplicantes, y con lágrimas en las mejillas que van a perderse entre la barba… y dice: “Lo digo por nosotros: danos la muerte, llévanos de aquí antes de que nosotros… ¡Oh! Hace meses que lo pienso y Tú sabes que es verdad que este pensamiento me corroe y me envejece. Es algo que no me deja en paz nunca, ni siquiera cuando duermo. Pienso que si es como Tú dices, podría yo ser el traidor, o serlo Andrés, o Juan, Santiago, Marziam… Y si no se llegare a esto, ser uno de los que decías hace apenas tres noches en la casa de Ananías, uno de esos que llegan a desear ver derramada tu Sangre, o uno, incluso uno de esos que, por cobardía,  no saben oponerse a esto y condescienden con el mal por miedo al mal… Yo… si se diera el caso, aunque solo fuera eso, de que consintiera no reaccionando, por miedo… Maestro, yo me mataría por castigarme o… mataría a tus asesinos si los encontrase… Yo… si no quieres esto, haz que muera antes. Hazlo pronto aquí… La vida no vale nada. Pero faltar al amor que te tengo… Ser uno de ésos… ser… ver y no…” está tan excitado que le faltan palabras. Baja la cabeza sobre las rodillas de Jesús llorando con gemidos ásperos de hombre rudo, de un hombre de edad, poco acostumbrado al llanto, que se encuentra profundamente agitado por demasiados sentimientos. ■ Jesús le pone las manos sobre la cabeza como para calmar ese dolor y ahuyentar los pensamientos que le perturban y le dice: “Amigo mío, crees que si tuvieses que… no ser perfecto en aquella hora, el Señor que es justo ¿no pondrá en la balanza tu error y tu amor y voluntad actuales? ¿Tienes miedo, que este amor sin comparación y que esta voluntad puedan valer menos que tu momentánea imperfección, y ser insuficientes para alcanzar el perdón de Dios, y con ella todos los medios para que vuelvas en ti, mi amado Simón?”. Pedro: “¡Haz que muera! ¡Sálvame! ¡Tengo miedo!”. Jesús: “Tú eres mi Piedra, Simón ¿Podría hacer añicos la Piedra que será el fundamento de Aquella que me debe perpetuar en la tierra?”. Pedro: “No soy digno. Me doy cuenta. Soy un pobre hombre, ignorante, pecador. No hay inclinación mala que no haya en mí. No soy digno, ¡no lo soy! Me haré un perverso. Un homicida. Todo lo peor que haya… Haz que muera. Comprende que si viniera a descubrir a quien te odia…”. Jesús: “Todo un mundo me odia, Simón. Hay que perdonar…”. Pedro: “Me refiero al cabecilla. Debe haber uno que haga de cabecilla…”. Jesús: “Habrá muchos uno, y todos tendrán su papel principal…”. Pedro: “¿Qué papel? El de… ¡Oh, no quiero pronunciar su nombre! Pero yo…”. Jesús: “Pero tú debes perdonar, como Yo y conmigo. ¿Por qué te turbas, Simón, al pensar lo que podrías hacer para castigar? Deja al Señor esto. A ti te toca amar y perdonar, compadecer, perdonar. ¡Todos esos que se harán culpables ante tu Jesús, tienen mucha necesidad de que se les ayude y de que se les perdone!”. Pedro: “No hay perdón para ellos”. Jesús: “¡Oh, qué severo eres con tus hermanos, Simón! ¡No! Hay perdón también para ellos, si se enmiendan. ¡Ay de todos los que me ofenden, si no pudieran ser perdonados!”.
“La oración ahuyenta los fantasmas de Satanás. Si Dios está cerca, uno puede enfrentarse a todo y soportarlo con rectitud y mérito”.- ■ Jesús le dice: “¡Ea, levántate, Simón! Tus hermanos estarán preocupados al ver que ni tú ni Yo regresamos al aprisco. Pero aunque pudieran sufrir algo, antes de irnos, vamos a orar. Oremos juntos. No hay otra cosa para poder conseguir de nuevo la paz, la fuerza espiritual, el amor, la compasión… también para con nosotros mismos. La oración ahuyenta los fantasmas de Satanás, y hace que sintamos cerca a Dios. Si Dios está cerca, puede uno enfrentarse a todo y soportarlo con rectitud y mérito. Oremos así, Yo y tú juntos, ■ aquí, en este monte desde el que se ve una gran parte de nuestra Patria, como vio Moisés desde el Nebo la Tierra Prometida (1). Nosotros más afortunados que él, traemos a esta tierra que pertenecerá al Mesías la palabra, la salvación. Yo he sido el primero, después tú. ¡Mira! con los últimos rayos se distinguen aún los montes de Judea. Más allá la llanura, el mar, luego otras tierras, el mundo. Esas tierras, ese mundo te esperan, Pedro. Te esperan a ti para saber que hay un Dios verdadero. Un Dios que dará la verdadera luz a las almas que andan a tientas en la oscuridad del gentilismo y de la idolatría. Mira: la luz terrena se apaga. ¿Cómo podrían los viandantes no perder la dirección en una noche sin luz? ■ Pero mira allí la estrella polar. Se levanta para guiarlos. Mi religión será la estrella polar. Se levanta para guiarlos. Mi religión será la estrella que guíe a los caminantes del espíritu en el camino que va al Cielo. Y estarás tan unido a ella que llegarás a ser una sola luz conmigo y con mi doctrina. ¡Oh Pedro mío!, ¡Oh Piedra bendita! Oremos por esa hora en que los hombres se salvarán por mi Nombre. «Padre nuestro que estás en los Cielos…»”. Recita lentamente el Padre nuestro teniendo de la mano a Pedro; y parece como si, alzando así los brazos y las manos —en su derecha la izquierda del apóstol—  le estuviera presentando al Padre. Jesús: “Ahora vamos a bajar. Dejemos aquí las tristezas y las inútiles congojas para el mañana. Junto con el pan cotidiano el Padre nos dará mañana, cada mañana, su ayuda. ¿No lo crees, Simón?”. Pedro dice con firmeza: “Sí, Maestro, lo creo”. Ya el rostro de Pedro no tiene más señales de intranquilidad, sino de una austeridad, como siempre desde hace unos pocos meses se le ha ido acentuando; un rostro que le hace aparecer muy cambiado respecto al rudo y tosco pescador de hace dos años antes. (Escrito el 20 de Septiembre de 1946).
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1  Nota  : Cfr. Deut. 32,48-52; 34,1-4.
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(<Pedro y los demás apóstoles están tristes por el rechazo, muchas veces acompañado de violencia, que sufre Jesús al pasar por las ciudades>)
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8-502-9 (9-198-444).- Otro abatimiento de Pedro. Lección sobre las posesiones (divinas y diabólicas).
“¿Crees que la posesión se manifiesta sólo con los gritos descompuestos, los brincos, los arrebatos de furia, la manía de vivir en cuevas…? No. Existen otras posesiones diabólicas, que, es más, son las más sutiles y fuertes, las más peligrosas”.- ■ Apenas acaban de pasar el vado de Betabara. Desde el río de aguas azuladas y abundantes por recientes lluvias otoñales, se ve la otra ribera, la oriental, en que muchas personas gesticulan. En la occidental, donde está Jesús con los suyos, no hay más que un pastor con su ganado que pace por la ribera. Pedro se sienta sobre un resto de pared pequeña que hay allí, sin preocuparse de sus pies mojados en el vado. Porque en esta estación del año suelen usar las barcas, es verdad, pero, para que no se embarranquen en los arenales de poco fondo, las usan solo en la parte más profunda, deteniéndose a desembarcar a la gente allí donde se roza la quilla con las hierbas sumergidas. Y sucede así que el pasajero que atraviesa el río debe caminar algunos pasos en el agua. Le preguntan: “¿Qué te pasa? ¿Te sientes mal?”. Pedro: “No. Pero no puedo más. Esa violencia en el Nebo, y antes en Esebón, y antes en Jerusalén, y antes Cafarnaúm, y después del Nebo en Caliroe, y ahora acá en Betabara…” y mete la cabeza entre las manos y llora. Jesús, acercándosele y poniendo una mano sobre el grueso manto gris que lleva el apóstol, le dice: “No te acobardes, Simón. No me prives también de tu valor, de vuestro valor”. Pedro: “¡No puedo, no puedo ver que te traten así! Si me dejases reaccionar… tal vez podría. Pero así… tener que contenerme… y presenciar sus insultos, tus sufrimientos, como un impotente niño, ¡oh, siento que se me rompen las entrañas!, ¡me siento hecho un trapo!… ¡Fijaos vosotros, si es posible verle así! Parece un enfermo, como uno que muere de fiebre… Parece un criminal a quien se le persigue y que no encuentra dónde pueda detenerse para comer un pedazo de pan, beber un sorbo de agua, buscarse una piedra donde reclinar la cabeza. ¡Esa hiena de Nebo! ¡Esas serpientes de Caliroe! ¡Ese energúmeno que todavía está allí! (y señala la otra orilla). Es menos demonio que el de Caliroe, a pesar de que Tú dices que es al segundo al que Belcebú tiene dominado. ■ Yo tengo miedo de los endemoniados, pienso que, si Satanás los ha atrapado de ese modo, debieron haber sido muy malos. Pero… el hombre puede caer en sus garras sin saberlo. ¡Sin embargo, los que sin estar poseídos hacen lo que hacen, con toda su inteligencia!… No los vencerás jamás, puesto que no los quieres castigar. Ellos… te vencerán…”. Y las lágrimas del fiel apóstol, que se habían calmado en su desahogo de ira, vuelven a estar más abundantes. Jesús: “Pedro mío, ¿y crees que ésos no estén poseídos? ¿Crees que para estarlo hay que estar como aquel de Caliroe y otros que hemos encontrado? ¿Crees que la posesión se manifiesta sólo con los gritos descompuestos, los brincos, los arrebatos de furia, la manía de vivir en cuevas, los mutismos, los miembros que no se mueven, la inteligencia entorpecida, de modo que el poseído habla y obra inconscientemente? No. Existen otras posesiones diabólicas, que, es más, son las más sutiles y fuertes, las más peligrosas porque no ponen obstáculos a la razón ni la debilitan para que no haga cosas buenas, sino que la desarrollan, es más, la aumentan para que sea poderosa en su servicio a aquel que la posee”.
* Posesión de Dios (Dios transfunde una inteligencia sobrenatural: ejemplo del cáliz de la flor iluminado por el sol) y posesión del Demonio (Demonio comunica su inteligencia superior siempre a hacer el mal).-Jesús: “Cuando Dios se apodera de una inteligencia y la emplea a su servicio, transfunde en ella, en las horas que está al servicio de Dios, una inteligencia sobrenatural que aumenta en mucho la inteligencia natural del sujeto. ¿Pensáis, por ejemplo, que Isaías, Ezequiel, Daniel y los demás profetas, si hubieran tenido que leer y explicar esas profecías como escritas por otros, no habrían encontrado las oscuridades indescifrables que en ellas encontraban sus contemporáneos? Y, sin embargo, Yo os digo que, mientras las recibían, ellos las comprendían perfectamente. Mira, Simón. Tomemos esta flor nacida cerca de tus pies. ¿Qué ves en la sombra que envuelve al cáliz? Nada. Ves un cáliz profundo y una pequeña boca y nada más. Mírala ahora que la tomo y la traigo para que le dé la luz del sol. ¿Qué cosa ves?”. Pedro: “Veo los pistilos, el polen, y, en torno a los pistilos, una coronita de pelitos que parecen pestañas, y una franjita que adorna el pétalo largo y los dos más pequeños… y veo una gotita de rocío en el fondeo del cáliz… y… ¡oh, mira! un mosquito ha bajado a beber dentro y se ha enviscado entre los pelillos, y no puede librarse… ¡Pero ahora! Déjame ver mejor. Oh, los pelillos parecen como si estuviesen untados con miel… se ha pegado… ¡Comprendido! Dios lo ha hecho así o para que la flor se nutra con él, o para que se nutran los pajarillos que vienen en busca de mosquitos, o para que se limpie de mosquitos el aire… ¡Qué maravilla!”. Jesús: “Pero sin la fuerte luz del sol no habrías visto nada, ¿no es así?”. Pedro: “¡No, claro!”. Jesús: “Lo mismo sucede en la posesión divina. La criatura, que de su parte pone únicamente su buena voluntad de amar totalmente a su Dios, el abandono a los deseos de Dios, la práctica de las virtudes y el dominio de sus pasiones, es absorbida en Dios, y en la Luz que es Dios, en la Sabiduría que es Dios, todo lo ve y todo lo comprende. Después, terminada la intervención divina, se produce en la criatura un estado en el que lo recibido se transforma en norma de vida y de santificación; pero lo que antes parecía tan claro se vuelve oscuro o, mejor, crepuscular. ■ El demonio, perpetuo mono que remeda a Dios, produce un efecto semejante en la inteligencia de sus poseídos, aunque limitado porque sólo Dios es infinito; en sus poseídos, que voluntariamente se le han entregado para triunfar, el demonio les comunica su inteligencia superior pero únicamente dirigida hacia el mal, a hacer daño, a ofender a Dios y al hombre. Y la acción satánica, al encontrar en el alma consentimiento, es continua, siendo así que, por grados, conduce a la total ciencia del Mal. Éstas son las peores posesiones. No se ve nada al exterior, por lo cual no se huye de estos endemoniados. Pero existen estas posesiones. Como he dicho muchas veces, serán los poseídos de esta manera los que descarguen su mano sobre el Hijo del Hombre”. Felipe pregunta: “¿Pero no podría Dios derrotar al Infierno?”. Jesús: “Sí. Dios es más fuerte”. Felipe: “¿Y por qué no lo hace para defenderte?”. Jesús: “En el Cielo se conocerán las razones de Dios. Ea, vámonos. No os acobardéis”. (Escrito el 25 de Septiembre de 1946).
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(<Jesús y  apóstoles están en Nobe en casa del viejo Juan>)
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8-529-211 (9-226-638).-“En verdad os digo que los que, con tal de tener éxito en un propio fin, se venden al Maldito son muchos más de los se pueda imaginar”.
“Hay criaturas —adoradores ya de Satanás, porque tienen el culto de la soberbia— que, con tal de imponerse a otros, se venden a sí mismos al Tenebroso para tenerle como amigo”.- ■ “Maestro” dice  Mateo “lo que acaba de decir Elisa me trajo a la memoria la pregunta que algunos hicieron en el camino. Preguntaron —porque el caso había sucedido en un pueblo—, que si es verdad que el milagro es siempre prueba de santidad. Yo respondí que sí. Pero ellos decían que no, porque en ese pueblo, que está en la frontera con Samaria, el que había obrado cosas extraordinarias, sin duda, no era un justo. Yo les hice callar diciendo que el hombre siempre juzga mal y que aquel a quien tenían por no justo, quizás lo era más que ellos. ¿Tú qué piensas?”. Jesús: “Digo que teníais razón todos. Tú, diciendo que el milagro es siempre prueba de santidad. En términos generales es así. Y también tuviste razón diciendo que no se debe juzgar para no errar. Pero también tenían razón ellos al sospechar que podía haber otras fuentes en las cosas extraordinarias que realizaba aquel hombre”. ■ Iscariote pegunta: “¿Qué fuentes?”. Jesús le responde: “Las de las tinieblas. Hay criaturas —adoradoras ya de Satanás, porque tienen el culto de la soberbia— que con tal de imponerse a otros se venden a sí mismos al Tenebroso para tenerle como amigo”. Juan, sorprendido, pregunta: “¿Pero eso es posible? ¿No es cuento de países paganos eso de que el hombre pueda hacer contratos con el demonio y con espíritus infernales?”. Jesús: “Es posible. No como se narra en las leyendas paganas, no con dinero y contratos materiales, sino con la elección, con la donación de sí al Malo con tal de gozar de una hora de triunfo sobre cualquier cosa. En verdad os digo que los que, con tal de tener éxito en un propio fin, se venden al Maldito son muchos más de los se pueda imaginar”. Andrés pregunta: “¿Y tienen ese éxito? ¿Consiguen exactamente lo que piden?”. Jesús:  “No siempre y no todo. Pero algo, sí”.
* Las posesiones evidentes y las ocultas.- ■ Andrés insiste: “¿Y cómo es posible? ¿Es tan poderoso el demonio como para simular ser Dios?”. Jesús: “Mucho… y nada, si el hombre fuese santo. Pero sucede que muchas veces el hombre es de por sí un demonio. Nosotros combatimos las posesiones evidentes, ruidosas, que están a la vista de todos. De ésas cualquiera cae en la cuenta… Son… insoportables para los familiares y convecinos, y, sobre todo, se manifiestan con formas materiales. El hombre percibe siempre lo material, lo que choca con sus sentidos. Pero lo inmaterial, lo que es perceptible solamente con lo inmaterial —razón y espíritu—  no lo percibe, y, aunque lo perciba, no se preocupará de ello, especialmente si no le perjudica. ■ ¡Estas posesiones ocultas escapan, pues, a nuestro poder de exorcistas! Son las más dañinas, porque trabajan en la parte más selecta, con la parte más selecta y hacia otras partes selectas: de razón a razón, de espíritu a espíritu. Son como miasmas corruptores, impalpables, inadvertibles hasta que la fiebre de la enfermedad advierte a quien la ha adquirido que la ha adquirido”.
* “Satanás ayuda con tal de hacerse servir. Dios le deja actuar porque de esta lucha entre lo Alto y lo Bajo, el Bien y el Mal, surge el valor de la criatura… Pero Satanás tendrá (después que Yo haya subido al Cielo) en su contra a un poderoso enemigo y el hombre una aliada fuerte: la Gracia”.- Todos preguntan: “¿Y Satanás ayuda? ¿Verdaderamente? ¿Por qué? ¿Y por qué Dios le permite actuar? ¿Le permitirá actuar siempre? ¿Incluso cuando Tú ya reines?”. Jesús: “Satanás ayuda con tal de hacerse servir. Dios le deja actuar porque de esta lucha entre lo Alto y lo Bajo, el Bien y el Mal, surge el valor de la criatura. El valor y la voluntad. Siempre le dejará actuar. Aun después de que haya subido Yo al Cielo. Pero entonces Satanás tendrá en su contra a un enemigo poderoso y el hombre tendrá a una aliada muy fuerte”. Preguntan: “¿Quién? ¿Quién?”. Jesús: “La Gracia”. ■ Iscariote, que no para de cavar, objeta: “¡Ah, bien! Entonces para los de nuestro tiempo, sin gracia, será más fácil que sean reducidos al estado de esclavitud, o sea, subyugados,  y será también menos grave la culpa si caen”. Jesús: “No, Judas. El juicio será siempre igual”. Iscariote: “Entonces es injusto; porque si somos ayudados menos, como consecuencia, deberíamos ser condenados menos”. Tomás le dice: “No estás del todo equivocado”. Jesús: “Sí que está equivocado, Tomás. Porque nosotros los de Israel tenemos mucho en qué creer, esperar, amar, y muchas luces de Sabiduría, de forma que no podemos tener excusa de la ignorancia. Además, vosotros que tenéis a la Gracia como Maestra vuestra desde hace ya casi tres años, seréis juzgados como los del tiempo nuevo”, y lo dice marcando sus palabras y mirando a Judas que ha levantado su cabeza y se queda pensativo mientras mira al vacío. ■ Luego Judas menea la cabeza, como concluyendo un razonamiento interno, y hundiendo nuevamente la azada en la tierra, pregunta: “Y quien se entrega así al demonio, ¿en qué se convierte?”. Jesús: “En un demonio”. Iscariote: “¡En un demonio! De esa forma, si yo, por ejemplo, con tal de afirmar que el contacto contigo da un poder sobrenatural, hiciese cosas… que Tú censuras, ¿sería un demonio?”. Jesús: “Tú lo has dicho”. Andrés, casi asustado, aconseja: “Pero espero que no las vayas a hacer…”. Iscariote: “¿Yo? ¡ja! ¡ja! Yo planto árboles para nuestro viejecillo” y corre a la otra parte del huerto… (Escrito el 12 de Noviembre de 1946).
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8-537-282 (9-234-706).- En el Templo, en la fiesta de la Dedicación, Jesús expulsa el demonio de una niña.- El ángel rebelde.
* La niña poseída señala a Jesús como Hijo de Dios y a Iscariote como demonio.- “Sed malditos Tú y el Padre que te ha enviado y Aquel que viene de Vosotros y es Vosotros”.- ■ No es posible estar parados en esta mañana fría y ventosa. En la cima del Moria el viento, que viene del noroeste, sopla haciendo ondear los vestidos y poniendo rojos las caras y los ojos. No obstante, hay gente que ha subido al Templo para las oraciones. Pero faltan completamente los rabinos con sus respectivos grupos de alumnos. Así que el pórtico parece más amplio y sobre todo más majestuoso, sin esas voces gritonas y sin esa pompa que hay en él. Y debe ser cosa muy extraña verlo vacío así, pues todos se asombran como de una nueva cosa. Y Pedro se escama. Tomás, que, envuelto como está en su largo y pesado manto, parece aún más robusto, dice: “Se habrán encerrado en alguna habitación, por temor a perder su voz. ¿Los extrañas?” y se ríe. Pedro: “¡Yo, no! ¡Ojalá nunca los volviera a ver! Pero mi miedo es que…” y mira a Iscariote que no habla pero que comprende la mirada de Pedro y dice: “De veras que han prometido no molestar más, excepto en el caso de que el Maestro los… escandalizara. Está claro que vigilan, pero no están aquí porque aquí ni se peca ni se ofende”. Pedro: “Mejor así. Y que Dios te bendiga, muchacho, si has logrado que entren en razón”. ■ Todavía es temprano. Hay poca gente en el Templo. Digo “poca”, y es lo que parece, dadas las dimensiones del Templo. Ni siquiera doscientas o trescientas personas se ven dentro: en los patios, pórticos y corredores…  Jesús, único Maestro en el amplio atrio de los gentiles, va y viene hablando con los suyos y con los discípulos que ha encontrado en el recinto del Templo. Responde a objeciones o preguntas, esclarece puntos que no han podido comprender y que no pudieron explicar otros. Se acercan dos gentiles, le miran, se van sin pronunciar palabra alguna. Pasan personas que trabajan en el Templo, le miran: tampoco dicen una palabra. Lo mismo sucede con algún fiel. Bartolomé pregunta: “¿Vamos a seguir aquí?”. Santiago de Alfeo dice sonriente: “Hace frío y no hay nadie. Pero es agradable estar aquí con tanta paz. Maestro, hoy estás justamente en la Casa de tu Padre. Y como Dueño. Así habrá sido el Templo cuando vivían Nehemías y los reyes sabios y los hombres piadosos”. Pedro dice: “De mi parte sería mejor que nos fuéramos. De allá nos están espiando…”. Santiago de Alfeo: “¿Quiénes? ¿Los fariseos?”. Pedro: “No. Los que pasaron antes, y otros más. Vámonos, Maestro…”. Jesús responde: “Espero a los enfermos. Me vieron cuando entraba en la ciudad; y la voz se esparció, sin duda. Cuando haga más sol, vendrán. Quedémonos, al menos, hasta un tercio antes de la sexta”. Y reanuda su marcha adelante y para atrás para no sentir el aire frío. De hecho, después de poco tiempo cuando el sol ha mitigado ya el frío, llega una mujer con una niña enferma y pide que se la cure. Jesús la complace. La mujer pone su óbolo a sus pies diciendo: “Esto es para otros niños que sufren”. Iscariote recoge la moneda. Poco después, en una camilla traen a un hombre de edad, enfermo de las piernas. Jesús le da la salud. ■ Los terceros en venir son un grupo de personas, que pide a Jesús que salga fuera de los muros del Templo para expulsar a un demonio de una jovencita, cuyos gritos desgarradores se oyen hasta allí dentro. Y Jesús va con ellos y sale a la calle que lleva a la ciudad. Una serie de personas, entre las que hay paganos, están apiñados alrededor de los que sujetan a la jovencita, que babea y se retuerce, sacando horriblemente los ojos. De los labios de la jovencilla se escuchan palabras de mal gusto y tanto más aumentan, cuanto más Jesús se acerca. Cuatro robustos jóvenes apenas pueden sujetarla. Junto con las injurias salen gritos que reconocen a Jesús, súplicas que dicen que no se les arroje, y también prorrumpe en verdades que repite monótonamente: “¡Largo! ¡No me hagáis ver a este maldito! Causa de nuestra ruina. Sé quién eres. Eres… Eres… el Mesías. Eres… Solo te ha ungido el óleo de arriba. La fuerza del Cielo te protege y te defiende. ¡Te odio maldito! No me arrojes. ¿Por qué nos arrojas y no nos quieres mientras sí tienes cerca de Ti a una legión de demonios en uno solo? ¿No sabes que todo el infierno está en uno? (1). Sí que lo sabes… Déjame aquí, al menos hasta la hora de…”. Las palabras se cortan a veces, como ahogadas; otras veces cambian; o primero se paran y luego se prolongan en medio de gritos inhumanos, como cuando grita: “¡Déjame por lo menos entrar en él! No me mandes al Abismo. ¿Por qué nos odias, Jesús, Hijo de Dios? ¿No te basta con lo que eres? ¿Por qué quieres mandar también sobre nosotros? ¡No te queremos! ¿Por qué has venido a perseguirnos si hemos renegado de Ti? ¡Tus ojos! Cuando estén apagados nos reiremos… No… Ni siquiera entonces… ¡Tú nos vences! ¡Sed malditos Tú y el Padre que te ha enviado y Aquel que viene de Vosotros y es Vosotros… ¡¡¡Aaaaaah!!!”. ■ El grito final es completamente espantoso, como el de una persona a quien degollasen, y ha sido originado por el hecho de que Jesús, después de haber truncado muchas veces por imperativo mental las palabras de la poseída, pone fin a ellas tocando con su dedo la frente de la jovencita. Y el grito termina con una convulsión horrenda, hasta que, con un fragor que es parte carcajada y parte grito de un animal de pesadilla, el demonio la deja, gritando: “No me voy lejos… ¡Ja, ja!”, seguido de un estallido semejante al trueno de un rayo, a pesar de que el cielo está limpísimo”. ■ Muchos huyen aterrorizados, otros se apiñan aún más para ver a la jovencita que de golpe se ha calmado… Luego abre los ojos y sonríe, siente que no tiene el velo en la cara ni en la cabeza, trata de ocultarla con su brazo levantado. Quienes están con ella quieren que dé gracias al Maestro pero Él dice: “Dejadla. Tiene vergüenza. Su alma me ha dado ya las gracias. Llevadla a casa, con su madre. Es su lugar como jovencita que es…” y vuelve las espaldas a la gente para entrar en el Templo, al lugar de antes. ■ Pedro refiere: “¿Viste, Señor, que muchos judíos habían venido a espaldas nuestras? Reconocí a alguno de ellos… ¡Ahí están! Son los que nos espiaban antes. Mira cómo discuten entre sí…”. Tomás dice: “Estarán echándose suertes para saber en quién de ellos entró el diablo. También está Nahúm, el hombre de confianza de Anás. Es un tipo que se lo merece…”. Andrés, a quien casi le castañean los dientes, dice: “Tienes razón. No viste, porque estabas mirando a otra parte, pero el fuego se dejó ver sobre su cabeza”. Tomás: “Yo estaba cerca de él y tuve miedo…”. Mateo explica: “Realmente todos ellos estaban juntos. Pero yo he visto el fuego abrirse encima de nosotros y pensé que íbamos a morir… Es más, he temido por el Maestro. Parecía justamente suspendido sobre su cabeza”. Leví, el discípulo pastor, objeta: “No. Yo lo vi salir de la jovencita y estallar sobre los muros del Templo”. Jesús dice: “No discutáis entre vosotros. El fuego no señaló ni a éste, ni a aquél. Fue sólo la señal de que el demonio había huido”. Andrés replica: “Pero dijo que no se iría lejos…”. Jesús: “Palabras de demonio… Quién las hace caso. Alabemos más bien al Altísimo por estos tres hijos de Abraham curados en su cuerpo y en su alma…”.
“En las obras de Dios nada se hace sin un fin bueno. Satanás no es obra de Dios, sino de la libre voluntad del ángel rebelde. Dios le había hecho un ministro suyo glorioso y, por lo tanto, le había creado con un fin bueno. Las criaturas, incluso las más perfectas, son imperfectas respecto a Dios. Pero Dios, que ama a las criaturas, les ha concedido la libertad de arbitrio, para que a través de ella la criatura se perfeccione y se haga, por tanto, más semejantes a su Dios y Padre. Y te digo más: que del Mal, formado voluntariamente, Dios todavía saca un fin bueno. Las victorias sobre el Mal son la corona de los elegidos”.-Jesús: “¿Qué? ¿Creéis acaso que lo que Yo hago no tiene un fin útil para vosotros, útil para todas las criaturas? Desengañaos. No penséis que lo útil está en la salud que una persona recupera por mi poder, o en la liberación de uno u otro de la posesión o del pecado. Esta es una utilidad circunscrita al individuo. Demasiado poco para ser la única utilidad respecto a la potencia y fuente de donde procede, que es sobrenatural, y más que sobrenatural: divina. Hay una utilidad colectiva de las obras que realizo. La utilidad de quitar toda duda a los que dudan, de convencer a los contrarios, además de robustecer cada vez más la fe de los que creen. Para esta utilidad colectiva, en favor de todos los hombres, presentes y futuros (porque mis obras darán testimonio de Mí ante los que vendrán, y los convencerán en lo que se refiere a Mí), mi Padre me da poder de hacer lo que hago. En las obras de Dios nada se hace sin un fin bueno. Recordadlo siempre. Meditad sobre esta verdad”.Jesús deja de hablar por un instante. Fija su mirada en un judío que está cabizbajo y luego añade: “Tú estás pensando así, tú, el del vestido de color de oliva madura, te estás preguntando si Satanás tiene también un fin bueno. No seas necio poniéndote en contra de Mí y buscando el error en mis palabras. Te respondo que Satanás no es obra de Dios, sino de la libre voluntad del ángel rebelde. Dios le había hecho un ministro suyo glorioso, y, por lo tanto, le había creado con un fin bueno. Mira ahora, tú que, hablando contigo mismo, dices: «Entonces Dios es un necio, porque había donado la gloria a un futuro rebelde y confiado sus deseos a un desobediente». Te respondo: Dios no es insipiente, sino perfecto en sus acciones y pensamientos. Él es el Perfectísimo. Las criaturas, incluso las más perfectas, son imperfectas. Siempre en ellas hay un punto de inferioridad respecto a Dios. Pero Dios, que ama a las criaturas, les ha concedido la libertad de arbitrio, para que a través de ella la criatura se perfeccione en la virtud y se haga, por tanto, más semejantes a su Dios y Padre. Y te digo más, a ti, que te burlas y astutamente buscas error en mis palabras: que del Mal, que voluntariamente se formó, Dios todavía saca un fin bueno: el de servir para hacer a los hombres poseedores de una gloria merecida. Las victorias sobre el Mal son la corona de los elegidos. Si el mal no pudiese suscitar una consecuencia buena para aquellos que quieren con buena voluntad, Dios lo habría destruido. Porque nada de cuanto hay en la Creación debe estar totalmente privado de incentivo y de consecuencias buenos¿No respondes? ¿Te cuesta trabajo declarar que he leído tu corazón y que tus raciocinios injustos han sido destruidos? No te obligaré a hacerlo. En presencia de todos te dejaré en tu soberbia. No te exijo que me declares victorioso, pero cuando estés con estos, semejantes a ti, y con quienes te enviaron, confiesa entonces que Jesús de Nazaret leyó tus pensamientos y que destrozó tus objeciones con la única arma de su palabra de verdad. Pero vamos a dejar esta interpretación personal y a volver a los muchos que me estáis escuchando. Si siquiera, de tantos, uno, por mis palabras, convirtiera su espíritu a la Luz, resultaría recompensada mi fatiga por hablar a piedras, es más, a sepulcros llenos de víboras”. (Escrito el 9 de Diciembre de 1946).
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1  Nota  : Alusión a Judas Iscariote.
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(<Jesús, después de haber resucitado a Lázaro, se dirige a los escribas y fariseos presentes, quienes, a pesar del portentoso milagro, siguen duros como una piedra. Entre estos escribas y fariseos hay un tal Simón, un sanedrista, que mató hace poco a su padre de nombre Elí-Ana por ser éste creyente de Jesús, Mesías. Jesús acaba de dirigirse al fariseo Sadoc, con palabras duras>)
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8-548-377 (10-8-55).- La señal de la Bestia  (1).
* Simón, estás marcado con la señal”.- ■ Ahora, da media vuelta y ve a Simón, el miembro del Sanedrín, hijo de Elí-Ana. Le mira fijamente, fijamente. Deja a los que estaba hablando y llegado a él, le dice en voz baja pero firme: “¡Es bueno para ti que Lázaro no recuerde su estadía entre los muertos! ¿Qué hiciste de tu padre, Caín?”. Simón huye lanzando un grito de miedo, que luego se transforma en aullido de maldición: “¡Seas maldito, Nazareno!”. A lo que Jesús responde: “Tu maldición ha llegado al Cielo y desde allá el Altísimo te la lanza. Estás marcado con la señal, ¡desgraciado!”. (Escrito el 26 de Diciembre de 1946).
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1  Nota  : Esta “señal” no parece ser de la que se habla en Gén. 4,15,  sino tal vez una alusión a la “señal de la Bestia” de que habla en el Apocalipsis. Cfr. Dan. 7 y Ap. 13; 14,6-13; 19,11-21; 20,1-6.
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(<Jesús está en Betania. Ya es tarde. Un plácido atardecer de abril. Jesús y Lázaro conversan. Jesús le revela su próxima muerte y le va a dar una encomienda especial: recoger en su casa a sus apóstoles, que se dispersarán a su muerte. También le da a conocer el nombre del traidor>)
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9-587-269 (10-6-348).- “Dios ha tomado carne en Mí: Jesús. Satanás ha tomado carne en él: Judas de Keriot”.
* “La posesión es el contagio de Satanás que inocula su veneno en el ser y lo desnaturaliza. Pero la posesión es todavía poca cosa respecto a la encarnación”.- ■ Dice Lázaro: “Es verdad que tienes enemigos, pero nadie puede venderte. ¿Quién?… ¿Quién es?”. Jesús: “Uno de los míos. Uno que ha pensado que le he desencantado, y que, cansado de esperar, quiere librarse de Aquel que ya no es más que un peligro personal para él. Piensa que puede recobrar una antigua estimación ante los grandes del mundo. Sin embargo, el mundo de los buenos como el de los malos le despreciará. Ha llegado a este cansancio de Mí, de la espera de aquello que, con todos los medios, ha tratado de alcanzar: la grandeza humana. La persiguió primero en el Templo, creyó alcanzarla con el Rey de Israel, y ahora la busca nuevamente, en el Templo y con los romanos… Lo espera… Pero Roma, si sabe premiar a sus fieles servidores… sabe también aplastar bajo sus pies a los denunciantes cobardes. El traidor está cansado de Mí, de la espera, de la carga que significa el ser bueno. ■ Para quien es malo, ser, tener que fingir ser bueno es un peso intolerable. Se puede soportar por algún tiempo… pero luego, no se puede más… y la persona se libra de ella para volver a ser libre. ¿Libre? Eso piensan los malvados… También él lo cree. Pero no es libertad. El ser de Dios es libertad. Estar contra Dios es prisión de cepos y cadenas, de argolla, y latigazos, como ningún galeote condenado al remo, como ningún esclavo a trabajos forzados la soporta bajo el azote del carcelero”. Lázaro: “¿Quién es? Dímelo ¿Quién es?”. Jesús: “No es necesario”. Lázaro: “Sí que es necesario… ¡ah!… Solo puede ser él: el hombre que siempre ha sido una mancha de tu grupo, el que hace poco ofendió a mi hermana. ¡Es Judas de Keriot!”. Jesús: “No. Es Satanás. Dios ha tomado carne en Mí: Jesús. Satanás ha tomado carne en él: Judas de Keriot. ■ Un día… hace mucho tiempo… en este jardín tuyo, consolé unas lágrimas y disculpé a un alma que había caído en el fango. Dije que la posesión es el contagio de Satanás que inocula su veneno en el ser y lo desnaturaliza. Dije que es connubio de un espíritu con Satanás y con el instinto animal. Pero la posesión es todavía poca cosa respecto a la encarnación. Yo seré poseído por mis santos y ellos lo serán por Mí. Pero solo en Jesucristo está Dios como está en el Cielo, porque Yo soy el Dios hecho carne. Única es la encarnación divina. De igual modo en uno solo estará Satanás, Lucifer, tal y como está en su reino, porque solo en el asesino del Hijo de Dios Satanás está encarnado. En estos momentos, en que te estoy hablando, él está ante el Sanedrín, tratando y empeñándose para que me maten. Pero no es él: es Satanás”. (Escrito el 2 de Marzo de 1945).
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(<Al final de la Cena Pascual Jesús habla a los apóstoles reunidos en torno a Él, después de que Judas Iscariote ha salido ya del Cenáculo y se dirige a consumar la traición>)
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9-600-423 (11-19-487).- “Si hubiera impedido a Satanás que se encarnara para matarme, habría debido exterminar la raza humana antes de su Redención”.
* Si Satanás, el eterno comediante, no se hubiera encarnado en cuerpo mortal, este hombre poseído (Iscariote) no hubiera podido escapar a mi poder”.- ■ Dice Jesús: “No sois vosotros los que os habéis elegido; fui Yo quien os he elegido y os he elegido para que vayáis entre los pueblos y produzcáis frutos en vosotros y en los corazones de los evangelizados y vuestro fruto permanezca, y el Padre os conceda lo que pidáis en mi Nombre.  No digáis: «Y entonces si Tú nos has elegido, ¿por qué has elegido a un traidor? Si todo lo sabes, ¿por qué has hecho esto?». No os preguntéis ni siquiera quién sea ése. No es un hombre. Es Satanás. Se lo dije al amigo fiel (1) y lo he dejado decir al hijo predilecto (2). Es Satanás. Si Satanás, el eterno comediante, no se hubiera encarnado en cuerpo mortal, este hombre poseído no hubiera podido escapar a mi poder. He dicho «poseído». No. Es algo mucho más: es uno que está anulado en Satanás”. Santiago de Alfeo pregunta: “¿Por qué, Tú que has expulsado los demonios no lo libraste de él?”. Jesús: “¿Me lo preguntas, porque amándome, tienes miedo de ser tú el traidor? No temas”. Los demás discípulos a su vez, temerosos, preguntan: “¿Entonces yo?”. “¿Yo?”. “¿Yo?”. Jesús les dice: “Callaos. No diré su nombre. Tengo misericordia, tenedla también vosotros”. Le preguntan: “Pero, ¿por qué no le venciste? ¿No pudiste?”. Jesús: “Podía. Pero si hubiera impedido a Satanás que se encarnara para matarme, habría debido exterminar la raza humana antes de su Redención. ¿Qué habría redimido entonces?”. ■ Pedro, cayendo de rodillas ante Jesús y zarandeándole frenéticamente como si estuviera bajo el influjo de un delirio: “Dímelo, Señor, dímelo. ¿Soy yo? ¿Soy yo? ¿Me examino? No me parece serlo. Pero Tú… Tú me dijiste que te negaré… Y tiemblo de miedo… ¡Oh, qué horror ser yo!”. Jesús: “No, Simón de Jonás. No eres tú”. Pedro: “¿Por qué me llamas por mi nombre y no me dices «Piedra»? (3) ¿He vuelto acaso a ser Simón? ¿Lo ves? Lo estáis diciendo… ¡Soy yo! Pero, ¿cómo ha sido posible? Decidlo… decidlo vosotros… ¿Cuándo fue el momento en que pude haberme convertido en traidor?… ¡Simón!… ¡Juan!… ¡Hablad!…”. Jesús: “¡Pedro, Pedro, Pedro! Te he llamado Simón porque me he acordado de la primera vez que te vi, cuando eras Simón. Y pienso que has sido siempre leal desde aquel primer momento. No eres tú. Te lo aseguro Yo que soy la Verdad”. Pedro: “Entonces ¿quién?”. Tadeo, que no logra contenerse más, grita: “¡Quién otro sino Judas de Keriot! ¿No lo has comprendido?”. Pedro grita a su vez: “¿Por qué no me lo dijiste antes? ¿Por qué?”. Jesús: “Silencio. Es Satanás. No tiene otro nombre. ¿A dónde vas, Pedro?”. Pedro:  “A buscarle”. Jesús: “Deja inmediatamente tu manto y tu espada. ¿O quieres que te expulse y te maldiga?”. Pedro: “¡No, no! ¡Oh, Señor mío! Pero yo… pero yo… ¿Deliro acaso? ¡oh, oh!”.  Pedro echado por tierra llora a los pies de Jesús. ■ Jesús:  “Os doy el mandamiento de que os améis. Y que perdonéis. ¿Habéis comprendido? Si en el mundo existe odio, en vosotros debe existir solo amor. Un amor hacia todos. ¡Cuántos traidores encontraréis en vuestro camino! Pero no debéis odiarlos, y devolverles mal por mal. Si eso hiciereis, el Padre os aborrecerá a vosotros. Antes que vosotros fui odiado Yo y traicionado. Y ya veis que Yo no odio. El mundo no puede amar lo que no es como él. Por lo tanto, no os amará. Si fueseis suyos, os amaría; pero no sois del mundo, porque Yo os he tomado de entre el mundo. Y por este motivo os odia…”. (Escrito el 9 de Marzo de 1945).
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1  Nota  : Lázaro de Betania.   2  Nota  : El apóstol Juan.   3  Nota  :  Jesús había dado a Pedro el sobrenombre de Pedro o Piedra. Cfr. Mt. 16,13-20; Mc. 3,13-19; Ju. 1, 40-42.
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(<Jesús ha sido ya sepultado. Juan ha salido en busca de sus dispersos compañeros. En el Getsemaní ha encontrado a Pedro acurrucado junto a una roca llorando desconsoladamente su negación. Después de incesantes ruegos, logra convencerle de que la Madre perdona tanto a él como a todos y que le espera en el Cenáculo. Pedro llega donde la Madre>)
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10-615-156 (11-35-639).- “Pedro, ven aquí al corazón de la Madre. Aquí Satán no puede hacerte nada”.
* “¿Por qué has hecho esperar tanto a una Madre, Pedro, herido y pisoteado por el demonio?”.- ■ La Madre le dice: “Pedro de mi Hijo, pobre Pedro que te has visto, como todos, en las manos de Satanás en estas horas de tinieblas, y no has caído en la cuenta de ello, y crees que todo has hecho tú solo, ven, ven aquí, al corazón de la Madre de los hijos de mi Hijo. Aquí Satanás no puede hacerte ningún mal. Aquí se calman las tempestades y  —en espera del Sol: de mi Jesús que resucitará, que te dirá: «La paz sea contigo, Pedro mío»— se alza la estrella de la mañana, pura, bella, y que hace puro, hermoso todo aquello que por ella es besado, como sucede con las cristalinas aguas de nuestro mar en las frescas mañanas de primavera. Por esto te he anhelado tanto. ■ Al pie de la Cruz yo padecía martirio por Él y por vosotros, y, —¿cómo no lo oíste?—, y llamaba a vuestros corazones y llamaba tan fuertemente, que creo que vinieron realmente a mí. Y encerrados en mi corazón —mejor dicho, colocados sobre él, como los panes de la proposición— los  tuve bajo el baño de su Sangre y de su llanto. Pude hacerlo porque Él, en persona de Juan, me ha constituido Madre de toda la descendencia… ¡Cuánto te he anhelado!… Esa mañana, esa tarde, esa noche y al día siguiente… ¿Por qué has hecho esperar tanto a una Madre, Pedro, herido y pisoteado por el demonio? ¿No sabes que es deber de las madres enderezar, curar, perdonar, llevar? Yo te llevo a Él”.  (Escrito el 31 de Marzo de 1945).
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.              b) Dictados extraídos de los «Cuadernos de 1943/1950»

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43-54.-  Lucha entre el Cielo y el Infierno.
“Bastaría que menos que la cuarta parte de los que creen en el Dios verdadero fueran realmente creyentes en mi Nombre para que los ejércitos de Satanás llegaran a ser vencidos”.- Dice Jesús: “Sí. Tras las mamparas de las razas, de las hegemonías, de los derechos; tras el móvil de las necesidades políticas se ocultan, en realidad, el Cielo y el Infierno que combaten entre sí. Bastaría que la mitad de los que creen en el Dios verdadero —mas, ¿qué digo?, menos que esto, menos que la cuarta parte de los creyentes— fuesen realmente creyentes en mi Nombre, para que los ejércitos de Satanás llegaran  a ser vencidos. Pero ¿dónde está la Fe?”. (Escrito el 4 de Junio de 1943).
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43-63.-“Lucifer, desde el abismo donde había caído, se sintió abrasado por la sed de venganza. Y su primera venganza fue contra Adán y Eva. Su diente envenenado puso en la perfección de mi creación el signo de su bestialidad”.
Y desde entonces vuestro espíritu mantiene en vosotros un duelo con los tóxicos del mordisco infernal. En verdad, las 2/3 viven bajo el signo de la Bestia. Para ellos Yo morí inútilmente. La ley de los marcados por la Bestia está en oposición con mi Ley. En una domina la carne y genera obras de carne. En la otra domina el espíritu y genera obras de espíritu. Cuando domina la carne allí está el Reino de Satanás”.- ■ Dice Jesús: “Te hablo de la Gracia, la cual proporciona vida del espíritu. Cuando Dios creó al primer hombre, le infundió además de la vida de la materia, hasta entonces inanimada, la vida igualmente del espíritu. De otra suerte, no habría podido decir que os ha hecho a imagen y semejanza. Cómo era de perfecta la primera criatura, ninguno de vosotros puede imaginarlo. Sólo Nosotros podríamos ver en el eterno presente que es nuestra eternidad, la perfección de la obra maestra de Nuestra Inteligencia creadora. La semilla de Adán, si Adán hubiese sabido permanecer rey, cual Nosotros le habíamos hecho, con potestad sobre todas las cosas y con dependencia únicamente de Dios  —dependencia de hijo amantísimo— hubiera sido una semilla de perpetua perfección. Mas allí había un Vencido que acechaba para extraer venganza. ■ Tú, María, que dices que no podrían salir de tu corazón espontáneamente movimientos de perdón porque tu naturaleza humana te lleva al espíritu de venganza y que sólo en atención a Mí sabes perdonar, ¿has pensado alguna vez que fue el espíritu de venganza el que os arruinó a vosotros, hijos de Adán, y el que mandó a Mí, Hijo de Dios, a la cruz? Lucifer —y era el más hermoso de entre los hermosos creados por Mí— desde el Abismo adonde había caído, eternamente deforme tras la blasfemia lanzada contra su Creador, se sintió abrasado por la sed de venganza. A su primer pecado de soberbia añadió a sí mismo una serie de delitos, vengándose por los siglos de los siglos. Y su primera venganza fue contra mis creados Adán y Eva. Su diente envenenado puso en la perfección de mi creación el signo de su bestialidad comunicándoos su misma avidez de lujuria, de venganza, de soberbia. Y desde entonces vuestro espíritu mantiene en vosotros un duelo con los tóxicos del mordisco infernal. ■ Alguna rarísima vez triunfa el espíritu sobre la carne y la sangre, dando entonces a la Tierra y al Cielo un nuevo santo. Alguna vez el espíritu vive, a duras penas, con éxtasis de letargo en los que está como muerto y en los que vivís y obráis como criaturas privadas de luz, de mi Luz. Alguna otra vez le da muerte literalmente la criatura que desciende voluntariamente de su trono de hija de Dios y viene a ser peor que un bruto, convirtiéndose en demonio, hija del demonio. En verdad os digo que más de los dos tercios de la raza humana pertenece a esta categoría que vive bajo el signo de la Bestia. Para ella Yo morí inútilmente. La ley de los marcados por la Bestia está en oposición con mi Ley. En una domina la carne y genera obras de carne. En la otra domina el espíritu y genera obras de espíritu. Cuando domina la carne, allí está el reino de Satanás”.
* “La infinita Misericordia le dio a vuestro espíritu todos los auxilios precisos para permanecer dominador: el sacramento que borra el signo de la bestia e imprime mi signo; le dió mi Palabra de Vida, le dió mi Sangre en la Eucaristía y sobre la Cruz y le dió al Paráclito: Espíritu de Verdad. El que sabe estar en el espíritu produce obras del espíritu. El mundo no quiere a este Espíritu que os hace buenos. Rechaza al Espíritu Santo e impugna su Verdad. Y esto no será perdonado jamás. Y que no sea perdonado, ya lo veis. Dios se retira a lo alto de su Cielo porque el hombre rechaza su amor y vive para la carne. Aquí tenéis las causas de vuestra ruina y de nuestro silencio”. Jesús: “La infinita Misericordia que anima a la Trinidad le dio a vuestro espíritu todos los auxilios precisos para permanecer dominador. Le dio el Sacramento que borra el signo de la Bestia en vuestra carne de hijos de Adán e imprime mi Signo. Le dio mi Palabra de Vida, dióle a Mí, Maestro y Redentor, dióle mi Sangre en la Eucaristía y sobre la Cruz y dióle el Paráclito: Espíritu de Verdad.  El que sabe estar en el Espíritu produce obras del espíritu. De la criatura poseída por el Espíritu manan caridad, mansedumbre, pureza, ciencia y toda clase de obras buenas junto con una gran humildad. De los otros salen, cual serpientes sibilantes, vicios, fraudes, lujurias, delitos, porque su corazón es nido de serpientes infernales. ■ Mas ¿dónde están aquellos que saben tender a la vida del espíritu y hacerse dignos de acoger en sí la infusión vital del Consolador que viene con todos su dones, y que quiere por trono un espíritu pronto y deseoso de Él?  No, que el mundo no quiere a este Espíritu que os hace buenos. Lo que el mundo quiere es el poder a cualquier precio, la riqueza a cualquier precio, todos los goces de la tierra a cualquier precio, rechaza y maldice al Espíritu Santo e impugna su Verdad y se enfanga con ropajes proféticos pronunciando palabras que no salen del seno de la Trinidad Santísima sino del antro de Satanás. ■ Y esto no es ni será perdonado. Jamás. Y que no sea perdonado, ya lo veis. Dios se retira a lo alto de su Cielo porque el hombre rechaza su amor y vive para la carne y en la carne. Aquí tenéis las causas de vuestra ruina y de nuestro silencio. Salen desde el profundo los tentáculos de Satanás, el hombre sobre la tierra se proclama dios y blasfema contra el verdadero Dios, y el Cielo se cierra en lo alto. Y esto es ya piedad, puesto que, al cerrarse, detiene los rayos que vosotros merecéis. Un nuevo Pentecostés hallaría a los corazones más duros y sucios que un pedrusco hundido en un estanque de fango. Estad pues en el fango que habéis escogido, a la espera de que una orden que no admite réplicas, os extraiga de él para juzgaros y para separar a los hijos del espíritu de los hijos de la carne”. (Escrito el 7 de Junio de 1943).
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43-71.- Tristeza culpable y tristeza buena.
* “Has llegado a intuir el origen de tanta hosquedad en el dolor que, para tu bien, te invade. Tú, al vivir en Mí y para Mí, desencadenas las iras del Enemigo y él, al no poder hacerte otra cosa intenta turbarte presentándote el porvenir más negro de lo que ya fuese.-Jesús me responde expresamente a mí: “Comprendo y compadezco tu tristeza; tristeza de la que Yo no imputo como culpa. Tristeza culpable es aquella que proviene de la insufribilidad de las cosas y de las cruces. Humanas las primeras, sobrenaturales las segundas; tristeza culpable es la sed de placeres, riquezas, sed que no se apaga y que os produce tristeza; o sed que después de saciado os deja más tristes porque gime en vosotros la conciencia. Esta es la tristeza que Yo condeno. ■ Mas la tristeza buena, ésa que se siente por las desventuras ajenas más que por las propias, el pesar que da ver a Dios vilipendiado, la pena por los vínculos más queridos que se rompen, ésa Yo no la condeno. Antes que vosotros la probé Yo y lloré. Por tanto, cuando el alma sube, incluso, más alto y no sólo tiene en sí una tristeza no condenable sino que sabe darme esa misma tristeza para que Yo haga uso de su llanto en beneficio de otros, entonces tomo conmigo a esta alma y la acuno sobre mi Corazón para adormecer su pena y comunicarle mi alegría. La sientes. Sé que la sientes instalar en ti. Esos estremecimientos de alivio que notas y te parecen rayos de luz en la oscuridad que te llegan de muchas cosas, esa liberación de pesos que te oprimen, soy Yo que vengo a ti con mi consuelo. ■ Has llegado a intuir el origen de tanta hosquedad en el dolor que, para tu bien, te invade. Tú, al vivir en Mí y para Mí, desencadenas las iras del Enemigo y él, al no poder hacerte otra cosa intenta turbarte presentándote el porvenir más negro de lo que ya fuese. Mas no tengas miedo. Yo estoy contigo. Aumenta también tu tristeza el reflexionar sobre las palabras que digo a tu alma, no para ti sino para todos. Mas no rehúses el recibirlas. ■ ¡Tengo tan pocos en toda la extensión del mundo que estén dispuestos a escuchar mi Palabra! Aquellos, a quienes desearía hablar para llevarles de nuevo por el camino de la Vida, no quieren escucharme. No te opongas a mi obra, cualquiera que sea; ni te gloríes ni te asustes de ella. Déjame hacer. Nada hago jamás sin su por-qué. Acude siempre a Mí con aquella confianza que tanto me place. Cuando encuentro a un alma confidente, abro mi Corazón y la encierro dentro de Él. ¿Te parece que pueda acaecerte algo que sea verdadero mal si estás encerrada en mi Corazón? Pues ni el Infierno puede dañarte mientras estés allí. Y allí estarás mientras seas pura, amorosa, confidente y fiel”. (Escrito el 9 de Junio de 1943).
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43-88.- Es insidia diabólica pensar que es imposible la santidad ya que dije Yo «Sed perfectos como mi Padre».- Horror del demonio al Nombre de mi Madre.
“Sabe bien, porque es inteligentísimo, que cuando uno ha gustado el primer bocado de la santidad cuyo sabor es inefable, se le apodera la nostalgia de la santidad y está perdida para él. Entonces provoca pensamientos de falsa modestia y de desconfianza”.- Dice Jesús: “Es natural que el demonio intente turbarte. Al no poder hacerlo ya sobre la carne, busca, por ello, turbar tu espíritu. Y esto lo hace por ser su ocupación. O esa, intenta humillar a las almas, amedrentarlas, hacerlas titubear. Generalmente busca hacerlas pecar para apartarlas de Mí. Cuando no consigue esto, por estar el alma muy vigilante y no penetrar en ella su insidia, prueba entonces de atemorizarla sugiriéndole pensamientos buenos en apariencia pero que, en realidad, son nocivos. Mira, María, entre el pensamiento: «Yo he de ser santa» y el pensamiento: «Es imposible que yo llegue a ser santa», el más peligroso y contrario a Mí es el segundo. El primero no es acto de soberbia si está corroborada por todos los esfuerzos de la voluntad para alcanzar la santidad. Yo dije: «Sed perfectos como mi Padre». Al hablar no os hice una simple exhortación sino que os di un dulce mandato, dándoos la medida de la perfección: la de Dios, el Perfectísimo. Porque a todos os habría querido Yo perfectos a fin de teneros a todos eternamente en torno mío. Debe, por tanto el alma tender a la santidad, decirse a sí misma: «Quiero llegar a ser santa» sin titubeos, sin debilidades. ¿Os reconocéis débiles?  Pues mejor que vosotros lo sé Yo que lo sois y, sin embargo, os dije: «Sed perfectos» porque sé que si lo queréis, podéis con mi ayuda ser perfectos, es decir, santos. ■ Esto no lo quiere el Maligno. Sabe bien, porque es inteligentísimo, que cuando un alma ha dado el primer paso en el camino de la santidad, ha gustado el primer bocado de la santidad cuyo sabor es inefable, se le apodera la nostalgia de la santidad y está perdida para él. Entonces provoca pensamientos de falsa modestia y de desconfianza: «No es posible que yo merezca el Paraíso. Por bueno que sea Dios, ¿cómo es posible que me pueda perdonar y ayudar? ¿Es posible que yo, aun contando con su ayuda, le pueda complacer? Para nada soy buena». O bien silba estas sus insinuaciones: «pero, ¿te parece que puedas tú llegar a ser santa? Todo eso que experimentas, que percibes, que ves, son ilusiones de una mente enfermiza. Es tu soberbia la que te sugiere. ¿Tú santa? Pero, ¿no recuerdas esto… esto… y esto? ¿No recuerdas lo que dijo Cristo? Tú, al pensar así, cometes un nuevo pecado, el mío mismo: pensé ser semejante a Dios…». Déjale silbar. No merece respuesta. Lo que experimentas es de Dios, lo que piensas es mi propio deseo que resuena de nuevo en ti; por lo cual es cosa santa. Te dije cuál es mi señal: la paz. Cuando percibes la paz en ti es señal de que lo que experimentas, sientes, ves y piensas es cosa de Dios. Continúa sin titubear. Yo estoy contigo”.
* “El demonio tiene más horror aún al nombre de María que a mi Nombre y mi Cruz… Invocar a la vez a nuestros dos Nombres hace trizas las armas de Satanás”.-Jesús: Cuando nuestro enemigo intente molestarte en demasía, di: «Ave, María, Madre de Jesús, me confío en ti». El demonio tiene más horror aún al nombre de María que a mi Nombre y mi Cruz. Al no poder, intenta dañarme en mis fieles de mil maneras. Mas el eco tan solo del nombre de María le pone en fuga. Si el mundo supiese llamar a María, estaría a salvo. ■ De aquí que el invocar a la vez a nuestros dos Nombres es suficiente para hacer caer hechas trizas todas las armas que Satanás arroja contra un corazón que es mío. Las almas, por sí solas, son todas la misma nada. Mas el alma en Gracia, ya no está solo, está con Dios. Por eso, cuando el Otro te turba con cavilaciones de falsa modestia o de temor, debes siempre pensar: «No soy yo la que pienso ser santa sino que es Jesús el que quiere que lo sea. Somos nosotros: Jesús y yo, Dios y los que queremos que tal suceda para su gloria». ¿Acaso no dije Yo: «Cuando se reúnan dos para orar juntos, el Padre le concederá lo que pidan»? Ahora bien, ¿qué será cuando Uno de los dos es Jesús mismo? Entonces dará el Padre con medida plena, abundante, la gracia solicitada. Porque el Hijo tiene poder sobre el Padre y todas las cosas fueron hechas en el nombre del Hijo”. (Escrito el 15 de Junio de 1943).
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43-101.- “Lo he dicho y lo repito: «Esta es la lucha entre el Cielo y el Infierno»”.
* Lucifer, en sus manifestaciones, ha buscado siempre imitar a Dios. Al igual que Dios da a cada Nación un ángel tutelar, Lucifer da su demonio”.- ■ Dice Jesús: “Escribió el Padre (1) hace días que se hallaba perplejo acerca del verdadero origen del azote actual «porque un reino contra sí dividido ya no es reino». Le haré ver al Padre que eso es posible al ser la división puramente aparente. Lucifer, en sus manifestaciones, ha buscado siempre imitar a Dios. Al igual que Dios da a cada Nación un ángel tutelar, Lucifer da su demonio. Y así como los distintos ángeles de las Naciones obedecen a un único Dios, los distintos demonios de las Naciones obedecen a un único Lucifer. ■ La consigna dada por Lucifer en la coyuntura presente a los diferentes demonios es una consigna única para todos. De donde se desprende que el reino de Satanás no está dividido y, por tanto, permanece. Esta consigna puede enunciarse así: «Sembrad horrores, desesperaciones y errores a fin de que los pueblos se aparten de Dios y le maldigan». También mis ángeles luchan en defensa del país que se le encomendó; mas no encuentran terreno propicio. Por lo que se ven en inferioridad con los enemigos infernales. Para vencer, deberían mis ángeles ser ayudados por quienes viven en el Bien, por los que viven en Mí. No los encuentran pues son pocos en demasía comparados con los que no creen ni aman ni perdonan ni saben sufrir”.
* “Es el caso de repetir: «Satanás ha reclamado el cribaros». Y resulta de la criba que la corrupción es como en tiempos del Diluvio. Cuando venga Cristo para vencer en su Profeta a su eterno Antagonista, encontrará pocos marcados con la Cruz en su espíritu”.- Jesús: “Es el caso de repetir: «Satanás ha reclamado el cribaros». Y resulta de la criba que la corrupción es como en los tiempos del Diluvio, agravada por el hecho de que vosotros habéis tenido a Cristo y a su Iglesia, mientras que en los tiempos de Noé no los tuvieron. Lo he dicho ya y lo repito: «Esta es la lucha entre el Cielo y el Infierno». No sois vosotros sino una mampara engañosa. Al socaire de vuestras filas batallan ángeles y demonios. Tras el pretexto que sois vosotros, ésta es la razón verdadera: la lucha de Satanás contra Cristo. ■ Es ésta una de las primeras selecciones de la humanidad que se aproxima a su última hora en la que se ha de separar la mies de los elegidos de la mies de los réprobos. Mas, por desgracia, la mies de los elegidos es escasa respecto a la otra. Cuando venga Cristo para vencer en su Profeta a su eterno Antagonista, encontrará pocos marcados con la Cruz en su espíritu”. (Escrito el 19 de Junio de 1943).
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1  Nota  : Padre Migliorini, su padre espiritual.
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43-137.- Las almas experimentan tentaciones, también Jesús las experimentó. ¿Por qué las permite Dios?
* Tentaciones grandes y pequeñas en las almas.- ■ Dice Jesús: “No debe extrañar que un alma experimente tentaciones. La tentación es tanto más violenta cuanto la criatura se encuentra más adelantada en mi Camino. Satanás es envidioso y astuto. Por eso despliega su inteligencia allí donde se precisa más fuerza para arrebatar un alma al Cielo. A un hombre mundano, que vive para la carne, no hay necesidad de tentarle. Sabe Satanás que trabaja ya por sí para matar su alma y le deja hacer. Mas el alma que quiere ser de Dios atrae sobre sí todo su furor. Ahora bien, no deben temblar las almas ni desanimarse. Ser tentados no supone mal. El mal está en ceder a la tentación. Se dan grandes tentaciones. Ante ellas, las almas rectas se aprestan inmediatamente a la defensa. Mas se dan otras que se denominan pequeñas tentaciones que os pueden hacer caer sin percataros de ellas. Son las armas refinadas del Enemigo. Echa mano de ellas cuando ve que el alma está en guardia y alertada contra las grandes. Entonces deja a un lado sus grandes medios y recurre a otros tan sutiles que os filtran por cualquier parte”.
“No es dado a mente humana conocer y penetrar en el secreto de aquella lucha entre lo divino y lo demoníaco”.-Jesús: ¿Por qué permito esto? ¿Qué mérito habría si no existiese lucha? ¿Cómo podríais llamaros míos si no bebieseis de mi Cáliz? ¿Qué creéis, que fuese mi cáliz únicamente el del dolor? No, hijitos que me amáis. Cristo —os lo dice Él mismo para infundiros ánimo— probó la tentación antes que vosotros. ¿Creéis que fue sólo la del desierto? No. Satanás fue entonces vencido con grandes medios en contraposición a sus grandes tentativas. Mas dígoos en verdad que Yo, Cristo, fui tentado más veces. No lo dice el Evangelio. Pero como lo expresa el Predilecto: «Si se hubieran de narrar todos los milagros obrados por Jesús, no sería la tierra suficiente a contener los libros». ■ Reflexionad, discípulos queridos. ¿Cuántas veces no habría tentado Satanás al Hijo del hombre para persuadirle a desistir de su evangelización? ¿Qué sabéis vosotros de las fatigas de la carne en el continuo peregrinaje, en el continuo evangelizar, y de los cansancios del alma que se veía y sentía rodeada de enemigos y de almas que le seguían, por curiosidad o con la esperanza de un provecho humano? ¡Cuántas veces, en los momentos de soledad, me envolvía el Tentador con el abatimiento! Y en la noche del Getsemaní, ¿no pensáis con qué refinamiento intentó vencer en la última batalla librada entre el Salvador del género humano y el Infierno?  No es dado a mente humana conocer y penetrar en el secreto de aquella lucha entre lo divino y lo demoníaco. ■ Sólo Yo que la viví la conozco y por eso os digo que Yo estoy donde se encuentra todo aquel que sufre por el Bien. Yo estoy donde se encuentra un continuador mío. Yo estoy donde se encuentra un pequeño Cristo. Yo estoy donde se consuma el sacrificio. Y os digo, almas que expiáis por todos, a vosotras os digo: No temáis, Yo estoy con vosotras hasta el fin. Yo, Cristo, vencí al mundo, a la muerte y al demonio al precio de mi Sangre. Y a vosotras, almas víctimas, os doy mi Sangre como contraveneno de Lucifer”. (Escrito el 1 de Julio de 1943).
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43-144.-Hay enfermedades físicas (mujer encorvada del Evangelio) y hay enfermedades del espíritu (que encorvan y embotan el alma) que tienen su raíz fuera de la carne, producidas por fuerzas extranaturales.
* A veces Dios da a sus predestinados enfermedades físicas que son pasaporte para el Reino divino. Satanás, a su vez, da con mucha más frecuencia enfermedades que son venganza contra los siervos de Dios o tributo impuesto a los pobres que cedieron a sus seducciones”.- ■ Dice Jesús: “En mi Evangelio no hay pasaje que no contenga referencias a lo sobrenatural. Hoy presento a tu consideración el hecho de la mujer encorvada desde hacía 18 años. Los pseudo-superhombres de ahora niegan que el demonio pueda producir enfermedades físicas. Muchas son las cosas que niegan los superhombres. Demasiadas. No advierten que ahora son ellos los «poseídos». Niegan la existencia de enfermedades producidas por fuerzas extranaturales. Y, eso no obstante, no saben diagnosticar ni curar con fuerzas naturales ciertas enfermedades. No las pueden, precisamente, porque hay ciertas enfermedades que tienen su raíz fuera de la carne a la que oprimen, pero que no nacen de ella. ■ Tienen su origen en la zona donde se agitan los reinos del espíritu. Dos son los reinos del espíritu: uno, celestial, que viene de Dios; otro, maligno, que viene de Satanás. A veces Dios da a sus predestinados enfermedades que son pasaporte para el Reino divino. Satanás, a su vez, da con mucha más frecuencia enfermedades que son venganza contra los siervos de Dios o tributo impuesto a los pobres que cedieron a sus seducciones. Pobres de una pobreza horrenda porque supone la pérdida de la verdadera riqueza: la de la gracia que os hace hijos y herederos de Dios. Los remedios humanos son inútiles en tales casos. Sólo el dedo de Dios cancela el decreto de la miseria y suscribe el de la liberación. Aquel que es liberado cura de la «posesión» si está  poseído. Y si el que es liberado entra en el Cielo, es que su enfermedad tiene su origen en Dios”.
* “Mas, aparte las enfermedades de la carne, están las del espíritu. Son obras del Maligno. Ellas os llevan a aberraciones morales peores aún que las enfermedades de la carne porque encorvan y embotan el alma”.-Jesús: “Mas, aparte las enfermedades de la carne, están las del espíritu. Son obra del Maligno. Ellas encorvan, os hacen rechinar y espumarajear, os embotan los sentidos y la palabra, os llevan a aberraciones morales peores aún que las enfermedades de la carne porque encorvan y embotan el alma. Yo, sólo Yo las puedo curar. El alma se ve liberada del influjo que tenía encorvada, se endereza y glorifica al Señor como la mujer del Evangelio. Tú misma lo pruebas. Muere tu carne y lo sientes. Pero ¡qué libre y fuerte te ves porque tu Maestro te ha curado! Una hegemonía varonil y pacífica ha invadido tu espíritu. Tienes la sensación de cadenas que han caído rotas a tus pies. Yo te digo ahora: «Sígueme». Sígueme con tu espíritu nuevo y no peques más para que Satanás no pueda tenderte su lazo. Si me sigues de cerca no te podrá dañar porque quien me sigue no peca y, no pecando, no se somete al que quiere hacer de vosotros mis enemigos”. (Escrito el 2 de Julio de 1943).
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43-150.- “Satanás agita abatimientos y temores. Es el arma que probó conmigo sobre todo en el Getsemaní. Me oprimió poniéndome delante lo que había de sufrir y cuán pocos habrían de sacar fruto de tal sufrimiento”. 
* “Satanás, de una voracidad insaciable, cuando, cual león rugiente, no puede acometer de frente, se insinúa rastreando. Es siempre la serpiente que trata de envolver sin dejarse sentir, con el desaliento y el temor. Sufrí aquel martirio del espíritu en el Getsemaní pensando en las «víctimas» de los siglos venideros que lo habrían de probar”.- ■ Dice Jesús:No deben sobrecogerte ciertos momentos de abatimiento y de temor. Se hallan ligados a la naturaleza humana en torno a la cual se agita siempre el Enemigo. Satanás es de una voracidad insaciable y tanto más crece su hambre cuanto su presa es más suculenta. Y en la medida del  hambre crece su odio contra Cristo y los cristianos. Los verdaderos cristianos. Por ello, nada deja de intentar. Y cuando, como león rugiente, no puede acometer de frente, se insinúa rastreando. Es siempre la serpiente que trata de envolver sin dejarse sentir, pronta a destrozar cuando lo consiguió. Por eso, al no poder de otra suerte, tienta con el desaliento y el temor. ■ Es el arma que probó también conmigo. No prosperó, mas ¿sabes cuántas veces echó mano de ella? La insidia más sutil y agobiante fue en el Getsemaní. Me oprimió poniéndome delante lo que había de sufrir y cuán pocos habrían de sacar fruto de tal sufrimiento. Sufrí aquel martirio del espíritu pensando en las «víctimas» de los siglos venideros que lo habrían de probar por obra de Satanás. Lo sufrí pensando en ti. Mas no temas. Mi martirio de entonces rescató vuestras debilidades y si vosotros no cedéis al enemigo, vuestra debilidad, producto del miedo, sólo del miedo, no tiene consecuencias”.
* “El tuyo de hoy ha sido un silbido ligero y basta. Tiempo ha, durante años, te atormentó. Mas el pasado no cuenta. Ahora persevera. Aun aquella prueba era útil”.- Jesús: “Satanás puede produciros estremecimientos de miedo, pero nada más, ya que Yo estoy al lado de mis amigos e imitadores. La posesión absoluta se produce cuando el alma se pone bajo el yugo de Satanás con el pecado. En caso contrario, es sólo venganza y turba la superficie sin que llegue a agitar la profundidad donde Yo reino. Es éste el sufrimiento más o menos atroz. El tuyo de hoy ha sido un silbido ligero y basta. Estás muy dentro de Mí para que el demonio pueda hacer más. ■ Tiempo ha, durante años, te atormentó fuertemente y no siempre te encontró firme hasta el punto de desatar su furor.  Mas… el pasado no cuenta. Yo te digo: persevera, el pasado murió. Aun aquella prueba era útil. Ahora ya está superada. Al presente sigue el surco de Dios, en el que te coloqué y no temas. Yo te lo digo: no temas. Y más te digo: supera desalientos de la carne, los miedos del espíritu. Si estuvieses sola para sufrir, criatura mortal, no podrías resistir. Mas Yo estoy contigo y tú sufres para Mí. Cree esto con fe y así cualquier arranque se te hará fácil porque el espíritu es más fuerte que la materia y es fortísimo cuando está unido a su Dios con nexo de caridad”. (Escrito el 4 de Julio de 1943).
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43-196.- Visión del demonio: en forma de animal repugnante.- Armas contra Satán: mi Sangre y vuestra buena voluntad.
* Compara mi Fulgor y mi Belleza con la negra monstruosidad de la Bestia. Hipnotiza a los no marcados con mi Sangre. Busca la oscuridad para actuar. Odia la luz. ¿Ya ves cómo hipnotiza a los que no están marcados con mi Sangre?”.-  ■ Dice Jesús:  “Compara mi Fulgor y mi Belleza con la negra monstruosidad de la Bestia. Por más que sea un espectáculo repelente, no te asustes al mirarla. Estás entre mis brazos y no puede acercarse a ti ni dañarte. ¿Lo ves? Ni siquiera te mira. ¡Tiene tantas presas a las que seguir…! ¿Qué te parece ahora: merece la pena dejarme a Mí para seguirla? Pues ya ves, el mundo la sigue y me deja a Mí por ella.  Mira cuán ahíta está y cómo palpita. Es la hora de su festín. Pero observa también cómo busca la oscuridad para actuar. Odia la luz, ¡y eso que se llama Lucifer! ■ ¿Ya ves cómo hipnotiza a los que no están marcados con mi Sangre? Redobla sus esfuerzos porque sabe que ésta es su hora y que se acerca la mía en que será vencido para siempre”.
* Que su repugnante fealdad te mueva a una diligencia y penitencia cada vez mayores por ti y por tus infelices hermanos que corren a su encuentro para recibir de él ayuda de una hora que habrán de pagar con castigo eterno”. Jesús: “En contraposición a nuestro operar el Bien uno y trino, su infernal astucia y su inteligencia satánica, son un continuo obrar el Mal con el fin de acrecentar sus presas. Mas de nada servirían su astucia y su inteligencia si en los hombres se hiciesen patentes mi Sangre y su buena voluntad. ■ Son hartas las cosas que al hombre le faltan para disponer de armas con las que hacer frente a la Bestia. Ella lo sabe y trabaja a cara descubierta sin siquiera ocultar ya sus horrendas apariencias. Que su repugnante fealdad te mueva a una diligencia y a una penitencia cada vez mayores, por ti y por tus infelices hermanos que tienen el alma ciega y seducida y no ven, o, aun viendo, corren al encuentro del Maligno para recibir de él ayuda de una hora que habrán de pagar con castigo eterno”.
* Visión del demonio.- “No Hay realidad humana que pueda personificar con exactitud ni la suprema la Belleza ni la Fealdad suprema”.- ■ Debo darle, Padre Migliorini, una explicación, ya que sin ella, nada se entiende. Desde la tarde del día 18 me está haciendo ver el buen Jesús un animalote horrendo, pero tan horrendo que me produce espanto y querría gritar. Y su nombre es conocido. El buen Jesús me da a entender que tal aspecto está muy por debajo de la realidad pues no hay realidad humana que pueda personificar con exactitud ni la suprema Belleza ni la Fealdad suprema.
■Paso ahora a describírselo: Paréceme ver un enorme hueco negro, negro, profundísimo. Entiendo que sea profundísimo por más que sólo vea su abertura ocupada del todo por un monstruo horrible. No es serpiente, cocodrilo, dragón ni murciélago, si bien tiene algo de todos esos cuatro. Cabeza alargada y puntiaguda, sin orejas y con dos ojos cocodrilescos y feroces al acecho siempre de la presa. Boca amplísima y armada de dientes muy afilados, atenta siempre a atrapar al vuelo al incauto que se pone al alcance de sus mandíbulas. La cabeza, en suma, es muy parecida por su forma a la de la serpiente, y por sus dientes a la del cocodrilo. Cuello alargado y flexible que presta gran movilidad a su enorme cabeza. Corpazo lúbrico recubierto de una piel (para entendernos) como la de las anguilas, o sea, sin escamas, de un color entre herrumbroso, violáceo, gris oscuro… no sé cómo. Incluso tiene el color de las sanguijuelas. Por detrás y en las ancas (digo “ancas” porque allí termina su vientre palpitante e hinchado de presas y se inicia su larga cola que termina en punta), tiene cuatro patas cortas y palmeadas como las del cocodrilo. En la espalda dos alazas de murciélago. La enorme bestia no mueve su corpachón asqueroso sino únicamente la cola que se retuerce describiendo “eses” de un lado a otro y su cabeza horrenda de ojos alucinantes y mandíbulas exterminadoras. ¡Misericordia divina, qué animalote tan horroroso! De su negro antro emanan tinieblas y horror. ■ Le aseguro que ayer que lo veía en su más viva realidad —y no sabía qué hacer— me venían deseos de gritar de miedo. Menos mal que advertía que nunca miraba hacia mí como por desprecio, desprecio al que correspondo con el mío. Si esto es más que una pálida reproducción de Satanás, ¿qué será en la realidad? ¡Es cosa de morirse dos veces seguidas sólo de verlo! ¡Menos mal que, si en un rincón se encontraba aquel animalote, cerca, muy cerca estaba mi Jesús, tan blanco, tan hermoso, tan rubio…! ¡Luz en la luz! Y así, confrontando la luminosa, confortadora figura de Cristo con la del otro, es como para compadecer a los infelices pecadores destinados al segundo por haber rechazado a Jesús. ■ Pues bien, ahora que lo he visto… querría no verlo ya más porque es por demás espantoso. Pediré para que vaya a caer en sus garras el menor número posible de desgraciados. Mas le pido al buen Dios que aparte de mi vista esta visión. Hoy se me presenta menos viva y doy por ello gracias al Señor. Y le estoy más agradecida porque la Voz tan querida me da a entender el por-qué de esta visión que ayer me aterrorizaba creyéndola destinada como advertencia para mí. (Escrito el 20 de Julio de 1943).
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43-241.-  El Impío (el que lleva el pecado hasta la perfección demoníaca).
* “Solo una criatura no gustó el sabor amargo del pecado: María. ¡Seno y Corazón de María!, dos perfecciones de pureza y amor. Solo en donde mora la Ciencia perfecta comprenderéis a María”.- ■ Dice Jesús: “Se lee en el Libro: «Él (el impío) será conducido al sepulcro y velará entre la turba de los muertos: grato al guijo del Horno, arrastrará tras de sí a todos los hombres y delante de sí hay una turba innumerable»Toda la humanidad es pecadora. Sólo una criatura no gustó, no digo el sabor amargo sino que digo más: el olor amargo del pecado. Y esta fue María, mi Madre dulcísima. Aquella que no me hizo añorar el Paraíso que dejé para hacerme Carne entre vosotros y redimir vuestra carne porque en María encontraba los candores eternos y los esplendentes amores que se dan en el Cielo. En Ella el Padre que la acariciaba como a la Perfecta entre las criaturas; en Ella el Espíritu Santo que la penetró con su Fuego para, de la Virgen, hacer la Madre; y, en torno de Ella, los coros angélicos adorando a la Trinidad en una criatura. ¡El seno de María! ¡El corazón de María! La mente más arrebatada en Dios no puede descender hasta lo más profundo ni elevarse hasta la cima de estas dos perfecciones de pureza y amor. Yo os las descubro, se las descubro a los más queridos de entre mis queridos. Mas sólo cuando os encontréis en donde mora la Ciencia perfecta, sólo entonces, comprenderéis a María”.
* “Hay el pecador únicamente pecador y el Impío, el discípulo más fiel del Demonio. De entre sus discípulos escogerá al más perfecto para hacer de él el Anticristo”.-Jesús: “Toda la humanidad es pecadora. Mas hay el pecador únicamente pecador y el impío, o sea, aquel que lleva el pecado hasta una perfección demoníaca. Porque el Demonio sabe alcanzar la perfección en el Mal y sus discípulos más fieles no son en esto menos que su maestro. Te lo dije ya: «Lucifer se esfuerza en imitar a Dios, en el mal naturalmente. Adopta las formas, diré así, de vida y de corte que tuvo el Hijo de Dios. El demonio hace por asemejarse a Cristo y, como Cristo, tiene apóstoles y discípulos. De entre ellos escogerá al más perfecto para hacer de él el Anticristo. Por ahora estamos en el período preparatorio de los precursores del mismo». Esto ya te lo dije (1). ■ El impío será conducido al sepulcro. Es natural. Lucifer puede conceder todos los auxilios a sus predilectos, a sus incondicionales, a sus esclavos, mas no la inmunidad de la Muerte, porque sólo Yo soy Vida y sólo Yo vencí a la Muerte. Por esto, cuando el impío completó la suma de la comisión del mal, Yo doy orden a la muerte de que se posesione de aquella carne. Y así esa carne conoce el horror del sepulcro que para el impío será verdadero sepulcro. ■ El sepulcro no es para los buenos, para los redimidos, para los perdonados,  porque creen y tienen como base la fe. El sepulcro es lugar donde la vestidura mortal torna a su naturaleza de polvo, dando salida al espíritu en espera de la hora en que, lo que fue creado, se transforme, para entrar en la gloria o en la condenación, con aquella perfección de creación que Dios estableció para el hombre, o sea, con la unión de un espíritu a una carne. Espíritu inmortal como Dios, su Creador y Padre, carne mortal como formada por un animal terreno, rey de la Tierra, heredero del Cielo; y es animal, no porque esté dotado de «alma», sino porque vive de un modo no menos bruto, y tal vez, más que los propios y verdaderos animales”.
* Los condenados se agitan en rabia del bien perdido y tanto menos descanso encuentran en su terrible tortura cuanto más impíos fueron. Mas el Impío, aquel que con su impiedad arrastró a otros a la impiedad y al pecado (éstos son las turbas de que habla el Libro) velará sobre su Delito. Castigo añadido”.- Jesús: “Las almas, una vez separadas de los cuerpos, tienen tres moradas. Y las tendrán hasta tanto no queden más que dos después del Juicio que no errará. Los bienaventurados gozan inmediatamente del descanso eterno. Los penados completan activamente su expiación pensando en la hora de su liberación en Dios. Los condenados se agitan en la rabia del bien perdido y tanto menos descanso encuentran en su terrible tortura cuanto más impíos fueron. ■ Mas el Impío, aquel que con su impiedad arrastró a otros a la impiedad y a otros empujó al pecado (éstos son los hombres y las turbas de que habla el Libro) será como una torre vigilante en un mar tempestuoso. Ante sí los muertos (en el alma) por él; ante sí el vivo recuerdo de tantos asesinatos de almas por él cometidos y el remordimiento que, desde el día en que Caín derramó la sangre de su hermano, no da paz al que mata, le flagelará mucho más atrozmente con los azotes infernales. Velará sobre su Delito que se lanzó contra Dios en sus criaturas y, como fiera enfurecida, hizo estragos en las almas. ¡Tremenda cosa tener ante sí la prueba de su mala acción! ¡Castigo añadido a los castigos! ¡Horrores sin número como sin número son las culpas del Impío entre los pecadores!”.
* “¿Sabes qué representan para Mí las almas entregadas al Amor? Mi Paraíso en la Tierra, un cachito del Cielo”.- Jesús: “Mas ahora, María, para consuelo de tu corazón abatido a la vista de unos retazos de otro mundo en el que no reina el Amor sino el Rigor de Dios, levanta el espíritu escuchando estas palabras que pronuncio exclusivamente para ti y para las almas como tú. ¿Sabes qué representan para Mí las almas entregadas al Amor? Mi Paraíso en la Tierra. Sois vosotras, que las lleváis, un cachito del Cielo en este pobre mundo y sobre ese cachito posa sus pies el Hijo de Dios para venir a encontrar sus delicias entre los hijos de Padre. Abre tu corazón a tu Jesús y dame tu corazón. Lo quiero como Médico y como Amigo de espíritu y de carne, como Esposo y como Dios que te escogió por tu fe y por tu audaz sentimiento de amor”. (Escrito el 7 de Agosto de 1943).
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1  Nota  : Dictado 43-101.
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43-441.- Jesús y María, en el dolor de la inmolación y en la hora de la muerte, frente al Enemigo.
* No hay otro como Jesús para enseñar a sufrir el martirio de amor. Mas así como Él, antes de su martirio, se alimentó de la leche materna, el pequeño redentor debe también vivir en María para llegar a ser otro Cristo. Jesús es fortaleza del alma. María  dulzura. “Y para no extraviarse en los últimos días de la tierra, te encierro en la morada de María. El Enemigo no penetra allí porque Ella es la victoriosa”.- ■ Dice Jesús: “Muéstrate intrépida frente a todas las fuerzas del Enemigo que pretende conturbarte movido de infernal envidia. En vano lanzará contra ti sus cuadrigas demoníacas. Mientras permanezcas fiel, cuatro demonios, cuatro más y cuatro multiplicado por diez serán menos que una brizna de hierba hollada por tu pie que va marcando sus últimos pasos para atravesar la distancia que aún te separa de la morada de tu amor… Permanece, permanece unida a Mí. A medida que se acerca la hora estate más unida a Mí. No hay otro como Jesús para ayudar ni otro como Jesús para instruir por su experiencia vivida ni otro como Él para enseñar a sufrir el martirio de amor. ■ Mas como, antes de padecerlo, hube Yo de crecer en la vida tomando como primer alimento la leche de mi Madre y, más adelante, la comida preparada por sus santas manos, así también todo pequeño redentor debe vivir en María, para formarse llegando a ser un Cristo. Jesús es fortaleza de vuestra alma. María es dulzura. Antes de beber el vinagre y la hiel es preciso beber el vino aderezado.  Y éste os lo proporciona la sonrisa reconfortante de María. Bálsamo que me hizo feliz en la tierra; bálsamo que me hace feliz en el Paraíso y, junto con Dios, hace feliz a todo el Paraíso. La sonrisa maternal de mi Madre es estrella en la vida y estrella también en la muerte. Y sobre todo, es estrella en el dolor de la inmolación. ■ Yo contemplé aquella heroica sonrisa atormentada de mi Madre, único consuelo, infinito consuelo que subía a mi patíbulo. La contemplé para impedir que la desesperación se apoderase de Mí. Contémplala también tú siempre. Contempladla vosotros, hombres que sufrís. La sonrisa de María pone en fuga al demonio de la desesperación. Vivid unidos a María de la que sois hijos al igual que Yo. Vive sobre el corazón de María, alma a la que quiero llevar al Cielo. Las manos de esta Madre, que nunca defrauda a sus hijos, rebosan de caricias para ti. Sus brazos te estrechan al seno que me llevó a Mí y su boca te dice las mismas palabras que a Mí me confortaron. ■ Para que no llegues a extraviarte en los últimos días de tu permanencia en la tierra, te encierro en la morada de María. Allí no tiene entrada la turbación porque Ella es la Madre de la Paz. El Enemigo no penetra allí porque Ella es la Victoriosa. Que María prenda en ti las llamas supremas de la Caridad puesto que Ella es la Hija, la Madre y la Esposa de la Caridad. Vuela todos los puentes tendidos entre ti y el mundo. Vive en Jesús y en María. Recuerda que, por más que el hombre llegase a dar todos sus bienes a cambio del amor, nada supondría todo ello, por cuanto el Amor es algo que, parangonado con Dios, —Amor de vuestra alma, fin verdadero de vuestra vida—  todo carece de valor. Lo único que cuenta es la posesión del amor. Y se posee Éste cuando por Él se renuncia a todo cuanto se tiene. Más tarde, María, llegará la paz. Este es tiempo de lucha. Mas para el que ama es lucha coronada con la victoria. Pronto vendré a cambiar tu corona de espinas por otra de gozo. Persevera. Marca con mi sello cada latido, cada esfuerzo tuyo. Grábalo con lágrimas en las fibras mismas de tu corazón. Yo soy Aquel que salvo y amo”. (Escrito el 19 de Octubre de 1943).
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43-490.- Después de la antiprofesión de fe del primo de María Valtorta el Señor instruye a ésta sobre la manera de tratar a estos infelices.
* Espero del buen Dios que compadezca esa ignorancia y perdone al ignorante, precisamente, por esa su ignorancia tan rotundamente manifestada.- ■ Después de haber  escuchado una antiprofesíón de fe de su primo José Belfanti, que tanto la hace sufrir, María Valtorta dice: Al cansancio de tener que soportar las voces en torno mío, pues querría vivir oyendo tan solo la “Voz” que Usted (1) sabe, a la que amo con todo mi ser, o recordando esa “Voz”, se ha unido hoy la doble fatiga de tener que oír… (la caridad, de la que tan altas enseñanzas acaban de darme, me impide escribir la palabra que me viene espontáneamente), ¿cómo diré?: palabras ignorantes. Espero del buen Dios que compadezca esa ignorancia y perdone al ignorante, precisamente, por esa su ignorancia tan rotundamente manifestada. De verdad me encuentro como si me hubiesen azotado. Tanto he sufrido por ello. Ha sido tan manifiesto, que él se ha dado cuenta y ha tratado de remediarlo trayéndome un dulce. ¡Qué amargo me sabía aquel dulce mezclado con la ofensa a Dios Eucarístico! No pudiendo, o mejor, no queriendo hablar por no excederme en la acritud, me he callado; mas sin duda, ha hablado mi semblante.

Respuesta de Jesús.
* “Son inútiles las palabras porque a tales almas las atruena Satanás y a éste se le vence con la oración y el dolor, no con discusiones en las que él es el maestro para persuadir de su doctrina”.- ■ Dice Jesús: “¿Con qué compararemos a ciertos pobres desgraciados? Con esos maníacos infelices que, mientras fuera luce un sol espléndido y tienen cerca de ellos afectos y alimentos, se niegan a salir, alimentarse, a conversar, recluyéndose, cual bestias salvajes en su cubil, dentro de la oscuridad y dejándose morir de inanición. ■ Son abismos de error y de horror, de odio tal vez, que colman la paciencia, la misericordia, el amor y el dolor. La paciencia, al tener que soportar sus ideas; la misericordia, al acercarnos a ellos a pesar de la repugnancia que nos produce la lepra de su espíritu; el amor, porque el amor es el vencedor y el medicamento más eficaz de todos; y el dolor, porque para comunicar la Vida y la Luz es preciso morir como el grano que sólo si muere proporciona alimento. ■ Basta que les deis estas cosas. Son inútiles las palabras porque a tales almas las atruena Satanás y a éste se le vence con la oración y el dolor, no con discusiones en las que él es el maestro para persuadir de su doctrina”.
* “Es natural que tú sufras. Para eso te pusiste entre el Maestro y el mundo”.-Jesús: “Es natural que tú sufras. Cuando una de aquellas palabras, antes de herir mis Carnes, han atravesado las tuyas pues para eso te pusiste entre el mundo y tu Maestro: para defender a tu Rey. Es el cometido de las víctimas. Mas Yo sobre cada herida te pongo un beso y por cada una te digo: gracias, María, por tu amor. Seas por ello bendita”. (Escrito el 1 de Noviembre de 1943).
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1  Nota  : Padre Migliorini.
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Zacarías cap. III (1)
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43-592.- El Señor es el debelador de Satanás cuyo odio crece a medida que se acerca la victoria final de Cristo.
* El Señor nos libró del mayor de los pecados, desobediencia al mandato de Dios (de ella derivaron las tres Furias: sed de poder, soberbia, concupiscencia) y de los demás pecados con su completa inmolación.- ■ Dice Jesús: “Yo soy Aquel que venció a Satanás. Molestias sin cuento me acarreó desde que vine al mundo, desencadenando contra Mí el odio del poder ciego y ávido, que siempre se imagina que otros puedan arrebatarle sus bienes usureados, azuzando contra Mí a la clase dirigente indigna que se sentía reprochada por mi buen comportamiento. Hasta mi palabra resultaba un reproche para ellos que, aún sin hablar, les hería por cuanto la santidad constituye reconvención para los indignos. Me suscitó enemigos y traidores e hizo dudar de Mí a los discípulos y amigos. Me cercó en el desierto, me oprimió con sus terrores en el Getsemaní y, no satisfecho aún, me arrebata de continuo los corazones de los hombres. La batalla entre ambos no llegará a su fin hasta tanto venga a ser juzgado el hombre en todas sus individualidades. Mas la victoria final será mía y eterna. ■ Ahora la Bestia infernal, siempre vencida y, por ello, cada vez más feroz, me aborrece con un odio infinito y, al objeto de herir mi Corazón, perturba la Tierra. Ahora bien, yo soy el debelador de Satanás. Por donde él discurre manchando, paso Yo purificando con el fuego del amor. Y si no hubiera continuado, con inagotable paciencia, mi obra de Maestro y de Redentor, estaríais ya, al presente, transformados todos en demonios. ■ Para purificaros del mayor de los pecados obedecí al deseo del Padre. El mayor de los pecados era la desobediencia al mandato de Dios. De ella se derivaron sed de poder, soberbia, concupiscencia: las tres Furias que os tienen sojuzgados bajo su dominio cuando no sabéis exterminarlas con una vida realizada en Dios. Con mi obediencia reparé Yo esa desobediencia primera. Para purificaros de los demás pecados, me cubrí con las ropas miserables de iniquidad que constituían vuestros vestidos y para extraer de los mismos la maldad de toda estirpe, los empapé con mi Sangre lavándoos con Ella. Más tarde llegó la gloria, pero antes fue el dolor. Más tarde llegó el derecho de juzgar; pero antes estuvo el deber de expiar. Más tarde fui constituido fundador del nuevo Templo en el que se encuentra la fuente santísima del Espíritu septiforme; pero antes hube de ser Yo la Víctima inmolada para purificar la Casa de Dios”.
* Llamada a los sacerdotes. ¿No sabéis que esas almas que os confío, las adquirí con mi muerte?.- Jesús: “Y ¿qué os parece a vosotros, sacerdotes, a quienes resulta pesado el ligero yugo del cumplimiento de vuestro deber, que resultó fácil para Mí ser sacerdote? ¿Quién de  vosotros, por muy agobiado de preocupaciones que esté, se vio oprimido por tormentos semejantes a los míos? ¿No sabéis que esas almas que os confío, las adquirí con mi muerte? No consintáis que se pierdan. Arrancádselas a Satanás a costa de vuestra vida igual que se las arranqué Yo al precio de la mía. ■ Para aprenderlo no tenéis sino estudiarme a Mí. No es preciso ser sabios. Buscad únicamente a Dios y Dios, es decir, Yo, os iluminaré”. (Escrito el 3 de Diciembre de 1943).
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1 Nota : Zacarías Cap. III: Yavé me presentó ante mis ojos a Josué, el gran sacerdote. Estaba éste frente al Ángel de Yavé, y tenía a su derecha a Satán, que le estaba acusando. El Ángel de Yavé dijo a Satán: “Que te contenga Yavé, que te haga callar… ¿No parece Josué como un tizón sacado del fuego?”… Pues Josué estaba con ropas sucias… Y el Ángel de Yavé ordenó: “Quitadle los vestidos sucios”… Y le vistieron con traje de fiesta… Y el Ángel a Josué: “Si marchas por mis caminos tú gobernarás mi casa… He aquí que voy a traer a mi Servidor, llamado Brote… Pongo delante de Josué una piedra sobre la que hay 7 ojos… sobre ella escribo absolución y quitaré la iniquidad de esta Tierra en un solo día…”.
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44-10.-La belleza de Judas fue un arma manejada por Satanás que le sedujo con la concupiscencia del dinero, carne y poder. Y por estas tres Némesis, a las que no quiso vencer, llegó a ser deicida.
* “Cuando Satanás quiere hacerse con alguien le ofrece mujer, para cuya conquista ha de disponer de dinero y de honores. Mas, una vez que se hace con él, le niega dineros, honores y mujer, dándole únicamente desesperación y muerte”.- Dice Jesús: “Juan murió anciano; mas el peso de los años no nubló en él aquel candor angelical que no conoció otra llama que la del amor divino ni otras caricias que las de mi Madre. Era el más joven del grupo apostólico. Detrás de él, en edad, venía el Iscariote que, por la edad, podía haber sido como Juan. Mas no lo fue. Y si no fue virgen tampoco llegó a ser casto tras haberme conocido. Era un impuro. Y la impureza impide, cual  ninguna otra pasión, la obra de Dios en los corazones y favorece la de Satanás. Su rostro ya lo conoces. Es ése. Se te apareció como el Seductor, porque, en efecto, por su belleza se asemejaba al Bellísimo, que se rebelara contra Dios y que es padre de todos los enemigos de Dios. También la hermosura es un arma en manos de Satanás que no deja de imprimir en sus instrumentos su carácter de seducción atrayéndolos de este modo hacia el abismo en que se encuentra y así morderles en el corazón inoculándoles el triple pecado. Y tenía en su corazón la concupiscencia del dinero, de la carne y del poder. Y por estas tres Némesis que le perseguían y a las que no quiso vencer, llegó a ser deicida. ■ Cuando Satanás quiere hacerse con alguien le ofrece mujer, para cuya conquista ha de disponer de dinero y de honores. Mas, una vez que se hace con él, le niega dineros, honores y mujer, dándole únicamente desesperación y muerte. Juan era el sol del grupo apostólico. Judas, las tinieblas. Era el hijo de la Mentira. Mi Luz y mi Verdad no pudieron penetrar en él. Y si, no obstante sus prevenciones, pude hacer de Natanael un convencido, y de Leví un convertido porque en el primero no había engaño y en el segundo resistencia a la gracia, nada, en cambio, pude hacer con Judas ya que el alma estaba poseída y Yo no podía penetrar en ella porque él me cerraba la entrada. Si me siguió fue por esperanza humana y por avaricia humana me traicionó. Vendió a Cristo a sus crucifixores y su alma a Satanás que desde hacía años era su instigador”.
* “Satanás no es como Dios que da, aunque no le deis, para conquistaros para Sí. Satanás quiere el ciento por uno, a cambio de una hora de triunfo”.- Jesús: “Porque Satanás no es como Dios que da, por más que no le deis vosotros, para que os conquiste para Sí. Satanás quiere el ciento por uno. Os quiere a vosotros para siempre a cambio de una hora de triunfo efímero. Recordadlo. ■ Aguanté a esta sierpe en el grupo a fin de enseñar a los hombres a soportar y a insistir para salvar. Ni uno solo de los pensamientos de Judas me era desconocido y fue para Mí la pasión anticipada el tenerle a mi lado. Un tormento que vosotros no contempláis pero que no fue menos amargo que los otros. Os enseñé a soportar las cosas y a las personas molestas, porque ¿qué persona puede haber más repulsiva que un traidor? ■ María, la vida de Cristo constituye una enseñanza hasta en los detalles más nimios, y te doy instrucciones sobre ellos porque quiero que me conozcas y me imites, incluso en las cosas más pequeñas. Te bendigo». (Escrito el 2 de Enero de 1944).
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44-24.-“El mundo niega el poder y la presencia del Demonio”.- Satanismo.
* El Demonio, en el Abismo, ha querido instaurar una copia de la corte celestial y en sus manifestaciones se disfraza de espíritu de luz para engañar y atraer al error. Tan solo los espíritus vivificados por la Gracia ven lo que hay más allá de las apariencias y conocen al Seductor mientras que los demás se convierten en juguetes del mismo. ■ Dice Jesús: “Entre las muchas cosas que el mundo niega, hinchado como está hoy día de orgullo y de incredulidad, es una de ellas el poder y la presencia del Demonio. El Ateísmo negador de Dios niega también, lógicamente a Lucifer, el creado por Dios, el rebelde de Dios, el Adversario de Dios, el Tentador, el Envidioso, el Incansable y el Simulador de Dios. ■ Ya os dije (1), cómo Satanás, que llegó a ser tal por un pecado de soberbia, ha querido también ahora que ha sido precipitado desde los reinos del Altísimo —a los que intentó dar el asalto—, a lo más profundo del Abismo en donde sólo hay tinieblas y horror, ha querido instaurar en aquellas profundidades una copia de la corte celestial y tener sus ministros, sus ángeles, sus súbditos y sus hijos; y en sus manifestaciones se disfraza de espíritu de luz, cubriendo su aspecto y su pensamiento bajísimos con ropajes engañosos copiados del Altísimo a fin de atraeros al error. ■ Mas aquellos que viven realmente con su espíritu vivificado por la Gracia, protegidos por la triple virtud, advierten el sonido falso, ven lo que hay más allá de las apariencias y conocen mediante especial intuición al Seductor tras la forma en que se manifiesta. Los demás, no sólo los ateos que niegan sino también los tibios que se adormecen, los indiferentes que no se aperciben, los distraídos que no reflexionan, los imprudentes que locamente se lanzan adelante, no pueden ver a Satanás tras las hipócritas e inofensivas apariencias, llegando a ser juguetes del mismo”.
* “No es cuento de mujerzuelas ni superstición medieval. Satanás existe y es incansable en el mal. La palabra del Salmo no es una bella frase como tampoco la palabra del apóstol. Como león rugiente merodea en vuestro derredor. Opera en las tinieblas con la sutileza propia de una serpiente. No necesita palabras. Su mirada, lo mismo que la mía, penetra en vuestro corazón”.- Jesús: “No neguéis la existencia de Satanás, hijos que venís a perderos por negar siempre y negar todo. No es cuento de mujerzuelas ni superstición medieval. Es cruda realidad. Satanás existe y es incansable en el obrar. En lo alto, Dios es incansable en el bien. En lo profundo, Satanás es incansable en el mal. La palabra del Salmo no es una bella frase piadosa como tampoco es una bella frase oratoria la palabra del Apóstol (2). Como león rugiente merodea Satanás en vuestro derredor y opera en las tinieblas para llevaros a sí, por más que, a la sazón, vuestra incredulidad, vuestra indiferencia y vuestro ateísmo le permitan operar abiertamente, a plena luz, puesto que le abrís de par en par las puertas de vuestra alma y con vuestros deseos inmoderados le decís: «Entra. Para que en esta hora de la tierra pueda tener yo lo que quiero, te hago señor de mi ser». ■ Si así no fuese, no habríais podido llegar a esta forma de vivir a la que habéis llegado que causa horror a Dios, a sus santos, a sus siervos y a sus hijos. Pero tened en cuenta que, bien metafóricamente, artificial o realmente, Satanás opera en las tinieblas con la sutileza propia de una serpiente. Por más que os vea ya apartados de Dios, aún no se atreve a presentarse a vosotros a cara descubierta y deciros: «Soy, yo. Seguidme». Porque sabe lo viles que sois tanto en el mal como en el bien y así, aún son muy pocos los que, de entre vosotros, tendrían la suficiente audacia para atreverse a decirle en este explícito encuentro: «Voy». Sois hipócritas hasta en el mal y, deseando su ayuda, no osáis confesar este deseo. Mas Satanás no tiene necesidad de palabras. Su mirada, lo mismo que la mía, penetra en vuestro corazón. Yo veo vuestra libídine satánica. Él la ve igualmente y obra”.
* “Tras haber intentado destruir a Cristo tentándole, a la Iglesia con épocas de oscuridad, al Cristianismo con cismas y a la sociedad civil con sectas, ahora, en vísperas de su manifestación preparatoria para el final intenta destruir conciencias después de haber destruido las mentes con el racionalismo y la ciencia apartada de Dios”.- Jesús: “Tras haber intentado destruir a Cristo tentándole (3), a la Iglesia procurándole épocas de oscuridad, al Cristianismo con los cismas y a la sociedad civil con las sectas, ahora, en vísperas de su manifestación preparatoria para el final, intenta destruir vuestras conciencias después de haber destruido ya vuestra mente. Sí, destruido. Destruido, no como capacidad de pensar como hombres sino de pensar como hijos de Dios. El racionalismo y la ciencia apartada de Dios han destruido vuestra mente de dioses y ahora pensáis igual que lo haría el fango: a nivel del suelo. No advertís a Dios impreso con su sello en las cosas que vuestros ojos ven y así, para vosotros son: astros, montes, piedras, aguas, hierbas, animales. En cambio, para el creyente son obras de Dios y, sin más, se adentra en la contemplación y en la alabanza del Creador a la vista de los innumerables testimonios de su poder que os rodean haciendo agradable vuestra existencia y siendo de utilidad para vuestra vida. ■ Ahora Satanás da asalto a las conciencias y ofrece la fruta antigua (4): placeres, avidez de saber, soberbia y sacrílega esperanza de llegar a ser dioses mordiendo en la carne y en la ciencia. Y el placer os transforma en animales devorados por la lujuria, repulsivos, enfermos, condenados en esta y en la otra vida a las dolencias de la carne y a la muerte del espíritu. Y la avidez de saber os pone en manos del Engañador porque con vuestra ilícita codicia de querer desentrañar lo que son los misterios de Dios, tratando de imponer a Dios vuestro deseo de conocerlos, hacéis que Satanás pueda prenderos en las redes de los errores. Me dais compasión y me causáis horror. Compasión porque estáis locos y horror porque estáis empeñados en serlo y marcáis las carnes de vuestra alma con el signo de la Bestia rechazando la Verdad por la Mentira”.
* “«No se puede servir a un mismo tiempo a Dios y a Satanás» No. Donde está el uno, el otro no está. Extraviados como estáis ya, hasta el punto de haber abrazado la nefasta religión que Yo llamo «SATANISMO» esa parodia de la religión que es al propio tiempo sacrilegio y delito recordad que Yo no tengo necesidad de tinieblas, de soledad ni de magnetismos para venir”.-Jesús: “¿Cómo podéis creer que Satanás os haya de servir? En modo alguno. Es mucho más fácil que os conceda Dios lo que pedís, siendo cosa lícita, que no que os la dé Satanás. Satanás se hace servir y os aseguro que por una hora os exige toda la vida y por un triunfo toda la eternidad. ¿Podéis acaso creer que cuando decís: «Quiero», Dios quiera también? No. Dios tan solo quiere lo que para vosotros es bien. No todo cuanto vosotros queréis.  ¿Cómo podéis engañaros pensando que a un simple mandato vuestro, Dios y sus ministros vengan a vosotros? No. Tan sólo una vida casta y piadosa, una vida coronada por las tres antorchas de la fe, esperanza y la caridad, una  vida protegida por las demás virtudes practicadas en contra de Satanás, del mundo y de la carne, una vida vivida en mi Ley y en esta doctrina contenida en mis cuatro Evangelios, doctrina que es la misma desde hace veinte siglos —y seguirá idéntica mientras existan la Tierra y el hombre— solo una vida «cristiana», esto es, una vida semejante a la de Cristo, de obsequio, de obediencia y de fidelidad al Padre, de generosidad constante, pueden obtener a vuestro espíritu esa purificación y esa sensibilidad que os dispongan para poder recibir a Dios y a sus ministros de un modo tan sensible que os comuniquen el gozo de la visión y de la palabra sencillamente inspirada o realmente pronunciada. ■ Dije Yo: «No se puede servir a un mismo tiempo a Dios y a Satanás» (5). No. Donde está el uno, el otro no está. Vuestra vida es un signo de pertenencia tanto para Dios como para Satanás. Si sois capaces de reflexionar —dando por supuesto que aún tengáis un ápice de vuestra alma libre de la posesión letal— examinaos a vosotros mismos, examinad vuestras obras e inspiraciones que recibís. Si las veis un tanto al menos humanamente honestas, decid: «Puede que aquí esté el poder de Dios». Mas si son contrarias a la moral sobrehumana, podéis decir sin lugar a dudas: «Aquí no puede estar Dios sino el Enemigo». ■ Y vosotros, extraviados como estáis ya hasta el punto de haber abrazado la nefasta religión que Yo llamo «satanismo» —esa parodia de la religión que es al propio tiempo sacrílego y delito— recordad que Yo no tengo necesidad de tinieblas, de soledad ni de magnetismos para venir”.
* Mis discípulos pueden decir cuán sencilla, dulce, espontánea y total sea mi venida a ellos. Tras de cada contacto advierten que su materia va perdiendo peso y adquiere espiritualidad. Yo vengo a ser ellos y ellos vienen a ser Yo. No existe ya la criatura. Únicamente existo Yo. Ellos son una gota de sangre en mi Corazón. Lo que Satanás no da ni puede dar: el llegar a ser semejantes a Dios”.- Jesús: “Yo soy la Luz al igual que lo son también mis santos. Yo sé arrobar en medio de una muchedumbre y aparecer como Sol a pleno día. Mis discípulos pueden decir cuán sencilla, dulce, espontánea y total sea mi venida a ellos; cómo les consuela además de rodearles y abismarles en la luz y esas armonías que son el Cielo venido a ellos. ■ Ellos pueden decir cómo tras de cada contacto, advierten que su materia va perdiendo peso y adquiere espiritualidad; cómo tras de cada fusión va muriendo la carne cada vez más y voy Yo viviendo en ellos con más y más intensidad. Yo, el Vencedor de la carne, instrumento de Satanás, y por ello vencedor de Satanás. Ellos pueden decir cómo, renovándose cada vez más profundamente, mueren simultáneamente de una manera mística resurgiendo más espiritualizados. Ellos pueden decir qué paz, qué serenidad y equilibrio haya en ellos; y, tal vez, qué inteligencia, qué amor y qué pureza, no humana sino más aún sobrehumana: Mía, porque Yo vengo a ser ellos y ellos vienen a ser Yo. No existe ya la criatura. Únicamente existo Yo. Ellos son una gota de sangre en mi Corazón. El que vive y reina soy Yo. Yo les hago dioses porque los asimilo a Mí. Lo que Satanás no da ni puede dar: el llegar a ser semejantes a Dios, Yo lo doy a estos mis discípulos al fundirlos conmigo y deificarlos mediante tal fusión”. (Escrito el 8 de Enero de 1944).
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1  Nota  :  Dictado 43-101.   2  Nota  :  Salmo 109; 1 Pedro 5,8.   3  Nota  : Cfr. Mt.  4,1-11; Mc. 1,12-13; Lc.  4,1-13.   4  Nota  : Cfr. Gén.  3,1-5.   5  Nota  : Cfr. Mt. 6,24; Lc. 16,13.
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44-67.- El Infierno: el reino de Satanás (1).
* De este olvido (de las verdades) que, en realidad, es un desprecio de las verdades eternas, se derivan tantos males a los hombres.- Teoría sacrílega promueve la salvación de J. Iscariote.- Dice Jesús: “Te hice ver el monstruo del Abismo (2) y hoy te voy a hablar de su reino. Tu misión es hacer presentes a tus hermanos las verdades que en demasía se han olvidado, y que de este olvido que, en realidad, es un desprecio de las verdades eternas, se derivan tantos males a los hombres. Escribe pues esta página dolorosa. Después te conforta­ré. Es la noche del viernes. Mientras escribes, mira a tu Jesús que muere en la cruz entre tales tormentos que se los puede parangonar con los del Infierno y que quiso semejante muer­te para salvar a los hombres de la Muerte. Los hombres de este tiempo ya no creen en la existencia del Infierno. Se han forjado un más allá de su gusto y tal, que resulta menos atemorizante a sus conciencias mere­cedoras de gran castigo. Discípulos más o menos fieles del Espíritu del Mal, saben que su conciencia retrocedería ante ciertos malhechos si realmente creyeran en el Infierno tal co­mo la Fe les enseña que es. Saben que su conciencia, una vez hecho el mal, tornaría sobre sí misma y el remordimien­to les llevaría a la conversión, el miedo al arrepentimiento y con el arrepentimiento encontrarían el camino por el que volver a Mí. Su malicia aleccionada por Satanás, del que sois siervos o esclavos (según sea su grado de adhesión a los deseos y sugestiones del Maligno), no quiere tales retrocesos ni retornos y así anula la fe en el Infierno como realmente es y se forja otro, si es que se lo forja, que no viene a ser sino un descanso para emprender otras elevaciones futuras. Esta su teoría llega hasta el extremo de hacer creer sa­crílegamente que el más grande de los pecadores de la huma­nidad, el hijo amado de Satanás, aquel que era ladrón, como se dice en el Evangelio (3), que era concupiscente y ganoso de gloria humana, como digo Yo, el Iscariote, que por ham­bre de la triple concupiscencia, hízose mercader del Hijo de Dios y por treinta monedas y con la contraseña de un beso —valor monetario irrisorio y valor afectivo infinito— me pu­so en manos de los verdugos, pueda redimirse y llegar hasta Mí a través de fases sucesivas. No. Si él fue el sacrílego por excelencia, Yo no lo soy. Si él fue el injusto por excelencia, Yo no lo soy. Si él fue quien derramó mi Sangre con desprecio, Yo no lo soy. Y perdonar a Judas sería cometer un sacrilegio contra mi Divinidad traicionada por él; sería una injusticia contra todos los demás hombres, siempre menos culpables que él y que, ciertamente, son castigados por sus pecados; sería menospre­ciar mi Sangre y sería, en fin, hacer de menos a mis leyes. Yo, Dios Uno y Trino tengo dicho que lo que se halla destinado al Infierno permanece por toda la eternidad ya que de esa muerte no se sale a nueva resurrección. Tengo dicho asimismo que aquel fuego es eterno y que a él serán echados todos los operadores de escándalos e iniquidades. Ni creáis que esto sea hasta el trance del fin del mundo. No, sino que, tras la imponente revista, más cruel aún resultará aquella morada de llanto y de tormento porque lo que al presente se les concede a sus huéspedes como infernal solaz suyo —el poder dañar a los vivientes y ver precipitarse en el abismo a nuevos condenados— ya no será desde entonces y así la puerta del reino nefando de Satanás será remachada y enclavijada por mis ángeles para siempre, para siempre, para siempre, un siempre cuyo número de años carece de nú­mero y respecto al cual, si los años vinieran a ser granitos de arena de todos los océanos de la tierra, sería menos que un día de esta mi eternidad inmensurable, hecha de luz y de gloria en lo alto para los benditos y de tinieblas y horror para los malditos en lo profundo”.
* El Purgatorio es fuego de amor y el Infierno fuego de rigor. El Infierno es el lugar en el que el pensamiento y el recuerdo de Dios, entrevisto en el juicio particular, es remordimiento, rabia, condenación y odio. Odio: contra Satanás, contra los hombres, contra sí mismo. Tormentos: Fuego, Hielo, Oscuridad.-Jesús: “Te dije que el Purgatorio (4) es fuego de amor y el Infierno fuego de rigor. El Purgatorio es lugar en el que, pensando en Dios cuya Esencia brilló ante vosotros en el momento del juicio particular llenándoos del deseo de poseerla, expiáis las faltas de amor hacia vuestro Señor Dios. Por medio del amor conquistáis el Amor por grados de caridad cada vez más encendida, laváis vuestro vestido hasta dejar blanco y resplandeciente para entrar en el Reino de la Luz cuyos fulgores te mostré hace unos días. ■ El Infierno, en cambio, es el lugar en el que el pensamiento de Dios, el recuerdo de Dios entrevisto en el juicio particular después de la muerte de cada uno en este mundo, no es, —como para los purgantes deseo santo, nostalgia triste si bien llena de esperanza, esperanza plena en tranquila espera con una paz segura de alcanzar la perfección que será la conquista de Dios y que confiere al espíritu purgante una gozosa actividad purgativa,  pues cada pena, cada instante de pena le aproxima a Dios, su amor— sino que es remordimiento, rabia, condenación y odio. ■ Odio contra Satanás, odio contra los hombres y odio contra sí mismos. Odio contra Satanás. Tras haber adorado a Satanás durante la vida teniéndole en el puesto de Dios, ahora que poseen a Satanás y contemplan su verdadero aspecto, no velado bajo la fascinante sonrisa de la carne, bajo el brillo deslumbrador del oro o bajo la potente manifestación de su supremacía, le odian por ser causa de su tormento. Odio contra los hombres. Tras haber adorado, olvidando su dignidad de hijos de Dios, a los hombres hasta el punto de convertirse en asesinos, ladrones, estafadores, mercaderes de inmundicias para ellos, ahora que se encuentran de nuevo con aquellos sus amos por quienes mataron, robaron, estafaron, vendieron el propio honor y el de tantas criaturas infelices, débiles e indefensas, haciéndolas instrumento de vicios desconocidos hasta de las fieras —de la lujuria, atributo del hombre envenenado por Satanás— ahora les odia por ser causa de su tormento. Odio contra sí mismo. Tras haberse adorado a sí mismos procurando a la carne, a la sangre, a los siete apetitos de su carne y de su sangre todas las satisfacciones pisoteando la Ley de Dios y la Ley de la moralidad, ahora se odian al verse causa de su tormento.  La palabra «odio» tapiza aquel reino sin límites; ruge en aquellas llamas; brama en las voces de los demonios; solloza y ladra en los lamentos de los condenados; suena, suena y resuena como una eterna campana a rebato; retumba como una eterna bocina de muerte; llena de sí los rincones todos de aquella cárcel; es, de por sí, tormento, ya que, a cada sonido, renueva el recuerdo del Amor perdido para siempre, el remordimiento de haber consentido en su pérdida y la rabia de nunca más volverle a ver. El alma muerta, al modo de esos cuerpos lanzados a las llamas o a un horno crematorio, se retuerce y rechina como agitada de nuevo con un movimiento vital y se excita al comprender su error y muere y renace a cada instante con sufrimientos atroces y así el remordimiento la mata en una blasfemia y esta occisión la trae de nuevo a la vida con un nuevo tormento. La magnitud del delito de haber traicionado a Dios en el tiempo, lo tiene de frente el alma por toda la eternidad, lo mismo que la equivocación de haber rechazado a Dios en el tiempo, lo tendrá el alma presente para su tormento por toda la eternidad. ■ El Fuego. En el fuego las llamas toman las figuras de lo que adoraron en la vida y así las pasiones se presentan pintadas con pinceladas incandescentes bajo las formas más apetitosas rechinando una y otra vez este su «memento» (5): «Preferiste el fuego de las pasiones pues ahí tienes ahora el fuego encendido por Dios de cuyo Fuego Santo te burlaste». Y el fuego se corresponde al fuego. En el Paraíso es donde arde el fuego del amor perfecto; en el Purgatorio el fuego del amor purificador y en el Infierno el fuego del amor ofendido. Puesto que los elegidos amaron con perfección, el amor se entrega a ellos con toda su Perfección. Puesto que los purgantes amaron con tibieza, el Amor hácese llama para llevarlos a la Perfección. Y pues los malditos ardieron en todos los fuegos menos en el de Dios, el Fuego de la ira de Dios les abrasa eternamente. Y en el fuego hay también hielo. ■ El Hielo. ¡Oh, no os podéis imaginar qué sea el infierno! Tomad cuanto es el tormento en la tierra para el hombre: fuego, llama, hielo, aguas torrenciales, hambre, sueño, sed, heridas, enfermedades, llagas, muerte; haced una suma única de todo ello y después multiplicadla millones de veces. Tan sólo tendréis una sombra de aquella tremenda realidad. Al ardor insoportable, irá unido el hielo sideral. Los condenados ardieron con todos los fuegos humanos habiendo tenido para su Señor Dios únicamente hielo espiritual. Y así los aguarda el hielo para congelarlos tras haberlos tostado al fuego como peces puestos a la llama para asar. Tormento sobre tormento será este pasar del ardor que dilata al hielo que condensa. ¡Oh!, no es éste un lenguaje metafórico, pues Dios puede hacer que las almas, gravadas con las culpas cometidas, tengan la sensibilidad de la carne aun antes de que ésta las revista. Vosotros no lo sabéis ni creéis. Pero, os digo en verdad que sería mejor para vosotros sufrir todos los tormentos de los mártires que no una hora de torturas infernales. ■ La Oscuridad. El tercer tormento será la oscuridad. Oscuridad material y espiritual. ¡Haber de estar así siempre entre tinieblas después de haber visto la luz del Paraíso, tener que estar  abrazado a la Tiniebla tras haber visto la Luz que es Dios! ¡Debatirse en ese tenebroso horror en el que únicamente se ilumina, con el reverbero del espíritu en llamas, el nombre del pecado que les hundió en tal horror! ¡No encontrar otra salida en aquel hervir de espíritus que se odian y maltratan mutuamente sino la desesperación que les vuelve locos y malditos! ¡Nutrirse de ella, mantenerse en ella! Está dicho: «la muerte será el alimento de la muerte» (6).
“Os lo digo Yo, que soy el que creó aquel lugar: cuando para sacar del Limbo a los que aguardaban mi venida, descendí a él (Infierno), Yo, Dios, quedé espantado de aquel horror”.-Jesús: “Os lo digo Yo, que soy el que creó aquel lugar: cuando para sacar del Limbo a aquéllos que aguardaban mi venida, descendí a él, Yo, Dios, quedé espantado de aquel horror. Y si las cosas hechas por Dios, al ser perfectas, son inmutables, habría querido hacerlo menos atroz ya que soy Amor y quedé dolorido por aquel horror. ¡Y aún queréis vosotros ir allá!  ■ Meditad, hijos, estas palabras: a los enfermos se les suministran medicinas amargas, a los afectados por tumores se les cauteriza y saja el mal. Estas palabras son, para vosotros, enfermos y cancerosos, medicina y cauterio de cirujano. No las rechacéis. Usad de ellas para curaros. La vida no dura sino estos pocos días de la tierra. La vida comienza cuando os parece que termina y ya no tiene fin. Alejaos del Atormentador eterno, Satanás”. (Escrito el 15 de Enero de 1944).
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1  Nota  : El Infierno. (“El Hombre-Dios”: 10-13-433).
.  a) Para conocer la doctrina bíblica sobre el Infierno, conviene leer en sus respectivos contextos, los trozos que se refieren a la morada de los muertos (scheol o Ades), a las grandes maldiciones, a los terribles castigos, sufrimientos; llanto, rechinar de dientes, gusanos, corrupción, laguna, azufre, fuego, humo, fuego que no se apaga, fuego eterno, etc…  Por ejemplo:
.   -A. T. fuego y azufre: Gén. 19,1-29; scheol: Gén. 37,28-35; fuego: Lev. 10,1-7; castigos terrenos: Lev. 26,14-39; scheol, tierra que se abre y engulle, fuego: Núm. 16,16-35; maldiciones: Deut. 28,15-68; fuego, profundidad del scheol: Deut. 32,1-44; bajada al scheol: 1 Sam. 2,1-11; scheol: 1 Sam. 28,15-19; 2 Sam. 12,15-23; fuego del cielo, contra los malvados: 2 Rey. 1,1-18; fuego, gusanos, llanto eterno: Jdt. 16,17; Purgatorio: 2 Mac. 12,38-46; scheol: Job 7,1-11; 10,18-22; 14,1-22; 16,12-22; Sal. 6,5-6; 15,7-11; 29,2-10; 48,15-20; 87, 2-13; 88,47-49; 89,3-11; Eccl.17,21-27; scheol, abismo: Is. 14,3-21; fuego, azufre, para siempre: Is. 34,9-10; scheol: Is. 38,9-20; fuego que no se apaga: Is. 66,18-24; fuego: Jer. 15,10-14; fuego eterno: Jer. 17,1-4; scheol: Bar. 2,11-18; scheol, lugar subterráneo: Ez. 32,17-32; oprobio, y horror eternos: Dan. 12,1-4.
.   -N. T. scheol: Mt. 16,13-28; gehena del fuego eterno: Mt. 18,5-10; maldición, fuego eterno, pena eterna: Mt. 25, 31-46; gehena, gusano que no muere, fuego que no se apaga: Mc. 9,42.50; fuego del cielo que castigue a los malos: Lc. 9,51-56; condenación: Ju. 5,25-29; tinieblas: Ju. 8,12; scheol: Hechos. 2, 22-27. 54-57; tinieblas: Col. 1,9-14; descendimiento de Jesús a los infiernos: 1 Pe. 3,18-4,6; scheol: Ap. 1,17-20; segunda muerte, esto es, eterna: Ap. 2,8-11; scheol: Ap. 6,7-8; fuego, azufre: Ap. 14,6-13; humo: Ap. 19,1-4; scheol: estanque o laguna de fuego para los condenados: Ap. 20,11-15; laguna de fuego, de azufre, segunda muerte: Ap. 21,1-8.
.  b) El scheol  (o Ades) es, pues, la morada de los muertos, bien sean infantes o adultos, buenos o malos.
.  c) Por lo que toca  a la morada de los malos, los trozos bíblicos, que se refieren a ella, contienen elementos útiles para comprender qué cosa sea el Infierno de los condenados. Teniendo en cuenta todos los anteriores textos del A. y N. Testamento, tal vez el Infierno se podría describir de modo siguiente:
.  Es un lugar subterráneo, profundo. Es un abismo, es, al mismo tiempo, una laguna y un horno, donde hay corrupción y gusanos eternos. Es un lugar con fuego y humo, eternos, destinado a los malditos, a los condenados: esto es, para el demonio y sus ángeles, y para los hombres que han muerto dos veces: muertos a la vida terrena y muertos voluntariamente a la caridad divina. Con toda razón la S. Iglesia en sus letanías de los Santos, se dirige al Padre clementísimo y, con gemidos, dice: “Líbranos, Señor, de la muerte eterna”.
2  Nota  : Dictado 43-196.   3  Nota  : Juan 12,4-6.   4  Nota  : Dictados 43-432 y 43-448,  relatados en el tema “Muerte-Resurrección”.   5  Nota  : Palabra latina, tomada de la liturgia, que significa: “Recuerda”. 6  Nota  : «la muerte será el alimento de la muerte». Esa frase no está tomada a la letra, mas su concepto aparece con frecuencia en la Biblia, sobre todo en el Apocalipsis. (Ibidem al final).
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 44-503.- Tentación del Demonio a María Valtorta para imitar con palabras suyas el estilo del Maestro.
* “Yo escribo tan solo lo que recibo de las diversas «voces» y nada más. Nada mío. ¡Atrás!”.- ■ Hoy ningún dictado; no por ausencia de la Voz sino por mi incapacidad para recibirla. Turbada en exceso, casi delirando, con una crisis idéntica a la de aquellos días de Viareggio (1), no me hallo en disposición de entender. No están ya para ello mi corazón ni mi pobre cabeza. ¡No están para ello! ¡Señor, piedad! Tú pasaste una agonía en el Getsemaní… pero a mí ¿cuántas me das? ¿Cuántas son las almas desesperadas que han de recobrar la paz a través de mi tormento? (2) ■ Para colmo de mi tortura, desde las 16 a la 17 he tenido que sostener una desagradable tentación. El Tentador trataba de persuadirme a hacer, con fines humanos, una simulación. Me decía: “Escribe con palabras tuyas, pues con un poco de cuidado puedes imitar muy bien el estilo del Maestro. Escribe lo que te convenga para poner en evidencia, más que nada, a quien te ha proporcionado tanto dolor. Él es un credulón y caerá enseguida”. Le he respondido: “No. Jamás me valdré de la mentira para cosa alguna y menos para ésta. Aun en contra de mi conveniencia, yo escribo tan sólo lo que recibo de las diversas «voces» y nada más. Nada mío. ¡Atrás!”. Ha sido una lucha prolongada… Sudaba como si estuviese en un horno. Por fin he vencido, si bien el demonio se ha vengado agudizándome todas las nostalgias, pavores y desconsuelos…  ¿Quién sabe de estas luchas? Si la razón y la vida se prolongan y llegamos a vernos, ya le explicaré mejor. Ahora no le digo más porque, con la crisis de esta mañana y la lucha de hoy, me encuentro aniquilada. (Escrito el 4 de Julio de 1944).
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1  Nota  : El año 1944 estuvo marcado por ocho meses de evacuación, durante la 2ª guerra mundial, que obligó a María Valtorta dejar su casa de Viareggio para refugiarse en S. Andrés de Cómpito, barrio del Municipio de Campannori en la provincia de Lucca.  2  Nota  : María Valtorta  había hecho el propósito de ofrecer todos los días una penitencia por los desesperados.
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45-15.- Visión de Satanás desnudo, en forma humana.
* ¿Por qué su venida? “Porque le habías rechazado en su principal elemento: la soberbia”.-  ■ Padre Migliorini, de no haber sido la hora de queda habríale mandado llamar, pues tan atemorizada he quedado con la aparición del demonio, un verdadero demonio sin camuflaje alguno, o sea: un personaje alto, delgado, fumoso, de frente baja y estrecha, cara puntiaguda, con ojos hundidos de un mirar verdaderamente malvado, irónico y falso, que por poco no me doy a gritar pidiendo auxilio. ■ Me encontraba rezando en la oscuridad de mi habitación al tiempo que Marta estaba en la cocina y, precisamente, le rezaba al Corazón Inmaculado de María, cuando, junto a la puerta cerrada, se me ha aparecido él. Con ser más negro que la propia oscuridad, aún he visto todos los detalles de su cuerpo desnudo y feo, no por deformidad sino por un no sé qué de ferocidad y de serpentino que emanaba de todos sus miembros. No le he visto ni cuernos ni cola, ni tampoco pies ahorquillados ni alas como generalmente se le representa. Ahora bien toda la monstruosidad se manifestaba en su expresión. Para indicar lo que era debería decir: Falsedad, Ironía, Ferocidad, Odio y Asechanza. Esto era cuanto daba a entender su expresión engañosa y malvada. Se reía de mí y me insultaba. Pero no osaba acercarse a mi lado sino que se estaba allí clavado junto a la puerta. Ha estado por espacio de unos diez minutos y se ha marchado. Mi sudor era frío y caliente a la vez. ■ Mientras aún me duraba el espanto y me preguntaba el por qué de tal venida, Jesús me ha dicho: “Porque tú le habías rechazado muy duramente en su principal elemento”. (Mientras rezaba a María, me había tornado insistente la… no sé cómo llamarla, porque no es voz, idea ni juicio sino algo que dice: “Si no hubiera sido por ti habría acaecido tal cosa. Gracias a ti, por ser tan amado de Dios, no ha sucedido tal otra”. No sé si obro bien o mal, pero me parece que hago bien cuando, al sentir esto digo: “Vete de aquí, Satanás, no me tientes porque, si es Jesús el que esto me dice, lo acepto; mas ningún otro lo debe decir para despertar en mi la propia complacencia”). Así pues, dice Jesús: “Porque tú le habías rechazado muy duramente en su principal elemento: la soberbia. ¡Oh, si te pudiese hacer caer en ella! ¿Te has fijado bien? ¿No has notado cómo su aspecto, o mejor dicho, su soberanía o paternidad aparece y se trasluce en quienes le sirven siquiera sea temporalmente? ■ No debes reparar en si se te aparece él en persona o con el aspecto desagradable de un animal repugnante y libidinoso, de un monstruo hinchado con el fermento y levadura de la lujuria. Esto porque esa pobre criatura es un vertedero de muchos vicios y pecados, de los que los carnales son en ella los mayores. ■ Piensa en todos aquellos que de diferentes modos te han sobresaltado y hecho sufrir. En aquellos que, en una ocasión tal vez, fueron instrumentos de Satanás para un alma fiel causándole dolor y llevándola a la desolación. ¿No tenían al herir la misma expresión de despecho cruel que has visto a la perfección en él? ¡Oh, cómo se trasluce en cuantos le sirven! Mas no temas, puesto que mal alguno te puede hacer si tú permaneces conmigo y con María.  Te odia y esto sin medida. Pero se ve impotente para dañarte. Si no reclamas tu alma para ti y la dejas al abrigo de mi corazón, ¿cómo quieres que él pueda causar daño a tu alma? ■ Escribe esto y también las otras visiones menores que has tenido. El Padre debe conocerlas todas y no es sin un fin determinado el que las sepa. Debes saber que se acerca el tiempo de mi primavera, la que doy a mis predilectos. Las violetas y las vellorinas constelan los prados en primavera. La coparticipación en mis dolores constela en mis amigos los días de preparación  para mi Pasión. Marcha en paz. Y a  fin de disipar el miedo que aún te embarga, Yo te bendigo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. (Escrito el 26 de Enero de 1945).
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 45-30.-María Valtorta hace relación de las manifestaciones demoníacas sufridas por ella.
* El demonio suscita en ella el miedo de estar engañada y de tener que dar cuenta de ello un día a Dios, incluso, a los hombres. Pero lo de ayer anoche fue amenaza explícita, directa. Consuelo que le proporcionan la Madre y el Hijo.- Le tengo contados, P. Migliorini, la poco agradable visita y el presagio de ayer noche. Ya vio usted mi semblante “de susto”, pues así me lo indicó al entrar. No sabía qué semblante tuviese; mas impresionada sí que estoy. Y esto no pasa con el discurrir de las horas. No es la primera vez, bien lo sabe usted, que Satanás me molesta tentándome con esto o aquello. Y ahora que no tienta la carne lo hace con el espíritu. De un año a esta parte me viene molestando de cuando en vez. La primera fue cuando me tentó en aquellos días, tremendos para mí, de abril de 1944 al prometerme su ayuda si le adoraba. La segunda, cuando asaltó con aquella sutil, aguda, violenta y prolongada tentación del 4 de Julio de 1944 proponiéndome que imitase el lenguaje del Maestro para confundir al que me había ofendido. La tercera, cuando sugirió hacer con los dictados una obra mía y publicarla, para obtener con ella reputación y lucro. La cuarta, cuando, en Febrero de este mismo año (creo que fuese ya Febrero) se me apareció (es la primera vez que he llegado a verle, ya que las otras veces lo he sentido tan solo) aterrorizándome con su aspecto y con su odio. Y por último, la quinta, ayer anoche. ■ Éstas han sido las grandes manifestaciones de Satanás, si bien yo atribuyo al mismo todas las otras cosas más pequeñas que proceden de los demás y me quieren inducir al orgullo, a mi propia complacencia, al engaño tal vez con las apariencias o también a persuadirme de que soy una perturbada y todo fruto de desequilibrios psíquicos. Hasta los choques con los parientes y con la autoridad e, incluso, hasta con los camioneros, yo los atribuyo a Satanás. Hace lo que puede y más de lo que puede con tal de disgustarme y llevarme a la iniquidad, a la rebeldía y a la persuasión de que es inútil rezar y de que todo es mentira. ■ Le confieso que ayer noche me inquieté sobre manera. No es la primera vez que me suscita el miedo de estar engañada y de tener que dar cuenta de ello un día a Dios e, incluso, a los hombres. Sabe usted muy bien que esto precisamente constituye mi terror, siempre aliviado por Jesús y por usted, Padre mío, y, con todo, siempre renacido. Ahora bien, eran pensamientos “míos” sugeridos, es cierto, por Satanás, pero en fin de cuentas, fabricados por mí. Pero lo de ayer noche fue amenaza explícita y directa. Me dijo: “¡Haz, haz lo que quieras! Yo te emplazo para el momento decisivo, para el último momento. Entonces te persuadiré efectivamente de que siempre mentiste a Dios, a los hombres, y hasta a ti misma, y de que eres una engañadora y entonces es cuando caerás en un verdadero terror, desesperada por estar condenada. Y de tal modo te expresarás que quien te asista entenderá que ésa es una última retractación tuya para poder presentarte ante Dios con menos pecados. Tú y quien se encuentre a tu lado estaréis persuadidos de ello. Así morirás… y los demás quedarán perplejos… Te espero, sí… Y tú espérame a mí. Nada prometo que no cumpla. Ahora me hastías sin medida; mas entonces seré yo quien lo haga contigo y me vengaré del todo… Me vengaré como solo yo sé vengarme”. Y se fue dejándome tan mal… ■ Vino después la dulce Madre, afable, y amorosa con su vestido blanco, sonriendo y acariciándome. Me regaló asímismo Jesús con la más letificante de sus sonrisas. Mas, no bien me dejaron, volví a caer en mi marasmo… que aún perdura. ■ Cuando se apodera de mí con tal fuerza este pensamiento, me vienen tentaciones de decir: “Ya no escribo ni una sola palabra por más presiones que se me hagan para ello”. Pero después pienso y digo: “Esto es lo que quiere Satanás” y no doy oídos a esta sugestión. Es tiempo de pasión, ¿no es cierto? Habrá quienes, por una idolatría infusa en cierto modo en el hombre, aun en el bueno, adoran a la portavoz, al ídolo, olvidando que ella es tan solo un instrumento y que el único adorable es Dios. Y habrá también quienes me desprecien a la espera, por fines varios, de hechos portentosos en mi persona y, sobre todo en este tiempo de Pasión. Tal vez usted mismo los espera como cosa natural en mi caso. Usted por justa espera y los otros por desprecio o idolatría. Le aseguro que prefiero el desprecio a María Valtorta que no la idolatría a mi persona. Esta me causa un enojo atroz. Paréceme que me desnuden en una plaza y me desvalijen mi precioso tesoro… ¡qué sé yo!  Mire, sufro mucho, por ello. El desprecio no me hiere tanto si se dirige a María Valtorta. Basta con que  no se perjudique a los “dictados” ni se los tome por una burla o una locura… ■ Mas por encima del deseo más o menos santo y honesto de tantos está el querer, o mejor, la bondad de Dios que escucha a su pobre María, la cual siempre rogó y continúa en sus ruegos diciendo: “He aquí tu «víctima». Que sea todo lo que Tú quieres, mas, nada de signos exteriores”. Ni aún esta manifestación de Dios en mí habría querido yo… Mas quiso Él que yo fuese su fonógrafo y… ¡paciencia! Pero más… ¡no, no, no! Todas las enfermedades habidas y por haber antes que señales manifiestas. Sufrir cuanto Él sufrió, participar de su agonía; pero que lo sepamos tan solo Él, usted que es mi Padre, y yo. Y basta.
* Es tiempo de Pasión y María Valtorta sufre su oculta pasión.- ■ Mas si en este tiempo de Pasión yo defraudo a quien idolatra y a quien escarnece, puesto que no soy materialmente “una apasionada”, le aseguro que vivo mi pasión. Y más que este redoblado sufrimiento físico del cuerpo que se siente abatido y roto por los golpes y fatigas del Gólgota, de la cabeza dolorida por la corona cruel, de las distensiones y calambres, de la angustia y congestión de esta tortura, de la sed y de la fiebre, del decaimiento y excitación del suplicio, lo que para mi supone “pasión” es siempre esto que yo llamo “mi Getsemaní”, o sea, la oscuridad que me cerca llenándome de fantasmas y de pavores… el temor y el terror del futuro y de Dios… y la cercanía del Odio al tiempo que el Amor se ausenta. Esto, esto es lo que provoca la sed, la fiebre, las lágrimas de sangre, los gemidos y el desfallecimiento. ■ Le aseguro que esta hora es igual en intensidad a la que me tocó sufrir el pasado año cuando Dios me dejó sola e incluso le puedo decir que “es más fuerte” puesto que aún hace mal por más que se halle Dios conmigo. Espero haberme explicado, si bien ciertas torturas se explican muy mal y son entendidas todavía peor lo mismo por quien es padre espiritual, por un idólatra, por un curioso, por un estudioso o un escarnecedor del fenómeno. Sería bien no obstante que estos tres últimos probasen lo que nos toca probar… ¡Pero no! Es mejor que no lo prueben. Los idólatras escaparían tal vez poseídos de temor por lo que se figuraron ser muy distinto y los curiosos, los estudiosos y escarnecedores llegarían a maldecir a Dios… Por eso… apliquemos los hombros a mi yugo, hagamos desaparecer el tóxico y… adelante. Señor, no se haga mi voluntad, sino la tuya. He aquí a tu esclava y tu víctima. Hágase de mí lo que Tú quieres; mas, por tu bondad, solo te pido que me des fuerza para poder sufrir y que no me dejes sola. “Mane nosbiscum Domine, quoniam advesperascit et inclinata est jam dies…” (1). (Escrito el 19 de Marzo de 1945).
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1  Nota  : Cfr. Lc. 24,29.
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 45-107.-  Comparación entre el fenómeno de María Valtorta y el de Dora (1).
■ Dice Jesús: “Aquí me tienes para explicarte muchas cosas. No me agradan las preguntas, las tuyas especialmente, pues tienes inteligencia suficiente para entender las respuestas que te doy a través de los dictados contenidos en las visiones. Mas aquí, ahora que las cosas se han desenvuelto como debían y no hay influencias en sentido alguno, hablo y te explico. Tus preguntas, aquellas que Yo reputo de justicia admitirlas, son:
* Iª pregunta: “¿Por qué hay tanta diferencia entre tus manifestaciones y las de Dora?”.- ■ Te respondo: “Debes saber que Yo adecúo las manifestaciones al ambiente y al fin para los que las suscité. Tú recibiste misión de ser voz mundial. Debes cantar el himno de la Misericordia y del Amor, de la Sabiduría y de la Perfección para todos los oídos, para todos los corazones, para todas las inteligencias y para todas las almas. Por eso, tras haberte formado con esa capacidad —y no te ensoberbezcas porque todo cuanto tienes te lo proporcioné Yo para esta misión, incluso la enfermedad hasta el verte sola, todo— te hice «voz» completa, un gigante, siendo tú un pigmeo. Mas no eres tú sino Yo en ti. Por lo que Yo soy el gigante, mi pequeña Cristófora, que portas a Cristo, si bien eres portadora por Él. ■ Dora está destinada a hacer amar a Dios en medio de los hombres que ni el Pater saben recitar bien e ignoran las nociones más elementales de la religión. Sí, —podría hacerlo— pero  si ella hablase como Yo te hablo a ti, ¿quién la entendería? Hay páginas de lo que Yo te dicto que les dan qué pensar a los doctos. ¿Podrían éstas ser entendidas por los humildes para los que Yo la hice instrumento? ¿Ves cómo Dios es bueno y justo? ¿Y cómo también humilde? Se aniquila amoldándose al instrumento y a quien le escucha y soporta confidencias y expresiones que no soportaría en ti, ya que tú sabes comportarte y en ti sería falta de respeto lo que en Dora es únicamente simplicidad que me hace sonreír porque me parece estar aún oyendo a aquellos ingenuos galileos que me hablaban como hombres del pueblo. No todos pueden ser Juana de Cusa, ¿no te parece?”.
* II ª pregunta: “¿Cómo es que menudean tanto estos casos?”.- ■ Te respondo así: “La Providencia se comporta benignamente con sus criaturas. La corrupción general y existente con anterioridad a la guerra y siempre «in crescendo», la relajación del clero, la guerra atroz, las doctrinas deletéreas, la soberbia de los… sabioncillos o que por tales se tienen, han hecho de tal manera disminuir la fe, que ella acabaría por morir de consunción. Y —es doloroso decirlo— el agente que más daño causa a la fe es el clero sobre cuyas faltas te he dictado muchas veces. He aquí entonces que, como en una noche sin luna, aparecen más numerosas las estrellas y se vislumbran hasta las más pequeñas, sirviendo todas a proporcionar un mínimun de luz con la que guiar al viandante nocturno, así también en la asociación de los católicos a los que faltan luces mayor —lee: clero activo— se dan estrellas y estrellitas. El tiempo último será el del espíritu y entonces, estas luces, estas voces pulularán para suministrar una guía a los rectos de corazón que andarán a tientas en la calígine de los materialismos, racionalismos y sectarismos en los que tomarán parte activa los sacerdotes. ■ Y Dios se dará a conocer como siempre a sus hijos con su vitalidad verdadera, no con la mecánica, fría y automática prestada por quien no cree, así grite «¡fe!, ¡fe!» por ser éste su oficio. ¡Oh!, ¿qué son los que así gritan? ¿Plañideras contratadas o charlatanes a sueldo? Estas y éstos, una vez cumplida su labor, se alejan sin que para nada estén convencidos de la bondad de lo que ensalzaron ni les abata el dolor de lo que lloraron. En verdad, en verdad, os digo que tendrá más poder una «pequeña voz» aunque diga faltas de gramática pero transmitiendo palabras procedentes de Dios, que no el actuar utilitario y falto de convicción de gran parte del clero. Por esto estoy Yo y suscito aquí y allí mis «voces», cosa que siempre haré por más que se me combata a través de ellas. Y lo haré cada vez más cuanto más vea a mi grey en poder de pastores ídolos”.
* IIIª pregunta: “¿Podría acaecer el día de mañana lo que hasta el presente no se ha producido?”.- (o sea, una acusación contra mis fenómenos). ■ Te digo: “Cierto, podría ocurrir y el demonio hará todo lo posible porque así suceda. Por eso te ruego que ayudes mucho a tu hermana de misión, la cual, por su misma ignorancia y también por estar menos formada que tú —pequeña luchadora que te bates desde la adolescencia, y aún antes más, contra la Tentación por amor mío, águila pequeña bien armada que sufriste mordiscos y perdiste plumas pero fuiste curada de las heridas satánicas volando cada vez más alto sobre cumbres cada vez más puras para ser cauterizada y medicinada por Mí: Sol—  la cual, por todo esto, es menos sensible que tú para sentir, distinguir y reaccionar, pudiendo sucumbir a un asalto más astuto que los demás del Maléfico, empeñado en abatiros: a ti y a ella; pero a ti mucho más que a ella porque tu radio de acción es más amplio y potente que el de Dora. ■ Y digo aquí que sería preciso que Dora se nutriese del Pan Eucarístico con mucha frecuencia. Si Satanás no lo quiere, lo quiero Yo. También la Confesión le ayudará, más que nada porque le proporcionará paz en los escrúpulos que el Enemigo le ha de suscitar en el corazón. Por eso ésta puede ser menos frecuente; mas la Eucaristía es la que ha de ser su fortaleza”.
* IXª  Pregunta: “¿Por qué el demonio la atormenta de ese modo?”.- ■ Te respondo “que a ella la atormenta materialmente porque no podría hacerlo como a ti con psicosis más refinada. Contigo es sutil e inteligente y te hiere en tu yo psíquico. Ella, pobre criatura, no llegaría a entender los problemas con que te agita presentándotelos para meterte en dudas y pavores. Y así a ella la coge de los cabellos y la golpea. Pues bien, ruega por ella que tendrá tanto, tanto que sufrir. ¡Pobre Dora! Sostenla. Es tu hermana. ¡Que no se pierda! ¡Que no resulte para su daño el haber sido llamada! Tú ya ves cómo Satanás puede inocular su veneno en los discípulos. Ruega para que esto no suceda aquí. Ella se encuentra en una gran prueba y en una encrucijada. ■ Enséñale todo esto al Padre (2) pues es una lección para ti y para él y para ninguno más. No quiero desobediencia alguna. Y ahora descansa. Queda en paz con el cuerpo cansado pero con el alma tranquila. Te bendigo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”. (Escrito el 19 de Diciembre de 1945).
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1  Nota  : Dora.- Se trata de Dora Barsotelli,  de la que se decía estar favorecida  por manifestaciones sobre cuyo origen María Valtorta tenía sus aprensiones y sus dudas. 2  Nota  : Padre Migliorini.
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45-123.- “Satanás sabe por anticipado. Y si no me reconoció por el Cristo antes de la hora fue por especial poder divino. Él vio tu misión desde el primer destello”.
“Satanás no es solo astuto y envidioso sino también espíritu inteligente. No perdió esta cualidad, solo que ahora la emplea para el mal. Da vueltas sin descanso alrededor de las almas para escuchar sus secretos coloquios con Dios”.- ■ Dice Jesús: “Dile esto al Padre (1): que Satanás es no solo astuto y envidioso sino también espíritu inteligente. No perdió esta su cualidad de cuando fue arcángel esplendoroso, solo que ahora la cumple para el mal. Él sabe por anticipado. Y si no me reconoció por el Cristo antes de la hora fue porque se realizó a mi favor una operación de especial poder divino. Mas, tan pronto se manifestó mi misión de profeta y justo, me comprendió. ■ Tú… ¿ya sabes cuándo se inició tu misión? No. No lo sabes. Mas él la vio desde su primer destello e inició su obra. Y así es con tantas otras cosas. Satanás es astuto y da vueltas sin descanso alrededor de las almas para escuchar sus secretos coloquios con Dios que tienen lugar aun sin saber la propia persona que tiene su alma en coloquio con Dios. Vete en paz”. (Escrito el 25 de Diciembre de 1945).
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1  Nota  : P. Migliorini.
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45-124.- Para M. Raffaelli. “Tu hijo no es responsable de lo que Satanás le hace decir. Dije pensando en ti: «En las enfermedades se oculta muchas veces Satanás para hacer que se maldiga al Señor» y tengo dicho: «El dolor de las madres es salvación para sus hijos»”.
* “¡Marcha, camina con tu cruz! Llévatela por ti y por él. No tengas prisa pues son cosas largas. Podrías incluso no verlas terminadas… y desde el Cielo, con más poder, podrías ayudar a tu hijo”.- ■ Dice Jesús: “¡Es tiempo de gracias! ¡Es tiempo de Gracia! Yo vine a traer paz a los hombres de buena voluntad. Escribe por tanto y remítele, para su tranquilidad a María Raffaelli (1) lo que te voy a  decir”.
Dice Jesús para M. Raffaelli:
“Mi paz sea contigo y cuanto te voy a decir sea para ti río de pacífica espera y de pacífico sufrir al que mi promesa, que nunca miente, hace soportable. Hija mía, mucho es lo que sabes de lo que los hombres enseñan de Mí; mas poco de lo que realmente soy y opero. Escucha. Es el Señor quien te habla, es la Sabiduría, es la Verdad. Una cosa es ser atormentados y otra muy distinta el querer ser atormentados. Lo primero es una desventura que no va más allá del día terreno y que muchas veces cesa antes de transponerlo. Y lo segundo un pecado por ser «Connivencia con el querer satánico». Esto último no afecta a tu hijo. Cuando él delira no es él quien habla. ¿Es responsable un fonógrafo de lo que sale de su bocina? ¿Verdad que no lo es? Pues bien, de igual manera tampoco es responsable tu hijo de lo que el «Otro» le hace decir. Yo ni escucho esas palabras porque con el Maldito echo mano del silencio de los labios y de los oídos. No escucho sus palabras que no son suyas y retumban en el aire. Contemplo a este pobre hijo mío y tuyo, madre dolorosa, y mi compasión se vuelca sobre él. Dije Yo pensando en ti: «En las enfermedades se oculta muchas veces Satanás para torturar y para hacer que se maldiga al Señor». Tengo dicho también: «El dolor de las madres es salvación para sus hijos». Así es, María. El Cielo se halla poblado de hijos a los que salvaron sus madres. ¡Marcha, camina con tu cruz! Llévatela por ti y por él. La suya es aún mayor que la tuya. ¡Oh, madre buena!, ¿no estás contenta de ser el Cirineo de tu hijo? Mi Madre susurra: «¡Hijo mío, si yo hubiese podido llevar tu cruz…!». No tengas prisa pues son cosas largas. Podrías incluso no verlas terminadas mientras dura tu jornada mortal. Podrías subir con esta fe —fe, ¿entiendes?, que no esperanza— con esta fe en lo que digo al Cielo y allí con más poder ayudar a tu hijo… ¡Oh no te lamentes! La espera no pasa de un instante allá arriba y después llega el gozo de verlo hermoso, sano, bueno, y feliz para siempre. Para siempre, para siempre. Lo que parece un castigo es tan solo un medio. Lo que tiene apariencias de condena es, por el contrario, salvación. Su cruz es expiación terrena de sus culpas de hombre. Yo, que soy justo, no hago pagar dos veces. Ten fe. Sosténle con tus oraciones. Dámelo, ofrécemelo. Di: «Te lo confío a Ti». El bálsamo que discurre de mis heridas jamás está inerte. Hija mía, la paz esté contigo y con quien se asemeja a ti… Y con tu hijo mi misericordia”. (Escrito el 26 de Diciembre de 1945).
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1  Nota  : María Raffaelli, de Catelnuovo de Garfagnana (Lucca), tenía un hijo, Antonio, con handicap que ocasionaba graves problemas a la madre y a sus dos hermanas Rosa y Dina. Para la historia es interesante añadir que la Raffaelli fue la causa involuntaria del primer contacto de María Valtorta con el P. Romualdo Migliorini. Al saber que la enferma carecía de asistencia espiritual, marchó a decírselo al P. Pedro M Peronni del convento de San Andrés de los Siervos de María en Viareggio al que conocía. Éste hubo de pedirle permiso al propio superior para tomar a su cuidado a María Valtorta. Mas el superior que lo era a la sazón el Padre Migliorini y que estaba al acecho de una ocasión para ir donde la enferma de la que ya alguno habíale hablado, le respondió: “Ya voy yo”.
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45-128.-Y Lucifer se convirtió en «Satán», nombre dado directamente por Dios. Significado del nombre «Satán».
“Segundo en belleza de cuanto existe. Ejecutor, mensajero, portador de la luz. Al verse en Dios, porque Dios le envolvía con su luz (los ángeles le veneraban como el espejo mas acabado de Dios), se admiró. En el ser de todo lo creado hay todas las fuerzas buenas y malas que luchan entre sí hasta que una de las dos partes vence para proporcionar el bien o el mal. Lucifer atrajo hacia sí la soberbia. Quiso que no hubiese más que él… Yo soy. La palabra que solo Dios puede pronunciar. Y fue Satán”.- Dice Jesús: “Su primer nombre fue Lucifer que, en la mente de Dios, quería decir «alférez o portador de luz» o, lo que es lo mismo, de Dios, porque Dios es Luz. Segundo en belleza entre todo lo que existe, era un espejo terso que reflejaba la insostenible Belleza. En las misiones destinadas a los hombres él hubiera sido el ejecutor del querer de Dios, el mensajero de los decretos de bondad que el Creador habría transmitido a sus felices hijos sin Culpa, para llevarlos cada vez más a lo alto en su semejanza. El portador de la luz, mediante los rayos de esta luz divina que portaba consigo, habría hablado a los hombres y éstos, al estar exentos de Culpa, habrían comprendido esos destellos de armónicas palabras impregnadas por completo de amor y de gozo. Al verse en Dios, al ver a sí mismo y ver a sus compañeros, porque Dios le envolvía con su luz y se gozaba en el esplendor de su arcángel; y porque los ángeles le veneraban como a espejo más acabado de Dios, se admiró. ■ Debía admirar únicamente a Dios. Mas, en el ser de todo cuanto ha sido creado se encuentran presentes todas las fuerzas buenas y malas que luchan entre sí hasta que una de las dos partes vence para proporcionar bien o mal, del modo como en la atmósfera se hallan todos los elementos gaseosos por ser necesarios. Lucifer atrajo hacia sí la soberbia. La cultivó, la aumentó e hizo de ella arma y seducción. Quiso que no hubiese más que él. El que ya era tanto, quiso el todo. Sedujo a los menos reflexivos de entre sus compañeros distrayéndoles de la contemplación de Dios como suprema Belleza y, al conocer las futuras maravillas de Dios, quiso ponerse él en lugar de Dios. Con su mente turbada se vio ya al frente de los hombres futuros, adorado por ellos como poder supremo. Y pensó: «Conozco el secreto de Dios. Sé sus palabras. Me es manifiesto su designio. Puedo todo cuanto Él quiere. Como presidí las primeras operaciones creativas puedo continuarlas. Yo soy». La palabra que solo Dios puede pronunciar fue el grito de ruina para el soberbio. Y fue Satanás. ■ Fue «Satán». En verdad te digo que el nombre de Satán se lo dio directamente Dios y es una de las primeras revelaciones que hizo Dios al espíritu de un desgraciado hijo suyo vagante por la tierra. Y así como mi Nombre Santísimo tiene significado que una vez te indiqué, escucha ahora el significado de este nombre horrendo. Escribe como te indico:

.                                   S                   A                   T                 A                    N

.                           Sacrilegio    Ateísmo        Torpeza      Anticaridad     Negación
.                           Soberbio      Adverso        Tentador    Ávido             (E)nemigo
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Eso es Satán y esto son también los que están aquejados de satanismo. Y es demás: seducción, astucia, tiniebla, ligereza y perversidad. Las 5 letras malditas que integran su nombre aparecen escritas a fuego sobre su frente fulminada y son las 5 malditas características del Corruptor contra las que flamean mis 5 benditas Llagas que, con su dolor, salvan a cuantos quieren ser salvados de lo que Satanás continuamente inocula. ■ Los nombres de «Demonio, diablo, y belcebú» se pueden aplicar a todos los espíritus tenebrosos. Mas éste es únicamente «su» nombre. Y en el Cielo no se le nombra sino con él por cuanto allí se habla el lenguaje de Dios y, en prueba de fidelidad amorosa, hasta para indicar lo que se quiere, se hace conforme al  pensamiento de Dios”.
* “Él es el «Contrario». He aquí lo que es Satanás: «ponerse en acción contra Mí». A la virtud mayor: Caridad, le opone la antivirtud mayor: soberbia, la más repulsiva para Mí porque por ella vino todo el mal.  Perdoné a grandes pecadores del sentido pero no pude redimir a Doras, Yocana, Sadoc… porque eran «soberbios»”.-Jesús: “Él es el «Contrario», el que es contrario a Dios, el que es el contrario de Dios. Todas sus acciones son la antítesis de las acciones de Dios y todo su empeño es llevar a los hombres a ser contrarios a Dios. He aquí lo que es Satanás: «ponerse en acción contra Mí». A mis tres virtudes teologales opone la triple concupiscencia, a las cuatro cardinales y a todas las demás que de Mí fluyen, el vivero serpentino de sus horrendos vicios. ■ Mas como se dice que de todas las virtudes la mayor es la caridad, así también digo que de sus antivirtudes la mayor, y para Mí la más repulsiva, es la soberbia, ya que por ella vino todo el mal. Por eso digo que, mientras llego a compadecerme de la debilidad de la carne que cede ante el fomes de la lujuria, digo que no puedo transigir con el orgullo que, como un nuevo Satanás, pretende competir con Dios. ¿Te parece injusto? No. Considera que la lujuria, en el fondo, es un vicio de la parte inferior que en algunos se manifiesta con apetitos por demás voraces que se satisfacen en momentos de feo embrutecimiento. En cambio, la soberbia es un vicio de la parte superior consumado con aguda y lúcida inteligencia, premeditado y persistente. Lesiona la parte que más se asemeja a Dios, pisotea la perla regalada por Dios y comunica semejanza con Lucifer. Siembra el dolor más que la carne porque ésta podrá hacer sufrir a una esposa, a una mujer; mas la soberbia puede producir víctimas en continentes enteros y en toda clase de personas. Por la soberbia se arruinó el hombre y perecerá el mundo entero; por la soberbia languidece la fe y la soberbia, en fin, es la más directa emanación de Satanás. Perdoné a grandes pecadores del sentido; mas no pude redimir a Doras, Yocana, Sadoc, Elí y otros parecidos a ellos (1) porque eran «soberbios». (Escrito el 29 de Diciembre de 1945).
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1  Nota  : Personajes protagonistas de episodios de la magna Obra sobre el Evangelio.
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45-131.- Visión de la faz demoníaca de Satanás y conminación de Jesús a Satán.
* Visión.- ■ Antes de escribir el dictado que aparece en la página siguiente y mientras corrijo lo mecanografiado, se me aparece la faz demoníaca de Satanás. Tan solo su cara. Ríe con toda su expresión de un modo tremendamente sarcástico. Después termina con una estruendosa y aviesa carcajada desapareciendo a continuación. Torno a mi labor de corregir sin pensar más en ello.  Esto ocurre a las 10 de la mañana y, casi, al mediodía, me dicta Jesús lo que aparece en la pagina siguiente. Me ha parecido bien consignar previamente este suceso, después, en cambio, ya no he vuelto a ver el rostro bronceado de Satanás ni a escuchar su venenosa risotada cual si se hubiera alejado definitivamente. Mas las últimas palabras de Jesús me hacen pensar que no estuviese muy lejos.
* Como se lee en el libro de Josué la estratagema urdida por los gabaonitas, así también a las manifestaciones de Dios frecuentemente se acercan personas con un fin impuro, esto es, para sacar utilidad de ellas o con ánimo de traicionar. Son los falsos humildes, los astutos ensalzadores, los mentidos creyentes. ¡Mucho cuidado con no dejarse envenenar por Satanás y los satanases!.-  ■ Dice Jesús: “He aquí una breve meditación a la que no resulta extraño ni lo que ha de acaecer hoy.  Se lee en el libro de Josué el relato de una estratagema urdida por los Gabaonitas y del veredicto de Josué (1): «Nunca faltarán en vuestra estirpe leñadores y aguadores para la casa de mi Dios». En el transitar de Dios que realiza su camino a través de los siglos para alcanzar en el tiempo prefijado el lugar prometido —y el transitar de Dios es el paso de todo lo que es paradisíacamente sobrenatural, o sea, la progresión de la fe que se va extendiendo por todo el mundo, el surgir de justos, inspirados o instrumentos de Dios, todo lo cual contribuye a llevar a la humanidad a través de un penoso y dilatado éxodo al Reino eterno— ¿no vemos tal vez con frecuencia acercarse al pueblo de los santos personas que vienen con un fin impuro? Quién por miedo, quién por curiosidad y quién —lo cual es mayor culpa— por mofa. Se acercan, observan y después deciden si es o no conveniente seguir allí. Lo único que siempre les mueve es un interés presente o futuro. El interés de que les reporte utilidad la amistad con algún instrumento o ministro de Dios. El interés de no dañar su alma despreciando lo sobrenatural y el interés, por último, de servir a la parte contraria actuando de espías dentro del ejército santo para captar los secretos y denunciarlos a los enemigos de Dios, a los que les servirán para dañar a los siervos y a las obras de Dios. Estos últimos y aquellos a quienes sirven son completamente demoníacos en su modo de obrar y vástagos del árbol de Judas. Dios los condena y aún los demás los tienen por extremadamente viles debido a su falsía en relación con lo sobrenatural, de lo que el ministro de Dios habrá de tomar buena cuenta. No serán condenados del todo, mas tampoco tendrán mérito por este su calculado respeto. ■ Ahora bien, aquellos que tienen la categoría de Judas son los que principalmente se acercan sumisos e inofensivos en apariencia, «habiendo cargado sobre sus asnos víveres envasados en sacos viejos o rotos y remendados, vestidos con ‘trajes deteriorados y con calzados estropeados, llenos de remiendo’ y llevando ‘por viático panes duros y desmigados’», como los describe a la perfección el libro de Josué. Son los falsos humildes, las falsos afables, los astutos ensalzadores, los mentidos creyentes, de las manifestaciones sobrenaturales. Sus palabras son astucia y estilete. ¡Y si al menos apareciera su puñal al descubierto! Mas lo llevan envuelto en un paño precioso. Dicen: «Yo vengo porque me he enterado y quiero que me instruyas tú que eres un instrumento de Dios, pues yo soy un pecador, un ignorante, un infeliz, y tú una luz, una fortaleza, un santo…». Dicen también: «Venimos de lejos a hacer la paz con vosotros… Habiendo oído la fama de tu poder, que es el de Dios… venimos a decirte: haz la alianza con nosotros». ■ ¡Atención, siervos de Dios! No creáis todo lo que se os dice. ¡Atención si habéis de tutelar el secreto del rey y vuestra alma! Por vuestra misma fe absoluta os veis indefensos ante las astucias de las serpientes. ¡Ojo con abrir la «ciudad cerrada»! Cuidad de no dejaros emponzoñar con el veneno de la propia complacencia. Muchas veces «la plebe», es decir, las almas corrientes pero honestas, son más sagaces que vosotros para detectar los movimientos de los falsos aliados y para prevenir los peligros que los tales pueden acarrear. Porque la «plebe» se halla interpuesta entre vosotros, que sois todo espíritu y los enemigos del espíritu, hallándose en condiciones de apreciar las sombras y las luces, la astucia y la sabiduría. ¡Atención, hijos míos! Satanás nunca duerme, su mente jamás descansa no conociendo paz en su labor. Él mueve sus ejércitos, que no son únicamente los infernales, y los lanza contra vosotros —fortalezas, joyeros y libros de Dios— para desmantelaros, violentaros y arrebataros los tesoros y, sobre todo, para escribir con los caracteres rojos de su Infierno, con el rojo negro sus estanques malditos palabras impuras en las páginas de Dios y grabar en vuestro espíritu sus caracteres de soberbia”.
* Si es verdad que el Señor ha de castigar a los falsos aliados de lo sobrenatural, no será menor el castigo de los elegidos para «siervos, instrumentos y voces» que llegan a ser, no luces sino «adversarios», no Luciferes sino Satán.- Jesús: “¡Ay, ay, ay del siervo, del instrumento y de la voz que pronuncia la frase de Satanás: «Yo soy»! ¡Ay igualmente por más que la diga con el pensamiento tan solo! Porque si es verdad que el Señor ha de castigar a los falsos aliados de lo sobrenatural, no será menor el castigo de los elegidos para «siervos, instrumentos y voces» que llegan a ser, no luces sino «adversarios», no Luciferes sino Satán. Si a los primeros se les ha de condenar a sufrir como a esclavos de las piedras de molino y permanecer hasta el último puesto en la concentración de Dios tras larga expiación, a vosotros, luces extintas, no se os concederá la permanencia sino que os veréis expulsados para siempre. Y esto será justo porque a aquel a quien más se le da, con  más debe corresponder”
* Terrible grito de Jesús contra Satanás.- ■ Jesús: “¡Oh mi pequeña voz! ¡Ven, ven aquí para que Yo tome tu cabeza entre mis manos, te bese en la frente y así jamás, nunca jamás el diente de Satanás pueda morder e inocular soberbia en mi violeta escondida y amada! ¡Aquí, mi pequeña voz, aquí…! Y ¡atrás, Satanás! Entre tú y ella Yo me planto en su defensa. ¡Desarma la Tierra! ¡Corrompe, muerde y pudre en ella cuanto quieras! ¡Pero aquí, en mi presa, no! ¡Mi Cruz está sobre ella! ¡Vete maldito! ¡Yo soy el que Soy y tú el vencido! ¡Fuera! ¡Fuera! ¡En el Nombre santo solo por Mí conocido! ¡En el Nombre de Aquel que es y te fulminó! ¡Lejos de aquí en el Nombre de Dios-Rey, de Jesús Salvador y Crucificado, en el Nombre del eterno Amor!”.

* La terrible cólera de Dios en éste y en el dictado contra Hitler y Mussolini.- ■ Nada de demoníaco veía yo mientras Jesús me dictaba esta página. Mas sin duda, lo veía Él quien, desde el principio, tenía mi cabeza entre sus manos, estrechándola después contra su pecho, defendiéndome con su brazo izquierdo mientras con el derecho accionaba sin duda. Y, digo, la verdad: cuando le oí gritar así, en voz puesta y con tanta cólera, aun cuando nada viera ni advirtiese turbación alguna producida por espíritu maligno, tuve miedo ciertamente, ya que es terrible la cólera de Dios. Tan solo una vez le oí así en aquel ya lejano dictado contra Mussolini e Hitler del mes de Enero de 1944 si no me equivoco (2). ■ Mas hoy aún era más fuerte. Sobre todo con su conminación última era como para pulverizar a cualquiera. Parecía como si todos los sonidos del Cielo se hubieran unido a su voz. No eran ya los dulces cantos de indescriptible dulzura sino fragores de rayos. Al pronunciar sus tres últimas frases: “¡Fuera, en el Nombre santo solo por Mí conocido! ¡Lejos de aquí en el Nombre de Dios-Rey, de Jesús Salvador y Crucificado, y en el Nombre del eterno Amor!” yo temblaba como una hoja, pues tan sobresaltada estaba bajo aquellas explosiones de rayos que fulminaban al Maldito que no sé dónde pudiera estar. Mas en mi habitación seguramente no, porque lo habría advertido; y también lo comprendí por la postura de Jesús que parecía mirar más allá de la casa, como si Satanás quisiera acercarse a mi morada y Jesús se lo impidiese. (Escrito el 30 de Diciembre de 1945).
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1  Nota  : Cfr. Jos. 9.   2  Nota  : Dictado 44-77 relatado en el tema “Fe”.
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45-134.- Doble visión de Satán: 1ª con rostro humillado y 2ª tendido y con rostro afligido en el Abismo.
* Las dos visiones.- El Señor le da a entender que la mujer que vino el día anterior es digna de compasión.- ■ Quiere nuestro Señor que agregue esta hojita al cuaderno ya ultimado, diciendo que está bien que se complete el episodio de ayer por la mañana con lo que sigue que aún perdura. Y obedezco. Ante todo ayer, tras aquella… puesta en fuga de Satanás llevada a cabo por nuestro Señor, nada más vi por algún tiempo. ■ Después vino aquella señora… y así se cumplió lo que dijera en el dictado de la mañana. Vino aquella mujer, bien por curiosidad o tal vez por alguna necesidad, aunque no creo que fuese por maldad. Después, una vez que ella se fue  —me había desagradado esta visita y, por mi parte, estaba decidida a no querer volverla a ver— se me hace visible, como por la mañana el rostro de Satanás, mas no ya irónico y triunfalista, antes mohíno y como amedrentado. Me mira y vuelve a mirar propiamente como uno que está aturdido y perdió toda su osadía. Parece preguntarse: “¿Cómo es eso? Pero ¿quién es esta mujer?”. Y se marcha… Yo me encuentro tranquila, si bien es porque aún me siento protegida por el poder de Jesús. Y esta sensación de seguridad va en aumento a medida que discurren las horas.  Vienen las Raffaelli. Hablo ni más ni menos, pero pensando siempre en la visita de la desconocida de la que aún me dura el disgusto por haberme sentido objeto de un engaño y me viene al pensamiento el rostro humillado de Satanás. Por fin se van todos y me echo agotada en la cama escuchando por la radio un concierto de música clásica. ■ En esto veo en una lontananza infinita, infinita, como cuando veo el Paraíso —solo que aquí es abismo, sitio profundo, mientras que el Paraíso es altitud— veo un lugar que no me atrevo a calificar de horrendo sino de infinitamente triste. Poca luz y ésta plúmbea, el aire como nebuloso,  tenebrosidad por entre las paredes rocosas y escarpadas que se elevan a ambos lados de una ensenada polar, aunque no blanca de nieves y hielos sino negra como la pez y sembrada de plataformas peñascosas de roca oscura. Sobre una de éstas, con el vientre contra la roca, tendido cual largo es, se encuentra Satanás con el rostro apoyado en una mano y el codo clavado en la roca. ■ He intentado hacer un bosquejo del mismo; pero me siento incapaz de ello. No me mira a mí ni a nadie. Casi al nivel del agua espesa y negra, recapacita y parece hallarse afligido, si así se puede decir y pensar de Satanás. Pero ciertamente se encuentra muy abatido.  ¿En qué piensa tan solo y meditabundo…? ¿Por ventura quedó aturdido por la violencia de Jesús o está absorto más bien cavilando otras maldades para desquitarse de la afrenta de la mañana? ¿Por qué reía así entonces? ¿Qué puso al descubierto Jesús con su violenta intervención? Preguntas todas ellas que quedan sin respuesta. ■ Esta mañana me ha dado a entender nuestro Señor que aquella mujer que vino ayer debe ser compadecida porque tiene muchas penas, es recta de pensamiento y debe, por tanto, ejercitarse con ella la caridad. Está bien. Pero ¿quién me proporciona la fuerza? Estoy aquí que apenas si puedo respirar. ¡Me encuentro acabada! Tan solo querría estar tendida, en silencio y a oscuras para juntar las fuerzas que me restan. ¡Y no hay manera de poder hacerlo! ¡No hay quien se dé cuenta de que ya no puedo más! Por otra parte no estoy tranquila pues Satanás trabaja sin descanso y le siento cómo urde sus designios para daño de la Obra y del instrumento. ¡Jesús, ten piedad de mí…! (Escrito el 31 de Diciembre de 1945).
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 46-152.- Reflexión sobre el pecado de los Ángeles caídos: Lucifer no fue todo amor.
* María Valtorta busca una frase que compendie «todo» lo que era Jesús de Nazaret. ■ Mientras hago labor de aguja, contemplo mentalmente la figura moral de Jesucristo. Pienso que si pudiera hacerme con un cuadro de Él, pintado según mis indicaciones y, por tanto, lo más semejante posible como era su Rostro Santísimo de Hombre, querría hacer escribir al pie del mismo una frase que compendiara «todo» lo que era Jesús de Nazaret, me vienen a la mente éstas: «Venid a Mí», «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida» o «Soy Yo, no temas». Mas siento que tampoco es eso lo que quiere mi alma para indicar a Cristo.
.   ● “Jesús es el compendio del Amor de los Tres: un abismo de Amor que solo pudo y puede ser comprendido y aceptado por quienes poseen el amor”.- ■ Y S. Azarías (1) me habla: “Jesús es el compendio del amor de los Tres. Jesús es el compendio de lo que es la Santísima Trinidad y la Unidad de Dios. Es la Perfección de los Tres compendiada en Uno solo. Es la infinita y multiforme Perfección compendiada en Jesús. Un abismo de Perfección ante el que se postran adorantes las milicias celestes y las bienaventuradas multitudes del Paraíso. Un abismo de Amor que solo pudo y puede ser comprendido y aceptado por quienes poseen el amor”.
.  ● Razón por la que el arcángel se convirtió en Espíritu del Mal: “Era espíritu benigno y santo, aunque no hasta el punto de ser todo amor. Cuando el amor es completo nada hay que pueda penetrar para corromper”.-  ■ Azarías: “Con lo que puede aquí explicarse cómo pudo convertirse en Espíritu del Mal el arcángel que era espíritu benigno y santo, aunque no hasta el punto de ser todo amor. La medida del amor que uno tiene en sí es la que da la medida de su perfección y de su refractariedad a toda corrupción. Cuando el amor es completo nada hay que pueda penetrar para corromper. La molécula que no ama constituye una brecha fácil por la que se filtran los primeros elementos que no son amor y que fuerzan, ensanchan, inundan, y sumergen a los elementos buenos hasta matarlos. ■ La medida del amor de Lucifer era incompleta. La complacencia de sí mismo ocupaba en él un espacio en el que no podía haber amor. Y ésta fue la brecha por donde entró, ruinosa, su depravación, siendo ella la causa de que no pudiera comprender ni aceptar al Cristo-Amor, compendio del infinito, único  y trino Amor. Y que sea aún más vasta hoy día la herejía que niega la Humanidad Divina de la Segunda Persona, de la que hace un simple hombre bueno y sabio, se explica fácilmente con esta clave: la falta de amor en el corazón humano, la incapacidad de amar y pobreza en la posesión del amor”.
.  ● Dos puntos fueron siempre en los que tropezó el entendimiento humano que no puede creer si no es humilde y amoroso: 1º: que Cristo fuese Dios y Hombre, sujeto únicamente de acciones sobrenaturales, y 2º que hubiese instituido el Sacramento del Amor.-Azarías: “Observa, alma mía, que, lo mismo en tiempos de Cristo como después en la era cristiana, dos fueron siempre los puntos en los que con mayor frecuencia tropezó el protervo entendimiento humano que no puede creer si no es humilde y amoroso. Primero: que Cristo fuese Dios y Hombre, sujeto de acciones únicamente sobrenaturales por las que fue odiado hasta por sus más íntimos y, en consecuencia, traicionado; y segundo: que hubiese instituido el Sacramento del Amor. Entonces, ahora y siempre los «sin amor» dijeron y dirán que Dios no puede hallarse en Jesús y que Jesús no puede estar en la Santísima adorable Eucaristía. ■ Por eso, alma mía, si hubieses de mandar escribir una frase al pie de la efigie del Hombre-Dios, deberías hacerlo con ésta: «Yo soy el compendio del Amor»”.
Y el S. Azarías calla adorando.
¡Qué paz! ¡Qué paz en mí, qué luz, qué sensación de bienestar mental en un entendimiento que se aquieta con una respuesta que le persuade totalmente, se producen durante y tras la lección angélica!

*  María Valtorta no puede comprender cómo un espíritu como el angélico pudo haber faltado, en una creación en la que aún no existía el Mal. ■ Recojo el cuaderno con mi tesoro y reemprendo la labor manual al tiempo que mi mente contempla, sosegada, la lección recibida. La vuelvo a leer más tarde meditándola y me detengo en la frase: “Lucifer no era santo hasta el punto de ser todo amor”. Dado el sublime concepto que tengo de los ángeles, no alcanzo a comprender cómo un espíritu como el angélico hubiera podido faltar. Fue siempre el mío un invencible estupor ante el pecado de los ángeles. Y nunca hubo quien me diera una explicación convincente de cómo unos seres espirituales creados por el querer perfecto de Dios y en una creación en la que no existía el “Mal” que aún no se había formado, y contemplando únicamente la eterna Perfección, hubieran podido pecar. Ahora la frase:  “…aunque no santo hasta el punto de ser todo amor” me hace detener suscitando de nuevo mi: ¿Cómo pudo ser eso?
.  ● Los ángeles son superiores por ser totalmente espíritu pero los hombres cuando son otros «cristos» (al ser «templos vivos del Señor») son superiores.- Hambre mística eucarística angélica.- ■ S. Azarías me dice: “Los ángeles son superiores a los hombres. Digo «hombres» para designar a los seres así llamados compuestos de materia y de espíritu. Así pues, nosotros somos superiores en cuanto somos totalmente espíritu. Mas ten presente que cuando en el hombre vive la Gracia y circula la Sangre del Cuerpo Místico cuya cabeza es Cristo, mientras le corroboran los siete Sacramentos desde su nacimiento a la muerte en todos los estados y fases de la vida, entonces en vosotros, «templos vivos de Señor», vemos nosotros al Señor y le adoramos, siendo entonces vosotros superiores a nosotros, pues sois «otros cristos» y tenéis lo que se llama «Pan de los ángeles» cuando tan solo es Pan de los hombres. ■ ¡Mística e insatisfecha hambre Eucarística es la que tenemos nosotros que nos hace estrecharnos a vosotros cuando os nutrís de Ella para percibir la divina fragancia de este Alimento perfecto!”.
.   ● Dios nada creó en esclavitud. En la creación, originariamente, tan solo había Orden, Mas el Orden no excluye la libertad. Así estaba el Universo antes de que Lucifer abusara de su libertad.  Si hubiera  sido todo amor… .-Azarías: “Mas volviendo al punto inicial, te digo que en los ángeles, distintos a vosotros en naturaleza y perfección, hay, lo mismo que en vosotros, libertad de voluntad. Dios nada creó en la esclavitud. En la creación, originariamente, tan solo había Orden. Mas el Orden no excluye la libertad, antes al contrario, en el Orden es donde la libertad es perfecta. En el Orden no hay, al ser constrictor, ni el miedo de una invasión ni de una anarquía de otras voluntades que puedan ocasionar enfrentamientos y ruinas al penetrar en la órbita y en la trayectoria de otros seres o cosas creadas. Así estaba el Universo antes de que Lucifer abusara de su libertad y con voluntad propia pusiera en sí un desorden de pasiones para introducir desorden en el Orden perfecto. De haber sido todo amor, no habría habido sitio en él para otra cosa que no fuese amor. Por el contrario, hubo lugar para la soberbia a la que cabría llamar: el desorden del entendimiento. ■ ¿Habría podido impedir Dios este hecho? Claro que sí. Mas ¿a qué violentar la libre voluntad del bellísimo e inteligentísimo arcángel? ¿No habría entonces Él mismo, el Justísimo, introducido desorden en su ordenado Pensamiento no queriendo ya lo que antes quiso, esto es, la libertad del arcángel? Dios no oprimió al espíritu turbado colocándolo en la imposibilidad de pecar, pues entonces su no pecar habría carecido de mérito. También para nosotros fue necesario «saber querer el Bien» para así continuar mereciendo gozar de la vista de Dios que es Bienaventuranza infinita”.
.   ● Dios, lo mismo que quiso tener al arcángel a su lado en las primeras operaciones creadoras, quiso que conociera también el futuro de su creación amorosa y la dolorosa necesidad que su pecado habría de imponer a Dios: su Encarnación y Muerte. Lucifer, ya ensatanado, lo tomó por miedo y declaración de guerra: «¿Tú eres? También yo soy. Lo que Tú has hecho, lo has hecho por mí. No hay Dios. Y, de haber Dios, ése soy yo… No adoro a otro que a mí mismo»”.-Azarías: “Dios, lo mismo que quiso tener a su lado al sublime arcángel en las primeras operaciones creadoras, quiso también que conociera el futuro de su creación amorosa e, igualmente la adorable y dolorosa necesidad que su pecado habría de imponer a Dios: la Encarnación y Muerte de un Dios para contrarrestar la ruina del Pecado que Lucifer habría cometido de no vencer la soberbia en sí mismo. El Amor no podría expresarse en otros términos. El primer aniquilamiento de Dios se concreta en este acto de querer convencer dulcemente al soberbio a no pecar y así no arrastrar a los demás al pecado, casi suplicándole con  la visión de lo que su soberbia habría de imponer a Dios. ■ Era éste un acto de amor que Lucifer, ya ensatanado, lo tomó por miedo, debilidad, enfrentamiento y declaración de guerra. Y guerra movió contra el Perfectísimo diciendo: «¿Tú eres? También yo soy. Lo que Tú has hecho, lo has hecho por mí. No hay Dios. Y, de haber Dios, ése soy yo. Yo me adoro. Yo te aborrezco. Yo me niego a reconocer por mi Señor a quien no es capaz de vencerme. Si no querías rivales, no tenías por qué haberme creado tan perfecto. Ahora soy yo el que soy y me tienes enfrente. Vénceme si puedes. No te temo. Yo también crearé y haré temblar tu Creación agitándola como brizna de nube, juguete de los vientos, porque te odio y quiero destruir todo lo tuyo para levantar sobre esas ruinas lo que ha de ser mío. No conozco ni reconozco poder alguno fuera del mío y no adoro, no adoro, no adoro a otro que a mí mismo». ■ Verdaderamente entonces, en la Creación, en toda la Creación, desde lo más alto a lo más profundo, por el horror de esas sacrílegas palabras, se produjo una convulsión horrenda, una convulsión cual no la habrá hasta el fin de la Creación. Y de ella nació el Infierno, el reino del odio”.
.    El Mal nació de la voluntad libre respetada en tal condición por Dios y de uno que no era «todo amor».- Azarías: “¿Comprendes, alma mía, cómo nació el Mal? De la voluntad libre respetada en tal condición por Dios y de uno que no era «todo amor».  Y ten por seguro que a toda culpa que desde entonces se comete se le puede aplicar este juicio: «Que no es todo amor». El completo amor impide el pecar y, sin esfuerzo ni fatiga, el que ama logra alcanzar la justicia. El amor le lleva a lo alto elevándole sobre todos los fangos y peligros, purificándole por momentos de las imperfecciones apenas aparentes que se dan aún en el último grado de la santidad consumada, en ese estado en el que el espíritu progresó de tal suerte que llega a ser verdaderamente rey, unido ya en espiritual connubio con su Señor, gozando, en un grado solo inferior al de lo que constituye la vida de los bienaventurados en el Cielo, pues así, en tal grado, es como Dios se da y se desvela a sus hijos benditos. Gloria al Padre, a Hijo y al Espíritu Santo”. (Escrito el 20 de Enero de 1946).
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1  Nota  : Azarías, según María Valtorta, es un Ángel, su Ángel de la Guarda, Autor de este dictado y de otros. Es quien se los habría dictado.
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46-158.- Para el P. Romualdo Migliorini: “Desprovista de mi luz, María es una pobre mujer cualquiera. Hay dos corrientes, dos ríos en lo sobrenatural”.
* Visón pasada, visión que ya no puede repetir con su mente”.-Jesús se dirige esta vez al P. Romualdo Migliorini: “Ahora ten en cuenta y recapacita que, como he callado por espacio de 33 días, podría callar para siempre. Y lo haría si a la Obra se le pusiesen obstáculos que pudieran lesionarla. ■ Si para realizar una prueba tú dijeses: «Vámonos a ver si repites la última visión», verías que no solo le faltarían palabras sino que la propia descripción del hecho resultaría defectuosa y pobre. Desprovista de mi luz, María es una pobre mujer cualquiera. En ella queda tan solo el regusto espiritual de la lección recibida, circunstancia que agranda en ella la voluntad de obrar santamente en todo conforme al amaestramiento recibido. Visión pasada, visión que ya no puede repetir con su mente. Si Yo, por prudencia, al carecer vosotros de posibilidad de dar a la imprenta lo que ella escribe, cesase de querer de ella las descripciones de lo que ve y siente, a buen seguro que no tendríais ni una sola palabra. La hija estaría y seguiría estando siempre entre mis brazos, pero todos los demás carecerían definitivamente de lecciones. Reflexiona y haz que todos recapaciten”.
* Romualdo no debe aplicar de igual manera una única medida a lo sobrenatural toda vez que éste puede provenir tanto de Dios como del Enemigo de Dios. Debe observar los signos internos y externos. Pues los fenómenos, tomados exterior y superficialmente, son casi idénticos porque Satanás logra simular a Dios con la perfección del mal.-Jesús: “Y ahora una lección exclusivamente para ti, siervo para Mí muy querido. No es reproche ni lo tomes por tal. Es caricia de quien te ama y no quiere que, ingenuamente, des pasos en falso o inútiles. ¿Acaso tomarías a mal el que un padre te dijese: «Dame la mano para que te guíe por este sendero tortuoso», o bien: «¿Ves, hijo mío?, esa flor, esta baya no son buenas. Parecen, mas no lo son. Nunca gustes de ella pues ocultan jugos nocivos». Tampoco tú, niño inmortal, debes tomar a mal el que te amaestre en una cosa. Tú eres de los míos, de los de sin malicia, de esos que en el fondo se encuentran indefensos contra el mundo astuto y contra Satanás, astutísimo en sus obras. Ello es una gloria; mas también un continuo peligro. Y Yo a estos indefensos, precisamente por ser tales, les presto una ayuda particular para que no les engañen con falsas apariencias. No debes aplicar una misma medida a todos los fenómenos sobrenaturales. ■ Sobrenatural es todo lo que rebasa el mundo natural. ¿No es así? Mas en lo sobrenatural, en lo extranatural, existen dos corrientes, dos ríos: el que viene de Dios y el que viene del Enemigo de Dios. Los fenómenos, tomados exterior y superficialmente, son casi idénticos porque Satanás logra simular a Dios con la perfección del mal. ■ Mas una señal de los míos es la paz profunda y el orden que se dan en los fenómenos y que se comunican al que los presencia; y otra, el acrecentamiento que se opera en las facultades naturales de inteligencia y de  memoria, porque lo sobrenatural paradisíaco es siempre Gracia y la Gracia aumenta incluso las facultades naturales del hombre para recordarla con exactitud en sus manifestaciones. Por el contrario, de los fenómenos que no son míos fluye siempre un no sé qué, un algo que turba o que disminuye la habitual seriedad sobrenatural, despertando curiosidad y ese sentido de festivo y vacuo interés cuando vais a algún espectáculo de teatro, de malabaristas u otros por el estilo. En los fenómenos que no son míos hay siempre desorden y, tras el chisporroteo de los cohetes cegadores, humo y niebla que privan de su diafanidad a la luz preexistente por lo que visteis y oísteis, pero que después nada recordáis con exactitud perfecta, cayendo en contradicciones hasta sin querer. Satanás, con su mano ungulada, embrolla más y más para poder burlarse y desmadejar.  ■ En fin, se da una señal inconfundible en el propio sujeto y es que a mi acción en un ser se corresponde siempre con la acción de ese ser. Me explicaré: Cuando Yo amaestro, todo se transforma en el amaestrado. Se despierta en él un acuciante deseo de llevar a la práctica cuanto le digo y no por fases lentas de elevación, como ocurre en los habituales deseos de santificarse, sino que, con rápidos pero duraderos cambios, el alma se eleva y se muda de lo que era a lo que Yo quiero que sea. Son éstas las almas pletóricas de una «buena voluntad» que muele y destruye en ellas todo lo que antes era el yo, y las recompone dándoles una nueva forma conforme a mi modelo. Son las incansables artífices de su yo inmortal. Ved cómo se cambian al bien; mas nunca se conforman con el grado de bien alcanzado y trabajan para llegar a la más alta perfección, no por propio orgullo sino por mi amor. ■ Las almas que, por el contrario, son falsas contemplativas, se encuentran a falta de esta incansable metamorfosis. Ellas, aliadas en este caso de Satanás, se alimentan y gozan de lo que tienen y, a las veces, tuvieron en un principio realmente un don mío; mas se acomodan en el orgullo de ser «algo», yendo este «algo» creciendo como animal sobrealimentado día a día y, en efecto, se supernutren con el orgullo que Satanás vierte silenciosa y abundantemente en torno de ellas, llegando este «algo» a engordar de un modo monstruoso. Sí, monstruoso, porque pierde el aspecto primitivo, el mío, y toma el Satánico. Se rodean de una aureola de falsas luces, explotan esa celebridad más o menos relativa para coronarse y, contemplándose, dice: «¡Ya estoy en mi puesto! ¡Ya llegué a él!». Y de tal modo se ciegan que no aciertan a ver lo que son. Y hasta tal punto se ensordecen que ya no saben apreciar la diferencia existente entre las voces que resuenan en ellas. ¡Cuán diferente es la mía de la de Satanás! Y, con todo, no la distinguen.  Y, al tiempo que Yo me retiro, Satanás las obsequia con lo que ellas quieren: vanidades. Y con ellas se adornan… ■ ¿Qué es lo que puede hacer Dios con estos voluntariosos del Mal que prefieren el vestido iridiscente, la luminaria  y los aplausos a la cruz, a la desnudez, a las espinas, al ocultamiento, a  la labor asidua sobre sí mismo al promover en su entorno el bien para sí y para los demás? ¿Qué ha de hacer Dios con estos histriones de la santidad, todo patrañas y mentiras? Dios se retira abandonándolos al padre de la Mentira y de las Tinieblas. Y ellos se regodean con los dones que Satanás les otorga en premio de su comportamiento. Se profesan «santos» porque ven que logran cosas extranaturales sin saber que las mismas son fruto de su orgullo, alimentado por Satanás. Y no mejoran, ¿sabes? no mejoran porque, si bien aparentemente no retroceden, es patente, aún para los más superficiales observadores, que no mejoran”.
* “¡Ojo con los falsos santos que son más perniciosos para mi triunfo que todos los pecadores manifiestos!”.-Jesús: “Romualdo, ¡ojo con las facetas multicolores que, al final, se resuelven en niebla! Yo siempre dejo luz, cosas concretas, ordenadas y claras. ¡Ojo con los falsos santos que son más perniciosos para mi triunfo que todos los pecadores manifiestos! Lo sobrenatural, que es santo, Yo lo suscito y debe ser aceptado y creído. Mas no ha de aceptarse a primera vista cualquier frasco que lleve la etiqueta de: «Óleo de sabiduría sobrenatural», o también cualquier libro cerrado sobre el que aparezca escrito: «Aquí está Dios». ■ En primer lugar, que no despidan hedores de infierno y, en segundo lugar, fórmulas heréticas tampoco. Observad, prescindiendo del lenguaje figurado, si, de entrada, es humilde y santa con exceso su actividad. Si veis que su evolución hacia el bien es lenta o ésta no se da en absoluto, abrid los ojos. Si en esta alma descubrís complacencia en ser notada, abridlos dos veces, y tres, diez, y setenta veces si la veis que es soberbia y la sorprendéis en mentira. La paz sea contigo, Romualdo María. La paz sea contigo, María”. (Escrito el 21 de Enero de 1946)
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46-187.- Visión del arcángel Rafael y Tobías.
* El corazón, el hígado y la hiel.- ■ El arcángel Rafael, él sólo, se me aparece con su dulce belleza en el momento de la Comunión y, de pronto se apodera de mí la serena alegría que comunica tan “buen compañero”. Queda presente conmigo hasta las 14,30 sin hacer otro ademán que el de sonreír de continuo y mover la cabeza en señal de asentimiento, como si quisiera indicarme sin palabras que va bien algo que estoy haciendo. No sabría decir si es porque estoy escribiendo una carta familiar corriente a los Belfanti. Por fin, correspondiendo a mi último apremio en que le digo: “Pero dime qué quieres, que me miras, sonríes y te callas”, ■ inicia a hablar el arcángel: “Has obedecido prontamente y has hecho bien. Hazlo siempre así. Me has ayudado y por eso le he pedido a mi Señor que me permita llevarte conmigo para que hagas de nuevo el viaje de Tobías, al menos en aquellos puntos que me son más gratos, pues sé que te gusta ver y, más, las cosas bellas. Porque bellísimas eran las márgenes del Tigris surcando los campos asirios. Ven conmigo”. ■ Y voy con él. ¡Oh! no impone miedo. Pongo mi mano febril en la suya fuerte y fresca y marcho mirando de vez en cuando al “buen compañero” que sonríe con sin igual dulzura mostrándome las bellezas de la naturaleza que nos rodea. Una llanura verde, fertilísima nos circunda hasta perder de vista. La estación es buena y me atrevería a decir primaveral por el estado de los cereales, a menos que por aquí hagan dos siembras. He aquí el amplio río, ¡oh!, mucho más amplio que el Jordán y de aguas mucho más abundantes que discurren majestuosas hacia el lejano mar. Un país bellísimo en el que descansa la vista y transfunde paz al corazón. Rafael me mira y sonríe al decirme: “Mira, mira bien, pero no a mí sino todo. Aquí soy Azarías, el acompañante”. Apartando a duras penas los ojos del rostro radiante del arcángel, miro viniendo a ser la espectadora… ■ He aquí al Arcángel, en figura de simple hombre, caminando y hablando con Tobías que le escucha con deferencia, obediente a todas sus indicaciones. Azarías aconseja un descanso y Tobías obedece sin replicar. Azarías le indica al mancebo que se bañe en el río para refrescarse y Tobías le obedece al momento. Mientras está en el río, sus aguas tranquilas se agitan y de ellas emerge un pez del tamaño de un muchacho que trata de alcanzar el cuerpo desnudo de Tobías para clavarle los dientes y arrastrarlo tal vez consigo al fondo para devorarle. Parece un enorme lucio, un salmón de grandes proporciones o un esturión con una boca descomunal provista de tres hileras de dientes de afilada punta, el dorso oscuro y blanco, el vientre que brilla bajo el velo de las aguas al agitarse en ellas. Tobías lo ve tan cerca, colocado ya entre él y la orilla cerrándole el paso al mancebo, que, presa de terror, grita: “¡Señor mío, que me asalta un monstruo!”. Azarías, que estaba sentado en la ribera herbosa, se alza de un salto y grita: “¡No temas! Agárralo de las agallas poniéndote a sus espaldas, y arrástralo hacia ti. ¡Eso es!, ahora que se ha dado la vuelta”. En efecto, el animalote, al oír otra voz y el rumor de los sauces agitados por Azarías, que, descalzándose, desciende al río desde la orilla, dispuesto a socorrer al compañero, se revuelve girando sus ojos esféricos, fríos, impenetrables y crueles de pez. Tobías lo agarra de las branquias y lo arrastra aguantando los coletazos y convulsiones con que el pez trata de recobrar la libertad. Tobías marcha hacia atrás y tira, tira afianzando los pies en el firme del río que cada vez es menos profundo, va mostrando al exterior las primeras hierbas acuáticas y, por fin, viene a ser lodo resbaladizo. ¡Qué fatiga en el último tramo del recorrido! El pez hace esfuerzos sobrehumanos para librase y salvarse y lo mismo el joven para sujetarlo. A Tobías están a punto de acabársele las fuerzas. La mano cansada se le escapa de la branquia izquierda y el pie resbala en el lodo. El pez intuye el cansancio de su capturador y da un coletazo tan desesperado que hace perder el equilibrio a Tobías que cae tratando de agarrar al pez que, por más que ya esté casi en seco, hace lo imposible para completar su victoria. Pero Azarías, lo coge por la cola ahorquillada, sujetándolo hasta que Tobías se levanta, lo vuelve a tomar y lo arrastra, seguro ya de sí mismo, sobre la arena no ya tan fangosa en la que el pie puede afianzarse y resistir. El pez bosqueja, palpita y… muere.  ■ “Toma el cuchillo y eviscéralo. Sácale el corazón, el hígado y la hiel, y guárdalos dentro de ese pequeño odre. Nunca nos faltará el agua para beber aunque no la llevemos con nosotros. El corazón, el hígado y la hiel son de utilidad y un gran medicamento. Ya te indicaré cómo usarlos. Y ahora asemos el pez que nos servirá de viático para el camino”.  Un fuego de tocones asa la carne del pez cortada en gruesas tajadas que los dos comen con excelente apetito, colocando después en las alforjas todo el sobrante, separando las tajadas con amplias hojas recubiertas de sal. ■ A continuación reanudan la marcha amigablemente y, a preguntas de Tobías, Azarías le enseña y explica muchas cosas y, entre ellas, para qué habrían de servir las entrañas del pez, explicación que es idéntica a la que aparece en la Biblia (1). Tobías inquiere estupefacto: “¿De veras? ¡Oh, si de verdad fuese así! ¡Volverle a mi padre la vista perdida!”. Azarías, para poner a prueba el espíritu del compañero, insinúa: “Así es. Pero antes podrías recibir otras dádivas de riquezas, amores…”.  Tobías: “¡Oh, no! ¡Eso, no! Si tengo prisa es por lo de mi padre; pues yo… siempre estoy bien. Hagamos cuanto antes lo que tenemos que hacer, ya que si antes me acuciaba el deseo de volver, ahora me urge con mucha mayor intensidad porque, no solo me espera la alegría del abrazo paterno, mas también el gozo de hacer tornar la luz a los ojos apagados de mi padre”. Azarías dice tentándole: “Tú crees en mi palabra. Y ¿si no fuese verdad, niño, lo que te digo?”. Tobías: “¡Oh, no! Tu faz es límpida y serena. Hablas con tanta paz de Dios, que solo un santo puede ser como tú eres; y los santos no mienten. Tengo fe en ti”. Azarías sonríe luminosamente. ■ Tobías pregunta: “¿Dónde nos alojamos?”.  Y el arcángel le habla de Sara de Raguel tal como se narra en la Biblia (2)…  con los consejos para desposarse con ella sin temor alguno y para librarla de todos los demonios. Y veo cómo entran en casa de Raguel, el mutuo reconocimiento, las nupcias de la viuda-virgen con el buen Tobías, así mismo la tan agradable noche, o mejor, noches nupciales cuando, una vez vencido el demonio y echado a otra parte, los vírgenes esposos se unen a Dios en oración antes de juntarse en una sola carne…

* “Yo soy el que curo y enseño a curar las insidias satánicas”.- ■ Y con esta dulzura termino de ver, encontrándome de nuevo con Rafael que dice: “Tobías, por obediente, y fiel, recibió más de lo que podía desear. Mas yo soy el que curo y enseño a curar las insidias satánicas. Por tal motivo se me ha encomendado el cuidado de esa alma que se ve atormentada de un modo indecible por un demonio que la odia, y necesita de poderosa ayuda para quedar libre del enemigo que la persigue. Mas resulta extremadamente doloroso no encontrar en ella una perfecta sumisión, semejante a la del joven Tobías. Él venció porque fue dócil, obediente y, por ello, grato a Dios cuya bondad celebró con espíritu sincero y humilde. ■ Porque, bueno es mantener oculto el secreto del rey y no vanagloriarse del mismo: mas publicar las obras de Dios, no con palabras sino con santidad cada vez más patente y no contaminada con miserias humanas, es cosa buenísima. La tentación, si se la sabe resistir, no es condena sino prueba. Después viene la aceptación por el Señor. Mas importa velar y perseverar en todo con aguda sagacidad hasta la hora extrema. Por lo que hace a ti, no abrigues temor pues si he estado contigo y lo estoy ahora, es porque Dios me manda a traerte la luz y la paz de los Cielos. Ahora vuelvo donde mi Señor me ordena y la paz que te auguro esté siempre contigo”.

* Obediencia y oración para vencer a Satanás.- ■ Y yo, he tenido que abreviar por haber llegado la visita del abogado, viéndome por tal motivo entre dos fuegos: sin poder atender al hombre ni recordar a la letra lo que decía el arcángel para explicar las operaciones de la obediencia y de la oración con las que vencer a Satanás que se hace presente en las enfermedades, en las insidias y en las desventuras con las que turbar y arrastrar a la desesperación, y presente así mismo en los casos de gracias extraordinarias intentando provocar orgullos y complacencias que turbarían el corazón alejándolo de Dios. Recuerdo todo eso, mas lo diría con palabras mías. Por lo que me guardo el fruto dejando lo demás. ■ Recuerdo la frase: “De haberte complacido, te habría abandonado. Mas como te has conservado humilde, te he protegido hasta el fin”. Las demás… allá se han ido. ¡Es tanto lo que sufro cuando esto me sucede…! Recuerdo también detalladamente lo que el arcángel me ha dicho al comienzo de su intervención final: Esa visión es para ti, toda para ti y no se dé cuenta de ella a Dora porque así lo quiere el Señor. Ella debe ignorar lo que tú ves. Si llega  a merecerlo, ya lo verá. Mas no debe contar con cañamazos marcados para tejer en ellos su hilo. A cada uno lo suyo”. Por mi parte nada sabrá jamás y quiera Dios que no haya quien se lo suministre contraviniendo más o menos conscientemente la prudencia y la orden de Dios. (Escrito el 20 de Febrero de 1946).
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1  Nota  : Cfr. Tob. 6,7-9.   2  Nota  : Cfr. Tob. 6,10-18.
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46-262.-Insinuación del Adversario que pretende atemorizarla sobre el trance de la muerte.   
* “Confiaré más que nunca en la misericordia de Dios”.- ■ Me despierto entre sufrimientos de agonía física y el Adversario, para atemorizarme, me insinúa: “¿Cómo has de presentarte ante Dios? El juicio… el castigo…”. Le respondo luchando contra el miedo: “Haré como todos, desde Adán hasta el último hombre: morir. Y además, para estar segura en el último momento, confiaré más que nunca en la Misericordia de Dios”. ■ Se marcha vencido y, con él, desaparece igualmente mi agonía física… Me adormezco plácidamente en el seno de Dios. (Escrito en la noche del 6 al 7 de Octubre de 1946).
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46-262.-Insinuación de Satanás de que ella sufrirá al no encontrar en el Cielo a sus padres.
* “No sufriré. No se puede sufrir duelo de nadie en el gozo de Dios”.- ■ Me corroe como tóxico la insinuación de Satanás  —tengo la seguridad de que es él—: “Tú, que tanto deseas ir al Cielo para reunirte con tu padre, tienes que saber que nunca le has de encontrar. Ni a tu padre ni a tu madre. También allí sufrirás por eso”. ■ Respondo para calmar la angustia de tal pensamiento: “No sufriré. Amaré a Dios. No se puede sufrir duelo de nadie ni por motivo alguno cuando se está gozando de Dios”. (Escrito el 12 de Octubre de 1946).
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.                          c) Dictado extraído del «Libro de Azarías» (1).
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46-95.- María Valtorta ante la verdad de la Voz y de su procedencia.- No es posible equivocarse entre Dios y Satanás:  sus efectos son diversos.
“Satanás puede remedar a Dios en el lenguaje, mas en modo alguno comunicar esa gracia y esa paz que acompañan siempre a las palabras divinas o de espíritus de luz”.- ■ Dice Azarías: “En el tiempo pasado, en el presente, en el futuro y en el tiempo eterno, el Señor te atrajo ampliamente y te salvó porque te amó, y te salva y te salvará porque te quiere. Esto tú lo debes reconocer y no temer. Siempre lo reconociste incluso cuando tu amor aún era muy imperfecto y sufría embates de la juventud y de las pruebas y penas de la misma. También ahora lo debes reconocer, y siempre, hasta cuando llegues a estar con Él. Los actos de los demás no deben interponerse cual tupidos velos entre Él y tú de modo que ya no llegues a reconocer su Rostro, su Voz, su Amor, su Paz ni su Verdad. Yo no diré ni una sola palabra para romper la paz y la confianza de un corazón con su modo de obrar que desconsuela a las almas haciéndolas titubeantes. Con todo, te lo digo a ti: esos actos de los demás por más que te hieran no deben vencerte con miedos ni dudas acerca de la verdad de la Voz y de su procedencia. ■ El Señor, pobre alma, ha cuidado de ti y tú lo has reconocido, porque no es posible equivocarse entre Dios y Satanás, entre voces celestiales e infernales si quien las oye tiene presente, no lo meloso de las palabras sino los efectos que producen. Satanás puede remedar a Dios en el lenguaje, mas en modo alguno comunicar esa gracia y esa paz que acompañan siempre a las palabras divinas o de espíritus de luz. No pueden producir gracia ni santidad porque sus palabras van siempre mezcladas con insinuaciones que un alma en gracia jamás puede aceptar. Y no pueden producir sensación de paz porque el alma en gracia se sobresalta de horror con las voces infernales (2), y por más que el individuo no cuente con otros signos para reconocer cuál es el espíritu que le habla, bástale este escalofrío del alma para proporcionar al hombre la señal de que es la Tiniebla la que en ese momento se manifiesta. ■ Satanás puede engañar a los pecadores entontecidos por el pecado, a los distraídos e irreflexivos y a los curiosos que, por querer saber demasiado, acuden imprudentemente a todas las fuentes. Mas al que no puede engañar es a un espíritu recto que está unido a Dios. Todo lo más que puede es turbarle acercándose a él o llevándolo mediante una acción propia o valiéndose tal vez de infelices que, sabiendo raras veces lo que hacen y más fácilmente ignorándolo, son, en un momento dado, los instrumentos de que se vale Satanás para causar dolor y espanto a los instrumentos de Dios. Pero entonces interviene Dios sacándoos fuera del todo y os salva sumergiéndoos en su océano de paz y de amor, como lo ha hecho contigo porque te ama”. (Escrito el 23 de Junio de 1946).
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1  Nota  : Como más arriba se ha dicho, Azarías, según María Valtorta, es un Ángel, su Ángel de la Guarda. Es el Autor de este «Libro de Azarías». Es quien se lo habría dictado.
2  Nota  : Infierno:
.  a) Para conocer la doctrina bíblica sobre el Infierno, conviene leer en sus respectivos contextos, los trozos que se refieren a la morada de los muertos (scheol o Ades), a las grandes maldiciones, a los terribles castigos, sufrimientos; llanto, rechinar de dientes, gusanos, corrupción, laguna, azufre, fuego, humo, fuego que no se apaga, fuego eterno, etc…  Por ejemplo:
.    -A. T. fuego y azufre: Gén. 19,1-29; scheol: Gén. 37,28-35; fuego: Lev. 10,1-7; castigos terrenos: Lev. 26,14-39; scheol, tierra que se abre y engulle, fuego: Núm. 16,16-35; maldiciones: Deut. 28,15-68; fuego, profundidad del scheol: Deut. 32,1-44; bajada al scheol: 1 Sam. 2,1-11; scheol: 1 Sam. 28,15-19; 2 Sam. 12,15-23; fuego del cielo, contra los malvados: 2 Rey. 1,1-18; fuego, gusanos, llanto eterno: Jdt. 16,17; Purgatorio: 2 Mac. 12,38-46; scheol: Job 7,1-11; 10,18-22; 14,1-22; 16,12-22; Sal. 6,5-6; 15,7-11; 29,2-10; 48,15-20; 87, 2-13; 88,47-49; 89,3-11; Eccl.17,21-27; scheol, abismo: Is. 14,3-21; fuego, azufre, para siempre: Is. 34,9-10; scheol: Is. 38,9-20; fuego que no se apaga: Is. 66,18-24; fuego: Jer. 15,10-14; fuego eterno: Jer. 17,1-4; scheol: Bar. 2,11-18; scheol, lugar subterráneo: Ez. 32,17-32; oprobio, y horror eternos: Dan. 12,1-4.
.   -N. T. scheol: Mt. 16,13-28; gehena del fuego eterno: Mt. 18,5-10; maldición, fuego eterno, pena eterna: Mt. 25, 31-46; gehena, gusano que no muere, fuego que no se apaga: Mc. 9,42.50; fuego del cielo que castigue a los malos: Lc. 9,51-56; condenación: Ju. 5,25-29; tinieblas: Ju. 8,12; scheol: Hechos. 2, 22-27. 54-57; tinieblas: Col. 1,9-14; descendimiento de Jesús a los infiernos: 1 Pe. 3,18-4,6; scheol: Ap. 1,17-20; segunda muerte, esto es, eterna: Ap. 2,8-11; scheol: Ap. 6,7-8; fuego, azufre: Ap. 14,6-13; humo: Ap. 19,1-4; scheol: estanque o laguna de fuego para los condenados: Ap. 20,11-15; laguna de fuego, de azufre, segunda muerte: Ap. 21,1-8.
.  b) El scheol  (o Ades) es, pues, la morada de los muertos, bien sean infantes o adultos, buenos o malos.
. c) Por lo que toca  a la morada de los malos, los trozos bíblicos, que se refieren a ella, contienen elementos útiles para comprender qué cosa sea el Infierno de los condenados. Teniendo en cuenta todos los anteriores textos del A. y N. Testamento, tal vez el Infierno se podría describir de modo siguiente:

.  Es un lugar subterráneo, profundo. Es un abismo, es, al mismo tiempo, una laguna y un horno, donde hay corrupción y gusanos eternos. Es un lugar con fuego y humo, eternos, destinado a los malditos, a los condenados: esto es, para el demonio y sus ángeles, y para los hombres que han muerto dos veces: muertos a la vida terrena y muertos voluntariamente a la caridad divina. Con toda razón la S. Iglesia en sus letanías de los Santos, se dirige al Padre clementísimo y, con gemidos, dice: “Líbranos, Señor, de la muerte eterna”.

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